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Queridos milicianos:

Les envío un texto que seguramente les servirá para tener en cuenta en los cursos de formación de
mandos.
Todos sabemos lo importante que es la formación doctrinal en Fasta, en este caso el supuesto
doctrinal sobre las virtudes morales y teologales que son como el engranaje de nuestros
comportamientos. Como consecuencia o efecto de las virtudes uno se forma para ser, en Fasta,
hombre de ideas, hombre de empresas u hombre de hombres. Es decir, se forma como conductor.
Pero para ser en Fasta un conductor, se necesita tener ciertas condiciones que suponen las
virtudes, pero que miran al carácter y al temperamento que deben ser regulados con las aptitudes
propias que reviste un conductor.
Un buen amigo y oficializado de Fasta, me habló de las condiciones que él pretendía tuviera el
conductor en Fasta. Esto me pareció importante compartirlo con ustedes y hacérselo llegar para
que, en esta formación de mandos, quienes les transmitan la formación doctrinal, tengan en cuenta
esta veintena de aptitudes con las cuales un miliciano de Fasta que intenta vivir la vida virtuosa,
pero al mismo tiempo ser un conductor en Fasta, es decir, alguien que se va a ocupar de las ideas,
de la estructura organizativa y de los hombres de Fasta como conductor de los mismos, debe tener
en cuenta para no equivocar sus funciones.
Como ustedes pueden apreciar, queridos milicianos, son los efectos que las virtudes deben producir
para quienes conducen Fasta, porque como dice nuestro Patrono, Santo Tomás de Aquino: el
entendimiento practico, que es donde funcionan las aptitudes, actúa como tal suponiendo la
presencia del entendimiento especulativo, que es donde se conservan las virtudes.
Les deseo un buen campamento y que estas reflexiones les ayuden a formarse como los buenos
conductores que Fasta, la Iglesia, la familia y la Patria tanto necesitan.

¡A tus órdenes!
Fr. Dr. Aníbal Fosbery OP
Presidente y Fundador de Fasta.
LAS APTITUDES MORALES DEL CONDUCTOR O DIRIGENTE DE FASTA
Se trata de agrupar aspectos relacionados con el bien en general y exteriorizados por acciones de
firmeza, fuerza, energía y elevación del ánimo. A estos efectos tendríamos la necesidad de que el
conductor en Fasta tenga en cuenta las siguientes aptitudes:
Integridad en los procedimientos.
Veracidad.
Rectitud.
Espíritu de justicia.
Ecuanimidad para cualificar y calificar a los demás milicianos.
Sentimiento del deber.
Valor ante la responsabilidad.
Capacidad de resolución.
Firmeza.
Energía.
Tenacidad.
Dominio de sí mismo.
Independencia de juicio.
Lealtad.
Abnegación.
Paciencia.
Perseverancia.
Generosidad.
Altivez.
Respeto de sí mismo.
Conducta moral, en la vida privada consistente y bien orientada.
Veamos ahora estas aptitudes en particular tomando como base, en algunos casos, lo señalado en
el diccionario de la lengua castellana como punto de partida de nuestro razonamiento:

1. Integridad en los procedimientos


Integridad:
“Aquello que no falta a ninguna de sus partes”.
Procedimiento:
“Método de ejecutar una cosa”.
Aplicado a la vida de Fasta el concepto de integridad en los procedimientos significa que en todos
los actos de la vida del miliciano no deben existir dobleces ni reservas mentales ni varias
personalidades en su modo de ser. Tal cualidad debe manifestarse con sus superiores y con sus
iguales milicianos, de lo contrario deja de ser rectitud y, probablemente, termine en obsecuencia o
en egoísmo.
El hombre de dos caras o de proceder volubles no inspira confianza y pronto dejará de ser
íntimamente respetado por los demás milicianos. Estos prefieren al hombre recto, aunque sea
extremadamente exigente y hasta arbitrario en los actos comunes de servicio, que al que se viste
con piel de cordero cuando las circunstancias son propicias.

2. Veracidad
“Que dice, usa o profesa siempre la verdad”.
La primera consecuencia de no decir siempre la verdad la encontramos en el viejo cuento del
pastorcito y del lobo. Generalmente se olvida cuan dolorosamente es que no nos crean cuando
decimos la verdad. Pero lo más importante de todo es que se pierde la autoridad moral, porque lo
más trascendente en no decir la verdad es cuando nuestros informes inducen a apreciar las
circunstancias en forma inapropiada y adoptar resoluciones que, por tal motivo, no sean
adecuadas.
Algunas veces, el superior de Fasta es culpable de que los milicianos falseen los hechos, porque en
el ejercicio de sus funciones no les orienta o enseña, ya que actúa con exceso de brusquedad en
detalles insignificantes o por exagerar los errores humanos propios de la vida miliciana, o por abuso
de las reprimendas; todo lo cual contribuye a que los milicianos, producto de defensa, timidez o
deficiente desarrollo de sus aptitudes morales, eludan la responsabilidad con una mentira.
También suele ocurrir que el superior de Fasta dé origen a falsedad y, luego, carecer de la fuerza
moral para corregirla.

3. Rectitud
“Calidad de recto o justo. Recta razón o conocimiento práctico de lo que se debe hacer o decir.
Exactitud o justificación de las operaciones”.
La rectitud está unida de forma inseparable a lo anteriormente expresado de integridad, veracidad
y espíritu de justicia.

4. Espíritu de justicia
Espíritu:
“Principio generador, tendencia general, carácter íntimo, esencia o substancia de una cosa que
pienso o hago”.
Justicia:
“Virtud de dar a cada uno lo que le pertenece. Derecho, razón, equidad. Lo que debe hacerse según
derecho o razón”.
De la combinación de estos significados, surge que el espíritu de justicia es el sentimiento
generador o intimo que impone a dar a cada uno lo que le pertenece, tanto en lo moral como en lo
material. La justicia y la razón son las bases inconmovibles del orden institucional y de la disciplina.
De conocer la función que tienen el orden y la disciplina en Fasta es fácil deducir la trascendencia
que emana de dar la razón al que la tiene o de negarla al que no la tiene.
Siendo el espíritu de justicia fundamental para el orden y la disciplina y a la vez para la conducción
es indispensable que quien lo administre posea los conocimientos psicológicos, teóricos o prácticos
que lo capaciten para el ejercicio de este importante aspecto del arte de la conducción.
La trascendencia sin justicia afecta a Fasta en su relación con la sociedad de la cual forma parte.

5. Ecuanimidad para cualificar y calificar a los demás milicianos


Ecuanimidad:
“Igualdad y constancia de ánimo; imparcialidad serena del juicio”.
Cualificar:
“Significa un juicio moral particular sobre el miliciano”.
Calificar:
“Significa colocarle un puntaje según un criterio anteriormente establecido”.
Esta condición se basa en la anterior, pero está relacionada con la actividad particular de cualificar y
calificar a los demás milicianos, cuando me corresponda. Es una tarea difícil e importante y que
requiere de elevadas actitudes de carácter para hacerlo. Ya que por la cualificación o la calificación
se valorizan las aptitudes del miliciano, cuando corresponde.
Para cualificar y calificar es necesario constancia y método en observar todas las aptitudes del
miembro de Fasta; en algunos casos, habrá que someter a pruebas que permitan valorarlo y tener
en cuenta las aptitudes que en ese caso resultaren en pro o en contra. Generalmente esto último
no se hace. Al llegar el momento de cualificar o calificar no se cuenta con el tiempo necesario para
hacerlo y entonces se obra por influencia exterior y objetiva del último momento corriendo el
riesgo de cometer injusticias difíciles luego de poder resolver. Lo menos que se puede exigir en una
calificación o cualificación es que sea justa, guardando relación con los merecimientos de los
milicianos en el total de sus aptitudes, aspecto que no siempre se tiene en cuenta.
Hay muchas tareas ajenas a la formación que se realizan en la vida miliciana y que contribuyen a
complementar la fisionomía moral e intelectual del miliciano. El verdadero espíritu de la amistad
miliciana, cuando se desempeña en estas tareas o cargos, muestra las aptitudes que se tienen para
poder hacerlas.
Todos ellos son factores valiosísimos para formarse el verdadero juicio moral sobre la capacidad de
los milicianos. Hablamos por ejemplo de aptitudes en el deporte o modos de comportarse en la
sociedad o en la vida campamentera propia de Fasta. El no hacerlo da lugar a errores cuya
trascendencia se paga, y tarde, cuando el miliciano llega a ser jefe y por consiguiente la realidad
que condujere carecerá del maestro capaz de hacer funcionar la escuela de formación que siempre
debe ser la Ciudad Miliciana.

6. Sentimiento del deber


Sentimiento:
“Acción y efecto de sentir o sentirse. Impresión o movimiento que causan en el alma las cosas
espirituales”.
Deber:
“Aquello a que está obligado el hombre por los preceptos religiosos o por las leyes naturales o
positivas. Cumplir con su obligación”.
La vida miliciana es un conjunto de deberes morales y materiales, complejos y simples, elevados y
modestos; pero todo es deber para el miliciano. Siendo un deber su consecuencia ha de ser
cumplirlos y ha de ser el primero en las exigencias de cumplimiento para no caer en el descrédito y
en la falta de autoridad moral para después ordenarlos, si es que los debe ordenar.
El deber es el principio que sostiene al hombre en las situaciones más difíciles y lo conduce a sus
más nobles destinos. El sentimiento de cumplir con el deber es realmente fecundo si nace en la
propia conciencia. En este caso, es cuando se cumplen más las obligaciones dada la trascendencia
que tienen en la contemplación, construcción, sostenimiento y protección de la Ciudad Miliciana.
Los más grandes obstáculos para cumplir con el deber son: la irresolución, la debilidad de carácter,
la indolencia, el egoísmo y la vida placentera. Hay deberes para con todas las personas de Fasta:
con los que tienen mandos de conducción, con los inferiores y con los iguales. El deber impone no
sustraerse a las obligaciones de servicio con males supuestos o con exagerados cuidados de su
salud o con dificultades de fácil superación. El deber de mantenerse apto o en forma para las
funciones y de perfeccionar su capacidad, obliga a tener seriedad en el estudio, a someter su
libertad a las necesidades propias de la Ciudad Miliciana y a estar presente, a concurrir, donde me
lo exijan los estatutos, las reglamentaciones, las órdenes o los compromisos adquiridos. El sentirse
holgadamente apto para ejercitar las funciones de Fasta y capacitados para asumir las exigencias de
la vida miliciana, debe ser motivo de placer y sano orgullo para que se considere un verdadero
miliciano.
El imperativo de encontrarse capacitado para cumplir con el deber ha de constituirse en perenne
inquietud del espíritu.
A un miliciano que recién comienza la vida en Fasta y que tiene todo que aprender, le causará una
menor impresión las observaciones de sus conductores, sus yerros u omisiones que, a un miliciano
oficializado de mayor antigüedad, porque este último tiene menos justificativos para ignorar lo que
tácitamente ha de ser sabido por él bajo la garantía que otorgan sus años en Fasta.
En suma, el sentimiento permanente del deber y el sentirse capaz de cumplirlo es la verdadera
perfección del carácter y su fluido poderoso es inmanente en toda la constitución moral de su
carácter.

7. Valor ante la responsabilidad


Valor:
“Cualidad del alma que mueve a cometer resueltamente grandes empresas o asumir sin miedo los
peligros”.
Responsabilidad:
“Cargo u obligación moral que resulta para uno del posible yerro en cosa o asunto determinado”.
Se trata del valor moral para conocer y aceptar las consecuencias de un acto consciente o libre o
bien del resultado de un hecho realizado o dirigido al cumplimiento de una misión que se me ha
otorgado, o también de reglamentaciones existentes que debo conocer y cumplir.
Para el primer caso, la responsabilidad ha de ser inseparable de la iniciativa, de lo contrario ésta es
perjudicial, engendra anarquía e imposibilita el funcionamiento coordinado y armónico que
componen a Fasta organizada.
El deseo de hacer ostentación de responsabilidad, no debe llevar a violar de continuo todo lo que
está particularmente determinado porque crea la mala secuela de la desobediencia. Para juzgar el
potencial del valor ante la responsabilidad, hay que apreciar si ella no es más aparente que real,
porque se comete, bajo tan llamativa cualidad, actos que no dejan de ser otra cosa que
vergonzantes violaciones injustificadas del cumplimiento de una obligación tal como se conoce y
vive en Fasta.
Cuando la responsabilidad es consecuencia de hechos realizados o dirigidos en el cumplimiento de
órdenes u obligaciones impuestas por la conducción de Fasta, ésta o sea el conductor o
conductores, debe aceptar las deficiencias o errores que se produjeran en la ejecución.
La responsabilidad como resultado de un acto de iniciativa sin menoscabo del orden ni de la
disciplina es una alta aptitud para un verdadero conductor de hombres de Fasta.
Solamente hay valor moral ante la responsabilidad cuando se es consciente de las consecuencias
que ella debe afrontar. Cuanto más grandes sean estas, mayor ha de ser el valor moral que las
sustente.

8. Capacidad de resolución
Capacidad:
“Aptitud o suficiencia para una cosa”.
Resolución:
“Ánimo, valor, actividad, prontitud, viveza”.
La capacidad de resolución es producto de la inteligencia y del carácter. Las formas cambiantes de
las situaciones sociales obligan al que las enfrenta a decidirse para resolverlas. El conocimiento y el
análisis deben elegir lo más adecuado para la decisión, pero esta es inocua si no se la pone en
ejecución con prontitud, viveza, ánimo y valor.
Las fuertes emociones propias de la lucha y de la heterogeneidad de la voluntad de los hombres
que militan en Fasta, obligan al conductor a poseer en alto grado la posibilidad de resolver.

9. Firmeza
“Estabilidad, fortaleza, estado de lo que no se mueve ni vacila. Entereza, constancia, fuerza moral
del que no se deja dominar ni abatir”
El comentario de las condiciones que constituyen las aptitudes morales del carácter, nos muestran
la cantidad y la calidad de las aptitudes que debe poseer el miembro de Fasta. La gran variedad de
la naturaleza humana hace que tales condiciones no existan en todos los hombres en la misma
proporción y con la misma intensidad. La vida miliciana, con sus sacrificios y aflicciones, corroe la
moral de los que no están vigorosamente constituidos, o pone en descubierto la falta de algunas
condiciones. En tal caso, constituyen ejemplos perjudiciales para los que deben imitarlos o recibir
su conducción. Para no torcer el camino de los nobles objetivos, para no apartarse del deber, para
cumplir con las obligaciones de la profesión y no caer en el desaliento, es necesario permanecer
inconmovible, tener fe en sus ideales, seguir la senda trazada sin vacilaciones para el compromiso
en Fasta y no dejarse abatir por las imperfecciones humanas que lo acechan o por los intereses
creados en la vida cotidiana. El que duda de su fuerza moral está vencido.
Firme es el hombre que sabe corregir su juicio, reflexionado sobra la experiencia propia o la ajena.
Voluble es el que sigue las últimas opiniones que escucha o acepta por temor lo que otros le
imponen. Firmeza es resolución consciente de mantenerse en procura del ideal, distinta de la
testarudez, que es ciega.
Tan grande es la bondad del que sabe actuar porque ha pensado lo que tiene que hacer, cuanto
pequeña es la miseria del que se obstina en mantener decisiones no pensadas.

10. Energía
“Eficacia, poder, virtud para obrar. Fuerza de voluntad, vigor y tesón en la actividad”.
Tales aspectos de la energía se ponen en evidencia al obrar. Hay un proverbio que dice que “La
inercia frente a la vida es cobardía”. Su significado universal comprende a todos los hombres por
igual.
La energía no es fuerza bruta; es pensamiento convertido en fuerza inteligente. La energía no se
evidencia con aptitudes o gritos destemplados ni con órdenes arbitrarias. El que se agita o se
mueve sin pensar lo que hace no es un individuo enérgico; ni lo es el que reflexiona sin ejecutar lo
que concibe. Para ser eficaces el pensamiento y la acción deben ir juntos.
Los miembros de Fasta no envejecen cuando están dotados de energía para realizar lo que sus
mentes experimentadas producen. Si carecen de ella, no podrán cumplir ejemplarmente con su
deber; dudarán y temerán equivocarse y nunca adquirirán la confianza en sí mismos y la fe en los
resultados para llegar a sus objetivos. Vacilan en el camino y no llegan a ninguna meta.
La vida miliciana es una sucesión de etapas que insume muchas energías con el fin de mantener la
fe y la voluntad de superarlas a despecho de los fracasos cometidos, cuando se reconoce
honradamente que hubo errores u otras causas que no fueron previstas suficientemente.

11.Tenacidad
“Firme, terco, porfiado y pertinaz en un propósito”
Esta cualidad del espíritu se asemeja a la firmeza y energía, como se puede observar.

12.Dominio de sí mismo
Dominio:
“Poder que uno tiene de usar y disponer libremente de lo suyo”.
La influencia que el miliciano, con sus peligros y privaciones, o la emotividad producida por
cualquier otra actividad del servicio de Fasta, tiene sobre las facultades psíquicas del miliciano, se
dan evidenciadas frente al caso concreto en que ellas puedan ser manifestadas. La experiencia
ajena, inscripta en la historia y en los planes o reglamentos antiguos, alecciona, pero los resortes de
la reacción humana no actúan igual ya sea por lo que se dice o se ha leído, o por lo que se conoce
directamente por haberlo vivido.
La educación en el sentido del deber y el culto de la dignidad moral influye en la formación de la
entereza moral tan necesaria para el dominio de sí mismo (vale decir, para resistir los impulsos
instintivos), condición indispensable para poder ser conductor, guía o educador de hombres de
Fasta frente al peligro o frente a los problemas más o menos angustiosos que la vida llega a
imponer.
El dominio de sí mismo es la diferencia real entre la vida física, sensitiva o sensual y la vida moral, y
forma la base principal del carácter individual.
Ya en la Biblia se elogia, no al hombre fuerte que se apodera de la ciudad, sino al hombre más
fuerte aún que gobierna su propio espíritu.
El dominio de sí mismo es el señorío de la personalidad y se adquiere con las costumbres de
dominarse.
Cautiva, arrastra y ejerce una influencia decisiva sobre los milicianos; y permite a la inteligencia
desarrollar sus funciones directivas en medio de las turbulencias emotivas del momento.
Si el que conduce no puede disponer de su persona física y moralmente no podrá ordenar
adecuada y oportunamente a los demás. Los milicianos quedarán librados a su propia iniciativa o a
la de la voluntad más fuerte que se haga cargo de las circunstancias.
Cuanto mayor sea la jefatura que el miliciano ejerce, mayor debe ser el dominio que ejerza sobre su
persona. Un miliciano joven podrá perder la serenidad y salirse de quicio, pero un miliciano antiguo
no.
Si al irritarnos exageradamente estuviéramos frente a un espejo, no nos enojaríamos tan
fácilmente. Si se piensa que el espejo son los milicianos, la moderación interviene
instantáneamente.

13. Independencia de juicio


Independencia:
“Libertad, autonomía. Entereza. Firmeza de carácter”.
Juicio:
“Facultad del alma en cuya virtud el hombre puede distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo
falso. Opinión, parecer o dictamen”.
La independencia de juicio como cualidad de aptitud miliciana no es ni rebeldía, ni desobediencia ni
soberbia para desdeñar el consejo o la experiencia ajena. Es la facultad de pensar y resolver según
la propia ciencia y conciencia, dentro del radio de acción o jurisdicción que a uno le corresponda. Se
hermana con el dominio de sí mismo y la confianza en su propio valer. Es también firmeza para
mantenerse en la opinión propia y es lealtad y valor moral para expresarla cuando ella difiere de la
de los demás.

14. Lealtad
“Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad, del honor, de hombría de bien, de la
amistad miliciana. Legalidad, verdad, realidad”.
La fidelidad exigida por la propia conciencia, por el deber miliciano, por la camaradería miliciana,
por la amistad que le es propia y por la conducta de la vida privada, lleva a concretar que la lealtad
es única y no admite múltiples personalidades en la vida. La lealtad no es devoción exclusiva a una
persona o subordinación de formas. Ella estará en todos los aspectos de la actividad humana, sea
en la acción, sea en el pensamiento para culminar en el deber como norte y guía de todas las
obligaciones de la vida del miliciano.
Ninguno de los conceptos de camaradería, de espíritu de unidad y de amistad pueden ser
superiores al deber, sin que tal prevalencia explique que, para cumplirlo, haya que proceder sin la
integridad y rectitud que exigen la hombría de bien, la actitud del miliciano y, fundamentalmente,
la amistad miliciana.

15. Abnegación
“Sacrificio que uno hace de su voluntad, de sus afectos o de sus intereses en servicio de Fasta y de
sus ideales”.
Tan superior renunciamiento debe estar fundado en un motivo adecuado y conveniente. De ahí
que, hablando en grado superlativo, es una virtud que consiste en la renuncia que uno hace de sus
pasiones, de su voluntad, de sus ideas o gustos y hasta de su vida, en defensa de Dios, la Iglesia y la
Patria, en su vida miliciana. La vida miliciana también exige de esta cualidad que ennoblece el
compromiso.
La abnegación no está tan pródigamente distribuida entre los seres humanos, como la inteligencia y
otras cualidades del carácter. Generalmente falta. Ella es tan necesaria para el mando como el
compromiso con las otras virtudes. En las demás actividades de la vida humana, la abnegación
puede faltar, sin que el valor del individuo quede disminuido. Por eso es común que ella no sea
debidamente interpretada y se la considere como falta de inteligencia en los hombres que la
cultivan por su compromiso a Fasta. La abnegación no paraliza las otras cualidades del carácter, las
ordena hacia el bien y las variadas contingencias del compromiso en Fasta ofrecen a diario las
oportunidades para probar lo contrario.

16. Paciencia
“Consiste en sufrir sin perturbación del ánimo los infortunios y trabajos. Tolerancia y
consentimiento en disminución del honor”.
Esta cualidad guarda cierta similitud con la abnegación. Se diferencia en que la abnegación entraña
un fondo moral de desprendimiento e inclinación al bien, en cambio la paciencia es una fuerza
anímica para resistir los impulsos instintivos frente a factores que los excita.
Tengamos en cuenta que estamos considerando las aptitudes del carácter y no las virtudes en sí
mismas. Hablamos, entonces, del carácter paciente y no de la virtud de la paciencia.
Desde el punto de vista práctico, el miliciano debe cultivar esta cualidad en grado sumo cuando su
función especial se sitúa frente a los hombres que debe conducir, que pertenecen a las más
variadas aptitudes físicas, morales, intelectuales y sociales, quienes deben aprender a formarse en
Fasta y amoldarse a una vida totalmente nueva, lo cual obliga al miliciano, cuando le corresponde
conducir hombres, a enseñar, explicar, repetir y aconsejar más allá del límite de la capacidad
humana, si fuera necesario. La paciencia como cualidad puede ser ingénita o adquirida con el
ejercicio de la conducción. Para lograrla, es condición indispensable servir a la situación particular
del miliciano. Muchos milicianos de Fasta que sienten la vocación del maestros o docentes, tienen
indiscutiblemente, por exigencia de la honradez profesional, adquirir y cultivar la paciencia en su
mayor expresión, cuyo primer beneficio se reflejará en los resultados a obtener.

17. Perseverancia
“Firmeza y constancia de ejecución de los propósitos en las resoluciones del ánimo”.
La perseverancia requiere las cualidades de firmeza, energía y tenacidad con un concepto de acción
más duradero. Si en la vida de los hombres, en general, es necesaria para alcanzar los propósitos
perseguidos, en Fasta lo es más porque la disciplina, el orden, los esfuerzos y la fatiga de la vida
miliciana, se anteponen de continuo como limite a las aspiraciones vocacionales y a la obra
emprendida. Para que el joven miliciano alcance la capacidad que le corresponde por su
compromiso, debe ser constante en el esfuerzo, teniendo presente que la suma de los esfuerzos
parciales constituye el logro y haber profesional de Fasta.

18. Generosidad
“Valor y esfuerzo en las empresas arduas. Largueza, liberalidad. Inclinación o propensión del ánimo
a anteponer el decoro a la utilidad y al interés placentero. Obrar con magnanimidad y nobleza de
ánimo”.
Esta disposición del ánimo eleva al miliciano sobre las pequeñeces de la vida. Un cierto grado de
renunciamiento de sus derechos en beneficio de los demás o la disposición de juzgar con largueza
sus buenas condiciones sin reparar en los efectos.
La camaradería institucional y la amistad miliciana presuponen la generosidad. La mezquindad y el
egoísmo son nefastos para la vida de la Ciudad Miliciana; siembran la desconfianza, las rivalidades
perniciosas y producen fricciones que perjudican la armonía, la cooperación y la unidad de la
Ciudad.
Una crítica velada y mordaz de los actos y condiciones de los milicianos o de los que conducen, en
lugar de la denuncia franca y valiente que corresponden; el formar camarillas; el dedicarse
preferentemente a tareas que significan lucimiento personal, abandonando otros trabajos
fundamentales que redundan en beneficio propio; el no prodigarse en transmitir a los milicianos los
conocimientos especiales que haya tenido oportunidad de adquirir para hacerse indispensable en
determinadas funciones; el entorpecer de cualquier forma el ansia o perfeccionamiento de los
demás milicianos; y finalmente desprestigiar la labor y la capacidad del que lo precedió en el mando
de conducción para poner de relieve su propio merecimiento, son actos que revelan espíritu
egoísta y que mal forman las condiciones del conductor, porque con tales aptitudes no podrá llegar
al corazón de los que conduce, ni lograr su confianza por la comprensión de sus ideas y
sentimientos, y preocupación constante por su bienestar.
19. Altivez
“Orgullo, soberbia”.
Como se podrá apreciar, la altivez implica un vicio del espíritu tomado en un sentido puro y
aplicado al hombre en forma individual. Pero si lo relacionamos con el organismo y la organización
de Fasta, en la que cada miliciano no vale por sí mismo, sino por la agrupación de la que forma
parte, el concepto cambia, el individuo hace de la altivez un escudo protector de las tradiciones y
del espíritu de cuerpo de la Ciudad Miliciana.
En ese sentido, la altivez no está reñida con la subordinación ni con las reglas de educación y
urbanidad.
Los hombres altivos son en general francos: la altivez suele ser también una condición de los
valientes y resueltos. De ahí que, entre las condiciones morales del carácter miliciano, figure la
altivez con el valor de una cualidad que debe ser cultivada.

20. Respeto de sí mismo


Respeto:
“Obsequio, veneración, acatamiento que hace a uno. Miramiento, consideración, atención, causa o
motivo particular”.
Uno de los requisitos importantes para ser considerado por los demás es que el propio miliciano
interesado se respete a sí mismo imponiéndose normas de vida que no disminuyan su personalidad
ante sus iguales e inferiores.
El cuidado en el hablar y en el vestir, sin interpretar con ello afectación o exageración de la moda; la
corrección en el lenguaje, sin rayar en el rebuscamiento; la sencillez en la expresión, sin ser grosero
ni chabacano; la mesura en el accionar; el aseo; la sobriedad y el cuidado de la persona y del
uniforme y la boina miliciana cuando las tienen que usar, son las primeras impresiones que se
reciben de una persona. Si esta pertenece a Fasta, sus acciones favorables o desfavorables se
proyectan sobre la Ciudad Miliciana, de la cual forma parte.
A los mismos juicios se da lugar cuando los hábitos para la actividad personal y para la elección de
amistades no sean acordes con la instrucción y cultura que debe poseer el miliciano y que tiene
obligación moral de conservar y elevar, porque no es patrimonio exclusivo del individuo que lo
frecuenta o usa, sino que pertenece al origen tradicional de la Ciudad Miliciana, a la cual él tiene el
deber de enaltecer por su compromiso.

21. Conducta privada


Conducta:
“Porte o manera en que los hombre gobiernan su vida y dirigen sus acciones”.
Privada:
“Familiarmente, separadamente o en particular y personal de cada uno”.
La personalidad moral es única. No se puede desdoblar en ser moral para Fasta e inmoral para la
vida privada. En la paz, donde las acciones de los hombres, por más reservada que fuere, son
conocidas; las facetas oscuras de su carácter se divulgan y, si se quiere, con mayor rapidez que las
buenas que posee. El ser humano es egoísta por naturaleza y ve con más facilidad lo malo que lo
bueno. Esta cualidad tiene una cierta vinculación con el respeto de sí mismo. La vida licenciosa; el
no adoptar las condignas aptitudes impuestas por mi compromiso en Fasta; el abuso de la bebida;
el tener amistad con personas de dudosa moralidad; el dedicarse a empresas inescrupulosas; el
alternar en medios sociales corruptos; el llevar una vida de hogar deshonesta, son defectos que
afectan la vida privada del miliciano y le restan autoridad moral, perjudicando el buen nombre de la
Ciudad Miliciana.

CONCLUSIÓN
En definitiva, podemos decir que el compromiso en Fasta exige tener un espíritu cabalmente
miliciano, regido por una moral consistente y bien orientada.
Si quisiéramos señalar las condiciones donde aparece el espíritu miliciano, podríamos señalar:
 Escrupulosidad y celo en el desempeño del cargo de conducción.
 Empeño en satisfacer cuanto hace haciendo más de lo preciso en su deber.
 Puntualidad.
 Sentido de obediencia.
 Respeto.
 Contracción en las tareas.
 Entusiasmo miliciano en cada misión y actividad que asumo.
 Exigencia y consideración para con los demás milicianos que debo conducir.
 Espíritu de sacrificio.
 Flexibilidad espiritual con los superiores.
 Presencia, entonación, firmeza, claridad y precisión en ordenar, en instruir y en mantener la
atención personal y la de los milicianos que debo conducir.

Una última reflexión para tener en cuenta. La presencia del miliciano en lo social o en la Ciudad
Miliciana, no significa ni elegancia ni belleza física. Tampoco afectación o teatralidad. La presencia
ha de estar respaldada por las otras cualidades morales y espirituales para que constituya una
beneficiosa aptitud miliciana.
La presencia exige armonía entre el físico y su desarrollo anímico, principalmente. Ella impone
respeto e inspira confianza. La entonación fuerte, agradable y varonil, o femenina y precisa, cuando
corresponde, expresando lo que se desea con claridad, fuerza y exactitud, contribuyen a que el
cumplimiento de las exigencias de la vida miliciana sea natural, sin hesitaciones, con la confianza de
alcanzar el objetivo exigido en el compromiso miliciano, y recordando siempre que la alegría es la
sal de nuestro espíritu.

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