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LA GLORIA DE DIOS Y LA HONRA DEL HOMBRE

1!Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu
gloria sobre los cielos;
3Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, 4Digo:
¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo
visites?

SALMOS 8. 1, 3 y 4

I.- INTRODUCCIÓN

El martes pasado se vivió en nuestro país uno de los fenómenos naturales y astronómico
más espectacular y extravagante: El eclipse Total Solar. Este tuvo características
especiales, ya que la umbra o franja de totalidad de la sombra que alcanza el 100 % de
oscuridad durante el eclipse, pasó por la parte sur de la Región de Atacama y el norte de
la Región de Coquimbo, zonas geográficas con uno los cielos más prístinos y limpios del
mundo.

No se si usted comparte esta idea conmigo, pero ninguna rama de la ciencia proclama
tanto la grandeza de Dios y lo insignificante que es el hombre con más elocuencia que la
astronomía. El sencillo hecho de que las distancias cósmicas deban medirse en años-luz,
esto es, la distancia que recorre la luz en un año, ilustra este punto. La luz viaja 299.816
kilómetros por segundo, y hay 31.5 millones de segundos en un año, por lo que la distancia
que viaja la luz en sólo un año sería aproximadamente 9, 6 trillones de kilómetros.
Ahora bien, para que ocurra con éxito un eclipse solar total, una larga lista de sucesos
deben salir bien, implicando que la “llave astronómica” tiene que ser girada
perfectamente para que esto suceda.
En primer lugar, tres objetos son necesarios para un eclipse solar total; un objeto
iluminador o cuerpo celeste (el sol), un objeto que lo protege o cuerpo eclipsante (la luna)
y el objeto receptor (Tierra).
Nuestro Sol está a unos 149 millones de kilómetros de distancia de la Tierra, tiene unos
4.3 millones de kilómetros de circunferencia, y una temperatura superficial de 10.000
grados Fahrenheit.
Por otra parte, la Luna es esa roca que está constantemente moviéndose alrededor de la
Tierra a aproximadamente 3.683 kilómetros por hora.
Finalmente, la Tierra es ese planeta que rota sobre su eje a 1.700 kilómetros por hora y
orbita alrededor del Sol a 107.000 kilómetros por hora, algo así como 29,7 kilómetros por
segundo.
Además de mantener todos esos objetos en movimiento, aquí está lo difícil de un eclipse
solar total: todos esos cuerpos masivos y en movimiento tienen que alinearse
perfectamente.
Si una cosa va mal, un eclipse solar total no puede suceder. Cada parte debe estar en su
lugar, por lo que las mecánicas correctas requeridas para un eclipse solar total son
extraordinariamente complejas.
II. DESARROLLO
A.- Cuando pienso que Dios organizó un eclipse solar total, y también supervisó los otros
200 millones de galaxias, los miles de millones de millones de estrellas, cada molécula de
agua en los océanos de la Tierra, el latido de siete mil millones de corazones humanos e
inclinó su oído a las oraciones que con fe se hicieron esta semana, no me queda más que
declarar junto al salmista:
“Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has establecido,
digo: ¿Quién soy yo para que de mi te acuerdes, y quiénes son mis hijos para que lo cuides?”
Salmos 8:3-4.
¡Gloria a Dios! ¡No hay nadie como él!
Los fenómenos naturales extraordinarios como los eclipses solares totales cuentan la
gloria de Dios y exaltan a Cristo, pues es Él quien lo sostiene todo. Colosenses 1:17 “Y él
es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten”
Esta semana, las cosas invisibles de Dios, su eterno poder y deidad, se hicieron claramente
visibles ante nuestros ojos (Romanos 1:20).
LA REVELACIÓN GENERAL DE DIOS SE HIZO PATENTE ANTE MILLONES DE PERSONAS. A
TRAVÉS DE UN FENOMENO ASTRONÓMICO, LA SUPEREMINENTE GRANDEZA DE DIOS
FUE REVELADA A TODOS NOSOTROS.
Y por esta razón, y SIN EXCUSAS, debemos hacer lo que Dios espera de nosotros al
contemplar estas manifestaciones de su poder: GLORIFICARLE COMO A DIOS Y DARLE
GRACIAS.

B.- David, era un hombre que se detenía a contemplar a su alrededor. Muy reflexivo. El
pudo comprender que toda la creación contaba la Gloria del Dios creador. Aún sin tener
toda la información que hoy tenemos, sin haber podido mirar el cielo con un potente
telescopio, aun así, con su limitado conocimiento del cosmos, sólo con lo que podía
apreciar con sus ojos, el concluyó que los cielos cuentan Su Gloria, y el firmamento anuncia
la obra de las manos de un Dios todopoderoso, y ante esa verdad, él se INCLINÓ.

Se inclinó porque entendió que, aun siendo polvo insignificante, Dios se dignaba en
visitarle y se acordaba de él. Se inclinó porque reconocía que era un ser limitado ante un
Dios sin principio ni fin. Y por esta verdad le alababa. No por las riquezas que Dios le
permitió tener, ni por los reinos que Dios le permitió conquistar, ni por los triunfos que
Dios le permitió abrazar. Sino porque ese Dios grande y temible, todopoderoso e
inconmensurable, le había considerado como objeto de su amor y gracia. Por esta razón
el exclamó:

¡Oh Jehová, Señor Nuestro, ¡Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!


Esa fue la misma razón que llevó al profeta Jeremías a decir “¡Oh Señor Jehová! he aquí que
tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, no hay nada que
sea difícil para ti” (Jeremías 32:17)
Ante su grandeza, David se inclinó en alabanza.
ESTAS SIMPLES ESPIGAS ME HABLAN DE ALABANZA A DIOS. SE INCLINAN PORQUE ESTÁN
LLENAS DE FRUTO. ASIMISMO, SEGÚN HEBREOS 13:15 LA ALABANZA ES ESO “FRUTO DE
LABIOS QUE CONFIESAN SU NOMBRE, SU GRANDEZA, SU PODER, SU DEIDAD”. Y MIENTRAS
MÁS LLENO DE ALABANZA A DIOS ESTÁS, AL IGUAL QUE ESTAS ESPIGAS, MÁS Y MÁS TE
INCLINAS DELANTE DE DIOS.
III. CIERRE

En el centro y corazón del Salmo 8 está la pregunta que todos debemos hacernos al mirar
la grandeza de Dios en todo lo creado: ¿Qué es el Hombre para que te acuerdes de él?

Cuando leo las Escrituras, descubro una y otra vez, como Dios tiene interés en cada
individuo. Se preocupa personal e íntimamente por cada ser humano. Y al ver esto, me
pregunto ¿qué mérito tenemos para que nuestro Dios piense en nosotros? ¿Qué razones
tiene un ser tal extraordinario en poder y grandeza, para llamarnos sus hijos?

¿Quién soy yo para que tu me hayas amado? ¿Qué ves en mí para que tengas misericordia
día tras día?
Al contemplar estas interrogantes, mi actitud arrogante se desvanece. Y es que no hay
otra conclusión lógica a la cual llegar, queridos, que no sea el DARLE HONOR A DIOS Y
GRACIAS POR AMARNOS SIN RAZÓN.
Salmos 148:3 declara “Alabadle, sol y luna; alabadle, todas las estrellas luminosas.”
AL LEER UN SALMO COMO ESTE, POR FUERZA, NUESTRA CONCLUSIÓN DEBERÍA SER:
Si los cielos te alaban, YO TAMBIÉN LO HARÉ.
Si el Sol y la Luna te adora, YO TAMBIÉN LO HARÉ.
Si la Tierra y toda lo creado te alaba, YO TAMBIÉN LO HARÉ.

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