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TEMA 9
EL ESPÍRITU SANTO
- Podemos hacer un recorrido por los textos del Nuevo Testamento referentes al
Espíritu Santo, con la intención expresa de intentar comprender qué es lo que la
comunidad post-pascual entiende por tal y qué sería lo que lo constituye.
Fundamentalmente debemos acudir a Juan y así encontraremos estos datos:
El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano" (3,34). "El Hijo no puede hacer
nada por su cuenta sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace él, eso también lo
hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que él
hace" (5,20). "El Padre me ama porque doy mi vida para recobrarla de nuevo"
(10,17). "Pero el mundo ha de saber que amo al Padre" (14,31). "Como el Padre
me amó, yo también los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor" (15,9). "El
me dará gloria porque recibirá de lo mío y se lo comunicará a ustedes. Todo lo que
tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y se lo comunicará a
ustedes" (16,14.15).
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos
uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno y el mundo conozca
que tú me has enviado y que yo los he amado a ellos como tú me has amado a mí.
Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que tú me has dado,
para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes
de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he
conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer
tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has
amado esté en ellos y yo en ellos" (17, 22-26).
- Aquí detectamos claramente un amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre.
Igualmente, se nos indica que ese amor consiste en que el Padre comunica o
entrega todo lo que tiene al Hijo. Y, a la vez, consiste en que el Hijo comunica o
entrega todo lo que posee, al Padre. Por otra parte, aparece que la unidad sucede,
precisamente, en razón del amor. Porque la entrega que se opera por el amor, hace
que haya posesión mutua tan plena que los dos se funden en la unidad.
- Finalmente resulta claro que, al amar el Padre al Hijo, se puede hablar de un amor
del Padre. Y al amar el Hijo al Padre, se puede hablar de un amor del Hijo. Hay,
pues, un amor del Padre y del Hijo, un amor propio de los dos y en común. ("el
amor con que tú me has amado". "Todo lo que tiene el Padre es mío". "Pero el
mundo ha de saber que amo al Padre").
- Ahora bien: el Hijo, donación y entrega del Padre, es todo aquello que es el Padre,
menos el ser Padre. Reproduce entonces también necesaria e inevitablemente el
amar del Padre: el Hijo es auto-entrega y auto-donación y autocomunicación
reproducida; es la imagen de la auto-entrega, de la auto-donación y de la auto-
comunicación del Padre; el Hijo es entrega, don, comunicación del Padre. Y ser
entrega, don, comunicación, es también amar. El Hijo entonces, por ser Hijo,
necesaria e inevitablemente ama.
- Desde otro enfoque: el Padre, por ser auto-entrega o auto-donación, ama. Pero,
precisamente, como transfiere todo su ser al Hijo (menos el ser Padre),
necesariamente le transfiere también su amar. Y el Hijo posee todo lo que posee
el Padre (menos el ser Padre), esto es, posee también el amar del Padre.
- Así, Padre e Hijo poseen un mismo amar: el amar del Padre es el mismo amar
del Hijo. El Padre y el Hijo poseen un amar común.
- Así, pues, si aplicamos esta misma apreciación humana a Dios, podemos decir lo
siguiente:
- A este Amor común del Padre y del Hijo y que, como se puede ver, es una realidad
diferente a ser Padre y a ser Hijo, el Nuevo Testamento la designa con el nombre
de "Espíritu Santo".
16
San Pablo
Rom 5
3 Más aún, nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación
engendra la paciencia; 4 la paciencia, virtud probada; la virtud probada,
esperanza, 5 y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. 6 En efecto,
cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por
los impíos. 7 Y pensemos que difícilmente habrá alguien que muera por un justo
—tal vez por un hombre de bien se atrevería uno a morir—. 8 Así que la prueba
de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió
por nosotros.
Rom 8
1 Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están unidos a
Cristo Jesús, 2 porque la ley del espíritu, que da la vida a través de Cristo Jesús,
te liberó de la ley del pecado y de la muerte. 3 Pues lo que la ley era incapaz de
hacer, reducida como estaba a la impotencia por la carne, lo hizo Dios. En efecto,
Dios, enviando a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y en
orden a abolir el pecado, condenó el pecado en la carne. 4 Y lo hizo para que la
justicia de la ley se cumpliera en nosotros, que seguimos una conducta no según
la carne, sino según el espíritu. 5 Efectivamente, los que viven según la carne
desean lo que es propio de la carne; mas los que viven según el espíritu buscan
lo espiritual. 6 Ahora bien, las tendencias de la carne desembocan en la muerte,
mas las del espíritu conducen a la vida y la paz, 7 ya que las tendencias de la
carne llevan al odio de Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden.
8 Así que los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. 9 Mas ustedes
no viven según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita
en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no le pertenece; 10 mas si Cristo
está en ustedes, aunque el cuerpo esté ya muerto a causa del pecado, el espíritu
es vida a causa de la justicia que ustedes han recibido. 11 Y si el Espíritu de
Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, Aquel que
resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a sus cuerpos
mortales por su Espíritu que habita en ustedes. 12 Así que, hermanos míos, no
somos deudores de la carne para vivir según la carne, 13 pues, si ustedes viven
según la carne, morirán. Pero si con el Espíritu ustedes hacen morir las obras
del cuerpo, vivirán. 14 En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de
Dios son hijos de Dios. 15 Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para
recaer en el temor; antes bien, han recibido un espíritu de hijos adoptivos que
nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! 16 El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu
para dar testimonio de que somos hijos de Dios. 17 Y, si somos hijos, también
somos herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos
sus sufrimientos, para ser también con él glorificados. Destinados a la gloria. 18
Soy consciente de que los sufrimientos del tiempo presente no se pueden
comparar con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. 19 Incluso la
creación espera ansiosa y desea vivamente el momento en que se revele nuestra
condición de hijos de Dios. 20 La creación, en efecto, fue sometida a la
caducidad, no espontáneamente, sino por voluntad de aquel que la sometió; pero
latía en ella la esperanza 21 de verse liberada de la esclavitud de la corrupción
para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. 22 Pues sabemos que
la creación entera viene gimiendo hasta el presente y sufriendo dolores de parto.
23 Pero no sólo ella. También nosotros mismos, que poseemos las primicias del
Espíritu, gemimos en nuestro interior anhelando la liberación de nuestro cuerpo.
24 Porque nuestra salvación está relacionada con la esperanza. En efecto, si
esperamos algo que se ve, eso no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar
una cosa que se ve? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, hemos de aguardar
con paciencia. 26 De igual manera, el Espíritu viene también en ayuda de nuestra
flaqueza. Como nosotros no sabemos pedir como conviene, el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos indescriptibles. 27 Y el que examina el
interior de las personas ya sabe lo que anhela el Espíritu, y que, cuando
intercede en favor de los santos, lo hace conforme a la voluntad de Dios.
Rom 15
30 Les suplico, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu
Santo, que acompañen mi lucha con sus oraciones, rogando a Dios por mí, 31
para que me vea libre de los incrédulos de Judea y sea bien recibida por los
santos la ayuda que llevo a Jerusalén; 32 y también para que pueda llegar con
alegría donde ustedes, si Dios quiere, y disfrutar allí de algún descanso. 33 El
Dios de la paz sea con todos ustedes. Amén.
1Cor 2
10 Dios nos reveló todo esto por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea,
hasta las profundidades de Dios. 11 En efecto, ¿qué persona conoce lo íntimo
de la persona, sino el espíritu de la persona, que está en ella? Del mismo modo,
nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros no hemos
recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer
los dones que Dios gratuitamente nos ha concedido. 13 De estos dones también
hablamos, pero no con palabras propias de la sabiduría humana, sino enseñadas
por el Espíritu, expresando realidades espirituales en términos espirituales. 14
El ser humano naturalmente no acepta las cosas del Espíritu de Dios, pues las
considera una locura. Y no las puede entender, pues sólo espiritualmente
pueden ser juzgadas. 15 En cambio, la persona de espíritu lo juzga todo; y a ella
nadie puede juzgarla. 16 Porque ¿quién conoció la mente del Señor para
instruirle? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo.
1Cor 3
16 ¿No saben ustedes que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita
en ustedes? 17 Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él;
porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo.
1Cor 6
11 Y eso fueron antes algunos de ustedes. Pero ustedes han sido lavados, han
sido santificados, han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el
Espíritu de nuestro Dios.
18 ¡Huyan de la fornicación! Todo pecado que comete una persona queda fuera
de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo. 19 ¿No saben
ustedes que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en ustedes y que
han recibido de Dios? Así que ustedes no se pertenecen; 20 ¡ustedes han sido
comprados a buen precio! Usen, pues, su cuerpo para honrar a Dios.
1Cor 12
3 Por eso les hago saber que nadie, movido por el Espíritu de Dios, puede decir:
«¡Maldito sea Jesús!»; y nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!», si no lo hace
movido por el Espíritu Santo. 4 Hay diversidad de carismas, pero un mismo
Espíritu; 5 diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; 6 diversidad de
actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. 7 A cada cual se le
otorga la manifestación del Espíritu para provecho común. 8 A uno se le pueden
conceder, por medio del Espíritu, palabras de sabiduría; a otro, palabras de
ciencia, según el mismo Espíritu; 9 a otro, la fe, en el mismo Espíritu; a otro,
carisma de curaciones, en el único Espíritu; 10 a otro, poder de hacer milagros;
a otro, don de profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, facultad de
hablar diversas lenguas; a otro, don de interpretarlas. 11 Pero todas estas cosas
las obra un mismo y único Espíritu, que las distribuye a cada uno en particular
según su voluntad. 12 El cuerpo humano, aunque tiene muchos miembros, es
uno; es decir: todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, forman
un solo cuerpo. Pues así también es Cristo. 13 Porque hemos sido todos
bautizados en un solo Espíritu, para no formar más que un cuerpo entre todos:
judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
2Cor 3
4 Esta es la confianza que tenemos ante Dios, gracias a Cristo. 5 Pues nosotros
no podemos atribuirnos cosa alguna, como si fuera nuestra, ya que nuestra
capacidad viene de Dios. 6 Él nos capacitó para ser ministros de una nueva
alianza, no de la letra, sino del Espíritu, pues la letra mata, mas el Espíritu da
vida. 7 Pensemos que si el ministerio de la muerte, grabado con letras sobre
tablas de piedra, resultó glorioso hasta el punto de no poder los israelitas mirar
el rostro de Moisés a causa del resplandor que emitía — aunque pasajero—, 8
¡cuánto más glorioso no será el ministerio del Espíritu! 9 En efecto, hasta el día
de hoy permanece ese mismo velo en la lectura del Antiguo Testamento, y no se
levanta, pues sólo en Cristo desaparece. 15 Hasta el día de hoy, siempre que se
lee a Moisés, un velo ciega sus mentes. 16 Y cuando se convierta al Señor, caerá
el velo. 17 Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí
está la libertad. 18 Y todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos
como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma
imagen, cada vez más gloriosos. Así es como actúa el Señor, que es Espíritu.
Gal 4
4 Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer,
nacido bajo el régimen de la ley, 5 para rescatar a los que se hallaban sometidos
a ella y para que recibiéramos la condición de hijos. 6 Y, dado que ustedes son
hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abbá, Padre!
7 De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y, si eres hijo, también heredero
por voluntad de Dios.
Gal 5
16 Les digo, pues, que procedan según el Espíritu, sin dar vía libre a las meras
apetencias humanas, es decir, a la carne. 17 Pues la carne tiene apetencias
contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne; y son tan opuestos entre
sí, que no hacen ustedes lo que quieren. 18 Pero, si ustedes son guiados por el
Espíritu, ya no están bajo la ley. 19 Ahora bien, las obras de la carne son bien
conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, 20 idolatría, hechicería, odios,
discordia, celos, iras, ambición, divisiones, disensiones, 21 rivalidades,
borracheras, comilonas y cosas semejantes. Sobre todo esto los prevengo; ya
les advertí que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios. 22 En
cambio, los frutos del Espíritu son amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad,
bondad, fidelidad, 23 modestia, dominio de sí. No hay ley que condene tales
cosas. 24 Además, los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus
pasiones y sus apetencias. 25 Si vivimos por el Espíritu, sigamos también al
Espíritu. 26 No seamos vanidosos, provocándonos los unos a los otros y
envidiándonos mutuamente.
Ef 1
Ef 2
15 De este modo, hizo las paces 16 y reconcilió con Dios a ambos en un solo
cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad. 17 Vino
a anunciar la paz: paz a ustedes que estaban lejos, y paz a los que estaban
cerca. 18 Por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo
Espíritu.
Ef 4
Flp 1
1Tes 4
7 pues no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad. 8 Así pues, el que
esto desprecia, no desprecia a un hombre, sino a Dios, que les hace don de su
Espíritu Santo.
1Tes 5
18 Den gracias por todo, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de
ustedes. 19 No extingan el Espíritu; 20 no desprecien las profecías; 21
examínenlo todo y quédense con lo bueno. 22 Absténgase de todo género de
mal.
Tito 3
- En efecto: el Amor del Padre y del Hijo es llamado en los textos "Espíritu Santo".
En ocasiones es llamado el Espíritu del Padre (Espíritu de Dios) (ya que Theos en
el Nuevo Testamento es el Padre) (Rm 8,14;1Cor 2,11.14. 3,16. 6,11; 2Cor 3,3),
en otras es llamado el Espíritu del Hijo o el Espíritu de Jesús. (Rm 8,9; Hech 8,39.
16,7; 2Cor 3,8; Gal 4,6; Flp 1,19). Esto quiere decir que el Espíritu Santo, el Amor
Santo es propiedad del Padre y es propiedad del Hijo, porque es un Amor común
de Padre e Hijo. Al encontrar en el Nuevo Testamento la palabra Espíritu en el
sentido mencionado, deberíamos leer "Amor" para lograr una comprensión más
exacta del término.
- Recibe en Juan (14,26) el nombre de "Paráclito" o "Abogado". En Griego, el verbo
"para-kalein" significa "llamar, convocar al lado" (el verbo "kalein" es el mismo del
que proviene la palabra "ek-klesia" = asamblea o reunión de convocados, "ek-
kalein" es convocar). De manera que en Griego, "para-kletos" es "el llamado o
convocado al lado". La traducción latina exacta de "para-kletos" es "ad-vocatus" =
llamado al lado. Que en Castellano pasó a ser "a-bogado".
- Podemos interpretar legítimamente que el Espíritu es el Amor del Padre y del Hijo
enviado por ellos como asistente, acompañante permanente de los hijos adoptivos.
- Por otra parte. los textos joaneos atribuyen una serie de actividades al Espíritu
Santo: enseñará, interpretará, iluminará escatológicamente, será testigo de Jesús
en el interior de la conciencia de los discípulos, demostrará la culpabilidad del
mundo convenciendo a los discípulos del error del mundo.
- Esto nos indica que el Amor de Dios (Padre e Hijo), presente en los discípulos,
actúa permanentemente realizando el plan de Dios.
- Véanse los siguientes textos: Rm 5,5. 8,1-27. 15,30; 1Cor 2,10-15. 3,16-17. 6,19.
12,13; 2Cor 3,17; Gal 4,4-7. 5,16; Ef 1,13. 2,18. 4,23; Flp 1,19; Col 1,18; 1Tes 4,8.
5,19; Ti 3,4. Y, en general, conviene repasar todos los textos paulinos referentes al
Espíritu Santo. Recojamos ahora las principales afirmaciones paulinas:
- Por otra parte, ese Amor divino es, en Pablo, indistintamente Amor del Padre y
Amor del Hijo. Nótese, igualmente, que, en muchas ocasiones este Amor o Espíritu
Santo se percibe como sujeto actuante en la historia, en nosotros. Es sujeto de
acciones y actividades, autor de los dones que se nos conceden.
- Según Pablo, el cristiano poseído por el Amor Santo de Dios funciona en una
admirable simbiosis humano-divina que permite interpretar todas las acciones
propias, como acciones del Amor de Dios en nosotros. De esta manera la relación
de todo cristiano con el mundo circundante opera desde una especie de motor
interior o "dynamis" que impulsa toda su actividad y que la marca con el sello del
Amor.
- Ese amar activo de Dios-Padre y de Dios-Hijo tienen como término un Amor que
es Vida y la Vida es "ruah", "pneuma", "spiritus", Espíritu. Ese Espíritu es Santo. Es
el Amor infinito de Dios-Padre y de Dios-Hijo. El Espíritu Santo es Dios-Amor.
- Dios-Padre y Dios-Hijo han actuado por su Amor Santo. Así toda la actividad de
Dios fuera de Él mismo ("ad extra"), ha sido puro Amor: desbordamiento de sí
mismo. Por eso también el Espíritu es autor de la creación, autor de la "macro-
encarnación" y de la encarnación histórica de Dios-Hijo. Por eso María concibe "por
obra del Espíritu Santo" (Mt 1,18).
8. La percepción trinitaria
- El bautismo cristiano es en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt
28,19).
- Así mismo atribuye toda la obra creadora a Dios-Padre como origen de todo, a
Dios-Hijo en quien, por quien, y para quien todo es creado, a Dios-Amor, razón
última de que algo dentro y fuera de Dios ocurra.
- Toda la operación moral del cristiano acontece en razón de su transformación
ontológica en hijo de Dios-Padre, movido por Dios-Amor presente en su corazón
de tal manera que actúa con las mismas características de Dios-Hijo.
- Como el Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre; como el Padre y el Hijo están
en el Espíritu y el Espíritu está en el Padre y en el Hijo, analógicamente en la Iglesia
todos tendemos a estar en los demás por la entrega total de nosotros mismos hasta
dar la vida por aquellos a los que amamos.