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Universidad de Chile

Facultad de Ciencias Sociales


Departamento de Psicología

Nombre: Felipe Díaz Toloza Profesor: Pablo Reyes.

Cuando las piedras hablan: Tensión entre Palabra y Praxis en Lacan.


“Es una asfixia hablar, dar las explicaciones que nunca aclaran nada, destruir con la
palabra lo que se ha construido sin ella: el poema.”
Enrique Lihn.

Siempre cuando se habla de un Retorno, ocurre lo mismo que con la Historia: siempre
tiene sentido en cuanto relato presente y construcción actual. Incluso, pensar “lo Histórico”
desde el psicoanálisis es pensarlo desde, justamente, un Retorno particular: vuelto síntoma o
escritura, por ejemplo. Así, pensar a Lacan como un Retorno a Freud permite un
acercamiento estratégico hacia la obra del primero: en cuanto acercamiento fiel como
también reescritura original; como síntoma o desplazamiento: como metáfora dentro de
referentes metonímicos exequibles de pesquisar e historizar.
De este modo, Lacan abre puertas hacia el pensamiento freudiano; empero, cierra
otras. No me parece una lectura acertada (ni principalmente crítica) pensar a Freud desde los
“descubrimientos” que Lacan situó desde el Estructuralismo. Más bien, me interesa una
lectura de Lacan como, justamente, vengo diciendo: un Retorno (actual, estructural) a Freud.
Este retorno sugiere una embestida fuerte hacia los desarrollos post-freudianos que se
habían dado hasta la fecha; esto es visible tanto en la introducción de Función y Campo de
la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis (1953) como en el 2do apartado de La Instancia
de la Letra en el Inconsciente, o la Razón desde Freud (1957), entre otras obras. Un punto
considerable en esto es su crítica hacia una noción cartesiana de Yo como libre de conflictos,
transparente y autónomo. A pesar de que la crítica esté enunciada en la letra hacia Descartes,
Lacan en realidad dirige su atención a los retoños filosóficos que quedaron en los desarrollos
psicoanalíticos luego de Freud desde la psicología clásica (entre ellos, Descartes); así, la
psicología del Yo inaugurada por Anna Freud y el psicoanálisis estadounidense en general
cabe dentro de la crítica lacaniana.
Para Lacan, siendo sintético, el Yo no es más que la imagen de un otro desde la cual
el Je se identifica, forjándose un Moi. Me explico: en el texto El Estadio del Espejo como
Formador de la Función del Yo (1949) se trabaja esta primera relación especular del infante,
pensándose al Yo no como fundador de la subjetividad (y su máxima “pienso, luego existo”)
sino como función y efecto imaginario del lazo especular que se instaura ante el
reconocimiento (y nombramiento) de un otro: “basta con comprender el estadio del espejo
como una identificación en el sentido pleno que el análisis da a este término: a saber, la
transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen” (1949, p. 100, subrayado

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propio). De esta manera se forma el Yo (moi) que, desde Lacan, es pensado como Objeto,
como Yo Enajenado (con el respectivo eco hacia Rimbaud: “Yo es Otro”).
Entonces, ¿qué es el sujeto para Lacan si no es consciencia? Es un “espejismo”. Acá
conviene pensar el hecho constituyente no quizás desde Edipo, sino desde Narciso: Yo (moi,
o mío) solo puedo verme como otro, deseándose como otro en la medida en que ese Yo se
basa desde el reconocimiento de ese otro que le otorga a su imagen reunida en Yo (moi). Y
acá es donde Lacan nos hace pensar que el sujeto se define como un Sujeto de Deseo, pero
que ese deseo es Deseo de ese otro al instalarse el ser mismo como carente dada la extrañeza
(y agresividad) del sujeto hacia sí mismo (al ser otro de sí) (Melli, 1970, p. 86).
Para explicar esto, Lacan en Introducción del Gran Otro (1955) es bastante claro a
propósito de una experiencia: al salir de una clase, Lacan no quedó conforme con su
cometido; al no preparar lo suficiente su clase, voló demasiado alto. Sin embargo, sus
alumnos al salir de su clase, le felicitaron expresándole que todos quedaron muy contentos
con el seminario. Con eso Lacan, al ver que los demás estaban contentos, éste también se
alegró. Entonces:
“¿En qué momento soy verdaderamente yo? ¿En el momento en que no estoy
contento, o en el momento en que estoy contento porque los otros están contentos? […] Pero
espero hacerles ver hoy que sería errado creer que se trata aquí del mismo otro que ese otro
del que a veces del hablo, ese otro que es el yo, o, para ser más precisos, su imagen” (1955,
p. 354, subrayado propio).
De este modo, retomando la noción de Sujeto de Deseo, Lacan piensa la estructura
del sujeto dentro de una lógica Metonímica: es decir, de tal forma que el sujeto nunca puede
desarrollarse como un todo. Me explico: desde Saussure se pensó el signo lingüístico como
una unidad compuesta por un Significado (el concepto) y un Significante (imagen acústica);
pues bien, Lacan manifiesta que la innovación de Freud es que existe una asimetría entre
estos dos elementos: el Significante tiene primacía sobre el Significado, de tal forma que se
desliza el significado por bajo del significante a través de la barra: “… el significante por su
naturaleza anticipa siempre el sentido desplegado en cierto modo ante él mismo su
dimensión. Como se ve en el nivel de la frase cuando se la interrumpe antes del término
significativo: Yo nunca…, en todo caso…” (Lacan, 1957, p. 469).
Yendo un poco más lejos, Lacan piensa la excentricidad del sujeto de sí mismo a
partir de la identificación y alienación edípica que proporciona la cultura como estructura
inconsciente que arremete contra el sujeto, estructurando al sujeto mismo como significante
que siempre cambia continuamente de un significante a otro. Resumiendo, el sujeto es
metonímico en su carencia constitutiva de ser estructurada en su deseo siempre inalcanzable,
remitiendo a otros significantes (Melli, 1970, p. 87-88), invirtiendo la lógica cartesiana en
“pienso donde no soy, luego soy donde no pienso”, o “no soy, allí donde soy el juguete de
mi pensamiento; pienso en lo que soy, allí donde no pienso pensar” (Lacan, 1957, p. 484).
En este punto, el Pensamiento se torna interesante. En la medida en que el Yo se
instaura como ajeno de sí, las Palabras que posibiliten este pensamiento son siempre Palabras
de otro, haciéndole callar. Es decir que la relación imaginaria que tiene el yo con el otro se
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instala como tal en el “muro del Lenguaje” (1955, p. 366), siendo éste último alienación más
que apertura. Acá se instala otra crítica a las psicologías “cartesianas”: ¿dónde radica la
verdad de la cura?, ¿desde dónde se instala la palabra en el análisis? Dicho en seco, la labor
del analista es usar palabras para librar al paciente de sus propias (otras) palabras.
Acá Lacan también propone una explicación amena en El Gran Otro al preguntarse
por qué los planetas no hablan. Pues, “porque se los ha hecho callar”, ¿y mediante qué forma
se les ha hecho callar? “en el momento en que la teoría newtoniana produjo la teoría del
campo unificado”, reduciéndolo a una sintaxis simple ordenado por tres letras: como un
lenguaje. Es decir que es a través del lenguaje como se hace callar al paciente, tratándolo
como si fuese un planeta, unificándolo (sean etiquetas psicológicas o categorías psiquiátricas
o, más al punto, haciendo que su Yo hable y no el Otro en cuyo discurso se funda el
inconsciente); por lo tanto, el destino de la cura analítica no es “redondear al yo”, limar y/o
colocar armónicamente sus pulsiones parciales o sus mecanismos de defensa: ello iría por
lado de lo imaginario, fuente primaria y primera de la relación alienante del yo (a) con el otro
(a`). Por ello, lo que se busca es liberar la palabra del paciente de los espejismos del
narcisismo con el cual se identifica y construye su Yo; se busca la palabra que menos se
adecúe a la cosa llamada Yo para que hable, por el Otro (A), el sujeto analítico siempre
inacabado, en total abertura (S).
De este modo, la teoría lacaniana se erige como una crítica potente al Yo manejado
desde el sentido común, la psicología y el desarrollo post-freudiano. Sin embargo toda
propuesta crítica y relativamente novedosa puede, como toda luz, iluminar o enceguecer: así,
me parece interesante tensionar la puesta en marcha del sujeto lacaniano mediante un
contrapunto en los años 60` de toda propuesta Estructural en Francia: Jean Paul Sartre.
Durante aquella década en la cual el Estructuralismo estaba plenamente vigente, del
marxismo éstos hacían leña del árbol caído. Para ello, era clave que, dentro de la lógica
estructural, la noción de Historia se derrumbara o, al menos, quedara suprimida. La lectura
sartreana de este paso, de la Historia a la Estructura, muestra que se deja de lado un
componente esencial para toda filosofía genuinamente transformadora: la Praxis, la acción
del Hombre. Me parece de suyo evidente que, por ejemplo, en Foucault, la noción de Poder
omnipresente y solo posible de ser resistido (más no vencido al ser relación en una estructura
compleja de la cual el sujeto es construido por ella) peca de ser, al menos, poco dialéctico al
no contemplar que, así como el Hombre es producido por la Estructura, éste también podría
generar, en clave marxista, cambio en ella a través de su Trabajo.
Sartre, astutamente, se refiere a Las palabras y las cosas (1968) de Michel Foucault
no como una arqueología, sino como una geología: en el primero el foco está puesto en
reconstruir y entender las prácticas humanas de civilizaciones precedentes. En la geología en
cambio se nos presenta una serie de “capas” que presenta un terreno en particular; si bien es
cierto que estas “capas” condicionan el pensamiento en determinados períodos históricos, no
se muestra cómo es construido el conocimiento a través de esos determinantes, ni cómo un
pensamiento pasa del uno al otro. De este modo, la noción de Historia se vuelve
inaprehensible: se fragmenta en “historizaciones” particulares dentro de una Estructura que,
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a su vez y a sí misma, como noción, se autoimpone un estatuto de verdad científica (Sartre
en L` Arc, 1968).
De esta perspectiva mencionaré dos problemáticas. La primera dice relación con la
noción de sujeto en Lacan; y la segunda, siguiendo el hilo argumentativo de los párrafos
anteriores, entre los nexos entre Pensamiento y Lenguaje.
Desde Freud es pesquisable que el Yo es producto y no génesis; en El Yo y el Ello
(1923) se nos relata claramente que “el yo no es el dueño de su propia casa”. Sin embargo, a
pesar que en Freud exista una visión fatalista en lo que concierne al sujeto y la cultura, es
posible hacer una lectura emancipadora del mismo: es así como Reich y Marcuse, entre otros,
desarrollan una lectura freudiana a favor de prácticas de orden emancipatorio, pensando en
cómo distribuir la economía libidinal de los sujetos en las sociedad modernas; así, desde
Freud no estamos obligados a pensar dentro de una Estructura que nos determine y elabore,
cual destino escrito, a los sujetos. Desde Lacan, sin embargo, el sujeto está “descentrado”,
alienado de su propio lenguaje como Verdad psicoanalítica.
De este modo, el pensar lo inconsciente como estructurado en lenguaje supone la
determinación del pensamiento al lenguaje: es decir, que el pensamiento es lenguaje. Ello
supone varias nociones con respecto al rol del acto del sujeto: el lenguaje como hecho
científico se elabora y reproduce desde las prácticas sociales que le dan voz y forma; dicho
de frente, la lingüística posee tres aristas que componen su campo: la lengua (el lenguaje
menos el habla), la lengua como una realidad social y la acción del tiempo que permiten que
las fuerzas sociales ejerzan su impronta sobre la lengua. Y Lacán justamente se desentiende
de esto: la lingüística al querer recomponer un hecho científico debe necesariamente destruir
la complejidad que se produce en la realidad (Daix, 1969); así como en Física, para hacer sus
modelos se necesitó abstraer una realidad que no coincidía con la realidad (como calcular las
fuerzas en un sistema de cuerdas con fuerza de roce igual a cero).
A modo de declaración de principios, diré lo siguiente: pensar de forma Estructural
tiene ventajas teóricas fascinantes y muy enriquecedoras (pienso acá en la lógica del
inconsciente como metáfora y metonimia como la condensación y el desplazamiento en
Freud, por ejemplo); sin embargo, en las prácticas humanas contiene agujeros que nos
deberían ser críticos con los presupuestos que las recogen: desde una lógica estructural se
puede hacer ciencia, pero restando justamente aquello de lo cual se quiere pensar o
manipular, corriendo el riesgo de que sus nociones no sean más que “Palabras Plenamente
Vacías”; dicho de otro modo, destruir justamente con las palabras lo que se ha construido sin
ellas: al Hombre, y a este como agente activo en su transformación; es decir, al Poema.
Y ya para finalizar, ¿por qué los planetas no hablan? Aceituno nos trae una anécdota
interesante muy atingente: estando él en una posada al norte de Chile, escuchó una
conversación de un hombre que hablaba sobre los desaparecidos en la dictadura de esa zona.
Anonadado, salió pensando en cómo recoger esa memoria sin voz, mientras delante de él no
había más que piedras. Y las pensó como testigos: “si las piedras hablaran…”. Quizás es
tiempo de hacer vivir la voz que ha impreso el Hombre “que reclama otra manera de hablar,
de decir, de mostrar, de hacer” (2013, p. 47).
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Bibliografía.

Aceituno, R. (2013). Memoria de las cosas. Ediciones Departamento de Artes Visuales.


Colección Escritos de Obras. Santiago: Universidad de Chile.
Daix, P. (1969). ¿Sartre ha sido superado? en Claves del Estructuralismo. Buenos Aires:
Ediciones Calden.
Freud, S. (1992). El Yo y el Ello. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund
Freud (Vol. 19). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado 1923).
L` Arc. (1968). Sartre, el último metafísico. Letras Mayúsculas. Buenos Aires: Editorial
Paidos.
Lacan, J. (1949). El Estadio del Espejo como formador de la función del Yo (Je) tal como se
nos revela en la experiencia psicoanalítica en Escritos 1. Buenos Aires: Siglo
Veintiuno Editores.
Lacan, J. (1953). Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en psicoanálisis en Escritos
1. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Lacan, J. (1955). Introducción del Gran Otro en Seminario de Jacques Lacan, Libro 2. Buenos
Aires: Ediciones Paidos.
Lacan, J. (1957). La Instancia de la Letra en el Inconsciente, o la razón desde Freud en
Escritos 1. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Lihn, E. (1995). La Pieza Oscura (Antología). Santiago: Fondo de Cultura Económica.
Melli, C. (1968). Lacan: psicoanálisis y lingüística en Estructuralismo y Psicoanálisis.
Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.

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