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El bautismo es la primera ordenanza salvadora del Evangelio (véase Artículos de Fe 1:4)

Glen (el nombre es ficticio) había llevado una vida desordenada y llena de conflicto.
Cuando era adolescente, se vio involucrado en pandillas, delitos y violencia. Al conocer
a los misioneros, pensó que los conceptos en los que ellos creían eran demasiado
buenos para ser verdad; pero, con el tiempo, llegó a saber con certeza que eran
verdaderos y de mayor valor que cualquier cosa que él hubiera conocido. (PUEDES
ADAPTARLA A TU PROPIA HISTORIA)

Después de poner su vida en orden, de arrepentirse sinceramente y comenzar a vivir el


Evangelio, entró en las aguas del bautismo. Había encontrado una nueva vida, llena de
luz, paz y gozo; y estaba limpio ante el Señor.

Nefi dijo:

“Por tanto, haced las cosas que os he dicho que he visto que hará vuestro Señor y
Redentor; porque por esta razón se me han mostrado, para que sepáis cuál es la puerta
por la que debéis entrar. Porque la puerta por la cual debéis entrar es el arrepentimiento
y el bautismo en el agua; y entonces viene una remisión de vuestros pecados por fuego
y por el Espíritu Santo.

“Y entonces os halláis en este estrecho y angosto camino que conduce a la vida eterna;
sí, habéis entrado por la puerta”

Cuando te bautizaste, demostraste tu voluntad de seguir el ejemplo del Salvador. Él también fue
bautizado aun cuando no tenía pecado; como Él explicó a Juan el Bautista, era necesario que
fuera bautizado a fin de “[cumplir] toda justicia” (véase Mateo 3:13–17).

Todos los que buscan la vida eterna deben seguir el ejemplo del Salvador: deben bautizarse y
recibir el don del Espíritu Santo. El profeta Nefi dijo que el Salvador nos ha mostrado “la puerta
por la que [debemos] entrar. Porque la puerta por la cual [debemos] entrar es el arrepentimiento
y el bautismo en el agua; y entonces viene una remisión de [nuestros] pecados por fuego y por
el Espíritu Santo. Y entonces [nos hallamos] en este estrecho y angosto camino que conduce a
la vida eterna” (2 Nefi 31:17–18). Si perseveramos hasta el fin, guardamos nuestros convenios y
recibimos las demás ordenanzas de salvación, obtendremos la vida eterna.

El bautismo a la manera del Señor

El Salvador reveló el verdadero método del bautismo al profeta José Smith y dejó en claro que
alguien que tenga la autoridad del sacerdocio debe realizar la ordenanza y que se debe hacer
por inmersión: “El que es llamado por Dios y tiene autoridad de Jesucristo para bautizar, entrará
en el agua con la persona que se haya presentado para el bautismo, y dirá, llamándola por su
nombre: Habiendo sido comisionado por Jesucristo, yo te bautizo en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. “Entonces la sumergirá en el agua, y saldrán del agua” (D. y C.
20:73–74). La inmersión simboliza la muerte de la vida pecaminosa de la persona y su
renacimiento a una vida espiritual dedicada al servicio de Dios y de Sus hijos. También simboliza
la muerte y la resurrección. (Véase Romanos 6:3–6.).

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HICISTE…

¿Es necesario bautizarnos?

Es difícil malinterpretar la explicación de Nefi en cuanto a este punto: “Ahora bien, si el Cordero
de Dios, que es santo, tiene necesidad de ser bautizado en el agua para cumplir con toda justicia,
¡cuánto mayor es, entonces, la necesidad que tenemos nosotros, siendo pecadores, de ser
bautizados, sí, en el agua!” (2 Nefi 31:5).
Tu convenio bautismal

Cuando te bautizaste, hiciste un


pacto o un convenio con Dios:
prometiste tomar sobre ti el
nombre de Jesucristo, guardar
Sus mandamientos y servirle
hasta el fin (véase Mosíah 18:8–
10; D. y C. 20:37); cada vez que
tomas la Santa Cena, renuevas
ese convenio (véase D. y C.
20:77, 79).

Guardar los mandamientos.

Tu convenio bautismal es un
compromiso de venir al reino de
Dios, de separarte del mundo y
de ser testigo de Dios “en todo
tiempo, y en todas las cosas y en
todo lugar” (Mosíah 18:9). Tus
esfuerzos por ser testigo de Dios
incluyen todo lo que hagas y
digas. Esfuérzate siempre por
recordar y guardar los
mandamientos del Señor; conserva puros tus pensamientos, tu lenguaje y tus hechos.

Parte del convenio bautismal consiste en servir al Señor, y tú le servirás mejor cuando sirvas a
tus semejantes. Al enseñar el profeta Alma acerca del convenio bautismal, dijo que debemos
estar “dispuestos a llevar las cargas los unos de los otros para que sean ligeras” y estar
“dispuestos a llorar con los que lloran... y a consolar a los que necesitan de consuelo” (Mosíah
18:8–9). Se amable y respetuoso(a) con todos y sigue el ejemplo de Jesucristo en la forma en
que tratas a los demás.

Las prometidas bendiciones del bautismo

Si guardas el convenio que hiciste cuando te bautizaste, el Señor te bendecirá por tu fidelidad.
Algunas de las bendiciones que recibirás son la compañía constante del Espíritu Santo, la
remisión de los pecados y el privilegio de nacer de nuevo espiritualmente. Compañía constante
del Espíritu Santo. Después de tu bautismo, uno o más poseedores autorizados del Sacerdocio
de Melquisedec te impusieron las manos sobre la cabeza y te dieron el don del Espíritu Santo.
Ese don te da el derecho a la compañía constante del Espíritu Santo si eres digno. La compañía
constante del Espíritu es una de las máximas bendiciones que puedes recibir en la vida terrenal.
El Espíritu te conducirá por los senderos de la rectitud y la paz, y te guiará a la vida eterna.

Remisión de los pecados.

Debido a que te has bautizado, puedes recibir una remisión de los pecados. En otras palabras,
puedes ser perdonado a través de la misericordia del Salvador. Gracias a esa bendición, con el
tiempo se te permitirá vivir en la presencia de nuestro Padre Celestial.

Nacer de nuevo.

Mediante las ordenanzas del bautismo y la confirmación, naciste otra vez a una nueva vida. El
Salvador le dijo a Nicodemo: “El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el
reino de Dios” (Juan 3:5). Así como un bebé entra en una nueva existencia al nacer, tú
comenzaste una nueva vida cuando entraste en el convenio bautismal. Tú puedes aumentar en
espiritualidad y llegar a ser más semejante al Salvador si guardas ese convenio, tomas la Santa
Cena para renovar el convenio y te arrepientes de tus pecados.

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Perseverar hasta el fin

Ahora que te has bautizado y has recibido el don del Espíritu Santo, debes continuar viviendo
con rectitud, porque esas ordenanzas sólo marcan el inicio de tu jornada de regreso para morar
con tu Padre Celestial.

“Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de
esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos
en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida
eterna” (2 Nefi 31:19–20).

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