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Lo bello y lo siniestro
Eugenio Trías
Hasta este momento del texto, el escritor parece dar prevalencia al sentido que
asocia lo estético con la categoría de lo bello, sin embargo, ante el intento, para
Trías “peligroso”, del arte contemporáneo por preservar el efecto estético pese al
desvelamiento de lo siniestro, este se pregunta si algo así es posible o al proponerlo
ya estamos rozando una imposibilidad.
Tal cuestionamiento conduce inevitablemente a explorar por fuera de los límites que
todavía hoy confinan lo estético a la categoría de belleza sedimentada sobre lo
armónico, lo proporcionado, lo simétrico. Y para esta exploración, Trías acude a la
ampliación de lo estético motivada por Kant al proponer el paso de lo bello a lo
sublime.
Ahora, el sentimiento de lo sublime puede ser despertado por las más caóticas e
ilimitadas formas. Una tempestad, un desierto o el océano, pueden conducir tanto
como la Venus de Milo a una experiencia estética elevada.
Pero aquello que parecía el clímax del pensamiento estético sigue difuminándose
desde la presentación sensible de la idea racional, expuesta por Kant, hasta las
concepciones de filósofos como Schopenhauer o Nietzsche, quienes al preguntarse
por el oscuro rostro de la divinidad a la que solo parecemos acceder desde el
limitante velo de la condición humana, expandieron el pensamiento sensible hasta
su aspecto siniestro.
Con respecto a este carácter fantasmal de las cosas, el cual hace que lo real se
presente obstruido por una barrera, Nietzsche, en El nacimiento de la tragedia,
señala cómo la relación que el filósofo mantiene con la realidad de la existencia está
determinada por la misma lógica con la cual el artista mantiene con la realidad
onírica: una relación sometida a la contemplación minuciosa de las imágenes que
les permiten formar sus interpretaciones de la vida.
Para hacer más comprensible esta relación, Trías destaca la explicación filológica
que Freud hace del término Unheimlich al oponerlo a la primera acepción de
Heimlich (lo familiar, lo acostumbrado, lo propio de la casa) pero no a la segunda,
dado que esta indica algo que los extraños no pueden notar, algo oculto.
De ahí que según Trías «Podría afirmarse lo siguiente: es siniestro aquello, heimlich
o unheimlich, que «habiendo de permanecer secreto, se ha revelado». Se trata,
pues, de algo que acaso fue familiar y ha llegado a resultar extraño e inhóspito. Algo
que, al revelarse, se muestra en su faz siniestra, pese a ser, o precisamente por
ser, en realidad, en profundidad, muy familiar, lo más propiamente familiar, íntimo,
recognoscible».
Trías parece dudar de que un arte sin mediación, esto es, sin el velo de lo ordenado,
pueda seguir generando un efecto estético en el espectador o en el escucha; sin
embargo, en este punto podríamos preguntarnos si el fin del arte es mantener en él
mismo la tensión del efecto estético o aun mostrando todo tipo de porquerías
ilimitadas y escenas ensangrentadas puede el arte superar el mundo de las
apariencias y revelarnos el orden primigenio bajo el manto de lo crudo o lo explícito.
Bibliografía