Sunteți pe pagina 1din 1

Gestos

Hace poco sentada a la mesa, me sorprendí repitiendo un gesto de mi madre. Ya no


recuerdo si estaba sola en la mesa o acompañada, la sorpresa fue tan fuerte que obliteró
lo que me rodeaba, como una foto sobreexpuesta. Era un gesto trivial, anodino: tomar el
borde del mantelito que se tiene delante y plegar el borde dos o tres veces sobre sí
mismo en dirección del plato, como quien pliega una hoja de papel. Es un gesto que
observé en mi madre durante el mes que pasé con ella después de la muerte de mi padre.
Se había quedado sola. No quería comer. Creo que el gesto nació entonces, como
distracción o rechazo, aunque quizá lo tuviera de antes. Pero antes yo no me fijaba en
mi madre. En cambio, en estas interminables comidas compartidas, vigilaba su más
mínimo movimiento, acaso porque me sentía responsable. O culpable.
Mi madre y yo nos parecíamos físicamente. Mi madre se empeñaba en extender ese
parecido al dominio de lo psíquico, cuando me llevaba de chica a un médico nuevo
siempre prefaciaba su informe con la frase “Doctor, esta chica es un calco mío”. Uno
solo de esos médicos, recuerdo, le pidió que esperara afuera: quería hablar conmigo a
solas. No recuerdo qué preguntas me hizo pero sí recuerdo que nunca más volvimos a
verlo.
Ya adulta, durante años me jacté de que, con toda deliberación, me había esforzado por
no parecerme a mi madre. En cambio, intentaba parecerme a mi padre. Ahora este gesto
mínimo, inconsciente, que se inscribió en la memoria de mi cuerpo cuando observaba a
mi madre desamparada, me señala lo contrario. Es como si citara a mi madre, y la cita
me inquieta porque no la puedo controlar.
Recuerdo que mi hermana, de adulta, empezó a hablar como mi madre, a citarla
textualmente. Repetía esas frases hechas que, de chicas, nos divertía imitar: “Me vas a
matar a disgustos” o “Las chicas de hoy ya no saben hacerse respetar”. Las decía con el
mismo tono de mi madre, ese tono melancólico y resignado que caracteriza la doxa
argentina. En mi caso no se trata de palabras sino de un pobre gesto, insignificante.
Puedo verlo como una burla a mis intentos de imponer distancia con respecto a mi
madre o como un oscuro homenaje. Elijo lo último: es, como hubiera dicho ella, más
llevadero.

Varia imaginación, de Sylvia Molloy. Ed.Beatriz Viterbo (2003)

S-ar putea să vă placă și