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APOLOGÉTICA
El Nuevo Testamento muestra que sus libros pastorales están directamente dirigidos
a comunidades de fe. Y aunque ninguno de ellos es su estado actual es primordialmente
apologético; indirectamente el Nuevo Testamento ofrece importante información sobre como
los primeros cristianos en sus diálogos con judíos y paganos defendían su fe bajo una
“defensa razonada” lo que es en sí el sentido original de la apología.
La predicación cristiana más antigua tal como se relata en Hechos, busca demostrara
los posibles creyentes que Jesús como mesías prometido, murió y resucitó según las
Escrituras. Entre las cartas del Nuevo Testamento, la dirigida a los Hebreos es notable por su
elaborada “argumentación” de que Cristo cumplió de forma incomparable todo aquello por
lo que Moisés, Aarón y otros sacerdotes y profetas, e incluso los ángeles habían sido
venerados.
Dentro del contexto de lo que concierne a la Era Patrística, encontramos que, ya para
el siglo II, se hallaban los llamados apologistas; convirtiendo así la apologética en la
expresión dominante de la literatura cristiana. De hecho, parte de esta literatura iba dirigida
a emperadores y autoridades civiles con el fin de conseguir tolerancia legal para los
cristianos; como también parte de estos escritos se dirigían a judíos y paganos, con la
esperanza de que llegaran a abandonar sus errores. Para el Medievo, a partir del siglo VII, la
apologética sumió la nueva tarea de responder a los musulmanes, y ya para el siglo XIII
Tomás de Aquino contribuyó de modo importante al desarrollo de la apologética con su
“Summa contra Gentiles”. También llamada “contra la verdad de la fe católica contra los
errores de los no creyentes”. En este contexto, la “fe” en estas verdades indemostrables,
sostenía; está garantizada racionalmente en virtud del testimonio de maestros autorizados,
cuya credibilidad esta autenticada mediante profecías y milagros.