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Introducción
El Plan de Dios
Nos cuenta el evangelio de Mateo (Mt 16, 13-19) que un día Jesús preguntó a sus
discípulos quien decía la gente que era él. Los discípulos le dijeron que unos decían que él
era Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o algunos de los profetas.
Entonces Jesús les preguntó quién decían ellos, sus discípulos, que era él. Pedro tomando la
palabra lo proclamó como el Cristo, el Hijo del Dios de la vida. Jesús como respuesta le
dijo que él sería la piedra fundamental de su Iglesia.
También nosotros podemos hacer las mismas preguntas sobre la Iglesia. ¿Qué dice la gente
que es la Iglesia? ¿Qué dicen ustedes?
- para unos la Iglesia es el templo, el edificio donde los cristianos se reúnen los domingos.
- para otros la iglesia son los obispos, los curas, las madrecitas.
- para otros la Iglesia es una institución poderosa que está al lado de los ricos.
- para algunos la Iglesia es una secta más, de las que hoy día aparecen por todas partes
- para otros la Iglesia es una especie de seguro de salvación para la otra vida
- para algunos la Iglesia es simplemente una tradición, un conjunto de costumbres que
hemos recibido de nuestros antepasados.
Pero a nosotros nos corresponde contestar la segunda pregunta. ¿Y ustedes qué dicen qué es
la Iglesia?, es decir ¿qué es la Iglesia para nosotros?
2. ¿Qué piensan ustedes de las diferentes, opiniones que la gente tiene sobre la Iglesia?.
“En todo tiempo y en toda nación son aceptos a Dios los que le temen y practican la
justicia. Quiso, sin embargo, Dios santificar y salvar a los hombres no individualmente y
aislados entre sí, sino constituirlos en un pueblo que le conocieran en verdad y le sirviera
santamente”.
(Constitución dogmática del Vaticano II sobre la Iglesia, n. 9.)
TEMA 2: EL PLAN DE DIOS
Introducción.
Por esto Dios creó el mundo, el cielo y la tierra, el sol y las estrellas, las plantas y los
animales, y finalmente, la primera pareja humana. La narración del Génesis sobre la
creación relata de formas poética y simbólica este plan de Dios. Adán y Eva, la primera
pareja, viven felices, en armonía con la naturaleza y en comunión con Dios, su Padre (Gen
1-2).
Pero este plan pareció quedar arruinando por el pecado. Los capítulos 3 al 11 del Génesis
nos explican de forma gráfica esta irrupción del pecado: la muerte entra en el mundo (Caín
mata a Abel, Gn 4), la naturaleza se vuelve contra la humanidad (el diluvio, Gn 6-9), la
humanidad se dispersa (la Torre de Babel, Gn 11). La humanidad quiere vivir su propio
proyecto, no el plan de Dios (pecado de Adán y Eva, Gn 3).
Vocación de Abraham
Pero Dios quiere, a pesar de todo, llevar su plan adelante, y para ello decide llamar a un
hombre para que sea el padre de un pueblo, que tendrá la misión de llevar adelante el plan
de Dios. El Génesis, después de los tristes capítulos que narran el pecado (Gn 3-11),
comienza con una nueva esperanza:
“Yavé (Dios) dijo a Abraham: Deja tu país, a los de tu raza, y a la familia de tu padre y anda
a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu
nombre y tu serás una bendición. Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te
maldigan. En ti serán benditas todas las razas del mundo” (Gn 12, 1-3).
Abraham creyó, obedeció a Dios, dejó su tierra y caminó hacia un país desconocido. Partió
con su esposa Sara sin saber a dónde iba. Abraham es la cabeza de un pueblo nuevo, del
pueblo de Israel, y el padre de todos los creyentes. El personifica a todos lo que en nombre
de Dios dejan atrás el mundo de muerte, odios y división y caminan hacia una tierra nueva
de esperanza. Comienza una historia de bendición. El plan de Dios se va a realizar. Si los
11 primeros capítulos del Génesis representan a la humanidad pecadora, que no se fía de
Dios, que mata y se divide, Abraham inicia el comienzo de una era de fe en Dios, de vida y
de comunión.
“Abraham
es todo aquel que,
en nombre de su fe en Dios
y por causa de su amor a la vida
se levanta contra toda una situación
de injusticia y de maldición
creada por los hombres,
y que para cambiar esta situación
está dispuesto a abandonarlo todo
a cambiar lo cierto por lo incierto
lo seguro por lo inseguro
lo conocido por lo desconocido
el presente por el futuro”.
1.- ¿Qué lecciones sacamos de esta primera reflexión sobre el plan de Dios y sobre la
vocación de Abraham para comprender mejor lo que es la Iglesia?
Dios reunió un pueblo: el pueblo de Israel, semilla de la Iglesia. Veamos sus principales
etapas.
I. Liberación de Egipto
Los descendientes de Abraham fueron a Egipto. Allí los egipcios y su rey Faraón les
esclavizaron y oprimieron duramente, e incluso Faraón condenó a muerte a los niños
varones recién nacidos de los Israelitas. Uno de ellos se salvó milagrosamente de las aguas:
Moisés.
El Faraón no dejaba salir al pueblo, pues se quedaba sin mano de obra barata. Moisés
acaudilló al pueblo, y este salió de Egipto atravesando el Mar Rojo. Dios liberó al pueblo,
secando el mar para que el pueblo pasara sin dificultad, pero en cambio atascó las ruedas de
los carros egipcios que los perseguían y los arrojó en el mar.
Así Dios liberó al pueblo de Israel. Es la primera Pascua. Una vez el pueblo liberado, Dios
estableció con ellos un pacto de Alianza en el monte Sinaí: el pueblo de Israel sería el
pueblo de Dios, y Yavé el Dios de Israel. Y les entregó los diez mandamientos que son
leyes para que el pueblo viviese en libertad (Ex 19-20). El pueblo de Dios es un pueblo
liberado y libre: por eso no adora a los ídolos de la muerte sino al Dios de la vida, por esto
respeta las personas y sus bienes, ama la verdad y protege la vida del pueblo como vida de
Dios.
1.- ¿Qué importancia tiene para la iglesia el hecho de que el pueblo de Dios naciese de la
liberación de la esclavitud?
2.- ¿Se experimenta la presencia de Dios siempre que el pueblo pasa de la esclavitud a la
libertad?
Lecturas Bíblicas:
El pueblo de Dios no fue fiel a la Alianza, se apartó muchas veces del Dios de la vida y
adoró a los ídolos del poder, del dinero y del placer. El pueblo que había sido liberado de la
esclavitud volvió a esclavizar a los más pobres de su propio pueblo. Sus jefes no fueron
buenos pastores del pueblo y éste se dispersó. Dios envió a los profetas para llamar al
pueblo a la conversión y anunciarles una nueva Alianza y un nuevo Éxodo. Y prometieron
que Dios mismo iba a ser el Pastor de Israel.
“Así dice Yavé: Yo mismo cuidaré de mis ovejas y las vigilaré como un pastor vigila su
rebaño cuando está en medio de sus ovejas dispersas. Así yo también visitaré las mías y las
sacaré de todos los lugares donde se habían dispersado en el día de nubes y tinieblas. Las
sacaré de los países donde están y de todas las naciones extranjeras, las reuniré y las llevaré
a su propia tierra y las cuidaré por todos los cerros de Israel, por todos los valles y lugares
poblados. Las llevaré a pastorear a pastos fértiles, a descansar en un buen corral de los altos
cerros de Israel. Yo mismo cuidaré mis ovejas y las haré descansar, dice el Señor Yavé” (Ez
34, 11 - 15).
El plan de Dios va a seguir adelante, a pesar de las infidelidades de Israel. Del pequeño
resto fiel de Israel, Dios escoge la semilla del nuevo Pueblo de Dios. Vamos a verlo
siguiendo el evangelio de Mateo, donde Jesús aparece como nuevo Moisés que convoca al
nuevo Pueblo de Dios, forma la comunidad, reúne discípulos, enseña, libera, sella un nuevo
pacto, envía a una nueva misión. Pero Jesús no es un simple caudillo, ni un profeta, sino el
Hijo de Dios encarnado, y fundamenta su comunidad en la cruz y la resurrección. Por esto,
este nuevo Pueblo, sin negar las características del antiguo pueblo de Israel, las
profundizará más. Si el primer Pueblo de Dios nació de la liberación de Egipto (primera
Pascua), el nuevo Pueblo de Dios surgirá de la Pascua de Jesús, de su muerte y
resurrección.
María, una joven virgen de Israel, es escogida para ser la madre de Jesús, el Salvador, el
Dios con nosotros, Mateo, 1, 18-25.
Jesús es el nuevo Moisés, que también será perseguido desde su infancia, Mateo 2.
Jesús anuncia el plan de Dios, el Reino: “desde que Jesús llegó ahí, empezó a decir:
“Cambien su vida y su corazón, porque está cerca el Reino de los cielos”. Mateo 4, 17.
Jesús empezó a reunir discípulos para esta misión y así formar una comunidad.
“Caminaba Jesús a orillas del lago de Galilea y vio a dos hermanos: Simón, llamado
después Pedro y Andrés, que echaban las redes al agua porque eran pescadores. Jesús les
dijo: Síganme y los haré pescadores de hombres. Los dos dejaron inmediatamente las redes
y le siguieron” (Mateo 4, 18-19).
Jesús desde un cerro, promulga las nuevas leyes del nuevo Pueblo: las bienaventuranzas,
ser sal y luz de la tierra, la rectitud de corazón, el amor fraterno, el perdón de las ofensas, la
sinceridad, la confianza en Dios y no en el dinero, la oración al Padre de todos, el dar frutos
de buenas obras (Mateo 5-7).
“Felices los que tienen espíritu de pobre, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Felices los que lloran, porque recibirán consuelo.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los compasivos, que obtendrán misericordia.
Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los
cielos”. (Mateo 5, 1-10)
Para Jesús los más importantes en este nuevo Pueblo son los pequeños, los sencillos, los
niños, los pecadores, los pobres, Mateo 11,21; 18, 1-14.
Para este nuevo Pueblo, Jesús busca responsables: los doce apóstoles y al frente de ellos,
Pedro. (Mateo 10, 1-15; 16, 13-20.
Jesús es rechazado por los jefes de Israel y será condenado a muerte. El nuevo Pueblo de
Dios será arrebatado a los judíos. (Mateo 21, 33-45).
Jesús dice que seremos juzgados al final de los tiempos por nuestro amor y solidaridad para
con los pobres. (Mateo, 25, 31-46).
Jesús hace con esta nueva comunidad una nueva Alianza, sellada con su propia sangre: La
Eucaristía es esta alianza que se consumará en la cruz. (Mateo 26, 26-29).
Jesús resucitado envía a sus discípulos a una nueva misión universal, la Iglesia no será una
secta:
“Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he
encomendado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo”
(Mateo 28, 19-20).
El Reino de Dios que Jesús anuncia 1.- ¿Es solo para después de la muerte, o debe
comenzar ya aquí?
2.- ¿Cuáles son las características más importantes de este nuevo Pueblo que Jesús
convoca?
Lecturas Bíblicas
Jesús había prometido a sus discípulos el Espíritu, que sería para ellos luz, fuerza y su
defensor frente a los enemigos, pero los apóstoles no entendían qué quería decir Jesús con
estas palabras.
Los Apóstoles se dispersaron al morir Jesús: creían que todo había sido un hermoso sueño,
un fracaso.
Pero Jesús resucitado se les apareció y ellos creyeron en él. Y antes de volver al Padre de
nuevo, les prometió otra vez que les enviaría su Espíritu. Lucas en los hechos de los
Apóstoles nos narra lo sucedido.
Los apóstoles estaban reunidos con María, cuando irrumpió con fuerza el Espíritu. Es una
nueva creación, una nueva alianza. Sucede lo contrario a Babel: hay gozo, valentía, amor y
comprensión mutua. Todo esto significa los símbolos del viento y de las lenguas de fuego,
Hechos 2, 1-13.
Fruto del Espíritu es la valentía con la que Pedro anuncia a Jesús, invita a la conversión y al
bautizo. Muchos son bautizados y se agregan a la comunidad de Jesús, nace la Iglesia.
(Hechos 2, 14 -41).
“La comunidad de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba suyo
lo que poseía sino que todo lo tenía en común. Los apóstoles daban testimonio de la
resurrección del Señor Jesús con mucho poder y Dios les daba su gracia abundantemente.
No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que tenían campos o casas las
vendían y entregaban el dinero a los apóstoles, quienes repartían a cada uno según sus
necesidades”
(Hechos 4,32-35).
2.- ¿El éxito de las sectas no se deberá a que muchas de ellas intentan vivir rasgos de la
Iglesia primitiva que nosotros quizás hemos olvidado?
3.- ¿Se parecen las comunidades eclesiales de base a esta Iglesia primitiva?
La Iglesia primitiva no se encierra en ella misma, sino que se abre a las necesidades ajenas.
Pedro y Juan sanan a un tullido en nombre de Jesús Nazareno. Es una Iglesia liberadora de
todo mal, (Hechos 3, 1-16).
“Salieron del sanedrín muy gozosos por haber sido considerados dignos de sufrir por el
nombre de Jesús. Y todos los días enseñaban y anunciaban en el templo y en las casas ‘la
buena nueva’ de Cristo Jesús” (Hechos 5, 41-42)
Pero Dios quería que esta Iglesia se extendiese no solo entre los Judíos, sino también entre
los paganos. El Señor se apareció a Saulo, un fariseo perseguidor de la Iglesia y lo convirtió
en el gran apóstol de las naciones San Pablo. (Hechos 9, 1-30).
Así la Iglesia se extendió por todo el mundo. Un día, hace casi 500 años, los sucesores de
los apóstoles llegaron a América Latina; la buena nueva de Jesús se nos anunció, creímos y
nació la Iglesia entre nosotros. Pero sobre esto volveremos a hablar más adelante…
“Consumada, pues, la obra, cuya realización en la tierra el Padre confió al Hijo, fue enviado
el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara sin cesar a la Iglesia, y de esta
forma los creyentes pudieran acercarse por Cristo al Padre en un mismo Espíritu. El es el
Espíritu de la vida, o fuente del agua que salta hasta la vida eterna, por quién el Padre
vivifica a todos los hombres muertos por el pecado, hasta que resuciten en Cristo sus
cuerpos mortales. El Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de sus fieles como en un
templo, y en ellos ora y da testimonio de la adopción de Hijos” (Constitución dogmática
sobre la Iglesia, Vaticano II, n4).
Unidos al rezar,
unidos en una canción,
viviremos nuestra fe
con la ayuda del Señor.
TEMA 7: ¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS
DE LA IGLESIA?
Esta comunidad se reúne para celebrar la Eucaristía, es decir para participar del Cuerpo y
Sangre de Cristo. (1 Corintios 11, 17-34).
“Y el pan que partimos ¿no es la comunión del Cuerpo de Cristo? Uno es el pan y por eso
formamos todos un solo cuerpo, porque participamos todos del mismo pan” (1Cor 10, 17).
En la Iglesia existe igualdad entre todos sus miembros, que nacen de la misma fe y del
mismo bautismo. Gálatas 3, 26-29.
Pero en la Iglesia hay diversas funciones, ya que el Espíritu Santo reparte sus dones para el
bien de todo el Pueblo de Dios.
“Sean un cuerpo y un espíritu, pues al ser llamados por Dios, les dio a todos la misma
esperanza. Uno es el Señor, una la fe, uno el bautismo. Uno es el Dios, Padre de todos, que
está por encima de todos y que actúa por todo y en todos. Sin embargo, cada uno de
nosotros ha recibido su propia parte en la gracia divina, según como Cristo se la dio”
(Efesios 4, 3-7).
Por esto en la Iglesia hay laicos casados, catequistas, profetas, religiosos, maestros,
pastores…
Los pastores son los encargados de animar la fe de las comunidades con la palabra y el
ejemplo, procuran mantener su unidad y su fidelidad al evangelio. Son servidores del
Pueblo de Dios (Marcos 10, 42-45). Estos pastores son los obispos, colaborados por los
sacerdotes.
“Cristo fue enviado por el Padre para evangelizar a los pobres y sanar a los contritos de
corazón, para buscar y salvar lo que había perecido; de manera semejante la Iglesia abraza
con amor a todos lo afligidos por la debilidad humana, más aún reconoce en los pobres y en
los que sufren la imagen de su Fundador pobre y se esfuerza por aliviar sus necesidades y
pretende servir en ellos a Cristo” (Constitución dogmática de la Iglesia, Vaticano II, n8).
Finalmente la Iglesia es un pueblo que vive la comunión: con el Padre (1 Juan 1,5) con
Cristo (1 Corintios 10,16) y con los hermanos, llegando hasta compartir sus bienes con los
más necesitados (Hechos 2,42). Así la Iglesia refleja ante el mundo el misterio profundo de
Dios y su Plan de formar una familia humana (Juan 17,21).
1.- ¿Qué característica de las indicadas te llama más la atención y te resulta más nueva?
2.- ¿Cuál de estas características te parece más importante para tu comunidad eclesial?.
Lecturas bíblicas:
“Después que tomaron preso a Juan, Jesús fue a la región de Galilea. Así anunciaba la
buena Nueva: Se ha cumplido el tiempo. El Reino de Dios está cerca. Cambien su vida y su
corazón. Conviértanse y crean en la Buena Nueva” (Marcos 1, 14-15).
Afirmar que la Iglesia construye el Reino, significa que la Iglesia no puede encerrarse en sí
misma ni en las paredes de sus templos, ni en la sacristía, sino que debe trabajar y luchar
por la verdad, la libertad, la fraternidad, la justicia y la vida. El Reino de Dios es integral:
abarca a toda la persona, a toda la humanidad, al presente histórico y al futuro. Ese Reino
ya debe comenzar aquí, aunque se consumará al final de los tiempos.
1.- ¿La Iglesia debe interesarse por los problemas sociales, culturales, económicos,
políticos, por los derechos humanos, por la salud?
2.- ¿Nuestra comunidad es una “Iglesia de sacristía” o una Iglesia constructora del Reino?
TEMA 9: LA IGLESIA SERVIDORA DEL REINO
Jesús no sólo anunció el Reino, sino que lo realizó y se enfrentó con los que no querían que
el Reino de Dios fuera adelante. Pero este Reino de Dios, Jesús lo anunció prioritariamente
a los pobres, y los milagros realizados para ellos, fueron signos de la presencia del Reino de
Dios entre nosotros:
“Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, y según acostumbraba entró el día sábado a la
sinagoga. Cuando se levantó para hacer la lectura le pasaron el libro del profeta Isaías:
desenrolló el libro y halló el pasaje en que se lee:
“Jesús entonces, enrolla el libro, lo devuelve al ayudante y se sienta. Y todos los presentes
tenían los ojos fijos en él. Empezó a decirles: hoy se cumplen estas profecías que acaban de
escuchar”. (Lucas 4, 18-21).
Y a continuación Lucas nos narra cómo Jesús expulsa demonios, cura enfermos y sana a los
afligidos de diversos males (Lucas 4,31-44).
Toda la vida de Jesús revela su predilección por los marginados: pobres, pecadores
públicos, enfermos, niños, leprosos, samaritanos, mujeres, publícanos. Jesús come con ellos
como señal de que ellos son los primeros invitados al Reino (Lucas 15, 1), les hace
milagros a ellos (Lucas 7,22), les llama bienaventurados (Lucas 6,20-23) y se identifica con
ellos (Lucas 9,46-48). Esto le lleva a enfrentarse a los poderosos que oprimen al pueblo
(Lucas 6,24-26) por éstos Jesús será asesinado, pero resucitando, el Padre muestra que el
Reino va adelante.
La Iglesia si quiere ser fiel a Jesús, debe seguir sus pasos: optar por los pobres, estar al lado
del pueblo sencillo, trabajar por su liberación de todo tipo de opresión y mal, estar atenta a
su clamor.
“Los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, en
especial de los pobres y afligidos, son también los gozos y esperanzas, las tristezas y
angustias de los discípulos de Cristo” (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo
actual, Vaticano II, n 1).
La Iglesia es, pues, servidora del Reino, semilla del Reino en este mundo, ha de anunciar y
realizar el Evangelio del Reino, comenzando por los más pequeños y pobres. Así hará que
toda la masa del mundo sea fermentada con la levadura del evangelio (Mateo 13, 33).
Lecturas bíblicas:
“Cuando doy pan al pobre me llaman santo. Cuando pregunto por qué los pobres no tienen
pan, me llaman comunista”
(Arzobispo Dom Helder Cámara).
TEMA 10: PUEBLO EN MARCHA
La Iglesia es el Pueblo de Dios en marcha hacia el Reino. Esto quiere decir que la Iglesia
tiene su historia. Vamos a enumerar algunos momentos de esta historia.
La Iglesia primitiva se fue extendiendo poco a poco por todo el Imperio Romano. Pero era
una Iglesia pequeña y sufrió persecuciones de varios emperadores, porque los cristianos no
querían adorar a los dioses del Imperio, ni al Emperador. Los cristianos adoraban a un sólo
Dios el Padre y a un sólo Señor, Cristo Jesús (1 Corintios 8,6). Hubo numerosos mártires:
fueron los primeros santos. En aquellos años ser cristiano suponía compromiso personal y
riesgo. Aunque no dejó de haber problemas, era una Iglesia que seguía de cerca los pasos de
Jesús pobre.
Desde el siglo IV (hacia el año 380) la Iglesia es reconocida por el Imperio y pasa a ser la
Religión oficial de Roma. Cesan las persecuciones, comienza la paz, pero a un precio muy
caro: la Iglesia aparece unida al poder. Dentro de la comunidad cristiana, los obispos cada
vez se parecen más a los señores de este mundo y se distancian de la base eclesial.
Comienza a darse una separación cada vez mayor entre los pastores (jerarquía) y los fieles
(laicos o seglares). Esta época se llama de Cristiandad, y con diferentes variantes, se puede
decir que ha durado hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965). Sin embargo en este tiempo
nunca faltaron comunidades cristianas, ni santos y profetas que predicaban con su ejemplo
el evangelio.
1.- ¿Qué hacer para que la Iglesia vuelva a estar unida como quiso Jesús?
A pesar de estas sombras, el evangelio arraigó en América Latina y vio abundantes frutos.
Surgieron admirables síntesis de evangelización y promoción humana de evangelización y
cultura:
“Nuestro radical substrato católico por sus vitales formas vigentes de religiosidad fue
establecido y dinamizado por una vasta legión misionera de obispos, religiosos y laicos.
Está ante todo la labor de nuestros santos, como Toribio de Mogrovejo, Rosa de Lima,
Martín de Porres, Pedro Claver, Luis Beltrán y otros… quienes nos enseñan que, superando
las debilidades y cobardías de los hombres que los rodearon y a veces los perseguían, el
Evangelio, en su plenitud de gracia de amor, se vivió y se puede vivir en América Latina
como signo de grandeza espiritual y de verdad divina”. (Documento de los obispos de
América Latina reunidos en Puebla, n 7).
A través de toda esta historia, la Iglesia aparece como santa y pecadora, necesitada siempre
de conversión y de reforma. Pero el Señor no la abandona nunca y su Espíritu continúa
guiándola para que cumpla su misión y avance hacia el Reino. La Iglesia peregrina hacia la
Tierra Nueva y los cielos nuevos (2 Pedro 3, 13), a donde ya han llegado tantos hermanos
nuestros, que con su ejemplo e intercesión nos animan a avanzar como Pueblo de Dios.
Junto a Cristo resucitado, María, los mártires y todos los santos, son para nosotros un signo
de esperanza en nuestra peregrinación:
“Sin embargo, hasta que aparezcan los cielos nuevos y la tierra nueva, en los que habita la
justicia, la Iglesia peregrinante, en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este
tiempo, lleva sobre sí la figura de este mundo que pasa, y ella misma vive en medio de las
criaturas que todavía gimen con dolores de parto, y esperan la manifestación de los hijos de
Dios” (Constitución dogmática sobre la Iglesia, Vaticano II, n 48).
Lecturas bíblicas:
1. La Iglesia es un Pueblo congregado por la Palabra, que se reúne para orar y celebrar la
Eucaristía y los Sacramentos.
2. Es una comunidad de hermanos, iguales en dignidad en la que cada uno desempeña su
propia función (o carisma).
3. Entre las funciones de la Iglesia destaca la de los pastores, que sirven a los hermanos y
buscan la unidad de la comunidad.
4. El Pueblo de Dios, siguiendo a Jesús, se orienta a construir el Reino de Dios,
comenzando ya en este mundo.
5. Como Jesús, la Iglesia debe optar por los más pobres para que en ellos comience a
realizarse el Reino de Dios.
6. La Iglesia es servidora del Reino, semilla de fraternidad.
7. Es un Pueblo en marcha a través de la historia, hasta llegar a la Tierra Nueva.
8. En este caminar hay debilidades y pecado, divisiones y abusos, por lo cual la Iglesia
siempre necesita conversión y reforma.
9. En este peregrinar el Espíritu guía a la Iglesia, la renueva y la santifica constantemente.
10. Los santos nos preceden en nuestra peregrinación y son una señal de esperanza para la
Iglesia en marcha.
TEMA 12: NUESTRA IGLESIA
Nuestra Iglesia es la comunidad cristiana local con la que nos reunimos para compartir la
fe, celebrar la Eucaristía y caminar hacia el Reino de Dios.
Todas la Conferencias Episcopales del Mundo están en comunión con el Obispo de Roma,
sucesor de Pedro, el Papa, que actualmente es Benedicto XVI que vela por la unidad y
confirma la fe de sus hermanos (Lucas 22, 32), a través del magisterio de su palabra, de los
viajes y encuentros con las diferentes comunidades.
La Iglesia de América Latina, también ha vivido como la Iglesia universal durante una larga
etapa de Cristiandad, con diferentes matices (tiempo de la colonia, tiempo de la
independencia, años 50…). Como a la Iglesia universal, también llegó a América Latina el
soplo renovador del Vaticano II, sobre todo a través de las conferencias del episcopado
latinoamericano de Medellín (68) y Puebla (79).
Fruto de este acercamiento al pueblo pobre son las comunidades eclesiales de base (CEBs),
que son una nueva forma de ser la Iglesia, el primer núcleo o célula de la estructura
eclesial, un foco de evangelización y factor primordial de promoción y liberación (Medellín
15, 10). Estas formas son expresión del amor preferencial de la Iglesia por el pueblo
sencillo. En ellas se vive la fe y se expresa y purifica la religiosidad popular, se da al pueblo
la posibilidad de participar en la tarea eclesial y en el compromiso de transformación de la
sociedad (Puebla 643).
1.- ¿Qué opinas de las opciones que ha tomado la Iglesia de A.L. y en concreto la Iglesia
Ecuatoriana en estos últimos años?
Lecturas bíblicas:
La Iglesia particular es la Iglesia de Dios, (1 Corintios 1, 1-2).
La Comunicación y ayuda entre las Iglesias, (1 Corintios 16, 1-4).
Responsabilidad de Pedro sobre todas las Iglesias, (Hechos 15, 1-12).
Persecuciones de la Iglesia, (Apocalipsis 12).
“Así pues, el mismo espíritu de pobreza evangélica hará que tratemos de impedir y
luchemos por reparar cualquier clase de atropellos y marginaciones de los pobres; y
también evitará que se instrumentalice e idealice a los oprimidos, incentivando en ellos
meramente el deseo de un mejor bienestar material y descuidando la purificación y
maduración de sus valores más profundos, especialmente religiosos. Por lo contrario, la
opción evangélica, exige de nuestra Iglesia un testimonio de rechazo efectivo a los modelos
de riqueza, demanda una solidaridad con la causa de los pobres y con sus esfuerzos de
organización y una acción evangelizadora entre ellos y desde ellos mismos, en busca de un
modelo de vida y de sociedad, que al tiempo que conquista una progresiva y justa
participación de los bienes y derechos humanos, contribuye a desterrar la pobreza injusta,
realza los valores de los pobres, restituye la libertad plena que es condición necesaria para
vivir el Evangelio, cierra las puertas al materialismo y consumismo de la actual sociedad y
a todo tipo de opresión, y permite implantar una auténtica vida participativa y comunitaria.
No es meta de la Iglesia que el hombre gane más cosas sino que sea más hombre, en la
plenitud de Cristo.
Algunos dan bastante importancia a la misa. Otros ninguna importancia. Algunos sólo van
por costumbre o porque es una obligación, un mandamiento de la Iglesia. Casi todos los
que van es para ver o escuchar al padrecito.
Hay gente que piensa que la misa y otros rezos (el rosario) es todo lo mismo. La única
diferencia es que en la misa hay sacerdote y las otras devociones no...
* COMER JUNTOS
-Es señal de amistad, de unión, de fiesta.
-El que come del mismo plato es porque es de la familia, es amigo, compañero leal.
-EN LA MISA TODOS COMEN DEL MISMO PAN, EN EL MISMO PLATO, BEBEN
DEL MISMO VINO, EN LA MISMA COPA.
NO PUEDE COMULGAR:
LA MESA DE DIOS
Lecturas Bíblicas:
Jesús:
PARTICIPAR EN LA MISA
Es unir todo trabajo, todo sufrimiento, toda lucha, toda muerte, al sufrimiento y la muerte
de Jesús.
* Por la fe
* Por la unión del pueblo
* Por la lucha valiente contra la explotación y la injusticia.
2. La resurrección de Jesús es señal segura y garantía de liberación para todos. ¿Por qué?
3. ¿Por qué el gesto del pan y el vino es señal de la muerte de Jesús?
4. ¿Por qué comer el pan y beber el vino compromete al cristiano a luchar y a vivir como
Jesús?
Lecturas Bíblicas:
LA MISA
Es dar gracias a Dios por esta alianza; es por eso que también tiene el nombre de
EUCARISTÍA que quiere decir: DAR GRACIAS: AGRADECER
Cada vez que comemos el Pan y bebemos el Vino renovamos este acuerdo, que nos
compromete en la comunidad, a hacer como Jesús, a entregar la vida, para que el REINO
DE JUSTICIA Y AMOR ****LLEGUE PRONTO****
Lecturas bíblicas:
-La misa nació durante la fiesta que recordaba la liberación del pueblo de Israel.
-TODA MISA ES FIESTA DE LIBERACIÓN
* Porque Recuerda
* Y hace presente
Lecturas de la Biblia:
-Cómo va a ser el Reino de Dios: Isaías 11, 1-10; 2 Pedro 3, 12-13; Apocalipsis 21, 1-5.
-Cómo era la primera comunidad de los cristianos: Hechos 2, 43-47 y 4. 32-35.
-Todos comerán hasta hartarse: Juan 6, 1-14.
-Jesús, Señor de todo: 1 Corintios 15, 24-28.
LA PALABRA DE DIOS
-Es vida
-Es guía y luz
-Es Fuerza
Sólo el que sabe respetar a su hermano y compañero, el que sabe valorar al pobre y
oprimido, el que sabe repartir con los otros y procura ser igual ENTIENDE LO QUE DIOS
DICE.
La palabra de Dios no es propiedad de nadie.
-Es palabra de todos para todos,
-Es palabra de los pobres para los pobres
Los pobres que acogen esta palabra en la comunidad de los hermanos son los que pueden
comulgar el cuerpo y la sangre de Jesús.
LA PALABRA DE DIOS creó de la nada todas las cosas, y ahora lo transforma todo:
* el corazón del ser humano
* la vida del pueblo
* la historia
LA PALABRA DE DIOS
2. ¿Creen de verdad que Dios habla para la gente en “la voz de los hermanos”?
3. ¿Por qué sólo quien sabe respetar a los compañeros y dar valor a los pobres entiende la
Palabra de Dios?
4. ¿Por qué acoger la Palabra de Dios es comprometerse con la transformación del mundo?
Lecturas de la Biblia:
-La Palabra de Dios es como lluvia que empapa la tierra: Isaías 55, 10-11
-La Palabra de Dios es como espada: Hebreos 4, 12-13; es como semilla: Mateo 13, 1-23.
-Oír la Palabra y cumplirla: Santiago 1, 22-25.
-La Palabra de Dios juzga: Juan 12, 44-48.
-Dios nos hace nacer por su Palabra: Santiago 1, 18 y 1 Pedro 1, 23.
-Cómo debemos hablar en la Iglesia: 1 Corintios 14, 1-4 y 19 y 29-32.
TEMA 19: LA MISA COMIENZA EN EL TRABAJO
Jesús eligió para esta comida pan y vino porque era la comida que había en cualquier casa
de su pueblo, como el arroz, el maíz, la chicha, entre nosotros.
Por el trabajo el hombre transforma el trigo y la uva, frutos de la naturaleza, en pan y vino.
Y EXIJE EL COMPROMISO
-De luchar juntos para transformar la sociedad
-Para que la riqueza producida por el trabajo sea distribuida entre todos con igualdad.
Preguntas al grupo.
Lecturas de la Biblia:
3. LA MISA es para quien tiene fe en Jesús y vive la fe junto con los otros en la comunidad.
Por eso la misa no es cosa sólo para las mujeres y los niños. Es un asunto de Fe.
4. IR A MISA es algo más que una “obligación”. A misa va quien sabe dar gracias a Dios
por lo que recibió y quiere ofrecerle la vida, la lucha, el sufrimiento, el trabajo y las
victorias del pueblo.
5. EN LA MISA la comunidad
-Recuerda la muerte y la Resurrección de Jesús.
-Escucha la palabra de Dios.
-Conversa sobre la vida del pueblo.
TODOS tienen derecho a hablar, no sólo el sacerdote. Sólo el que sabe escuchar la palabra
de los compañeros, puede entender la Palabra de Dios. La misa es asunto de la comunidad.
Preguntas al grupo:
Lecturas de la Biblia:
Una de las novedades más significativas de la última reforma litúrgica ha sido que
también los laicos participan ahora en los varios ministerios, proclamando lecturas,
animando la oración o el canto, incluso distribuyendo la comunión.
- En la liturgia los laicos, además de participar en ella celebrando- que es, desde luego, su
más noble derecho y deber- tiene también la capacidad de que se les encomiende diversos
ministerios
- La novedad de esta decisión de Paulo VI fue que estos ministerios seguirían siendo
propios de laicos, o sea, el que quedara instituido en ellos no pasaba ha ser clérigo, sino que
recibía este encargo oficial desde su identidad laica. Lo que ha pasado es que en casi todas
partes estos dos ministerios sólo se dan a los que luego van a seguir el camino del
diaconado.
- Hay ministerios no instituidos, pero que de alguna manera tienen carácter oficial y más o
menos permanente: son los que se pueden llamar reconocidos. Tal es el caso de los que han
sido propuestos por los responsables de la comunidad y han recibido del obispo el
nombramiento como ministros extraordinarios de la distribución de la Eucaristía.
- Pero los más numerosos de los laicos que ejercen ministerios en la liturgia son los que de
hecho ejercen la proclamación de las lecturas, la animación del canto y la oración, el
servicio en torno al altar, o sea, una especie de sustitución o de prolongación de los que en
principio harían los diáconos o los ministros instituidos como lector y acólito.
- En el caso de estos ministerios “de hecho” o los “reconocidos” no hay distinción entre
hombres y mujeres. Mientras que los ministerios “ordenados” y los “instituidos” sólo se
pueden encomendar a varones.
- El campo de la misión pastoral tanto en hombres como mujeres, que sumen de una forma
más o menos estable el encargo de los varios ministerios para el bien de la comunidad, en
coordinación con los ministros ordenados. El campo de esta misión a los laicos abarca
desde la catequesis hasta la animación de grupos y comunidades, pasando por el cuidado de
los enfermos, la preparación a los sacramentos, la pastoral de los marginados, la labor en
organismos económicos. Se trata de aprovechar la conciencia creciente que estimula a los
laicos a la corresponsabilidad, actuando como servidores de sus hermanos en los varios
campos mencionados. También, y de un modo muy privilegiado en el de la celebración
litúrgica.
- No sólo los ministerios ordenados, que no se acepta que puedan ser abiertos a la mujer,
como tampoco se vislumbra que los instituidos (lector y acólito) como tales, o sea como
ministerios oficiales y establemente conferidos, se dan a al mujer. Aunque en este caso ha
habido peticiones formuladas por personas muy autorizadas, para que se revise esta norma,
ya que de hecho, estos mismos ministerios los realizan ya las mujeres (lecturas, distribución
de la comunión, etc.)
- La mujer tiene un papel privilegiado en tantos campos de la vida de la Iglesia: la
catequesis, los medios de evangelización, la pastoral de los marginados y enfermos, la
asistencia social. Es lógico que también en la liturgia agua entrado con toda naturalidad, en
estos últimos años, a realizar los ministerios de lectura, la animación del canto y de la
oración, la distribución de la comunión, el servicio de la acogida, etc. Así la imagen del a
comunidad queda mucho más representativamente retratada en el modo mismo de la
celebración.
- Esto ha sucedido con los titubeos iniciales que todos recordamos. Cuando 1969 apareció
la primera redacción de la introducción al Misal Romano, se decía que si las lecturas eran
proclamadas por una mujer, ésta no podía subir al presbiterio, por tanto al ambón, (IGMR
66) Pero luego, en la instrucción corregida de 1970, ya se dejaba este extremo a las
conferencias episcopales (reunión plenaria de los obispos de una nación) criterio que luego
pasó a la segunda edición típica del Misal. Entre nosotros se tiende claramente a la igualdad
entre hombres y mujeres respecto a estos ministerios.
- Ha sido una riqueza el que con naturalidad se haya admitido a la mujer a muchos
ministerios litúrgicos, sin excesiva distinciones entre hombre y mujer. Sin que tengamos
que caer en el extremo opuesto: que ahora sólo ellas aparezcan realizando estos
ministerios.
TEMA 22: EL PORQUÉ DE ESTOS MINISTERIOS
DE LAICOS
- Si el motivo último de esta apertura a ministerios de laicos fuera el que ahora hay pocos
sacerdotes, sería una motivación realista pero poco profunda. Si se tratara sencillamente de
dar más entrada a la nueva sensibilidad democrática que existe en el mundo, sería una
acomodación razonable, pero tampoco demasiado consistente. Si lo que se persigue es una
mejor pedagogía para que la celebración, siguiendo unas leyes propias de dinamismo de
grupos, sea más eficaz con la ayuda de sus miembro, también sería legitimo, pero no la
razón más convincente.
- Antes los laicos se decía que tenían un ministerio delegado, no propio. Ahora el Concilio
habla de que también ellos realizan ministerios verdaderamente litúrgicos.
a). Lo más noble que hacen los laicos en al celebración litúrgica no son los ministerios, sino
su participación. Es más importante que un cristiano escuche la Palabra, pueda reza y cantar
con sus hermanos, sintonizar con la acción de gracias eucarística y participar en el Cuerpo
y la Sangre del Señor, que no que le encomienden una lectura o un canto. La participación
es antes que la intervenciones ministeriales, aunque también éstas tienen sentido. Todos
están invitados a celebrar y participar. Pero no todo en todos en todo momento están
interviniendo. Uno está proclamando la lectura, por ejemplo, y todos los demás escuchan.
Todos participan y celebran la Palabra, aunque en estos momentos uno solo está actuando.
Lo mismo puede decirse del ministerio de la homilía o la proclamación de la Plegaria
Eucarística. También se participa, y activamente, escuchando y mirando.
b). Todo ministerio en la comunidad, desde el del presidente hasta el del último monaguillo,
se entiende como servicio y no como un privilegio de poder. Es un carisma para el bien de
los demás. El misal le recuerda en el número 60 de la Instrucción general, al presidente que
su actitud fundamental es el de servicio. Esto se tendría que notar también en los laicos que
intervienen como ministros. No son dueños, sino servidores. El tono de su voz, su porte, su
actitud tendrían que poner de manifiesto claramente su talante servicial, su amor a lo que
hacen, su entrega a la comunidad, su deseo de ayudar, a la vez que ellos mismos expresan y
profundizan su fe.
c). Estos ministerios deben concebirse desde una visión de pastoral de conjunto. Dentro de
la programación de la vida comunitaria, que tiene en cuenta las diversas funciones de sus
miembros, está también el equipo de animación litúrgica con sus diversos ministerios. Se
ese mismo equipo y su funcionamiento, también deben existir una buena coordinación. El
encargado de la música no se puede desentender del animador de la celebración, y todos
ellos no pueden actuar independientemente del que preside la celebración. Una de las
cualidades de todo buen ministro es su capacidad de trabajar en equipo.
Además, es bueno que los varios laicos que actúan en la celebración aportando sus
ministerios, no limiten su trabajo a este campo de la liturgia. Si es posible sería bueno que
el lector ejercite algún otro apostolado en el terreno de la catequesis, la preparación de otros
lectores o en la organización de cursos bíblicos. O que el acólito o el animador de las
celebraciones o el que distribuye la comunión, interviniera también activamente en otro
momento de la pastoral comunitaria, como la atención a los enfermos o a los niños o los
marginados.
d). Los ministerios, a ser posible, deberían distribuirse entre varios y no acumularse en una
misma persona. Por ejemplo, que haya varias personas que proclamen las lecturas; que el
salmo responsorial lo realice el salmista, y no el mismo que ha hecho la lectura. Un reparto
más variado da mejor idea de la comunidad, si es que se va poder hacer con un mínimo de
dignidad. Hay otros ministerios, que sí conviene que los haga una misma persona a lo largo
de la celebración: las varias intervenciones del monitor o la dirección del canto.
e). Todo ministerio se supone que tiene un conocimiento técnico de su intervención, y por
tanto requiere una preparación: un lector que sabe leer, con buena dicción y fraseo; un
canto que sabe comunicar con su voz el espíritu de un salmo; un organista que con su
acompañamiento no ahoga, sino que realza el canto del solista o de la comunidad; un
ministro de la comunión que conoce bien el modo más digno de realizar su ministerio,
también cuando la lleva a los enfermos.
Pero además ganaría en eficacia de su servicio a la comunidad si recibieran una formación
bíblica litúrgica. Todos estos ministerios no son sólo técnicos, sino que piden ser hechos
desde una actitud de fe y de sensibilidad litúrgica. Insistiremos en la conveniencia de que la
comunidad de facilidades para que sus ministros lacios participen oportunamente en cursos
de liturgia o de Biblia.
- Y sin embargo bastaría que los responsables de una comunidad leyeran algunos números
del misal o de otros rituales para que se convencieran que el espíritu de la Iglesia es de una
apertura clara hacia la participación de los laicos en estos ministerios en bien de la
comunidad.
- Por ejemplo en la Introducción general del misal romano se dice que “conviene que
ordinariamente asistan al sacerdote celebrante un acólito, un lector y un cantor: esta forma,
en lo que seguirá, la denominamos típica” ( 78) es curioso que a continuación parece como
que va a ofrecer rebajas, porque habla de otras posibilidades, que supone serán sencillas. Y
es todo lo contrario. Prosigue: “sin embargo, el rito que a continuación se describirá prevé
también la posibilidad de un mayor número de ministros (Introducción general al misal
romano n 78). O sea, el misal supone que ordinariamente haya un acólito, un lector y un
cantor, al menos. Todos ellos laicos.
- No se trata de que ahora que los sacerdotes descarguen toda su responsabilidad en los
laicos. Sino que coordinados, complementariamente unos y otros, se vaya consiguiendo una
celebración de calidad en que la comunidad cristiana pueda participar y celebrar en las
mejores condiciones posibles.
TEMA 23: MOTU PROPIO: MINISTERIA QUAEDAM
(S.S. Pablo VI - 15 Agosto 1972)
Este documento MINISTERIA QUAEDAM hace historia pues nos muestra que:
Antes del Concilio Vaticano 11 los ministerios estaban reservados a los candidatos
al presbiterado, y se habían perdido los ministerios laicales que existían en los
primeros siglos de la Iglesia.
Eran transitorios y en ocasiones se recibían juntos casi como un requisito que se
llevaba.
Nos abre el panorama para el ejercicio de los ministerios laicales, retomando la más
antigua tradición de la Iglesia.
Algunos de entre estos ministerios más estrechamente vinculados con las acciones
litúrgicas, fueron considerados poco a poco instituciones previas a la recepción de las
órdenes sagradas; tanto es así que el ostiariado, lectorado, exorcistado y acolitado
recibieron en la Iglesia latina el nombre de órdenes menores con relación al diaconado y
presbiterado y episcopado, que fueron llamadas órdenes mayores y reservadas
generalmente, aunque no en todas partes, a quienes por ellas se acercaban al sacerdocio.
Pero como las órdenes menores no han sido siempre las mismas y muchas de las funciones
ajenas a ella, igual que ocurre ahora, las han ejercido en realidad también los seglares,
parece oportuno revisar esta práctica y acomodada a las necesidades actuales, al objeto de
suprimir lo que en tales ministerios resulta ya inusitado, mantener lo que es todavía útil;
introducir lo que sea necesario; y asimismo establecer lo que se debe exigir a los candidatos
al orden sagrado.
1. Las órdenes menores tenían el siguiente significado y funciones:
Ostiariado: En latín significa «portero». El Ostiario era el encargado de aceptar a los fieles
dentro del templo y cuidar que no entraran los que no pertenecían a la comunidad.
Lectorado: Su función era proclamar las lecturas, las que ahora
corresponden a la primera o segunda lectura de la Misa. No leía el
Evangelio.
Exorcistado: El Exorcista tenía la función de expulsar a los demonios.
Acolitado: El Acólito tenía la función que ahora tiene el monaguillo.
Las órdenes mayores eran dos antes del presbiterado:
El Diaconado: La palabra diácono significa en griego «servidor».
Su institución se encuentra en el libro de los Hechos 6,1-6. Antes
del Concilio sólo había diáconos célibes no permanentes. Es decir
varones que aspiraban al presbiterado y que recibían el diaconado
como un escalón al presbiterado.
El Subdiaconado: Esta orden mayor no aparece en la Biblia su
función era prestar su ayuda al diácono en los servicios del altar. Al
ser ordenado de subdiácono se hacía la promesa de guardar
celibato.
Durante la preparación del Concilio Ecuménico Vaticano II, no pocos pastores de la Iglesia
pidieron la revisión de las órdenes menores y del subdiaconado. El Concilio sin embargo,
aunque no estableció nada sobre esto para la Iglesia latina, enunció algunos principios que
abrieron el camino para esclarecer la cuestión, y no hay duda de que las normas conciliares
para una renovación general y ordenada de la liturgia, abarcan también lo que se refiere a
los ministerios dentro de la asamblea litúrgica, de manera que, por la misma estructura de la
celebración, aparece la Iglesia constituida en sus diversos órdenes y ministerios. De ahí que
el Concilio Vaticano II estableciese que "en las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro
o simple fiel, al desempeñar su oficio hará todo y sólo aquello que le corresponde por la
naturaleza de la acción y las normas litúrgicas.
Con esta proposición se relaciona estrechamente lo que se lee poco antes en la misma
Constitución: «La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a
aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas, que exige la
naturaleza de la liturgia misma, y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del
bautismo, el pueblo cristiano, "linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo
adquirido". lPe 2,9; Cf. 2,4-5
Al reformar y fomentar la sagrada Liturgia hay que tener muy en cuenta esta plena y activa
participación de todo el pueblo, porque es la fuente primaria y necesaria en la que han de
beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano y, por lo mismo, los pastores de almas
deben aspirar a ella con diligencia en toda su actuación pastoral por medio de una
educación adecuada».
3. La antigua orden mayor del subdiaconado y las antiguas cuatro órdenes menores
se reducen a dos ministerios: Lectorado y Acolitado.
En la conservación y adaptación de los oficios peculiares a las necesidades actuales, se
encuentran aquellos elementos que se relacionan más estrechamente con los ministerios,
sobre todo, de la Palabra y del Altar llamados en la Iglesia latina lectorado, acolitado y
subdiaconado; y es conveniente conservarlos y acomodarlos, de modo que en lo sucesivo
haya dos ministerios, a saber, el de lector y el de acólito, que abarquen también las
funciones correspondientes al subdiácono.
4. Sin embargo deja abierta la puerta para que las Conferencias episcopales pidan a
la Sede Apostólica la institución de otros. Por ejemplo, en México se está pidiendo la
institución de catequistas.
Además de los ministerios comunes a toda la Iglesia latina, nada impide que las
Conferencias episcopales pidan a la Sede Apostólica la institución de otros que por razones
particulares crean necesarios o muy útiles en la propia región. Entre estos están, por
ejemplo, el oficio de ostiario, de exorcista y de catequista, y otros que se confíe a quienes se
ocupan de las obras de caridad, cuando esta función no esté encomendada a los diáconos.
5. Antes del Vaticano II se decía: se ordenó de lector, se ordenó de acólito, etc., pues
se les llamaba órdenes menores. Hoy día se habla de instituir lectores o acólitos.
Está más en consonancia con la realidad y con la mentalidad actual el que estos ministerios
no se llamen ya órdenes menores; que su misma colación no se llame «ordenación» sino
«institución»; y además que sean propiamente clérigos, y tenidos como tales, solamente los
que han recibido el diaconado. Así aparecerá también mejor la diferencia entre clérigos, y
seglares, entre lo que es propio y está reservado a los clérigos y lo que puede confiarse a los
seglares cristianos; de este modo se verá más claramente la relación mutua, en virtud de la
cual el «sacerdocio común de los fieles y sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque
diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro, pues
ambos participan a su manera del único sacerdocio de Cristo». Cf. L G 10
6. Su Santidad Pablo VI establece trece normas en relación con los que nuevamente
se llaman ministerios laicales. Algunas de estas normas atañen a todo laico que aspire a
recibir un ministerio laical instituido, y a los posibles candidatos al diaconado permanente
que hoy día lo pueden recibir varones célibes o que ya hayan recibido el sacramento del
matrimonio y que tengan esposa e hijos.
Por tanto, después de madura reflexión, pedido el voto de los peritos, consultadas las
Conferencias episcopales y teniendo en cuenta sus pareceres, y así mismo después de haber
deliberado con nuestros Venerables Hermanos que son miembros de las Sagradas
Congregaciones competentes, con nuestra autoridad Apostólica establecemos las siguientes
normas, derogando, si es necesario y en cuanto lo sea, las prescripciones del Código de
Derecho Canónico hasta ahora vigente, y las promulgamos con esta Carta.
I. En adelante no se confiere ya la primera tonsura. La incorporación al estado clerical
queda vinculada al diaconado.
II. Las que hasta ahora se conocían con el nombre de «órdenes menores», se llamarán
en adelante «ministerios».
III. Los ministerios pueden ser confiados a seglares, de modo que no se consideren
como algo reservado a los candidatos al sacramento del orden.
IV. Los ministerios que deben ser mantenidos en toda la Iglesia latina, adaptándolos a
las necesidades actuales, son dos, a saber: el de lector y el de acólito. Las funciones
desempeñadas hasta ahora por el subdiácono, quedan confiadas al lector y al
acólito; deja de existir por tanto en la Iglesia latina el orden mayor del
subdiaconado. No obsta, sin embargo, el que, en algunos sitios, a juicio de las
Conferencias episcopales, el acólito puede ser llamado también subdiácono.
V. «El lector queda instituido para la función, que le es propia, de leer la Palabra de
Dios en la asamblea litúrgica.
Por lo cual:
Proclamará las lecturas de la Sagrada Escritura, pero no el Evangelio, en la
Misa y en las demás celebraciones sagradas.
Faltando el salmista, recitará el salmo interleccional.
Proclamará las intenciones de la oración universal de los fieles, cuando no
haya a disposición diácono o cantor.
Dirigirá el canto y la participación del pueblo fiel.
Instruirá a los fieles para recibir dignamente los sacramentos.
También podrá, cuando sea necesario, encargarse de la preparación de otros
fieles a quienes se encomiende temporalmente la lectura de la Sagrada
Escritura en los actos litúrgicos.
Para realizar mejor y más perfectamente estas funciones, medite con
asiduidad la Sagrada Escritura. El lector, consciente de la responsabilidad
adquirida, procure con todo empeño y ponga los medios aptos para
conseguir cada día más plenamente el suave y vivo amor, así como el
conocimiento de la Sagrada Escritura, para llegar a ser más perfecto
discípulo del Señor».
8. La misma importancia reviste la norma VI que marca las funciones del acólito
instituido. Es de notar que éste es ministro extraordinario de la comunión. Por lo que la
formación del acólito instituido y la del MEC coinciden en este punto, siendo mucho más
amplia la del acólito instituido. He aquí sus funciones:
VI. El acólito queda instituido para ayudar al diácono y prestar su servicio al sacerdote.
Es propio de él cuidar el servicio del altar.
Asistir al diácono y al sacerdote en las funciones litúrgicas, principalmente en la
celebración de la Misa.
Además distribuir, como ministro extraordinario, la sagrada Comunión cuando los
ministros de que habla el c. 910 del C.I.C. o están imposibilitados por enfermedad,
avanzada edad, o ministerio pastoral, o también cuando el número de fieles que se
acerca a la Sagrada Mesa es tan elevado que se alargaría demasiado la Misa.
En las mismas circunstancias especiales se le podrá encargar que exponga
públicamente a la adoración de los fieles el Sacramento de la sagrada Eucaristía y
hacer después la reserva; pero no que bendiga al pueblo.
Podrá también -cuando sea necesario- cuidar la instrucción de los demás fieles, que
por encargo temporal ayudan al sacerdote o al diácono en los actos litúrgicos
llevando el misal, la cruz, las velas, etc., o realizando otras funciones semejantes.
Todas estas funciones las ejercerá más dignamente participando con piedad cada día
más ardiente en la sagrada Eucaristía, alimentándose de ella Y adquiriendo un más
profundo conocimiento de la misma.
El acólito, destinado de modo particular al servicio del altar, aprenda todo aquello
que pertenece al culto público divino y trate de captar su sentido íntimo y espiritual;
de forma que se ofrezca diariamente a sí mismo a Dios, siendo para todos un
ejemplo de seriedad y devoción en el templo sagrado y además, con sincero amor,
se sienta cercano al Cuerpo místico de Cristo o pueblo de dios, especialmente a los
necesitados y enfermos.
VIII. Para que alguien pueda ser admitido a estos ministerios se requiere:
10. Respecto a la edad, cada Sr. Obispo que implemente los ministerios laicales en
su diócesis debe dar las normas referentes a la edad de los que son candidatos a tales
ministerios sean solteros y casados. Además de la edad importa mucho la idoneidad moral.
IX. Los ministerios son conferidos por el Ordinario, (el Obispo y, en los institutos
clericales de perfección, el Superior mayor), mediante el rito litúrgico: «De
INSTITUTIONE LECTORIS», y «De INSTITUTIONE ACOLYTHI», aprobado por la
Sede Apostólica.
X. Deben observarse los intersticios, determinados por la Santa Sede o las Conferencias
episcopales, ente la colación del ministerio del lectorado y del acolitado, cuando a las
mismas personas se confiere más de un ministerio.
11. Los intersticios son los tiempos que median entre un ministerio y otro. Antes del
Concilio Vaticano 11 se daban las órdenes menores todas juntas como un escalón al
Presbiterado, pero no se daba tiempo para el ejercicio de cada una de estas órdenes. La
nueva disciplina prevé que, aunque un mismo candidato vaya a recibir distintos ministerios,
no debe recibir otro si no ha ejercitado el primero suficiente tiempo en beneficio del pueblo
de Dios.
XI. Los candidatos al diaconado y al sacerdocio deben recibir, si no lo recibieron ya, los
ministerios de lector y acólito y ejercerlos por un tiempo conveniente para prepararse mejor
a los futuros servicios de la Palabra y del Altar. Para los mismos candidatos, la dispensa de
recibir los ministerios queda reservada a la Santa Sede.
XII. La colación de los ministerios no da derecho a que sea dada una sustentación o
remuneración por parte de la Iglesia. Por lo tanto, ningún ministerio es remunerable sino se
ve como una actividad propia de un bautizado y un servicio gratuito a favor de la
comunidad.
En el texto la palabra «colación» significa «dar», «otorgar».
XIII. El rito de la institución del lector y del acólito será publicado próximamente por el
Dicasterio competente de la Curia Romana. Estas normas comienzan a ser válidas a partir
del día primero de enero de 1973.
Mandamos que todo cuanto hemos decretado por la presente Carta en forma de 'Motu
Proprio' tenga plena validez y eficacia, no obstante cualquier disposición en contrario.
1. Quiénes pueden ser llamados a MEC y quién les puede llamar. Así como sus
funciones.
2. Las normas para poder comulgar una segunda vez en el mismo día.
3. La ley del ayuno eucarístico.
4. Las recomendaciones cuando se da la comunión en la mano.
El Concilio Vaticano II trajo consigo una reforma de las normas y de la vida litúrgica de la
Iglesia. Inevitablemente la disciplina preconciliar sobre la recepción de la sagrada
Comunión también tuvo que cambiar. Esta instrucción fueron los primeros pasos en el
cambio de visión sobre cuatro puntos clave en la recepción de la sagrada comunión:
Método: tendremos una introducción al párrafo del texto, luego presentaremos el texto de la
instrucción y finalmente se añadirán los números del derecho que lo actualizan. La forma
de indicar el Código de Derecho Canónico es C.I.C.
Introducción
El testamento de infinita caridad que Jesucristo nuestro Señor dejó a su esposa la Iglesia, es
decir, el don inefable de la Eucaristía, el mayor de todos, exige un conocimiento cada día
más profundo de gran misterio y una participación más plena en su eficacia salvadora.
A este fin la Iglesia, movida por su celo y solicitud pastorales, para fomentar la devoción a
la Eucaristía, cumbre y centro del culto cristiano, ha promulgado en más de una ocasión
normas oportunas e instrucciones apropiadas.
Con todo, las circunstancias de nuestro tiempo parecen aconsejar que, dejando a salvo el
máximo respeto debido a tan gran sacramento, se den mayores facilidades para acercarse a
la sagrada Comunión, con el fin de que los fieles, participando más a menudo y con mayor
plenitud en los frutos del sacrificio de la Misa, se entreguen con mayor generosidad y celo
al servicio de Dios y al bien de la Iglesia y de los hombres.
En primer lugar hay que procurar que, debido a la escasez de ministros, no resulte
imposible ni demasiado difícil recibir la sagrada Comunión. En segundo lugar, que los
enfermos no se vean privados del gran consuelo espiritual de la sagrada Comunión, por no
poder observar la ley del ayuno eucarístico, aunque ya bastante mitigada. Finalmente,
parece conveniente que en algunas circunstancias se permita, a los fieles que lo pidan
recibir lícitamente la comunión sacramental dos veces en el mismo día.
Por tanto, acogiendo favorablemente los deseos manifestados por algunas Conferencias
episcopales, se establecen las siguientes normas relativas a los puntos siguientes:
Notamos que en el año 1973 en que fue escrita esta instrucción falta todavía mencionar los
equipos litúrgicos en los que se insertan los ministros extraordinarios de la Comunión
(MEC), mostrando así su relación con otros servicios dentro de la vida litúrgica de la
comunidad. Hoy día no se conciben a los MEC sueltos y trabajando por su parte, sino
insertados en un equipo litúrgico como miembros vivos de una comunidad bajo la autoridad
del párroco.
Las circunstancias en que puede ser insuficiente el número de ministros ordinarios para
administrar la sagrada Comunión son varias:
Por tanto, para que no queden sin la ayuda y el consuelo de este sacramento los fieles que,
en estado de gracia y con recta y piadosa intención desean tomar parte en el banquete
eucarístico, el Sumo Pontífice ha considerado oportuno instituir ministros extraordinarios
que puedan administrar la sagrada Comunión tanto a sí mismos como a los demás fieles,
con las siguientes condiciones precisas.
Seis condiciones para que existan MEC
I. Los Ordinarios de lugar tienen facultad para permitir a personas idóneas, elegidas
individualmente como ministros extraordinarios, en casos concretos o también por un
período de tiempo determinado, o en caso de necesidad de modo permanente, que se
administren a sí mismas el pan eucarístico, lo distribuyan a los demás fieles y lo lleven a los
enfermos en sus casas.
Así es que la otra actividad del MEC puede ser; exponer y reservar al santísimo Sacramento
pero sin dar la bendición.
II. Los mismos Ordinarios de lugar tienen facultad para permitir que los sacerdotes
dedicados al sagrado ministerio puedan designar una persona idónea que, en caso de
verdadera necesidad, distribuya la sagrada Comunión ad actum.
III. Los Ordinarios de lugar podrán delegar esta facultad en sus obispos auxiliares, vicarios
episcopales y delegados episcopales.
IV. La designación de la persona idónea, de que se habla en los nn. I y II se hará teniendo
presente el siguiente orden, que puede ser cambiado, sin embargo, según el prudente
parecer del Ordinario de lugar: lector, alumno del seminario mayor, religioso(a), catequista,
fiel varón o mujer.
V. En los oratorios de comunidades religiosas de ambos sexos, el encargado de distribuir
la sagrada Comunión en las circunstancias enumeradas en el n. 1, puede confiarse
obviamente al superior que carezca del orden sagrado, o a la superiora, o a sus respectivos
vicarios.
En el penúltimo párrafo de este número se insiste en que los MEC son una ayuda para los
sacerdotes pero que ellos continúan con el deber de distribuir la Comunión a los que la
piden legítimamente.
Como estas facultades han sido concedidas únicamente para el bien espiritual de los fieles y
pensando en casos de verdadera necesidad, tengan presente los sacerdotes que tales
facultades no les dispensan del deber de distribuir la Eucaristía a los fieles que
legítimamente la pidan, y en modo particular de llevarla y darla a los enfermos.
El último párrafo muestra algunas de las condiciones personales del candidato a MEC a las
que añadiríamos hoy día, la de vivir su proceso cristiano de conversión dentro de un
movimiento o pequeña comunidad que lo inserte en la vida de la parroquia en donde dará
su servicio. Al ser una persona que vive en comunidad de ninguna manera causará sorpresa
su designación pues los fieles lo ubicarán como un laico comprometido en su vida y
apostolado.
La enseñanza de este número quedó totalmente actualizada en los números 917 y 921
párrafo 2 del C.I.C. que citamos textualmente enseguida.
C.I.C. 917
«Quien ya ha recibido la santísima Eucaristía, puede recibirla de nuevo el mismo día
solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe, quedando a salvo lo que
prescribe».
Es decir la posibilidad de comulgar una segunda vez en el mismo día sólo puede verificarse
dentro de la Misa, exceptuando el caso de peligro de muerte que vemos enseguida.
C.I.C. 921,2
«Aunque hubieran recibido la sagrada Comunión el mismo día, es muy aconsejable que
vuelvan a comulgar quienes llegan a encontrarse en peligro de muerte».
En relación con la ley del ayuno eucarístico ha habido una evolución. Seguramente
recordamos que antes del Concilio Vaticano II para poder comulgar se guardaba ayuno
desde la media noche del día anterior y no se tomaba ningún alimento, ni agua antes de
comulgar. Con la promulgación del C.I.C. se establecieron las normas definitivas y vigentes
hasta el día de hoy sobre el ayuno eucarístico.
Resumiendo podemos decir, que el ayuno eucarístico para los fieles consiste: en no tomar
alimento y bebida una hora antes de la sagrada Comunión. Se exceptúa sólo el agua y las
medicinas y para las personas ancianas y enfermas, se les podrá administrar la Comunión
aunque hayan tomado comida o bebida en la hora anterior.
Por tanto, sobre todo en esta forma de recibir la sagrada Comunión se han de tener bien
presentes algunas cosas que la misma experiencia aconseja.
Cuando la sagrada Especie se deposita en las manos del comu1gante, tanto el ministro
como el fiel pongan sumo cuidado y atención a las partículas que pueden desprenderse de
la sagrada forma. La modalidad de la sagrada Comunión en las manos de los fieles debe ir
acompañada necesariamente de la oportuna instrucción o catequesis sobre la doctrina
católica acerca de la presencia real y permanente de Jesucristo bajo las especies eucarísticas
y del respeto debido al sacramento.
Hay que enseñar a los fieles que Jesucristo es el Señor y el Salvador y que a Él, presente
bajo las especies sacramenta1es, se le debe el mismo culto de 1atría o de adoración que se
da a Dios. Se advierte también a los fieles que después del banquete eucarístico no
descuiden una sincera y oportuna acción de gracias que corresponde a la capacidad, estado
y ocupaciones de cada uno.
Finalmente, para que la participación en esta mesa celeste sea plenamente digna y
fructuosa, se deben explicar a los fieles los bienes y frutos que se derivan de ella para los
individuos y para la sociedad, de modo que la habitual familiaridad con el sacramento
demuestre respeto, alimente el íntimo amor al Padre de familia que nos procura «el pan de
cada día» , y conduzca a una viva unión con Cristo, de cuya Carne y Sangre participamos.
Conclusión
2. Procesiones eucarísticas.
3. Congresos eucarísticos.
Capítulo IV: Varios textos para emplear en la sagrada comunión fuera de la misa y
en la adoración y procesión con el Santísimo sacramento.
a) El viático.
El viático es una comunión solemne. Mientras el ritual Tridentino trataba del mismo
bajo el título general DE LA COMUNIÓN DE LOS ENFERMOS, ahora se dedica un
capítulo particular para el viático.
La solicitud de la Iglesia por procurar este consuelo incomparable a los fieles que
van a morir se remonta a la antigüedad. El concilio de Nicea del 325 al precisar que
no se debía negar a los penitentes, habla del mismo modo como de una costumbre
bien establecida.
Toda la tradición insiste en la necesidad de este sacramento ante la cual ceden todas
las leyes eclesiásticas, como el ayuno eucarístico en las épocas en que era más
riguroso, o la prohibición de comulgar varias veces al día.
Esta comunión es solemne también en su ceremonial, manifestada sobre todo por la
procesión bien visible de la eucaristía, que despertaba en el paso el interés y la
oración de los fieles pro el hermano que se preparaba para dormirse en el Señor.
Cuando era posible, el cristiano doliente era conducido a la Iglesia, otras veces se
celebraba la misa en su casa y esta posibilidad esta prevista en el nuevo ritual.
Formas de realizarlo:
o Muy pronto se conoció la comunión bajo la sola especie del pan, a menudo
se halla el uso del cáliz hasta el siglo XII, como lo atestiguan numerosos
escritos de la Alta Edad Media y varios Ordinarios.
o En ciertos casos el cuerpo y la sangre del Señor, se recibían por separado,
con dos formulas distintas, en otros se mojaba el pan en la copa.
o El nuevo ritual en los números 49-58 describe la forma de cómo realizar
actualmente este rito.
El ministro:
INTRODUCCIÓN.
La indicación “Fuera de la misa” se toma porque es la usada por el Ritual de la Sagrada
Comunión fuera de la misa, cuya edición típica se público el 21 de mayo de 1973.
El término no quiere decir ruptura ni distanciamiento respecto de la acción litúrgica que
está en el origen de este culto, la celebración de la misa.
Para subrayar la continuidad entre las misa y el culto eucarístico fuera de ella los últimos
documentos litúrgicos referente a este culto han utilizado la expresión: Misterio eucarístico
y culto del misterio eucarístico.
Los documentos que así lo señalan son: La instrucción Eucharisticum Mysterium del 25 de
mayo de 1967; la carta Dominicae caene de Juan Pablo II del 24 de febrero de 1980; y la
instrucción Inaestimabile donum del 17 de abril de 1980.
Misterio eucarístico quiere decir la eucaristía en toda su integridad y amplitud tanto en la
celebración de la misa como en el culto de las sagradas especies.
La celebración de la Eucaristía no agota el culto de adoración, aunque sea su centro, sino
que se prolonga en el culto eucarístico fuera de la misa.
Para promover rectamente la piedad eucarística en el pueblo cristiano hay que considerar el
misterio eucarístico en toda su amplitud, a saber: la celebración de la misa y el culto
eucarístico fuera de la celebración como prolongación de la gracia del misterio pascual
celebrado. Nunca se deben considerar celebración y culto como dos actos independientes,
sin conexión entre sí, como ha podido suceder en el pasado.
Vamos a considerar algunos puntos de interés pastoral relacionados con la reserva y las
varias formas de culto a la santísima Eucaristía.
1. Introducción.
La adoración del Santísima sacramento, aunque no sea la finalidad primara de la eucaristía
ni de la conservación de las Sagradas especies después de la misa es una de las grandes
riquezas de la tradición litúrgica occidental.
Este culto tal como se desarrolló en nuestros países con una amplitud cada vez
mayor, no hayamos traza alguna antes de los primeros años del siglo XII.
Se basa en un dato tan antiguo como la Iglesia cristiana: la presencia de la realidad
del cuerpo y la sangre del Señor en el misterio de la cena, pues ninguna comunidad
eclesial antes del siglo XVI interpretó las palabras de Jesús en la consagración,
como si se limitara esta presencia al acto en que son consumidos el pan y el vino.
2. Historia.
a) La práctica antigua.
La eucaristía siempre ha sido objeto de profunda veneración y respeto fuera de la
misa, cada vez que se tenía que tomar o llevar para la comunión: genuflexiones,
postraciones del pueblo.
La Iglesia que no era más que la casa de la reunión para la liturgia, se convirtió
también en la casa de oración, cuando los cristianos acudían a ella en horas del día
para estar con Dios.
A lado de este gran movimiento del hacia el Padre por el Hijo, la espiritualidad
evangélica había hecho nacer en el corazón de los cristianos un deseo de dialogar
con el Señor Jesús.
Un anhelo de intimidad más profunda con él, una búsqueda de la humanidad del
Salvador en su proximidad con nosotros, que la convierte en el sacramento
invisible.
En Occidente esta evolución estuvo guiada por las reticencias intuitivas de los
cristianos ante los errores de Berengario de Tours que ponía en peligro la fe en la
presencia real del Señor en la eucaristía.
Los monjes de Clyny habían empezado a inclinarse ante la santa reserva antes de finales del
siglo XI, y poco a poco después de encender lámparas cerca del lugar donde se conservaba.
Ello convergía con las corrientes que en la celebración de la misa resaltaron el hecho de ver
la hostia en el siglo XIII.
c) La reserva eucarística.
Empieza a suscitarse un interés hacia la reserva eucarística, ante la cual no hay que
conformarse con guardarla en la sacristía en la cajita en que se conservaba de una misa a
otra para los enfermos.
Después del concilio de Trento, a partir de mediados del siglo XVI, se empezó a
colocar la reserva eucarística en la parte central de un altar.
El ritual de 1614 impulso este uso, que se propagó rápidamente, pero en algunas
iglesias de cierta importancia, se trataba del altar de una capilla lateral.
Será la piedad eucarística de la época barroca la que pondrá el sagrario en el centro del altar mayor,
para permitir las adoraciones prolongadas que caracterizaron este período, costumbre que se
generalizó realmente hasta mediados del siglo XIX.
Inrtroducción
Los fieles, cuando veneran a Cristo presente en el Sacramento, recuerden que esta
Presencia proviene de la celebración de la Eucaristía y se ordena al mismo tiempo a la
comunión sacramental.
La exposición lleva a los fieles a reconocer en ella la maravillosa presencia de Cristo y los
invita a la comunión con Él. Así fomenta el culto en espíritu y en verdad que le es debido.
Durante la exposición las cosas deben disponerse de tal modo que los fieles, atentos a la
oración, se dediquen a Cristo, el Señor. En la organización de este ejercicio, deberán tenerse
en cuenta los tiempos litúrgicos, de modo que la oración ante el Señor esté vinculada con lo
que la liturgia celebra.
La piedad que impulsa a los fieles a adorar a Cristo presente en la Eucaristía debe suscitar
en sus corazones un conjunto de sentimientos:
-que los lleve a participar más plenamente en el misterio pascual celebrado en la Eucaristía;
-que les ayude a celebrar con devoción el memorial del Señor y a recibir frecuentemente el
Pan que nos ha dado el Padre;
-que les haga reavivar la unión con Cristo conseguida en la celebración eucarística;
-que les impulse a ofrecer con Cristo toda su vida al Padre en el Espíritu; -que les estimule
a renovar la alianza que han ratificado en la celebración eucarística para observar una vida
y costumbres cristianas;
-que les anime a responder con agradecimiento al don de la vida que Cristo infunde en los
miembros de su Cuerpo;
-que disfruten de su trato íntimo;
Debe procurarse que en la exposición se manifieste, aún en los signos externos su relación
con la misa y evitar cuidadosamente todo lo que puede oscurecer el deseo de Cristo, que
instituyó la Eucaristía ante todo para que fuera nuestro alimento, nuestro consuelo y nuestro
remedio.
-algún miembro de las comunidades religiosas, con permiso del Ordinario del lugar,
Modalidades
Dos posibilidades ofrece el Ritual para exponer el Santísimo Sacramento: la forma breve y
la prolongada.
Cuando falta un gran número de adoradores y no se puede tener la exposición continua, está
permitido reservar el Santísimo Sacramento en el sagrario de un modo simple, pero no más
de dos veces al día. Del mismo modo, a la hora que hay adoradores, se hace de nuevo la
exposición.
Por otro lado, se insiste en conservar aquella forma de adoración eucarística en la que los
miembros de la comunidad religiosa o de asociaciones eucarísticas se van turnando de uno
en uno, o de dos en dos. De esta forma adoran y ruegan a Cristo en el Sacramento en
nombre de toda la comunidad o asociación y de toda la Iglesia.
Debe procurarse que los signos externos del culto al Santísimo Sacramento se relacionen
con la misa. No suceda que en la exposición haya más flores y luces que en la misa,
favoreciendo una desorientación en el pueblo cristiano que por los signos externos del
ornato de altar pueda pensar que la exposición es más importante que la celebración de la
Eucaristía. En el ornato deberá evitarse cuidadosamente todo lo que pueda oscurecer el
deseo de Cristo, que instituyó la Eucaristía como memorial de su Pascua y como alimento.
TEMA 29: RITO DE LA EXPOSICIÓN EUCARÍSTICA
Una vez reunido el pueblo cristiano, se puede entonar un canto eucarístico mientras el
ministro, revestido del alba (o la sobrepelliz sobre el traje talar: la estola de color blanco, se
acerca al altar. Abre el sagrario y pone el copón o la custodia sobre la mesa del altar. Si la
exposición se alarga durante un tiempo prolongado y se expone el Santísimo en la custodia,
se colocará ésta sobre al o en el expositorio, evitando siempre que sea demasiado alto o
distante.
En el caso de que sea el ministro extraordinario quien haga la exposición, lleva un vestido
que no desdiga de su ministerio o que haya determinado el Ordinario del lugar. Puede hacer
la exposición del Santísimo Sacramento abriendo solamente el sagrario, o, si se juzga
oportuno, poniendo el copón sobre el o poniendo la forma sagrada en la custodia, que
dejará sobre el altar o el expositorio.
Dinámica de la celebración
La celebración tiene su ritmo dinámico y para ello cuenta con diversos elementos que
ayudan a los fieles a estimar y a vivir el misterio eucarístico, a centrarse en la oración y a
dedicarse plenamente a Cristo, el Señor. El Ritual establece durante la exposición del
Santísimo Sacramento no falten cantos, lecturas, preces, ni los debidos silencios.
Cantos. Cantar es orar dos veces, cantar adorando es adorar dos veces. El canto es uno de
los elementos que expresan y realizan las actitudes interiores, fomenta la unidad entre los
adoradores, expresa sus sentimientos y crea un clima de oración apropiado para la
adoración. Por su misma naturaleza está integrado plenamente en la celebración, no es un
elemento postizo, ni estorba a la oración, sino que crea un espacio de comunión. Los cantos
han de ser eucarísticos por la afinidad con el acto.. No deben escogerse solamente porque
gustan o porque toca rellenar un espacio, sino que hay que escoger los que tienen el sentido
teológico eucarístico y se acomodan al momento celebrativo. Se requiere, por tanto, una
selección y una esmerada ejecución. Según la finalidad de la exposición no tienen cabida
los cantos marianos, vocacionales, sociales, etc.
Lecturas. La oración ante el Santísimo expuesto necesita enriquecerse de los tesoros de la
Palabra de Dios y de la Iglesia para que el fiel cristiano profundice en el misterio
insondable de la Eucaristía, aprecie y estime lo que significa la presencia sacramental de
Cristo en medio de la Iglesia. El ritmo de la escucha y respuesta a la Palabra es el mismo
que en la celebración de la Palabra de Dios en la Eucaristía; Con frecuencia, ante el
Santísimo expuesto no se deja espacio para que el Señor hable. El fiel toma la iniciativa y
su oración se convierte en un monólogo coloquial en el que afloran solamente las
preocupaciones, intereses y afectos del adorador dando la sensación que no tiene tiempo de
una pausa para escuchar silenciosamente al Señor que también quiere hablar y
comunicarse. Él es la Palabra de vida eterna, llena de luz y color, de aliento y fuerza de
gracia y bendición. No se trata tanto de que Él nos escuche, sino de que nosotros le
escuchemos a Él. Pueden proclamarse una o más lecturas según las circunstancias, cuyo
contenido será siempre eucarístico. En la exposición breve nunca falte la Palabra, aunque
sea la lectura breve de un texto. A las lecturas puede seguir la homilía o exhortación
centrada en el contenido de las mismas, y siempre en clave eucarística.
Silencio. El silencio forma también parte integrante del acto, no es un vacío o un relleno.
Nace de aquella disposición interior a la escucha divina y va mucho más lejos que la misma
palabra. La lengua ha expresado lo que ha podido, lo restante hade ser meditado
silenciosamente en el corazón. El Espíritu Santo hace resonar en el corazón silencioso del
orante la voz de Cristo y se establece así la unión entre la Palabra y la palabra oracional del
fiel. La Palabra posee multiplicidad de colores para que todo el que la escucha pueda ver en
ella lo que más le plazca en el Espíritu Santo y suscita sentimientos en el corazón y
compromisos de vida. Además del silencio interior deberá procurarse el silencio exterior
que ayudará a intensificar el interior y fomentará la comunicación personal con Cristo
sacramento.
Preces. Las preces pueden ser muy variadas según el contenido y estilo. Después de
escuchar y meditar la Palabra de Dios y de la Iglesia brotan espontáneamente los
sentimientos de agradecimiento al Señor por los dones salvíficos recibidos, de adoración y
veneración ante la Presencia sacramental, de reconocimiento de ser pecadores y de súplica
para que el Señor continúe bendiciendo y protegiendo a su Iglesia y a todos los hombres y
mujeres del mundo. La oración de súplica no puede reducirse a nosotros mismos, ni
siquiera sólo a la Iglesia, sino que se debe extender a todo el mundo. Es conveniente que el
Espíritu Santo venga en nuestra ayuda y pida Él lo que nosotros no sabemos pedir.
En algunas iglesias y comunidades religiosas se reza una parte de la Liturgia de las Horas
delante del Santísimo expuesto, sea en la exposición prolongada o breve.
Puede recitarse, por tanto, una parte de la Liturgia de las Horas cuando se cumpla lo
anteriormente indicado. Por otro lado, se puede aplicar lo mismo a las estatutos tienen la
exposición prolongada, con la condición de que recen la hora que corresponda según el
tiempo natural.
¿Cuál es la razón por la que se exige como condición necesaria que la adoración sea
prolongada para poder celebrar alguna parte de las Liturgia de las Horas delante del
Santísimo expuesto?
A partir de la medianoche se apagarán los cirios y luces y permanecerá delante del sagrario
la lámpara encendida. No habrá, pues, adoración solemne ante el Santísimo, aunque sin
embargo se aconseja la permanencia en oración privada para meditar y orar la Pasión del
Señor.
Viernes santo
Por la mañana del Viernes y hasta la celebración de la Acción litúrgica, los fieles pueden
continuar su oración ante el Sacramento de una forma privada, centrando su mente en la
pasión y muerte del Señor, en el origen de la Iglesia, nacida del costado abierto de Cristo
dormido en la cruz, y en pedir por la salvación de todo el mundo.
Sábado santo
Concluida la celebración del Viernes santo y hasta la Vigilia pascual, la Iglesia invita a los
fieles a prolongar su actitud contemplativa y oracional junto al sepulcro del Señor en espera
de su gloriosa resurrección. En este día del Sábado santo, la Iglesia se abstiene
absolutamente de la misa y del culto eucarístico. La comunión puede darse solamente en el
caso de viático.
Existe todavía hoy la costumbre de venerar a la Virgen María o a los Santo delante del
Santísimo Sacramento expuesto recitando el rosario, haciendo novenas o píos ejercicios de
devoción al margen del sentido eucarístico de la exposición.
El n. 95 del RCCE dice: «Durante la exposición, las preces, cantos y lectura deben
organizarse de manera que los fieles, atentos a la oración, se dediquen a Cristo, el Señor».
Más adelante, continúa el mismo número diciendo: «...que lleven a una mayor estima del
misterio eucarístico». Estas palabras dan a entender que los fieles deben centrar su oración
en Cristo presente en el Sacramento. La finalidad de la exposición es que los fieles por
medio de los cantos, lecturas, preces y silencios concentren su mente y sentimientos en el
misterio eucarístico. Los ejercicios piadosos, buenos y dignos de toda recomendación,
llevan la mente y los sentimientos a centrar la atención en otros objetivos. Los actos de
devoción han de remitirse a otros momentos, sean antes de la exposición o después de la
reserva del Santísimo, o a otras ocasiones adecuadas.
Las procesiones eran muy populares en ellas se lleva a menudo reliquias de algún santo con
ocasión de su traslado o fiesta, o las imágenes de la cruz u otros símbolos religiosos. El
traslado del viático se hacía con solemnidad, los fieles lo acompañaban con algunos signos
como el repique de campanas. El jueves santo se había introducido la costumbre de dar
cierta amplitud el rito que llevaba la eucaristía desde el altar al lugar de la reserva para la
comunión del día siguiente. A finales del siglo XI este rito del jueves santo se rodeo de
expresiones festivas. Es la institución del la fiesta del Cuerpo de Cristo la que dará lugar a
una manifestación de carácter nuevo, esta innovación se propaga muy rápido, primero por
todas las ciudades y luego todas las aldeas y campos. Fue en esta ocasión cuando empiezan
a utilizarse los relicarios para trasladar y mostrar a los fieles la hostia consagrada. El éxito
de estas procesiones llevó a extenderlas a otras circunstancias. Según el nuevo ritual, son
ocasión para el pueblo cristiano de testimoniar públicamente por las calles y ciudades y
pueblos la fe y la piedad hacia la eucaristía. Los números 103-108 dan algunas sobre esta
costumbre.
Las procesiones son también una forma de culto al Santísimo Sacramento y expresan la fe y
la piedad religiosa del pueblo cristiano; son un testimonio público de creencia en la
presencia real de Cristo en las especies sacramentales y un signo de que la Iglesia es un
pueblo peregrinante hacia la ciudad definitiva.
Hoy por diversos motivos proliferan por nuestras calles manifestaciones multitudinarias de
talante político, social, laboral, y, sin embargo, existe una cierta alergia a manifestar
públicamente la creencia religiosa.
Entre todas las procesiones eucarísticas ocupa un puesto preeminente la que se tiene todos
los años en la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo o en algún día más oportuno o
cercano a la solemnidad. Desde siglos ha adquirido derecho de ciudadanía y se ha
convertido en una manifestación popular de fe y de adoración en la mayoría de los pueblos
católicos. En aquellas iglesias locales en que no resulta aconsejable la procesión eucarística,
es conveniente que se tenga otra celebración pública de adoración en la catedral con la
participación del pueblo.
El RCCE establece una flexibilidad referente a los modos de hacer las procesiones
eucarísticas. Es conveniente que la procesión se tenga inmediatamente después de la misa,
en la que se ha consagrado la forma sagrada para la procesión; también se puede tener
después de una exposición prolongada. La procesión puede salir de una iglesia y dirigirse a
otra, pero nada obsta para que, habida cuenta de la situación local, pueda regresar a la
misma iglesia de la que salió. La procesión siempre terminará con la bendición con el
Santísimo Sacramento al pueblo presente.
Los Congresos tienen una preparación, una celebración y una prolongación. Cada una de
estas tres etapas tiene su ritmo, su dinamismo y principalmente sus objetivos propios y
funcionales, polarizados todos ellos en el Congreso.
La expresión visita al Santísimo Sacramento puede crear una cierta alergia en ciertos
ambientes de hoy; sin embargo, ha sido usada desde hace mucho tiempo desde el
florecimiento de la llamada época de la «devoción o piedad moderna hasta hoy, habiendo
sido difundida sobre todo a partir de la mitad del siglo XVI, y continúa siendo empleada en
documentos actuales de la Iglesia.
Antes de iniciarse la cuarta y última sesión del concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI
publicó, el 3 de septiembre de 1965, la encíclica Mysterium fidei. El Sumo Pontífice,
dirigiéndose a los fieles, habla expresamente de la visita al Santísimo Sacramento cuando
exhorta la promoción del culto eucarístico. El decreto conciliar sobre el ministerio y vida de
los presbíteros, cuando habla de los recursos para la vida espiritual de los mismos, dispone
que cumplan con fidelidad su ministerio, y gusten de corazón el cotidiano coloquio con
Cristo en la visita y culto personal a la santísima Eucaristía (cf. PO 18). A los diáconos se
les invita a alimentarse con el sacramento de la Eucaristía y a visitarlo como signo de amor
(cf. Pablo VI, Sacrum diaconatus ordinem).
El RCCE no dedica ningún número a esta devoción, pero indica que el lugar de la reserva
favorezca el recogimiento que permita la oración silenciosa en cualquier hora del día e
incluso de la noche, para prolongar la oración suscitada en la celebración de la misa.
Cuando los fieles se arrodillan ante la Presencia sacramental de Cristo reservado en el
sagrario, le agradecen los dones eucarísticos, meditan el misterio de su Presencia, se
ofrecen espiritualmente, ruegan por el mundo y se comprometen a una vida más cristiana.
El estar ante la Presencia santa es signo de amor y amistad, de gratitud y de comunión. El
fiel intenta identificarse con Cristo en una unión más estrecha con Él, reaviva su fe,
esperanza Y caridad y recuerda que la presencia real de Cristo proviene de la celebración de
la Eucaristía.
En las visitas no se trata de acudir al Señor para hablarle, sino más bien para ponerse a la
escucha de su Palabra y ponerse en manos de su voluntad. La actitud del fiel es de acogida,
de meditación y de oración.
Las visitas al Señor Sacramentado pueden tener varias formas y tonalidades: unas preparan
la próxima celebración de la Eucaristía suscitando las disposiciones necesarias para una
activa y fructuosa participación, otras son revivencias de la Eucaristía celebrada en las que
se prolongan delante de la Presencia santa las actitudes de la celebración.
En las visitas no se trata de acudir al Señor para hablarle, sino más bien para ponerse a la
escucha de su Palabra y ponerse en manos de su voluntad. La actitud del fiel es de acogida,
de meditación y de oración.
Las visitas al Señor Sacramentado pueden tener varias formas y tonalidades: unas preparan
la próxima celebración de la Eucaristía suscitando las disposiciones necesarias para una
activa y fructuosa participación, otras son revivencia de la Eucaristía celebrada en las que
se prolongan delante de la Presencia santa las actitudes de la celebración.
Iniciemos con los textos del C.I.C. que hablan sobre estos dos temas, reflexionemos sus
enseñanzas para ponerlas en práctica junto y bajo la autoridad de nuestro párroco.
934 En los lugares sagrados en donde se reserva la santísima Eucaristía debe haber siempre
alguien a su cuidado y, en la medida de lo posible, celebrará allí la Misa un sacerdote al
menos dos veces al mes.
Aquí es importante hacemos una pregunta: ¿por qué se hace la reserva de la santísima
Eucaristía en los sagrarios pudiéndose consumir todas las hostias durante la Misa?
La respuesta es doble.
En segundo lugar, para dar culto de adoración diaria por parte de los fieles, así como para
su distribución fuera de la Misa.
Este campo es muy importante en la práctica pues se han dado casos de MEC que al llevar
la Comunión a los enfermos se entretienen a platicar largamente, otros lo dejan en su coche
mientras van a hacer alguna compra y hasta hay quien lo guarda en su casa porque no le
alcanzó el tiempo de llevarlo a su enfermo ese día. Esta conducta no es la deseable ni es
correcta. Al tomar la Eucaristía del sagrario, debemos llevarla inmediatamente al enfermo
que lo ha solicitado.
937 La Iglesia en la que está reservada la santísima Eucaristía debe quedar abierta a los
fieles, por lo menos, algunas horas al día, a no ser que obste una razón grave, para que
puedan hacer oración ante el santísimo Sacramento.
Todo fiel cristiano y en especial todo laico miembro del equipo litúrgico está invitado a
cultivar un espíritu de adoración a la santa Eucaristía. Por lo tanto, todo MEC está invitado
a promover el espíritu de adoración en sí mismo y en los demás cuidando de que en la
Iglesia donde está reservada la santísima Eucaristía, quede abierta a los fieles algunas horas
al día y haya quien la cuide.
Canon 938
4) Por causa grave, se puede reservar la santísima Eucaristía en otro lugar digno y más
seguro, sobre todo durante la noche.
Estos incisos del canon nos ilustran suficientemente respecto de cómo debe ser el
tabernáculo y su cuidado, todo enfocado a evitar profanaciones de la sagrada Eucaristía.
Como los MEC tienen mucho contacto con el sagrario en sus diversas funciones: ayudar a
distribuir la Comunión en la santa Misa, llevarla a los enfermos y exponer al santísimo
Sacramento para la adoración de los fieles deben tener mucho cuidado de la llave del
sagrario y del lugar donde se guarda como lo indica el siguiente inciso.
Quien cuida de la Iglesia u oratorio ha de proveer a que se guarde con la mayor diligencia
la llave del sagrario en el que está reservada la santísima Eucaristía. La llave del
tabernáculo (o en su caso, del lugar donde se reserve de noche la sagrada Eucaristía) debe
ser diligentísimamente custodiada. c. 938 5 Todas las demás precauciones resultarían
ineficaces, si esta última no se observa con particular esmero. No se dejará nunca la llave
del sagrario sobre el altar o junto al sagrario, ni siquiera durante los actos de culto,
especialmente si el sagrario está en un lugar apartado y menos visible. Terminadas las
funciones de culto, guardará el sacerdote la llave en su propia casa o la dejará en la
sacristía, en un lugar secreto y seguro, bajo otra llave que a su vez guardará celosamente.
Sólo por especial concesión de la santa Sede podrá guardar esta llave un laico. Los
Ordinarios del lugar vigilarán especialmente que se cumpla esta norma. Instr. Nullo
unquam 6, AAS 30 (1938) 203-204.
939 Deben guardarse en un copón o recipiente las hostias consagradas, en cantidad que
corresponda a las necesidades de los fieles, y renovarse con frecuencia, consumiendo
debidamente las anteriores.
El MEC es corresponsable en observar que se cumpla esta norma de renovar con frecuencia
la sagrada reserva de la Eucaristía. Suele hacerse todos los jueves que es un día en que se
ora por los sacerdotes.
LO QUE EL MINISTRO EXTROADINARIO DE LA
COMUNIÓN DEBE SABER Y PRACTICAR
1- La elección
Los ministros y ministras son designados y autorizados por el obispo, debidamente
presentados por los sacerdotes (párrocos o capellanes) en un número prudente, según las
necesidades pastorales.
Es una vocación de servicio con aptitud, ratificada por la jerarquía eclesial, por un
tiempo determinado.
En casos excepcionales, los ministros son designados por el presbítero con la
autorización del ordinario del lugar.
.Los ministros no deben candidatearse.
Este ministerio no clericaliza ni forma parte de la jerarquía de la Iglesia. Es
enteramente laico.
No se elige a nadie para este ministerio por su bondad, en compensación de años de
servicio a la comunidad, para otorgar honor o distinción.
En conciencia, debe rechazarse el nombramiento, si. las motivaciones no son
puramente evangélicas. Y el tenor de la vida pública o privada contradice la vida
cristiana.
EI ministro/a deberá contar con tiempo disponible para este ministerio y con la
anuencia de su familia.
Ningún ministro es elegido para liberar al sacerdote de algunas de las funciones
intrínsecas a su ministerio, sino en función del sacerdocio del pueblo de Dios para el
crecimiento y dinamismo de la Iglesia.
2- Las licencias
El ministro es instituido como tal por el obispo para un ministerio pastoral en su
diócesis y en un tiempo determinado. (En nuestra diócesis es de 1 año)
El rito con el que se habilita al ministro se llama: Institución de los ministros
extraordinarios para la distribución de la sagrada comunión. Además del obispo, el
sacerdote o diácono pueden presidir esta ceremonia. En ella se entregan las
credenciales que lo habilitan para tal ministerio, por el tiempo indicado.
En principio, salvo que se indique lo contrario, el obispo instituye los ministros para
toda la diócesis. En caso de traslado de lugar, el ministro, en actitud respetuosa,
avisará al sacerdote sobre su particular situación y pedirá permiso para poder seguir
ejerciendo el ministerio en la nueva parroquia o capellanía.
Si cambia de diócesis por trabajo o vacaciones, siempre es aconsejable presentarse
al párroco del lugar, mostrar la credencial que lo habilita, pedir el consentimiento e
informarse de lo relativo a la disciplina de esa diócesis.
Se ha de ser fiel a la normativa diocesana en lo referente a la edad mínima, edad
máxima y tiempo de duración de dichas licencias.
Obviamente, el ser ministro extraordinario no imprime carácter ni se constituye en
alguien que lleva el título de ex ministro de la comunión.
Es vivamente deseable que a nadie, por irregularidades, se le deba retirar el permiso
para distribuir la santa comunión antes de concluir el tiempo otorgado.
Si alguien debe dejar el ministerio por motivos fundados, no espere a la caducidad
de su mandato, sino que deberá exponer su situación a su sacerdote.
Es sumamente recomendable (y hasta obligatorio) que los que van a ser admitidos a
este ministerio asistan a los cursos y/o retiros para ser instituidos.
El contenido de esos encuentros suele ser, por razones obvias, solamente
introductorio, pero aportan bibliografía, experiencias y elementos valiosos para
actualizarse, autoevaluarse, mejorar la motivación, despejar dudas y vivir en clima
de comunión con los otros ministros. Suelen ser unas jornadas intensas de
espiritualidad...
Debe quedar muy claro que estos encuentros para la admisión no suplen el
acompañamiento y la formación humana, catequística, teológica, espiritual y
pastoral de los ministros de la comunión. Los sacerdotes que los presentaron deben
velar por una formación permanente y por el correcto ejercicio del ministerio.
El mundo parroquial es muy distinto del mundo hospitalario y del mundo socio-
sanitario. Tienen leyes muy diversas. Hay que familiarizarse con ellas.
El ministro como todo agente pastoral necesita para llevar a cabo cualitativamente
su misión y ministerio una formación específica y permanente. No basta con buena
voluntad. La formación no es un lujo que algunos pueden permitirse. Es una
necesidad. Muchos de los ministros que visitan a los enfermos nunca recibieron una
preparación específica. Otros se han limitado a aprender de la experiencia
manifestando desinterés por una puesta al día más necesaria.
La formación tiene como finalidad no el conferir al ministro/a un rol sino ayudarle a
crecer y madurar humana y cristianamente a configurar la propia identidad, a
capacitarse y perfeccionarse para desempeñar eficazmente su misión.
La formación debe de privilegiar el crecimiento de actitudes personales maduras. ya
que el amor de Dios se comunica esencialmente a través del testimonio y del talante
de la proa
La formación debe ayudar al servidor del enfermo a conocer en profundidad el
mundo interior del enfermo, sus vivencias, comportamientos, crisis, sentimientos,
reacciones y necesidades de todo tipo, especialmente las espirituales
La formación debe capacitarlo para la relación pastoral de ayuda: para saber
discernir con el enfermo la presencia del Señor que actúa en toda situación humana;
para poder iluminar, desde una relectura vital de las fuentes bíblicas y de los temas
teológicos, los interrogantes que se plantea cada enfermo.
La formación debe ser activa, comprometida y participativa. No puede consistir en
una mera instrucción teórica. Debe ser, por otra parte, gradual y personalizada,
insistiendo en la disposición para la colaboración y el ministerio en equipo.
La formación debe partir de la vida. El agente tiene que ir modificando su mirada,
su juicio y sus actitudes a la luz del evangelio y desde el contacto con el enfermo.
En fin, el ministro debe cultivarse mediante el estudio, la reflexión personal y la
participación en reuniones, jornadas, encuentros y cursos de formación para
ministros de la comunión y agentes de pastoral de la salud.
A. Si preside la celebración
Comulga en primer lugar por sí mismo con el cuerpo del Señor, diciendo: El
cuerpo de Cristo me proteja para la vida eterna. Amén.
Sólo puede comulgar hasta dos veces por día; la segunda vez sólo
participando de la misa entera.
Tener siempre en cuenta que las especies consagradas son la presencia. real
de Jesucristo, nuestro Señor. El sacramento eucarístico deberá ser tratado
con absoluta reverencia.
Acuda el ministro/a vestido adecuadamente, sin ostentación. Ayuda un
discreto signo religioso. En algunas diócesis, hay normativa relativa a alguna
vestimenta especial.
Al Santísimo Sacramento del altar se lo reverencia doblando la rodilla
derecha hasta el piso (genuflexión), tanto cuando está expuesto como
cuando está reservado en el sagrario. Y con mucha devoción. Evítense
genuflexiones innecesarias y llamativas.
Cuídese la higiene. Especialmente evítense las manos grasientas, sucias, con
olor a cigarrillo... Evítense demasiados perfumes...
Para llevar la comunión a un enfermo se debe retirar el Santísimo del
sagrario inmediatamente antes de salir hacia el lugar donde se ha de
administrar.
Es importante un momento de preparación espiritual personal ante el
sagrario.
Nunca retirar el Santísimo durante la celebración de la misa. Pídase al
sacerdote que reserve las santas hostias necesarias después de la comunión
del pueblo de Dios presente.
No corresponde llevar la eucaristía y ocuparse en otras actividades antes de
dar la comunión. Tampoco es lícito retenerla en la casa del ministro. La
norma general e invariable debe ser: desde el sagrario a la casa del enfermo.
El recipiente donde se lleva la sagrada forma, llamado teca (pequeña cajita
de metal), debe comprarse en un lugar donde se venden elementos litúrgicos
y no puede sustituirse por pastilleros o artefactos.
Conviene retirar la comunión del sagrario de la capilla más cercana al
enfermo, evitando viajar en tren, subte o colectivo sin verdadera necesidad.
La teca se destinará exclusivamente a este uso. Que ella sea colocada en una
bolsita de tela con un cordón para colgarla del cuello y así se la llevará
oculta entre la ropa a la altura del pecho; esta forma, además de ser la más
respetuosa, evitará robos o pérdidas.
Durante el camino, realizando este ministerio exclusivo, es conveniente estar
en actitud orante.
7- Recogimiento interior
Antes de comulgar
"Haz todo lo que esté de tu parte y hazlo con mucha diligencia, no por costumbre ni por
obligación. El cuerpo de tu amado Señor y Dios, que se digna ir a ti, recíbelo con temor,
veneración y amor".
Después de comulgar
"Es preciso no sólo que te prepares devotamente antes de comulgar, sino que procures
conservarte recogido después de haber recibido el sacramento. Tan necesaria es la
vigilancia después como antes de la preparación piadosa, porque fervor que después se
guarda es la mejor disposición para recibir una gracia aún mayor. No tiene buenas aptitudes
para esta gracia el que, después de comulgar, se abandona enseguida a consuelos exteriores.
Guárdate de hablar mucho; mantente apartado y goza de tu Dios. Si tú lo posees a él, ni el
mundo todo te lo podrá quitar.
'Yo soy aquel a quien te debes entregar sin reserva, de manera que libre de toda inquietud,
ya no vivas en ti sino en mí' (Tomás de Kempis, La imitación de Cristo, libro IV, cap. 12).
"Las personas de edad avanzada o enfermas, y asimismo quienes las cuidan, pueden recibir
la santísima eucaristía aunque hayan tomado algo en la hora inmediatamente anterior"