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Se ha mantenido en la memoria histórica del mexicano que los negros de América fueron
introducidos por los españoles al momento de darse la Conquista del Nuevo Mundo,
aunque haya sido el vikingo Leif Ericsson el primer extranjero que pisa territorio americano
aproximadamente quinientos años antes que Cristobal Colón (1492)1. Se tiene como dato
que los primeros africanos fueron traídos a México en 15282 cuando el 22 de abril de 1500,
el navegador portugués Pedro Álvares Cabral, descubrió una costa desconocida que se
nombró, primero, Tierra de Vera Cruz y posteriormente Brasil. En 1531 Pizarro conquista
el Imperio Inca y, hacia 1534 el navegante bretón Jacques Cartier toma posesión como
parte de la corona francesa a Canadá que en lengua iroquesa (nativa de los americanos)
significa “pueblo” o “aldea”3. Hasta que en 1583 la Reina isabel autoriza a Sir Walter
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Vid. Michel Laurin en Anthologie de la littérature québécoise, [estudio preliminar de Annik-
Corona Ouellette y Alain Vézina], 3a ed., Quebec, Les éditions CEC, 2007, p.2.
2
Armando Bartra. Sor Juana Inés de la Cruz. La jornada (suplemento), 18 de octubre 2014.
http://www.jornada.unam.mx/2014/10/18/cam-juana.html, consultado el 17 de abril 2016.
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Cfr. Carmen Fernández Sánchez (coord.) en Literatura francocanadiense: literatura quebequesa,
Oviedo, Servicio de publicaciones de la Universidad de Oviedo, 2001, p. 5
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Raleigh la fundación de Carolina del Norte. Finalmente con el tratado de París (1763)
origen racial. Sin embargo, la piel del mexica, inca, caribeño, iroquense y hasta la de los
esquimales inuit también es bronceada, un color que los europeos nos hicieron aseverar
como no genuina sino heredera de esa raza inferior a quien todo el mundo tenía derecho a
vituperar; hasta los franceses quisieron imponer el término peyorativo (Nègre) por (Noir).
Durante la Colonia, la cultura del europeo imperó sobre la identidad y las lenguas
pesar de que su distinta expresión, es decir, sus realidades distaban de las del blanco; pues
triangular había hecho de ellos simples mercancías, fueron así gravemente violentados
luego de las empresas colonizadoras por lo que, con el tiempo, tuvieron que buscar nuevos
medios que les permitieran sobrevivir e identificarse en el universo esclavista al que habían
sido condenados. De cierta manera vemos aquí un ejemplo de un poeta muy consciente de
sus circunstancias:
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me irrita y me enfada así no cantaban:
porque mi negrura su hermosura negra
ni tizna ni mancha. ni tiñe ni mancha.
literatura hispana, cúlmen de la cultura popular. Del mismo modo en el que los refinados
poetas y músicos cortesanos del siglo XVI adoptaron refranes, romances, temas y rimas del
vulgo — de hecho, el término “villancico” refiere a las canciones líricas con estribillo y
coplas que cantaban los habitantes de las villas—, la poesía y música de tradición escrita
incorporó las expresiones culturales de los africanos y sus descendientes. Ahora bien,
conoceremos la visión del blanco entorno a la negritud a través de, en palabras de José
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Labrador, los “villanciqueros” —aunque el término real sea villanciquista— poetas blancos
INDIO —Pues, yo
también alivianalé;
[...] Yo también quimati Dios, lele, lele, lele, lele,
mo adivinanza pondrá, ¡que pulo ser Neglo Señol San José!
que no sólo los Dotore 1. —¿Por dónde esa línea va?
había la Oniversidá. Neg. —Pues ¿no pulo de Sabá
Cor. —¡Ja, ja, ja! telé algún cualteló?
¿Qué adivinanza será? Que a su Parre Salomó
Ind.¿Qué adivinanza? ¿Oye osté? También ella fue mujel:
¿Cuál es mejor San José? ¡lele, lele, lele, lele!
1. —¡Gran disparate! ¡que por poca es Neglo Señol San José!
2. —¡Terrible! (Monteverde, 2013: 277)
Si es uno, ¿cómo es posible,
que haber pueda otro mejor?
Ind. —Espere osté, so Doctor:
¿no ha visto en la Iglesia osté
junto mucho San José,
y entre todos la labor
de Xochimilco es mijor?
1. —Es verdad.
Cor. —¡Ja, ja, ja, ja!
¡Bien de su empeño salió!
Tenemos ahí un tono jocoso evidente ya sea en la imitación del habla tanto del indio
como del negro que la monja jerónima sabe identificar y expresar bien. La interjección “ja,
ja, ja, ja” es un tanto peyorativa, ya que el blanco es quien ríe de la escena y del personaje a
su vista pintoresco y variopinto. Ambas figuras en sus actos de habla encarnan la facilidad
expresión; un cancionero que denota utilidad para el control religioso y social (en el
instante de la identificación figurativa de San José). Pudiéramos pensar que se trata de una
especie de sketch literario muy al tenor de la vanguardia, pues se debe al ritmo latente de un
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baile, un son o hasta una alabanza: “lele, lele, lele, lele”. Esta herencia de la oralidad, la
la bulería, aunque en Cádiz —quien sea conocedor del cante, sabe anticipadamente que el
ritmo así como los diminutivos de la letra cambian— aparecían los villancicos por tangos
junto con sus variantes: el Bolero por Bulerías como el de El Colo de la Huelva.
albúm “Eres luz” de la Niña Pastori. Así “Eres luz, eres eternidad, tu eres la sal del mar / y
prestaban como material didáctico portentoso, pues además de divertir instruían al mismo
tiempo. Es probable que el negro de esta escena sorjuaniana cante el villancico de “San
José” o al menos ejecute cadencialmente el son en una especie de baile cómico, puesto que
es probable que exista una disonancia entre el ritmo meramente africano del de la mezcla
de ese crisol cultural de las melodías árabes, los cantos judíos de la sinagoga, remotos
suma, el flamenco— que adoptó e incorporó a su propio corpus musical la población negra
llegada a Cádiz en los albores del siglo XVII. Entonces Sor Juana a través de la voz lírica
Sin embargo, en 1677 Sor Juana Inés preparó el villancico-ensaladilla VIII para
concluir los maitines de San Pedro Nolasco que se celebró en México en el Convento de la
poco culto y a un indígena también, como si reuniera a la ralea social de paralelas minorías:
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Niña Pastori. “Eres luz” en Eres luz . Youtube, LLC, 18 de abril 2016. Web.
<http://www.musica.com/letras.asp?letra=932608>
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calabazo “¡Tumba, la-lá-la5; tumba, le-lé-le; que donde ya Pilico, escrava no quede!”
(Monteverde, 2013: 241). “Stevenson describes this dance form as ‘an extremely popular
negroid dance introduced from the West Indies’. The las African dance form found among
the works of Sor Juana is the ‘kalenda’. Stevenson notes that by 1698, the calenda rated
among the commonest dances in the Americas, having originated on the Guinea coast”.
(Long, 2009: 65). Debido al acento intermedio (la-lá-la) probablemente sea un baile
letra, en nombre acaso anomatopéyico de sus ritmos: toco, toco, totoco, toco” (Menendez,
2012: 364); pues en la misma ensaladilla es el indígena quien baila al ritmo del Tocotín:
“Púsoles en paz un Indio/ que, cayendo y levantando,/ tomaba con la cabeza/ la medida de
los pasos, // el cual en una guitarra, /con ecos desentonados,/ cantó un Tocotín meztizo/ de
A pesar de la jococidad que inyecta Sor Juana a sus negritos, rescata de ellos lo
potencial cultural. Su ethos cargado de danzas, ritmos, cantos y formas de hablar los
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Por cierto, ahora existe una adaptación de esos sonidos sugerentes que el grupo contemporáneo.
Rick Rack! “Tumba la-lála: los villancicos negros de Sor Juana”. Youtube, LLC, jun 2008. Web. 18
abril 2016. https://mottarte.bandcamp.com/track/puerto-rico-tumba-la-l-la
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Es curioso resaltar en relación a la caña y gracias al estudio de Matos Moctezuma que “el azúcar
nos llegó de manos africanas, negros traídos al ‘nuevo’ continente para cultivar y procesar la caña
de azúcar. ¿No debieron ellos elaborar con azúcar figurillas y rituales, representar con azúcar su
dolor colectivo? ¿No son las calaveras de azúcar una muestra viva de la presencia de los africanos
que fueron importados en duras condiciones y que llevaron vida de esclavos en México? En
Carmen Bullosa, “El negro blanqueado mexicano” en Revista de la Ciudad de México, UNAM,
p.65. A la par el ron del caribe fue llevado desde el norte hasta la Patagonia americana. Hoy en día
los quebequenses no utilizan el vocablo ‘ruhm’ para referirese al destilado de la caña, prefieren
decir ‘la jamaïque’ que logra connotar la region de procedencia.
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volvieron seres interasantes. Ahora el blanco se mantiene aún no marginado pero sí en la
línea, pues mira al Otro desde una perspectiva diferente, sea desde la tribuna hacia la esena,
sea a partir de un arte desconocido para ellos. Muchos de los cantos se gestaron durante las
los negros sino de su condición, pues el palo flamenco “martinete” provenía de los sonidos
personalidades en un mismo círculo donde convergen todos los estratos sociales. Indios,
ensaladilla, del villancico, entremeses, jácaras. Lo que en Sor Juana no se puede notar es el
créole como esa lengua que logró reivindicar la identidad de los africanos. A pesar de que
titulamos este ensayo bajo el vocablo “negritud” cabe recordar que el término Negritude lo
acuñó Aimé Césaire hacia 1939; nace de la voluntad de que la literatura del Caribe que
incluye las Antillas Menores (Guadalupe y Martinica) más la Guyana francesa y las
Antillas Mayores: concretamente Haití, fueran reconocidas como una expresión propia
escritos en español, pues el uso del latín es notorio así como la mezcla de ambas lenguas; el
náhuatl y ciertos vocablos en portugués como el vocablo “menino” en “se chora o menin
Jesú” o el verbo castellano llorar sustituido por “chorar” (Aguirre, 2004: 174), le dan
colorido a los estribillos. En cuanto al habla del negro, como ya mencionamos se trata de
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elisión de la “s” al final, vacilación vocálica, vocal paragógica, pero sobre todo la
misma muestra claramente que el “bozal” (imitación del habla de los africanos) era una
metáfora estilística y no el fiel portrait de una práctica común. Así hasta el mismísimo
Quevedo lo afirma: “Si escribes comedias, y eres poeta, sabrás Guineo, en volviendo las
RR, LL, y al contrario, como Francisco, Flancisco, Primo, Plimo”. (Quevedo, 1845: 212)
velero chiquito o el barco en donde provino. No diremos que los villancicos están plagados
de referencias a ellos pero sí existe cierta recursividad. La piel negra siempre está asociada
al mar, al Caribe; pudiéramos decir que el negro es un ente acuoso-cocotero. Si bien no hay
mención literal de la negritud, se encuentra sugerente puesto que el puerto de Cádiz terminó
por ser el único puerto autorizado para el embarque del Nuevo Mundo. Esto indujo a que la
Por último, podemas analizar la situación de las nigritas. En 1689 en los Villancicos a la
Concepción, la moja jerónima dedica uno a la virgen esposa en el Cantar de los Cantares:
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Aunque en el negro arrebol
negra la esposa se nombra,
no es porque ella tiene sombra,
sino porque le da el sol
de su pureza el crisol, que el sol nunca se le va.
Aquí la voz lírica rescata la hermosura de la indígena o la negra, es una sombra dulce
apegada a Dios que le dora la piel. La Vírgen de Guadalupe bien pudiera tener envidia de
tan bella imagen que se le ofrece a esa esposa. Las siguientes estrofas son más claras en la
De cuerpos corpulentos ‘vultos’ las princesas de Guinea se muestran alegres ante los
holandeses comenzaron desde el siglo XV a traficar con esclavos de las costas de Guinea.
ingetrantes de la raza cósmica para Pedro Henrique Ureña. Es cierto que los portugueses
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empiezan a traerlos de su tierra, tal vez durante los procesos de venta sean los españoles
quienes los introdujeron en América. Sea como fuere el hecho es que los villancicos de
teatro español, según Ángel Aguirre “los primeros en incorporar el tema del negro a la
literatura de la península ibérica fueron los escritores portugueses. Ya a mediados del siglo
XV encontramos la primera aparición del negro africano en las letras lusitanas en un poema
compuesto en 1455 por Fernam de Silveira y recopilado en 1516 por García de Resende en
curiosamente por una negrita y un clérico. Por Aurelio Tapia Méndez sabemos que Juana
de Asbaje convivió muchos años en el Convento de San Jerónimo con su esclava africana
distintas lenguas y culturas que se amoldaron en un territorio tan extenso que Juana de
Azbaje reduce en una esfera tan corta /en un pequeño pencil: la poética de su obra.
Bibliografía
PAMELA H. LONG, (2009), Sor Juana/ Música. How the décima musa composed, practiced,
and imagined music. Iberica, Peter Lang.
INÉS DE LA CRUZ, SOR JUANA (1994), Obras Completas II, Villancicos y Letras Sacras,
edición, prólogo y notas de Alfonso Méndez Plancarte, México, IMC/FCE.
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AURELIO TAPIA MÉNDEZ, Doña Juana Inés de Asbaje, Monterrey, Academia Mexicana de
la Historia/ El Troquel.
JOSÉ J. LABRADOR HERRAIZ (1993), “El negro que no quería tener el alma blanca” en
Cuadernos de ALDEEU, 9.
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