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LOS DONES- JORGE LUIS BORGES

Nadie rebaje a lágrima o reproche


esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden
las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.
De hambre y de sed (narra una historia
griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.
Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.
Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.
Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.
Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.
¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?
Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.
El poema “Los dones” de Jorge Luis Borges es considerado por la crítica
especializada, uno de los más bellos poemas del autor.
Se considera que este poema fue escrito a fines de 1958 y está dedicado a María
Esther Vázquez y apareció, por primera vez, en el libro titulado “Poemas”.
Presenta un tipo de estrofa regular, formada por cuatro versos endecasílabos de
rima abrazada, ABBA.
El poema está formado por cuarenta versos. Podemos reconocer, claramente, tres
partes o bloques de sentido, diez estrofas cada uno de cuatro versos. El primer
momento está formado por las dos primeras estrofas y hacen referencia a su destino
predeterminado por Dios. El segundo momento comprende desde el verso 9 al 28,
es decir, de la tercera a la séptima estrofa y hace referencia a todo lo que está
perdiendo. En el último apartado de la línea 25 hasta la 36 que cuenta de la
duplicidad que siente el yo poético hacia su manera de vivir.
El asunto del poema expresa un yo poético que ha perdido lo que él consideraba su
paraíso, los libros, y muestra todo lo que a lo largo no va a recuperar. Esto se
relaciona directamente con la ceguera del poeta. El tono del poema es nostálgico
y, sobre todo, en las últimas 3 estrofas este se convierte confusión o perdición ya
que el yo poético hace referencia a todo lo que ya perdió, usando palabras que
hacen que el lector asuma un tono lento y triste. Este se puede relacionar con la
nostalgia de haber perdido todo y que hoy ya no lo podrá recuperar. Esto serían
para él los libros, que son su pasión. Podemos afirmar, entonces, que el tema del
poema es la ironía de la vida al encontrar su pasión en algo que no puede tener por
completo.
El primer apartado plantea el hecho del destino impuesto al yo poético por Dios,
“con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche”. El yo poético nombra a
Dios que concedió la ironía de amar a los libros, pero sin poder disfrutarlos debido
a la noche. Esta simboliza una oscuridad que recae sobre él y provoca el hecho de
que no pueda disfrutar su pasión por los libros. La noche en la poesía de Borges y
sobretodo en este contexto puede ser relacionada con la oscuridad, y teniendo en
cuenta su situación, con la ceguera. Para el poeta, Dios es el autor de esta
“magnífica ironía”, la de dar “a unos ojos sin luz” una “ciudad de libros”. Ironía que
se enfrenta con los sueños en una actividad trabajosa, ardua, y que deja similar
sensación de libros perdidos, aquellos que “perecieron en Alejandría”. La idea se
refuerza con la imagen del “vano día”. Si no hay luz en los ojos, el día no existe. La
segunda estrofa hace una directa referencia a “unos ojos sin luz”, también podemos
relacionar esto con la ceguera. Se nombra, además, “las bibliotecas de los sueños”;
el yo poético ya tiene un recuerdo de esos libros de la biblioteca, pero ahora solo
puede revivirlos en los sueños.
El segundo apartado, el más amplio, habla sobre lo que ha perdido el yo poético por
esta oscuridad que lo rodea. Empieza el segundo apartado y tercer verso haciendo
uso de la personificación para describir “las albas” que no logra ver claramente
debido a su condición. Estas hacen referencia al amanecer y al decir que “ceden a
las albas a su afán” transmite la idea de que no logra ver el amanecer por lo rápido
que pasa. Luego nombra el día, el que le sigue al alba, aunque lo hace en vano para
él, ya que este no alcanza a disfrutarlo debido a que no distingue entre el día y la
oscuridad de sus ojos. A continuación, se presenta un símil al comparar “libros
infinitos y arduos” con “manuscritos que perecieron en Alejandría”. Aquí no se hace
únicamente uso del símil, pero también existe una alusión hacia la biblioteca de
Alejandría dándole al poema aspectos históricos y filosóficos. Esta biblioteca
también aparece en un cuento de Borges publicado en 1941, donde imaginó una
biblioteca de infinitos libros que podrían llegar a resolver todos los misterios de la
humanidad. Esta biblioteca se presume estaba en la ciudad de Alejandría, Egipto,
fundada por Alejandro Magno quien fue estudiante de Aristóteles, uno de las figuras
principales de la filosofía clásica, en 331 a.C. La biblioteca contaba con una gran
variedad de libros hasta que fue destruida y todos estos libros, en los cuales se creía
que estarían todos los misterios del ser humano, se perdieron. Además, también se
dice que a partir de la pérdida de estos libros se perdió la tradición escrita y se
empezó la modalidad de la tradición oral. El uso del símil con la biblioteca de
Alejandría muestra el gran volumen e importancia de lo que perdió el yo poético y
como tiene que cambiar de la lectura a una forma oral. Con esto se puede ver otra
ironía de poder tenerlo todo, pero luego perderlo rápidamente.
Aún en el segundo apartado, el yo poético hace otra alusión a una historia griega y
hace el uso de paréntesis para citarla, la cual es una paradoja. Un rey, queriendo
decir que puede controlar todo, muere de hambre y sed entre fuentes y jardines. Se
alude a esta historia griega ya que, así es como se siente el yo poético pues luego
de haber visto los libros y poder estar rodeado de ellos, aun así, no puede leerlos y
disfrutarlos. Aquí se vuelve a ver el uso de la ironía del yo poético, está rodeado de
libros sin poder leerlos; estos son como las fuentes y el jardín del rey griego al que
hace alusión porque posiblemente sea así como se siente. Enseguida continúa con
una enumeración de diversos tipos de libros, aquí podemos encontrar nuevamente
el empleo de la personificación “brindan los muros, pero inútilmente” esta gran
cantidad de conocimiento, ya que el yo poético no lo puede aprovechar al máximo,
aunque esta sea su pasión. Con la enumeración se demuestra no solo todos los
tipos de textos existente, sino que muestra al lector, también, la gran cantidad de
cosas que se pierde. Finalmente expresa su sentimiento por el destino del que ya
tiene conocimiento, pero no puede hacer nada para impedirlo.
La lectura dilata la vida; sin su mundo de verdad y ficción todo se torna opaco y
pequeño. La vida sin textos, da como resultado un remedo de humanidad. Las
regiones de la imaginación y el sueño son mutiladas en las inmensas ciudades si a
la falta de belleza natural se añade la ausencia de ese disparador de la imaginación
que es la palabra humana perennizada.
Y esto que es necesidad de todo humano, es llamado profundo, actividad ineludible
en el creador. Por eso es dramática, aunque sin aspavientos, la doble paradoja de
un ciego escritor caminado entre volúmenes, explorando “con el báculo indeciso” un
mundo – el de una biblioteca – que se ha idealizado como el lugar de las máximas
delicias: el paraíso.
En el tercer y último apartado se percibe un tono más negativo del yo poético.
También entra la duplicidad de Borges y se empieza a cuestionar sobre la vida y la
muerte. Se percibe una pérdida de importancia de la vida por parte del yo poético al
cuestionar y compararse a sí mismo con una sombra. Luego entra una característica
donde se nombre al autor del poema, Borges y a Groussac, otro poeta franco
argentino, amigo de Borges, que padecía de la misma ceguera que él. Entrando
aquí a jugar el concepto de duplicidad y de dudar de el mismo. También en este
último apartado y en la última estrofa se describe directamente la ceguera tanto de
Borges como de Groussac y se describe como el mundo se deforma y se apaga
para ambos, es decir, como la oscuridad de la ceguera los invade.
No es cualquier invidente. Es uno anhelante que comunica su ansiedad frente al
infortunio. ¿Cómo entender esta circunstancia? En los últimos cuatro cuartetos,
Borges ensaya su respuesta. No es el azar el que “rige estas cosas”. Otro poeta,
recibió antes, al igual que él, “en otras borrosas / tardes los muchos libros y la
sombra”. Es un designio. Y no olvidamos que líneas arriba ha mencionado a Dios
como autor de la ironía.
Ante este designio terrible el poeta no se rebela, aunque no deja de experimentar
un “vago horror sagrado” por la conciencia de haber encontrado la raíz del misterio.
Otra entidad se hace una con el autor, el otro es el muerto “que habrá dado los
mismos pasos”, una hermosa y eficaz imagen nos muestra la dualidad de “un yo
plural y de una sola sombra” que disuelve la identidad individual, “la palabra que me
nombra”.
Y aquí la luz negada se alza en victoria sobre la sombra y la ceguera y surge el
poema combatiendo oscuridades y olvido. El poema se nos dona. Un ciego nos
regala claridad de la palabra poética.

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