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"Estoy resuelto a no matar, no permitir que otros maten y a no tolerar ningún acto de
matanza en el mundo, ni en mi pensamiento ni en mi estilo de vida." No podemos
apoyar ningún acto de asesinato. No existe matanza que sea justificable. Sin
embargo, el no matar no es suficiente, sino que tenemos que procurar formas para
evitar que otros lo hagan. No podemos decir: "No es mi responsabilidad. Ellos lo
hicieron. Mis manos están limpias." Si hubieras estado en Alemania durante la
época de los nazis, no podrías haber dicho: "Ellos lo hicieron, no yo". Si durante la
Guerra del Golfo, no hubieras dicho ni hecho nada para tratar de evitar los
asesinatos, entonces no hubieras estado practicando este precepto. Aunque lo que
dijeras o hicieras no sirviera para detener la guerra, lo importante es que lo habrías
intentado recurriendo a tu conocimiento profundo y a tu compasión.
Para observar el Primer Precepto no basta con evitar el matar con tu cuerpo. Si en
tu mente permites que la matanza continúe, también estás rompiendo este precepto.
Debemos estar resueltos a no tolerar los asesinatos, incluso en nuestras mentes.
De acuerdo con el Buda, la mente es la base de todas las acciones. Es muy
peligroso matar mentalmente. Por ejemplo, cuando crees que tus ideas son las
únicas correctas para la humanidad y que cualquiera que piense de otra manera es
tu enemigo, millones de personas podrían morir debido a esas ideas.
Por ejemplo, cuando protestamos contra una guerra, podemos suponer que somos
una persona pacífica, un representante de la paz, pero pudiera ser que eso no sea
cierto. Si vemos a fondo, observaremos que las raíces de la guerra están en las
maneras inconscientes en que hemos estado viviendo. No hemos cultivado
suficientes semillas de paz y entendimiento en nosotros mismos y en otros, por lo
tanto, somos co-responsables: "Porque he sido así, ellos son así". La
“interdependencia” es un enfoque más holístico: "Esto es así porque aquello es así".
Éste es el sendero del entendimiento y del amor. Con este conocimiento profundo,
podemos ver con claridad y ayudar a nuestro gobierno a ver con claridad. Entonces,
podemos asistir a una manifestación y decir, "Esta guerra es injusta, destructiva e
impropia de nuestra gran nación". Esto es mucho más eficaz que condenar con
enojo a otros. El enojo siempre acelera el daño.
Todos nosotros, incluyendo a los pacifistas, sufrimos por dentro. Nos sentimos
enojados y frustrados y necesitamos encontrar a alguien dispuesto a escucharnos y
que sea capaz de comprender nuestro sufrimiento. En la iconografía budista, existe
un bodhisattva llamado Avalokitesvara quien tiene mil brazos y mil manos, así como
un ojo en la palma de cada mano. Las mil manos representan acción y el ojo en
cada mano representa el entendimiento. Cuando entiendes una situación o a una
persona, cualquier acción que lleves a cabo será de ayuda y no causará más
sufrimiento. Cuando tengas un ojo en la mano, sabrás cómo practicar la verdadera
no violencia.
Para practicar la no violencia, primero que nada, todos tenemos que practicarla con
nosotros mismos. En todos nosotros hay cierta cantidad de violencia y cierta
cantidad de no violencia. Dependiendo de nuestro estado de ánimo, nuestra
respuesta a las cosas será más o menos violenta. Incluso, si por ejemplo, nos
enorgullece ser vegetarianos, tenemos que reconocer que el agua en que hervimos
nuestros vegetales contiene muchos pequeños microorganismos. No podemos ser
completamente no violentos, pero al ser vegetarianos vamos en la dirección de la no
violencia. Si queremos dirigirnos al norte, podemos utilizar la Estrella del Norte para
que nos guíe, pero es imposible que lleguemos a la Estrella del Norte. Nuestro
esfuerzo se concentra en seguir en esa dirección.
Cualquiera puede practicar algo de no violencia, incluso los generales del ejército.
Por ejemplo, pueden conducir sus operaciones en modos que eviten matar a gente
inocente. Para ayudar a los soldados a avanzar en la dirección de la no violencia,
tenemos que estar en contacto con ellos. En el mundo jamás habrá paz si dividimos
la realidad en dos campos –el violento y el no violento– y estamos en un campo
mientras que atacamos al otro. Siempre culparemos y condenaremos a quienes
consideramos que son los responsables de las guerras y la injusticia social, sin
reconocer el grado de violencia que hay en nosotros mismos. Si deseamos lograr un
verdadero impacto, debemos trabajar en nosotros mismos y también trabajar con
aquellos a los que condenamos.
Nunca sirve de nada marcar una raya y hacer a un lado a algunas personas
considerándolas enemigas, incluso a las que actúan con violencia. Tenemos que
abordarlas con amor en nuestros corazones y hacer todo lo que nos sea posible
para ayudarles a avanzar en la dirección de la no violencia. Si trabajamos por la paz
con enojo, nunca tendremos éxito. La paz no es un fin. Jamás puede lograrse por
medios no pacíficos.
La vida es tan preciosa, sin embargo, en nuestras vidas diarias nos dejamos llevar
por nuestro olvido, enojo y preocupaciones, perdidos en el pasado, incapaces de
tocar la vida en el momento presente. Cuando estamos verdaderamente vivos, todo
lo que hacemos o tocamos es un milagro. Practicar atención pena es regresar a la
vida en el momento presente. La práctica del Primer Precepto es una celebración de
reverencia a la vida. Cuando apreciemos y honremos la belleza de la vida, haremos
todo lo que esté a nuestro alcance para proteger todas las vidas.
THICH NHAT HANH es un monje budista zen, activista por la paz, académico y poeta. Es el fundador de la
Universidad Budista Van Hanh en Saigón; ha impartido clases en la Universidad de Columbia y en la Sorbona.
Actualmente, vive en el sur de Francia donde se dedica a la jardinería, a ayudar a los necesitados y viaja
internacionalmente impartiendo sus enseñanzas sobre "el arte de vivir con atención plena". Martin Luther King,
Jr., lo nominó para el Premio Nobel de la Paz en 1967, expresando: "Personalmente no conozco a nadie que
sea más merecedor del Premio Nobel de la Paz que este gentil monje de Vietnam."
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