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Las relaciones, influencers en la pregunta existencial del hombre.

Integralidad del hombre


Jorge Andrés Grajales Gallego
Pbro. Walter Castro Basto
Seminario Conciliar Inmaculada Concepción de María Santísima

Nota de autor;

Jorge Andrés Grajales Gallego, primero filosofía, Seminario Conciliar Inmaculada


Concepción de María santísima; Pbro. Walter Castro Basto, Dosquebradas.
Este ensayo corresponde a la materia antropología filosófica.
La correspondencia en relación con este artículo debe dirigirse a Jorge Andrés Grajales,
Primero Filosofía, Seminario Conciliar Inmaculada Concepción de María Santísima,
Dosquebradas, La Badea. Dirección electrónica: jorgeandresgrajalesgallego@gmail.com
Las relaciones, influencers en la pregunta existencial del hombre.
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Integralidad del hombre


El hombre, desde que se dio cuenta que hacía uso de su razón, tuvo la valentía de
preguntarse por quién o qué era, cuál era su origen y su fin, y por qué ocupaba un lugar en lo
que siempre se ha tenido como mundo, como realidad. Por ello, no deja de cuestionar qué es
todo aquello que lo rodea y lo hace sentir acompañado incluso cuando piensa que en su
devenir se puede desarrollar y crecer por sí mismo, esto es, sin la presencia de otros seres.

Desde la era primitiva, se ha visto cómo aquel homínido1 forjó una nueva forma de
vida, o dicho de otra manera, adoptó por una necesidad misteriosa la respuesta de bajar de los
árboles e ir cruzando los caminos y valles poniéndose en pie (Mosterín, 1941, p.107) , y que
ciertamente ha ido teniendo cambios notables hasta llegar al hombre de hoy, debido a una
necesidad fundamental, la de reencontrarse con su ser, con aquello que lo hizo particular a las
demás especies y organismos. Está bien decir que ha sido todo un conjunto de valores y
cambios, pero ciertamente, todos movidos bajo la evolución y mejora de la especie humana.

La pregunta ¿Qué es el hombre?, es una de las cuatro preguntas existenciales que


Kant se ha planteado como forma y parte del caminar del hombre mismo, que se han venido
tratando a lo largo de los años, y que principalmente responden a la necesidad de que aquel
ser existente tenga una ubicación y consciencia de lo que es y hace. Se dice entonces que es
una de las preguntas que presenta algunas características especiales, ya que es el hombre
mismo quien se interroga sobre su sentido y existencia y, por tanto, es aquel que cae entonces
en un tapete de discusión (Coreth, 1980, p.29) De esta manera, se podría deducir, que el
hombre es el que interroga, es aquel ser en el que hay una capacidad que no tienen ni las
piedras, ni las plantas ni ningún animal, la de hacerse la pregunta por sí mismo.

Ante una realidad como esta, dice Coreth que el hombre entonces aparece con una
capacidad de “conocimiento de sí mismo y porque el hombre se caracteriza por la conciencia
y la comprensión de sí mismo” (1980, p.31) Siendo así, se evidencia entonces que, ante esta
pregunta, aparece una preocupación de gran nivel en el hombre, y es el considerarse un
misterio, un problema, un enigma. Ciertamente, en este acontecer es donde se manifiesta que
él es el objeto más digno de estudio, pero a veces, pierde la actitud de investigar su ser y su
sentido auténticos (Buber, 1982, p.11)

El hombre vive en el mundo, pero con su conducta específicamente humana se


distancia de todo lo demás, ahí es donde empieza a experimentar una profunda situación de
soledad, que como se verá más adelante, será lo que de una u otra manera lo llevará a
identificarse como sujeto y persona. Aquel hombre, desde un primer momento, experimenta
un vivir a la intemperie, donde nada ni nadie es identificado como tal, es decir, que aquellas
situaciones de soledad que empieza a vivir son las que hacen que él mismo sea partícipe de
una respuesta a la pregunta que está al alcance de sus manos.

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Dicho de un primate: Que se caracteriza por su aspecto antropomorfo y por no tener cola, y a cuya familia
pertenecen el hombre y otras especies como el chimpancé, el gorila y el orangután
(https://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=homínido)
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Cuando el hombre se encuentra en su soledad y problematismo, ahí, se hace fecundo


el pensar sobre sí mismo y su existencia, ya lo dirá Martin Buber: “En el hielo de la soledad
es cuando el hombre, implacablemente, se siente como problema, se hace cuestión de sí
mismo, y como la cuestión se dirige y hace entrar en un juego a lo más recóndito de sí, el
hombre llega a cobrar experiencia de sí mismo” (1982, p.24), por tanto, es en el momento de
introspección en el que haya la respuesta a su existir; es preciso insistir en que el interrogante
de sí para sí, es indudablemente tarea propia para descubrir.

Es en aquellas situaciones determinantes en que él mismo (el hombre) tiene


pensamientos cosmológicos, de hondura y desasosiego, de ansiedad y controversia, e incluso
de ilusión por descubrir algo más de lo que por sus sentidos encuentra y le hacen ver.

Momentos de conciencia plena sobre sí son los que llevan a determinar que “el
hombre es comprendido desde el mundo, pero el mundo no es comprendido desde el hombre”
(Buber, 1982, p.25), pues es evidente, que siendo él un enigma para sí, siente que todo lo que
se encuentra a su alrededor sigue siendo también un enigma y un misterio más por resolver.
Se podría decir entonces, que el hombre lo primero que hace es tratar de responderse a sí
mismo qué es y cómo será en otro momento de su existencia. Seguramente, se va notando
una posición de individualismo que llevaría a pensar en que “…también nosotros lo llevamos
todo potencialmente en nosotros” (Buber, 1982, p.33) desconociendo una realidad que más
adelante se verá, la necesidad de tratar y comprender las demás cosas que hacen parte de la
mansión y lugar en la que se vive.

Siempre se han tenido diversas significaciones de lo que es en realidad el hombre,


esto es, que se ha objetado en primer lugar que él es una de las presencias que habitan la
tierra, y que, en su integralidad, maneja de manera racional todo lo que afronta y
experimenta. Seguramente, nos encontramos con una visión de hombre en sentido ignorante,
pues, es de gran importancia saber que aquel que pregunta parte de su mismo cuestionarse
y… ¿Quién soy yo?

En la antigüedad, por ejemplo, se tenía una concepción tranquila a cerca del concepto
del hombre, pues parecía que él, “poseía una imagen de sí mismo tranquila y nada
problematizadora” (Beorlegui,2009,p.46), con lo que se puede decir, que la preocupación por
este interrogante no se enmarcaba en qué era lo que lo componía, sino más bien, en una
cuestión de por qué existir y para qué.

Por el contrario, como dirá Beorlegui 2009, el hombre actual es considerado para sí
mismo un problema, y se empieza a comprender así, cuando se sitúa en un entorno
desarrollado y problematizado:

“La concepción moderna del universo, en la que estamos todos sumergidos y


empapados, considera al hombre, y se siente, como problema, en todos sus órdenes.
La acumulación de saberes sobre sí mismo no ha resultado suficiente. El núcleo de su
propia realidad se ha tornado opaco e inseguro, y la pregunta se dirige a saber qué es
el hombre, lo humano del hombre, aquello que lo constituye y define como tal” p.47
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Por tanto, entonces, el hombre andará sumergido en una cantidad de preguntas; andará
navegando por el mar de la incertidumbre y quizás de la desilusión por considerarse nada más
y nada menos que un ser misterioso y quizás contradictorio, pues, ha visto que todos los
acontecimientos de su vida han ido cambiando sobremanera y se encuentran hasta el tope de
los interrogantes.
En línea con ello, se puede decir ahora que el hombre es víctima de un invento
reciente, que se halla en vías de desaparecer. Ya Foucault en el año 1971 nos comunicaba el
fúnebre anuncio de que el hombre ha muerto (Beorlegui, 2009, p.40) y seguramente seguirá
muriendo, pues, su concepto ha ido cambiando rotundamente y ya no es considerado como
aquel ser que necesita comunión con otros, sino que en su raciocinio puede delimitar su vida
y su razón de ser.

Pero ante una línea de pensamiento como esta, se podría tener en cuenta que “todo
depende esta vez de saber que la grandeza del hombre surge de su miseria…” (Buber, 1982,
p.33) y precisamente es allí donde a través de los golpes y batallas que va encontrando y
enfrentando la figura del que realmente es la presencia viva de un Absoluto. Es pues, natural
ese temor de atreverse a contradecir y buscar la verdadera sabiduría que lleva al encuentro
definitivo con la propiedad del ser y con aquel sentido enigmático que le da un tinte de
propiedad al hombre porque las variables y factores de la vida van cambiando a la medida en
que él mismo puede indagar y contestar.

Como menciona Buber, 1982, el fuerte individualismo de cada época muestra ahora
que hay una corriente contraria a ello y que le da otro fundamento al existir del hombre, el
colectivismo que es la “última barrera que el hombre ha puesto para perjudicar el encuentro
consigo mismo” p.81. Esto es, que, si el hombre mantenía una preocupación excesiva por
descubrir la respuesta a su interrogante, su pasión y forma de vida individual dejará
lentamente de primar en él, y su vida, tomará otro sentido más común y compartido. Pero
hay un gran problema en este pensamiento de colectivismo e individualidad, pues visto así, el
colectivismo puede convertir al hombre en un instrumento, objeto y herramienta para
convertir otra clase de realidades según conveniencias y estructuras de beneficio, cuando en
realidad lo que importa siempre es dejar que el ‘sujeto’ intervenga con su cualidad por
excelencia, la de ser ‘alguien’ y no simplemente ‘algo’. (Gevaert,2008, p.60)
Es entonces en la sociedad, donde el hombre realmente encuentra su sentido y
fundamento, es en el compartir con los otros donde hace que él descubra su razón de estar y
convivir con otros seres que de una u otra manera le aportan a su crecimiento integral y
racional. “Ser con los demás y para los demás pertenece al núcleo de la existencia humana: la
relación con los otros sujetos constituye y forma parte de la definición del hombre”
(Gevaert,2008, p.44).

El hecho no es necesariamente ser partícipes de cualidades accidentales en los otros


con quienes se comparte de la existencia y relación, sino satisfacer la necesidad que propone
el desaposento y la incertidumbre de la que se hablaba al principio. Pues, el significado de ser
con los demás radica sencillamente en el orientar la existencia hacia estos otros, el estar en
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comunión y responder a la llamada que estos hacen para mostrarse como alguien ante otro
sujeto, para cumplir los prototipos de vida y construcción de mundo.

Así pues, la existencia personal se desarrolla solamente cuando hay un contacto


directo y frecuente con aquel sujeto que quiere mostrar realmente su existencia y presencia en
el mundo. “Por eso, ser en relación con los demás seres humanos es considerado una verdad
fundante del hombre” (Gevaert,2008, p.44) y que seguramente, despliega otra serie de
actitudes que siguen la línea de integralidad del hombre.

La persona no es pues un ser cerrado y aislado que en algunas situaciones puede


ponerse en contacto con otros, sino que siempre de maneras diferentes, está inserta a la
comunión con otros (Gevaert,2008, p. 60) pues, dicho de esta manera, el ‘otro’ es el
complemento del ‘yo’.

Cuando nos referíamos a la integralidad del hombre, se quería comprender que él es


un sujeto en trascendencia y formación, queriendo decir con ello, que el hombre se va
haciendo lentamente y a la medida en que su razón le permita redescubrir los otros enigmas
que van desvelando sus actitudes y encuentros con los otros. En esta integralidad, se podría
hablar de una sensibilidad ante la humanidad y el sentido de ella, pues este ha sido uno de los
puntos claves para descubrir al menos -no toda- su existencia y sentido.

En esa misma integralidad, es importante reconocer la necesidad del hombre como


persona que se encuentra abierta al Absoluto, queriendo decir con ello, que en él aparece una
novedad -incluso sin quererse- de que es un ser espiritual. La estructura que se ha venido
manifestando es la de un sujeto que busca la respuesta a esta pregunta existencial en su vida,
que luego cuestiona algunas de las cosas que a su alrededor encuentra, y que de cierta manera
el complemento de su existencia está en los otros, es decir, que se va forjando una idea social.
Un hombre que ha sido dotado de inteligencia y voluntad aparece ahora dotado de una
característica espiritual que en primer lugar lo lleva a adentrarse de alguna manera en el ser
en cuanto ser, en un querer ir más allá de lo que hasta ahora ha conquistado y convencido, en
que aquel Absoluto lo lleva a una sed insaciable de conocer e indagar mucho más en su
misterio, de escudriñar aquellos campos inexplorados. Todo ello, lleva a afirmar que la
misión de la persona es su propia realización teniendo presente que le ha sido dada la
participación del Absoluto (Dios). (Lucas, 2008, p. 272)

Es fundamental reconocer que, aunque es un hombre que existe con y para los demás
y que fundamenta su existencia en y con ellos, en algún momento, sus relaciones no van a
significar más que crisis y desasosiego en el sentido de que las diferencias y las relaciones
intrapersonales van llevando un derrotero que egocéntricamente va buscando un bien propio
y subjetivo: el de ser en sí y querer llegar a una plenitud.

Dice Edith Stein: “El mundo del hombre es un mundo social, en el que cada uno
desempeña su papel determinado, y frecuentemente incluso más que un papel” (2007, p.35);
con relación a ello, ¿cuál será entonces el papel determinante del hombre participado por lo
Absoluto, y de aquel ser social por naturaleza?
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Es precisamente, el de saber comportarse con aquellos seres con los que da plenitud a
su existir y caminar, es ser consciente de que a pesar de que tiene un modo de ser propio e
individual, es partidario de que es creador de historia, de cultura y de buenas relaciones. Es
tener en cuenta de que su vida es entonces “una vida en comunidad y un proceso
recíprocamente condicionado” (Stein, 2007, p.36)
Con esta concepción, se dice entonces que el hombre, como creador de cultura “tiene
que hacerse, pues, su mundo, en el que pueda sentirse seguro, como en su casa.” (Beorlegui,
2009, p.410). De esta manera, se entiende pues, que es él quien construye en primer lugar su
integralidad, y en segundo lugar su campo de crecimiento, es decir, el mundo; en
consecuencia, se convierte en un ser que debe actuar ya sea en defensa de sus derechos, o en
responsabilidad con sus deberes para con la sociedad de la que hace parte.

Sin duda alguna, aparece lo que va a terminar de integrar al menos una parte
fundamental del hombre, la libertad. Precisamente, entendida como la “convicción
individualizada que conlleva al ejercicio racional de los pensamientos, no arbitraria, no
insensible de la naturaleza humana, sino como autodeterminación positiva de actuar de una u
otra forma” (Perez, 2012), en otras palabras, como el acto de hacer una u otra cosa bajo el
propio dominio y determinación e incluso, con toda disposición para decidir.

En línea con ello, es pertinente hacer mención del ‘libre albedrío’ como aquel
“proceso que nosotros mismos hemos de realizar y desarrollar activamente y desde nuestro
propio ser” (Coreth, 1980, p.136) para actuar y deliberar qué es aquello que hace bien o
perjudica nuestra existencia. Así, dice Guillén, sabremos que la preocupación del hombre por
definirse y verse cuestionado es por saber que lo único que posee es su vida, que se halla
instalado como ser viviente y que cada experiencia marcará para bien, o para mal, el curso de
su existencia. (2006, p.26)

Finalmente, el hombre, es un ser creado y existente, sólo y únicamente para las


relaciones, ya como se ha visto, necesita obligatoriamente compartir y participar su existencia
con otros seres. Recordando las palabras de Martin Buber: “Únicamente en la relación viva
podremos reconocer inmediatamente la esencia peculiar del hombre.” (1982, p. 150)
recordamos que el mundo del hombre entonces es la sociedad -no perdiendo de vista su
propio mundo, su ser, su esencia- y en sus manos está el seguir dando respuestas a los
muchos interrogantes que el mundo y su razón le van tendiendo en aquel tapete de la
discusión y del caminar. El mundo del hombre es la sociedad, las relaciones humanas, la
comunión con los ‘otros’ que en su adversidad se encuentran alienados y sumamente
enrutados por aquella superfluidad y desenfreno del sinsentido y del egocentrismo. Una
sociedad que clama a voz en grito liberación y justicia por los mismos comportamientos
inconscientes de aquellos a los que simplemente no les importó lo que son y pudieron llegar a
ser. Así entonces, ¿Cuál es el otro interrogante del hombre que quiere encontrar su sentido y
tarea en el mundo-sociedad?

“El mundo del hombre es un mundo espiritual pluriforme, constituido por personas
individuales y por comunidades, por formas sociales y por obras del espíritu. En él está el
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hombre, en él vive, dentro de él mira, en él salen al encuentro la existencia y la condición


humanas.” (Stein, 2007, p.36)

Referencias
Beorlegui, C. (2009). Nosotros: urdimbre solidaria y responsable. Bilbao: Editorial Deusto
Buber, M (1982). ¿Qué es el hombre? Bogotá: Editorial Maser

Coreth, E. (1980). ¿Qué es el hombre? Barcelona: Editorial Herder

Gevaert, J. (2008). El problema del hombre. Salamanca: Editorial Sígueme

Guillén, G. V. (2006). Pensar sobre nosotros mismos. Bogotá: Editorial San Pablo

Lucas L, R. (2008). El hombre, espíritu encarnado. Salamanca: Editorial Sígueme

Perez, L. R. (2012). La libertad en parte del pensamiento filosófico constitucional. Cuestiones


Constitucionales .
Recuperado de: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-
91932012000200005
Stein, E. (2007). La estructura de la persona humana. Madrid: Editorial Estudios y ensayos BAC

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