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DOCUMENTOS EPISTOLA ENCÍCLICA

PONTIFICIOS Sanctissimi Domini Nostri divina providentia Pii Papæ X


ad Patriarchas Primates Archiespíscopos Epíscopos
DE SAN PIO X aliosque locorum Ordinarios pacem et communiomem
cum Apostolica Sede habentes.

VENERABILIBUS FRATRIBUS
PATRIARCHIS PRIMATIBUS ARCHIEPISCOPIS EPISCOPIS
ALIISQUE LOCORUM ORDINARIIS
PACEM ET COMMUNIONEM CUM APOSTOLICA SEDE HABENTIBUS

El peso del Pontificado


Al dirigirnos por primera vez a vosotros desde la suprema cátedra apostó-
lica a la que hemos sido elevados por el inescrutable designio de Dios, no es
necesario recordar con cuántas lágrimas y oraciones hemos intentado recha-
zar esta enorme carga del Pontificado. Podríamos, aunque Nuestro mérito
es absolutamente inferior, aplicar a Nuestra situación la queja de aquel gran
santo, Anselmo, cuando a pesar de su oposición, incluso de su aversión, fue
obligado a aceptar el honor del episcopado. Porque Nos tenemos que recu-
rrir a las mismas muestras de desconsuelo que él profirió para exponer con
CARTA ENCÍCLICA qué ánimo, con qué actitud hemos aceptado la pesadísima carga del oficio
“E SUPREMI APOSTOLATUS” de apacentar la grey de Cristo. Mis lágrimas son testimonio —esto dice—,
así como mis quejas y los suspiros de lamento de mi corazón; cuales en
ninguna ocasión y por ningún dolor recuerdo haber derramado hasta el
día en que cayó sobre mí la pesada suerte del arzobispado de Canterbury.
Sobre la falta de doctrina y el deber No pudieron dejar de advertirlo todos aquellos que en aquel día contem-
de darla a conocer plaron mi rostro... Yo con un color más propio de un muerto que de una
persona viva, palidecía con doloroso estupor. A decir verdad, hasta ese
momento hice todo lo posible por rechazar lejos de mí esa elección, o por
mejor decir esa extorsión.
ENCÍCLICA “E SUPREMI APOSTOLATUS” ENCÍCLICA “E SUPREMI APOSTOLATUS” 2

Pero ya, de grado o por fuerza, tengo que confesar que a diario los de- propia debilidad, Nos espantaba tener que hacer frente a un problema que
signios de Dios resisten más y más a mis planes, de modo que comprendo no admitía ninguna dilación y sí tenía muchas dificultades.
que es absolutamente imposible oponerme a ello. De ahí que, vencido por
la fuerza no de los hombres sino de Dios, contra la que no hay defensa
posible, entendí que mi deber era adoptar una única decisión: «¡Instaurar todas las cosas en Cristo!»
después de haber orado cuanto pude y haber intentado que, si era po-
sible, ese cáliz pasara de mí sin beberlo... entreguéme por completo al Sin embargo, puesto que agradó a la divina voluntad elevar nuestra
sentir y a la voluntad de Dios, dejando de lado mi propio sentir y mi vo- humildad a este supremo poder, descansamos el espíritu en aquel que Nos
luntad.1 conforta y poniendo manos a la obra, apoyados en la fuerza de Dios, mani-
festamos que en la gestión de Nuestro pontificado tenemos un sólo propósi-
Los hombres están hoy apartados de Dios to, instaurarlo todo en Cristo,4 para que efectivamente todo y en todos sea
Cristo.5
Y efectivamente no Nos faltaron múltiples y graves motivos para rehusar Habrá indudablemente quienes, porque miden a Dios con categorías
el Pontificado. Ante todo el que de ningún modo, por nuestra insignifican- humanas, intentarán escudriñar Nuestras intenciones y achacarlas a intereses
cia, nos considerábamos dignos del honor del pontificado; ¿a quién no le y afanes de parte.
conmovería ser designado sucesor de aquel que gobernó la Iglesia con ex- Para salirles al paso, aseguramos con toda firmeza que Nos nada que- re-
trema prudencia durante casi veintiséis años, sobresalió en tanta agudeza de mos ser, y con la gracia de Dios nada seremos ante la humanidad sino Mi-
ingenio, tanto resplandor de virtudes que convirtió incluso a sus enemigos nistro de Dios, de cuya autoridad somos instrumentos. Los intereses de
en admiradores y consagró la memoria de su nombre con hechos extraordi- Dios son Nuestros intereses; a ellos hemos decidido consagrar nuestras
narios? Luego, dejando aparte otros motivos, Nos llenaba de temor sobre fuerzas y la vida misma. De ahí que si alguno Nos pide una frase simbólica,
todo la tristísima situación en que se encuentra la humanidad. ¿Quién igno- que exprese Nuestro propósito, siempre le daremos sólo esta: ¡instaurar
ra, efectivamente, que la sociedad actual, más que en épocas anteriores, está todas las cosas en Cristo!
afligida por un íntimo y gravísimo mal que, agravándose por días, la devora
hasta la raíz y la lleva a la muerte? Comprendéis, Venerables Hermanos,
cuál es el mal; la defección y la separación de Dios: nada más unido a la Los hombres contra Dios
muerte que esto, según lo dicho por el Profeta:2 Pues he aquí que quienes
se alejan de tí, perecerán. Detrás de la misión pontificia que se me ofrecía, Ciertamente, al hacernos cargo de una empresa de tal envergadura y al in-
Nos veíamos el deber de salir al paso de tan gran mal: Nos parecía que reca- tentar sacarla adelante Nos proporciona, Venerables Hermanos, una extra-
ía en Nos el mandato del Señor: Hoy te doy sobre pueblos y reinos poder ordinaria alegría el hecho de tener la certeza de que todos vosotros seréis
de destruir y arrancar, de edificar y plantar;3 pero, conocedor de Nuestra unos esforzados aliados para llevarla a cabo. Pues si lo dudáramos os califi-
caríamos de ignorantes, cosa que ciertamente no sois, o de negligentes ante
1
Epp. 1, III. Ep. 1.
2 4
Sal 72, 26. Ef 1,10.
3 5
Jr 1,10. Col 3,11.
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este funesto ataque que ahora en todo el mundo se promueve y se fomenta el triunfo. Estas advertencias nos hace el mismo Dios en las Es- crituras
contra Dios; puesto que verdaderamente contra su Autor se han amotinado Santas. Pasa por alto, en efecto, los pecados de los hombres,10 como olvi-
las gentes y traman las naciones planes vanos ;6 parece que de todas partes dado de su poder y majestad: pero luego, tras simulada indi- ferencia, irri-
se eleva la voz de quienes atacan a Dios: Apártate de nosotros.7 Por eso, en tado como un borracho lleno de fuerza,11 romperá la cabeza a sus enemi-
la mayoría se ha extinguido el temor al Dios eterno y no se tiene en cuenta gos12 para que todos reconozcan que el rey de toda la tierra es Dios13 y
la ley de su poder supremo en las costumbres ni en público ni en privado: sepan las gentes que no son más que hombres.14
aún más, se lucha con denodado esfuerzo y con todo tipo de maquinaciones Todo esto, Venerables Hermanos, lo mantenemos y lo esperamos con fe
para arrancar de raíz incluso el mismo recuerdo y noción de Dios. cierta. Lo cual, sin embargo, no es impedimento para que, cada uno por su
Es indudable que quien considere todo esto tendrá que admitir de plano parte, también procure hacer madurar la obra de Dios: y eso, no sólo pi-
que esta perversión de las almas es como una muestra, como el prólogo de
diendo con asiduidad: Álzate, Señor, no prevalezca al hombre,15 sino —lo
los males que debemos esperar en el fin de los tiempos; o incluso pensará que es más importante— con hechos y palabras, abiertamente a la luz del
que ya habita en este mundo el hijo de la perdición8 de quien habla el Após- día, afirmando y reivindicando para Dios el supremo dominio sobre los
tol. En verdad, con semejante osadía, con este desafuero de la virtud de la hombres y las demás criaturas, de modo que Su derecho a gobernar y su
religión, se cuartea por doquier la piedad, los documentos de la fe revelada
poder reciba culto y sea fielmente observado por todos.
son impugnados y se pretende directa y obstinadamente apartar, destruir
cualquier relación que medie entre Dios y el hombre. Por el contrario —esta
es la señal propia del Anticristo según el mismo Apóstol—, el hombre mis- El deseo de paz: dónde encontrarla
mo con temeridad extrema ha invadido el campo de Dios, exaltándose por
encima de todo aquello que recibe el nombre de Dios; hasta tal punto que Esto es no sólo una exigencia natural, sino un beneficio para todo el géne-
—aunque no es capaz de borrar dentro de sí la noción que de Dios tiene—, ro humano. ¿Cómo no van a sentirse los espíritus invadidos, Hermanos Ve-
tras el rechazo de Su majestad, se ha consagrado a sí mismo este mundo nerables, por el temor y la tristeza al ver que la mayor parte de la humani-
visible como si fuera su templo, para que todos lo adoren. Se sentará en el dad, al mismo tiempo que se enorgullece, con razón, de sus progresos, se
templo de Dios, mostrándose como si fuera Dios.9 hace la guerra tan atrozmente que es casi una lucha de todos contra todos?
Efectivamente, nadie en su sano juicio puede dudar de cuál es la batalla El deseo de paz conmueve sin duda el corazón de todos y no hay nadie que
que está librando la humanidad contra Dios. Se permite ciertamente el hom- no la reclame con vehemencia. Sin embargo, una vez rechazado Dios, se
bre, en abuso de su libertad, violar el derecho y el poder del Creador; sin busca la paz inútilmente porque la justicia está desterrada de allí donde Dios
embargo, la victoria siempre está de la parte de Dios; incluso tanto más in- está ausente; y quitada la justicia, en vano se espera la paz. La paz es obra
minente es la derrota, cuanto con mayor osadía se alza el hombre esperando
10
Sb 11, 24.
11
Sal 77, 65.
6 12
Sal 2,1. Sal 67, 22.
7 13
Job 21, 14. Sal 46, 7.
8 14
2 Ts 2, 3. Sal 9, 20.
9 15
2 Ts 2, 4. Sal 9, 19.
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de la justicia.16 vivo y verdadero, uno en naturaleza, trino en personas, creador del mundo,
que todo lo prevé con suma sabiduría, y también legislador justísimo que
Sabemos que no son pocos los que, llevados por sus ansias de paz, de castiga a los pecadores y tiene dispuesto el premio a los virtuosos.
tranquilidad y de orden, se unen en grupos y facciones que llaman «de or- Por lo demás, tenemos ante los ojos el camino por el que llegar a Cristo:
den». ¡Oh, esperanza y preocupaciones vanas! El partido del orden que la Iglesia. Por eso, con razón, dice el Crisóstomo: Tú esperanza la Iglesia,
realmente puede traer una situación de paz después del desorden es uno tú salvación la Iglesia, tú refugio la Iglesia.21 Pues para eso la ha fundado
sólo: el de quienes están de parte de Dios. Así pues, éste es necesario pro- Cristo, y la ha conquistado al precio de su sangre; y a ella encomendó su
mover y a él habrá que atraer a todos, si son impulsados por su amor a la doctrina y los preceptos de sus leyes, al tiempo que la enriquecía con los
paz. generosísimos dones de su divina gracia para la santidad y la salvación de
Y verdaderamente, Venerables Hermanos, esta vuelta de todas las na- los hombres.
ciones del mundo a la majestad y al imperio de Dios, nunca se producirá,
sean cuales fueren nuestros esfuerzos, si no es por Jesús el Cristo. Pues
advierte el Apóstol: Nadie puede poner otro fundamento, -fuera del que
El deber concreto de los Pastores
está ya puesto, que es Cristo Jesús".17 Evidentemente es el mismo a quien Ya veis, Venerables Hermanos, cuál es el oficio que en definitiva se confía
el Padre santificó y envió al mundo;18 el esplendor del Padre y la imagen tanto a Nos como a vosotros: que hagamos volver a la sociedad humana,
de su sustancia,19 Dios verdadero y verdadero hombre: sin el cual nadie alejada de la sabiduría de Cristo, a la doctrina de la Iglesia. Verdaderamente
podría conocer a Dios como se debe; pues nadie conoce al Padre sino el la Iglesia es de Cristo y Cristo es de Dios. Y si, con la ayuda de Dios, lo
Hijo y aquel a quien el Hijo quisiera revelárselo.20 logramos, nos alegra- remos porque la iniquidad habrá cedido ante la justi-
cia y escucharemos gozosos una gran voz del cielo que dirá: “Ahora llega
la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cris-
Que los hombres vuelvan a Dios, por la Iglesia to”.22

De lo cual se concluye que instaurar todas las cosas en Cristo y hacer Ahora bien, para que el éxito responda a los deseos, es preciso intentar
que los hombres vuelvan a someterse a Dios es la misma cosa. Así, pues, es por todos los medios y con todo esfuerzo arrancar de raíz ese crimen cruel y
ahí a donde conviene dirigir nuestros cuidados para someter al género detestable, característico de esta época: el afán que el hombre tiene por co-
humano al poder de Cristo: con Él al frente, pronto volverá la humanidad al locarse en el lugar de Dios; habrá que devolver su antigua dignidad a los
mismo Dios. A un Dios, que no es aquel despiadado, despectivo para los preceptos y consejos evangélicos; habrá que proclamar con más firmeza las
humanos que han imaginado en sus delirios los materialistas, sino el Dios verdades transmitidas por la Iglesia, toda su doctrina sobre la santidad del
matrimonio, la educación doctrinal de los niños, la propiedad de bienes y su
16
Is 32, 17. uso, los deberes para y con quienes administran el Estado; en fin, deberá
17
1 Cor 3, 11. restablecerse el equilibrio entre los distintos órdenes de la sociedad, la ley y
18
Jn 10, 36.
19 21
Hb 1, 3. Hom. de capto Eutropio, nº. 6.
20 22
Mt 11, 27. Ap 12, 10.
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las costumbres cristianas. En esta situación, ¡qué cuidado debéis poner, Venerables Hermanos, en la
formación del clero para que sean santos! Es necesario que todas las demás
Los medios: formar buenos sacerdotes tareas que se os presentan, sean cuales fueren, cedan ante ésta. Por eso, la
parte mejor de vuestro celo debe emplearse en la organización y el régimen
Nos, por supuesto, secundando la voluntad de Dios, nos proponemos in- de los seminarios sagrados de modo que florezcan por la integridad de su
tentarlo en nuestro pontificado y lo seguiremos haciendo en la medida de doctrina y por la santidad de sus costumbres. Cada uno de vosotros tenga
nuestras fuerzas. A vosotros. Venerables Hermanos, os corresponde se- en el Seminario las delicias de su corazón, sin omitir para su buena marcha
cundar Nuestros afanes con vuestra santidad, vuestra ciencia, vuestras vidas nada de lo que estableció con suma prudencia el Concilio de Trento.
y vuestros anhelos, ante todo por la gloria de Dios; sin esperar ningún otro Cuando llegue el momento de tener que iniciar a los candidatos en las
premio sino el hecho de que en todos se forme Cristo.23 órdenes sagradas, por favor no olvidéis la prescripción de Pablo a Timoteo:
Y ya apenas es necesario hablar de los medios que nos pueden ayudar en A nadie impongas las manos precipitadamente;28 considerad con atención
semejante empresa, puesto que están tomados de la doctrina común. De que de ordinario los fieles serán tal cual sean aquellos a quienes destinéis al
vuestras preocupaciones, sea la primera formar a Cristo en aquellos que por sacerdocio. Por tanto no tengáis la mira puesta en vuestra propia utilidad,
razón de su oficio están destinados a formar a Cristo en los demás. Pienso mirad únicamente a Dios, a la Iglesia y la felicidad eterna de las almas, no
en los sacerdotes. Venerables Hermanos. Que todos aquellos que se han sea que, como advierte el Apóstol, tengáis parte en los pecados de otros.29
iniciado en las órdenes sagradas sean conscientes de que, en las gentes con
quienes conviven, tienen asignada la provincia que Pablo declaró haber reci-
bido con aquellas palabras llenas de cariño: Hijitos míos, por quienes sufro Cuidar a los sacerdotes jóvenes
de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros.24 Pues,
¿quiénes serán capaces de cumplir su misión si antes no se han re- vestido Otra cosa: que los sacerdotes principiantes y los recién salidos del se- mi-
de Cristo? Y revestido de tal manera que puedan hacer suyo lo que también nario no echen de menos vuestros cuidados. A éstos —os lo pedimos con
decía el Apóstol: ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí.25 Para mí la toda el alma—, atraedlos con frecuencia hasta vuestro corazón, que debe
vida es Cristo.26 Por eso, si bien a todos los fieles se dirige la exhortación alimentarse del fuego celestial, encendedlos, inflamadlos de manera que
que lleguemos a varones perfectos, a la medida de la plenitud de Cristo,27 anhelen sólo a Dios y el bien de las almas. Nos ciertamente, Venerables
sin embargo se refiere sobre todo a aquel que desempeña el sacerdocio; Hermanos, proveeremos con la mayor diligencia para que estos hombres
pues se le denomina otro Cristo no sólo por la participación de su potestad, sagrados no sean atrapados por las insidias de esta ciencia nueva y engañosa
sino porque imita sus hechos, y de este modo lleva impresa en sí mismo la que no tiene el buen olor de Cristo y que, con falsos y astutos argumentos,
imagen de Cristo. pretende impulsar los errores del racionalismo y el semirracionalismo; con-
tra esto ya el Apóstol precavía a Timoteo cuando le escribía: Guarda el
23
Gal 4, 19. depósito que se te ha confiado, evitando las novedades profanas y las con-
24
Gal 4, 19. tradicciones de la falsa ciencia que algunos profesan extraviándose de la
25
Gal 2, 10.
26 28
Flp 1, 21. 1 Tm 5, 22.
27 29
Ef 4, 13. 1 Tm 5, 22.
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fe.30 Esto no impide que Nos estimemos dignos de alabanza los sacerdotes fácilmente al error, sino también en las clases más cultas, e incluso en quie-
jóvenes que siguen estudios de ciencias útiles en cualquier campo de la sa- nes sobresalen en otros campos por su erudición. Precisamente de aquí pro-
biduría, para hacerse más instruidos en la guarda de la verdad y rechazar cede la falta de fe de muchos. Pues no hay que atribuir la falta de fe a los
mejor las calumnias de los odiadores de la fe. Sin embargo, no podemos progresos de la ciencia, sino más bien a la falta de ciencia; de manera que
ocultar, antes al contrario lo manifestamos abiertamente, que serán siempre donde mayor es la ignorancia, más evidente es la falta de fe. Por eso Cristo
Nuestros predilectos quienes, sin menospreciar las disciplinas sagradas y mandó a los Apóstoles: Id y enseñad a todas las gentes.35
profanas, se dedican ante todo al bien de las almas buscando para sí los do- Y ahora, para que el trabajo y los desvelos de la enseñanza produzcan los
nes que convienen a un sacerdote celoso por la gloria de Dios. Nos te- ne- esperados frutos y en todos se forme Cristo, quede bien grabado en la me-
mos una gran tristeza y un dolor continuo en el corazón,31 al comprobar moria, Venerables Hermanos, que nada es más eficaz que la caridad. Pues el
que es aplicable a nuestra época aquella lamentación de Jeremías: Los pe- Señor no está en la agitación.36 Es un error esperar atraer las almas a Dios
queños pidieron pan y no había quien se lo partiera.32 No faltan en el clero con un celo amargo: es más, increpar con acritud los errores, re- prender
quienes, de acuerdo con sus propias cualidades, se afanan en cosas de una con vehemencia los vicios, a veces es más dañoso que útil. Ciertamente el
utilidad quizá no muy definida, mientras, por el contrario, no son tan nume- Apóstol exhortaba a Timoteo: Arguye, exige, increpa, pero añadía, con
rosos los que, a ejemplo de Cristo, aceptan la voz del Profeta: El Espíritu toda paciencia.37
me ungió, me envió para evangelizar a los pobres, para sanar a los contri- También en esto Cristo nos dio ejemplo: Venid, así leemos que El dijo,
tos de corazón, para predicar a los cautivos la libertad y a los ciegos la venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados y Yo os aliviaré.38 En-
recuperación de la vista.33 tendía por los que trabajaban y estaban cargados no a otros sino a quienes
están dominados por el pecado y por el error. ¡Cuánta mansedumbre en
La falta de doctrina: enseñar con caridad aquel divino Maestro! ¡Qué suavidad, qué misericordia con los atormenta-
dos! Describió exactamente Su corazón Isaías con estas palabras: Pondré
mi espíritu sobre él; no gritará, no hablará fuerte; no romperá la caña
¿A quién se le oculta, Venerables Hermanos, ahora que los hombres se ri-
cascada, ni apagará la mecha que todavía humea.39
gen sobre todo por la razón y la libertad, que la enseñanza de la religión es
el camino más importante para replantar el reino de Dios en las almas de los Y es preciso que esta caridad, paciente y benigna40 se extienda hasta
hombres? ¡Cuántos son los que odian a Cristo, los que aborrecen a la Iglesia aquellos que nos son hostiles o nos siguen con animosidad. Somos mal-
y al Evangelio por ignorancia más que por maldad! De ellos podría decirse decidos y bendecimos, así hablaba Pablo de sí mismo, padecemos perse-
con razón: Blasfeman de todo lo que desconocen.34 Y este hecho se da no cución y la soportamos; difamados, consolamos.41 Quizá parecen peores de
sólo entre el pueblo o en la gente sin formación que, por eso, es arrastrada 35
Mt 28, 19.
36
3 Re 19, 11.
30 37
1 Tm 6, 20s. 2 Tm 4, 2.
31 38
Rm 9, 2. Mt 11, 28.
32 39
Tren 4, 4. Is 42, 1s.
33 40
Lc 4, 18-19. 1 Cor 13, 4.
34 41
Jud 10. 1 Cor 4, 12s.
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lo que son. Pues con el trato, con los prejuicios, con los consejos y ejemplos Pues acción piden los tiempos; pero una acción que se apoye en la obser-
de los demás, y en fin con el mal consejero amor propio se han pasado al vancia santa e íntegra de las leyes divinas y los preceptos de la Iglesia, en la
campo de los impíos: sin embargo, su voluntad no es tan depravada como profesión libre y abierta de la religión, en el ejercicio de toda clase de obras
incluso ellos pretenden parecer. ¿Cómo no vamos a esperar que el fuego de de caridad, sin apetencias de provecho propio o de ventajas terrenas. Mu-
la caridad cristiana disipe la oscuridad de las almas y lleve consigo la luz y la chos ejemplos luminosos de éstos por parte de los soldados de Cristo, ten-
paz de Dios? Quizás tarde algún tiempo el fruto de nuestro trabajo: pero la drán más valor para conmover y arrebatar las almas que las exquisitas dis-
caridad nunca desfallece, consciente de que Dios no ha prometido el premio quisiciones verbales: y será fácil que, rechazado el miedo y libres de prejui-
a los frutos del trabajo, sino a la voluntad con que éste se realiza. cios y de dudas, muchos vuelvan a Cristo y difundan por doquier su doctri-
na y su amor; todo esto es camino para una felicidad auténtica y sólida.
Por supuesto, si en las ciudades, si en cualquier aldea se observan fielmen-
El deber insustituible de los Obispos te los mandamientos de Dios, si se honran las cosas sagradas, si es frecuente
el uso de los sacramentos, si se vive de acuerdo con las normas de vida cris-
Pero, Venerables Hermanos, no es mi intención que, en todo este es- tiana, Venerables Hermanos, ya no habrá que hacer ningún esfuerzo para
fuerzo tan arduo para restituir en Cristo a todas las gentes, no contéis voso- que todo se instaure en Cristo.
tros y vuestro clero con ninguna ayuda. Sabemos que Dios ha dado manda- Y no se piense que con esto buscamos sólo la consecución de los bienes
tos a cada uno referentes al prójimo ".42 Así que trabajar por los intereses de celestiales; también ayudará todo ello, y en grado máximo, a los intereses
Dios y de las almas es propio no sólo de quienes se han dedicado a las fun- públicos de las naciones. Pues, una vez logrados esos objetivos, los pró-
ciones sagradas, sino también de todos los fieles: y ciertamente cada uno no ceres y los ricos asistirán a los más débiles con justicia y con caridad, y
de acuerdo con su iniciativa y su talante, sino siempre bajo la guía y las indi- éstos a su vez llevarán en calma y pacientemente las angustias de su des-
caciones de los Obispos; pues presidir, enseñar, gobernar la Iglesia a nadie igual fortuna; los ciudadanos no obedecerán a su ambición sino a las leyes;
ha concedido sino a vosotros, a quienes el Espíritu Santo puso para regir se aceptará el respeto y el amor a los príncipes y a cuantos gobiernan el
la Iglesia de Dios.43 Estado, cuyo poder no procede, sino de Dios.44 ¿Qué más? Entonces, fi-
Que los católicos formen asociaciones, con diversos propósitos pero nalmente, todos tendrán la persuasión de que la Iglesia, por cuanto fue fun-
siempre para bien de la religión. Nuestros Predecesores desde ya hace tiem- dada por Cristo, su creador, debe gozar de una libertad plena e íntegra y no
po las aprobaron y las sancionaron dándoles gran impulso. Y Nos no duda- estar sometida a un poder ajeno; y Nos al reivindicar esta misma libertad, no
mos de honrar esa egregia institución con nuestra alabanza y deseamos ar- sólo defendemos los derechos sacrosantos de la religión, sino que velamos
dientemente que se difunda y florezca en las ciudades y en los medios rura- por el bien común y la seguridad de los pueblos. Es evidente que la piedad
les. Sin embargo, de semejantes asociaciones Nos esperamos ante todo y es útil para todo:45 con ella incólume y vigorosa el pueblo habitará en mo-
sobre todo que cuantos se unen a ellas vivan siempre cristianamente. De rada llena de paz.46
poco sirve discutir con sutilezas acerca de muchas cuestiones y disertar con
elocuencia sobre derechos y deberes, si todo eso se separa de la acción.
44
Rm 13, 1.
42 45
Ecli 17, 12. 1 Tm 4, 8.
43 46
Hch 20, 28. Is 32, 18.
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Exhortación final
Que Dios, rico en misericordia,47 acelere benigno esta instauración de la
humanidad en Cristo Jesús; porque ésta es una tarea no del que quiere ni del
que corre sino de Dios que tiene misericordia. 48 Y nosotros, Venerables
Hermanos, con espíritu humilde,49 con una oración continua y apremiante,
pidámoslo por los méritos de Jesucristo. Utilicemos ante todo la intercesión
poderosísima de la Madre de Dios: Nos queremos lograrla al fechar esta
carta en el día establecido para conmemorar el Santo Rosario; todo lo que
Nuestro Antecesor dispuso con la dedicación del mes de octubre a la Virgen
augusta mediante el rezo público de Su rosario en todos los templos, Nos
igualmente lo disponemos y lo confirmamos; y animamos también a tomar
como intercesores al castísimo Esposo de la Madre de Dios, patrono de la
Iglesia católica, y a San Pedro y San Pablo, príncipes de los apóstoles.
Para que todos estos propósitos se cumplan cabalmente y todo salga
según vuestros deseos, imploramos la generosa ayuda de la divina gracia. Y
en testimonio del muy tierno amor de que os hago objeto a vosotros y a
todos los fieles que la providencia divina ha querido encomendarnos, os
impartimos con todo cariño en el Señor la bendición apostólica a vosotros,
Venerables Hermanos, al clero y a vuestro pueblo.
Dado en Roma junto a San Pedro, el día 4 de octubre de 1903, primer
año de Nuestro Pontificado.

PIO PAPA X

47
Ef 2, 4.
48
Rm 9, 16.
49
Dan 3, 19.

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