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La Amazonia es un territorio que comparten ocho países, tiene una extensión aproximada

de 7,4 millones de km2 y es uno de los principales reservorios de carbono del planeta, y
uno de los territorios con mayor biodiversidad. Una porción importante de su territorio se
encuentra bajo figuras de protección, como áreas protegidas y reservas indígenas; sin
embargo, ha enfrentado procesos importantes derivados de presiones de la colonización, la
deforestación y el extractivismo, que han aumentado la vulnerabilidad del ecosistema ante
escenarios de cambio climático global. Se identifica como un territorio generador de
servicios ambientales, a escalas regional y mundial, lo que también lo hace un asunto
geopolítico. (Cepal, 2013, p.11)

La Amazonía se destaca por ser una de las ecorregiones con mayor biodiversidad en el
planeta, y por su cobertura boscosa se le conoce como el “pulmón del mundo”, razón por
la que constantemente se escucha de planes y proyectos para mantener esta reserva que
ayuda a regular el clima del planeta. Sin embargo, poco se sabe o se hace–por los
habitantes de esta región, quienes han desarrollado durante siglos una forma de
interrelación con la selva y los ríos, y de la cual solo se tiene una referencia parcial que,
aunque paradójico, ha permitido que los saberes y prácticas socioculturales se hayan
mantenido. (Ministerio de Cultura, 2015, p.13) Es decir que al tratarse de la fuente más
significativa en cuanto a equilibrio ecológico y ambiental en el mundo, se necesita con
urgencia del Estado la realización de políticas contundentes que contrarresten la
problemática en la que se ha visto tan inmersa esta parte del mundo, al ser una zona de
difícil acceso, el control por parte de los entes regulatorios del estado es difícil, pero no
solo por esto se deben desamparar los resguardos indígenas, agricultores y demás
personas que ven en este su mayor fuente de sostenibilidad ya que estos, tal vez por la
ignorancia o malicia lastimen esta parte tan importante de nuestro mundo.

A pesar de una gestión ambiental multifacética por parte del gobierno nacional y de las
actividades llevadas a cabo por organizaciones no-gubernamentales cada vez más
comprometidas en este campo, existen aún problemas enormes relacionados con la
ejecución de políticas articuladas y la financiación inadecuada de proyectos. Además, los
crecientes problemas de orden público, la falta de control por parte del gobierno nacional
y el abandono de vastos sectores del territorio amazónico en manos de la guerrilla, la
producción de drogas ilícitas, la ausencia de control de la explotación aurífera, la
colonización -que introduce una agricultura inapropiada para la región-, la creciente
pobreza, la explotación petrolera, la falta de apoyo del gobierno y del pueblo hacia los
parques nacionales y, en general, la carencia de una visión ambientalista de la población
colombiana contribuyen a que los problemas ambientales en la Amazonia se agraven y
continúen creciendo. (Defler, s.f). Ya sea por tradición indígena o por oposiciones
ideológicas se tiene de una u otra manera que crear liderazgo político en todas las
comunidades que dependen su diario vivir de las decisiones que el Estado provee, ya que
son estas las soluciones más palpables puesto que sin este liderazgo la problemática
ambiental va a ir en aumento y con el pasar del tiempo va a ser mucho más difícil o tal
vez irremediable una solución ecológica sin conflictos de intereses políticos.
No menos importante en el sur de la Amazonia colombiana existen distintas figuras
legales de ordenación del territorio: departamentos, resguardos indígenas, parques
nacionales naturales, reservas naturales, reservas forestales, distritos de manejo de suelos.
Sin embargo, al considerar la región amazónica colombiana desde el punto de vista de la
vegetación o como cuenca hidrográfica, hay que tener presente que las fracciones de los
departamentos de Nariño y Cauca, al oriente de la cordillera oriental, podrían ser
incluidas como parte de la Amazonia, los procesos de colonización, la expansión de las
fronteras agrícola y ganadera, y la ampliación de las zonas de cultivos de uso ilícito como
coca y amapola, han ocasionado una acelerada transformación de los paisajes de la región
durante el último siglo, con mayor énfasis en las últimas tres décadas. El fenómeno de
ocupación no planificada de estos territorios sobre la base de la deforestación, ocasiona la
fragmentación y la reducción de la biodiversidad de los bosques amazónicos. (Valencia y
Ruiz 2007). El declive de la selva amazónica no pasa por alto, la desbordacion de las
corrientes hídricas por la deforestación que causa la colonización agrícola, la siembra de
cultivos ilícitos y demás atrocidades por parte de la mano del hombre en busca de
beneficio propio, es una triste realidad.

Por otro lado estos ecosistemas se caracterizan por la fragilidad al encontrarse en su


mayoría asentados sobre suelos pobres muy vulnerables a la lluvia y al sol, por lo que una
vez talado el bosque la fertilidad de los suelos se agota con rapidez. Así, la gran
exuberancia de la selva no se debe a la buena calidad agrológica del suelo, sino al
particular funcionamiento de sus ecosistemas, que se basa en un ciclo de alimentación
generado por la selva y las condiciones ambientales de alta humedad y calor imperantes.
(Cepal, 2013, p.13) En relación con lo anteriormente mencionado es imperante tener a
buen saber que el mínimo cambio a este ecosistema pondría en gran riesgo la total
funcionalidad del mismo, afectando no solo los suelos por la erosión sino también a toda
la fauna que en esta habita.

La ampliación de la frontera agrícola, la ganadería extensiva, los incendios forestales y la


tala para la venta de madera, constituyen los principales motores de deforestación de
bosques tropicales en el mundo. Además de estos motores tradicionales, en Colombia se
presentan dinámicas como la colonización y el desplazamiento de poblaciones, la minería
y la siembra de cultivos ilícitos (Ortega et ál., 2010), que aumentan la presión sobre el
bosque. Partiendo de la anterior afirmación se debe a la falta de sentido de pertenencia, la
ambición desbordante y al abandono del Estado que se ha venido acabando en muy poco
tiempo y aceleradamente el follaje y la biodiversidad que caracterizaba a esta parte del
mundo.

En el caso de la presión colonizadora y productora en la frontera agropecuaria, las


dinámicas actuales están siendo impulsadas por desarrollos agrícolas y mineros en los
bordes y en el interior de la región, así como por el conflicto y el narcotráfico, todo lo
cual genera nuevos asentamientos y densifica los existentes. El sentido de estas presiones
se proyecta hacia el sur y el oriente de la región (cuenca media y baja de los ríos Caquetá
y Putumayo, y bajo Inírida). Las presiones sobre cultivos de coca han producido
desplazamientos de retorno de poblaciones hacia las capitales del Guaviare, Caquetá y
Meta, en un proceso de “urbanización”, y hacia el oriente (Vaupés, Apaporis), generando
la apertura de nuevos frentes de colonización. También producen migraciones como
oferta de trabajo para los desarrollos mineros y agrícolas en los departamentos de
Guainía, Meta y Vichada. (Cepal, 2013, p.33). En efecto la contaminación del ecosistema
terrestre no solo constituye un problema para la región, ya que el desplazamiento de
especies nativas a otros territorios de la geografía nacional, pondría en crisis el equilibrio
natural del ecosistema receptor, como ya se ha demostrado con anterioridad en muchos
casos la inclusión de estas especies puede traer consigo la extinción de especies ya
consolidadas.

Por ende la pérdida de biodiversidad también se produce por la explotación comercial de


millones de animales silvestres al año, lo que amenaza gravemente la función ecológica.
El tráfico ilegal de especies en la Amazonia colombiana forma parte de una red
internacional que involucra comunidades indígenas y colonos, grupos armados ilegales y
comerciantes mundiales. (Cepal, 2013, p.37) Lo que significa que la perdida de fauna
representa un riesgo potencial para el ecosistema, ya que es bien sabido que algunas
especies regulan y mantienen su medio ambiente controlado.

Los ambientes acuáticos se asocian a la disponibilidad del recurso hídrico, las


condiciones de fisiografía y clima, y las comunidades bióticas presentes. La dinámica de
los ecosistemas acuáticos, su productividad y su oferta de bienes o servicios, se relaciona
con el ciclo hidrológico. Durante la estación lluviosa, amplias áreas a lo largo de los ríos
principales y sus afluentes se inundan, conformando ambientes estacionales que se suman
a los cuerpos de aguas permanentes (ríos, quebradas y lagos), matizando una biota propia.
(Prieto y Arias, 2007) Por esto la minería ilegal lo químicos letales sumado a los
pesticidas usados en cultivo ilícitos son dos delos mayores riesgos para las fuentes
hídricas y toda la biodiversidad que de estas se desprenden no es difícil imaginar el
desauce de muchas especies a causa de esta problemática teniendo en cuenta que los ríos,
riachuelos quebradas etc. son un medio de transporte rápido y eficaz de esta clase de
contaminación
BIBLIOGRAFIA

Cepal y Patrimonio Natural. 2013. Amazonia posible y sostenible. Bogotá: Cepal y


Patrimonio Natural.

Ruiz S. L., Sánchez E., Tabares E., Prieto A., Arias J. C, Gómez R., Castellanos D.,
García P., Rodríguez L. (eds). 2007. Diversidad biológica y cultural del sur de la
Amazonia colombiana - Diagnóstico. Corpoamazonia, Instituto Humboldt, Instituto
Sinchi, UAESPNN, Bogotá D. C. – Colombia.

Sánchez E. 2015. La Tierra de la Abundancia Las cocinas tradicionales indígenas del sur
del Departamento del Amazonas. Ministerio de Cultura, Bogotá.

Ortega P.; García-Guerrero, A.; Ruiz, C. A.; Sabogal J.; Vargas, J. D. 2010.
Deforestación evitada. Una guía, red + Colombia, Conservación Internacional Colombia,
The Nature Conservancy, Corporación Ecoversa, Fundación Natura, Usaid, Patrimonio
Natural-Fondo para la Biodiversidad y Áreas Protegidas y Fondo para la Acción
Ambiental. Bogotá.

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