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A pesar de la dependencia que el teatro romano presenta con respecto al teatro griego, muy
del teatro griego y va olvidando otros. Para los romanos pasa a ser el teatro un juego, en
contra de la
concepción griega, que lo consideraba un ritual. Con Roma aparece la figura del empresario,
que paga a
los actores y autores, y que cobra una entrada al público. Sólo cuando el Estado se hace cargo
de los
espectáculos teatrales pasan a ser gratuitos. Los romanos apenas cultivan la tragedia y si lo
hacen, como
en el caso de Séneca, no es para representarla, sino para leerla en voz alta en círculos
escogidos. Sin
embargo, cultivan con gran fortuna la comedia, crítica de tipos humanos y de costumbres
sociales.
Dos son los autores cómicos principales en Roma: Plauto y Terencio. El primero, de origen
humilde,
era actor hasta que decidió convertirse en comediógrafo con gran éxito. Sus obras representan
personajes ridículos por sus deformidades morales, como el avaro de Aulularia, o el soldado
fanfarrón
en Miles gloriosus. Terencio, que era un esclavo liberado por su amo debido a su inteligencia y
talento,
era mucho más refinado y recibió la influencia de Menandro, el comediógrafo griego. Su obra
completa,
Teatro Mérida
En Roma el teatro no tuvo el auge que en Grecia, debido a que sufrió la competencia de otros
espectáculos de masas, como el circo o las luchas de los gladiadores, y a que el público selecto
gran auge en Roma, lo que algunos consideran como un signo de decadencia del teatro.
Con la caída del Imperio Romano y la llegada del Cristianismo, el teatro prácticamente
desapareció,
pues la Iglesia recién nacida consideraba el teatro algo demoniaco, y a los actores una especie
de
endemoniados, ya que podían cambiar su alma para representar a otros. Con estas ideas, el
teatro entra
Los construían desde los cimientos y estaban divididos en dos partes iguales, la mitad para el
escenario
y la otra mitad para los espectadores. El escenario estaba cubierto y se ponían toldos para el
público. En
España tenemos varios teatros romanos, entre ellos el de Mérida, el mejor conservado del
mundo.