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EL PODER DEL DINERO

Argumento global:

Para algunos el dinero es la raíz de todo mal, otros en cambio sueñan con que algún día crezca en los
árboles. Todo el mundo habla de dinero, la mayoría sueña con tenerlo y sólo algunos pueden
malgastarlo. ¿Cuándo el dinero empezó a dominar el mundo? ¿Por qué es indispensable en nuestras
vidas? ¿Cómo ha ido cambiando a lo largo de la historia? ¿Está sobrevalorado su poder? Odisea les
presenta esta interesante serie documental de seis episodios donde, de la mano del profesor Niall
Ferguson de la Universidad de Harvard, autor de numerosos libros y artículos sobre política y economía,
conoceremos multitud de aspectos relacionados con el dinero, las finanzas y las implicaciones sociales
que el “vil metal” ha tenido a la largo de la historia.

Episodio 1. Sueños de avaricia. De la libra de carne de Shylock a los usureros de Glasgow, de la


“promesas de pago” en tabletas de arcilla babilónicas al sistema bancario Medici. Profesor Ferguson
explica los orígenes de crédito y la deuda, y por qué las redes de crédito son indispensables para cualquier
civilización.

Episodio 2. Servidumbre humana. ¿Cómo las finanzas se han convertido en el reino de los amos del
universo? A través de la subida del mercado de bonos en la Italia renacentista. Con la llegada de los
bonos, la financiación de la guerra se transformó y se extendió al noroeste de Europa y a través del
Atlántico. Fue el mercado de bonos el que convirtió a los Rothschild en la familia más rica y poderosa del
siglo 19.

Episodio 3. Burbujas en el aire. ¿Por qué los mercados de valores producen burbujas y quiebras? El
profesor Ferguson se remonta a los orígenes de la sociedad anónima en Amsterdam y París. Dibuja esta
historia creando paralelos entre la actual caída de la bolsa y la burbuja del siglo 18 del financiero escoces
John Law y la quiebra de Enron 2001. Se muestra por qué los humanos tienen un instinto de la manada
cuando se trata de la inversión, y por qué no se pueden predecir con precisión cuando los toros pueden
estampida.

Episodio 4. Negocios de riesgo. La vida es un negocio arriesgado. Qué es y por qué las personas tienen
un seguro. Pero frente a un desastre inesperado, el Estado tiene que intervenir. El profesor Ferguson
viaja a mostrarnos el post-Katrina de Nueva Orleans a preguntar por qué el libre mercado no puede
proveer parte de la protección adecuada contra la catástrofe. Su búsqueda de una respuesta lo lleva a
los orígenes de los seguros modernos en el siglo 19 y el nacimiento del Estado de Bienestar en Japón de
la posguerra.

Episodio 5. Hipotecados. Sonaba tan simple: dar los activos de propiedad estatal a las personas. Después
de todo, ¿qué mejor base para una democracia de propietarios que una campaña de privatización de la
vivienda? La teoría económica dice que los mercados no pueden funcionar sin hipotecas, porque es sólo
por préstamos contra sus bienes que los empresarios puedan obtener sus negocios. Pero ¿qué pasa si
las hipotecas se agrupan y se venden al mejor postor?

Episodio 6. Chimerica. Niall Ferguson investiga la globalización de la economía occidental y el precario


equilibrio entre los países, donde los más importantes son China y los EE.UU. En el examen de la última
vez que la globalización se apoderó, antes de la Primera Guerra Mundial, se encuentra con un cambio
notable, y es que hoy en día el dinero está llegando a las economías de habla inglesa proveniente de los
países en desarrollo, en lugar de salir.
“POR QUE FRACASAN LOS PAISES”

Los autores se hacen una pregunta que, de uno u otro modo, ha sido recurrente en la historia de la
humanidad y es vital como tantas de su tipo: ¿qué hace que algunos países se enriquezcan mientras
otros continúan tercamente en la pobreza? O, dado que pareciera ser más enfática la preocupación por
el fracaso que por el éxito, la gran cuestión es por qué los países fracasan, incluso sistemática y
deliberadamente.

Acemoglu y Robinson son bastante más prácticos que netamente teóricos, no porque la teoría carezca
de importancia, sino porque es, a fin de cuentas, la realidad la que termina por confirmar o refutar las
propuestas generadas en los escritorios y las bibliotecas. Como una vez hiciera Maquiavelo hacia 1513
al escribir El Príncipe para explicar cómo funciona el poder y qué deben hacer los gobernantes para tener
éxito, los autores no recurren a pensadores ni a ideas filosóficas, sino a los hechos concretos y a las
lecciones históricas. Por qué fracasan los países es, así, un compendio de ejemplos ilustrativos que
sostiene la tesis del libro.

Para quienes creen que el destino de un país está escrito por lo que albergan sus bosques, mares y
subsuelos, por su clima y, en definitiva, por su situación geográfica, la respuesta del libro que reseñamos
traerá noticias no muy buenas. Lo mismo vale para los que opinan que el legado cultural, así nada más,
es determinante. Y será una tremenda decepción para quienes creen que los países ricos debe su
condición a que han hundido los colmillos en las venas de los pobres a fin de succionar sus recursos.
Acemoglu y Robinson aseguran que la clave está en las instituciones, tanto en su tipo y diseño –
principalmente– como en su calidad y desempeño.

Por qué fracasan las naciones tiene 15 capítulos y ya los tres primeros son demoledores. El Capítulo 1,
Tan cerca y, sin embargo, tan diferentes, cuenta la historia de los dos Nogales. Uno se encuentra en
Arizona, Estados Unidos, y el otro en Sonora, México. Separados físicamente por una alambrada y con la
misma población, cultura y situación geográfica, viven vidas de calidades tan distintas como distintas son
sus instituciones. La primera, mucho más rica que la segunda, tiene instituciones políticas y económicas
superiores a las de la segunda. Los resultados de esto pueden ser advertidos fácilmente, incluso por el
visitante más distraído. Podría alguien decir que un caso así no prueba absolutamente nada y que
constituye algo meramente excepcional, pero basta ver historias más conocidas y situaciones de mayor
escala como las de las antiguas Alemania Oriental (comunista) y Alemania Occidental (capitalista). O
podría verse la diferencia abismal existente en la miserable Corea del Norte, bajo el régimen hereditario
que la ha gobernado por décadas, y la próspera Corea del Sur, libre, abierta al mundo y dedicada a la
innovación y al comercio. La imagen es única: una conocida fotografía satelital nocturna que deja ver las
incandescentes luces al sur y la más oscura penumbra al norte.
En el Capítulo 2, Teorías que no funcionan, Acemoglu y Robinson exponen qué explicaciones del
desarrollo y del subdesarrollo no sirven de mucho y por qué. Ni la situación geográfica ni la cultura son
suficientes para revelar por qué unos países tienen éxito y otros no. Ni siquiera el que sus líderes no
sepan qué hacer para producir riqueza –el desconocimiento o la ignorancia– es decisivo. Mientras tanto,
en el tercer capítulo, La creación de la prosperidad y la pobreza, los autores avanzan en la cuestión de
cómo las instituciones crean incentivos, determinan las políticas y, al final, dependiendo del caso, la
prosperidad y la pobreza.

En suma, cada sociedad funciona gracias a un conjunto de reglas políticas y económicas creadas e
impuestas por el Estado y los ciudadanos colectivamente. Y mientras las instituciones económicas dan
forma a los incentivos económicos (p. 59), es el proceso político lo que determina bajo qué instituciones
económicas se vivirá, y son las instituciones políticas las que determinan cómo funciona ese proceso (p.
60). A modo de ejemplo, las instituciones políticas de una nación marcan la capacidad de los ciudadanos
de controlar a los políticos e influir en su comportamiento. Así, para Acemoglu y Robinson, en la vida
real, las instituciones influyen en el comportamiento mediante incentivos.

Es cierto, como se deja entrever, que la cultura y los valores son importantes, incluso para crearlas y
sostenerlas, pero la fortaleza y la calidad de las instituciones tiene un poder efectivo en las conductas
que va más allá de las motivaciones éticas y los principios de las personas. Esto porque los incentivos
pueden orientar a los individuos a tomar, buenas o malas, unas u otras decisiones o tener unas u otras
actitudes. Y esto va forjando el éxito o el fracaso de los países. Y es verdad que el talento individual
“importa en todos los niveles de la sociedad, pero incluso este factor requiere un marco institucional
para transformarse en una fuerza positiva” (p. 60).

Entre los capítulos 4 y 15, los autores van reforzando su teoría e ilustrándola con ejemplos mediante una
línea argumental “institucionalista” que no es nueva, tal como lo evidencian algunos de sus exponentes
recientes más conocidos –es el caso de Douglass North. Asimismo, van desarrollándose dos conceptos
clave: el de instituciones extractivas y el de instituciones inclusivas, ambos citados por Niall Ferguson en
su libro La Gran Degeneración (2013).

Las primeras tienen propiedades opuestas a las que poseen las segundas y están diseñadas, como su
nombre sugiere, para extraer rentas y riqueza de un conjunto de la sociedad a fin de beneficiar a un
subconjunto distinto (p. 98). Por ejemplo, fueron extractivas instituciones –de hecho, una red de
instituciones– como las que implantó la conquista española en la parte sur del continente americano
para explotar a los pueblos indígenas. El conjunto constituido por encomienda, mita, repartimiento y
trajín tenía como objetivo forzar a los pueblos indígenas a mantener un nivel de vida de subsistencia y
extraer así toda la renta restante para sus amos. ¿Cómo se logró? Expropiando la tierra, obligando a
trabajar a los esclavizados, ofreciendo sueldos bajos por el trabajo, imponiendo impuestos elevados y
cobrando precios altos por productos que ni siquiera se podían comprar voluntariamente. Instituciones
extractivas como estas podían producir buenos ingresos para la Corona española y enriquecer a los
conquistadores y a sus descendientes, pero no sentar las bases del desarrollo futuro.

Pero hay ejemplos más recientes o actuales. El socialismo como vía hacia la utopía comunista es un
diseño institucional extractivo por naturaleza y excelencia, tal como demostró la realidad y como lo
denunciaron, a su manera y desde sus ópticas, incluso hombres de la izquierda como George Orwell en
el campo de la cultura. O, en el campo político e intelectual, Milovan Đilas, un altísimo jerarca comunista
yugoslavo que escribió La Nueva Clase (Нова Класа, 1957) y terminó expulsado del partido y del gobierno
y tras los barrotes.

Aún hoy podemos ver las instituciones extractivas en acción, sea Corea del Norte y Cuba, como fue en
todo el bloque de influencia soviética. O sea en países africanos controlados por regímenes autoritarios
que subyugan a la sociedad mediante un diseño institucional que mantiene en la miseria a la mayoría
mientras garantiza privilegios a una clase gobernante.

Por su parte, las instituciones inclusivas son antónimas. Reparten el poder. ¿Qué ocurrió en los hoy
Estados Unidos de América siglos atrás?

“Como no era posible coaccionar ni a los lugareños ni a los colonos, la única alternativa que quedaba era
dar incentivos a los colonos. En 1618 empezó el ‘sistema de reparto de tierras por cabeza’, que daba a
cada colono adulto hombre cincuenta acres de tierra y cincuenta acres más por cada miembro de su
familia y por cada sirviente que pudiera llevar a Virginia. Los colonos recibieron sus casas y fueron
liberados de sus contratos y, en 1619, se introdujo una Asamblea General que daba voz efectiva a todos
los hombres adultos en las leyes y las instituciones que gobernaban la colonia. Era el inicio de la
democracia en Estados Unidos” (p. 41)

Finalmente, algo que merece un vistoso subrayado: observadas las cosas desde esta perspectiva, y
conociendo la íntima relación entre los ámbitos político y económico, puede entenderse cómo hay países
que se mantienen pobres de manera deliberada. En muchos casos, una élite diseña instituciones
económicas para enriquecerse y perpetuar su poder a costa de la mayoría de las personas (p. 465). Así,
la perpetuación en el poder motiva –y a la vez facilita– a sus detentores a mantener las cosas como están,
bloqueando el crecimiento y evitando que la sociedad mejore sus condiciones, pues esto último
requeriría cambiar las instituciones a modo inclusivo, repartir el poder… y perder los privilegios.
Acemoglu y Robinson creen que el molde del vicio y la miseria puede romperse, pero ese es precisamente
el gran desafío.

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