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El siglo de Pericles fue un periodo en el cual florecieron las artes, la política, la filosofía y la
literatura. Uno de los personajes más recordados y trascendentes de esa época fue el
arquitecto, pintor y escultor Fidias. Sus obras son referidas por los estudiosos como una
muestra emblemática de lo que para los griegos significaban las nociones de belleza, armonía
y perfección. Las ideas e ideales de esos tiempos han alcanzado nuestros días: las
instituciones, la noción de democracia, el derecho, y, sobre todo, los conceptos estéticos y
espirituales de la Grecia antigua han permeado el pensamiento, primero de las antiguas
colonias y provincias romanas, sobre todo la británica, y, después, por medio de la
colonización y globalización, el mundo entero.
La idea de que la naturaleza estaba dotada de un alma inmanente en todo fue muy
recurrente en el pensamiento griego, tanto para los filósofos como para los literatos. Esto
recibe el nombre de panteísmo. Platón, por ejemplo, pensaba que todos, hombres y animales,
tenemos un alma inmortal y puso en boca de Simmias en el dialogo Fedón lo que muchos
filósofos griegos creían: el alma es armonía. Cual melodía de una lira, el alma no es material
ni física; es, más bien, espiritual: el alma de todas las criaturas resuena juntamente en armonía
divina.
Es, pues, necesario que el alma sea una y múltiple, que sea divisible e indivisible. No
vayamos a dudar de que una sola alma, y una misma cosa pueda estar en muchos
sitios. No admitirlo es negar que haya un ser que sostiene y que dirige todas las cosas,
que las sostiene abrazándolas todas y que las dirige son sabiduría; un ser que es
múltiple, porque las cosas son múltiples, pero que es uno porque el ser que lo contiene
todo debe de ser uno. Por su unidad multiplicada distribuye la vida a todas las partes;
por su unidad indivisible las dirige con sabiduría. En las cosas que no tiene la
sabiduría hay un principio directivo que imita esta unidad del alma sabia (Plotino 55).
Para el tiempo del renacimiento español los modelos grecolatinos tenían mucha
popularidad. Por ejemplo, las églogas de Virgilio -las Bucólicas y las Geórgicas- tuvieron
mucha influencia en las Soledades de Góngora. En las obras de ambos autores el animismo
y el panteísmo tienen un lugar importante dentro de la relación del hombre con la naturaleza.
Luis de Góngora y Argote en sus Soledades plasma el pensamiento neoplatonista con gran
maestría. En la opinión de Antonio Carreira, el neoplatonismo permea toda la obra del
escritor español:
Otro aspecto notable de las Soledades es el tema del viaje del alma. ¿Qué busca el
peregrino en ese lugar apartado y agreste si no el encontrarse consigo mismo? Su vagar no
es sino el ir de allá a acá del espíritu. Más que una alabanza de aldea y menosprecio de corte,
el poema de Luis de Góngora es, en palabras de Emilia Deffis, la “identificación con el
principio supremo”:
De acuerdo con los que saben, la palabra griega para alma es psique y significa aire o
soplo de vida. También esa palabra puede significar mariposa o polilla. Según Homero, el
alma de los héroes caídos en batalla era exhalada por la boca al morir en forma de mariposa.
Platón decía que a las almas de los hombres eminentes les esperaban grandes recompensas
con los dioses y algún día volverían a la tierra. Sin duda, tal como dijo una vez el apóstol
Pablo a los epicúreos y estoicos en el Areópago al recordarles una cita, según se dice de
Eurípides, “también somos linaje de [Dios]” (Hechos 17: 28). En cada uno de nosotros hay
algo de divino, y no sólo en nosotros los humanos sino también en el aire, en el agua, en la
brisa, en el rio, en la hierba, en la vaca que la engulle y en el becerro que amamanta.
Bibliografía
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