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Globalización y su impacto en el universo femenino del trabajo1

Tânia Fontenele2
El objetivo de esta ponencia es reflexionar sobre lo que ha cambiado en la vida profesional
de las mujeres con el proceso de globalización. Señala avances y dificultades encontradas
en ese proceso y presenta consideraciones sobre sus desventajas.

Introducción
Vemos que globalización no es un concepto coherente y genera sentimientos confusos
en las personas, una vez que la expectativa es muy grande con relación a lo que
proporciona.

En sentido estricto, la globalización es un proceso resultante de la capacidad que


tienen ciertas actividades de funcionar como una unidad, en tiempo real, en escala
planetaria (Castells, 1999). Así, las decisiones y actividades en cualquier lugar tienen,
simultáneamente, repercusiones significativas en lugares muy distintos. El proceso ha
contado con los avances de la informática y de las comunicaciones como base
tecnológica para que las operaciones se produzcan en tiempo real. El tiempo y el
espacio se han compactado.

Globalización pasó a ser la palabra que los gurús de la administración y los


gobernantes utilizan con más placer. Si miramos la sección de negocios de cualquier
librería podremos verla en la portada de casi todos los libros. Es la principal
preocupación actual (algunos dirían que es la razón de existir) de casi todas las
empresas internacionales y gobiernos. Nuestra vida pasó a ser regida por los efectos
de la globalización y la forma de manejar ese proceso su factor prioritario.

Con la globalización, las economías nacionales se decomponen y se rearticulan en un


sistema de transacciones y de procesos que operan directamente en el nivel
internacional (Boyer, 1997). La creación de riqueza de los países depende de
iniciativas cada vez más integradas en sistemas globales de grandes compañías que
operan según una lógica que puede ser distinta de los intereses de los países.

La liberalización del comercio y de los movimientos de capital, la privatización de los


sectores y empresas que eran de propiedad estatal y la desregulación en diferentes
ámbitos, incluso el del trabajo, fueron reformas necesarias para permitir la extensión y
la profundización del proceso de la globalización. En ese sentido, se trata de un
rediseño del sistema regulador (Stiglitz, 1998).

El proceso de adaptación de las economías nacionales y del sistema de flujos


internacionales a los preceptos requeridos por la globalización ha implicado profundos

1
Ponencia presentada en el seminario: Globalización y Género: Dimensiones económicas, políticas,
culturales y sociales. Tensiones, reacciones y propuestas emergentes en América Latina
2
Tânia Fontenele (Brasil) es economista, consultora de Recursos Humanos e investigadora de la
Universidad de Brasilia, Departamento de Psicología Social y del Trabajo. Correo-e:
taniafontenele@aol.com
cambios orientados hacia el aumento de la capacidad productiva de las empresas:
cambios en el sistema tributario, reducción de los gastos públicos, desaparecimiento del
estado de bienestar social, reducción de fondos para políticas sociales, abandono de las
políticas de pleno empleo y consecuente aumento de los riesgos de la desocupación.

En algunos países ha llevado a un rápido crecimiento. En otros, a la recesión. Otras


regiones han quedado al margen de la economía global. Sabemos que la
consecuencia de ese proceso es heterogénea y que es necesario intensificar los
debates con los distintos actores y mejorar el conocimiento de las situaciones
específicas para su profundización y adecuación.

Uno de los enfoques teóricos que más me ha interesado fue el de la preocupación con
la construcción de un código de ética relativo a la globalización. De ampliar nuestra
percepción sobre las desigualdades sociales generadas por el proceso sin retorno
provocado por la globalización y sus consecuencias en lo que se refiere a las mujeres.

Está demostrado que existe un amplio alerta general en el nivel internacional sobre la
presencia persistente de tendencias económico-sociales que afectan dramáticamente
las oportunidades reales de desarrollo de amplios sectores de la población mundial.
Bernardo Kliksberg (2002) cuestiona si es posible humanizar la globalización y
presenta datos desconcertantes del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), el World Watch Institute (WWI), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y
la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que muestran que las mujeres están
entre las más afectadas por ese nuevo orden económico mundial.

La indagación de Kliksberg es extremamente oportuna, una vez que la permanencia de


ese proceso se muestra inevitable y las paradojas del mundo globalizado aparecen en
toda su dimensión: una parte de la población padeciendo de hambre y desnutrición y,
en el otro extremo, los países desarrollados, donde uno de los más alarmantes males
de la salud pública es la obesidad.

Otros enfoques teóricos abordados sobre la feminización de la pobreza y el proceso


avasallador de la globalización en el ambiente de trabajo (Guzmán, Todaro, Tilly,
Cohen, Abreu) contribuyen en el sentido de enfatizar las grandes desigualdades que
las mujeres enfrentan actualmente.

La humanización reclamada por la mayor parte de la población del planeta -y en cuyo


centro se encuentra en foco la cuestión de género- será decisiva para generar un
desarrollo económico de cara humana y de bases firmes. A la vez, superar las
discriminaciones de género no es solamente un tema de mejor funcionamiento de la
economía, un medio para que ésta camine mejor, sino un fin en sí mismo. Se trata de
un asunto ético vital. Los sufrimientos que padece una buena parte de la población
femenina mundial y la mayoría de las mujeres de América Latina, por la pobreza y
exclusión, contradicen las creencias éticas básicas del respeto humano.

Condición de la mujer en tiempos de globalización


La implantación de políticas de ajustes impuestas por la globalización y adoptadas por
los países ha afectado más a las mujeres que a los hombres. En los países en
desarrollo, las reducciones laborales que son propicias a esas políticas han caído en

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primer lugar sobre los sectores menos calificados y de menor capacidad de
negociación, en los que existe fuerte concentración de mujeres. Asimismo, han crecido
las desigualdades de salario entre personas calificadas y las no calificadas. El Banco
Mundial (1995) señala que en América Latina los ajustes han reducido de manera muy
dramática las remuneraciones horarias de las mujeres, más que las de los hombres,
por su alta inserción en puestos de baja remuneración. En la actualidad, el 80 por
ciento de las personas pobres del mundo son mujeres (WWI, 2002).

Si en los países ricos el desplazamiento de los campesinos de sus tierras ya es una


figura del pasado, ese fenómeno tan sólo empieza en los países pobres. La mitad del
mundo todavía vive en el campo y jamás el mundo ha tenido tantos campesinos como
hoy (Mendras, 1995). Los campesinos más pobres del mundo viven mayoritariamente
en África. El ser humano más pobre del mundo es, sin duda, uno de ellos. Es una
mujer. Una mujer africana es la persona más pobre del mundo (Dumont, 1991).

Sigamos un poco la vida cotidiana de esa mujer. Todos los días ella debe caminar más
de dos horas para llegar a su local de trabajo. Lleva hasta 50 Kg. de carga en la
cabeza, su último hijo en las espaldas, y frecuentemente un niño por nacer en el
vientre. En el Zaire, el 70 por ciento de los quehaceres domésticos o de producción es
ejecutado por mujeres. Las jóvenes empiezan a colaborar a los 10 años de edad.
Muelen yuca y se ocupan de niñas y niños menores. A los 14 años estarán casadas -
"más violadas que desposadas", como afirma René Dumont (1991). Muchas veces
serán sencillamente vendidas para prostitución.

En Senegal, los "campesinos pachas" mantienen a su lado a una de sus esposas y


envían a las demás a trabajar en la ciudad, durante un año, para ganarse la vida de la
"pareja". En la ciudad, frecuentemente duermen en el suelo. Un agente a menudo les
impone una multa "porque es sucio". Trabajan 12 horas al día, cargando su último hijo
a las espaldas. Su alimentación se reduce a pan duro remojado en agua azucarada. Al
cabo de un año, al regresar a su aldea, serán juzgadas por la familia y el marido en
función de la cantidad de regalos que traen. No hace falta decir que las mujeres
africanas son las esclavas de hoy.

Asimismo, se puede agregar que África es un continente donde todavía no se ha inventado


la rueda. Es obvio que rueda exige carreteras y éstas son casi inexistentes en África, en la
medida en que las mujeres pueden llevar en la cabeza las cargas más pesadas.

La explotación de las mujeres no es solamente un insulto al resto de la humanidad, que


acepta hipócritamente su existencia. Provoca también un círculo de pobreza y explotación
que se auto-realimenta. Efectivamente, la "esclavitud" de las mujeres dispensa a los
hombres de invertir en máquinas. El ahorro les sirve para comprar otra mujer, que les dará
más hijos para trabajar para el padre o, en caso de nacer niñas, ser vendidas.

Esa realidad no es exclusiva de las mujeres africanas. Hay que recordar que, en un
mundo globalizado, las similitudes entre las naciones pasan a ser un fenómeno
esperado, especialmente si se trata de desigualdades sociales (Abreu, 1995). Las
diferencias regionales son, en cierta medida, desalentadas. En Brasil, en las regiones
más pobres del país, especialmente en el norte y nordeste, el turismo sexual de niñas
y la explotación del trabajo femenino son un hecho y las autoridades fingen no ver el
problema (PPF, 2002).

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Pobreza, desigualdad y exclusión golpean en muchos casos a las mujeres. Los
avances propuestos por la globalización han traído, en el fondo, más bolsones de
pobreza que ventajas (Kliksberg). A pesar de los avances médicos, las tasas de
mortalidad materna en el mundo en desarrollo son altísimas. Según cifras de la ONU,
500,000 madres mueren anualmente en el parto, más del 98 por ciento en los países
en desarrollo. Por otro lado, las mujeres son las primeras en luchar por la defensa de
las niñas y los niños. En las condiciones desfavorables de pobreza, eso significa
cargas más duras para ellas.

La globalización del gran capital produjo un panorama mundial extremamente negativo,


que tiene entre sus efectos la fragmentación del mundo del trabajo, la exclusión de grupos
humanos, en especial las mujeres, y el abandono de continentes y regiones. Lo que
ocurre es una concentración sin precedentes de riqueza en algunas empresas y países y
la pérdida del poder de la mayoría de los Estados a favor de corporaciones privadas.

Los datos presentados recientemente por las Naciones Unidas en "The World
Women's 2000" son desconcertantes:

• No obstante los fuertes progresos en la educación femenina, dos terceras partes de


las personas analfabetas en el mundo son mujeres.

• La integración de las mujeres al trabajo se está dando con activas tendencias a


formar parte de posiciones menores y tener una gran presencia en la economía
informal. Casi mitad de las mujeres que trabajan en sectores distintos a la
agricultura lo hacen en el sector informal en siete de los diez países de América
Latina y en cuatro países asiáticos.

• Hay concentración de mano de obra femenina en trabajos de menor calidad.

• El desfase salarial es muy grande. En la industria, en 27 de los 39 países con datos


disponibles, las remuneraciones de las mujeres eran de 20 a 50 por ciento menores
que las de los hombres.

Hay que indagar: de hecho ¿qué ganaron las mujeres con la globalización?

Género, trabajo y globalización


Es interesante destacar que el enfoque de género está poco presente en el debate
sobre la globalización. Benería (1995) es una de las pocas excepciones, al llamar la
atención hacia esa cuestión, argumentando que la pérdida de los derechos, señalada
por Tilly, es solamente una de las consecuencias socioeconómicas de la globalización
y que hay otros aspectos que deberían ser considerados, tales como el aumento de la
inmigración internacional, la feminización de la fuerza de trabajo, la formación y
recomposición de las clases sociales en el nivel nacional e internacional y la creciente
importancia de las redes globales. Benería reconoce que la situación que emerge del
proceso de la globalización no es atractiva, sobre todo para las mujeres, Sin embargo,
enfatiza las contribuciones en el campo del reconocimiento de los derechos
individuales, inclusive una expansión formal de las instituciones democráticas.

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Por otro lado, numerosas investigaciones que consideran la segmentación del mercado
laboral, la organización de la producción y los procesos de trabajo como temas
centrales para el estudio de la participación femenina en ese campo, señalan la
importancia de la globalización, de la reestructuración económica y de las políticas de
ajuste y estabilización para explicar la expansión de la presencia femenina en el
mercado latinoamericano. Sin embargo, en esos estudios se enfatiza que las
conexiones entre las estrategias de desarrollo basadas en el libre comercio, la
privatización y la producción para la exportación con las políticas de estabilización y
ajustes mantienen los bajos sueldos, suprimen los beneficios sociales básicos y
debilitan el poder de negociación de los sindicatos, como muestra Diana Élson (1995).

Oliveira (1995) vincula la expansión del trabajo femenino con la globalización. Llama la
atención sobre las relaciones entre el modelo transnacional "maquilador" y la
feminización de la fuerza de trabajo. En tales circunstancias se manifestaría una
marcada preferencia por la contratación de mujeres jóvenes y solteras para
desempeñar actividades no calificadas, por las que perciben bajos sueldos.

Con eso se percibe que la feminización de la fuerza de trabajo se relaciona igualmente


con los procesos de flexibilización de las relaciones laborales y la precarización de las
condiciones de trabajo. Procesos estos que permiten un aumento en la demanda de mano
de obra femenina, haciendo que las mujeres, como consecuencia, se vean obligadas a
combinar los roles de madre y de trabajadora en que pesan los bajos sueldos.

La mayor participación de la mujer en el mercado de trabajo no ha eliminado los


mecanismos discriminatorios que ocurren en el momento del acceso en los que tienen
lugar la segregación ocupacional horizontal y vertical y la discriminación salarial.

El proceso de racionalización y de modernización obliga a las empresas a redefinir el


contenido de varios puestos, las pautas de clasificación y las formas de evaluación.
Las nuevas competencias requeridas exigen implementar políticas de gestión de las
que no disponen los trabajadores menos calificados. En este caso, las mujeres son las
más afectadas dado que ocupan, en gran mayoría, puestos de trabajo de baja
calificación profesional.

Estudios citados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico


(OCDE) llaman la atención hacia los efectos negativos de la reestructuración para las
mujeres y trabajadores en puestos de baja calificación. En el caso de las mujeres, la
rigidez del mercado de trabajo y la segregación sexual prevalecen, así como las
menores oportunidades de capacitación que dificultan la calificación de la mano de
obra femenina. Las actitudes de los empresarios contribuyen en gran medida a
mantener la segregación, una vez que afirman, muchas veces de manera
contradictoria y empírica, que las mujeres comparten un conjunto de problemas que
afectan la productividad del trabajo, tales como: alta tasa de absentismo, rotación
externa, falta de puntualidad, interferencia del trabajo doméstico.

Guzmán y Todaro (1995) afirman que la relación entre la situación laboral de las mujeres y
la política es una relación muy compleja y en cuya definición interfieren distintos actores y
factores de diversos órdenes: económicos, sociales, políticos e ideológicos.

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Sin embargo, las mujeres tienen un margen de autonomía que les permite dar sentido
a sus conductas y a las relaciones sociales en que se insertan. La incorporación al
mercado de trabajo proporciona una base para su valoración individual y social,
contribuyendo también, en mayor o menor medida, a afianzar el reconocimiento social,
necesario para ganar un desarrollo independiente del resto de la familia. Así, pasa a
establecer una nueva relación con lo social, mediada por el trabajo. Como afirma
Simone de Beauvoir, en su famoso Segundo Sexo, "la mujer solamente encontrará su
libertad por las vías del trabajo y de la independencia económica".

Límites de la globalización
Algunos consideran la globalización como amenaza y otros como fuente de expansión
y progreso para la sociedad. El estudio de Tilly (1995:22) es un buen ejemplo de
quienes ven en la globalización una amenaza a los derechos de los trabajadores
duramente conquistados a lo largo del último siglo. Según él, el mundo contemporáneo
se va haciendo cada vez más desigual y proletario.

"Un número cada vez más grande de personas obtiene su sustento de sueldos que
reciben por un trabajo realizado para el capital de otros. La globalización incentiva la
proletarización y la creciente desigualdad a escala mundial, y puede hacer lo mismo en
la jurisdicción de los Estados Nacionales".

Otro que considera desventajoso el proceso de globalización es Juan Somavia (2000),


secretario general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que describe así
la situación: "La globalización destruye a las industrias tradicionales y crea en
consecuencia un aumento del número de desempleados superior al que los sectores
industriales de tecnologías avanzadas son capaces de absorber. El resultado es la
marginación de los trabajadores del mundo industrializado, y también de los menos
desarrollados, que no disponen de posibilidades para adaptarse a la nueva situación.

En importante seminario -"Nuevos Rumbos del Desarrollo en el Mundo", realizado por


el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), los días 12 y 13 de
septiembre de 2002, que tuvo como resultado fuertes críticas a la globalización- el
economista italiano Giovanni Dosi, de la Universidad de Pisa, dijo que la generación de
nuevas tecnologías en los países en general, lo que él considera con camino
importante para el desarrollo, "no ha crecido con la globalización".

Según él, hay razones teóricas para argumentar que el mundo globalizado tiende más
a la polarización (ricos y pobres) que a la uniformización. Dosi defendió la adopción de
políticas públicas por los países que quieran acelerar el desarrollo tecnológico y afirmó
que no hay en la historia ejemplos exitosos sin adopción de esas políticas. Criticó la
globalización financiera, afirmando que su utilidad es cuestionable. "Aun machacando
piedra no se ve para qué sirven esos mercados", dijo.

El indio Sanjaya Lall, profesor de la Universidad de Oxford, dijo que los efectos de la
globalización están beneficiando solamente a "10 ó 12 países". Los brasileños Hélio
Jaguaribe y Rubens Ricupero echaron más leña al fuego al decir que la administración
de las cuentas externas y el endeudamiento externo inmovilizaron al país. "La unión no
tiene un centavo siquiera para proyectos prioritarios".

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Sobre la agenda social y el combate a la pobreza, las críticas a la globalización
prosiguieron con Nancy Birdsall, presidenta del Centro de Desarrollo Global (EUA);
Bernardo Kliksberg e Ignacio Ramonet.

Algunos estudiosos como Stephen Cohen consideran que la economía internacional


todavía no es global. Los mercados, aun para los sectores estratégicos y las más
grandes empresas, están todavía muy lejos de ser totalmente integrados. Los flujos de
capital son limitados por los reglamentos monetarios y bancarios.

Posibilidades
Según Prats (2001), la globalización ha generado una mutación histórica sin precedentes,
volviendo las sociedades más dinámicas y con un grado de complejidad mucho mayor.
Generó mecanismos de interdependencia, lo que mejoraría la comunicación entre países,
una vez que éstos comparten los mismos problemas, fortaleciendo el proceso de
aprendizaje. En ese sentido, la globalización exige que los países latinoamericanos
inviertan más en la gobernabilidad global y eviten el provincianismo.

En este contexto de perplejidad y de cierta inseguridad frente a la globalización, vemos


que, dependiendo del grupo social y situación del país o región de que se trate, es
necesario que las políticas subyacentes a los procesos de globalización sean
acompañadas de políticas sociales compensatorias dirigidas a minimizar los efectos
más negativos y a cumplir con las necesidades más urgentes.

Todaro (2000) sugiere la creación de redes de seguridad social en tanto recaiga sobre las
mujeres el rol de "colchón" de los efectos de los programas de ajustes y de las crisis.

Es necesario que el Estado intervenga también con políticas integrales tomando en


cuenta las interrelaciones entre distintas áreas de actuación y sus consecuencias
indeseadas, así como la especificidad de situaciones y de actores involucrados.

En lo que se refiere a las políticas de género, urge un carácter transversal e


intersectorial que tome en cuenta la multiplicidad de causas de los aspectos de género,
de la globalización y de la pobreza.

Las políticas gubernamentales deben indagarse, en cada caso, cómo sus efectos
alcanzan a hombres y mujeres, porque la población no es un conjunto indiferenciado.
La población está compuesta de hombres y mujeres, diferentes, sí, pero no desiguales.

Felizmente, la sociedad civil se ha organizado frente al descaso de los gobernantes y


de sus políticas y viene desarrollando su capacidad de establecer alianzas con algunos
sectores del Estado y con organismos internacionales, y ha formado el llamado tercer
sector, rompiendo barreras con trabajos voluntarios y movilización social.

Ese tercer sector no lucrativo y no gubernamental, cuyo creciente protagonismo enriquece


la dinámica social generando formas inéditas de articulación con el Estado, no se
confunde ni limita lo "público" a lo que es "estatal". Al lado del sector privado empresarial
florece un "tercer sector", multiplicando las iniciativas privadas con fines públicos.

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Al contrario de lo que afirmó Margaret Thatcher en frase notoria, "there is no such thing
as a society", la sociedad existe y en Brasil, como en todas las democracias
contemporáneas, se constituye en aliado insoslayable del gobierno en la promoción de
la solidariedad social y del desarrollo sustentable.

El creciente protagonismo de las y los ciudadanos y de sus organizaciones en la esfera


pública es un fenómeno reciente y global, contemporáneo de la emergencia de aquello que
varios autores califican como una sociedad más reflexiva, energizada, inteligente. No
porque sus integrantes sean personas intelectualmente más dotadas, sino porque son
constantemente desafiadas a producir juicios de valor y formular opciones donde antes
había solamente conformismo a un destino preestablecido (Giddens); personalidades
flexibles capaces de reinventarse y reconstruirse para enfrentar nuevos desafíos (Castells);
ciudadanos capaces de transformar el espacio público en un campo argumentativo en que
valores e intereses son objeto de deliberación colectiva (Habermas).

Sabemos que necesitamos cambiar mucho para alcanzar mayores niveles de justicia
social, participación equitativa de mujeres y hombres en el ambiente de trabajo y,
sobre todo, en la disminución de las desigualdades sociales.

Las reflexiones de que las mujeres pierden más de lo que ganan frente a ese escenario
de globalización tienen que salir de la pauta invisible, en la que todos saben que tal
escena se repite en todos los países, pero pocos actúan para cambiar esa realidad.

Bibliografía

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Este texto fue proporcionado por REPEM (Red de Educación Popular Entre Mujeres de América Latina y
el Caribe). laredva@repem.org.uy

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