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Les envío un texto que seguramente les servirá para tener en cuenta en los cursos de formación de
mandos.
Todos sabemos lo importante que es la formación doctrinal en Fasta, en este caso el supuesto
doctrinal sobre las virtudes morales y teologales que son como el engranaje de nuestros
comportamientos. Como consecuencia o efecto de las virtudes uno se forma para ser, en Fasta,
hombre de ideas, hombre de empresas u hombre de hombres. Es decir, se forma como conductor.
Pero para ser en Fasta un conductor, se necesita tener ciertas condiciones que suponen las
virtudes, pero que miran al carácter y al temperamento que deben ser regulados con las aptitudes
propias que reviste un conductor.
Un buen amigo y oficializado de Fasta, me habló de las condiciones que él pretendía tuviera el
conductor en Fasta. Esto me pareció importante compartirlo con ustedes y hacérselo llegar para
que, en esta formación de mandos, quienes les transmitan la formación doctrinal, tengan en cuenta
esta veintena de aptitudes con las cuales un miliciano de Fasta que intenta vivir la vida virtuosa,
pero al mismo tiempo ser un conductor en Fasta, es decir, alguien que se va a ocupar de las ideas,
de la estructura organizativa y de los hombres de Fasta como conductor de los mismos, debe tener
en cuenta para no equivocar sus funciones.
Como ustedes pueden apreciar, queridos milicianos, son los efectos que las virtudes deben producir
para quienes conducen Fasta, porque como dice nuestro Patrono, Santo Tomás de Aquino: el
entendimiento practico, que es donde funcionan las aptitudes, actúa como tal suponiendo la
presencia del entendimiento especulativo, que es donde se conservan las virtudes.
Les deseo un buen campamento y que estas reflexiones les ayuden a formarse como los buenos
conductores que Fasta, la Iglesia, la familia y la Patria tanto necesitan.
¡A tus órdenes!
Fr. Dr. Aníbal Fosbery OP
Presidente y Fundador de Fasta.
LAS APTITUDES MORALES DEL CONDUCTOR O DIRIGENTE DE FASTA
Se trata de agrupar aspectos relacionados con el bien en general y exteriorizados por acciones de
firmeza, fuerza, energía y elevación del ánimo. A estos efectos tendríamos la necesidad de que el
conductor en Fasta tenga en cuenta las siguientes aptitudes:
Integridad en los procedimientos.
Veracidad.
Rectitud.
Espíritu de justicia.
Ecuanimidad para cualificar y calificar a los demás milicianos.
Sentimiento del deber.
Valor ante la responsabilidad.
Capacidad de resolución.
Firmeza.
Energía.
Tenacidad.
Dominio de sí mismo.
Independencia de juicio.
Lealtad.
Abnegación.
Paciencia.
Perseverancia.
Generosidad.
Altivez.
Respeto de sí mismo.
Conducta moral, en la vida privada consistente y bien orientada.
Veamos ahora estas aptitudes en particular tomando como base, en algunos casos, lo señalado en
el diccionario de la lengua castellana como punto de partida de nuestro razonamiento:
2. Veracidad
“Que dice, usa o profesa siempre la verdad”.
La primera consecuencia de no decir siempre la verdad la encontramos en el viejo cuento del
pastorcito y del lobo. Generalmente se olvida cuan dolorosamente es que no nos crean cuando
decimos la verdad. Pero lo más importante de todo es que se pierde la autoridad moral, porque lo
más trascendente en no decir la verdad es cuando nuestros informes inducen a apreciar las
circunstancias en forma inapropiada y adoptar resoluciones que, por tal motivo, no sean
adecuadas.
Algunas veces, el superior de Fasta es culpable de que los milicianos falseen los hechos, porque en
el ejercicio de sus funciones no les orienta o enseña, ya que actúa con exceso de brusquedad en
detalles insignificantes o por exagerar los errores humanos propios de la vida miliciana, o por abuso
de las reprimendas; todo lo cual contribuye a que los milicianos, producto de defensa, timidez o
deficiente desarrollo de sus aptitudes morales, eludan la responsabilidad con una mentira.
También suele ocurrir que el superior de Fasta dé origen a falsedad y, luego, carecer de la fuerza
moral para corregirla.
3. Rectitud
“Calidad de recto o justo. Recta razón o conocimiento práctico de lo que se debe hacer o decir.
Exactitud o justificación de las operaciones”.
La rectitud está unida de forma inseparable a lo anteriormente expresado de integridad, veracidad
y espíritu de justicia.
4. Espíritu de justicia
Espíritu:
“Principio generador, tendencia general, carácter íntimo, esencia o substancia de una cosa que
pienso o hago”.
Justicia:
“Virtud de dar a cada uno lo que le pertenece. Derecho, razón, equidad. Lo que debe hacerse según
derecho o razón”.
De la combinación de estos significados, surge que el espíritu de justicia es el sentimiento
generador o intimo que impone a dar a cada uno lo que le pertenece, tanto en lo moral como en lo
material. La justicia y la razón son las bases inconmovibles del orden institucional y de la disciplina.
De conocer la función que tienen el orden y la disciplina en Fasta es fácil deducir la trascendencia
que emana de dar la razón al que la tiene o de negarla al que no la tiene.
Siendo el espíritu de justicia fundamental para el orden y la disciplina y a la vez para la conducción
es indispensable que quien lo administre posea los conocimientos psicológicos, teóricos o prácticos
que lo capaciten para el ejercicio de este importante aspecto del arte de la conducción.
La trascendencia sin justicia afecta a Fasta en su relación con la sociedad de la cual forma parte.
8. Capacidad de resolución
Capacidad:
“Aptitud o suficiencia para una cosa”.
Resolución:
“Ánimo, valor, actividad, prontitud, viveza”.
La capacidad de resolución es producto de la inteligencia y del carácter. Las formas cambiantes de
las situaciones sociales obligan al que las enfrenta a decidirse para resolverlas. El conocimiento y el
análisis deben elegir lo más adecuado para la decisión, pero esta es inocua si no se la pone en
ejecución con prontitud, viveza, ánimo y valor.
Las fuertes emociones propias de la lucha y de la heterogeneidad de la voluntad de los hombres
que militan en Fasta, obligan al conductor a poseer en alto grado la posibilidad de resolver.
9. Firmeza
“Estabilidad, fortaleza, estado de lo que no se mueve ni vacila. Entereza, constancia, fuerza moral
del que no se deja dominar ni abatir”
El comentario de las condiciones que constituyen las aptitudes morales del carácter, nos muestran
la cantidad y la calidad de las aptitudes que debe poseer el miembro de Fasta. La gran variedad de
la naturaleza humana hace que tales condiciones no existan en todos los hombres en la misma
proporción y con la misma intensidad. La vida miliciana, con sus sacrificios y aflicciones, corroe la
moral de los que no están vigorosamente constituidos, o pone en descubierto la falta de algunas
condiciones. En tal caso, constituyen ejemplos perjudiciales para los que deben imitarlos o recibir
su conducción. Para no torcer el camino de los nobles objetivos, para no apartarse del deber, para
cumplir con las obligaciones de la profesión y no caer en el desaliento, es necesario permanecer
inconmovible, tener fe en sus ideales, seguir la senda trazada sin vacilaciones para el compromiso
en Fasta y no dejarse abatir por las imperfecciones humanas que lo acechan o por los intereses
creados en la vida cotidiana. El que duda de su fuerza moral está vencido.
Firme es el hombre que sabe corregir su juicio, reflexionado sobra la experiencia propia o la ajena.
Voluble es el que sigue las últimas opiniones que escucha o acepta por temor lo que otros le
imponen. Firmeza es resolución consciente de mantenerse en procura del ideal, distinta de la
testarudez, que es ciega.
Tan grande es la bondad del que sabe actuar porque ha pensado lo que tiene que hacer, cuanto
pequeña es la miseria del que se obstina en mantener decisiones no pensadas.
10. Energía
“Eficacia, poder, virtud para obrar. Fuerza de voluntad, vigor y tesón en la actividad”.
Tales aspectos de la energía se ponen en evidencia al obrar. Hay un proverbio que dice que “La
inercia frente a la vida es cobardía”. Su significado universal comprende a todos los hombres por
igual.
La energía no es fuerza bruta; es pensamiento convertido en fuerza inteligente. La energía no se
evidencia con aptitudes o gritos destemplados ni con órdenes arbitrarias. El que se agita o se
mueve sin pensar lo que hace no es un individuo enérgico; ni lo es el que reflexiona sin ejecutar lo
que concibe. Para ser eficaces el pensamiento y la acción deben ir juntos.
Los miembros de Fasta no envejecen cuando están dotados de energía para realizar lo que sus
mentes experimentadas producen. Si carecen de ella, no podrán cumplir ejemplarmente con su
deber; dudarán y temerán equivocarse y nunca adquirirán la confianza en sí mismos y la fe en los
resultados para llegar a sus objetivos. Vacilan en el camino y no llegan a ninguna meta.
La vida miliciana es una sucesión de etapas que insume muchas energías con el fin de mantener la
fe y la voluntad de superarlas a despecho de los fracasos cometidos, cuando se reconoce
honradamente que hubo errores u otras causas que no fueron previstas suficientemente.
11.Tenacidad
“Firme, terco, porfiado y pertinaz en un propósito”
Esta cualidad del espíritu se asemeja a la firmeza y energía, como se puede observar.
12.Dominio de sí mismo
Dominio:
“Poder que uno tiene de usar y disponer libremente de lo suyo”.
La influencia que el miliciano, con sus peligros y privaciones, o la emotividad producida por
cualquier otra actividad del servicio de Fasta, tiene sobre las facultades psíquicas del miliciano, se
dan evidenciadas frente al caso concreto en que ellas puedan ser manifestadas. La experiencia
ajena, inscripta en la historia y en los planes o reglamentos antiguos, alecciona, pero los resortes de
la reacción humana no actúan igual ya sea por lo que se dice o se ha leído, o por lo que se conoce
directamente por haberlo vivido.
La educación en el sentido del deber y el culto de la dignidad moral influye en la formación de la
entereza moral tan necesaria para el dominio de sí mismo (vale decir, para resistir los impulsos
instintivos), condición indispensable para poder ser conductor, guía o educador de hombres de
Fasta frente al peligro o frente a los problemas más o menos angustiosos que la vida llega a
imponer.
El dominio de sí mismo es la diferencia real entre la vida física, sensitiva o sensual y la vida moral, y
forma la base principal del carácter individual.
Ya en la Biblia se elogia, no al hombre fuerte que se apodera de la ciudad, sino al hombre más
fuerte aún que gobierna su propio espíritu.
El dominio de sí mismo es el señorío de la personalidad y se adquiere con las costumbres de
dominarse.
Cautiva, arrastra y ejerce una influencia decisiva sobre los milicianos; y permite a la inteligencia
desarrollar sus funciones directivas en medio de las turbulencias emotivas del momento.
Si el que conduce no puede disponer de su persona física y moralmente no podrá ordenar
adecuada y oportunamente a los demás. Los milicianos quedarán librados a su propia iniciativa o a
la de la voluntad más fuerte que se haga cargo de las circunstancias.
Cuanto mayor sea la jefatura que el miliciano ejerce, mayor debe ser el dominio que ejerza sobre su
persona. Un miliciano joven podrá perder la serenidad y salirse de quicio, pero un miliciano antiguo
no.
Si al irritarnos exageradamente estuviéramos frente a un espejo, no nos enojaríamos tan
fácilmente. Si se piensa que el espejo son los milicianos, la moderación interviene
instantáneamente.
14. Lealtad
“Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad, del honor, de hombría de bien, de la
amistad miliciana. Legalidad, verdad, realidad”.
La fidelidad exigida por la propia conciencia, por el deber miliciano, por la camaradería miliciana,
por la amistad que le es propia y por la conducta de la vida privada, lleva a concretar que la lealtad
es única y no admite múltiples personalidades en la vida. La lealtad no es devoción exclusiva a una
persona o subordinación de formas. Ella estará en todos los aspectos de la actividad humana, sea
en la acción, sea en el pensamiento para culminar en el deber como norte y guía de todas las
obligaciones de la vida del miliciano.
Ninguno de los conceptos de camaradería, de espíritu de unidad y de amistad pueden ser
superiores al deber, sin que tal prevalencia explique que, para cumplirlo, haya que proceder sin la
integridad y rectitud que exigen la hombría de bien, la actitud del miliciano y, fundamentalmente,
la amistad miliciana.
15. Abnegación
“Sacrificio que uno hace de su voluntad, de sus afectos o de sus intereses en servicio de Fasta y de
sus ideales”.
Tan superior renunciamiento debe estar fundado en un motivo adecuado y conveniente. De ahí
que, hablando en grado superlativo, es una virtud que consiste en la renuncia que uno hace de sus
pasiones, de su voluntad, de sus ideas o gustos y hasta de su vida, en defensa de Dios, la Iglesia y la
Patria, en su vida miliciana. La vida miliciana también exige de esta cualidad que ennoblece el
compromiso.
La abnegación no está tan pródigamente distribuida entre los seres humanos, como la inteligencia y
otras cualidades del carácter. Generalmente falta. Ella es tan necesaria para el mando como el
compromiso con las otras virtudes. En las demás actividades de la vida humana, la abnegación
puede faltar, sin que el valor del individuo quede disminuido. Por eso es común que ella no sea
debidamente interpretada y se la considere como falta de inteligencia en los hombres que la
cultivan por su compromiso a Fasta. La abnegación no paraliza las otras cualidades del carácter, las
ordena hacia el bien y las variadas contingencias del compromiso en Fasta ofrecen a diario las
oportunidades para probar lo contrario.
16. Paciencia
“Consiste en sufrir sin perturbación del ánimo los infortunios y trabajos. Tolerancia y
consentimiento en disminución del honor”.
Esta cualidad guarda cierta similitud con la abnegación. Se diferencia en que la abnegación entraña
un fondo moral de desprendimiento e inclinación al bien, en cambio la paciencia es una fuerza
anímica para resistir los impulsos instintivos frente a factores que los excita.
Tengamos en cuenta que estamos considerando las aptitudes del carácter y no las virtudes en sí
mismas. Hablamos, entonces, del carácter paciente y no de la virtud de la paciencia.
Desde el punto de vista práctico, el miliciano debe cultivar esta cualidad en grado sumo cuando su
función especial se sitúa frente a los hombres que debe conducir, que pertenecen a las más
variadas aptitudes físicas, morales, intelectuales y sociales, quienes deben aprender a formarse en
Fasta y amoldarse a una vida totalmente nueva, lo cual obliga al miliciano, cuando le corresponde
conducir hombres, a enseñar, explicar, repetir y aconsejar más allá del límite de la capacidad
humana, si fuera necesario. La paciencia como cualidad puede ser ingénita o adquirida con el
ejercicio de la conducción. Para lograrla, es condición indispensable servir a la situación particular
del miliciano. Muchos milicianos de Fasta que sienten la vocación del maestros o docentes, tienen
indiscutiblemente, por exigencia de la honradez profesional, adquirir y cultivar la paciencia en su
mayor expresión, cuyo primer beneficio se reflejará en los resultados a obtener.
17. Perseverancia
“Firmeza y constancia de ejecución de los propósitos en las resoluciones del ánimo”.
La perseverancia requiere las cualidades de firmeza, energía y tenacidad con un concepto de acción
más duradero. Si en la vida de los hombres, en general, es necesaria para alcanzar los propósitos
perseguidos, en Fasta lo es más porque la disciplina, el orden, los esfuerzos y la fatiga de la vida
miliciana, se anteponen de continuo como limite a las aspiraciones vocacionales y a la obra
emprendida. Para que el joven miliciano alcance la capacidad que le corresponde por su
compromiso, debe ser constante en el esfuerzo, teniendo presente que la suma de los esfuerzos
parciales constituye el logro y haber profesional de Fasta.
18. Generosidad
“Valor y esfuerzo en las empresas arduas. Largueza, liberalidad. Inclinación o propensión del ánimo
a anteponer el decoro a la utilidad y al interés placentero. Obrar con magnanimidad y nobleza de
ánimo”.
Esta disposición del ánimo eleva al miliciano sobre las pequeñeces de la vida. Un cierto grado de
renunciamiento de sus derechos en beneficio de los demás o la disposición de juzgar con largueza
sus buenas condiciones sin reparar en los efectos.
La camaradería institucional y la amistad miliciana presuponen la generosidad. La mezquindad y el
egoísmo son nefastos para la vida de la Ciudad Miliciana; siembran la desconfianza, las rivalidades
perniciosas y producen fricciones que perjudican la armonía, la cooperación y la unidad de la
Ciudad.
Una crítica velada y mordaz de los actos y condiciones de los milicianos o de los que conducen, en
lugar de la denuncia franca y valiente que corresponden; el formar camarillas; el dedicarse
preferentemente a tareas que significan lucimiento personal, abandonando otros trabajos
fundamentales que redundan en beneficio propio; el no prodigarse en transmitir a los milicianos los
conocimientos especiales que haya tenido oportunidad de adquirir para hacerse indispensable en
determinadas funciones; el entorpecer de cualquier forma el ansia o perfeccionamiento de los
demás milicianos; y finalmente desprestigiar la labor y la capacidad del que lo precedió en el mando
de conducción para poner de relieve su propio merecimiento, son actos que revelan espíritu
egoísta y que mal forman las condiciones del conductor, porque con tales aptitudes no podrá llegar
al corazón de los que conduce, ni lograr su confianza por la comprensión de sus ideas y
sentimientos, y preocupación constante por su bienestar.
19. Altivez
“Orgullo, soberbia”.
Como se podrá apreciar, la altivez implica un vicio del espíritu tomado en un sentido puro y
aplicado al hombre en forma individual. Pero si lo relacionamos con el organismo y la organización
de Fasta, en la que cada miliciano no vale por sí mismo, sino por la agrupación de la que forma
parte, el concepto cambia, el individuo hace de la altivez un escudo protector de las tradiciones y
del espíritu de cuerpo de la Ciudad Miliciana.
En ese sentido, la altivez no está reñida con la subordinación ni con las reglas de educación y
urbanidad.
Los hombres altivos son en general francos: la altivez suele ser también una condición de los
valientes y resueltos. De ahí que, entre las condiciones morales del carácter miliciano, figure la
altivez con el valor de una cualidad que debe ser cultivada.
CONCLUSIÓN
En definitiva, podemos decir que el compromiso en Fasta exige tener un espíritu cabalmente
miliciano, regido por una moral consistente y bien orientada.
Si quisiéramos señalar las condiciones donde aparece el espíritu miliciano, podríamos señalar:
Escrupulosidad y celo en el desempeño del cargo de conducción.
Empeño en satisfacer cuanto hace haciendo más de lo preciso en su deber.
Puntualidad.
Sentido de obediencia.
Respeto.
Contracción en las tareas.
Entusiasmo miliciano en cada misión y actividad que asumo.
Exigencia y consideración para con los demás milicianos que debo conducir.
Espíritu de sacrificio.
Flexibilidad espiritual con los superiores.
Presencia, entonación, firmeza, claridad y precisión en ordenar, en instruir y en mantener la
atención personal y la de los milicianos que debo conducir.
Una última reflexión para tener en cuenta. La presencia del miliciano en lo social o en la Ciudad
Miliciana, no significa ni elegancia ni belleza física. Tampoco afectación o teatralidad. La presencia
ha de estar respaldada por las otras cualidades morales y espirituales para que constituya una
beneficiosa aptitud miliciana.
La presencia exige armonía entre el físico y su desarrollo anímico, principalmente. Ella impone
respeto e inspira confianza. La entonación fuerte, agradable y varonil, o femenina y precisa, cuando
corresponde, expresando lo que se desea con claridad, fuerza y exactitud, contribuyen a que el
cumplimiento de las exigencias de la vida miliciana sea natural, sin hesitaciones, con la confianza de
alcanzar el objetivo exigido en el compromiso miliciano, y recordando siempre que la alegría es la
sal de nuestro espíritu.