Sunteți pe pagina 1din 38

Historia de Cartagena

Cartagena de Indias es una ciudad que desde sus inicios hasta hoy ha influido
notablemente en los hechos de Colombia. En tiempos precolombinos habitaban en
sus costas indios guerreros de la raza Caribe que habrían de darles problemas a más
de una expedición colonizadora que se atreviera a desembarcar en sus playas.

Le tocó entonces el honor de la fundación al madrileño Don Pedro de Heredia, el 1


de junio de 1533, con el nombre de "Cartagena de Poniente", para diferenciarla de
"Cartagena de Levante", en España, ambas con bahías similares.

La naciente población sería blanco de la codicia de invasores ingleses y franceses, y


es que su calidad de puerto negrero y comercial la hacía muy atractiva a ojos
foráneos. Por lo tanto su protección y defensa eran más que urgentes, comenzando
en pleno siglo XVI con el Fuerte del Boquerón (donde hoy está el Fuerte del
Pastelillo). Luego vendrían, poco a poco, las diferentes fortificaciones que rodearían
a la ciudad de acuerdo a las exigencias y la evolución del arte militar en los siglos
XVII y XVIII. Sin embargo, no por esto la ciudad se salvaría de arrasadoras
invasiones como la del Barón de Pointis en 1697, que la dejó arruinada.

En 1610 llegarían los primeros frailes del Tribunal de Penas del Santo Oficio de
la Inquisición, que extendería su poder de reprensión y vigilancia hasta la época
de la Independencia.

Cartagena de Indias fue en ocasiones sede de virreyes, como Don Sebastián de


Eslava, que gobernó durante casi diez años seguidos, reemplazando a Santa Fe
como capital del Nuevo Reino de Granada.

El 11 de noviembre de 1811 se firmaría el Acta de Independencia Absoluta de


España, comenzando con esto 10 largos años para lograr la emancipación definitiva.
De los muchos bloqueos y sitios que sufrió la Villa de Heredia, cabe destacar el
impuesto por Pablo Morillo, El Pacificador, en 1815, quien tenía el objetivo de
recuperar esta importante plaza para la Corona Española. "Cartagena de Indias,
Ciudad Heroica", fue el título que se ganaría luego de soportar más de tres meses de
intenso cerco.

En la época republicana la ciudad entraría en un largo período de estancamiento,


producto de su pérdida de interés estratégico y comercial. Se puede citar a Rafael
Núñez, cartagenero que durante esta época de "recesión" de Cartagena de Indias,
fuera elegido Presidente de la República en cuatro ocasiones, dirigiendo los destinos
de la Nación desde la Heroica, como en la Colonia lo hicieran algunos virreyes.

El renacer de Cartagena de Indias como ciudad determinante en Colombia se da


entrado el Siglo XX con la reactivación de su economía, cuando su historia y sus
leyendas son sólo recuerdos del pasado glorioso de una ciudad turística que recibe el
Siglo XXI llena de esperanzas y sueños para el futuro.
HISTORIA DE CARTAGENA DE INDIAS: CIUDAD AMURALLADA – RESUMEN

Cartagena —o Cartagena de Indias— es la capital del departamento colombiano de Bolívar.


Recostada sobre el mar de las Antillas, a sólo tres metros de altitud, tiene un clima caluroso,
netamente tropical, atemperado durante un período de tres meses al año por las brisas suaves
del Caribe.

Sus 28 grados de temperatura media anual no son obstáculo para que se haya convertido en el
mayor centro turístico de Colombia y meta codiciada de todo viajero ávido de «ver» la historia.
Cartagena, a la que se le calculan hoy unos 1.100.000 habitantes, fue fundada, en 1533, por el
capitán don Pedro de Heredia.

Es la primera ciudad amurallada de América, y también la que más ataques sufrió de piratas y
bucaneros. Sus murallas, que fueron mandadas construir por el rey de España, a un costo
fabuloso para la época: ¡59 millones de pesos oro!, tienen una altura de unos trece metros y
un espesor entre quince y veinte.

Pero no son sólo las murallas… Sus fuertes defensivos asombran, y entre ellos se destaca el de
San Felipe de Barajas, considerado la más importante fortificación colonial. Fue construido
entre 1657 y 1752, con un costo de once millones de pesos oro, y con galerías subterráneas
que lo comunican por debajo del mar con el centro de la plaza.

Toda Cartagena fue edificada con fines estrictamente militares y defensivos; no hay ninguna
calle recta, y es de por sí un monumento hispánico en América. El 95 % de sus construcciones
datan del tiempo colonial, y entre ellas merecen especial mención el Palacio de la Inquisición,
el del Gobierno, la Catedral, el convento de Santa Cruz de la Popa y el de San Pedro Claver.

La mayor parte de las casas antiguas están construidas con caliza codúgera o con rocas
madrepóricas. En la Catedral, que es el primer monumento de Cartagena, fue edificada según
el estilo español de la época. En el interior se encuentran algunas pinturas de la escuela de
Anito, ingenua imitación de los cuadros religiosos del siglo XVI.
El pulpito es, sin duda, obra maestra de algún artista florentino del citado siglo. Así lo revela el
nudo de esculturas y de pequeñas estatuas de marfil. Entre los antiguos monumentos de
Cartagena, uno de los mejor conservados es el convento de los Jacobitas.

El abrigado puerto de Cartagena, hoy dedicado al cabotaje, tenía de antiguo dos entradas,
pero la mayor de ellas fue cerrada hace dos siglos por los españoles, para evitar que por allí se
filtraran los barcos de los piratas, como había ocurrido ya en dos ocasiones.

El método empleado para el cierre es notable. Se utilizaron viejas barcazas cargadas de


piedras, cuyo fondo se abrió en medio del canal, sumergiendo tantas de ellas como para
clausurar definitivamente el paso. Luego, y como culminación de la obra, plantaron algas del
mar de los Sargazos, las que en poco tiempo formaron como una malla de miles de brazos que
aseguró el dique.

La Boca Chica que ha quedado abierta está custodiada por dos fuertes, llamados San Fernando
y San José; según se dice, en el puerto, en el pasado, por las noches se tendía una gruesa
cadena de uno a otro castillo, a ras del agua, para evitar las sorpresas nocturnas. Claro que los
soldados de aquel tiempo debieron luchar contra la astucia y pertinacia de los piratas que
siempre contaban con agentes dentro de las ciudades costeras, presentándose de improviso
para asegurar el golpe.

Ya en 1544 Cartagena conoció el primer golpe, asalto y saqueo, llevado a cabo por el francés
Roberto Baal, que no logró otro botín que un lote de rehenes, a los que luego cambió por buen
dinero. Los que no tenían fortuna ni parientes que respondieran por ellos fueron vendidos
como esclavos.

En 1585 Drake asaltó la ciudad entrando por la Boca Grande, al amparo de la noche, e hizo rico
botín con un cargamento de oro que había llegado para ser embarcado hacia España. Casi un
siglo vivieron en paz los cartageneros, hasta que en 1679 otro francés, Ducasse, entró a sangre
y fuego en la rica ciudad. Tomó cuanto pudo y quemó lo que no podía llevarse.

En 1741 la ya bien fortificada plaza fue asaltada por los ingleses, al mando del almirante
Vernon. Entonces la muralla estaba completa, con troneras, bastiones y torrecillas
diseminados. formando en su parte alta una calzada que permitía el fácil desplazamiento de
los soldados, cañones y municiones.
Había cuatro castillos, pues además de los nombrados San José y San Fernando se edificaron,
en tierra firme, el de Pastelillo y el de San Felipe. Los ingleses entraron en la bahía, silenciaron
tres castillos y creyeron haber tomado la ciudad. Pero San Felipe, el castillo más grande y más
fuerte, no se había rendido.

Defendido por el general Blas de Lezo, haciendo prodigios de valor, resistió durante dos meses
el asedio inglés, hasta que obligó a Vernon a retirarse con su flota en estado calamitoso.
España premió a Blas de Lezo con el título de marqués de Oviedo.

Con el arribo del siglo XIX desaparecieron los piratas, pero para la plaza de Cartagena no
terminaron los pesares. Durante las guerras de la independencia se ganó el título de Ciudad
Heroica, que le adjudicó el libertador Simón Bolívar…, y sus murallas volvieron a ser testigos de
otras batallas en 1885, durante una guerra civil que ensangrentó a Colombia. Hoy permanecen
silenciosas, como testimonio de una época de espadachines, soldados a sueldo, marqueses
ávidos de oro, corsarios y bucaneros.

Fuente Consultada:

El Enigma de los Tesoros Malditos de Richard Bessiere

Enciclopedia Estudiantil TOMO VII Editorial CODEX

LA GUERRA DEL ASIENTO

La historia de Cartagena de Indias, capital del Departamento de Bolívar, ha sido determinada


por la vocación de la ciudad como puerto comercial y Plaza Fuerte en la antigüedad y
actualmente, además, como polo turístico y sede de importantes industrias y servicios.
CARTAGENA DE INDIAS: VISIÓN PANORÁMICA; Adelaida Sourdis Nájera, de la Academia
Colombiana de la Historia; Revista Credencial, 2011.
La historia de Cartagena de Indias está marcada por un deseo de tranquilidad, de ponerse a
salvo de los piratas y enemigos durante la época colonial. Las ricas mercancías que salían
para la metrópolis, así como las que llegaban, despertaron la codicia de las potencias
europeas que, en complicidad con los piratas, planeaban constantes ataques. La historia de
la ciudad está ligada a personajes como Morgan, Drake, Vernon, Pontis, Hawkins y Leclerq.
Esta defensa de la ciudad ocasionó desastres que obligaron a emprender otras obras de
ingeniería. En 1543 fue saqueada por un corsario francés; en 1568 y 1586 por los ingleses
Hawkins y Drake, respectivamente.

Al viajero que recorre sus mazmorras, aún le llega el eco de aquellas batallas, como puede
apreciarse en estas notas de Juan Moro en su Esquineando: «El suelo húmedo de la
casamata absorbe el rumor de las pisadas en fila india. En las hornacinas, invisibles
arcabuceros amagan feroces ataques. Susurros conminatorios perforan las paredes: ‘¡Al
arma, al arma! ¡Los bucaneros han caído en la trampa!’».
Centro Virtual Cervantes. Web Oficial.
El 2 de agosto de 1498, durante el tercer viaje de Cristóbal Colón, los españoles descubrieron
el continente americano, tocándolo por primera vez. Tras haber pasado por la isla de Trinidad
(1 de julio de 1498), Colón llegó a la península de Paria y a la desembocadura del río Orinoco,
uno de los más caudalosos del mundo. El lugar, donde los indios iban adornados con perlas, es
de arbolado abundante, de dominante color verde, exuberante. Impresiona a los ojos. Le llamó
Tierra de Gracia y le recordó, muy imaginativamente, a las fértiles y verdes huertas del levante
español, por lo que lo comparó con la Valencia peninsular en su correspondencia con los
Reyes Católicos.

Tras este viaje, Colón todavía no había conseguido encontrar algún paso hacia el Pacífico y
aún haría un cuarto viaje. Se iniciaron las exploraciones a cargo de Alonso de Ojeda, Rodrigo
de Bastidas y los hermanos Guerra (Juan y Cristóbal). Los españoles habían entrado en lo que
denominaron “tierra firme”, o sea, el continente.

El escribano Rodrigo de Bastidas, sevillano, en una de sus exploraciones por la costa


colombiana realizadas entre 1501 y 1502, descubrió una bahía que le pareció apropiada para
fondear y tan cerrada como la bahía de la murciana Cartagena. Había allí establecida una tribu
de indios caribes. A la zona la denominó Golfo de Barú. De esta expedición formaba parte Juan
de la Cosa, del que se dice que solicitó a la reina Isabel de Castilla cambiar el nombre por el de
Bahía de Cartagena, al parecer porque la mayoría de los marineros eran de esa ciudad
murciana.

No sería en esta ocasión cuando se asentaría una plaza, pues España poblaría con relativo
retardo la bahía de Cartagena de Indias, fondeadero natural espacioso y seguro como pocos
en América.
Situación del poblado de Calamarí que vieron Rodrigo de Bastidas y posteriormente Pedro de
Heredia. Cerca existía otro poblado, Turbaco. Elaboración propia sobre una imagen actual de
Google Earth de la zona de Cartagena de Indias.
Cádiz, 1532: parte una expedición compuesta de 300 hombres (otros dicen que eran solo 150),
algunas mujeres y dos sacerdotes. El 15 de enero de 1533 el madrileño Pedro de Heredia,
comandante de dicha expedición, acompañado de una india llamada Catalina y pertrechado de
Capitulaciones en regla que lo habilitaban para una gobernación en Tierra Firme, llega con dos
barcos a una isla junto a una bahía donde encuentra una tribu caribe, la calamarí (cangrejo),
tribu que tenía su peligro pues usaba flechas envenenadas y eran unos artistas del arco y la
flecha. Fondea los dos barcos. Desembarca los hombres el día 21 en una pequeña isla. Deja
30 hombres para guardar el lugar y parte con los demás a explorar los alrededores. Los indios,
asentados en las cercanías, les atacan, pero son rechazados, y a continuación abandonan su
poblado, llamado Calamar (o Calamarí).

«Cuando llegamos no hallamos a nadie dentro, sino los bohíos cerrados; no consentí yo que
se les entrase en ninguna casa ni se les tomase nada…» (Pedro de Heredia, 1533)
Centro Virtual Cervantes.

Aunque al principio no parecía convencerle el lugar, Heredia lo ve propicio para un


asentamiento. El lugar, que asemeja surgido del agua, paradójicamente no tiene agua. Parece
ser primeramente Heredia lo llama San Sebastián de Calamar, o de Cartagena, no está claro.
Durante meses explora las proximidades, incluso hasta el río Magdalena, buscando agua y,
quizás, un lugar mejor. En las cercanías de Tierra Bomba había una tribu de indios cárex.
Funda finalmente el nuevo establecimiento, en la isla de los calamarí, el 1 de junio de 1533
denominándolo Cartagena de Poniente, de las Indias, para diferenciarla de la Cartagena de
Levante, la del sureste español.
Como se ha dicho, todos los calamarí habían abandonado su poblado. Todos menos uno, que
estaba muy anciano y por ello no logró huir cuando entraron las tropas de Heredia. Corinche,
tal era el nombre del cacique indio que se entrevistó con Pedro de Heredia por mediación de la
India Catalina. Su nombre quería decir arroyo en la lengua de los nativos de Calamarí. Él
mismo les prometió a los españoles llevarlos a un sitio donde abundaba el agua. A Corinche se
le confía la misión de buscar la paz entre los caciques e indios de los alrededores. Hizo creer a
los españoles que estaba de su parte, pero los traicionó cuando, en lugar de llevarlos a
Galerazamba, los condujo a Turbaco donde los indios los atacaron.

Monumento a la india Catalina


en Cartagena de Indias

A su llegada a estas hermosas playas del Caribe Pedro de Heredia debió enfrentarse a
los nativos que habitaban la aldea de Calamarí, que en su lengua significa ‘Tierra de
cangrejos’. Le sirvió de intérprete la india Catalina, traída desde Santo Domingo por
Diego de Nicuesa. Los indios previniendo la llegada, habían abandonado la aldea. Sólo
encontró a Corinche, el más anciano de ellos, que los llevó con engaños a Turbaco
donde los indígenas los esperaban preparados para defenderse. También tuvo que
sortear las dificultades propias de esas latitudes. El clima era insalubre y escaseaban el
agua dulce y la piedra para construir ( … )

La ciudad se construyó en un terreno cenagoso, oprimido por la tupida vegetación tropical


que amenazaba con ahogar el caserío. Los mismos bohíos que habían habitado los nativos
formaron el primer núcleo urbano.

Las características del terreno plantearon muchos problemas de saneamiento, hasta el punto
de que el Rey concedió mercedes en varias oportunidades para «deserbar la ciudad», ya que
al menos una vez al año era necesario talar los manglares.
Centro Virtual Cervantes. Web oficial

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)


A la izquierda y sobre estas líneas, monumento a Pedro de Heredia, situado en un lugar tan
emblemático como la Plaza de los Coches, en el casco de la ciudad vieja de Cartagena de Indias. A
la derecha, el artista español Juan de Ávalos trabajando la escultura en su taller.

Heredia realiza el primer trazado de la ciudad y reparte solares entre sus seguidores. Quizá el
trazado siguiera el capricho de la disposición de los bohíos indígenas, porque no parece haber
un orden renacentista en las calles más antiguas (hoy conocidas como San Pedro, Amargura,
Candilejas y otras). Y es que los 37 años iniciales de la ciudad transcurren sin que se conozca
referencia gráfica. Tuvieron que ser muy difíciles los primeros momentos de la incipiente nueva
ciudad hasta que llegaron dos años después de su fundación las primeras ayudas y
provisiones desde España.

Los primeros pobladores se establecieron allí a pesar del problema inicial de la falta de agua
porque pronto comprobaron que el clima del lugar les proporcionaba abundancia del líquido
elemento en la estación de lluvias. En efecto, aunque el clima de Cartagena de Indias es muy
caluroso y agobiante --con temperaturas medias anuales que van desde mínimas en enero de
23º a las máximas de 32º durante los meses de verano-- presenta una temporada seca y otra
húmeda muy marcadas: de diciembre a abril no llueve, o lo hace mínimamente, pero a partir de
mayo hasta noviembre hay abundancia de lluvias, especialmente en el mes de octubre. Esas
generosas precipitaciones bastaban para desbordar todos los aljibes que pudieran construirse.

Paulatinamente, los allí establecidos fueron explorando los alrededores, como la entrada de
Bocagrande, las canteras de piedra de Tierra Bomba (isla habitada por los indios cárex, con los
que Heredia se entendió muy bien), las ciénagas cercanas o la isla de Barú (habitada por otra
tribu india, los bahaire, con los que no tuvo relación fluida pero evitó entrar en conflicto con
ellos). Pedro de Heredia y su hermano Alonso continuarían posteriormente explorando la costa
e interiores del que hoy es territorio colombiano.

Desembocadura del canal en la bahía de Cartagena en la actualidad. La imagen incluye infografía


de un proyecto inversor llamado Zona de Actividad Logística. A la derecha la bahía de Barbacoas,
donde inicialmente desembocaba el canal.

IZQUIERDA, los ríos Cauca y Magdalena. Elaboración propia sobre mapa mudo..
ARRIBA, trazado del Canal del Dique. Elaboración propia sobre Google Maps.
Arranque del Canal del Dique en una fotografía actual.
Se aprecian perfectamente el río Magdalena y la población de Calamar.

En la actualidad sigue siendo una vía fluvial en uso.


La cercanía al río Magdalena determinó que la incipiente ciudad fuese punto de partida al
interior del continente a través de dicha arteria fluvial, que era el camino de entrada al Nuevo
Reino de Granada, lo que favoreció el rápido crecimiento de Cartagena de Indias.

El puerto fue tomando importancia como asentamiento comercial y como plaza militar
española. Le era favorable, además de la cercanía al río Magdalena ya indicada, su situación
geográfica y la proximidad a Panamá, lugar comercial importante en la época.

Y así, desde el siglo XVI hasta finales del XVIII, la ciudad fue un punto neurálgico del comercio
y la defensa de gran parte de América y del mar Caribe, sobre todo desde que la Corona
española decide organizar el comercio alrededor del monopolio y organiza las famosas Flotas
de Indias a mitad del siglo XVI.

Más adelante comprobaremos que a partir de un determinado momento se estancó su


vocación comercial pero se aumentó su importancia militar.

Cartagena de Indias era, además, la puerta de acceso por la que entraban y salían las
mercancías del Virreinato de Nueva Granada. Y es que los galeones de las Flotas de Indias no
solo transportaban la plata del Perú, lo que podemos ilustrar con la cita siguiente.

… debidamente aprovisionados (los barcos) con agua y alimentos para el largo trayecto
hacia España, partía (la Flota de Indias) con su valiosa carga. Con ella iban las perlas de
la Guajira, el oro del Cauca, de Antioquia y el Chocó y los productos del Nuevo Reino
que habían llegado a Cartagena por tierra y a través de los ríos Cauca y Magdalena. Con
el fin de facilitar la comunicación de la ciudad con este último, se excavó en el siglo XVI
el Canal del Dique aprovechando una vía natural formada por varias ciénagas y caños.
Parte de Calamar hasta desembocar, antes en la bahía de Barbacoas y actualmente en la
de Cartagena.
CARTAGENA DE INDIAS: VISIÓN PANORÁMICA; Adelaida Sourdis Nájera, de la Academia
Colombiana de la Historia; Revista Credencial, 2011.

En efecto, el canal llamado del Dique se inició en el siglo XVI al derribar un dique que hasta el
momento separaba las aguas del río Magdalena de unas ciénagas adyacentes, iniciándose así
una vía de comunicación fluvial permanente. Pero aunque su verdadera y definitiva
construcción fue decidida por el Cabildo de la ciudad en 1649, fue el Gobernador Pedro de
Mendoza quien, en seis meses, con 200 hombres y a golpe de picos y hachas, limpia de
vegetación las ciénagas, las conecta y rompe el dique (de ahí el nombre del canal) que
separaba el río de las ciénagas. Así se conectó, a mitad del siglo XVII, el río con Cartagena de
Indias; el canal, hábilmente diseñado, aprovecha una sucesión de ciénagas, uniéndolas entre
sí para la navegación fluvial a lo largo de más de 113 kilómetros entre Calamar y Cartagena de
Indias. Esta construcción artificial al principio desembocaba en la bahía de Barbacoas, pero
poco después se continuó hasta la bahía exterior de Cartagena, a la altura de Pasacaballos.
Así, el Canal del Dique comunicaba la ciudad con el interior de virreinato y servía como vía
para el comercio y el trasporte de provisiones, aunque no se le prestó nunca la máxima
atención. El problema que presentaba este canal era su mantenimiento, que obligaba a una
dedicación constante ya que, si se abandonaba, la vegetación hacía impracticable su
utilización. Hoy día sigue en uso y puede distinguirse su recorrido en fotografías de satélite,
aunque, lamentablemente, las crecidas de los ríos juegan malas pasadas.

Para la navegación, como es sabido, España organizó el comercio americano por medio de las
flotas de Indias para dar seguridad a los barcos que transportaban mercancías y caudales
americanos. España se había convertido en presa codiciada por sus enemigos (Holanda,
Inglaterra y Francia) que trataban de arrebatarle algo de sus fabulosos tesoros. Desde Sevilla y
luego Cádiz, zarpaba la flota hacia América dividiéndose después en dos escuadras, una con
destino a Veracruz, llamada Flota de Nueva España, y la otra con destino a Cartagena de
Indias, la llamada flota de Tierra Firme. Esta última esperaba en Cartagena de Indias la llegada
a Panamá de la Armada de los Mares del Sur (por el océano Pacífico), la cual llevaba los
caudales de Perú. Durante la espera se celebraban ferias de comercio. Cuando llegaban los
barcos del Pacífico zarpaba la flota desde Cartagena de Indias hacia Portobelo, donde también
se hacían ferias de comercio. Una vez cargados de mercancías y caudales los barcos de la
Flota de Tierra Firme, volvían a Cartagena de Indias y de allí se dirigían a La Habana. En la
capital cubana se reunían con la otra flota, la de Veracruz, y volvían todos a la península. Este
sistema se mantuvo hasta finales del siglo XVIII en el que el rey Carlos III, mediante el
Reglamento de Libre Comercio, acaba con los monopolios comerciales de Veracruz y
Portobelo, habilitando otros puertos caribeños, como Campeche, Puerto Rico, Santiago de
Cuba, Maracaibo y otros muchos.
El istmo de Panamá era el embudo de todo el tráfico en Suramérica, de ahí la importancia de
Portobelo. Sin embargo, la Flota de Tierra Firme solo iba a Portobelo en el momento oportuno,
regresando a Cartagena de Indias, que era su base, bodega y arsenal.

Así pues, la actividad comercial y portuaria centró la vida, las actividades, trabajos o negocios
de los cartageneros. Toda Cartagena de Indias giraba en torno a tres ejes: 1.- la llegada y
salida de las Flotas de Indias, 2.- reparaciones y aprovisionamiento de los buques y 3.- las
ferias de comercio organizadas para la venta de mercancías europeas llegadas con los
galeones y la venta de productos americanos hacia Europa.

El centro de todo ello era, evidentemente, el puerto. El lector puede imaginar el cuadro, tan vivo
y atractivo como increíble y pintoresco, que ofrecía un puerto americano como el de Cartagena
de Indias: poblado por gentes de todas clases, nacionales y extranjeras, de bulliciosa actividad,
al que no le faltaba un aire cosmopolita y alegre; toda clase de comerciantes mezclados con
marineros y gentes que tenían un sinnúmero de oficios, imples curiosos, algunos indios,
esclavos, y también algún que otro soldado junto a los barcos fondeados en el puerto. Y más
afuera, hacia la bahía, un paisaje que ofrecía generosamente la visión de múltiples palos y
velas de toda clase de embarcaciones.

Un paraíso para cualquier pintor costumbrista, paisajista o de la escuela realista, al gusto del
lector. Un bonito cuadro que no debe ocultar un aspecto fundamental de Cartagena de Indias:
la plaza estaba destinada a ser punto de apoyo vital para la defensa y comunicaciones con el
virreinato del Perú y, por ende, con el resto de Suramérica.
Dueña del privilegio de ser base de flotas de galeones y guardacostas, Cartagena no podía
sino prosperar. Y así fue, pues la ciudad prosperaba aceleradamente. Aumentaba la población.
Los precios subían. La actividad comercial es incesante. Se espera la llegada de la próxima
Flota de Indias. Se especula con las necesidades del momento, sea en tiempos de escasez
como en épocas de abundancia. Sevilla y Cádiz, en la península, están en el fondo de la visión
del cartagenero, para hacer negocios.

El resultado de todo ello es el que podía esperarse: por un lado, el deseo de los enemigos de
España por hacerse con las riquezas de las Flotas de Indias y, por otro, el contrabando ejercido
por holandeses e ingleses en connivencia con autoridades y agentes locales. Ambos fueron un
constante dolor de cabeza para la Corona española: nunca llegó a erradicar el lucrativo
negocio del contrabando y la preocupación por la seguridad de las Flotas de Indias fue
constante.

En los primeros años desde su fundación, Cartagena de Indias contaba con simples empalizadas de
madera para defenderse de los posibles ataques que, se pensaba, vendrían de los indios nativos. La
mejor defensa de Cartagena, que lo sería siempre, era ese cinturón de ciénagas que la rodeaba.
Para los atacantes era todo un problema atravesar una espesa vegetación y un laberinto de canales
y ciénagas para llegar al extremo, junto al mar, donde se asentaba la ciudad. No obstante, no
pasaron muchos años para que la nueva ciudad se diera cuenta de que su peligro eran los piratas
franceses e ingleses. Gente cuyo oficio era la guerrilla marítima. Ya en 1544, cuando la ciudad aún
no tenía fortaleza defensiva alguna, la flota del francés Roberto Baal llegó a la ciudad y la saqueó
con sólo 450 hombres. Este francés se llamaba Jean François de la Roque, señor de Roberval, pero
se le conoce como Roberto Baal.

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

A la IZQUIERDA, plano de la Real Academia de la Historia. Se trata del plano más antiguo conocido
de Cartagena de Indias, fechado en 1570. La ciudad no tiene murallas ni protección, excepto una
torre con aspecto medieval que se señala como "El Fuerte". La ciudad se ha asentado sobre la isla
donde existía el poblado de Calamarí. Al fondo se dibuja el poblado de Turbaco. En la isla contigua,
Getsemaní, ya aparece un convento llamado San Francisco. Pueden apreciarse cuatro culebrinas
como defensa del puerto. Todos estos detalles se pueden ver mejor en la imagen BAJO ESTAS
LÍNEAS, un plano copia del anterior. A la DERECHA, dibujo de elaboración propia de la misma zona
representada en el plano de 1570, con el que trato de facilitar la comprensión de dicho plano.

La noche del 26 de julio de 1544 aparecen cinco barcos en la bahía interior, con el mayor de los
sigilos, y al romper el alba del día 27 se digirieron los invasores a saquear la ciudad, para lo cual se
dividieron en dos columnas, una hacia la residencia del obispo, Francisco de Santamaría y
Benavides, y otra en dirección a la casa del gobernador, Pedro de Heredia. Todo ocurrió de manera
muy repentina sin que a la mayoría de los cartageneros les diese tiempo ni a reaccionar ni a
esconderse.

Baal y sus hombres penetraron inesperadamente en la ciudad la víspera del matrimonio de la


sobrina del fundador, Pedro de Heredia. La gente creyó que la algarabía podría provenir de los
festejos, estaban desarmados y desprevenidos; rápidamente se dieron cuenta de su error pero era
tarde pues la ciudad estaba ya invadida por los piratas. Heredia luchó incluso en su propia casa pero
la ventaja en número de los asaltantes, y estando su hijo herido por un disparo de arcabuz, lo forzó
a huir. No obstante, les dio tiempo a despachar un pequeño barco para dar a Portobelo aviso de lo
ocurrido.

Los invasores franceses estuvieron allí ocho días, durante los cuales robaron a placer. El precio del
rescate de la ciudad fue estipulado en 200.000 pesos. Satisfecha la codicia de los piratas, estos
abandonaron la ciudad y pusieron rumbo a La Habana, donde esperaban continuar con los
saqueos. Sólo habían pasado 11 años desde que fuese fundada Cartagena de Indias. Sin embargo,
la ciudad no pierde su impulso y crece en población, prosperidad e importancia geopolítica, hasta
que llegará a ser puerto principalísimo y estratégico del Caribe que protegerá el tesoro del Perú,
resguardará y aprovisionará la flota de Indias hasta su partida y será la llave del Nuevo Reino de
Granada.

Sometida a los rigores del clima, la ciudad habría de sufrir los efectos de los vientos
huracanados, que más de una vez la devastaron. En 1552 padeció un incendio que la
destruyó, pero se rehizo enseguida. Pasarían muchos años antes de que se emplearan en su
construcción materiales nobles que escaseaban en la región. Centro Virtual Cervantes, web
oficial.
Hacia 1536 comenzó la construcción de un modesto templo de paja y cañas que sirvió de
improvisada catedral. El entonces gobernador, Juan de Vadillo, también acometió el primer intento
de ordenación urbana de la ciudad. Igualmente se dispuso que se hicieran corrales al otro lado del
puente para que pastasen las vacas lejos del casco urbano. Vadillo fue el segundo gobernador de
Cartagena de Indias, sustituyendo al fundador Pedro de Heredia.

En 1552, año del gran incendio, Cartagena de Indias estaba próxima a contar con 1000 habitantes.
En previsión de nuevos incendios, y dado que las construcciones aún son de madera, barro y paja,
el Cabildo prohíbe acercar lumbre a paredes y techos en el interior de las casas. La ciudad iba
creciendo y expandiéndose de manera espontánea, sin un verdadero proyecto urbanístico. Se unió
al islote cercano, Getsemaní, a través del puente de San Francisco. Ese puente se puso en servicio
en 1554. Desde su fundación, y pasados los primeros veinte años, Cartagena había sido una ciudad
totalmente lacustre. Llegaría el momento es que sería necesaria la adopción de un modelo
urbanístico y medidas de ordenamiento.

Indios y españoles luchando tras una trinchera.


Imagen de CartagenaCaribe.com
En 1559 se produjo un nuevo ataque, esta vez a cargo de los piratas Martin Cote y Jean de
Beautemps quienes, como el anterior Roberto Baal, también eran franceses. Los asaltantes eran
numerosos y llegaron a Cartagena de Indias con siete barcos. Esta vez el asalto pirata fue algo
mejor combatido. El gobernador, Juan de Bustos Villegas apresta 30 hombres, formó trincheras
improvisadas, y el cacique cárex (de Tierra Bomba), Maridalo, colaboró con 500 indios
flecheros. Pusieron en las trincheras púas envenenadas.
Retrato de John Hawkins, de autor desconocido.
Fechado en 1581 (se lee perfectamente en la parte superior izquierda del cuadro).
National Maritime Museum, Londres.
Pero no eran suficiente defensa contra cerca de 1000 piratas; a los defensores se les acabó la
escasa munición para disparar los arcabuces, tras lo cual se dieron a la fuga, como habían hecho la
mayoría de los vecinos. Finalmente, los piratas saquearon la ciudad.

El corsario inglés John Hawkins --traficante de esclavos que fue honrado por la reina de Inglaterra
con el título de Sir por los cuantiosos beneficios repartidos, generados por el comercio de esclavos
tras su expedición por el Caribe— a bordo de su barco Jesus of Lubeck sitió la ciudad durante 8 días
tras su fallido intento de engaño alegando querer comerciar con la ciudad. Pero Cartagena de Indias
esta vez resistió el corto sitio del corsario.

La cosa ocurrió así: en julio de 1568 apareció ante la ciudad una flota de 11 barcos (se dice que
eran cuatro grandes y siete pequeños) al mando de Hawkins, quien envió una carta al entonces
gobernador, Martín de las Alas, en la que le explicaba que tenía sus barcos repletos de mercancías
y esclavos, por lo que proponía montar una exitosa y lucrativa feria comercial, solicitando para ello
entrar en la bahía para poner las bodegas de sus barcos a disposición de la ciudad en lo que sería,
sin duda, un gran negocio para todos, y especialmente para él y para el propio gobernador.

El truco le había funcionado en otros lugares donde el inglés entraba tranquilamente en puerto y,
una vez allí, daba el gran golpe apoderándose de la ciudad y saqueando todo lo que podía, pero
esta vez el gobernador de Cartagena no cayó en la trampa. Denegó a Sir Hawkins el permiso para
entrar en puerto y dio la voz de alarma para poner a la ciudad en situación de defensa.

Entonces el Sir inglés bloqueó por mar la ciudad y sus barcos la cañonearon intensamente durante
ocho días. Los cartageneros emplearon un táctica muy hábil: cambiar de sitio los cañones cada vez,
dando la impresión de tener una artillería mucho mayor de la realmente existente.

El inglés desistió. Levantó el sitio y juró volver con mayores fuerzas en el futuro, cosa que nunca
ocurrió.

Lo que sí ocurrió fue que Hawkins se dirigió entonces a Veracruz. Allí, en septiembre del mismo año,
se produjo una batalla conocida como Combate de San Juan de Ulúa. Al Jesus of Lubeck, nave de
Hawkins, le acompañaba el Judith, capitaneado por su compatriota y familiar (eran primos) Francis
Drake (otro futuro Sir), y otros cinco barcos más. Sólo se salvaron los barcos de Hawkins y Drake
que escaparon porque se dieron a la fuga mientras los demás ingleses se batían con los españoles.
Los dos primos volvieron a Inglaterra. En enero de 1569 llegó Drake, que contó una montaña de
mentiras sobre la expedición y explicó que Hawkins había muerto. Pero Hawkins llegó un mes más
tarde sano y salvo, en su Jesus of Lubeck barco que, por cierto, pertenecía a la marina de Su
Graciosa Majestad.

Del desastre inglés en Veracruz hay alguna escasa constancia e información en los anales de la
historia inglesa. Del fracaso de Hawkins en Cartagena de Indias dos meses antes prácticamente no
se da una cita; por lo general, se salta por encima de estos episodios para insistir --y exagerar--
que veinte años después (1588) de este tour caribeño los heroicos ingleses propinaron un desastre
inauditio y sin igual a la Spanish Armada of King Philip II, con un daño irreparable en jamás de los
jamases, combate en el que, para admiración de todo el sistema planetario, destacaron el Vice
Admiral Sir Francis Drake y el Rear Admiral Sir John Hawkins. Of course.

Pero sigamos con Cartagena de Indias.


El muelle, con su tablestacado en madera, queda terminado desde 1561. Hacia 1570 comenzaron a
construirse edificios sólidos de cantería. Para entonces se estima que había unas 400 casas y la
ciudad ocupaba aproximadamente la mitad de la isla de Calamarí.

Se ha insistido en la pujanza del comercio y de la base de flotas en la ciudad, sin reparar en otras
actividades económicas, como la agricultura y la ganadería. En realidad, las condiciones tropicales
de la zona no eran las idóneas para algunos cultivos básicos, como el trigo, por lo que buena parte
de la harina se traía de España, pero el maíz se daba con facilidad y abundancia en las zonas
interiores. Tampoco había problemas con el cultivo del arroz, alubias, batata, etc. Las frutas eran
abundantes y variadas, propias de la zona tropical. Además, era costumbre en las casas
cartageneras que se contase con una pequeña huerta donde cultivar algunas legumbres y hortalizas
para consumo familiar.

En cuanto a la ganadería, el vacuno proliferaba con abundancia, sobre todo el las cercanas
provincias de Santa Marta y Mompox. En los corrales, dentro del contorno de la ciudad, se mantenía
un buen número de cerdos y gallinas, siendo estas comunes en los corrales de las casas.

La disponibilidad de todos esos productos se completaba con la pesca, sobre todo del cazón y el
bacalo, la miel, el vinagre y la sal. La espesa vegetación que entonces ocupaba toda la zona
proporcionaba leña suficiente para cualquier uso. El gran problema de la ciudad estribaba en la
escasez de almacenes para acumular alimentos en caso de necesidad, cual era un ataque pirata o
un asedio en épocas de guerra. Los escasos almacenes estaban diseminados por las bóvedas de
los castillos y en casas alquiladas. Cuando se necesitaba acumular alimentos por motivos
defensivos se producían numerosos problemas: los insectos y roedores pululaban por doquier y la
carne, aunque se preparase en salazón, en un ambiente tan caluroso como el cartagenero solo
aguantaba unos meses en condiciones adecuadas para el consumo.

Por tanto, en caso de necesidad, a la ciudad no le quedaba más remedio que recurrir al suministro
de la península o a otras colonias americanas pues las provincias interiores no eran capaces por sí
solas de abastecer a toda la población civil y militar.
En 1574 el Rey Felipe II de España concedió a Cartagena de Indias (en vista de la importancia que
había cobrado la plaza) la distinción de “ciudad” y un escudo de armas con "... dos leones rojos y
levantados, que tengan una cruz en el medio, asida con las manos y tan alta como los leones,
hasta arriba, en campo dorado, y encima de la cruz, una corona entre las cabezas de dichos
leones, con su timbre y follajes". Dicho escudo de armas podría ser usado en todos los actos
oficiales de la ciudad.

Al año siguiente la distinguió titulándole “muy noble y leal ciudad”.

Por aquel año la población de Cartagena se estima que estaba constituida por unas 400 familias.
Al año siguiente, 1575, el maestro cantero Simón González gana un concurso para construir la
catedral de Cartagena, sustituyendo el primitivo templo de madera y cañas. El viejo templo databa
de 1535 y fue destruido por un incendio, reconstruyéndose otro también de madera en 1568.

Hacia 1575 el obispo envía una carta al rey, donde le dice que “No hay raciones ni medias
raciones ni mozos de coro, sino sacristán hábil y dos mozos de sacristía que sirven al altar
en camiseta y zaragüelles, que no hay para más. Y así se sirve esta Iglesia como una triste
parroquia de España”. La Corona ordena reconstruir de inmediato la Catedral, cosa que se haría a
través del concurso público mencionado anteriormente. Al concurso se presentaron cuatro
proyectos, escogiéndose el diseño de Simón González. El Cabildo designó a Hernando Esteban
como director de obra.
El nuevo proyecto del maestro González consistía en un nuevo templo con cabecera ovalada, tres
naves separadas por columnas, con espacios a ambos lados de las naves para la construcción de
capillas, con un nave central de madera y laterales de teja.

Simón fue nombrado obrero mayor de la fábrica. Las obras se iniciaron entre 1575 y 1577 (según las
fuentes). El maestro González (no se conoce su origen aunque parece probable que fuese nacido
en España) trabajó en esta fábrica hasta 1585, año en que la catedral fue parcialmente destruida por
el ataque del inglés Francis Drake, por lo que se acometieron las obras de reconstrucción en 1598.
En 1600 se desplomó la nave central y una lateral y el maestro González fue responsabilizado de
ello por el Cabildo que le exigió una indemnización, la cual pudo pagar gracias a limosnas y a un
donativo de dos mil ducados que concedió el rey Felipe III.. Posteriormente trabajó en las obras de
la iglesia y del convento de San Diego.

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)


La catedral se construyó en estilo herreriano, característico de la etapa del rey Felipe II, última etapa
de la arquitectura renacentista española. Su construcción tuvo grandes dificultades pues no
sobraban recursos.

A principios del siglo XVII concluyen las obras de la catedral. Para entonces la ciudad había
alcanzado una población estimada en 5.000 personas. La catedral que hoy puede ver el visitante --
se denomina Catedral de Santa Catalina de Alejandría-- no es exactamente la misma del siglo XVII
pues el edificio ha tenido algunas reformas parciales que afectan tanto al exterior como a elementos
decorativos del interior. La torre actual, por ejemplo, es de principios del siglo XX.
Entre las diversas imágenes que pueden verse en el interior de la catedral cartagenera hay una
Santa Catalina empuñando una espada. Se dice que esta espada era la de Blas de Lezo y
Olavarrieta.

Unos años después, en 1586, la ciudad sufrió un nuevo y desastroso asalto: otro inglés, Francis
Drake, pirata, corsario, y luego vicealmirante de la Royal Navy, atacó Cartagena de Indias
ocupándola entre febrero y abril durante casi cien días.
En aquel año la defensa de la ciudad seguía siendo débil pues solo contaba con empalizadas,
trincheras y un único fuerte, pequeño, llamado del Boquerón, que contaba con sólo 8 cañones y
algunas piezas menores.

Los defensores de la ciudad eran escasos: unos 70 hombres y 50 indios flecheros, escasísima tropa
para oponer a los 1.000 ingleses atacantes. Estudiaremos este ataque con mayor detalle en
el CAPÍTULO 15.

Estaba claro que la plaza era muy vulnerable. Fortificar la ciudad era una tarea necesaria. El rey
Felipe II entendió que las plazas americanas habían que protegerlas de tanto insulto. La Historia se
encargaría de demostrar que España organizó un complejo sistema defensivo que bordeaba todo el
Caribe, cuya eficiencia se probó a través de los años, pues a pesar de los múltiples intentos de sus
enemigos y de la propia recesión y decadencia, España conservó casi intacto su imperio. Sólo lo
perdió cuando sus propios súbditos decidieron hacer casa aparte.

Bajo Felipe II se realizan estudios para fortificar la ciudad pero hasta mediados del siglo XVII no se
hicieron esfuerzos para la construcción de fortalezas, costeadas en su mayor parte por los propios
cartageneros. En 1614 se inicia la construcción del primer baluarte, el de Santo Domingo. No es sino
tras el asalto de Drake cuando se decide que la ciudad cuente con una guarnición militar
permanente. Lamentablemente, siempre fue una guarnición escasa y a la tropa se le solían retrasar
los sueldos.
Francis Drake según Jodocus Hondius. Retrato fechado en 1577. Library of Congress, EE.UU.

Pero el ataque de Drake no frena la pujanza de Cartagena de Indias. Ya a mediados del siglo XVI se
construye el hospital San Juan de Dios, fundado por el Cabildo. A finales del mismo siglo se amplía
a dos plantas. A principios del siglo siguiente se triplica su capacidad. A finales del siglo XVI se inició
el trazado urbano ordenado de las calles del barrio de Getsemaní, en el que entonces ya existía el
convento de Santo Domingo y el matadero. Para entonces, la ciudad que surgió en la isla Calamarí
contaba con los edificios del gobernador, cabildo, y aduana, esta última en la plaza del mismo
nombre. También contaba ya con su plaza mayor, centro vital y social, ideal para paseos y
conversaciones.

Su zona comercial era envidiable, pues sus tiendas ostentaban las más hermosas sederías y
paños que podían conseguirse en el extranjero. Hasta allí llegaban las sedas de la China, los
encajes de Holanda, los mantones de Manila, en fin, todas las mercaderías de las Indias
Orientales, el Perú, el Japón, las Islas Filipinas, en virtud de las vías de comunicación
abiertas por los galeones y resguardadas por la Marina de Guerra.
Pablo Victoria. EL DÍA QUE ESPAÑA DERROTÓ A INGLATERRA. Editorial Áltera, 2005.
Aspecto actual (ARRIBA) del Palacio de la Inquisición y plano de la fachada del mismo (ABAJO)
Al terminar el siglo XVI la plaza ha dejado de ser una aldea de palmas y madera : surge una rutilante
ciudad de cal y canto con calles empedradas, organizada y limpia (para los estándares de la época).
La ciudad crece de tal forma que la elevada demanda de tejas y piedra para construir obliga al
Cabildo a prohibir su uso fuera de la ciudad y a ordenar que los solares vacíos que no sean
construidos dentro del año siguiente serán expropiados para dar cabida a los inmigrantes. Empiezan
a aparecer las casas de dos pisos y entresuelo.

En 1610 la Corona (reinaba Felipe III) determinó crear un Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición
para Tierra Firme, independiente de los establecidos en Méjico y Lima. Se eligió Cartagena de
Indias para establecerlo. En septiembre de ese año llegaron los primeros inquisidores, Pedro Mateo
de Salcedo y Juan de Mañozca. Con ellos trabajaban un fiscal, empleados de secretaría y
alguaciles. El crimen más perseguido fue el de brujería porque pensaban que estaba de moda.

El edificio que ocupó el Tribunal (datado en 1630) quedó muy dañado tras el ataque de Vernon en
1741 y tuvo que ser derribado. Fue reconstruido en 1770 (este año figura esculpido en piedra en la
fachada del edificio) en estilo barroco. Es uno de los más bellos ejemplos de la arquitectura colonial
cartagenera. Actualmente es la sede del Museo Histórico de Cartagena de Indias.
Santo Domingo

San Pedro Claver

Trinidad

La ciudad se embellece con casas de mampostería, sólidas y elegantes, con balcones abiertos, así
como con edificios como Santo Domingo, San Pedro Claver, la Trinidad o la Casa de la Moneda.. El
templo más antiguo de Cartagena, y hoy día aún en pie a pesar de los problemas de su cimentación
que obligó a costosas reformas diferidas en el tiempo, es la Iglesia de Santo Domingo. Los vecinos
dicen que la torre está un poco fuera de su base y algo torcida. Su construcción se atribuye a fray
Esteban de Ovalles; aunque dirigió obras en el templo, es seguro que no se debe al padre dominico
el proyecto original.

En Cartagena, a diferencia de los grandes palacios europeos, ostentosos y refinados, el


impacto visual lo causa la repetición de los elementos principales de las balconadas, a
manera de sustitución de las formas más cultas de la arquitectura palaciega. Las casas más
apetecidas eran las esquineras, porque sobre ellas se podían hacer los balcones más
vistosos, encaramados justo donde dobla la esquina; esto le imprimía un especial carácter a
la casa cartagenera, amén de que desde allí se podía dominar la visual de las cuatro calles.
Pablo Victoria. EL DÍA QUE ESPAÑA DERROTÓ A INGLATERRA. Editorial Áltera, 2005.

La Iglesia de San Ignacio fue erigida en la segunda mitad del siglo XVI. Muy reformada a principios
del siglo XVIII, fue rebautizada con el nombre de San Pedro Claver, en reconocimiento a la labor
humanitaria que entre la población negra de esclavos desarrollara a principios del siglo XVII el
jesuita, encompañía del no menos abnegado padre Alonso de Sandoval, misionero de la misma
orden. Los restos de San Pedro Claver, que murió en la ciudad , yacen en el altar de esta templo,
tras dedicar su vida a evangelizar y redimir a los esclavos negros del virreinato de Nueva Granada.
Los jesuitas, además, dotaron a la ciudad de un colegio. Hoy día es la sede del Museo Naval del
Caribe.

En 1630 la Corona española ordenó mediante Cédula real en Cartagena de Indias una Casa de la
Moneda, destinada a acuñar monedas que utilizaran oro y plata extraídos únicamente de las nuevas
tierras americanas. En esos años la ciudad ya contaba con una población de 6.000 almas.

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

La Popa

San Diego

Palacio del gobierno (fotografía de 1918)

Por su parte, el convento de San Diego se construye a principios del siglo XVII para acoger a los
padres recoletos. Actualmente el edificio, tras una profunda reforma, es la Escuela de Bellas Artes.

Situada en el barrio de Getsemaní, fue erigida una iglesia dedicada a la Santísima Trinidad.
argumentando la necesidad de que tan populoso barrio tuviese una parroquia, pues por estar fuera
de la ciudad amurallada, sus habitantes estaban muy lejos de la catedral y de las bendiciones de la
iglesia católica.
También es a principios del siglo XVII cuando se construye el convento de La Popa, dedicado a la
Virgen de la Candelaria y regentado por los padres agustinos descalzos. Es, también, la época en
que la ciudad empieza a fortificarse fuertemente. El primer baluarte que se construirá (1614) es el de
Santo Domingo. Le seguirán otras muchas construcciones defensivas que supondrán una evolución
continua de las fortificaciones y que no acabará hasta prácticamente el siglo XIX. (VER CAPÍTULO
14).

Poco después, por iniciativa del Cabildo, se iniciarían las obras de edificación en el barrio de
Getsemaní de un complejo formado por hospital y ermita, dedicado a San Roque. Se situó cerca de
puente de acceso al barrio desde el cerro de San Lázaro.

En 1651 una epidemia de fiebre amarilla diezma la población. Pero el crecimiento de la ciudad es
imparable. Por estos años se ha instalado fuera de las islas Calamarí y Getsemaní un pequeño
villorio que alberga y aisla a los leprosos y sus familiares

El Cabildo, que desde mediados del siglo XVI estaba ubicado en unas casas cedidas a la ciudad y
que servían de oficinas de justicia, cárcel y vivienda del gobernador --en las que se alojó Drake en el
tiempo que ocupó la ciudad--, se establece en 1677 en un nuevo edificio con portales para tiendas y
oficios. El edificio es hoy sede de la gobernación colombiana y, a pesar de las modificaciones
sufridas a lo largo del tiempo, conserva la doble galería con arcos de medio punto abierta a la plaza.

Hacia 1690 la ciudad ya se ha derramado sobre el arrabal, ocupando toda la isla de Calamarí y la
mayor parte de la de Getsemaní. En este tiempo, Cartagena de Indias, ciudad bien dispuesta,
tiendas opulentas y muchas viviendas elegantes de mampostería, aún a pesar de no disponer de las
riquezas de Lima tenía fama por la limpieza de sus calles, prósperamente empedradas, el pundonor
de sus damas y la gallardía y afabilidad de sus gentes.

En 1697 ocurrió otro desastroso asalto, esta vez a cargo de Jean-Bernard Desjean, barón de
Pointis, francés para más señas quien, en el marco de la Guerra de los Nueve Años, acompañado
de los bucaneros del corsario Jean-Baptiste Ducasse, asedió la ciudad durante 20 días. Sólo podían
oponérsele unos 150 defensores. Los hombres de Pointis pasaron alrededor de un mes en la ciudad
robando y despojando a todos los habitantes de sus joyas. El primero de julio de 1697 abandonaron
la ciudad con un botín de dos millones de pesos en oro.

En este ataque se demostró, nuevamente, que aún era necesario mejorar y completar las defensas
y fortificaciones de la ciudad. La ciudad fue gravemente herida en este ataque pues en el aspecto
comercial nunca se recuperó por completo.
En 1697 ocurrió otro desastroso asalto, esta vez a cargo de Jean-Bernard Desjean, barón de
Pointis, francés para más señas quien, en el marco de la Guerra de los Nueve Años, acompañado
de los bucaneros del corsario Jean-Baptiste Ducasse, asedió la ciudad durante 20 días. Sólo podían
oponérsele unos 150 defensores. Los franceses pasaron alrededor de un mes en la ciudad robando
y despojando a todos los habitantes de sus joyas. El 1 de julio de 1697 se fueron con un botín de
dos millones de pesos en oro.

En este ataque se demostró, nuevamente, que aún era necesario mejorar y completar las defensas
y fortificaciones de la ciudad. La ciudad fue gravemente herida en este ataque pues en el aspecto
comercial nunca se recuperó por completo. Lo estudiaremos con mayor detalle en el CAPÍTULO 15.
Toma de Cartagena en 1697
Grabado de Nicolas Ozanne

Plano de Cartagena de Indias en 1688 y detalle de la Muralla de la Marina


Archivo General de Indias, Sevilla
El siglo XVIII se inicia con una disminución considerable de la población : hacia 1715 había unos
5000 habitantes. Además, la ciudad ya ocupaba toda la superficie encerrada dentro de las murallas,
por lo que no podía crecer más. Por tanto, ya no seguirá expandiéndose el aspecto comercial de la
ciudad y se potenciará su perfil de plaza fuerte militar..

El mismo periodo, además de ser el período de las restauraciones militares y del completo
"abaluartamiento" de Cartagena, tiene también otro significado para la ciudad: será, por exigencias
militares o de otro tipo, la residencia temporal o permanente de algunos virreyes, lo que transforma a
esta ciudad en la capital alterna del virreinato.

También se edifica la Iglesa de Santo Toribio, última en levantarse durante la época colonial.

Durante los años inmediatamente anteriores al estallido de la Guerra del Asiento, el estado de las
defensas era malo: cañones inservibles, pólvora escasa, guarnición mínima … Ya se sabe: esas
ciudades lejanas de España abandonadas de la mano de Dios … En esas condiciones en que se
dejaban plazas americanas tan importantes es asombroso como España, a pesar de todo, mantuvo
durante tantos años su imperio americano. Como pequeño ejemplo de las numerosas muestras de
dejadez, véase el caso del ingeniero militar Juan Betín quien, teniendo que trabajar con escasos
recursos y menos sueldos, dedicó sus energías a los trabajos que le encomendaron de fortificación
de Cartagena de Indias y después sólo encontró ingratitud:

Nació en España. Vino a América con el grado de Capitán. En 1658 fue nombrado ayudante
del Ingeniero Juan de Somovilla. Entre 1662 y 1664 desempeñó el cargo de Gobernador
interino de Santa Marta. Fue enjuiciado por su sucesor don Salvador Barranco, quien basado
en testimonios calumniosos lo mantuvo preso e incomunicado en un Castillo en Santa Marta,
durante tres años entre 1665 y 1668. En 1669. Inspeccionó las murallas de Cartagena y rindió
informes al gobierno español, aconsejando la inmediata reparación de las mismas.

Durante el periodo comprendido entre 1669 y 1671 dirigió, con carácter interino, los trabajos
de reparación de las murallas. Perfeccionó la cortina situada entre los baluartes de Santiago
y San Ignacio, haciéndole un parapeto “de setones”, alojamiento para la tropa y almacén para
pertrechos. Hizo un parapeto en la estaca que defendía la puerta de Santa Catalina. Elevó la
cortina que unía los baluartes de Chambacú, la Media Luna y el Reducto en Getsemaní.
Reparó los daños causados por el temporal de 1664, e hizo otras obras menores.

En 1670 finalmente fue nombrado Ingeniero Militar de las Indias en reemplazo de Juan de
Somovilla, quien había muerto. Sin embargo, no pudo tomar posesión de su cargo pues tenía
una multa, que por falta de recursos, no pudo pagar. El 25 de febrero de 1679 murió en
Cartagena en la mayor pobreza, “ciego e impedido”.
Enrique Marco Dorta: CARTAGENA DE INDIAS. Publicaciones de la Escuela de Estudios Hispano-
Americanos de Sevilla. Sevilla, 1951. pp. 117-118-120-121.

En Cartagena de Indias siempre se había ido a remolque de los ataques piratas, planteando las
defensas en función de las duras lecciones sufridas anteriormente. Ante la proximidad de la guerra
con Gran Bretaña se hacen esfuerzos y se envían más soldados. Cuando atacó el vicealmirante
Vernon se habían reconstruido las milicias, había sido enviado allí Blas de Lezo, que contaba con
sus marineros y algunos barcos; luego llegaría el nuevo virrey, Eslava, con alguna tropa y finalmente
la escuadra de Rodrigo de Torres llevó nuevos refuerzos. No obstante, el número de defensores
seguía siendo claramente insuficiente para enfrentarse al numeroso ejército que llevó Vernon para
asaltar la plaza.

Para entonces, Cartagena de Indias ya formaba parte del selecto grupo de las ciudades más
importantes del mundo.
Plano de la Cyudad y Bahya de Cartagena de las Yndias Situado a los 300 Gs. 41 Ms. de Longytud
Prymer Merydo. el Pyco de Teneryfe y 10 Grs. 27 Ms. de Latytud Boreal en el Nuevo Reyno de
Granada Levantado por D. Juan de Herera, Ratyfycado y Delyneado por D. Antonyo de Ulloa.
(BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA )

Preciosa mapa cartográfico de la bahía de Cartagena de Indias fechado en 1735 que copia el mapa
realizado por Juan de Herrera en 1721. El título se puede leer perfectamente en el ángulo superior
derecho, flanqueado por dos indios, lugar donde también está indicada la escala. Obsérvese que el
terreno en completamente llano excepto algunas pequeñas elevaciones en la isla de Barú y otras
cercanas a la ciudad. Existe en toda la zona un complejo laberinto de ciénagas, caños y bajíos. En
la elevación más próxima a la ciudad está representado el castillo de San Felipe de Barajas y del
convento de La Popa. La ciudad y el barrio de Getsemaní están completamente amurallados,
excepto la zona del dicho barrio que mira hacia la ciudad. El acceso sólo es posible a través de un
puente dominado por el castillo. Obsérvese también que la entrada a la bahía por Bocagrande es
impracticable debido a que se ha formado una barra de tierra que impide la navegación, quedando
como única entrada el estrecho canal de Bocachica (a la derecha), ya fortificado.

Tras la exitosa defensa de 1741 no se podía ocultar la elevada destrucción de las fortificaciones,
que se reconstruirían considerablemente durante el trascurso de los años posteriores al ataque
inglés, mientras que la ciudad se recompuso y a lo largo del tiempo se expandiría
considerablemente. Las islas Calamarí y Getsemaní, que contenían la población de la época,
estaban unidas por un puente bajo el cual corría el caño de San Anastasio y por ello la puerta de
entrada a la ciudad tomó su nombre precisamente de ese hecho y se llamó Boca del puente, la
actual Torre del Reloj. Bajo el puente corría el Caño de San Anastasio que con el trascurso del
tiempo fue rellenado, quedando una pequeña ensenada llamada bahía de las Ánimas y la zona
rellenada es la que ocupan hoy los edificios de La Matuna.
(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

Cartagena de Indias hacia 1730. La ciudad, cuyo origen es la isla Calamarí, se ha extendido
completamente en la isla Getsemaní, quedando ambas islas unidas por un puente. La entrada a
Calamarí desde ese puente se hace por la Puerta del Reloj. A su vez, Getsemaní tiene un único
acceso por otro puente, dominado por el castillo en altura del cerro de San Lázaro.

Fotografía aérea de Cartagena de Indias en 1950. Entre Calamarí y Getsemaní existe ahora un
amplio paseo llamado de los Pegasos. La zona comprendida entre las dos islas, que antes era el
Caño de San Anastasio, es ahora una nueva zona de tierra firme llamada La Matuna. La bahía de
las Ánimas ha cambiado bastante sus formas. Con el número 1 he indicado la situación de la Puerta
del Reloj.
Bajo estas líneas, la Boca del Puente en una fotografía del siglo XIX que refleja su aspecto antes de
1888, año en el que se añadió una torre con relojes, de aspecto y estilo arquitectónico discutible, y
de la cual recibe su actual nombre, Torre del Reloj.

A la izquierda, fotografía actual de la Puerta o Torre del Reloj por el lado que mira hacia el paseo de
los Pegasos y que le une al barrio de Getsemaní.

La fotografía antigua en blanco y negro es de gran valor puesto que nos permite ver el aspecto que
tenía la entrada a la ciudad en los tiempos del ataque inglés de 1741. En su tiempo, los arcos que
hay a cada lado de la puerta fueron utilizados como capilla y como sala de armas para el cuerpo de
guardia.

Las reconstrucciones defensivas se completaron en 1798 cuando finalizó la construcción del cuartel
de Las Bóvedas, obra del ingeniero Antonio de Arévalo ---las fortificaciones, tanto anteriores como
posteriores al ataque de Vernon en 1741, se estudian en el CAPÍTULO 15, al que invito al lector---
. Por aquel año la ciudad había alcanzado una población de cerca de 12.000 personas. A finales del
siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III, se prestó más atención a las defensas en cuanto al
número de soldados y los abastecimientos. Por primera vez en su historia, Cartagena de Indias era
considerada una plaza inexpugnable. Pero no sería ya por mucho tiempo, pues la ciudad declaró su
independencia de España a finales de 1811, concretamente el 11 de noviembre. En esa fecha, la
ciudad se declaró a sí misma Estado libre, soberano e independiente de Cartagena de Indias. Su
población ascendía a unas 20.000 almas. Había pasado 278 desde que la fundase Pedro de
Heredia.

Su comercio había sido el más próspero del Caribe en el siglo XVIII, sobre todo por el
privilegio ingrato de ser el más grande mercado de esclavos africanos en las Américas. Fue
además la residencia habitual de los virreyes del Nuevo Reino de Granada, que preferían
gobernar desde aquí, frente al océano del mundo, y no en la capital distante y helada cuya
llovizna de siglos les trastornaba el sentido de la realidad. Varias veces al año se
concentraban en la bahía las flotas de galeones, cargados con los caudales del Potosí, de
Quito, de Veracruz, y la ciudad vivía entonces los que fueron sus años de gloria.
El amor en los tiempos del cólera. GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ. 1985.

A finales de 1814 arriba a la ciudad, fugazmente, Simón Bolívar para dirigirse desde allí a
Jamaica. Tras la declaración de Estado independiente, la ciudad fue reconquistada en 1815 por las
tropas españolas de Pablo Morillo. Pero Cartagena pronto cae en manos patriotas con el nuevo y
célebre sitio de 1821.

Terminada la guerra de independencia colombiana, Cartagena de Indias fue abandonada


definitivamente por España en junio de 1821. Las últimas tropas españolas saldrían de toda
Colombia ese mismo año.

A partir de aquí Cartagena queda anclada en el tiempo.

La ciudad ya no contaba para nada.

El centro de poder se habían trasladado a Caracas y a Santa Fé. Los militares venezolanos
dominaban la situación. Con la ciudad convertida en una sombra de lo que fue y relegada a un papel
secundario, en 1827 Simon Bolívar obsequiará a Cartagena con estas palabras: "... yo no
esperaba tanto porque no me debéis nada, por el contrario, yo os debo todo. Si Caracas me
dio vida, vosotros me disteis gloria ..."

A pesar de tan preciosista glorificación bolivariana, que haría las delicias de algunos políticos
actuales de cierta tendencia indiana, lo cierto es que la ciudad se hundió en un abismo.

Quedó destruida su economía. Desapareció su importancia geopolítica. Como parte del nuevo país,
su puerto ya no era único. Los galeones y los navíos se habían ido para siempre de su rada. Las
ciudades de Santa Marta y Barranquilla la sobrepasaron como centros de la región. Perdió
población dramáticamente. La práctica totalidad de su clase dirigente emigró. Durante mucho tiempo
la ciudad careció de visión e iniciativa. Todo era falta de vitalidad, descontrol, desorden. Se extendió
la miseria. Las viejas murallas y castillos se habían convertido en testigos mudos de un periodo de
vileza.

Sus orgullosos edificios púbiicos, casas señoriales, fortificaciones, iglesias y conventos literalmente
se deshacen. Tan sólo algún adinerado hace negocio provechoso en la ciudad: Juan Bautista
Mainero y Trucco, un rico inmigrante italiano, compra propiedades en Cartagena como quien
adquiere confeti. De cara al futuro, claro, porque la realidad es insoportablemente penosa.

El hundimiento fue tan profundo que en los primeros años del siglo XX la ciudad apenas contaba
con 9.000 habitantes, en comparación con los cerca de 20.000 vecinos en sus últimos años como
posesión española. Menos de la mitad. Y eso que ya se había iniciado la recuperación a finales del
siglo XIX. Absolutamente desmoralizada, la ciudad parecía haber renunciado a todo, hasta a su
propia vida, a pesar del peso principal que había tenido desde que fue fundada por Pedro de
Heredia.

Un cartagenero, Rafael Núñez Moledo, impuso en alianza con la más aristocrática de las elites de
Santa Fé la más férrea centralización andina del poder en Colombia. Además, Núñez predicó las
bondades de una inmigración masiva de europeos en la constitución de la población colombiana.

La anarquía, incluída guerra civil colombiana, cederá finalmente paso a las aspiraciones del
Pensador del Cabrero o El Regenerador --que de ambas formas le apodaron-- cuando con su frase
de: "Regeneración o catástrofe" termine expidiendo su movimiento político la constitución de 1886,
la cual permite que el país, y con él a Cartagena, recuperen un poco la serenidad, la sensatez y la
paz necesaria para cualquier desarrollo.

Rafael Núñez, el líder del movimiento regeracionista, cuatro veces presidente de Colombia, nació y
murió en Cartagena de Indias. Es un personaje fundamental en la historia colombiana pero también
muy discutido y que hoy sigue levantando agudas controversias en el país.

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

Es Núñez también el autor de la letra del himno nacional de Colombia , donde no se olvidó de su
ciudad, dedicándole la IV estrofa:
A orillas del Caribe
hambriento un pueblo lucha,
horrores prefiriendo
a pérfida salud.
¡Oh, sí! De Cartagena
la abnegación es mucha,
y escombros de la muerte
desprecia su virtud.
IZQUIERDA, retrato de Rafael Núñez. Museo Nacional de Colombia. DEBAJO, casa de Núñez en
Cartagena de Indias, situada en el barrio de El Cabrero, muy cerca de las viejas murallas.

A comienzos del siglo XX se edifica dentro de la antigua capilla de la Merced, --construida en 1625
y abandonada durante las guerras de Independencia-- el teatro Heredia. Se aprovechó la estructura
de tres naves del templo, para construir un teatro con esquema de herradura, platea, palcos,
balcones y los escenarios. Fue inaugurado en 1911.

Exterior e interior del Teatro Heredia.

En la fotografía del exterior se observa a la iquierda de la entrada principal otra parte del edificio,
también reconstruída, del antiguo convento de la Merced. Está siguado junto a un tramo de las
antiguas murallas.

La ciudad, finalmente, conseguiría resurgir con vigor . Un empujón llega con el ferrocarril de Calamar
inaugurado en 1894. Se ejecutaron planes para reactivar el puerto cartagenero, aumentar la cabaña
ganadera y promover la exportación de carne y café. El desborde de la ciudad se torna inevitable: en
1918 tiene ya tiene 50.000 habitantes. La ciudad comienza a expandirse en nuevas zonas, como
Manga, y luego Punta Icacos. Cartagena de Indias experimentó un aumento de la actividad
económica y de población constantes, sobre todo desde que en el primer tercio del siglo XX se
desarrolle el negocio del petróleo, que rápidamente convirtió a la ciudad en el más importante puerto
exportador colombiano.
En 1938 se inicia el bombeo de agua desde el revitalizado Canal del Dique, aquel que tan útil había
sido en los tiempos de colonia española. Vueltas que da la Historia.

Un aeropuerto fue construido al norte de la ciudad, en el barrio de Crespo. Nuevas industrias, como
la petroquímica, sumaron en la renovada pujanza de la ciudad. Y luego, en la segunda mitad del
siglo XX, se desarrolló una nueva gran industria: el turismo. Un hotel pionero, todo un clásico, es el
lujoso Hotel Caribe, inaugurado en 1945, situado en Bocagrande.

(Pulsar en las imágenes para ampliarlas)

Bocagrande

El Laguito

Hotel Caribe

Para adecuar la ciudad a su nuevo objetivo de ser centro turístico nacional e internacional se
emprendieron programas de revalorización y restauración de la arquitectura histórica y monumental.
Los castillos, murallas y edificios que se habían edificado allí durante la época española recobraron
brillo y esplendor. El avance fue entonces imparable: Centro de Convenciones, restaurantes,
festivales de cine, hoteles, urbanizaciones, etc.
El espectacular castillo de San Felipe de Barajas tuvo que ser rescatado. La independencia
colombiana había supuesto la ruina de este castillo. A principios del siglo XX era propiedad privada y
se encontraba en el más completo abandono. Había sido cercado de alambrada por los propietarios,
la familia Gulfo. Malezas y árboles cubrían totalmente sus lados. La vegetación era tal que ningún
forastero habría adivinado su existencia.
En 1928 se inició una cuidadosa labor de limpieza y restauración, que duró 35 años. Hoy día,
afortunadamente, cualquier visitante puede admirar una de las grandes joyas de la arquitectura
colonial española en América.

En 1959 la ciudad fue declarada Monumento Nacional. En 1984 la UNESCO declaró al sector
histórico de la ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Aunque al lector le cueste reconocerlo, lo que se ve aquí no es una colina sino las ruinas del castillo
de San Felipe de Barajas, visto desde el lado sur. Principios del siglo XX. Fotografía: Fundación
Fototeca Histórica de Cartagena de Indias.

Tras diferentes periodos de crisis y recuperación, la actual ciudad está hoy convertida en un
importante centro industrial y comercial de Colombia, contando con una población aproximada
de 1.000.000 de habitantes. También se ha transformado en un notable centro turístico. El viejo
casco urbano conserva muchos edificios y ese ambiente tan especial como encantador de la
época colonial. Se mantienen en pie las fortificaciones, recuerdo visible de su historia, siendo
espectacular la visión del Castillo de San Felipe de Barajas, considerada la fortificación colonial
más importante de América. Su puerto, el mayor de la costa norte colombiana, es uno de los
más importantes del Caribe. Cuenta, asimismo, con universidad, museos (entre ellos un Museo
Naval del Caribe sito en el antiguo colegio de los jesuitas), y centros culturales.

Casa de España

Museo Naval del Caribe


Centro de Convenciones

El buque escuela de la Armada Española, Juan Sebastián Elcano, navegando en Bocagrande. Año
2010.

El 12 de octubre de 1977 fue inaugurada por los reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía la Casa
de España, una mansión magníficamente restaurada del centro histórico sita en la calle
Sancho.

El moderno Centro de Convenciones Cartagena de Indias fue inaugurado en 1982, con el fin de
dar respuesta a la necesidad de contar con un lugar donde se celebrasen los múltiples eventos
económicos, culturales, políticos que se dan cita en Cartagena.

En Cartagena de Indias tiene importancia un evento llamado Reinado Nacional de Belleza,


donde se elige a la Miss más bella. Esto se celebra el 11 de noviembre, la misma fecha en que
la ciudad declaró su independencia en 1811. La fiesta del reinado está arraigada en el folklore
popular cartagenero, con sus desfiles de carrozas e imaginativos trajes de las candidatas, las
cuales están siempre acompañadas por los impecables cadetes de la Escuela Naval.

La histórica ciudad heroica tiene a gala ser denominada Distrito Turístico, Histórico y Cultural.
El recinto amurallado, que es como los cartageneros denominan a la ciudad vieja, está rodeado
parcialmente por las murallas que presentan, en general, buen estado de conservación y en
algún tramo pueden apreciarse obras de mantenimiento reciente.

Moderna fachada marítima

Chabolismo en la zona de La Popa

Pero no todo es luz y belleza pues la ciudad está fragmentada, es dual; existe la ciudad del
puerto, la de Castillo Grande, la del turismo … y la otra, la de grandes barrios chabolistas. El
80% de la población cartagenera actual es de clase baja, mientras que la clase alta,
aproximadamente el 5% de los cartageneros, acumulan mucho dinero y poder. Las
desigualdades son tan pronunciadas que podría hablarse de dos Cartagenas.

Otro aspecto importante de la Cartagena actual es la preocupación por la seguridad, problema


que va por barrios. Cuando se trata de mejorar la vida en la ciudad, hacerla más habitable, sus
dirigente, que suelen ser de clase alta y poderosa, parece tener siempre preocupaciones más
urgentes. Quienes tienen la sartén por el mango dominan en Cartagena una economía de
compradores y vendedores, de oferta y demanda, que no cesa de engordar las arcas de los
adinerados. Todo lo importado se expende a precios de atraco a mano armada. El visitante
puede ver afabilidad de trato tanto en señores como en sirvientes, y de ellos entre sí, pero en
Cartagena de Indias tanto los señores como los sirvientes saben qué lugar les corresponde.

Sólo queda añadir que en el lugar del primer fuerte que se construyó, el del Boquerón, hoy
llamado San Sebastián del Pastelillo, es el actual Club de Pesca de la ciudad. Para su reciente
restauración se han utilizado, hasta donde ha sido posible, las mismas técnicas constructivas
de la época colonial. La puerta de entrada al recinto amurallado, construida a principios del
siglo XVIII y entonces llamada Boca o Puerta del Puente, es hoy un lugar emblemático de
Cartagena de Indias conocido como Puerta del Reloj. El fuerte de Manzanillo está
acondicionado para alojar a huéspedes ilustres de Colombia. Y, en resumen, la ciudad merece
ser recorrida por cualquier visitante de Colombia.

Como colofón, unas palabras de Miguel Ángel Bastenier, periodista del diario El País, español
de origen y cartagenero de corazón, que se refiere así al Corralito de Piedra:

Cuando me preguntan si me gusta Cartagena, respondo escuetamente que sí “porque es


la ciudad más bella de España”. La Heroica es la aglomeración urbana,
arquitectónicamente española, más impresionante del mundo, de edificaciones regias y
viviendas de rango algo más asequible, originarias de los siglos XVIII y XIX, más
vestigios restaurados de épocas anteriores. Pero mi casa, diría mejor mi apartamento,
está lejos de esa concentración monumental agolpada en 2,4 kilómetros cuadrados de la
ciudad vieja, tan excepcionalmente bien preservados que Cartagena parece hoy un
museo viviente.

S-ar putea să vă placă și