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Retomemos el punto. Hablamos de que el psicoanálisis es el tratamiento al que llegó Freud para sus
pacientes, luego de un largo camino con diversos tratamientos, como la hipnosis y la catarsis, así
como por su experiencia del propio análisis, y que denomina como un “método”. En “Dos artículos
de enciclopedia”, el mismo Freud define al psicoanálisis como un tratamiento (“un método de
tratamiento de perturbaciones neuróticas”). El psicoanálisis, como método psicoterapéutico posee
una serie de técnicas y disposiciones con las que trabaja en la práctica clínica. Como veíamos en el
texto de J. Perrés, la “regla fundamental” de la asociación libre, el uso del diván, la neutralidad del
terapeuta y su “atención flotante”, son, por excelencia, las técnicas psicoanalíticas.
Sin embargo, el psicoanálisis no es solamente una herramienta terapéutica, sino que es un método
de investigación por sí mismo; leemos en el mismo artículo de Freud que es el nombre “de un
procedimiento que sirve para indagar procesos ani ́micos difi ́cilmente accesibles por otras vi ́as”.
Como método de indagación, es un método interpretativo por excelencia, como veremos más
adelante, que ha sido tema de intensos debates en las ciencias humanas. Hay, sin embargo, como
dicen Paul Ricoeur (El conflicto de las interpretaciones) y el mismo Freud, su técnica terapéutica por
excelencia es, a la vez, su técnica de investigación: la interpretación. ¿Cuál es el objeto de estudio
del psicoanálisis? Podríamos fácilmente responder que el inconsciente, pero dado que ese es el
concepto central de dicha disciplina, encontramos que se presenta la enorme dificultad de ubicar
en la realidad la existencia de dicho inconsciente. Más bien, lo que se nos ofrece como evidencia de
la que hemos de partir para el estudio del inconsciente, son de una serie de fenómenos, de
evidencias. Nos referimos a lo que M. Pasternac llamó en su texto “El método psicoanalítico” (en N.
Braunstein) a los “objetos de estudio”: actos fallidos, sueños, síntomas, arte, mitos, etc. Ya leímos
también en J. Perrés al respecto de dichos objetos, que antes de la fundación del psicoanálisis (o
sea, en la antesala histórica, entre la historia y la prehistoria psicoanalítica, como les gusta llamar a
dichos procesos a los analistas), Freud no contaba con la capacidad científica (epistemológica) para
detectarlos y trabajar el inconsciente, y los llamó “observables científicos”. Digamos que, después
de los síntomas, fueron los sueños, y de ahí, los olvidos y lapsus, los que fue trabajando Freud en su
persona y con sus primeros pacientes psicoanalíticos.
Por último, queda decir que para Freud el psicoanálisis es científico no sólo porque es un desarrollo
técnico, ni tampoco porque se haya constituido como un método de la interpretación de los
productos del inconsciente, sino porque, como disciplina científica por cuenta propia, también ha
construido, a partir de dichas terapéutica y clínica y de la interpretación (deutung), una teoría, un
conjunto conceptual organizado y jerarquizado, cuyo concepto central, como dijimos es el de
inconsciente, y que explicaría el funcionamiento del aparato psíquico, o lo inconsciente. Podríamos,
mencionar, incluso, siguiendo a M. Pasternac, que el psicoanálisis se pretende como una forma
científica de psicología, pero ello plantea numerosos problemas: si todo es explicable por la
psicodinamia de lo inconsciente, si todo es un producto del inconsciente, o si sólo algunos
fenómenos psíquicos son explicables desde dichas teorías.
En la postura que nos plantean Pasternac y Braunstein en el libro “Psicología: ideología y ciencia”,
es donde tiene cabida tal pretensión: ¿qué es científico y qué no lo es de la disciplina y práctica
psicológica? Depende de la postura epistemológica en cuestión. Desde una epistemología marxista,
que es la que asume el libro en mención, hay una oposición clara, aludida en su título, entre las
nociones de ciencia e ideología. Se denominará como ciencia aquél conocimiento que sea verdadero
y objetivo, pero que, desde la epistemología de G. Bachellard, implicaría que el conocimiento
sensible, empírico, apegado a los fenómenos de la realidad (a las evidencias, a lo fenomenológico),
no es propiamente un saber científico, sino uno precientífico. Hacer ciencia, desde la epistemología
bachellardiana, significa construir un conocimiento a partir de las evidencias, pero rompiendo con
ellas. Esto implica, según Bachellard, que hay obstáculos del conocimiento a vencer, y uno de ellos
es el de las apariencias. ¿Por qué? Porque, asumiendo el punto de vista epistemológico del problema
de la relación entre ser humano, realidad y conocimiento, la pregunta previa al debate que tenemos
con acucia, es si podemos conocer la realidad tal cual es, o si sólo conocemos una parte de ella, de
manera distorsionada o si el conocimiento que tenemos de ella es una construcción y no una copia
fiel.
Otras críticas han surgido, por ejemplo, por parte de Eysenk, quien critica por dos vías al
psicoanálisis: en su teoría, que todo lo sexualiza, y en su técnica, que no es eficiente según
investigaciones, que concluyen que es lo mismo que si asiste o no a análisis un paciente, que hay
mejores intervenciones terapéuticas, sobre todo de corte cognitivio-conductual.