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Notas sobre las Escrituras VII

1.0. Uno de los salmos más amado y leído por millones es el salmo 23. Es un bello
canto de fe. El autor inicia con una declaración que enmarca el resto del salmo:
«Jehová es mi pastor; nada me faltará». Algunos han pensado que esta
declaración significa que el creyente no puede padecer necesidad de clase
alguna. Lamentablemente, no s así. Primeramente, quien escribía estas
palabras, según se le atribuyen, fue David, «el dulce cantor de Israel». Un
hombre que sabía por experiencia lo que era la necesidad, la persecución, el
dolor, la perdida, el sufrimiento, la muerte y la derrota. David tenía muy claro
que Dios puede permitir en la vida de aquellos que le sirven grandes
momentos de angustia y dolor. Entonces, ¿es esta declaración una mera
expresión poética? ¿Un hermoso verso de las Escrituras que nada tiene que
ver con la realidad que vive el creyente en Dios? ¡No!
2.0. Como he dicho, la declaración enmarca la totalidad del pasaje. Si nos
detenemos a meditar veremos que David está diciendo: Jehová es mi pastor,
por lo tanto, no me faltará la paz que produce el confiar en Él. No tendré temor
del mal aún en el valle más oscuro. Fíjese que él no dice que me librará del
valle, sino que Él estará conmigo (4). Dios ofrece confortar al creyente, no
con mimos y arrullos sino con su presencia sustentadora. Le ofrece su
presencia como seguridad de que saldrá victorioso de los momentos más
difíciles que pueda atravesar en su vida. Le ofrece estar ahí, junto a él cuando
el valle se torne oscuro e incierto.
3.0. La tónica del salmo cambia cuando entramos al versículo 5. La imagen es la
de un hombre que se encuentra frente a una mesa llena de manjares, recibiendo
el reconocimiento de su Señor delante de aquellos que se han dedicado a
angustiarle. La vida del justo puede parecer por momentos un valle de sombra
de muerte, pero al final será un gran banquete de reconocimiento y gozo. Creo
que al final de su vida, David podía mirar hacia atrás y ver como el cayado y
la vara del buen Pastor le habían preservado del mal. Que sus momentos de
mayor necesidad no fueron meros infortunios, sino que en ellos la presencia
de Dios le gritaba: No temas David, nada te faltará.
4.0. De igual manera, la vida del creyente puede verse amenazada por grandes
catástrofes, por la muerte, la enfermedad, el abandono, la traición, etc.
Nuestros valles de sombra de muerte pueden tener infinidad de nombres, pero
en todos ellos Él estará presente. No para librarnos de ellos necesariamente,
sino para sostenernos, guiarnos, confortarnos y proveernos de la seguridad de
que incluso el valle más oscuro es solo eso, un valle y nada más. Surge aquí
una interrogante que ha adquirido muchas formas y matices a lo largo de la
historia del cristianismo: ¿Por qué si Dios es todopoderoso no libra a sus hijos
del dolor? ¿No puede Él guardarnos del mal? Debo responder primeramente
a esta pregunta con un sí. Sí, Dios puede librar a sus hijos de todo dolor y
sufrimiento. Sin embargo, hay un problema en esta solución y es que no es
una solución completa. ¿Cómo que no es una solución completa? No más
dolor, ni enfermedad, ni sufrimiento, ni necesidad. Eso es todo lo que necesito.
5.0. Realmente esto no es todo lo que necesitas. Hay necesidades mucho mayores,
más profundas, más importantes, que no podemos percibir. Dios lo sabe. El
problema es que estamos quebrados, que nuestra naturaleza ha sido tan
deformada que si tuviéramos todas estas cosas viviríamos centrados en
nosotros mismos. Nos olvidaríamos de Dios, del prójimo, del perdón, la
justicia, la verdad, la compasión, lo correcto e incorrecto, lo sublime. Sí, dios
puede darme todo eso, pero nos perdería en el proceso. Como el padre que
sabe que no puede entregarle a su hijo de cinco años el volante de su automóvil
así Dios sabe que no siempre responder y suplir en el momento todas nuestras
necesidades es la mejor opción para nosotros. Noté que no dije para Él sino
para nosotros.
6.0. El valle de sombra de muerte es necesario para crecer en fe y confianza. Los
angustiadores son necesarios para pulir el carácter. Es cuando descubrimos
esta verdad que podemos decir como el salmista: «Ciertamente el bien y la
misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová
moraré por largos días» (vers. 6).

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