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Facultad de Teología
Curso TBS 030 – Sapienciales 2018
Profesor: Eduardo Pérez-Cotapos L. ss.cc.

Introducción general

Un curso de «Sapienciales» debe ocuparse a la vez de un conjunto de libros, cuyo número


exacto no es fácil de precisar, y de una «mentalidad» o modo de enfrentar la vida y la fe que
transciende el texto de los libros propiamente «sapienciales». Por estas razones hay un debate
respecto de si es más apropiado hablar de «literatura sapiencial» o de «tradición sapiencial». El
proyecto sapiencial es una propuesta de grandes horizontes humanos, que establece interesantes
lazos de diálogo con una diversidad de horizontes culturales y religiosos

El canon hebreo de los libros bíblicos los divide en tres unidades mayores: Torah (la Ley,
el Pentateuco), Nebiim (los profetas; los anteriores: la historia deuteronomista; y los posteriores:
los profetas propiamente tales), y Ketubim (los Escritos), que no deben ser simplistamente iden-
tificados con los sapienciales. Los Ketubim son: Salmos; Job; Proverbios; Rut; Cantar de Los
Cantares; Eclesiastés o Qohelet; Lamentaciones; Ester; Daniel; Esdras – Nehemías; y Crónicas.

Al intentar clarificar el asunto surgen dos preguntas primeras y fundamentales: ¿Qué es la


Sabiduría?, y ¿Cuál es el material literario que se puede considerar como propiamente sapiencial?
Comencemos por la primera de estas preguntas, que es más sencilla.1

a. ¿Cuál es el material sapiencial en la Biblia? Una primera constatación clarísima es


que todas las introducciones bíblicas señalan la existencia de libros bíblicos de carácter sapien-
cial; pero hay una enorme variedad a la hora de delimitar cuáles son dichos libros.
 La lista más breve de los libros sapienciales veterotestamentarios es la que incluye sólo
Proverbios y Eclesiatés (o Qohélet), y con vacilaciones a Job, de la Biblia Hebrea.
 A ellos se agregan Eclesiástico (o Sirácida) y Sabiduría provenientes de la Biblia Griega
(o los LXX).2
 Con criterios más amplios, se integran en un curso sobre sapienciales los libros poéticos:
Salmos, Cantar de los Cantares y Lamentaciones.
1
Siguiendo a EDUARDO PÉREZ-COTAPOS L. «La Sabiduría en la Sagrada Escritura» en Anales de Sociedad Chilena
de Teología. XI Jornada de la Sociedad Chilena de Teología. Talca: Ediciones Universidad Católica del Maule
2001. pp. 45-60
2
En su condición de «deuterocanónicos» estos libros no son reconocidos como inspirados por los judíos ni por los
cristianos reformados.
 Con un criterio muy amplio se incluye en estos cursos a libros narrativos o temáticos co-
mo Rut, Tobías, Judit y Ester.
 En el NT la carta de Santiago se entronca directamente con este tipo de literatura, y es
normal calificarla como escrito sapiencial.

Sin olvidar los diversos niveles ya señalados, se puede señalar que estos libros conforman
un cierto cuerpo de escritos con algunas características comunes (literarias y teológicas).

Más allá de estos libros, es evidente que existen en la Biblia otros textos de carácter sa-
piencial, que se encuentran en libros que no son sapienciales.3 Ejemplos típicos son la historia de
José (Génesis 37 – 50), la reflexión sobre la condición humana en el inicio del Génesis (Génesis
2 – 4, con su planteamiento sobre la creación del hombre en gracia y libertad y la irrupción del
pecado);4 igualmente algunas historias menores como la de Abigail y su torpe esposo Nabal (1
Samuel 25), o la de la sabia mujer de Técoa que hace posible la rehabilitación de Absalón (2 Sa-
muel 14). También hay algunos trozos de carácter sapiencial en los libros proféticos (de modo
especial Baruc 3,9 – 4,3). Hay algunos Salmos que son característicamente sapienciales: por
ejemplo Salmos 1; 18; 37; 39; 49; 73; 90; 100; 111; 112; 126; 138. En el NT es habitual señalar
que hay dichos de Jesús que pueden ser catalogados como «palabras de sabiduría».5 A la hora de
delimitar precisamente el material sapiencial se produce un área de incertidumbre.

Yendo aún más allá, vemos que lo sapiencial es un cierto modo de pensar, un ángulo para
abordar la realidad, una forma de encarar la existencia. Por lo mismo, el horizonte sapiencial
puede encontrarse presente en diversos textos bíblicos, que en modo alguno pueden ser conside-
rados como propiamente sapienciales, si para determinarlos atendemos a los rasgos literarios.
Esta constatación abre la pregunta más de fondo, respecto de qué es la sabiduría; asunto comple-
jo, ya que la sabiduría es tanto una actitud vital, cuanto una tradición viva y un corpus literario.

b. ¿Qué es la Sabiduría? Lo que habitualmente denominamos «sabiduría» es una reali-


dad englobante, que se distingue de la ciencia en cuanto tal, y también de la ciencia teológica; en
algún sentido está más cerca de lo que hoy llamamos espiritualidad, pero tampoco coincide con
ella. Se trata de algo así como una forma de ser, un modo de actuar que impregna todos los com-
portamientos concretos. La vastedad del tema se expresa en el uso de un amplio vocabulario, ya
que junto a los términos más clásicos, tales como hakam (sabio) y hokmah (sabiduría), hay una
multitud de otras expresiones características del vocabulario sapiencial. Entre ellas, los verbos:
conocer (yada’), entender (bîn), captar (laqah), escuchar (shama), adquirir (qanah), dar (natan),
considerar (sakal) y acrecentar (yasaf); y los substantivos abstractos: conocimiento (dá’at), edu-
cación (mûsar), entendimiento (bînah), sagacidad (‘ormah), astucia (mezimmah), captación (lé-
qah) y pericia (tahbutôt). En Proverbios 1,1-6 se acumula la mayor parte de estas expresiones,

3
Un buen elenco global de estos textos en: ALONSO SCHÖKEL, LUIS & VÍLCHEZ LÍNDEZ, JOSÉ Proverbios. Madrid:
Cristiandad 1984; págs. 64-68.
4
Cf. ALONSO SCHÖKEL, LUIS «Motivos sapienciales y de alianza en Gen. 2-3» en Biblica 43(1962)295-316.
5 Algunos ejemplos clásicos son Mateo 8,22; 16,25; 22,21; 25,52; Marcos 9,40; Hechos de los apóstoles 20,35.

2
aludiendo a lo que será el propósito del libro: «Proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Is-
rael: para aprender sabiduría e instrucción, para comprender dichos profundos; para adquirir la
instrucción adecuada, — justicia, equidad, rectitud —; para enseñar astucia a los simples, cono-
cimiento y reflexión a los jóvenes, para descifrar proverbios y refranes, los dichos y enigmas de
los sabios. El sabio escucha y aumenta su saber y el inteligente adquiere destreza». La sabiduría
es conocimiento, perspicacia, reflexión; pero también buena educación y savoir faire / know how.

Se trata, además, de una dimensión universalmente presente en todos los pueblos, aunque
en cada uno de ellos adquiera una dimensión propia y específica. Por tanto, una de las grandes
temáticas para abordar el estudio de la sabiduría bíblica es su relación con las demás sabidurías
humanas (las geográfica y culturalmente próximas, como la sabiduría de los santuarios de Meso-
potamia y la de la corte de Egipto; pero también con las demás sabidurías humanas). Y en con-
traste con ellas reconocer la especificidad de la sabiduría bíblica. A veces se alude a este aspecto
llamándolo carácter «internacional» del pensamiento sapiencial. Cabe señalar que la misma Bi-
blia es explícitamente consciente de esta internacionalidad de la sabiduría. Por ejemplo, señalan-
do que la sabiduría de Salomón sobrepasó a la de los egipcios y orientales (cf. 1 Reyes 5,9-14:
«Dios concedió a Salomón una sabiduría y una inteligencia extremadamente grandes, y tanta am-
plitud de espíritu cuanta arena hay en las playas del mar. La sabiduría de Salomón superaba la de
todos los Orientales y toda la sabiduría de Egipto. El fue el más sabio de los hombres, más sabio
que Etán, el ezrajita, más que Hernán, Calcol y Dardá, los hijos de Majol. Su renombre se exten-
día por todas las naciones vecinas. Pronunció tres mil máximas, y sus poemas fueron mil cinco.
Trató acerca de las plantas, tanto del cedro del Líbano como del hisopo que crece en los muros;
también trató acerca de los cuadrúpedos, de los pájaros, de los reptiles y de los peces. De todos
los pueblos, y de parte de todos los reyes de la tierra que habían oído hablar de la sabiduría del
rey Salomón, acudía gente para escuchar su sabiduría»); o incluyendo textos sapienciales de Agur
y Lemuel, dos reyes extranjeros (Proverbios 30,1-14: «Palabras de Agur, hijo de Iaqué, de Masá.
Oráculo de este gran hombre…»; 31,1-9: «Palabras de Lemuel, rey de Masá, que le inculcó su
madre…»); o haciendo intervenir en el libro de Job sólo a interlocutores no israelitas, ya desde el
mismo Job, que es usita. Lo sapiencial vincula a la Biblia con un amplio abanico de culturas y de
problemáticas humanas, que va mucho más allá de lo propiamente israelita y del ámbito estricta-
mente religioso; en este sentido, la temática sapiencial es la menos exclusivista de la Biblia.

Entrando más de lleno en la pregunta qué es la sabiduría, puede ser útil recorrer los gran-
des pasos que ha ido dando la exégesis para buscar responder a esta cuestión. El punto de partida
está en señalar que la sabiduría es un conocimiento práctico de las leyes de la vida y del universo,
basado en la experiencia.6 Según esta óptica, la sabiduría entiende que en todo lo existente hay un
cierto «orden», tanto en la naturaleza como en las estructuras sociales, y que, por lo mismo, la
posibilidad que tiene el hombre de ser pleno en la vida depende de su capacidad de descubrir este

6 El autor clásico en esta línea es GERHARD VON RAD Weisheit in Israel. Neukirchen: Neukirchener Verlag 1970 1,
19822 = Sabiduría en Israel. Madrid: Ediciones Cristiandad 1985.

3
orden y de vivir en armonía con él. El sabio es el que descubre este orden, reflexiona sobre él y
adecúa a él su vida.

El descubrimiento de este sentido profundo inscrito en la naturaleza sitúa al sabio ante la


obra creadora de Dios; de algún modo nos pone frente al misterio del designio divino. Por lo
mismo, en la búsqueda de la sabiduría se dan dos niveles íntimamente ligados. Un primer nivel
que es fruto de la reflexión humana sobre la experiencia, y que se orienta a alcanzar éxito en la
vida, a un «buen vivir»; y otro nivel que se refiere a la búsqueda del sentido profundo inscrito por
Dios en la creación, y que pone ante una relación con Dios iluminado desde el misterio de lo
creado. Lo característico de la reflexión sapiencial consiste en señalar que los hombres que bus-
can tener acceso al segundo nivel deben disponerse a adquirir previamente el primero; la sabidu-
ría experimental, la sabiduría de la vida concreta, es vista como un medio para alcanzar esa sabi-
duría teológica, «el temor del Señor», como dicen los textos sapienciales, que es su fundamento:
«El temor del Señor es el comienzo de la sabiduría» (Proverbios 1,7; 9,10; Salmo 111,10)

Aceptando este primer nivel de respuesta a la pregunta respecto de ¿qué es la sabiduría?,


surge otra cuestión, que divide a los autores en dos bandos claramente diferenciados, respecto de
la sede social de la sabiduría. Hay quienes señalan (como von Rad) que la reflexión sobre la vida
constituía la preocupación propia de un grupo social específico, y que su elaboración se fue for-
mulando en una tradición sapiencial concreta. Frente a ellos hay quienes7 niegan la existencia de
un grupo humano profesionalmente dedicado a la búsqueda de la sabiduría, y en contrapartida
afirman la existencia de un mundo de ideas, de una actitud ante la vida, de un talante intelectual
presente en el pueblo israelita, que es el que se refleja en los textos sapienciales. Por lo mismo,
para ellos lo sapiencial no es privativo de un determinado grupo humano, sino un patrimonio de
todo el pueblo, por más que haya personas especialmente dotadas en este campo. Para marcar la
diferencia, rechazan la expresión tradición sapiencial, para reemplazarla por tradición intelec-
tual; la tradición no estaría constituida por un conjunto de contenidos, sino por una actitud frente
a la vida. La propuesta de imaginar la reflexión sapiencial como perteneciente al conjunto del
pueblo bíblico me parece interesante, y apuntando a una verdad muy grande; por más que parezca
entrar en conflicto con el dato histórico cierto de la existencia de sabios de corte, de sabios profe-
sionales. El tema de una posible articulación positiva de ambas dimensiones (sabios profesionales
y sabiduría popular), acorde a las diversas épocas históricas de Israel, no es algo ya logrado.

Con todo, es válido asumir la tesis fundamental de que la sabiduría es un don natural que
algunas personas poseen en mayor grado que otras, una suerte de inteligencia innata de la vida;
un buen criterio para enfrentar la existencia. Esta capacidad natural puede ponerse de manifiesto
en una pluralidad de circunstancias, desde el arte de la navegación hasta la asesoría política. De
allí que se pueda considerar sabia a cualquier persona que despliegue el suficiente grado de des-
treza como para llevar perfectamente a cabo una tarea determinada. Esta «inteligencia» tiene mu-
7
Destacadamente ROGER NORMAN WHYBRAY The Intellectual Tradition in the Old Testament. Berlin: Walter de
Gruyter 1974 (Beiheft zur Zeitschrift fûr die alttestamentliche Wissenschaft 135)

4
cho más que ver con la sagacidad que con un legado de conocimientos tras el cual deba esforzar-
se el hombre. El desarrollo de la habilidad y la sagacidad pueden plasmarse en multitud de activi-
dades concretas, desde la creación artística a la asesoría cortesana, pasando por el propio auto-
control. Pero en una sociedad como la israelita de aquel tiempo, la inteligencia estaba natural-
mente asociada con el dominio del lenguaje. De allí que sus descubrimientos se expresen en for-
mas literarias muy características, orientadas preferentemente a la educación.

En definitiva, podemos asumir que la sabiduría es un abanico de ideas que constituye una
actitud frente a la vida; que capacita a un individuo para vivir su vida con sentido y con felicidad.
Todos pueden poseerlo, aunque varíen los niveles y se manifieste en diversas modalidades. Estas
manifestaciones de la sabiduría pueden ser muy generales y casi indefinibles, o ser muy especia-
lizadas y precisas. Aunque este tipo de «inteligencia» es una cualidad innata, también puede ser
adquirida mediante el aprendizaje a partir de las experiencias de la vida; esta «inteligencia» no es
estática, ni pertenece exclusivamente al dominio de un grupo preciso y oficial; ella crece al inte-
rior del pueblo de Israel, y es articulada y manifestada por el mismo pueblo bíblico.

Llegados a este punto surge una tercera cuestión, que tiene que ver con la relación entre la
sabiduría y la autocomprensión de la persona humana. Hay así quien propone entender la sabidu-
ría como la búsqueda de la autocomprensión en relación con las cosas, la gente y el Creador. 8 Se
trata de un intento de hilar más finamente, desde el supuesto que entender la sabiduría sólo como
un conocimiento práctico de las leyes de la vida, basado en la experiencia, resulta un asunto muy
amplio, que no da cuenta suficientemente del complejo mundo de la Biblia. Así se propone dis-
tinguir tres niveles en los cuales se da la búsqueda sapiencial, cada uno con sus dinámicas pro-
pias, pero en todos está como principio básico lo que constituye el corazón del pensamiento sa-
piencial: que existe un orden en la realidad, y que ese orden envuelve la propuesta de un sentido
que puede ser discernido y con el cual es necesario vivir en harmonía. En concreto:

a. La sabiduría de la naturaleza: para sobrevivir, el hombre y la mujer necesitan coexistir con el


mundo natural, y es necesario saber enseñorearse de él. En la sabiduría bíblica hay una obser-
vación de la naturaleza y un esfuerzo por reconocer una regularidad en los fenómenos natura-
les. Se enumeran fenómenos y animales, con un afán de conquistar la naturaleza, en actitudes
que apuntan a lo que después serán las ciencias físicas (cf. 1 Reyes 5,13).

b. La sabiduría práctica y jurídica, que es el resultado de la reflexión y evaluación de las conse-


cuencias de la interacción social. Para la sabiduría israelita la paz y la harmonía entre los hu-
manos sólo podrán existir en la medida en que el orden social sea mantenido; la mantención de
este orden es lo que garantiza la felicidad social. Posiblemente este tipo de reflexión cultivó el
campo para el desarrollo de la teoría de la retribución, de acuerdo a la cual el sabio alcanzará
la paz y la seguridad, mientras que el necio sufrirá las consecuencias de su locura. Este tipo de

8 Me refiero a la propuesta de JAMES L. CRENSHAW.(ed.) Studies in Ancient Israelite Wisdom. Selected with a
Prolegomenon by. New York: Ktav 1976; JAMES L. CRENSHAW Old Testament Wisdom. An Introduction.
Atlanta: John Knox / London: SCM Press 1981.

5
reflexión es la más abundante en los libros sapienciales, y se encuentra a cada paso textos que
van en este sentido. La contraposición entre sabio y necio (en ocasiones joven o inexperto) es
frecuente.

c. La sabiduría teológica, que se ocupa de reivindicar la justicia de Dios. Aquí se toca el centro
neurálgico de la reflexión sapiencial, que es la cuestión de cómo es posible explicar que siendo
Dios justo y creador, el mundo parezca estar crecientemente invadido por la injusticia y el
mal. En este ámbito, la reflexión sapiencial se hace teología de la creación, y de modo más
particular, se hace defensa de la justicia de Dios, defensa del Dios creador. El libro de Job es
el momento cumbre de esta reflexión que intenta dar alguna respuesta al problema del «desor-
den» que invade el mundo. Habrá muchas respuestas a esta cuestión, y el modo en que se res-
ponda a ella determina el modo en que cada persona concreta se relaciona con el creador.9

Dando un paso más en el asunto del lugar social de la sabiduría, se propone distinguir tres
niveles en los cuales se desarrolla de modo habitual una reflexión sapiencial, cada uno con un
sello propio:

— sabiduría familiar o de clan (bagaje cultural compartido; «common cultural stock»): se trata de
esa sabiduría que tiene que ver sobre todo con la necesidad de hacerse dueño de la propia vida
y de conducirse adecuadamente en la existencia. Su estilo característico es el anciano que ex-
horta al joven para orientarlo en una manera sabia de vivir, que le conduzca a la felicidad.

— sabiduría de corte, que enseña los modos de conducirse en las esferas del poder y del go-
bierno. Es una enseñanza destinada a pocos, en la cual no basta con la exhortación, sino que
busca enseñar a reconocer y enfrentar situaciones concretas. No son muy abundantes los textos
de este tipo, aunque la figura de los consejeros de corte es relativamente importante.10

— sabiduría de los escribas, de tipo más formal y académico, que busca la universalidad y se
propone impregnar las realidades cotidianas con las grandes afirmaciones teológicas. Y que se
expresa en textos literarios.

Un cuarto nivel de matización y enriquecimiento del problema viene dado por la afirma-
ción de que la sabiduría bíblica no nace tanto del esfuerzo por descubrir un orden en la naturaleza
y en la vida del hombre, sino más bien del interés o esfuerzo por poner orden en la vida concreta
de cada persona y en la vida de la sociedad.11 Esta nueva propuesta cambia la perspectiva para

9
Para esta temática es interesante: WALTER BRUEGGEMANN Teología del Antiguo Testamento. Un juicio a Yahvé.
Testimonio. Disputa. Defensa. Salamanca: Sígueme 2007.
10 Por ejemplo, en el clásico texto de la batalla entre Jusay, consejero de David, y Ajitófel, consejero de Absalón; en

2 Samuel 15,32 – 17,23.


11 Este es el planteamiento de ROLAND E. MURPHY «Wisdom: Theses and Hypotheses», en JOHN G. GAMMIE y otros

(ed.) Israelite Wisdom. Theological and Literary. Essays in Honor of Samuel Therrien. Missoula, Montana:
Scholars Press of Union Theological Seminary1978, pp. 35-42; ROLAND E. MURPHY «Wisdom Theses» en J.
ARMENTI (ed.) Wisdom and Knowledge. Papin Festschrift. Filadelfia: Villanova Press 1976, pp.187-200; RO-

6
abordar el punto relativo al orden del mundo, pues en lugar de decir que el hombre experimenta a
Dios en el contexto del reconocimiento del orden establecido, se afirma que lo experimenta en la
búsqueda del orden; es decir, tratando de establecer un orden en el entramado a veces caótico de
las relaciones sociales, recurriendo para ello al análisis y ordenamiento de las experiencias vivi-
das. Es fácil ver que no existe una radical contradicción entre ambas propuestas, pero poner el
acento en la afirmación de que los textos bíblicos se interesan más por poner orden en la conducta
humana que por el simple reconocimiento de un orden natural me parece algo enteramente co-
rrecto; y ello no niega que en muchas oportunidades el descubrimiento de un orden en la natura-
leza ilumina la comprensión de los actos humanos.

Recogiendo los trabajos contemporáneos para definir qué es la sabiduría bíblica, hay
quien la define como «la actitud y el método conducentes a la autorrealización del hombre, tanto
en la esfera humana, cuanto en la profesional». 12 O, en una definición más descriptiva se puede
decir que «la sabiduría parece ser ante todo el arte de bien conducir la propia vida, especialmente
de utilizar las experiencias de los antepasados y las propias para sacar de ellas las normas de un
comportamiento que permita triunfar y ser feliz. En la mayoría de los textos que la describen y la
recomiendan, la sabiduría aparece definida por el éxito de un comportamiento social hábil y pru-
dente que permite superar las situaciones de conflicto y hacer el propio camino. En cuanto tal,
ella se apoya en un saber constituido a partir de la experiencia, de observaciones acumuladas y
transmitidas, sobre una capacidad de escuchar y de comprender, sobre un conocimiento que per-
mite el discernimiento necesario en los casos difíciles.»13

Excurso más técnico sobre las diversas concepciones de la sabiduría14

Presentar claramente las características generales de la literatura sapiencial del AT es de


por sí difícil. Si además pretendemos ahondar en algunos de sus aspectos (sociales, antropológi-
cos y teológicos) con el propósito de aislarlos netamente y de buscar entre ellos una relación de
cercanía ideológica o de interdependencia histórica, entonces la empresa puede resultar frustran-
te. De hecho, un estudio riguroso de las obras y los textos que han llegado a nosotros como mate-
rial sapiencial bíblico pone de manifiesto que la definición de este fenómeno, tal como se desa-
rrolló en el antiguo Israel, es tan escurridiza y elusiva como el fenómeno en sí.

LAND E. MURPHY Wisdom Literature: Job, Proverbs, Ruth, Canticles, Ecclesiastes, and Esther. Grand Rapids
(MI): Eerdmans, 1981 (The Forms of the Old Testament Literature 13) 200 pp.
12 VÍCTOR MORLA ASCENCIO Libros sapienciales y otros escritos. Estella: Ed. Verbo Divino 1994 (Introducción al

estudio de la Biblia nº 5) p. 39
13 A. VANEL «Sagesse, courant de» en J ACQUES BRIEND y ÉDOUARD COTHENET (eds.) Dictionnaire de la Bible.

Supplément. Paris: Lethouzey & Ané 1991, t. 11, c. 7.


14
Siguiendo a VÍCTOR MORLA ASCENCIO Libros sapienciales y otros escritos. Estella: Verbo Divino 2000 (Intro-
ducción al estudio de la Biblia 5) pp. 21-27.

7
¿Qué queremos decir cuando hablamos de «literatura sapiencial»? ¿A qué nos referimos
en concreto? Según el manual que caiga en nuestras manos, podemos descubrir con sorpresa las
siguientes ofertas: «literatura sapiencial» incluye: 1) Proverbios, Job, Eclesiastés, Eclesiástico,
Sabiduría, Salmos, Cantar de los cantares, Lamentaciones, Rut, Tobías. 2) De la lista anterior se
suprime Salmos y Lamentaciones. 3) Se borran también Rut y Tobías. 4) Se prescinde también
del Cantar de los cantares. 5) Incluso no es catalogado como tal Job. Por supuesto, pueden ofre-
cerse otras muchas variantes.

¿A qué se debe este desacuerdo? Fundamentalmente a dos razones: el espectro significati-


vo del concepto de «sabiduría» no ha sido suficientemente precisado; en otros estratos literarios
del AT (historia deuteronomista, profecía) aparecen de vez en cuando algunos tipos humanos,
ciertas actitudes sociales y diversos aspectos teológicos comunes en los libros habitualmente
aceptados como «sapienciales» (Proverbios, Eclesiastés, Eclesiástico, Job, Sabiduría). De lo que
se deduce la necesidad de abordar con objetividad el contenido significativo de la terminología
relativa a la «sabiduría» y de poner en tela de juicio la legitimidad del uso del concepto de «lite-
ratura» para designar lo que realmente constituye una «tradición». Pero antes de abordar esta
problemática pasemos revista a las definiciones más representativas de las últimas décadas.

a. Von Rad: conocimiento empírico de lo creado.15 Según Von Rad, la sabiduría postula
un conocimiento empírico del orden de lo creado, «un conocimiento práctico de las leyes de la
vida y del universo, basado en la experiencia». Esta definición le sirvió de marco referencial para
ulteriores estudios del fenómeno sapiencial israelita. El orden al que se refiere nuestro autor pue-
de percibirse tanto en la creación como en el entramado social. El éxito del hombre en la vida
dependía de su disposición y habilidad para descubrir este orden y vivir en armonía con él. Para
el sabio existía una especie de interacción entre una conducta social correcta y el orden inscrito
en la creación (aunque no fuese capaz de objetivar ambas esferas mediante la abstracción). El
bien y el mal eran fuerzas activas que el hombre podía experimentar sin mayor dificultad. El me-
jor modo de asegurar la felicidad y el éxito en la vida consistía en neutralizar las fuerzas del mal
y en liberar las del bien. Y la experiencia era el medio más idóneo para llevar a cabo esta empre-
sa. De ahí la importancia de la literatura epigramática, de la recopilación de costumbres sociales,
normas de convivencia e instrucciones. Quien se adhería a ellas tenía asegurado el camino de la
felicidad mediante el control de su propia vida; quien prefería el «camino de los malvados» esta-
ba abocado a la autodestrucción. Este es el mejor punto de referencia, según Von Rad, para esta-
blecer las dimensiones y el alcance de la doctrina de la retribución.

Ahora bien, la sabiduría así descrita (adecuación a las exigencias del «orden del mundo»)
es producto de la reflexión humana sobre la humana experiencia. Pero, ¿cuál es el origen de este
«orden del mundo»? ¿Quién o qué es responsable de su perpetuación y su estabilidad? Von Rad
se resiste a identificar esta sabiduría con un atributo divino o con una personificación de Dios.

15
Cf. GERHARD VON RAD Sabiduría en Israel: Proverbios, Job, Eclesiastés, Eclesiástico, Sabiduría. Madrid: Cris-
tiandad 1985. 408 pp.

8
Más bien hace referencia al «sentido» inscrito por Dios en la creación, el divino misterio de lo
creado. Se trata de una cualidad del mundo, de una «razón universal» inscrita en él que conti-
nuamente interpela al hombre. Aunque los dos conceptos de sabiduría (la experimental y la vin-
culada al misterio) son distintos, están íntimamente asociados. El primero surge en la propia vida
del hombre y se pone en movimiento mediante la reflexión y la adecuación al orden percibido. El
segundo, el misterio primordial de la creación, tiene su origen en el Creador. Sin embargo, los
hombres que pretenden tener acceso al segundo deben previamente disponerse a la adquisición
del primero. Si la sabiduría experimental debe ser entendida como medio para tener éxito en la
vida, la adquisición de la sabiduría teológica constituye la meta de la vida misma.

b. Whybray: actitud ante la vida.16 Aunque Whybray comparte numerosos puntos de


vista con Von Rad, se aparta decididamente de él en lo que respecta a la sede social de la sabidu-
ría. Mientras el especialista alemán defiende que la reflexión sobre la vida constituía la preocupa-
ción de una clase específica de personas que se refleja en una tradición concreta, Whybray no
cree en la existencia de un grupo profesional o esotérico. De ahí que prefiera hablar de «tradición
intelectual» en lugar de «tradición sapiencial». Para él, la «sabiduría» del AT es un mundo de
ideas que refleja una actitud ante la vida. En cada generación existen personas que reflexionan
sobre las eternas preguntas de la vida y que hacen a los demás partícipes de sus reflexiones. Des-
de este punto de vista podemos decir que en Israel existió una «tradición intelectual» distinta de
otras tradiciones: históricas, legales, cúlticas o proféticas. Von Rad opina que las enseñanzas cul-
tivadas en los círculos de sabios profesionales llegaron a ser propiedad pública; Whybray, sin
embargo, al propio tiempo que no niega el desarrollo de una tradición literaria sapiencial en Is-
rael, opina que la perspectiva intelectual pertenecía al dominio público: no se convirtió en pro-
piedad pública puesto que siempre fue propiedad pública. Ambos están de acuerdo en que la re-
flexión sobre la vida constituye el punto de partida de la empresa «sapiencial»; también en que la
articulación de tal reflexión acabó adquiriendo un carácter distintivo. Sin embargo, no comparten
criterios sobre dos aspectos: la función desempeñada por esa reflexión articulada en la formación
de la tradición israelita y la existencia de una clase profesional de sabios responsables de la con-
servación y eventuales desarrollos de la tradición intelectual.

Pero, si la tradición bíblica confiere el título de sabios (hakamim) a diferentes representan-


tes de la administración del estado (consejeros, asesores políticos), ¿cómo entender su puesto en
la tradición intelectual, si no puede hablarse de una clase profesional? ¿qué decir además de los
posibles educadores y pedagogos, o de los autores de los llamados «libros sapienciales»? A partir
fundamentalmente de sus estudios sobre los términos hokmah («sabiduría») y hakam («sabio»),
Whybray llega a la conclusión de que, a juzgar por el uso de estos términos en el AT, «la sabidu-
ría es, sin más, una dotación natural que algunas personas poseen en mayor grado que otras una
inteligencia innata de tipo general». Esta capacidad natural puede ponerse de manifiesto en una
pluralidad de circunstancias, desde el arte de la navegación hasta la asesoría política. Sabia era

16
Cf. ROGER NORMAN WHYBRAY The Intellectual Tradition in the Old Testament. Berlin y New York: de Gruyter
1974. (Beihefte zur Zeitschrift für die alttestamentliche Wissenschaft 135) 158 pp.

9
considerada cualquier persona que desplegase el suficiente grado de destreza como para llevar
perfectamente a cabo una tarea determinada. Desde este punto de vista difícilmente puede hablar-
se de un grupo profesional especializado. Esta «inteligencia» tiene más que ver con la sagacidad
que con un legado de conocimientos tras el que debe esforzarse el hombre.

El desarrollo de la habilidad y la sagacidad puede plasmarse en multitud de empresas,


desde la creación artística a la asesoría cortesana, pasando por el propio autocontrol. Pero en una
sociedad como la israelita de aquel tiempo, la inteligencia estaba naturalmente asociada con el
dominio del lenguaje. Tal circunstancia ha inducido a muchos autores, según Whybray, a adoptar
el erróneo punto de vista de que los consejeros, los educadores y los escritores sapienciales eran
sabios profesionales educados en escuelas. Nadie duda de la función educadora de la torah sacer-
dotal o del dabar profético, pero lo que hay que discutir, según nuestro autor, es la existencia de
un sistema educativo organizado en la corte, en el templo, en las escuelas proféticas y en el ámbi-
to de los escribas.

Si, siguiendo la tesis de Whybray, negamos la existencia de escuelas organizadas, ¿quién


escribió entonces Proverbios y el resto de la literatura bíblica afín? La relación padre/hijo tan
frecuente en Proverbios (por ejemplo: Proverbios 1,8.10.15; 2,1; 3,1.11; 4,1.10.20; 5,1.7.20;
6,1.20; 7,1.24) reflejaría una sede familiar, de ahí que la educación en las distintas profesiones no
sería más que una extensión de la educación familiar. Quienes compusieron los libros sapiencia-
les poseían sin duda más habilidad que los demás, pero la tradición intelectual fijada en ellos per-
tenecía al tesoro común del pueblo.

Esta tesis de Whybray tiene la ventaja de no reducir la sabiduría a un legado esotérico


cultivado por una clase profesional y puesto al servicio de estudiantes de élite, pero no cuenta lo
suficiente con la dimensión diacrónica de esa «tradición intelectual». Una mirada superficial a la
obra de Ben Sira parece contradecir dicha tesis (cf. Eclesiástico 24,30-34; 33,16-19; 51,23).

c. Crenshaw: autocomprensión en relación con las cosas.17 J. L. Crenshaw es el tercer


autor que ha procurado establecer una definición de sabiduría a la luz de los trabajos de sus pre-
decesores. Distingue entre literatura sapiencial, tradición sapiencial y pensamiento sapiencial. De
este modo es capaz de poner de relieve la importancia de las distintas manifestaciones de la reali-
dad sapiencial en el AT sin tener que abordar todas al mismo tiempo y del mismo modo. Tras
criticar la definición de Von Rad, por excesivamente difusa e inoperante, ofrece su propia defini-
ción en los siguientes términos: «búsqueda de la autocomprensión en relación con las cosas, la
gente y el Creador. Esta búsqueda de sentido se mueve en tres niveles: 1) sabiduría de la natura-
leza, un intento de enseñorearse de las cosas de cara a la supervivencia humana y al bienestar...;
2) sabiduría jurídica y sabiduría práctica, que hace hincapié en las relaciones humanas dentro de
una sociedad ordenada o estado; y 3) sabiduría teológica, que se mueve en el ámbito de la teodi-
cea, afirmando así a Dios como significado último». Al distinguir entre literatura, tradición y

17
JAMES L CRENSHAW Old Testament Wisdom: An Introduction. Atlanta: John Knox Press 1981. 284 pp.

10
pensamiento, Crenshaw sintoniza con la postura de Whybray, quien a su juicio es quien mejor ha
puesto de manifiesto que la sabiduría es tanto una actitud cuanto una tradición viva y un corpus
literario.

d. Murphy: esfuerzo por ordenar la conducta humana.18 Una cuarta matización del
problema es la ofrecida por R. E. Murphy. Para empezar, pone serios reparos a la tesis de que «la
sabiduría bíblica nace del esfuerzo por descubrir un orden en la vida del hombre». Quienes de-
fienden esta tesis exageran la influencia que la doctrina egipcia de la Maat haya podido ejercer en
el pensamiento israelita. Los sabios del antiguo Egipto creían en la existencia de un «orden del
mundo» fundamental, la Maat (orden, verdad, justicia), una especie de semidivinidad que regu-
laba al mismo tiempo el orden cósmico, las relaciones sociales y el mundo de los dioses. Los tres
ámbitos estaban interrelacionados. Todo debía acomodarse a este «orden del mundo». Numerosos
especialistas defienden que esta idea de orden influyó en los conceptos israelitas de «justicia» y
de «derecho». Murphy no niega la influencia que ejercieron en Israel otras culturas del Próximo
Oriente, tanto en el ámbito de las ideas cuanto en las expresiones literarias, pero considera abusi-
va la oferta de paralelismos entre Israel y Egipto por lo que se refiere a la percepción y al alcance
del orden cósmico. En concreto, rechaza los argumentos basados en la aparente correspondencia
entre el orden natural y el orden social, y su influencia mutua. Para Murphy los textos sapiencia-
les se interesan por la conducta humana, no por el orden de la naturaleza. Cuando un aforismo o
una instrucción yuxtapone ambos órdenes, busca sin más la comparación, la ilustración de un
orden a partir del otro. Y una cosa es el ámbito de la semejanza y otra muy distinta recurrir al
postulado de la existencia de un orden omnicomprensivo. Mientras no puede negarse que en el
AT se aborda con frecuencia el conflicto entre el orden del mundo y el caos, hemos de poner en
duda que los antiguos israelitas creyesen que la conducta del hombre tenía una incidencia directa
en dicho orden.

En consecuencia, Murphy cree que «la sabiduría bíblica nace del esfuerzo por poner orden
en la vida del hombre». Esta perspectiva cambia el punto de vista relativo al orden del mundo,
pues en lugar de decir que el hombre experimenta a Dios en el contexto del orden establecido,
habrá que afirmar que lo experimenta en la búsqueda del orden: tratando de establecer un orden
(aunque eventual y relativo) en el entramado a veces caótico de las relaciones sociales, mediante
el recurso al análisis y la clasificación de experiencias.

Con este breve repaso de las opiniones más representativas hemos pretendido poner de
relieve la complejidad de la temática sapiencial. Aunque todas ellas comparten un grado acepta-
ble de proximidad, adoptan un punto de partida distinto y una perspectiva peculiar.

18
ROLAND E. MURPHY Wisdom Literature: Job, Proverbs, Ruth, Canticles, Ecclesiastes, and Esther. Grand Rapids
(MI): Eerdmans, 1981 (The Forms of the Old Testament Literature 13) 200 pp.

11
Lectura complementaria – Introducción a los libros sapienciales19

Se da el nombre de «libros sapienciales» a cinco libros del Antiguo Testamento: Job, Pro-
verbios, Eclesiastés, Eclesiástico y Sabiduría. Se les suele añadir con bastante impropiedad los
Salmos y el Cantar de los Cantares. Representan una corriente de pensamiento que se halla tam-
bién en una parte de los libros de Tobías y Baruc.

Esta literatura sapiencial floreció en todo el Antiguo Oriente. Egipto produjo escritos de
sabiduría a lo largo de su historia. En Mesopotamia, desde la época sumeria, se compusieron pro-
verbios, fábulas y poemas sobre el sufrimiento, que se han comparado con Job. Esta sabiduría
mesopotámica llegó a Canaán: se han encontrado en Ras Samra textos sapienciales escritos en
acádico. La Sabiduría de Ajicar, que es de origen asirio y que fue traducida a varias lenguas anti-
guas, procede de ambientes de lengua aramea. Esta sabiduría es internacional. Manifiesta pocas
preocupaciones religiosas y se desenvuelve en el orden profano. Ilustra el destino de los indivi-
duos, no por medio de una reflexión filosófica al estilo de los griegos, sino recogiendo los frutos
de la experiencia. Es un arte de bien vivir y una señal de buena educación. Enseña al hombre a
acomodarse al orden del universo y debería darle los medios para ser feliz y prosperar. Pero esto
no siempre ocurre, y esta experiencia justifica el pesimismo de algunas obras de sabiduría, tanto
en Egipto como en Mesopotamia.

Los israelitas conocieron esta sabiduría. El mayor elogio que la Biblia cree hacer de la
sabiduría de Salomón es que superaba a la de los hijos de Oriente y a la de Egipto, 1 Reyes 5,10.
Los sabios árabes y edomitas gozaban de renombre, Jeremías 49,7; Baruc 3,22-23; Abdías 8. Job
y los tres sabios, amigos suyos, viven en Edom. El autor de Tobías conocía la Sabiduría de Aji-
car, y Proverbios 22,17 – 23,11 sigue de cerca las máximas egipcias de Amenemope. A Hemán y
Etán, sabios de Canaán, se les atribuye varios salmos, según 1 Reyes 5,11. El libro delos Prover-
bios contiene las Palabras de Agur, Proverbios 30,1-14, y las Palabras de Lemuel, Proverbios
31,1-9, poemas originarios de Masá, tribu del norte de Arabia, Génesis 25,14.

No es de extrañar que las primeras obras sapienciales de Israel se asemejen en gran medi-
da a las de sus vecinos: todos ellos proceden del mismo suelo. Las partes antiguas de los Prover-
bios apenas contienen otra cosa que preceptos de sabiduría humana. Con la excepción del Ecle-
siástico y de la Sabiduría, que son los más recientes, los libros sapienciales no abordan los gran-
des temas del Antiguo Testamento: la Ley, la Alianza, la Elección, la Salvación. Los sabios de
Israel no muestran inquietud por la historia y el futuro de su pueblo, sino que escrutan el destino
de los individuos, como sus colegas orientales. Pero lo consideran bajo un punto de vista más
elevado, el de la religión yahvista. Por esto, y a pesar del origen común y de tantas semejanzas,
existe en favor de la sabiduría israelita una diferencia esencial que se acentúa con el progreso de
la revelación. En efecto, la oposición sabiduría-locura se trueca en oposición entre justicia e
iniquidad, entre piedad e impiedad. La verdadera sabiduría es efectivamente el temor de Dios, y

19
De la Biblia de Jerusalén (ed. 2009)

12
el temor de Dios es la piedad. Si la sabiduría oriental es un humanismo, podría decirse que la
sabiduría israelita es un «humanismo devoto».

Pero este valor religioso de la sabiduría ha venido aflorando poco a poco. El término he-
breo más usado referente a la sabiduría tiene un sentido complejo: puede designar la habilidad
manual o profesional, el sentido político, el discernimiento y también la astucia, el acierto, el arte
de la magia. Esta sabiduría humana puede ejercerse para el bien y para el mal, y esta ambigüedad
justifica los juicios desfavorables que los profetas pronuncian sobre los sabios, por ejemplo,
Isaías 5,21; 29,14; Jeremías 8,9. Esa ambigüedad puede explicar también que se haya tardado
tanto en hablar de la sabiduría de Yahvé, aunque sea Yahvé quien se la da a los hombres (si bien
ya en Ugarit la sabiduría era el atributo del gran dios El). Únicamente en escritos postexílicos se
llegará a decir que sólo Dios es sabio, con una sabiduría trascendente que el hombre ve actuando
en la creación, pero que él no es capaz de escrutar, Job 28; 38-39; Sirácida 1,1-10; 16,24-25;
39,12-13; 42,15 – 43,33, etc. En el gran prólogo que encabeza Proverbios, Proverbios 1-9, la
Sabiduría divina habla como una persona, está a la vez presente en Dios desde la eternidad y ac-
túa con él en la creación, sobre todo Proverbios 8,22-31. En Job 28, aparece como distinta de
Dios, que es el único que sabe dónde se oculta aquella. En Sirácida 24, la propia Sabiduría dice
de sí que procede de la boca del Altísimo, que mora en los cielos y que Yahvé la envía a Israel.
En Sabiduría 7,22 – 8,1, es una emanación de la gloria del Omnipotente, una imagen de su bon-
dad. Así, la Sabiduría, atributo de Dios, se separa de él y se convierte casi en una hipóstasis. En el
ámbito de la fe del Antiguo Testamento, estas expresiones tan vigorosas rebasan los límites de
una personificación literaria, pero mantienen su misterio y preparan la revelación de las Personas
Divinas. El Logos de San Juan está a la vez, como esta Sabiduría, en Dios y fuera de Dios, y to-
dos estos grandes textos justifican el título de «Sabiduría de Dios» que san Pablo da a Cristo,
1 Corintios 1,24.

Como el destino de los individuos era la preocupación dominante de los sabios, el pro-
blema de la retribución tenía para ellos una importancia capital. Y la doctrina evoluciona en su
ambiente y por su reflexión. En las partes antiguas de Proverbios, la sabiduría, es decir, la justi-
cia, lleva necesariamente a la felicidad, y la locura, es decir, la iniquidad lleva a la ruina. Dios es
quien premia así a los buenos y castiga a los malos. Ésta es todavía la posición del prólogo de los
Proverbios, 3,33-35; 9,6 y 18. Esta doctrina es, por consiguiente, el fundamento de la enseñanza
de sabiduría y se deduce del hecho de que el mundo es gobernado por un Dios sabio y justo. Tra-
ta de recurrir a la experiencia, pero la experiencia la contradice a menudo. Esto es lo que expone
de una manera dramática el libro de Job, en el que los tres amigos defienden la tesis tradicional.
Mas para el problema del justo desgraciado no hay respuesta que satisfaga al espíritu, si nos ate-
nemos a la retribución terrena; no hay más remedio que adherirse a Dios por la fe, a pesar de to-
do. El Eclesiastés, por muy diferente que sea su tono, no da una solución distinta; subraya igual-
mente la insuficiencia de las respuestas corrientes, y niega que sea posible pedir cuentas a Dios y
exigir la felicidad como algo debido. El Eclesiástico sigue fiel a la misma doctrina, exalta la feli-
cidad del sabio, 14,20 – 15,10, pero le obsesiona la idea de la muerte y sabe que todo depende de

13
esta última hora: dice que «es fácil al Señor, el día de la muerte, pagar a cada uno según su pro-
ceder», 11,26, ver 1,13; 7,36; 28,6; 41,9. Presiente la doctrina de los «novísimos», pero no la ex-
presa claramente. Poco después de él, Daniel 12,2 formulará explícitamente la fe en una retribu-
ción de ultratumba, y esta fe estará en él unida a la fe en la resurrección de los muertos, ya que la
mentalidad hebrea no concibe una vida del espíritu separado de la carne. En el Judaísmo alejan-
drino, el progreso se realizará por camino paralelo y avanzará aún más. Como la filosofía platóni-
ca había liberado al pensamiento hebreo de sus ataduras con la teoría del alma inmortal, el libro
de la Sabiduría afirma que «Dios creó al hombre incorruptible», 2,23, y que el alma fiel gozará,
después de la muerte, de una felicidad sin fin junto a Dios, mientras que los impíos recibirán su
castigo, 3,1-12. Al fin se ha dado la respuesta al gran problema de los sabios de Israel.

La forma más simple y más antigua de la literatura sapiencial es el mâšâl. Este es, en plu-
ral, el título del libro que nosotros llamamos «Proverbios». El mâšâl es, más exactamente, una
fórmula sorprendente que cautiva la atención, un dicho popular o una máxima. Las colecciones
antiguas de los Proverbios sólo contienen sentencias breves. Luego, el mâšâl se desarrolla, se
hace parábola o alegoría, discurso o razonamiento. Esta evolución, sensible ya en las pequeñas
secciones añadidas a los Proverbios y más aún en el prólogo, Proverbios 1-9, se precipita en los
libros siguientes: Job o la Sabiduría son grandes obras literarias.

Por encima de todas estas formas literarias, aun las más simples, el origen de la sabiduría
ha de buscarse en la vida de familia o de clan. Las observaciones sobre la naturaleza y sobre los
hombres, acumuladas de generación en generación, se expresaron en sentencias, en dichos de
campesinos, en breves apólogos, que contenían una aplicación moral y que servían de reglas de
conducta. El mismo origen puede atribuirse a las primeras formulaciones del derecho consuetudi-
nario, que en ocasiones coinciden, en su contenido y no solamente en su forma, con las sentencias
de sabiduría. Esta corriente de la sabiduría popular prosiguió paralelamente a la formación de las
colecciones sapienciales. De aquélla provienen, por ejemplo, los proverbios de 1 Samuel 2414;
1 Reyes 20,11, la fábula de Jueces 9,8-15 y la de 2 Reyes 14,9, y los profetas mismos los han uti-
lizado, por ejemplo, Isaías 28,24-28; Jeremías 17,5-11.

La brevedad de las sentencias, que así se imprimen en la memoria, las hacía aptas para la
enseñanza oral. El padre o la madre se las enseña a su hijo, Proverbios 1,8; 4,1; 31,1; Sirácida
3,1, y el maestro seguirá llamando «hijo» al discípulo a quien forma, porque los sabios hacen
escuela, Sirácida 51,23-26; ver Proverbios 7,1-2; 9,1-2. La sabiduría se convierte en privilegio de
la clase instruida, y por lo mismo de la que también sabe escribir; sabios y escribas aparecen jun-
tos en Jeremías 8,8-9, y Sirácida 38,24 – 39,11 ensalza el oficio de escriba, que le permite adqui-
rir la sabiduría, contraponiéndolo a los oficios manuales. De entre los escribas designaba el rey a
sus funcionarios, y en la corte se desarrollaron antes que en sitio alguno las doctrinas de sabidu-
ría. Todos estos rasgos tienen sus paralelos exactos en los demás ambientes de la sabiduría orien-
tal, en Egipto o en Mesopotamia. Una de las colecciones salomónicas de los Proverbios fue reco-
pilada por «los hombres de Ezequías, rey de Judá», Proverbios 25,1. Pero tales sabios no eran
sólo coleccionistas de máximas antiguas; también las escribían. Podemos considerar escritos de

14
sabiduría (con ciertas reservas) dos obras literarias compuestas probablemente en la corte de Sa-
lomón, la historia de José y la de la sucesión al trono de David. El ambiente de los sabios es,
pues, muy diferente de aquellos de los que han salido los escritos sacerdotales y los escritos pro-
féticos, y Jeremías 18,18 enumera como tres clases a sacerdotes, sabios y profetas. Diferentes son
sus preocupaciones: los sabios no tienen interés especial en el culto y no parecen conmoverse
ante las calamidades de su pueblo ni atormentarse con la gran esperanza que le sostiene. Pero, a
partir del Destierro, estas tres corrientes confluyen. El prólogo de Proverbios adquiere un tono de
predicación profética; el Eclesiástico, 44-49, y la Sabiduría, 10-19, meditan largamente sobre la
Historia Sagrada; el Eclesiástico venera el sacerdocio, se muestra fervoroso del culto, finalmente
identifica la Sabiduría con la Ley, Sirácida 24,23-24: es la alianza entre el escriba (o el sabio) y
el doctor de la Ley que encontraremos en los tiempos evangélicos.

Aquí llegamos, en el Antiguo Testamento, al término de un largo camino, en cuyo arran-


que estaba Salomón. También en este aspecto hallamos paralelos orientales: dos escritos de la
sabiduría egipcia eran considerados como las enseñanzas que un Faraón había dado a su hijo.
Desde 1 Reyes 5,9-14, ver 3,9-12 y 28; 10,1-9, hasta Sirácida 47,12-17, Salomón fue alabado
como el sabio más grande de Israel, y se le atribuyen las dos colecciones más importantes y más
antiguas de Proverbios, 10-22 y 25-29; esto explica el título que se da a todo el libro, Prover-
bios 1. Bajo su patrocinio se pusieron asimismo el Eclesiastés, la Sabiduría y el Cantar de los
Cantares. Toda esta enseñanza gradualmente dispensada al pueblo elegido preparaba la revela-
ción de la Sabiduría Encarnada. Pero «aquí hay algo más que Salomón», Mateo 12,42.

15
Indicaciones para una bibliografía básica

 Los libros sapienciales son fáciles de leer, pero bastante desconocidos en la vida cotidia-
na. Por lo mismo, la principal tarea es leer los principales libros sapienciales: Proverbios,
Eclesiastés/Qohelet, Job, Eclesiástico/Sirácida y Sabiduría.
 A continuación se ofrecen algunas obras generales que pueden servir de referencia a lo
largo del semestre.
 Con el tratamiento de cada tema se señalará una bibliografía específica.

ALONSO SCHÖKEL, LUIS «Una oferta de sensatez. Ensayo sobre la literatura sapiencial» en: LUIS
ALONSO SCHÖKEL & JOSÉ VÍLCHEZ LÍNDEZ Proverbios. Madrid: Cristiandad 1984,
pp. 17-37.

CAHIERS EVANGILE En las raíces de la Sabiduría. Estella: Verbo Divino 19874 (Cuadernos Bí-
blicos 28) 60 pp.

MORLA ASENSIO, VÍCTOR Libros sapienciales y otros escritos. Estella: Verbo Divino 20003 (In-
troducción al estudio de la Biblia 5) 541 pp.

VÍLCHEZ LÍNDEZ, JOSÉ Sabiduría y sabios en Israel. Estella: Verbo Divino 1995. 364 pp.

VON RAD, GERHARD Sabiduría en Israel: Proverbios, Job, Eclesiastés, Eclesiástico, Sabiduría.
Madrid: Cristiandad 1985. 408 pp. [Hay una traducción anterior de menor calidad:
Sabiduría en Israel. Los sapienciales. Lo sapiencial. Madrid: Fax 1973. 426 pp.]

Modo de trabajar

 Semana a semana contaremos con un material de apoyo para la clase, semejante a este.
 Modo de evaluación:
 Informe de lectura personal de dos de los cinco grandes libros sapienciales. En el
informe se debe presentar un esquema de desarrollo del libro, y una síntesis perso-
nal de los principales rasgos del pensamiento sapiencial de esa obra (¿Qué pro-
blemáticas busca enfrentar el libro? ¿Cómo las trabaja? ¿De qué modo resuelve
sapiencialmente los problemas planteados? ¿Qué relación veo entre esta temática
y nuestra realidad actual?). Cada uno de los informes vale un 20 %.
 Un examen final oral, sobre la materia del curso. Valor 60 %.
 Fechas por determinar
 Ayudante

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