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BIBLIOTECA DE AUTORES QUINDIANOS

LOS MUROS Y LA ROSA

Poesía

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La Biblioteca de Autores Quindianos

La Biblioteca de Autores Quindianos tiene como propósito poner


en circulación, en cuidadas ediciones, los trabajos creativos y de
reflexión de los poetas, escritores e investigadores de nuestro
departamento. La amplitud del panorama de las letras quindianas
se refleja en esta colección, que incluye autores y obras de una
tradición consolidada, al tiempo que abre el espacio para las
nuevas miradas a la literatura y a la riqueza cultural del Quindío.

En este proyecto de carácter académico han unido sus esfuerzos


la Gobernación del Quindío y la Universidad del Quindío, con
el apoyo de un Comité Editorial conformado por expertos en
literatura, historia y cultura.

Lo que nos convoca es una convicción que está en la base de


nuestras políticas institucionales: Es indispensable promover,
apoyar y difundir el producto de la actividad intelectual; y
brindar a la región puntos de encuentro para que se piense en las
fortalezas propias de su historia, dinámica y diversa.

Con este conjunto de obras en ensayo, narrativa y poesía,


la Dirección de Cultura de la Gobernación del Quindío y la
Universidad del Quindío les proponen a los lectores un espacio
para el asombro, el estudio y el descubrimiento.

Julio César López Espinosa Alfonso Londoño Orozco


Gobernador del Quindío Rector de la Universidad del Quindío

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Gustavo Rubio Guerrero

Los Muros y la Rosa

Edición crítica
Juan Aurelio García Giraldo

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Los Muros y la Rosa
© Gustavo Rubio Guerrero

Primera edición: Grupo Editores, Armenia, 1997


Segunda edición, 2010

Los Muros y la Rosa: Análisis de una poética contestataria


© Juan Aurelio García Giraldo

Biblioteca de Autores Quindianos

Gobernación del Quindío: Dirección de Cultura


Universidad del Quindío
Armenia, 2010

ISBN 978-958-8593-07-4

Todos los derechos reservados.


Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro, por cualquier
medio, sin la autorización escrita del autor.

Diseño de la portada: © Lina María Cocuy


Diagramación: Julio César Pinzón Ospina

Edición al cuidado del autor

Impresión: Centro de Publicaciones de la Universidad del Quindío

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Presentación

Algo así como trece años han pasado desde que este libro se
publicara por primera vez. De nuevo sale a la luz pública. No
en vano, claro. Se trata de un libro importante. Aquí entre nos:
nos dice en resumen, entrelíneas o no, que la poesía o lo poético
está hecho de tiempo, de historia, porque está contagiado de lo
humano, cosa que no sabíamos, mire usted, cosa que no sabíamos.

De este no saber, saber poco o haber sabido vagamente, parte


este estudio. Algo así como si hasta ahora nos hubiera durado
la inocencia… en materia tan dura y ambigua, como la poética,
y entonces tuviéramos que detenernos a examinar lo que dicen
Los Muros y la Rosa, porque hasta ahora parecía como si nadie
hubiera tenido una voz semejante para hablarnos de una ciudad
que no existía, o existía poco o está empezando o está por
comenzar a existir.

De semejante manera a como el poeta no renuncia a su conciencia


en su percepción del mundo y la ciudad —incluida la ciudad
de las ideas (Kavafis)— no se podía, por quien emprendió este
estudio y quienes propusieron terca y férreamente su publicación,
ignorar la tan fuerte ligazón que hay en estos poemas entre la
escritura y la ciudad, el escritor y la sociedad, la cultura y la
ciudad, la sociedad y las ideas, la poesía y las ideas; todo ello en
un contexto histórico.

Podríamos entonces suponer, a partir de la naturaleza de estos


textos, que efectivamente, como lo pregonan las corrientes
pragmáticas de los estudios sobre el lenguaje, aquí la palabra
poética es acto y conciencia de ese acto, es el individuo y su
circunstancia, la poesía y su contexto.

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Los Muros y la Rosa es un conjunto de poemas fundamental si
lo que se pretende es mirar qué tienen que ver entre sí las ideas
y la poesía: este libro es como un ajuste de cuentas entre ambos.
No debería, por tanto, salir inocente del asunto su más urgente
lector: un artista cualquiera o el más honrado; el que todos
llevamos dentro, el que a diario engañamos, haciéndonos los
tontos. Conciencia e inocencia están citados aquí por la palabra
que reclama su libertad desde el hacinamiento que le decretara la
impostura. Por eso es auténtica esta voz que no habla, que tal vez
reclama los derechos del silencio.

Voz contestataria como la que aquí encontramos, es meritoria


no tan sólo porque cuestiona la sociedad sino también la cultura
y las ideas, desde la filosofía, desde la moral, desde la ética,
desde la política, desde la poética, desde la inocencia. Con esos
elementos, cómo no escucharla, cómo no rastrear la textura, la
temperatura, las grietas, los reclamos contradictorios y viscerales
de su voz, de sus voces. Imposible, por consiguiente, habría sido
ignorar desde el análisis y la interpretación esta incómoda voz
disonante que hoy parece nueva, como si nada hubiera pasado en
trece años, nada, nada.

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Los Muros y la Rosa

Gustavo Rubio Guerrero

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El coronel Barrera Uribe llega

Viento la arena esgrime su ágil paso


Pienso en lo que pienso
La ciudad frente a mis ojos
Sentado en el banco sin memoria intento
Comprender bajo el libro abierto
Estas calles el silencio
El mundo donde arribó mi madre mi abuelo
La mujer que quise una vez la memoria
La tierra abandonada
Quiero saber a quién pertenece este sueño
Sentado cabizbajo pienso
Día gris combinación de gotas negras
Aquí lo que piensa es inútil
Ejerzo la ilusión de levantarme
La gente llena la plaza con gritos de pena
El libro dice el coronel Barrera Uribe llega

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Los ciegos

Los ciegos grupo de personas


Dedicadas a creer en la bondad del santo
Los ciegos simpáticos cristianos
Teólogos de oscuro vuelo neoliberales
Comunistas decepcionados los ciegos
Usan del agua en la mañana de Nadie
Gafas ojalá negras para ocultar los favores
Los ciegos son minoría absoluta
En un mundo donde leer el libro
Significa algo así como leer la Biblia
Nos abruman las horas con sus congresos
De UNICEF o la OEA los ciegos miran la
Televisión los viajes a la luna pletoran
De imágenes los versos de Rimbaud las palabras
De Julia son un grupo de personas divertidas
Razonables y decentes que musitan
El sermón del padre Astete los ciegos
Voluptuosos exterminadores de la risa

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Desnudos

Desnudos los amigos en aquel salón


Ella muestra las tetas evoca la leve vaca
Del libro el sueño de esquina a esquina
La noche calla corredor del tiempo al Retrato
Él juega a transgredir el símbolo visual
Enseña a conocer los dones del desierto
Vuelan blasfeman contra el mundo
Erotizan la mentira la condena
La verdad la amarran de sus genitales
En la taberna de un Joyce vuelto a la escena
Ruedan como ángeles demiurgos
Prisioneros durante un tiempo
Esta noche es su noche beben el agua de Heráclito
Desnudos pájaros de ancho vuelo
Mudan de plumas y cagan con sus cantos los muros
Desnudos franquean las señales
De la ciudad en sombras esa Armenia
Tantos días de oprobio y gente recatada
Desnudos como la amistad en el hueco profundo

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Vuelta a Salento

En la plaza de Salento me orino tolerante


El turismo un negocio de duendes
Un tinto una mujer un sueño
El polvo alucinante viene de Armenia
Cubre la pobre lógica de plátano
Voy al amparo del paisaje
Veo los trabajos y los días de Nadie
Escribo domingo dieciocho/99
Anglosajones franceses alemanes japoneses
Alquilan nuestro chalet fornican el aire
Ocho de la noche no he tomado tinto
Urdo argumento de Lutero anciano
No confío en Calvino cicatero no pregunto
Por Jesús el Cristo acudo a Buda el perfecto
Y una mujer traviesa asume mis gastos
Voy feliz tolerante me duele bajo el ombligo
Su amor blanco su pubis como sermón de Benares
Un día volveré a Salento

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Al velorio de tu amor

Crece mi amor cuando la encuentro


Al borde de su muerte
Y rota vibra la ventura del acuerdo
Podré ir de puerta en puerta
Nombrando los sermones de tu ida
Y sus fiestas sin memoria o asfalto
Crece el día en tu bolsillo de silencio
Los muros de tu risa han caído
La paloma anuncia otro pueblo
Afirmo la verdad con un beso asisto
A tu velorio Armenia
Los cirios prendidos son puñales de miedo
Mañana he de enterrar contigo el fracaso
La distante inocencia de tus muslos
La estupidez de tus iglesias
El frío hielo de tus mandatos tus cenizas
He de comer sin decoro
El murmullo de tus calles Armenia
El solemne velorio te recuerda

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El poeta dice

Dice hubo fuego en el bosque


Sobrevivieron palabras ausentes
Días que no sumaron horas ni instantes
Un cosmos arrugado de papel ilusión o espanto
El demiurgo abrazado a su nada infame
El poeta dice haber prefigurado la imagen
Donde la prudente Mónica
Jugase a hurgar los caminos de su piel
El jardín soñado de Wells la paciencia del poema
El poeta dice el silencio es la fiesta
Juego ritual sin rito fiesta en que suenan
Voces vueltas del espejo
Harapos de la foto hallada en un cuaderno
El poeta dice la ilusión es nuestro pan asesinado
La verdad el negocio de Dios o la iglesia
Ilusión mentira deslumbrante
No habita estos muros
El poeta dice hubo fuego en el bosque
Palabras de cenizas inflando un mundo de fábula
Dioses muertos de hambre
La nada es tu mejor imagen lector
Punto fugaz de la letra

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Armenia

Ya no hablo como los hombres


Triste mudez azotada al amparo de la tarde
He dado una vuelta por los signos del alma
¿Hay alma dónde no existe libertad?
El libro ilegible los ojos ciegos por el polvo
Nada me dice la ciudad no habita tiempo
¿Hubo pasado presente o futuro?
Los viejos hablan que una vez creímos
Los jóvenes que por vez primera amamos
Nadie dice hubo un pensar
La libertad no es lo que piensa Max Weber
Qué reconciliación qué reencantamiento
La libertad habita en la memoria
En el hallazgo del espacio y el tiempo
En el amor tan pleno cada vez que te nombro
Armenia

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Quiénes somos

De Dios a Dios de fin a fin


El día discurre muladar de pasos así vamos
¿Quiénes somos?
De dónde tanta mansedumbre
Humillaciones y zalamerías
Uno puede verificar las noches
Los minutos de este amanecer sombrío
Organizar el mercado el gremio de la burlería
Asumir decretos con futuro
Y negociar la desdicha
Ninguno de nosotros la verdad y la vida
Quiénes somos en esta ciudad escindida
Urbe infame de corbatas y tahúres
Nada sabemos ni siquiera esto sabemos

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Miren esa puerta

Miren esa puerta al fondo


Por ella toca la mano regordeta de la vieja
Un día al año viene cansada a recordar
El maltrato continuo del erario
Los muertos que siembra cada cosecha
El invierno de sus dispares decretos
Miren esa puerta allá al fondo
No sea la foto salga al derecho
Y no podamos observar sus patas
Su hocico de animal rabioso sus alas bochornosas
Apunten también la cámara en ese sillón se sienta
A contar el duelo mentiroso de los años
A declamar el libro que traga en verano
A reclamar mi lealtad por las cosas que calla
Miren esa puerta por ahí sale
Se lleva los poemas de Beto Valencia
Los de Jorge Julio y Luis Eduardo
Se lleva los míos los de Juan Aurelio
Fernando Juan y Carlos
Las novelas de Abrahán Cortés
Las mentiras de la noche y mi lápiz
Miren esa puerta un día acaso no vuelva

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Oscura razón del amor

Del amor y el saber vuelvo


No existen amores sencillos
Las batallas del amor no terminan
Cuando me retiro el amor es producto
Del conocimiento no de la fe o las buenas costumbres
Dios que lo sabe ama el secreto
Yo desengañado tahúr de la caricia
Retorno del amor a las mujeres me tiro
En un sillón y como vaca mustia
Rumio la teoría de maldecirte amordazo
El último razonamiento de ternura
Y comparo tu amor con el saber que me diste
Línea o sentido de cómo se ama en la ciudad
Del amor y el saber vuelvo
Oscura razón del amor
Ese amor tan claro cuando vuelvo a verte

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Cicatera

Dizque enmascarado se tiene mejor suerte


Dice la razón vieja cicatera
Que roe sin entrañas mis mejores libros
No me habrá visto caminar a la deriva
Sentado sobre la cabeza mordiendo
La sencillez de la rosa el naufragio del día
Mirando consternado el amor de Lucía
Cicatera hedionda que ordena pensar
De una misma manera la noche y la tristeza
Los libros de Gilles Deleuze o de Gómez Jattin
Dizque enmascarado se vive mejor
Como si uno no fuese de esta tierra
Y desconociera la ruta del silencio
El hambre de la noche el deseo al borde del lamento
Cicatera inútil en el fondo de lo que llamo pueblo
Habita el esplendor de instantes muertos
La oscura razón del amor profundo y bello
El polvorín sincero que acabará con tus huesos
Cicatera mierda

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Asambleísta ahora

Pentecostal primero
Ahora asambleísta no entiendo el juego
Afirmas un solo dios como el católico
Adán o la mentira
Crece la verdad absoluta como en tu mano
No otra cuestión que el libre albedrío del sexo
Por ti fuera llenarías de creyentes la tierra
Arrasarías con Alá y Buda
Cristiano impotente asambleísta ahora
Tú que de humano apenas tienes tu mentira
Si algo asumieras comprenderías otros cuentos
Meditarías en los niños de hambre de tu odio
Que en voz mía lanzas al infierno
Y tú ahí leyendo el libro de nadie
Comiendo limosna de pobres
Cristiano y no has visto los muros
Que cercan la ciudad de tus años
Cristiano qué cosa infame

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Esta ciudad no crece

Esta ciudad no crece


Ya vuelan zopilotes y zancudos
Edificios automóviles supermercados
Y la gente hace cola en los tugurios
Chamanes de todas partes exorcizan la broca
Un campesino siembra tomates azules
Y verdes billetes los lavan
Qué lentos y mordaces con el vecino
Que pague impuestos y no diga nada
Y vote por si acaso ama el progreso
Las autoridades llenan de esbirros
Las calles pero no detienen al ladrón
De corbata al asesino del futuro
Nos piden papeles y la ciudad no crece
Persiguen al ladrón de huecos y miserias
A ese que vio que no tenía derecho ni destino
Menos la palabra esta ciudad no crece

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La muerte no sabe

La lenta muerte no sabe


Llega a mi puerta y pide no escriba versos
Dice ser la verdad no le hago caso
Admite que el poeta algo sabe
Le respondo que nada conozco igual a ella
Levanta su boca inmunda sonríe engalanada
Husmea mis libros los lee despacio
Pregunta cosas si he aprendido
Guardo silencio que ella asume como respuesta
No conozco días como cuchillos
Nada tengo en las manos
He olvidado la marca del jean el sabor del pescado
Le muestro una foto del cacique Ancízar
Robando el futuro de las generaciones
Que no escriba amenaza el viento
Trashuma la cocina que no escriba
Dice la muerte romántica la sonetista calva
La muerte no sabe no vive con la gente
En mi país la muerte camina sola
Come sola duerme sola mata sola
No lee libros ni hace el amor
La muerte se aleja de mi puerta

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Generación

Los poemas escritos en Colombia


Hace treinta o cuarenta años muestran
Una imagen concordante consigo misma
Ausentes del entorno buscan sus raíces
En la antigüedad o el cisne hay locos
Pocos como Silva Barba o León
Pero hay tantos y olvidaron lo nuestro
Turiferarios dóciles piedra y cielo
Teóricos de la mentira el artificio aduladores
De sátrapas el nadaísmo se rescata y otros como
Darío Jaramillo Gómez Jattin Charry Lara
María Mercedes Arturo
Gaitán Durán Cobo Borda y Roca
Los poemas escritos en el viejo Caldas
Piedracielismo barato y desvergüenza
Huir lo mejor separarse la generación
Noventa en Quindío generación distante
Y distinta en el poema no somos de un lugar
Importa el deslinde poemas que habiten
Su casa y nombren realidades
Por si acaso

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Qué pasa conmigo

Yo marxista un tiempo
Qué pasa conmigo he vuelto
A creer en Dios y a amar lo permitido
Sirvo a sátrapas me disfrazo a tientas
Como cuento y fábula
Parece que soy feliz como nunca he sido
Me enamoro sin oficio como Dios manda
Le hago un favorcito al que ordena
Para que suba el sueldo y la espera
Ya olvidé el marxismo de aquellos días
En que agitar banderas valía la pena
Hoy no sé qué pasa
Me disfrazo de ninguno y camino
Con dos pesos y pocas dudas
La familia está conmigo poder tengo
Dios habla en cada esquina yo callo
Digo lo que convenga
No entiendo qué pasa conmigo

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Dale la espalda al miedo

Dale la espalda al vigía de nuestro miedo


Despacio y en silencio
Que no se entere el desgraciado
Aquí ya lo sabemos el humo acaba los sembrados
Arrasa el rostro de los niños
Aquí nada nuevo si quien llega se lleva todo
Nos toca entonces probar la duda el fracaso
Esas calles vamos cruzando
El miedo arroja jardines de blasfemia
No lo olvides dale la espalda
El peligro acecha en cada recuerdo tuyo
Él lo sabe y lo lamenta escribe largos epitafios
Que dedica a su amado pueblo
Como Fujimori o algún Ancízar López
Se lava las manos después de la cena
Cuando ha devorado con sus dientes de bestia
El ajustado entorno del futuro
Y tragado la esperanza y el sosiego
No lo olvides amor mío no nacido
Dale la espalda al miedo

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Ayer la libertad

Ayer la libertad me tomó del brazo


Y caminó conmigo la ciudad señaló
Los pasos que unen la hora de la infamia
Al ancho silencio de uno mismo
Al corredor impreciso que evoca un espejo
Saltó y reía dibujando los días
Los amores del viento la geografía
Algo le dijo a quien no recuerda
Menos infeliz comprendí los hilos
Que hacen del alma un laberinto
La libertad estricta como la hechicera
Diseñó el plan maestro de los signos
Las fotos que narran la existencia
De magos presentes pasados y futuros
Ágil derribó los muros
Anduvimos desnudos entre escombros
Hicimos el amor para que todos nos vieran

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La foto

En la foto no está la morenita


Que quizá tuvo conmigo el primer juego
Ese día hubo baile en la ciudad
Celebraban no sé cuántos años
El coronel Barrera Uribe cacique liberal
Dio vueltas con la vieja razonera
Estrechó la mano de mi padre yo tenía
Quince años nací en el treinta
La vieja quería tocarme poner la venda
Me escondí taimado y lento
Con esa morena ella coqueta
La abracé un momento la desnudé entre muros
Fuimos animales y niños
Hasta que nos vio la vieja
Mi padre nos protege no permite la venda
Esta foto sin la negra justifica una muerte
Huele a cementerio el corazón
De la vieja depende mi suerte
Ojalá no hubiese nacido la verdad o el amor
Yo vivo en el exilio preguntando una ciudad

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1976

Nos despedimos yo habitante de libros


Simulador de poemas ella la mujer
Universo de espera caminante del domingo
En la voz oscura del adiós fueron testigos
Lo bello e inútil de vastos silencios
El beso que marchó más allá de los muros
El grito doloroso de tu nombre
En la voz oscura del adiós tu talismán
De animal sagrado tu voz inolvidable
Los sueños inventados para condecorar la huida
Nos despedimos yo leía el libro prohibido
Usaba la señal de aquellos días tú
Bella y sombría alimentabas de violetas
Mis temores usabas la cinta estridente
Tu puerta se ha cerrado y tu ventana
No he vuelto desde entonces
He olvidado el camino a tus pies descalzos
Escribo este poema porque sé que existes
Vago amor muchacha ingenua del recuerdo

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Soy colombiano

Se acerca la señora me mira


¿Usted es cubano? afirma
Apenas colombiano digo
Qué lástima se aleja
La veo perderse sola entre la gente
Me embriago de su despedida
Sentado en un banco de la plaza
Multiplico por mil la cantidad de aburrimiento
Bellas mujeres con su culifalda
Alargan las noches prometidas a su sexo
Quiero un tinto me pongo en camino
La señora vuelve me toma del brazo
Usted es cubano dice
No soy del único país digno de América
Soy colombiano
Me abraza y besa la señora
No entiendo por qué ha confundido
Países y hombres tan distintos

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Vinieron a visitarme

Llegan de visita los mudos


A transformar dicen los muros
Dizque a diseñar pobreza en adecuado
No hago caso nada entiendo
Aprendí algunas letras que no alcanzaron
Para leer la ciudad o saber
Como es uno de pequeño que no le basta
Ser viejo decir la verdad
Llegaron con su tormenta trashumantes de miseria
Se llevan de golpe toda la ciudad
Ahora habito un desierto
No jodan grito a los demonios del recuerdo
No jodan a las voces perdidas
No jodan que quiero llorar
Vinieron a visitarme evangelio en sus palabras
Y yo apenas limpiando la sangre de la ciudad

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Desaparecidos

Los muros cercan la ciudad


La vuelta al laberinto de la vieja damos
Borramos sin decoro el día
Objetos que el viento lleva somos
Alguien expide un decreto
Para arrojar del reino la sonrisa de mamá
El olor de tu pañuelo la voz amada
El poema que encontró la muerte
Y que estaba en un amanecer supuesto
La orden quema los días y la quimera
El ensayo de llorar por lo inútil
La ternura de ir sin un peso en el bolsillo
No satisfecho expulsa la luz de los muros
Y escribe en el espejo los nombres
De quienes han desaparecido

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K. de visita

Alguien toca abro


El rostro es igual al visto en las solapas
Extiende su mano nos saludamos
Lo invito a seguir dice que viene a conversar
Tiene problemas de trabajo
Y Frida se ha ido con Klamm el poderoso
Le informo que debe hablar con el cacique
Está sembrando el guadual de Dios
Usted podría medirle la extinción de especies
Los abusos con el peatón el dinero que ha gastado
Anota dirección y demás datos
Mi mujer le trae un tinto en cuanto
A su sentir descompuesto le indico debe buscar
A Amalia se reconforta
Dice que ha venido a este desierto
Porque le dijeron que aquí los caciques
Se tragan el tiempo y la esperanza
Cagan habitantes zalameros y orinan las rosas
De enero a diciembre
Eso le parece asombroso se levanta y despide
Yo despierto

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Perdimos la infamia

Cruzaba por mi lado secreta insomne burlándose


Yo tenía la edad de la infamia
Y ganas de hacer caldo con ella
No me dejaba en paz abría sus piernas
Con disimulo al paso mío por su casa de muros
Crecimos de ese modo mirándonos prohibidos
El deseo de matar las razones
Y quitarnos los calzones en segundos
Pasó el tiempo los niños pasamos
Sobre las máscaras de cemento establecido
Nada hicimos nos ganó la batalla el abuelo
Perdimos la infamia sin un beso
Toda la crueldad sin saber cómo
Nos hicimos humanos perdimos el reino del mal
Ahora no sabemos cuál es el camino

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1961

Casi en la copa del churimo sentado miro


El correr de mis amigos a la escuela
Hoy padre ha dicho que debo coger café
Desde esta altura vigilo que nadie venga
Sobre todo pájaros y ejército
Porque si se acercan habrá que emitir
Señales para que todos huyan o se escondan
No tengo miedo desde esta rama he visto
Morir vecinos y noches
Padre no quiere abandonar la tierra
Lo único que le queda
No puedo ir a la escuela estamos en cosecha
Escucho oraciones de alumnos y profesores
La voz de padre allá abajo
Bajo del árbol son más de las siete
Mi madre tiene listo el desayuno
Y cuento una a una todas las tristezas
Que mamá comenta al ritmo de su canto
Si la muerte se fuera si pudiera ir a la escuela

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Cursi línea de aquellos días

La quise sin la libertad debida


Escondidos del lodo presente en la piel
Ella en sus ojos región de lo postulado
En su boca la luna que muerde al callar
La quise sin la libertad debida
Vagos esperpentos arañados de pueril caricia
Éramos el supuesto de la sombra
La cursi línea de aquellos días
La quise como perro voraz
Que muerde y lastima por un pedazo de cielo
O una muerte sencilla
Ella la angustia ante el abismo cercano
Su vida la misma mierda leyendo a Octavio Paz
La quise sin la libertad debida
Aquellos días amar era antifaz
Sudorosos de incienso pecados padrenuestros
Poco importaba que fueras tú o la chica del sexo
Hoy camino entre mis ruinas

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Adolescentes y muros

¿Por qué no los oí levantando estos muros?


C. Cavafis

Adolescentes los muros ya estaban


La ciudad tras ellos crecía impávida
Oteábamos de lejos la llegada
De tanto francotirador sincero
Que cargado de mulas y arenas
Dejaba más hondo el desierto
Eran años de la vieja vendaba
A quien podía distraerle la siesta
Luego caciques y marrulleros se quitaron
El pañuelo la vieja puteaba con el codo
Trepábamos con las nenas el último escalón
Desnudábamos el miedo fornicábamos
Adultos perdimos la inocencia el sendero
Olvidamos la piedra los signos
El muro cubre aquella extensión de sueños
La ciudad se ha borrado del pañuelo

38
Opresión

Vengo del silencio o Boyacá


Santander Antioquia soledad o Valle del Cauca
Siempre estoy llegando a una plaza misteriosa
Donde una vieja culona me toma de la mano
Ata una venda a mis ojos da conmigo
Una vuelta al laberinto de los pasos
Hasta el día preciso en que hallo el olvido
Resisto una temporada perdido
Cada día más lerdo más ciudadano de milagro
Es entonces cuando me aparto
Otra vez vengo de lejos a soñar
Me oculto alguna noche entre la gente
Soy feliz a pesar de la de tanto viento
La vieja me persigue
Noche y día atisba con sus ojos de puta
El instante de segar mi recuerdo

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Días blancos

A Luz Stella López Q

Amanece la rosa sobre tu pelo de lunes


Has pensado ayer cómo ubicarse un cambio
Que no sea el de costumbre
Se le abona no haber salido de prisa
Rumbo al solitario epitafio de las horas
Alguien agradece esa sonrisa temprana
De una mujer como tú aún joven
Amanece la blanca paloma cerca a tus manos
El día aparece como si la noche hubiese sembrado
Toda la llama los colores del patio
El rostro radiante de tu hijo
El sonido total de cuanto en la vida
Has amado entonces reconoces
Los días blancos meditas un instante
El instante único de lo que escribo
Días blancos para la rosa en tus cabellos de lunes
No lo olvides el poema se escribe muy temprano

40
Esta arena este viento

Arena y viento como carcajada espléndida


El sonar de martillos en las paredes
Las calles se extienden en líneas huecas
El hacha disimula el festín de los viernes
Alguien recuerda el corte de franela
Atrocidades en nombre del secreto
Una mujer desnuda ignora ese misterio
Y cruza la verdad mostrando su trasero
Se afana el niño su maestro
Cómplices absurdos víctimas de tanto silencio
Oigo el derrumbe ha caído la ciudad
Habito una casa colmada de mohanes
La mujer ata sus bragas a un santo boquiabierto
Camino desnudo por la ciudad
Oigo el paso del desierto
Los muros se levantan y saludan a la rosa
Nos expulsan del libro
También de las calles y el futuro

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La más bella

Pequeña redondita la más bella


De aquel salón de clases
Acercábamos la rosa y una sonrisa
Al desierto oneroso de los ojos
Allí crecían los días y las horas
No de rostros y de ausencias
No sabíamos amar y distinguíamos
El beso o la caricia de español o química
Pronto aprendí que mirar sus ojos
Era algo igual a intuir los muros
A divisar oasis mezquinos lejos de tu boca
Luz Mery bello es estar contigo en el poema
Ya sabes después ni nos saludábamos
Yo me perdí y me encontré en las letras
No he vuelto a verte te recuerdo
Hoy que escribo cae arena polvo y viento
Del colegio Nacional eras la más bella

42
De jóvenes

De jóvenes pensábamos cambiar la ruta de Bolívar


Por un cementerio de volúmenes
Cuyo porvenir estuviese inmerso en la sopa
Queríamos esclarecer la lluvia del domingo
Con la sabia anarquía de decir lo mismo
Voltear el cigarrillo escuchar la monotonía
Desde la región callada del viento
De jóvenes el centro no estaba en el idioma
Talvez lo buscábamos en teóricos matices
De jóvenes marchamos ubicando espejos
A cada lado de la brújula para no perdernos
En el libro o el laberinto del hambre en muros
De Cavafis marchábamos no militares
Como hijos sin padre enamorábamos espinas
Dos mujeres tres canciones
Tuvimos tiempo de maldecir academias
Pintar paredes decir que país de mierda
Escribimos poemas como este o el que sigue
Nos burlamos del día y la muerte
Estuvimos cercanos al abismo de la dicha
De jóvenes no nos importaba Bolívar ni su patria
Hoy tampoco

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1932

A paso de mula en cajones hemos llegado


De Boyacá a este pueblo
Odios como piedras y sueños enlodazados
Camino de Santander varias familias
Encontramos conversamos de sus muertos
Y soledades nos dolía lo que no duele
En un rincón dejamos lo ruin y triste
De eso hablamos mientras comíamos raíces
Pedro María y yo Juan Preciado
A paso lento café traemos
Quiera el Dios de la paz nuestros hijos
Sean de provecho
Quiera el Dios de bondad la maldita guerra
No acabe con nosotros
Perra vida a rastrojos los matones nos tiran
En fin cada paisano es color de pájaro
De acuerdo al color y la rosa
Se muere o se olvida

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Mis amigos

Mis amigos dicen que la historia de esta tierra


Es como un iceberg
Nombran siete caciques de prestancia
Señalan con el dedo a los burócratas
Beben en la taberna del fantasma
Cantan a la paloma y a la rosa
Mis amigos dicen de los poetas nuestros
Que son del viejo Caldas
Muertos de la risa declaman los versos
De Noel Estrada más la burlería grecoquimbaya
Mis amigos que poco saben hablan
De la cara oculta del iceberg del campesino
Hambriento y desamparado
De la mujer de la noche envuelta en su túnica
Amarilla vacilante ante los muros
Mis amigos roedores sabios de la razón
Profetas de un desierto donde la vieja ordena
Astutos contradictores confiesan sus lamentos
A la luna y lloran como hombres
Cuando pierden sus amores

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Entre el amor y el desierto

Tendría que inventar un puente


Una caricia menos fría
Soledades de besos y palabras dulces
Poemas que anclen donde nunca llegas
Tendría que despojarme de lo mío
De esta mirada como calles desiertas
De estos senderos en el día
Tendría que ahogarme en mis propias aguas
Decir amor toda la distancia
Un corazón a través del desierto
Al fondo del oasis decir que soy
Entre tu carne un poco y un instante
Habría de construir un modo de amar
Lejos del desierto un amor sin calles
Sin edificios y torpes alusiones
Habría de amarte y desnudarte a plena luz del día
Besarte en la metáfora que nos separa
Que nos hace dos todavía
Habré de amar tu desierto tu espejo de gestos
Tu puerta de insomnios dos cuerpos entonces
Amándose al sol de medio día

46
Cacique

Aprendió trucos de robar color al cielo


A la noche perfume de sombra
Sin recato administró la luz municipal
El cacique llegó de Pereira un día cuya memoria
Extraña es al pasado de la lengua
Trajo varios conejos y consejos para sobrevivir
Una vez la casa cayera en deshonra
Aprendió de mentira a decir sí a cuanto se moviera
Brindó favores a marrulleros obsesos
Y condecoró poetas de medio pelo
Cacique bailador de sones en desuso
Movía el cinismo como bambuco en zorra
Puso a bailar abogaditos y putas
Y con él toda la región cantó Cambalache
Inventó otros caciquitos mientras reía su madre
Cacique de mala muerte nefasto fue su paso
Quién detiene el desierto de sus días
Quién a sus muros de niebla les pone una bombilla
Es éste apenas el comienzo de su ausencia
Una tarde la rosa vendrá por él
Desmadrado ladrón de primaveras y alegrías

47
Había

Había recorrido calles escrito


Un poema preparado un encuentro
Nada me importaba la ciudad
Todo era válido en el día de tu adiós
Había perdido las cartas todas era triste
Quedar solo un jueves de mayo
O casi solo porque aún me quedaba tu recuerdo
Había rociado las hortalizas de casa
Desayunado huevos y tostadas leído un libro
De Kundera y llorado la tarde entera
Había mentido para mentirle al dolor
Puesto el amor en preguntas
Solicitado un préstamo había vivido un poco
Y me detuve en esta línea
Ahora vuelvo a escribir un comienzo

48
El poeta calla

El poeta calla cuando no logra su poema


Calla si cruza un puente y no estrecha una mano
Calla cuando tú callas
En la matanza de pájaros de hienas
Si calla cuando tú callas es cómplice tuyo
Alguien que olvida la noche desolada
El sollozo de Marina un día lluvioso
Alguien que no sabe si esto es un poema
O el relato amoroso de una pena
El poeta calla al omitir el nombre
De quien borra el pasado
Calla cuando camina y no sabe que está solo
Como Emily en el huerto
O María Constanza en su café libro
Calla siempre el día entero de la muerte
Cuando tú y yo habitantes
De un país sediento de sangre
Nos tomamos un tinto
Y callamos el nombre de los asesinos
Callamos cuando miramos los muros
Y hablamos de fútbol para siempre

49
Noviembre 2017

Llueve en Armenia
Supongo podré salir dar una vuelta
No más amaine el viento
He previsto saludar dos o tres amigos
Beber un jugo de memoria unas cervezas
Eso pienso sin embargo llueve mucho
Escojo un libro escrito hace veinte años
Admiro cada poema no son ya mis poemas
He cambiado veinte años siento pena
Dejo el libro en su lugar miro
Desde la ventana cómo pasa el tiempo
Salgo camino erguido para no sentir los años
Aún es temprano doy una mirada
A los muros me interno en el desierto
Hablo dos o tres palabras con quienes vigilan
Disfrazado de arena saco el pañuelo
Hay sed que llega al corazón mismo del idioma
Doy vueltas al asunto se va la tarde
Los amigos llegan de la puta cicatera
De literatura de algún poema hablamos
Noviembre mi silencio también mi suerte

50
El hueco donde cabes tú

Hueco está espera una mano


De afuera incoherente y vacío
Como esta tierra ante el féretro
No usa puntos ni camisa
Va despacio como el silencio absurdo de la vida
Tiene música y lamenta un día
Para el silencio y la música
Y la ciudad sumida en escombros
Sin mensaje para ti lector
De libros no impresos ni soñados
Tampoco gramática te enseña
Ni oficio alguno para tu mudez de hombre
El hueco habla como monólogo de piedra
Diario íntimo desierto penumbroso
De muros y la rosa atisbando al fondo
Olores imprecisos de otro lado
De la vieja sinónimo de opresión
De razón y dominio desplazados
Ciudad de Cavafis y Kafka
Tuya la mía lector la ciudad es el poema
De quien perdido vuela el hueco donde
Habitas tú y quien espera

51
Desaparecida

Laberinto Mónica no vuelve


A la ciudad donde la amamos
¿Qué hizo los sueños de julio y agosto
En qué desierto del día ha dejado los ojos?
La han visto salir un domingo a la cita
No ha llegado
Los muros de silencio nada dicen
Mónica ¿qué has hecho de tu cuerpo aún joven
Quién ha robado la ternura de tus párpados?
Vengo a buscar la ausencia de tus manos
En el árbol donde un dibujo te recuerda
La realidad no existe si tú no dices algo
Mónica vuelve sin ti el silencio habla
Deja la señal en algún espejo cercano
O escribe una muerte cuyo cadáver sea el tuyo
Entonces derribaremos el alma
Como mil aullidos y mi corazón
Sabrá por fin que tú has regresado

52
Diario apócrifo

Agosto 18 del 96 he vuelto al diario que escribía hace unos


días para contarme los últimos sucesos de la mente sucede
que vivo soñando con tener mucho dinero una casa un carro
unos sicarios una fuente de petróleo una piscina etc pero
en la realidad sólo tengo la pobreza circundante los años
de mi pelo blanco una ciudad rodeada de muros y un voraz
desierto

Te escribo además que continúo soñando de modo harto


distinto ahora sueño en morirme de hambre con un perro
negro a mi lado una suegra de plata y acero con una hija que
no quiero Escribo hoy 18 porque mañana mismo haré que
publiquen esta misiva y el mundo sepa cómo es de apócrifa
la vida cuando muere en la calle el que escribe esta queja
pero no muero de hambre simple y plana muero porque no
quiero vivir más en esta tierra

Felisberto el honrado

53
Alguien franquea los muros

Avanza el desierto supera los muros


Desde el alto edificio veo su paso
En pocos años habrá consumido lo interno
Los guaduales y avenidas de pino
Los cerros en declive mientras
Nos alimentamos de sectas y tahúres
Y la pobre gente bebe desolación
A la hora de partir el pan y el caldo
Desde aquí puedo ver la huida del verde
Alguien franquea los muros borra
Los días de otros días y noches
El desierto traga ciudad y deseo
Come libros y memorias de viejos
La iglesia inicia apocalipsis y proverbios
Los esotéricos parten sus uñas
Quien franquea los muros sale
Se pierde en la triste tarde del domingo
Estoy solo en esta altura trato de firmar
El decreto del chamán que conjure
La furia del mudo habitante
Su corte austera de soledades
Sus días de muerte a través del miedo

54
Mechi de la eterna

Tardes de alas solas o lluviosas


Mechi que el tiempo envía al poema
Solía verla hablaba del libro o la ausencia
Días de bruma oscurecían sus ojos
Caminábamos ante el silencio
Ningún acuerdo sobre el sexo de ángeles
Nada nombramos de muros
Sentada en el sofá enhebraba instantes
Tardes de este poema
Ahora sabemos que el olvido no existe
Sólo un voraz lector de días como los suyos
Bellas horas que sepultó el invierno
Hoy tardes o fantasmas de no verla
No sembraste en vano
Tu amigo carga aún en la valija tu recuerdo
Mechi que una tarde de la eterna
Envía al poema

55
Vengo de la mirada al odio

De Salamina vengo en mula desdentada


No cargo familia
Vengo a robar la primavera el sol poniente
Traigo pistolas y cuchillos un crucifijo
Una Biblia de panela imantada contra el duende
No soy un buen hombre un hombre de carrera
Colonizador tampoco y menos un político
Soy el criminal el transgresor
Pero tengo conciencia
Vengo de la mirada al odio y siembro
Mataron mi familia una noche
“Toda llena de murmullos y de música de alas”
Vengo con lo puesto y esta mula
A buscar matreros escondidos bajo tierra
Dicen que esto es Circasia
Un pueblecito tan pequeñito como mi mama
Algo habrá que hacer mientras mato
A la generación entera de mi desgracia
De Salamina a la verdad que busco
Estoy en Circasia y el breve sueño
Será el amor perdido de una raza

56
Voten señores

Que la fila mantenga un orden simulado


El almuerzo será a la una
Brinden por el jefe cuya camisa roja ondea
Voten por el partido señoras y señores
Hoy es el día de la esperanza Gaviria
Presidente abajo oponentes de la razón
Voten a diez mil pagamos
Que la fila no mencione la compra
El compromiso irrevocable sin futuro
Voten colombianos por la desilusión
La desesperanza voten por el séquito
De tramposos y caifanes al final
De esta tarde forjaremos la rumba
Dice el áulico montado sobre el carro de estado
Que la fila crezca dinero habrá
Para la tristeza del jueves sin panela
Y el sueño del Che sacrificado
Habrá limosna para quien venda
Lo dicho por mí lo dicho por vos
Y la región entera voten señores voten

57
¿Qué música es ésa?

Quien toca la guitarra parece llorar tras los muros


Canta una balada inútil pero nueva
No la escucho sin embargo
La música le llega a uno cuando menos la espera
Canto extraño
La oigo y no la creo no es la rítmica tonal
De usanza en esta tierra
Llega de lejos de Schönberg a Bartok
Parece de subversivos y poetas
Mañana muy temprano
Antes que el gallo murmure y caiga el alba
Habré de estudiar melodía y letra de tanto cantautor varado
Mañana esbirros y coroneles lo echarán de la tierra

58
Íbamos de niños

Íbamos de niños a mirar campos de ceniza


Trompo en la mano una canica
Clamoroso despertar de cinco huecos
Vuelta a Colombia sobre la hendidura
Pequeño sueño pies descalzos
Éramos felices después de los balazos
La muerte jugaba en la historieta
Del día fuimos soles en subienda
Maravilla escondida atardecer único
A la escuela íbamos ojos inocentes
Los doctos compraban votos y elecciones
Al techo subíamos derribábamos centauros
La canción del cisne
Silva modernista nosotros bien distantes
Al tablero entramos a cambiar con lápiz
La dudosa ortografía de la decencia
Por un país donde la muerte escribiera vida
A la escuela a pesar de ser felices

59
La flor amarilla

Esa flor de tus cabellos nace en el abismo


Que dibujé en enero de hace años
Leía del libro ajeno alguna verdad algo que olvido
Se parece la flor a este domingo con sus soles de espanto
No es de la tierra ni extranjera
De qué abismo esa flor vino a mis manos
Reseca sus pétalos guardo en cada línea
Que escribo ahora que cierro los párpados
Esa flor es un tesoro lamentable
Y semilla sembrada en el vientre de la tarde
Flor amarilla flor de Cortázar
Cuento penumbroso y de dolor en la tierra
Hoy la he visto colgada en los cabellos de mi madre

60
Íbamos cuando pequeños

Íbamos cuando pequeños a fisgonear lo prohibido


Teníamos la erótica toda del umbral
Y luego mirar los calzones de las nenas
Reíamos un poco un poco apenas hasta la primavera
Cuando abren las puertas de la ciudad
Entonces éramos felices y como aprendices
Hurgamos el altar
Nos echaron de la iglesia y la escuela
De la muerte también
Había que respetar la juventud pero crecimos
Corrimos tras la muerte
Averiguamos los días y las fechas
El silencio obligado negociamos dos o tres
Frases en latín y llamamos a eso democracia
En el 91 elaboramos una carta para soñar
Con Lolita de Nabokov y un país decente
Supimos o sabemos que la muerte sueña con Dios
Íbamos cuando pequeños a fisgonear
Éramos felices tendiéndole trampas a la ausencia

61
Parce amanecí

Hoy amanecí parce estoy de lo más quiño


Miro cómo el desierto tragando va las penas
Esta ciudad es bien mamera
Mira que me escondo y me encuentran
Cuando no los que sabemos
Algún marica de fiesta
Ya me condenaron a morir de tristeza
Con un tiro en la nuca los que hacen limpieza
Hoy amanecí bacán porque no me vio
El Rayas de la hueca jeta
Creo que me falsía el pirobo de la vuelta
Anoche daba la ronda con un chico de ambiente
Y llegó el tres dedos con el aleteo
Que por ahí me buscaban los viros de la vieja
Me perdí me quiñé a parchar
Huí con mi reina ahora con ese mono
Tan arrecho necesito una cerveza
Amanecí parce amanecí

62
Diario de Julia

Agosto nueve de 1998


Once de la mañana
He caminado un poco casi sola
Rafael pierde el habla a mi lado
Cuando le sugiero una erótica después
Él se va ausente dibujando con sus pasos
Signos que nadie lee en una calle
Andamos en problemas por aquello del sexo
Él quiere a toda hora y sólo me penetra
Estoy cansada de mi novio
No dice nada carece de criterios
Lee solamente el libro del silencio
Y se droga conmigo en la zona rosa
Se enamoró el idiota
Me deja tirada y se enoja
Vuelve siempre y fuma el opio de la espera
Algo debo hacer para perderlo
Y nada sé porque sin embargo
Rafael será en unos diez años
El nuevo cacique de esta tierra

63
Poeta en la ciudad

Quién pisa soledad y toca silencio


Observa dijo la vieja amodorrada
Al fantasma juguetón de su anhelo
Un poeta aseguró el mito
La vieja mira la pantalla
Página del escribiente habrá
Que enseñarle gramática puntuación
Quitarle la hediondez ponerle corbata
Requiere concepción del mundo el modernismo
Los poemas de Silva y Carranza
Que entienda metro y mesura que las palabras
Propiedad son del estado
Dile al poeta que no pise mi soledad
Que asista a la universidad yo pagaré el costo
Por qué horada el desierto y palpa los muros
Un vano rumor crece en la ausencia

64
Otro habla en mí cuando callo

Solicito al laberinto la paciencia de la rosa


No el grotesco ensamble del lenguaje
Solicito de cosas objetos signos simulacros
Una palabra suelta una paloma como calle
No escribo el poema trashumo un vuelo
Al laberinto acudo solitario cantor de una puerta
De un reloj detenido en tu meandro
Armenia no sabes cómo te buscamos
Entre automóviles de piedra
Los hijos del muro y de la rosa
Yo he nacido en tu puerta eres
Ese laberinto no griego ni borgiano
Eres esa palabra ausente en el diccionario
Nada dice el ruido al hombre que canta
Y camina bostezando
Armenia no lo olvides
Otro habla en mí cuando callo

65
Tu amor

Tu amor viaja de improviso por una calle


Me ausento a fin que no me halles
Tu amor es el filo próximo del cuchillo
La herida cercana que golpea mi puerta
Tu amor busca la caída exacta
De alguien abrumado de abismos
De alguien como yo que no entiende el suspiro
Y juega al amor vendado hasta el ombligo
Tu amor es noche oscura
Que golpea sin llaves dos únicas ventanas
Tu amor es el camino de la pena
El sendero de un Buda que perdió el camino
Ojalá tu amor no halle el sitio exacto
Para huir cuando amanezca
Ojalá pueda largarme apenas sepa que te amo
Tu amor el filo de tu espada
No quiero encontrarlo

66
Desplazados

Sin conocernos ni mirarnos siquiera


Ni preguntar lo que fuimos
De dónde venía dónde iba
Ni saber qué ojos éramos nosotros
Hicimos lecho en nuestros cuerpos
Golpeaba el tiempo y la arena
Esta ciudad de calles y de piedras
La gente miraba y saludaba
No éramos extraños
Sin conocernos fecha o día
Nos juntamos al borde de los sexos
Desnudos como la perra suerte
En un oscuro rincón del tiempo
Amarramos lengua con lengua y pubis húmedo
Al largo corredor de la plaza
Y fue un beso un abrazo las miradas
Decían de aquella pareja
Un largo lamento un breve encuentro

67
Elecciones

Llegan en un momento los vientos


Se puebla de arena el desierto
Camino con la vieja o me arrastra
Habla la maldita no dice cosa cierta
Enseña que su libro embruja atardeceres
Permite el progreso de la ruina
Habla del germinar de sexos y de flores
Sumo el número de desdichas de viviendas pobres
Los gemidos de quien sueña
La vieja ordena la venda sobre mis hombros
No confía en los poetas
Sus esbirros arman la fiesta
Cantan soy colombiano y sus canciones de ramera
Quiero irme la abstracta vieja se niega
Envía una bella que arrulla mis penas
Me quita la venda quiere un poema
De aquellos que escribo cuando callo
Le escribo cuatro pendejadas más una rosa
Está extasiada escucho
Que la maldita ha ganado las elecciones

68
Noche perpetua

Del día hiciste noche perpetua


El amor elaboraste como Penélope en Ítaca
Trazo a trazo minuciosa
Urdiste la red mis ojos de arena
Éramos jóvenes habitábamos la edad
Del polvorín y la protesta un día me enamoré
De tus ojos de azar de tu corazón de ausencia
No supe si colgaba la verdad
O un reloj donde callaba el minutero
No supe si en el pantalón habitaba alguien como yo
Y me enamoré como la locura antes de Freud
Anduve cazando un tiempo de estrellas
Ordenando al día fuera pronto noche
Enloquecí y escribo poemas
No escribo tu nombre
Tampoco tu ausencia

69
Irma la triste

Qué cosa el amor en tiempos de oprobio


Enamorado la ciudad retorna a la noche silenciosa
Hablamos de libros y licores de tangos y muros
Mañana no será lunes como locos vamos
Llevamos la noticia al vacío y la arena
Qué triste amar en 1976
Los patitos feos apuestan al sufrimiento
Echan lápiz a la fábula y a la huida
Reaparecen con otros ojos
Usan disfraces para mejorar sus rostros
Tantas esperanzas al vuelo de unos pájaros
Qué cosa soñar el amor y el abandono
Te recuerdo Irma después de nada
Sentada sola sonriente y triste en aquella casa
Donde no pudimos ser felices
Te recuerdo porque éramos humildes
Y derrotamos el amor cantando La bohemia
Caminando cada uno por su rostro

70
Diario de Juan

Febrero dos de 1951


Escribo estas líneas para dejar en claro
Quiénes mataron a mi madre
Pedro y Cecilia hijos de una concubina de mi padre
Ellos quieren la finca grande
Son ilegítimos por eso pagan matones
Ayer mi madre fue baleada
Lloro a montones mientras escribo
Los asesinos están bien protegidos
Por autoridades y silencios
Fueron Pedro y Cecilia no es raro
Que a mí me maten
Quién irá a contar la muerte
Nadie dirá que escribo cuando callo
Nadie leerá estas líneas que me nombran

71
Aún soñamos

A qué tanta desilusión tanto rechazo


Del horror semejante vivimos un día sabemos
No admites que un amigo tuyo se haya equivocado
No aceptas que el día de manzanas todavía espera
Nada ha terminado
Memoria traicionada somos un mismo hueso
Estamos en el mundo aún soñamos
La ciudad espera
Los hijos del poema ya derriban los muros
Las manos son fuertes
Podemos arar el futuro
A qué entonces la melancolía francotiradores del vuelo
Pájaros del poema y la ternura de la herida
Amigos de la penuria y tiempos de oprobio
Vamos a construir la alegría

72
Esta ciudad que nos muere

El concreto dice obligación de la ausencia


Las manos en un rincón mi cabeza sola
Pienso en los huevos de la luna
Última hora fantasmas de polvo
Contra espantos azules
Nómadas del llano negociantes blancos
Gritones de tierra caliente empresarios
Congresistas en el hueco blando de Colombia
La iglesia reza por el alma
El alma no es soberana sobre el cuerpo
¿Qué pienso cuando pienso?
Las manos abandono sobre este mapa de concreto
Dibujo otra ciudad otras palabras
Con Bataille sueño el alma santa copule
En la orgía de quienes ponen los muertos
Esta ciudad que nos muere es la misma que ayer tarde

73
Católico o presbiteriano

Antes católico ahora presbiteriano


Dudo la razón del cambio
Desconozco el pecado por no transgredir
La norma no tengo conciencia de la culpa
Asalariado no distingo
He perdido gusto al trago aún fumo
He rechazado a mis amantes
Sólo le hago el amor a mi señora
Pierdo el tiempo en casa
No aprendo todavía a ser fanático
Leo los clásicos de gatos la enciclopedia
De Corín Tellado no solamente la Biblia
Me cuesta repetir la experiencia comunista
Me llaman de esa iglesia
A batir palmas y Proverbios
Pienso en el undécimo mandamiento
Fidelidad absoluta a la ideología de Estado
Cambié de iglesia para nada

74
La vieja casa

Como el pueblo Hebreo empacamos útiles


Vuelan colchones alzados sin un beso
Viajamos al horizonte bruto de la conjetura
Mi madre mira al jardín de su ilusión
Allí sembró auroras y crepúsculos
Nos vamos en la pared quedan los años
En los rincones el amor y el secreto
Un trompo sin herrón una piedra de ojos
Me pongo en la ventana donde un niño
Por siempre ha de mirar atardeceres
Doy una vuelta al silencio digo adiós y gracias
No volveré a la calle donde jugué a la vida
Y me emborraché de estrellas y de rosas
Nos vamos de noche mi madre atisba
El sendero de sus pasos
Allí murió el abuelo crecimos como pájaros
Hubo una vez el viento y la lluvia
Allí nos visitaron ciegos y muros
Nos vamos sin borrar días y noches
Habitantes sin suerte a la calle lejana
La vieja casa alza su tejado
Como quien despide a sus muertos

75
Aún así lo escuchamos

Yuca y lógica el discurso del cacique


De Europa modelos de plátano
El precio del café y los salarios
Aún así lo escuchamos
Convenciéndonos al calor de cervezas
Habló de la tierra de racionalismos
Nada dijo sobre la violencia
Vimos la extensa mancha roja
Cubriendo el pecho como un abismo
La muerte nos llegó del sicario y la rosa
Según ellos robábamos café
Para hacer cada mañana el tinto
Yo soy el muerto que habla a solas
En este desierto de la historia

76
Ciudad habita ciudad

El desierto abandona sus máscaras


De fiesta el mármol y la rosa
Los bárbaros descalzos de razón
Nos desnudamos en la plaza
Llegan los que lloraron el ocaso del habla
Y la muerte de su infancia
Cerca está el día de mis recuerdos
Hoy brillan los ojos queridos
De tantos muertos en un canto sereno
Hoy la soledad intenta unos pasos sale
A caminar después de Siberia
Hoy la ciudad habita la ciudad
La libertad es asunto de ciegos
Reímos con la bondad de estar presentes
Estrenamos alma ciudad
Estamos solos y contentos

77
Demiurgo desmemoriado

No sabemos si ser ciegos corresponde


Al cúmulo de arena mecido por el viento
Síndrome informativo que pulula
En voraces días de insomnio
Somos pulcros simulacros de un demiurgo en vela
Que olvida citar los parques las escuelas
Alguna señal de vuelta
Ciegos en la bruma palpamos
Si un futuro dobla la página o aparece
A un lado de la siembra nada dicen
Los expertos sobre ciegos si estar ciego
Es protestar con grafito en los muros
O zalameriar en corredores de palacio
Habitantes del silencio no sabemos
Lo que es el alma y sus despojos
Tampoco si amanece y no hay panela
Ciegos ni el hambre vemos

78
Extraña duda

Extraña duda esa del domingo


Caminaba con la novia de un amigo
Rumbo al motel cercano
Pensaba en su tierno pubis
En sus piernas largas pensaba
Cosa extraña en mí
Que todo era igual en la ciudad
En mi familia y creencias
A pesar de la universidad
Perdía el tiempo estudiando
Me gustaba la opresión lo objetivo
Para el resto humano odio los libros
De triste burócrata y cócteles
He disfrazado mi rostro antiguo
Mi rostro no idéntico y feliz
Extraña duda esa del domingo

79
Ventana

No nos une el amor sino el espanto


Será por eso que la quiero tanto
Jorge Luis Borges

Ventana lado opuesto


Diviso la escala única al silencio
Ventana en dirección no dicha
Puedo orientar sus alas el mejor ojo
La bella tarde última alargar
Como en gana venga la extraña búsqueda
Ventana de quien sueña el poema
Y observa un secreto
Ventana adversa donde todo es mundo
Los colores y moribundo día paso sin prisa
De la anciana señora
Ventana como de luna muerte
Me acerco lentamente
Al lado opuesto de mi rostro
La ventana cierro temeroso de mi suerte
Ojalá el desierto no mancille la rosa
Que sembré callado de invierno
Ojalá el tormento huya de tus muros
Ciudad alforja de mis sueños Armenia
No sabes cuánto te quiero

80
La veo

Pasos en la arena
De casa vengo temprano y duermo
Vengo a devolver insomnios
Vasta llanura donde crecen cactus
La veo distante curva de las horas
Ocupadas de adioses sin retorno
Ancho espacio existente por los muros
Gris construcción como de ciudad o milagro
Laberinto del solo y abandonado
Ciudad visible por la muerte
Ciudad de caciques y loros viejos
Amada de los ciegos
Monstruos de la ética y la calma sucia
Vuestra venda es mi risa
Cambio con ella a la rosa sus amores
Y mis dudas

81
Aquel extraño

Qué es la verdad dijo a tiempo


El hombre que bebía en la otra mesa
Discutían ya se iban a las manos
Ninguna manera de acuerdo
Lorenzo defendiera la verdad única
Y divina como se habla de un muerto
Se calman los borrachos
Uno de ellos afirma la verdad es científica
Otro habla de lo oculto
Discuten la noche entera
Clérigos filósofos científicos políticos poetas
Empresarios y degenerados militares
No se ponían de acuerdo le preguntan
Al vecino por lo que piensan
Yo no lo hago dijo
Se levantan los grandes hombres
Pagan la cuenta del extraño querían saber
Pero el fulano prefiere morir no por la verdad
Acaso como todos nada sabía
Y eso le importaba

82
Ciudad nueva

Y la ciudad ahora es como un plano


De mis humillaciones y fracasos
Jorge Luis Borges

No desesperado camino al ancho paraje


Tiendo redes donde hubo naufragios
Miro parajes de ausencia asombrado
De ciudad nueva hago señales
Plantando estolones sobre el miedo
Qué bueno olvidar y callar distancia
Uso un rostro semejante al mío
Qué bello pisar calles dormir sin techo
Soñar días de natilla y buñuelos
Respiro desierto polvo y silencio
En ciudad nueva la soledad no es crimen
Cabemos todos y todas las pobrezas
Arrojo trampas serruchos opresiones
Voy con mis amigos canto y veo de nuevo
Tengo ocho años de angustia
Ya casi converso con un niño triste

83
No es el poeta quien habla

Esto que me rodea es la ciudad que habito


Muda es ella el paso preciso
No miro atrás ni adelante ni a los costados
Soy el mismo de hace veinte años
Alguien dirá que he cambiado
Agregará también estas calles estos tejados
Pero quién puede hablar
Si aquí las voces el desierto ha borrado
Los muros son testigos ingratos
Quién puede hablar sino el ciudadano
Que paga impuestos y se acuesta buscando
Entre la arena y la rosa
Una sencilla esperanza no es el poeta
Quien habla poeta es aquel que escribe
A buen resguardo del día
Anudando su corbata

84
Cómo es de rara la vida

Cómo es de rara la vida


Postgrado y demás estudios apenas me entero
De que no tenía historia el hombre del desierto
Y eso que está ahí al lado de Montenegro
Ni historia los niños que van muriendo
Lo supe por la vieja de los libros
Que traga y escupe textos
Y luego explica a mordiscos y consejos
Todo lo que sabe tengo miedo del secreto
Un día la gente dirá que fui yo quien dijo
Y la bestia me apaleará
Con salario de ministro y vacaciones al cielo
Cómo es de rara la vida en el pueblo
Postgrado altos estudios y apenas me entero

85
Alguien sueña por mí

Al silencio acostumbro los pasos


Vuelvo a casa crucé la ciudad
La veo distinta le han sembrado
Pinos y cactus en plena plaza
El polvo enceguece desconozco la puerta
Hace mucho no habito ese cuarto
No veo a mi padre ni ofrezco una sonrisa
No he probado pan ni chocolate
No saludo sino ese árbol que cae a pedazos
He perdido las señales y las piedras
Vago extrañamente sin recuerdo
He visto las calles en vano largas calles
Del anhelo y la miseria
La ciudad que recorro en mi lecho
La soñó alguien antes de mi sueño
Alguien sueña por mí
Mientras despierto

86
Nuevo habitante

Siempre llegarás a esta ciudad


No esperes otra
C. Cavafis

He dejado sin corazón el sitio de los años


No los vi llegar
Y llenar de muros la ciudad
Tampoco los vi arrojar los sueños
Los cantos al caudal sin aguas
No me enteré dónde jugaba el pasado del poema
La dulce inocencia el trompo gigante
No los vi en la costa
Mientras leía don Quijote y Kundera
Nadie envió una carta una pedrada
En qué país vivió mi corazón que la dulce
Compañera habita en ausencia
Aquí sólo hay la ciudad de los profetas
No estoy único ni abandonado
Tengo un poema escrito sin suerte
No estoy solo veo los muros y la rosa
El desierto y un domingo de horas y fastidio
De la estéril ciudad habito una puerta

87
Olores del desierto

Respiro de tu mano Alicia por casuchas


Que la pobreza ha levantado
Olores penetrantes siento el desierto
Tu pañuelo un muro mojado
Vamos del tugurio al condominio ojeando
El libro hablamos con señoras tristes
Una consigna al cielo alguien lanza
Olores en ascenso el progreso huele mal
Leemos fe racionalista tecnología
Alicia se cansa de este desierto burdo
Yermos días de la gente
Habitantes enmascarados y decentes
En palacio burócratas juegan la miseria
Olores del riachuelo Alicia
Mierda y perfume para que dure el verano

88
El desierto crece

Llegamos esto era monte


Mi padre dijo derriben árboles
Lo hicimos
Dijo construyan una ciudad
La construimos con lágrimas y reproches
Se conmovió mi padre
En vez de ciudad dijo ustedes
Han sembrado de arena y viento la tierra
La gente mendigaba en estas calles
El resto se enriquece de café y corbata
Murió mi padre derriben los muros dijo
El desierto lo entregan a Hölderlin
No le hicimos caso
Construimos muros altos y atroces
Una ciudad con rosa al centro

89
Calle hoy breve poema

Calle sola de alguna fecha


Tramitada a medias por unos pasos
Calle de piedra donde hubo día y tormenta
Da vuelta allí un féretro
Angosta calle de pies descalzos
En tu tendida espera la rosa de Platón
La miseria de unos ojos
La mañana como nunca sabe
Sino el amor que una vez tuve por ella
Ausente calle de lábil presencia
Yo me arrojé a tus brazos de quimera
Calle hoy breve poema calle de mi barrio
El Placer calle como de nacer o de muerte
Animo siempre mis pasos hacia tu presencia
Y vuelvo a verte camino de la infancia
Calle vieja de mi suerte

90
No volvió al colegio el mancito

Quihubo parce vientos o maletas


Anduve con el tres dedos respirando solysal
Pero me cansé vengo por la cometa
Eso dijo el mancito antes de elevarse
Camino al cielo
No volvió al colegio porque el desierto
Seguía creciendo en las calles
Tal vez lo sepultó la arena el hambre
Esta ciudad lo que no aplasta
Lo torna crimen o negociante de corbatas
Digo esto porque no hay tiras
Ni un parce falso a mi lado
Que se afane por mí y me tire a la letrina
A chupar miaos con panela
O señale que en esta olla de la infamia
Yo soy el próximo

91
92
A manera de epílogo*

Nací en Armenia en un recodo de la carrera 24, en una


casa desvencijada del barrio Corbones; hice estudios hasta
bachillerato, y luego me entró la sospecha infame de que ir
a la universidad era sinónimo de perder el tiempo. Desde
hace más o menos exactamente veinte años me dedico a la
literatura, a leer filosofías y libros de escaso esoterismo y
menos metafísica; considero que escribir es la manera más
simple de perder cielo e infierno. No significa esto que el
escritor deba sumergirse en los limbos ni en los misterios,
sino en las letras y la vida; la experiencia literaria ya me
hizo publicar, en 1989, un libro de cuentos en compañía de
cinco escritores del Quindío, libro este que lleva por título
Reventando la palabra. No he publicado desde entonces
otro libro. Pero sí en periódicos y revistas he publicado
ensayos, cuentos y artículos, nunca poemas; por eso, en este
momento, me he ocupado en perder el tiempo, esto es, he
escrito un libro de poemas, y además me atrevo a publicarlo.
Lo he titulado Los muros y la rosa: en él he inventado una
ciudad, Armenia, rodeada de muros, silencios y vastos
desiertos; en él reaparece de vez en cuando la opresión,
una vieja que revisa libros y roba el erario de los cuyabros
y nada desconoce; la rosa ambigua de Platón y Borges es
usada en este texto de otro modo, que no voy a mencionar:
puedo admitir, con Max Weber, que en Armenia abunda el
desencanto, y esa cicatera costumbre de callar por miedo.

G. R. G.

* Texto de contracarátula en la primera edición de este libro, publicado


por Grupo Editores S. A., Armenia, 1997.

93
94
Los Muros y la Rosa:
Análisis de una poética
contestataria

Juan Aurelio García Giraldo

95
96
Los Muros y la Rosa:
Análisis de una poética contestataria1

1. Elementos para una construcción – reconstrucción de la


crítica de poesía en el Quindío

La historia de la crítica literaria en el Departamento del Quindío


ha padecido los mismos males de su literatura. Ambas han
evolucionado de una manera paralela, en un proceso incoherente
y discontinuo, casi de un modo espontáneo pero también
benévolamente milagroso, lo que constituye su valor.

En términos geométricos, parece ser que el círculo o la espiral


está ya casi completa y que lo único que resta, después de
completada, es demolerla para, esta vez sí, empezar de cero y
construir más lúcidamente lo que nos es propio.

El círculo empezó a partir de un proceso de diferenciación


social. Los escritores solían provenir de las primeras familias
asentadas aquí, quienes a menudo en una lucha presumiblemente
violenta por la tierra, adquirieron un status social y económico
que sólo podía ser legitimado mediante la apropiación de
universos culturales, ideológicos y simbólicos muy arraigados
en los valores tradicionales y basados en los moldes formales
importados de Europa2.

En ese sentido, la historia volvía a repetirse. Lo raizal era mirado


con desprecio o con recelo, de un modo idéntico a como miraron

1
Este estudio es producto de la tesis de postgrado del autor
(Especialización en Enseñanza de la Literatura, Universidad del
Quindío, 2000).
2
Al respecto, consultar la tesis Aproximación crítica a la Literatura del
Gran Caldas, de Carlos Fernando Gutiérrez. Armenia: Universidad del
Quindío, 1997.
97
los conquistadores las culturas precolombinas. Y fue esa actitud3
la que impidió la construcción de una literatura (y de una cultura)
que, con mayor arraigo en el hombre del común, pudiera mirar
con lente propia los valores, los conflictos, las situaciones, es
decir, los referentes que motivan el surgimiento de la palabra
auténtica, la palabra sustantiva que inaugura, que nombra.

Nuestros escritores, pues, miraban hacia afuera: hacia el centro


(Bogotá) o hacia Europa, en una actitud escapista con la cual
malograban su propio capital simbólico, a cambio de la pedrería
que generosamente les brindaban España, Francia, Alemania e
Inglaterra.

De todos modos, ellos se inscribían en un proceso de búsqueda


o, sería mejor decir, de identificación pasiva, que si difícilmente
lograba unir literatura y vida, con mucha mayor razón, unir a
la literatura una reflexión sobre ella misma y su relación con la
cultura4.

En esta carrera, el balance para la crítica literaria era poco menos


que precario, y ya uno podría imaginarse la grandilocuencia con
la que de una manera previsible, y como único instrumento de
trabajo, pudieron trabajar quienes —si los hubo— intentaban
aproximarse al fenómeno literario en aquellos años en esta
comarca.

O sea que, si el ejercicio de la literatura era gratuito, no pudo serlo


menos el del estudio y la crítica literaria, como sigue sucediendo
todavía con honrosas y contundentes excepciones. Y esto era
particularmente difícil, puesto que el mundo de donde surgió
esa escritura, lo mismo que aquello de lo que ellos hablaban,
3
Este problema lo señala Carlos A. Castrillón, citando a Jaime Mejía
Duque, en Quindío vive en su poesía, Antología poética del siglo. Ar-
menia: Gerencia de Cultura del Quindío, 2000, en el estudio introduc-
torio.
4
Algún funcionario durante la inauguración en los años 60 de algunas
de las casas de la cultura del Quindío, no tuvo más que decirle al presi-
dente de turno, que asistía como invitado: ¿Cierto doctor que la cultura
es una putería?
98
eran mundos acabados, incuestionables, cuyo único grado de
problematicidad estaba vinculado sólo con la sujeción a las
normas de la preceptiva literaria clásica, que por aquel entonces
regía para el arte literario.

Las temáticas a las que aludía esa clase de escritura, se agotaban en


un bucolismo importado probablemente de los poetas latinos, de
los románticos y el Siglo de Oro español; en los temas religiosos
y los mitos griegos trasplantados de un modo acrítico y en los
temas eternos y abstractos ligados al sentimiento, como el amor,
el dolor, la muerte, etc. Y allí, a la crítica propiamente dicha, le
estaba vedada toda posibilidad de entrar, a no ser que a algún
visionario aguafiestas le diera por cuestionar y preguntar dónde
estaba el hombre raso con su pequeña historia clandestina, con
sus anécdotas, sus costumbres, su propia realidad y subjetividad.
La colonización seguía en pie.

Difícilmente desde la literatura se podía cuestionar justo lo


que constituyó su origen: el seno de la cultura y de la sociedad
opulenta de la economía cafetera en proceso de expansión;
las expresiones culturales estaban fuertemente amarradas a la
oficialidad.

Con todo, esa ceguera frente a lo propio tuvo que ir cediendo


lentamente, hasta no quedar a salvo de la autenticidad y de la
buena literatura. Conforme los pueblos se extendían, conforme
los hombres viajaban más y leían más, conforme se iban
acercando de un modo más lúcido al mundo de afuera, bien
fuera a bordo de los libros o a punta de viajes o de tertulias;
en fin, conforme los fenómenos propios de la modernidad (la
masificación de los libros, de la educación, el influjo de la radio,
la televisión y el cine, entre otros) iban permeando las aldeas más
lejanas y las ciudades intermedias, en un contexto mundial en el
que la circulación de las ideas iba siendo cada vez más fluido.

Este período, en el cual se debate la literatura en el Quindío a lo


largo de casi 80 años, fue desperdigando nombres —excepciones
99
a la regla— que hoy constituyen lo más glorioso de nuestro
pasado literario. Nuestra gloria es la excepción y no la norma.

La importación o el calco de los modelos europeos, traería


consecuencias para los espíritus avisados, que lograron percibir
en ellos atisbos de una identidad que no estaba en otro lugar que
en sus propias comarcas. Era como emprender un largo viaje
para comprar un espejo que no daría otro reflejo que el del propio
rostro.

El círculo o la espiral empezaba a cerrarse, a volver sobre sí


misma; era el camino de vuelta y con él la posibilidad, la promesa
o el peligro fecundo de conquistar una individualidad propia, una
autonomía cuyo precio consistía en distanciarse del poder y en
reconocerse en los otros.

Es que al mismo tiempo, como polluelos de un cascarón, a tientas


las ciudades iban brotando de los pueblos, para empezar a crecer,
pero siempre con el lastre de la cáscara en el aletaje magro. De tal
suerte era como los poetas anunciaban los nuevos tiempos, que
fueron los mismos nuevos tiempos de pueblos hoy muy otros. Ya
se comenzaban a sentir vientos de apertura, al menos en lo que a
la literatura concernía y en el papel de más bien pocos escritores,
pero era algo.

El abanico de las posibilidades temáticas se fue abriendo de


un modo promisorio. Las relaciones de producción se fueron
volviendo más complejas. Los procesos de urbanización ya
estaban en creciente. Había más libros, se abrían más escuelas,
circulaban más ideas; los hombres no eran ya tan predecibles.
La metafísica pedía pista (Noel Estrada Roldán), al igual que
nuevas versiones de los vetustos mitos griegos o cristianos
(Vidales). Carmelina Soto Valencia edificaba sobre los últimos
y más acabados restos del Romanticismo y del Modernismo,
una poética propia que abordaba, entre otros, el tema de una
otredad cosmopolita, en escenarios citadinos incipientes, pero
auténticos. La sociología, la filosofía, la psicología y por último
100
la palabra, ella sola (Juan Restrepo), esperaban en algún límite
entre el cafetal y el asfalto.

Total, el círculo se cerraba. El hombre del que se huía (que era


él mismo) y al que se pudo ver en el espejo que eran los otros,
es éste que ahora se refracta en muchos rostros. De este periplo,
de este forzoso recorrido por varios ejes temáticos, es preciso
destacar cómo, mientras los primeros (lo moral–religioso, lo
sentimental, lo tradicional) eran lo dado, aquello a lo cual era
preciso plegarse ciegamente, dadas las circunstancias sociales,
religiosas, culturales y económicas, puestas ahí como una camisa
de fuerza; los segundos (la filosofía, la sociología, la psicología,
la estética moderna) eran producto de una elección más o menos
consciente, en la medida en la que eran más evidentes o más
fuertes las relaciones entre vida y literatura.

Desde ese punto de vista puede decirse que con estos escritores,
de una manera oscura, difusa y, por lo mismo, nunca sistemática
pero no menos lúcida, empezó la crítica literaria entre nosotros,
cuya expresión estuvo implícita en la literatura misma que
nos legaron. Es decir, por primera vez, los poetas empezaron
a ser diferentes unos de otros; empezaron a territorializarse, a
manifestar sus singularidades, a escapar a ese género pertinaz de
crítica literaria (algunos le llaman impresionista), que no tiene
más que un ojo para considerar la vastedad, la diversidad de
voces, que a despecho de quienes ignoran la poesía y la cultura
del Quindío, de un modo certero nos expresan y nos abren
caminos, los múltiples caminos que configuran la identidad.

Este género pertinaz de crítica se caracterizó siempre por su


ceguera al aproximarse a las obras que comentaba: unilateral
y siempre desconectada del contexto social y cultural. Todavía
menos que crítica, se trataba de reseñas folclóricas en las que
abundaba —y abunda— el elogio, la floritura, la desinformación
y, en suma, una complicidad institucionalizada que se complacía
en dar la bienvenida a la palabra oficial, doméstica e inofensiva.
Casos abundan y nombres, que es mejor no citar para no
despertarlos del museo tedioso de su pintoresquismo almibarado.
101
Parece ser que mientras la generación Grecoquimbaya (que aún
perdura y va a perdurar durante algún tiempo) no escribía sino que
escribían por ella tradiciones literarias foráneas (modernismo,
simbolismo, parnasianismo, romanticismo), la crítica literaria
sobre la lírica del Quindío la escriben los quindianos mismos,
a juzgar por los trabajos de los escritores Carlos A. Castrillón,
Humberto Senegal (dispersos e inalcanzables en innumerables
prólogos y artículos de prensa a lo largo de casi 20 años), Carlos
Fernando Gutiérrez y Martha Alexandra Garzón en compañía de
Carlos Alberto Ramírez, desde la academia.

La de Castrillón es una crítica literaria fundacional en el contexto


de nuestra modernidad, por cuanto es el primer crítico que de un
modo atento, responsable, apasionado y bien documentado ha
dado una mirada a los principales hitos de la poesía escrita en el
Quindío a lo largo de toda su historia.

Sus trabajos, publicados en revistas y libros, han examinado de


cerca las obras de Noel Estrada Roldán5, Juan Restrepo6, Martha
Lucía Usaquén7. Y, principalmente, la poesía en el Quindío, con
el libro El Quindío vive en su poesía, antología poética del siglo,
también publicado por la Gerencia de Cultura en el año 2000,
del cual realizó el estudio introductorio, la selección y las notas.

Se tratará de una casualidad, pero en consonancia con esa


diversidad —signo de madurez (no en lo cuantitativo sino en
lo cualitativo)— que presenta el panorama de la poesía en el
Quindío (Luis Vidales, Juan Restrepo, Carmelina Soto, Baudilio
Montoya, Julio Alfonso Cáceres, Noel Estrada Roldán, Nelson
Osorio Marín, más la actual generación), así también sus
estrategias para abordar cada una de las obras estudiadas.

5
Consultar el estudio que efectúa sobre su obra en el libro Un camino
sin meta, publicado por la Gerencia de Cultura del Quindío en 1999.
6
Ver revista Pereira Cultural, No. 2, 1998.
7
Ver el estudio que sobre su obra efectúa en el libro de esta autora,
Señales de vida, publicado por la Gerencia de Cultura del Quindío en
1999.
102
Desde ángulos diversos, como la crítica textual, la pragmática
lingüística, la polifonía; desde corrientes literarias como el
formalismo, el estructuralismo, la deconstrucción y la herme-
néutica; desde la literatura marginal, la revisión del canon literario,
la narrativa, pasando por los modelos clásicos de escritura, las
expresiones de vanguardia y la literatura de carnaval; su trabajo
crítico logra detectar los hilos que urden la escritura de los
autores estudiados, para así tender otros con la cultura en la cual
se inscriben, de tal suerte que permite una tensión dinámica y
reveladora entre el significante y el significado, entre la obra, el
sistema de cultura y las corrientes literarias, o entre la obra y ella
misma (única interpretación posible cuando se trata por ejemplo
de la difícil escritura de Juan Restrepo).

Estos instrumentos de análisis y de crítica son los que le permiten,


en gran medida, mirar con agudeza y en no pocas ocasiones con
justa irreverencia, los falsos mitos sobre los que se ha pretendido
desde la oficialidad hacer descansar la esencia de la literatura
quindiana.

En resumen, en el universo crítico de Castrillón no caben los


mitos de fundación; se saluda con fervor la ortodoxia de la poesía
clásica, en particular el soneto a partir de su erudito conocimiento
del agon y del tratamiento de los asuntos propios que dicta la
academia para este género. El humor, la parodia y la ironía son de
buen recibo en su carta de navegación, así como el dialogismo, lo
coloquial —en el sentido humano y no vulgar del término—, los
juegos intertextuales que colocan en situación la cultura libresca,
al igual que los juegos del yo o el yo ficcionalizado y la escritura
arraigada en el asunto de la ciudad, concebida como lugar donde
se citan lo diverso y lo otro, como espacio de reconocimiento e
individualidad.

Con su tesis de grado Aproximación crítica a la literatura del Gran


Caldas, Carlos Fernando Gutiérrez aborda desde el concepto de
región la escritura de algunos de los más representativos autores
comarcales.
103
En su estudio, la región es entendida de un modo problemático y
contemporáneo. Al no asumirla como expresión de folclorismo
y marginalidad, en virtud de los procesos de modernización que
en muchos sentidos han tornado más compleja la vida en los
pueblos y ciudades, se permite un acercamiento a lo que hay de
singular en cada una de las poéticas abordadas.

Este acercamiento a lo regional le permite detectar una ruptura


decidida de los autores en estudio en relación con los mitos de
fundación que les precede, y un grado intenso de proximidad con
las tendencias de las culturas moderna y postmoderna.

Es una paradoja, pero justo en la era en la que los estudios sobre


región pretenden reivindicar, a partir de la revisión del canon
literario, las voces que han estado al margen de las corrientes
principales de la literatura universal, encuentra que aquellas han
adquirido un grado tal de identidad con éstas, que uno resulta
preguntándose dónde está entonces la particularidad de la región
en su literatura.

De hecho, ésta y otras inquietudes son preguntas que en este


estudio se formulan, y entre líneas puede leerse que una hipótesis
de trabajo para dar curso a algunas respuestas tentativas, es el
hecho de colocar de cara a sus tradiciones y a su cultura los
autores que el libro aborda.

Con Elías Mejía y Uriel Giraldo, ubicados en la línea de una


escritura coloquial; Merardo Aristizábal, Liliana Herrera y
Flobert Zapata, del lado de una escritura vitalista, y Humberto
Senegal y Carlos A. Castrillón en el plano de una escritura
hermética–trascendental, es posible rastrear de qué modo
interpretan dichos autores (voluntariamente o no) todo el legado
de la cultura y de la cultura literaria propia y ajena, en esa
dinámica del intercambio y del préstamo cultural cuya resultante
es la región, como tópico móvil en relación permanente con la
cultura en un sentido sincrónico y diacrónico.

104
De todas maneras, con estos autores el círculo continúa
cerrándose, quizá renovándose, pero lo único cierto es que ejercen
una actitud dialogante o, cuando menos, despojada de atavismos
para afirmar la palabra y las tradiciones propias y ajenas.

En una visión panorámica podemos afirmar, entonces, que


el proceso de escritura en el Quindío y el Gran Caldas, es un
proceso de disolución de la cultura local en la cultura universal
contemporánea, de un modo acrítico en muchos casos,
indirectamente crítico en otros, y decididamente crítico, como en
el caso de Gustavo Rubio Guerrero con su libro Los muros y la
rosa, publicado en 1997. En esta visión panorámica encontramos
que la escritura progresivamente se ha ido liberando de las falsas
tradiciones culturales locales, contemporizando cada vez más con
el mundo que le rodea, hasta llegar a la poética de Juan Restrepo
(Montenegro, 1932), quien de un modo rotundo ha encontrado
para la poesía y la palabra poética un universo completamente
autónomo, difícilmente reconocible: la línea que faltaba para
acabar de cerrar el círculo, para apretar el nudo corredizo donde
se ahorca la tradición para un nuevo comienzo.

Con la tesis de grado La poesía en el Quindío de Martha Alexandra


Garzón y Carlos Alberto Ramírez, presentada en 1995 para optar
el título de Especialista en Enseñanza de la Literatura en la
Universidad del Quindío, es como se inicia desde la academia
una mirada exclusiva a nuestra lírica.

De entrada y de un modo esquemático, en este estudio se traza


una división entre la poesía tradicional y la poesía de vanguardia
en el Quindío, sumada a otra en la que se clasifica a los autores
según aborden temáticas universales, regionales o urbanas.

Luego, en un intento de análisis intratextual, se pretende dar


cuenta de la correspondencia entre los textos elegidos y la
taxonomía con la que el libro inicia.

Adicionalmente, el libro presenta, in extenso, el Repertorio


bibliográfico de autores quindianos de María Ledy Hurtado
105
y Jairo Restrepo, con algunas adiciones que su proceso de
investigación logró arrojar.

Esta investigación inaugural, a despecho de su escasa reflexión e


indagación sobre los valores estéticos y sobre el contexto cultural
y social en el que surge la escritura de los poetas estudiados, tiene
el mérito de ser un primer balance académico de la lírica en el
Quindío, el cual es certero en cuanto incluye nombres necesarios
a la hora de efectuar un dictamen sobre el momento actual de
nuestras letras.

2. Un universo antagónico

2.1 El objeto material

Los muros y la rosa, de Gustavo Rubio Guerrero, fue publicado


en Armenia por el Grupo Editores S.A. en 1997. Con respecto a
esta primera edición, como objeto material, se trata de un trabajo
sumamente discutible. Para empezar, su digitación es equívoca
en cuanto a errores ortográficos que dudo en atribuir a su autor.
Igual puede decirse de las omisiones que se cometieron en este
proceso, al no respetar las cesuras que al interior de los versos
configuran la manera particular de concebir el mismo por parte
de su autor8. Para mi gusto, la carátula es sorda al espíritu del
libro. Mas el libro en general, por su concepción, por surgir
públicamente como surgió y por otras circunstancias más, como
el silencio sistemático que recae sobre el nombre y la obra de su
autor, tenía que ser como es: una obra maltratada, escamoteada,
pero con una vida tan propia y tan original, que no necesita de
nada más para reclamar los méritos que tiene.

Rasgos adicionales: las páginas no están numeradas y el libro


carece de secciones. Son 81 poemas que se desgranan uno tras

8
Para la presente edición el libro fue revisado y corregido por completo.
Para lo que sigue, téngase en cuenta que el poeta decidió eliminar las
cesuras en los versos y modificar la disposición de los poemas.
106
otro sin respiro ni contemplación. Descuido o decisión del autor o
la editorial, lo cierto es que el libro mezcla de un modo incesante
variedad de temas que, de no ser porque hay vasos comunicantes
entre los textos, uno pensaría que fueron amontonados ahí como
desechos, de un modo indiferenciado.

Poco a poco el libro nos va dando la razón. Quizás sí, quizás


hubiera sido puro artificio ordenarlo por temáticas, pues de
fondo lo que se logra apreciar es una cosmovisión que no hubiera
sufrido mella si se hubieran ordenado los textos de otro modo. Es
tan cierto esto, que bien se podría probar a ordenar los poemas de
otra manera y el cuadro no cambiaría.

En cuanto a los poemas en sí, hay varios rasgos permanentes:


carecen de estrofas, de cualquier suerte de puntuación y el
promedio de versos por poema es de 20. No hay poema que
resista más de una página. Son, como se dice, poemas de corto
aliento que, por otra parte, no piden, no requieren más espacio.

El libro, al cual para mis fines aplico una numeración de 1 a 81,


o sea, del primero al último texto, es un universo que se reitera y
que se niega a grandes audacias en su lenguaje, pues bien se ve
que su aspiración no es subvertir las formas sino su fundamento,
su epistemología.

Al reiterarse, al convertirse poco a poco en un mundo que se


basta a sí mismo, tanto en su forma como en su contenido, el
libro va trazando una estela formal que no resulta problemático
abstraer y que sin embargo está muy en consonancia con la
propuesta de la superestructura textual, lo cual en algún punto
de este estudio intentaré hacer ver. Por eso, en este capítulo, nos
dedicaremos a los hitos que al respecto señalan la identidad de
este libro, en lugar de mirar texto por texto, lo cual sería árido
para lograr objetivos como: de qué está construido y cómo se
comporta el verso, el por qué de la estructura estrófica (poemas
de una sola estrofa), algunos aspectos estilísticos, procedimientos
discursivos, textura del lenguaje, etc.
107
Portada de la primera edición, 1997.

108
2.2 El nivel formal

En cuanto a la estructura versal, mi hipótesis es que se trata de


una escritura a la que le cuesta trabajo configurarse de acuerdo
con los cánones de la lírica moderna de la región.

Aquí no impera una métrica ni una rima conocida, y sin


embargo a su modo las tiene, pero el asunto es otro y ese es,
justamente, la estructura versal que, a su turno, sintetiza y
explica la composición de la estructura estrófica, puesto que
estos poemas si de algo carecen es del rigor de las analogías y de
las consonancias tradicionales que elevan la poesía a su antiguo
status de arte declamatoria.

En una breve síntesis, del mismo modo como el libro no


está organizado en secciones o capítulos, ni los poemas en
estrofas, así mismo el comportamiento del verso tiende casi
sistemáticamente a reunir en su estructura parejas de opuestos
que suscitan, realizan o concluyen las estructuras de los textos.
Veamos. En el poema «Oscura razón del amor» (10), el primer
verso dice: “Del amor y el saber vuelvo...”, anticipando así los
contenidos del desarrollo del texto. Con categorías opuestas, una
de la esfera del sentimiento, otra de la esfera de la razón, se crea
una tensión dinámica en su antítesis, de la cual nos interesa saber
su composición: entidades provenientes de universos disímiles,
acaso inconciliables, que impiden, por ello mismo, que el texto
en lugar de resolverse de un modo tradicional (plástico, musical,
figurativo), opte por un ritmo entrecortado.

Este antagonismo recurrente también sirve para ambientar de un


modo más explícito las direcciones en las que el texto se debate.
En «Noche perpetua» (59), promediando el texto, observamos
de nuevo esa coexistencia incómoda en una polaridad semántica
notablemente osada para la estrechez del verso: “Éramos jóvenes
habitábamos la edad / del polvorín y la protesta un día me
enamoré / de tus ojos de azar”.

109
De igual manera esta estructura sirve para consumar los textos. A
menudo, a este respecto, es apreciable el intento por conciliar ese
antagonismo, aunque la tensión se mantiene en su formulación,
reiterando su identidad, su particular sintaxis. Casi al final de
«Esta ciudad que nos muere» (63) dice: “Dibujo otra ciudad
otras palabras / con Bataille sueño el alma santa copule / en la
orgía de quienes ponen los muertos”.

No menos que el verso y como expresión de él, la frase y la


oración participan de esa estructura, desprovistas de nexos
sintácticos (puntuación) o gramaticales (cohesión), los cuales
en ocasiones están indicados sólo mediante cesuras, pequeños
espacios en blanco que indican pausa y a la vez continuidad, sin
conceder respiro al ritmo en el que se manifiestan los textos. «K.
de visita» (24) inicia así:

Alguien toca abro


El rostro es igual al visto en las solapas
Extiende sus manos nos saludamos
Lo invito a seguir dice que viene a conversar [...]

Su función estructural es evidente. El carácter dialogal (alguien


toca, yo abro) del texto, pequeña relación de una anécdota
onírica, introduce los opuestos en un mismo escenario, tanto
en el fragmento citado como en el núcleo mismo del verso y
de la oración: alguien toca (y) yo abro, elidiendo la conjunción
copulativa o la coma, sin dar respiro, como si se tratara de
acciones análogas, lo cual le confiere una fluidez que contrasta
con la complejidad que el texto propone más adelante.

Y es en general este valor de fluidez, que se vale de la mezcla sin


pausa sintáctica o gramatical, lo destacable en el manejo de la
oración y la frase, revelando cierto efecto de simultaneidad de las
acciones o los pensamientos, creándoles un contexto de manera
ágil, como si sumiera en la obviedad lo que subyace:

Se acerca la señora me mira


¿Usted es cubano? afirma
110
Apenas colombiano digo
Qué lástima se aleja [...]

«Soy colombiano» (21)

Mas en el grueso de la obra la oración hace las veces del verso


aunque se rompa, aunque quede bailando en el vacío para
encabalgarse con el verso siguiente. Suele funcionar como un
calidoscopio, como haces de luz que se proyectan para sugerir
una relación, oculta algunas veces, cuyo efecto es desplazar el
significado, diferirlo y desperdigarlo fragmentado a lo largo del
poema:

Arena y viento como carcajada espléndida


El sonar de martillos en las paredes
Las calles se extienden en líneas huecas
El hacha disimula el festín de los viernes
Alguien recuerda el corte de franela
Atrocidades en nombre del secreto [...]

«Esta arena este viento» (31)

Pero sin perder esa vocación de albergar los elementos adversos


que la socavan y la hacen estallar en unidades semánticas
plurales, lo cual, como experimento, es el signo de este libro,
salvo un texto que citaremos más adelante en el que podremos
constatar cómo, a partir del arsenal de claves que este libro crea,
se consolida una propuesta propia que se integra paradójicamente
a la misma tradición que de algún modo niega.

Un rasgo adicional del comportamiento de la oración es la


enumeración, en la medida en que muchos de los textos, por
su carácter de evocaciones, fuerzan al poema a la creación de
contextos para revelar la sustancia de lo evocado, en estructuras
narrativas en no pocas ocasiones.

De jóvenes pensábamos cambiar la ruta de Bolívar


Por un cementerio de volúmenes
111
Cuyo porvenir estuviese inmerso en la sopa
Queríamos esclarecer la lluvia del domingo
Con la sabia anarquía de decir lo mismo
Voltear el cigarrillo escuchar la monotonía [...]

«De jóvenes» (33)

Puede que lo tenga, de hecho lo tiene: un valor musical, el verso,


en esta obra, mas su razón de ser es más simbólico–semántica que
plástica, e incluso actúa para agredir nuestra noción de mundo y
en ocasiones las estructuras rítmicas, ya sea las que de antemano
nos hemos forjado como expectativa, ya las que el texto mismo
parece anunciar para frustrarlas.

Y es a partir de esta organización versal que el libro se edifica:


constituye su tarjeta de visita, crea con ella los contextos del texto
y anuncia, reiterándose, el espíritu marcadamente contrastante
del libro, de una manera consecuente en todos los poemas,
como un programa diseñado de antemano, a la luz de una visión
rigurosa, articulada, en la que la aventura lírica consiste en una
consecutiva imbricación de los símbolos para servir de soporte a
la visión de mundo que propone la obra.

Esta apuesta estética, a lo largo del libro, se comporta como un


permanente experimento, que para un lector común no alcanza
a satisfacer los cánones de la lírica contemporánea, sobre todo
aquella que apela al lugar común de la estética encorsetada,
si bien de nuevo cuño, que busca más su complacencia en el
producto estético terminado, que en explorar y arriesgar en el
territorio del lenguaje y de las ideas como categorías atravesadas
por la sociedad, la historia y la cultura.

Como experimento, que es reiterativo, la obra inicia y va


desarrollándose, pero deliberadamente o no, va en busca de un
tono, mientras va instalando sus claves. Entretanto, se ha aislado
ya lo suficiente como para insinuar que cuenta con sus propios
códigos y es por este camino por donde va encontrando un

112
tono que le permite construir un universo autorreferencial que,
irónicamente, la conduce a adherirse a la tradición.

2.3 Forma contenida: Las necesidades textuales

Hasta aquí hemos podido apreciar en un nivel nuclear (el verso, la


frase, la oración) la convivencia a menudo antagónica de unidades
disímiles, en la naturaleza del lenguaje revelado por el libro.
Hemos alcanzado a ver su funcionalidad y finalmente algunas
de las consecuencias de su inserción en esta estética singular.
Seguidamente nos detendremos en el sentido que adquieren estas
unidades, enlazadas a un proyecto textual aún mayor: el poema.
De paso, señalaremos las estrategias de orden discursivo que, a
nivel de género, no desbordando pero sí provocando los límites
que el canon le impone, hace que esta estética sea expresión de
una búsqueda que, queriendo trascender el territorio del poema,
se enriquece con el uso de formatos que la lírica contemporánea
ha importado de otros géneros y formatos textuales y literarios.

Miremos cómo a caballo entre el reclamo elegíaco y la reflexión,


aunque el texto intente ser redondo como todos los otros poemas
del libro, se alcanzan a ver sus desgarraduras, sus puntos muertos
que reclaman otros ámbitos, mas nunca el lírico:

Ya no hablo como los hombres


Triste mudez azotada al amparo de la tarde
He dado una vuelta por los signos del alma
¿Hay alma donde no existe libertad?
El libro ilegible los ojos ciegos por el polvo
Nada me dice la ciudad no habita tiempo
¿Hubo pasado presente o futuro?
Los viejos hablan que una vez creímos
Los jóvenes que por vez primera amamos
Nadie dice hubo un pensar
La libertad no es lo que piensa Max Weber [...]

«Armenia» (7)

113
En «Oscura razón del amor» (10) el fenómeno es idéntico, esa
manera como la duda de la prosa o la prosa de la duda coloniza la
fluidez sentimental a la que el texto parece aspirar, instalando en
la textura del lenguaje términos que limitan y conviven al modo
como lo hacen el agua y el aceite: juntos pero no revueltos.

Del amor y el saber vuelvo


No existen amores sencillos
Las batallas del amor no terminan
Cuando me retiro el amor es producto
Del conocimiento no de la fe o las buenas costumbres
Dios que lo sabe ama el secreto
Yo desengañado tahúr de la caricia
Retorno del amor a las mujeres me tiro
En un sillón y como vaca mustia
Rumio la teoría de maldecirte [...]

Es como si las palabras buscaran otros cauces y la mixtura entre


éstos y aquéllas eligiera al poema como un lugar de fiesta donde
todo es posible, para concurrir en la vacilación: poema o sermón,
las palabras parece ser que han dado el salto, que han abandonado
el status de lo inútil, al borde, siempre al borde de su aislamiento,
como ya inscritas en el mundo, en contacto con el otro:

Pentecostal primero
Ahora asambleísta no entiendo el juego
Afirmas un solo dios como el católico
Adán o la mentira
Crece la verdad absoluta como en tu mano
No otra cuestión que el libre albedrío del sexo
Por ti fuera llenarías de creyentes la tierra
Arrasarías con Alá y Buda
Cristiano impotente asambleísta ahora
Tú que de humano apenas tienes tu mentira
Si algo asumieras comprenderías otros cuentos
Meditarías en los niños de hambre de tu odio
Que en voz mía lanzas al infierno
Y tú ahí leyendo el libro de nadie
114
Comiendo limosna de pobres
Cristiano y no has visto los muros
Que cercan la ciudad de tus años
Cristiano qué cosa infame

«Asambleísta ahora» (12)

Al borde de la acción, la palabra es denuncia; es visceral y no


se va con circunloquios. Tal vez dice lo obvio en su excesiva
referencialidad a lugares que, por otra parte de manera
sospechosa, nunca fueron comunes para la literatura escrita en el
Quindío y la región, pero es en este gesto de trascender el poema
valiéndose de él, donde se detecta su fiebre, donde se expresa su
alma:

Esta ciudad no crece


Ya vuelan zopilotes y zancudos
Edificios automóviles supermercados
Y la gente hace cola en los tugurios
Chamanes de todas partes exorcizan la broca
Un campesino siembra tomates azules
Y verdes billetes los lavan
Qué lentos y mordaces con el vecino
Que pague impuestos y no diga nada
Y vote por si acaso ama el progreso
Las autoridades llenan de esbirros
Las calles pero no detienen al ladrón
De corbata al asesino del futuro

«Esta ciudad no crece» (13)

Poema o ensayo, en lo que viene se constata esta aguda crisis


del verbo. Del poema, le queda el temperamento, el nervio que
se resuelve en epítetos y donde no es posible encontrar ni rastro
de los lugares comunes de nuestra lírica. Es como si en lugar de
las palabras, para encontrar su poesía, fuera preciso ver al fondo
la naturaleza trascendental de un reclamo, de una queja, con lo
115
cual se justificaría esta puesta en escena de lo menos poético que
podría existir: los nombres de una generación de escritores.

Los poemas escritos en Colombia


Hace treinta o cuarenta años muestran
Una imagen concordante consigo misma
Ausentes del entorno buscan sus raíces
En la antigüedad o el cisne hay locos
Pocos como Silva Barba o León
Pero hay tantos y olvidaron lo nuestro
Turiferarios dóciles piedra y cielo
Teóricos de la mentira el artificio aduladores
De sátrapas el nadaísmo se rescata [...].

«Generación» (15)

De acuerdo, y ello es frecuente, la palabra está al borde y al


mismo tiempo declara su biografía. Inscritas en una apuesta
poética, las palabras delatan su procedencia o quizás su proyecto
posterior. Sea como sea, fundidas con la consigna revolucionaria,
manifiestan su inconformidad, su status, al funcionar como una
invocación o una arenga:

Dale la espalda al vigía de nuestro miedo


Despacio y en silencio
Que no se entere el desgraciado
Aquí ya lo sabemos el humo acaba los sembrados
Arrasa el rostro de los niños
Aquí nada nuevo si quien llega se lleva todo
Nos toca entonces probar la duda el fracaso
Esas calles vamos cruzando
El miedo arroja jardines de blasfemia
No lo olvides dale la espalda
El peligro acecha en cada recuerdo tuyo [...]

«Dale la espalda al miedo» (17)

116
Y aunque más mesurado, en contraste con esta crisis del género,
el poema insiste en escapar de su estrechez museográfica,
agrediéndose, pidiendo espacio al intentar en su evocación
(que sí es un factor dominante en la lírica tradicional) poner de
presente momentos caros a la voz que narra, en simultánea con
apuntes de índole histórica. Poema, relato, ya no se sabe qué es,
salvo el reclamo insufrible de una voz siempre enmarcada:

En la foto no está la morenita


Que quizá tuvo conmigo el primer juego
Ese día hubo baile en la ciudad
Celebraban no sé cuántos años
El coronel Barrera Uribe cacique liberal
Dio vueltas con la vieja razonera
Estrechó la mano de mi padre yo tenía
Quince años nací en el treinta
La vieja quería tocarme poner la venda
Me escondí taimado y lento
Con esa morena ella coqueta
La abracé un momento la desnudé entre muros
Fuimos animales y niños
Hasta que nos vio la vieja
Mi padre nos protege no permite la venda
Esta foto sin la negra justifica una muerte
Huele a cementerio el corazón
De la vieja depende mi suerte
Ojalá no hubiese nacido la verdad o el amor
Yo vivo en el exilio preguntando una ciudad

«La foto» (19)

El poema que citaré en seguida es quizás una de las mayores


pruebas de la versatilidad del género, pero también de su crisis.
En primer lugar notemos su carácter de fabulación (tal como se
procede en la novela histórica). Al mismo tiempo, cómo se erige
en documento de una época al hurgar en la intrahistoria. Del
mismo modo, el carácter focalizado de esta voz, su estilización,
su temple narrativo, y el examen —a la luz del proyecto ético–
117
estético del libro— al que somete la intertextualidad, a juzgar por
los ecos constatables, en su estructura monológica, procedentes
de «Macario», el célebre y bien logrado texto de Juan Rulfo:

Casi en la copa del churimo sentado miro


El correr de mis amigos a la escuela
Hoy padre ha dicho que debo coger café
Desde esta altura vigilo que nadie venga
Sobre todo pájaros y ejército
Porque si se acercan habrá que emitir
Señales para que todos huyan o se escondan
No tengo miedo desde esta rama he visto
Morir vecinos y noches
Padre no quiere abandonar la tierra
Lo único que le queda
No puedo ir a la escuela estamos en cosecha
Escucho oraciones de alumnos y profesores
La voz de padre allá abajo
Bajo del árbol son más de las siete
Mi madre tiene listo el desayuno
Y cuento una a una todas las tristezas
Que mamá comenta al ritmo de su canto
Si la muerte se fuera si pudiera ir a la escuela

«1961» (26)

Esta versatilidad es ensayada una vez más en los poemas


«Opresión» (29), «1932» (34) y «Vengo de la mirada al odio»
(46). En estos tres poemas es evidente la intertextualidad paródica
y una voz parecida a la del documento: focalizada, en tanto voz
de los vencidos, es sobre todo una refabulación en torno del mito
del origen, que por su carácter revelador de documento (sobre un
punto de vista otro de la historia), establece una afiliación con la
Literatura Testimonial:

De Salamina vengo en mula desdentada


No cargo familia
Vengo a robar la primavera el sol poniente
118
Traigo pistolas y cuchillos un crucifijo
Una Biblia de panela imantada contra el duende
No soy un buen hombre un hombre de carrera
Colonizador tampoco y menos un político
Soy el criminal el transgresor
Pero tengo conciencia
Vengo de la mirada al odio y siembro
Mataron mi familia una noche
“Toda llena de murmullos y de música de alas” […]

«Vengo de la mirada al odio» (46)

Como un instrumento dócil para los más diversos fines, es


lo que acerca del poema entre líneas declara el libro, no sólo
implícitamente a nivel estructural, sino de un modo abierto, en
los textos mismos, que suelen comportarse por momentos como
auténticos manifiestos incendiarios. Poema o graffiti, he aquí su
confesión, su carta de ciudadanía, su crisis de identidad, tal vez
su indiferencia:

Como hijos sin padre enamorábamos espinas


Dos mujeres tres canciones
Tuvimos tiempo de maldecir academias
Pintar paredes decir que país de mierda
Escribimos poemas como este o el que sigue
Nos burlamos del día y la muerte [...]

«De jóvenes» (33)

Y como para que no queden dudas de que el poema, como


poema, se desborda, como si hiciera parte menos de una poética
que de una ética o una política, he aquí este poema en el que
los recursos de que consta son múltiples, como cumpliendo en
el género lo que le augurara Mijail Bajtin a la novela y en el
mismo sentido le negara a la poesía en su tiempo: uso del epíteto,
la ironía, la denuncia frontal como un pliego de cargos en un
tribunal de la historia (no kafkiano); el poema que amenaza o de
hecho se sale de madre, para reencarnar en el libelo o el panfleto
119
y así lavarse las manos de su culpa como artefacto meramente
estético, declarando su manifiesta visceralidad:

Aprendió trucos de robar color al cielo


A la noche perfume de sombra
Sin recato administró la luz municipal
El cacique llegó de Pereira un día cuya memoria
Extraña es al pasado de la lengua
Trajo varios conejos y consejos para sobrevivir
Una vez la casa cayera en deshonra
Aprendió de mentira a decir sí a cuanto se moviera
Brindó favores a marrulleros obsesos
Y condecoró poetas de medio pelo
Cacique bailador de sones en desuso
Movías el cinismo como bambuco en zorra
Al son de enseñanzas funambulescas9
Puso a bailar abogaditos y putas
Y con él toda la región cantó Cambalache
Inventó otros caciquitos mientras reía su madre
Cacique de mala muerte nefasto fue su paso
Quién detiene el desierto de sus días
Quién a sus muros de niebla les pone una bombilla
Es éste apenas el comienzo de su ausencia
Una tarde la rosa vendrá por él
Desmadrado ladrón de primaveras y alegrías

«Cacique» (37)

De manera semejante, los poemas 43 («Diario apócrifo»), 53


(«Diario de Julia») y 61 («Diario de Juan»), desbordan sus
límites por medio de la voz focalizada: hablan los personajes
de la intrahistoria, como voces documentales, testimoniales,
que si bien no provienen de líderes sociales, funcionan como
documentos judiciales y antropológicos dentro de un statu quo.

Febrero dos de 1951


Escribo estas líneas para dejar en claro
9
Para la presente edición, el autor decidió eliminar este verso.
120
Quiénes mataron a mi madre
Pedro y Cecilia hijos de una concubina de mi padre
Ellos quieren la finca grande
Son ilegítimos por eso pagan matones
Ayer mi madre fue baleada
Lloro a montones mientras escribo
Los asesinos están bien protegidos
Por autoridades y silencios
Fueron Pedro y Cecilia no es raro
Que a mí me maten
Quién irá a contar la muerte
Nadie dirá que escribo cuando callo
Nadie leerá estas líneas que me nombran

«Diario de Juan» (61)

La naturaleza polifónica de los poemas en cuanto estructuras


que asimilan para sí otras estructuras textuales, pasando por
la intertextualidad, muestra tal intención de dinamismo que
pareciera que, menos que la estética ortodoxa monológica, la
atravesara la lógica de otros discursos. Así resulta que es ésta
una poesía que hostiliza su contexto, que viola las normas para
revelar sus alcances.

Tan excesiva llega a ser esta naturaleza límite del verso, que
no conforme con desbordarse hasta la denuncia y el panfleto,
también se atreve a parodiarlo, con el recurso de la ironía. Ni
poema ni panfleto: es ya sólo la ironía, acaso el carnaval, retazo
de novela, exaltación de lo grotesco:

Que la fila mantenga un orden simulado


El almuerzo será a la una
Brinden por el jefe cuya camisa roja ondea
Voten por el partido señoras y señores
Hoy es el día de la esperanza Gaviria
Presidente abajo oponentes de la razón
Voten a diez mil pagamos
Que la fila no mencione la compra
121
El compromiso irrevocable sin futuro
Voten colombianos por la desilusión [...]

«Voten señores» (47)

Por supuesto, tampoco la puesta en escena —con un mínimo de


estilización— del lenguaje coloquial había de ser ajena a esta
propuesta. Quizá retomando los ecos de No nacimos pa semilla,
de Alonso Salazar, que a su modo marcó un hito en la década de
la publicación de la presente obra, es aquí de nuevo evidente,
ambientada en esta época, esa voz documental, focalizada, de
la intrahistoria, al fondo de la cual lo que resuena es el lirismo
de la epopeya fallida y peligrosa de las criaturas anónimas del
suburbio moderno latinoamericano. Es el caso de los poemas 52
(«Parce amanecí») y 81 («No volvió al colegio el mancito»):

Quiubo parce vientos o maletas


Anduve con el tres dedos respirando solysal
Pero me cansé vengo por la cometa
Eso dijo el mancito antes de elevarse
Camino al cielo
No volvió al colegio porque el desierto
Seguía creciendo en las calles
Tal vez lo sepultó la arena el hambre
Esta ciudad lo que no aplasta
Lo torna crimen o negociante de corbatas
Digo esto porque no hay tiras
Ni un parce falso a mi lado
Que se afane por mí y me tire a la letrina
A chupar miaos con panela
O señale que en esta olla de la infamia
Yo soy el próximo

De este recorrido por la obra de Gustavo Rubio Guerrero es


necesario destacar cómo, a nivel formal, en suma, se hace
perceptible una lucha enconada por romper o enriquecer los
ambientes del poema considerado desde el canon. En esta carrera,
al tiempo que su estética declara su distancia no sólo frente al
122
género sino también frente a la tradición, va construyendo un
mundo propio y disímil de cara a ella, en el que —entretanto—
no consolida, pese a su voluntad de mimesis, una propuesta
propia en la que no delate sus fisuras y en la que, por el contrario,
asuma sus claves de un modo armónico.

Por más que muchos de los textos, no los analizados hasta aquí
—acaso una buena parte de los no citados— difieren en su estilo
y en su intención de romper los límites del texto y declarar su
carácter pragmático (panfleto, diario, denuncia, documento),
para atender a la lógica propia de la lírica tradicional (poemas
de amor, invocaciones, elegías, que los hay), logro encontrar
que el poema 36, «Entre el amor y el desierto», funda un mundo
propio con base en sus propias claves, pero con arreglo a la
prosodia tradicional, lo cual lo convierte en una pieza acabada,
muy extraña para ser de este libro, pero bien consecuente con
su espíritu. Es como si lograra consumar una propuesta de la
cual los restantes textos, tanto los que le anteceden como los que
le siguen, fueran su laboratorio, su largo, insufrible y costoso
experimento:

Tendría que inventar un puente


Una caricia menos fría
Soledades de besos y palabras dulces
Poemas que anclen donde nunca llegas
Tendría que despojarme de lo mío
De esta mirada como calles desiertas
De estos senderos en el día
Tendría que ahogarme en mis propias aguas
Decir amor toda la distancia
Un corazón a través del desierto
Al fondo del oasis decir que soy
Entre tu carne un poco y un instante
Habría de construir un modo de amar
Lejos del desierto un amor sin calles
Sin edificios y torpes alusiones
Habría de amarte y desnudarte a plena luz del día
Besarte en la metáfora que nos separa
123
Que nos hace dos todavía
Habré de amar tu desierto tu espejo de gestos
Tu puerta de insomnios dos cuerpos entonces
Amándose al sol de medio día

Se trata de un texto bello, bello y honrado. Honrado, porque


surge de sus propias aguas, de sus propios sueños. Y si bien es
un texto agujereado como sus pares (que ya hemos abordado
parcialmente) por la reflexión o el pragmatismo, aquí sus agujeros
están plenamente estetizados, decantados en sus claves simbólicas
(sería decir ¿inofensivos?). Aquí las tensiones del verso, a las
que aludimos de entrada, no cesan, pero han encontrado su
armonía. Es tanto así que, como un estribillo, el poema opta por
la reiteración: no le teme al canto o, cuando menos, al madrigal,
que parece ser el signo suyo en su sinceridad y en su recato. Sin
renunciar a su naturaleza fragmentaria (que lo hace moderno),
ni al uso de la frase incierta, suspendida, siempre aplazando su
final, es decir, ni a la sintaxis ni a los recursos que rigen para los
demás textos, este poema es una muestra de perfecto equilibrio
entre una búsqueda personal muy contestataria y la adhesión
fatal a una tradición que no es la suya, y de la cual lo que rechaza
es la impostura de quienes la asumen, en su condición foránea,
como un patrimonio propio.

3. Un símbolo mediador: El nivel simbólico y su esquema


funcional

A grandes rasgos, hay que convenir en que el libro propone


un vasto universo de referencias que derivan en la creación–
recreación de un mito: Armenia, como lo pueden ser Comala y
Macondo.

Es un universo que obedece a las leyes que él mismo crea. Y


aunque parece estar circunscrito, en su evidente referencialidad
(Armenia), los límites que lo territorializan están sumamente
decantados y se constituyen en claves para una lectura que
escapa a la referencia estrecha del simple localismo: los muros y
124
la rosa lo dotan de una relativa estabilidad, de una universalidad
tentativa.

Destaquemos a este respecto cómo la composición antitética


(pero en apariencia, ya volveremos sobre esto), de las unidades
semánticas que lo integran, abre y anticipa sus estructuras, sus
rumbos y sus designios.

No efectuaremos un rastreo de los orígenes de la rosa como


opresión (algo que su autor declara en una entrevista sostenida con
él, ver Anexo), pero establezcamos como un hecho la legitimidad
de tal interpretación a partir de su propio funcionamiento dentro
del texto. Básicamente, funciona como punto de referencia,
inquietante, revestido de ambigüedad, mas al fin como marca de
un territorio:

[...] Se conmovió mi padre


En vez de ciudad dijo ustedes
Han sembrado de arena y viento la tierra
La gente mendigaba en estas calles
El resto se enriquece de café y corbata
Murió mi padre derriben los muros dijo
El desierto lo entregan a Hölderlin
No le hicimos caso
Construimos muros altos y atroces
Una ciudad con rosa al centro

«El desierto crece» (79)

Tal como lo intuimos en la cotidianidad, como lugar común:

Me acerco lentamente
Al lado opuesto de mi rostro
La ventana cierro temeroso de mi suerte
Ojalá el desierto no mancille la rosa
Que sembré callado de invierno
Ojalá el tormento huya de tus muros
Ciudad alforja de mis sueños [...]

«Ventana» (70)
125
Y, en último término, pero principalmente, como opresión:

[...] Cacique de mala muerte nefasto fue su paso


Quién detiene el desierto de sus días
Quién a sus muros de niebla les pone una bombilla
Es este apenas el comienzo de su ausencia
Una tarde la rosa vendrá por él
Desmadrado ladrón de primaveras y alegrías

«Cacique» (37)

O, de un modo más típico, agresivo y constante, como poder y


muerte:

[...] Habló de la tierra de racionalismos


Nada dijo sobre la violencia
Vimos la extensa mancha roja
Cubriendo el pecho como un abismo
La muerte nos llegó del sicario y la rosa
Según ellos robábamos café
Para hacer cada mañana el tinto [...]

«Aún así lo escuchamos» (66)

En cuanto a los muros, se podrá constatar en la lectura del libro


su comportamiento estable: como vecindad, la cual a partir de
la fundación de las ciudades sirvió como sustituto contra la
supresión de la transparencia de los campos, y como negación,
amenaza y límite a la mirada de lo que sucede adentro: la rosa
como rosa o como poder, la rosa del poder.

Con base en estos mojones, este universo mítico se funda, el


cual —justo es decirlo a la difusa luz de lo que acabamos de
exponer— si bien se presta para una lectura unívoca (los muros
y la rosa en su valor constante), es engañoso: en tanto poder,
tal rosa es objetada; no es una rosa pero el muro sí parece ser el
muro, lo que será un leitmotiv en el libro, es decir, la referencia
cruzada, en menoscabo de la naturaleza, de diversas categorías
126
de signo opuesto: el mundo edificado por el hombre valiéndose
de la razón y la fuerza, que será agudamente contrastante con el
temperamento y las pulsiones de las diversas voces líricas que se
debaten en este universo.

En este ambiente la figura de la vieja, si trasponemos para


nuestro estudio categorías del análisis narrativo descubiertas por
Vladimir Propp, encontramos que la vieja es una permanente
antagonista en toda la obra y será un soporte clave que tributa
su fuerza a la poeticidad simbólica de textos decisivos y
emblemáticos. Es más, puede arriesgarse que, de no ser, dado
su carácter animado, por su status de símbolo mediatizado por
una densa semanticidad, muchos de los textos terminarían por
perder su débil fuerza como artefactos estéticos, y de inmediato
se reducirían a fenómenos discursivos alentados sólo por una
voz, ésta sí, muy lírica como función poética, ya que no como
lenguaje, lo que, por otra parte, ya lo están afirmando hasta los
mismos académicos.

Su comportamiento dentro del texto responde a las funciones


de símbolo mediador y, como depositario de todas las fuerzas
oscuras que encarna, refuerza la polaridad que atraviesa la índole
semántica de la obra:

Miren esa puerta al fondo


Por ella toca la mano regordeta de la vieja
Un día al año viene cansada a recordar
El maltrato continuo del erario
Los muertos que siembra cada cosecha
El invierno de sus dispares decretos
Miren esa puerta allá al fondo
No sea la foto salga al derecho
Y no podamos observar sus patas
Su hocico de animal rabioso sus alas bochornosas [...]

«Miren esa puerta» (9)

127
Su papel es decididamente protagónico e, inscrita en el mito,
preside y oficia los rituales en los que marca con su accionar los
ímpetus totalitarios de su poder:

Vengo del silencio o Boyacá


Santander Antioquia soledad o Valle del Cauca
Siempre estoy llegando a una plaza misteriosa
Donde una vieja culona me toma de la mano
Ata una venda a mis ojos da conmigo
Una vuelta al laberinto de los pasos
Hasta el día preciso en que hallo el olvido
Resisto una temporada perdido
Cada día más lerdo más ciudadano de milagro [...]

«Opresión» (29)

El radio de sus referencias es amplio, pues como se verá, se trata


de un símbolo que procede de los subterráneos de la historia,
para colonizar el horizonte de un paisaje interior en el que se
instala, inoculado, desperdigando sus verrugas, como un cáncer
mental del cual el poema es una herida que supura:

Dizque enmascarado se tiene mejor suerte


Dice la razón vieja cicatera
Que roe sin entrañas mis mejores libros
No me habrá visto caminar a la deriva
Sentado sobre la cabeza mordiendo
La sencillez de la rosa el naufragio del día
Mirando consternado el amor de Lucía
Cicatera hedionda que ordena pensar
De una misma manera la noche y la tristeza
Los libros de Gilles Deleuze o de Gómez Jattin [...]

«Cicatera» (11)

Señalemos cómo allí, para un modelo de análisis de interés


sicoanalítico, el nada despreciable verso: “que roe sin entrañas
mis mejores libros”, en tanto función se complementa, para una
128
crítica de la ideología, con su sello, la otra cara de la moneda: su
valencia institucional.

No siempre su presencia es manifiesta, pues —como un fantasma,


quizás como un tabú, en la medida en que no está nombrada—
aparece en la escena, interpretada en su valor simbólico,
desenmascarada y remetaforizada:

La lenta muerte no sabe


Llega a mi puerta y pide no escriba versos
Dice ser la verdad no le hago caso
Admite que el poeta algo sabe
Le respondo que nada conozco igual a ella
Levanta su boca inmunda sonríe engalanada
Husmea mis libros los lee despacio [...]
Que no escriba amenaza el viento
Trashuma la cocina que no escriba
Dice la muerte romántica la sonetista calva
La muerte no sabe no vive con la gente
En mi país la muerte camina sola
Come sola duerme sola mata sola
No lee libros ni hace el amor [...]

«La muerte no sabe» (14)

De igual forma, como espectro, como huella innominada de


manera doble: huella sin nombre y perturbación del existir y la
conciencia, se hace transparente como presencia recurrente y
omnímoda:

Dale la espalda al vigía de nuestro miedo


Despacio y en silencio
Que no se entere el desgraciado
Aquí ya lo sabemos el humo acaba los sembrados
Arrasa el rostro de los niños
Aquí nada nuevo si quien llega se lleva todo
Nos toca entonces probar la duda el fracaso

129
Esas calles vamos cruzando
El miedo arroja jardines de blasfemia [...]

«Dale la espalda al miedo» (17)

3.1 Razón de ser del símbolo

Pero, ¿de dónde procede este símbolo? La respuesta forzosamente


ha de ser conjetural, es obvio. Como fuerza, como dinámica
probablemente se remonta a tiempos inmemoriales, bíblicos y
míticos, por ser un fenómeno de orden transcultural. Pero como
símbolo así configurado: una mujer, vieja, que está siempre ahí,
tras el muro, el visillo o la ventana, se remonta a los tiempos más
inmediatamente premodernos. Por lo menos en nuestra cultura
sí posee sus ascendientes, sus parentescos y no es raro verlo en
el folclor local y en múltiples expresiones de la cultura oral y
literaria.

Ya en este libro la sola manera como está nombrada delata su


carácter fuertemente determinado. (La) vieja, ¿cuál vieja?, está
ya, de entrada, definida como un lugar común, del cual no se
precisa otra manera de nominarlo, otra explicación, como si
hiciera parte de un arsenal de todos, universal, y es allí de donde
se explica, de esta suerte de obviedad en que ella consiste, su
naturaleza aparentemente fragmentaria, cuando lo cierto es que
preside muchas de las fuerzas simbólicas e ideológicas que le
dan sentido a esta obra.

De carambola, a partir de estos presupuestos, de una manera más


concluyente aun, circunscribe fuertemente ese ámbito difuso
(¿pueblo o ciudad?) en el que se desenvuelve Los muros y la
rosa. No miremos si se trata de una transposición de este símbolo,
originalmente de los pueblos, a la ciudad; sólo constatemos
cómo, igual, es expresión de una dinámica que se impone y está
por encima de esa aparente disyuntiva que acabamos de enunciar.

Pero, ¿de dónde, cuál es el origen, los atributos, el status y las


intenciones de esa vieja? Ramón Gómez de la Serna realizó
130
un amplio fresco de la vida y obra de Goya. Citando a Teófilo
Gautier, en su Viaje a España, dice:

[...] Castilla la Vieja , sin duda, se denomina así a causa


de las innumerables viejas que allí se encuentran, ¡y qué
viejas! Las brujas de Macbeth, atravesando el brezal de
Dunsinania para ir a preparar su infernal banquete, son
lindas muchachas, comparadas con ellas las abominables
furias de los Caprichos de Goya, que yo hasta ahora tenía
por pesadillas y quimeras monstruosas; son retratos de
asombroso parecido.[...]10.

Pero el origen de este símbolo, en el caso de Goya por lo menos,


no estaba librado a una abstracta imaginación artística, a las
potencias de una creatividad soberana, caprichosa y lúdica, no.
Parece ser que en un principio era una presencia que comprometía
su vida misma y de la que se logró vengar en no pocos de sus
lienzos, para conjurarla y/o inmortalizarla. Dice Gómez:

[...] En la obsesión y ofuscación de Goya contra las


brujas y las viejas debió existir un rencor personal que
le esclareció el malévolo sentido de la vejez y le hizo
denunciar su encono brujesco.

Quizá una bruja —la que arrastra como alcahueta en


su aguafuerte de celos— contaminó y ayudó a que se
rompieran sus amores con la duquesa de Alba.

En resumen es que una vieja azafata o rodrigona de la


duquesa llevó recados o cartas a otros galanes, y sin
comprender en su zafiedad el valor del artista actuó de
tentadora y facilitadora.

En vista de eso Goya ascendió la celestina a bruja,


y así mezcló en un solo campo espantable a la vulgar
mediadora y a la amiga vieja de la belleza juvenil y
10
Ramón Gómez de la Serna. Goya. Madrid: Espasa Calpe. 1972. P.
106.
131
coqueta que siempre le da el mal consejo, desbaratando
el amor verdadero, por eso casi todas las suegras son
brujas.

Goya complicó las brujas y las viejas reaccionando


contra esa resaca de desamor y de muerte, pues ellas
revolotean sobre el amor, la maternidad y la agonía [...]

Ahora bien, de cómo se operó ese tránsito, esa magnificación–


degradación–caricaturización — rasgo, por otra parte, bien propio
del Expresionismo— y en definitiva, ese salto de la realidad a la
fantasía como soporte de ésta en su verdad, dice Gómez:

[...] En la cuenca del Manzanares, que es por donde


él paseó más y tuvo al fin la casa de sus sueños, hay
mucho ambiente de brujas, y se diría que el anochecer
se cuaja de ellas, no sólo porque la quimérica España
allí tiene su hora más cuajada, sino por sus espartales de
la mariposácea planta de la esparteína —vuelan en gran
cantidad las polillas de falda de bruja que salen de esas
gándaras— son maleza de los islotes secos del río.

Como español auténtico, Goya tenía la inspiración llena


de trasgos y se alimentaba de garbanzos, que son como
cabezas de brujas en miniatura.

Pero Goya trasciende esa idea que puede ser supersticiosa


o ensañada de las brujas, y ve en ellas una resaca de
viejas, viejas a secas [...].

Y se pregunta Gómez:

[...] ¿Pero por qué le obseden tanto a Goya las brujas?

Las brujas son un último resplandor de ocaso en la


cuenca de España, y a él le llegan noticias de su miedo,
viéndolas condensadas a su alrededor, sobre todo en el
atardecer de los parajes que más recorre entre la Moncloa
132
y los oteros de El Prado, en ese cauce del río que no trae
agua más que para aspergios de brujas.

El elemento brujesco de la vida es el más inquietante, y


solivianta las noches, sobre todo las noches de sábado
que eran las más suyas, y precisamente en las que más
vela el artista. [...].

El poema «La foto», que hemos transcrito en otra parte de este


estudio, funciona como una caja de resonancia, que nos da un
perfil de la vieja abiertamente análogo al que nos brindan las
fantasías de Goya en palabras de Gómez de la Serna. Dice
Ramón Gómez:

[...] El elemento infernal de la vida está en esas viejas


entre adivinas nigrománticas de la venganza, actuando
de reacción contra la nueva belleza y de escarmentadoras
de la felicidad.

Goya representaba en ellas la mala inspiración de la vida,


sus correveidilismos envenenados, sus sumurmujeantes
tentaciones.

El plano moralmente oscuro estaba interpretado por


aquellas brujas en que se transparentaba en Goya, como
en Larra se transparentó en goyesco soneto, el odio a las
alcahuetas.

Los hombres presuntuosos, bobalicones, torpes, las


mujeres, jóvenes casquivanas, y como recrudecimiento
de todo eso, como gran encizañamiento de la vida y
agravación de lo que en la mujer hay de amenazador,
las brujas en que los huesos ya muerden la carne, y, si
no, díganlo esas sus bocas remetidas con que parecen
recomerse a sí propias [...]11.

11
Ibíd. P. 101–102.
133
Las correspondencias son evidentes sin que necesariamente como
texto, entre éste y el que analizamos, se establezcan relaciones de
causalidad, pero se iluminan mutuamente. Sigamos. En relación
con lo que antecede, el poema citado dice al final : “De la vieja
depende mi suerte / Ojalá no hubiese nacido la verdad o el amor
/ Yo vivo en el exilio preguntando una ciudad”, contrasta con lo
que continúa diciendo don Ramón:

[...] Goya ha visto en las viejas grandes alcahuetas, las


enemigas del amor sincero y desinteresado. (Alcagüetas
es mejor que alcahuetas).

Interpretó en su insistente volverse contra las brujas


una repulsa de su alma de artista contra las grandes
desfacedoras del mundo crédulo y feliz.

Quiso precaver a los hombres contra la añagaza


que fraguasen las viejas capaces de pignorarlo o
intercambiarlo todo, sobre todo mercando las jovencitas
en estado virginal.

Por eso, sobre la escoba que monta la vieja va, o delante


o detrás, como a coscoletas de la bruja, una joven que
tiembla.

En el fondo comprendió que el aquelarre es la iniciación


de las bellezas.

A base de niños y jovencitas hacen su aciaga carrera de


seres llenos de afán destructivo.

Las viejas malas [...] quieren acabar con la vida, ya que


ellas están acabando y quieren hacer fracasar los amores
románticos [...].

El poema «Desaparecidos» (23), dice: “Los muros cercan la


ciudad / Cada espacio incomunicados / La razón habla de libertad
134
/ La vuelta al laberinto de la vieja damos”12. Volvamos a Ramón
Gómez de la Serna, y miremos lo que al respecto dice:

[...] En las grandes ciudades como poblachones


desarreglados de esa época existía ese residuo de
otros tiempos, entremezclado conjunto de desdentadas
supervivientes enemigas del progreso, por lo que el
progreso tiene de inspector.

Ironía junto a terror hay en estas suposiciones de Goya,


que escribe en un papel en que da explicaciones de sus
capítulos, refiriéndose a sus duendes: Buena cosa es que
esta gente no se deje ver sino de noche y a obscuras.
Nadie ha podido averiguar en dónde se ocultan durante
el día. El que lograse coger una madriguera de duendes
y la enseñase dentro de una jaula a las diez de la mañana
en la Puerta del Sol no necesitaba de otro mayorazgo
[...]13.

El poder omnímodo en su funcionamiento antagónico de la vieja


en Los muros y la rosa, atraviesa —como hemos insinuado— el
plano simbólico–semántico del libro y amenaza la construcción
de una poética, como si las palabras (Foucault) fueran propiedad
del “edificio institucional”.

«Poeta en la ciudad» (54), con sus añicos textuales, permite


intuirlo:

Quién pisa soledad y toca silencio


Observa dijo la vieja amodorrada
Al fantasma juguetón de su anhelo
Un poeta aseguró el mito
La vieja mira la pantalla
Página del escribiente habrá

12
Para la presente edición, el poeta reestructuró por completo este
poema.
13
Ibíd. P. 102.
135
Que enseñarle gramática puntuación
Quitarle la hediondez ponerle corbata
Requiere concepción del mundo el modernismo
Los poemas de Silva y Carranza
Que entienda metro y mesura que las palabras
Propiedad son del estado
Dile al poeta que no pise mi soledad
Que asista a la universidad yo pagaré el costo
Por qué horada el desierto y palpa los muros
Un vano rumor crece en la ausencia

Del mismo modo, dice Gómez:

[...] Goya combatía a estas mujeres y en ellas perseguía


los vicios de otras más jóvenes y que no quería nombrar.
Le parecían las brujas como cínicas empedernidas que
ponían obstáculos a la vida, se reían de todo y todo lo
rebajaban.

En los hombres españoles de más poderoso estilo hay


un momento en que éste se emplea para atacar a las
celestinas, así Hita, así Rojas, así Quevedo. Dolor de
engañados, de vapuleados, de sufrientes hay en esa
elocuencia contra la más permanente brujería de la vida
[...].

La vieja, la que pone la venda es, pues, un símbolo de degradación.


«Demiurgo desmemoriado» (68), termina así:

[...] Ciegos en la bruma palpamos


Si un futuro dobla la página o aparece
A un lado de la siembra nada dicen
Los expertos sobre ciegos si estar ciego
Es protestar con grafito en los muros
O zalameriar en corredores de palacio
Habitantes del silencio no sabemos
Lo que es el alma y sus despojos
136
Tampoco si amanece y no hay panela
Ciegos ni el hambre vemos

De parecida manera dice Gómez, de Goya: “El comprendió


un problema que entonces comenzaba a agravarse, pues el
relajamiento de las viejas es el que más relaja al mundo, tanto
que cuando abundan las malas viejas el mundo baja de valor”14.

En cuanto a los ardides de la vieja, estos son los mismos aunque


se trate de contextos diferentes, y mismas las sustancias que
ofrecen y sus efectos. Ella narcotiza, premia y castiga cuando
atrae hacia su mundo viscoso a quienes le hacen concesiones
al sueño, cuando el hombre desprevenido duerme y cae en sus
peludos brazos. En «Cómo es de rara la vida» (75) dice:

[..] Lo supe por la vieja de los libros


Que traga y escupe textos
Y luego explica a mordiscos y consejos
Todo lo que sabe tengo miedo del secreto
Un día la gente dirá que fui yo quien dijo
Y la bestia me apaleará
Con salario de ministro y vacaciones al cielo
Cómo es de rara la vida en el pueblo [...]

Escuchemos, con sus matices que hurgan en la profundidad de la


leyenda, a Gómez:

[...] Cervantes habla por boca de otra bruja: la Cañizares,


de Camacha de Montilla, la más célebre de las brujas
de Andalucía, y dice: Ella congelaba las nubes cuando
quería, cubriéndose con ellas la faz del sol, y cuando se
le antojaba volvía sereno al más turbado cielo; traía los
hombres en un instante de lejanas tierras..., cubría a las
viudas de modo que con honestidad fuesen deshonestas;
descasaba a las casadas y casaba a las que ella quería.
Por diciembre tenía rosas frescas en su jardín y por

14
Ibíd. P. 107–108.
137
enero segaba trigo. Esto de hacer nacer berros en una
artesa era lo menos que ella hacía, ni el hacer ver en
un espejo, o en la uña de una criatura, los vivos o los
muertos que le pedían que mostrase; tuvo fama que
convertía a los hombres en animales y que se había
servido de un sacristán seis años en forma de asno real
y verdaderamente, lo que yo nunca he podido alcanzar
como se haga... si ya no es que esto se hace con aquella
ciencia que llaman tropelía, que hace parecer una cosa
por otra.

Con una vela amasada con yerbas molidas “se podía


entrar en un peñasco adentro” y con un envoltorio de
agujas sin ojos y alfileres sin cabeza se conseguía mayor
poder.

Con el “hechizo por analogía” que producían las muñecas


de cera con semejanza con alguien se conseguía el mal
del asemejado.

Eran diestras enclavijadoras que llegaban a dar el mal de


piedra a quien se lo proponían15.

En síntesis, como función poética, aparte de lo ya dicho, la vieja


compendia en sus diversas facetas una porción considerable de
la carga simbólica del libro. Es, diríamos, con toda su oscuridad
y su aparente indeterminación, una de las caras visibles de un
mundo a menudo impersonal, agrio y frío. Como tal, es un
personaje que actúa para dotar al texto de una buena dosis de
ficción. En la misma dirección encarna, del lado humano, las
múltiples presencias opresivas e impersonales, insinuadas en
la atmósfera desgarrada de este universo. Por último, dada su
condición oscura, su marginalidad implícita —como de los bajos
fondos—, sospechosa y subterránea se legitima, en cuanto sirve
de soporte a la erosión, la corrupción, el vacío y el poder de un
mundo oxidado, terminado. En tanto vieja, encarna los atavismos

15
Ibíd. P. 104–105.
138
de una edad oscura que se niega a morir, para perpetuarse en
los meandros de su grotesca decrepitud, siempre amenazante.
En cuanto a las ricas sugestiones de que se reviste ese símbolo,
sopesemos este fresco gótico del mal referido a las fantasías
goyescas, en la pluma de Gómez de la Serna:

[...] Goya conoce el atardecer español, la hora en que


no pintar, la hora en que punzar aguafuertes como
esculpiendo la propia noche, y acuden a esa hora a su
mente las brujas, que es cuando entran en actividad,
cuando en la falta de espectáculo nocturno, que su alma
de precursor añora tanto, dan el único espectáculo de la
alta noche.

La burla de la tragicomedia humana, la visión en


perspectiva de lo que sucede está en las brujas incrédulas,
reticentes, insultadoras, esclarecedoras del sarcasmo
del mundo que enturbia vanidades, engolamientos y la
obcecación tenacísima de los hombres.

Eran las actrices macabras de sus sesiones del atardecer


y de la noche febril a cuyo cargo estaba el espectáculo
de las sombras. ¡Lo que encarnaban de inquietante y
pavoroso!

Los monstruos y trasgos eran también los actores de


aquellas veladas del pensamiento de Goya, cuando sentía
el deseo de que el espectáculo del mundo fuese menos
provinciano de lo que era.

El alma de Goya clamaba por lo insólito, por lo


espectacular, por lo inaudito, y por eso pintaba monstruos
y trasgos en sus cuadros, deseando complicar su siglo,
meter inquietud en sus contemporáneos y excitar la
inspiración tarda en aparecer.

Necesitaba provocar el conflicto dramático y dar


seriedad de miedo a la vida estimulando su fantasía
139
y compensando con los cuadros trágicos la pintura
cortesana en que sólo aparecía media verdad de la vida,
la verdad alegre, jacarandosa, de sedas y relumbrones.

El contraste de la vida lo daba Goya gracias a sus


monstruos, a sus brujas y a aquellas multitudes de ojos
exaltados en el negro cuadro que vienen a ser coro
estrafalario, canallesco y trágico de sus exquisiteces.

El alma del artista necesitaba meterse de cuando en


cuando en el misterio, ocuparse de él contra la vida
monótona y demasiado entonada [...].

3.2 El símbolo y su necesidad

En este contexto, no obstante, surge la pregunta por las


relaciones de necesidad, o no, que ligan al símbolo objeto de
análisis con la cultura y la sociedad de que es expresión. Su
legitimidad, en lo cultural, es perfectamente consecuente —y
también contradictoria, ya lo veremos—, no sólo en relación con
la ideología subyacente que lo erige en su símbolo, sino también
a partir de y con ese imaginario muy específico, heredado de los
españoles, pero soportado en las estructuras síquicas y sociales
que a ellos y a nosotros nos han diferenciado de Europa.

Bastaría citar, no como presencia sino como parentesco en cuanto


a sus antecedentes, La Celestina de Fernando de Rojas, algunos
personajes femeninos ya muy caracterizados de El Quijote y
unos cuantos sonetos de Quevedo. De esta suerte, la serie los
Caprichos de Goya (monstruos, trasgos, entre ellos “El sueño de
la razón produce monstruos” y todos los productos rezagados de
una gran tradición supersticiosa que, proveniente del Medioevo,
desfilara en secreto por los sótanos del Renacimiento hasta
conseguir carta de ciudadanía en los siglos XVIII y XIX), se
inscriben en ese perfil del proyecto romántico de hacer eco, en el
gran imaginario universal, de los hitos folclóricos de las culturas
locales.
140
Pero es, probablemente, en Las Mil y Una Noches, la segunda
biblia de la cultura islámica, donde aparece mejor recreada en
los diversos perfiles de su complejidad semántica, la figura
de la vieja. Vale decir, en las aguas profundas de la historia
y de la tradición oral, es que hunde sus raíces su presencia y
la rica diversidad de sus simbolismos. No es de extrañar, por
consiguiente, su presencia en la vasta cultura popular de España
y Latinoamérica, dada la permeabilidad a la que estuvo expuesta
la Península Ibérica, durante cerca de siete siglos, al noble, largo
y denso influjo de la cultura islámica.

Si bien, como lo dice Octavio Paz16, “el Romanticismo Español


fue epidérmico y declamatorio, patriotero y sentimental: una
imitación de los modelos franceses”, no cabe duda que Goya
logró percibir en estos personajes ese carácter siniestro y
reaccionario de la cultura española, sorda al contexto social,
cultural e ideológico de la Europa de entonces, que ya empezaba
a trascender su proyecto ilustrado y el cual España se negaba a
leer.

De suerte, pues, que las brujas de Goya fueron una declaración


universal de los productos necesariamente retrógrados de una
cultura reaccionaria, monárquica y patriarcal. Cifrado en una
mujer, el hecho de hacer recaer en ella el peso de tales contenidos,
responde a unas necesidades de carácter socio-cultural antes que
del libre juego de la imaginación.

En una sociedad patriarcal, ¿quién, si no la mujer, sería el


otro lado del poder gubernamental y religioso? Su previsible
marginalidad sería entonces lo que la condena a asumir una
personalidad que se desdobla, repartida entre el día y la noche. Y
así envejece. Vieja y mujer, con este doble lastre, porta sobre sí
el peso de una maldición en la cual su enemigo es el mundo todo.
Dice Octavio Paz:

16
Octavio Paz. Los hijos del limo / Vuelta. Bogotá: Oveja Negra. 1985.
P. 70.
141
Desde el s. XVII España se encierra más y más en sí
misma y ese aislamiento se transforma paulatinamente
en petrificación. Ni la acción de una pequeña élite
de intelectuales nutridos por la cultura francesa del
siglo XVIII ni los sacudimientos revolucionarios del
XIX lograron transformarla. Al contrario, la invasión
napoleónica fortificó el absolutismo y el catolicismo
ultramontano.

Al apartamiento histórico de España sucedió brusca y


casi inmediatamente, a fines del siglo XVII, un rápido
descenso poético, literario e intelectual. ¿Por qué? La
España del siglo XVII produjo grandes dramaturgos,
novelistas, poetas, líricos, teólogos. Sería absurdo
atribuir la caída posterior a una mutación genética. No,
los españoles no se entontecieron repentinamente: cada
generación produce más o menos el mismo número de
personas inteligentes y lo que cambia es la relación entre
las aptitudes de la nueva generación, y las posibilidades
que ofrecen las circunstancias históricas y sociales. Más
cuerdo me parece pensar que la decadencia intelectual
de España fue un caso de autofagia. Durante el siglo
XVII los españoles no podían ni cambiar los supuestos
intelectuales, morales y artísticos en que se fundaba su
sociedad, ni tampoco participar en el movimiento general
de la cultura europea: en uno y otro caso el peligro
era mortal para los disidentes. De ahí que la segunda
mitad del siglo XVII sea un período de recombinación
de elementos, formas e ideas, un continuo volver a lo
mismo para decir lo mismo. La estética de la sorpresa
desemboca en lo que llamaba Calderón “la retórica del
silencio”. Un vacío sonoro. Los españoles se comieron
a sí mismos. O como dice Sor Juana: hicieron de “su
estrago un monumento”17.

17
Ibíd. P. 73.
142
Vistas así, las brujas de Goya bien podrían funcionar como la
postal o la metáfora atormentada de toda una época.

Diurna, esa bruja es la vieja que furtiva fisgonea, defensora a


ultranza del statu quo. Nocturna, se metamorfosea, asume su
otro yo y todo lo trastrueca, en un movimiento de compleja
ambigüedad. En cuanto vieja, resume la interminable longevidad
de los patriarcas bíblicos, y esa estructura de pensamiento en
que religión y superstición aniquilan sus límites en su interés
por mantener intacta la polaridad del bien contra el mal, que
las sustenta. Así mismo, en cuanto vieja, es también la sabia, el
archivo, depositaria del conocimiento y como tal, aconseja, pero
también trama, urde y entremezcla. Así, entonces, consuma su
venganza al lograr burlar y vulnerar las rígidas estructuras de un
mundo pretendidamente sólido. Al mismo tiempo, al transgredir,
al “probar los frutos del árbol del bien y del mal”, se hace a otro
poder que no será ya sólo el de su libido sino también el del
conocimiento.

3.3 El símbolo y su equívoco

He ahí, grosso modo, un recorrido explicativo de la índole


histórica y socio-cultural de este símbolo. Ahora, en qué medida
su validez, su necesidad sea extensiva y se derive de la obra
externa, del mundo de donde surge, es una pregunta pertinente
si la formulamos en relación con el logos que plantea la obra de
Gustavo Rubio.

De hecho, no son asimilables las condiciones de la España de


Goya a la Colombia de hoy, pero la percepción del ejercicio
del poder en una y otra orilla, prevalece, así como en toda la
historia relativamente reciente de la Literatura Latinoamericana.
Y, a diferencia del libro que estamos estudiando, la cifra de dicha
percepción estuvo —y aún lo está— condensada en la figura
del dictador, donde las relaciones de necesidad se evidencian, si
consideramos que tal dictador es la summa de nuestras sociedades
patriarcales.
143
Por supuesto, la obra de Rubio es una crítica sistemática de la
sociedad patriarcal. Aquí se atacan sus estructuras y acaso su
longevidad en la fijeza, de por si oxidada, de la vieja, pero por qué
tenga que ser justo en una mujer donde se fije semejante carga
contestataria, es una paradoja tan difícil de resolver como la que
llevó a Goya a ver sólo en las viejas la estampa y la biografía de
toda una época.

Uno quisiera pensar que sólo una lectura en clave de símbolo


legitimaría esa elección, o que mientras son y han sido los
hombres los que rigen, allá como acá, por entonces y ahora, las
estructuras del poder oficial, han sido ellas, en las entretelas de
la historia, en la intrahistoria —allá, tras las celosías— las que
vigilan los modos y el accionar del cuerpo social. ¿Explicación
sugestiva? Sí ¿Demasiado especulativa para adecuarse a lo que
en su fragmentación y en su indeterminación planea sobre y como
el imaginario de esta obra? Cierto, pero no hay más remedio
cuando no se tiene ya control sobre el texto: especular. Entonces
sigámoslo haciendo. Miremos, si no, esta breve sugestión de
Enrique Heine18:

El diablo tiene una madre: muchas personas pretenden


que realmente sólo tiene a su abuela. Esta viene a veces
también al mundo superior, y tal vez a causa de ella se
ha hecho este proverbio: Allí donde el diablo no puede
hacer nada, envía una vieja. Pero ordinariamente queda
en el infierno ocupándose de la cocina, o bien permanece
sentada en su sillón rojo; y cuando el diablo, fatigado de
los quehaceres del día, viene por la noche a la mansión,
engulle rápidamente lo que su madre le ha preparado,
después reclina su cabeza en sus rodillas, le hace
buscar su miseria y se duerme. La vieja tiene también
la costumbre de musitar una canción que comienza por
estas palabras :

18
Enrique Heine. Los dioses en el destierro. Buenos Aires: Renovación.
1945. P. 126–127.
144
En la cúpula, en la cúpula.
Hay una rosa,
Roja como la sangre.
En la cúpula, en la cúpula, etc.

Muchos aseguran que, cuando el pobre niño no puede


dormirse, la buena vieja emplea por lo general el recurso
de leerle la Gaceta eclesiástica evangélica de Berlín [...].

Por eso, más bien como huella, como una figura tomada del archivo
de la tradición cultural, parecerían más legítimas las relaciones
de necesidad que se plantean entre la naturaleza de este símbolo
y el contexto orgánico e interior de la obra, relaciones que son
contradictorias con los postulados éticos que se dejan entrever
en el ambiente textual que le da origen: parece un atavismo, una
fisura del cuerpo textual. Porque, si a eso fuéramos, en el marco
de la modernidad y la postmodernidad de las que —mal que
bien— ya somos permeables, en un intento por buscar en cuál
imagen descansaría más confortablemente, toda la densidad de
la opresión, con seguridad no sería —en nuestra sociedad— la
mujer una cifra de ella. Quizás tendríamos que ir hasta los griegos
y traer de allí la hidra o algo que considere la fragmentación y la
multipolaridad del ser y la sociedad mediatizados por el poder.

En el decir de Baghwan Shree Rajnesh19:

“Bruja” es una palabra muy respetable que el


cristianismo ha condenado. Originalmente sólo significa
“la mujer sabia”, pero la cristiandad le dio un significado
distorsionado porque, según ellos, el demonio corrompió
primero la mente de Eva y desde entonces ha estado
conspirando con la mujer. Es decir, que no puede ser
sabia porque su sabiduría no viene de Dios, sino del
diablo. Y desde que se le dio este significado la puerta se
abrió para condenar aún más a la mujer. Y había mujeres

19
Baghwan Shree Rajnesh. Antología. Buenos Aires: Editorial
Mutación. 1993. P.92
145
que eran verdaderas sabias, particularmente en la escuela
alquimista, que es una de las ramas del misticismo.

Estas mujeres alquimistas eran a la vista de los


curas cristianos, sus competidoras, y tenían que ser
destruidas. Para destruirlas tenían que encontrar alguna
racionalización y éste fue su razonamiento: que estas
mujeres mantenían relaciones sexuales con el demonio.
Un tribunal especial con un gran inquisidor fue
establecido por el papa; su trabajo consistía en encontrar
a todas las brujas y quemarlas vivas. Y el método que
usaron fue éste: cualquier hombre podía ir y contar a la
corte que sospechaba de que cierta mujer fuera bruja.
Esto era suficiente para arrestar a la mujer.

Inventaron ciertas clases de torturas, tan feas que fueron


imposibles de tolerar. Y hasta que la mujer no confesase
que había tenido relaciones sexuales con el demonio,
la tortura continuaba por semanas sin parar. Una vez se
había confesado, lo tenía que hacer delante del tribunal de
la Santa Inquisición, que estaba formado por cardenales,
arzobispos y altos cargos de curas cristianos. Y no sólo
obligaban a la mujer a confesar que tenía relaciones
sexuales con el demonio, sino también que el pene del
demonio era bifurcado y podía entrar por dos sitios a
la vez. Esto era suficiente para quemarla viva. Miles de
mujeres totalmente inocentes fueron quemadas vivas.

La razón básica fue que eran mucho más sabias que los
curas cristianos y que tenían que ser eliminadas para que
no hubiera lugar a competición alguna.

[...] Todo esto nació del miedo, porque la mujer siempre


ha sido atractiva para el hombre, lo que es natural. Y
la gente que escapó de la vida por miedo, comenzó a
predicar que la mujer es la causa de todo pecado y así el
celibato se convirtió en la mayor virtud.

146
La mujer fue condenada como símbolo de esta vida
terrenal. Oponerse a ella era como adorar a Dios; y a
causa del celibato el hombre fue tan temeroso y estuvo
tan obsesionado; el celibato no es más que la represión
del sexo. Condenaron a la mujer para proteger su celibato.
Todas las religiones han estado obsesionadas por esta
represión. En el fondo se sentían atraídos y ésta fue una
de las formas de luchar contra su propia atracción. Por lo
tanto es muy significativo que las feministas se molesten
tan sólo al oír la palabra “religión”.

Más profundamente que ésta, es la segunda causa y es que


a la mujer no se le ha permitido crecer religiosamente;
y esto es también una necesidad básica para ella. Casi
todas las religiones le han negado la iniciación. No se le
permitió estudiar las escrituras sagradas.

De hecho, las culturas antiguas no eran intelectuales, eran


más intuitivas y la mujer es muy superior en intuición;
de aquí que hubiera sacerdotisas y no papas.

Ahora la situación es completamente a la inversa.


La ciencia es totalmente intelectual, la filosofía es
intelectual y las religiones organizadas también.
Aquellas sacerdotisas eran seres individuales, no tenían
una religión organizada, porque siguiendo la intuición
no puedes organizar una religión. Estas religiones
organizadas e intelectuales están dominadas por el
hombre, así que tienen papas. También han destruido
todos los restos de las antiguas culturas y de sus
sacerdotisas llamándolas brujas [...].

4. Un poema decisivo y la obra externa

Casi al azar me he permitido tomar un poema de este libro, para


dar una idea de sus claves desde una posición particular, que he
procurado se comporte del modo menos arbitrario posible.
147
Al azar porque este libro tiende a ser autorreferencial. Que lo
digan, si no, los poemas citados hasta aquí: por medio de mi
interpretación o no, se puede constatar un linaje común que
deriva de un mismo tronco, por lo menos de un mismo libro, y
esto ya es algo.

Esa autorreferencialidad explica, entonces, esta elección


en apariencia arbitraria que, a su vez, someterá a prueba tal
hipótesis de autorreferencialidad como rasgo del libro y acaso de
su madurez escritural.

El poema se titula «Esta arena este viento», está ubicado en


el lugar 31, es decir —como los otros— perdido en el tráfico
textual, sin más señales particulares que su titulación y pasa, en
suma, desapercibido.

He dicho autorreferencialidad: que remite hacia sí mismo, que


no hace falta desbordar los cauces del texto para entenderlo. Que
se basta a sí mismo. En este libro ello se ve en la reserva que los
textos mismos declaran en relación con los valores semánticos
de ciertos lugares comunes suyos: no remiten más a un supuesto
código común preexistente entre ellos y nosotros. Por ejemplo,
en este poema los muros tienen otro valor que deriva de los
textos mismos; lo mismo puede decirse del desierto, la arena, las
calles, todo ello girando en torno de un eje central que los rige:
los muros y la rosa, que no son nuestros muros ni nuestras rosas;
o una ciudad que no es ya más nuestra ciudad idealizada, sino
un territorio que hunde sus raíces en la historia y en su sociedad.
De acuerdo. Pero esta autorreferencialidad no se ha producido
mágicamente. Por el contrario, es producto de una ruptura del
lenguaje consigo mismo para quedar de cara al mundo: esta
autorreferencialidad es hija de una excesiva referencialidad
originaria, de una sociedad y de su historia.

En tal virtud el poeta lo que hace posteriormente es decantar


esa referencialidad, hacer habitar en la palabra el germen
de una lectura por lo menos doble del mundo y es allí donde
encontramos un mundo que no remite más a su exterior, que no
148
es su espejo, sí, pero que marcha paralelo con él para mostrarle
su discordancia permanente, su imagen hecha añicos, lo fallido
de su metafísica idealista que deriva fatalmente en la precariedad
de lo fragmentario.

Esta arena este viento

Arena y viento como carcajada espléndida


El sonar de martillos en las paredes
Las calles se extienden en líneas huecas
El hacha disimula el festín de los viernes
Alguien recuerda el corte de franela
Atrocidades en nombre del secreto
Una mujer desnuda ignora ese misterio
Y cruza la verdad mostrando su trasero
Se afana el niño su maestro
Cómplices absurdos víctimas de tanto silencio
Oigo el derrumbe ha caído la ciudad
Habito una casa colmada de mohanes
La mujer ata sus bragas a un santo boquiabierto
Camino desnudo por la ciudad
Oigo el paso del desierto
Los muros se levantan y saludan a la rosa
Nos expulsan del libro
También de las calles y el futuro

Arena y viento como carcajada espléndida

Este sí que es un inicio feliz para un mirar desprevenido: la


arena, el viento... todo sonríe, está humanizado. El viento le
confiere movilidad a la arena, y la carcajada, a estos dos, un
rostro humano. Arena, viento, ¿de dónde?, ¿para qué?, ¿de qué
se ríen o burlan?, y además: ¿cuál arena, cuál viento?

149
El sonar de martillos en las paredes

Ah!, paredes, martillos. La carcajada ha terminado, la arena se


ha congelado. Esta es una pared de una casa o de una oficina.
Alguien golpea, trabaja. De seguro no sonríe. El viento queda
atrás. Esta es una ciudad donde la gente se afana y se debate.
El viento sonreía, en cambio ahora hay hombres que trabajan,
estáticos. Hombre y pared, arena y viento, qué diferentes son: el
hombre frente a la pared, la arena frente al viento, y aquellos de
éstos. ¿Habrá alguien que nos diga del hombre como hombre,
de la arena como arena, del viento como viento?, ¿del viento en
libertad?, ¿del hombre en libertad?

Las calles se extienden en líneas huecas

Ni entre la arena ni entre el viento, ni menos aún adentro, en


algún lugar donde el obrero forcejea: las calles, este espacio
bañado de historia, este lugar de la memoria. No el mito, ni la
libertad, ni el viento; no un hombre encerrado en la soledad de
su obrería: las calles, huecas, que se extienden, un hueco que
se extiende, un olvido que se alarga sin redención, acaso, de
la historia. Las calles, huecas, que insensiblemente se alargan,
como un programa del olvido, huyendo de sí mismas.

El hacha disimula el festín de los viernes

El hacha, el símbolo de la “colonización antioqueña” . El hacha,


el festín, la carcajada de la arena y el viento; el trabajo, el
carnaval. O el viento y el sonar de martillos en las paredes. El
símbolo, mudo, vacío, y cómplice, decora y preside las huecas
calles que festejan talvez su propio olvido. El hacha, el festín, tan
diversos, talvez los mismos, la carcajada espléndida; el hacha, la
tierra; el viento, el festín, junto a la pared, arena congelada.

Alguien recuerda el corte de franela

En los pasadizos de la historia, el desfile de modas a la medida


del odio. No sucumbe la memoria a la fugacidad de la moda, en
150
especial ciertos diseños sobre las calles huecas donde la hiedra
no alcanza con su chal a cubrir el torso del hacha.

Atrocidades en nombre del secreto

Las huecas calles, su olvido, y allí el mito decapitado que viste su


franela. Y sobre el secreto, sobre el concreto hueco sin eco de la
calle, la atrocidad del secreto, dos veces la decapitación del mito,
dos y muchos más cortes de franela, la moda que se impone.

Una mujer desnuda ignora ese misterio

El olvido y la carcajada hueca de la calle, presiden el festín para


que la desnudez sea la desnudez y no otra cosa, la desnudez en
sí, ¿qué otra cosa puede ser la desnudez?, ¿qué tiene que saber,
desnuda, una mujer? Necesitas no su inocencia sino su olvido;
cómplice, que disimule el festín de los viernes, que ella sea
el misterio del olvido donde mueren las razones, pero que se
parezca a la inocencia, en su desnudez; una mujer desnuda, nada
más y no recuerde atrocidades en nombre del secreto...

Y cruza la verdad mostrando su trasero

...y que su belleza aplaste a la verdad y al horror como Botticelli


antes de Guernika, pero sin saberlo.

Se afana el niño su maestro


Cómplices absurdos víctimas de tanto silencio

La conciencia, la colonizada y la inocente. Arena y viento, la


atrocidad y el disimulo, el recuerdo y el secreto, la belleza y la
verdad. El misterio del espejo partido, del poema hecho añicos,
de la libertad, la conciencia y la inocencia hechas añicos contra
el asfalto de la historia, prisioneros de la historia.
151
Oigo el derrumbe ha caído la ciudad

Todo eso, “los elementos del desastre”. El terremoto. Las grietas


del olvido, de la ciudad, la calle. Las grietas y el hueco o el olvido
y el festín bajo el misterio sepultado por la carcajada espléndida.

Habito una casa colmada de mohanes

Y yo sólo vivo entre fantasmas. Nada tan sólido como mis


recuerdos escombrados sobre una ciudad caída. O ni casa ni
mohanes, sólo el olvido, los ecos del mito agónico que pide asilo.

La mujer ata sus bragas a un santo boquiabierto

Y no hay quien los vea. Ya la mujer anticipa el secreto entre la


ciudad en escombros, ya la mujer sabe las grietas, mas no es ella
quien se asombra. No hay quien los juzgue en el día del festín
porque los rodea la arena, el viento, la carcajada espléndida, el
hacha que disimula el festín de los viernes, un tiempo sin historia.

Camino desnudo por la ciudad

Y no tengo más remedio que salir desnudo por ella, despojado de


aquí, donde “todo lo que piensa es inútil”, desnudo de palabras
sin ignorar este misterio, cómplice absurdo de tanto silencio, yo,
maestro, niño, yo que sólo soy arena y viento para que el olvido
me trace un corte de franela.

Oigo el paso del desierto

Oigo el paso de la arena y el viento; de la pared congelada y las


calles huecas; del hacha que siega el misterio; del silencio y el
derrumbe; de estúpidos santos boquiabiertos y de mí, que soy
arena y viento, oigo el resonar de la carcajada espléndida.

Los muros se levantan y saludan a la rosa

Los muros, los mudos se levantan y saludan a la rosa que no


veo, la que crece en sus jardines y no veo, la que me roba las
152
palabras, la alegría y que no veo. Sólo los muros saludan a la
rosa, y yo sólo soy arena y viento, no tengo un muro para un
jardín y una rosa y una mujer desnuda que sepa ese misterio.
Cuando los muros se levantan y saludan a la rosa, arena y viento
como carcajada espléndida.

Nos expulsan del libro


También de las calles y el futuro

Y yo voy desnudo afuera de una ciudad caída, expulsado de


las palabras, del pasado, el presente y el futuro; de la ciudad, el
tiempo y la palabra, mutilado. Ni viento ni arena, soy silencio;
ni tiempo ni palabra, soy el mito sepultado, con corte de franela.
Soy un secreto muerto al que vela el silencio del desierto.

Comentario

Como un rasgo permanente, la presencia de categorías antitéticas


en síntesis versales, marcan con su sello al verso, a la frase, a la
oración y al poema, hecho de una sola estrofa: “arena y viento”,
“cómplices absurdos víctimas de tanto silencio”, muro–rosa,
santo–bragas, etc. a nivel oracional, versal y estrófico, pues como
ya quedó dicho, los poemas todos constan de una sola estrofa.

Nótese que se trata de un universo insidiosamente objetado que


no da respiro alguno: el festín que tiene lugar en el poema es
un festín edificado sobre el olvido del mito. No es el festín, el
carnaval en el que nada es serio, no. Este es un festín en serio,
atravesado por la historia; salpicado de ella, es apenas un pretexto,
un motivo para desplegar una perorata acerca del olvido, pero
siempre enmarcado en un contexto social y cultural.

Suerte pareja corren los versos “Atrocidades en nombre del


secreto / Una mujer desnuda ignora este misterio”, donde mito
e historia como verdad, implícitos en el primer caso, prefiguran
la interpretación de lo que viene: la belleza y el erotismo,
atravesándolos, agrediendo sus significados más estables,
objetándolos, desde una actitud insufrible y desgarrada, como
153
si la conciencia se autoaniquilara y no fuera posible una mirada
inocente que escapara a esa tensión.

Esta imposibilidad de lo inmanente que deriva en aspiración a la


trascendencia, no desemboca necesariamente en la iluminación
sino en la derrota. En contraste, como tema caro a los románticos,
dice Octavio Paz en Los hijos del limo20:

Ante los desastres de la historia y la degradación de


la época, Wordsworth se vuelve a la infancia y a sus
instantes de transparencia: el tiempo se abre en dos para
que, más que ver la realidad, veamos a través de ella.
Y lo que Wordsworth ve, como quizá nadie haya visto
ni antes ni después de él, no es un mundo fantástico
sino la realidad tal cual: el árbol, la piedra, el arroyo,
cada uno asentado en sí mismo, reposando en su propia
realidad, en una suerte de inmovilidad que no niega el
movimiento. Bloques de tiempo vivo, espacios que
fluyen lentamente bajo la mirada mental: visión del otro
tiempo —un tiempo distinto al de la historia con sus reyes
y sus pueblos en armas, sus comités revolucionarios y
sus curas sanguinarios, sus guillotinas y sus horcas. El
tiempo de la infancia es el tiempo de la imaginación, esa
facultad que Wordsworth llama el alma de la naturaleza
para significar que es un poder transhumano. La
imaginación no está en el hombre, sino que es el espíritu
del lugar y del momento.

De un modo radicalmente opuesto a lo aseverado por Paz a


propósito de Wordsworth, pero inserto en esa otra corriente del
Romanticismo que habría de derivar en la ironía modernista,
en la militancia ideológica y las vanguardias del siglo XX, la
poética de Gustavo Rubio es un hito a nivel de la región, pues
no sucumbe —como suelen la mayoría de líricos del pasado y
la actualidad— a una mirada pretendidamente inocente de las
cosas, de la naturaleza, del ser humano y de los temas eternos
20
Octavio Paz. Los hijos del limo / Vuelta. Bogotá: Oveja Negra. 1985.
P. 41.
154
de la literatura. En su caso, siempre estaremos ante un mundo
fragmentado al que le es imposible el canto, en virtud de esos
agujeros que aquí y allá el pensamiento o la razón imponen,
trastornando la forma literaria en intentos raras veces armónicos
por conciliar poesía y filosofía, poesía y política, ética y estética:
“Una mujer desnuda ignora ese misterio / y cruza la verdad
mostrando su trasero”.

En este sentido es también una poética que al huir del mundo de lo


dado, al no concebirse como inmanencia sino como trascendencia,
no le hace concesiones a la naturaleza, de modo que difícilmente
es posible encontrar en este universo así nombrado ese lirismo
bucólico tan común entre nosotros, pintoresco y, como para
variar, escapista. No, aquí la ironía y la amargura sofocante del
sarcasmo se atraviesan, en menoscabo de natura y de nuestros
esquemas: “Arena y viento como carcajada espléndida”. Y, al
tiempo que tal actitud es el sello distintivo del libro y lo que
lo diferencia de toda una generación literaria del pasado y la
actualidad, es sumamente interesante como fenómeno literario
regional. Y lo es porque, siendo regional, expresa a la luz de
la modernidad, cómo la región ya está saturada de ella, ya está
colonizada, asimilada y nombrada: en suma cómo la modernidad
ya hizo crisis en su periferia por su costado racional; su metafísica
es una metafísica histórica y racionalista, a cambio de aquella
otra tradición regional sobre la que se asienta: la especulativa,
esteticista, fantasiosa y por sobre todo, ahistórica.

Lo cual conlleva a que la forma clásica sea usualmente hostilizada,


como sucediera con los experimentos de la vanguardia, sólo que
aquí tal hecho es una vivencia auténtica: el poema que quiere
salirse de madre, tentado por el graffiti, el panfleto, el libelo o el
ensayo, todos unidos por un hilo que es el de la poesía no en tanto
lenguaje, sino en tanto impulso que se resuelve en visceralidad.
Aquí, verso a verso, en fila india, como un memorial de agravios
se deja oír esa voz desapacible, que nos informa de un asombro
y de una dignidad heridos que nunca terminan de formular sus
querellas: “Alguien recuerda el corte de franela / atrocidades en
nombre del secreto / [...] Cómplices absurdos víctimas de tanto
155
silencio / [...] Nos expulsan del libro / también de las calles y el
futuro”.

Poesía como acción y no como contemplación, exporta a sus


bordes exteriores las mismas tensiones que la socavan. Lucien
Goldmann, citado por Jorge Fernández21, dice: “Habría que
añadir que la obra misma es para el artista y, sobre todo, para el
pensador, no sólo una acción, sino la más eficaz de las acciones
que le son posibles”. Y esto es particularmente cierto si se piensa
que muchos poemas están al borde del pensamiento, y como
pensamiento al borde del señalamiento, del panfleto y, como
tal, al borde de la acción: “La mujer ata sus bragas a un santo
boquiabierto [...] / Atrocidades en nombre del secreto [...] Nos
expulsan del libro / también de las calles y el futuro”. En ese
recorrido, las formas se desgarran tal y como hemos intentado
evidenciar.

El poema citado, como texto específico, se trae igualmente sus


aires de sermón en su notable vocación moralista y en su tono
sentencioso. En este sentido es una crítica a la ciudad, desde la
libertad artística, sí, pero su paradoja se encuentra en el hecho
de cómo funda otra comunidad de interpretación del mundo,
paralela a las de las instituciones organizadas del statu quo. El
núcleo mismo de su crítica, lo que le da origen, es su agujero
negro. Escuchemos a Paz22, citando a Hume:

En la noción de designio o propósito está la noción de


la idea religiosa y allí donde aparece, sin excluir a las
ideas ateas y materialistas, aparece también la religión
y con ella, tarde o temprano, una iglesia, un mito y una
inquisición. El contenido de cada religión puede variar
—el número de dioses e ideas que han adorado y adoran
los hombres es casi infinito—, pero detrás de todas esas

21
Jorge Fernández. “Lucien Goldmann: Creación literaria, visión del
mundo y vida social”. Argumentos, Sociología de la Literatura. Nos.
10–13. Bogotá, 1985. P. 143.
22
Octavio Paz. Op. Cit. P. 147–148.
156
creencias encontramos siempre el mismo esquema:
atribuir un propósito al universo y enseguida identificar
ese propósito con el bien, la libertad, la santidad, la
eternidad o cualquier otra idea del mismo género.

No es difícil deducir de la crítica de Hume esta


consecuencia: el origen de la idea de la historia como
progreso es religiosa y la idea misma es pararreligiosa
[...]. Si la historia posee realmente un sentido, el
transcurrir se vuelve providencial, aunque el nombre
de esa providencia cambie con los cambios de la
sociedad y la cultura: unas veces se llama Dios, otras
evolución, otras dialéctica de la historia. La religión
es una interpretación de la condición original del
hombre, arrojado en un mundo extraño y ante el cual
su primera sensación es la del abandono, orfandad,
desamparo [...]. La crítica de Hume es aplicable a todas
esas filosofías e ideologías que no son sino religiones
vergonzantes, sin dioses pero con sacerdotes, libros
santos, concilios, beatos, verdugos, herejes y réprobos.
Hume anticipó lo que ocurriría cincuenta años después:
la razón adorada como una diosa y el ser supremo de
los filósofos convertido en el Jehová de sectas pedantes
y sanguinarias. La crítica de la religión desplazó al
cristianismo y en su lugar los hombres se apresuraron
a entronizar a una nueva deidad: la política. El “instinto
religioso” contó con la complicidad de la filosofía. Los
filósofos substituyeron una creencia por otra: la religión
revelada por la religión natural, la gracia por la razón.
La filosofía profanó al cielo pero consagró a la tierra; la
consagración del tiempo histórico fue la consagración del
cambio en su forma más intensa e inmediata: la acción
política. La filosofía dejó de ser teoría y descendió entre
los hombres. Su encarnación se llamó revolución. Si
la historia humana es la historia de la desigualdad y la
iniquidad, la redención de la historia, la eucaristía que la
cambia en igualdad y libertad, es la revolución.

157
El tema mítico del tiempo original se convierte en el tema
revolucionario de la sociedad futura. Desde fines del siglo
XVIII y señaladamente desde la Revolución francesa, la
filosofía política revolucionaria confisca uno a uno los
conceptos, valores e imágenes que tradicionalmente
pertenecían a las religiones. Ese proceso de apropiación
se agudiza en el siglo XX, el siglo de las religiones
políticas como los siglos XVI y XVII lo fueron de las
guerras de religión. Desde hace doscientos años hemos
vivido, primero los europeos y después todos los
hombres, en espera de un acontecimiento que posee para
nosotros la gravedad y la fascinación terrible que tenía la
Segunda Vuelta de Cristo para los primeros cristianos: la
Revolución [...].

En el mundo moderno la revolución desplaza a la religión


y por eso los revolucionarios franceses intentaron
cambiar el calendario. Según la conocida frase de Marx,
la misión del filósofo no consiste tanto en interpretar
al mundo como en cambiarlo; ese cambio entraña la
adopción de un nuevo arquetipo temporal: cambio de la
eternidad cristiana por el futuro de las revoluciones. La
función religiosa que consiste en la creación y el cambio
del calendario se convierte en una función revolucionaria
[...]. Desde el nacimiento de la era moderna y con mayor
insistencia durante los últimos cincuenta años, los
dirigentes revolucionarios proclaman que el fin último
de la revolución es cambiar al hombre: la conversión
del individuo y la comunidad. A veces esta pretensión
ha adoptado formas que habrían sido grotescas si no
hubiesen sido atroces como cuando, combinando la
superstición por la técnica y la superstición ideológica,
se llamó a Stalin “ingeniero de hombres”. El ejemplo
de Stalin es aterrador; hay otros que son conmovedores:
Saint Just, Trotsky. Incluso si me conmueve el carácter
prometeico de su pretensión, no tengo más remedio que
deplorar su ingenuidad y condenar su desmesura.

158
En cuanto al contexto histórico y social de la obra, sólo hay que
decir que nace en una época signada por un gran vacío ideológico.
La década de los años 90 no fue propiamente lo que se llama un
hervidero de ideas. Todo lo contrario. Este libro conoce la luz
pública justo en la época en que ya habían muerto sus lectores
en esa Armenia que nombra. Digamos que si en alguna época
circularon activa y productivamente las ideas en esa ciudad, fue
en las décadas del 70 y el 80, cuando el activismo revolucionario
no se distinguía ya del activismo poético y el boom de la novela
latinoamericana se tomaba literalmente todos los escenarios de
la vida intelectual y académica. Además, el libro nace cuando la
cultura del libro empieza a declinar universalmente, al tiempo
que otras tecnologías de la información aparecen, desplazando
al libro en cuanto tal. Notemos además que ese mundo
romántico de la década de los años 60, 70 y algo de los 80, era
indisociable de la cultura del libro: cuando talvez la literatura
tuvo más esplendor universal como consumo masivo. Esta obra
es entonces, en medio del silencio, una señal callada de que el
olvido no es posible: sin bambalinas, o mejor, tras ellas, su autor
lo dio a la luz pública, sin estridencia, y quizá con la esperanza
latente de que no se cumpla un verso suyo que dice: “Aquí todo
lo que piensa es inútil”.

Por su concepción y su composición, bien se ve que estamos ante


una obra construida, edificada, en la que lo menos frecuente es
el azar. Es, lo que se dice, un libro de tesis y ya en este punto es
sutilmente disolvente en relación con el concepto romántico y
estereotipado de lírica. En este universo, en el que nada parece
escapar a la conciencia, ni tan sólo el acto mismo de crear,
hay una gran posesión del lenguaje y de sus recursos, más por
encima de ello, una actitud visceral que convierte en legítimos
no pocos de los epítetos que usa, naturalizando la legitimidad de
su lenguaje y de sus reclamos y un evidente prosaísmo que raya
en la indeterminación como estética y como impugnación de la
estética. En el mismo sentido, filosofía y poesía caminan muy de
la mano, pero en actitud agresiva, recelosa y desconfiada, lance
del cual ni el lenguaje se salva: así, nos encontramos ante la
crítica de la sociedad burguesa y sus valores, como ante la crítica
159
de la literatura como objeto: el lenguaje y sus significados. La
aventura poética aquí, está enlazada a un proyecto orgánico muy
consecuente en su estructura y en su lenguaje, como también
en su ethos en particular y en su visión del mundo. No se trata
del típico gesto de reunir y organizar más o menos unos textos
para luego publicarlos, sino de escribir unos textos con una idea
rectora, unos temas definidos y una estética y un tratamiento
particulares. Implícitamente esta obra combate la idea de la
inspiración como principio de la creación poética.

5. Conclusión

La obra de Gustavo Rubio Guerrero abordada en este estudio,


merece ser considerada como un hito en la historia de la lírica
en la región.

Es una obra por completo insular. Sus rasgos fundamentales en el


tratamiento del verso, derivado de una concepción del mundo en
el que arte y vida se funden en una relación agresiva e indisoluble,
se constituye en un síntoma que es necesario tener en cuenta para
propiciar una reflexión muy activa en torno de lo regional y su
expresión en la lírica.

Puede decirse que es una obra por entero consecuente con su


visión de mundo, desde ese manejo fragmentario de la frase, el
verso y la oración, hasta el plan general de la obra concebida
como una totalidad orgánica, que revela, no obstante, sus fisuras,
sus contradicciones que no son otras que las del tejido social e
ideológico que la sustenta.

En este sentido, se diferencia casi en su totalidad de lo que en


este momento se está escribiendo en el Quindío, lo cual debe ser
interpretado como un síntoma de madurez que, de ser debatido
en espacios intelectuales más amplios, puede potencialmente
constituirse como un impulso que oxigenará las relaciones
ambiguas y débiles que establecen nuestros escritores con su

160
sociedad, su tiempo y la literatura misma como viva expresión de
la praxis social y del modus vivendi de este conglomerado.

Esta obra, puesta en situación, cotejada con nuestras tradiciones


escriturales, revelará mejor la consistencia de sus fundamentos y
muy seguramente, por su carácter contestatario, será una suerte
de manifiesto para quienes, deseosos de dotar de nuevos aires a
los modelos escriturales que están a la orden del día y por el que
se conducen ciegamente los nuevos escritores, quieren anunciar
una visión de mundo cuya fuerza reside en la asunción de la
libertad del ser y la espiritualidad.

161
Bibliografía

Castrillón, Carlos A. Quindío vive en su poesía: Antología


poética del siglo. Armenia: Gerencia de Cultura del Quindío,
2000.
Castrillón, Carlos A. “Prólogo”. En: Estrada Roldán, Noel. Un
camino sin meta. Armenia: Gerencia de Cultura del Quindío,
2000.
Castrillón, Carlos A. “Dos poetas del Quindío”. Revista Pereira
Cultural. No. 2, 1998.
Castrillón, Carlos A. “Poesía y ciudad”. (Prólogo). En: Usaquén,
Martha Lucía. Señales de vida. Armenia: Gerencia de Cultura
del Quindío, 1999.
Fernández, Jorge. “Lucien Goldmann: Creación literaria, visión
del mundo y vida social”. Argumentos, Sociología de la
literatura. Nos. 10–13. Bogotá, 1985.
Garzón, Martha Alexandra y Ramírez, Carlos Alberto. La poesía
en el Quindío. Armenia: Universidad del Quindío, 1995
[Tesis de postgrado].
Gómez de la Serna, Ramón. Goya. Madrid: Espasa–Calpe, 1972.
Gutiérrez, Carlos Fernando. Aproximación crítica a la Literatura
del Gran Caldas. Armenia: Universidad del Quindío, 1997
[Tesis de postgrado].
Paz, Octavio. Los hijos del limo / Vuelta. Bogotá: Oveja Negra.
1985.
Rubio Guerrero, Gustavo. Los muros y la rosa. Armenia: Grupo
Editores, 1997.

162
Anexo: El poeta habla

En un intento por ambientar con sus afirmaciones mi propuesta


interpretativa, invité al autor del libro abordado, a que me
refiriera sus intenciones y un poco de su aventura creativa en la
escritura de su libro.

Parco, cuidadoso, como guardando siempre un as bajo la manga,


con un decir más indicativo que discursivo, dio algunas puntadas
sobre este libro suyo, ampliamente publicitado en su círculo de
amigos y de conocidos.

Las siguientes son afirmaciones suyas acerca de temas que


refuerzan una interpretación de la cual quizá la obra no precisa,
pero que recrea el ámbito de esta propuesta de comprensión de
su obra.

La rosa

La opresión, es la rosa ya como opresión.

Las voces

[...] Aquí hay voces prestadas — en el libro y el Quindío—


porque aquí también carecemos de voz, para decir lo que somos
en cierta manera y lo que no somos, también. Sí, para mí en
ninguna de las posiciones hay una voz, entonces se trata de un yo
muy neutral, muy impersonal, porque el poema «1932» es más
historia, es una voz que se sitúa en esa época. Y, aunque pocos,
ahí hay algunos poemas autobiográficos.

La vieja

[...] La vieja tiene que ver con la rosa, la vieja es un sustituto de


la rosa, es un símbolo. La vieja es la opresión. Es la opresión;

163
como no podía poner rosa, ni decir “Los muros y la vieja”,
entonces tampoco, ¡pues imagínese cómo hubiera quedado eso!
Entonces, ella sale desde allá, y les pone un pañuelo, venda los
ojos de los que van llegando acá. Y los que van llegando son de
muchas partes. Hay un poema que dice de dónde viene la gente,
del proceso de cómo llegó la gente acá. Eso es. Y la vieja les
venda los ojos; es la opresión.

Armenia

[...] Se trataba de tocar la ciudad, Armenia, eso era, y todo su


espectro social, cultural y político.

El panfleto

[...] Este libro es muy contestatario todavía. Lo admito. Es un


defecto.

La poética

[...] Concepto, una. Percepto y —no sé si logré lo otro— que era


la mostración de fuerzas, de afecto, desde el punto de vista de
Spinoza.

Su apuesta poética

[...] Era una pretensión, una veleidad en cierta manera, es decir


a ver cómo le va a ese libro con esas connotaciones que tiene y
cómo me va a mí. De todas maneras era un rechazo a la poesía
que se había escrito en el Quindío hasta ese momento.

La poesía en el Viejo Caldas

[...] Yo simplemente hice un cuestionamiento. Pero digo,


Piedracielismo barato. Hay un poema que tengo ahí, Carlos A.
Castrillón lo remarcó en la Antología de Poesía en el Quindío. No
acepto ese legado que viene de Antioquia y Caldas y que todavía
está presente en los poetas jóvenes. Entonces yo no acepto eso.
164
Eso está muy claro ahí. Yo he visto mucha decadencia y poéticas
envejecidas...

Sus poetas

[...] Cavafis, Pessoa, Baudelaire, Rimbaud, Auden, Cernuda.

La Armenia que sueña

[...] Una ciudad en la que quepamos todos [...] Más solidaridad,


sobre todo lo que tiene que ver más con la convivencia, con la
participación, más acuerdo entre los seres humanos... más una
confraternidad filosófica entre personas.

165
166
Índice

Presentación 7

Los Muros y la Rosa

El coronel Barrera Uribe llega 11


Los ciegos 12
Desnudos 13
Vuelta a Salento 14
Al velorio de tu amor 15
El poeta dice 16
Armenia 17
Quiénes somos 18
Miren esa puerta 19
Oscura razón del amor 20
Cicatera 21
Asambleísta ahora 22
Esta ciudad no crece 23
La muerte no sabe 24
Generación 25
Qué pasa conmigo 26
Dale la espalda al miedo 27
Ayer la libertad 28
La foto 29
1976 30
Soy colombiano 31
Vinieron a visitarme 32
Desaparecidos 33
K. de visita 34
Perdimos la infamia 35
1961 36

167
Cursi línea de aquellos días 37
Adolescentes y muros 38
Opresión 39
Días blancos 40
Esta arena este viento 41
La más bella 42
De jóvenes 43
1932 44
Mis amigos 45
Entre el amor y el desierto 46
Cacique 47
Había 48
El poeta calla 49
Noviembre 2017 50
El hueco donde cabes tú 51
Desaparecida 52
Diario apócrifo 53
Alguien franquea los muros 54
Mechi de la eterna 55
Vengo de la mirada al odio 56
Voten señores 57
¿Qué música es ésa? 58
Íbamos de niños 59
La flor amarilla 60
Íbamos cuando pequeños 61
Parce amanecí 62
Diario de Julia 63
Poeta en la ciudad 64
Otro habla en mí cuando callo 65
Tu amor 66
Desplazados 67
Elecciones 68
Noche perpetua 69
Irma la triste 70
Diario de Juan 71
168
Aún soñamos 72
Esta ciudad que nos muere 73
Católico o presbiteriano 74
La vieja casa 75
Aún así lo escuchamos 76
Ciudad habita ciudad 77
Demiurgo desmemoriado 78
Extraña duda 79
Ventana 80
La veo 81
Aquel extraño 82
Ciudad nueva 83
No es el poeta quien habla 84
Cómo es de rara la vida 85
Alguien sueña por mí 86
Nuevo habitante 87
Olores del desierto 88
El desierto crece 89
Calle hoy breve poema 90
No volvió al colegio el mancito 91

A manera de epílogo 93

Los Muros y la Rosa: Análisis de una poética contestataria


Juan Aurelio García Giraldo 95

Anexo: El poeta habla 163

169
Este libro se terminó de imprimir
en los talleres del Centro de Publicaciones
de la Universidad del Quindío
(Armenia, Colombia)
en el mes de abril de 2010.

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