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Notas en las Escrituras VI

1.0. Es indiscutible hoy que el ser humano no es meramente un complejo de


átomos, es decir, materia pura. Los estudios de la neuropsicología nos
muestran un ser humano en el cual se integran no solo elementos físicos sino
también de índole emocional. Somos un todo entrelazado a tal punto que es
imposible afectar una parte sin afectar el resto. A este todo el cristianismo
añade una dimensión espiritual. Es decir, no somos solo emociones y materia
sino también un espíritu, un alma. Debo aclarar de antemano que no estamos
diciendo que el alma este atrapada en el cuerpo como algunas formas de
pensamiento han enseñado desde la antigüedad, sino que nuestro ser integro
es la amalgama indisoluble de estos tres ingredientes: espíritu (asiento de lo
espiritual), alma (asiento de las emociones), cuerpo (asiento de lo material).
2.0. Los estudios de la conciencia nos señalan a que hay algo mucho más allá de
lo puramente material. El problema está en donde ubicar lo que llamamos
conciencia. ¿Qué es la conciencia? ¿Es un mero intercambio eléctrico de las
neuronas en el cerebro? ¿O son estos intercambios el reflejo físico de eventos
que se desarrollan a un nivel más elevado en el ser? El materialismo no puede
ni quiere aceptar la sugerencia de que tales intercambios sean algo más que
bioquímica pura. Sin embargo, se eleva una interrogante a la cual no hemos
podido responder ni siguiera de manera teórica: ¿Cómo es posible que ese
conglomerado de intercambios bioquímicos sea capaz de producir la facultad
más elevada del ser humano: el pensamiento? Si añadimos a esto la inmensa
variedad de formas que asume el pensamiento sencillamente nos quedamos
anonadados: el arte, la música, la poesía, la creatividad científica, la filosofía,
la oratoria, las matemáticas, y un largo etcétera.
3.0. El naturalismo señala a un largo, larguísimo, proceso evolutivo. El problema
de esta postura es que no nos puede dar ni una minúscula pista de en qué
momento el ser humano salto de ser un bruto más para convertirse en un ser
pensante. ¿Fue un acto aislado o grupal? ¿Cuán avanzado fue ese primer
momento de conciencia? ¿Cómo afecto a ese o esos primeros seres
consientes? ¿En que dirección se dio ese primer acto de conciencia? Punto
aparte, si los cambios en nuestra especie se dieron, como afirma la teoría
evolucionista, de manera gradual, este cambio tuvo que producirse en al
menos dos seres al mismo tiempo, para que tuviera oportunidad de ser
heredado por su descendencia. Y qué por ciento de probabilidad había de que
esa prole sobreviviera. Un niño, como todo padre sabe, necesita de mucha
protección en sus primeros años de vida. Ahora, trate de imaginar a ese niño
durmiendo en una cueva fría, expuesto al sucio, bacterias, gérmenes de todo
tipo y una alimentación precaria. Honestamente, creo que hay más preguntas
que respuestas. Por cierto, no sirve decir que la vida llegó a nosotros desde el
espacio. Las dificultades no se disminuyen, sino que se multiplican.
4.0. El relato del Génesis es mucho, mucho más sensato que las mejores teorías
que nos brinda hoy la ciencia. El hombre es creado con una conciencia clara
y definida. Con capacidad de comunicarse, de crear, de determinación. El
mundo no es para él algo indefinido sino un lugar para explorar, vivir,
multiplicarse, expresar todo su poder creativo. Tiene una compañía idónea.
Un tú con el cual puede compartir no meros gruñidos ininteligibles sino un
dialogo pleno. No solo eso, sino que el hombre es capaz de elevarse. Tiene
conciencia moral, distingue entre el bien el mal. Es un ser con conciencia
religiosa desde el principio. No adora algo que no conoce sino a Alguien a
quien puede conocer. No es superstición, temor a lo que no puede explicar
sino reconocimiento de que es el resultado de un poder más alto y sublime.
Tanto su parte material como espiritual le grita continuamente: «Y creó
’Elohim (Dios) al hombre a su imagen, a imagen de ’Elohim (Dios) lo creó,
macho y hembra los creó». (Génesis 1.27).

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