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Teoría Ish-ah
Sobre el sentido de lo Múltiple, lo neutro y la asexualidad
Cándida Elizabeth Vivero Marín
Índice
Prefacio 4
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1.6. Hacia el desdibujamiento de las fronteras, los límites y los bordes: llegar a lo transhumano
y traspasarlo 35
Capítulo II: La Ultrahumanidad: del sentido del cuerpo, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte 42
2.3. Los cuerpos que sí importan: los enfermos, los discapacitados, los gestantes, los ancianos,
los abyectos 58
2.4. Cuando los cuerpos enferman y sufren: la indolencia de los otros y la ética del cuidado 66
3.3. La empatía 85
3.5. Cuidar de sí y cuidar del otro para no ser desechados en un mundo consumista 95
3.6. El compromiso ético con el otro desde la libertad del sujeto no-unitario 98
3
Bibliografía 106
Hemerografía 108
Prefacio
Hace una década comencé mi acercamiento a mayor profundidad en los estudios de género.
Si bien ya conocía el tema a raíz de mi tesis de Doctorado, fue la entrada a integrarme como
la categoría género a lo largo del tiempo y desde las distintas posturas y discusiones teórico-
conceptuales, de acuerdo con las escuelas más relevantes que identifico por ahora, a saber: la
anglosajona basada sobre todo en los trabajos de Judith Butler y centrada en la noción de
discurso; la europea surgida hacia 1970 con el feminismo francés de la diferencia y que trata
género como construcción epistémica que no responde a las realidades latinoamericanas y con
Mis investigaciones, avances y reflexiones tanto desde este complejo y vasto universo de
conocimiento, así como mi posición desde la teoría literaria y el análisis de textos escritos por
narradoras mexicanas jóvenes, se enriquecieron grandemente con el acercamiento que tuve que
realizar desde otras disciplinas, en particular desde las ciencias sociales, a partir de que asumí
la coordinación del CEG en septiembre de 2012. Al inicio, he de decir, no fue fácil volver a
romper con ciertos esquemas y estructuras mentales con los que me había formado desde el
área meramente humanística, pero el esfuerzo ha valido enormemente la pena pues me permite
hoy estar aquí con una propuesta teórica emanada de toda esta gama de esferas del conocer que
se han complementado finalmente de manera coherente y cohesiva a través de este modelo que
La que nombro como “Teoría Ish-ah” (de los términos en arameo Ish, que significa hombre;
e Ishah, que significa mujer) trata de dar cuenta de un sujeto nuevo o, mejor dicho, renovado
que inauguraría a la que llamo “Ultrahumanidad” (del prefijo “ultra” que quiere decir ir más
allá de) y que marca, nuevamente, un quiebre en la teoría del sujeto al propiciar la traslación de
principio de Uno-Todo, como fue en su momento, sino al de Todo en todo y en todos. De ahí
que este sujeto Ish-ah, que basa su actuación en la que llamo “razón deseante”, busca llegar a
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ser lo que en realidad desea ser, a ese “deseo-mío” que no es otra cosa sino el “ser de amor”
que lo constituye y que manifestaría a partir de una serie de acciones, condicionadas o no, a
partir de su cuerpo sexuado. Sin embargo, el “ser de amor” del sujeto Ish-ah va mucho más allá
de una concreción amorosa hacia una persona o colectivo en particular, pues se traslada a una
de vida y de muerte. De ahí que, contrario a lo que se propone en las biopolíticas, las
asexualidad como forma de sexualidad no sólo válida, sino trascendental y fundante que le
otro por medio de la ética del cuidado que derivan, en última instancia, en las que nombro
“Elohpolíticas” (de la palabra en arameo Elohim, que quiere decir Dios y que aquí se retoma
en términos de amor, bondad, compasión, empatía, cariño y cuidado para sí mismo y para los
demás).
A partir entonces de estas políticas del amor y del cuidado hacia sí mismo y hacia los demás,
el sujeto Ish-ah está llamado a construir lo que denomino “Estado de la comunalidad” que basa
su sentido en una serie de mecanismos no sólo a nivel social, público y político, sino también
privado e íntimo. En este nuevo Estado que se espera formular de manera mucho más concreta
en un futuro próximo, el modelo económico que debe surgir sin duda no responderá ya ni al
educativo, cultural y artístico igualmente comparta un sentido de unión con todos los sectores,
Identificar, por regiones, países y comunidades, lo que nos hace ser uno, a partir de nuestras
particularidades y diferencias, será una tarea titánica e, incluso, hasta utópica. Sin embargo,
frente a la embestida cada vez más creciente de las necropolíticas, el salvajismo capitalista más
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destructivo que consume vidas humanas, vegetales, animales y hasta a los minerales, colocar
una pequeña luz que pueda guiar o, por lo menos, servir de referente para reflexiones y
que tarde o temprano tenía que darse, pues ante la sinrazón, la exacerbación del lado más oscuro
de la humanidad y el desengaño, la esperanza por construir conjuntamente las bases y los pilares
Ya Tomás Moro, en su momento, habló en “Utopía” (1971) de una isla donde el deber ser del
Estado era garantizar la armonía, el desarrollo y el bienestar para los individuos y la sociedad.
Ahora, en esta segunda utopía, si la podemos llamar de esta forma, concebimos la posibilidad
sujeto que nos permita pensar nuestro estar en el mundo de manera diferente, múltiple,
abarcadora e incluyente. No creemos que sea un imposible de alcanzar, aunque tampoco será
fácil, llano y simple el camino a emprender, pues requerirá del esfuerzo individual y colectivo,
de la transformación personal y social, del despertar de conciencia único y total. Una utopía
posible. Un mundo realmente mejor, más justo y más igualitario. Un mundo en paz. Eso
Capitulo I
Hace tiempo, cuando por primera vez escuché la crítica a la noción “género” e intenté
sexual”, lo cual, por supuesto, me hizo recordar no solo una de las primeras definiciones del
término, sino el título del famoso libro recopilado por Marta Lamas (1996) que es justamente
una selección de textos claves para entender la discusión inicial con respecto al género y su
En ese momento, mi idea en torno al género dio muchas vueltas, pues me hizo reflexionar
aún más con respecto a dicha definición, para mi gusto básica y limitada, que no me explicaba
del todo la realidad que percibía mucho más compleja. Con el paso de los años y la
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y, sobre todo, discusiones en torno a la problemática, llegó a mí una noción más acorde con mi
punto de vista: el género como principio simbólico ordenador. Esta otra manera de entender el
término, de acercarse a él como un lugar vacío, como lo nombra Cristina Palomar Verea (2016),
me dio una perspectiva más amplia y satisfactoria, por lo que retomé aquel esbozo planteado
hacía tiempo y continué profundizando en varios aspectos que en este libro intento explicar,
pero sobre todo explicarme, pues estoy convencida que en estos ejercicios reflexivos, críticos
y analíticos, es una misma la que busca luces para aclarar sus interrogantes, despejar dudas,
pero, sobre todo, dialogar en “voz alta” con los otros para compartir nuestros puntos de vista.
De ahí que, tras regresar un poco sobre mis pasos y continuar la reflexión con otras colegas
de diversas partes: América Latina, Australia, Estados Unidos y Europa, creo percibir en todos
los planteamientos una misma base en común que he denominado “Razón deseante”, la cual, a
su vez, parte de un valor trascendental: la libertad. Y justo esa libertad de que la persona sea y
llegue a ser lo que ella desea, radica la desestabilidad para el sistema capitalista neoliberal que
intenta, a toda costa, contrarrestar las implicaciones económicas, políticas y culturales que
conlleva el ejercicio pleno y total de dicho principio. La libertad, como derecho humano
universal, nos coloca de frente a la angustia en tanto que no hemos sido educadas/os en ella, y
porque tampoco hemos construido realmente espacios vitales que la cobijen. Ante esta nueva
situación, ante esta falta de guía, el temor a lo por venir nos angustia. Sin embargo, construir y
construirnos desde la libertad es una apuesta y, aún, una responsabilidad que tenemos que
asumir para transformar y transformarnos, para traspasar los límites y las fronteras, para
Espero que estas páginas nos ayuden a todas, todos y todes, a abrir nuestras alas y reconfigurar
nuestra condición que, por ende, permita no sólo imaginar el mundo de otras maneras, sino de
hacerlo.
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¿Es el deseo anterior a la razón o es la razón la que condiciona el deseo?, ¿puede el deseo ser
la razón pura para sostener la acción del sujeto? El deseo, dice Judith Butler retomando a Hegel
(2007), es el principio que rige a los sujetos a performar el género. El deseo, sostiene Jacques
Lacan, dota de libertad al sujeto. Es, pues, el deseo que me mueve a actuar desde mi condición
El deseo es el primer impulso y el que, al final, rige e impone una coherencia a mi mundo, a
mi realidad. No es que la razón se subordine per se al deseo, sino que es éste el que la
Somos cuerpos deseantes que sí importan, que se interrelacionan con los otros y establecen
convergir. Porque lo que nos hace ser distintos entre nosotros se convierte y erige en frontera
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que impide el diálogo, el encuentro y, como diría Mijail Bajtin, (1999; 1992) el acontecimiento
para-otros. Por medio de él, construyo, me construyo y reconstruyo la explicación del mundo y
mi mundo interno y externo. Y, sin embargo, ese deseo puede no ser tan propio cuando no he
Entonces, ¿cómo puedo desear y no hacerlo?, o mejor dicho, ¿cómo puede ser a la vez y al
mismo tiempo un deseo propio y ajeno?, ¿a qué respondo cuándo deseo: a mi ser-en-sí o lo que
condiciona al sujeto aun antes de nacer porque el discurso ha estado previamente. Y en ese
sentido, la Razón me es dada como puesta en el mundo antes de mi existir. No obstante, hay en
mí un deseo único e irrepetible que me mueve y clama por manifestarse. Un deseo no sólo
propio, sino mío: irreproducible en y para el otro que me hace hacer, actuar, apegarme o
Razón deseante que me lleva a sobreponer mi interés sobre el fin moral. Al menos en el
conectado virtualmente con los demás, refuerza esta fundamentación de la acción a partir del
La razón deseante no sólo parte de la experiencia y la subjetividad, sino también de tres deseos
actuación marcada por el interés. De esta forma, el sujeto estructura su realidad y la subordina
Ahora bien, el sujeto al que nos referimos no se ajusta al sujeto cartesiano que se concibe a sí
mismo como unificado, sino que, por el contrario, se asume de entrada escindido, fragmentado
Sam Bourcier (2013). En síntesis: sujeto sin fronteras. Porque este sujeto, al que nombraremos
más adelante sujeto Ish-ah, no tiene límites, no le interesan puesto que vive y se vive como un
sujeto libre y en tránsito. Sin fronteras que lo constriñan en alguna identidad (sexual, genérica,
lingüística, nacional, geopolítica),este sujeto transita de una a otra, aunque se sitúa en las
no hay nadie como ella/él y, sin embargo, es todos. Con una historia propia y compartida.
en la mayoría de los casos se ajusta a la heteronorma para ser aceptado, reconocido y amado.
Cuando eso ocurre, dicho sujeto aspira a una estética de género dada por la simetría genérica,
esto es, una concordancia a nivel simbólico, de representación y,por ende, del imaginario entre
el deseo, los afectos, las emociones, el cuerpo, la vestimenta, las formas y modos de actuación.
En unas palabras: un cuerpo que intenta ajustarse a lo hegemónico, aunque siempre habrá un
termina siguiendo los parámetros impuestos y entonces utiliza las tecnologías para volverse
para construirse, puesto que no sigue el binarismo, y tampoco a las identidades trans, queer o
cuir, sino que fluye. Se puede decir, entonces, que no tiene género, o que posee una fluidez que
sin determinismo, el sujeto no-unitario puede amar, desear e identificarse con lo heterosexual
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al mismo tiempo que con lo homosexual o bisexual, mas no establecer relaciones sexoafectivas
permanentes puesto que no las necesita. Su asexualidad sublima el deseo erótico y lo lleva a
una concepción más amplia, abarcadora y trascendente de amor que llamaremos “neutro” y que
postidentitario y postsexual. Un sujeto que, en suma, como dice Marta Lamas (2013), sólo
reivindica su condición de humanidad, ejerciendo la libertad de ser lo que desea ser: un ser de
A este nuevo sujeto, sin género y sin fijamientos identitarios y sexuales, se le teme porque,
en concordancia con Lamas, resulta subversivo. Sin ataduras de ningún tipo, sólo reivindicando
sus límites los marca únicamente su singularidad como sujeto deseante. Ciertamente su
posición está dada por las experiencias comunes y compartidas por su raza, su etnia, su lengua,
su religión; mas el sujeto no-unitario es libre, completamente libre aunque situado. Es un sujeto
ultrahumano en toda la extensión de la palabra, aunque guarda una cierta ética incomprensible
para la mayoría: se sabe vulnerable y, en ese reconocimiento de sí, se une a los otros no por
interdependencia que crea lazos de unión con los otros igualmente vulnerables tanto en su
corporeidad, como por su estar en el mundo donde la heteronorma sigue vigente y actuando a
Es, pues, a esa conciencia de libertad absoluta a la que se le teme. A esa falta de ataduras y
condicionamientos. A esa condición tan simple y tan compleja como es el ser, el estar y el
existir como meros seres humanos, sin adjetivos y, por lo tanto, sin cargas.
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A ese sujeto no-unitario, a ese sujeto post en tantos sentidos y ultrahumano en todas las
épocas, le escribo y me dirijo ahora para descentrañarlo, para darlo a conocer, para mostrar su
cara y su posicionamiento político en medio de nosotros que transitamos hacia una nueva
condición que ya percibe las alas de la libertad total y absoluta de las etiquetas. A ese sujeto
no-unitario, alejado de la identidad porque la ha traspasado, le hablo desde estas páginas para
que dialoguemos en medio de la guerra en Siria y sus miles de desplazados que son rechazados
por los ciudadanos europeos; en medio de los miles de pies que migran y cruzan las fronteras
para llegar al primer mundo norteamericano si sobreviven a los cárteles, a la policía corrupta
víctimas de trata que desaparecen de la noche a la mañana o que son vendidos en los paraísos
sexuales; en medio de nuestra condición de humanidad más vil, pero también más humana.
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Cuando en 2011 publiqué el artículo “De la Escritura a las escrituras: lo múltiple como
disposición dual del mundo. Como apunta Umberto Eco, (1997) la estética del número indica
la fuerza moral del arte y nos recuerda que la honestas es alegóricamente armonía numérica y,
más críticamente, proporción de la acción correcta a la finalidad (cfr. Eco, 1997: 51-52). A
partir de esta concepción no sólo filosófica, sino sobre todo moral, sostuve que la alegoría
armónica de los géneros se encuentra regida por el principio dual, de donde la multiplicidad
queda subordinada y regida por la norma del Todo-Uno. De ahí que la posibilidad de una
multiplicidad de géneros, y aun de una ausencia de estos, implicaría una aversión en cuanto
niega la fuerza moral dada por la honestas que rige la acción y la encamina hacia un fin superior
del bien, y del bien común como señala a su vez Jürgen Habermas (cfr. Habermas en López
Molina, 2012: 35). En ese sentido, el pensamiento diádico imprime al binarismo de género su
supremacía armónica del dos como principio organizador del mundo (cfr. Ruiz Rico, 2002), el
binarismo de género es fundamentado como realización plena de la armonía social entre los
diferencia sexual, tan cara a la conceptualización y teorización francesa, nos habla así de una
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construcción que se va erigiendo como moralmente buena al atribuir dicha honestas a la acción
Con dichas premisas como base del pensamiento y organización del mundo, ¿cómo no estar
de acuerdo con el binarismo de género, el cual es garante de la armonía social? Es más, desde
fundamento que proclama ser la salvaguarda del fin superior al cual se encaminan todas las
acciones de los sujetos sometidos a sus reglas de operación y funcionamiento? Obvia decir que
cualquier intento o crítica a dicho binarismo es visto no sólo como sospechoso, sino como
altamente subversivo en tanto que atenta contra la norma que “rige la inteligibilidad social de
De ahí que el binarismo de género regula y se erige como noción primaria de la construcción
el binarismo de género impera en todos los ámbitos, atravesado por la raza, la etnia, la clase, la
En ese mismo tenor, puesto que el Número organiza y da sentido no sólo a la acción, sino
sobre todo a la moral, el Uno se convierte en el centro que da origen a todas las cosas puesto
que significa lo divino y lo inmanifestado. Del Uno parten todas las demás cosas, ya que es el
origen que unido a la diada indefinida produce el dos numérico y, por ende, los demás números.
De esta forma, señala Habermas, la noción de Múltiple queda subordinada al Todo, pues de
dicha unicidad, dada por el Uno, se desprenden todas las demás cosas. Sin embargo, continúa
construcción del pensamiento y la episteme basada, desde finales del siglo XIX y principios del
siglo XX, en las ciencias del lenguaje; sino, sobre todo, en el giro racionalista que fundamenta
el giro conceptual hacia lo Múltiple como eje rector tanto de las acciones como de las distintas
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apropiaciones del ser y del mundo, entre ellas la corporalidad (cfr. Habermas, 1990; y Molina,
2012).
Así pues, al tratar lo Múltiple como principio rector del Todo, se desconstruye igualmente la
inversa, se colige que no hay una esencia o sentido único, absoluto y abstracto que dé cuenta
que da paso a los sujetos diferenciados, sino más bien la suma concreta y real de las personas
“Feminidad” ni la “Masculinidad”, como tampoco existen ya “La Mujer” y “El Hombre”, sino
En efecto, desde esta postura reflexiva y crítica, el conocimiento situado tiene su punto de
experiencia corpórea, o lo que es lo mismo, las experiencias vividas por y desde las
corporeidades múltiples, generan formas particulares de conocer que llevan a los individuos a
fenoménico hay esencialidad, sino concreciones que, en el caso particular del género, hemos
llamado “concreciones de género” (Vivero Marín, 2011), las cuales a su vez y al mismo tiempo
deseo de ser aceptado, ser reconocido y ser amado dentro de la lógica binaria establecida por la
heternorma. Sin embargo, en la libertad del sujeto, la cual ejerce de manera consciente o
inconsciente, dicha performatividad se acepta o no, se rechaza o no, se modifica o no. De tal
suerte que el sujeto decide, en última instancia, seguir la heternorma (que condiciona desde su
actuación hasta su vestimenta a nivel “externo”, hasta sus deseos sexuales y su imaginario a
nivel “interno”), o bien apartarse de ella, de donde procesa las experiencias a la luz de dicha
asociado a los cuerpos sexuados per ser. El pensamiento y el conocimiento derivado de él, en
todo caso, se llevan a cabo desde una serie de concreciones a partir de las cuales, el sujeto
aprehende e interpreta el mundo y su relación con éste. El conocimiento situado, por lo tanto,
refiere a las particularidades, concretas y subjetivas, de los sujetos que, dada la multiplicidad,
Ahora bien, ¿qué entendemos por el término de “persona no unitaria”? Si partimos del hecho
hablar del “sujeto no-unitario”, entendido éste como aquél capaz de conocer la realidad a partir
por “persona no unitaria” entendemos a la singularidad de los individuos que está constituida
por una multiplicidad de rasgos, cualidades, habilidades, capacidades e impulsos sexuales que
unitario”, tiene como punto de partida lo Múltiple y, por ende, desemboca en un conocimiento
singularizado, situado, por sus determinaciones en tanto cuerpo fenoménico. La razón, derivada
y a su vez determinada por la subjetividad, da cuenta del deseo de ser reconocido, de ser
aceptado y de ser amado, ya sea desde la heteronorma como es el caso del género, ya desde
Por medio del cuerpo fenoménico, pues, se crea el conocimiento y, ya que dicho cuerpo está
determinado desde, por y a partir de lo “sentiente”, esto es, de sus experiencias, luego entonces
la subjetividad como base del mundo de la vida se convierte en “el suelo originario de toda
basa de este modo en las experiencias derivadas de un cuerpo y, en tanto persona situada y no
hegemónico. ¿La razón deseante, que parte de la noción de Múltiple, no responde finalmente a
una idea moderna? La pregunta que se nos puede formular, tomando en cuenta la concepción
racional del sujeto que dio paso a la idea de sujeto unitario y cartesiano de la Modernidad , no
sólo es pertinente y acertada, sino que nos ayuda a reflexionar sobre las diferencias implícitas
en la misma.
podemos sostener que en las categorías “sujeto no-unitario” y “persona no unitaria”, subyace
igualmente una noción moderna del “ser humano/a”, a saber: el ser humano/a es el que razona
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al animal y no el animal el que razona al ser humano/a. Como se observa, la razón vuelve a ser
el punto central de donde parte la idea de “qué es ser humano/a”, y que Braidotti, con su “sujeto
nómade” y las “transposiciones” (2009), intenta debatir, ya que, en última instancia, comenta
la filósofa italiana, el ser humano/a comparte afinidades con el reino animal, por ejemplo, por
cuestión de los instintos (2006: 139-140). No obstante, seguirá siendo la razón la que constituya
la diferencia entre el ser humano/a y el resto de los seres vivientes. Sin embargo, nuestra noción
de “ser humano” atraviesa esta limitante para ir más lejos y sostener que la razón y el deseo son
sólo los elementos necesarios de la autoconciencia del sujeto Ish-ah en tanto que le permiten
llegar al deseo-mío que no es otra cosa sino llegar al ser de amor que habita en él como potencia
y no como acto, pues el acto se manifiesta después de manera externa en el tipo de relaciones
Pese a este evidente vínculo con el sujeto moderno, tan caro a la ciencia objetiva, la razón
deseante se distancia no por el ideal universal, único y abstracto, sino porque dicho ideal se
concretiza, se materializa, se hace tangible, único y repetible sólo a partir de las singularidades,
las particularidades y las concrecionalidades individuales que llevan a conectar al sujeto con la
razón deseante, y al sujeto al que se refiere, se concibe la experiencia como fundante del
conocimiento en donde la unidad del ser no es dada de forma incoherente o disgregada, sino
que, a partir de la conjunción de las múltiples partes inherentes al ser como cuerpo fenoménico,
éste se constituye en una entidad coherente y cohesiva. La totalidad del sujeto se construye,
el punto de partida de esta reflexión, esto obedece al hecho de que, en el fondo, no hemos
superado las barreras y los límites del lenguaje, pues aún somos incapaces de dar cuenta de la
totalidad y de lo inexpresable que se manifiesta en los silencios, blancos o vacíos del discurso
tanto interno como externo. Incluso, en estas líneas, se sigue haciendo necesaria la expresión a
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otra manera, explicar el giro filosófico que ha abierto la posibilidad a pensar el sujeto desde
otra posición y de manera distinta. Lo Múltiple, como principio rector del Todo en todo y en
todos, es un giro cualitativo y de grandes proporciones que permite borrar los límites, los bordes
reflexiones aquí enunciadas parten de ella, pero sin detenerse en ella, sino apuntando no a una
transmodernidad (Rodríguez Magda, 1989), sino a una “Ultrahumanidad” que nos permita,
finalmente, lograr la libertad de ser y estar de los cuerpos sexuados a partir del deseo-mío, es
decir, de llegar al ser de amor que los habita y configura su estar-en-el-mundo y su actuación
La libertad es definida como: "un derecho de valor superior que asegura la libre determinación
de las personas" (RAE, página virtual); también se define como: "facultad natural que tiene el
hombre [y la mujer] de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable
Así pues, como derecho de valor superior de hombres y de mujeres para determinar sus
personas y en tanto que dicha libertad va ligada a la responsabilidad de los actos de las mismas,
anulación de los discursos hegemónicos por el simple hecho de llevar a cabo tales actos, sino a
la transformación real y sustancial de dichos discursos proponiendo un cambio desde las bases
que derive, en última instancia, en nuevas formas de habitar el mundo y de relacionarse con él.
Como hemos visto en el capítulo anterior, la razón deseante se basa en lo Múltiple y, por ende,
como una cualidad inseparable de la condición de humanidad. Pero, ¿por qué o en qué sentido
la libertad se sitúa como condición? Porque la libertad, en sí misma, es inherente a los sujetos
por el simple hecho de serlo. Que el discurso hegemónico preexista al sujeto, lo predetermine
y lo subordine a una dominación genérica, por ejemplo, es una consecuencia y una causa de la
sujeción al discurso, impuesta por la sociedad de distintas maneras, entre ellas, los
performativos sociales que, como apunta Butler (2008), no son sino actos de habla perlocutivos.
Pensamos, pues, que la sujeción no es propia al sujeto, mucho menos al sujeto no-unitario, y,
en concordancia con Michel Foucault (cit. por Butler, 2001), creemos que la apelación a la cual
construcción de subordinación llevada a cabo tanto por el discurso hegemónico (de donde las
biopolíticas son una parte importante), como a un conocimiento situado que lleva al sujeto,
como cuerpo fenoménico, a aprender actuaciones y, sobre todo, reacciones determinadas ante
aprende y procesa las determinaciones hegemónicas de tal manera que, si intenta desajustarse
vulnerabilidad tal que, como apunta Butler, lo colocan frente al mundo como una vida no viable.
Así, cuando Butler señala las consecuencias de esa normativa de género, se refiere a los cuerpos
los ancianos, los enfermos, los indigentes, los niños que viven en condición de calle, las y los
prestadores de servicios sexuales y, en fin, todos aquellos sujetos que no se adecuan, ajustan y
performan no sólo el género, sino los valores androcéntricos, modernos y morales, impuestos
estos últimos desde una óptica ultraconservadora, y no desde una ética de actuación distinta,
ligada al cuidado.
De esta manera, pese a que la libertad es propia a los sujetos, no está garantizada, sino al
contrario, en muchas y repetidas ocasiones se debe luchar para conseguirla y de ahí que se
considere un derecho de valor superior el cual se tiene, sí, pero por el que hay que esforzarse.
En ese sentido, la libertad se encuentra siempre bajo amenaza y también bajo sospecha; pues,
por un lado, a los regímenes autoritarios (auto nombrados o no democráticos), les causa
conflicto que los sujetos elijan ya no digamos las formas autónomas de gobernarse, sino la
posibilidad real de que los sujetos cobren conciencia de su responsabilidad autorregulada por
la ética del cuidado y desestime como necesarias cualesquiera forma de gobernanza represiva,
capitalismo neoliberal. Mientras que, por el otro lado, el ser no-unitario completamente libre y
el-mundo, de las cuales se responsabiliza sólo a través del prisma de valores trascendentales
tales como: respeto a la vida (en todas sus dimensiones y formas), a la libertad propia y ajena
(dentro de los marcos de actuación ética solidaria) y a la dignidad de las personas por el hecho
de ser personas. Es decir, al sujeto no-unitario y libre lo rige un único principio básico que, en
su sencillez, desnuda la complejidad de las relaciones sociales: el amor a los otros. Así, el sujeto
libre es sospechoso de no seguir las reglas , y en cierto sentido debería declararse culpable de
dicha acusación, pero su conciencia de libertad, basada en su capacidad de amar a los otros,
hacen que dicho sujeto pondere el sentido comunitario sobre el individual; el bien común por
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arriba del egoísmo y el hedonismo; la causa justa a la impunidad y la corrupción. El sujeto libre
trasciende, pues, cualquier principio puramente moral y se coloca por encima de sí mismo al
Es ahí, en ese punto de trascendencia de las reglas sociales, morales, de las tradiciones y de
las costumbres, donde el sujeto libre genera sospechas: sospechas de generar y provocar el caos,
como válida, sino como necesaria, justa y buena. ¿El sujeto libre es anarquista? Sin duda, pero
no de manera aniquilante, sino propositiva. Este sujeto, situado más allá de los límites, los
bordes y las fronteras, ve hacia el futuro, construyendo el presente de manera otra. Sin
liderazgos aparentes, las comunidades que proyecta para sí y los demás se centran en la
cooperación, de tal manera que si hay un líder en el grupo, éste ejerce realmente su capacidad
con la palabra y la escritura, el sujeto libre escucha siempre, en todo momento y en todo lugar,
las necesidades del grupo y de los otros, e intenta conjuntar los esfuerzos en aras de resolver
Habiendo superado el deseo de ser amado, ser reconocido y ser aceptado, el sujeto libre no-
unitario ejerce la libertad plena de su ser-aquí, de su ser-ahora, para crear lazos de afectividad
con los suyos y el resto. Su libertad es tal, que la empatía es una característica que lo atraviesa,
como muchas otras, pues recordemos que este sujeto es, en sí, igualmente múltiple. Y en su
multiplicidad se extiende a los demás sujetos hasta borrar sus propios límites y dejar sólo en su
fisonomía algunas huellas de identidad (nacional, étnica, lingüística, sexual, genérica, religiosa,
Por ello, el sujeto libre no-unitario es temido porque va más allá de lo establecido, donde la
autoridad intenta ejercer su poder y dominio sin que encuentre una resistencia tácita, aunque
construir algo distinto donde necesariamente se piensa en una economía distinta, en medios de
comunalidad tiene que ser un Estado fundado en la libertad en los términos aquí referidos, ya
que la responsabilidad ética hacia el otro, sea humano o perteneciente al reino de los seres
vivientes y minerales, impone los límites de su actuación. "Mi libertad termina donde comienza
De ahí que las cualidades del sujeto libre no-unitario, en tanto coordinador/a/e de los grupos
y la escritura. Y es que el sujeto libre escucha siempre, en todo momento y en todo lugar, las
necesidades del grupo y de los otros, e intenta conjuntar los esfuerzos en aras de resolver
conflictos y crear armonía. Y es que el sujeto libre más allá de sí mismo, de los bordes de un
sistema que impone a la fuerza no sólo modos de producción, sino de asumirse en el mundo a
partir de un cuerpo hegemónico que impone, igualmente, una hexis corporal para constreñir a
los individuos a un marco de acción limitado y restringido (Bourdieu cit. en McDowell, 2000),
lo cual imposibilita el ejercicio pleno de las habilidades y, en consecuencia, el disfrute del ser-
en-sí.
1
En primer término, había pensado este Estado como “Estado Comunitario”, sin embargo, otras lecturas me
llevaron a replantear el término por el de “Estado de la comunalidad”, en tanto que el sentido de “comunidad”,
como bien lo indica Cristina Rivera Garza, sigue manteniendo el sentido de “lo propio”, mientras que con el
término “comunalidad” se proyecto hacia el sentido de “lo regalado”, en términos de no apropiación del bien en
común ni de autoría-autoridad.
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En efecto, la libertad, como resistencia a las imposiciones del poder vertical y autoritario,
angustia a los demás, pero no al sujeto libre que ve ante sí el despliegue de sus potencialidades.
Sin embargo, para el resto, acostumbrados y ceñidos a los límites marcados por dicho poder y
acostumbrados a seguir las indicaciones del mismo, la libertad atemoriza, causa angustia, pues
no hay límites que lo contengan, no hay bordes que le indiquen la finitud tan largamente
aprendida y, aun, deseada a partir de lo que han dicho debe ser su propio deseo. En cambio,
para el sujeto libre, las sin fronteras, los no bordes, los no límites, son su escenario ideal, ya que
ante la infinitud de posibilidades por llegar a ser lo que es, de actuar lo que desea, de crear lo
La razón deseante encuentra así, en la libertad, su mejor aliado, su fundamento y, por ende,
su condición más humana y, por lo mismo, más trascedente. Allí, situado en la multiplicidad
tiempo se traspasa. Concreta, en su cuerpo fonoménico, el deseo de ser lo que es, sin ataduras,
A lo largo de esta exposición, hemos hablado en repetidas ocasiones del deseo en tres
dimensiones: ser amada/o, ser aceptada/o y ser reconocida/o. Hemos mencionado igualmente
que el sujeto libre no-unitario llega a trascender estos deseos para posicionarse más allá de sí
mismo y situarse como un nosotros, al cual se siente unido, pero no atado. Ahora hablaremos
del deseo, en su sentido trascendental de llegar a ser lo que se desea ser en plenitud.
sin fijamientos, este sujeto ultrahumano es nómade, como apunta Braidotti (2004); vive al
máximo su condición mestiza, como sostiene Anzaldúa (2012); se sabe ajeno al binarismo de
género que considera una construcción espistémica eurocéntrica que no lo explica, sino que lo
limita con su visión diádica, como señala Viveros (2015); que su sexoafectividad es múltiple y
varía, en ocasiones, más de una vez a lo largo de la vida, lo cual lo convierte en un sujeto
multisexogenérico, como lo denomina Bourcier (2013). En fin que, como afirma Marta Lamas
(2013), reivindica con sus actos, sus acciones, sus actitudes, sus gestos y hasta con su cuerpo
Porque,al final de cuentas, el sujeto libre no-unitario rompe con las tecnologías del género (De
Lauretis, 1989), con las coreografías de género que le son transmitidas por diversos medios y
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simbólicas (Bourdieu, 1972), se aparta del panóptico del poder para resistirse y oponerse a la
represión desde la libertad de ser quien desea ser (Foucault, 2003). En su cuerpo, se concreta el
deseo de ser lo que es, sin más: sin etiquetas, sin encasillamientos, sin estetizaciones de género
Por ello, cuando se habla, se discute o se trata de clasifica a este sujeto libre no-unitario, que
reconoce su multiplicidad y la afirma, que basa su razón a partir del deseo y que funda su
consecuencia, convierte su ser en un devenir dinámico (Bajtin, 1999), se comete no sólo una
falta o una imprecisión, sino un error. Para este sujeto al que nos referimos, no hay palabra que
Exteriormente, el sujeto libre no-unitario es confundido de continuo con otros sujetos y con
determinadas. Para otros, su apariencia externa y física causa conflicto, pues no se sabe si viste,
camina, gesticula, acciona, reacciona, etc., desde una subjetividad ya "estudiada" y definida.
Para la mayoría, causa angustia, pues al no tener parámetros de comparación dónde ubicarlo o
interactuar con él/ella/elle. Y, sin embargo, basta con dirigirse a este sujeto como lo que es y
ha sido siempre: un ser humano/a/e. Distinto, sí, pues ha trascendido las fronteras. Diferente,
sin duda, ya que traspasa incluso sus determinaciones como cuerpo fenoménico. Pero ser-en-
Etiquetarlo, nombrarlo, ceñirlo a una palabra, a un concepto, a una definición, por más amplia
que ésta sea, es cometer un error, pues el lenguaje mismo está fundado en el error (Paul de Man,
1990) e intentar situarlo en un centro o con un centro determinado que estructure su estructura,
es caer en una trampa (Jacques Derrida, 1989). Este sujeto libre no-unitario desea, por supuesto,
pero de manera distinta y, puesto que su centro no está dentro de una estructura ya dada o
establecida, sino que puede llegar a tener una multiplicidad de centros móviles y cambiantes,
una manera específica. A este sujeto, las múltiples y variadas interpretaciones de quién es, qué
desea, qué hace, cómo ejerce su asexualidad, cuáles son sus afectividades, no pueden nunca ser
consecuencia, se encuentra en tránsito permanente hacia lo que desea ser: el/ella/elle mismo/a/e
determinantes, podríamos decir que, igualmente, concreta el deseo de ser quien desea ser, libre
principio de este trabajo, el sujeto libre no-unitario es una persona no unitaria situada y, en ese
sentido, atravesada por una serie de características que lo posicionan de una manera particular
y específica en el mundo; también es cierto que, como quedó asentado, traspasa y trasciende
las fronteras que lo delimitan para situarse en el aquí y en el ahora de sus vivencias, sus
experiencias y sus circunstancias. Por ello, su razón deseante funda su proceso epistémico y lo
dota de saberes singulares que, no obstante, pueden llegar a compartirse y, más aún, resultar
semejantes con los de otros. Sin embargo, la subjetividad de este sujeto también rompe los
límites de las marcas que lo atraviesan en tanto cuerpo fenoménico. Es decir, si como menciona
Dorotea Gómez (2014), el cuerpo es un territorio político a partir del cual se construye la
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episteme del sujeto, luego entonces igualmente a través, a partir y desde ese mismo cuerpo se
borramiento de las fronteras. En este punto, coincidimos con Braidotti (2000) en que el
nomadismo brinda al sujeto de una multiplicidad que lo abre a una experiencia que va más allá
del sí-mismo, nos explica justamente esta ruptura con los límites de lo que debemos ser a partir
de partida en común con Braidotti y su noción trashumaba (2013), creemos que el sujeto libre
no-unitario, al que nos referimos, llega, incluso, a trascender los límites de su interioridad para
convergir en un punto de unión común con los seres sintientes sin perder sus propias
concreciones.
subjetividad, construida y aprendida desde su condición inmediata, para proyectarse más allá
de sí-mismo y encontrar, en las concreciones de sus experiencias en tanto cuerpo, su deseo más
ser lo que se desea ser: un/una/une mismo/a/e sin adjetivos, sin etiquetas, sin clasificación.
Desde esta otra subjetividad carente de fronteras, el sujeto libre-no unitario concreta en su
Señalamos que el deseo, que parte en primer lugar de tres principios que posteriormente el
sujeto no-unitario logra trascender en su libertad, no es un deseo propio ni ajeno, sino un deseo-
mío. El deseo-mío, entendido como el impulso individual de llegar a ser lo que se es a partir de
la subjetividad, se diferencia del deseo propio y del deseo ajeno en tanto que no parte de un
discurso exterior que determina el deseo, sino de su propia pulsión de vida que lo hace cobrar
conciencia de su libertad.
al poder. Muy por el contrario, el deseo-mío late en el sujeto como una pulsión de vida que le
cargas binarias. La multiplicidad que constituye al ser libre no-unitario, vuelve a conformar la
base del deseo-mío, como en su momento quedó establecido para la razón misma. De tal manera
tiene la función de dotar al sujeto no-unitario de una cierta "estructura", también es cierto que
dicha conformación no es nunca rígida, inamovible, estática y mucho menos perenne; sino que
el deseo-mío se mueve, se encuentra en tránsito continuo, y en ese sentido es múltiple, pues aun
cuando sea el punto de partida para la acción del sujeto, no lo constriñe o somete a la rigidez.
Esto es, el deseo-mío es, desde el inicio en el sujeto, el punto de arranque de su estar-en-el-
mundo, por lo que el sujeto deviene continuamente en aquello que desea llegar a ser. Sin
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embargo, en tanto sujeto no-unitario y libre, el deseo-mío puede migrar de una posición
manifiesta a otra, puesto que su rango es amplio, variado y, por ende, múltiple.
Así, el sujeto parte del impulso de devenir aquél que desea ser, pero no se fija de una vez y
para siempre en un punto, sino que lleva consigo el movimiento mismo desde lo interior a lo
universal, y viceversa; desde lo más próximo a lo más lejano, y viceversa. El movimiento es,
por ende, otra de sus características que puede ser evidente o no, pero que siempre se encuentra
presente. De ahí que, cuando señalaba en su momento la necesidad de concebir al sujeto como
depositario en sí mismo de todas las feminidades y todas las masculinidades (Vivero, 2011),
me refería justo al hecho de que en el sujeto libre no-unitario, no hay cabida para una identidad
a otro, migra, es nómada, rompe las fronteras, trasciende los límites, en fin, es un sujeto situado
determinan como cuerpo sexuado y cuerpo fenoménico, logra conocer el mundo, aprehenderlo
e, incluso, actuar sobre él para transformarlo a partir de su deseo. La razón deseante, como se
nombra a esta otra razón capaz de dar cuenta de la subjetividad, abre las posibilidades de
desdibujar los bordes para ampliar al máximo ya no sólo al conocimiento situado, sino al
proceso cognitivo está, pues, abierto a los pensamientos varios con los que logra o no crear
lazos y vínculos de diálogo. Pero, eso sí, en dicho proceso siempre se encuentra la marca de la
apertura y la empatía solidaria con el otro, no por compartir puntos de vista o saberes similares,
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sino por la aceptación intrínseca de que todo encuentro (físico, intelectual, emocional y/o
afectivo) aporta un rasgo, un sesgo, un trazo distinto al saber previo; de tal suerte que, como
señala Bajtin (1999), el otro me es necesario para comprender más y mejor el mundo. El proceso
rechaza otras formas de comprender el mundo y acercarse a él, a partir de la reflexión y las
pensamientos; más bien es apertura a formas diversas con la que el sujeto no-unitario se
confronta, de una u otra manera, para incorporar, modificar o mantenerse al margen de esas
razón que sobrepasan los límites de lo puramente racional y objetivo (tan caros al método
científico), para situarse de un modo distinto a partir de sus concreciones particulares pero,
donde la razón deseante traspasa los límites, las fronteras y los bordes, constituyendo a los
“ultrahumanos” en tanto que atraviesan, rompen, van más allá de todo y de todos, para ser lo
Por todo lo hasta aquí expuesto, postulo que la razón deseante se sitúa como el principio del
1.6. Hacia el desdibujamiento de las fronteras, los límites y los bordes: llegar a lo transhumano
y traspasarlo
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La razón deseante, al constituirse en principio del sujeto no-unitario y libre, convierte a este
sujeto en un sujeto múltiple que muta su posición en el mundo sin transformar el deseo-mío, ya
que esta multiplicidad se entenderá aquí como la capacidad plena, total y absoluta de dicho
sujeto a romper con los límites, las fronteras y los bordes que lo constriñen a un ser-en-el-
necesidades de adaptación o de empatía con el otro, la otra, los otros, las otras, les otres.
performatividad genérica, en su transitar por el mundo que lo cobija sin ambajes. Porque el
sujeto no-unitario es libre, sin más. Despliega las alas de sus propias fuerzas y se encamina al
encuentro de los otros para ser y estar con ellos en el mismo mundo donde comparte con esos
otros sujetos sueños, aspiraciones, deseos, imaginación, pero también dolor, sufrimiento,
padecer y muerte. De ahí la necesidad de hablar, como un poco más adelante se hará en su
momento, de una ética basada en el cuidado propio y del otro. Es decir, el sujeto no-unitario es
libre, pero en su libertad reconoce y se reconoce en corresponsabilidad ética con el otro que lo
hace ser y estar. Sin esos lazos de unión, sin ese reconocimiento de compartir la vulnerabilidad,
de la que habla Butler (2007), el sujeto no-unitario no puede ser en realidad libre, sino que seria
prisionero de sus propias pasiones, de sus propios egoísmos, de sus rencores, sus odios y sus
venganzas. Sólo el sujeto no-unitario realmente libre es capaz de traspasar esos límites, de
multiplicidad que alberga y que, en dicha multiplicidad, conecta, se conecta y reconecta con el
propia y ajena. Es libre, de la manera en que se es libre de reconocer y reconocerse como parte
igualmente del Todo en todo y en todos a partir de lo Múltiple; pues sólo en esa compenetración
ser Múltiple y cobrar conciencia de ese yo-nosotros-universal que me interpela desde mi ser-
en-mí, desde el ser de amor que late en el deseo-mío como pulsión de vida.
sino que ahora, en esta nueva realidad que nos configura y donde nos reconfiguramos a nosotros
mismos, observamos un Todo-en Todo y en Todos. Es decir, lo Múltiple, a partir del cual se
organizan las partes para crear un sentido de totalidad, de coherencia y de cohesión discursiva
pertenencia a ese Múltiple como parte del Todo-en Todo y en Todos. En esta interacción entre
connotación rígida y anquilosante, se logra trascender el límite de las fronteras al traspasar las
propios bordes que me atan, me sujetan, me constriñen y me impiden ir hacia el otro, avanzar
Tampoco y mucho menos se trata de la canalización del deseo o de la farmacopea del placer
nosotros mismos hasta hacernos reventar en miles de partes por el dolor y el sufrimiento vanos
e inútiles. Porque el propósito no es, ni será nunca porque no ha sido jamás, hacernos estallar
en mil pedazos para reconstruirnos. No, sino de lo que se trata es de reconocer que en nosotros,
en nosotras, en nosotres, late siempre ese deseo-mío de llegar a ser lo que se desea ser en libertad
plena, absoluta y corresponsable. Porque somos eso, y mucho más. Porque somos todas las
posibilidades y las potencialidades, las potencias del amor. Porque el amor no tiene una o dos
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caras, sino muchas, múltiples y variadas y todas son válidas cuando se trata y se entiende de
romántica a ultranza, o el desprecio egoísta de los deseos del otro. Porque el amor no es la
dulzura hedonista de los placeres exacerbados, ni la limitación última del ascetismo mal
entendido. No. El amor es ser y estar, en corresponsabilidad ética, con el otro, junto al otro. Es
estar en compañía de los demás, con los demás y para los demás. El amor es “compadecerse”,
es decir, padecer junto con, al lado de, al mismo tiempo que el otro, la otra, lo otre. Porque el
amor es lo que nos hace realmente humanos y nos traspasa; lo que nos puede volver no sólo
actuado y dado en, por y para el mundo, nos trasciende. Nos configura y nos reconfigura más
ver al otro en mí y saberme yo en el otro. Porque el amor, sin ambages ni ambiciones, sin
prejuicios ni orgullos, sin ataduras, Es. Y al ser, nos hace y al hacernos somos y como somos,
vulnerables. No. Mucho menos como débiles o debilitados. No. Sino como lo que somos, como
lo que siempre hemos sido porque estamos siendo lo que deseamos ser.
Sólo así, en los limites que se rompen, las fronteras que se quiebran, en los bordes que se
reconocimiento como especie que se traspasa o tiene vínculos con otras, lo que nos hace ser lo
que somos. Sino lo que siempre hemos deseado ser desde el principio de los tiempos y no lo
hemos logrado: potencia de Amor que reconoce, por fin y al fin, finalmente, las tres caras.
masculino y neutro.
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El Amor, con sus tres potencias, es lo que al final de cuentas logra ser y por medio del cual
logra estar el sujeto no-unitario que, por lo mismo y a partir de esta causa trascendente, vive en
pegue la gana sin más. Por el contrario, ser libre significa corresponsabilizarme en el mundo,
por él y para él, con los demás. Ser libre significa escuchar al otro y escucharse también en el
otro. Porque la libertad no se logra silenciando o acallando a los demás. Mucho menos
comunicación que me lleven y nos lleven al encuentro, a ese devenir cotidiano del que hablaba
en su momento Bajtin (1999) y que me hace ser, que me hacer estar, en libertad plena, total y
Por ello, el binarismo de género debe morir, no para extinguirse o desaparecer, no; sino para
transformarse, para resurgir en una nueva forma dinámica que logre, por fin y al fin, reconocer
heterosexual, homosexual o queer, caben también las formas de la asexualidad que, al igual que
Por ello, la base del sujeto no-unitario no sólo es la libertad, sino también lo Múltiple que
hace ser, finalmente, al Todo-en Todo y en Todos. Sólo ahí, en ese nuevo sujeto que
denominamos hoy como sujeto no-unitario y libre de acuerdo con lo que nombramos “Teoría
Ish-ah”, se unen las políticas del cuidado y de la trascendencia del amor, es decir, las
“Elohpolíticas”.
Así, tanto el sujeto no-unitario y libre, como la ética del cuidado y del amor, y la noción de
Estado de la comunalidad nos acercan y van configurando lo que podremos denominar como
“Teoría Ish-ah”.
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Capitulo II
La Ultrahumanidad: del sentido del cuerpo, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte
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acontecimiento importante y recurrente, incluso puede ser algo permanente en nuestras vidas
pues hemos nacido con dicha enfermedad o llegó para quedarse hasta al final de nuestra
existencia. Pero la muerte, aún in utero, es el destino final que debemos afrontar querámoslo o
no.
o corto e instantáneo; se nos viene anunciando desde el principio o se nos aparece en el camino
sin previo aviso. A la muerte se le teme, como a todo aquello que desconocemos y a lo que
estamos atados inevitablemente. Pero la muerte, concebida como un suceso natural, como un
devenir otro, como una entrada o una salida, como la esperanza última o la desesperanza
extrema, nos pertenece. Nadie tiene derecho a quitarnos esa conciencia. Nadie debe obligarnos
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a sentirnos mal, decepcionados de nosotros mismos y hasta culpables por ella. Nadie puede
restarnos conciencia de nuestro devenir cuerpos en tránsito hacia la muerte. Porque la muerte
Pero, ¿a qué le tememos cuando hablamos de morir?, ¿qué demonios surgen en nuestra cabeza
y nuestras mentes cuando la invocamos?, ¿qué relación guarda la muerte con la política,
economía y los procesos de producción?, ¿acaso la muerte se ha vuelto mercancía y, por ende,
Éstas y otras preguntas me han surgido a lo largo de los últimos años, a raíz justamente de
tenido que asumir su posición de vulnerabilidad y su compromiso ético con el otro que sufre o
padece. Porque, al final de cuentas, todos compartimos por el dolor, el padecer y el sufrimiento,
los estragos de ser cuerpos orgánicos y vivientes que día a día, segundo a segundo, se encaminan
a morir.
Así, tras una larga y continua reflexión en torno a la enfermedad, el dolor, el padecer y el
sufrimiento, me atrevo a hablar desde mi razón deseante a través del deseo-mío y en tanto sujeto
no-unitario y libre que proyecta otras formas de relacionarse con el cuerpo a partir de la
El cuerpo es nuestra casa, más allá del territorio que nos circunscribe a la materialidad y a la
permanencia en el mundo, mucho más allá de la concreción y la particularización del estar aquí
genéricas, políticas, religiosas, de edad, lengua, raza, etnia, geopolítica, generacional. El cuerpo
es nuestra única pertenencia verdadera que, sin embargo, puede no pertenecernos del todo
estamos en él y, no obstante, no somos sólo él; no estamos sólo ahí como atrapadas/os, como
maquillaje, perfumes, plumas o cueros. El cuerpo es carne, sí, pero no sólo para ser consumida
y ser consumible. El cuerpo nos limita y, sin embargo, es posible traspasarlo desde su interior
y colocarnos fuera de él sin salir de él. El cuerpo es nuestra apariencia que podemos modificar
a nuestro antojo o dejarlo ser como es, sin más. Y, no obstante, dicha apariencia no nos
determina tampoco. El cuerpo es estas notas y este lenguaje, sin ser las notas ni el lenguaje. El
cuerpo es vida, mas no es la vida. Es nuestro universo, tan personal y tan general en lo que tiene
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de común con otros tantos cuerpos, por lo que no se aísla del entorno aunque sí lo haga. El
cuerpo es esta habitacionalidad del mundo desde la que me posiciono y hablo, escribo,
comunico las ideas, lo que se gesta dentro partiendo en muchas ocasiones de lo que percibo
Porque el cuerpo muere, inevitablemente. Se va yendo con el paso de los segundos hacia la
nada o hacia la trascendencia, dependiendo del lugar que imaginemos o creamos. Se diluye con
su fluidez continua de células que nacen y mueren, que se conectan y son expulsadas por la
piel, la orina, el excremento, el sudor, los mocos, la pus y a veces la sangre misma. El cuerpo
tiene vida que anticipa su muerte, su decadencia por degeneración biológica. Cada instante,
cada microfracción de tiempo, me conduce a mi no estar más aquí. A mi nada, dirán algunos.
O a mi todo, sostendrán otros. Lo cierto es que el cuerpo respira, bebe, consume, se alimenta,
deshecha y, un día, muere; si es que antes no lo matan las balas, las bombas, las golpizas y
todos aquellos instrumentos humanos usados y creados por los hombres mismos.
De ahí que pueda suceder, si se tiene suerte en un país ultraviolento como México, que la
muerte nos llegue de paso en paso, de tiempo en tiempo. O bien, si no se tiene suerte, morimos
sin aviso previo en medio de un enfrentamiento o porque a alguien, quienquiera que sea, deseó
dar por terminada nuestras vidas. Cualquiera que sea el escenario donde nos toque morir, la
Enfermedad, dolor, malestar, padecer, sufrir, son todos aspectos ligados a estos cuerpos
orgánicos. Algunos de estos términos, claro están, se diferencian de otros de maneras muy
claras y precisas, otros no tanto; pero todos, eso sí, aluden a un estado de incomodidad que nos
resta gusto por vivir así, en esas condiciones no favorables y mucho menos placenteras.
Pero, ante la enfermedad ajena y la propia, ¿actuamos éticamente? El cuerpo mío y del otro,
que se presenta en su estado sufriente o vulnerable, ¿nos conduele? ¿Dónde quedan, a dónde
hemos recluido a los cuerpos enfermos, discapacitados, ancianos, gestantes, abyectos? ¿Tras
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cuál mampara o bajo qué mesa ocultamos nuestra propia condición al ocultar la suya? Si, como
identificamos más con sus premisas, ¿entonces qué somos? ¿Acaso lo posthumano y lo
En este trabajo, intentaré abordar una noción más que nombro “Ultrahumanidad” y la cual, a
su vez, se liga con lo que ya he formulado como razón deseante, sujeto no-unitario y libre,
neoliberal vuelve aparecer bajo la mascarada de una culpabilización del sujeto enfermo,
muerte. De igual forma, en estas políticas pseudo científicas, colmadas de una pretendida
espiritualidad del bienestar y del desarrollo humano personal, se entreven sin dudas las tácticas
del mercado ligadas a las necropolíticas (Mbembe, 2003). Si bien no es posible agotar todas
las líneas que se desprenden de estas estrategias y de las fuentes de las que parten, trataré de
comunalidad.
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Durante más de diez años, me ha interesado el tema del cuerpo y de la corporalidad. ¿Qué
nos hace ser y cómo nos hace estar?, ¿es el cuerpo, acaso, una prisión de la que no podemos
liberarnos aunque queramos?, ¿o quizá, a través y por el cuerpo, logramos superar las barreras
de nuestra condición humana en tanto limitados y finitos? En alguna ocasión, en una de las
tantas lecturas y búsquedas de información, leí por ahí un artículo donde la autora,
atinadamente, comentaba más o menos lo siguiente: el cuerpo enfermo nos aterra porque nos
revela nuestra propia muerte (Pfeiffer, 1998). Y, puestos a pensar y reflexionar así, podemos
decir que, en efecto, el cuerpo enfermo y aún más el cuerpo que se nos revela próximo a morir,
nos aterra, nos causa horror, nos espanta, porque dicho cuerpo, con su fragilidad y en su devenir-
para-la-muerte, nos pone cara a cara con nuestra propia muerte. Pero, ¿es también, acaso, la
Para muchos, sobre todo para el existencialismo, la respuesta es llana y completa: sí. Para
otros, los menos aunque pudiéramos decir los más, en términos de esperanza: no. La muerte es,
sólo, un paso hacia la trascendencia. Pero, ¿podemos estar seguros de eso cuando no hay, ni ha
habido y quizá jamás habrá quién nos revele los misterios existentes después de la muerte? Al
fin de cuentas, dirán varios, nunca nadie ha regresado de la muerte para contarnos. Aun cuando
en los libros sagrados, como en La Biblia, sí que se habla incluso hasta de resucitar muertos.
Sin embargo, en nuestra vida diaria, en nuestra cotidianidad inmediata, en nuestro acontecer
concreto, la realidad es otra, por lo menos en apariencia: somos cuerpos que vamos hacia al
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final de nuestra existencia, y permanencia, en el mundo. Y eso nos aterra. Nos llena de pánico,
posthumano (que llega a devenir incluso transhumano, es decir, más allá de la especie) es lo
que pudiera realmente conducirnos hacia la trascendencia, traspasando los límites de nuestras
propias muertes: “La muerte es el acontecimiento que siempre ya ha tenido lugar a nivel de la
conciencia” (2015: 160). Es decir, para Braidotti y su postura vitalista, como ella misma lo
nombra en varias ocasiones, la muerte no es algo que me acontezca en el futuro, sino lo que me
“conectada con la supresión del ego individualizado”; 2015: 158); sino porque la muerte
impersonal se encuentra más allá del yo (y por lo tanto a mis espaldas) con lo que “señala el
difiero de ella en varios aspectos, a saber: 1) verdad es que la muerte me trasciende como
persona individual en tanto que es algo propio de la especie, en tanto que antes y después de
mí, la muerte sigue, por decirlo de alguna manera; 2) también es cierto que la muerte es, en
consecuencia, algo que ya sucedió a mis espaldas y que desde el momento mismo en que soy
tanto que lo que soy en este momento, en este instante de eternidad, ha dejado de ser hace una
fracción de tiempo atrás, por lo que, en consecuencia, desde el momento en el que soy, muero
porque comienzo a hacerlo; 3) tiene razón Braidotti al comentar que, desde la visión
impersonalidad de la vida en tanto que mi vida, en esa perspectiva posthumana, trasciende sólo
cuando se vuelve una con la colectividad de la especie. No obstante: primero, a pesar de que
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mi cuerpo, en mi persona (y entiendo aquí con el término “persona” a la totalidad del ser en su
dimensión corporal, mental, espiritual, intelectual, afectiva, social, familiar, relacional con otras
personas e, incluso, religiosa. Es decir, con el término “persona”, me refiero a una totalidad de
sentido dada por las múltiples y variadas formas y maneras de ser y de estar-en-el-mundo),
como algo ajeno, alejado de mí, sino como algo propio. En ese sentido, segundo, quien muere
a cada segundo soy yo, nadie más, por lo que la experiencia de la muerte, en esos términos
cotidianos y materiales del organismo que se degrada o que va muriendo, no la puedo compartir
a plenitud con los otros porque es mía, me pertenece, es de mí y de nadie más, aunque intenten
apropiarse de ella como bien denuncia Achille Mbembe (2003) y como también retoma y
individual se logra trascender y conectar con la colectividad. Es decir, contrario a lo que plantea
Michel Foucault, en cuanto a la hermenéutica del sujeto (1987), y que al parecer retoma
Braidotti aunque no lo cita abiertamente con este trabajo, no es que la colectividad o la sociedad
se impongan o se aglutinen casi de manera asfixiante sobre el sujeto, sino que es la experiencia
individual, única y personalísima del sujeto lo que desemboca en la colectividad. De ahí que,
al contrario de lo que sostiene Braidotti desde los términos vitalistas a los que afanosamente
apela, sostengo y propongo que es sólo a partir de la experiencia personal, única e irrepetible
En otras palabras, difiero de la postura de Braidotti en el hecho de que no será por la nulidad
cósmica o “una síntesis creativa de flujos de energía y devenir perpetuos” (2015: 158), como
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los nombra Braidotti. Al contrario, la vida, pero sobre todo la muerte o, mejor dicho, la
y trascendencia, y ésta última sólo se logra cuando, contrario a lo que apunta Braidotti en cuanto
“al deseo como fuerza ontológica del devenir (potentia) nos exhorta a continuar viviendo”
apunta la italiana, sino de mi ego anquilosado y anquilosante que no reconoce a los otros en mí.
Porque, ¿qué es el ego sino el amor propio?, ¿y qué es el amor propio sino el reconocimiento
egoísmo, orgullo, soberbia y aniquilamiento del otro; pero a la vez y al mismo tiempo el
reconocimiento de la bondad, del amor, la empatía y el deseo-mío en esto que yo-soy y en que
devengo todo el tiempo? Porque el deseo, como lo entiende Braidotti, es justo como “fuerza
continuar viviendo. Sin embargo, desde esa concepción, Braidotti lo piensa justo como el
deseo-propio que, a su vez, se convierte o, mejor dicho, ha devenido propio cuando el deseo-
ajeno lo incorporo a mí. Por el contrario, el “deseo” al que yo me refiero no tiene que ver ni en
entiende desde el psicoanálisis en algunas de sus ramas y vertientes), sino una noción más
compleja, mucho más completa que se sitúa en la base misma de la trascendencia última y, por
En efecto, por “deseo” entiendo “el movimiento afectivo hacia algo que se apetece” (RAE,
página virtual) y por “desear”: “Aspirar con vehemencia al conocimiento, posesión o disfrute
de algo” (RAE, página virtual); de donde el término “deseo-mío” lo entiendo como la aspiración
del sujeto a llegar a ser lo que desea ser, es decir: libre. Y en esa libertad, no hay potencia, sino
acto; y en tanto que acto, acción. Así que, por “potencia” no entiendo al “deseo” en sí, al “deseo-
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mundo a partir de los sujetos, en particular de sus cuerpos: femenina, masculina y neutra.
Por lo tanto, cuando Braidotti habla del deseo en tanto potencia como fuerza ontológica del
devenir, resta o reduce a la nada el acto de amar, de donde al estar exenta o excluida la vida de
la potencia real que la mueve y la conduce a actuar, se llega a afirmaciones tales como las de la
propia Braidotti, a saber: “Vivir sólo una vida es, por consiguiente, un proyecto, no un
presupuesto” (2015: 161). Si bien Braidotti continúa diciendo que, justo para que la vida no
de todos los días para renovar la carga electromagnética del deseo, olvida que dicha carga
encontramos que por carga se entiende “la acción y efecto de cargar”, o bien “Repuesto del
página virtual). Luego entonces, por “carga electromagnética” entenderemos los fenómenos
Pero puesto que la carga requiere de una fuente que la alimente pues, de lo contrario, se agota
(como queda dicho en la definición dada arriba), luego entonces la “carga electromagnética”
requiere justamente, desde la perspectiva vitalista de Braidotti, de la vida de todos los días para
renovar al deseo.
1) Como quedó dicho, mientras que Braidotti concibe el “deseo” como potencia, yo entiendo
actuación del sujeto de donde no se necesita recurrir a la vida afuera (a la vida de todos los
días) para recargarse, sino sumergirse, zambullirse, en la vida adentro para conectar con el
conocido hasta ahora, hoy (BBC mundo, página virtual 2016) se sabe y se ha comprobado
que dicha carga se “ve”, mas no se “escucha” como sí lo hacen las “ondas gravitacionales”
que, de acuerdo con Albert Einstein (en Ventanas al universo, página virtual 2016), son las
ondulaciones de energía que distorsionan el tiempo y el espacio y que cualquier objeto con
masa puede producirla, incluyéndonos nosotros, nosotras, nosotres en tanto cuerpos con
masa (BBC mundo, página virtual 2016),y, sobre todo, cuerpos-en-movimiento, aun
cargas eléctricas en reposo y en movimiento, la física térmica explica que “el calor tiende
materiales. La convección y la conducción son dos maneras comunes en las que el calor
puede transportar calor a través de un vacío. Estudiamos flujos del calor para entender la
difusión de gases, la circulación de las corrientes oceánicas, la salida de energía del sol, y
2016). De donde nosotros, en tanto cuerpos en movimiento continuo (aun desde el principio
considerarse menores con respecto a las grandes masas de los astros, pero que, al formar
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parte del Todo, no podría existir sin nosotros, al menos no tal como es y lo conocemos
actualmente;
5) Así, si nos ubicamos no a nivel macro, sino micro, observamos lo siguiente: al generar en
genero una onda expansiva de calor que inunda desde mi cerebro hasta cada uno de los
miembros de mi cuerpo, pues las emociones (justo esos momentos de descarga intensa,
entonces, dicha sensación cálida, literalmente emitida por dicha fuente de calor en mí
(provocada por el amor que siento) se emana al exterior como onda expansiva
todo, donde transito. De ahí que, contrario a lo que apunta Braidotti, no es el afuera el que
“carga” mi fuente de energía, sino que es desde el adentro, desde mi ser-en-mí, desde el
6) Es decir, la vida no es “un gusto adquirido, una forma de dependencia como cualquier otra,
individuo, puede generar un cambio en cosas concretas y cotidianas, sí, pero no por mi
despersonalización sino justo por lo opuesto: por la apropiación que hago justamente de mi
Por lo tanto, mi cuerpo, en tanto que masa que se mueve continuamente aun en la aparente
estaticidad de su condición más precaria como en una enfermedad que me postra en cama, no
51
deviene muerte per se, sino vida que transmite su calor, su calidad de fuente, al mundo. La
y-ahora, en este tiempo y en este espacio, como onda gravitacional que se conecta con otras y
De ahí que el sentido de la corporalidad, o mejor dicho el discurso que se construye y arroja
trascendente, del estar-en-el-mundo de los sujetos; sino que, por el contrario, se limita, como
bien señala Natasha Walter en su libro Muñecas vivientes (2010) al referirse al trabajo de Joan
y la farándula, han restado importancia a la construcción del yo interior, de ese yo-adentro, para
sexo, apunta desenfrenada y descaradamente a la mera construcción del cuerpo como objeto,
De ahí que cuando Butler señala en sus libros Cuerpos que importan (2008), Deshacer el
género (2006) y Género, identidad y lenguaje (1997), ponga énfasis en la noción discursiva de
esos cuerpos que no están, pero que existen. En esos cuerpos que nadie “ve”, pero que todos
al no ajustarse a una heteronorma, y que podemos extender no sólo a las personas intersexuales
como lo refiere Butler en su texto sino a otros cuerpos excluidos, marginalizados o rechazados
(como las prostitutas, los niños que viven en situación de calle, los migrantes, los indigentes,
52
los enfermos mentales, los discapacitados, etc.), son simplemente ignorados, pese a que su
sí importa, pues hacen ser al significado de lo que somos, lo que en realidad se Es en el aquí y
Si bien es cierto que proyectos como los Transfeminismos, en especial aquél enarbolado por
Sayak Valencia o Beatriz Preciado (2013), tienen como fin último evidenciar no sólo la
existencia de estos “otros” cuerpos, sino también de visibilizar las otras formas de placer sexual
como el anal (en el caso de la propuesta de Preciado particularmente), lo cierto es que estos
proyectos, basados en una noción de violentación de los cuerpos como estética para reformular
las representaciones y mostrar de forma abrupta y evidente la existencia de estas otras formas
latinoamericana, de nuestra querida Abya Yala. Sin embargo, reconozco que tampoco en este
proyecto de feminismo decolonial, que encabezan, entre otras, Rita Segato (2014), Francesca
Gargallo (2014), Mara Viveros (2015), Dorotea Gomez (2014) o la misma Sayak Valencia
de una teoría o una postura abarcadora para todas las particularidades y concrecionalidades
latinoamericanas es casi menos que un imposible, lo cierto es que debemos pensar los cuerpos
y, por ende, construir la corporalidad de dichos cuerpos desde una postura otra, distinta,
diferente aunque no del todo distanciada de lo que nos precede y nos ha precedido en el tiempo
y en el espacio, pues dicha presencia de esos otros seres-en-el-mundo, algunas y algunos incluso
que ya estuvieron y no están, siguen generando los efectos de esas, sus ondas gravitacionales,
Por ello debemos, puesto que tenemos la obligación de generar nuestras propias
Es ahí, en esa autenticidad de la vida del nosotros-mismos donde debemos voltear la mirada
y ver, escuchar, sentir, pensar y razonar, justo como lo propongo en “Razón deseante", en virtud
de la multiplicidad que somos y por medio de la cual nos conformamos para ser libres en esa
con los otros. Es ahí, en ese reconocimiento de que no somos Europa, ni la América
estadounidense o canadiense, sino nuestra América, nuestra Abya Yala, que debemos romper
con la barrera del miedo, del temor a ser rechazados por lo que nos constituye como
sino “ultrahumanos”.
La Ultrahumanidad, que propongo ahora aquí, se basa entonces en tres nociones: a) el sentido
de lo neutro como posibilidad real, eficiente y efectiva en tanto una de las potencias del Amor;
nociones normativas, regulatorias a ultranza por anquilosadas y asfixiantes, siendo así una
sujeto no-unitario y libre del texto previo (“Razón deseante”) y que hoy aquí denomino “sujeto
Ish-ah”.
De esta manera, a partir de estas tres nociones, trataré de formular el sentido de trascendencia
de esos otros cuerpos, los abyectos, a pesar de las necropolíticas y las biopolíticas, para
comenzar a trazar el camino hacia lo que denomino “Elohpolíticas”. Sirvan, pues, estas páginas
para entablar un diálogo abierto, franco y sincero desde la honestidad y el reconocimiento que
2.3. Los cuerpos que sí importan: los enfermos, los discapacitados, los gestantes, los ancianos,
los abyectos
En su libro, Cuerpos que importan (2008), Judith Butler señala, entre otras cosas, no sólo la
invisibilización de los cuerpos intersexuales, sino la violencia que se ejerce contra ellos al
obligarlos, desde el discurso médico, a “elegir” el sexo anatómico con el que mejor se
identifiquen. En este libro, como en algunas otras partes de su producción académica y teórica,
anquilosante que constriñe a los sujetos a actuar de determinada manera por el simple hecho de
ser mujeres u hombres. En ese mismo binarismo, cuyos orígenes se remontan al pensamiento
diádico establecido por Pitágoras (cfr. Ruiz Rico, 2002) y sus discípulos (los pitagóricos), se
establece como noción última el Número de donde el “2” es el número base por excelencia en
tanto concibe siempre en él la dualidad en la que vive el mundo: día/noche, sol/luna, alto/bajo,
hombre/mujer.
para uno de los términos (generalmente el que se sitúa a la izquierda del par binario), mientras
que el otro elemento se considera con una valencia o carga menor o negativa. De ahí que
pensadores como Jacques Derrida (1989) y Hélène Cixous (2001; discípula del primero y que
para establecer una igualdad entre ambos términos. En ese sentido, entonces, la ecuación no
debe ser más +/-, sino +/+. Sin embargo, ni Derrida ni Cixous logran borrar el binarismo al
seguir sosteniendo la noción de pares dicotómicos de donde el género se mantiene, aun cuando
De ahí que tanto Butler, como otras y otros pensadoras y pensadores, sostengan que para
antecede al sujeto aun antes de su nacimiento. Digamos que el sujeto nace en el discurso, es
sumergido en él aun cuando no tenga conciencia plena y clara del mismo, por lo que su
actuación, sus afectos, su subjetividad, en fin, todo él/ella en tanto persona es insertado al
discurso preexistente sin que se le dé o dote de un discurso distinto, por lo que tiene que adecuar
incluso su sexualidad o su sexo anatómico a dicha normativa de género que ya está dada.
Por su parte, Bourcier propone hacer “estallar” el sistema sexo/género, planteado por Gayle
Rubin en 1975 en su texto “El tráfico de mujeres”, a través del reconocimiento anatómico y
Bourcier apela a una reformulación del sistema para establecer entonces: n sexos/n géneros, de
donde la pluralización vuelve a aparecer y a hacerse presente en las nuevas dinámicas de género.
como Mara Viveros o Rita Segato, reconfirman la necesidad de pluralizar los términos y de
desdibujar las dicotomías binarias del género por medio de la recuperación de las experiencias
latinoamericanas, en particular de los pueblos indígenas, en figuras claves como los “muxes”
borrar el binarismo que aniquila otras posibilidades reales de existencia para los cuerpos y de
la urgencia de recuperar las experiencias propias y originarias de los pueblos en América Latina,
recuperación y del reconocimiento de una tercera vía, de un tercer elemento poco explorado y
57
casi nada explicado que es: lo neutro y la asexualidad, como formas válidas de existencia y de
De ahí que parto de estas nociones y no del andrógino, como propone Mircea Eliade (2001) y
otras y otros teóricas/os basados en la noción platónica de los cuerpos que fueron separados por
los dioses al ser estos, los humanos, soberbios en tanto perfectos en sí mismos al no necesitar
del otro para alcanzar la plenitud y la felicidad. Así, a partir de este mito y de otros más, incluso
de nociones de espiritualidad oriental como la unión del Ying y el Yang, se crea y se ha creado
la noción de “andrógino”. Sin embargo, como bien apunta Hanna Mamzer (2006), lo andrógino
igualmente adquiere carácter femenino o masculino dependiendo de la región del mundo donde
se emplee. De tal suerte que para Occidente, lo andrógino es aquello que apela de manera más
evidente a lo masculino; mientras que, para Oriente, en particular en la zona de los países
asiáticos como China y Japón, lo andrógino tiene que ver con lo femenino. Por su parte, la
India, Pakistán, Indonesia o Tailandia, por citar algunos países representativos, la posibilidad
del cambio de sexo es real en tanto que se mantenga siempre la dicotomía masculina/femenina,
como en el caso de la India donde el cambio de sexo se basa más en un ritual de dolor y
sobrevivencia al mismo que de una cirugía, como en Tailandia (considerado el primer país en
En tanto que, para el mundo árabe y algunos países del África negra, no existe siquiera la
posibilidad de dicho cambio, pues el hombre y la mujer nacen siendo hombre y mujer y la
Occidente, en particular Europa y Estados Unidos. Por ello, no se plantea siquiera como opción.
impone o es previa a la de “cultura”, consideran que no será la sociedad la que define al sujeto,
sino el sujeto quien define a la sociedad pues, naturalmente, Dios ha creado al hombre y a la
absoluta de otras posibilidades y el retorno a la noción “natural”, poco o nada queda como
margen de acción y de movimiento a otros sujetos considerados abyectos, entre ellos los
intersexuales. Si, como dice Butler (2006), a estos sujetos se les suele presionar para que
“decidan” libre y voluntariamente por qué sexo anatómico optar, ¿qué decir de quienes no se
sienten identificados ya no con su sexo anatómico, sino con el género asignado? Es decir, desde
mi punto de vista y de acuerdo con la perspectiva que anuncio aquí, considero que la
y visibilizaría muchos intersticios que se mantienen, hasta el día de hoy, ocultos o semi
dormidos.
El auge y visibilización actualmente que tiene el movimiento asexual, sobre todo a través del
internet y las redes sociales, es un punto de partida para comprender mejor esta otra forma de
consumo de productos sexuales. La industria del sexo, como bien denuncia Natasha Walter, en
su libro Muñecas vivientes (2010), lleva y orilla a muchas mujeres, jóvenes, niñas y también
los cuerpos. De ahí que, como lo menciona esta autora, la industria del sexo se beneficia con
grandes cantidades de dinero al exigir a los sujetos consumir continuamente y de manera casi
La asexualidad, en este terreno hipersexualizado, vendría a ser una opción viable, una opción
real de vida que permita a los sujetos no mantenerse al margen de dicho mercado como
59
excluidos, marginalizados o rechazados, sino como integrados a una opción más de vida que
existe y que muchas y muchos viven y disfrutan. Frente al consumismo excesivo de sexo, la
hipersexual, que también ella es y ha estado presente en la sexualidad humana desde el principio
de los tiempos.
En ese sentido, para la persona asexual, lo neutro es una posibilidad también real puesto que,
en su sí-mismo, puede manifestar la tercera potencia o posibilidad efectiva del Amor. Así, una
persona asexual puede ser femenina, masculina o neutra, y manifestar una afectividad de tipo
de las relaciones sexuales con fines meramente reproductivos. De ahí que una persona con
de donde elegirá amar, incluso, de forma universal sin particularidades o sin particularizar su
deseo de amar a alguien, pues sería capaz de amar a todos. En otras palabras, una persona
asexual y neutra (sea mujer, hombre o intersexual), tendería al Amor universal en términos de
identificarse con aquellos que le son propios y ajenos. Con dicha capacidad de expansión
amorosa, el sujeto Ish-ah, como lo nombro aquí y a partir de estas reflexiones, se compromete
de continuo con los otros, las otras, les otres, adquiriendo así una corresponsabilidad ética en el
la vida, por lo que su fuente, en tanto potencia de devenir, no estaría en el afuera que
electromagnetiza el deseo, como propone Braidotti (2015); sino, al contrario, deviniendo lo que
es, a partir de su potencia amorosa, se vuelca al mundo en las acciones diarias, concretas,
De ahí que, para el sujeto Ish-ah, que se concibe y se sabe a sí mismo no-unitario y libre,
aplica su razón deseante al llegar a ser lo que desea ser, sin binarismos que lo anquilosen,
Para el sujeto Ish-ah, por tanto, ningún cuerpo es abyecto, ninguna persona es “desecho” ni
mucho menos pura materia consumible y que se consume. No. Para el sujeto Ish-ah, a partir de
de Estado de bien-en-común, todos, todas y todes valen y cuentan en tanto que todas y cada una
de las personas son, primero y antes que nada, por encima de todo, justamente eso: personas.
porque ama y ama sin límites, sin fronteras, sin bordes. Para el sujeto Ish-ah, todo cuerpo es
bello porque en él se sitúa y posiciona la persona, de donde los enfermos, los ancianos, los
discapacitados, los gestantes, los queer, en fin, los considerados abyectos en el mundo
consumista, capitalista y globalizado, son en tanto que están en el mundo y, por lo tanto, su
valor es intrínseco a su ser-persona. Por ello, el sujeto Ish-ah ama siempre, todo el tiempo y en
todo lugar, pero de una manera otra. Se entrega, pero no de forma sexual o hipersexualizada,
desea ser a partir de una fuente primaria, originaria, inagotable: el Amor, que lo embriaga, lo
cobija, lo envuelve por dentro para proyectarse afuera cual onda gravitacional que conecta con
El sujeto Ish-ah no conoce egoísmos, no debe conocerlos, como tampoco soberbias u orgullos
falsos. Al contrario, el sujeto Ish-ah se manifiesta siempre como ser entregado que se alegra y
co-alegra con el éxito comunitario, pues sabe que el éxito de uno beneficia y redunda en la
61
felicidad y bienestar del grupo. De ahí que el sujeto Ish-ah también se compadezca, es decir,
“padezca junto con” el sufrimiento, el dolor y el padecer del otro, de la otra, de lo otre, tratando
en todo momento y bajo cualquier circunstancia de mejorar ya sea las condiciones de vida, de
salud, de vivienda, de educación, de trabajo, etc., a través no sólo del trabajo físico, sino también
y, sobre todo, intelectual, generando así políticas, modelos, proyectos, programas o incluso
dando clases, enseñando, capacitando, actualizando, donando siempre parte de su tiempo, sus
Así, retomando la noción de “tequio” tal como lo plantea Cristina Rivera Garza en su libro
Los muertos indóciles (2013), el sujeto Ish-ah sobrevive y vive de su trabajo lícito y
remunerado, pero dona, dona siempre, algo de sí: su tiempo, su saber, su conocimiento, sus
habilidades, sus destrezas, en un acto gratuito y agradecido por que “el-la” sabe que nada es
suyo, mas todo le pertenece. De ahí que su reconocimiento, en correspondencia, sea por gratitud
El sujeto Ish-ah es, pues, un sujeto en construcción continua y constante, un sujeto flexible y
fluido, un sujeto en movimiento que se dirige hacia el final de sus días buscando siempre la
manera de concretar al máximo su potencia de vida que es la potencia de Amor neutra donde
se conjugan, en ella y por ella, todas las posibilidades, todas las realidades, femeninas,
masculinas y sus variantes previas y posteriores. La potencia neutra del Amor, por ende, no
infinitamente en ella.
El sujeto Ish-ah es, en consecuencia, sujeto presente: Es, y está, deviene siempre en aquello
que desea llegar a ser hasta que llegue un día, al final de sus días, a ser lo tan anhelado. El sujeto
Ish-ah es, por lo tanto, múltiple, pero, sobre todo y más que todo, libre.
2.4. Cuando los cuerpos enferman y sufren: la indolencia de los otros y la ética del cuidado
62
El sujeto Ish-ah, al que nos hemos referido arriba, tiene un cuerpo. No es un ente ficcional,
imaginario o literario, sino un sujeto con cuerpo que vive, llora, ríe, disfruta la vida, pero
también padece y sufre. Es un sujeto que asume no sólo la materia de su corporeidad sexuada,
sino también su espiritualidad basada en el Amor a todo y a todos de donde la noción Múltiple
que lo configura lo dota de sentido en tanto que, a través de esa totalidad amorosa, lo llena de
con las personas que lo rodean, los seres que habitan el planeta y el mundo entero.
Ese sujeto, que deviene libre en la medida en la que en dicha libertad se responsabiliza de sus
actos, actuaciones y acciones y asume a plenitud las consecuencias derivadas de sus decisiones,
es un sujeto que va en busca y al encuentro del otro en su devenir existente diario. Es decir,
como diría Bajtin (1999), en ese devenir cotidiano donde el encuentro permanente con el otro
lo transforma en lo que es a partir de lo que sabe que es y también en lo que identifica que no
congruente con su pensar, su desear y su actuar. La espiritualidad de este sujeto se centra, pues,
capacidades, virtudes y habilidades que pone al servicio de los demás a partir de una ética de
actuación de corresponsabilidad.
Para este sujeto, las políticas del cuidado tanto de sí mismo como del otro son la parte
fundamental en su relación continua con esos otros que, al igual que ella/él, enferman, padecen
y sufren, pues como seres con materia biológica, sus cuerpos se degradan todos los días, a cada
instante, hasta enfermar en ocasiones y, finalmente, morir. Por ello, ante esta realidad de su
entablar una empatía solidaria en los aspectos que los hacen más humanos que cualquier cosa:
el dolor y la alegría.
63
Frente al dolor ya no sólo propio, sino sobre todo ajeno, el sujeto Ish-ah se conduele,
conmisera y compadece de los otros y ejerce su solidaridad y afecto por medio de prácticas
concretas, diarias y cotidianas de cuidado y atención a los demás. Puesto que su amor es neutro
y su sexualidad es asexual, la satisfacción que le otorga el bienestar del otro, por medio de sus
de realización permanente. Este sujeto, diferente, distinto y diferenciado, aunque nunca ajeno,
extraño o alejado de la Humanidad de la que forma parte, asume una postura de atenta escucha
ante las necesidades ajenas para tratar de satisfacerlas en la medida de lo posible o bien tratar
de proveer los medios, los recursos y la materia necesaria para llevarlo a cabo.
Sin embargo, la indolencia de los otros frente a la persona que sufre (sea alguien externo, sea
ella/él misma/a), lo deja en un estado de incomprensión que puede durar días, quizá meses o
años, en asimilar; pues ante la indolencia de los demás, el sujeto Ish-ah vuelve a dolerse y a
lamentarse. Aunque, pasando este gran trabajo amargo de la experiencia ante la indiferencia
total y absoluta por el padecimiento ajeno frente a los ojos de muchas y muchos, el sujeto Ish-
contribuye a transformar el ambiente inmediato de aquel que sufre y eso, finalmente, es lo que
termina satisfaciendo sus necesidades de afecto, si no de una manera completa y total, sí de una
fundamental de su devenir sujeto, por lo cual no puede ya permanecer ajeno de los sucesos y
práctico, material, social, cultural, económico y de otros tipos en aras de contribuir a disminuir,
que se puede presentar, y de hecho se presenta, de múltiples formas y rostros: físico, moral,
En esta ética del cuidado, practicada por el sujeto Ish-ah, la enfermedad y el sufrimiento
asociado a ella es vista como una oportunidad de ejercer coherente y congruentemente los
demostrando con ello que otras formas de convivencia son posibles, pues no necesariamente
espectro emocional. De ahí que, este sujeto, asume de nuevo la asexualidad como una forma de
vida plena, total y abarcadora, donde centra sus energías en el bien en común, en el bienestar,
nadie más, en tanto experiencia personal de vida. En las necropolíticas, auspiciadas por los
necroestados y aun por los estados que llevan a cabo y mantienen vigentes las biopolíticas, la
muerte es desapropiada de los sujetos, en tanto que los distintos mecanismos e instancias de
65
gobierno u otros (lícitos y legales, o ilícitos e ilegales) toman en sus manos cada uno de los
procesos y momentos de la vida de los individuos y de sus ciudadanos. El poder, en ese sentido,
consiste en apropiarse de la vida toda de los sujetos para hacerse dueños de sus procesos de
vivir y de morir. Cuando al sujeto se le quita de las manos, cuando se le arrebata cualquier
capacidad de decisión sobre sí mismo en cualquier momento de su vida y bajo cualquier método
internacionales).
miles y millones de personas, es lo que hace al poder sentir satisfacción y donde surge entonces
la resistencia individual y colectiva frente a dicho ejercicio de poder vertical y autoritario. Sin
embargo, para que la persona cobre conciencia del sí-mismo y de las capacidades, habilidades,
destrezas, saberes y conocimientos que le permiten alcanzar la libertad de ser lo que desea ser,
que en realidad anhela y su deseo-mío, el cual, en ocasiones, puede estar cargado de falsas
satisfactoria inmediatos e instantáneos que, por su naturaleza efimera, así como llegan se
evaporan, encadenando a las personas a un ciclo infinito de consumo en tres grandes industrias:
la del entretenimiento (barato, fútil y superfluo), la de las nuevas tecnologías (cambiante a cada
Por supuesto, cuando la persona consume estos productos que se envanecen en el aire por su
cayendo así el individuo en un ciclo sin término que lejos de hacerlo emerger de dicha
66
insatisfacción, lo llevan a agrandar su propio agujero negro interior del que difícilmente podrá
Ésta es, y se convierte así, en la primera gran muerte del sujeto sobre la cual no tiene ningún
control consciente y que lo llevará, entonces, a un deseo propio (que no mío) de alcanzar la
como lo nombra Sayak Valencia (2010), parece satisfacer momentáneamente a los sujetos en
esta vorágine de violencia que, en la mayoría de las ocasiones, se encuentra ligada a lo sexual.
Violencia y sexualidad, o mejor dicho las prácticas sexuales, se asocian casi de manera
indisoluble, por lo que los sujetos endriagos (cfr. Valencia, 2010), nunca estarán realmente
satisfechos, pues su hondura interior es tal que tampoco llegan a captar que son ellos mismos
instrumentos humanos utilizados por los necroestados para provocar la muerte de los otros. Las
necropoliticas se instalan entonces a todos los niveles de las vidas de las personas y en todas
las esferas de convivencia y actuación que resulta prácticamente imposible diferenciar el antes
del comienzo del círculo de la violencia y de la muerte que se instala de forma permanente en
el pensamiento de las personas pero no como meta o culmen de una vida plena, sino como
En esta cruel dinámica, el sujeto Ish-ah, que ha logrado conocer y conocerse a fondo a sí
alejado lo más posible de las prácticas consumistas irracionales del mercado, da un paso
adelante y va más allá de su entorno para posicionarse como un sujeto empoderado en tanto
que deviene dueña/o no sólo de su sí-mismo, sino de su vida y, por ende, de su muerte.
A este sujeto libre y consciente es al que el necroestado le teme e intenta aniquilar, ya sea de
manera simbólica, ya tácita. Sin embargo, y aun cuando el sujeto Ish-ah sabe y conoce esta
realidad inmediata en la que está parada/o, no teme morir en tanto que igualmente sabe que su
en la experiencia más profunda y personal justamente de su vivir y de su morir que la/lo conecta
futuro.
Recuperar la muerte es, pues, un paso fundamental y fundante para seguir siendo humanos.
Finalmente, en ese punto diremos que el sujeto Ish-ah inaugura, con todas las características
Humanidad que va más allá sin dejar su condición humana. Es verdad que se nos podrá
cuestionar, y aquí trataremos de responder a las preguntas, ¿qué es lo que nos hace ser “seres
Pues bien, ser un “ser humano” es ser consciente de nuestra experiencia personal, única e
irrepetible de vida y de muerte, a partir de la libertad de llegar a ser lo que se desea ser en
corresponsabilidad ética con el otro. La condición humana, que nos diferencia de otros seres,
para nuestro devenir sujetos plenos, nos ayuda a tomar conciencia de nuestra condición
compartida con el resto de los seres humanos que habitan el planeta. En ese sentido, el cuerpo
68
puerta, en el punto de partida y de acceso hacia una experiencia completa, total, abarcadora y
plena de nuestro aquí y nuestro ahora por medio de la vivencia diaria, concreta y cotidiana de
todo y en todos. De donde la traslación de la noción Múltiple adquiere una dimensión distinta,
De ahí que en nuestra propuesta teórica de sujeto, no negamos en ningún momento la herencia
inmovibilidad, en tanto que somos partidarios de la flexibilidad que, sin embargo, parte de una
estructura interior dada. De igual forma, si bien estamos en sintonía con la necesidad de abrir
vuelva en ese impedimento de acción en el que se encorseta en muchas ocasiones a los sujetos
sexuados, eso no quiere decir tampoco que compartamos la visión aniquilante y nulificante de
las propuestas post y transhumanas, como tampoco compartimos la analización del placer
sexual como vía disruptiva para transformar las sexualidades o la violentación de los cuerpos
Nuestra propuesta, contrario a lo expresado en el párrafo anterior, parte, sí, de una noción de
Múltiple pero que se revitaliza y resemantiza en su traslación hacia el Todo en todo y en todos;
así como de la noción de lo neutro no como neutralidad, sino como conjunción de todas las
través de la sugestión y los determinismo sociales dados por el género y los performativos
69
sociales, así como ciertas expresiones epigenéticas (rama en la que cual no se ha profundizado
asexualidad como una vía de interrelación posible con otros sujetos, y la cual a su vez permite
Múltiple de Todo en todo y en todos, permite al sujeto no-unitario explorar su interioridad para
alcanzar a entender el deseo-mío a partir del cual debe basar su actuación y alcanzar así la
libertad, sin ignorar la corresponsabilidad ética con el otro a la que está obligado por medio de
Estado para proponer nuevas rutas y vías alternas de economía y mercado que permitan,
finalmente, a estos nuevos sujetos emergentes, llamados aquí como sujeto Ish-ah, vivir,
La Ultrahumanidad, la Humanidad que va más allá de sus propios límites, que trasciende su
espacio y su tiempo, es aquella que no se desprende de su ser último como especie: su ser de
y, por ende, tampoco su experiencia de vida personal, individual y auténtica, sino que la asume,
la vive y la experimenta, por medio de su razón deseante, para alcanzar el deseo-mío que no es
sino alcanzar ese ser de amor que lo constituye en la multiplicidad de lo que puede llegar a
manifestar en su estar-en-el-mundo.
Aun más, el sujeto no-unitario y libre, propio de la Ultrahumanidad, igualmente asume una
asexualidad que lo conecta con lo neutro que, se vuelve a repetir aquí, no se asocia a la
interpelación cotidiana con el mundo y las personas que rodean al sujeto de la Ultrahumanidad,
le permite ir más allá de lo inmediato para colocarse en lo trascendente y lograr así, por medio
Por ello, en el centro mismo del sujeto no-unitario y libre se da el segundo gran quiebre del
sujeto al trasladar la noción Múltiple al Todo en todo y en todos, cerrando de esta manera una
conexión trascendente con los demás y permitiendo entonces desbaratar la sujeción social que
entorno y cohabitar el mundo junto con todos los demás sujetos Ish-ah, con los sujetos
ultrahumanos.
ejerciendo de esta forma un movimiento a la inversa que, como la ley de la física, va creando
como a todo aquello sobre lo cual ejerce una acción determinada sea de manera simbólica o
un sujeto-para-la-muerte, pero que adquiere consciencia de su vida y del valor de ella a partir
de sus particularidades a tal grado que le permiten conectarse con el resto de la Humanidad y
tocar, en el fondo de su ser-en-sí el centro de su condición humana que no es otra cosa sino el
ser de amor al cual aspira siempre y manifiesta en ese deseo-mío al que aspira.
capitalista neoliberal, muchas veces impiden el acceso de este sujeto a su esencia humana,
perdiendo con ello la posibilidad de conectar con la libertad dada por el amor. Es por ello que
se convierte en una herramienta real de transformación por medio del arte y la cultura, y de
72
manera muy particular a través de la palabra escrita, esto es, de la literatura y sus múltiples
manifestaciones.
Ese Estado de la comunalidad debe basarse imperiosamente en las que se nombran aquí como
“Elohpolíticas”, es decir, las políticas del amor manifiestas de manera concreta y tangible en
las políticas de cuidado del sujeto consigo mismo y con los demás, y de las cuales hablaremos
en el siguiente apartado.
Capítulo III
El amor, sea líquido como lo apunta Zygmun Bauman (2005), sea fragmentario como lo
describe Roland Barthes (1982), o sea el paso último de la ética como lo apunta Tzvetan
Todorov (1999), es, sin duda, el sentimiento pero también la razón más profunda y trascendental
El amor, con sus historias de perversión como acotara Julia Kristeva (2000), o bien como su
conjunción con la muerte como lo describe Geroge Bataille (2007), es el motor de búsqueda y
hasta amenazante, de acuerdo con Emanuel Levinas (2000), me sobrecoge porque me refleja
una imagen casi como la mía, como la de mi yo, sin ser exactamente ese yo que conozco. Y, en
ese sentido, Mijail Bajtin (1999; 1992) proclama la necesidad no de desaparecerlo, sino, al
siempre alguien mismo, pero diferente: transformado por la mirada del otro que me interpela
El amor, dice Erich Fromm (s.p.i.), no es una fórmula sencilla y ya hecha, hay que elaborarla,
pero en esa elaboración perdemos mucho de lo que hemos creído ser y la ausencia, sentida
como latencia última como dirían los psicoanalistas, me remite entonces al S1, convirtiéndose
en el objeto a que nunca llega por más elaboraciones secundarias que haga por medio de lo
muta, cuando se traslada, de su pulsión de vida a su pulsión de muerte más atroz y deviene odio
anquilosado durante décadas y décadas hasta desatar guerras interminables y hasta fratricidas.
Es por ello que en la formulación de esta propuesta, donde deseamos esbozar los principios
filosóficos para sentar la base de un nuevo Estado de bien en común, el amor es un pilar
fundante de la estructura y la cohesión social en tanto que, sin él, todo está perdido. El amor es,
en consecuencia, el impulso que debe privilegiar este Estado manifestado en las políticas de
cuidado que nombraremos a partir de aquí: “Elohpolíticas”, nombre que deriva de Elohim (que
significa Dios en arameo) en tanto que no se trata de establecer políticas de vida a partir del
muerte (como en el de las necropolíticas), sino de políticas de Estado que privilegien en todo
momento y bajo cualquier circunstancia el amor, el cuidado y la atención a la vida y a todas las
formas de vida.
75
Alcanzar el ser de amor es, en realidad, el deseo más profundo que todo ser humano concibe
como meta en su interior. Ese deseo último, y sin embargo primero y fundante de su ser persona,
es lo que se ha nombrado a lo largo de toda exposición como “deseo-mío”. Llegar a esta meta,
a esta vida propia como la nombra Edith Stein (2012), para lograr la plena autonomía en tanto
libertad auténtica del ser en sí mismo, es lo que estructura al sujeto Ish-ah y lo dota de la
flexibilidad suficiente como para acercarse a los otros, identificarse y llegar a ser uno con ellos,
práctica ese deseo que, en ocasiones, resulta incongruente entre el pensar, el decir y el actuar,
como sucede con muchos sujetos políticos que contradicen continuamente con su habla su
propio accionar. Sin embargo, hay en su discurso, en sus palabras, un dejo de verdad en cuanto
al ideal de alcanzar ese deseo-mío que los traiciona cuando hablan de justicia, igualdad y cultura
de paz. Para quienes estamos situados fuera de la esfera política y, sobre todo, pública, la
contradicción continua nos parece no sólo un absurdo, sino una aporía que nunca logra
resolverse del todo, pues la incongruencia continua salta y, a veces, estalla por momentos. No
obstante, si nos detuviéramos a observar con mucho más detenimiento nos daríamos cuenta que
aquello que pregonan, aquello claman en las plazas y las manifestaciones públicas a voz en
cuello, no es sino el ideal que anhelan, el deseo que late en su interior como afán de tocar, al
menos de alguna manera y una vez en su vida, el ser de amor que los impulsa.
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Cierto que cuando estos sujetos políticos se han embebido de las necropolíticas y las ponen
no sólo en práctica continua, sino que las interiorizan, “pierden la cabeza” y nos parecen
entonces seres monstruosos por “locos”, por estar “fuera de sí” y de llevar a cabo acciones
tragedia otra y, en fin, la anulación completa como sujetos Ish-ah, los lleva sin duda a
convertirse en alguna otra cosa. En sujetos endriagos, sostiene Valencia (2010); en abyectos
para el común de los mortales; en seres oscuros y grises; en unos no-humanos que han negado
en su interior esa posibilidad de ser lo que desearon ser y que matan, ahora sí, cualquier
El empobrecimiento del pueblo, en todos los niveles (económico, educativo, cultural, social,
político, filosófico, etc.), impide el crecimiento interno y externo, y lleva a los ciudadanos a
unas condiciones de precarización extremas y absolutas que le anulan toda posibilidad de llegar
a ser lo que desea ser. En otras palabras, al empobrecer y embrutecer a la población a través del
hambre material y simbólica, los necroestados matan, asesinan con saña, el ser de amor que
habita en cada uno de los sujetos que tiene en sí la potencialidad de convertirse en sujetos Ish-
La apropiación de la vida de los otros, de su muerte, de sus experiencias vitales, de sus sueños,
de sus deseos y hasta de sus ilusiones, es, en realidad, el verdadero poder que los necroestados
se empeñan afanosamente por conseguir, y no sólo ellos, sino cualquier Estado que se aprecie
de infantilizar, por cualquier medio, a su población para restarle ciudadanía, esto es, poder y
toma de decisión. De ahí que las Elohpolíticas traten de la recuperación de la ética del cuidado
y de las prácticas amorosas para sí mismo y para los otros, de donde no será posible llevarlas a
cabo si seguimos manteniendo los modelos económicos y sociales en los que nos hemos
podrán gestarse sin que los intereses de unos cuantos, que no el de las mayorías, se vea afectado
a nivel de sus ingresos. De ahí que, pese a nuestro afán de plantear un tránsito terso y sin grandes
sobresaltos, somos conscientes que, al final, poner realmente en práctica propuestas como la
estructuras sobre las que descansa y ha descansado la historia social del mundo.
He ahí donde tendremos que detenernos un poco más para analizar a detalle y con sumo
cuidado las formas, las maneras y los mejores mecanismos para que el cambio, de gestarse al
encontrar eco en otras voces y otras manos, pueda realizarse sin tanto sacudimiento. Por ello,
convierte en la herramienta más viable para lograr ese desplazamiento con mayor suavidad y,
Las Elohpolíticas, basadas en la ética del cuidado y la corresponsabilidad ética con el otro a
partir del reconocimiento de nuestro ser de amor, se convertirían en políticas universales, pero
¿Se nace sabiendo amar?, ¿se nace amando o es un sentimiento que se desarrolla conforme el
sujeto crece y se desarrolla, mientras interactúa con el entorno? Para algunos, el ser humano es
esencialmente bueno; mientras que, para otros, es semejante a un animal que aprende a convivir
y a respetar a los demás. Hay quienes incluso creen que la carga amorosa se hereda, sea por la
genética o por la herencia arrastrada de épocas o vidas pasadas. En una mezcla entre conductista
y genetista, se cree que si bien la carga genética tiene un peso importante en el desarrollo de
siempre.
Desde el punto de los estudios de género de orden discursivo, se concibe que son los
en consecuencia, su objeto amoroso, de donde, de acuerdo con los postulados de Judith Butler,
el sujeto no nace heterosexual, sino que llega a serlo (2006; 2007). Caso contrario al que
sobrevive a sí misma justamente porque el ser humano busca siempre el complemento a sus
expresión afectiva?
Para quienes defienden el primer postulado, la discusión ya está rebasada puesto que se
Esto es, antes de nacer, el mundo, junto con todo su discurso, ya está hecho, por lo que el sujeto
llega a inscribirse, a ser sumergido por toda la carga preexistente a él o a ella. Para el segundo
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punto de vista, nada de lo que existe hubiera sido construido de dicha manera sino fuera por el
hecho de que por instinto natural, las mujeres y los hombres tienden a la reproducción y a la
Pero la pregunta se mantiene, ¿se nace sabiendo amar o se aprende?, ¿si llegamos a
transformar realmente el entorno, podremos constatar que no hay una inclinación natural
heterosexual? Si bien un escenario de esa magnitud es poco menos que imposible, sí podemos
imaginar con las posibilidades de lo que pasaría en una situación así planteada y, para ello, la
concebir posibilidades de reproducción menos que imaginables hasta hace relativamente poco
tiempo.
mundo construido literalmente por la mano de los hombres y las mujeres? Ya en su momento
Donna Haraway (1995) establecía la subjetividad de toda ciencia y todo conocimiento, por lo
que afirmamos una vez más que la ciencia y la tecnología derivada de ella no están, por ende,
exentas de subjetividad por lo que no hay tal cosa como una “gender-free technology” o
3.3. La empatía
La pregunta que formulamos en el capítulo anterior no tiene, hasta aquí, respuesta en tanto
que, si nos atenemos a todas las explicaciones y teorías sobre el amor, observaremos posturas
no sólo diferentes, sino hasta contradictorias. Por ello, en este trabajo asumimos, con Bajtin,
que el ser humano aprende a amar a través del reconocimiento de su sí mismo por medio del
otro. Es decir, al nacer y aun antes, el bebé va desarrollando una carga afectiva dada por el
sonido y por el movimiento. En pleno desarrollo gestacional, el no-nato recibe los sonidos
provenientes tanto del flujo sanguíneo de la madre como de la voz de ella y de muchos otros
realidad el no-nato sí se mueve, aunque después el espacio se reduzca tanto que permanece
como estático. Pero no sólo eso, el movimiento interno de la madre en sus órganos digestivos,
imperceptible para el exterior, pero vívido desde el interior. Sonido y movimiento, silencio y
estaticidad, son el mundo perceptible para el no-nato que no ha desarrollado aún la suficiente
capacidad visual, olfativa o de gusto, por lo que el oído y, de manera incipiente, el tacto es lo
exterior o, si ha sido un parto en agua, de espacio reducido que lo contenga, es el sonido de una
voz que lo suele llamar y, ¡oh sorpresa para él o ella!, lo acaricia por primera vez. El contacto
piel con piel y la atenta escucha de esa voz familiar se convierten así en su referente inmediato
de lo conocido antes de esa suerte de desprendimiento violento o traumático y busca, por sus
El sonido se vuelve entonces el primer vehículo de contacto con el mundo afuera, con esa
exterioridad que irá descubriendo paulatinamente y la cual sentirá como amenaza conforme
comience a sentir el hambre, el frío, el sueño o la incomodidad. Sin recursos lingüísticos, sin
81
capacidad de movimiento, el recién nacido descubrirá que el llanto, su llanto, atrae y por medio
impedido/a por alguna razón de escuchar y escucharse a sí mismo, entonces, más adelante,
dejará de emitir sonidos, pero en esta primera instancia, aunque no se escuche, sabe que al
Es ahí, en esa primera fase de desarrollo, donde según Jacques Lacan el recién nacido concibe
a la madre como un apéndice de sí mismo y que no será sino hasta los ocho meses,
aproximadamente, durante el estadio del espejo cuando se dé cuenta de la realidad: él/ella son
otra cosa aparte de la madre, pues ella es independiente. El conflicto interno que se establece y
desprendimiento al emerger el Yo-Tú, deja una herida tan honda que esa relación simbiótica
insatisfactoriamente, ese objeto a que jamás será de nuevo satisfecho a plenitud ni por el más
exquisito y refinado S2 de orden simbólico: llámese arte, discurso o leyes (cfr. Lacan, 1999).
profundidad de su inconsciente y ningún satisfactor, por más grande que sea o por más
sofisticado mecanismo que se aplique, logra realmente llenar ese vacío dejado por la ruptura.
Es ahí donde el objeto de deseo, aunado a la libido freudiana, nos lleva a querer llenarlo con el
otro o la otra, por medio de la sexualidad. Si el complejo de Edipo se supera o no y, por ende,
luego deviene en perversión (véanse los trabajos de Sigmund Freud sobre la teoría de la libidio,
lo que está en el fondo no es la envidia del pene, sino del útero por la incapacidad de crear vida
en el interior, como sostiene Michelle Rosaldo (cit. por Rosa María Rodríguez Magda, 1999);
o si nada de eso realmente explica lo que en el fondo se mantiene como tabú y que no es,
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sostiene Butler (2006), el tabú del incesto, sino el tabú de la homosexualidad, son cuestiones
que indican, en última instancia, algo que va más allá de cualquiera de esas explicaciones: la
búsqueda de ese amor perdido y no encontrado afuera, sino adentro, en ese mismo mundo
Porque, ¿qué se escuchaba en esa interioridad oscura y cálida? una sola cosa: la vida que
circulaba por todas partes, que emanaba de cualquier lugar y daba vida. Y a esa vida, a esa
primerísima vida que nos cobijaba, que nos albergaba y nos hacía existir, es a la que anhelamos
regresar con todas nuestras fuerzas. Ésa primerísima vida, a esa vida originaria, es a la que
aspiramos volver y la que verdaderamente extrañamos a lo largo de toda nuestra existencia. ¿La
podemos localizar dentro de nosotros mismos porque la poseemos en tanto portadores de ella?
Conforme vamos creciendo, conforme nuestras experiencias vitales nos van marcando rutas
o pautas a seguir para convivir de mejor manera con los demás, vamos creando empatías, filias
con los otros, aunque también fobias porque, como se dijo en el primer apartado de esta larga
reflexión, deseamos ser amadas/os, ser reconocidas/os, ser aceptadas/os. Pero el deseo-mío, el
deseo profundo de llegar a ser lo que se es, no está ligado a esos tres deseos, y no se queda sólo
a nivel de la empatía, sino que trasciende todas esas fronteras y todos esos espacios para
guiarnos a la escucha atenta de la vida adentro, de ese mundo interior que dejamos de escuchar
fallas o de angustias, sino en un medio para conectar o, mejor dicho, reconectar con esa vida
A esa vida última a la que aspiramos, que no es sino la vida primera que nos hizo existir y
estar en el mundo aunque fuera de manera imperfecta e inacabada, anhelamos volver porque en
ella está depositado nuestro auténtico y verdadero ser: nuestro “ser de amor” que al
83
redescubrirlo cómo realmente es y como lo que realmente es, nos hace comprender a los otros
y a dimensionar su valor en nuestras vidas. Sin los otros, sostiene Bajtin, yo no soy quien soy.
Al otro lo necesito tanto como él o ella me necesita para hacerlo ser lo que es. Y la empatía que
amor sin límites, sin fronteras, sin bordes. En un amor auténtico en tanto su bienestar me
preocupa porque me concierne. Y me concierne porque ambos, él/ella y yo, habitamos el mismo
del cuidado del otro. Sólo cuando logremos entender que, como sostiene Butler, mi
vulnerabilidad no me hace víctima, sino aliada del otro puesto que nos necesitamos mutuamente
para ser y para estar en el mundo, podremos realmente asumir políticas auténticas que
privilegien la vida sobre la muerte, el amor sobre el odio, la justicia sobre la injusticia y, por
La ética del cuidado no es sólo un concepto teórico trabajado en la Academia en los últimos
años, y tampoco una mera aportación desde los feminismos, sino una forma de actuación
concreta, tangible y cotidiana que tiene que ver, entre otras cosas, con el cuidado de una/o
en tanto prácticas de atención a los demás y no como hecho reproductivo biológico o enmarcado
en un pretendido instinto maternal, la ética del cuidado recupera las características que
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que queremos rescatar aquí es justamente el valor que no suele dársele al acto de cuidar a otros
(cualquiera que sea su condición física, mental o de desarrollo), sino también de cuidarse a sí
mismo para llegar a una postura hedonista y, en consecuencia, alejada/o del otro en muchas
maneras, la ética del cuidado y las políticas de ella derivadas resultan una propuesta que
debemos considerar con seriedad en aras de reivindicar tanto el trabajo desempeñado por
muchas mujeres y unos tantos hombres, así como de recuperar la corresponsabilidad que tanto
a nivel individual como a nivel colectivo y social debemos asumir frente al otro.
Como señalamos párrafos arriba, en esta dimensión distinta de Estado, donde el bien en
común es el punto de partida para el desarrollo económico y social, el otro debe ser visto desde
construcción del mí-mismo, sino como garantía de sobrevivencia en un mundo cada vez más
condición de víctima para situarme más allá de un mero victimismo o una posición de
sulbaternidad perenne, ya que al reconocerme vulnerable, aunque con autonomía en tanto ser
libre, mi dependencia se transforma en una garantía de alianza con los otros que me rodean y
que comparten ya sea la misma condición vulnerable, ya una empatía solidaria con los más
muerte en medio de biopolíticas y necropolíticas, la ética del cuidado se erige como un medio
revancha o la venganza, que derivan en rencores sociales que involucionan a las sociedades
como en el caso de México, por ejemplo, sino por medio de un reconocimiento de ese ser de
amor que habita en cada una de las personas y que puede expresarse de múltiples formas a
de quienes me rodean, creando o recreando núcleos de acción compartida que nos permiten
Así, frente al mundo capitalista neoliberal que prácticamente exige de los individuos no
enfermarse sino es para morir de inmediato, o bien no traer al mundo bebés con discapacidad
del cuidado y las Elohpolíticas son un contrapeso real que aplica acciones concretas como, por
ejemplo, los llamados “bancos de tiempo” (página virtual, 2016). En estos “bancos”, se requiere
idea de que el otro no es una amenaza, sino un aliado en quien puedo confiar no sólo mi vida,
sino también de aquellos a quienes tengo a mi cuidado (llámese hijos, enfermos o personas
ancianas). En un banco de tiempo, además, se dona tiempo para otras labores comunitarias
como, por ejemplo, arreglar el jardín de la colonia o limpiar un terreno baldío. Quienes se
asumiendo así la ciudadania comprometida que les corresponde. Si bien debe haber alguien al
frente que anote o lleve la contabilidad de las horas donadas por los miembros que integran
estos “bancos”, eso no resta el sentido democrático y participativo en tanto que dicha persona
sólo tiene y debe cumplir la función de “administrador de tiempo”. De esta manera, quien va
86
de los vecinos, tiene el derecho de demandar, en su momento, la retribución del tiempo que ha
otorgado y así, en conjunto, la ayuda solidaria se concreta y atiende las necesidades particulares
de los participantes.
Como quedó dicho, la base para que dichos “bancos” funcionen es la confianza, tan perdida
en sociedades gobernadas por los necroestados como la nuestra, por lo que no es fácil recuperar
reconocimiento implícito de su ser de amor que lo constituye como ser humano, garantiza así
la recuperación del tejido social y la cohesión vecinal que fortalece los lazos de amistad,
De igual manera, frente al salvajismo del mundo capitalista neoliberal, existen pequeñas
utilizado de nuevo para sobrevivir a las interminables crisis económicas propias de los
mercados (página virtual, 2014). Frente al Brexit y al “no” originario a los acuerdos de paz en
Colombia, estas comunidades, que subsisten a base de llevar igualmente un control rígido de lo
sobrevivencia material de sus miembros por medio de los autocultivos, los huertos urbanos y
el intercambio de servicios. Algunos, los menos, llegan hasta adquirir casas de pueblos
deshabitados o fantasmas productos de las migraciones que obligan a los habitantes a buscar
oportunidades de empleo y desarrollo en otros lados o países, o bien por la nula presencia de
jóvenes en el lugar que obliga las personas ancianas a trasladarse a lugares donde puedan recibir
o grupo de personas de acuerdo con los recursos disponibles y los saberes, habilidades,
87
destrezas, capacidades y conocimientos que cada uno pueda aportar para el desarrollo de la
colectividad.
agrupan también en pequeñas comunas donde, entre todos, aportan de manera equitativa la
parte proporcional que corresponde a su cuidado para contratar los servicios necesarios que
requieren y mantenerse siempre acompañados unos por otros (página virtual, 2015).
manifiesta en tanto que me hago corresponsable de mí misma/o, así como del cuidado de los
demás que, a su vez, están obligados en términos morales a retribuir, cuando lo requiera y sea
las reglas básicas a partir de las cuales todas/os estaremos de acuerdo y que nos comprometemos
cumplir para garantizar el buen orden y funcionamiento del grupo, también es verdad que la
dimensión distinta, pues supone una forma de liderazgo diferente a la que, en ocasiones, no
estamos acostumbradas/os.
garantiza lo mejor para todos, sino aquello que la mayoría desea. El triunfo de Donald Trump,
en el pretendido país más democrático del mundo, es prueba fehaciente de ello. Así, en estas
nuevas formas de organización comunal, el sentido de desapropiación, como señala con mucho
acierto Cristina Rivera Garza (2013), constituye uno de los pilares fundamentales: lo que tengo,
lo poseo porque lo he trabajado, sí, pero no me pertenece en términos egoístas, sino que debo
compartirlo o, en ocasiones, donarlo a los demás para ayudar al crecimiento individual de los
Es verdad que en esta nueva propuesta de Estado de la comunalidad habrá que reflexionar
mucho más a fondo en el sistema económico que pueda fundamentar y sostener el bienestar y
desarrollo de la sociedad en la que se implemente. Sin embargo, en este Estado se debe partir
de una forma de liderazgo y conducción de las masas distintas: ya no más autoritarismo vertical
a la usanza de las monarquías absolutistas más deplorables, sino un liderazgo y forma de ejercer
un liderazgo transformacional que permita a cada uno de ellos desarrollar sus propias
también el sistema educativo debe transformarse realmente en una vía de acceso al aprender a
aprender con base en un pensamiento complejo que permita adquirir y manejar los recursos
manifestaciones a través del arte y la cultura (entendida ésta última no sólo como “alta cultura”),
continuo por la inclusión, respeto, diálogo y convivencia armónica con el otro debe garantizar
la práctica, pero, sobre todo, la experiencia personal, original y auténtica de la ética del cuidado.
Bajo este esquema diferente y diferenciado del sistema capitalista neoliberal, el ser de amor
adquiere entonces una dimensión concreta y aplicable a la cotidianidad de su vida diaria que,
por medio de pequeños actos, primero, y luego, quizá, de grandes hazañas éticas de
corresponsabilidad, contribuya al cambio de sistema y de Estado que tanta falta nos hace.
89
3.5. Cuidar de sí y cuidar del otro para no ser desechados en un mundo consumista
indispensable frente a un mundo, además, consumista al extremo. Los cuerpos y, por ende, las
personas “improductivas” ante los ojos del sistema son considerados desechables. De igual
manera, aquellos cuerpos que no puedan ser “consumidos” en la lógica del mercado, deben ser
desechados.
hipersexualizada del mercado, que no se “vende” frente a los demás, es un cuerpo disidente por
violencia del mercado capitalista, sino también aquellos otros cuerpos que no son considerados
“vendibles” como lo son los cuerpos discapacitados, los cuerpos ancianos, los cuerpos
considerados feos, los cuerpos gordos, los cuerpos enfermos y aun algunos cuerpos no-nacidos
que presentan “fallas” orgánicas o genéticas. Los cuerpos que no sean “vendibles”, de alguna
u otra forma, que no “produzcan” o que no mueran lo suficientemente rápido como para no
90
generar más gastos al sistema, están condenados a la muerte de mil formas: tanto a nivel
De ahí que, en este mundo consumista donde todo es desechable y la inmediatez es la nueva
medida del tiempo, la ética del cuidado se convierte en una llamada de rescate a través de las
Elohpolíticas que se han mencionado anteriormente. Si entre las mismas personas no nos
mutuamente y cooperamos entre todas/os para que cada una/o esté bien atendida/o cuando lo
requiera, entonces nos estamos condenando al fracaso y a la fosa común. Porque como sostiene
Nuestros cuerpos, nuestras vidas, nuestras muertes nos pertenecen. Nadie debe ni puede
arrebatarnos el valor intrínseco que tenemos por el simple hecho de ser lo que somos: seres
humanos. Ni antes de nacer, ni en las postrimerías de la vida, nos pueden arrebatar el aliento
porque la vida circula en nosotras/os desde el primer instante que se instala en nuestro ser-aquí,
en nuestro ser-concreto por medio de la materia. Quien desee expulsarnos esta condición de
humanidad que nos hace ser lo que somos, se convierte sin duda en nuestro enemigo común a
combatir. Pero no habremos de ganar la batalla hasta que nos demos cuenta conscientemente
del valor incalculable que poseemos en tanto seres humanos por el simple hecho de pertenecer
a la especie humana. Nuestro compromiso ético con el otro, nuestra corresponsabilidad, nuestro
cuidado y el cuidado de los demás, pueden lograr que recuperemos la dignidad que el mundo
forma de conducta, ni mucho menos gobierne nuestras conciencias. No dejemos que nos
silencien con la cantidad de ruido con que nos bombardean a cada paso para que no nos
deseo de llegar a ser “seres de amor”. No permitamos al mercado que nos ilusione con promesas
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falsas por inalcanzables o que nos venda transformaciones que nos restan dignidad y ahogan la
Nuestros cuerpos, nuestras vidas, nuestras muertes, nuestros sueños, nuestros anhelos nos
pertenecen, nadie más los posee y, sin embargo, somos capaces de compartirlos y, en ese acto
de generosidad, demostrar que no hemos perdido lo que nos constituye como especie. El mundo
consumista, el mercado mismo como bien señala Fernada Gil Lozano (2016), no hace justicia
porque es algo que le interesa y tampoco le corresponde. La justicia está fuera del mercado,
está en nosotras/os, en nuestras manos que tienen capacidad de crear leyes y hacerlas efectivas.
Somos nosotras/os, cada una/o de nosotras/os con ese deseo-mío de llegar a ser los seres de
amor que nos conforman, quienes podemos hacer justicia a quienes no la poseen, aunque
perdonando. Esto es, perdonar el agravio no significa olvidarlo, sino no sumirse en el rencor,
el odio y la frustración. Perdonar haciendo justicia para nosotras/os y los demás es la mejor
Sólo así, en esta corresponsabilidad ética, en este cuidado del mí-mismo y de los demás,
podremos hacerle frente a un sistema que devora todo cuanto toca, incluyéndonos.
92
3.6. El compromiso ético con el otro desde la libertad del sujeto no-unitario
Este artículo, más breve que los dos anteriores, trató de sentar las bases para formular,
vez derivarían de la ética del cuidado. Ahora hablaremos de la libertad que conserva el sujeto
La libertad, como quedó asentado en el primer artículo, es uno de los cinco pilares de la
corresponsabilidad ética con el otro. Pero, ¿en estas nuevas políticas de ayuda y cuidado hacia
uno mismo y hacia los demás, no se pierde la cuota de libertad ganada?, ¿no es acaso a través
del ejercicio pleno de dicha libertad donde se garantiza la autonomía plena del individuo?
Diremos que, en efecto, desde una mirada moderna y aun postmoderna, cuando yo me
corresponsabilizo del otro, pierdo no la libertad, sino el hedonismo que me es propio en tanto
deseos propios o cuando me esfuerzo continuamente por satisfacer ya no mis necesidades, sino
mis caprichos. Ahí, la libertad pierde para transformarse en un individualismo hedonista que,
93
auténtica se logra cuando llego a trascender esa esfera de individualismo hedonista para
posicionarme más allá de mis propias necesidades, vanidades y caprichos e ir al encuentro con
Cuando logro identificar que aquello que me mueve, que me hace sufrir o me causa dolor es
similar o semejante a lo que padecen muchas/os otras/os, entonces puedo llevar a cabo el
ser de amor que me impulsa a buscar el bien de los demás por encima de mis intereses
personales, se crea realmente una honda expansiva que distorsiona el espacio y el tiempo y me
coloca, me sumerge, en una vorágine de cambios que al tocar a otros, igualmente los transforma.
muerte, me permiten entonces conectarme con la multiplicidad que somos, con la variedad y
diversidad de personas que conformamos el mundo, y que, no obstante, nos encontramos unidas
unas a otras por lo esencial: por nuestros seres de amor. Y ahí, en ese punto de inflexión sin
sí y en cada uno de los demás las múltiples formas de amor que se manifiestan también de
diversas formas. Mi libertad, entonces, consistirá no en negar lo que soy para donarlo a los
demás, sino al contrario: yo decido donar lo que soy, el conocimiento y saber que poseo, el bien
que puedo compartir con los demás porque tengo ese poder de decisión en mí, nadie me lo
quita, nadie me lo arrebata. Yo decido dar lo que poseo por el bien superior y trascendente, por
mis manos y de la cual he tomado conciencia. Nadie puede arrebatar de mis manos esa
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capacidad que tengo, ese poder de donar a otros lo que poseo y, por ende, nadie puede imponer
su voluntad a la mía. Cuando logro no sólo entender la teoría y ponerla en práctica, sino, por
trasciendo para colocarme de lleno en la plenitud, la dicha, el gozo y la alegría de ser un ser-
para-los-otros, un ser donado a partir del ser de amor que lo conforma. Ahí es donde reside la
libertad, en esa capacidad mía de trascender mis límites, mis fronteras y mis bordes hedonistas
A lo largo de este texto se ha hablado del ser de amor como ser auténtico que nos conforma.
Y a partir de ahí, se habló de la empatía, la ética del cuidado y la corresponsabilidad ética con
el otro que nos lleva al cuidado de una/o misma/o y de los demás no sólo como acto o muestra
solidaria con el sufrimiento ajeno, sino como toma de conciencia de nuestro ser finito que sólo
muerte, se las apropia para, a partir de ellas, conectarse al Todo en todo y en todos.
En este esquema diferente al que el mundo capitalista neoliberal y el mercado nos tienen
acostumbradas/os, las Elohpolíticas que proponemos se presentan como una alternativa que
habrá que materializar y concretar en un proyecto distinto de Estado que hemos nombrado aquí
profundizarse en muchos sentidos y reforzar varias áreas con el objetivo de que pueda, un día
consecuencia, lograr la cohesión social que parece ahora totalmente perdida (al menos para
México). No obstante, el entusiasmo que nos impulsa no responde a una banalidad académica
o un falso orgullo intelectual que desea demostrar con esta propuesta que otros mundos posibles
pueden ser construidos; sino la urgente necesidad que observamos en nuestra cada vez más
herida sociedad que no logra sanar su malestar y su dolor cuando es de nuevo violentada de
muchas formas.
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Así como en su momento Sayak Valencia, en su libro Capitalismo gore, (2010) refiere cuál
fue el hecho que la llevó a proponer una respuesta a la manifestación ultraviolenta del
necroestado mexicano, así ahora nosotros decimos aquí que ante las distintas voces que se
levantan desde diferentes ángulos, ámbitos y con distintos puntos de vista (desde Italia, Francia,
España, Inglaterra, Estados Unidos, que conforman nuestro “Norte”; como desde Colombia,
Chile, Argentina, la India, África Occidental y del Sur, Asia y Australia, que conforman nuestro
“Sur”), no concebimos la violentación extrema del cuerpo, la analizacion del placer sexual, lo
latinoamericanas o no.
que, desde nuestra perspectiva, nos la da nuestro “ser de amor” a partir de cual se manifiesta el
deseo-mío que es ese deseo profundo que no depende del exterior, puesto que emana del centro
más inconsciente de volver a conectar con la vida que nos dio origen. Ese ser de amor que nos
constituye, nos conforma y nos hacer lo que somos, está inscrito en un cuerpo sexuado, el cual
recibe toda una impronta de normas y regulaciones que, poco a poco, diezman su capacidad de
acción hasta convertirse en un impedimento. Cuando, por fin, la persona toma conciencia de su
ser de amor, logra asumir que existen múltiples y variadas formas de manifestarlo, que no
de donar aquello que posee, entonces puede realmente trascenderse a sí misma y realizar la
corresponsabilidad ética con el otro son, pues, los pilares que hemos querido establecer como
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fundamento de ese Estado de la comunalidad que, esperamos, construir muy pronto entre todas,
todos y todes.
Conclusiones finales
En medio de un país ultraviolento como México, donde los cuerpos son cercenados,
autoridades y el Estado, sino, muchas veces, por los ciudadanos mismos, se erige la pregunta
que dio inicio a este trabajo: ¿es posible pensar las cosas de otra manera?
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A esta interrogante se añadieron las dudas siguientes: ¿cuál es la raíz, cuál es la base en la
que se fundamentan todas las posturas y propuestas en torno al género?, ¿qué es lo que nos
mueve, los que nos motiva a todas, todos y todes a seguir adelante en esta lucha por recuperar
nuestras experiencias de vida, nuestras subjetividades y nuestros cuerpos?, ¿cuál es, pues, el
sustrato de fondo que anima a cada uno de los planteamientos teóricos y conceptuales tanto a
Las respuestas comenzaron a surgir en cuanto se dio comienzo a este trabajo. La primera de
ellas fue la “razón deseante” que, pese al oxímoron, es la realidad que se deja ver en el fondo
de todo este recorrido que dio inicio desde mediados del siglo XIX y que hoy impacta de manera
evidente y tangible al mundo entero a partir no sólo de las políticas públicas y los programas
por educar y reeducar a la población desde una perspectiva de género, sino que se ha convertido
en el accionar de muchas personas y colectivos deseosos por alcanzar eso que desean. Y, ¿qué
es lo que desean los sujetos?, ¿qué deseo yo como individuo?, ¿qué desean los demás? Llegar
a ser lo que deseamos ser y eso, al final, es la plenitud en nuestro “ser de amor” que albergamos
y habitamos desde nuestra interioridad más profunda. Aunque la manifestación de ese deseo,
Es ahí donde volvieron a surgir las reflexiones, tratando de responder a la pregunta, ¿cómo
logramos esa coherencia y cohesión? Por medio de la ética del cuidado y de la formulación de
las Elohpolíticas que derivarían en un Estado nuevo, llamado Estado de la comunalidad y que
Esta nueva sociedad estaría formada por sujetos únicos, auténticos y corresponsables que
particularidades y singularidades, así como las de los demás, logre la traslación de la noción
Múltiple (que actualmente determina al sujeto postmoderno y que parece apuntalar igualmente
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dimensiones y esferas, nos dará de vuelta la unidad pero no de manera anquilosada y aniquilante
como sucedió hasta mediados del siglo XIX, sino de una manera única, más comprometida,
más abarcadora, más incluyente, más justa, es decir: más humana. El reconocimiento de ese
Todo en todo y en todos nos permite así lograr la empatía, superando con ello el dilema de la
alteridad, del Otro, a la manera bajtiniana: ante el otro, yo devengo lo que soy por lo que ese
otro me muestra el rostro de lo que no soy y que, al no ser ese otro, reafirmo lo que sí soy. El
Así, se trata de responder a la pregunta que hoy circula por la Academia y los círculos de
pensamiento alrededor del mundo: ¿qué es ser un “ser humano”? Mi respuesta: un ser de amor
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