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odebrecht, el gigante brasileño de la construcción que ha

protagonizado el mayor escándalo de sobornos de América,


pagó 200 millones de dólares en comisiones ilegales a
políticos, funcionarios, empresarios y presuntos testaferros
de ocho países de Latinoamérica a través de la Banca
Privada d´Andorra (BPA), según informes confidenciales
de la Policía de este Principado. Entre esos países esta
Colombia.
Hay dos personas en prisión por haber presuntamente
recibido dinero de la compañía brasileña para la adjudicación
de las obras de la Ruta del Sol, el eje vial que une Bogotá
con la costa atlántica.
Esta ruta es una de las obras de infraestructura más grande
del país. A lo largo de más de 500 kilómetros proyectados,
esta carretera de doble calzada conecta la capital con
ciudades como Barranquilla y Cartagena.
Los sobornos admitidos por Odebrecht han evidenciado que
la corrupción con complicidades políticas es un mecanismo
sistémico en la mayoría de países latinoamericanos más allá
de la escandalosa implicación de la constructora brasileña.
Una vez que el emporio brasileño ha reconocido haber
recurrido al soborno para ganar licitaciones públicas en
varios países latinoamericanos corresponde a estos esclarecer
el destino de esos fondos con los que se compraron
voluntades políticas, si no quieren añadir a la corrupción el
peor mal de la impunidad.
Hasta ahora, de los países implicados, además de Brasil
únicamente Colombia ha actuado en esa dirección y ha
revelado con nombres y apellidos a dos supuestos
destinatarios de los sobornos de Odebrecht, al arrestar al
exviceministro de Transporte Gabriel García Morales y al
exsenador Otto Nicolás Bula Bula.
No existe solución mientras la humanidad sea individualista
y mesiánica. Cada uno de nosotros creemos ciegamente en
nosotros mismos y nuestro buen juicio. Para esto, no
dudamos llevarnos por delante todo lo que se cruce en
nuestro camino. Nuestra ambición desmesurada se potencia
cuanto más cerca se está del control total de tus alrededores.
Ser corrupto no es una cuestión económica, es una cuestión
de ego. No existe solución inmediata, los humanos no
cambiamos de la noche a la mañana.
¿Qué podemos hacer nosotros para evitar esto?
Sinceramente, poco, pero podemos incidir en las decisiones
que se toman mediante sindicatos, referéndum, formulando
propuestas al Congreso, comisiones de investigación,
huelgas o manifestaciones, y está en nuestro derecho como
ciudadanos la posibilidad de llevar a cabo cualquiera de estas
acciones.

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