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AJEDREZ- JORGE LUIS

BORGES
I

En su grave rincón, los jugadores


rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores


las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,


cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra


cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada


reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada


del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero


(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.


¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
El escritor argentino Jorge Luis Borges es uno de los autores más destacados de la
literatura universal del siglo XX. Este poema hace parte la obra El Hacedor de 1960. En él
se retrata un pensamiento del autor que se refleja específicamente en su descripción y la
relación presentada entre el tablero y las fichas de juego, así como también entre los
jugadores y el tiempo. Teniendo en cuenta el hecho de que el autor escribe esta obra hacia
sus 60 años, cuando ya su ceguera lo restringe completamente, podemos inferir que lo
escribe entre sus introspecciones sobre su vida, ya que la interpretación literal y visual del
mundo no eran posible.
Podemos afirmar que el poema “Ajedrez” es una metáfora sobre una partida del
denominado juego-ciencia, que muestra una existencia humana predeterminada y dirigida
por una entidad superior, un Dios, que, según su concepción agnóstica, nos ha otorgado
un falso libre albedrío, que por mucho que queramos, impone su voluntad, dejándonos en
una incertidumbre permanente.
El texto está compuesto por dos partes. Cada una integrada por un soneto (Composición
poética formada por catorce versos de arte mayor, generalmente endecasílabos, y rima
consonante, que se distribuyen en dos cuartetos y dos tercetos).
Borges hace una reflexión de la vida y la compara metafóricamente a un juego de ajedrez.
El tema universal es el de una vida pre-destinada, y un pensamiento de que la vida que
vivimos está controlada por un poder ajeno. En el último terceto vemos esto cuando dice
“Dios mueve al jugador, y este, la pieza”. Dada a la variedad de culturas con las que creció
Borges, es difícil conectar este pensamiento con una religión específica, pero por la
mención de un Dios y una vida predestinada, podríamos concluir que se asemeja al
cristianismo.
Un juego de ajedrez es rígido, reglamentado tal como es en este caso la estructura. El
poema se divide en parte I y II, cada uno compuesto por dos sonetos. La rima, también es
regular: ABBA – CED- EED, en ambas partes del poema. Vemos como Borges sigue la
estructura clásica del soneto, lo que hace posible una conexión directa con las reglas
establecidas en el ajedrez.
El primer cuarteto se nos presenta el ajedrez como un enfrentamiento entre dos ejércitos,
manejados por dos jefes que enarbolan sus pendones, representados por los colores de
las figuras del juego, el blanco y el negro. Se menciona en la primera línea “en su grave
rincón…”, al presentar el rincón se entiende como se está mirando desde un lugar ajeno y
omnisciente, que no tiene mucha presencia en lo que se va a desarrollar. Al hacer uso del
epíteto ‘grave’ el lector lo conecta con un lugar oscuro y tenue, que le empieza a dar un
cierto ambiente al poema. La perspectiva ajena se conecta con la existencia del poder
extraño que controla el juego. En la primera estrofa también se hace una relación entre el
tablero y el tiempo, y cómo el tablero es el sujeto de la demora: “el tablero los demora hasta
el alba”. Se establece un cronotopo en el que se entiende que la acción que sigue es
consecuencia de este ambiente. El alba representa el pasar del tiempo, y como los
jugadores están sometidos a esa figura central, que es mirada desde el rincón, el tablero.
En el segundo cuarteto se presentan las piezas de juego, y con sus respectivos epítetos se
logra un ritmo que no solo le da continuidad al poema, sino también contextualiza al lector
sobre cada una de las piezas y su rol en el juego. Aquí, la perspectiva se acerca a algo más
específico. Estos adjetivos usados tienen una connotación que muestra acción y
movimientos de preparación para una respectiva situación: “armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores”. Es evidente como se les da una habilidad guerrera, lo
que les da importancia y relevancia en el tablero de juego. Borges, al no poder ver las fichas
físicamente, usa estos adjetivos que para el representan la respectiva figura de juego.
En el primer terceto se nos indica que el fin de la partida, de la lucha, no es el fin de todo,
es un período de transición, de descanso para una siguiente batalla. Pero esta batalla, la
partida, no tiene fin porque se inicia y se termina continuamente, como un rito que se
mantiene a lo largo de los años y de los siglos. Al usar estas hipérboles, la idea de que el
poema trata sobre un simple juego queda opacada por una idea mucho más abierta, pues
se evidencia la reflexión de la vida como un juego de ajedrez ya que el yo lírico menciona:
“como el otro, este juego es infinito”. El otro juego, es el de la vida, y ahora, los dos son
infinitos.
En la II parte del poema, se mira esta idea con un tinte más tenue y negativo, estalla la
batalla. Los adjetivos usados en la segunda estrofa para describir las piezas, ahora cambian
por unos de debilidad e inferioridad: ‘tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre directa
y peón ladino.’ En la sexta estrofa se refuerza la idea que son inferiores, pero mostrándolos
como ingenuos, pues se presenta de nuevo la idea del destino pre existente: “No saben
que la mano señalada del jugador gobierna su destino”. El uso de la sinécdoque muestra
como la mano en realidad representa al jugador, junto con sus pensamientos y decisiones.
Las fichas que inicialmente eran poderosas, ahora están sometidas a las decisiones del
jugador, es decir no tienen ningún tipo de libertad ni de poder ante el desafiante tablero.
Cuando Borges presenta la idea de que el “albedrío esta sujetado” se refuerza esta idea
por medio de la yuxtaposición: esta idea de la inexistente libertad ante el juego.
En el primer cuarteto no hay cuartel entre los dos ejércitos. Ya sea blanco o negro los dos
actúan de la misma forma, sin tregua y de manera encarnizada. Los contendientes,
armados con sus piezas y con una estrategia destinada a vencer, al contrario, no tienen
piedad. El yin y el Yang se enfrentan continuamente.
En el primer terceto de la segunda parte se nos hace referencia a Omar-al-Khayyam y su
obra Rubáiyat, en la que se destaca la fugacidad de la vida y se aconseja al lector
aprovecharla lo máximo posible, nuestro Carpe Diem. Pero también se nos previene que
tampoco tenemos libertad para ello, concluyendo esta afirmación en el segundo terceto. En
este se nos muestra a Dios como el gran jugador, que maneja los hilos de los jugadores y
que sabe de antemano los movimientos y final de la partida.
La pregunta retórica que cierra el poema, hace al lector cuestionar ese destino que ya existe
“¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías?”. Este
final abierto deja al lector con dudas de lo que realmente es Dios, ya que este ser
supuestamente omnisciente también está siendo controlado. Borges se pregunta al final
del poema si hay un Dios que nos maneja bajo la imagen de un Dios todopoderoso y creador
de nuestra propia existencia.
A través de la metáfora del ajedrez, Borges nos muestra una existencia predeterminada,
dirigida y organizada por una entidad superior, un Dios que nos ha concedido un falso libre
albedrío y que, por mucho que queramos, nos maneja una y otra vez, dejándonos en una
agonía constante.

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