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Psicología Educativa, 2007, Vol. 13, n.º 2 - Págs. 117-131.

ISSN: 1135-755

REFLEXIONES

PATRONES COMPORTAMENTALES EN EL TRASTORNO


AUTISTA: DESCRIPCIÓN E INTERVENCIÓN
PSICOEDUCATIVA

BEHAVIOURAL PATTERNS IN AUSTISTIC DISORDERS:


THEIR DESCRIPTION AND PSICHOEDUCATIONAL
INTERVENTION

SANTIAGO LÓPEZ GÓMEZ1


CONSUELO GARCÍA ÁLVAREZ2
Fecha de Recepción: 04-09-2006 Fecha de Aceptación: 15-11-2007

RESUMEN

El trastorno autista se caracteriza por una sintomatología heterogénea en la que


destacan alteraciones graves y generalizadas en varias áreas del desarrollo: (i) habilidades
para la interacción social, (ii) habilidades para la comunicación y (iii) la presencia de com-
portamientos, intereses y actividades estereotipadas. En el presente artículo teórico se hace
un recorrido por las principales características y perfiles que describe el niño autista en el
nivel comportamental, haciendo especial mención a los comportamientos rituales y respues-
tas frente al cambio, las alteraciones con el ambiente físico, la conducta autoestimuladora y
repetitiva y la conducta autolesiva. Se exponen, finalmente, algunas de las propuestas que,
bajo la dimensión psicoeducativa, se pueden utilizar para intervenir en las alteraciones com-
portamentales.

1
Doctor en Psicología. Unidad de Atención a las Dificultades del Lenguaje, el Habla y la Voz.
Universidad de Santiago de Compostela. A Coruña
2
Maestra Psicóloga. Orientadora de Centros. Xunta de Galicia.

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Patrones comportamentales en el trastorno autista: descripción e intervención psicoeducativa

PALABRAS CLAVE

Autismo, Comportamientos rituales, Estereotipias, Conductas repetitivas, Autole-


siones, Intervención psicoeducativa.

ABSTRACT

A set of heterogeneous symptoms characterizes autistic disorders, where deep and


general alterations in a number of development areas stand out: (i) social skills, (ii) commu-
nication skills, and (iii) the presence of stereotyped behaviors, interests and activities. From
a theoretical view, this paper describes the most outstanding behavioral characteristics and
profiles of autistic children. A special attention is paid to ritual behaviors and responses to
change, environmental changes, self-stimulating and repetitive behavior and self-injured
behavior. Finally, some suggestions for behavioral intervention within the psycho-educa-
tional approach are made.

KEY WORDS

Autism, Ritual behaviours, Stereotipies behavior, Repetitive behaviours, Self-inju-


res, Psycho-educational intervention.

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Santiago López Gómez y Consuelo García Álvarez

INTRODUCCIÓN mucho en función del nivel de desarrollo,


del CI, de la edad cronológica del sujeto y
El trastorno autista es un síndro- de otras variables individuales que, a su
me complejo, con múltiples causas y vez, podrían ser indicativas a la hora de
manifestaciones diversas. Abarca una establecer el curso y el tratamiento de la
colección de síntomas heterogéneos y en intervención (Fein et al., 1999).
muchos casos inespecíficos, debido a su
gran dispersión y variabilidad. Se agrupa Pese a los avances en la investi-
en torno a los denominados trastornos gación del trastorno, hoy en día, todavía
generalizados del desarrollo –TGD- que, a no existe una definición técnicamente
su vez, están incluidos dentro de los tras- aceptable y universalmente compartida del
tornos de inicio en la infancia, la niñez o autismo, debido, en parte, a la dificultad
la adolescencia (APA, 2002). Los trastor- de describir y comprender las profundas y
nos generalizados del desarrollo se carac- diversas alteraciones que presentan las
terizan por perturbaciones graves y gene- personas que lo sufren (Rivière, 1982). La
ralizadas de varias áreas del desarrollo: definición más aceptada es la de la “Ame-
habilidades para la interacción social, rican Psychiatric Association” (APA,
habilidades para la comunicación o la pre- 2002). En la reciente revisión de la cuarta
sencia de comportamientos, intereses o edición del Manual Diagnóstico y Estadís-
actividades estereotipados. Las alteracio- tico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-
nes cualitativas que los definen son clara- TR, 2002), se subraya que el autismo tiene
mente impropias del nivel de desarrollo o como características esenciales la presen-
edad mental del sujeto. Suelen ponerse de cia de un desarrollo marcadamente anor-
manifiesto durante los primeros años de la mal o deficiente de la interacción y comu-
vida y acostumbran a asociarse a algún nicación sociales y un repertorio suma-
grado de retraso mental, observándose, a mente restringido de actividades e intere-
veces, en otras enfermedades médicas, ses. A veces el trastorno autista es deno-
como en la esclerosis tuberosa, el X-frágil, minado “autismo infantil temprano”,
el síndrome de Angelman, el síndrome de “autismo infantil” o “autismo de Kanner”.
Tourette, entre otros (Artigas, 2001; Gill-
berg y Billstedt, 2000). Al igual que sucede con la defi-
nición, se encuentra también cierta confu-
Desde los últimos años, y como sión en cuanto a los criterios diagnósticos
se ha señalado, se acepta la descripción del autismo infantil (Artigas, 2001; Etche-
del autismo como un síndrome neuropsi- pareborda, 2001), que en buena medida se
cológico complejo (Etchepareborda, debe a su complejidad, a la multiplicidad
2001), que agrupa una amplia colección de variables, a la no especificidad de los
de síntomas inconstantes, en el sentido de síntomas considerados e incluso a los des-
que son raros de observar en distintos acuerdos entre los diversos paradigmas de
individuos, debido, sobre todo, a que estas investigación. Por ello, las descripciones
manifestaciones del trastorno varían actuales del autismo hacen referencia a un

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Patrones comportamentales en el trastorno autista: descripción e intervención psicoeducativa

grupo heterogéneo de síntomas, sin que cuantas palabras, perdiéndolas a continua-


sean a su vez específicos del mismo. ción, o pareciendo estancarse evolutiva-
mente. Por definición, si existe un período
Sin lugar a dudas, las manifesta- de desarrollo normal, éste no puede exten-
ciones del autismo son muy amplias, toda derse más allá de los 3 años. El trastorno
vez que difusas e inconstantes. Los crite- no se explica mejor por la presencia de un
rios diagnósticos, tal y como se recogen trastorno de Rett o de un trastorno desinte-
en el DSM-IV-TR (APA, 2002) y el CIE- grativo infantil.
10 (WHO, 1992), requieren de la valora-
ción de tres dimensiones que deben estar Como se puede observar, en la
presentes a la edad de 4-5 años, si bien, concepción actual del trastorno autista sub-
deben comenzar a manifestarse antes de yace la idea de un síndrome neuropsicoló-
los tres años, aunque, a menudo ya se gico profundamente heterogéneo y con
observa un desarrollo inapropiado incluso diferencias individuales muy marcadas, que
con anterioridad a esta edad, como es el se pueden asociar a diversos trastornos.
caso de un lenguaje anormalmente retar- Además, al estudiar sus diferentes síntomas
dado, un comportamiento que no responde y manifestaciones tipológicas de su espec-
a las expectativas sociales o un uso repeti- tro, pueden encontrarse con ciertas dimen-
tivo y estereotipado de acciones, juegos y siones que en ocasiones se acercan al des-
manipulación de objetos. Estos tres crite- arrollo normal del niño, y otros síntomas,
rios a los que se hace referencia, son: (1) ya más cercanos al autismo clásico, y que
alteraciones en la interacción social, (2) se identifican con retrasos evidentes en el
alteraciones en el lenguaje y la comunica- desarrollo (Pry y Guillain, 2002).
ción, y (3) patrones de comportamiento,
intereses o actividades restringidos y este- Por todas estas razones, cobra
reotipados. fuerza hablar de trastornos del espectro
autista (Wing, 1988), como un continuo
La alteración, por lo tanto, debe de formas, que se asocian con una amplia
manifestarse antes de los 3 años de edad variedad de características sin fronteras
por retraso o funcionamiento anormal en claras, síntomas, factores etiológicos e
por lo menos una (y a menudo varias) de incluso respuestas frente a los tratamientos
las siguientes áreas: interacción social, (Etchepareborda, 2001; Rapin, 2002). Se
lenguaje tal como se utiliza en la comuni- evidencia, al efecto, que no se trata de un
cación social o juego simbólico o imagi- único trastorno con expresiones fijas o
nativa. En la mayoría de los casos no se dimensiones y síntomas rígidos, aunque se
observa ningún período de desarrollo tenga en mente la tipología más clásica de
inequívocamente normal, aunque en un Kanner, al referirse al mismo. Si se toma
20% de ellos los padres informan de un esto en consideración, se hace necesario
desarrollo relativamente normal durante 1 hablar de “tipos” o niveles de funciona-
ó 2 años. En estos casos, los padres pue- miento “alto o bajo” dentro del autismo,
den indicar que el niño adquirió unas para aproximarse de una manera más rea-

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lista a su heterogeneidad dado que valora, de su génesis, que se ve influenciado, de


a su vez, las diferencias observadas en manera muy particular, por determinados
estos sujetos en los niveles de funciona- condicionamientos ambientales, que actú-
miento social, en el lingüístico, en las an de forma conjunta o específica provo-
habilidades no verbales, a la vez que en el cando el trastorno (Glasson et al, 2004;
nivel cognitivo y comportamental (Fein et Philip y Bouman, 2002; Weiss, 2002).
al., 1999; Teunisse, Cools, van-Spaen-
donck, Aerts y Berger, 2001). Como se viene indicando, las
manifestaciones sintomáticas del síndrome
Estas dificultades conceptuales y autista son muy amplias. En el presente
descriptivas también se encuentran en artículo teórico (Montero y León, 2005),
otras dimensiones de su estudio, como la se revisan los aspectos nucleares que defi-
prevalencia, o la etiología, que soportan nen una de estas áreas sintomáticas: la
vacíos, dudas y posicionamientos verte- comportamental. De tal manera, en los
brados en la disparidad e incluso en la próximos apartados se describen las prin-
contradicción. Ahora bien, lo que parece cipales dimensiones que engloba el com-
evidente es el incremento en las cifras de portamiento del niño autista, se definen
prevalencia del autismo arrojadas por múl- asimismo, las estrategias y principios para
tiples investigaciones recientes y que lo su intervención psicoeducativa, resultando
sitúan entre el 10 y el 20/10.000 (Baker, decisivas para entender la amplitud del
2002; Chkrabarti y Fombonne, 2001; trastorno y su terapéutica.
Fombonne, 2001; 2003; Gillberg y Wing,
1999; Yeargin-Allsopp, Rice, Karapurkar,
Doenberg, Boyle y Murphy, 2003). Cuan- DESCRIPCIÓN DE LOS PATRONES
do, y de forma paralela, decrece, a nivel COMPORTAMENTALES EN EL
general, la prevalencia de retraso mental TRASTORNO AUTISTA
(Fombonne, 2003). Por ello, y contem-
plando esta disparidad de tasas, lo más El comportamiento del niño
apropiado en la tendencia actual, es refle- autista es, en sí mismo, muy heterogéneo,
jar una prevalencia creciente desde el sin embargo, se describe, básicamente,
2/10.000 al 1/1.000 (Folstein, 1999), afec- desde la rigidez frente al cambio y por la
tando en una relación de 4:1 a hombres presencia de ritualizaciones y estereotipias
sobre mujeres (Fombonne, 2001; Rapin, diversas. Para su mejor comprensión, a
1999). En cuanto a su etiología se han pro- continuación se analiza el comportamiento
puesto múltiples teorías que, hasta la en el autismo atendiendo a cuatro patrones
fecha, no muestran evidencias precisas y conductuales que suelen manifestar con
contundentes que permitan identificar los mayor frecuencia, y son: (i) comporta-
factores etiológicos del trastorno autista mientos rituales y respuestas frente al
(Holguín, 2003; López-Gómez, 2004; cambio, (ii) alteraciones con el ambiente
Szatmari, 2003). Se supone aún así, un físico, (iii) conducta autoestimuladora y
modelo genético y biológico explicativo repetitiva y (iv) conducta autolesiva.

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Comportamientos rituales y respuestas sin imaginación simbólica, con una vincu-


frente al cambio lación hacia ellos que puede parecerse a
una relación fetichista o simbiótica, por la
Los comportamientos ritualiza- forma de manipularlos, siempre, de mane-
dos, invariantes y fijos son aspectos que se ra estereotipada y ritualista (Wing, 1988).
observan habitualmente al estar con una
persona con autismo, no obstante, adquie- —Vinculación obsesiva hacia
ren su máxima expresión en la conviven- objetos. La insistencia hacia la ritualiza-
cia diaria con ellos, sobre todo por su con- ción se ve exacerbada con la vinculación y
ducta extravagante, rígida e inusual. De tal en el apego inusual por objetos determina-
manera, el comportamiento del niño autis- dos (Caviness, 1994; Williams, Costal y
ta para consigo mismo, hacia los objetos y Reddy, 1999) –sea una ficha de un puzzle,
el espacio que lo rodea se caracteriza por una galleta, una pequeña goma, una cuer-
una búsqueda de inmutabilidad (Leblanc y da, un electrodoméstico, etc.-, con los que
Page, 1991). En este sentido, y como llegan a hablar, desear tenerlo a todas
señala la AIAE (2000), los patrones de horas e incluso dormir con ellos. Al res-
conducta en el autismo son, a menudo, pecto, hay que señalar que no se tratan de
ritualistas y repetitivos. Al efecto, la clási- objetos transicionales que utilizan muchos
ca formulación de Rutter (1978) sigue niños para facilitar su incursión en otros
estando vigente y caracteriza en cuatro entornos ajenos al familiar. Morrison y
dimensiones los comportamientos rituales Rosales (1997) relacionan las fijaciones y
y la invariabilidad del contexto en el niño preferencias hacia los objetos con las con-
autista, a saber: ductas estereotípicas, observando que los
sujetos con una mayor vinculación obsesi-
- Juego rígido, limitado y rituali- va muestran, al mismo tiempo, mayores
zado. Tanto el uso que hacen del juego ocurrencias estereotípicas.
como de los juguetes no es el adecuado
(AIAE, 2000). Utilizan así el juguete —Preocupaciones inusuales.
como parte de sus rituales y repeticiones, Suelen presentar rumiaciones obsesivas por
no atendiendo a las formas o simbolismos ciertos temas, sean ideas, acciones, objetos
para los que convencionalmente se han o situaciones, que prefieren a cualquier otra
diseñado. Pueden, de este modo, poner en cosa, llegando a violentarse con furia e irri-
fila, y de manera obsesivamente repetida, tación si no se presentan como ellos espe-
un puzzle, una pieza de un juego u otro ran. Estas preocupaciones se expresan
objeto cualquiera que les llama la aten- acompañadas, en muchas ocasiones, por
ción. Lo mismo que coleccionar objetos, verbalizaciones, a través de ecolalias, aun-
juegos, prendas, partes de objetos, etc., que también se pueden mostrar conjunta-
por su textura, forma o mismo por su mente con otras estereotipias y rituales.
color, que usarán, únicamente, para sus
juegos rituales. Por lo tanto, sus relaciones —Insistencia en la invariabili-
con los juegos son rígidas, sin variedad y dad. Este hecho se define por una marcada

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resistencia al cambio, en su casa, en sus hacia los estímulos sensoriales (AIAE,


costumbres de la vida cotidiana, en expre- 2000). Lo que realmente sucede es que los
siones, en gestos, en acciones, etc. No sólo niños parecen presentar un déficit en el
se hace referencia a que buscan insistente- ímput sensorial y no responden a su entor-
mente ambientes familiares, sino que un no de forma convencional, pues ni los
mínimo cambio en ese ambiente o cos- sonidos, ni los estímulos visuales, e inclu-
tumbre les provoca malestar y agitación y, so algunas sensaciones corporales, pare-
por lo tanto, buscan siempre la inmutabili- cen hacerles reaccionar como cabría espe-
dad en el ambiente y en las acciones. Esta rar. Pero, por otro lado, pueden, en ocasio-
invariabilidad está también relacionada nes, orientarse y prestar una inusual aten-
con la escasa flexibilidad a la hora de ción hacia un leve ruido, luz o hasta un
actuar y poder alternar entre distintos cri- suave cosquilleo. Muestran así unas reac-
terios para responder a las demandas cam- ciones mínimas –hiporreactivas- ante cier-
biantes de una tarea o situación, al igual tos estímulos, pero exageradas –hiperreac-
que con la capacidad de planificación para tivas- frente a otros, e incluso ante el
poner en marcha un plan organizado de mismo estímulo unas veces responden de
secuencias de acción. Ambas conductas una forma y otras de manera completa-
están integradas en la alteración de las mente opuesta (Mardomingo, 2003; Ornitz
funciones ejecutivas (Etchepareborda, y Ritvo, 1976). Este tipo de relaciones con
2001). su ambiente parecen ser propias de perso-
nas con alteraciones sensoriales y percep-
tivas, en las que el campo de exploración
Alteraciones con el ambiente físico se limita a su espacio inmediato. Los
niños autistas utilizan ciertos sentidos -
Un dato constatado por muchos olor, sabor y tacto- más que otros –vista y
investigadores es la frecuencia con la que oído-, y de esta manera prefieren oler,
los padres, sobre todo durante los prime- lamer o tocar un objeto a mirarlo o escu-
ros años de sus hijos que posteriormente char los sonidos que emite.
han sido diagnosticados de autismo, han
expresado sus sospechas en cuanto a que Otro aspecto, anteriormente
sus hijos parecían sordos e incluso ciegos comentado, es su tendencia a no responder
(Rosenhall, Sandstroem, Ahlsen y Gill- a la invariabilidad del ambiente, salvo
berg, 1999). Sin embargo, tanto la audi- desde su rigidez. No obstante, se encuen-
ción como la visión suelen estar intactas, tran respuestas complejas de llanto, ira y
pese a encontrarse otitis de repetición en exagerada agitación si esta invariabilidad
algunos de ellos. Las reacciones frente a se ve mínimamente alterada. Muy en la
los estímulos sensoriales, visuales, auditi- línea de esta anomalía con respecto al
vos, táctiles o procedentes del resto de los ambiente físico y hacia los demás, destaca
canales sensoriales, están impregnadas de la escasa y deficitaria imitación gestual y
indiferencia, de angustia o de fascinación, de movimientos procedentes de los demás
observándose una sensibilidad inusual –ecopraxias-. La imitación gestual, al

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igual que la utilización del código gestual al contexto social. Aunque, algunos auto-
utilizado en las interacciones son muy res (Durand y Carr, 1987) reconocen que
débiles, en contraste con las ecolalias o la autoestimulación puede tener la función
imitaciones verbales, y aunque estas últi- social de “escape” frente a las exigencias
mas muestran también algunos rasgos de ciertas tareas o situaciones. Dentro de
alterados, las realizan con suma asiduidad. las estereotipias se incluyen movimientos
motores extravagantes, como aleteo de
Por último, una cuestión relacio- manos o brazos, agitación de objetos,
nada con la anormal respuesta a su balanceo rítmico y rotación de la cabeza,
ambiente físico se produce ante la adquisi- andar de puntillas, dar saltos, adquisición
ción de los nuevos aprendizajes, mostrán- de posturas peculiares, hacer carreras,
dose muy lentos y con “hiperselectividad medición de pasos, rocking, y muchas
estimular” (Schreibam y Charlop, 1993), otras. Ornitz y Ritvo (1976) estudiaron los
en el sentido que seleccionan partes de los movimientos estereotipados de los niños
estímulos como relevantes y otras ante las autistas y encuentran que los más frecuen-
que no responden. Esta limitación interfie- tes son los aleteos de brazos y manos a la
re enormemente en la adquisición de los altura de los hombros, con un 35%, y los
nuevos aprendizajes, en la generalización movimientos rítmicos de la cabeza, con un
de las conductas aprendidas, las adquisi- 27%. En sus formas más sutiles se
ciones lingüísticas y otros procesos cogni- encuentran miradas de reojo a luces, tocar
tivos, de desarrollo y de aprendizaje. superficies, chasquear con la saliva y olfa-
tear el ambiente. Parte de las conductas
autoestimulativas son verbales, repitiendo
Conducta autoestimuladora y repetitiva palabras o incluso sonidos de forma rápida
y sucesiva. Pero, como sugieren Ross, Yu
Las autoestimulaciones o “este- y Kropla (1998), la ritmicidad, en cuanto a
reotipias” parecen ser unas de las activida- su emisión a intervalos fijos, parece no ser
des preferidas de los niños autistas. No una característica de las mismas, al contra-
son un rasgo exclusivo del autismo, ya rio de lo que se venía creyendo.
que se pueden observar en muchas otras
patologías infantiles (King y Krishnamo- Los niños con trastorno autista,
orthy, 1998) y adultas, como retraso men- por lo tanto, manifiestan una preferencia
tal, síndrome de Tourette, etc. Hace refe- hacia este tipo de conductas, que realizan
rencia a un comportamiento, sobre todo de modo habitual, por encima de la inter-
motórico, y muy especialmente a nivel de acción social o el juego con juguetes.
la motricidad gruesa, que se repite una y Resistiéndose, persistentemente, al aban-
otra vez, sin otra función aparente que el dono de las mismas. Incluso, y en compa-
propio placer al realizarla. Quemada ración con otros sujetos con retraso men-
(2001) las describe como conductas repe- tal, los autistas muestran un mayor núme-
titivas que parecen ocurrir automática- ro de estereotipias (Bodfish, 2000). Son
mente y que carecen de función adaptativa muchas las ocasiones en las que al hablar-

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le a un niño autista en plena actividad ción estereotipada de objetos, apego o pre-


autoestimuladora no responde, llegando a ocupación anormal hacia ciertos objetos,
estar ausente de lo que le rodea. Parece, insistencia a la invarianza del entorno,
pues, que estas conductas pueden interfe- adhesión rígida a rutinas y rituales, uso
rir en la adquisición de otras nuevas, dado repetitivo del lenguaje, intereses limitados
el poco contacto con la realidad que mues- y obsesiones y compulsiones (Turner,
tran cuando las realizan. Pero, también es 1999).
posible utilizarlas como reforzadores, para
motivar los aprendizajes, sin que ello Su tasa de exhibición va a depen-
aumente necesariamente su frecuencia der de la situación, y sobre todo del grado
(Wolery, Kirk y Gast, 1985). de contacto interpersonal que exija. Sue-
len alcanzar su máxima latencia cuando el
Las conductas repetitivas, por su sujeto se encuentra en una situación nueva
parte, comprenden una amplísima gama o impredecible, o ante personas descono-
de comportamientos, entre los que se cidas, descendiendo ante ambientes cono-
encuentran los movimientos estereotipa- cidos o sin contacto con otras personas.
dos, sus respuestas exageradas frente a los Parece ser, según describe Mardomingo
cambios del entorno, la insistencia por la (2003), que el cuadro clínico de rituales y
rutina extrema y una preocupación exage- repeticiones de mayor intensidad caracte-
rada hacia intereses muy limitados y cir- riza, frente a otras patologías, al grupo de
cunscritos. Turner (1999) las define con niños con trastorno autista, mostrando una
una serie de características, que son: etiología supuestamente autoinmune y
considerándose, por lo tanto, como factor
— Elevada frecuencia de repeti- etiopatogénico responsable de esta sinto-
ción en la manifestación de la conducta. matología.

— Forma invariante en la que se


realiza la conducta o actividad. Conducta autolesiva

— La conducta resulta inapro- Se entiende por conducta autole-


piada o extraña en su manifestación o des- siva la ejecución de aquellos comporta-
pliegue. mientos mediante los cuales el niño inflige
daño físico en su cuerpo, pudiendo, en
— Marcada resistencia a la ocasiones, llegar a resultar grave y dramá-
intervención y a la subsiguiente sustitu- tico (Simeon y Hollander, 2001).
ción de respuestas.
La conducta autolesiva incluye un
Existen diversas tipologías de amplio repertorio que comprende desde
conductas repetitivas, entre ellas, se inclu- tirarse del pelo, hasta arañarse en la cara,
yen: discinesia tardía, tics, movimientos darse bofetadas, hundirse los ojos, o golpe-
estereotipados, autoagresiones, manipula- arse partes de su cuerpo. Las formas más

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comunes son las de golpearse la cabeza y deben tener en cuenta el área comporta-
morderse las manos, muñecas o puños mental, sobre todo cuando existen altera-
(Gillberg y Billstedt, 2000). La intensidad ciones graves, desafiantes o autoagresivas.
de las lesiones va a variar mucho de unos Con tal efecto, es preciso crear en el niño
niños a otros, lo mismo que su frecuencia, las habilidades de autocontrol y las con-
pero, en general, se pueden observar hema- ductas adaptativas necesarias, bajo el cri-
tomas, callosidades, fracturas de huesos y terio de que puedan existir riesgos físicos
cráneo, desprendimiento de retina y arran- o psíquicos, daños propios o a los demás,
camiento de tozos de piel. Parece evidente o que su presencia imposibilite el acceso a
que algunos niños autistas muestran con- los diversos aprendizajes. Debe conside-
ductas de irritabilidad muy exageradas por rarse, al mismo tiempo, que las conductas
mínimos cambios en algunas costumbres, agresivas o autoagresivas, así como las
de modo que se expresan coléricos y se conductas desafiantes, son las más incapa-
infligen heridas graves o golpean la cabeza citantes de las exhibidas por los sujetos
contra una pared o algún objeto si un estí- autistas.
mulo lo altera, o si no encuentra su objeto
preferido. Una importante aportación del
modelo educativo al tratamiento de las
Debido a esto, se hace necesario, personas con autismo es el enfoque alter-
en diversas ocasiones, la protección del nativo al generado por el conductismo clá-
niño y de los demás. Para ello, se debe sico frente a los problemas del comporta-
partir, inicialmente, de un análisis funcio- miento. Las técnicas de modificación de
nal de su conducta, que va a ser, dada la conducta, aplicadas hasta hace unos años,
divergencia sintomática que describe el han sido fuertemente cuestionadas. No se
trastorno, diferente en cada niño, con el aceptan ya fácilmente el empleo exclusivo
fin de determinar los cambios en el entor- de esas técnicas, que se limitaban a elimi-
no que se deberán efectuar. Incluso, si se nar las conductas inadecuadas presentadas
considera oportuno, y en función de las por los sujetos en determinadas situacio-
características individuales, comportamen- nes, pero, sin generar algún cambio alter-
tales y de comorbilidad asociada, se nativo o actuación educativa.
podría utilizar farmacoterapia para su con-
trol y protección (Kerbeshian, Burd y Son muchas las investigaciones
Avery, 2001). que apuntan que las personas con autismo
responden bien a los programas educati-
vos, siempre que sean especializados y
LA INTERVENCIÓN estructurados, y su diseño esté a medida
PSICOEDUCATIVA EN EL ÁMBITO de sus necesidades y encaminadas al des-
COMPORTAMENTAL. arrollo de las potencialidades individuales
(AIAE, 2000). El objetivo general de la
Sin duda alguna, los modelos intervención educativa de estos niños,
efectivos de intervención en el autismo como apunta Rivière (1993), será desarro-

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llar al máximo sus competencias y posibi- — Enseñar estrategias y habili-


lidades, favoreciendo un equilibrio perso- dades básicas para controlar las situacio-
nal que sea lo más armonioso posible, y nes desencadenantes de las conductas.
fomentando, al mismo tiempo, su bienes-
tar emocional en un entorno de relaciones — Fomentar el uso de conductas
significativas con el mundo. adaptadas y adecuadas a esas situaciones.

De manera específica, la interven- — Suprimir cualquier tipo de


ción en el área conductual, de forma tem- refuerzo antecedente o posterior, positivo
prana y permanente, habrá de partir del o negativo, que sea contingente a la con-
análisis funcional o topográfico de la con- ducta disruptiva y la pueda mantener o
ducta. Para ello, se valorará el componente incrementar.
problema de cada conducta específica en
los diferentes contextos, tanto físicos como Cabe añadir que los métodos y
sociales, donde se pueden dar, y se analiza- las técnicas que se desarrollen deben con-
rán las distintas funciones e intenciones que siderar el fortalecimiento de las conductas
se persigue al realizarla. Es evidente, que deseadas y la disminución de aquellas
las características individuales del niño en otras consideradas inadaptadas como
cuanto a nivel de funcionamiento, también metas de trabajo. Su aplicación será siem-
deben definir las medidas interventivas a pre controlada y aplicada de manera gra-
desarrollar (Fein et al., 1999). En muchas dual. Para ello, se pueden utilizar, siempre
ocasiones, el problema de conducta puede con arreglo al nivel de desarrollo del suje-
indicar que el niño pretende comunicar to y de sus capacidades, las técnicas y los
emociones, sobre todo miedo, ira, confu- principios de modificación y terapia de
sión, frustración, etc., frente a las cuales se conducta, como el moldeamiento, la
pueden aplicar las respuestas adecuadas de inmersión, la desensibilización sistemáti-
modificación de conducta, siempre adap- ca, y otros. Pero, siempre estarán dentro
tándose a su sistema social y a su contexto de un plan de trabajo ajustado a la realidad
cercano, y conseguir, de este modo, estrate- del niño en cuestión, teniendo, además,
gias efectivas para el manejo y control del como fin favorecer las respuestas conduc-
entorno. Se garantizará, antes de nada, la tuales adecuadas, minimizando, por otro
propia seguridad y salud, tanto del niño, lado, las disruptivas. Se tratará de estable-
como de los demás. En este sentido, se pue- cer un programa que esté en el seno de un
den emplear una serie de principios técni- plan de trabajo más amplio, tanto en el
cos, extraídos de los principios del aprendi- plano comportamental, como en el social
zaje y la modificación de conducta, para y el comunicativo. Así, el entrenamiento
minimizar el impacto de aquellos compor- comportamental, como subrayan Volkmar,
tamientos disruptivos, a saber: Cook, Pomeroy, Realmuto y Tanguay
(1999), podría facilitar de manera signifi-
— Eliminar los estímulos desen- cativa la adquisición del lenguaje y de las
cadenantes de las conductas disruptivas. habilidades sociales, junto con la propia

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Patrones comportamentales en el trastorno autista: descripción e intervención psicoeducativa

mejora conductual y la reducción en los La finalidad de todo esto es,


niveles de ansiedad y tensión familiar. como apunta Rivière (1997), la de asignar
un sentido a las propias acciones, esto es,
Para cubrir este objetivo anterior, lograr mediante un planteamiento pragmá-
se debe partir de una serie de instrucciones tico y funcional, el establecimiento de res-
específicas, ante las que se ajustará, como puestas a consignas de acción funcional.
siempre, el plan de intervención a la sinto- Para alcanzar dicho objetivo es necesario,
matología, los recursos y las habilidades siguiendo a Martos (2001), adaptarse a la
del niño, entre ellas: heterogeneidad de niveles que soporta el
espectro autista. Por ello, en niños que
— Ofrecer actividades rutinarias muestran una sintomatología más exacer-
y asequibles al nivel de desarrollo del niño bada y florida va a ser crucial su atención
y que posean, a su vez, un alto grado de individualizada, utilizando propuestas
estructuración. directivas, cercanas y lúdicas. A su vez, en
niños que tengan un funcionamiento más
— Generar oportunidades para alto, se recurrirá a programas de acción
practicar, ensayar y poder generalizar las más autónoma y, por lo tanto, con un
conductas adaptativas a otros contextos y mayor nivel de exigencia y rigidez y una
situaciones. menor direccionalidad en la intervención.

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