Escriben: José Natanson José Nun Jorge Gaggero Andrés Malamud

Fernando Vallejo Ignacio Ramonet Martine Bulard Serge Halimi

el dipló, una voz clara en medio del ruido Capital Intelectual S.A.
Paraguay 1535 (1061)
septiembre 2012 Buenos Aires, Argentina
Publicación mensual
Año XIV, Nº 159
Precio del ejemplar: $18
En Uruguay: 100 pesos

www.eldiplo.org

Número Aniversario

El próximo Congreso del Partido Comunista
establecerá las grandes líneas futuras. El nuevo
mapa político y la tentación imperialista.

Cómo China
está cambiando
el mundo
Dossier

Ren Long/Xinhua Press/Corbis

Argentina: los límites del modelo

Dossier Pese a los avances, muchos problemas persisten: una reforma impositiva
nacional: progresiva, una nueva generación de políticas sociales y una profundización
páginas 2 a 14 de la integración regional son algunos de los principales temas pendientes.
2|
La policía como problema
por José Natanson
L
a caravana llegó a La Paz después
de recorrer 1.400 kilómetros en tres
meses: iban allí madres que carga-
ban a sus hijos con parálisis cere-
bral, mancos, cojos, personas que
se arrastraban en sillas de ruedas y carros de fa-
bricación casera, todos en reclamo de un aumen-
to del subsidio a la discapacidad de 143 dólares
anuales que el gobierno se negaba a conceder. El
14 de febrero, cuando quisieron ingresar a la Pla-
za Murillo, el tradicional centro de la vida políti-
ca boliviana, se encontraron con la dura pared de
los agentes de la policía antidisturbios, lo que de-
sató una indignación general que derivó en cho-
ques violentos aunque naturalmente desiguales
y, al rato, en una represión feroz que se extendió
durante dos horas e incluyó golpes a los manifes-
tantes, gases lacrimógenos y descargas eléctricas
aplicadas al metal de las sillas de ruedas.
El 30 de septiembre de 2010, en Quito, un sector
de la tropa de la Policía Nacional inició una huelga
en protesta por la sanción de una ley que los afec-
taba. Los policías cortaron rutas, cerraron los in-
gresos al Parlamento y lograron sumar a efectivos
de la Fuerza Aérea que bloquearon la pista del ae-
ropuerto internacional. Rafael Correa se trasladó
al cuartel policial para intentar convencer a los re-
beldes, pero fue herido e internado en un hospital
cercano. Al rato, el hospital fue rodeado por cientos
de policías que dejaron al presidente virtualmente
secuestrado. En lo que ya todos calificaban como
un intento –desarticulado y desprolijo pero intento
al fin– de golpe de Estado, Correa declaró el esta-
do de excepción y pidió un salvataje. Lo rescató el
Ejército tras veinte minutos de tiroteo transmitido
en vivo por la televisión.
El 4 de febrero, pocos días antes del inicio del
carnaval, un tercio de los 30 mil policías del es-
tado brasileño de Bahía iniciaron una huelga en
reclamo de una ley que garantice un piso sala-
rial para los integrantes de las fuerzas de segu-
ridad de todo el país. Con los líderes atrinchera-
dos durante días nada menos que en la sede de
la asamblea estadual, la huelga produjo la para-
lización temporal de la actividad turística, sa-
queos dispersos y una ola de asesinatos (al pa-
recer, las bandas narcos aprovecharon el vacío y
en tres días hubo 139 muertos). Ante el inicio de
un paro similar en Río de Janeiro, Dilma Rous-
seff asumió el tema como un problema nacional
y lanzó –nunca dejaremos de sorprendernos por
la influencia de la industria del espectáculo esta-
dounidense a la hora de titular– un operativo al
que llamó “La ley y el orden”. La presión conven-
ció a los policías rebeldes.
Seguridad y defensa
Como en su momento la militar, la “cuestión po-
licial” es uno de los grandes problemas de Amé-
rica Latina, y Argentina no es la excepción. Lo
vimos en los últimos días, con las huelgas de las
policías de Chubut y Santa Cruz, pero también
con los casos de represión fatal en Bariloche, Ju-
juy y Neuquén. Y ello sin mencionar el problema
más grave de todos, el de la policía bonaerense,
con episodios de homicidios dudosos, abusos y
torturas registrados todos los años. Si se piensa
bien, la política de seguridad de la provincia de
Buenos Aires ha sido una de las más erráticas y
peligrosas de todas las implementadas desde el
retorno de la democracia, tal como revela el sim-
ple recuento de los ministros: de Alberto Piot-
ti a León Arslanian, de ahí a ¡Aldo Rico! y luego
a Juan José Alvarez y Juan Pablo Cafiero, para
volver de nuevo a Arslanian, hasta llegar a Car-
los Stornelli y Ricardo Casal.
Lo notable, en esta mezcolanza cacofónica de
nombres y políticas, es la incapacidad que ha de-
mostrado el progresismo para elaborar una pro-
puesta seria en un área que apenas se asoma a una
crisis se desliza inevitablemente hacia la derecha,
hacia lo que los especialistas definen como “po-
pulismo penal”. La explicación tal vez pase por la
relación tensa que las corrientes que promueven
el cambio social siempre han establecido con la
idea de orden y por la creencia, propia de un iz-
quierdismo naif, de que la violencia delincuencial
es un producto automático de la pobreza (y que
por lo tanto hasta que no se resuelva la segunda
no tiene mucho sentido ocuparse de la primera).
Y, también, claro, por los recuerdos del accionar
de las fuerzas represivas durante las dictaduras.
El resultado, en todo caso, es que existen muy po-
cos expertos que realmente conozcan el tema y
puedan mostrar experiencia acumulada desde
un enfoque diferente al manodurismo hegemó-
nico: solo algunos especialistas, como Arslanian,
Marcelo Sain o Nilda Garré, y un puñado de insti-
tuciones entre las que sobresale el CELS.
La consecuencia de esta desidia progresista
es que las fuerzas de seguridad permanecen co-
mo uno de los pocos núcleos de poder corpora-
tivo intocados. En las últimas tres décadas, con
mejores o peores intenciones y resultados, el po-
der político, es decir el poder democráticamen-
te elegido, ha enfocado su ánimo reformista a la
justicia, la Iglesia, los empresarios, los medios y,
por supuesto, los militares. Pero la policía, como
el sindicalismo, ha logrado mantenerse asom-
brosamente a salvo.
Y es curioso, pues Argentina cuenta con al-
gunas ventajas ausentes en otros países de la re-
gión, la más importante de las cuales es la limita-
ción impuesta a la función militar (1). En efecto,
la crueldad de la última dictadura y el derrumbe
pos Malvinas posibilitaron un proceso de revi-
sión profunda del rol de los militares, que inclu-
yó juicios en tribunales penales, el control civil
de la política de defensa y el hecho inédito de
que, a diferencia de lo que sigue sucediendo en
países como Chile e incluso Brasil, donde el año
pasado las fuerzas armadas protestaron públi-
camente por la intención del gobierno de crear
una comisión de la verdad, los militares no des-
empeñan aquí ningún rol en la vida política. Ni
siquiera en momentos de crisis.
Edición 159 | septiembre 2012
Argentina es, junto a Costa Rica, uno de los po-
cos países de la región que diferencia claramen-
te seguridad (interior) de defensa (exterior), línea
estratégica que ninguno de los gobiernos elegi-
dos desde 1983 se ha atrevido a modificar, lo que
de paso sirve para confirmar que una política de
Estado –entendiendo como tal aquella que tras-
ciende a un gobierno determinado y se torna más
o menos permanente– no es una decisión que la
dirigencia política toma alrededor de una mesa,
escribe en un papel y queda congelada para siem-
pre, sino el resultado de una cierta combinación
de fuerzas políticas, equilibrios sociales, histo-
ria y cultura. Casi siempre como producto de un
trauma, una política de Estado nace cuando una
fuerza hegemónica, en este caso el alfonsinismo,
impone una medida exitosa que luego es asumida
como propia por el resto de los partidos.
Mi tesis es que la frontera de hierro que se-
para seguridad de defensa constituye una con-
quista democrática que, bien utilizada, podría
funcionar como el eje político-conceptual para
un proceso amplio de reforma policial. Y, una
vez más, alcanza con mirar al resto de la región
para confirmar que la oportunidad es única. En
Brasil, por ejemplo, los militares ayudan a com-
batir el dengue, se ocupan de la seguridad en el
carnaval y hasta de una institución tan clásica-
mente civil como los bomberos. Pese a estas fa-
cultades ampliadas, la tasa de homicidios en las
favelas de Río o los barrios más pobres del Nor-
deste (más de 80 por cada 100 mil habitantes) se
acerca a la de países en situación de guerra civil.
A veces, como en México, el tema se complica
por la superposición y el solapamiento: además
del Ejército, que desde hace siete años incre-
mentó sus funciones en seguridad interna, exis-
ten en México 500 mil efectivos policiales divi-
didos en ¡2.094! cuerpos de policía diferentes.
Transversal
Hay diferentes formas de analizar las cuestio-
nes pendientes en Argentina. Una posible es
identificar focos de problemas y especular so-
bre eventuales soluciones (como en el dossier
incluido en esta edición). Otra, complementaria
de la anterior, es buscar ejes que crucen dife-
rentes áreas y que permitan echar una luz más
horizontal sobre diversos aspectos. Una revi-
sión rápida de la agenda periodística de los últi-
mos meses confirma que la cuestión del federa-
lismo ha reaparecido, y en este sentido podría-
mos decir que el problema de Argentina es hoy,
entre otras cosas, jurisdiccional.
El conflicto con Mauricio Macri por el subte,
la disputa con Daniel Scioli, los tironeos con Cór-
doba por las jubilaciones… detrás de todos estos
temas se encuentra la relación entre el Estado
nacional y los estados sub-nacionales. Pero in-
cluso cuestiones menos evidentes exigen para su
comprensión cabal un enfoque federal. Un buen
ejemplo es la reforma impositiva: en los últimos
años, como señalan diversos estudios, la presión
 |3

Staff

Di­rec­tor: José Natanson

Re­dac­ción

el Dipló,
Carlos Alfieri (editor)
Pa­blo Stancanelli (editor)
Creusa Muñoz
Luciana Rabinovich
Luciana Garbarino

13 años
Se­cre­ta­ria
Pa­tri­cia Or­fi­la
se­cre­ta­ria@el­di­plo.org

Co­rrec­ción
Alfredo Cortés

Diagramación
Cristina Melo

fiscal nacional aumentó mucho más que
la provincial, que además se ha venido
concentrando en los impuestos más re-
gresivos (ingresos brutos y sellos) por
sobre los progresivos (inmobiliario y pa-
tentes). Esto ha creado situaciones ab-
surdas, como el hecho de que la presión
tributaria en provincias ricas como San-
ta Fe (3,95 % del PBG) y Córdoba (3,65 %)
sea similar a la de distritos pobres como
Santiago del Estero (3,53) o Chaco (3,35). En otras
palabras, la construcción de un orden fiscal más
justo y eficiente requiere un enfoque federal (2).
La reforma policial es otro ejemplo. Desde la
llegada de Nilda Garré al Ministerio de Seguri-
dad, el gobierno nacional encaró un proceso de
revisión de las fuerzas federales en apariencia
positivo pero cuyos resultados todavía no son
evidentes. El corazón del problema, sin embar-
go, no reside en la policía federal o la gendarme-
ría nacional sino en las policías provinciales, mal
capacitadas, peor pagas y casi siempre entrama-
das con los poderes mafiosos locales.
El tema es complicado. Por un lado, como se-
ñala Sebastián Etchemendy (3), no tiene mucho
sentido reclamarle al kirchnerismo que ponga un
límite a la represión brutal de las policías provin-
ciales al mismo tiempo que se le exige que cuide el
federalismo. Pero también habrá que admitir que
el gobierno nacional cuenta con una batería de
instrumentos para –sin vulnerar la autonomía de
las provincias– generar criterios comunes, esta-
blecer pisos e inducir políticas, tal como ha hecho
positivamente con la paritaria nacional docente o
el protocolo sobre aborto no punible.
El estribillo federal más escuchado, la dichosa
sanción de una nueva ley de coparticipación, po-
drá ser un reclamo efectivo para calentar la noche
fría del cable, pero hasta el concejal más modesto
sabe que es casi imposible que se concrete (entre
otras cosas por el hecho de que debería ser refren-
dada por las 24 legislaturas provinciales, inclu-
yendo aquellas que cederán porcentajes). Hasta
U
Co­la­bo­ra­do­res lo­ca­les
Daniel Arroyo
Federico Basualdo
Cristina Camusso n año –y doce ediciones– atrás relan-
María Esperanza Casullo
Germán Conde zábamos el Dipló, con la renovación
de su identidad gráfica y un redise-
Editorial Adolfo Coronato
Jorge Gaggero ño completo, la apertura de nuevas
Federico Lorenz secciones y la inauguración de un
Andrés Malamud
Alejandro Margulis
nuevo sitio web, con notas especiales, imágenes y
Leandro Morgenfeld cartografía, una completa agenda político-cultu-
José Nun ral, el archivo histórico y, para quienes no le temen
Matías Rohmer a la lectura en pantalla, la posibilidad de suscribir-
Josefina Sartora se a la edición on line. Lo festejamos poco después,
Fernando Vallejo
Natalia Zuazo
con la presentación del último libro de Ignacio Ra-
monet (1) y un coloquio internacional sobre las re-
Ilustradores voluciones árabes al que asistieron casi mil partici-
Gustavo Cimadoro pantes(2), a lo cual siguió la publicación del Anuario
Luciano Espeche 2011 y, ya en este año, un número especial sobre la
Hernán Garbarino
crisis mundial y el ascenso de las nuevas potencias,
Tra­duc­to­res
al que titulamos “El fin del Primer Mundo”.
Julia Bucci La visita de miles de lectores todos los días nos
Teresa Garufi convencieron de seguir trabajando en la web. Por
Florencia Giménez Zapiola eso, en coincidencia con nuestro 13º aniversario,
Patricia Minarrieta comenzaremos a ofrecer más actualizaciones
Gustavo Recalde
Mariana Saúl
semanales, con traducciones de blogs de la edi-
Gabriela Villalba ción francesa, notas especialmente encargadas
Carlos Alberto Zito y rescates del archivo. Además, para quienes ya
se encuentran suscriptos habilitamos la posibi-
Diseño de maqueta lidad de descargar la edición impresa en PDF. Y,
Javier Vera Ocampo
finalmente, ofreceremos todos los meses antici-
Producción y circulación
pos de los libros de nuestra colección, con la pu-
Norberto Natale blicación de capítulos que se irán haciendo lugar
en una nueva biblioteca virtual.
Publicidad El año pasado también inauguramos una nueva
Maia Sona sección, “Un escritor/un país”, para la que convo-
publicidad@eldiplo.org camos a prestigiosos narradores latinoamericanos
a “pintar” su aldea en apenas una página: desfila-
ww­w.el­di­plo.org
ron allí, entre otros, Sergio Ramírez, Alan Pauls,
Fotolitos e impresión: Worldcolor S.A. Ruta 8, Km. 60, Calles 8 y 3,
Parque Industrial Pilar. Le Monde diplomatique es una publicación
Leonardo Padura y Mauricio Rosencof. La serie,
de Capital Intelectual S.A., Paraguay 1535 (C1061ABC) Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, Argentina, para la República Argentina
que durante septiembre estará disponible en forma
y la República Oriental del Uruguay. gratuita en nuestra web, concluye en esta edición
Redacción, administración, publicidad, suscripciones,
cartas del lector: Tel/Fax: (5411) 4872 1440 / 4872 1330 con una desesperanzada mirada sobre Colombia de
E-mail: secretaria@eldiplo.org
En internet: www.eldiplo.org. Marca registrada®.
Fernando Vallejo. A partir del próximo número la
Registro de la propiedad intelectual Nº 348.966. Queda prohibida la
reproducción de todos los artículos, en cualquier formato o soporte,
convocatoria se centrará en Argentina: escritores
salvo acuerdo previo con Capital Intelectual S.A. © Le Monde locales de diferentes generaciones y estilos comen-
tarán, con el único límite de la extensión de una pá-
diplomatique y Capital Intelectual S.A.
Distribución en Cap. Fed. y Gran Bs. As.:

tanto eso suceda, quizás valga la pena considerar
cuestiones que exigen transformaciones urgen-
tes, como la policía, la estructura impositiva o la
presión fiscal sobre las actividades extractivas. Se
trata, en definitiva, de considerar problemas más
terrenales a partir de una mirada que contemple
la interrelación entre los diferentes niveles de go-
bierno, los actores reales involucrados y los inte-
Vaccaro, Sánchez y Cía. S.A. Moreno 794, piso 9.
Tel. 4342 4031. CF. Argentina.
gina, una noticia, actual o pasada, comenzando con
Distribución en Interior y Exterior: D.I.S.A.,
Distribuidora Interplazas S.A. Pte. Luis Sáenz Peña 1836,
un descarnado y muy personal relato de la Semana
Tel. 4305 3160. CF. Argentina. Trágica a cargo de Juan Forn.
Mientras tanto, continuaremos publicando li-
La circulación de bros (en octubre editaremos Neoliberalismo. Breve
Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur del mes
historia del infierno, del prestigioso economista Éric
de agosto de 2012 fue de Toussaint) y los atlas de Le Monde diplomatique (el
próximo, titulado “Mundos emergentes”, estará en
25.700 ejemplares.

reses en juego, para que los intentos de reforma no la calle en noviembre), junto a una nueva versión del
terminen naufragando en un mar de slogans tan Capital Intelectual S.A. Anuario y las entregas mensuales del suplemento
felices como inaplicables. g “La educación en debate”, elaborado por la Univer-
Le Monde diplomatique (París) sidad Pedagógica de la Provincia de Buenos Aires.
1. Rut Diamint, “La historia sin fin: el control civil de los militares en Confiamos en que estas iniciativas resulten atracti-
Argentina”, Revista Nueva Sociedad, Nº 213, enero-febrero de 2008.
Fundador: Hubert Beuve-Méry
Presidente del Directorio y
vas a nuestros lectores.
2. Datos de Alejandro López Accotto, Carlos Martínez Director de la Redacción: Serge Halimi
y Martín Mangas en Página/12, 26-8-12. Director General: Alain Gresh 1. La explosión del periodismo, Le Monde
Jefa de Redacción: Martine Bulard diplomatique-Capital Intelectual, 2011.
3. “Las contradicciones del progresismo liberal”, Le
1-3 rue Stephen-Pichon, 75013 París
Monde diplomatique, edición Cono Sur, Nº 154. 2. Los debates del coloquio fueron publicados en el libro Las revoluciones
Tél.: (331) 53 94 96 21
Fax: (331) 53 94 96 26 árabes, Le Monde diplomatique-Capital Intelectual, 2012.
Mail: secretariat@monde-diplomatique.fr
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur Internet: www.monde-diplomatique.fr © Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 4|
El mayor desafío de Argentina es revertir la desigualdad económica, impulsando una
fuerte redistribución progresiva del ingreso, principalmente a través de la captación
fiscal. Para ello es fundamental poner en práctica una reforma estructural del sistema
impositivo, impidiendo un retroceso que convierte al país en un caso único en el mundo.
Un régimen fiscal que genera desigualdad
La originalidad argentina
por José Nun*
R
esulta bastante curioso, decía Lud-
wig Wittgenstein, que uno pueda
“ver” una interpretación. Y, sin
embargo, “vemos” interpretacio-
nes todo el tiempo. En un desocu-
pado, por ejemplo, un neoliberal
“ve” a alguien con pocas ganas de trabajar y un so-
cialista, a una persona que necesita ayuda. De ma-
nera parecida, un par de editoriales recientes de la
revista conservadora británica The Economist nos
han explicado que una cosa es el intervencionismo
estatal y otra, el pragmatismo. Para que se entienda:
que el Estado se dedique a rescatar bancos dedica-
dos a la especulación o empresas inmobiliarias que
estafaron al público no debe ser “visto” como inter-
vencionismo sino como pragmatismo.
En forma análoga, si sólo se dirige la mirada al pe-
ríodo 2002/2010, la brecha de ingresos entre el 10%
más rico y el 10% más pobre de la población argentina
se redujo en un 30%. Pero si la comparación parte de
1975, esa brecha se amplió casi 3 veces y sigue crecien-
do (y todo esto sin considerar la notoria magnitud de
los ingresos que el decil más próspero omite declarar).
Pasa que también las diferencias que percibimos y los
significados que les damos son producto de interpre-
taciones. Claro que, en cualquiera de las alternativas,
Dossier
Los límites del
modelo
no hay duda de que hoy es perentorio buscarle reme-
dio a la desigualdad económica imperante y que el ca-
mino más seguro para hacerlo es impulsar una fuerte
redistribución progresiva del ingreso. Se trata de sa-
carles a unos para darles a otros a través de un proce-
so que debe centralizar necesariamente el Estado. Pa-
ra ello éste cuenta con una herramienta fundamental
que es el gasto público. Sólo que para poder gastar (por
ejemplo, en obras de infraestructura o en programas
sociales), debe antes disponer de fondos.
¿Cómo puede conseguirlos? Hay básicamente
tres maneras. La principal es, por lejos, la recauda-
ción de impuestos. Las otras dos son, por un lado,
las eventuales ganancias que generen las empresas
públicas y, por el otro, el endeudamiento interno y/o
externo. En síntesis: redistribuir ingresos para pro-
mover una mayor igualdad implica hoy en Argenti-
na plantearse no sólo la cuestión del gasto público
sino también el problema de la captación fiscal de los
recursos que hagan falta. Es a este tema que estarán
dedicadas las reflexiones que siguen.
1 Desde los tiempos de la Revolución Francesa, se
distingue entre la progresividad y la regresividad
de un régimen tributario. La primera supone que, en
términos de justicia social, los gravámenes sean pro-
Edición 159 | septiembre 2012
Hospital Borda, Buenos Aires, julio de 2011 (Sub.coop)
porcionales a los ingresos de modo que pague más el
que más tiene y que el que no tiene, no pague.
Se trata de un punto fundamental pues, a ese fin,
no basta simplemente con un aumento en la percep-
ción de impuestos por más que se incrementen así
los fondos disponibles. Una mayor igualdad depende
de la estructura de la política fiscal mucho más que
del nivel de la recaudación. Imaginemos, por ejem-
plo, el caso de un subsidio a los alimentos que con-
sumen los sectores más pobres que fuera financiado
en gran parte por ellos mismos a través del pago del
Impuesto al Valor Agregado (IVA). El efecto redistri-
butivo del subsidio sería probablemente nulo.
Dicho de otra manera, el mayor o menor im-
pacto redistributivo del gasto público comienza
por el diseño mismo del sistema tributario que se
aplique. Por desgracia, en nuestro país (y en varios
otros de América Latina), los impuestos en su con-
junto acaban casi siempre no disminuyendo sino,
peor aun, aumentando la desigualdad. Claro que es
raro que se hable de esto porque, entre otras cosas,
los beneficiarios de la situación y sus “expertos” se
empeñan en presentar el asunto como tan comple-
jo que el ciudadano común no estaría en condicio-
nes de entenderlo y, por añadidura, a muchos polí-
ticos les conviene “mirar” hacia otro lado.

2 En lo que más importa aquí, desde mediados del
siglo XX hasta ahora la estructura tributaria ar-
gentina ha avanzado escasamente en materia de re-
formas tendientes a mejorar la distribución del ingre-
so. Por el contrario, gran parte de las medidas adop-
tadas tuvieron efectos regresivos. Llama la atención
que cincuenta años atrás esa estructura fuese más pa-
recida a la del mundo desarrollado que a las del res-
to de las naciones de América Latina; que el impac-
to distributivo de la acción fiscal resultara entonces
muy superior al actual, y que existiese también una
mayor igualdad. El retroceso que se produjo nos con-
vierte en un caso bastante único en el mundo.
Sucede que una de las desafortunadas originalida-
des argentinas consiste en haber pasado de la estructu-
ra tributaria progresiva que instaló el primer peronis-
mo (paga más el que más tiene) a la estructura regresi-
va que montó la última dictadura militar (paga menos
el que más tiene) y que todavía sigue en pie, compen-
sada parcial y coyunturalmente por las retenciones al
agro y otros gravámenes. Veamos, a modo de ilustra-
ción, algunas de sus características más llamativas.
Los beneficiarios del exitosísimo modelo primario
exportador que se aplicó en Argentina desde fines del
siglo XIX se ocuparon de preservar muy bien sus ren-
tas, mientras hacían que el Estado se endeudase. De
ahí que recién en 1930 se introdujera en nuestro país
el impuesto a las ganancias –llamadas por entonces
“réditos”–. Pero hubo que esperar otros veinte años
para que el tributo adquiriese alguna importancia,
que fue perdiendo después. Tanto es así que recién en
el año 2000 volvió al nivel de 1952 (3,4% del PIB).
Pero hay algo todavía más grave y es el modo mis-
mo en que se recauda este impuesto, o sea, su estruc-
tura. Y esto al punto de que especialistas como Oscar
Cetrángolo o Juan Carlos Gómez Sabaini “ven” seria-
mente afectada su progresividad. Y tienen razón.
Para entenderlo, el primer paso consiste en adver-
tir que la mayor parte de lo que se percibe por este ru-
bro no lo abonan las personas físicas sino las socieda-
des comerciales. Después, es preciso tener en cuenta
que, dado el alto grado de concentración económica
que existe en Argentina, abundan las ramas domina-
das por muy pocas empresas, que actúan como forma-
doras de precios (1). La consecuencia es que, toda vez
que pueden, les trasladan el tributo a sus compradores
a través del precio que les fijan a los bienes y servicios
que proveen. O sea que, por vía directa o indirecta, el
impuesto lo terminan pagando muy frecuente y para-
dójicamente los consumidores finales.
La pregunta obvia es si acaso no ocurre lo mismo en
los países desarrollados. Si ponemos a un lado los te-
mas nada menores de las alícuotas y de la evasión (que
suele ser allí cuatro o cinco veces inferior a la nues-
tra), la respuesta debe ser afirmativa. Pero la diferen-
cia crucial es que, por lejos, el impuesto a las ganan-
cias que pagan las personas físicas constituye en esos
casos el componente decisivo desde el punto de vista
de la progresividad. Alcanza con decir que, entre no-
sotros, este componente ronda apenas el 30% del to-
tal que aporta el tributo frente al 72% que, en prome-
dio, recogen por idéntico concepto las naciones avan-
zadas. (En Estados Unidos, por ejemplo, el 60% de la
población económicamente activa paga ganancias; en
Argentina, sólo un 4%). Más aun: incluso el promedio
latinoamericano (40%) es superior al argentino y en
Brasil y Chile alrededor de dos tercios de la recauda-
ción por este tributo proceden de las personas físicas.
¿Cómo hemos llegado a esta situación? Gracias a
las numerosas exenciones que benefician a las ren-
tas del capital que poseen los individuos, tales co-
mo las que se generan por la compraventa de accio-
nes, por los dividendos, por las transacciones finan-
cieras, por los intereses de los títulos públicos, etc.
Varias de estas desgravaciones fueron eliminadas
en Brasil, Chile, Uruguay, Colombia, México y Pa-
raguay y no rigen en casi ningún país desarrollado.
En términos redistributivos, el problema es do-
ble. En primer lugar, en lo que hace al volumen glo-
bal de los aportes por ganancias (sociedades y per-
sonas físicas) medido como porcentaje del PIB, la
media de los países avanzados es casi tres veces su-
perior a la nuestra, aunque ésta haya aumentado en
los últimos años al 5,5%. Y, a la vez, la propia compo-
sición del tributo restringe considerablemente sus
alcances progresivos. Ocurre que incluso aquel ma-
gro 30% que contribuyen las personas físicas mejora
sólo en parte la progresividad del impuesto.
¿Por qué? Porque quienes no pueden eludirlo son
los trabajadores en blanco ya que se les deduce de su
salario. De resultas de esto, un 80% de lo que se cobra
por ganancias personales proviene de los salarios y
sólo el 20% restante corresponde a otras fuentes. Se
entiende que, en un contexto inflacionario como el
actual, los sindicatos reclamen que se eleve el míni-
mo no imponible a partir del cual los trabajadores de-
ben pagar. Lo sorprendente es que no digan una pa-
labra acerca del modo mismo en que opera el tributo
en nuestro país y, peor todavía, que algunos dirigentes
gremiales hayan pedido su eliminación lisa y llana.
A todo lo cual se suma el gravísimo problema de
la evasión, que se estima en bastante más del 50%
(según un cálculo oficial conservador, en 2010 los
depósitos en el exterior no declarados superaban el
36% del PIB). Si se le añade a esto la elusión fiscal
(uno de cuyos signos más ostensibles es la prolifera-
ción de fideicomisos), la conclusión que se impone
es que, entre nosotros, una parte sustancial de este
impuesto simplemente no se recauda.
3 Las ilustraciones de eso que llamé la “originalidad
argentina” podrían multiplicarse (2). Así, es ínfi-
mo lo que se percibe en concepto de gravámenes pa-
trimoniales. El impuesto sobre los bienes personales
aporta escasamente un 0,6% del PIB, o sea entre 15 y
20 veces menos que la media de los países desarrolla-
dos. En cuanto al impuesto inmobiliario que recaudan
las provincias, su magnitud fue descendiendo desde
la crisis del 2001 y todavía es inferior al 0,5% del PIB.
Además, la última dictadura militar abolió el impues-
to a la herencia y hasta ahora no ha sido restablecido
(salvo desde 2011 en la provincia de Buenos Aires).
Como contrapartida, un tributo indirecto y re-
gresivo como el IVA tiene una elevada alícuota ge-
neral del 21% y, cuando se le suman los impuestos a
las ventas que cobran las provincias, el total de los
gravámenes al consumo más que duplica lo que se
recauda por ganancias y por impuestos patrimonia-
les, afectando sobre todo a los sectores de menores
ingresos. No sólo esto: entre quienes embolsan esos
pagos, uno de cada dos después no los liquida al fisco.
4 Dos reconocidos especialistas, en un importan-
te estudio basado en datos del INDEC de 2010
(sobre cuya calidad ellos mismos previenen), pare-
cerían contradecir algunas de mis afirmaciones (3).
De acuerdo a sus cálculos, existiría en el país una re-
distribución del ingreso “levemente progresiva”. Pe-
ro esto se debe fundamentalmente al aumento y re-
composición del gasto público que, entre 1997 y 2010,
varió del 30,3% al 45,5% del PIB. Gracias a ello, las
partidas otorgadas a educación pasaron del 2,9% al
4,4% del PIB; las de salud, del 4,6% al 6,3%, y las asig-
naciones familiares, del 0,6% al 1,2%.
No obstante, insisto, la estructura de fondo del sis-
tema impositivo no ha sido modificada. Desde luego,
hubo que apelar a una serie de medidas fiscales que
hicieran posible por lo menos en parte un incremen-
to como el mencionado. Es lo que ha ocurrido, ante
todo, con la incorporación de los derechos de expor-
tación (retenciones) y del impuesto sobre débitos y
créditos bancarios que, sumados, representan un 4%
del PIB. Después, se incrementó la participación del
impuesto a las ganancias al ampliarse su base en vir-
tud de la suba de los ingresos y de la inflación; y se eli-
minó el régimen de capitalización individual para el
sistema de seguridad social.
Pero cito a Rossignolo: “La evolución de los ingre-
sos tributarios no sólo ha estado sustentada en la favo-
rable evolución de los gravámenes tradicionales (ga-
nancias, IVA y otros) sino también en los recursos ge-
nerados por una serie de gravámenes cuya permanen-
cia en el largo plazo resulta difícil justificar, y que ne-
cesariamente requerirán ser reemplazados por otros
tributos que respondan a los objetivos indicados de
transparencia, equidad y simplicidad”. O sea que no ha
|5
habido hasta ahora una modificación orgánica del ré-
gimen fiscal que genera desigualdad. Por eso agrega el
mismo autor: “Será necesario que se vaya abandonan-
do poco a poco el uso de gravámenes transitorios y que
la recaudación fiscal se sostenga sobre instrumentos
de mejor calidad y recurrencia a lo largo del tiempo”.
Más todavía cuando los ajustes practicados no
han sido óbice para que: (a) el 20% más pobre de la
población continúe soportando una presión tributa-
ria mayor que la que recae sobre el 10% más rico, y
(b) las cargas sobre el consumo interno superen en
más de un 50% a los impuestos sobre las rentas (in-
cluidas las retenciones). En síntesis: se torna “visi-
ble”, espero, que promover una mayor igualdad que
sea sustentable en el tiempo exige poner en práctica
cuanto antes una profunda reforma impositiva.
5 No es fácil hacerlo, sobre todo si se le pretende
dar a esta reforma el carácter orgánico que re-
quiere. Su sola mención pone de inmediato en esta-
do de alerta a los sectores que serían afectados y no
suscita necesariamente el apoyo de quienes resul-
tarían favorecidos. Me explico.
Parodiando una conocida propaganda, aquí y en
todas partes la elite económica está siempre “custo-
diada por expertos”. Y una de las principales tareas
de estos custodios es anticiparse e impedir cambios
normativos que la perjudiquen o, si no pueden evi-
tarlos, movilizarse para quitarles filo. (Baste como
ejemplo el escándalo que acaba de producirse en la
provincia de Buenos Aires debido al revalúo de los
inmuebles agrarios y al aumento del Impuesto In-
mobiliario Rural. Esa actualización, por demás mó-
dica, es la primera que se hace en quince años; y en
cuanto al gravamen mismo, no afecta para nada a ca-
si dos tercios de los predios rurales y, en los hechos,
sólo una tercera parte de aquel revalúo incide sobre
la base imponible. No obstante, se desencadenó una
agitación mayúscula y la protesta continúa).
A la vez, el respaldo popular a las reformas nunca
es inmediato debido a todas las instancias que de-
ben sortear antes de plasmarse en beneficios socia-
les concretos. Para retornar a lo ya dicho, son rein-
terpretaciones de la realidad que tardan en “verse”
porque, en el mejor de los casos, el procesamiento e
implementación de las medidas integrales a las que
me refiero demanda un par de años.
Este último es uno de los motivos por los cuales
tanto los gobernantes como buena parte de los polí-
ticos absorbidos por el día a día suelen hablar de la re-
forma fiscal pero no se empeñan en llevarla adelante:
saben que los obstáculos son muy grandes y no tienen
ninguna certeza de que serán ellos quienes cosechen
los frutos del esfuerzo. Además de que, como viene de
sostener convincentemente Colin Crouch, en el capi-
talismo contemporáneo las grandes corporaciones no
son parte del mercado sino del sistema político (4).
De ahí que una de las tareas urgentes e imprescin-
dibles a cumplir sea el esclarecimiento de la opinión
pública. Hay que sacar a la luz, para que se “vean”, los
aspectos regresivos de nuestra actual estructura fis-
cal. Alcanza con descorrer el velo para advertir que
ni sus causas ni sus efectos son tan inaccesibles pa-
ra el ciudadano medio como se imagina. Sólo de es-
te modo, genuinamente democrático, podrán crear-
se las condiciones para que la reforma tributaria se
vuelva un reclamo popular difícil de desoír. g
1. En las últimas dos décadas, las 200 empresas de mayor
facturación en el país aumentaron en un 40% su participación en
el valor bruto de la producción nacional; 117 de ellas son grandes
firmas extranjeras que dan cuenta del 60% de las ventas de ese
segmento. Véase Daniel Azpiazu, Pablo Manzanelli y Martín
Schorr, Concentración y extranjerización. La Argentina en la
posconvertibilidad, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2011.
2. Véase José Nun, La desigualdad y los impuestos. Introducción
para no especialistas, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2011.
3. Jorge Gaggero y Darío Rossignolo, El impacto del presupuesto sobre la
equidad. Argentina 2010, Documento de Trabajo Nº 40,
CEFID-AR, Buenos Aires, septiembre de 2011.
4. Colin Crouch, The Strange Non-Death of Neoliberalism, Polity,
Cambridge, 2011. De próxima publicación en Capital Intelectual.
*Fundador y director honorario del Instituto de Altos Estudios Sociales de
la Universidad Nacional de General San Martín. Ex secretario de Cultura.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 6|
Para comprender los dilemas actuales en un tema con tanta
historia e inercias políticas e institucionales –y culturales–
como el fiscal, es necesario mirar hacia atrás y echar un vista-
zo a la historia larga (dos siglos), al mediano plazo (los últimos
60 años) y, por supuesto, a la etapa reciente (la última década).
Revertir una tendencia histórica declinante
Hacia un sistema
f iscal equitativo
por Jorge Gaggero*
L
a historia fiscal “larga” de Argentina,
relativamente breve y muy acciden-
tada, tiene un saldo positivo. En com-
paración con los casos de las naciones
más avanzadas de Occidente (las eu-
ropeas) y las emergentes más podero-
sas (China, India y Rusia), nuestro Estado-nación es
muy joven. Cumplió apenas su bicentenario (2010) y
se acerca a los dos siglos de vida independiente (2016).
En este lapso, los argentinos hemos logrado construir
una fiscalidad –un aparato del Estado que recauda y
distribuye los recursos tributarios y previsionales–
bastante madura. A pesar de sus graves involuciones
y de los severos déficits, muestra todavía algunos lo-
gros que la distinguen de la mayoría de los países de la
región (en materia de equidad relativa, por ejemplo).
Argentina concretó recién en los años 1930 su
gran reforma tributaria “moderna”, que incluyó la
adopción del impuesto sobre la renta (llamado hoy
“a las ganancias”), el refuerzo sustancial de la impo-
sición sobre las ventas (con eje hoy en el IVA) y la de-
finición de un nuevo sistema federal de responsabili-
Dossier
Los límites del
modelo
El Riachuelo, enero de 2010 (Sub.coop)
dades fiscales, con importantes transferencias de re-
cursos entre jurisdicciones (la discutida “copartici-
pación”). Todo esto fue realizado al calor de la crisis
global, con una gran demora respecto de las necesi-
dades de una economía que experimentaba un fuer-
te crecimiento desde fines del siglo XIX, y para no
caer en default y poder financiar el proceso de indus-
trialización mediante sustitución de importaciones
que debía reemplazar al fenecido modelo agroex-
portador. La reforma de los 30 no persiguió, de modo
explícito, fines redistributivos.
Una década más tarde, se verificó con el primer pe-
ronismo la utilización del nuevo andamiaje tributario
para impulsar un proceso de fuerte redistribución de
los ingresos a través del gasto social –en especial en
educación, salud y acción social– y establecer un siste-
ma de seguridad social de alcance universal. Este pro-
ceso aseguró la continuidad y el fortalecimiento del
nuevo régimen económico a través de la expansión
del mercado interno, la multiplicación del crédito y
una promoción fiscal con especial impacto en la in-
dustria, que discriminaba a favor del capital nacional.
Edición 159 | septiembre 2012
El primer peronismo logró un shock de progresi-
vidad en la distribución pre-fiscal (llamada “prima-
ria”) que, debido a las circunstancias históricas, no
fue sostenible. Sumó también una política de redis-
tribución fiscal (“secundaria”) no menos potente.
Para asegurarla se expandieron los recursos provis-
tos por los tributos a los consumos y se fortaleció el
impuesto sobre la renta: se lo hizo más progresivo,
extendiendo su base y creándose un nuevo tributo
para alcanzar a las ganancias de capital (denomina-
do “ganancias eventuales”).
La presión tributaria alcanzó niveles desconocidos
en ese entonces en América Latina. Entre los años 40
y 60, la presión de la administración nacional fue del
orden del 15% del PIB (incluyendo los fondos trans-
feridos a las provincias) y la consolidada (sumando la
recaudación provincial y municipal) de alrededor del
18%. En esos años, la imposición sobre las rentas ron-
daba los 5 puntos de PIB (sumando al impuesto a las
ganancias el nuevo tributo sobre las “ganancias even-
tuales”), mucho más que en el resto de la región.
La decadencia: 1975-2002
Para dar una idea del contraste entre la etapa antes
descripta y el posterior período de grave decadencia
económica y fiscal (1975-2002), basta señalar que el
nivel de presión tributaria alcanzado por la adminis-
tración nacional a mediados del siglo pasado recién
pudo ser superado al promediar los años 90. Vale de-
cir, cuatro décadas más tarde. Durante este período
de declinación el impuesto a las ganancias se ubicó
en apenas el 1% del PIB. Ni siquiera con la mejora lo-
grada en los noventa llegó a alcanzar niveles simila-
res a los de mediados del siglo XX. En su reemplazo,
la imposición al consumo –soportada en mayor me-
dida por los menos afortunados– fue potenciada has-
ta el paroxismo. Por consiguiente, la estructura tribu-
taria se tornó regresiva en extremo y el gasto público
fue muy limitado, alejándose cada vez más de la sen-
da de fortalecimiento que ya mostraba Brasil.
Lo que ocurrió desde mediados del siglo pasa-
do fue un proceso cultural-institucional de carac-
terísticas inversas al verificado en el Occidente de-
sarrollado hasta los años 80. Mientras este último
permitió la construcción y consolidación del Esta-
do de Bienestar, la declinación argentina llevó a una
desestructuración regresiva y cada vez más grave,
a una involución que plantea serios interrogantes
acerca de las posibilidades y condiciones requeri-
das para su reversión duradera.
El de Argentina no es el único caso, sin embargo.
Debe destacarse aquí el retroceso que en los últimos
lustros se ha verificado en la progresividad que supo
alcanzar –también hasta los años 70– el sistema fiscal
de Estados Unidos, así como los graves desafíos que
enfrenta hoy el Estado de Bienestar europeo. Es im-
portante resaltar también que los severos retrocesos
en los niveles de equidad sufridos por Estados Unidos,
Rusia y Argentina en los últimos 30 años han afectado
a tres naciones relevantes ubicadas respectivamente
–si empleamos la vieja clasificación de la Guerra Fría–
en el primer, el segundo y el tercer mundo. No debe
olvidarse, por último, que en los procesos de “caída”
de Argentina y Rusia operaron drásticas y masivas re-
distribuciones regresivas de los stocks de riqueza (las
que explicarían buena parte de los respectivos dete-
rioros en la distribución de los flujos de ingresos). En
el primer caso, a través de un largo período de tiem-
po que se inicia –como hemos visto– durante el bienio
1975-76; en el segundo, a partir de 1989.
Progresos y asignaturas pendientes
La historia fiscal reciente marca un cambio de ten-
dencia. Se han realizado reformas normativas posi-
tivas en el sistema tributario, apoyadas en gran me-
dida en la creación de impuestos extraordinarios
(no tradicionales). Los derechos sobre las exporta-
ciones (retenciones), el más importante de estos ins-
trumentos, aportaron más presión y progresividad
al gravar ganancias extraordinarias en un período
de precios internacionales favorables para las com-
modities que produce el país y tipo de cambio rela-
tivamente alto (que la alta inflación comenzó a ero-

sionar en los últimos años). A esto debe sumarse la
recaudación adicional que provee el impuesto a las
ganancias como consecuencia del crecimiento eco-
nómico, los altos márgenes que beneficiaron a las
empresas durante la última década y, en alguna me-
dida, la propia inflación del último quinquenio. Am-
bos cambios han reforzado el peso de la imposición
a las ganancias, entendida ésta en sentido amplio.
Los tributos sobre el consumo resultaron, a su
vez, dinamizados por el aumento de la ocupación,
los salarios reales, las transferencias a los sectores
más necesitados y la gran extensión –en cantidad
de beneficiarios y valor real de las prestaciones– de
las asignaciones provisionales (sin olvidar tampo-
co, en los últimos años, a la inflación).
Por otro lado, en el capítulo de los recursos de la
previsión social se han sumado transformaciones
estructurales necesarias –la principal, la reestati-
zación del sistema previsional– y avances sustan-
ciales en los ingresos del sistema.
El “debe” no es menor, sin embargo. En primer lu-
gar subsisten, en el caso del impuesto a las ganancias
de las personas físicas, las desgravaciones que benefi-
cian a los ingresos de los más ricos (el decil y, en espe-
cial, el centil superiores de la escala de ingresos; vale
decir, el diez y el uno por ciento más afortunados de la
población). Además, las exenciones y la estructura de
las alícuotas también los favorecen, dado que la tasa
máxima (35%, igual a la del impuesto sobre las socie-
dades) es muy inferior a la vigente en la mayor parte
de los países con los que Argentina debe compararse.
Del mismo modo, después de tres décadas de demo-
cracia tampoco se ha restablecido, salvo en la Provin-
cia de Buenos Aires, el impuesto sobre las herencias
eliminado por la última dictadura militar. Ni se ha re-
forzado la tributación patrimonial, en especial la que
cae sobre la tierra: el atraso histórico de las valuacio-
nes fiscales supone un indignante subsidio a los terra-
tenientes que no sólo violenta el sentido común sino
que señala también la responsabilidad de las provin-
cias acerca de la actual situación.
En este contexto, el segmento social más afortu-
nado logra poner su patrimonio y la mayor parte de
sus flujos de ingresos a buen resguardo de la acción
fiscal, a partir de una gestión eficaz que aprovecha las
graves fallas en la legislación y en la administración
tributarias, en un contexto global que facilita sus ma-
niobras de evasión fiscal y fuga de capitales hacia “pa-
raísos” hoy inalcanzables para las autoridades.
Por otro lado, la estructura del gasto público con-
solidado no parece mostrar aún el sesgo progresivo
suficiente como para avanzar hacia una mayor equi-
dad y asegurar, a la vez, la estabilidad en el tiempo de
los progresos que se alcancen. Esto a pesar del au-
mento sustancial del nivel del gasto estatal logrado
en los últimos años, de unos 12 puntos de PIB, que
lo sitúa en un nivel similar al de Brasil, y más allá de
los importantes avances que supusieron la reforma
previsional y la Asignación Universal por Hijo.
¿Qué es lo que explica las limitaciones distributi-
vas de la actual asignación del gasto público? En pri-
mer lugar, el peso de los servicios de la deuda externa
(a pesar de la fuerte quita y de las adecuadas condi-
ciones obtenidas por el país, y la correcta política de
desendeudamiento posterior); las abultadas transfe-
rencias a empresas privadas y los subsidios orienta-
dos a sectores sociales que no los necesitan (hoy en
un todavía lento proceso de desarme); las ineficien-
cias y filtraciones en la inversión pública; el alcance
limitado y la insuficiente progresividad en el sumi-
nistro de “bienes públicos”, incluso después de alcan-
zarse altos niveles de gasto en términos de PIB (por
ejemplo en educación y salud); la baja eficiencia ge-
neral del aparato de gestión estatal (y las limitaciones
políticas en el funcionamiento de los tres poderes del
Estado), y, también, las propias debilidades y desvíos
en la gestión de los programas sociales.
Resultados y reformas
Más allá de los déficits señalados, lo cierto es que la
equidad mejoró en los últimos años. Según un estu-
dio reciente, la brecha de ingresos entre el decil más
rico y el más pobre se redujo de 43,1 veces en 1998 a
29,9 veces en 2010, antes de la acción fiscal (1).
Por otra parte, los cambios en el área fiscal mejora-
ron también su efecto distributivo. La estructura tri-
butaria resultaba claramente regresiva en los años 90,
como vimos, mientras que actualmente lo es menos.
Y lo que es más significativo desde el punto de vista
de la equidad, la evolución de la composición de los
gastos presupuestarios de la última década benefició
en mayor medida a los sectores populares. En efecto,
en 2010 la participación en el presupuesto público de
los gastos más progresivos, los que se aplican de mo-
do más concentrado en los tramos de ingresos infe-
riores, resultó mucho mayor que en 1998. Por ejem-
plo, el gasto en educación básica aumentó del 2,9% al
4,4% del PIB, mientras que el de salud pasó del 4,6%
al 6,3% del PIB, y lo destinado a asignaciones familia-
res se duplicó, del 0,6% al 1,2% del PIB. Debe recor-
darse que 2010 fue el primer año de aplicación ple-
na de la Asignación Universal por Hijo, con un fuerte
impacto sobre los sectores más necesitados.
La evolución del índice de Gini (2) también re-
vela la influencia positiva de la acción del Estado.
Mientras que en el escenario pre-fiscal (el de la dis-
tribución “primaria”) de 2010 este índice ascendió
a 0,479 puntos, un nivel algo inferior al de la déca-
da previa, luego del impacto de los gastos públicos
y los tributos (vale decir, como consecuencia de
la distribución “secundaria”) habría descendido
de modo significativo, hasta 0,288 (mostrando un
efecto positivo proporcionalmente superior al que
la acción fiscal lograba en los 90).
|7
Como vimos, el retroceso fiscal sufrido por Ar-
gentina durante las casi tres décadas previas a la
crisis del 2001-2002 ha implicado la afirmación de
tendencias muy negativas –tanto en materia de nor-
mativa como de administración tributaria– que han
resultado en la consolidación de altos niveles de eva-
sión y elusión. Estos últimos están a su vez vincula-
dos al sostenido drenaje de recursos locales a través
de la fuga de capitales, con la consecuente constitu-
ción de importantes stocks de activos en el exterior
por parte de residentes argentinos y el severo dete-
rioro de los niveles de equidad.
Luego de la crisis se han adoptado políticas ma-
croeconómicas –y, en particular, fiscales– que han lo-
grado revertir parcialmente algunas de las tendencias
consolidadas durante las décadas precedentes. Como
resultado de estos cambios, el país ha ganado grados
de libertad para definir su rumbo y consiguió impor-
tantes mejoras en la actividad económica, el empleo
y el ingreso, así como una sustancial reducción de la
pobreza, la indigencia y la mejora del nivel de equidad.
En los últimos años se han presentado, sin embargo,
amenazas tales que –si no son enfrentadas con eficacia
y celeridad– podrían comprometer los progresos al-
canzados. Las principales son los niveles de inflación,
la declinación de la competitividad cambiaria y las de-
bilidades que afectan a la propia sustentabilidad fiscal.
Estas asignaturas pendientes requieren de refor-
mas tributarias y presupuestarias de gran relevancia,
largamente demoradas, que deberían ser encaradas
con un horizonte de planeamiento y acción de me-
diano y largo plazo (lo que señala la conveniencia de
que sean realizadas con el sustento de amplios acuer-
dos políticos). Las reformas deberían perseguir una
mayor eficacia en la gestión (incluyendo la necesaria
frente a los ciclos económicos), más equidad, una más
alta eficiencia de cara a las necesidades de los sectores
productivos y un razonable equilibrio federal (3). Las
graves cuestiones de la evasión tributaria y la fuga de
capitales deberían constituir capítulos centrales del
proceso de reformas. Estos desafíos parecen deman-
dar cambios nacionales relevantes en los planos polí-
tico-cultural, institucional, normativo y gestional. Y,
también, acciones decididas en los ámbitos regionales
(en particular en la UNASUR) y global. g
1. Jorge Gaggero y Darío Rossignolo, El impacto del presupuesto
sobre la equidad. Argentina 2010, Documento de Trabajo
Nº 40, CEFID-AR, Buenos Aires, septiembre de 2011.
2. El índice de Gini es un modo de medir la desigualdad por
el cual los resultados más cercanos al 1 muestran el peor
escenario posible y los más próximos a 0 el más equitativo.
3. Jorge Gaggero, La progresividad tributaria. Su origen, apogeo y
extravío (y los desafíos del presente), Documento de Trabajo Nº 32,
CEFID-AR, diciembre de 2008, y Voces en el Fénix, Nº 13 y 14, 2012.
*Economista, miembro del CEFID-AR.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 8|
En la última década aumentaron las inversiones sociales y
se redujo la pobreza. Pero, dado que persiste una estruc-
tura social muy desigual, es preciso adoptar nuevas polí-
ticas que garanticen la movilidad social ascendente.
Los problemas en la política social
La pertinaz pobreza
por Daniel Arroyo*
E
n la última década se produjeron
mejoras importantes y una signi-
ficativa reducción de la pobreza
en casi todos los países de Améri-
ca Latina. Con características di-
versas, en Argentina, Chile, Brasil,
Uruguay o Venezuela el presupuesto destinado a
política social aumentó, al tiempo que esta cues-
tión se transformaba en un tema de agenda públi-
ca como no lo había sido en las décadas anteriores.
Esto se explica en parte por los resultados de la dé-
cada de 1990: en 2001, tras el estallido de la converti-
bilidad, Argentina registraba un 57% de pobreza, un
28% de desocupación y un 60% de informalidad eco-
nómica. Fue, más allá de cualquier análisis posible,
una década perdida desde el punto de vista social. La
última década, en cambio, ha sido una década ganada,
tanto en Argentina como en América Latina.
Sin embargo, muchos problemas sociales están
lejos de haberse revertido. Para comprenderlo es
importante analizar cómo ha ido evolucionando la
política social en Argentina y cuál es la agenda de
problemas que deben ser resueltos si efectivamen-
te queremos dar vuelta una estructura que sigue
siendo muy desigual.
Tres etapas
Desde la asunción de Néstor Kirchner en mayo de
2003 hasta la actualidad, la política social se puede
analizar en tres etapas diferenciadas. La primera
Dossier
Los límites del
modelo
El Tren Blanco, enero de 2006 (Sub.coop)
etapa, que se extiende del 2003 al 2009, está marcada
por el contexto de crisis, y se estrucura en tres ejes.
Desde el punto de vista alimentario, el objetivo fue
fortalecer tanto la asistencia alimentaria como la co-
mensalidad en el hogar. Se apuntaba a salir paulati-
namente del esquema de comedores y promover que
la gente vuelva a comer en la casa. También buscaba
transferir recursos a las provincias y a los municipios
para que pudieran definir su política alimentaria. Es-
te objetivo absorbió la mayor parte del presupuesto
del Ministerio de Desarrollo Social.
En el ámbito productivo, la idea era que muchos
ciudadanos no lograban conseguir trabajo por sí mis-
mos y que, por lo tanto, el Estado tenía que incidir
de algún modo en la formación laboral y el financia-
miento del sector informal. Bajo esta premisa, se lan-
zaron planes de capacitación laboral y se promovie-
ron la empleabilidad y el emprendedorismo, finan-
ciando máquinas, herramientas, insumos y bienes de
capital por medio del plan Manos a la Obra.
Por último, se implementaron transferencias de
dinero condicionadas, es decir programas que otor-
gan dinero a las personas a cambio de determinadas
condiciones (trabajar un cierto número de horas o
presentar certificados de escolaridad y vacunación
de los hijos). El primer plan –Jefas y Jefes de Hogar–
lanzado durante el gobierno de Eduardo Duhalde,
llegó a cubrir, en mayo de 2002, a 2.200.000 perso-
nas, y luego se complementó con el Plan Familias,
que diferenció los importes en función del número
Edición 159 | septiembre 2012
de hijos. La idea clave acá era que la pobreza tiene un
claro componente en la falta de ingresos y que el Es-
tado debe capitalizar a los sectores más pobres.
Esta primera etapa de política social se diseñó con
el objetivo de salir de los programas focalizados de la
década anterior buscando la masividad. El concepto
clave aquí es que la pobreza es un tema de mayorías y
que el Estado tiene que asistir en lo más básico: ayu-
dar a ingresar al mercado laboral y generar una ba-
se económica para los más pobres. Esto implicó una
mejora respecto del período anterior, al incorporar
también la ampliación de la cobertura jubilatoria;
pero no terminó de definir un cambio estructural.
La segunda etapa está decididamente marcada
por la puesta en marcha, en diciembre de 2009, de
la Asignación Universal por Hijo (AUH). Se trata
de la inversión social más grande, en términos re-
lativos, de América Latina, pero también supone
un cambio conceptual: es el primer modelo de po-
lítica social que busca equiparar los derechos de
los hijos de los trabajadores formales con los de los
informales, apuntando a que el salario familiar se
transforme en un derecho que les corresponda a
todos los niños más allá de la posición laboral que
ocupan sus padres. Hoy están cubiertos 3.600.000
chicos, lo que representa una transferencia anual
de casi 12 mil millones de pesos.
Con un efecto redistributivo innegable, la AUH
está orientada a la inclusión en términos educativos
y de salud. Y también genera un efecto económico
en el consumo local, porque una persona que cobra
270 pesos por mes por hijo compra en el almacén de
la esquina, en el comercio cercano y con ello ayuda a
dinamizar la economía local. Así, se vinculan positi-
vamente dos objetivos: se eleva la línea de ciudada-
nía (en el sentido de que gran parte de la población
arranca en un piso más alto en el nivel de ingresos) y
se fomenta el consumo.
Además de la AUH, en esta etapa, que se desarro-
lla luego de la crisis económica 2008-2009, se puso
en marcha el programa Argentina Trabaja, que bus-
ca conformar cooperativas para personas desocu-
padas y que amplió su cobertura hasta llegar a casi
200.000 personas.
A diferencia de la etapa anterior, aquí sí se pro-
dujo un giro conceptual en la política social en la
medida en que se universalizó una base de ingreso a
través de la AUH. Aunque quedan varias cuestiones
pendientes, como la extensión de la AUH a los sec-
tores excluidos y la sanción de una ley que la conso-
lide, sin dudas se ha creado un nuevo derecho para
las familias pobres con hijos menores.
La tercera etapa, aún difusa, se desarrolló a partir
de un conjunto de acciones que se consolidaron en
los últimos años: la construcción de una gran red de
atención social por parte del Ministerio de Desarro-
llo Social, la ampliación de las pensiones no contri-
butivas, el crecimiento de los programas para inser-
ción de jóvenes en el Ministerio de Trabajo (lo más
novedoso de todo) y la inclusión digital de los estu-
diantes secundarios a través del Ministerio de Edu-
cación. En esta etapa, en consonancia con acciones
en otras áreas de gobierno, el foco se pone en la ges-
tión de programas relacionados con la inclusión de
los jóvenes.
La nueva estructura social
Pese a los avances de los últimos años, aún quedan
muchas cuestiones pendientes. Antes de analizarlas,
sin embargo, es necesario revisar la nueva estructura
social que se ha ido conformando en Argentina, sobre
la cual deben actuar las políticas sociales.
A diferencia de la sociedad de la década de 1970
(integrada y con movilidad social ascendente) y de
1990 (marcada por el surgimiento de los “nuevos po-
bres” y la movilidad descendente), la estructura social
hoy resulta difícil de caracterizar. Dentro de ella con-
viven al menos cuatro realidades diferentes.
En primer lugar, el sector de pobreza estructural.
Concentrado en los grandes centros urbanos –y, es-
pecialmente, en el Noroeste y Noreste y en el conur-
bano bonaerense–, se trata de un sector que no cubre
las necesidades mínimas, que transmite inter-gene-

racionalmente la pobreza y que no está incorporado
al mundo del trabajo, aunque es sujeto de gran parte
de las políticas sociales antes descriptas y de las me-
joras parciales en la infraestructura básica logradas
en los últimos años. En comparación con los años 90,
el tamaño de este sector se ha reducido. Sin embargo,
arrastra las mismas dificultades: el trabajo y la edu-
cación no funcionan como vías para generar una mo-
vilidad social ascendente que garantice la inclusión
en el mundo del trabajo.
El segundo ámbito es el de los sectores vulnera-
bles vinculados al trabajo informal, sea por trabajo
no registrado o –como sucede en la mayoría de los
casos– por desarrollar actividades cuentrapropis-
tas (gasistas, plomeros, carpinteros, etc.). Se trata
de un sector vulnerable que se auto-sostiene eco-
nómicamente, sin asistencia estatal directa aunque,
en ocasiones, pueda ser beneficiario de la AUH. Lo
que marca su modo de vida es la precariedad y la
falta de previsibilidad. Un docente, por ejemplo, co-
noce su ingreso mensual y puede proyectar sus va-
caciones o sus ahorros. Es decir, tiene un horizonte
de futuro bastante claro. Los sectores vulnerables,
en cambio, carecen de esta posibilidad. Pueden ga-
nar más o menos, pero sufren esta falta de previsi-
bilidad, principal motivo de sus preocupaciones co-
tidianas. Suelen pagar más impuestos y muchas ve-
ces tienden a percibir al Estado como generador de
políticas destinadas al sector de pobreza estructu-
ral, de las cuales se sienten excluidos. A diferencia
de los grupos más pobres, este sector no atraviesa
un proceso de movilidad ascendente.
El tercer grupo, la clase media, se ha reconstruido
en los últimos años, vinculada al Estado y al mercado
interno. Los docentes, los trabajadores estatales, los
empleados del sector privado recuperan ciertos nive-
les de integración y alcanzan una menor precariedad.
Por último, la clase alta continúa con sus in-
tereses productivos diversificados en un marco
en el que la concentración económica continúa
siendo determinante.
Cuestiones a resolver
En definitiva, se puede decir que Argentina se en-
cuentra frente a una nueva estructura social. Ha
resuelto problemas importantes originados o con-
solidados en la década de 1990 y ya no registra una
movilidad social descendente generalizada. Sin
embargo, aún no ha logrado rehacer la idea del ca-
mino ascendente por medio de la educación. Se
trata de un problema serio en la medida en que se
consolida un contexto de mejora económica en el
que, sin embargo, no se logra visualizar cuál es el
trayecto que se debe seguir para que a los hijos les
vaya mejor que a los padres.
En este marco general, los aspectos pendientes en
materia de política social son importantes.
La política alimentaria, por ejemplo, enfrenta
el desafío de mejorar la calidad nutricional. Ar-
gentina cuenta con un alto nivel de cobertura pe-
ro tiene un problema de calidad.
El segundo gran tema tiene que ver con el mun-
do de la empleabilidad y el emprendedorismo,
es decir, el trabajo y la producción. Como seña-
lamos, se han producido avances con programas
como “Más y mejor trabajo”, con la capacitación
de desempleados y con el rol del Estado en la dis-
cusión con sindicatos y empresarios en temas co-
mo el salario mínimo. Sin embargo, el Estado debe
mejorar el acompañamiento a los ciudadanos que
buscan trabajo; es decir, operar como agencia de
empleo. Aunque se mejoró la capacitación laboral
y se crearon incentivos a las empresas, no se ha
avanzado tanto en la intermediación activa, en la
búsqueda de vínculos entre los que buscan y los
que ofrecen empleo. Parte de esta tarea la realiza
el propio sector privado, las consultoras y agen-
cias de colocación de personal.
El otro desafío en el mundo del trabajo es el los
microcréditos y los emprendimientos de aquellas
personas que buscan generar su propia actividad
productiva. Un avance claro fue la Ley de Micro-
créditos. Sin embargo, es importante masificar el
crédito a tasa baja para los sectores más pobres,
generar mecanismos rápidos y lograr sistemas
de entrada más simples para transferir dinero a
quienes, por ejemplo, necesitan comprar máqui-
nas o herramientas.
El tercer eje es el previsional. Se ha avanzado
en la equiparación de derechos entre el sistema
de trabajo formal y el informal. Hubo grandes
cambios con las pensiones no contributivas, los
mayores de 70 años, los niños con discapacidad;
también con las pensiones anticipadas. Las trans-
formaciones achataron la pirámide (hoy hay más
personas que cobran la mínima) y se ha incorpo-
rado a millones de jubilados. De esta manera, se
constituye un sistema que se acerca a la universa-
lidad, equiparando derechos en el corto y media-
no plazo. Sin embargo, queda pendiente el desafío
de dotar de sustentabilidad a este esquema.
Por último, el desafío de mayor relevancia está
vinculado con los adolescentes y los jóvenes, co-
menzando por la situación de las 900.000 perso-
nas de 16 a 24 años que no estudian ni trabajan. La
transformación de esta realidad es clave no sólo
para cumplir con sus derechos sino también para
definir el país de los próximos 20 años. Si mira-
mos de cerca el problema de la inclusión en el sis-
tema laboral, advertimos una situación compleja
de modificar por su raíz cultural: muchas veces
los jóvenes no tienen problemas para aprender la
tarea en sí misma sino para aceptar la rutina del
mundo del trabajo, es decir, la continuidad de la
|9
tarea en el tiempo. No se trata de aprender có-
mo hacer un trabajo sino de ir a trabajar todos los
días. Para entender esta realidad es necesario re-
cordar que muchos de estos jóvenes no han visto
a sus padres o madres –y en algunos casos tampo-
co a sus abuelos– trabajar todos los días, dado el
proceso de aumento del
desempleo, precariza-
ción y exclusión gene-
La Asignación rado desde los años 70.
Universal por Hijo En el mismo sentido es
necesaria una reforma
es la inversión del sistema educativo
que revise los objetivos
social más grande, de la escuela secundaria
y el nivel terciario y los
en términos ponga en línea con los
sectores productivos
relativos, de estratégicos.
Luego de la crisis de
América Latina. 2001, Argentina ha atra-
vesado una década de
crecimiento económico
con tasas cercanas al 8%
anual. Sin embargo, esta situación no impactó en
todos los argentinos de la misma manera y conti-
nuamos con una estructura social muy desigual:
la diferencia de ingresos entre el 10% más rico y el
10% más pobre es hoy de 22 a 1.
Los desafíos
Como hemos señalado, en los últimos tiempos el
Estado puso en marcha políticas sociales con una
orientación más amplia. Sin embargo, quedan pen-
dientes una serie de desafíos: resolver el problema
de la pobreza estructural, logrando que todos los
habitantes alcancen un piso material y de servicios
básicos; mejorar la distribución territorial del país
atacando los desequilibrios entre regiones con ob-
jetivos específicos para cada una (los problemas de
la Patagonia no son los mismos que los del Nores-
te o el conurbano); atender el trabajo informal (ya
que, si continuamos con un mercado de trabajo de
dos velocidades, formal e informal, va a ser difícil
achicar las brechas sociales); mejorar la escuela se-
cundaria y la calidad educativa en general, cerran-
do la brecha entre los establecimientos públicos y
los privados; reestructurar el sistema de salud, y,
finalmente, desplegar acciones focalizadas en los
ejes menos visibles y más vulnerables (comunida-
des aborígenes, personas con discapacidad, violen-
cia de género y trata de personas). g
*Profesor de Flacso, UBA y Universidad Nacional de La Plata. Ex vice-
ministro de Desarrollo Social de la Nación y ex ministro de Desarrollo
Social de la Provincia de Buenos Aires.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 10 | Edición 159 | septiembre 2012
Dossier
Los límites del
modelo

las provincias en las tareas de administración y regu-

A orillas del Riachuelo, enero de 2010 (Sub.coop)
lación de la actividad. Con el objetivo de promover
el desarrollo sectorial y afianzar el papel de los go-
biernos provinciales, en mayo de 1993 se celebró el
Acuerdo Federal Minero. Entre otros temas, las pro-
vincias acordaron homogeneizar los procedimien-
tos mineros profundizando el proceso de descentra-
lización como modelo de gestión. Como parte sus-
tancial del nuevo modelo, la reforma constitucional
de 1994 confirmó, a través del artículo 124, la potes-
tad de las provincias sobre el dominio originario de
los recursos naturales en su territorio. En la misma
línea, la Ley de Protección Ambiental para la Activi-
dad Minera, sancionada en noviembre de 1995, dele-
gó en los estados provinciales la protección del am-
biente y la conservación del patrimonio cultural que
pudiera ser afectado por la actividad.
En conjunto, estas medidas concretaron el des-
plazamiento del centro de decisión sobre los re-
cursos naturales –patrimonio de todo el pueblo
argentino– hacia cada una de las provincias. Esta
fragmentación de la política pública respecto de la
explotación de los recursos naturales no renova-
bles limitó notablemente el poder de negociación
del Estado frente al capital transnacional. Así, las
corporaciones mineras encontraron condiciones
más que favorables para conducir el rumbo de la
actividad y diseñar su perfil productivo en base a la
lógica de maximización del beneficio.

La renta del sector

Impulsada por los altos precios internacionales y las reformas Como señalamos, las dos oleadas de inversiones
mineras empujaron el auge de la actividad, cada
en la legislación, la minería vive un período de auge. Para mejo- una de ellas con un emprendimiento emblemáti-
co. En la actualidad, Minera Alumbrera y Minera
rar los controles ambientales y recuperar un mayor porcentaje Argentina Gold se posicionan como las principales
de la renta es necesario un rol más activo del Estado Nacional. empresas del sector.
Asentada en la provincia de San Juan, Minera
Argentina Gold inició sus operaciones en 2006 en
La intervención del Estado en una actividad en auge el marco del proyecto aurífero Veladero. Duran-
te los cinco primeros años de actividad la renta

Regular la minería
alcanzó los 1.296 millones de pesos. Una primera
aproximación a su distribución permite resaltar
el contraste existente entre la apropiación priva-
da y la participación pública. Entre 2006 y 2010,
la empresa retuvo el 64% de la renta, mientras que
los ingresos capturados por el Estado Nacional, vía
impuestos, llegaron a menos de la mitad (30% del
por Federico Basualdo* total). A su vez, como consecuencia de la legisla-

H
acia fines de la década del 90,
la sucesiva puesta en marcha
de importantes proyectos mi-
neros en distintas regiones de
Argentina otorgó a la activi-
dad una creciente importan-
cia. En 1998 se produjo una primera oleada de em-
prendimientos, entre los cuales se destaca Minera
Alumbrera (Xstrata-Goldcorp-Yamana Gold), que
explota el proyecto cuprífero de Bajo de la Alum-
brera, en Catamarca. A partir de 2006 se consolidó
una segunda generación, liderada por Minera Ar-
gentina Gold (Barrick Gold), a cargo del proyecto
aurífero Veladero, en San Juan.
Ambos emprendimientos redefinieron el per-
fil productivo del sector, orientándolo hacia una
creciente especialización en la explotación de ya-
cimientos de oro, cobre y, en menor medida, plata.
Otro de los rasgos centrales es el carácter netamen-
te exportador de la actividad minera: la totalidad de
la producción se exporta en su forma más primaria.
El peso de la minería en el PIB argentino es bajo,
no supera el 1%. Pero, dado el pronunciado sesgo
exportador de la actividad, adquiere particular re-
levancia en el frente externo. Mientras que en 1997
la participación de la minería metalífera sobre el to-
tal de las exportaciones fue de 0,5%, al año siguien-
te, con la puesta en marcha de la primera genera-
ción de emprendimientos concentrados en cobre,
ascendió al 2%. Con el inicio de la segunda gene-
ración de emprendimientos, la producción de oro
cobró cada vez mayor relevancia: en 2010 ya expli-
caba el 6,2% de las ventas externas de Argentina y
superaba al resto de los metales exportados.
Por supuesto, el auge de la actividad se explica
por la positiva trayectoria del precio internacional
del oro (que aumentó 351% entre 2001 y 2010) y del
cobre (que se incrementó 378% en el mismo perío-
do). En el primer caso, el alza se debe básicamente
a la especulación y la inversión financiera; en el se-
gundo, es consecuencia principalmente de la de-
manda asiática.
La legislación minera
Al igual que el precio internacional de los minerales,
las condiciones establecidas por el marco normati-
vo y regulatorio jugaron un papel clave para el feno-
menal desempeño de la actividad minera en el país.
La sanción, en abril de 1993, de la Ley de Inver-
siones Mineras introdujo numerosos beneficios es-
peciales: estabilidad fiscal por 30 años; exención
impositiva para la importación de bienes de capital,
insumos y equipos; un régimen especial de amor-
tización acelerada para las inversiones en explora-
ción y las inversiones de capital; y un máximo de 3%
(sobre el valor boca mina) para el cobro de regalías.
En tanto, las reformas para la adaptación del Códi-
go de Minería a la explotación a gran escala se com-
plementaron con las ya introducidas por José Al-
fredo Martínez de Hoz durante la última dictadura.
Además de estas condiciones beneficiosas, otro
de los pilares de la reforma fue el papel otorgado a
ción vigente, los ingresos directos percibidos por
la explotación de los recursos naturales no reno-
vables ubicados en su territorio representan, para
la provincia de San Juan, casi la única vía de recau-
dación. Sin embargo, los mismos alcanzaron a ex-
plicar apenas el 6% de la renta total de la empresa.
Pero la participación pública en la renta aurí-
fera no presenta un comportamiento homogéneo
durante los años analizados. Como consecuencia
de los privilegios otorgados a las empresas, entre
2006 y 2009 el Estado alcanzó a capturar, vía im-
puestos, apenas el 14% de la renta total, mientras
que las regalías provinciales llegaron a 7%. En este
período Minera Argentina Gold capturó el 79% de
la renta. En 2010, la performance productiva de la
empresa impulsó un notable incremento de la ren-
ta. En ese marco, el incremento de la tasa efectiva
del impuesto a las ganancias mejoró la participa-
ción del Estado Nacional, que llegó al 41% del to-
tal. A su vez, los ingresos por regalías que obtuvo
la provincia se mantuvieron cercanos al promedio
(5% de la renta), en tanto que la empresa mantuvo
su participación mayoritaria (54%).
Más allá de estas fluctuaciones, la rentabilidad
de la empresa fue extraordinaria. Las utilidades al-
canzaron, en promedio, el 45% de las ventas. Es-
to es resultado en buena medida de las cuantiosas
exenciones impositivas otorgadas por el régimen
de promoción vigente. La situación es curiosa,
pues uno de los objetivos del impulso estatal al sec-
tor es el incremento de la actividad minera a partir
de la reinversión de parte de los beneficios obteni-
dos por las transnacionales en tareas de explora-
ción y/o en iniciativas tendientes a generar enca-

denamientos que permitan complejizar el entra-
mado productivo. Sin embargo, la subsidiaria de la
Barrick Gold reservó para la inversión productiva
apenas el 14% de los beneficios obtenidos, según
datos provistos por la misma empresa.
El otro emprendimiento emblemático, Minera
Alumbrera, lleva más de una década de actividad
productiva (1). Entre 2007 y 2010, la renta obteni-
da alcanzó los 2.557 millones de pesos: del total, el
54% quedó en manos de la empresa. Los ingresos
obtenidos por el Estado, vía impuestos, fueron del
41%, y, al igual que en el caso de San Juan, la pro-
vincia de Catamarca alcanzó a capturar un margen
muy reducido de la misma en concepto de regalías:
apenas el 5% del total.
La rentabilidad también fue extraordinaria. En pro-
medio, las utilidades alcanzaron el 31% de las ventas.
En este caso, la ausencia de inversión se complementa
con la política de remisión de utilidades implementa-
da por la empresa. Entre 2007 y 2010 Minera Alum-
brera remitió al exterior utilidades por un volumen
superior a los beneficios obtenidos durante el mismo
período. En efecto, mientras el total de las utilidades
alcanzaron los 6.241 millones de pesos, la empresa re-
mitió a su casa matriz 7.439 millones de pesos (un 19%
más). Esta dinámica posiblemente impacte negativa-
mente sobre la situación patrimonial de la empresa. Y,
de profundizarse, no plantearía un escenario auspicio-
so frente a las obligaciones económicas, financieras y
ambientales que implicaría el cierre del emprendi-
miento minero una vez agotado el yacimiento
Hacia adelante
Analizados estos datos, resulta interesante re-
flexionar sobre el verdadero impacto de la activi-
| 11
dad minera sobre el sector externo. En apariencia, Pero este no es el único desafío. En términos
el desempeño exportador genera repercusiones productivos, es necesario incorporar la actividad
positivas. Sin embargo, como señalamos, la natu- minera a la dinámica económica nacional defi-
raleza de la actividad de las compañías mineras niendo estrategias tendientes a desarrollar enca-
transnacionales habilita ganancias extraordina- denamientos productivos que agreguen valor y ge-
rias, buena parte de las cuales se remiten al exte- neren puestos de trabajo, estrategias que diferen-
rior, lo cual colabora a la erosión del equilibrio ex- cien hacia adelante y ha-
terno del conjunto de la economía. cia atrás de la actividad
Teniendo en cuenta el escaso poder de nego- La actividad de primaria y discriminen
ciación de las provincias mineras, la reversión de por tipo de mineral.
esta situación requiere necesariamente la recupe- las compañías Desde hace décadas,
ración por parte del Estado Nacional de los resor- las distintas reformas al
tes fundamentales para definir el rumbo y el perfil transnacionales marco regulatorio ha-
productivo del sector minero. Por eso, además de
profundizar los controles ambientales específicos,
habilita ganancias bilitaron un escenario
propicio para que la ex-
es necesario concretar el funcionamiento efectivo
de un organismo nacional que ejerza el control y
extraordinarias, pansión de la actividad
se desarrolle en función
seguimiento de las empresas. Esto permitiría, por buena parte de las de la lógica de maximi-
ejemplo, desactivar operaciones vinculadas a los zación de beneficios de
precios de transferencia (en el caso de las empre- cuales se remiten las empresas transna-
sas analizadas, las ventas del mineral se concre- cionales. Por eso, tanto
tan con compañías del mismo grupo económico) y al exterior. los desafíos menciona-
otras maniobras financieras que favorecen la ren- dos como la redefinición
tabilidad empresaria en detrimento de la partici- de los privilegios otor-
pación pública. A su vez, la redefinición del papel gados a las empresas implican necesariamente la
del Estado Nacional permitirá crear una empre- reforma del esquema legal vigente para su adapta-
sa pública que participe en la explotación minera ción a los intereses sociales y económicos de Ar-
mediante la implementación de proyectos propios gentina. g
que permitan modificar paulatinamente el actual
perfil productivo del sector. Hasta el momento, sin 1. La falta de información sobre su desempeño durante los
embargo, las provincias mineras se limitaron a in- primeros años hace que el período analizado se corresponda con
tentar captar un mayor porcentaje de la renta me- la etapa de mayor madurez del proyecto liderado por Xstrata.
diante la participación accionaria (muchas veces
marginal) de empresas públicas en los proyectos *Investigador del Área de Economía y Tecnología de FLACSO/CONICET.
liderados por las compañías transnacionales. © Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 12 |
Barrio Sol y Verde, José C. Paz, Provincia de Buenos Aires, enero de 2006 (Sub.coop)
Aunque siempre presente en el discurso oficial, la integra-
ción latinoamericana está estancada. Una consecuencia
tanto de la fuerza centrífuga de las potencias mundiales
como de la endeble construcción de la identidad regional.
Las debilidades del inter-presidencialismo
La integración
sentimental
por Andrés Malamud*
“
¿Usted sabe cómo se dice Comunidad
Sudamericana de Naciones en inglés?”
El interpelado, dirigente alemán de una
fundación partidaria, aceptó el juego y
respondió que no. El académico chileno
se respondió entonces a sí mismo: bull-
shit. Corría el año 2005 y ninguno podía imaginar
que, al poco tiempo, el interrogador sería designa-
do ministro de Relaciones Exteriores de su país y
el objeto de la conversación cambiaría de nombre a
Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR). El
discurso público suele ignorar la opinión que alber-
gan los chilenos sobre la integración latinoamerica-
na, pero quien los conoce sabe lo que piensan: que
tienen una linda casa en un mal barrio. Y quien es-
tudia los bloques regionales sospecha que sus moti-
vos gozan de algún fundamento.
“Integración” es la palabra más abusada en
las relaciones internacionales de América Latina.
Cuando dos países se reconcilian después de un
desaguisado cualquiera, nunca falta el jefe de Es-
tado que afirme con convicción: “Se acabó el con-
flicto, ahora es tiempo de integración”. Pero no: en
una relación, lo opuesto al conflicto es la coopera-
ción. De esta última, la integración es nada más (y
nada menos) que un pequeño subconjunto, defini-
do por la decisión voluntaria de tres o más Estados
de ceder parte de su soberanía –sea delegándola
Dossier
Los límites del
modelo
en una autoridad supranacional o compartiéndola
con los socios en la toma de decisiones conjuntas–.
En otras palabras, la integración implica la renun-
cia al derecho de decidir solo. Alemania o Francia,
para citar dos ejemplos significativos, no pueden
negociar tratados de libre comercio ni emitir dine-
ro; esas funciones fueron delegadas a la Comisión
Europea y el Banco Central Europeo respectiva-
mente. En América Latina, lo más próximo a esta
“soberanía transferida” es la fijación de un arancel
externo común, que destituye a los países firman-
tes de la competencia para regular unilateralmen-
te su comercio exterior. Esto ocurre, en los pape-
les, en el Mercosur y la Comunidad Andina. Pero
en la práctica esas atribuciones siguen siendo ad-
ministradas con mayor o menor arbitrariedad por
dependencias del Ejecutivo, como las secretarías
de Comercio Interior. Así como cooperación es lo
contrario de conflicto, Guillermo Moreno es la an-
títesis de integración.
Soberanía limitada
“UNASUR, a pesar de su importancia política, no
puede ser la piedra fundamental en la construc-
ción del bloque económico de América del Sur,
[que] deberá ser formado a partir de la expan-
sión gradual del Mercosur”. Quien así opina no
es un economista neoliberal sino Samuel Pinheiro
Edición 159 | septiembre 2012
Guimarães, el más ferviente defensor brasileño
del desarrollismo anti-yanqui y de la integración
regional. Sus argumentos, que fueron presentados
en la carta de renuncia como Alto Representante
del Mercosur en junio de 2012, refieren que Chile,
Colombia y Perú adoptaron estrategias de inser-
ción internacional incompatibles con la construc-
ción de políticas regionales y la promoción del
desarrollo. Aunque las razones que motivaron
su dimisión son ideológicas, su fundamentación
demuestra que entiende de qué se trata la integra-
ción. Una visita guiada a Itamaraty, la cancillería
brasileña, deja claro que esta lucidez no es infre-
cuente. La diferencia entre los diplomáticos en
ejercicio y Pinheiro Guimarães es que, sabiendo
como él que la integración implica cesión de
soberanía, no la desean –lo cual están dispensa-
dos de admitir en público–.
No es que a Brasil la región le resulte indiferen-
te, sino que no aspira a fundirse en ella. Su política
externa, de desarrollo y de defensa están formu-
ladas en términos de Estado-Nación, y no de pro-
vincia de un Estado-Región. El contraste con el
espíritu que lideró la integración europea es ma-
yúsculo, aunque con los gobiernos lindantes no
existen diferencias: en América de Sur, todos con-
ciben la formación de bloques como un mecanis-
mo de refuerzo de la soberanía nacional, y no de su
dilución. A propósito, la noción misma de América
del Sur –por contraposición a América Latina– es
un invento brasileño reciente para redefinir y con-
trolar su área de influencia al margen de Estados
Unidos y sin México. Los documentos oficiales de
Brasil siempre se refieren a su región como Suda-
mérica, y cuando mencionan al gigante azteca lo
hacen como una potencia extra-regional al mismo
nivel que Turquía o Indonesia. Por contraste, nin-
gún país de “la América antes española” (según la
designaba Simón Bolívar) ha asumido que su re-
gión de pertenencia termine en Panamá, sino que
la extienden hasta el Río Grande.
En las décadas del 60 y 70, la integración lati-
noamericana fue promovida sobre todo por tecnó-
cratas como Raúl Prebisch y organismos multilate-
rales especializados como la CEPAL. En contraste,
desde los 80 el mecanismo más utilizado ha sido el
inter-presidencialismo, un tipo extremo de inter-
gubernamentalismo. Imagen de marca del Merco-
sur, el interpresidencialismo combina una organi-
zación institucional nacional (la democracia presi-
dencialista), con una estrategia de política externa
(la diplomacia presidencial). Opera mediante la ne-
gociación directa entre los presidentes, que, ante el
raquitismo de los órganos regionales, hacen uso de
sus competencias políticas e institucionales para
tomar decisiones y resolver conflictos.
Si bajos niveles iniciales de interdependencia
asociados con una activa diplomacia presidencial
permitieron al Mercosur triplicar sus flujos comer-
ciales internos en seis años y proyectarse interna-
cionalmente como un actor promisorio, la posterior
retracción de la interdependencia y la ausencia de
instituciones operativas frenaron la profundización
del proceso y lo desgastaron por fatiga. El hecho de
que el Mercosur siga siendo un asunto de presiden-
tes y cancilleres demuestra que su funcionamiento
no ha sido internalizado sino que se mantiene como
una cuestión de política exterior. La reciente sus-
pensión de Paraguay dejó al descubierto a este “club
de presidentes”: ninguna norma fue aprobada por
los órganos legales del bloque, sino que bastó una
declaración presidencial (que incluyó a jefes de Es-
tado de países no pertenecientes al Mercosur) para
privar de sus derechos a un miembro fundador.
Aunque el inter-presidencialismo originario
fue efectivo, el tardío moldeó un bloque institu-
cionalmente invertebrado. Si se piensa al Merco-
sur como una comunidad política, rápidamente
se descubrirá que ninguno de sus poderes funcio-
na. Ciertos roles ejecutivo-ceremoniales fueron
delegados en dos cargos creados ad hoc, primero
la Presidencia de la Comisión de Representantes
Permanentes y después el Alto Representante Ge-

neral. Eduardo Duhalde y Chacho Álvarez ejercie-
ron mandatos frustrantes en el primero y se aleja-
ron lanzando fuertes críticas; tal como hizo Pin-
heiro Guimarães, en el segundo.
Por su parte, la principal característica del Parla-
mento del Mercosur consiste en haber violado siste-
máticamente todas las cláusulas relevantes del tra-
tado constitutivo, tanto en lo que se refiere a la com-
posición como al mecanismo de elección de los re-
presentantes y a la organización interna en bloques
político-ideológicos –en vez de por nacionalidad–.
Aun así, lo más trascendente es que carece de toda
competencia legislativa: es un adorno, diría elogio-
samente Horkheimer. Finalmente, el Tribunal Per-
manente de Revisión no cumple funciones judicia-
les reales: además de ser optativo y de acatamiento
voluntario, o quizás por eso, sus servicios jurisdic-
cionales sólo fueron requeridos en media docena de
oportunidades desde 2005, y la mitad de ellas fue pa-
ra aclarar o reinterpretar sentencias anteriores. Si a
todo esto se agrega que la mitad de las normas que
requieren transposición doméstica no están en vigor
porque al menos un Estado miembro no las ha apro-
bado, el resultado es un bloque privado de reglas y de
consecuencias. El hecho de que, aun así, muchos lo
consideren como el más exitoso bloque latinoameri-
cano es expresivo de la situación general.
Hiperactivismo político sin integración
“Hemos arado en el mar”, murmuró célebremente
Simón Bolívar antes de expirar. Libertadores poste-
riores como Juan Perón y Hugo Chávez le dieron la
razón al reclamar una segunda independencia, ad-
mitiendo que la primera había fracasado. ¿Qué ga-
rantías hay de que esta vez la Patria Grande triunfa-
rá? A juzgar por la retórica política y la frecuencia
de las cumbres presidenciales, la unidad continen-
tal está al alcance de la mano. Pero si se analizan los
estancados niveles de interdependencia y la acu-
mulación progresiva de bloques subregionales, la
conclusión es menos complaciente.
Los países latinoamericanos, tanto tomados en
conjunto como en sus diversos subgrupos, realizan
entre sí menos del 20% de su comercio internacio-
nal. Por comparación, ese indicador es del 66% en
Europa y del 50% en América del Norte. La razón es
que los polos gravitacionales son potencias extra-re-
gionales: para América Central, el Caribe y México,
la mayor parte del comercio, las inversiones, el tu-
rismo y las remesas provienen de Estados Unidos,
mientras que para América del Sur la atracción de
China es cada vez más evidente e irresistible.
Así, las fuerzas centrífugas producidas por los
gigantes mundiales contribuyen a desgarrar a Amé-
rica Latina más de lo que la voluntad política logra
cohesionar. Si bien en la historia de la integración
latinoamericana siempre convivieron proyectos
contrastantes (la Asociación Latinoamericana de
Libre Comercio y el Mercado Común Centroameri-
cano en los 60, la Comunidad Andina y el Mercosur
en los 90), la rivalidad en ciernes entre el Mercosur
ampliado y la Alianza del Pacífico es la más equili-
brada – y antitética– de todas. Y, dado que cada gru-
po incluye a uno de los dos gigantes regionales, pro-
yectos supuestamente de síntesis –como la Comu-
nidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC)– sólo pueden interpretarse como foros
de diálogo y cooperación, y no como mecanismos
de integración. De hecho, la CELAC no tiene trata-
do fundacional ni instituciones de sostén. Para col-
mo, su composición exhibe notables ironías: de sus
33 miembros, 9 tienen como jefe de Estado a Isa-
bel II, la reina de Inglaterra (basta contar: Antigua
y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Granada,
Jamaica, Santa Lucía, San Cristóbal y Nieves, y San
Vicente y las Granadinas). En total, más de un cuar-
to de la organización. Teniendo en cuenta que ésta
también nuclea a los 8 miembros del ALBA, resul-
ta que hay más súbditos de la Corona que naciones
bolivarianas. El colonialismo es invisible a los ojos.
La integración monetaria también avanza en la
región… pero no en la dirección sugerida por pro-
yectos emancipadores como el Sucre (Sistema Uni-
tario de Compensación Regional): mientras Ecua-
dor, El Salvador y Panamá tienen como moneda na-
cional al dólar estadounidense, otros seis miembros
de la CELAC comparten el dólar del Caribe Orien-
tal. Entretanto, Argentina y Uruguay resuelven sus
cuitas en la Corte Internacional de La Haya y no se
ponen de acuerdo sobre el dragado de uno de los
ríos que los separa –cada vez más–. Todo ello re-
sulta una anécdota al lado de que Bolivia y Chile,
ambos miembros de la UNASUR y la CELAC y aso-
ciados al Mercosur, no mantienen relaciones diplo-
máticas desde hace… 35 años.
En los últimos tiempos se tornó frecuente la exal-
tación de la voluntad política como combustible para
construir la unidad latinoamericana. Se desatienden
así las enseñanzas tanto de Marx como de Gramsci
acerca del condicionamiento de la estructura y la co-
rrelación de fuerzas. La integración requiere condi-
ciones materiales, como la complementariedad de
las economías y, además, sujetos sociales capaces de
llevar adelante las transformaciones requeridas. Pe-
ro las economías latinoamericanas, si bien ya no son
competitivas entre sí porque el mundo post-hege-
mónico ofrece lugar para todos, tampoco son com-
plementarias –precisamente, porque el mundo tira
para afuera más que la región para adentro–. Y los
sujetos sociales que compelan a sus países a compar-
tir la soberanía con los vecinos tampoco están pre-
sentes: ¿o alguien piensa que la coalición gobernante
brasileña aceptaría que la distribución de su petró-
leo submarino fuera decidida en la mesa ejecutiva de
la UNASUR? Y la defensa a ultranza de la soberanía
nacional suele ser aun más aguerrida en los países
chicos. Sin condiciones objetivas y sin sujetos histó-
ricos, la voluntad política de presidentes circunstan-
ciales poco más puede hacer que cumbres y arengas.
Pero, como proclamó Chávez en una de sus más ig-
noradas autocríticas, “mientras los presidentes va-
mos de cumbre en cumbre, los pueblos de América
Latina van de abismo en abismo”.
La politización del regionalismo, que prescinde
de técnicos e instituciones, encontró hace poco su
clímax ante el reclamo de Paraguay al Tribunal Per-
manente de Revisión cuestionando su suspensión
del Mercosur. Lo digno de nota son los argumen-
tos de los demandados, Argentina, Brasil y Uru-
guay: negando la competencia del Tribunal, alegan
que “la naturaleza de la decisión adoptada (la sus-
pensión) es política, razón por la cual no es necesa-
rio realizar un proceso de tipo contradictorio para
emitirla”, no se “prevé rito solemne ni formalida-
des” y, en consecuencia, se rechaza la intervención
judicial. El vergonzoso juicio político que destituyó
a Fernando Lugo, y por el cual su país fue sanciona-
do, tuvo al menos dos horas para la defensa, dos vo-
| 13
taciones en el Congreso y la validación de la Corte
Suprema. El chiste brasileño de moda rezaba, sin
embargo, que en Paraguay todo es falsificado, hasta
el presidente. Que los líderes del Mercosur deva-
lúen el recurso al derecho aun más que los políticos
paraguayos merece un reconocimiento al esfuerzo.
El futuro: crisis global y declinación regional
A mediados del siglo pasado, Perón apostó su es-
trategia autárquica a que habría una tercera gue-
rra mundial, por lo que convenía cortar lazos con el
mundo y fomentar el au-
toabastecimiento. Estu-
vo cerca, porque la gue-
No es que a Brasil rra de Corea casi se des-
la región le resulte borda nuclearmente…
pero al final no ocurrió.
indiferente, El resultado fue que Ar-
gentina quedó al margen
sino que de treinta años de creci-
miento global vertigino-
realmente no so. La estrategia actual
de Cristina Kirchner se
aspira a fundirse parece a la de entonces:
si “el mundo se cae enci-
en ella. ma nuestro”, como afir-
mó, lo mejor es apartar-
se. La cuestión es dónde
se ubica la región: ¿allá afuera con el mundo o acá
adentro con nosotros? Porque una cosa es el discur-
so integrador y otra la práctica proteccionista.
Como consecuencia de la incorporación de Ve-
nezuela al Mercosur, algunos presidentes se vana-
gloriaron de que el bloque se había convertido en
“la quinta economía del mundo”. Esta frase expre-
sa una convicción mágica en el poder de la tinta,
porque los tratados no fundan economías. La mis-
ma alienación se detecta en los discursos sobre la
llamada “integración energética”, que suelen re-
ferirse a foros como IIRSA (Iniciativa para la In-
tegración de la Infraestructura Regional Surame-
ricana) y a proyectos como el delirante oleoducto
del sur. Pero no hay tal cosa como la integración
energética: se pueden conectar los tubos pero no se
comparte el petróleo. Los países productores ven-
den y los consumidores compran: el 31 de julio pa-
sado el Mercosur no se convirtió en dueño del pe-
tróleo venezolano, mal que le pese al fiel Galuccio.
Y sin embargo, hay quien compara a la integra-
ción regional con la producción petrolera: existe un
pico a partir del cual los rendimientos son decre-
cientes y, eventualmente, se extinguirán. El mundo
que viene ya no depara un escenario de bloques sino
de potencias regionales. Sus áreas de influencia se-
guirán siendo relevantes, pero más como mercados
para colocar excedentes de capital y manufacturas
poco competitivas que como comunidades de sobe-
ranía compartida. Seguir discurseando regionalis-
mo, sin embargo, no es irracional: genera simpatía
y apoyo entre pueblos que se identifican histórica y
culturalmente y, sobre todo, no tiene costos. Hacer,
en cambio, es costoso, y por eso la integración lati-
noamericana no se concreta. El aspecto positivo es
que, al menos, no va a terminar tan mal como la euro-
pea: lo que nunca fue no puede dejar de ser. g
*Profesor e Investigador del Instituto de Ciencias Sociales, Universidad
de Lisboa.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 14 |
La socialdemocracia es, más que una serie de medidas de
gobierno, una coalición político-social. Mediante su alian-
za con los sindicatos y parte de los sectores medios, desde
2003 el kirchnerismo se apoyó en una coalición cuasi-
socialdemócrata. El reto, ahora, es reconstruirla.
El desafío de recrear una coalición política
Dónde se apoya
el gobierno
por María Esperanza Casullo*
H
ay varias maneras de inten-
tar comprender a un gobier-
no: según sus políticas públi-
cas, según su discurso, según
su estrategia parlamentaria.
Entre todas ellas, una pers-
pectiva necesaria tiene que ver con el análisis de
la coalición social que le da sustento. El análisis
coalicional del kirchnerismo es especialmente in-
teresante, dados los rasgos originales de su coali-
ción política. De alguna manera, el kirchnerismo,
desde 2003 hasta 2008 (y luego por momentos), se
acercó a lo que podríamos llamar una coalición so-
cialdemócrata viable. Sin embargo, esta configura-
ción podría estar cambiando.
La socialdemocracia es, antes que un conjunto
de políticas públicas, una cierta coalición políti-
ca que las hace posibles. Como explica Luebbert
(1), el ascenso de la socialdemocracia durante la
entreguerra sólo fue posible en aquellos países en
los que se dio una alianza entre sectores obreros y
sectores de la clase media rural (luego urbana). En
los países nórdicos, esta coalición de clases posi-
bilitó que amplias mayorías parlamentarias dieran
sustento a la construcción de Estados de Bienes-
tar expansivos, financiados vía impuestos a las ga-
nancias. (Esta fórmula fue tan exitosa que el Parti-
do Socialdemócrata sueco dominó la política de su
país durante setenta años.) En otros países, como
Gran Bretaña, la socialdemocracia no llegó a enrai-
zar porque las elites y los partidos conservadores
pudieron persuadir a las clases medias, e inclusive
a sectores de las clases trabajadoras, de que sus in-
tereses coincidían y que los sindicatos eran poten-
cialmente peligrosos.
Ensayos socialdemócratas
Decía Torcuato Di Tella que la constitución de una
socialdemocracia en nuestro país sólo sería posible
cuando pudieran combinarse dentro de una misma
“casa” política dos elementos: la presencia de orga-
nizaciones sindicales, y una intelligentzia tecnocrá-
tica proveniente de las clases medias (2). Pero ni la
socialdemocracia ni un orden liberal pudieron esta-
bilizarse durante el siglo XX. Una de las claves de la
crónica inestabilidad política argentina desde 1945
hasta 1983 radica en la coexistencia de dos coalicio-
nes fuertes pero no dominantes. Así, mientras el pe-
ronismo dominaba la política electoral gracias a su
virtual monopolio sobre el voto de las clases popu-
lares, era vulnerable al terco antiperonismo de las
clases medias urbanas y a los boicots económicos de
los sectores empresarios. Al mismo tiempo, las elites
económicas nunca pudieron (o quisieron) construir
una coalición que, basada en la clase media urbana,
Dossier
Los límites del
modelo
pudiera disputarle las clases populares al peronismo
(como sí lo hicieron, por caso, las elites uruguayas).
Este empate hegemónico pareció romperse con
la victoria de Raúl Alfonsín en 1983. Para sorpresa de
muchos, Alfonsín ganó aún en distritos históricamen-
te peronistas como la provincia de Buenos Aires. En
ese entonces muchos se congratularon con la inaugu-
ración de una socialdemocracia posible en Argentina:
expresada partidariamente en la UCR, hegemonizada
por los sectores más modernos de la clase media y en-
raizada en la nueva capacidad del partido de captar a
los sectores populares. Esta experiencia proto-social-
demócrata, sin embargo, terminó en fracaso.
Para algunos, la utopía de la socialdemocracia po-
sible revivió con el kirchnerismo. Lo cual fue nota-
ble, dado que Néstor Kirchner tuvo que construir su
coalición desde cero. Sin embargo, Kirchner en ape-
nas dos años logró disciplinar al peronismo, y no só-
lo construyó una sólida alianza con los sindicatos y
los movimientos sociales de trabajadores desocupa-
dos sino que pudo atraer a una parte, al menos, de
las clases medias urbanas. Hacia ellas dirigió no sólo
recursos sino, más aun, una política simbólica y cul-
tural que rompió con algunas de las apelaciones más
típicamente peronistas para abrirse a temáticas co-
mo los derechos humanos, las reivindicaciones de
las minorías y la unidad latinoamericana. Con apoyo
sindical, un programa de gobierno de ampliación de
derechos y cierto apoyo de la clase media, el kichne-
rismo parecía estar en camino a convertirse en lo que
el alfonsinismo no pudo ser.
Escenarios
¿Significa esto que el kirchnerismo inauguró, ahora
sí, el tránsito hacia una socialdemocracia posible? Es-
ta opción no puede descartarse, pero tampoco es un
dato seguro. Por una parte, la amplitud de la victoria
de Cristina Kirchner en 2011, luego de la derrota del
Frente para la Victoria en 2009, parecería dar susten-
to a la primera idea, sobre todo considerando el buen
resultado obtenido en las áreas urbanas, que incluyó
la victoria en la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo,
algunos movimientos recientes del gobierno parece-
rían ir en contra de una eventual consolidación social-
demócrata. Por un lado, la agudización del conflicto
con Hugo Moyano podría poner en cuestión la solidez
de su alianza con el sindicalismo. Por otro, la reciente
prohibición de comprar dólares apunta directamente
al corazón de los hábitos económicos de la clase media.
Por supuesto, las coaliciones de apoyo no están dadas
de una vez para siempre y un gobierno que acaba de
reelegirse con el 54% de los votos tiene cierta plasti-
cidad (sobre todo con una oposición dispersa y débil).
En este contexto, tres escenarios parecen posibles.
El primero es rearmar la coalición original kirchneris-
Edición 159 | septiembre 2012
ta rápidamente. Esto requeriría terminar el conflicto
con Moyano de una manera que deje intacta la autori-
dad de la central sindical y flexibilizar los controles al
dólar apenas la situación económica, que aparenta ser
más favorable en el segundo semestre, lo permita. Es-
ta podría llamarse la estrategia de continuidad.
Pero existen al menos otras dos alternativas. La
primera podría ser un giro hacia una coalición de “ri-
cos y pobres” similar a la que sostuvo a Carlos Menem.
Una salida de este tipo implicaría constituir una alian-
za con algún sector de la elite económica que pueda
complementarse con la construcción de lazos electo-
rales con los sectores populares, sobre todo aquellos
sin representación sindical. Esta sería la estrategia
neo-populista. Obviamente, nada es completamente
imposible en política, y el kirchnerismo se ha caracte-
rizado por su capacidad de sacar conejos de su galera.
Sin embargo, este escenario no parece muy probable
dada la escasez de puentes entre el gobierno y los sec-
tores empresarios y la abierta guerra con algunos ac-
tores económicos de peso, como el Grupo Clarín.
La otra alternativa analíticamente posible es una
coalición similar a las que sostienen a Rafael Correa
en Ecuador y a Hugo Chávez en Venezuela. Esto su-
pone dar por perdidas a las clases medias, dejar de la-
do las organizaciones partidarias o sindicales tradi-
cionales y reemplazar las mediaciones institucionales
por apelaciones directas a
las clases populares. Es-
Algunos ta sería la estrategia po-
pulista de izquierda. Pero
movimientos ciertos factores hacen di-
fícil pensar en esta posi-
recientes bilidad: el PJ tiene una in-
negable fuerza propia en
del gobierno tanto aparato partidario
y red de poder territorial;
parecerían ir las clases medias argenti-
en contra de nas (fortalecidas luego de
diez años de crecimiento
una eventual económico) tienen más
peso que sus contrapar-
consolidación tes ecuatorianas o vene-
zolanas, y el sindicalismo,
socialdemócrata. también potenciado en
estos años, es un factor de
poder importante.
En síntesis: en una sociedad compleja, con una
clase media importante y con altos niveles de ac-
ción colectiva (institucionalizada en sindicatos,
movimientos sociales, ONG, cámaras empresa-
rias), y en el contexto de una alta volatilidad de la
opinión pública, parece que el kirchnerismo está
casi obligado a recrear la coalición cuasi-socialde-
mócrata que lo sostuvo hasta aquí. Esto no signifi-
ca, sin embargo, que sea una tarea fácil, mucho más
en un contexto de desaceleración económica y me-
nos holgura fiscal, ya que estas coaliciones se sos-
tienen en gran medida en base a la distribución de
recursos. Y, aun en un escenario de debilidad de la
oposición, las tensiones en el interior de una coa-
lición como la descripta son inevitables: fortalecer
a los sindicatos, por ejemplo, redunda en paros y
huelgas, los cuales, como se vio durante el reciente
conflicto del subte, terminan afectando a la clase
media y a los sectores populares.
Mantener esta coalición en el tiempo, determinar
sus fronteras de inclusión y exclusión y negociar sus
tensiones internas es el principal desafío que enfrenta
hoy la Presidenta. Se trata ciertamente de una tarea
difícil, dado que, además, hoy la reelección está veda-
da. Pero de su éxito depende si avanzamos hacia una
socialdemocracia vernácula o si ésta seguirá siendo
un horizonte que se aleja. g
1. Gregory M. Luebbert, Liberalism, Fascism or Social
Democracy, Oxford University Press, Nueva York, 1991.
2. Torcuato Di Tella, Hacia una estrategia de la socialdemocracia
en Argentina, Punto Sur, Buenos Aires, 1989.
*Politóloga.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
| 15
16 |
El escritor colombiano Fernando Vallejo es autor, entre otras novelas, de
La virgen de los sicarios (2006, Alfaguara). Hace más de cuarenta años
tuvo que exiliarse en México, donde aún reside. En este texto pinta un
crudo y desesperanzado retrato de la realidad de su país natal.
Un escritor / un país
Colombia: ruinas nada más
por Fernando Vallejo*
U
stedes tuvieron la mala suerte
de nacer, y en el país más loco
del planeta: no le sigan la co-
rriente, no se dejen arrastrar
por su locura. Pues si bien la
locura ayuda a sobrellevar la carga de la vi-
da, también puede sumarse a la desdicha.
El cielo y la felicidad no existen. Esos
son cuentos de sus papás para justificar el
crimen de haberlos traído a este mundo.
Lo que existe es la realidad, la dura reali-
dad: este matadero al que vinimos a morir,
cuando no es que a matar, y a comernos de
paso a los animales, nuestro prójimo.
Porque nuestro prójimo también son
los animales, y no sólo el hombre como
creyó Cristo. Todo el que tenga un siste-
ma nervioso para sentir y sufrir es nues-
tro prójimo: los perros, los caballos, las
vacas, las ratas. Mis hermanos los perros,
mis hermanos los caballos, mis herma-
nas las vacas, mis hermanas las ratas, que
también hacen parte de Colombia. O sea
de ustedes. O sea de mí.
En consecuencia, no se reproduzcan.
No hagan con otros lo que hicieron con
ustedes, no paguen en la misma mone-
da, el mal con el mal, que imponer la vida
es el crimen máximo. Dejen tranquilo al
que no existe, ni está pidiendo venir, en
la paz de la nada. Total, a ésa es a la que
tenemos que volver todos. ¿Para qué en-
tonces tanto rodeo?
La patria que les cupo en suerte, que nos
cupo en suerte, es un país en bancarrota, en
desbandada. Unas pobres ruinas de lo poco
que antes fue. Miles de secuestrados, miles
y miles de asesinados, millones de desem-
pleados, millones de exiliados, millones de
desplazados, el campo en ruinas, la indus-
tria en ruinas, la justicia en ruinas, el porve-
nir cerrado: eso es lo que les tocó a ustedes.
Los compadezco. Les fue peor que a mí.
Y como yo, que un día me tuve que ir y
justo por eso hoy les estoy hablando (vi-
Fernando Botero, Don Nuño Bufón, 1932 (fragmento, gentileza Christie’s)
vo, a lo que parece), probablemente tam-
bién se tengan que ir ustedes, pero ya no
los van a recibir en ninguna parte porque
en ninguna parte nos necesitan ni nos
quieren. Un pasaporte colombiano en un
aeropuerto internacional causa terror:
“¿Quién será? ¿A qué vendrá? ¿Qué trae-
rá? ¿Coca? ¿Vendrá a quedarse?”.
No. No vinimos a este mundo a que-
darnos. Vinimos a pasar como el viento
y a morir. A veces ese viento al pasar ha-
ce estragos y tiene nombre: se llama Pa-
blo Escobar, se llama Miguel Rodríguez
Orejuela, se llama Tirofijo, se llama Ga-
viria, se llama Samper, se llama Pastra-
na. Aprendan mientras se van a ponerle
nombres propios a la infamia.
Cuando yo nací me encontré aquí con
una guerra entre conservadores y libera-
les que arrasó con el campo y mató a mi-
Edición 159 | septiembre 2012
llares. Hoy la guerra sigue aunque cambió
de actores: es de todos contra todos y ya
nadie sabe quién fue el que mató a quien.
Ni sabe, ni le importa, ni lo piensa averi-
guar, porque, ¿para qué? ¿Para qué, si a
ningún asesino lo van a castigar en el país
de la impunidad? ¿Si nuestro primer man-
datario va en peregrinación a los Llanos
a abrazar a nuestro primer delincuente?
Como diciéndoles con la iniquidad de ese
abrazo: “¡Maten, roben, extorsionen, des-
truyan, secuestren pero, eso sí, háganlo a
cabalidad para que se queden con lo que
queda de Colombia!”.
Y aquí vamos, por estas calles de este
país embotellado, por entre perros y ni-
ños abandonados, sacándoles el cuerpo a
los baches, a las balas y a los impuestos
del gobierno y de las FARC. ¿Pero hacia
dónde vamos? ¿Adónde es que pretende-
mos llegar?
Somos muchos y ya no nos soportamos
ni cabemos. Nos hemos convertido en un
estorbo para los demás, a los que les esta-
mos bebiendo el agua, respirando el aire,
contaminándoles los ríos, embotellándo-
les las calles. El aire se va a acabar, el agua
se va a acabar, las calles ya no alcanzan y
esos ríos fantásticos de Colombia que
cuando yo nací vivían, bullían de peces,
también ya los matamos. Hoy los ríos de
Colombia son alcantarillas que van a dar
al mar, un desaguadero de cloacas.
No se reproduzcan que nadie les dio ese
derecho. ¿Quién lo pudo dar? ¿Dios? ¿Dios
que es tan bueno y se ocupa de los niños y
los perros abandonados que llenan las ca-
lles de Colombia? ¡Qué se va a ocupar! Dios
no trabaja. Con eso de que el séptimo día se
sentó a descansar... De los niños y los pe-
rros abandonados que llenan las calles de
Colombia el que sí se ocupa es el Papa.
Yo he vivido a la desesperada, y se me
hace que a ustedes les va a tocar vivir
igual. Y un día me tuve que ir, sin quererlo,
y se me hace que a ustedes les va a tocar ir-
se igual. El destino de los colombianos de
hoy es irnos. Claro, si antes no nos matan.
Pues los que se alcancen a ir no sueñen
con que se han ido porque adondequiera
que vayan Colombia los seguirá. Los se-
guirá como me ha seguido a mí, día a día,
noche a noche, adonde he ido, con su lo-
cura. Algún momento de dicha efímera vi-
vido aquí e irrepetible en otras partes los
va a acompañar hasta la muerte. g
*Escritor colombiano. Ha recibido el Premio Rómulo Gallegos
en 2003 por El desbarrancadero (2010, Alfaguara).
Este texto reproduce un discurso pronunciado durante el
Primer Encuentro Iberoamericano de Escritores, El Amor y la
Palabra, en el Parque Nacional de Bogotá en agosto de 2000.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

Tras las vacaciones, la Eurocopa y los Juegos Olímpicos, que echaron
un manto de olvido sobre la crisis europea, el despertar promete ser
brutal. Recrudece la gran batalla del Mercado contra el Estado y es
deber de los ciudadanos construir una nueva democracia.
Tras el receso estival en Europa
Otoño caliente
por Ignacio Ramonet*
C
omo si las vacaciones de vera-
no fuesen un manto de olvido
que disipa la brutalidad de la
crisis, los medios de comu-
nicación han tratado de dis-
traernos con dosis masivas de embrute-
cimiento colectivo: Eurocopa de fútbol,
Juegos Olímpicos, aventuras estivales de
“famosos”, etc. Desean hacernos olvidar
que una nueva andanada de recortes se
avecina y que el segundo rescate de Es-
paña será socialmente más cruel… Pero
no lo han conseguido. Entre otras razo-
nes, porque los audaces aldabonazos de
Juan Manuel Sánchez Gordillo y el Sin-
dicato Andaluz de Trabajadores (SAT)
han roto el conjuro y mantenido la alerta
social. El otoño será caliente.
En una conversación pública mante-
nida en agosto pasado (1) con el filóso-
fo Zygmunt Bauman coincidíamos en la
necesidad de romper con el pesimismo
imperante en nuestra sociedad desenga-
ñada del modo tradicional de hacer po-
lítica. Debemos dejar de ser sujetos in-
dividuales y aislados, y convertirnos en
agentes del cambio, en activistas socia-
les interconectados. “Tenemos el deber
de tomar el control de nuestras propias
vidas –afirmó Bauman–. Vivimos un mo-
mento de grave incertidumbre donde el
ciudadano no sabe realmente quién es-
tá al mando, y esto hace que perdamos
la confianza en los políticos y en las ins-
tituciones tradicionales. El efecto en la
población es una situación constante
de miedo, de inseguridad… Los políti-
cos sugestionan a los ciudadanos para
que siempre tengan miedo, y así poder
controlarlos, constreñir sus derechos y
limitar las libertades individuales. Esta-
mos en un momento muy peligroso, por-
que las consecuencias de todo esto afec-
tan nuestra vida diaria: nos repiten que
debemos tener seguridad en el trabajo,
mantenerlo a pesar de las duras condi-
ciones de empleo y de precariedad, por-
que así obtendremos dinero para poder
gastar... El miedo es una forma de con-
trol social muy poderosa.”
Si el ciudadano ya no sabe quién es-
tá al mando es porque se ha producido
una bifurcación entre poder y política.
Hasta hace poco, política y poder se con-
fundían. En una democracia, el candida-
to (o la candidata) que, por la vía políti-
ca, conquistaba electoralmente el Poder
Ejecutivo, era el único que podía ejer-
cerlo (o delegarlo) con toda legitimidad.
Hoy, en la Europa neoliberal, ya no es así.
El éxito electoral de un Presidente no le
garantiza el ejercicio del poder real. Por-
que, por encima del mandatario políti-
co, se hallan (además de Berlín y Angela
Merkel) dos supremos poderes no elec-
tos que aquel no controla y que le dictan
su conducta: la tecnocracia europea y los
mercados financieros.
| 17
liquidado la soberanía nacional. Ningu-
no de los dos tomó decisión política al-
guna para ponerle freno a la irraciona-
lidad de los mercados. Ambos conside-
raron que, ante los dictados de Berlín y
el ataque de los especuladores, la única
solución consiste –a semejanza de un ri-
to antiguo y cruel– en sacrificar a la po-
blación como si el tormento infligido a
las sociedades pudiera calmar la codicia
de los mercados.
En semejante contexto, ¿tienen los ciu-
dadanos la posibilidad de reconstruir la
política y de regenerar la democracia? Sin
duda. La protesta social no cesa de ampli-
ficarse. Y los movimientos sociales reivin-
dicativos se van a multiplicar. Por ahora,
la sociedad española aún cree que esta cri-
sis es un accidente y que las cosas volve-
rán pronto a ser como eran. Es un espejis-
mo. Cuando tome conciencia de que eso
Estas dos instancias imponen su agen- Banco Central Europeo; unas institucio- no ocurrirá y de que estos ajustes no son
da. Los eurócratas exigen obediencia nes no democráticas cuyos miembros no “de crisis” sino que son estructurales, que
ciega a los tratados y mecanismos euro- son elegidos por el pueblo. Instituciones vienen para quedarse definitivamente,
peos que son, genéticamente, neolibera- que no representan a los ciudadanos. entonces la protesta social alcanzará pro-
les. Por su parte, los mercados sancionan Y sin embargo, esas instituciones – bablemente un nivel importante.
cualquier indisciplina que se desvíe de la con el apoyo de unos medios de comu- ¿Qué exigirán los disconformes? Nues-
ortodoxia ultraliberal. De tal modo que, nicación de masas que obedecen a los tro amigo Zygmunt Bauman lo tiene cla-
prisionero del cauce de esas dos rígidas intereses de grupos de presión econó- ro: “Debemos construir un nuevo sistema
riberas, el río de la política avanza obliga- micos, financieros e industriales– son político que permita un nuevo modelo de
toriamente en dirección única sin apenas las encargadas de crear las herramientas vida y una nueva y verdadera democracia
margen de maniobra. O sea: sin poder. de control que reducen la democracia a del pueblo”. ¿Qué esperamos? g
“Las instituciones políticas tradiciona- un teatro de sombras y de apariencias.
les son cada vez menos creíbles –dijo Zyg- Con la complicidad complaciente de los 1. En el marco del Foro Social organizado en
munt Bauman– porque no ayudan a solu- grandes partidos de gobierno. ¿Qué di- el seno del Festival Rototom Sunsplash en
Benicàssim (Castellón) del 16 al 23 de agosto
cionar los problemas en los que los ciuda- ferencia hay entre la política de recortes
de 2012, www.rototomsunsplash.com/es
danos se han visto envueltos de repente. de Rodríguez Zapatero y la de Mariano
2. Naomi Klein, La doctrina del shock. El auge del
Se ha producido un colapso entre las de- Rajoy? Muy poca. Ambos se han inclina- capitalismo del desastre, Paidós, Barcelona, 2007.
mocracias (lo que la gente ha votado), y los do servilmente ante los especuladores
dictados impuestos por los mercados, que financieros y han obedecido ciegamente *Director de Le Monde diplomatique, edición española
engullen los derechos sociales de las per- a las consignas eurocráticas. Ambos han © Le Monde diplomatique, edición española
sonas, sus derechos fundamentales.”
Juego de apariencias
Estamos asistiendo a la gran batalla del
Mercado contra el Estado. Hemos llegado
a un punto en que el Mercado, en su ambi-
ción totalitaria, quiere controlarlo todo: la
economía, la política, la cultura, la socie-
dad, los individuos… Y ahora, asociado a
los medios de comunicación de masas que
funcionan como su aparato ideológico, el
Mercado desea también desmantelar el
edificio de los avances sociales, eso que
llamamos “Estado de Bienestar”.
Está en juego algo fundamental: la
igualdad de oportunidades. Por ejemplo,
se está privatizando (o sea: transfiriendo
al mercado) de forma silenciosa la edu-
cación. Con los recortes, se va a crear una
educación pública de bajo nivel en la que
las condiciones de trabajo estructural-
mente van a ser difíciles, tanto para los
profesores como para los alumnos. La
enseñanza pública va a tener cada vez
más dificultades para favorecer la emer-
gencia de jóvenes de origen humilde. En
cambio, para las familias acomodadas, la
enseñanza privada va a conocer segura-
mente un auge mayor. Se van a crear de
nuevo unas categorías sociales privile-
giadas que accederán a los puestos de
mando del país. Y otras, de segunda cate-
goría, que sólo tendrán acceso a los pues-
tos de obediencia. Es intolerable.
En ese sentido, la crisis probablemente
actúa como el shock, del que habla la so-
cióloga Naomi Klein en su libro La doctri-
na del shock (2): se utiliza el desastre eco-
nómico para permitir que la agenda del
neoliberalismo se realice. Se han creado
mecanismos para tener vigiladas y bajo
control a las democracias nacionales, pa-
ra poder aplicar (como está pasando en
España y pasó antes en Irlanda, Portugal
o Grecia) feroces programas de ajuste vi-
gilados por una nueva autoridad: la “troi-
ka” que conforman el Fondo Monetario
Internacional, la Comisión Europea y el
18 |
Beppe Grillo en un encuentro del Movimiento Cinco Estrellas, Milán, 24-3-10 (Rex Features/Dachary)
El presidente del Consejo de Ministros de Italia, Mario Monti, lamentó
que “los gobernantes se dejaran manipular completamente por las
decisiones de sus parlamentos” en detrimento de Europa (Der Spiegel,
5-8-12). ¿Cómo sorprenderse entonces del éxito electoral del cómico
Giuseppe “Beppe” Grillo y su Movimiento Cinco Estrellas?
La conquista inesperada del Movimiento Cinco Estrellas
Italia, la política de la
antipolítica
por Raffaele Laudani*
F
ortalecido por su victoria en
las elecciones municipales de
mayo pasado en Parma, capi-
tal de la industria alimenta-
ria y sede de empresas trans-
nacionales como Parmalat y Barilla,
el Movimiento Cinco Estrellas (Movi-
mento Cinque Stelle, M5S) confirmó su
anclaje en el panorama político italia-
no. La agrupación, fundada hace apenas
dos años por el cómico genovés Giusep-
pe “Beppe” Grillo –el “Pepito Grillo ita-
liano” (1), según el Financial Times–, ya
conquistó tres ciudades y tiene casi dos-
cientos cincuenta representantes ele-
gidos en diversos consejos municipa-
les y regionales. Si lograra los mismos
resultados en las elecciones nacionales
(es decir, el 18%), se convertiría en la se-
gunda fuerza política del país, codo a co-
do con el Pueblo de la Libertad (Popolo
della Libertà, PDL) –que últimamente
está muy debilitado– del ex presidente
Silvio Berlusconi (2). El M5S, que cada
tanto es acusado de “populismo” y de
“comportamiento antipolítico” por los
medios de comunicación, se inscribe a
la vez en una dinámica internacional y
en un linaje estrictamente italiano. Igual
que agrupaciones tan diferentes como el
Partido Pirata en Alemania o el Tea Par-
ty en Estados Unidos, promueve una
participación de base, una superación
de la brecha entre derecha e izquier-
da y el abandono de los partidos tradi-
cionales, considerados corruptos. Y, al
igual que los girotondi –“los que hacen
la ronda”, en este caso en torno a la sede
de las instituciones– del cineasta Nan-
ni Moretti, la Italia de los Valores (Ita-
lia dei Valori) del ex juez de la operación
anticorrupción Mani Pulite (“Manos
Limpias”) (3) Antonio Di Pietro, o in-
cluso el Pueblo Violeta (que rechazaba
cualquier color político), el M5S convir-
tió la batalla contra la corrupción en la
piedra angular de su lucha política. Sin
duda, la apropiación de estas consignas
explica el éxito del movimiento de Gri-
llo más eficazmente que su lema pre-
tendidamente ecologista: “Agua, medio
ambiente, transporte, conectividad, de-
sarrollo”, las cinco estrellas.
Sin peso discursivo
Como puede leerse en la página de
presentación de uno de sus comités, el
M5S se considera un “movimiento lí-
quido”, una “asociación libre de ciu-
dadanos”, sin estructura jerárquica,
sin secciones ni carnet de membre-
sía, cuyo “único punto de referencia es
el blog Beppegrillo.it”. Sus partidarios
son diversos: neófitos de la política, la
mayoría de los cuales no adhiere a nin-
guna ideología en particular, militan-
tes de izquierda decepcionados e in-
cluso ex partidarios de la derecha neo
y post-fascista. Esta mezcla es particu-
larmente visible en las regiones “rojas”
de Italia, como Emilia-Romaña, donde
el movimiento ha tenido hasta ahora
sus mayores éxitos. Un elemento en
común de esta colección variopinta es
el hecho de que todos los grillini reco-
nocen en Beppe Grillo a su verdadero
representante, la única voz pública del
movimiento. El reglamento de algunos
comités locales incluso prohíbe a los
militantes de base que se expresen en
los medios de comunicación.
El cómico dio sus primeros pasos po-
líticos en la sátira. Expulsado de la tele-
visión pública a mediados de los ochenta
por tratar de “ladrones” a los líderes del
Partido Socialista Italiano, Grillo se vol-
có a las tablas y comenzó una nueva ca-
rrera en teatro. Desde hace más de vein-
te años, su aguda crítica a la conniven-
cia entre el poder político y los grandes
grupos privados atrae a hordas de segui-
dores en teatros, salas deportivas y esta-
dios. Luego encontró en internet una ca-
Edición 159 | septiembre 2012
ja de resonancia que le permitió no sólo
dirigirse directamente a las “tripas” de
un público cuya indignación y frustra-
ción dice representar, sino también bur-
larse de los grandes medios, siempre dis-
puestos a ofenderse por sus comentarios
y así darle publicidad involuntaria.
Si bien Grillo y su movimiento pre-
tenden ser los portadores de soluciones
útiles y concretas –sobre las energías al-
ternativas, el transporte “inteligente”,
etc.–, el contenido de sus discursos no
tiene mucho peso en su estrategia de co-
municación. Como señaló acertadamen-
te un periodista del diario israelí Yediot
Ahronot el pasado 25 de junio, “Grillo
es un buen actor que conoce las expec-
tativas de su público”. Su sobreexposi-
ción mediática le permite consolidar el
vínculo entre su movimiento y lo que él
percibe como sentido común. A menu-
do, Grillo destila declaraciones homofó-
bicas o xenófobas, por ejemplo cuando
trata al presidente de la región de Puglia
y fundador del partido Izquierda, Eco-
logía y Libertad, Nicola “Nichi” Vendo-
la, que es homosexual, de buson (“mari-
ca” en dialecto genovés), o cuando opina
que la propuesta de conceder la ciuda-
danía italiana a los hijos de inmigrantes
nacidos en Italia no tiene “ningún sen-
tido”. Más recientemente, en consonan-
cia con la posición de la Liga del Norte,
arremetió contra la “decadencia” de la
vida nocturna veraniega, que según dijo
perturba la tranquilidad y la seguridad
de las familias “bien”.
Movilizaciones emotivas
El modelo que propone Grillo le de-
be mucho a la extrema personalización
de la política de la era Berlusconi. Sin
embargo, si bien la fuerza carismática
del “Cavaliere” radicaba en su partici-
pación directa e invasiva en la compe-
tencia electoral, el M5S ofrece un tipo
de liderazgo sin líder: conquista la opi-
nión pública en la medida en que su lí-
der actúa por fuera de la arena electoral,
conservando el papel de predicador y
moralizador del sistema. El M5S tam-
bién comparte con el modelo de Ber-
lusconi una relación con la política de
“propietario”. Pero una vez más, Grillo
ha sabido innovar. Forza Italia (“Fuer-
za Italia”, el primer partido creado por
Berlusconi) fue una emanación directa
de Publitalia, la empresa responsable
de la publicidad y el marketing del gru-
po Mediaset. En el momento de su lan-
zamiento, sus candidatos y militantes
eran sobre todo empleados y cuadros del
grupo que dirigía Berlusconi. El M5S,
por su parte, actúa como “franquicia-
dor” político. El nombre oficial y el lo-
gotipo del movimiento pertenecen a su
jefe, pero el uso que se les da se presta
a cualquier persona que se reconozca
como parte del “no estatuto” publicado
en el blog y que quiera dar vida a un co-
mité local. El cual, al igual que un local
de McDonald’s, será administrado por
militantes con una autonomía casi total
en sus acciones y su organización. Esta
independencia no impide, sin embargo,
que Grillo pueda excomulgar –a discre-
ción y según su voluntad– a los militan-
tes que considere alejados del “espíritu”
del movimiento, como Valentino Tavola-
zzi, concejal de Ferrara, quien fue des-
pedido el 5 de marzo pasado mediante
un post en el blog de Grillo.
La democracia participativa promo-
vida por el M5S a menudo se reduce a un
simulacro virtual basado en la moviliza-
ción emocional de activistas cegados por
su culto a internet. De acuerdo con la fi-
losofía promovida por el M5S –sobre to-
do en los videos “proféticos” de Gianro-

berto Casaleggio, experto en comunica-
ciones y cofundador del V-day (“Vaffan-
culo-Day”), quien lanzó el movimiento
al terreno nacional–, internet es más
que una herramienta de comunicación:
es la condición necesaria y el horizonte
de la nueva democracia global que debe-
ría surgir, en el año 2054, de la victoria
del mundo occidental (y su libre acceso
a la Web) por sobre la tríada oscurantista
Rusia-China-Medio Oriente (4).
En el centro de esta “democracia di-
gital” están los meetups, foros de discu-
sión donde los militantes se “encuen-
tran” para compartir las “mejores” so-
luciones para su ciudad o su país. Aparte
de esta dimensión virtual –que no deja
de recordar al “televoto”, muy popular
en la televisión de entretenimiento y en
las redes sociales, donde el interés por
los asuntos públicos se confunde con la
necesidad de “decir lo que uno piensa”
y ser escuchado– la participación de los
militantes del M5S se limita a la forma-
ción de comités electorales y la selec-
ción de los candidatos que representa-
rán al Movimiento. Un modelo que, en
última instancia, no es tan diferente de
la de los partidos políticos que a Grillo le
gusta tanto criticar (5)…
En cambio, el M5S presenta pocos
puntos en común –salvo por la adhe-
sión de un gran número de jóvenes mi-
litantes sobrecalificados y de trabaja-
dores precarios– con los movimien-
tos de los “indignados” u “Occupy Wall
Street”, con los que Grillo a menudo ha
tratado de identificarse, opinando que
la única diferencia era que su partido
“aún no se había enfrentado a las fuer-
zas del orden”. En el eslogan “¡Que se va-
yan todos!”, coreado por manifestantes
argentinos en 2001 y ahora por los “in-
dignados” en las calles de Madrid, en la
demanda de una “democracia real ¡ya!”,
la corrupción del sistema se considera
en su sentido político original: el agota-
miento y la decadencia de los partidos
políticos –convertidos en la correa de
El modelo que
propone Grillo le
debe mucho a la
personalización
extrema de la
política de la era
Berlusconi.
transmisión de la globalización– y la fic-
ción del sistema democrático represen-
tativo. Por el contrario, la indignación
de los grillini expresa una férrea defensa
de este sistema, que habría sido corrom-
pido por políticos inmorales.
Más allá de sus vagas referencias
al tema del “crecimiento negativo”, el
M5S tiene poco –o casi nada– para de-
cir sobre la crisis económica, la influen-
cia de la deuda y los acreedores o la pre-
cariedad laboral cada vez mayor. Al ser
preguntado sobre la posibilidad de de-
jar la zona del euro, Grillo se aferró a
un lacónico “No sé, vamos a examinar
el problema”. Sobre este tema, así como
sobre muchos otros, se limita a repro-
ducir las posiciones de moda entre los
italianos “promedio”, sin jamás enmar-
carlas en proyecto social alternativo.
A pesar de su tono radical, el M5S fun-
ciona como vehículo de una concepción
de la política idéntica a la de la ideolo-
gía neoliberal que ha inspirado a los pro-
gramas de ajuste estructural en América
Latina en la década del 80, y que ahora
justifica la imposición de los gobiernos
“técnicos” en Europa. En ambos casos, la
política es concebida esencialmente co-
mo una administración, como el ejerci-
cio de un saber neutro y objetivo aplica-
do con honestidad y sentido común. Un
sentido común que reivindica el nuevo
alcalde de Parma, Federico Pizzarotti,
quien, catapultado inesperadamente a
la cabeza de una ciudad muy rica, histó-
ricamente en manos de las “cooperativas
rojas” y la Unión de Industriales, deci-
dió elegir a los miembros de su gabinete
considerando sólo su CV, sin prejuicios
políticos. Varios meses después, su equi-
po aún no está completo…
Es difícil predecir qué va a pasar con
esta experiencia política variopinta y
ambivalente. ¿El M5S se convertirá, co-
mo quieren los grillini, en el actor prin-
cipal de una renovación democrática
radical de la política italiana? ¿O será
absorbido por el sistema, como ocurrió
con otras agrupaciones? ¿Se transfor-
mará, como prevén algunos, en un mo-
vimiento autoritario, como el fascismo
italiano, nacido a la izquierda de un re-
chazo del sistema antes de convertirse
en el partido del orden?
Una cosa es segura: sus primeros
contactos con el poder mostraron las
| 19
tentaciones de una política que preten-
de ser “pura”, guiada exclusivamente
por la moral. En el ayuntamiento de Bo-
lonia, dos grupos que compiten entre sí
amenazan constantemente con revelar
a la prensa “archivos comprometedo-
res”. En Parma, el segundo del secre-
tario de Planificación, perteneciente al
M5S y elegido por su experiencia y pro-
fesionalismo, fue obligado a renunciar,
incluso antes de asumir el cargo: esta-
ba acusado de cometer pequeñas irre-
gularidades inmobiliarias en el pasa-
do, y de haber llevado a su empresa a la
quiebra. “Parece una galería de tiro al
blanco –comentó el afectado–. Si que-
remos jugar a la guerra, juguemos” (6).
Como decía un conocido moralista, al-
guna vez interpretado por Grillo en una
película de Luigi Comencini (El impos-
tor, 1982): “El que esté libre de pecado
que tire la primera piedra”… g
1. Beppe Severgnini, “The chirruping allure of Italy’s
Jiminy Cricket”, Financial Times, Londres, 5-6-12.
2. En las elecciones de marzo de 2012, el PDL
perdió casi todas las ciudades importantes
que tenía. Ver Carlo Galli, “La Italia de Silvio
Berlusconi”, Le Monde diplomatique, ed. Cono
Sur, Buenos Aires, septiembre de 2009.
3. Francesca Lancini, “Italia, el fracaso de
Mani Pulite”, Le Monde diplomatique, ed.
Cono Sur, Buenos Aires, junio de 2010.
4. “Gaia: The future of politics”, www.youtube.com
5. Edoardo Greblo, La Filosofia di Beppe Grillo. Il
Movimento 5 Stelle, Mimesis, Roma, 2011.
6. Gazzetta di Parma, 21-6-2.
*Investigador del Departamento de Historia y Cul-
turas Humanas de la Universidad de Bolonia. Autor
de Disobbedienza, Il Mulino, Bolonia, 2011.
 Traducción: Mariana Saúl
20 | Edición 159 | septiembre 2012

Barack Obama y Mitt Romney, convencidos de que un triunfo en separación y atrincheramiento. En sus
mesas, los jugadores de póker se aíslan
el estado de Nevada será decisivo en las elecciones presidenciales bajo sus capuchas, detrás de anteojos
de sol, en el silencio zumbante de sus
de noviembre, invirtieron allí sumas descomunales. En Las Vegas, auriculares. A pasos de allí, está el rei-
no del simulacro de alta tecnología: al-
la ciudad más grande del estado, todo es desmesura, con un gunos jugadores hunden sus aturdidas
miradas en el escote de un holograma
urbanismo que aísla a los habitantes y frustra su sociabilidad. femenino que distribuye cartas virtua-
les. Ruleta, rueda de la fortuna: el casi-
Entre la modernidad y la desolación no, ese juego de “sociedad”, se ve como
la alegoría de un mundo carente de to-
do espíritu comunitario y solidario, en

Las Vegas, urbanismo

el que hay únicamente soledades anta-
gónicas; donde cada jugador, cautivo
de su deseo confuso, no tiene más ad-
versario ni compañero que el azar y la
probabilidad.

de la soledad
por Allan Popelard y Paul Vannier*
Realidad mórbida
“En el estado de Nevada, el porcenta-
je de prevalencia de las adicciones al
juego es del 6%. Eso equivale al triple
del promedio nacional”, afirma Carol
O’Hare, directora del Consejo de Ne-
vada para los Problemas de Juego, or-
ganismo privado asociado al estado.
En el umbral silencioso de la noche,
lejos de la multitud, unos veinte juga-
dores, hombres y mujeres de todas las
edades, se dieron cita frente a la puer-
ta de un pequeño local donde imperan
unas mesas dispuestas en U y un re-
frigerador. Aquí, como en las quince
reuniones que tienen lugar en el mis-
mo momento en la ciudad, el ritual es
siempre el mismo. Primero, la lectura
religiosa de la libreta que registra los
mandamientos de la asociación. Des-
pués, una rememoración de las reglas:
la palabra debe repartirse equitativa-
mente entre los participantes. Llega el
momento de las confidencias. Relatos
de ruina y malentendidos familiares,
de disputas y separaciones, de vidas
destrozadas, de derrota y desolación.
Luego, el consuelo de ser parte de es-
ta comprensiva asamblea. Concluida
la reunión, los miembros de Jugadores
Anónimos permanecen un rato afuera,
recostados sobre la baranda. Parecen
componer aquí un remedo de socie-
dad. Detrás de ellos, se distingue la cla-
ridad eléctrica de Strip. Un último ci-
garrillo, y se separan hasta el otro día.
La prevalencia de la adicción al jue-
go no es la única anomalía estadística.
Coincidencia o no, Las Vegas presenta
otra característica: uno de los índices
de suicidios más elevados de Estados
Unidos. Esos dos indicadores desento-
nan con la imagen festiva de la ciudad;
parecen revelar un sentimiento de des-
amparo. Y lejos de ser simplemente su
soporte, la organización espacial podría
ser un factor determinante de ellos.
Luciano Espeche (lucianoespecheilustraciones.blogspot.com) Los desamparados se sumergen
en la exuberancia de unas sábanas de

S
trip. De norte a sur esta ave-
nida, de siete kilómetros,
concentra la mayor parte de
los casinos, hoteles y salas
de espectáculos de Las Ve-
gas. Recorrerla equivale a una vuelta
al mundo en ochenta minutos. Frente
a la pirámide del hotel Luxor, se erige
el enorme castillo Excalibur. No lejos
de allí, en la explanada del Venetian,
suena constantemente Las cuatro es-
taciones de Vivaldi. Algunos gondole-
ros navegan en una piscina entre las
reproducciones del Palacio Ducal y el
Campanile. Los enamorados se besan
y se fotografían, mientras en el puen-
te del Rialto se demoran los pasean-
tes, soñadores. A pasos de allí, entre
un símil de la Torre Eiffel y un Arco de
Triunfo en modelo reducido, el hotel
París-Las Vegas da al Sena. Súbitamen-
te se despiertan las aguas durmientes
del río: olitas y chorros de agua dan-
zantes. En otro lugar, eructa el cráter
de un volcán: columnas de fuego, lluvia
torrencial de lava. El rugido de las vo-
ces, los estremecimientos y vivas de la
multitud amplifican el estruendo.
Como en las avenidas centrales de
las exposiciones coloniales, a lo lar-
go de las cuales las metrópolis edifi-
caban, antaño, grandes pabellones en
estilo autóctono, Strip hace posible la
celebración espacial de una “república
imperial”. Atestada día y noche, reple-
ta de turistas y automóviles, la calle se
organiza como un largo corredor que
canaliza el recorrido de las pasarelas y
galerías. Desde las salas de juego hasta
las atracciones, el paseante es devora-
do por un circuito saturado de luces de
neón y letreros luminosos, por infinitos
túneles comerciales. Hay vaporizado-
res que difunden perfumes sintéticos.
Encastrados en las paredes o disimula-
dos en las columnas, pequeños altopar-
lantes emiten débiles murmullos y can-
tos patrióticos –“God Bless America”–.
Ni soñar con darse un respiro en un bar:
el mostrador estará provisto de traga-
monedas. No hay tiempo ni espacio al-
guno favorable a la divagación secre-
ta del pensamiento. Es un espectáculo
total que distrae, captura y desorienta
los sentidos. El ordenamiento urbano
aprisiona y regula el movimiento de los
cuerpos, ahoga a los individuos dentro
de una multitud anónima.
Las atracciones no morigeran la sen-
sación de soledad. El casino es lugar de
nylon y en el refinamiento de unas es-
tructuras palaciegas. Fuera de los de-
corados, nada queda de la opulencia y
fastuosidad de las imágenes cinemato-
gráficas. Ni los coquetos deshabillés,
ni los impecables esmoquins; ni Steven
Soderbergh y sus protagonistas extra-
vagantes (Ocean’s Eleven), ni Martin
Scorsese y sus personajes con cabelle-
ras engominadas (Casino). Solo gorras
de béisbol, camisetas amplias con los
colores de la bandera nacional, panta-
lones de pescador, que no cubren los
tobillos. Y olor a tabaco frío.
En muchos aspectos, el lugar re-
cuerda a una fábrica. La hilera de má-
quinas, el espacio racionalizado de la
cadena de montaje. Las guirnaldas so-
noras y los tintineos coloridos recuer-
dan el golpeteo del hierro y el chispo-
rroteante estallido de la soldadura. Los
 | 21

jugadores están en sus puestos. Cada dos años que estamos en un pico de los Desde fines de 2006, los valores del gurización”. Alrededor de un puesto del
uno se afana por ganar su improvisado suicidios-homicidios [cuando una per- sector inmobiliario cayeron un 60,5% Ejército de Salvación, entre la autopis-
salario. Caras mecánicas, gestos auto- sona mata a su cónyuge y luego se sui- (3). Franjas urbanas fantasmáticas en ta y el cementerio Woodlawn, unas cien
matizados, reflejos pautados. Brazos cida]. Encontramos dos casos típicos los guetos que rodean el centro de Las personas sin domicilio fijo, que sobrevi-
enchufados a los teclados; ojos pegados –especifica–. Están los que perdieron Vegas se encuentran atrapadas por el re- ven en un terreno baldío, instalaron sus
a los contadores. Los cuerpos forman todo y ya no saben adónde ir. Por lo ge- cuerdo de la clase media a la que sus pro- tiendas en una elevación que da a Vegas
una unidad con el aparato. El capataz, neral, son mayores de 50 años. Y están motores las destinaban. En todas partes, Drive. No lejos de allí, pobladores derri-
travestido en agente de seguridad, ga- los que, agotados, se sienten incapaces la crisis graba a fondo sus motivos recu- ban a hachazos los árboles de su jardín
rantiza el orden dentro del espacio de de asumir la carga de un cónyuge, so- rrentes. Idénticos tablones cortan el pa- para hacer leña, mientras en el umbral
producción. Bajo la mirada de cientos bre todo cuando este último está grave- so a la entrada de las casas embargadas, de una casa se organiza la venta de los
de cámaras de videovigilancia, él vela mente enfermo. Yo no lo podría demos- idénticos letreros que dicen “En venta” pobres: un revoltijo de objetos de saldo,
por el mantenimiento de la cadencia, trar, pero tengo la profunda convicción florecen en los jardines. La señora Desi un sillón expuesto en la vereda. “Acá, co-
por el buen funcionamiento de los au- de que, en la gran mayoría de los casos, Coleman, de 55 años, vive en uno de esos mo en otros barrios, hay mucha gente
tómatas, por la circulación de los flujos. esos suicidios están relacionados con la miserables islotes de los barrios del nor- que perdió su casa –cuenta Coleman–.
En realidad, las causas de los suici- crisis económica.” te, donde la ciudad parece en vías de “tu- Uno de mis primos, por ejemplo, vi- d
dios son múltiples. Linda Flatt, coor-
dinadora de la Oficina de Prevención
del Suicidio de Nevada, alude a “la di-
ficultad de acceso a la atención de sa-
lud, en especial para los enfermos psi-
quiátricos, que se agravó en un contex-
to de recortes presupuestarios; la faci-
lidad de acceso a las armas”, tan carac-
terística de la sociedad estadouniden-
se. Y describe la geografía del suicidio
que dibujan los estados con índices su-
periores al promedio nacional: un arco
a través de las montañas Rocosas, des-
de Alaska hasta Nuevo México. Pero
dentro de ese “cinturón del suicidio”,
Las Vegas ocupa un sitio aparte. “Hace
varios años que estamos en el primer
lugar dentro de las cinco ciudades en
las que más se mata de Estados Uni-
dos”, enfatiza Michael Murphy, mé-
dico forense del condado de Clark –al
que pertenece Las Vegas–, que nos re-
cibe en su oficina. En un marco similar
al de una serie de televisión –diploma
del Federal Bureau of Investigation
(FBI) colgado en la pared y fotografías
de los hijos en la pantalla de la compu-
tadora–, el gracioso y jovial Murphy,
cincuentón, cumple su papel maravi-
llosamente. Bajo su escalpelo desfila
el cortejo fúnebre de las muertes vio-
lentas del condado: “La gente piensa
que los que más se suicidan son los tu-
ristas y los jugadores. Pero la mayoría
son residentes”.
Las representaciones relacionadas
con Las Vegas no traslucen nada de esa
realidad mórbida. El halo de imágenes
que compone la aureola de la ciudad
atrae anualmente a una masa de resi-
dentes nuevos. Hace veinte años que el
saldo migratorio de Nevada es el más
alto de Estados Unidos, y su principal
beneficiaria es la ciudad de Las Vegas.
Entre 2001 y 2010, su población pasó
de un millón y medio a dos millones de
habitantes (1). La estructura del mer-
cado laboral favorece el crecimiento
demográfico, con una sobrerrepresen-
tación de empleos de baja calificación
en los sectores dinámicos de la cons-
trucción y la hotelería, que contribuye
a convertir a la ciudad del juego en un
Eldorado para los desocupados.
“Cuando la gente viene a vivir acá,
más que en otros lugares, viene a empe-
zar de nuevo –analiza Murphy–. Pero
no tarda mucho en comprender que su
situación es tan dura como antes.” Ade-
más, la quiebra inmobiliaria, que ero-
sionó los fundamentos de la economía
urbana, hizo añicos los sueños de mu-
cha gente. Stephen Brown, profesor de
Economía de la Universidad de Las Ve-
gas, recuerda que “un índice de desem-
pleo del 13,5%, hace de Las Vegas un ré-
cord entre las ciudades de dimensiones
similares de Estados Unidos”. Broo-
kings Institution señala que, entre las
cien áreas metropolitanas más grandes
del país, el índice de desempleo más
alto de los últimos tres años fue el de
Las Vegas (2). El médico forense mi-
de este deterioro... a su manera. “Hace
22 |
d ve en una calle por acá cerca... Y no se
salvó nadie. ¡Salvo los ricos!”
La multiplicación de los embargos
inmobiliarios (4) hace languidecer el
barrio. La partida forzada de muchos
habitantes no hace más que reforzar la
anomia social ya existente por la alta
rotación residencial (5). Efectivamen-
te, en Las Vegas, el 91% de los habitan-
tes son oriundos de otro estado, mien-
tras el 45% de ellos afirman tener la in-
tención de mudarse (6). Al este de la
ciudad, los barrios de casas rodantes
atestiguan la hipermovilidad de una
parte de la sociedad estadounidense.
Robert Schoffield, gerente del Royal
Mobile Home Park, estima en treinta
y cinco mil el número de este tipo de
viviendas en la ciudad. Los 237 resi-
dentes de su parque son básicamente
“jubilados y activos con ingresos in-
feriores al promedio”. Si bien muchos
jubilados eligieron vivir así, los traba-
jadores, por su parte, se ven a menu-
do obligados, de crisis en crisis, a una
vida itinerante. En suma, “nadie es de
acá”, sintetiza Murphy. Y agrega: “El
índice de suicidios seguramente tiene
que ver con eso, con el aislamiento de
los individuos, con la falta de apoyo de
los allegados en caso de un golpe du-
ro, con el débil relacionamiento entre
vecinos. Una gran mayoría de los habi-
tantes no cuenta con nadie en caso de
dificultad”.
El ordenamiento territorial tampoco
permite contrarrestar la soledad urba-
na. Por el contrario, agrava sus efectos.
Según Matt Wray, profesor de Socio-
logía de la Universidad Temple de Fi-
ladelfia y autor de varios estudios so-
bre el suicidio en Las Vegas, “el fuerte
crecimiento demográfico no llevó a la
creación de instituciones locales, como
centros comunitarios o escuelas, por
ejemplo. Estos lugares permitirían tejer
vínculos sociales, mejorar la conviven-
cia. Su carencia es destructiva para la
sociedad urbana”. ¿Causa de ese vacío?
“El muy bajo nivel de la carga fiscal de
la ciudad, que no permite a la municipa-
lidad financiar ese tipo de equipamien-
tos.” El estado de Nevada y la ciudad de
Las Vegas tienen, en efecto, una de las
cargas fiscales más bajas de Estados
Unidos: no hay impuesto a las ganan-
cias, ni a las sucesiones, ni a las socie-
dades comerciales. Si a esto sumamos la
permisividad de las costumbres –juego,
prostitución, alcohol, casamiento-di-
vorcio–, Las Vegas aparece como el la-
boratorio de la ciudad libertina.
Bajo la vigilancia de las agencias
de calificación (7), la municipalidad
apostó a una “estrategia de shock” pa-
ra acelerar la liberalización de su eco-
nomía (8). Desde 2008, todos los pre-
supuestos públicos sufrieron amputa-
ciones: -43,6% para el gobierno, -27,2%
para la justicia, -23,6% para la cultura,
-9,8% para la seguridad. Hubo cierres
de escuelas y centros culturales y de-
portivos. Los fondos para obras públi-
cas, por su parte, se rebajaron a la mi-
tad. Las autoridades urbanas prefieren
ahora volver a las sociedades público-
privadas, como en el caso del reorde-
namiento del centro de la ciudad, cuyo
objetivo es crear ex nihilo una centra-
lidad que aún no existe. Hasta ahora,
Strip es el espacio de convergencia de
los turistas de todo el mundo, pero no
es un lugar de encuentro para los ha-
bitantes, quienes no cuentan, ni en la
ciudad ni en la periferia, con un punto
de encuentro.
Recorrer la periferia parece una ex-
periencia rítmica, la de la infinita repe-
tición de las formas. Líneas y columnas
de casitas, paralelas o perpendiculares
a la red vial, componen un territorio
que administra la soledad de los habi-
tantes, organizando los flujos y la deli-
mitación de los espacios. A uno y otro
lado de las calles principales, hay barre-
ras que cierran el acceso a las parcelas,
obligan a rodearlas. Matorrales, torres,
vallados. Y hasta rejas. Estados Unidos
reactiva las formas y funciones de la ar-
En Las Vegas,
el sindicalismo
representa la
única esperanza
de poner freno
a la lógica de
explotación.
quitectura medieval. Las fortificacio-
nes de las comunidades cerradas, eriza-
das de torretas, recortan el espacio ur-
bano. No es posible entrar a esos barrios
residenciales sin una invitación, sin que
el guardia haya verificado la matrícula
y obtenido una confirmación telefónica
del propietario. La segregación es tan-
to separación de las diferencias como
unión de las semejanzas. Cada islote,
cada alvéolo está en secesión. Aquí los
jubilados, allá los jóvenes activos. Más
allá la hoy desclasada clase media, a la
que se dirigen los mensajes en los mu-
ros de la ciudad: “¿Le embargaron la ca-
sa? ¿Se siente afligido? Venga a visitar
nuestra residencia”.
Resistencia y acción colectiva
En la pálida luz de un supermerca-
do Walmart van y vienen los emplea-
dos, rondando a un puñado de clientes.
Son las cuatro de la mañana. Los casi-
nos, abiertos día y noche, imponen su
cadencia a todas las actividades de la
ciudad. Los horarios de las tiendas se
fijan según los de los crupiers y las mu-
camas. En las cocinas de los restauran-
tes, fracasó la receta. Reina aquí una
atmósfera de cierre permanente. Unos
pocos clientes que se relevan conti-
nuamente terminan de cenar solos en
su mesa. “¡Las Vegas es una ciudad
activa las veinticuatro horas! ¡Me en-
canta eso! –exclama el señor Butch, de
61 años, nativo de la ciudad–. ¿Quiero
comprar algo a las dos de la mañana?
¡Voy! ¿Quiero ir a comer a las tres de la
mañana? ¡Voy! Aquí, puedes ir adonde
quieras cuando quieras.” La urbanidad
salvaje de Las Vegas consiste en la ex-
plotación continua del tiempo. Y en es-
ta ciudad que erigió el sistema de los
turnos rotativos como estilo de vida, a
los ciudadanos expropiados no les que-
dan los lugares ni los momentos que
antes compartían.
Como notaron los arquitectos Robert
Venturi y Denise Scott Brown, en Strip,
“prácticamente todo es cartelería. [...]
El gran cartel emerge para llevar al con-
ductor a la tienda y, más allá, en enormes
paneles que se inclinan hacia la autopis-
ta, las harinas para tortas y los detergen-
tes son ensalzados por sus fabricantes
nacionales. El signo gráfico en el espacio
se convirtió en la arquitectura de este
paisaje” (9). El ordenamiento urbano de
Las Vegas escenifica el triunfo del con-
sumidor, relegando al trabajador, sea el
de Walmart o el de los casinos, a la esca-
lera de servicio de la economía urbana.
La nueva economía terciaria, ac-
tualmente representada por la aplas-
tante mayoría de los empleos de Esta-
dos Unidos, ascendió al consumidor
al rango de nuevo actor de la transfor-
mación social. Estados Unidos, ex cen-
tro de producción mundial, se convir-
tió poco a poco en un simple espacio
de consumo. En esta sociedad, el con-
senso consumista parece haber reem-
plazado a los antagonismos de clase,
pero sin embargo los trabajadores no
desaparecieron. Desde los años 90, el
desarrollo de la industria del juego lle-
vó a la construcción de nuevos casinos
más gigantescos. Varios cientos o miles
de empleados se reúnen allí en un mis-
mo lugar de trabajo. Mientras las diná-
micas de población tienden a dispersar
a los habitantes por la ciudad, la nueva
geografía del asalariado hace emerger,
a lo largo de Strip, unas concentracio-
nes que propician formas inéditas de
organización sindical.
Entre 1950 y 1980, “Las Vegas era
una de esas ciudades donde uno se ha-
cía una imagen caricaturesca, corrupta
y ‘mafiosa’ de los sindicatos”, que el sec-
tor patronal solía mencionar para com-
batir su desarrollo, observan los soció-
logos Rick Fantasia y Kim Voss (10). En
ese período, los empleados padecieron
el modo de funcionamiento de los sin-
dicatos estadounidenses, donde los es-
tatutos y salarios dependían de acuer-
dos descentralizados establecidos en
el lugar de trabajo entre empleador y
empleados. La corrupción sindical y la
represión patronal destruyeron las soli-
daridades locales.
Hizo falta algún tiempo para cons-
truir y organizar, en las áreas del Cin-
turón del Sol, un “movimiento de em-
pleados” dotado de una fuerza com-
parable a la del movimiento obrero de
las ciudades del Medio Oeste. Un mo-
vimiento capaz de oponerse a la reduc-
ción salarial que consistió en sustituir
el salario por el crédito y en la preemi-
nencia de la “libertad” del consumidor
sobre la condición de los trabajadores.
En las oficinas de la sección 226 de los
La ciudad de los
casinos presenta
uno de los índices
de suicidios más
altos de Estados
Unidos.
“Culinary Workers” (“Trabajadores de
Restaurantes”), la presidenta del sin-
dicato, Geoconda Argüello-Kline, re-
cuerda: “A principios de los años 80 es-
tábamos mal, y los trabajadores de los
casinos tenían problemas con sus jefes.
Entonces sintieron la necesidad de or-
ganizarse y luchar”.
La renovación empieza a mediados
de los años 80. “En 1984, hicimos una
huelga muy dura que reunió a diecio-
cho mil trabajadores. En los años si-
guientes, nos esforzamos por crear co-
mités en todos los casinos. Luego, en
1991, tuvo lugar la huelga en el Fron-
tier. Duró seis años, cuatro meses y
diez días.” Se desencadenó durante la
negociación del convenio colectivo de
los empleados del hotel, y fue la más
larga y una de las más importantes en
Estados Unidos desde 1945: veinte mil
huelguistas marchan por Strip; una
Edición 159 | septiembre 2012
travesía de quinientos kilómetros por
el desierto de Mojave permitió llevar
la causa a los medios (11). Y para con-
cluir, la victoria, en 1998. Esta lucha
“demostró a las empresas que los tra-
bajadores eran capaces de organizarse,
que sabían por qué luchaban y que es-
taban unidos en la lucha, por sus fami-
lias, por condiciones de vida dignas”.
En Las Vegas, el sindicalismo repre-
senta la única esperanza de poner fre-
no a la lógica de explotación. “Tome-
mos el caso de Station –prosigue Ar-
güello-Kline–. En ese casino, los tra-
bajadores decidieron organizarse, por-
que ahí pueden trabajar treinta años y
no tener jubilación. No tienen seguri-
dad laboral, deben pagar 100 dólares
por mes por el seguro de salud. Ima-
gínese la diferencia entre el estatuto
de esos trabajadores y el de nuestros
sindicados. Es muy grande.” Hoy en
día, el 90% de los empleados de los ca-
sinos están sindicados. Culinary Wor-
kers tiene cincuenta y cinco mil miem-
bros, cinco mil menos que en 2008. “Es
cierto que la crisis económica afectó
la economía de Nevada –concluye Ar-
güello-Kline–, pero nuestros afiliados
siguen protegidos. Siguen teniendo su
jubilación y un seguro por enferme-
dad gratuito para ellos y su familia. Na-
da de eso cambió con la recesión. Los
empleados conservan la seguridad del
empleo. El sindicato forma como una
burbuja protectora a su alrededor.”
Como lo fue Detroit en la época de
la gran industria, en la era de la eco-
nomía de los servicios Las Vegas apa-
rece como una ciudad combativa y al-
tamente sindicalizada. Más allá de la
escenografía privatizada de su territo-
rio, más allá de la falsedad y el kitsch
de los consensos prefabricados, quizá
esta ciudad evidencia la modernidad
de la sociedad estadounidense: una ac-
titud de resistencia y un sentido de la
acción colectiva que sobrevivió a to-
dos los intentos de aniquilación de las
solidaridades salariales, a todas las ve-
leidades de erigir la atomización de la
sociedad en principio a través de la or-
ganización socioespacial. Instalados
en mitad del desierto, en la ondulación
de las montañas y de los montes color
malva, frente al vacío y el viento de la
historia, ¿serán sus trabajadores un
nuevo tipo de pioneros? g
1. “2011 Las Vegas Perspective”, Metropolitan
Research and Association, Las Vegas.
2. “The Path to Economic Recovery”, Global Metro
Monitor, Brookings Institution, Washington, 2010.
3. Entre el cuarto trimestre de 2006 y el primer
trimestre de 2011, el promedio nacional para
las cien metrópolis más grandes era de apenas
26,5%, lo que la ubica en el 98º lugar.
4. Su número pasó de 1.493 en 2006, antes
del inicio de la crisis, a 4.173 en 2007, 7.941 en
2008, 6.784 en 2009 y 7.675 en 2010. Fuente:
“2011 Las Vegas Perspective”, op. cit.
5. El índice de movilidad residencial, que
mide el índice medio de rotación en las
viviendas, es particularmente elevado en
Estados Unidos: alrededor de un 15%.
6. Robert Futrell et al., Las Vegas Metropolitain
Area Social Survey, 2010 Highlights, Universidad
de Nevada, Las Vegas, marzo de 2010.
7. Las Vegas Sun, 26-1-11.
8. Naomi Klein, La Stratégie du choc. La montée d’un
capitalisme du désastre, Actes Sud, Arles, 2008.
9. Robert Venturi, Stephen Izenour y Denise
Scott Brown, L’Enseignement de Las Vegas,
Mardaga, Bruselas, 2007 (primera ed.: 1972).
10. Rick Fantasia y Kim Voss, Des syndicats
domestiqués. Répressions patronales et résistances
syndicales aux Etats-Unis, Raison d’Agir, París, 2003.
11. Ibid.
*Geógrafos.
Traducción: Patricia Minarrieta
 Celebración por el 59º aniversario de la República Popular China, Qingdao, Provincia de Shandong, 1-10-08 (Li Zheng/Xinhua Press/Corbis)

Dossier

Cómo China
está cambiando
el mundo
En octubre próximo se celebrará el XVIII Congreso
Nacional del Partido Comunista Chino, que establece-
rá las grandes líneas políticas para los próximos años.
Bajo la cáscara de una férrea unidad, las facciones se
agitan en su interior. Mientras tanto, en el apogeo de
su poderío económico, el gigante asiático está mode-
lando un nuevo mapa geopolítico mundial.

La escuela del poder, por Martine Bulard 24 | El dilema
imperial de Pekín, por Michael Klare 28 | Las relaciones de
Argentina con China, por Natalia Zuazo y Matías Rohmer 30
24 |
Dossier
Cómo China
está cambiando
el mundo
“Después del XVIII Congreso...” (que se realizará en octubre próximo).
Cualquier pedido de reunión con dirigentes del Partido Comunista Chino (PCC)
genera esta respuesta. ¿Qué sucede realmente al oeste de la Ciudad Prohibida,
detrás de las paredes rojas de Zhongnanhai, sede del todopoderoso PCC?
Viaje al interior del Partido Comunista Chino
La escuela del poder
por Martine Bulard*, enviada especial
E
n el barrio de Weigongcun, en la an-
cha vereda que une Renmin Daxue
–la Universidad del Pueblo, una de
las más antiguas de Pekín– con la es-
tación de subte que lleva el mismo
nombre, la municipalidad hizo ins-
talar una terminal electrónica, con pantalla táctil y
sistema interactivo, que permite orientarse en la ciu-
dad. A ambos lados de esta terminal, carteles rojos
donde se suceden textos del Partido Comunista Chi-
no (PCC), la hoz y el martillo bien visibles, con fotos
de trabajadores destacados y dirigentes modelos. ¿El
non plus ultra de la tecnología para orientarse en la
política comunista? Difícilmente las cohortes de es-
tudiantes, a menudo a la vanguardia de la moda –es-
te mes de junio, short sexy o minifalda para las chi-
cas, camisa ajustada o remera con inscripciones en
inglés para los muchachos–, capten el mensaje. Así
está China, donde la modernidad más desenfrenada
convive con los métodos más arcaicos.
El XVIII Congreso del PCC, que tendrá lugar “du-
rante el segundo semestre de 2012”, según el comu-
nicado oficial, refleja esta paradoja. El Partido Único,
que gobierna China desde 1949, imaginó un sistema
de renovación de las direcciones centrales. Los más
altos responsables de la organización y del Estado
(el secretario general, que es también Presidente de
la República, el primer ministro y el presidente de
la Asamblea Popular Nacional) deben conformarse
Preparativos para un acto del Partido Comunista Chino, Beijing, noviembre de 2006 (Str/Afp/Dachary)
con dos mandatos y no pueden gobernar más de diez
años. La edad límite para los miembros de las instan-
cias nacionales (Comité Central, Buró Político, Co-
mité Permanente) se fijó en 68 años.
El año 2012 será pues testigo de uno de los más
grandes cambios de dirigentes jamás operados en
un país que reivindica el comunismo. De los nueve
miembros del Comité Permanente del Buró Político
(CPBP) (1), el corazón del poder chino, siete serán
reemplazados; entre el 60% y el 65% de los titulares
del Comité Central deberán también ceder su lugar.
¿Con qué criterio se designarán los reemplazantes?
Silencio absoluto. Recordando las costumbres de los
tiempos de la Ciudad Prohibida, la sucesión en el se-
no del PCC se prepara en el mayor secreto, mediante
oscuros juegos de poder, intrigas maquiavélicas, ju-
ramentos de lealtad y golpes bajos.
A más de dos mil kilómetros de allí, en Cantón,
Yuehui (así la llamaremos para evitarle cualquier pro-
blema), short de jean, blusa de seda, cabello largo y
maquillaje cuidado, se parece a todos los jóvenes de
clase media, con una vida tranquila, cómodos en las
discusiones. Si bien sus amigos se niegan a hablar de
política, Yuehui duda, y luego lo hace gustosamente.
Pragmatismo a ultranza
De madre docente y padre funcionario, está ter-
minando su Maestría en Derecho en la prestigiosa
Universidad Sun Yat-sen, donde la encontramos.
Edición 159 | septiembre 2012
Al igual que sus padres, es comunista. “El Partido
constituye una suerte de club de amigos, de red pa-
ra triunfar –explica inmediatamente–. Algo así co-
mo una asociación profesional.” Digamos que esto
representa un seguro que la ayudará a encontrar
un buen empleo, con garantía de ascenso. Tras una
pausa, precisa, ruborizándose: “Soñaba con ser co-
munista desde la adolescencia”. Como la mayoría
de los jóvenes chinos, era miembro de la organiza-
ción de la juventud. “Cuando fui elegida por la di-
rección del Partido por ser una excelente alumna,
estaba muy feliz –cuenta, con los ojos brillosos–.
Fue como una recompensa. Una fiesta.”
Cinco años más tarde, el entusiasmo desapare-
ció. “Si hubiera que hacerlo de nuevo, no lo haría.
Crea muchas obligaciones. Debo ir a numerosas
reuniones, lo que lleva tiempo, mientras que me in-
teresan muchas otras cosas.” Las organizaciones de
base, habitualmente inactivas, fueron muy solici-
tadas estos últimos meses debido al escándalo ge-
nerado por la destitución de un conocido dirigente,
Bo Xilai, que hizo salir a la luz las divisiones en el
seno del PCC. “Pero sobre todo –continúa Yuehui–
debo reproducir las respuestas dadas por el Partido.
No soy libre de decir lo que pienso. Eso me pesa, ya
que soy de un espíritu muy independiente.”
Desde luego, formalmente nadie le prohíbe
apartarse del discurso oficial. Pero se vería enton-
ces obligada a dar explicaciones y a enfrentar a los

“camaradas” encargados de convencerla y regre-
sarla al camino correcto.
¿Entregar su carnet y hacer borrón y cuenta
nueva? Imposible. Eso significaría una suerte de
apostasía política. Quizás podría tomar distancia si
abandona su barrio: le bastaría con no dar más se-
ñales de vida. Pero, si trabajara en la función públi-
ca o una empresa estatal, no escaparía a las direc-
tivas. Tal como lo explica un veterano que lamenta
la situación: “Uno no está obligado a creer: va a las
reuniones, cierra los ojos y sigue...”.
En efecto, es más difícil salir del Partido que en-
trar en él. A menudo, es el secretario (de la escuela,
el barrio, la empresa, el pueblo) quien selecciona a
aquellos que considera dignos de unirse. Si, por ca-
sualidad, a uno se le pasó la etapa del secundario o la
facultad, y considera útil para su carrera poder blan-
dir la hoz y el martillo, puede presentar una solicitud
de afiliación, con la condición de ser apadrinado y
aceptar varias investigaciones sobre su actividad la-
boral, así como sobre su vida privada.
En total, entre 2007 y 2012, más de diez millones
de personas ingresaron al PCC. Esta estructura atípi-
ca posee oficialmente 80,6 millones de miembros –ca-
si el equivalente a la población alemana–. El 25% de
ellos tiene menos de 35 años, y la mitad entre 36 y 60
años, según las estadísticas oficiales. Paradoja: mien-
tras los dirigentes comunistas (especialmente locales)
nunca fueron criticados tan abiertamente por la po-
blación, nunca hubo tantos candidatos a afiliarse. Es
que el carnet representa una preciada llave para los jó-
venes (al menos para aquellos que no son ricos) y una
garantía de tranquilidad para el Partido, que espera así
controlar mejor a la sociedad.
En busca de “la excelencia”
Los hijos e hijas de comunistas tienen un lugar ase-
gurado, al igual que los intelectuales y los jóvenes
universitarios, ayer tildados de “pequeños burgue-
ses”, mientras que hoy se les extiende la alfombra
roja. Se trata de construir el “partido de la excelen-
cia”, según la expresión tantas veces oída. Partido y
Estado son sólo uno, el país necesita personal for-
mado. La constitución de la élite privilegia el reclu-
tamiento en las universidades chinas o extranjeras,
un recorrido cada vez más preciado. Pero eso no ex-
cluye a las escuelas del Partido.
Desde el momento en que se ocupan cargos im-
portantes, a nivel provincial o central, el paso por las
aulas de esta institución política suprema es obliga-
torio. Los nuevos mandarines van allí a iniciarse en
las sutilezas del marxismo a la china y de la política
actual, y al mismo tiempo a adquirir conocimientos
de alto vuelo en materia de administración pública.
En las mismas instalaciones conviven a veces, como
en Shanghai, la escuela roja nacida con la Revolu-
ción y la escuela administrativa nacida con las refor-
mas de los años 80, el equivalente a la Escuela Na-
cional de Administración (ENA) francesa (2). Los
profesores chinos y extranjeros más reconocidos
son invitados allí a dar clases; la escuela de Cantón
se jacta de haber traído a los más grandes economis-
tas estadounidenses. Las presentaciones en Power-
Point tan apreciadas por todo tecnócrata abundan.
El acceso a internet es libre. Ningún libro extranje-
ro, ni siquiera el más crítico, está prohibido. En re-
sumen, desde el momento en que se trata de formar
a su élite dirigente, el Partido no repara en gastos.
A pesar de nuestros pedidos, nos fue imposible
cruzar las puertas de la Escuela Central de Pekín, di-
rigida por Xi Jinping, el futuro número uno del país.
Pero dos periodistas del China Daily, Chen Xia y Yuan
Fang (3), se sumergieron en este universo particular
donde se reúne la flor y nata comunista, proveniente
de las prefecturas, las provincias y Pekín. La primera
semana, los alumnos, aislados del mundo –“incluso
las secretarias y los choferes deben esperar fuera del
predio de la escuela”, señalan los autores–, se someten
a “exámenes para evaluar su nivel de conocimientos
teóricos, incluyendo las bases del marxismo”. Luego
son divididos en grupos que tomarán clases sobre di-
ferentes temas: historia del Partido, religiones, pro-
blemática de las minorías, lucha contra la corrupción,
prevención del HIV-sida... Todos se reencontrarán
para las discusiones donde cada uno es invitado a dar
su opinión con total libertad. Pero la jerarquía persis-
te: los alumnos de baja extracción (prefectura) no es-
tudian ni comen ni duermen con aquellos que ya ejer-
cen funciones en provincia o en la capital.
En la escuela –escriben Chen y Yuan– existe una
clase especial compuesta de cuadros de entre 45 y
50 años de edad que formarán la “futura columna
vertebral del gobierno” y que, en general, asisten a
los cursos durante un año. Si bien los tres primeros
meses se dedican a la lectura de los clásicos, como
El Capital de Karl Marx o Anti Dühring de Friedrich
Engels, los internos reciben una formación profun-
da en todas las cuestiones de gobernanza: sistema
legislativo, elaboración del presupuesto, control de
las finanzas, política exterior, gerenciamiento, di-
rección y gestión de personal, pero también erra-
dicación de la corrupción, métodos de resolución
de conflictos... Se asiste así a una profesionalización
muy puntillosa de los dirigentes.
El filtro
Pero la escuela sirve también de tamiz de selección.
El muy poderoso Departamento de la Organización
Central, que controla los asuntos del Partido, las de-
signaciones en el gobierno, los medios de comunica-
ción (con el Departamento de Propaganda), las uni-
versidades, las empresas del Estado, “envía frecuen-
temente emisarios que asisten a las clases y participan
de las discusiones –precisan ambos periodistas–, con
el fin de identificar a los mejores estudiantes de la cla-
se para un futuro ascenso. Un profesor nos contó que
un día, un estudiante que había sido suspendido por
una actitud incorrecta en clase [...] vio terminada su
carrera política”. Lo que equivale a decir que los aspi-
rantes a altas responsabilidades se morderán la len-
gua varias veces antes de esbozar una opinión crítica.
“Eso no ha cambiado, sigue siendo el premio a la
docilidad”, suspira manteniendo el anonimato un
cuadro del PCC en actividad que aceptó conversar
con nosotros, hace unos meses en Pekín. Recuerda
que oficialmente, se definieron criterios de ascenso:
no menos de setenta (4), entre ellos el nivel de estu-
dios, la antigüedad y, cuando se ejercen responsabili-
dades, los resultados obtenidos, por ejemplo en ma-
teria de inversiones o de calidad de aire. Sin olvidar
la famosa “estabilidad”: toda alteración del orden
público que tenga repercusiones a nivel nacional ge-
nera malas calificaciones y frena la carrera. A falta de
transparencia, impera la arbitrariedad... y se perpe-
túa la reproducción de una élite formateada.
“Tras la apertura, y hasta mediados de los años 90,
una persona que estaba en el nivel más bajo de la es-
cala podía ascender si tenía un trabajo. Hoy ya no es
posible”, asegura Yang Jisheng, economista, ex direc-
tor de la agencia de noticias Xinhua (Nueva China)
para las cuestiones internas. En un espacioso café al-
go descolorido, más allá de la cuarta carretera de cir-
cunvalación en el sur de Pekín, nos cuenta la aventura
del libro Análisis de las clases sociales en China (5), pu-
blicado en Hong Kong (y difundido pues clandestina-
mente), y en el continente, donde fue prohibido dos
veces antes de la edición actualizada de 2011. El autor,
que sigue siendo comunista, nunca fue perseguido,
aunque haya metido el dedo en una de las fallas del
sistema: la constitución de una clase de herederos.
| 25
Según él, “ya no hay movilidad social. En gene-
ral, los lugares están reservados a los hijos de cua-
dros, con mejor educación. Para la generación naci-
da después de las reformas, puede decirse que hay
una reproducción de las clases sociales: los hijos de
cuadros del Partido y/o de funcionarios públicos
se convierten en cuadros; los hijos de ricos se con-
vierten en ricos; los hijos de pobres siguen siendo
pobres”. Lo que podría parecer banal en Occiden-
te suele vivirse como insoportable en un país que
reivindica el “poder del pueblo” y el “socialismo”,
aunque sea con los colores chinos.
“Hijos de príncipes”
De hecho, los “hijos de príncipes” –los hijos de los
dirigentes históricos del Partido (taizi dang)– ocu-
pan puestos en el seno del aparato (un cuarto de los
actuales miembros del Buró Político), pero sobre
todo a la cabeza de los grandes grupos públicos o
semipúblicos. Al parecer compiten con los dirigen-
tes provenientes de familias más modestas que hi-
cieron su carrera en la organización de la juventud,
los tuanpai, representados por el actual presiden-
te Hu Jintao y su primer ministro Wen Jiabao. El
futuro presidente, Xi, hijo del ex mano derecha de
Zhou Enlai, pertenece a la primera categoría, mien-
tras que el aspirante al cargo de primer ministro, Li
Keqiang, forma parte de la segunda (6).
¿Una lucha de clases en el seno del PCC? Si bien
existen corrientes de pensamiento –no reconocidas
oficialmente–, las divisiones no parecen coincidir
demasiado con los orígenes de los jefes de fila. Antes
de ser expulsado de la escena pública, Bo, entonces
líder de la ciudad-provincia de Chongqing (32,6 mi-
llones de habitantes) e hijo de uno de los dirigentes
históricos de la revolución, era el defensor de los de-
rechos sociales para los obreros-campesinos (min-
gong) y el enemigo declarado de los promotores, pero
también el paladín de los procesos expeditivos, po-
co respetuoso de los derechos humanos. A unos mil
quinientos kilómetros, el jefe de Guangdong, donde
están instaladas las grandes empresas exportadoras,
Wang Yang, que no nació con la hoz y el martillo en la
boca, se convirtió, en cambio, en el apóstol del libera-
lismo económico, preconizando la apertura política y
las libertades públicas. Se observa allí cuán peligroso
es analizar la sociedad china con los referentes políti-
cos de Occidente: reformista o conservador, derecha
o izquierda, aun cuando a algunos, entre los cuales se
encuentran tanto nostálgicos de Mao Zedong como
intelectuales defensores de los derechos sociales, les
guste calificarse de “nueva izquierda”.
Las discrepancias pueden incluso resolverse a
través de la violencia (simbólica), como en el caso
Bo. Habiendo adquirido fama de luchador contra
la corrupción, el secretario comunista de Chon-
gqing, acusado de corrupción y nostalgia maoísta,
fue lisa y llanamente destituido por Pekín. “El ries-
go de un retorno a la Revolución Cultural existe”,
insistió el primer ministro Wen.
Esta versión oficial suele ser cuestionada en las
discusiones privadas. Desde el momento en que es
el Partido el que labra el acta de acusación –y no una
justicia independiente–, es difícil discernir entre lo
verdadero y lo falso. Sin embargo, la corrupción está
tan profundamente arraigada en China que no resul-
ta inimaginable que el dirigente de Chongqing haya
podido reemplazar en beneficio propio un clan por
otro. Del mismo modo, es innegable que puso nue-
vamente de moda las “canciones rojas”. Pero de ahí
a deducir que quería volver a los peores momentos
del maoísmo y los guardias rojos, hay un paso que se-
ría aventurado dar. “Eso no tiene ningún sentido”,
concluye Yan Lieshan, uno de los jefes de redacción
del diario de Cantón Nanfang Zhoumo. Este sexa- d
d
26 |
d genario jubilado, pero aún en actividad, que nos
recibe en las oficinas de un grupo de prensa conoci-
do por sus investigaciones corrosivas, afirma: “Algu-
nos comportamientos pueden recordar la época de
la Revolución Cultural. Pero, desde entonces, la po-
blación ha aprendido; es más educada, de mente más
abierta. No puede haber vuelta atrás”.
Historiador de la arquitectura en la Universidad
Sun Yat-sen, especialista en representaciones ligadas
a la Revolución Cultural, el profesor Feng Yuan, naci-
do en la época de la locura maoísta, en 1964, no sue-
le tener pelos en la lengua: “Puede haber nostálgicos
entre los más viejos. Pero es algo marginal. En cam-
bio, entre los jóvenes, las referencias a Mao reflejan
dos realidades: el descontento que no encuentra ca-
mino para expresarse ni disolverse, con
la sensación de que ayer la sociedad era
Dossier más igualitaria y menos dura; y una in-
Cómo China está suficiente mirada crítica sobre este pe-
cambiando el ríodo”. La evaluación oficial sobre Mao
mundo Zedong y su reinado se sigue reducien-
do a la fórmula lapidaria: “70% bueno,
30% malo”, y a los estudios críticos les
cuesta abrirse camino. Feng lo sufre en
carne propia: acaban de prohibirle dos
de sus artículos sobre este período en una obra que
recopila sus clases. Y se entiende que reclame un tra-
bajo histórico integral, protegido de toda instrumen-
talización, incluso para la buena causa...
El escándalo Bo no habría ciertamente tomado
este cariz si los debates fueran libres, y las corrientes
reconocidas, tal como lo había prometido además el
presidente Hu a comienzos de su segundo mandato.
El compromiso fue olvidado, pero el enfrentamiento
ideológico en el seno del aparato no deja de ser ex-
plosivo. Recae esencialmente sobre el papel del Es-
tado (y el Partido), así como sobre el contenido de las
reformas sociales y políticas.
Y el socialismo de mercado a la china, ¿qué lugar
ocupa? “Es una aplicación creativa del socialismo
creado por Marx y Engels. [...] La concepción de su sis-
tema expresa un marxismo en vías de desarrollo”, se
lee en el folleto oficial ¿Qué sabe usted del Partido Co-
munista Chino? Desde luego, ningún comunista adop-
ta este pensamiento fosilizado. Pero el problema sigue
presente. Especialista en relaciones sociales empresa-
riales, el profesor He, quien suele viajar de Cantón a
Nueva York, reconoce que “entre el capitalismo esta-
dounidense y el capitalismo chino, realmente no hay
diferencia”; pero en China, dice, “se busca mejorar la
suerte de los obreros y campesinos; es algo congéni-
to”. Lo que no es realmente evidente y, de todas for-
mas, es un poco insuficiente para definir el socialismo.
Sin duda eso explica la valorización de una ideología
de sustitución: el confucionismo.
Liu Jinxiang, ex alcalde adjunto de Cantón encar-
gado de las finanzas, lo reconoce. “Si por socialismo
entendemos mayor igualdad, entonces Suecia es más
socialista que China. Aquí, muchos aspectos de la vie-
ja sociedad perduran. La gente ya no sabe muy bien
hacia dónde ir. Ya no hay criterios. Ya no hay modelo.
¿Cómo calificar nuestro sistema? Economía de mer-
cado, socialismo, capitalismo de Estado... Ninguno de
estos conceptos permite realmente definirlo. Por eso
reina semejante confusión sobre la dirección a tomar.
Debemos llevar a cabo un gran trabajo teórico. Puede
considerarse que estamos en la fase del capitalismo
de Estado como medio para construir una sociedad
socialista donde cada individuo tendría un lugar más
importante.” El objetivo es ciertamente loable, pero
en los trabajos preparatorios del Congreso del PCC no
se observa el menor esbozo de un cambio de rumbo. g
1. Después del Congreso, el CPBP podría tener
ya no nueve sino once miembros.
2. Véase Emilie Tran, “Ecole du parti et formation des élites
dirigeantes en Chine”, Cahiers internationaux de sociologie,
N° 122, Presses Universitaires de France, París, 2007.
3. Chen Xia y Yuan Fang, “Inside the Central Party School”,
China Daily, Pekín, 5-5-11, www.china.org.cn
4. Richard McGregor, The Party, HarperCollins, Nueva York, 2010.
5. Únicamente en chino.
6. Véase Laurent Ballouhey, “Fils de prince et président” y
“Le plus jeune des hauts dirigeants”, en “Chine, état critique”,
Manière de voir, N° 123, París, junio-julio de 2012.
*Jefa de Redacción, Le Monde diplomatique, París.
Traducción: Gustavo Recalde
Un asunto turbio
¿Crimen o política?
La destitución del importante dirigente Bo Xilai, cuya
esposa está acusada de asesinato, enmascara luchas de
tendencias en el seno del PC chino.
P
ara algunos comentaristas, la des-
titución de Bo Xilai, dirigente de la
ciudad-provincia de Chongqing no
sería más que un hecho policial. “Al-
go así como el caso Strauss-Kahn en Francia
–explica un amigo chino–. Hacía años que Bo
se preparaba para convertirse en un dirigen-
te nacional, y cayó a causa de un oscuro he-
cho delictivo.” Su mujer está acusada de ha-
ber asesinado a un especulador inglés, mien-
tras su hijo se da la gran vida en Londres.
Más allá de las razones de esta expulsión,
persiste el enfrentamiento ideológico en-
tre lo que se denomina el “modelo de Chon-
gqing”, a la vez estatal, social y autoritario,
ayer simbolizado por Bo, y el “modelo de
Guangdong”, económicamente liberal y polí-
ticamente abierto, encarnado por el dirigente
de Cantón, Wang Yang. Ambos intentan res-
ponder a un interrogante que atraviesa a to-
do el Partido Comunista Chino (PCC): ¿Có-
mo hacer frente al creciente descontento de
la población? Ciento ochenta mil “manifesta-
ciones masivas” oficialmente registradas en
2011, es decir, dos veces y medio más que en
2008... El presupuesto de la seguridad alcan-
zó el nivel de los gastos militares, como si el
“enemigo interno” se considerara tan amena-
zador como el externo. Pero la represión tie-
ne sus límites. Actualmente los blogs y algu-
nos diarios sirven de caja de resonancia: “La
población puede expresarse, pueden hacerse
reportajes sobre los motivos del descontento,
con la condición de no atacar a los más altos
dirigentes. Hay mucho más espacio que antes
–afirma Yan Lieshan, ex jefe de redacción de
Nanfang Zhoumo, diario de Cantón reconoci-
do por sus investigaciones sin concesiones–.
Eso no quiere decir que la voluntad de con-
trolar haya desaparecido”. Por otra parte, el
director del diario fue removido, hace algu-
nos meses, por orden de la comisión de pro-
paganda de Pekín. Weibo, el “Twitter chino”,
se encuentra bajo estricta vigilancia.
Los movimientos sociales suelen cuestio-
nar más a las autoridades locales que a los di-
rigentes nacionales, y prácticamente nunca al
propio régimen. Pero, en las grandes concen-
traciones urbanas obreras donde viven los
migrantes (mingong), la confianza en los co-
munistas se debilita, y algunos responsables
sienten que están sobre una olla a presión.
Más aun cuando el sindicato único (la Fede-
ración de Sindicatos de Toda China, FSTC),
simple emanación del Partido, no puede acu-
dir en su auxilio, al estar tan desacreditado.
Como la naturaleza aborrece el vacío, aso-
ciaciones independientes de trabajadores y
redes de abogados hicieron su aparición, es-
pecialmente en Guangdong, el pulmón in-
dustrial y exportador de China. Son reque-
ridas por algunos trabajadores en lucha, uti-
lizadas por las direcciones para negociar en
caso de huelga, más o menos toleradas por
el Partido. Es el caso de Laoewei Law Firm
(LLF), el estudio jurídico dirigido por un
abogado de Shenzhen, a una hora y media
en tren de Cantón. Junto con once colegas,
Duan Yui brinda formación a los mingong
de la nueva generación, los ayuda a conocer
sus derechos, los defiende individualmente
cuando es necesario y sirve de intermedia-
rio cuando es preciso negociar durante una
huelga, aún no reconocida como un derecho
Edición 159 | septiembre 2012
constitucional. En los suburbios de Cantón,
es una organización de trabajadores, la Ofici-
na de Servicios para los Obreros, la que des-
empeña ese papel. En la provincia, habría va-
rias decenas.
Las dos asociaciones con las que conversa-
mos señalan sobre todo el cambio de menta-
lidad en los trabajadores. “Ayer estaban solos
frente al empleador. Hoy muchos descubren
el peso de la acción colectiva y la eficacia de la
negociación con sus propios representantes
–estima Duan–. Es algo histórico.” ¿El naci-
miento de una conciencia de clase entre los
mingong? ¿La aparición de una suerte de sin-
dicatos autónomos encubiertos?
Por más innovadoras que sean, estas ex-
periencias sólo atañen a unos cientos de mi-
les de trabajadores, de alrededor de doscien-
tos cincuenta y tres millones de mingong. Sin
embargo, no dejan de erosionar el sistema de
sindicato único, dirigido por un Partido to-
dopoderoso. La Constitución establece que
“la propiedad pública socialista pone fin al
sistema de la explotación del hombre por el
hombre”. No obstante, retomando la expre-
sión de Duan, “la oposición entre el capital y
el trabajo es cada vez más dura”. La lucha de
clases existe. Pero ¿existe un “partido de cla-
se”? Según Duan: “el Partido Comunista debe
cambiar; si no los obreros lo obligarán a ha-
cerlo o... lo rechazarán”. En la empresa japo-
nesa Ohms Electronic, en Shenzhen, en mar-
zo pasado, el candidato del sindicato oficial
fue desplazado por un joven trabajador de 35
años que pudo presentarse tras una huelga de
los empleados y fue elegido por mayoría ab-
soluta por sus setecientos colegas.
Algunos dirigentes tomaron conciencia
del desafío, aun cuando difieran las respues-
tas que ofrecen. Gran especialista en relacio-
nes laborales, cercano al secretario comu-
nista de Guangdong, He Gaocho nos resume
las opciones actualmente experimentadas.
Toma el ejemplo de la huelga de choferes de
taxis de Chongqing, en 2008, rápidamente
resuelta gracias a una intervención del se-
cretario del Partido (el famoso Bo) ante la
dirección de la empresa: “Evidentemente,
es bueno para los empleados: en el resto del
país, cuando el dirigente del Partido llama
por teléfono a la dirección, rara vez es en fa-
vor de los trabajadores –reconoce al pasar–.
Pero eso confirma que siempre es el Partido
el que decide sobre todo”. Según él, el partido
de Guangdong “prefiere empujar a los traba-
jadores a negociar. La huelga atañe a los ac-
tores sociales: sindicato, trabajadores, direc-
ción. No es un hecho político del que deban
ocuparse los dirigentes políticos”.
En alrededor de trescientas empresas, en
los próximos meses se estarían organizan-
do elecciones libres con el fin de que los em-
pleados elijan a sus representantes, en lugar
de ser designados por instancias superio-
res. Esta experiencia, impulsada por Wang,
a quien le espera un importante ascenso en el
próximo congreso, ¿será escuchada? ¿Acep-
taría así el Partido perder uno de sus relevos
en la sociedad con el fin de conservar mejor
los demás? Nadie está en condiciones de res-
ponder. g
M.B.
| 27
28 |
Dossier
Cómo China
está cambiando
el mundo
Puerto de Tianjin, China, 26-6-08 (Frederic J. Brown/AFP/Dachary)
China busca despegarse de la imagen de los países colo-
nialistas del pasado, pero su insaciable necesidad de mate-
rias primas y su creciente influencia en África la colocan
en un papel por lo menos ambiguo y complejo.
Ser o no ser una potencia colonial
El dilema
imperial de Pekín
por Michael Klare*
U
bicándose ella misma entre
“los países en vías de desarro-
llo”, China promete a los paí-
ses del Sur que no reproducirá
el comportamiento depreda-
dor de las antiguas potencias
coloniales. Durante el Foro para la Cooperación
entre China y África celebrado en Pekín el 19
de julio pasado, el presidente Hu Jintao señaló
pues: “China es el más grande de los países en
vías de desarrollo, y África el continente que po-
see el mayor número de éstos. (...) Los pueblos
chino y africanos entablan relaciones de igual-
dad, sinceridad y amistad, y se apoyan mutua-
mente en su desarrollo común” (1).
Aun cuando esta declaración pueda ser pro-
ducto de un ejercicio de estilo diplomático, los
chinos conservan en la memoria las humillacio-
nes soportadas cuando sufrían el dominio de las
potencias europeas y de Japón. Sin embargo, sus
dirigentes se encuentran frente a un dilema: pa-
ra sostener el crecimiento económico (su priori-
dad), deben obtener de sus proveedores extran-
jeros cada vez más materias primas, de las cuales
el país se volvió muy dependiente tras su despe-
gue económico, en los años 80. Y, para asegurar-
se un abastecimiento ininterrumpido, se ven en-
vueltos en relaciones con gobiernos a menudo
corruptos y autoritarios –el mismo tipo de rela-
ciones que las cultivadas antes que ellos por las
grandes potencias occidentales–.
En efecto, algunos países pobres conocen “la
maldición de los recursos naturales”: están go-
bernados por regímenes autoritarios preocupa-
dos por la renta minera y mantenidos en el po-
der por fuerzas de seguridad generosamente re-
muneradas. Por su parte, los principales países
compradores no escapan a una “maldición de los
recursos invertida”, en cuanto se vuelven cóm-
plices de la supervivencia de Estados autocrá-
ticos (2). Cuanto más dependen de las materias
primas de sus proveedores, más se ven inducidos
a asegurar la supervivencia de sus gobiernos.
Este esquema prevaleció en las relaciones en-
tre Estados Unidos y las monarquías petroleras
del Golfo, por ejemplo. El presidente Franklin
Delano Roosevelt (1933-1945) sentía una profun-
da aversión por el imperialismo y el feudalismo.
Sin embargo, una vez alertado por sus asesores
sobre el bajo nivel de las reservas estadouniden-
ses de petróleo y la necesidad de encontrar otra
fuente de abastecimiento, aceptó durante la Se-
gunda Guerra Mundial acercarse a Arabia Sau-
dita, por entonces el único productor de Medio
Oriente que escapaba al control británico. Cuan-
do Roosevelt se reunió con el rey Abdelaziz Ibn
Saud, en febrero de 1945, celebró con él un acuer-
do informal: Estados Unidos garantizaría la pro-
tección militar del reino a cambio de un acceso
exclusivo a su petróleo (3). Aunque sus términos
se hayan modificado desde entonces –los yaci-
mientos petrolíferos pertenecen actualmente a
Edición 159 | septiembre 2012
la familia real, no a empresas estadounidenses–,
dicho acuerdo siguió siendo uno de los pilares de
la política de Washington en la región.
La hereje realidad
Si pudiera elegir, Estados Unidos preferiría sin
duda comprar sus hidrocarburos a países ami-
gos, estables y seguros, como Canadá, México,
Reino Unido u otros miembros de la Organiza-
ción para la Cooperación y el Desarrollo Econó-
micos (OCDE). Pero la dura realidad de la geolo-
gía se lo impide. La mayoría de los yacimientos
se encuentran en África, Medio Oriente y la ex
Unión Soviética. Según el gigante British Petro-
leum (BP), el 80% de las reservas petroleras es-
tán ubicadas fuera de la zona OCDE (4). Wash-
ington se abastece pues en otras partes, de na-
ciones inestables, interfiriendo en las políticas
locales, negociando alianzas con los dirigentes y
reafirmando su tranquilidad energética a través
de diversas formas de asistencia militar.
A comienzos del siglo XX, para garantizar el
control de países ricos en petróleo, carbón, cau-
cho y diversos minerales, y para facilitar su ex-
tracción, las grandes potencias imperiales crea-
ron u otorgaron franquicias a gigantescas com-
pañías de derecho público o privado. Después de
las independencias, éstas continuaron sus acti-
vidades, forjando a menudo relaciones sólidas
con las élites locales y eternizando la posición de
la que gozaban bajo la administración colonial.
Es el caso de BP (antiguamente Anglo-Iranian
Oil Company), la francesa Total (fusión de diver-
sas empresas petroleras del Estado) o incluso del
Ente Nazionale Idrocarburi (ENI, antiguamente
Agenzia Generale Italiana Petroli).
A los chinos, en cambio, les gustaría escapar a
ese esquema histórico (5). Durante el último Fo-
ro entre China y África, el presidente Hu anun-
ció un préstamo de 20.000 millones de dólares a
tres años a los países africanos para la agricultu-
ra, la infraestructura y las pequeñas empresas.
Los altos responsables chinos evitan toda inje-
rencia en los asuntos internos de los países pro-
veedores. Pero a Pekín le cuesta escapar al en-
granaje establecido antes que él por Japón y las
potencias occidentales.
Hasta 1993, China pudo conformarse con sus
propios recursos petroleros. Pero, más tarde,
sus compras de oro negro se dispararon, pasan-
do de 1,5 millones de barriles por día en 2000
a 5 millones de barriles por día en 2010, es de-
cir, una suba del 330%. Si las previsiones actua-
les se confirman, deberían aumentar un 137% de
aquí a 2035 para alcanzar 11,6 millones de barri-
les por día. Con la rápida expansión del parque
automotor, algunos analistas predicen incluso,
de aquí a 2040, un consumo más o menos equi-
valente al de Estados Unidos (6). Pero, mientras
que este último podría satisfacer dos tercios de
sus necesidades (contando con la producción de
su vecino Canadá), China sólo cubriría un cuar-
to de su consumo con sus propios recursos. De-
berá pues encontrar el resto en África, Medio
Oriente, América del Sur y en los países de la ex
Unión Soviética.
Si Pekín mantiene su objetivo de triplicar su
producción de electricidad de aquí a veinticin-
co años, las importaciones de gas, que no exis-
tían en 2005, alcanzarán los 87.000 millones de
metros cúbicos por día en 2020, principalmen-
te provenientes de Medio Oriente y el Sudeste
Asiático, bajo la forma de gas natural licuado
(GNL), y de Rusia y Turkmenistán, por gasoduc-
to (7). China podría satisfacer sus necesidades
de carbón, pero los cuellos de botella en la pro-
ducción y el transporte hacen que sea más efi-
caz económicamente para las provincias coste-
ras, en pleno desarrollo, traerlo desde Australia
o Indonesia. Inexistentes en 2009, las importa-
ciones alcanzaron los 183 millones de toneladas
dos años más tarde (8). La demanda de mine-
rales importados (hierro, cobre, cobalto, cromo,
níquel...), indispensables para la electrónica de
punta y la fabricación de aleaciones de alta re-
sistencia, también aumenta.
A medida que esta dependencia se incremen-
ta, la continuación del abastecimiento se impone
como la principal preocupación de los dirigentes.

“El deber de China –declaró Le Yucheng, vicemi-
nistro de Relaciones Exteriores– es asegurar una
vida decente a sus 1.300 millones de habitantes.
Pueden imaginar el desafío que ello representa y
la enorme presión que ejerce sobre el gobierno.
Creo que nada es más importante. Todo lo demás
debe subordinarse a esta prioridad nacional” (9).
Fortalecer los lazos con los proveedores inter-
nacionales de materias primas se vuelve pues un
objetivo central de la política exterior.
Las autoridades son conscientes de los riesgos
de interrupción del abastecimiento que pueden
generarse como consecuencia de guerras civiles,
cambios de régimen o conflictos regionales. Para
prevenirse, China, siguiendo el camino trazado
desde hace mucho tiempo por los occidentales,
se esforzó por diversificar sus fuentes, desarro-
llar relaciones políticas con sus principales pro-
veedores y adquirir participaciones en los yaci-
mientos de minerales e hidrocarburos. Estas ini-
ciativas cuentan con el apoyo de toda la adminis-
tración: los bancos del Estado, las empresas na-
cionales, el cuerpo diplomático y el ejército (10).
En el caso del petróleo, el gobierno presionó
a las tres compañías estatales, China National
Petroleum Corporation (CNPC), China Natio-
nal Petrochemical Corporation (Sinopec) y Chi-
na National Offshore Oil Corporation (CNOOC),
para que invirtieran en yacimientos petrolíferos
en el extranjero, asociadas con las empresas na-
cionales locales como Saudi Aramco, Petróleos
de Venezuela SA (PDVSA) o la Sociedade Nacio-
nal de Combustíveis de Angola (Sonangol). La
misma política desarrollan en la industria mine-
ra, donde compañías estatales como China Min-
metals Corporation (CMC) y China Nonferrous
Metals Mining Group (CNMIG) multiplicaron
sus inversiones en minas en el extranjero.
“Lubricar” las relaciones
Con el fin de favorecer estas operaciones, los di-
rigentes realizaron grandes maniobras diplo-
máticas, a menudo acompañadas de la prome-
sa de ventajas, préstamos a baja tasa de interés,
suntuosas cenas en Pekín, proyectos prestigio-
sos, complejos deportivos y asistencia militar.
Otorgaron al gobierno angoleño un préstamo
de 2.000 millones de dólares a baja tasa de inte-
rés, para “facilitar” la adquisición por parte de
Sinopec de la mitad de una perforación offsho-
re prometedora. Prestaron 20.000 millones de
dólares a Venezuela para “ayudar” en las difíci-
les negociaciones entre la CNPC y PDVSA (11).
Otros países, entre ellos Sudán y Zimbabwe, re-
cibieron un apoyo militar a cambio del acceso a
sus riquezas naturales.
Este tipo de acuerdos empuja inevitable-
mente a Pekín a implicarse cada vez más en los
asuntos políticos y militares de los Estados en
cuestión. En Sudán, China, preocupada por pro-
teger las inversiones de la CNPC, fue acusada
de ayudar al régimen brutal de Omar Al Bashir
proveyéndole a la vez armas y un apoyo diplo-
mático en la Organización de las Naciones Uni-
das (ONU). Es el “mayor inversor en Sudán, se-
ñalaba el International Crisis Group en junio de
2008. Su voluntad de proteger sus inversiones
y garantizar su seguridad energética, combina-
da con su tradicional política de no injerencia,
contribuyó a poner a Sudán al abrigo de las pre-
siones internacionales” (12). Últimamente, los
chinos redujeron su apoyo a Al Bashir. Sobre to-
do, desde la creación del nuevo Estado indepen-
diente de Sudán del Sur, donde se encuentra la
mayor cantidad de petróleo (13)...
Olvidando tal vez que la propia China no es un
modelo de gobierno democrático e incorrupti-
ble, criticaron también el apoyo de Pekín a regí-
menes autoritarios o corruptos tales como Irán
y Zimbabwe. Además de militar, la ayuda al régi-
men iraní es diplomática, en particular en Nacio-
nes Unidas, donde Teherán fue puesta bajo vigi-
lancia. En Zimbabwe, China habría ayudado al
régimen represivo de Robert Mugabe armando y
entrenando a sus fuerzas de seguridad, con la es-
peranza de obtener a cambio tierras cultivables,
tabaco, minerales preciosos.
Aun en el caso de países menos aislados en la
escena internacional, Pekín tiende a tratar con
las empresas nacionales de los gobiernos alia-
dos, contribuyendo inevitablemente a enrique-
cer a las élites locales antes que al resto de la
población, que rara vez se beneficia de los efec-
tos de estos acuerdos. En Angola, se entablaron
estrechos lazos con Sonangol, empresa estatal
controlada por personalidades cercanas al presi-
dente José Eduardo dos Santos. Si bien los prin-
cipales directivos de la empresa sacan provecho
de ello, la mayoría de los angoleños, en cambio,
sobrevive con menos de 2 dólares por día (14).
Chevron, ExxonMobil y BP siguen sin embargo
ellas también tratando con el régimen angoleño,
y con otros similares.
Cambios necesarios
Aunque la naturaleza tiránica o feudal de los
regímenes con los cuales trata no le preocu-
pe demasiado, a China le gustaría enmendarse
otorgando ayudas a los pequeños agricultores
y otros empresarios de las clases menos favore-
cidas. En las regiones en las que se encuentra
muy involucrada, como en África subsahariana,
invirtió masivamente en la construcción de fe-
rrocarriles, puertos y oleoductos. Sin embargo,
mientras espera algún día beneficiar a otros sec-
tores, esta infraestructura sirve principalmente
para satisfacer las necesidades de las compañías
mineras y petroleras asociadas.
“A primera vista, el apetito chino por las rique-
zas naturales aparece como una bendición para
África”, estima un informe encargado por la Comi-
sión de Desarrollo del Parlamento Europeo (15). En
efecto, Pekín habría contribuido al crecimiento
económico del continente. Un análisis profundo
revela sin embargo una imagen más contrastada.
En 2005, sólo catorce países, todos productores
de petróleo y minerales, tuvieron una balanza co-
mercial positiva –principalmente basada en la ex-
portación de materias primas– con China. Trein-
ta, que tienen una balanza comercial deficitaria,
ven sus mercados inundados de tejidos chinos y
otros bienes de consumo baratos, en perjuicio de
los productores locales.
En los intercambios sino-africanos, la brecha
entre países ganadores y perdedores se incre-
mentó considerablemente, provocando aquí y
allá un vivo resentimiento. El informe concluye:
“Para la mayoría de los países africanos, el dis-
curso chino sobre el desarrollo generó grandes
esperanzas, pero no creó las condiciones para un
crecimiento económico duradero”.
Si China sigue colocando el acceso a las ma-
terias primas por encima de todo lo demás, se
comportará cada vez más como las antiguas po-
tencias coloniales, acercándose a los “gobiernos
rentistas” de los países abundantemente dotados
de riquezas naturales, haciendo lo mínimo por
el desarrollo general. El presidente sudafricano
Jacob Zuma no dejó de señalarlo durante el foro
de julio pasado: “El compromiso de China con el
| 29
desarrollo de África”, según él, habría consistido
sobre todo en “abastecerse de materias primas”;
una situación que considera “insostenible en el
largo plazo” (16).
Pero todo cambio significativo en las rela-
ciones comerciales entre Pekín y África –o los
países en desarrollo en general– necesitará una
transformación profunda de la estructura eco-
nómica china, un vuel-
co de las industrias de
China pasó de alto consumo energéti-
co hacia producciones
consumir 1,5 más ahorrativas y ha-
millones de cia los servicios, de las
energías fósiles hacia
barriles diarios de las energías renovables.
Los dirigentes parecen
petróleo en 2000 conscientes de este im-
perativo: el décimo se-
a 5 millones en gundo plan quinquenal
(2010-2015) hace hin-
2010, es decir, una capié en el desarrollo
de medios de transpor-
suba del 330%. te alternativos, ener-
gías renovables, nuevos
materiales, biotecnologías y otras actividades
propicias para un cambio de esta naturaleza (17).
De lo contrario, los dirigentes chinos corren el
riesgo de enredarse en relaciones mediocres con
los países en desarrollo. g
1. Hu Jintao, “Open Up New Prospects for a New Type of
China-Africa Strategic Partnership”, Ministerio de Relaciones
Exteriores, Pekín, 19-7-02, www.fmprc.gov.cn/eng
2. Cf. Michael L. Ross, The Oil Curse: How
Petroleum Wealth Shapes the Development of
Nations, Princeton University Press, 2012.
3. Cf. Blood and Oil, Metropolitan Books, Nueva York, 2004, y
Daniel Yergin, The Prize, Simon and Schuster, Nueva York, 1993.
4. “Statistical Review of World Energy”, British
Petroleum, Londres, junio de 2012.
5. Léase Colette Braeckman, “Pékin brise le tête-à-
tête entre l’Afrique et l’Europe”, L’Atlas 2012 du Monde
diplomatique, Libraire Vuibert, París, 2012.
6. “The rise of China and its energy implications: executive
summary”, Foro sobre Energía, Baker Institute, Houston, 2011.
7. Cf. “China”, US Energy Information Administration (EIA),
Country Analysis Brief, noviembre de 2010, www.eia.gov.
8.. “China to Boost Coal Imports on Wider
Price Gap”, Bloomberg, 23-4-12.
9. Le Yucheng, “China’s relations with the world at a new
starting point”, discurso pronunciado en el Foro del China
Institute for International Studies (CIIS), 10-4-12.
10. “China’s thirst for oil”, International Crisis
Group (ICG), Asia Report, N° 153, 9-6-08.
11. Jeffrey Ball, “Angola Possesses a Prize as Exxon,
Rivals Stalk Oil”, The Wall Street Journal, Nueva York,
5-12-05; Simon Romero, “Chávez says China to lend
Venezuela $20 billion”, The New York Times, 18-4-10.
12. “China’s thirst for oil”, op. cit.
13. Léase Jean-Baptiste Gallopin, “Amargo divorcio en
Sudán”, nota web, junio de 2012, www.eldiplo.org
14. Léase Alain Vicky, “Contestation sonore en Angola”,
Le Monde diplomatique, París, agosto de 2012.
15. Jonathan Holslag et al., “Chinese resources and energy
policy in Sub-Saharan Africa”, informe de la Comisión
de Desarrollo del Parlamento Europeo, 19-3-07.
16. “Zuma warns on Africa’s trade ties to China”,
The Financial Times, Londres, 19-7-12.
17. Léase Any Bourrier, “China, un gigante enfermo de carbón”,
Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, noviembre de 2011.
*Profesor en el Hampshire College, especialista en estu-
dios sobre la paz y la seguridad mundiales. Autor de The
Race for What’s Left: The Global Scramble for the World’s
Last Resources, Metropolitan Books, Nueva York, 2012.
Traducción: Gustavo Recalde
30 |
Dossier
Cómo China
está cambiando
el mundo
El primer ministro chino, Wen Jiabao, y Cristina Fernández, Buenos Aires, 24-6-12 (Juan Mabromata/AFP/Dachary)
China es hoy el segundo socio comercial de Argentina.
Pero urge modificar las profundas asimetrías que caracte-
rizan esta relación, en la que nuestro país está limitado a
ser un mero proveedor de materias primas.
Las relaciones de Argentina con el gigante asiático
Un matrimonio
muy desigual
por Natalia Zuazo y Matías Rohmer*
C
hina y Argentina tuvieron, desde
el principio, una relación madu-
ra: de ésas que crecen con el tiem-
po, pero que también saben cuán-
do es necesario tomar distancia y
cuándo ir a fondo otra vez. Argen-
tina tomó la iniciativa, y fue el primer país latino-
americano en establecer canales de cooperación
con el país asiático a partir de 1920. En 1953, me-
diante negociaciones realizadas a través de la en-
tonces República Democrática Alemana, se acor-
dó una primera operación comercial en la que am-
bos países intercambiaron lo mejor que tenían en
sus economías: el barco argentino llevó trigo, lana
y extracto de quebracho; el chino cruzó el mar con
bauxita y sedas. La relación continuó, pero con
una marcada distancia hasta mediados de la déca-
da de 1970: corrían los tiempos de la Guerra Fría y
Estados Unidos limitaba la política exterior de su
“patio trasero” –América Latina y el Caribe– en un
intento por evitar que China y la Unión Soviética
los atrajeran al bloque oriental (1). La señal para
el nuevo acercamiento llegó en 1971, cuando Ri-
chard Nixon reanudó las relaciones con la Repú-
blica Popular China. Argentina, bajo el gobierno
de Lanusse, reconoció a Beijing y en 1972 inició
relaciones diplomáticas con el país de la seda (2).
Hoy, cuarenta años después, el vínculo creció has-
ta convertir a China en el segundo socio comercial de
Argentina, mientras que Argentina es el cuarto socio
comercial de China en América Latina.
La diferencia entre aquel 1972 y este 2012 es que
China es otro país. Poco queda de aquella socie-
dad agraria que en 1949, recién salida de la Segun-
da Guerra Mundial y la cruel ocupación japonesa,
abrazó el mundo bipolar del lado comunista. Hoy es
la segunda economía del mundo y una potencia in-
dustrial que, sin negar las numerosas deudas de de-
sarrollo que aún tiene en su gigantesco interior de
1.300 millones de habitantes, ocupa el primer lugar
de las exportaciones mundiales, crece a un prome-
dio del 10% desde hace 30 años, y ocupa lugares de
decisión en el Consejo de Seguridad de la ONU y la
Organización Mundial del Comercio. Con esa mag-
nitud de gran jugador internacional, la pregunta de
si a Argentina le conviene profundizar los vínculos
comerciales, financieros, diplomáticos y culturales
con China se vuelve irrelevante. Nadie, gobierno u
oposición, se niega a ello. La cuestión, en este punto
de la relación, ya madura y con posibilidad de cre-
cer exponencialmente en las próximas décadas, es:
¿Cómo encararla desde un país de la escala de Ar-
gentina, con un PIB de 435.000 millones de dólares,
frente a los 5,8 billones de dólares chinos? Y, ¿cómo
hacerlo desde nuestro país, tradicional exportador
de materias primas y con recursos naturales toda-
vía valiosos, pero con una incuestionable necesidad
de reindustrialización de su aparato productivo?
Crecimiento sin fin
La relación comercial argentino-china tuvo un pri-
mer gran salto en los años 90, de la mano de la aper-
Edición 159 | septiembre 2012
tura económica implementada por el gobierno de
Carlos Menem, contemporánea del despegue in-
dustrial chino posterior a las reformas impulsadas
por Deng Xiaoping en la década del 80. En 1996, las
exportaciones argentinas a China alcanzaron los
607 millones de dólares, con importaciones desde
el país asiático de 697 millones. En 2001, ese comer-
cio se había duplicado, y a partir de ese año no dejó
de crecer de manera constante. Hasta 2008, cuando
las exportaciones argentinas fueron de 6.100 millo-
nes de dólares y las importaciones de 4.700, nues-
tro país mantenía superávit comercial con China.
Sin embargo, a partir de 2009, a pesar de que el vo-
lumen de las exportaciones argentinas se mantuvo
alrededor de los 6 mil millones, las importaciones
procedentes del país asiático crecieron hasta los
10.500 millones en 2011, provocando un déficit pa-
ra nuestro país de 4.500 millones de dólares (3).
Además de la situación deficitaria para Argen-
tina de los últimos tres años, la composición de las
exportaciones se presenta poco diversificada, con
ocho productos que concentran el 95% de las ven-
tas al país asiático: porotos de soja (71%), petróleo
(11,5%), aceite de soja (4%), cueros y pieles (1,9%),
carnes (1,2%), tabaco (0,9%), residuos alimenticios
(0,8%) y lana (0,6%). La soja, es, claramente, la ve-
dette del intercambio, y el motivo de una preocu-
pación que ya tiene neologismo propio: la sojiza-
ción de la relación. La misma Cristina Fernández
de Kirchner, en su última gira por el gigante orien-
tal, oficializó la queja: “Argentina no puede seguir
con el 82 por ciento de sus exportaciones a China
en cuatro productos de escaso valor agregado y del
otro lado recibir 98 por ciento de altísimo valor
agregado y con mayor nivel de divisas. Sobre todo
teniendo en cuenta el tamaño de una economía y
de la otra, no se puede plantear una relación bilate-
ral sin tener en cuenta las asimetrías”.
Los datos avalan la idea: las importaciones ar-
gentinas provenientes de China están compues-
tas por teléfonos (8,5%), computadoras (10%),
químicos (3,5%), motocicletas (3,3%), juguetes
(1,3%), manufacturas de plástico (0,7%) e instru-
mental médico (0,3%) (4).
En este contexto, de la Presidenta hacia abajo
el planteo de la reedición de un vínculo “neocolo-
nial”, con Argentina como vendedora de materias
primas frente a una potencia industrial, aparece
como el primer dilema de un comercio que crece
con una matriz de intercambio similar a la que se
estableció con Gran Bretaña en el siglo XIX, y es
un debate constante entre quienes estudian la re-
lación sino-argentina. “Primero hay que advertir
que la transformación que China impone no se pa-
rece a nada, es algo nuevo, por la escala del actor de
que estamos hablando. Pero en la composición de
la balanza exportadora, algo de eso hay”, adelanta
Sergio Cesarin, sinólogo investigador del Conicet.
Y luego avanza: “Lo que importa es qué hace no
sólo Argentina sino nuestra región por sí misma.
Porque podemos tener un patrón de intercambio
comercial de productos primarios, pero reciclar
parte de los excedentes de capital y generar otras
cadenas de valor a nivel intrarregional. Hoy pode-
mos ser una periferia distinta y entrelazada a pro-
cesos productivos globales de manera diferente,
por ejemplo como exportador de biocombustible
o equipos nucleares. Otra opción son joint ventures
de empresas de países que puedan asociarse para
integrar escalas, o acuerdos de alcance de comer-
cio entre las regiones”. Cesarin agrega que, además
de “tejer redes” regionales, la multipolaridad hace
que China conviva con otros posibles socios, como
India o Rusia, y que ya no haya compromisos ideo-
lógicos que limiten los intercambios, a diferencia
de la anterior situación centro-periferia.
En ese mismo sentido, tendiente a mejorar la
posición relativa de nuestro país frente a un socio
de escala mayor, Ernesto Fernández Taboada, di-
rector ejecutivo de la Cámara Argentino-China,
indica que su institución, junto con la Fundación
ExportAr, realiza estudios de productos con valor
agregado que tendrían un gran mercado potencial
en el gigante asiático y que nuestro país todavía no
le está vendiendo. Entre ellos: pescados y maris-
cos, libros y publicaciones, preparados de legum-
bres y hortalizas, productos cosméticos, maquina-
ria para la industria de la alimentación, material
de transporte terrestre, y productos de alta gama,

como zapatos, ropa y caballos de polo. “La Mar-
tina, por ejemplo, tiene copado el mercado de la
ropa de polo en China, y hoy hay una gran deman-
da de botas de cuero para montar y de caballos de
polo, para la gran cantidad de ricos que practican
el deporte”, dice Fernández Taboada, en su gran
oficina decorada con biombos, jarrones y pandas,
regalos de los viajes de negocios que realizan los
empresarios de su Cámara desde 1984. “China no
tiene aspiraciones neocoloniales, y además es el
único país que nos vende con financiación, con
19 años de plazo, como está haciendo ahora con el
material ferroviario. Tiene excedente de capital;
diversifica inversiones”, agrega.
Libro blanco
Pero no todos comparten el optimismo. Desde otro
punto de vista, estas inversiones en infraestructura
–la tercera pata de la relación chino-argentina que
hoy genera esperanzas a muchos– no son más que
una apuesta de la potencia para abaratar los costos
logísticos y de transporte de las materias primas,
energía y minerales que necesita su país. Más aun,
es tan explícito que hasta lo escribieron.
En 2008, China publicó El Libro Blanco sobre
América Latina, con sus objetivos de política ex-
terior para la región. Con el concepto de comple-
mentariedad como guía, dejó en claro que Améri-
ca Latina podía proveerle energía (petróleo), ali-
mentos y minerales (5). Con ese aviso en mente,
toma otro color el optimismo de los funcionarios
argentinos ante los 9.700 millones de dólares de in-
versión, financiados por bancos estatales chinos,
para la compra de vagones de subtes, la extensión
de la línea E a Ezeiza, la rehabilitación del Belgra-
no Cargas, la electrificación del Belgrano Norte y
Sur, y coches nuevos para el ferrocarril San Mar-
tín, entre otros proyectos. También tiene comple-
ta relevancia que la petrolera estatal china, Cnooc,
haya comprado el 50 por ciento de Pan American
Energy a los Bulgheroni. Y que entre 2010 y 2011
el gigante asiático haya invertido 15.600 millones
de dólares en América Latina, principalmente en
el sector de la energía y los recursos naturales, y
que, según la CEPAL, para el fin de 2012 esa cifra
se proyecte a unos 22.700 millones. No sorprendió
entonces que, en su última visita a Argentina en ju-
nio de este año, el primer ministro chino, Wen Jia-
bao, propusiera un acuerdo de libre comercio con
el Mercosur. Tras el anuncio, Cristina Kirchner en-
tibió la declaración, diciendo que analizaría la pro-
puesta para que consignara tanto los intereses de
China como los del bloque.
Porque en una relación madura es así: depende
de lo que uno haga con ella. Y en el caso de China,
además, queda por construir. “El país puede pro-
ducir mucho más de lo que produce, no sólo en ma-
teria de productos primarios renovables, sino en
derivados de ésos con considerable valor agrega-
do”, dice Carlos Escudé al respecto (6). “Nosotros
somos países amigables para China, pero también
nos hemos vuelto más selectivos, y tenemos la res-
ponsabilidad de medir el impacto sobre determi-
nados sectores. Podemos decidir si van a venir a so-
jizarnos más o no”, agrega Cesarin. Y además de la
elección, luego están las estrategias de la vincula-
ción: “Se suele ver a China como un enorme mer-
cado, pero en realidad son muchos grandes merca-
dos, y suele ser más exitoso para Argentina comer-
ciar con ciudades o provincias, que tienen tantos
habitantes como nuestro país, o unir producciones
de varias empresas para producir en mayor esca-
la. Pero eso requiere un trabajo a más largo plazo y
una confianza entre socios locales”, aconseja Fer-
nández Taboada.
Y es que nuestro país también es distinto al que
era hace cuarenta años, con un nuevo impulso rein-
dustrializador sustitutivo de importaciones que
quiere avanzar. Pero también con dos grandes cri-
sis económicas en poco más de diez años y regio-
nes muy desiguales en su desarrollo. La “oportuni-
dad china” seduce de muchas formas: como com-
| 31
plemento de un desarrollo que desde el agro pueda
integrar a la industria, como aliento para la integra-
ción regional que pelee de manera más pareja con un
“país-continente”, o como reedición de viejas pau-
tas centro-periferia. China ofrece todas esas oportu-
nidades, que son al mismo tiempo dilemas de nues-
tra posición en el mundo.
De nuestra madurez para
Ocho productos equilibrar los encantos
del gigante asiático co-
concentran el 95% mo jugadores con otros
atractivos que ofrecer
de las ventas dependerá el resultado, y
tal vez el éxito de esta re-
al país asiático, lación duradera. g
y los porotos de 1. Sergio Cesarin, “La relación
soja representan sino-latinoamericana,
entre la práctica política y la
el 71%. investigación académica”, Nueva
Sociedad, Nº203, junio de 2006.
2. Como señala Cesarin
(op. cit.), “pese a las
diferencias ideológicas entre los regímenes militares de
derecha y un país gobernado por ‘dirigentes marxistas’,
el deshielo de todos modos se produjo…”.
3. Cámara Argentino-China, 2012.
4. Subsecretaría de Programación Económica,
Ministerio de Economía de la Nación, 2010.
5. China escribió que, en materia energética, América del Sur
y Central produce el 12% del petróleo mundial y consume
sólo el 9%, mientras que Asia produce apenas el 10% y llegaría
a consumir el 50%. En alimentos, el 90% del crecimiento
de población será en India, China y África, y de los 8 países
con tierras todavía cultivables, 5 están en América del Sur.
En minerales, el 30% de las reservas mundiales explotables
están en América Latina y África. Véase “Primera lectura del
Libro Blanco”, por Miguel A. Belloso, La Nación, 31-7-12.
6. Orientar, revista de Comercio Exterior para
China, Año 1, Nº 3, diciembre-enero de 2011.
*Periodistas y politólogos (UBA).
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
32 |
¿Cómo dar cuenta de una rebelión cuando acceder al terreno es
realmente peligroso? La brutalidad del régimen es indiscutible, pero la
manera en que ciertos medios de comunicación transmiten, sin verificar,
los comunicados de determinados grupos de la oposición y ocultan el
juego de las potencias, se asemeja más a propaganda que a información.
Intoxicación informativa
Batalla mediática en
torno al conflicto sirio
por Marc de Miramon y Antonin Amado*
Niños sirios juegan con un tanque en la ciudad de Azaz, al norte de Alepo, 11-8-12 (Phil Moore/AFP/Dachary)
E
n Siria “las armas químicas
están bajo vigilancia”, infor-
maba Le Figaro (22 de julio de
2012); “fuerzas especiales es-
tadounidenses han sido des-
plegadas para prevenir su dispersión”.
Y un diplomático destacado en Jordania
advertía: “La amenaza de armas quími-
cas puede desencadenar una interven-
ción estadounidense dirigida”. Henos
aquí, con algunos matices, en Damasco,
inmersos nuevamente en el guión escri-
to en Bagdad hace diez años. ¿Bashar Al-
Assad lanzará sus armas de destrucción
masiva sobre sus opositores? La acusa-
ción data sin embargo de hace ya varios
meses: “Asesinos de Assad lanzaron ope-
raciones aéreas utilizando gases tóxicos
en la región de Al-Rastan, no lejos de la
ciudad rebelde de Homs”, informaba en
septiembre de 2011 el sitio internet de
Bernard-Henri Lévy (1).
“AFP escuchó esta afirmación de de-
cenas de interlocutores en la provincia
de Hama –escribía la agencia de prensa
con excepcional prudencia, el 27 de julio
de 2012–. Pero, a pesar de una semana de
investigaciones, ningún jefe rebelde, jefe
de tribu, médico, simple combatiente o
civil pudo proveer una prueba irrefuta-
ble”. La guerra en Siria, concluye el des-
pacho, “es también la de la información
y la desinformación”.
29 de enero de 2012. La intoxicación
salió de una cuenta Twitter (@Damas-
custweet) perteneciente a “militantes
cercanos a la oposición” (2): Al-Assad
habría escapado de Siria. El palacio pre-
sidencial estaría rodeado por el Ejérci-
to Sirio Libre (ESL) y el dictador, sitia-
do, habría intentado llegar al aeropuerto
internacional de la capital con su mujer,
hijos y equipaje, para refugiarse en Mos-
cú. Aunque inverificable, “el rumor no
carece de fundamento”, asegura el sitio
en internet de Le Nouvel Observateur:
“Según el corresponsal de la BBC en Me-
dio Oriente, Jeremy Bowen, el ESL se
encuentra a apenas treinta minutos del
palacio presidencial de Bashar Al-Assad.
Una situación militar que podría impul-
sar al dictador a la huida…” (3).
18 de julio de 2012. Mientras que una
nueva ofensiva de los rebeldes provoca en-
frentamientos de una intensidad inédita en
Damasco, una bomba explota en el cuartel
general del Consejo Nacional de Seguridad
sirio, matando particularmente al minis-
tro de Defensa, así como a Assef Shawkat,
cuñado de Al-Assad. En los canales de in-
formación franceses, los representantes de
la oposición, esencialmente surgidos del
Consejo Nacional Sirio (CNS), comentan
el acontecimiento en directo. El régimen
–creen– vive sus últimos días, incluso sus
últimas horas. “Sí, podemos afirmar que es
el comienzo del fin”, estima Randa Kassis
(4), presidenta de la Coalición Laica y De-
mocrática Siria, miembro del CNS. Fuen-
tes anónimas, citadas por el diario británi-
co The Guardian, afirman que Al-Assad en
persona fue herido en el ataque. Su esposa
abordó nuevamente un avión a Moscú. El
ESL y un grupúsculo islamista reivindican
el atentado, mientras que el régimen ve allí
la mano de las “potencias extranjeras” que
apoyan a la oposición armada (Turquía,
Qatar, Arabia Saudita…).
Edición 159 | septiembre 2012
Finalmente indemne, dos días más tar-
de Al-Assad aceptará “partir”, “pero de
manera civilizada”. Lo anuncia un despa-
cho de la Agence France Presse (AFP) el
20 de julio, poco antes de las 9 horas. Con-
firmada unos treinta minutos más tarde
por su competidora británica Reuters, en
realidad la información retoma una entre-
vista acordada por el embajador de Rusia
en Francia a Radio France Internationale
(RFI). De ninguna manera anunciaba el
alejamiento de Al-Assad, sino que se con-
tentaba con recordar el compromiso de Si-
ria, el 30 de junio en Ginebra, de ir “hacia
un régimen más democrático”…
La narración del conflicto
La democracia: he aquí la razón por la que
luchan los sirios desde marzo de 2011 y del
levantamiento de la población, reprimido
con una brutalidad y una crueldad amplia-
mente documentadas (5). Pero el conflic-
to se libra también en el terreno mediáti-
co; una guerra que la mayoría de los órga-
nos de prensa internacionales silencian.
Es cierto, la realidad del país es muy difí-
cil de percibir. El régimen otorga sus visas
a cuentagotas. Los que logran, a riesgo de
sus vidas, reunirse con los insurgentes, to-
man todos o casi todos las mismas rutas del
ESL; luego sus relatos abrazan el storyte-
lling desarrollado por ese mismo ESL, así
como por sus padrinos turcos, sauditas y
qataríes: un régimen bárbaro aplasta de
manera sangrienta manifestaciones pací-
ficas, defendidas por militantes pro-demo-
cráticos ricos en valor pero pobres en todo:
armas, municiones, medicamentos…
En cuanto a aquellos periodistas que
aceptaron la invitación del régimen (6) de
Al-Assad, cuentan sin sorpresa historias
radicalmente distintas: las de cadáveres
de soldados atrozmente mutilados amon-
tonados en las morgues de los hospitales,
de minorías (cristianas, alauitas, etc.) ate-
rrorizadas por bandas armadas que no
libran una guerra de liberación sino una
guerrilla confesional apoyada por las pe-
tromonarquías del Golfo.
Incómoda para la oposición armada,
la presencia en Siria de grupos yihadis-
tas, algunos de los cuales se reivindican
de Al Qaeda, ya ha sido comprobada. Una
razón más, insiste Libération (6 de agosto
de 2012), para “ayudar política y militar-
mente” a los insurgentes, “aunque sólo
sea para no dejar la vía libre y la victoria
final a los islamistas”.
A veces se torna delicado separar la
buena semilla revolucionaria de la mala
hierba yihadista. Abu Hajjar, “muyahid
que hace cuatro meses dejó la región pa-
risina para participar en el levantamien-
to contra el régimen de Bashar Al-Assad”,
se define como un “activista islamista y no
como un yihadista cercano a Al Qaeda”. Al
dar su testimonio en las columnas de Le
Figaro, jura que las “minorías cristianas o
alauitas” que sostienen mayoritariamente
al régimen, “tendrán representación par-
lamentaria” en la Siria de mañana (7). Al
mismo tiempo declara haber abierto una
“oficina de la predicación” en la aldea de
Sarjeh, para difundir los “libros prohibi-
dos” de Ibn Taymiyya, un “gran teórico de
la yihad”, recuerda Le Figaro, sin precisar
que es también el autor de una fatwa que
llama a la guerra santa contra los alauitas.
Pero esos pocos testimonios no hacen
mella en la trama de la dramaturgia siria:
bombardeo de Homs, matanza de Hula,
muerte de los periodistas Marie Colvin,
Rémi Ochlik y Gilles Jacquier –ahora pa-
rece que fue muerto por disparos prove-
nientes de las posiciones rebeldes–. Un
puñado de actores domina la narración
del conflicto. Entre ellos, las principales
cadenas satelitales de Medio Oriente, co-
mo Al-Arabiya y Al-Jazeera, que pertene-

cen a dos pesos pesados de la Liga Árabe,
nuevo altavoz de la diplomacia del Golfo:
Arabia Saudita y Qatar. Esas monarquías
absolutas, que no se apoyan en ninguna le-
gitimidad democrática, al mismo tiempo
que promueven la “libertad” en sus países
vecinos, llevan adelante una “guerra fría
regional” en Siria, último régimen árabe
que participa, según ellas, del “arco chii-
ta” que actualmente se extiende de Beirut
a Bagdad y que hace tambalear a Bahrein.
Dichas cadenas gozan de un a priori be-
névolo en cuanto a la confiabilidad de las
informaciones que difunden, por más fan-
tasiosas que sean. Así, la ensayista Caroline
Fourest escribía en Le Monde (25 de febre-
ro de 2012): “Según Al-Arabiya, opositores
al régimen iraní afirman que su gobierno
suministró un horno crematorio a su alia-
do sirio. Instalado en la zona industrial de
Alepo, funcionaría a toda marcha… ¿Para
quemar los cadáveres de los opositores?”.
Por lo demás, los medios de comunica-
ción se apoyan en el Observatorio Sirio de
Derechos Humanos (OSDH), organismo
que, por medio de las agencias de prensa
AFP, AP y Reuters, suministra los balan-
ces de los enfrentamientos y los relatos de
la oposición armada. Su fundador, Rami
Abdel Rahman, cuenta que en el año 2000
emigró al Reino Unido, donde posee una
tienda de ropa. Desde su departamento de
Coventry, afirma ser el “único miembro de
su organización con base en Inglaterra. Pe-
ro tengo doscientos corresponsales volun-
tarios en Siria, Egipto, Turquía y el Líbano.
Se trata de militares, médicos, militantes
de la oposición”. Reivindica una neutrali-
dad absoluta: “Nadie me financia. En 2006
creé el OSDH porque quería hacer algo por
mi país”. ¿Cómo puede, con la ayuda de un
simple secretario, obtener y verificar ca-
si en tiempo real las cifras (muertos y he-
ridos) de los enfrentamientos militares en
los cuatro puntos cardinales del país?
En todo caso, la AFP le otorgó al OSDH
el status de fuente ineludible, como detalla
Ezzedine Saïd: “La primera utilización del
OSDH data de noviembre de 2006. Esta or-
ganización se mostró confiable y creíble en
el pasado, razón por la cual seguimos utili-
zándola”. Sin embargo, el jefe de redacción
del centro de Nicosia, en Chipre, donde
se centralizan los despachos sobre Medio
Oriente, reconoce que “nuestros periodis-
tas no tienen prácticamente ningún con-
tacto con los corresponsales de esta orga-
nización en el terreno. Los que están apos-
tados en Damasco no pueden trabajar con
libertad. No están en condiciones de dar
una visión de conjunto de la situación en el
país. El OSDH, que nunca se compromete
políticamente en sus comunicados, no es
una fuente perfecta. Pero es la que brinda
las cifras menos fantasiosas acerca del nú-
mero de muertos in situ”. En AFP, algunos
no ocultan su malestar: “Sabemos perfec-
tamente que el OSDH no es confiable –de-
plora un gran reportero del servicio inter-
nacional–. Pero a pesar de todo seguimos
difundiendo sus cifras. Cuando pregunta-
mos a la dirección, su respuesta es siempre
la misma: ‘Es probable que tengan razón,
pero las otras agencias hacen lo mismo. Y
nuestro sector es muy competitivo’”.
Por ejemplo, la manera en que el OS-
DH cubrió la masacre de Hula plantea la
cuestión de su reivindicada imparciali-
dad, así como de la confiabilidad de sus
corresponsales. El 25 de mayo de 2012,
en Hula, 108 personas fueron masacra-
das. Los cuerpos de 49 niños y 34 muje-
res yacían en esta localidad que reagrupa
varias aldeas, situada al norte de la ciudad
de Homs. En un comunicado fechado el
26 de mayo y transmitido por AFP, el OS-
DH informaba en un primer momento la
muerte de 90 personas, víctimas de bom-
bardeos. El 29 de mayo, los observadores
enviados por la Organización de las Na-
ciones Unidas (ONU) y la Liga Árabe afir-
maron que la mayoría de las víctimas ha-
bían sido ejecutadas con armas blancas.
Ese mismo día, las Naciones Unidas reve-
laban que las fuerzas rebeldes ocupaban
el sector donde se produjo la masacre.
Dictadura de la instantánea
Actualmente, ninguna fuente indepen-
diente y digna de fe puede decir lo que en
realidad pasó en Hula. Lo que no impi-
dió que el informe inicial del OSDH fue-
ra ampliamente difundido y explotado
por la diplomacia francesa para que Ru-
sia se plegara al Consejo de Seguridad de
la ONU: “La masacre de Hula puede ha-
cer evolucionar las posiciones”, confiaba
el ministro de Relaciones Exteriores de
Francia, Laurent Fabius, en una entrevis-
ta a Le Monde (29 de mayo de 2012).
Donatella Rovera, que trabaja para Am-
nistía Internacional, visitó clandestina-
mente Siria durante tres semanas, en abril
y mayo últimos, para intentar establecer
un balance humano del conflicto. Señala
la dificultad de tal empresa: “Los hospi-
tales no son fuentes confiables, ya que los
heridos no pueden concurrir sin hacerse
arrestar por las fuerzas de seguridad. Me
encontraba en Alepo durante una ope-
ración masiva del ejército. Vi pequeños
puestos médicos improvisados instalados
en departamentos en los que médicos mal
| 33
equipados intentaban socorrer a los heri-
dos. En esas condiciones, los balances se
establecen con mayor simplicidad. Cuan-
do se llega después de los hechos, hay que
recoger el testimonio de los sobrevivien-
tes, de los vecinos, relevar los indicios de-
jados en el terreno como las esquirlas de
obuses o las marcas de disparos en las pa-
redes”. Y subraya que “es posible trabajar
desde el exterior del país, pero entonces
se presentan otras dificultades. En parti-
cular acerca de la confiabilidad de fuen-
tes que conocemos mal y pueden intentar
manipularnos”. A fines de julio, Amnistía
Internacional contabilizaba 12.000 muer-
tos contra 19.000 del OSDH. El rigor del
que pretende dar prueba la ONG contras-
ta con las cifras que adelantó Abdel Rah-
man. Sobre todo, no es compatible con la
dictadura de la instantánea que hoy día
condiciona la economía mediática, y en
particular sus redes digitales. g
1. “Syrie: la révolution s’arme et a besoin de
l’OTAN”, 30-9-11, www.laregledujeu.org
2. “Bachar Al-Assad s’est enfui… sur
Twitter”, 30-1-12, www.lepoint.fr
3. “Bachar Al-Assad a-t-il tenté de fuir la Syrie vers
Moscou?”, 30-1-12, tempsreel.nouvelobs.com
4. “Bataille de Damas : les jours d’Assad sont-ils
comptés?”, “Le Débat”, France 24, 19-7-12.
5. “L’archipel des tortures”, Human
Rights Watch, Nueva York, 3-7-12.
6. Véase por ejemplo los reportajes de
Patricia Allémonière, difundidos en
julio por la cadena francesa TF1.
7. “Abou Hajjar, combattant français en
Syrie”, Le Figaro, París, 4 y 5-8-12.
*Periodistas.
Traducción: Teresa Garufi
34 |
Modelo desde hace tiempo de democracia africana, Malí se hunde
en la inestabilidad política mientras la rebelión en el Norte divide al
país en dos. Una crisis que revela antiguas fracturas que afectan a
la sociedad de Malí desde el fin de la dictadura, en 1991.
Tensiones cruzadas amenazan a Malí
Se desploma un
sueño democrático
por Jacques Delcroze*, enviado especial
¿
La generalización de la sha-
ria es una amenaza para Malí?
Desde el 27 de junio, el Norte
del país está en manos de los
grupos islamistas radicales que
tomaron el control de las regiones de
Kidal, luego de Gao y Tombuctú; va-
le decir, cerca de dos tercios del terri-
torio. Su dominio combina los abusos
perpetrados en nombre de Alá con la
ayuda a las poblaciones carenciadas, o
al menos a las que no se fugaron. Los
salafistas, instalados en las tres gran-
des regiones septentrionales, distribu-
yen dinero y auxilios, y reclutan fácil-
mente a los jóvenes desempleados sin
perspectivas de futuro. En Gao, abas-
tecen de combustible y mercancías a
precio de costo, equipan los centros de
salud, pagan a sus funcionarios... Un
representante del Norte cuenta que
intentó contactar a Iyad Ag Ghali, jefe
del movimiento islamista radical Ançar
Dine, para reunirse con él. Respuesta:
“Te veré cuando hayas renunciado a tu
cargo. Los diputados no tienen legiti-
midad alguna frente a la ley de Dios”.
Sin embargo, en un país igual, en ta-
maño, a dos veces y media Francia, el
Norte sigue quedando lejos. Lejos del
país “útil”, donde se concentra el 90%
Manifestación de apoyo al golpe militar, Bamako, 28-3-12 (Habibou Kouyate/AFP/Dachary)
de la población. En Bamako, bajo los
cambiantes cielos de la estación de las
lluvias, en pleno Ramadán, la tradicio-
nal tolerancia sigue vigente: restauran-
tes abiertos, disponibilidad de alcohol
y fumadores en plena calle. Si bien el
mes del ayuno (concluido a mediados
de agosto) involucra a la mayoría de la
población, éste se vive “a la maliense”,
con una piedad sin coerción pública.
Primera fuente de ansiedad: el trabajo.
A raíz de la crisis, la economía está hecha
trizas. Muchas empresas, principalmente
de servicios, cerraron o dejaron a su per-
sonal temporariamente en desempleo.
Después de la hotelería o la gastronomía,
afectadas desde un principio, todos los
sectores mermaron su actividad. Algunos
grandes empleadores, como la compañía
Air Malí, efectúan despidos. Sólo el sec-
tor minero parece salir del paso, y el Esta-
do sigue pagando los salarios.
Popularidad militar
Otro motivo de desconcierto es el de-
rrumbamiento político de un país que
hasta ahora se erigía en modelo demo-
crático. La popularidad del golpe de
Estado militar del 22 de marzo de 2012,
denunciado en todas partes en el exte-
rior, causó sorpresa. A pesar de su cro-
nología inverosímil –semanas antes de
una elección presidencial abierta– y
de su conducta permisiva de saqueos
y ajustes de cuentas, los soldados del
bando del ejército terrestre de Kati, di-
rigidos por el capitán Amadou Sano-
go, actuaron en un terreno favorable:
además de sacar partido de la exaspe-
ración posterior a los reveses militares
frente a la rebelión tuareg del Norte, el
discurso de los golpistas sobre la co-
rrupción de las élites y la “democracia-
cáscara vacía” tuvo buena receptividad
en la población. Enseguida los respon-
sables políticos desfilaron ante ellos
uno a uno, incluidos –discretamente–
los que condenaron el golpe a través
del Frente Unido para la Salvaguarda
de la República y la Democracia (FDR,
el “Frente del Rechazo”) (1).
Según Oumar Mariko, protagonis-
ta de la revolución de 1991 que derrocó
al régimen de partido único del general
Moussa Traoré, y jefe del partido Soli-
daridad Africana para la Democracia y
la Independencia (SADI), “este golpe de
Estado nos liberó de un espejismo, y reu-
bica el problema en su contexto, a saber,
la búsqueda de la democracia para los
pueblos malíes” (2). La intelectual Ami-
nata Dramane Traoré no dice nada dis-
Edición 159 | septiembre 2012
tinto cuando considera que “Sanogo no
es el problema, Sanogo es un síntoma”
(3). Esta tesis tiene buena receptividad
en el exterior, en particular en Francia,
donde se revisan los veinte años de “de-
rroche” favorables a la caída del Estado
malí (4), después de haber ensalzado el
“modelo” propuesto por este país.
¿No olvidarán esas voces demasiado
pronto las conquistas de la III Repúbli-
ca, fundada en 1991? La libertad de ex-
presión, que autoriza a los periodistas
a criticar con dureza la situación polí-
tica (aunque eso les valga agresiones
físicas); la apertura social, con la crea-
ción de una miríada de asociaciones
que cumplen actualmente su papel en
las movilizaciones a favor del Norte; o
incluso la dinámica vida cultural, que
convierte a la capital maliense en pla-
taforma artística del continente: desde
los encuentros de fotografía de Bamako
hasta el festival Viajeros Asombrosos,
el país se perfila como una referencia,
mientras los cantantes salen a conquis-
tar escenarios internacionales. En lo
económico, el crédito “democrático” de
que gozó Malí favoreció el surgimiento
de una nueva generación de empresa-
rios, y una apertura al turismo y a la in-
versión extranjera.
Triunfos y fracasos de Touré
“Hay que estar loco para conducir este
país”, le confesó en 1992 Amadou Tou-
mani Touré (apodado ATT) a Alpha
Oumar Konaré, el arqueólogo que fue
elegido presidente tras el primer es-
crutinio libre de la historia de Malí. El
jefe de Estado tuvo que afrontar luego,
sucesivamente, la rebelión –ya enton-
ces– en el Norte, el rebrote de las rei-
vindicaciones corporativas, la incesan-
te revuelta de los estudiantes, impul-
sados por su participación en la tran-
sición política de 1991, así como las in-
tensas tensiones entre partidos en cada
instancia electoral. La gran obra de sus
dos mandatos fue la descentralización,
cuyo fracaso por falta de recursos no
menoscabó el mito, que sigue vivo (5).
Elegido a su turno presidente en
2002, Touré fue el artesano de una dis-
tensión política real. Su participación
en el derrocamiento del régimen de
Traoré en 1991 le valió una gran popu-
laridad. En ese momento era general,
y lideró el golpe de Estado, para devol-
ver acto seguido el poder a los civiles.
Cuando diez años después alcanzó la
Presidencia, se propuso grandes ambi-
ciones. Al punto de inventar un modo
de gobierno que atomizó el escenario
político: sin el apoyo de un partido, bus-
có el consenso reuniendo en torno de sí
a representantes de todas las tenden-
cias. Ese sistema anestesió poco a poco
las fuerzas de alternancia, la capacidad
de propuesta de los partidos y el deba-
te público en general. Mientras el país
se llenaba de obras y las infraestructu-
ras (rutas, canalizaciones, energía...)
avanzaban a grandes pasos, la corrup-
ción ya generalizada y la designación de
funcionarios mediocres para los cargos
jerárquicos más altos desacreditaron al
régimen: muchos malíes pensaban ya
que el consenso era un modo pacífico
de “repartir la torta” dentro de una de-
mocracia “globalmente alquitranada”
–según la expresión de un ex militan-
te democrático devenido en ministro, el
ya fallecido Mohamed Lamine Traoré–.
El mismo estilo de gestión se exten-
dió a la cuestión del Norte, donde pri-
mero el Grupo Salafista para la Prédi-
ca y el Combate (GSPC), convertido en
2006 en Al Qaeda del Magreb Islámico
(AQMI), y después las consecuencias

de la guerra en Libia, que favoreció la
circulación de las armas en el Sahel (6),
volvieron a intensificar las tensiones.
Para Touré, que había llevado la paz al
Norte en 1992, al negociar el Pacto Na-
cional del 11 de abril pasado, que selló
la paz con los rebeldes (7), el fracaso
era patente. Siempre comprometido
con la conciliación, hablando con to-
dos a riesgo de dar signos de colusión,
creyó poder preservar el territorio ma-
liense frente al avance de los grupos
combatientes argelinos operativos des-
de 2003 en el Sahel. Cuando ese mis-
mo año consiguió liberar a treinta y dos
occidentales secuestrados en Argelia,
se adjudicó un papel de mediador. Lo
alentaron a hacerlo las potencias euro-
peas; prueba de ello es la presión ejer-
cida por París para liberar al rehén Pie-
rre Calmatte, en febrero de 2010. Pero
en esa época, el “pacto” con AQMI ya
no funcionaba, y tienen lugar secues-
tros en Malí, lo que le vale a Touré algu-
nas acusaciones de debilidad por parte
de Argelia y Francia.
El complejo Norte
Touré, un militar curtido pero respon-
sable de la desorganización del ejér-
cito, hoy recibe una desaprobación to-
tal. “Se tomaron malas decisiones: hu-
bo oficiales apartados o aislados, nom-
bramientos inexplicables de generales,
problemas no resueltos de suministro y
de logística en general; por no mencio-
nar que todos cedieron en el momento
clave, especialmente los jefes de unidad
tuaregs”, declara un ex ministro de De-
fensa. Según los jefes malíes, la incor-
poración al ejército de los combatientes
tuaregs, prevista por el Pacto Nacional,
era real. En Bamako, nadie comprendió
tampoco el rebrote –en determinadas
facciones– de la rebelión del Norte en
2006. La tan preconizada implementa-
ción efectiva de las decisiones del Pacto
El crédito
“democrático”
del que gozó
Malí favoreció el
surgimiento de una
nueva generación
de empresarios.
Nacional se demoró, en especial respec-
to a la autonomía administrativa y el de-
sarrollo económico. Souleymane Drabo,
director del diario estatal L’Essor, lo re-
conoce: “Se cometieron errores. Debió
darse prioridad a la reconexión del Nor-
te, en momentos en que se iniciaban las
obras de tantas rutas. Pero es falso afir-
mar que ATT –y antes que él Konaré– no
hizo nada en el Norte. Los que conocen
Kidal saben que la ciudad se transfor-
mó. Un extranjero ve la misma indigen-
cia, pero nosotros sabemos de dónde
venimos. Además, la opinión pública
maliense nunca aceptó que se vertieran
tantos fondos en las tres regiones del
Norte, cuando hay carencias de infraes-
tructuras en todas partes. Uno piensa: es
cierto que la región de Kayes [sudoeste
del país] cambió de rostro, pero no gra-
cias al Estado, ¡gracias a los recursos de
los trabajadores expatriados!”.
Con deficiencias de administración, y
consumido por una corrupción que des-
angra también a las colectividades loca-
les, el Estado malí era sin duda incapaz
de aplicar la visión del presidente Kona-
ré: inscribir la cuestión del Norte y el es-
tatuto particular de las regiones afecta-
das dentro del gran movimiento de una
fuerte descentralización. Cincuenta años
después de la independencia, “seguimos
riñendo con la cuestión nacional”, admi-
te Soumeylou Boubeye Maïga, último mi-
nistro de Relaciones Exteriores de Touré.
Más allá del momento actual, él expresa
un temor real respecto a Malí: que el Sur
se distancie de las regiones septentriona-
les y las abandone a su suerte.
Otro espectro amenaza la experien-
cia democrática. Mientras los padres de
la independencia destacaban a los gran-
des imperios de la historia malí (8) como
crisoles de cohabitación de las etnias, el
tiempo actual es de repliegue identita-
rio. M. T., historiador y sociólogo da su
opinión, pero preserva su identidad, da-
da la alta sensibilidad que ha adquirido
el asunto: “Los malíes se conciben ca-
da vez más como bambaras (etnia con-
siderada mayoritaria, cuya lengua se ha
vuelto una lingua franca), y ven las rela-
ciones entre etnias como los lazos de de-
pendencia que existían bajo el reinado
de los reyes de Ségou, en los siglos XVII
y XVIII”. En la misma zona comunita-
ria, se valora excesivamente la herencia
mandinga y la “noble” historia del impe-
rio mandinga, fundado en el siglo XIII
| 35
por Soundjata Keita, pero que remite
más al mito que a la historiografía.
Amenaza del radicalismo islámico,
visión revisionista de la democratiza-
ción, ascenso del comunitarismo, al que
se agrega un hosco nacionalismo expre-
sado, desde el 22 de marzo, frente a las
intervenciones diplomáticas extranje-
ras: tales son las alarmantes caracterís-
ticas de una III República de Malí ame-
nazada en sus fundamentos. g
1. El “Frente del Rechazo”, formado desde el 28
de marzo pasado, agrupa a cincuenta partidos
políticos y cien asociaciones de la sociedad civil
que se sublevan contra el Comité Nacional para la
Recuperación de la Democracia y la Restauración
del Estado (CRNDRE) instaurado por los golpistas.
2. Le Nouveau Courrier, Bamako, 22-6-12.
3. “Afrique Presse”, TV5, 26-5-12.
4.Véase, por ejemplo, Laurent Bigot,
“Les défis du Sahel: focus sur la crise
malienne”, seminario del Instituto Francés
de Relaciones (IFRI), París, 22-6-12.
5.Véase Ousmane Sy, Reconstruire l’Afrique,
Editions Charles Léopold Mayer, París, 2009.
6. Véanse Mathieu Guidère, “Bajo el signo de Al-
Qaeda”, Le Monde diplomatique, edición Cono
Sur, noviembre de 2006, y Philippe Leymarie,
“Comment le Sahel est devenu une poudrière”,
Le Monde diplomatique, París, abril de 2012.
7. Pacto Nacional acordado entre el gobierno
de la República de Malí y los movimientos y
frentes unificados de la Azawad que consagran
el estatuto particular del Norte de Malí.
8. Se trata de los imperios de Gao, Malí y Songhaï,
que del siglo IX al XVI, constituyeron vastas zonas
de influencia en el espacio del antiguo Sudán.
*Periodista.
Traducción: Patricia Minarrieta
36 |
La presencia de la cantante de cumbia y santa popular en la
Galería de los Ídolos de la Casa de Gobierno revela, sin perder su
halo, la lógica simbólica con que los políticos argentinos buscan
identificarse con la gente. A dieciséis años de su muerte, la figura
de Gilda no deja de conquistar espacios.
La cantante Gilda, homenajeada en la Casa Rosada
La abanderada de la
bailanta asciende
por Alejandro Margulis*
E
ntre el mármol y el papel foto-
gráfico hay en Casa de Gobier-
no apenas una diferencia de gra-
do. De mármol están hechas las
grandes escalinatas y los bus-
tos de los presidentes ubicados en el hall
de entrada; de papel son las reproduccio-
nes fotográficas de escritores, pensadores,
científicos, mujeres y patriotas, y también
las de los ídolos populares argentinos que,
desde marzo de este año, disponen de pa-
redes propias en la Casa Rosada. A los se-
tenta iniciales se han agregado en estos días
quince más, para subsanar demoras a la ho-
ra de conseguir sus fotos, y flagrantes olvi-
dos. Así como Néstor Kirchner excluyó los
bustos de los gobernantes de facto, Cristi-
na agregó los de los democráticos Héctor J.
Cámpora y Raúl Alfonsín, pero también ini-
ciativa suya fue remodelar “La Casa” –co-
mo la llaman los empleados que trabajan en
ella desde hace décadas– con una serie de
refacciones edilicias y simbólicas.
Las figuras prominentes se distribuye-
ron en las paredes de salas propias y en el
despacho presidencial. Las de la ciencia,
el arte o la literatura en varios salones. Una
serie de pequeñas caricaturas (es decir, sus
originales enmarcados) se colgaron en un
pasillo estrecho que conduce a la Secreta-
ría de la Presidencia; arrancan con algunas
del general Perón en su primera presiden-
cia y terminan con un dibujo a lo Giusep-
pe Arcimboldo en el que los gobernantes
del país conforman un gigantesco número
200, en obvia alusión a los fastos del Bicen-
tenario. A metros de la Sala de Periodistas,
en dos pasillos anchos y muy bien ilumina-
dos del primer piso se ubicaron los ídolos
populares. Un cartel indica que nos encon-
tramos en la “Galería” y, apelando a su gus-
to por la hipérbole, la Presidenta saludó la
inauguración en el mes de marzo con las si-
guientes palabras: “Los verdaderos ídolos
populares tenían que tener lugar en la Ca-
sa Rosada, en la casa de todos, [porque son]
esos que no se reconocen por haber escri-
to un libro o pintado un cuadro, pero sí por
alegrar la vida de los argentinos” (1).
Los que hicieron reír o llorar
La idea surgió en 2008, poco después de in-
augurar el Salón de las Mujeres del Bicen-
tenario. La Presidenta monitoreó los lista-
dos que, a pedido suyo, fueron presentando
historiadores y empleados de las secreta-
rías de Deportes y Cultura de la Presiden-
cia. “Ella dijo: ‘Acá tenemos las mujeres del
Bicentenario, los patriotas, los pensadores;
faltan los ídolos’. ¿Y qué son los ídolos? Ella
lo definió de alguna manera: son aquellos
que en algún momento de la vida nos hicie-
ron reír o llorar”, completó para el Dipló el
secretario general de la Presidencia, Oscar
Parrilli, que actuó como generoso cicero-
ne de este cronista en la Galería. “Si ésta es
la casa del pueblo, tenemos que traer a los
ídolos populares; Cristina quiso que estén
reflejadas acá las personas de la historia de
nuestro pueblo para que cualquier hombre
o mujer del país que camine por estos pasi-
llos se sienta identificado.”
En uno de esos pasillos, frente a las figu-
ras del golfista Roberto De Vicenzo, el có-
mico Fidel Pintos, el tenista Guillermo Vi-
las y el grupo folklórico Los Chalchaleros,
se encuentra la foto clásica, vestida de azul
con una guirnalda de flores en la cabeza, de
Hernán Garbarino
la cantante bailantera Gilda. Junto a ella se
ven las fotos del cuartetero “La Mona” Ji-
ménez y del futbolista Lionel Messi: “GIL-
DA (Miriam Alejandra Bianchi). Cantante
de cumbia. Eligió su nombre en homenaje
al film de Rita Hayworth. ‘No me arrepien-
to de este amor’, entre otros hitos, fueron
versionados al rock, punk y otros géneros
populares. Debido a su trágico final se ha
convertido en una deidad popular”.
Así la jerarquizan en la Casa de Go-
bierno.
Olimpo K
El gusto por la decoración y por el repar-
to de honores simbólicos de Cristina Fer-
nández fue lo que talló este hecho inédito,
Edición 159 | septiembre 2012
que es bueno ubicar dentro del contexto
arquitectónico en que se cristalizó. Ocu-
rre que nunca antes en la historia de la
Casa Rosada hubo tantas refacciones a su
estructura edilicia: se recuperaron patios
interiores que habían sido destinados a
depósito, se descubrieron pinturas origi-
nales que se están restaurando, lo mismo
que la estatuaria completa (en el sótano,
junto al Museo del Bicentenario, se puede
ver la efigie de un Bernardino Rivadavia
con la nariz blanca por el yeso con que se
la han reparado) y además fueron quita-
das tres losas gigantescas que tapaban las
claraboyas de las escalinatas Norte y Sur y
de la ventana que hay a espaldas del Sillón
Presidencial. Colocadas por la llamada
Revolución Libertadora para protegerse
de posibles, previsibles bombardeos des-
pués del derrocamiento de Perón, las pro-
tecciones fueron quitadas recién en 2010
por orden de Cristina.
En el Salón de las Mujeres del Bicen-
tenario conviven imágenes de Eva Perón
con las de sus acérrimas detractoras Vic-
toria Ocampo y Blackie; y el mismo gesto
conciliatorio se observa en la Sala de Es-
critores y Pensadores, donde alternan, en-
tre otros, los retratos de don Arturo Jau-
retche con el de Jorge Luis Borges. No
parece tan salomónico el criterio de in-
clusión de los ídolos populares del pre-
sente, donde figuran, por ejemplo entre
los boxeadores, el elegante Nicolino Loc-
che y el ramplón Oscar Ringo Bonavena,
y no Carlos Monzón, tal vez porque arro-
jó a su mujer desde la ventana. Similar pa-
rece la decisión de haber colocado la foto
de Alberto Olmedo –en su rol del Capitán
Piluso, inefable parodia de las Fuerzas Ar-
madas– excluyendo a su compañero de
dúo cómico Jorge Porcel, que fue radical,
luego socialista y al final un antiperonista
irreductible. No sin sentimentalismo jus-
ticialista, entre los cantantes aparece el in-
térprete de la Marcha Peronista, Hugo del
Carril, y no se encuentra Libertad Lamar-
que, tan famosa en toda América por su
voz como por su declarada enemistad con
Eva Perón (2). “Vamos a ver más adelan-
te…”, dice un sonriente Parrilli, amable pe-
ro taxativo cuando se le pregunta si la in-
corporarán tarde o temprano al Olimpo K.
Recorrer los pasillos de la fama es en-
contrarse dentro de un fascinante juego,
mezcla de test de memoria y de examen
de la iconografía política contemporánea.
¿Será por antikirchneristas que las con-
ductoras Susana Giménez y Mirtha Le-
grand no figuran? ¿Marcelo Tinelli es poco
ídolo a pesar de ser el conductor que agluti-
na el rating del entretenimiento televisivo?
Como quiera que sea, lo cierto es que hoy
ochenta y cinco ídolos ya son reconocidos
por el Estado, que los reivindica en veinti-
cuatro cajas de fibrofácil de diez centíme-
tros de espesor, prolijamente laqueadas
en blanco e iluminadas desde adentro con
lámparas de leds. Juan José Ganduglia, di-
rector del Museo de la Casa Rosada, redon-
dea otra explicación: “En cuanto a los ído-
los, se buscó quiénes eran los que la gente
reconoce, pero es toda gente que está, es-
tuvo o estará en el inconsciente colectivo.
Gilda, a caballo de la cantante y de la Ma-
dre María, tiene su santuario. Esto fue par-
te de lo que la Presidenta digitó en todos los
ámbitos. Fue su ocurrencia, lo mismo que
arreglar toda la Casa de Gobierno”.
Culto, adoración y ofrenda
Santidad y religiosidad popular se unen
en el culto a Gilda de las clases populares,
y por detrás se atisba la fuerte vocación ca-
tólica de los argentinos; al adherir a su gus-
to los políticos aspiran a rozar el sentido
trascendente y místico de la vida que ella
encarna. Culto, adoración y ofrenda, tales
son los elementos inasibles que la idolatría

siempre convoca y que la política persigue.
Pero resulta que Gilda además es mujer, y
así se torna en símbolo poderoso y positivo,
encarnación de una femineidad que no se
reduce a la abnegación propia de las santi-
dades más tradicionales (3).
“A Gilda la quiso poner ella”, dice Pa-
rrilli refiriéndose a Cristina, y sus dichos
son refrendados por Claudio Milano, pre-
sidente del fan club “No me arrepiento de
este amor” y militante del Partido Justi-
cialista. “Al año de asumir Néstor, un 25
de Mayo, yo estaba con la bandera de Gil-
da y, después de la misa de la Catedral,
Cristina se acercó y tocó la bandera con la
mano. Me contó que le gustaba Gilda. No
me dijo por qué. Me dijo que le gustaba,
que escucha sus canciones. Después, en
muchos actos me lo volvió a decir cuan-
do le regalé pósters y estampitas de Gilda.
Y hace tres años me llamó su secretaria
y me pasó con ella, que respondió a una
carta que le habíamos dejado.”
En mayo de 2007, durante uno de los ac-
tos proselitistas que el entonces presidente
Néstor Kirchner encabezaba en Villa Lu-
gano, los fans de la cantante hicieron pan-
cartas con la cara de Cristina. Debajo de ca-
da retrato impreso escribieron “La banda
de Gilda” (4), identificándola con la santa
de la cumbia argentina. “Cuando lo vio le
gustó, se reía. A Boudou también le gusta
Gilda, pero lo nuestro más que nada es con
Cristina. Y Scioli es primo de Gilda, y por
eso puso la frase ‘No me arrepiento de este
amor’ en su última propaganda electoral.
Cuando voy a un acto hablo con Cristina y
le pido lo que necesito. Y nunca hay proble-
mas. Lo que pasa es que tenemos que ha-
blar rápido, aunque una vez estuvimos ha-
blando media hora. Me contó que cuando
Néstor estaba enfermo también le gustaba
que ella le diera a escuchar cosas de Gilda…
Capaz que me lo contó de onda, es algo que
nadie lo sabe…”, revela Milano. “El año pa-
sado el Gobierno dispuso dos micros para
que la gente viajara gratis al santuario, y así
en 2011 fuimos noventa personas. Y ahora
esto en la Galería en Casa de Gobierno, está
todo muy hermoso.”
Venidos de una concepción en la que
precisamente lo popular busca ser identi-
ficado con la totalidad, la adhesión al culto
de Gilda por parte del poder central viene
a dar cuerpo a uno de los dogmas del acer-
vo peronista, ése que afirma, en boca de
Juan Perón, que “la cultura o es popular
o no es cultura”. ¿Se trata hoy de una con-
cepción abarcadora o sencillamente po-
pulista? “No somos elitistas. Populismo es
populacho, algo despectivo. Quieren de-
nigrar, quieren ofender, la verdad que no
nos ofenden. Eso no quiere decir que no
nos gusten las cosas de calidad, de buen
gusto”, dice Parrilli. Y agrega: “Somos tan
populistas que creamos el Ministerio de
Ciencia y Tecnología y repatriamos casi
novecientos científicos; somos tan popu-
listas que el 6% del Producto Interno Bru-
to va a Educación y los que nos critican lo
dedicaban a la deuda externa y mandaban
a los científicos a lavar los platos, y demo-
lieron la mansión Álzaga Unzué porque
como ahí estuvo Eva Perón la gente le iba a
poner velas; somos tan populistas que pu-
simos el retrato de Victoria Ocampo en la
Casa Rosada”.
Cintura macrista
La cantante ha generado una fascinación
a primera vista similar en el otro extremo
del arco político argentino. O al menos al-
go así podría inferirse de las veces en que
el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires, Mauricio Macri, bailó uno de sus te-
mas en momentos de traspiés o de feste-
jos electorales (5) y así, al ritmo de “No me
arrepiento de este amor”, se atrevió a con-
tonearse ante las cámaras. Pocas semanas
antes la Juventud Sindical del peronismo
bonaerense entonaba una variación de la
misma canción dedicándosela a Juan Pe-
rón: “Por esoo hooy estaa de fiesta / con
sus boombo y sus bandeeeeras / esta baan-
da que recuerdaa / a Juaan Peroon.” “Yo
lo veo a veces a Macri. La pusieron por po-
ner, pero nada más”, descree Milano. “No
son muy bailanteros ellos”. Y Parrilli aco-
ta: “Puede haber puntos en común. No es
malo ser de derecha, lo que es malo es que
no respeten la vida y la democracia…”.
Desde el riñón de Macri reconocen que
la elección de Gilda fue obra del azar. “No
se puso ex profeso sino junto a otras can-
ciones, como ‘Arde la ciudad’, de La Man-
cha de Rolando, donde toca Boudou, o un
tema de Fito Páez, que después dijo que le
daban asco los que nos votaron”, confiaba
a el Dipló una fuente cercana al jefe porte-
ño. “Pero no lo hicimos con ánimo de re-
vancha. Era para mostrar a Mauricio más
cerca de la gente, al igual que poner el es-
cenario en medio del salón.”
“Gilda es madre, es pareja, pero es, ade-
más de ‘fuerte’, un ser con iniciativa pro-
pia que genera y se hace cargo de apuestas
que le salen del corazón”, señala el sociólo-
go Pablo Semán. “Aun para comunicar un
dolor o una melancolía Gilda proponía una
estética atractiva y entusiasmante. Por otro
lado la espiritualidad a la que convoca Gil-
da no cae en los lugares comunes de la Igle-
sia Católica, pero al mismo tiempo no niega
| 37
ninguna de las dimensiones valoradas por
el cristianismo. Su trayectoria se articula
desde el espectáculo, desde la  capacidad
de emocionar, y es entendida como una
convocatoria que apela más que a ‘la espi-
ritualidad pura y abstracta’, a la emociona-
lidad y los ejemplos para guiarla. Ponerse
bajo el influjo de ese símbolo es presentar-
se como alguien capaz de animársele y de
animársele con ganas a la adversidad”.
Más transversal que cualquier siste-
ma de división partidaria o social, símbo-
lo que se proyecta más allá de los condicio-
namientos a los que suelen estar sujetos los
políticos, casi siempre atrapados, como di-
ce el sociólogo Semán, “en su nicho especí-
fico”, ponerse bajo el influjo de Gilda “no
sólo comunica un motivo que promueve
adhesión sino que proyecta eso al políti-
co que quiere acceder a espacios donde no
puede hacerlo con su imagen”. Así se apro-
pia el Estado del halo de un ídolo como Gil-
da, que atraviesa, indestructible, las divi-
siones políticas y sociales. g
1. “La Casa Rosada tendrá su rincón de ‘ídolos’”, www.
lanacion.com, 6-3-12, y www.ambito.com, 8-3-12.
2. Julio Nudler, “El largo adiós a la trabajadora
del tango”, Página/12, 18-8-10.
3. Pablo Semán, Cumbia. Nación, etnia y género en
Latinoamérica, Editorial Gorla, Buenos Aires, 2011.
4. “Club de Fans adora a Cristina
como a Gilda”, Perfil, 19-5-07.
5. “Globos y música de Gilda para disimular una decisión
difícil”, www.clarin.com, 8-5-11, y “Mauricio Macri
celebró el primer lugar”, Página/12, 11-7-11, www.youtube.
com/watch?v=VxR4U_Bz9sI&feature=related
*Escritor y periodista, dirige la editorial y agencia literaria
www.ayeshalibros.com.ar Es autor de la biografía Gilda.
La abanderada de la bailanta, de inminente aparición con
el sello Planeta.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
38 | Edición 159 | septiembre 2012

Gustavo Cimadoro (www.muycima.blogspot.com.ar)

Una epidemia silenciosa recorre el mundo: la obesidad. Y aunque EE.UU. es el más

afectado, sus víctimas pertenecen no sólo a los países ricos. La pésima calidad de la
alimentación, en la que reinan el fast food y los productos industriales, y la vida sedentaria
son las causas principales de este alarmante problema sanitario.

La obesidad, mal global y grave problema social

La explosión de los gordos

por Benoît Bréville*

C
uando dejó su empleo como
soldador para fundar, en 1985,
la empresa Goliath Casket,
Forrest Davis seguramente
no imaginaba tener semejan-
te éxito. En un Estados Unidos que tenía
menos del 15% de obesos, el mercado del
“ataúd gigante” apenas daba sus primeros
pasos. Desde entonces, el país ha aumen-
tado considerablemente de talle. Mientras
que la pequeña empresa familiar del este
de Indiana vendía un solo ejemplar de su
modelo “triple ancho” por año a fines de
los años 1980, hoy vende cinco... por mes,
en diferentes colores, o en una versión “de
lujo” con empuñaduras doradas y mullidos
almohadones. Con más de un tercio de los
adultos con sobrepeso y otro tercio de obe-
sos (1), Estados Unidos figura hoy entre los
países más gordos del planeta.
Y el mercado se ha puesto en sintonía
con esta nueva morfología. Entre las em-
presas que se adaptan al fenómeno propo-
niendo productos especialmente destina-
dos a las personas corpulentas –butacas
más grandes para los estadios y los teatros,
camillas con estructura reforzada, colcho-
nes “king size”, sitios de encuentros para
solteros rellenitos, etc.– y las que preten-
den aportar soluciones para encauzarlo
–píldoras para adelgazar, campamentos
para bajar de peso con una disciplina mili-
tar (fat camp), cirugías por 10.000 dólares,
etc.–, las ganancias generadas se estiman
en cientos de miles de millones de dólares.
Los libros dedicados a la obesidad, desde
las recetas milagrosas hasta los análisis
del fenómeno, se venden tan bien que The
New York Times les dedica una sección
aparte dentro de su clasificación de las
mejores ventas. Sin embargo, las causas
del aumento de peso generalizado en Es-
tados Unidos son muy conocidas: el modo
de vida de los estadounidenses que, desde
hace treinta años, consumen cada vez más
calorías y queman menos.
Fundado en el culto al consumo y el
progreso técnico, el “American way of li-
fe” favorece la inactividad física. Ascen-
sores, escaleras mecánicas, controles re-
motos, riegos automáticos, aspiradoras,
lavasecarropas, abrelatas y cuchillos eléc-
tricos: “Todos estos inventos han reduci-
do la cantidad de calorías que quemamos
sin pensarlo –explican Eric A. Finkelstein
y Laurie Zuckerman–. Al arrojar nuestra
ropa dentro de una máquina en vez de la-
varla a mano, ahorramos, por ejemplo, 45
calorías” (2). ¿Un mal por un bien? Libe-
rados de ciertas tareas domésticas, los es-
tadounidenses habrían podido dedicarse
a actividades recreativas que permitie-
ran quemar calorías. Pero la gente pasa
el tiempo ganado estas últimas décadas,
esencialmente, sentada frente a una pan-
talla o detrás de un volante.
La vida en el auto
El modelo urbano dominante incita a un
uso cada vez más intensivo del auto. En
los años posteriores a la Segunda Guerra
Mundial, en respuesta al aumento de los
precios de las viviendas en el centro de las
ciudades, los habitantes se desplazaron
masivamente hacia la periferia. Entonces
se desarrollaron suburbios tentaculares,
interminables hileras de casas y una ver-
dadera pesadilla para los peatones, con
sus veredas escasas (y a veces inexisten-
tes), sus pasos de peatones mal señaliza-
dos y sus paisajes monótonos. Ante la fal-
ta de una red de transporte público digna
de ese nombre –salvo en las grandes ciu-
dades–, las distancias cada vez más largas
han vuelto necesario el auto para la ma-
yoría de los desplazamientos cotidianos.
Desde la década de 1960, el número de
personas obligadas a salir de su condado
de residencia para ir al trabajo se ha mul-
tiplicado por tres y la cantidad de millas
recorridas anualmente en auto, por tres y
medio (3). Un estadounidense pasa más
de diez horas por semana en su automó-
vil. Un tiempo totalmente inmóvil que fa-
vorece el aumento de peso: según un estu-
dio realizado en la región de Atlanta, cada
hora extra que se pasa por día detrás de un
volante aumenta un 6% las probabilidades
de padecer obesidad, cuando cada media
milla recorrida a pie reduce esa probabi-
lidad alrededor de un 5% (4). Por lo tanto,
no es sorprendente que las personas que
viven en los veinticinco condados de Es-
tados Unidos donde la urbanización está
más extendida pesen 2,7 kilos más que las
de los veinticinco condados donde la urba-
nización es más densa (5).
Pero en la disminución de la activi-
dad física, el tiempo que se pasa en el auto
cuenta poco frente a las 40 horas semana-
les pasadas frente a una pantalla (televi-
sión, computadora, videojuegos, etc.) (6).
Encendida de la mañana hasta la noche,
la pantalla se ha convertido en el elemen-
to central de muchos hogares, a tal punto
que el hogar estadounidense medio cuen-
ta con más televisores que individuos (2,9
contra 2,57)... Ahora bien, la pantalla chi-
ca crea un nexo entre el hecho de moverse
menos y comer más. Este entretenimiento
totalmente sedentario incita a sus adeptos
a picotear, con su flujo incesante de publi-
cidades, y orienta los hábitos alimenticios
de los telespectadores hacia el sobrecon-
sumo, en particular los de los más jóve-
nes. Esta observación, admitida de forma
unánime, acarrea otra que contradice la
especificidad teórica del mercado de la
alimentación: es posible hacer que un in-
dividuo coma más de lo que su cuerpo le
pide. Esta afirmación está lejos de ser una
evidencia. En efecto, si una persona puede
comprar una camisa de moda o un celular
ultramoderno que realmente no necesita,
¿por qué absorbería voluntariamente más
calorías de las que su organismo necesita, a
riesgo de poner en riesgo su salud? El me-
tabolismo humano debería, entonces, ha-
cer de la alimentación un mercado de lento
crecimiento, ajustado al crecimiento de la
población. Y sin embargo, en 1970, un es-
tadounidense consumía 2.200 calorías por
día –es decir, la cantidad recomendada–;
cuarenta años después, ingería 2.700. Para
incrementar sus ganancias, las industrias
agroalimentarias supieron romper esa li-
mitación demográfica natural. Inundaron
los comercios de productos nuevos a fin

de suscitar en el consumidor un constan-
te deseo de descubrimiento. Entre 1990 y
fines de la década del 2000, aparecieron en
las góndolas de los supermercados más de
116.000 productos nuevos.
La astucia de la variedad
Alcanza con ingresar a la sección “Bebi-
das” de un almacén estadounidense pa-
ra ver el ingenio de los arquitectos de es-
ta “diversificación de la oferta”: bebidas
energizantes de colores brillantes, con sa-
bor a uva o frambuesa, vendidas en packs
de seis, en un saché refrigerante o en una
lata con la efigie de Bob Marley (el Mar-
ley Mellow Mood); gaseosas con sabores
de lo más variados y distintas variantes de
la Coca-Cola, sin azúcar, descafeinada, de
cereza, con limón (verde o amarillo), con
vainilla; jugos cuasi translúcidos, con o sin
pulpa, orgánicos o con “extractos de fru-
ta”. Esta estrategia ha demostrado una efi-
cacia aberrante: un estadounidense toma
178 litros de gaseosas con azúcar por año,
contra 85 litros en 1970 y 135 en 1980.
Para encontrar cada vez más compra-
dores para sus productos, las empresas
también han generado nuevos clientes.
Los pobres, que vieron aumentar su po-
der adquisitivo durante el crecimiento
económico de las décadas de la posgue-
rra, se convirtieron en un blanco ideal.
Durante mucho tiempo, en Estados Uni-
dos los productos frescos eran caros y a
las clases populares se les hacía muy di-
fícil alimentarse correctamente. Luego,
la mecanización de la agricultura y la
producción industrial volvieron abun-
dante la comida. Su precio relativo em-
pezó a bajar, pero no a la misma veloci-
dad para todos los productos.
Gracias a la creciente sofisticación
de los procedimientos de embalaje, de
conservación y de distribución, los pro-
ductos transformados, particularmen-
te calóricos, cuestan menos que los ví-
veres frescos, que tienen importantes
aportes nutritivos (en minerales, vita-
minas, etc.). En otras palabras, un dó-
lar de chips llena más el estómago que
Estados Unidos
figura hoy entre
los países más
gordos del planeta:
un tercio de
los adultos son
obesos.
un dólar de zanahorias. Si todos los es-
tadounidenses respetasen los “consejos
nutricionales” prescritos por el gobier-
no –consumir más potasio, vitamina D,
calcio, y menos grasas saturadas, azú-
cares agregados y sal, particularmen-
te presentes en los alimentos procesa-
dos–, cada uno de ellos debería gastar
unos 400 dólares más por año (7). La
política salarial estadounidense hace
engordar a los pobres. Más cuidadosos
a la hora de gastar, estos consumen más
productos hipercalóricos y poco nutri-
tivos y son, lógicamente, las principa-
les víctimas de la obesidad. Según The
Wall Street Journal (7 de julio de 2011)
más de un tercio de los adultos que viven
con menos de 15.000 dólares por año es
obeso, contra un 24,6% de los que ganan
más de 50.000 dólares. Por lo tanto, es
en los estados más desfavorecidos, que
presentan altas proporciones de mino-
rías latinas y afroamericanas (Alabama,
Tennessee, Texas, Kentucky, Luisiana,
etc.), donde se halla el mayor porcenta-
je de individuos con sobrepeso u obesos.
La reducción de los costos de produc-
ción no sólo invirtió la relación secular de
los pobres con la alimentación (de la ca-
rencia al sobreconsumo), sino que tam-
bién trastornó la situación económica del
mercado. Hoy en día, el alimento en sí mis-
mo constituye una parte tan baja del pre-
cio de venta de un producto –con respecto
al embalaje, la promoción, el diseño, etc.–
que se ha vuelto especialmente rentable
vender grandes cantidades dentro de un
mismo envase. En Wal-Mart, por ejemplo,
un pack de 321 gramos de barras de choco-
late con maní y caramelo cuesta 3,58 dóla-
res, contra 8,98 dólares el de 1.100 gramos.
Menos de tres veces más caro y en cambio
casi cuatro veces más grande: para aprove-
char el buen negocio, muchos clientes, en
particular los más modestos, optarán por
el segundo formato. Y la lógica se repite en
casi todos los productos: comprar la leche
por galón [1 galón es igual a 3,785 litros] en
vez de por litro, los chips en paquete fami-
liar o el queso cheddar envasado al vacío
en una horma de medio kilo siempre es
más conveniente.
Comer como cerdos
Una buena noticia, podríamos pensar: la
lógica económica se aúna con los impe-
rativos ecológicos. Salvo que “existe algo
| 39
en nuestra psicología que nos hace comer
más cuando tenemos más comida enfren-
te” (8), explica la nutricionista Marion
Nestle. Hay pruebas que apoyan esto: Bar-
bara Rolls, profesora en la Universidad de
Pensilvania, reunió a un grupo de jóvenes
esbeltos, habitualmente muy cuidadosos
de su figura. Les sirvió todos los días racio-
nes de macarrones con queso de distintos
tamaños y luego midió su consumo diario:
si les presentaba un plato de 450 gramos,
comían 280; pero si el plato tenía 700 gra-
mos, ingerían 425. Es decir, un 50% más
que la cantidad que los había satisfecho el
día anterior. La experiencia se verifica en
el cine, cuando se puede elegir entre un
balde y un vaso de pochoclo, o en una ofici-
na, cuando hay galletas expuestas perma-
nentemente a la vista de los empleados.
Grandes conocedoras de este aspec-
to de la psicología humana, las cadenas
de fast food desarrollaron la estrategia
del “supersize”: por unos pocos dóla-
res más (lo suficientemente pocos para
que parezca una ganga), el cliente puede
“agrandar” su menú, obtener una bebi-
da más grande, una hamburguesa suple-
mentaria o una porción doble de papas
fritas. Para satisfacer las nuevas expec-
tativas de los consumidores, todos los
restaurantes tuvieron que alinearse con
respecto a las cantidades propuestas en
los restaurantes de comida rápida y las
porciones “estándar” aumentaron. Hace
cuarenta años, el único formato de bebi-
da que vendía McDonald’s contenía 20
centilitros; hoy, el vaso más chico tiene
35 centilitros y el más grande, casi un li-
tro. La única hamburguesa que se vendía
en aquel entonces hoy se sirve a los ni-
ños, y los adultos la consumen como d
40 |
d un snack. En un país que tiene cinco
veces más fast foods que supermercados,
esta evolución claramente influye en la
propagación de la obesidad.
Sobre todo porque la publicidad siem-
pre está ahí para recordar a los consumi-
dores –en particular a los niños– la alegría
de comer productos calóricos. Como los
pobres, los jóvenes estadounidenses cons-
tituyen un mercado relativamente recien-
te. Durante mucho tiempo, los gastos ali-
menticios fueron responsabilidad exclu-
siva de los padres. El aumento del poder
adquisitivo de la mayoría y la mutación de
la mirada que se tiene sobre los deseos de
los niños han convertido a estos últimos
en consumidores de pleno derecho. El pa-
pá del marketing para niños, James Mc-
Neal, ex profesor en la Texas A&M Uni-
versity, estimaba en The New York Times
(20 de abril de 2011) que estos influencian
cada año más del 8% de las compras de su
entorno en alimentos y bebidas, es decir,
100.000 millones de dólares.
Por eso son tan particularmente cor-
tejados por la publicidad. Se estima que
un niño estadounidense está expuesto,
en promedio, a 25.000 spots publicita-
rios televisivos cada año, más de 5.000 de
los cuales están dedicados a la alimenta-
ción. (9). Especialmente calibrados para
agradar al público joven, estos suelen re-
currir a personajes familiares para crear
un vínculo afectivo con el producto (10).
Así, Bob Esponja publicita los macarro-
nes con queso de Kraft, las cremas hela-
das de Breyers, las barras de chocolate de
Hershey’s, etc. Ni siquiera los “teletub-
bies” –esos gnomos de colores que son
las estrellas de un programa para niños
de menos de tres años– se salvaron de ser
usados por los genios de la publicidad.
Pero, desde hace unos años, estas téc-
nicas de promoción han sido denunciadas
por las asociaciones de consumidores, y
las multinacionales de la industria agroa-
limentaria han empezado a recurrir, poco
a poco, a los nuevos medios de comunica-
ción. Desde las aplicaciones para teléfo-
nos inteligentes a los videojuegos en línea,
pasando por los cuestionarios electróni-
cos, estas empresas han descubierto, con
internet y la telefonía móvil, un continen-
te totalmente inexplorado y muy difícil de
regular: ninguna ley puede prohibirle a
un niño que se haga “amigo” en Facebook
de Ronald McDonald, que pase horas en
www.honeydefender.com “liberando” la
miel de los cereales de los Cheerios o en
www.mcworld.com dibujando al omni-
presente Bob Esponja.
Reacciones tardías
Los poderes públicos se mostraron pa-
sivos durante mucho tiempo frente a
las agresivas prácticas de la industria
agroalimentaria. El mercado de la “co-
mida chatarra” (junk food) representa
sumas faraónicas –en 2011, según las ci-
fras del Financial Times (9-10 de junio de
2012), la venta mundial de pizzas y co-
midas rápidas se elevaba a 706.000 mi-
llones de dólares– y las grandes marcas
pueden dedicar sumas desmesuradas a
la defensa de sus intereses. Sin embar-
go, el tornillo se va cerrando lentamen-
te. La obesidad ha cobrado tales propor-
ciones que los problemas vinculados con
ella (depresión, discriminación, riesgos
sanitarios, pérdida de la productividad,
etc.) preocupan al conjunto de la socie-
dad. Con aproximadamente 200.000
muertos por año, lo cual la coloca de-
trás del tabaco (más de 400.000 muer-
tos), pero muy por delante del alcohol
y los accidentes de tránsito, la obesidad
se ha convertido en la segunda causa de
“muertes evitables”. El tratamiento de
las enfermedades asociadas a ella (dia-
betes tipo 2, enfermedades cardiovas-
culares, hipertensión, tensión arterial,
embolia pulmonar, colesterol, cánceres,
etc.) provoca un costo anual superior a
los 147.000 millones de dólares (es decir,
alrededor de un 10% del total de los gas-
tos médicos), de los cuales 61.800 millo-
nes están directamente cubiertos por los
programas Medicare y Medicaid (11).
Desde hace algunos años, el gobierno
federal multiplica los dispositivos: inci-
tación a la actividad física juvenil, crea-
ción de una etiqueta que garantiza los
La gente pasa
el tiempo
ganado estas
últimas décadas,
esencialmente,
sentada frente a
una pantalla.
aportes nutritivos de un producto, pro-
hibición de las máquinas expendedoras
de gaseosas en las escuelas, etc. A esca-
la local, los estados y las municipalida-
des también están adoptando legislacio-
nes cada vez más restrictivas. Siguiendo
el ejemplo de California, Maine u Ore-
gón, Nueva Jersey obliga desde 2010 a
los fast foods a indicar la cantidad de ca-
lorías contenidas en sus productos. En
mayo de 2012, la ciudad de Nueva York
prohibió la venta de bebidas con azúcar
“supersized” en los restaurantes, los ci-
nes y los estadios. En su informe anual
de 2010, la Coca-Cola Company ponía la
adopción de una legislación más restric-
tiva entre los “treinta factores” que po-
drían alterar sus futuros beneficios, en
el mismo plano que la escasez de agua,
la crisis del crédito mundial o el cam-
bio climático. Para cubrirse el trasero,
las multinacionales se están orientando,
entonces, hacia nuevos mercados, me-
nos saturados que Estados Unidos y, so-
bre todo, menos controlados.
Antes exclusividad de los países occi-
dentales y los Estados del Golfo arábigo,
hoy la obesidad se ha extendido a todo
el planeta. Todos los países emergentes
se ven afectados por ella, como si el pe-
so de los individuos fuese directamen-
te proporcional al crecimiento del Pro-
ducto Interno Bruto (PIB). Con un 30%
de adultos obesos, México es un ejem-
plo de mal alumno, adelante de Sudáfri-
ca (18,1%) y Brasil (13,9%). Hasta India y
China se están viendo afectadas. Urbani-
zación, mecanización, industrialización
de la producción alimenticia, emergen-
cia de la gran distribución: el desarro-
llo económico engendró una profunda
mutación de los modos de vida y una ali-
neación progresiva con el régimen es-
tadounidense. En India, por ejemplo, el
porcentaje de la población urbana pasó
del 23% a más del 31% en menos de trein-
ta años: hoy, decenas de millones de indi-
viduos, que antes vivían en el campo con
empleos basados en la fuerza física y que
se alimentaban, mal que bien, de produc-
tos locales, están accediendo poco a po-
co al consumo de masas. El automóvil,
la televisión y el lavarropas favorecen el
sedentarismo. Los supermercados y su
desfile de productos procesados, empa-
quetados, congelados y, muy a menudo,
importados, invaden las grandes ciuda-
des y se estima que el volumen de nego-
cios de la gran distribución aumenta más
de 27.000 millones de dólares por año. En
América Latina, por ejemplo, la mayoría
de las compras alimenticias realizadas
en los supermercados pasó del 15% en
1990 al 60% en 2000 (12).
El mal se extiende
Las cadenas de fast food siguieron el
movimiento y hoy aplican en los paí-
ses emergentes la receta ya probada en
Estados Unidos y Europa. Simplemen-
te tuvieron que adaptarla al gusto local.
Es el caso de India, por ejemplo: en las
publicidades, estrellas de Bollywood y
jugadores de cricket reemplazan a los
actores de Hollywood y los basquetbo-
listas; el famoso Big Mac, poco adapta-
do a un país que tiene un 80% de hin-
dúes, cedió su lugar al Chicken Majara-
ja, y en Domino’s Pizza, el peperoni y la
carne picada desaparecieron en benefi-
cio de la páprika y la carne de cabra. Las
cadenas nacionales (Moti Mahal, Nahus
Sweets, Sagar Ratna, etc.) les disputan
a los mastodontes estadounidenses la
mina de oro del mercado de la comida
rápida, que viene creciendo entre un
25 y un 30% por año (13). En 2011, Yum
Brands –que posee entre otros a Ken-
tucky Fried Chicken, Taco Bell y Pizza
Hut– anunciaba su intención de abrir
mil nuevas sucursales en India antes
de 2015. Una bagatela comparado con
el plan de inversión previsto para Chi-
na: la casa madre del famoso vendedor
de pollo frito prevé inaugurar ahí veinte
mil locales en los próximos años.
En estos dos países, la obesidad, aun-
que limitada, está en constante aumen-
to y el sobrepeso ya ha alcanzado nive-
les significativos. Así, sólo afectaría al
15% de los adultos indios –las mujeres
se ven más afectadas– con picos de más
del 30% o el 40% en algunas ciudades
(Chennai [ex Madras], Jaipur, Delhi,
Bombay, Calcuta, etc.) (14). En China,
donde las carísimas clínicas privadas ya
imitan los fat camps estadounidenses, el
31% de los adultos presenta un sobrepe-
so significativo, y el 12% de ellos son con-
siderados obesos (15). Mientras cada año
entre 6 y 10 millones de chinos cruzan el
umbral de la obesidad, aún no existe un
verdadero programa público de preven-
ción. Chen Chumming, asesor de nutri-
ción del Ministerio de Salud, confiesa su
impotencia: “Si le pides a la gente que no
coma hamburguesas u otros alimentos
calóricos, te responden: ‘Ahora tengo di-
nero, puedo comer lo que quiero’” (16).
Las diferencias espectaculares de ri-
queza y la brecha entre la población ru-
ral y la población urbana confrontan a
algunos países, en particular a los más
pobres, al “doble fardo” de la nutrición.
En los campos, la comida es poca y cara
y muchos campesinos están subalimen-
tados; en las ciudades, donde los alimen-
tos industriales se encuentran en abun-
dancia, las nuevas clases medias, ávidas
de salidas, entretenimientos y consumo,
adoptan una dieta hipercalórica. En Ní-
ger, el 30% de los habitantes de las ciu-
dades exceden el peso recomendado,
cuando el 20% de la población rural está
mal alimentada. En Namibia, estas cifras
se elevan al 40 y el 18%; en India, al 25
y el 50%. Desbaratada en la mayoría de
los países occidentales, la lógica se res-
peta en los países emergentes; los más
ricos suelen ser demasiado gordos y los
pobres demasiado flacos. En Chennai, la
gordura casi se ha vuelto un signo de éxi-
to social. Un fast food de esta ciudad india
promovió, durante un tiempo, uno de sus
productos interpelando al pasante: “¿Es
demasiado gordo” ¡Felicitaciones!”. En
algunos pueblos africanos, donde el sida
–que tiene la reputación de ser una “en-
fermedad de flacos”– golpea casi a una
Edición 159 | septiembre 2012
persona de dos, el sobrepeso incluso se
valora como una muestra de la buena sa-
lud física del individuo.
La obesidad y la malnutrición no sólo
separan la ciudad del campo y a los opu-
lentos de los necesitados: también pue-
den convivir dentro de un mismo grupo
social, incluso de un mismo espacio geo-
gráfico o de un mismo hogar. Entre los
refugiados palestinos del Líbano o los
campesinos de Perú, en las favelas brasi-
leñas o en algunos barrios de las grandes
ciudades de Mali y Senegal. Esta coexis-
tencia se explica por las diferencias ge-
neracionales y las rupturas del régimen
alimentario. Una persona mal alimen-
tada durante su tierna infancia ve cam-
biar su metabolismo de forma definitiva
y desarrolla una tendencia a almacenar
las grasas. Si, a la edad adulta, adopta un
régimen más calórico, pero también po-
bre en micronutrientes, hierro y vitami-
nas, aumentará rápidamente de peso.
Sus hijos, por su parte, podrían sufrir,
en cambio, deficiencias nutritivas, ser
demasiado bajos o anémicos. Así pues,
en Egipto, el 12% de los niños raquíticos
tiene una madre obesa (17).
A escala mundial, la cantidad de perso-
nas con sobrepeso (alrededor de 1.500 mi-
llones, 500 de los cuales son obesos) hoy
excede a la de las personas mal alimenta-
das (alrededor de mil millones) (18). Mien-
tras que Europa y Estados Unidos prepa-
ran una respuesta, muchos países tardan
en reaccionar. Pero en su famosa lista de
los treinta males, Coca-Cola ya muestra su
preocupación: “La obesidad y otros pro-
blemas médicos podrían reducir la deman-
da de algunos de nuestros productos”. g
1. Según la definición de la Organización Mundial
de la Salud, un individuo tiene sobrepeso si su
índice de masa corporal (IMC), es decir, su peso
dividido por el cuadrado de su altura, es inferior
o igual a 25, y es obeso si su IMC supera los 30.
2. Eric A. Finkelstein, Laurie Zuckerman, The
Fattening of America. How the Economy Makes Us
Fat, If It Matters, and What to Do About It, John
Wiley & Sons, Hoboken (Nueva Jersey), 2008.
3. Amanda Spake, “Building Illness”, U.S.
News & World Report, 20 -6-05.
4. Lawrence D. Frank, Martin A. Andersen, Thomas
L. Schmid, “Obesity relationships with community
design, physical activity ant time spent in car”,
American Journal of Preventive Medicine, 2004.
5. Reid Ewing et al., “Relationship between urban sprawl
and physical activity, obesity and morbity “, American
Journal of Health Promotion, septiembre de 2003.
6. State of the Media : Consumer Usage Report
2011, Nielsen Media Research, 2012.
7. Marion Nestle, “Does it really cost more to buy
healthy food ?”, www.foodpolitics.com, 5 -7-11.
8. Citada en Amanda Spake, “A fat nation”,
U.S. News & World Report, 19-7-02.
9. Children’s Exposure to TV Advertising in 1977
and 2004, Federal Trade Commission, 1-6-07.
10. Paul Moreira, “Les enfants malades de la publicité”,
Le Monde diplomatique, París, septiembre de 1995.
11. “F as in Fat : How obesity Threatens America’s
Future 2010”, Trust for America’s Health/Robert
Wood Johnson Foundation, junio de 2010.
12. Barry Popkind, The World is Fat. The Fads,
Trends, Policies and Products That are Fattening
the Human Race, Avery, Nueva York, 2009.
13. Jason Overdorf, “India, the next Fast Food Nation?”,
Global Public Square, CNN.com Blogs, 25 -10-11.
14. Sanjay Kalra, AG Unnikrishnan, “Obesity in
India : The weight of the nation”, Journal of Medical
Nutrition & Nutraceuticals, Vol. I, N° 1, 2012.
15. “30 percent of Chinese adults overweighted”,
People’s Daily Online, 22 -3-12.
16. Citado en Calum Mc Leod, “China wrestless
with growing obesity”, USA Today, 20 -12-08.
17. “Arab diets: feast and famine”, The Economist, 3 -3-12.
18. Boyd A. Swinburn et al., “The global
obesity pandemic: shaped global drivers and local
environments”, The Lancet, Vol. 378, N° 9.793, 27 -8-11.
*De la redacción de Le Monde diplomatique, París.
Traducción: Julia Bucci

Tropas del ejército chileno disparan sobre el Palacio de La Moneda, 11-9-1973 (AFP/Dachary)
Cuando parecía que nada podía agregarse a
la bibliografía sobre el gobierno de Salvador
Allende, un texto demoledor y cautivante
ilumina las razones que lo hicieron fracasar.
El “toque” brasileño del golpe a Allende
Una historia del
presente
por Adolfo Coronato*
F
órmula para el caos. La caída
de Salvador Allende (1970-
1973) (1), es una escrupulosa
y monumental investigación
del eminente historiador y
catedrático brasileño Luiz Alberto Mo-
niz Bandeira sobre este episodio sinies-
tro del Occidente contemporáneo, a la
vez ejemplo emblemático de la injeren-
cia estadounidense en los países de su
“patio trasero”.
En esta obra, el autor sostiene que el
socialismo en Chile era imposible, y en-
tre sus razones destaca: a) la real mag-
nitud de la conspiración montada por
Estados Unidos y su Central Intelli-
gence Agency (CIA), que ponía en vi-
gor los parámetros de la Guerra Fría en
América Latina, tendiente a impedir ese
“ejemplo” y, de hecho, un eje con Cuba y
la Unión Soviética, situación no debida-
mente denunciada y contrarrestada por
el gobierno de Allende; b) que no había
en Chile condiciones objetivas, mate-
riales, internas o externas, para ninguna
experiencia de estatización de la econo-
mía, completa o parcial, como existieron
en la Unión Soviética y en Cuba, por lo
que la tentativa de implantar el socia-
lismo, ya sea por la vía pacífica, como
querían Allende, el Partido Comunista
(PC) y buena parte del Partido Socialista
(PS), o por la vía armada, instigada por el
Movimiento de Iz-
quierda Revolucio-
naria (MIR), un ala
del PS y otros gru-
pos radicales, estaba
condenada al fraca-
so; c) la falta de ma-
yoría parlamentaria
para la envergadura
de los cambios pre-
vistos, amén de disensos irreconciliables
dentro de la Unidad Popular y la ausen-
cia de políticas para las clases medias y la
oficialidad militar.
Residente en Alemania, hoy con 77
años, profundamente marcado por la
dictadura que derrocó a João Goulart en
1964, varias veces prisionero y exiliado
con vida clandestina, Moniz es autor de
más de una veintena de libros sobre Cu-
ba, Brasil, sus vínculos con Estados Uni-
dos, Argentina y otros países vecinos;
también del extraordinario La formación
del imperio americano. De la guerra con-
tra España a la guerra contra Irak (2), tal
vez su obra mayor.
Acaso sin proponérselo, con Fórmula
para el caos... el autor actualiza un debate
postergado: sostiene que los años 70 fue-
ron en el Cono Sur de una aguda ideolo-
gización, donde ser anti o pro comunista
definía las posiciones de un antagonismo
cerril, que cegaba una más clara y profun-
da visión política de los acontecimientos.
Para abordar la complejidad de la época,
Moniz parte de las luchas por la indepen-
dencia en el sur americano y el rol de los
nacientes Estados Unidos, penetra en tex-
tos sobre los golpes de Estado (Maquiave-
lo, Malaparte), el uso de la violencia políti-
ca (Bakunin, Kautsky) y las vías al socialis-
mo (Rosa Luxemburgo, Lenin, Trotsky).
Orientado por el principio gramsciano de
que la ciencia política no puede prescin-
dir de la historia, sin quererlo convirtió
esta obra en una historia del presente.
Hegemonía de Brasilia
El título alude al modo en que el jefe de la
CIA en Santiago, Henry Heckscher, de-
signó a un conjunto de operaciones encu-
biertas (boicot económico, sabotajes, ase-
sinatos, desestabilización, “propaganda
negra”), un plan fríamente delineado en el
Departamento de Estado y el Pentágono,
instigado directamente por el presidente
Richard Nixon (quien pidió a la CIA hacer
“gritar de dolor a la economía” chilena).
Moniz prueba que fue pergeñado antes
de la asunción de Allende, lo que pone en
evidencia que la experiencia democrática
chilena era vista como un modelo aun más
peligroso que el de Cuba. Fue, dice Moniz,
el “Vietnam frío de Nixon”.
El autor abrevó en documentos esta-
dounidenses, desclasificados en tiempos
de William Clinton por el profesor Pe-
ter Kornbluh, director del Chile’s Docu-
mentation Projet de la George Washing-
ton University, y en informes del Senado
estadounidense sobre la ITT en Chile.
También en los nuevos archivos electró-
nicos chilenos del Centro de Estudios
Miguel Enríquez (CEME).
Con todo, y a pesar de la destrucción
previa de más de 80 mil documentos, es
en los papeles secretos de Itamaraty, la
cancillería brasileña, desclasificados por
el mismo Moniz con aval de Luiz Inácio
Lula da Silva, donde se revela el vasto ac-
cionar conspirativo de los militares brasi-
leños, junto con la CIA, a partir del putsch
que derrocó a Goulart en 1964 e instaló a
Humberto Castelo Branco, seguido por
Emílio Garrastazu Médici.
Desde entonces, golpes militares y
conspiraciones tuvieron en el Cono Sur
“un toque” brasileño y se orientaron a
sofocar la influencia de una corriente de
nacionalismo militar (Juan Velasco Al-
varado en Perú, Juan José Torres en Bo-
livia) y facilitar la hegemonía de Brasilia
en la región. En ese contexto se inscribe
“el giro” en la dictadura argentina (ini-
ciada con Juan Carlos Onganía en 1966),
que hizo posible los encuentros del gene-
ral Agustín Lanusse con Allende y el fin de
las “fronteras ideológicas”: para Chile fue
oxígeno puro y para Argentina, ya en el fin
del ciclo militar, la posibilidad de acercar-
se al Pacto Andino y ofrecer un contrape-
so al expansionismo brasileño. En pocos
años, la dictadura brasileña había “ayu-
dado” a instalar a Onganía en Argentina,
a Hugo Banzer en Bolivia, a Juan María
Bordaberry en Uruguay, a Francisco Mo-
rales Bermúdez en Perú y trabajaba para
el golpe en Chile. Estas dictaduras, edu-
cadas militarmente por Estados Unidos
en la Escuela de las Américas en Panamá,
desestabilizaron el Cono Sur, impusieron
políticas de vaciamiento económico, re-
primieron protestas sociales en nombre
de la “seguridad nacional” y abrieron pa-
so al siniestro Plan Cóndor, de intercam-
bio de prisioneros, información y mano de
obra para el terrorismo de Estado.
Estas acciones, advierte Moniz, de-
ben escrutarse bajo el prisma de la Gue-
rra Fría en América Latina. Así, cuando
Allende viajó a la Unión Soviética con la
esperanza de obtener un préstamo de
| 41
500 millones de dólares, fue recibido
fríamente por Brezhnev y regresó con la
promesa de sólo 100 millones. En tanto,
debió enfrentarse en Chile a una vasta
conspiración cívico-militar organizada
y financiada por Nixon y la CIA, donde
fuerzas militares, bancos y corporacio-
nes brasileñas dieron fondos y entrena-
miento a la ultraderecha chilena.
Moniz documenta que Garrastazu
Médici, con información de primera ma-
no brindada por su influyente embajador
en Santiago, Ântonio Cândido da Câma-
ra Canto (1970-1973), dejó en manos de
sus militares la tarea de articular con sus
pares chilenos y el grupo terrorista Pa-
tria y Libertad (PyL) el operativo de des-
estabilización de Allende. Eduardo Díaz
Herrera, dirigente de PyL, desarrolló en
Brasilia un plan que involucró al Servicio
Nacional de Información y a Inteligencia
de las tres armas brasileñas. De las tertu-
lias participaron altos oficiales y el jefe
de la Casa Militar (luego presidente de
Brasil) João Batista Figueiredo. El plan
establecía que si las fuerzas armadas chi-
lenas llegaban a dividirse en la intento-
na golpista, los militares insurrectos y las
brigadas paramilitares de PyL ocuparían
las provincias del sur chileno, apoyadas
secretamente por Brasil y Argentina, cu-
yas fuerzas armadas recibirían asistencia
logística y el armamento necesario.
También destaca que tras el golpe del
11 de septiembre, en medio de la ola de
terror, militares brasileños supervisaron
interrogatorios a detenidos en el Estadio
Nacional y en otros sitios. Y que fue Bra-
sil el primer país en reconocer al nuevo
gobierno, y el primero en asistirlo: 20 to-
neladas en alimentos, provisiones y me-
dicinas, y un crédito oficial por 200 mi-
llones de dólares. Lo siguió el transitorio
gobierno de Raúl Lastiri: envió unas 15
toneladas de ayuda, lo que indicaba que
algo había cambiado en Argentina.
En el plano doméstico, Moniz narra
casi día a día el dramático y progresivo
deterioro del gobierno de Allende, en
gran medida desgarrado por el antago-
nismo ideológico en el seno de su coali-
ción. Hubo un momento en el que no po-
día ni avanzar, como exigía su ala más ra-
dicalizada (“más y más poder popular”),
ni retroceder, como aconsejaba su ala
moderada (morigerar la toma de tierras,
las planeadas 91 estatizaciones de em-
presas estratégicas, abrir el diálogo con
la Democracia Cristiana). En dos instan-
cias críticas, militares de las tres fuerzas
integraron el gabinete, lo que no logró
detener el plano inclinado de la crisis.
Chile estaba paralizado por el desabaste-
cimiento y el caos. El gobierno de la Uni-
dad Popular había afectado a la propie-
dad privada y a las clases medias, y con
ello a la propia oficialidad. En el momen-
to más delicado, sólo la fidelidad legalista
del jefe del Ejército, general Carlos Prats,
aparecía como el único escollo para el
golpe. Ahí anidaba el enigma sobre una
eventual división militar, y con ella, una
segura guerra civil. Pero cuando Prats
comprobó que había perdido predica-
mento en la cadena de mandos, y renun-
ció, la suerte estaba echada.
Lo más estremecedor del relato de
Moniz es ir descubriendo una situación
inexorable: un gobierno democrático con
apoyo popular marcha hacia su suicidio,
mientras la única salida que aparece es un
golpe y un gobierno militar. La fórmula
para el caos había triunfado. g
1. Corregidor, Buenos Aires, noviembre
de 2011, 512 páginas.
2. Norma, Buenos Aires, 2007.
*Periodista.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 42 | Edición 159 | septiembre 2012
Libros
del mes

Geopolítica Política

Liu Ye, The Happy Family, 1998 (Gentileza Christie’s)

Política exterior

La defensa en el siglo XXI Las izquierdas latinoamericanas

Argentina y la seguridad regional en tiempos de crear
K. DerGhougassian, J. G. Tokatlian et al. Nils Castro
Capital Intelectual; Buenos Aires, julio de UNSAM; San Martín, marzo de 2012.
2012. 184 páginas, 36 pesos. 248 páginas, 75 pesos.

Un mundo se desmorona, otro no termi-
na de emerger. El auge de las potencias
del Sur, en desmedro del poderío occi-
dental, trastoca los cimientos mismos del
orden internacional imperante, liberando
la pugna que entraña toda redistribución
de poder. Tokatlian desmenuza en esta
compilación las tendencias subyacentes
Una mirada histórica sobre América Lati-
na, las izquierdas y la transformación
social que habilita polémicas conceptuales
y políticas. Se trata de ofrecer a la “oleada
de protagonistas jóvenes” de hoy, los hilos
de un itinerario vertiginoso y contribuir
con las propuestas teóricas y metodológi-
cas que urgen luego del “tsunami neolibe-

Vino viejo en
del escenario global contemporáneo deli-
berando si éstas significarán finalmente
la sustitución del sistema westfaliano
por otro al que califica como Southfalia y
ral y del estallido de otra gran crisis econó-
mica mundial”. Castro, escritor y diplomáti-
co panameño, problematiza hechos clave:
los movimientos nacionalistas populares;

odre nuevo
cuyos mayores exponentes no son otros las sublevaciones (Bogotazo); gobiernos
que China, India y Brasil. Estados que, derrocados (Jacobo Arbenz en Guatema-
como afirma Merke cuando analiza la la); las invasiones mercenarias auspicia-
política exterior de Brasilia y, específica- das por EE.UU. La Revolución Cubana y
mente, su programa nuclear, cuestionan la multiplicación de la lucha armada en el
ciertas reglas del ámbito internacional al continente. Las revoluciones del 68; la tra-
mismo tiempo que comulgan con otras. gedia de Chile; la Teología de la Liberación;
La principal tesis de Escudé es que la Argentina, aunque carente de los recur- Nicaragua y las luchas en América Central;
política exterior argentina inaugurada
Principios de realismo sos de poder del gigante sudamericano, ha los Acuerdos de Paz, entre tantos. La obra
periférico en los años 90 corrigió la tendencia de sabido –como señala Larocca– pendular en contextualiza la región en las relaciones de
gobiernos anteriores a confrontar exce- el ámbito regional entre la colaboración fuerzas dominantes en el mundo en cada
sivamente con las potencias occidenta- y la resistencia a los intereses de Estados fase, hasta la época de la “globalización y
Carlos Escudé les. Ex asesor de Guido Di Tella durante Unidos. En este sentido, la modernización del sometimiento al neoliberalismo”, signa-
Lumiere; Buenos Aires, mayo de 2012. la época de las “relaciones carnales”, en del sistema militar argentino, ampliamente da por el colapso de la URSS. Un fenómeno
170 páginas, 70 pesos. este último libro reivindica su teoría del analizada por DerGhougassian y Montene- que fue vértice de luchas: la irrupción de
realismo periférico (los Estados débiles gro, al profundizar la separación entre la los movimientos sociales y luego, las vic-
deben evitar chocar con las potencias, por los supuestos altos costos económico- defensa nacional y la seguridad pública, no torias electorales con dispar nivel de radi-
sociales de esas pugnas). La novedad de su nueva publicación es que caracteriza sólo ha evitado la superposición de las fun- calidad en Suramérica y el Caribe.
la actual política exterior kirchnerista, más allá de su retórica “nacional y popular”, ciones policiales y militares en el ámbito El cambio ha empezado. El autor exal-
como una continuidad de la desplegada por Menem. Así, a contramano de quienes doméstico, sino que también ha permitido ta que es ahora cuando los pueblos más
resaltan las rupturas en la inserción internacional post-2001 (orientación latinoame- resistir a los deseos de la potencia hegemó- necesitan partidos y proyectos capaces de
ricanista, distancia con Estados Unidos, rechazo al ALCA, autonomía respecto al FMI), nica de emplear nuestras Fuerzas Armadas demostrar que “otro mundo es posible”. Y
en la lucha contra las nuevas –y difusas– con las izquierdas de todo el planeta “reem-
Escudé destaca las continuidades (no proliferación nuclear, ausencia de alianzas con
amenazas a la seguridad internacional. prender un gran diálogo entre iguales”.
líderes como Hussein –a diferencia de Alfonsín, que desplegó el proyecto del misil
Cóndor II–, condena del terrorismo internacional, mantenimiento de las relaciones
Creusa Muñoz Cristina Camusso
diplomáticas con Gran Bretaña). Más allá de su discurso, sostiene Escudé, Argentina
despliega actualmente una política de realismo periférico.
Si bien el autor presenta su teoría como novedosa (se desarrolló con epicentro en
el Instituto Di Tella desde los años 80, bajo su influjo), la interpretación de Escudé se
entronca con la (vieja) tradición del liberalismo económico, que supone que a mayor
apertura comercial mayor será el desarrollo de las sociedades. Así, la senda de creci-
Ensayo Mordaz, el destacado intelectual y ensa-
yista alemán Hans Enzensberger apela a
miento de la Argentina agroexportadora se habría truncado a partir de 1942, cuando la ironía para recorrer los laberintos de
los conservadores primero y el peronismo después, decidieron desafiar a Estados instituciones, jerigonzas, siglas y directi-
Unidos sin medir los costos. Para Escudé, esa política (absurdamente nacionalista) vas que conforman a ese gigante buro-
es propia de los “Estados paria”, como Irán, Corea del Norte, Cuba o Venezuela. Estos crático que constituye la Unión Europea.
países, debido a los regímenes autocráticos que los gobiernan, tienen una propen- Un “monstruo gentil” que no apela a la
opresión violenta para someter a sus
sión a desplegar una “rebeldía estéril”, en desmedro de los intereses (económicos)
ciudadanos sino a una “homogeneización
de sus pueblos. Así, de acuerdo a la teoría impulsada por Escudé, y reivindicada y
absolutamente silenciosa de las condicio-
actualizada en este último libro, Argentina debería evitar cualquier política autónoma
nes de vida en el continente”, a través de
que implicase no seguir los lineamientos de las principales potencias. La declinación
“una monstruosa recopilación de normas
nacional, según su perspectiva, intentó ser revertida en los noventa mediante la apli-
que ningún ser humano ha leído jamás”.
cación del realismo periférico, que aspiró a modernizar Argentina para sacarla de la
Una Europa cada vez más alejada de
periferia. Claro que, debe reconocer Escudé, el resultado fue catastrófico y desembocó El gentil monstruo de la Europa real (“Bruselas está en Europa,
en la crisis de 2001: “Lo único que el RP consiguió fue pavimentar el camino hacia el Bruselas Europa no está en Bruselas”) que nunca
vaciamiento del país”. Pero la culpa no fue de la subordinación a Estados Unidos, argu- o Europa bajo tutela ha dejado de ser una comunidad mera-
menta, sino de Domingo Cavallo. La declinación estadounidense y el ascenso chino, mente económica pero que paradójica-
que Escudé da por sentado, lleva al autor a pregonar que es ahora necesario estable- Hans Magnus Enzensberger mente enfrenta en ese campo su mayor
cer una alianza estratégica con el gigante asiático. Debatiendo con distintas corrientes Anagrama; Barcelona, fisura. Se ha entregado a la especula-
del campo de las relaciones internacionales, este libro abre la puerta para retomar el enero de 2012. ción, y como no logra conjurarla busca
debate sobre cómo debería ser una política exterior al servicio del desarrollo. 110 páginas, 98 pesos. controlar a quienes se oponen a ella
profundizando su pecado originario: el
Leandro Morgenfeld déficit democrático.

Historia
Historia de la solución final
Daniel Rafecas
Siglo XXI; Buenos Aires, marzo de 2012.
288 páginas, 90 pesos.
En este libro, el jurista y juez federal Daniel
Rafecas se propone describir el proceso en
etapas que culminó con el plan de asesina-
to masivo y sistemático de los judíos euro-
peos. Aquello que la dirigencia nazi llamó
“la Solución Final de la cuestión judía”, nos
recuerda el autor, no surgió de un día para
otro, sino que fue precedido por diversas
decisiones criminales encadenadas, cada
una más descarnada que la anterior, en una
espiral cuyo vértice fue la sistematización
de la máquina de exterminio a una escala
que parece inconmensurable.
Rafecas sostiene que ha tomado del
derecho su método de trabajo: la inda-
gación que reconstruye la genealogía de
un crimen mediante la identificación y
descripción de sus etapas. Por otro lado,
se apoya en las obras precursoras de un
conjunto de historiadores –Saul Friedlän-
der, Martin Gilbert, Raul Hilberg, Ian Ker-
shaw, entre otros– que, con la aspiración
de transmitir y explicar a quienes no fue-
ron testigos cómo lo impensable se volvió
realidad, se propusieron darle visibilidad a
cada detalle burocrático que concluyó en la
Shoah, desde la discriminación jurídica del
colectivo perseguido y su estigmatización
a través del discurso y la propaganda anti-
semitas, hasta la constitución última de un
aceitado aparato de destrucción genocida.
Rafecas hace explícita su deuda con estos
autores que lo precedieron en la tarea de
divulgación, y se define como mediador
entre ellos y las nuevas generaciones de
lectores que aspira a interpelar con su libro.
Germán Conde
Historia
La otra historia
El revisionismo nacional, popular
y federalista
Pacho O’Donnell (editor)
Ariel; Buenos Aires, abril de 2012.
366 páginas, 97 pesos.
Emergente de los debates públicos que
se suceden desde la creación del Instituto
Nacional de Revisionismo Histórico
“Manuel Dorrego” (que presi-
de Pacho O’Donnell), La otra
Historia es una compilación
de artículos de autores inscrip-
tos dentro de la corriente del
revisionismo nacional, popular y
federalista. Los precede una “Intro-
ducción”, escrita por O’Donnell a
modo de manifiesto, en la que expre-
Arte
Las teorías del arte
Anne Cauquelin
Adriana Hidalgo; Buenos Aires, abril de
2012. 144 páginas, 78 pesos.
Es de suponer que el discurso sobre el arte
es tan antiguo como la existencia misma
de éste, aunque en principio no fuera
más que la mera impresión del especta-
dor ante una pintura o una escultura, y
que éstas no suscitaran ni remotamente
la consideración que en tiempos poste-
riores las elevó a “obras de arte”. Lábil, de
esencia huidiza, de fronteras imprecisas y
móviles, el campo del arte se caracteriza
por sus constantes mutaciones y recons-
trucciones, que implican, lógicamente, las
de las elaboraciones teóricas que tratan
de explicarlo y fundamentarlo.
Cauquelin no intenta en este libro la
descripción abarcadora de estas teorías tal
como se sucedieron en la historia. Su enfo-
que es otro: las escoge en función de su
incidencia en el terreno concreto del arte,
al que conforma, reconfigura y dota de nue-
vos límites. Así construye una taxonomía
de las teorías del arte. Entre las fundadoras,
denomina ambientales las ideas de Platón,
que si bien no constituyen un corpus estéti-
co orgánico dan forma a un horizonte teóri-
co que envuelve la actividad artística (Hegel
es otro ejemplo), y conminativas las de Aris-
tóteles por su índole prescriptiva (y las de
Kant o Adorno). Especialmente interesante
es su noción de rumor teórico: los sedi-
mentos e incrustaciones procedentes de
diversas teorías que como capas geológicas
estructuran inconscientemente el gusto y
los juicios estéticos del común de los espec-
tadores, que cree actuar sin embargo de
modo espontáneo e incontaminado.
Carlos Alfieri
sa su propósito de “dejar constituido, sin
pretensiones de logro absoluto, la doctri-
na de la historiografía nacional, popular
y federalista”. El autor diferencia su pro-
puesta historiográfica de la de los “histo-
riadores profesionales” que a su juicio han
estado al servicio del “coloniaje” y que
han plasmado una historiografía “oficial”
que consagró a personajes valorados por
los liberales (Sarmiento), edulcoró trayec-
torias (San Martín) y estigmatizó a figuras
como Artigas y Dorrego. Así, reactualiza
viejas polémicas político-cultu-
rales desde una mirada esen-
cialista y anacrónica. Diseña
un combate perpetuo en el
que “el pueblo” siempre
sabe: “los gauchos que
engrosaron los ejércitos
de nuestra indepen-
dencia ‘sabían’ cuál
era el enemigo”
tanto como “los
Cinematografía
La revolución es una
eztétyka
Glauber Rocha
Caja Negra; Buenos Aires, junio de 2011.
320 páginas, 85 pesos.
Esta recopilación de escritos teóricos y crí-
ticos de Glauber Rocha (publicados entre
1957 y 1981) así como de entrevistas
con el propio Rocha revelan su coherencia
como teórico y realizador del Cinema Novo
brasileño en los años 60, comprometido
con su momento histórico y la realidad de
su nación. Sus escritos siempre tienen en
cuenta la estrecha relación entre cultura,
economía y política, en tanto que su cine
está atento a las cuestiones sociales y de
clase, con la propuesta de un cine autén-
tico que no respondiera a los modelos de
Hollywood, ni estuviera atado a las leyes
del mercado de distribución.
Es fundamental su manifiesto “Eztétyka
del hambre” –escrito con su peculiar
ortografía– en el cual destaca que es en
el hambre del pueblo, manifestada con
la violencia, donde reside la originalidad
del Cinema Novo, que debe distanciarse
del cine industrial y la explotación que
éste practica.
Tanto en sus manifiestos estéticos, sus
fuertes escritos sobre el poder y la violen-
cia, como en sus críticas al cine contempo-
ráneo –Ford, Buñuel, Visconti, Pasolini– se
expresan la iconoclastia y la provocación
de Glauber, con su rechazo por el cine
clásico norteamericano, realista y confor-
mista, y su repudio al populismo. En su
“épica didáctica” se produce una compleja
y sólida articulación entre cine, historia y
política, con la poderosa utilización de los
mitos clásicos y populares afroindios, y en
la apelación a una antropofagia social.
Josefina Sartora
cabecitas negras del siglo XVI, nuestros
antepasados querandíes”, así como “fue-
ron los descamisados de Perón y Eva los
que apoyaron la toma de distancia del
nuevo y ávido imperio norteamericano” y
“también los que llevaron a los gobiernos
de Néstor y Cristina de un magro 23% de
votos en el 2003 al 54% de 2011”.
El libro reúne contribuciones sobre
el rosismo, la Guerra de la Triple Alian-
za, historias intelectuales vinculadas al
revisionismo (el grupo FORJA), el lugar
de las mujeres en la historiografía, o el
de los pueblos originarios en las luchas
de independencia. Pero la “Introducción”,
por su concepción de la historia, desme-
rece textos como los de Felipe Pigna, Ara-
celi Bellotta o Hugo Chumbita, ya que los
reúne desde una mirada maniquea que
no desea discutir el pasado, sino reem-
plazar una historia oficial por otra.
Federico Lorenz
| 43
Fichero
Instantáneas
Gabriel Pasquini (comp.)
Ariel; Buenos Aires,
mayo de 2012.
184 páginas, 68 pesos.
Ante los cambios que vive el periodismo, este
libro reúne historias de destacados profesio-
nales (Jon Lee Anderson, Graciela Mochkofs-
ky, Sergio Ramírez, Boris Muñoz, entre otros)
publicadas en el medio digital el puercoespín
sobre la guerra en Libia, la Managua posrevo-
lucionaria, el despertar de una migrante china
en Pekín o la vida en un suburbio acomodado
de Córdoba. Textos –señala Pasquini–, que
persistirán en el tiempo y en los que se desta-
ca “la nueva presencia de la primera persona”.
El impacto de las migraciones
en Argentina
Oficina regional de la OIM
OIM; Buenos Aires,
mayo de 2012.
366 páginas.
Informe de la Organización Internacional
para las Migraciones (OIM) abocado al
análisis de las migraciones limítrofes y
peruanas en Argentina en los últimos
años y su consecuente impacto en la
población, el mercado laboral –específi-
camente en el sector de la construcción y
en la horticultura en fresco, áreas de gran
participación de migrantes paraguayos y
bolivianos, respectivamente–, los servi-
cios sociales y la delincuencia.
El puño invisible
Arte, revolución y un siglo de cambios culturales
Carlos Granés
Taurus; Buenos Aires,
noviembre de 2011.
496 páginas, 149 pesos.
Las vanguardias del siglo XX son inven-
tariadas en este catálogo del antropólogo
colombiano Carlos Granés, desde la
irrupción de la modernidad con el futu-
rismo hasta la revuelta hippie. La revolu-
ción política y la cultural experimentadas
durante el siglo pasado habrán de tener
su decadencia después de mayo de 1968,
cuando la rebeldía se transformó en
industria del entretenimiento.
Miguel Ocampo
Flaminia Ocampo
Amparo Ibarlucia Editora;
Buenos Aires, febrero de 2012.
112 páginas, 200 pesos.
La vida y la obra de Miguel Ocampo, desta-
cado pintor argentino que alternó durante
décadas la diplomacia con el arte hasta con-
sagrarse por completo a éste, queda testi-
moniada en este libro entrañable, que cuen-
ta con fotos de Tomás Barry. Desfilan por
sus páginas sus cuadros y sus herramientas,
sus ciudades y su paisaje cordobés, sus talle-
res y sus casas, su familia y sus amigos. Una
mirada al mundo de un artista singular.
 44 |
Las elecciones en Estados Unidos colocan al electorado ante
la disyuntiva de elegir entre la continuidad de las políticas de
austeridad adoptadas por Obama o la profundización de los
recortes al sector público propuesta por los republicanos.
La tentación
de lo peor
por Serge Halimi*
L
a gangrena de las finanzas esta-
dounidenses provocó una crisis
económica global con resultados
conocidos: sangría de puestos de
trabajo, quiebra de millones de pro-
pietarios de inmuebles, disminu-
ción de la protección social. Sin embargo, cuatro
años después y como efecto de una paradoja singu-
lar, nadie puede sin duda descartar la llegada a la
Casa Blanca de un hombre, Willard “Mitt” Romney,
que debe su inmensa fortuna a la especulación fi-
nanciera, la deslocalización de puestos de trabajo y
los encantos (fiscales) de las Islas Caimán.
Su elección del representante republicano Paul
Ryan como candidato a la vicepresidencia da una
idea general de lo que podría ser de Estados Unidos
si, el próximo 6 de noviembre, los votantes cedieran
a la tentación de lo peor. Aun cuando Barack Oba-
ma ya acordó un plan para reducir el déficit presu-
puestario recortando los gastos sociales sin aumen-
tar el nivel –anormalmente bajo– del impuesto a las
rentas más altas (1), Ryan considera que esta capi-
tulación demócrata es insuficiente. Su programa,
al que se sumó Romney y que ya fue aprobado por
la Cámara de Representantes (de mayoría republi-
cana), apunta a reducir esos impuestos en un 20%,
baja que dejaría su tope en un 25%, el nivel más ba-
jo desde 1931; también pretende aumentar el gasto
militar en un 15% de aquí a 2017 y a pesar de todo
ello reduciría en un 10% el déficit presupuestario en
el Producto Interno Bruto de Estados Unidos. ¿Có-
mo espera Ryan lograr esos objetivos? Abandonan-
do en manos del sector privado –o de la caridad– las
responsabilidades civiles esenciales del Estado. Así,
por ejemplo, el seguro médico de los indigentes ve-
ría reducido su presupuesto… en un 78% (2).
Edición 159 | septiembre 2012
Editorial
Sumario
Staff 3
Dossier
Los límites del modelo
Editorial: La policía como problema 2
por José Natanson
La originalidad argentina 4
por José Nun
Hacia un sistema fiscal equitativo 6
por Jorge Gaggero
La pertinaz pobreza 8
por Daniel Arroyo
Regular la minería 10
por Federico Basualdo
La integración sentimental
por Andrés Malamud
12
Dónde se apoya el gobierno 14
por María Esperanza Casullo
Desde principios del año pasado, Obama viene apli- Colombia: ruinas nada más 16
cando una política de austeridad que resulta tan inefi- por Fernando Vallejo
caz y cruel en Estados Unidos como en otros países. O
bien se congratula por las (pocas) buenas noticias eco- Otoño caliente 17
nómicas, cuyo crédito atribuye a su presidencia, o bien por Ignacio Ramonet
imputa las malas noticias (como la situación del em-
pleo) a las obstrucciones parlamentarias de los repu- Italia, la política de la antipolítica 18
blicanos. Como semejante dialéctica no da la impre- por Raffaele Laudani
sión de ayudarlo a recuperar su electorado, el Presi-
dente cuenta con que el miedo a la radicalidad de la de- Las Vegas, urbanismo de la soledad 20
recha opositora le asegure un segundo mandato. Pero, por Allan Popelard y Paul Vannier
¿qué hará con ese segundo mandato luego de dilapidar
las promesas del primero, y con un Congreso elegido
en noviembre que sin duda será más de derecha que Dossier
el que se encontró al entrar en la Casa Blanca en 2009? Cómo China está
Una vez más, un sistema hermético –que sólo be-
neficia a los dos partidos que compiten por los favo- cambiando el mundo
res concedidos al mundo corporativo– va a obligar
a millones de estadounidenses, desalentados por la La escuela del poder 24
por Martine Bulard
blandura de su Presidente a volver a votar por él. Así
pues, deberán resignarse a la elección, usual en Esta-
dos Unidos, entre lo malo y lo peor. Sin embargo, su El dilema imperial de Pekín 28
por Michael Klare
veredicto no dejará de tener consecuencias en otras
tierras: el triunfo de un partido republicano decidido
a destruir el Estado social, indignado por el “asisten- Las relaciones de Argentina con China 30
por Natalia Zuazo y Matías Rohmer
cialismo”, instalado en la retaguardia del fundamen-
talismo cristiano y movido por la paranoia del odio al
islam, sin duda hará escuela en una derecha europea
ya aguijoneada por la mayoría de estas tentaciones. g Intoxicación informativa en Siria 32
por Marc de Miramon y Antonin Amado
1. Serge Halimi, “Chantaje en Washington”, Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, agosto de 2011. Tensiones cruzadas amenazan a Malí 34
2. David Wessel, “Ryan Reflects Arc of GOP Fiscal Thinking”, por Jacques Delcroze
The Wall Street Journal, Nueva York, 16-8-12.
Gilda, homenajeada en la Casa Rosada 36
*Director de Le Monde diplomatique. por Alejandro Margulis
Traducción: Mariana Saúl
La explosión de los gordos 38
por Benoît Bréville
El “toque” brasileño del golpe a Allende 41
por Adolfo Coronato
Libros del mes 42
Editorial: La tentación de lo peor 44
por Serge Halimi
Suplemento # 7:
La educación en debate
Universidad Pedagógica Buenos Aires
 La educación
en debate
El sentido de la
evaluación docente
por el Taller de Discusión de la UNIPE*
U
na vez más el debate sobre la
evaluación docente entró en
la agenda educativa ponien-
do sobre la mesa la discusión
acerca de su necesidad, sen-
tido y orientación político-pedagógica.
En la Ciudad de Buenos Aires se
avanzó en la aplicación de una prue-
ba a docentes en octubre de 2011, la
cual fue cuestionada por tratarse de
una medida que desestimó la partici-
pación de los involucrados en su dise-
ño. Para la aplicación de la prueba se
apeló individualmente a la voluntad
de maestras y maestros del primer ci-
clo de las escuelas primarias, con el in-
centivo de que quienes se adhirieran a
la misma recibirían créditos de capa-
citación y puntaje. A nivel nacional, el
ministro de Educación, Alberto Sileo-
ni, planteó el asunto en el marco de la
XXXIX Asamblea del Consejo Federal
de Educación que se desarrolló a fines
del año pasado en el Palacio Sarmien-
to, confirmando lo que la Presidenta,
Cristina Fernández de Kirchner, ha-
bía anunciado en su discurso de asun-
ción el 10 de diciembre de 2011 sobre
la necesidad de encarar el tema. A di-
ferencia de lo ocurrido en la Ciudad de
Buenos Aires, el ministro expresó que
“se trata de un proceso largo que no
se dará de un día para el otro” ya que
“el planeamiento de las evaluaciones a
docentes será tratado y debatido jun-
to a las organizaciones gremiales, para
fijar el sentido que se le quiere dar al
proyecto”.
Esta publicación es un extracto del
Cuaderno de discusión # 7: “El sentido
de la evaluación docente”, producido
por la Universidad Pedagógica (UNIPE)
A partir de estas acciones y anuncios,
parece oportuno contribuir a una discu-
sión que suscita tanto confusión como
controversias. En particular, cuando ésta
se asume desde distintos sectores de una
manera acrítica y tomando como punto
de partida común la idea de que “es nece-
sario evaluar a los docentes con pruebas”.
Y se levanta, a continuación, una bandera
La definición de
cualquier medida
evaluativa debe
formar parte de
una propuesta
educativa integral.
semejante: “Evaluar sirve al mejoramien-
to de la calidad de la educación”.
Para aclarar la confusión y ubicar
la controversia, una de las principales
cuestiones que se debería considerar es
cuál es el marco que da sentido a una
determinada política pública educa-
tiva, que a su vez justifica un proyecto
de evaluación particular. De este mo-
do se evita caer otra vez en la tentación
de abstraer la evaluación de la política,
dándole un tratamiento pretendida-
mente técnico y neutral. El reconoci-
miento del carácter político-pedagógi-
co de las evaluaciones permite, por una
parte, que la lectura de la información
que arrojen estas herramientas pueda
hacerse desde un marco de sentido, y
por el otro, que la definición de las po-
líticas, los sistemas, programas, dispo-
sitivos o cualquier otra medida evalua-
tiva, forme parte de una propuesta edu-
cativa integral, articulada con la políti-
ca pública que le da sustento.
#7
En segundo lugar, el debate sobre
la evaluación docente viene envuelto
en un manto de sospecha respecto de
las competencias con las que cuentan
maestros y profesores para desempe-
ñar de manera adecuada su labor, to-
da vez que se afirma que las pruebas
tienen como objetivo re-certificar su
idoneidad. Lo significativo del asunto
es que si se sospecha de las aptitudes
docentes, se está poniendo en entredi-
cho la propia función y labor del Esta-
do, responsable de la formación, acre-
ditación y selección de maestros y pro-
fesores del sistema educativo. Sostener
estos argumentos puede resultar algo
peligroso porque conlleva a su vez el
riesgo de estimular las ansias privatis-
tas entre quienes aún consideran que la
educación es un servicio que puede co-
mercializarse y no un derecho humano
y social que debe ser garantizado por el
Estado. Por otra parte, en el enunciado
“evaluar para mejorar la enseñanza”,
hay un supuesto implícito que otorga
a la evaluación un cierto carácter re-
medial, en la idea de que la misma ser-
virá para lograr lo que no se consiguió
hasta aquí a lo largo del proceso forma-
tivo (inicial y continuo). Sin embargo,
aunque muchas veces se declame, está
claro que la evaluación, per se, no mejo-
ra la enseñanza. Es sabido que para que
algo mejore debe haber una interven-
ción en las condiciones de la enseñanza
y el aprendizaje, en las estrategias di-
dácticas y en la formación docente. De
lo contrario, luego de cualquier opera-
tivo examinador no se producirán cam-
bios en el trabajo de maestros y profe-
sores ni siquiera en el sistema educati-
vo; apenas se habrá logrado etiquetar a
los docentes.
En tercer lugar, un problema de difí-
cil solución, aun con discursos evalua-
tivos progresistas, es que los disposi-
tivos que habitualmente se proponen
desde las administraciones centrales
Suplemento
para evaluar a los docentes buscan –de
forma más o menos explícita– deter-
minar responsabilidades individua-
les, que van desde la puntualidad has-
ta los conocimientos disciplinares y/o
didácticos, cuando hay suficiente con-
senso en comprender que la tarea do-
cente es indiscutiblemente colectiva y
está sobredeterminada por los factores
institucionales en donde se desarrolla.
Los modelos de evaluación que por lo
general se aplican buscan indagar so-
bre la presencia de ciertos contenidos
entre los saberes de los docentes, to-
mándoles pruebas estandarizadas que
terminan generando escalas, rangos,
rankings. O también –lo que es peor–
se juzga la calidad de la labor de maes-
tros y maestras de acuerdo con los re-
sultados que sus alumnos obtuvieron
en las pruebas de desempeño. Esta
propuesta, en la que la educación pa-
rece modelizarse en términos de una
matriz insumo-producto, nació en Es-
tados Unidos –ante la sospecha de que
los alumnos japoneses lograban mejo-
res competencias– y se utilizó como
incentivo salarial en algunos distritos
norteamericanos, sin que se haya ve-
rificado una mejora en el sistema edu-
cativo a partir de su implementación.
Más bien, ante el uso extensivo de eva-
luar a los docentes según el resultado
de sus alumnos, comenzó a generar-
se lo que el sociólogo Stephen Ball (1)
llamó la fabricación y la disimulación;
esto es, bajar el nivel de los exámenes
para lograr más altos puntajes y/o re-
clutar alumnos “más fáciles” de edu-
car. Tal parece que con esas reglas de
juego, se verifica la frase “hecha la ley,
hecha la trampa”; pero sobre la educa-
ción no se habla.
Los operativos de evaluación no sue-
len contemplar que los docentes son d
Más democracia
“La educación es un derecho huma-
no y una responsabilidad del Estado,
que está obligado a monitorear la cali-
dad de su distribución. Para eso dispo-
ne, entre otros recursos, de la evaluación
de los docentes. Esa evaluación es po-
lítica: genera insumos para que la des-
igualdad social no se profundice con una
educación diversa. Por eso no debe ver-
se como una amenaza sino como justicia
distributiva, rendición de cuentas y ejer-
cicio de ciudadanía para la construcción
de más democracia.”(María del Carmen
Feijoó, socióloga)
 II | La educación en debate El sentido de la evaluación docente
d sujetos institucionales, cuya labor
está fuertemente signada por sus con-
diciones de trabajo, por el equipo en el
que se insertan y por el contexto social
en el que se desarrollan. Las diferentes
culturas institucionales hacen, gene-
ran, habilitan, modelan y condicionan
las prácticas docentes. De hecho, es ha-
bitual encontrar a maestros y profeso-
res que trabajan en más de una escuela,
y sus desempeños son diferentes en ca-
da una de ellas. En definitiva, el desem-
peño laboral y profesional de un docen-
te está indisociablemente relacionado
con las condiciones de su trabajo, lo que
incluye tanto los aspectos instituciona-
les y de recursos, como los relacionales
y contextuales. De aquí que resulta ne-
cesario desmontar la idea de una rela-
ción causal entre evaluación del desem-
peño, logros en el aprendizaje y calidad
educativa instalada en el imaginario del
sentido común.
Así, entonces, las pruebas como ins-
trumento aislado no resultan pertinen-
tes para evaluar el desempeño profesio-
nal docente en el que confluyen sabe-
res disciplinares, didácticos, prácticos
y vinculares. El análisis del trabajo do-
cente a los efectos de valorarlo, com-
prenderlo y generar elementos para el
desarrollo profesional y la reflexividad
supone observar la confluencia de estos
saberes en las aulas ante la emergencia
de situaciones originales como las que
enfrentan los docentes cotidianamente.
Por las razones antes mencionadas
resulta relevante inscribir la promo-
ción de la evaluación como un proce-
so que apunte al desarrollo profesional
de los docentes reconociendo la pecu-
liar complejización de su trabajo a par-
tir del cambio epocal, tanto como las
particularidades y trayectorias de cada
jurisdicción. Tal vez sería más atinado
pensar en evaluaciones cuyo recorte
sea lo institucional y no meramente el
de las personas individualmente. Aho-
ra bien, concebir a los docentes como
sujetos colectivos institucionales no
implica que se borre su individualidad
ni sus responsabilidades personales,
pero, cuando se trata de una evalua-
ción, las mismas deben ser interpela-
das en el marco del trabajo colectivo.
En cuarto lugar, el debate sobre la
evaluación debe incluir su efecto sobre
el currículum. Ha sido ya ampliamen-
te estudiada la influencia que tienen
las pruebas a los alumnos en la deter-
minación de lo que maestros y maes-
tras enseñan en sus clases, reducien-
do, simplificando y empobreciendo el
currículum. De hecho, no sólo las eva-
luaciones pueden orientar el currícu-
lum promoviendo que los docentes en-
señen en base a esos requerimientos.
También, y más grave aun, es la preten-
sión de que las decisiones en materia
educativa a nivel gubernamental sean
tomadas en función de los resultados
de la aplicación de las pruebas interna-
cionales, como PISA (2), por ejemplo.
Todas las evaluaciones –sean de orden
internacional, nacional o provincial–
pueden y deben servir para un pla-
neamiento educativo que identifique
los problemas, potencie los procesos
de enseñanza-aprendizaje y, por en-
de, mejore la gestión del conjunto del
sistema educativo. Se ha visto, no ha-
ce mucho tiempo, cómo el tratamiento
que la mayoría de los medios de comu-
nicación masiva le dio al tema de las
pruebas internacionales reafirmó es-
tereotipos y estableció rankings redu-
ciendo, simplificando y desconocien-
do las múltiples evidencias y los dife-
Matta, Let any flowers bloom, 1952 (fragmento, gentileza Christie’s)
rentes modos de enseñar y de aprender
que constituyen la realidad educativa.
De manera análoga a como ocurre
en el caso del currículum escolar, las
pruebas a docentes fácilmente podrán
constituirse inequívocamente en la se-
ñal de que lo que ellas contienen es lo
que los docentes deben saber para po-
der enseñar. Frente a esto, los docentes
estudiarán para la prueba reduciendo
y esquematizando los saberes que ne-
cesitan para poder enseñar en su con-
texto específico de desarrollo. En de-
finitiva, el efecto secundario perverso
de reducir el oficio docente a ciertos
saberes que puedan medirse objetiva-
mente terminará por generar lo con-
trario al tan mentado mejoramiento de
la calidad.
En quinto lugar, los dispositivos de
evaluación existentes no parecen estar
previendo las consecuencias que gene-
ran en términos sociales. Aunque se es-
grima que los resultados sólo tienen un
efecto de diagnóstico, el tomar pruebas a
los docentes suele generar expectativas y
un impacto social que reclama acciones
sobre los maestros y las maestras que no
logran los resultados esperados. Se incre-
menta así un estado de ánimo social con
efectos nocivos, que descalifica el trabajo
docente, desautoriza a maestros y maes-
tras e insiste en responsabilizarlos por los
problemas de la educación. Por ello, vale
preguntarse si lo que se busca tomando
pruebas es lo que efectivamente se con-
sigue. En este sentido, es posible señalar
que los diagnósticos pueden realizarse
con otros mecanismos más eficientes, tan-
to para conocer dónde están las falencias,
como para saber cuáles son las expectati-
vas y necesidades formativas de los docen-
tes. Existen instrumentos más adecuados
para relevar información, como encuestas
específicas y/o censos, si lo que se busca es
tener datos de tipo cuantitativo. Las inves-
tigaciones cualitativas, per se, o en forma
complementaria a las radiografías que se
pueden lograr con los datos cuantitativos
son mucho más sensibles y adecuadas pa-
ra conocer la realidad de lo que ocurre con
la enseñanza y el aprendizaje en las escue-
las. Así las cosas, habría que desmontar
la idea de que la evaluación docente es el
único mecanismo posible para conocer su
labor y el estado de la educación argentina.
No sólo no es así, sino que ni siquiera es la
manera más precisa de aproximarse a las
políticas públicas en la materia. De hecho,
actualmente existe un gran número de in-
Autoevaluación
“Trabajo en escuelas de sectores medios y
en la villa. Cuando ves la diversidad, no-
tás que las evaluaciones no deberían ser
estandarizadas. Por eso tampoco pueden
ser generadas afuera; tendrían que ser di-
señadas entre pares, con instancias de ob-
servación y autoevaluación para mejorar.
Tal vez no alcance con una sola herramien-
ta. En los preuniversitarios hay concursos
–algo bueno a pesar de las controversias
por su transparencia– pero miran méritos
académicos y dejan afuera lo que pasa en
el aula.” (Claudio Acuña, docente de la Es-
cuela Carlos Pellegrini y la E.E.M. Nº 19)
vestigaciones académicas que dan cuenta
de la realidad en las aulas de manera cuali-
tativa y que permitirían redireccionar ac-
ciones y recursos. ¿Son necesarias, enton-
ces, las pruebas que arrojan sólo resulta-
dos cuantitativos generalmente ya cono-
cidos por todos? ¿Es necesario que volva-
mos a confirmar por medio de las pruebas
que los chicos pertenecientes a las pobla-
ciones más vulnerables son aquellos que
obtienen los menores puntajes?
A esta altura cabe preguntarse: ¿hay
que evaluar a los docentes? La respues-
ta a este interrogante es que no es ésta
la pregunta que debe derivarse de lo di-
cho hasta aquí, sino que se debe buscar
distinguir a la evaluación docente de to-
do lo que se le atribuye, y reposicionar-
la tanto política como pedagógicamen-
te. La evaluación es inherente a la pe-
dagogía, a los procesos de enseñar y de
aprender. Permanentemente se valora
cuando se enseña, tanto la tarea docen-
te, como la tarea de los alumnos; se hace
de una manera informal y asistemática y
también formal y sistemáticamente. La
evaluación posibilita nuevas miradas,
puntos de vista, intercambio de parece-
res y por lo tanto produce aprendizaje.
Es por ello que puede producir mejora
y transformación, pero sólo si se realiza
en forma colectiva y considerando que
no hay jueces iluminados, sino protago-
nistas que tienen su voz para construir
los parámetros de la evaluación. La au-
toevaluación en cualquier proceso edu-
cativo es central para seguir trabajando.
No constituye el punto final de un cami-
no, sino que forma parte de un proce-
so continuo. Desde esta concepción, la
evaluación no es la prueba y tampoco la
calificación; es un proceso en el que los
actores participantes de la realidad a ser
evaluada construyen juicios de valor in-
formados, a raíz de lo cual pueden movi-
lizarse, transformarse, aprender.
El debate sobre la evaluación docen-
te está hoy en la agenda pública. Uno de
los desafíos es quitar la connotación pu-
nitiva que generalmente tiene cuando se
asocia el término “evaluación” al de “cali-
ficación”. La escuela puede autoevaluarse
en sus vínculos con familias y comunidad
local generando sinergias que permitan
una más cohesiva inclusión de los sujetos.
Quizás la presencia de este asunto en la
agenda debería estimular y ampliar el de-
bate hacia otros temas asociados que ne-
cesitan ser problematizados, como, entre
otros, la carrera docente, el estatuto, las
condiciones de trabajo y la necesidad de
nuevos perfiles profesionales. g
1. Stephen Ball, “Performativities and fabrications in
the education economy: Towards the performative
society”, en D. Gleason y C. Husbands (eds.),
The performing school: Managing, teaching and
learning in a performance culture, Routledge/
Falmer, Londres, 2001, págs. 210-226.
2. Programa Internacional para la Evaluación de
Estudiantes o Informe PISA, por su sigla en inglés
(Programme for International Student Assessment).
Se trata de una prueba estandarizada internacional
para evaluar el rendimiento de los estudiantes de
15 años. La lleva a cabo la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
*El presente artículo es el resultado de tres jornadas
de debate sobre el tema “Evaluación docente” llevadas
a cabo durante el pasado mes de julio en la sede del
rectorado de la UNIPE. Participaron: Sebastián Abad,
Fernando Bordignon, Leandro Bottinelli, Adrián Can-
nellotto, Mirta Castedo, Oscar Conde, Betina Duarte,
Denise Fridman, Rafael Gagliano, Marina Gómez Ríos,
Alina Larramendy, Erwin Luchtenberg, Graciela Misir-
lis, Julián Mónaco, Alejandro Morduchowicz, Carola
Nin, Héctor Pedrol, Ana Pereyra, Luis Alberto Riart
Montaner, Carlos Rodríguez, Diego Rosemberg, Patri-
cia Sadovsky, Myriam Southwell e Ingrid Sverdlick.

Sandra Molina,
ministra de Educación de Tierra del Fuego
Recuperar la
mística
por Diego Rosemberg*
S
andra Molina trabajó de maes-
tra en Neuquén, fue profesora
secundaria en Buenos Aires y
coordinó las carreras del Insti-
tuto de Formación Docente Florentino
Ameghino en Ushuaia. Bióloga de for-
mación, a los 49 años asumió como mi-
nistra de Educación de Tierra del Fue-
go. Desde ese lugar, se pregunta por
qué la evaluación es tan resistida den-
tro de un colectivo que suele utilizarla
todo el tiempo como herramienta.
- ¿Es necesario evaluar a los docentes?
Hay que repensar qué se entiende por
evaluación y cuál sería su sentido. Ha-
blar de “evaluar docentes” es una vi-
sión parcial en función del objetivo. En
cambio, si pensamos en una evaluación
sistémica, trabajamos sobre un proce-
so y eso no implica medir al docente si-
no pensarlo en el aula, en la institución
y en un ámbito aun mayor. La evalua-
ción tiene que permitirle reflexionar
sobre cómo enseña, para quiénes y en
qué contexto lo hace.
- ¿Qué herramientas servirían para este
tipo de evaluación?
La herramienta tiene que ser un diseño
en conjunto. El Estado es el responsable
de llevarla adelante, pero como resul-
tado de un trabajo con todas las organi-
zaciones del ámbito educativo: los que
elaboramos las políticas, los sindicatos
y los propios docentes, que son un com-
ponente más, aunque el principal.
- ¿En su provincia se realiza una evalua-
ción sistémica?
No, todavía hay una evaluación vincu-
lada con el concepto, una herramienta
que tiene muchos años en todo el país.
Hay ítems referidos a la puntualidad, al
compromiso, al desempeño en el aula...
Ese concepto posibilita el ascenso je-
rárquico, principalmente en la prima-
ria. También analizamos los resultados
del Operativo Nacional de Evaluación
(ONE). Miramos esos datos cuantita-
tivos a nivel provincial, los contextua-
lizamos con el país, los relacionamos
entre las ciudades y vemos qué pre-
guntas podemos hacernos a partir de
ellos. Es una herramienta que da algu-
nos datos –no todos ni los únicos– pa-
ra pensar la práctica de la enseñanza.
- Una evaluación sistémica, ¿cómo da
cuenta de las responsabilidades per-
sonales?
Cuando se dice “evaluación docente”,
se piensa en una herramienta punitiva.
Y eso genera resistencia a pensarla. En
los 90 se pedía eficiencia, se pensaba en
una evaluación en función a un mode-
lo taylorista, con metas de producción.
Para nosotros el objetivo es cómo me-
jorar las prácticas de enseñanza, no
sancionar al docente.
- ¿Y qué pasa con el docente que no
cumple con las expectativas?
Lo que importa es que los alumnos
aprendan. Entonces hay que acompa-
ñar al docente en donde se registra al-
guna tensión en relación a su modo de
enseñar. La evaluación hay que pen-
sarla en términos de trabajo: qué me-
canismos hay que ajustar y mejorar. O
puede pensarse qué funcionó bien y
profundizarlo. Sí habría que repensar
la función de esa persona que no pue-
de participar de ese proceso de mejora.
Es una situación que pone en tensión
muchos factores, entre ellos la fuente
laboral. Por eso mismo tiene que invo-
lucrar a todas las organizaciones vin-
culadas a la educación. Pero, ¿estamos
dispuestos a ver qué sucede cuando al-
guien no cumple las expectativas?
- ¿En esa resistencia aparece el espíritu
corporativo?
Hay que construir un espacio para que
sea posible la evaluación. Una cosa es
decirle a un compañero “estás hacien-
do todo mal” y otra proponerle: “Yo usé
esta estrategia y me dio resultado. ¿Por
qué no probás?”. Es ponerse en situa-
ción de reflexión. Para eso hay que estar
dispuesto a escuchar a otro. Quizás no
haya que hablar de evaluación sino de
acompañamiento; aunque los docentes
todo el tiempo estamos evaluando, nos
resulta habitual decir: “No pudiste, no
aprobaste, tenés que repetir”. Cuando
estudiamos para docente, el profesor de
práctica y el del área disciplinar nos eva-
lúan, pero después deja de ser natural.
Tenemos que preguntarnos por qué nos
resistimos a nuestra evaluación si todo
el tiempo la practicamos.
- ¿Y qué respuesta encontró?
No la tengo. Quizá porque fue un sector
muy golpeado durante mucho tiempo.
Y eso generó problemas estructurales.
- ¿Se refiere a las condiciones laborales
docentes?
Hay problemas evidentes como el au-
sentismo, y en las causas se podría pen-
sar en que las condiciones laborales no
estén dadas. Pero también aparece la po-
ca pasión, hay que recuperar la mística.
Necesitamos un docente que trascien-
da las condiciones laborales y edilicias.
A veces, me parece, falta deseo. Hay que
revalorizar la función social y política de
la educación. Estamos para modificar la
realidad, para que los chicos aprendan,
para generar y distribuir conocimiento.
- ¿Qué responsabilidad tiene el Estado
en esta burocratización docente?
Una parte importante de la respon-
sabilidad: al docente lo forma el Es-
tado. Ahora: ¿quiénes son los que lo
forman? ¿Qué transmiten? Estamos
todos inmersos en esa complejidad.
Algo en relación a cómo enseñamos
tenemos que cambiar. Todos tenemos
esa percepción. g
*Periodista, editor de la revista Tema (uno) de la
UNIPE, docente de la Universidad de Buenos Aires.
Vilma Pantolini,
gremialista
“No
debe ser
punitiva”
“
¿Para qué sirve mi evaluación
si no es para corregir, mejorar
y adecuar mi práctica?”, se pre-
gunta Vilma Pantolini , subse-
cretaria de Cultura del Sindicato Úni-
co de Trabajadores de la Educación
de Buenos Aires (SUTEBA).
La gremialista afirma que no se
opone a la realización de una evalua-
ción sobre la labor docente, aunque
sostiene que debe ser continua, in-
tegral y formativa, pero nunca puni-
tiva. “A un padre –argumenta– no le
sirve que un director le diga: ‘Quéde-
se tranquilo, como su hijo este año no
aprendió nada, su maestro no tendrá
aumento salarial’”.
Por eso, SUTEBA propuso en pari-
tarias el diseño de sistemas de autoeva-
luación institucional, en los que los do-
centes tengan un tiempo asignado para
obtener conclusiones de sus registros
sobre las propias prácticas y del análi-
sis de datos sobre la comunidad educa-
tiva y la escuela donde se desempeñan:
repitencia, promoción en cada ciclo,
alumnos con necesidades de apoyo,
etcétera. “La idea es organizar un con-
junto de información que permita dar
cuenta de cuál es la situación y detectar
las áreas más críticas para realizar los
ajustes necesarios”, señala Pantolini.
La manera de implementarlo, se-
gún Pantolini, sería a través del tra-
bajo conjunto entre el docente y uno
de sus pares –tal vez el director, que
es con quien ha fijado los objetivos
para el grado– que oriente, contro-
le, analice, tome decisiones e inter-
cambie experiencias. “Esto permiti-
ría hacer de la evaluación una herra-
mienta de retroalimentación y trans-
formadora de la labor. Pero para eso
hace falta un tiempo y un espacio es-
pecíficos”, advierte.
Pantolini dice que el docente es el
eslabón más fácil que tiene el sistema
educativo para responsabilizarlo de
las fallas, por eso señala que una bue-
na evaluación no debería ser personal,
sino que tendría que tomar en cuenta
el diseño de las políticas públicas y su
implementación en cada distrito, así
como también su impacto en las dife-
rentes instituciones y en las prácticas
docentes. “Habitualmente –descri-
be– se concibe la evaluación como la
posibilidad de medir en el rendimien-
to de un chico lo que ha trabajado un
docente, como si la acción del maes-
tro tuviera una consecuencia directa
en lo que el alumno contesta en una
prueba. Esto es simplificar el proceso
de aprendizaje; sería una sobredeter-
minación: los maestros planean deter-
minada estrategia de enseñanza, usan
determinados dispositivos para ense-
ñar, el chico aprende y visibiliza los
resultados como respuesta a las prue-
bas. Pero el docente es apenas un suje-
to dentro de un sistema.”
La educación en debate | III
Los gremios docentes, histórica-
mente, han manifestado reparos a las
pruebas internacionales estandariza-
das, como el PISA, que evalúa compe-
tencias en alumnos de 15 años. “Se uti-
liza para hablar de las acciones de los
profesores, cuando en realidad ni si-
quiera se usa para hacer una medición
de los resultados de los planes curricu-
lares, porque no existe –por ejemplo–
una preocupación por saber si esos
contenidos que se evalúan están in-
cluidos en los diseños curriculares de
los países en que se toma. Esta prueba
no toma en cuenta las trayectorias ni
los procesos de aprendizaje. Evaluar
no es establecer un ranking. No sirve
evaluar con criterios que son externos
al sistema”, sostiene Pantolini.
Como contrapartida, la gremialista
agrega que este tipo de pruebas deja
de lado la posibilidad de la autoeva-
luación, “que es la manera en que ca-
da uno puede apropiarse de su proce-
so de aprendizaje. Si alguien que está
enseñando no puede tener control so-
bre su propia trayectoria, difícilmen-
te pueda trasladar los conocimien-
tos a las trayectorias escolares de sus
alumnos”, advierte.
SUTEBA, aclara la gremialista, no
niega que las prácticas docentes de-
ben ser revisadas. “Decimos que nos
tenemos que capacitar para mejorar
nuestra intervención pedagógica y
si hay una intencionalidad de alguno
en no hacerlo no lo vamos a permitir.
Nosotros defendemos a los trabaja-
dores de la educación pero no somos
tan poco criteriosos como para pensar
que no se les debe llamar la atención
y, si hace falta luego, sancionarlos de
acuerdo a nuestros estatutos a aque-
llos que no tienen compromiso ni in-
terés con su labor. Pero reconozcamos
que hay muchas condiciones a nivel
material y simbólico que desalientan
el trabajo docente. No obstante, hay
numerosos compañeros que ponen
muchas energías y algunas escuelas
sólo funcionan por eso.”
En Argentina, recuerda Pantolini,
los docentes siempre han sido evalua-
dos. “Lo hicieron los supervisores, los
directores, pero el sistema se ha des-
naturalizado porque no es sistemático
y termina siendo algo aleatorio. Tam-
poco hay tiempos para que el mismo
sujeto observado pueda analizar estos
registros. El Estado, como empleador,
debe facilitar un proceso de evalua-
ción para darles formación continua
a maestros y profesores. Por eso deci-
mos que es un derecho de los docen-
tes”, explica. g
D.R.
Ética
“La idea de evaluación tiene que ser
ética, nadie puede evaluar lo que no
enseñó. El primer contrato ético debe
garantizar el acceso a la formación,
actualización y capacitación de los
docentes. Después, sí: hay avances
en las ciencias, en la psicología cogni-
tiva, en las didácticas y es necesario
saber qué distancias existen entre el
sujeto docente y las herramientas y
los conocimientos disponibles de su
campo.” (Laura Tantignone, inspecto-
ra de Educación Primaria en la región
V de Ezeiza)
 IV | La educación en debate El sentido de la evaluación docente
Mónica Cansino,
directora
Abrir el
diálogo
H
ace dos años, Mónica Can-
sino asumió como directo-
ra de la Escuela Primaria
Nº 49 de Lanús, que recibe
a 270 chicos. Aquí cuenta cuál es, para
ella, el sentido de evaluar docentes y
qué herramientas utiliza para hacerlo.
- ¿Evalúa a los docentes a su cargo?
Siempre. Pero no como persecución;
observo sus clases y les hago una de-
volución. Les digo: “Me parece que
hubiera sido mejor así, fijate para la
próxima”. Lo mismo cuando presen-
tan una planificación, un cuaderno.
También me reúno en grupo, con dos
o tres maestras, para evaluar el traba-
jo, de modo que no sea sólo un inter-
cambio personal; y además hago en-
trevistas individuales.
- ¿Qué observa en la evaluación?
Primero les pido que me evalúen a mí:
qué vieron de positivo y negativo en
la dirección. Eso abre el diálogo. Des-
pués, miro qué están haciendo, cómo
lo hacen, qué sirvió y qué no. Una eva-
luación es un juicio de valor que to-
mamos como un re-insumo, para ver
qué ajustar. Se hace trimestralmen-
te, como a los alumnos. También hay
un contacto frecuente con los chicos,
que no mienten.
- ¿Qué pasa cuando un docente no
cumple con sus expectativas?
Charlamos, discutimos con diplo-
macia. Le digo que me parece que es-
tá equivocada; intervengo en la clase
para que vea cómo la daría yo. Una
vez al mes nos reunimos las directo-
ras de quince escuelas del área con la
inspectora. Llevamos los problemas,
los debates y nos capacitan. A su vez,
también nos reunimos cinco escuelas
que manejamos la misma población
infantil para detectar problemas co-
munes. Es otra forma de evaluar. Por
ejemplo, estamos trabajando en la
evaluación de los chicos: se trata de
mirarlos en el proceso desde que en-
tran hasta que salen de la escuela; ya
no es sólo tomar una prueba general.
Sin embargo, todavía existe la nota
castigo: me hiciste la vida imposible y
te desapruebo.
- ¿Y qué pasa con ese docente?
Hay entrevistas individuales, grupa-
les y jornadas de capacitación, aun-
que este año se hizó sólo una de las
seis previstas. Pero cuando alguien
ve que está fuera de foco, se adapta al
grupo. Y si no, están las herramientas
administrativas: acta, apercibimien-
to, bajada de nota.
- ¿A usted la evalúan?
Sí, la inspectora me pide que registre
en un cuaderno de bitácora qué hago
con los docentes. Ahí marco lo nega-
tivo y también lo bueno, lo novedoso.
Cuando viene lo revisa. También mira
cuadernos y carpetas. Tenemos una
comunicación abierta y está bueno
que ella se ponga en el rol didáctico,
como si fuera nuestra maestra. Hace
una devolución oral, no siempre todo
lo que se dice se escribe: hay cosas du-
ras que en el papel no aparecen. Pero
igual te das por advertida y ella lo tie-
ne bien registrado.
- ¿Qué opina de los operativos masi-
vos de evaluación?
Para los chicos están fuera de lo real,
cada escuela es diferente y estas prue-
bas aspiran a la uniformidad. Tal vez
sirvan para evaluar a los docentes, pe-
ro antes reclamamos capacitación en
servicio. Hay mucha desigualdad en la
capacitación, porque la oferta existen-
te es paga y no todos podemos costear-
la. Las pocas gratuitas son las del Cen-
tro de Investigación Educativa de cada
distrito, pero se cursa a las cinco de la
tarde, después de estar todo el día en la
escuela, hay que tener ganas...
- ¿Por qué los docentes suelen ser
cuestionados?
Algunos hacen siempre lo mismo, se
burocratizan. Pero también el hilo
se corta por lo más delgado; es fácil
echarles la culpa a ellos. ¿Pero quién
está en el territorio sin gas ni luz ni
agua y con techos rotos? g
D.R.
Rodrigo Daiqui, estudiante
Los profesores que
siempre se recuerdan
C
on sólo 17 años, Rodrigo Dai- se cuenta qué debe rever para cumplir
qui cumple doble función: es- bien su función. No se trata de decir-
tudia en sexto año de la Escue- le que no puede dar más clase, sino de
la Técnica Juan XXIII de Ra- corregir lo que no funciona.”
mos Mejía y da clases de recreación en En ese sentido, según Daiqui, la ca-
el curso de formación de líderes de la pacitación ocupa un lugar fundamen-
Asociación Cristiana de Jóvenes. Des- tal. “Mi escuela tiene un acuerdo para
de esa doble perspectiva, está conven- dar una materia sobre redes informá-
cido de que a los docentes hay que eva- ticas con la empresa CISCO. Los profe-
luarlos. “Un montón están muy pre- sores que la dan tienen que hacer cur-
parados; pero otros no tienen ni idea”, sos y rendir exámenes, tanto prácticos
argumenta. como finales. Cuando dan clase, notás
Daiqui sugiere que los docentes de- que están superpreparados. Pero en
berían ser evaluados antes de hacerse otras asignaturas, algunos se queda-
cargo de un curso, para ver si conocen ron con lo que aprendieron hace vein-
los contenidos que deben enseñar. “Pe- te años”, describe. Y detalla qué es para
ro cuidado –advierte–, una persona él un buen docente: “El que sabe divi-
puede saber mucho sobre un tema pe- dir entre el momento de enseñar y el
ro no manejar técnicas para explicarlo. grupal. Tiene que detectar cuando un
Tengo materias donde más del 50 por alumno presenta un problema, pre-
ciento de los chicos desaprueba; ése es guntarle qué le pasa y ayudarlo. Debe
un problema del profesor.” conocer bien la materia, saber expli-
Para el estudiante, la evaluación carla; pero también ser humano, sin
mejoraría la calidad educativa por- traspasar el límite que lo separa del es-
que serviría para que el docente tra- tudiante. Ésos son los profesores que
baje sobre los aspectos en que falla. después recordás siempre”. g
“Si alguien es profesor, es porque ésa
es su pasión. Entonces tiene que dar- D.R.
Riqueza y pobreza
“En América Latina primero se sospechó de la escuela y se comenzaron a aplicar prue-
bas nacionales e internacionales de aprendizaje a estudiantes de la educación básica.
Ahora se sospecha de la calidad de los docentes. Varios países les aplican pruebas de
opción múltiples. También se usan los promedios de aprendizaje de los alumnos como
indicador de la calidad de sus maestros. Evaluar pareciera ser la consigna de las políti-
cas educativas de la derecha latinoamericana (y mundial). Todo tiene que ser evalua-
do, y como dijo un tecnócrata fundamentalista: ‘Lo que no se puede medir no existe’.
No debería ser difícil criticar esta visión tan burda.
El trabajo docente es más parecido al trabajo de un actor de teatro que al de un
fabricante de objetos. A decir verdad, el primero no tiene un producto inmediato:
¿Quién puede ‘medir’ el efecto de una buena (o mala) clase? ¿Qué es lo que ‘produce’
un pianista que ejecuta con virtuosismo una partitura? El docente en el aula debe re-
solver problemas extremadamente complejos, variados y siempre renovados, y para
esto no valen las técnicas o las recetas estandarizadas. Incluso el uso de técnicas su-
pone el ejercicio de la creatividad y la improvisación. En síntesis, los exámenes sólo
miden (mal) el ‘saber’ de los docentes, pero no sirven para evaluar su desempeño. Las
pruebas son pobres instrumentos ante la complejidad y riqueza que presenta el tra-
bajo del docente.” (Emilio Tenti Fanfani, investigador principal del CONICET)
Staff
UNIPE:
Universidad Pedagógica
Rector
Adrián Cannellotto
Vicerrector
Daniel Malcolm
Editorial Universitaria
Dirección editorial
Flavia Costa
Editor de Cuadernos de discusión
Diego Rosemberg