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Resumen
En este artículo, la autora relata su experiencia a raíz de una visita que realizó en abril de 1999
al nieto de Sigmund Freud, Ernest, quien, a la edad de 85 años, aún vivía en la ciudad de Hei-
delberg, Alemania.
Ernest es el nieto de Freud que creó, siendo un bebé de 18 meses, el famoso juego del carretel o
“fort-da”, al cual se hace referencia en el célebre libro Más allá del principio de placer.
Este trabajo relata algunos acontecimientos vitales de la vida de Ernest e intenta poner en
evidencia la estrecha relación que existe entre los eventos que le acontecieron ya a partir de su
más temprana infancia, y los intereses científicos que desarrolló más tarde.
Así, vemos cómo su primordial juego del carretel, observado e interpretado por su abuelo Sig-
mund como una manera simbólica de recrear separaciones y reencuentros, parece haber repre-
sentado un paradigma en su vida.
Palabras clave: Biografía /Duelo / Fort-Da / Historia del Psicoanálisis
In this article, the author tells the story of her visit with W. Ernest Freud in March of 1999 at his
home in Heidelberg, Germany. W. Ernest Freud, the oldest grandson of Sigmund Freud, was born
in 1914 and died last September 30th at the age of 94.
In Beyond the Pleasure Principle, Sigmund Freud described the game (Fort-Da) of an eighteen
month old baby whom he had observed at play. W. Ernest Freud was the object of that observa-
tion and the inventor of the Fort Da game.
The author recalls some of the events in the life of W. Ernest Freud and ties them, thematically,
to his childhood game of Fort-Da as well as to his later scientific interests.
This linkage illustrates how the childhood game, originally observed and interpreted by Sigmund
Freud as a way of symbolically recreating separations and reunions, seems to have paralleled
some of W. Ernest Freud’s subsequent life experiences.
Key words: Biography / Mourning /Fort-Da /History of Psychoanalysis
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Trabajo presentado al Comité Editor el 1 de noviembre de 2002, y aprobado para su publicación en la Revista de
Psicoanálisis el 22 de enero de 2003. La presente versión ha sido corregida y aumentada por la Dra. Prengler, para la
revista Psicoanálisis (N. de la E.)
*
Miembro Titular de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas. Dirección: Calle Los Andres, Qta. Lali, Prados del Este, Caracas
1080, Venezuela. Correo electrónico: <lalipren@telcel.net.ve> <lalipren@cantv.net> <lalipren@gmail.com>
94 ADRIANA PRENGLER
Neste artigo, a autora relata a sua experiência a partir de uma visita que realizou em Abril de
1999 ao neto de Sigmund Freud, Ernest, que aos 85 anos, ainda vivia na cidade de Heidelberg,
Alemanha.
Ernest é o neto de Freud que deu origem, sendo um bebê de 18 meses, ao famoso “jogo do ca-
rretel” o “fort-da”, que aparece descrito no celebre livro “Mais Além do Principio do Prazer”.
Este trabalho relata alguns acontecimentos vitais da vida de Ernest e tenta evidenciar a estreita
relação que existe entre os eventos que lhe aconteceram a partir de sua mais tenra infância, e
os interesses científicos que desenvolveu mais tarde. Assim vemos como o seu primitivo jogo do
carretel, observado e interpretado por seu avô Sigmund como uma maneira simbólica de recrear
separações e reencontros parece ter representado um paradigma em sua vida.
Palavras chave: Biografia / Luto / Fort-Da / História da Psicanálise.
En marzo de 1999 realicé una visita al una pequeña ciudad al suroeste de Alemania.
nieto de Sigmund Freud en compañía de mi Finalizaba el invierno, se asomaba la prima-
esposo y colega Daniel Benveniste, un psicó- vera y el cielo gris, acompañado de una per-
logo de orientación psicoanalítica formado petua llovizna, no lograba privar de su en-
en la ciudad norteamericana de San Francis- canto a esa pintoresca ciudad a orillas del río
co y con residencia en Venezuela. Neckar. Una vez resguardados de la lluvia y al
Ernest Freud acababa de dejar su hogar primer repique del teléfono, Ernest nos res-
en Inglaterra para establecerse en Heidelberg, pondió; el hombre que había creado el juego
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Traducción al portugués de Geny Talberg.
EL NIÑO DEL CARRETEL. UNA VISITA A ERNEST FREUD 95
del carretel a los 18 meses de edad mientras donde compartía de niño sus vacaciones ve-
era observado por su abuelo Sigmund. Ha- raniegas con la familia Freud y sobre el que
bían pasado ochenta y tres años desde en- tantas veces habíamos leído en los textos;
tonces y pensamos que sería interesante que fotos de sus padres Sophie y Max, de su tía
él mismo, en carne y hueso, nos contara algo Anna, y de su propio hijo, cuando era niño.
sobre aquella actividad lúdica que tanto inte- En los estantes, al frente, fósiles de varios
resó a su abuelo. tipos, una punta de flecha de manufactura
Ernest se mostró entusiasmado de sa- indígena que le había sido obsequiada por
ber que nos encontrábamos en su hermosa Karl Menninger, entre otras cosas. Recordó
ciudad y con agrado nos invitó a visitarlo. emocionado, cómo de niño, en compañía de
Llegamos a su puerta y leímos emocionados: su abuelo, solía recorrer variados terrenos en
“Dr. Freud”. Mi imaginación se remontó cien busca de fósiles. Éste era un movilizador re-
años atrás, evocando la imagen del propio cuerdo de su relación con Freud.
Sigmund en su época floreciente. Nos en- Ernest recordó momentos de su pasado
contrábamos frente a la puerta de su nieto, y se entregó a añoranzas y vivencias que tu-
la persona que habría recibido la mirada, el vimos el placer de compartir acerca de aquel
afecto, las enseñanzas de quien cambió la juego en presencia de la atenta observación
concepción de la mente humana con su sabi- que le prestó su abuelo, y que lo convirtió
duría e intuición. en el primer infante observado psicoanalíti-
La escena que imaginaba, en la que el camente.
bebé Ernest jugaba con el famoso carretel En su célebre libro Mas allá del principio
mientras era observado por su abuelo, fue de placer (1920), Sigmund Freud cuenta que
interrumpida cuando se abrió lentamente la durante unas semanas de convivencia con su
puerta, detrás de la cual se asomaba un se- hija Sophie, su yerno y su nieto Ernest, pudo
ñor menudo, de pequeña estatura, con una dedicarse a observar con atención el juego
mirada amplia. Su apariencia física evocaba del pequeño. Su hija lo había amamantado
fácilmente la imagen de su abuelo. y cuidado personalmente y mantenía con su
Ernest Wolfgang Halberstadt Freud bebé una relación tierna. El niño tenía un ca-
había nacido un 11 de marzo de 1914. Hijo rácter “juicioso” y no lloraba cuando la madre
de Sophie, quinta hija de Freud, y de Max lo abandonaba por algunas horas, más bien
Halberstadt, un fotógrafo de Hamburgo, Ale- parecía que se resignaba fácilmente. S. Freud
mania. Siendo el primer nieto, su nacimiento (1920: 14) dice:
ocasionó la siguiente nota a Ferenczi: “Ano- Este buen niño exhibía el hábito, molesto
che alrededor de las 3:00 a.m. nació un pe- en ocasiones, de arrojar lejos de sí, a un
queño que es mi primer nieto. ¡Admirable, un rincón, o debajo de una cama [...] todos
sentimiento tardío ante las maravillas de la los pequeños objetos que hallaba a su al-
sexualidad!” (Gay, 1988). cance, de modo que no solía ser tarea fácil
En el momento de nuestra visita, Ernest juntar sus juguetes. Y al hacerlo profería,
Freud acababa de cumplir 84 años. Con un con expresión de satisfacción e interés, un
cálido saludo, nos invitó a pasar, ya que ha- fuerte y prolongado “o-o-o-o”, que, según
bía preparado un ambiente para conversar el juicio coincidente de la madre y de este
cómodamente. Estantes de libros reposaban observador, no era una interjección, sino
junto a algunas interesantes fotos, como en que significaba “fort” {se fue} [...] El niño
un paisaje de Grundslee, el hermoso lugar no hacía otro uso de sus juguetes que el
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de jugar a que “se iban”. Un día hice la ob- Nuestro anfitrión se mostró deseoso de
servación que corroboró mi punto de vista. compartir sus ideas acerca del fort-da y nos
El niño tenía un carretel de madera atado ofreció una muy interesante descripción del
con un hilo [...] con gran destreza arrojaba carretel que él mismo realizó a través de un
el carretel, al que sostenía por el hilo tras dibujo improvisado. Al preguntársele sobre
la baranda de su cunita con mosquitero; las interpretaciones formuladas por su abue-
el carretel desaparecía ahí dentro, el niño lo en relación con su juego, afirmó haber
pronunciaba su significativo “o-o-o-o”, coincidido con él plenamente. Puso énfasis
y después, tirando del hilo, volvía a sacar en la manera en que este juego le otorgaba
el carretel de la cuna, saludando ahora su un sentimiento de control y dominio sobre la
aparición con un amistoso “da” {acá está}. pérdida temporal de su madre. Confesó que
Ése era el juego completo, el de desapare- esas ausencias fueron particularmente difí-
cer y volver. La mayoría de las veces sólo se ciles debido a que al mismo tiempo su padre
había podido ver el primer acto, repetido también se encontraba ausente del hogar,
por sí solo incansablemente en calidad de sirviendo al ejército durante la Primera Gue-
juego, aunque el mayor placer, sin ninguna rra Mundial, lo cual intensificó aún más las
duda, correspondía al segundo (pág. 15). relaciones con su madre.
La interpretación del juego resultó enton- Inicialmente, Ernest vivió su infancia con
ces obvia para S. Freud, quien sostuvo que su padre y su madre en Hamburgo, Alemania.
Ernest admitía sin protestar la partida de la El 18 de diciembre de 1918, a sus 4 años y
madre y entonces escenificaba con sus obje- medio, nació su hermanito Heinz (Heinerle)
tos (que sí estaban a su alcance) las idas y los (Gay, 1988: 310). Este evento pareció pro-
regresos de ella. No escenificaba la partida vocar intensos celos en el pequeño Ernest
(“fort”) porque le diera placer, sino que pare- (Freud, 1920). Un año más tarde, en la Ale-
cía necesitar la representación de la partida mania de la posguerra, una peligrosa forma
porque era “la condición previa de la gozosa de influenza comenzó a propagarse rápida-
reaparición (“da”)”. Sin embargo, confundía a mente por Europa. Sophie Freud, su madre,
Freud el hecho de que la primera parte del estaba en aquel momento embarazada de su
juego era jugado la mayoría de las veces sin tercer hijo cuando contrajo la enfermedad.
que le siguiera la segunda. ¿Dónde estaría Lamentablemente desarrolló neumonía y fa-
entonces el placer de ese juego? Freud intuyó lleció el 20 de enero de 1920 a la edad de 27
entonces un motivo que explicara el repetido años, cuando Ernest contaba con apenas 5
juego y sostuvo que “en la vivencia con su años y 10 meses. Así, pierde en una sola juga-
madre el niño era pasivo, era afectado por da a su madre y a su pequeño futuro herma-
ella; ahora (en el juego) se ponía en un papel no. Freud (Ibídem) reporta en ese momento:
activo repitiéndolo como juego, a pesar de “Ahora que su madre realmente se ‘ha ido’
que fuera displacentero”. (pág. 16) A esta idea (o-o-o) el pequeño no parece estar de duelo”.
de cambio de pasividad a actividad se sumó (Freud 1920: 16)
otra interpretación referida a la presencia de Ernest confiesa que nunca, ni siquiera en
“un impulso de vengarse de la madre por su su adultez, indagó acerca del tiempo de gra-
partida, como si dijera: ‘Vete pues, no te ne- videz de su madre al morir. Quizá su juego
cesito, yo mismo te echo’” (pág. 16) convir- del carretel era una manera de permitirse no
tiéndose así en el único responsable de la ida tener que saber, sólo tirar del carretel hacia
de su madre. sí y recuperar el objeto perdido. Pero esta
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vez su madre se había ido para siempre y su su tía Anna, y que incluía como parte de sus
padre continuaba sin estar suficientemente maestros a Peter Blos, Erik Erikson y su es-
presente en su vida. posa Joan.
Luego de la muerte de Sophie, Anna Su padre era un hombre amable y bonda-
Freud, su hermana menor, de 25 años en ese doso, decente, honesto y laborioso, pero sus
momento, se involucró en el cuidado de sus relaciones con él no eran cercanas, y cuan-
dos sobrinos, Ernest y Heinerle, y comenzó a do contrajo segundas nupcias, Ernest trató
pasar sus vacaciones con ellos. De alguna ma- de pasar el mayor tiempo posible en Viena
nera, estos dos niños se fueron convirtiendo con su familia materna. Refiere que su abue-
en sus primeros “pacientes” de análisis infan- lo Sigmund siempre fue muy afectuoso con
til. Se dice que Anna los ayudó a enfrentar él, aunque no pudo dedicarle mucho tiempo
sus miedos a la oscuridad incitándolos a que debido a que estaba entregado en cuerpo y
contaran las historias que imaginaban (Gay, alma a sus labores de lectura y escritura, las
1988), con lo cual los niños estaban cuidados que apenas le dejaban algún espacio libre.
a la vez que Anna “practicaba”. Impresionado Pasado un tiempo, su padre, madrastra y
especialmente por la extraordinaria capaci- media hermana emigraron a Sudáfrica. Él se
dad que ella poseía para integrar las ideas quedó en Viena, hasta que en 1938, al su-
principales de todo cuanto escuchaba, Ernest cumbir Austria ante la invasión nazi, se vio
conserva de Anna cálidas e íntimas memorias forzado a emigrar a Inglaterra con el resto
y la imagen de una mujer aguda y de una de la familia Freud (Freud y Martin, 1984). Al
claridad inigualable. morir su padre, adoptó su apellido materno y
Heinerle fue adoptado informalmente por se convirtió en Ernst Freud haciendo honor a
sus tíos Matilde y Robert Hollitscher, y Anna su abuelo materno. Influido por éste y su tía
se hizo mayor cargo de Ernest, asumiendo, Anna, decidió continuar estudios universita-
dentro de lo posible, el papel de su madre. rios de psicología en la Universidad de Lon-
Desgraciadamente, el 19 de junio de 1923, de dres, y comenzó a considerar la posibilidad
nuevo la muerte acechó al pequeño; esta vez de formarse como analista durante su análi-
fue su hermano Heinerle, quien sucumbió a sis con Willi Hoffer. Mientras tanto contrajo
la tuberculosis. Nuevamente Anna Freud vol- matrimonio con Irene, con quien tuvo un hijo
vió a Hamburgo para ayudar a Max Halbers- varón –su único hijo– al que llamó “Collin”,
tadt y a su hijo a sobrellevar este terrible y y cuyo nacimiento coincidió con la celebra-
nuevo duelo (Young-Bruehl, 1988). ción del centenario de su abuelo Sigmund en
Como vemos, tuvo una infancia difícil; 1956 (Benveniste, 1999).
perdió a su madre junto con su hermanito Realizó su entrenamiento formal como
aún no nacido, y luego a su hermano Hei- psicoanalista de adultos en el Instituto Psi-
nerle. Su vida escolar tampoco fue muy feliz, coanalítico de Londres, y desarrolló su for-
pues ocurrieron múltiples interrupciones en mación durante la época de la guerra en-
su educación, a causa de enfermedades, au- tre Melanie Klein y Anna Freud, por lo que
sencias, mudanzas y cambios frecuentes de tuvo contacto con los discípulos de ambas
escuela, todo lo cual se veía agravado por su personalidades. Describió a los estudiantes
condición de soñador diurno con algunas di- de aquélla como agresivos, pero a la mis-
ficultades de aprendizaje y poco aplicado en ma Melanie como “una buena abuela judía”.
su escolaridad. Recuerda sus años escolares Posteriormente sentó su práctica privada y
en la escuela Heitzing, la cual era dirigida por se entrenó en análisis de niños en la Clínica
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tentador pensar que, al crear una nueva familia, dignidad, inicialmente con su juego y, pos-
lograría dar tregua a ese destino. Quizá vendría teriormente, en la adultez, a través de sus
la época de los merecidos “da”. Sin embargo, estudios e investigaciones, cuando exploraba
relató con profundo dolor la muerte súbita de experiencias traumáticas que se entrelazaban
Collin, quien fue arrollado por un camión, a con su propia historia.
los 30 años, mientras manejaba la bicicleta de Los juguetes (“o-o-o-o...”, fort) se iban, su
manufactura casera que él mismo había cons- madre, sus hermanos, su padre, sus objetos...
truido. Su última pérdida significativa ocurrió pero no reaparecieron como habría de espe-
recientemente cuando se mudó con todas sus rarse. Sin embargo, Ernest parece no aban-
pertenencias desde Inglaterra a Heidelberg. Él donar su carretel. Se dedica al estudio del
llegó sano y salvo, pero gran parte de sus obje- psicoanálisis, al nacimiento, sus milagros y
tos se perdieron en un accidente que provocó sus tragedias, a través de la investigación de
un incendio en el tren en que viajaban; libros, la perinatalidad y de la relación madre-hijo.
recuerdos familiares, objetos que daban tes- Él fue el primer infante observado psicoana-
timonio de ochenta y cuatro años de historia líticamente y se convirtió, a su vez, en asiduo
de vida. Nos mostró algunos de sus libros más observador de infantes tratando de ligar la
queridos con sus páginas consumidas por el teoría con la práctica psicoanalítica... de ligar
fuego. Aunque quemados, recuperó parte de separaciones con reencuentros.
ellos, re-apropiándose así de partes de sí mis- Nada fácil es la tarea que le ha tocado
mo. Nuevamente algo desaparece y aparece, vivir –que de alguna manera, sin duda, todos
aunque al re-aparecer se ha transformado en compartimos–, tarea que viene practicando
un objeto distinto. desde su tierna infancia, desde siempre. Trata
Pareciera que él nunca se quejó dema- de controlar y adaptarse a las separaciones
siado de las pérdidas, tal como hacía cuando sin desfallecer, teniendo la ilusión de atraer
lo dejaba su madre, pero insistió en esceni- nuevamente hacia sí el carretel, seguir ade-
ficarlas, para sobrellevarlas con sublimada lante... y esperar el próximo reencuentro.
La autora del artículo, Adriana Prengler, en compañía de Ernest Freud, agosto 2001.
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