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BOSQUES SECOS DEL ALTIPLANO CUNDIBOYACENSE: UN INÉDITO Y

AMENAZADO ECOSISTEMA.

Introducción
Entre bosques andinos rebosantes de agua, bajo un manto de nubes que llevan consigo
humedad necesaria para la biodiversidad de los andes colombianos y a una altura donde
basándose en la precipitación anual y la evapotranspiración de la mayor parte del altiplano,
tal como lo plantea Holdridge en su sistema de clasificación de zonas de vida,
correspondería a Bosque húmedo montano bajo (bh – MB), existe un ecosistema
incomprendido e inexplorado: ecosistemas xerófilos o semiáridos. Junto con los humedales,
los ecosistemas semiáridos del altiplano cundiboyacense, poseen una considerable
biodiversidad y representan centros de endemismo que requiere de medidas de
conservación e investigación como una alternativa de manejo para garantizar los servicios
ecosistémicos que proveen y la protección del patrimonio natural propio de la citada región.

Palabras clave: Ecosistemas semiáridos, biodiversidad, conservación, altiplano


cundiboyacense.

Presentación del ecosistema

Los biomas semisecos del altiplano cundiboyacense, son considerados por el


instituto Alexander Von Humboldt como un tipo particular de orobioma azonal
andino (Calvachi Zambrano, 2012), entendiendo por orobioma un tipo de bioma
definido por la presencia de montañas que cambian el régimen hídrico y presentan
vegetación que se adapta de acuerdo con su incremento en altitud y la respectiva
disminución de la temperatura (Walter, 1977), mientras que azonal se refiere al
conjunto de paisajes que no corresponden a factores de clima y latitud, y por lo tanto
geología típicos de la zona. Dentro de las particularidades de las formaciones
xéricas, es posible mencionar la baja precipitación, es especial en el sur de la capital
y en muchos municipios de la sabana, que es de apenas unos 600 a 800 mm anuales,
superando la evapotranspiración a la precipitación, lo anterior teniendo en cuenta
que en los sectores más húmedos de la ciudad se puede llegar a superar los 1200 mm
anuales (Calvachi Zambrano, 2012). Por otro lado, los suelos poseen un gran
potencial en nutrientes, pero la escasez de agua es un factor limitante,
evidenciándose una vegetación que no cubre por completo el sustrato, característica
que se convierte en el elemento fisonómico dominante.

Los bosques secos de la cordillera Oriental están poblados de plantas que crecen en
ellos de manera preferencial o exclusiva. Algunas de las plantas más típicas de estos
bosques son el corono (Xylosma spiculifera) y el arrayán (Myrcianthes leucoxyla),
sumado a esto, se encuentran especies endémicas como el tuno esmeraldo
(Miconia squamulosa), mortiño (Hesperomeles goudotiana), gurrumay (Condalia
thomasiana), uche (Prunus buxifolia), tominejero (Palicourea lineariflora), cardón (Puya
bicolor), cabezona (Calea peruviana), carrasposo (Chromolaena bullata) y varias especies
de salvias (Salvia amethystina, Salvia bogotensis, etc.) (Hernandez Schmidt, 2012). Se
destaca el cactus Wigginsia vorwerkiana entre las especies endémicas de particular
importancia, ya que se encuentra en peligro de extinción debido a la reducción del
tamaño de las poblaciones, disminución del área y deterioro de las condiciones
fisicobióticas de su hábitat, en consecuencia de actividades humanas como la
explotación de canteras, construcción de vías, sobrepastoreo, deforestación,
introducción de especies forestales y forrajeras, quemas, disposición de basuras, al
igual que la urbanización (industrias y viviendas) y la extracción selectiva, que lo
han afectado de manera drástica. Vale la pena mencionar la relevancia de los
pastizales xerófilos que se pueden encontrar en la altiplanicie de Bogotá, de los
cuales se han registrado varios géneros tales como Andropogon, Trachypogon,
Sporobolus; las gramíneas en conjunto con la vegetación particular de este bioma,
tiene un potencial para la restauración ecológica como especies facilitardoras de la
dinámica sucesional de este ecosistema (Rivera D. & Rangel O., 2004).

Los bosques secos del altiplano también albergan su fauna particular, entre los
vertebrados, el grupo de las aves es uno de los más importantes en el ecosistema ya
que algunas de ellas tienen preferencias en sus hábitos que se asocian a
características únicas de este tipo de bioma y su distribución geográfica se restringe
de manera exclusiva o de preferencia a sectores semiáridos de la Sabana de Bogotá
y del altiplano cundiboyacense. La Codorniz crestada (Colinus cristatus bogotensis),
habita prados, matorrales abiertos y asociados con ambientes xerófilos, La
subespecie bogotensis, se encuentra restringida al altiplano cundiboyacense, desde la
Sabana de Bogotá hasta el Lago de Tota, se cree que esta subespecie puede
encontrarse en peligro de extinción. (Calvachi Zambrano, 2012); por otro lado, la
Alondra cornuda (Eremophila alpestris peregrina) habita zonas semiáridas, prados
secos de pastos cortos, matorrales bajos en zonas semiáridas y bordes de represas
donde los cambios en el nivel de las aguas mantienen una zona sin vegetación a la
orilla, su población ha decrecido considerablemente debido al pasto kikuyo
(Pennisetum clandestinum), el cual forma alfombras continuas sin espacios despejados
entre macollas que la especie aparentemente requiere. Vale la pena destacar que la
Alondra cornuda está incluida en el Libro rojo de aves de Colombia (Renjifo, 2002),
clasificada como una especie en peligro. El mismo estado de amenaza se aplica para
la Dormilona piquipinta (Muscisaxicola maculirostris niceforoi), la cual se relaciona con
elementos xerófilos de zonas pedregosas, cubiertas por prados y matorrales secos,
su subespecie niceforoi, es endémica de Colombia y se encuentra fuertemente
amenazada por la fragmentación de su hábitat debido a la minería, la introducción
del pasto kikuyo, el asentamiento de botaderos a cielo abierto (Mondoñedo y Doña
Juana) y por la urbanización principalmente. Puede encontrarse también ranas
sabaneras (Dendropsophus labialis) y la inofensiva serpiente tierrera (Atractus
crassicaudatus).

Conclusiones

Los bosques secos o áreas subxerofíticas, junto con los páramos y humedales
representan los ecosistemas más importantes existentes en la jurisdicción de Bogotá,
la sabana y los cerros circundantes, dado a la singularidad de los valores biológicos
y ecológicos que contienen, además de los bienes y servicios ambientales que
proveen a la ciudad y por lo tanto a sus habitantes. Sin embargo, la constante
degradación y disminución de las áreas naturales de la ciudad, sumado a el
desconocimiento y ausencia de medidas que promuevan la conservación de estas
áreas, representan en su conjunto las mayores amenazas para los mencionados
ecosistemas.

El orobioma de bosque seco andino ha sido desconocido durante un largo periodo


de tiempo, dejándolo a un lado en documentos distritales de política, planes y
programas, por consiguiente, se hace urgente definir instrumentos políticos y
normativos en el distrito capital que promuevan la investigación, conservación y
restauración de los remanentes xerofíticos propios de la capital, así como de una
fuerte apropiación de la sociedad civil y de las entidades científicas y académicas
distritales para que este ecosistema sea incorporado a la gestión ambiental distrital
y regional, como ya vienen siendo apropiados otros, entre ellos los humedales y
páramos.
Bibliografía
Calvachi Zambrano, B. (2012). Los ecosistemas semisecos del altiplano cundiboyacense, bioma
azonal singular de Colombia, en gran riesgo de desaparición. REVISTA MUTIS, 26-59.

Hernandez Schmidt, M. (6 de Septiembre de 2012). biodiversidadyconservacion. Obtenido de


biodiversidadyconservacion:
http://biodiversidadyconservacion.blogspot.com/2012/09/bosques-secos-en-el-
altiplano.html

Renjifo, L. (2002). Libro rojo de aves de Colombia. Bogotá: Instituto Alexander von Humboldt,
Ministerio del Medio Ambiente.

Rivera D., & Rangel O. (2004). Pastizales xerófilos del municipio de Ubaque y norte del altiplano de
Bogotá. Simposio: Ecología, biodiversidad y conservación de zonas áridas de Latinoamérica
y Colombia. Bogotá: Congreso Latinoamericano y II colombiano de Botánica.

Walter, H. (1977). Zonas de vegetación y clima. Breve exposición desde el punto de vista causal y
global. Barcelona: Omega.

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