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LA CONSTRUCCIÓN DESIGUAL DE LA SEXUALIDAD: EL ROL DE LOSMANDATOS DE GÉNERO Y DE LAS INSTANCIAS SOCIALIZADORAS
1. La socialización de la sexualidad.
La vivencia de la sexualidad se enmarca en un proceso de construcción social cargado de
mandatos, mitos y creencias que jerarquizan a las personas entre sí produciendo enormes
desigualdades. Toda esta construcción jerárquica sobre la sexualidad está siendo sostenida
y perpetuada por lo que se conocen como instancias socializadoras. El Estado, la familia,
las religiones, la escuela y los medios de comunicación juegan un papel decisivo en cómo
las personas construyen su vivencia sexual.
Las diferentes tradiciones religiosas han generado códigos morales para regular las
actividades y prácticas sexuales, y todavía tienen un fuerte impacto sobre las formas de
vivir la sexualidad en grandes grupos sociales.
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EDUCACIÓN INTEGRAL DE LA SEXUALIDAD MARCO TEÓRICO 6.1
LA CONSTRUCCIÓN DESIGUAL DE LA SEXUALIDAD: EL ROL DE LOSMANDATOS DE GÉNERO Y DE LAS INSTANCIAS SOCIALIZADORAS
A lo largo de su vida, las mujeres y los hombres reciben informaciones y mensajes distintos
sobre cómo han de ser sus comportamientos, sus expectativas, sus valores y sus
aspiraciones respecto a la sexualidad. En el cuadro 3 se recogen algunos de esos mandatos
y su influencia en las relaciones afectivo-sexuales y en la vivencia de la sexualidad.
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LA CONSTRUCCIÓN DESIGUAL DE LA SEXUALIDAD: EL ROL DE LOSMANDATOS DE GÉNERO Y DE LAS INSTANCIAS SOCIALIZADORAS
El concepto de la sexualidad
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Colectivo Harimaguada, 2016. Género y Sexualidad (folleto).
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La sexualidad es uno de los ámbitos de la vida sobre el cual se ejerce más control social.
El pecado, por ejemplo, es un mecanismo que regula la vivencia de la sexualidad.
Socialmente se otorgan valores diferenciados y se establecen fronteras que demarcan,
diferencian y estratifican el orden sexual. En la cúspide de ese orden se ubican las prácticas,
actitudes e identidades sexuales que se consideran legítimas, y al ir descendiendo de la
pirámide, ese reconocimiento va disminuyendo hasta llegar a aquellas prohibidas,
invisibilizadas o, incluso, criminalizadas. Esta construcción de la sexualidad se caracteriza,
entonces, por la existencia de diferentes fronteras que distinguen lo bueno y lo malo, lo
normal y lo patológico, lo sano y lo enfermo, o lo permitido y lo prohibido, generando una
valoración jerárquica de los actos sexuales (Vaggione, 20122).
A partir de estas clasificaciones, se establecen jerarquías entre las personas y, por lo tanto,
diferencias entre los derechos de unas y otras. Ciertas prácticas, expresiones y actitudes
son promovidas o premiadas; otras, en cambio, se invisibilizan, esconden o castigan.
Quienes se alejan de las normas sexuales consideradas socialmente oportunas quedan
abajo de la pirámide, mientras que las personas que cumplen con el comportamiento
considerado correcto por el orden establecido se ubican en la cúspide.
Juan Marco Vaggione aporta reflexiones importantes en este sentido (pág. 21-22)3
La raza ha sido una dimensión que estructura exclusiones y marginaciones en
diversas cuestiones, incluyendo la sexualidad. De este modo, el vínculo sexual
entre personas de diferentes razas suele ser deslegitimizado dentro de las normas
sociales, con sanciones formales e informales.
La otra cara de esta estructuración es, paradójicamente, la hipersexualización de
las personas de razas, etnias o clases sociales consideradas subalternas, que
están afuera de la sexualidad legítima (de la “buena sexualidad”). Estas mismas
personas se estereotipan como objetos encubiertos de deseo.
El género es otra de las fuertes restricciones en la estructuración del orden sexual.
Las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo han sido consideradas
como fronteras naturales, morales y legales en la sexualidad. Así, algunas
sociedades suelen caracterizarse por un fuerte rechazo y discriminación (que se
define como “homofobia”) hacia las relaciones entre personas del mismo sexo.
El sistema social (que se define como “patriarcado”) asigna comportamientos y
expectativas diferenciadas a hombres y mujeres en relación con la sexualidad,
reforzando el lugar secundario de las mujeres. La influencia de este sistema se
manifiesta en el control sobre la sexualidad del cuerpo de las mujeres, de formas
diversas que van desde el extremo de la mutilación genital femenina hasta
considerar impura a la mujer durante la menstruación, momento en el cual no
deber ser tocada. Pero, construye la imagen de la mujer como objeto sexual.
2
Vaggione, J.M. (2012) Sexualidades, desigualdades y derechos. Reflexiones en torno a los
derechos sexuales y reproductivos (pp 13-55). Córdoba, Argentina: Ciencia, Derecho y Sociedad.
3
Idem.
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La edad también juega de manera diferente respecto a los hombres y las mujeres:
una amplia diferencia de edad en una relación sexual o de pareja es legitimada
cuando el hombre es el mayor; en cambio, en el caso de mujeres mayores que sus
parejas, son evaluadas de forma negativa.
Estos son solo algunos ejemplos de cómo la vivencia de la sexualidad está jerarquizada y
ubica a unas personas y a determinadas prácticas por debajo de otras en la escala social.
Esta ubicación implica no solo la pérdida de derechos fundamentales, sino también la
creación de formas de castigo social, que pasan por la discriminación hasta llegar incluso
a la violencia.
4. Cuerpo y sexualidad.
Como ya se mencionó, en la conformación del modelo de feminidad y masculinidad, los
mandatos son perpetuados a través de los agentes socializadores; entre ellos están los
medios de comunicación, que a través de diferentes mensajes centran el valor de la mujer
en su atractivo físico y sexual, volviendo, de este modo, el cuerpo de la mujer un objeto de
erotización.
Los modelos de feminidad colocan a las mujeres en el rol de ser madres, esposas o
prostitutas, y desde esos roles todas cumplen con el rígido mandato del canon de belleza,
en sometimiento a la moda, a la industria plástica, pues continuamente envían el mandato
de que ser mujer se centra en tener atractivo físico y sexual, para seducir y preocuparse
por su imagen, porque su valor depende directamente de esa imagen. En nuestra sociedad
y cultura se ha mantenido la idea de que las mujeres deben ser valoradas
fundamentalmente por el atractivo sexual. Y el atractivo sexual se ha convertido en la parte
fundamental del nuevo modelo normativo que se exigen las mujeres adolescentes y adultas.
Esta normativa genera diferentes tipos de violencias hacia las mujeres, pues fomenta la
comercialización de los cuerpos de mujeres de diferentes edades, siendo naturalizado el
mandato del servicio y placer para los hombres, los cuerpos de las mujeres se vuelven
objetos de compra y venta. Y para ello se ha creado una cultura de erotización de las niñas,
generando así violencia simbólica hacia las mujeres.
4
Cobo B, Rosa (2015) El cuerpo de las mujeres y la sobrecarga de sexualidad, Universidad de la
Coruña, España. Pág 13.
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LA CONSTRUCCIÓN DESIGUAL DE LA SEXUALIDAD: EL ROL DE LOSMANDATOS DE GÉNERO Y DE LAS INSTANCIAS SOCIALIZADORAS
Otro de los impactos de este modelo de masculinidad, es sobre la maternidad, este modelo
limita la participación de los hombres en el hogar y en la crianza de los hijos y las hijas; se
vuelve necesario el involucrar a los hombres en las actividades productivas, y una de ellas
el logro de una paternidad más cercana y equitativa.
5
Keijzer, B. Hasta donde el cuerpo aguante: Género, cuerpo y salud masculina. Pág 6.
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