Sunteți pe pagina 1din 36

Julio Cesar Balcero Hernández

Adrián Ferney Cardona Cardona


José Aquilino Cely Villarreal
Configurativa III

Pbro. Diego Cardona Henao

Seminario Mayor Cristo Buen Pastor


Puerto Salgar (Cundinamarca)
2019
Contenido

INTRODUCCIÓN .............................................................................................................. 4

EUCARISTÍA Y MISTERIO PASCUAL .......................................................................... 6

Ambientación .................................................................................................................. 7

Iluminación bíblica.......................................................................................................... 7

Reflexión catequética ...................................................................................................... 7

PRESENCIA REAL ......................................................................................................... 11

Ambientación ................................................................................................................ 12

Iluminación bíblica........................................................................................................ 12

Reflexión catequética .................................................................................................... 13

DISPOSICIONES PARA LA EUCARISTÍA .................................................................. 15

Ambientación ................................................................................................................ 16

Iluminación bíblica........................................................................................................ 16

Reflexión catequética .................................................................................................... 16

EFECTOS DE LA EUCARISTÍA .................................................................................... 18

Ambientación ................................................................................................................ 19

Iluminación Bíblica: ...................................................................................................... 19


Reflexión catequética .................................................................................................... 19

CULTO EUCARÍSTICO ................................................................................................. 23

Ambientación ................................................................................................................ 24

Iluminación bíblica........................................................................................................ 24

Reflexión catequética. ................................................................................................... 24

EUCARISTÍA Y DOMINGO ........................................................................................... 26

Ambientación. ............................................................................................................... 27

Iluminación bíblica........................................................................................................ 27

Reflexión catequética. ................................................................................................... 28

CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA ................................................................................... 31

Ambientación ................................................................................................................ 32

Iluminación Bíblica ....................................................................................................... 32

Reflexión catequética .................................................................................................... 33


INTRODUCCIÓN

La eucaristía como fuente y culmen de la vida cristiana, ocupa un papel primordial en


todo el ser y hacer de la Iglesia, en la que el Señor convoca a su pueblo, lo reúne en torno a la
doble mesa de la Palabra y del Pan de vida, lo alimenta y lo une a sí en la ofrenda del Sacrificio.
En ella el pueblo de la nueva alianza no solo recuerda los misterios de su redención, sino que
de un modo admirable, y por querer del mismo Cristo, los actualiza y los hace presente en el
hoy y en el ahora de cada celebración

La eucaristía es pues, no un rito más, una ceremonia o servicio religioso, con toda
claridad podemos decir que la Eucaristía es una persona concreta CRISTO. Que deseando
quedarse con sus discípulos, no solo con los que compartieron con Él aquella primera cena de
la nueva pascua, sino con todos los que por el testimonio y predicación de aquellos hombres,
testigos privilegiados, creyeron en Él, creen y creerán.

Sin embargo la eucaristía no se agota solo en cuanto presencia viva y real de Cristo en
medio de su pueblo, pues comprende varias dimensiones, es cena – banquete de los hijos de
Dios, congregados en su amor; es común – unión de los hombres entre sí, sobre todo de aquellos
que han escuchado la Palabra, han recibido el Espíritu y han renacido a una nueva vida, y es
comunión de lo humano con lo divino, pues en lo dones, aquello que el hombre no hizo
germinar, ni crecer ni producir; es dado a los hombres para su provecho, al mismo tiempo que
el hombre, reconociendo su pequeñez ofreces esos mismo dones que Dios le ha otorgado,
mediante la fecundidad de la tierra y el sudor de la frente, el hombre los entrega en oblación a
su Señor, quien los recibe, los bendice y más aún se hace presente en ellos, para que el hombre
se alimente con la divinidad y llegue a ella.

Así pues la eucaristía, al ser el gran misterio de la fe, encierra numerosos elementos,
que por desgracia, la mayoría de nuestros fieles e incluso ministros y consagrados desconocen;
mediante estas cortas catequesis, pensadas y orientadas sobre todo a un público adulto o con
cierta madurez humana y espiritual, pretendemos ayudar a profundizar un poco más en este
sacramento admirable, del que todos participamos y del que muy pocos realmente conocen.
EUCARISTÍA Y MISTERIO PASCUAL

"Jesús contestó: «En verdad les digo: No fue Moisés


quien les dio el pan del cielo. Es mi Padre el que les da el
verdadero pan del cielo. El pan que Dios da es Aquel que baja
del cielo y que da vida al mundo"
Jn. 6, 32-33
Ambientación

Se preparará un lugar con una mesa, la bebida y la comida y algunos adornos que
signifiquen el cumpleaños. Con el fin de hacer énfasis en la celebración de un acontecimiento
importante de nuestra vida. Se puede entonar el canto “Eucaristía milagro de amor”

Iluminación bíblica

1 Co 11, 17-26 "Siguiendo con mis advertencias, no los puedo alabar por sus reuniones,
pues son más para mal que para bien. En primer lugar, según me dicen, cuando se reúnen como
Iglesia, se notan divisiones entre ustedes, y en parte lo creo. Incluso tendrá que haber partidos,
para que así se vea con claridad con quién se puede contar. Ustedes, pues, se reúnen, pero ya
no es comer la Cena del Señor, pues cada uno empieza sin más a comer su propia comida, y
mientras uno pasa hambre, el otro se embriaga. ¿No tienen sus casas para comer y beber? ¿O
es que desprecian a la Iglesia de Dios y quieren avergonzar a los que no tienen nada? ¿Qué les
diré? ¿Tendré que aprobarlos? En esto no. Yo he recibido del Señor lo que a mi vez les he
transmitido. El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan y, después de dar gracias,
lo partió diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria
mía.» De igual manera, tomando la copa, después de haber cenado, dijo: «Esta copa es la Nueva
Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban háganlo en memoria mía.» Fíjense bien:
cada vez que comen de este pan y beben de esta copa están proclamando la muerte del Señor
hasta que venga."

Reflexión catequética

Se debe tener en cuenta que la Eucaristía está íntimamente unida con la pascua de Cristo.
Ahora bien, para comprender de qué se trata la pascua de Cristo, se debe empezar por
comprender la pascua judía.
Pascua judía

Es una de las celebraciones más importantes del pueblo judío. En ella el pueblo
conmemora, sacramentalmente cada año con la cena pascual, el gran acontecimiento del Éxodo,
es decir, la liberación de la esclavitud en la que estaban sometidos por el pueblo egipcio, el
establecimiento de la alianza con Dios, la protección de Dios, y la peregrinación a la tierra
prometida (Ex 12).

Ahora bien, esta celebración judía, es figura y tipo de lo que Jesucristo iba a cumplir,
pues Él como cabeza de la humanidad realizó el gran éxodo, donde retorna al Padre, luego de
haber liberado, de manera definitiva, a todos los hombres de la esclavitud del pecado y de la
condenación eterna. Jn 13, 1 “Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado
la hora de salir de este mundo para ir al Padre, como había amado a los suyos que quedaban
en el mundo, los amó hasta el extremo.” Es aquí donde se empieza a hablar de la Pascua de
Crsito.

El Nuevo Testamento presenta a Cristo como el verdadero cordero pascual, que se


inmola para la salvación de todos (Jn 19, 36). Cristo entrega su cuerpo y su sangre, la sangre de
la nueva alianza, referenciando de esta manera la plenitud de la antigua alianza que se describe
en Éxodo 24 (Hb 8-9); de esta manera la celebración ritual de la pascua judía queda sustituida
por la eucaristía “haced esto en memoria mía”.

Eucaristía, sacramento de la pascua de Cristo

La nueva pascua es la muerte de Cristo en la cruz, su entrega al Padre, su tránsito de


siervo de Yahveh, como cordero que se inmola para el perdón de los pecados; y la nueva
celebración sacramental de esta pascua es la Eucaristía.
La comprensión eucarística en el Nuevo Testamento refiere a la comida pascual de los
cristianos, es entonces, el memorial y sacramento del sacrificio de Cristo, que renueva la alianza
sellada con su sangre, y nos hace participes de la fuerza salvadora de su muerte.

Muchos padres de la Iglesia conectan la eucaristía con la pascua, ven en ella el


sacramento memorial de la pascua de Cristo. Eusebio de CEsarea dice: “los discípulos de
Moisés inmolaban una vez al año el cordero pascual. Pero nosotros, los del nuevo testamento,
celebramos nuestra pascua cada domingo, cuando realizamos los misterios del verdadero
cordero.” De sollemnitate paschali, 7.

San Agustín en Sermón de Pascua, dice “de todo esto debemos tener continua
meditación en la celebración diaria de la pascua… el memorial de la muerte y resurrección
del Señor, en el cual recibimos cada día en alimento su cuerpo y su sangre”.

Los textos litúrgicos, sobre todo en la plegara eucarística, centran su comprensión en el


memorial que en ella celebramos de la pascua de Cristo, así como lo expresa el prefacio de la
noche pascual “esta noche en que Cristo, nuestra pascua, ha sido inmolado, porque Él es el
verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo…”
Por su parte, los textos conciliares Trento y Vaticano II, se refieren a la eucaristía como
sacrificio, compara nuestra celebración con la pascua judía: ellos hacían memoria del primer
éxodo, y nosotros, del verdadero y definitivo éxodo de Cristo.
PRESENCIA REAL

"Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día.»


Entró, pues, para quedarse con ellos. Y esto sucedió. Mientras estaba en la
mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, y en
ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron."
Lc. 24, 29-31
Ambientación

Se ambientará el lugar con fotografías y afiches de personajes famosos, especialmente


de santos. Con el fin de enfocar la catequesis en la presencia, aunque no física de la persona
que está en la imagen. Se puede entonar el canto “Dios está aquí”

Iluminación bíblica

Lc 24, 13-35: Y he aquí que aquel mismo día dos de ellos iban a una aldea llamada
Emaús, que estaba como a once kilómetros de Jerusalén. Y conversaban entre sí acerca de todas
estas cosas que habían acontecido. Y sucedió que mientras conversaban y discutían, Jesús
mismo se acercó y caminaba con ellos. Pero sus ojos estaban velados para que no le
reconocieran. Y El les dijo: ¿Qué discusiones son estas que tenéis entre vosotros mientras vais
andando? Y ellos se detuvieron, con semblante triste. Respondiendo uno de ellos, llamado
Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único visitante en Jerusalén que no sabe las cosas que en ella han
acontecido en estos días? Entonces El les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: Las referentes a
Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo
el pueblo; y cómo los principales sacerdotes y nuestros gobernantes le entregaron a sentencia
de muerte y le crucificaron. Pero nosotros esperábamos que El era el que iba a redimir a Israel.
Pero además de todo esto, este es el tercer día desde que estas cosas acontecieron. Y también
algunas mujeres de entre nosotros nos asombraron; pues cuando fueron de madrugada al
sepulcro, y al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto una aparición de
ángeles que decían que El vivía. Algunos de los que estaban con nosotros fueron al sepulcro, y
lo hallaron tal como también las mujeres habían dicho; pero a El no le vieron. Entonces Jesús
les dijo: ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! 26
¿No era necesario que el Cristo padeciera todas estas cosas y entrara en su gloria? Y
comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó lo referente a El en
todas las Escrituras. Se acercaron a la aldea adonde iban, y El hizo como que iba más lejos. Y
ellos le instaron, diciendo: Quédate con nosotros, porque está atardeciendo, y el día ya ha
declinado. Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que al sentarse a la mesa con ellos, tomó
pan, y lo bendijo; y partiéndolo, les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos y le reconocieron;
pero El desapareció de la presencia de ellos. Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro
corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras?
Y levantándose en esa misma hora, regresaron a Jerusalén, y hallaron reunidos a los once y a
los que estaban con ellos, que decían: Es verdad que el Señor ha resucitado y se ha aparecido a
Simón. Y ellos contaban sus experiencias[m] en el camino, y cómo le habían reconocido en el
partir del pan.

Reflexión catequética

Para comprender la presencia real de Jesús en la eucaristía debemos comprender que


nosotros utilizamos muchas formas de hacernos presentes en cualquier lugar y tiempo, esto por
medio de la imagen (fotografías, videos). Pero el máximo grado de presencia se basa en el amor,
puesto que implica la acción, la comunicación y expresión del propio cuerpo, ya que es capaz
de acoger al otro en su propia individualidad.

¿Quién se nos hace presente y para qué? El que se nos hace presente es el Cristo pascual,
el resucitado, el que trasciende al hombre porque ha resucitado a una nueva existencia, el que
ya ha experimentado en la fuerza del Espíritu Santo la glorificación escatológica y está lleno de
la divinidad. Para ser comido en la eucaristía, ofreciéndonos la comunión con su vida divina.

En el caso de la eucaristía es la presencia de la persona del mismo Cristo resucitado, con


el que, gracias a su auto-donación por la muerte y resurrección, nos encontramos y entramos en
comunión.

Es presencia «verdadera», porque se basa en sus palabras e implica su entrega por amor.

Es presencia «real», porque hay identidad entre el Jesús histórico, el Señor resucitado y
el Cristo eucarístico.
Es presencia «sustancial» («per modum substantiae»), porque contiene la misma
persona de Cristo y, a diferencia de su presencia en otros sacramentos, resalta la identidad (bajo
forma sacramental) de los elementos consagrados con la persona de Cristo glorificado.

Es presencia «permanente», porque es fiel y definitiva, no ficticia y transitoria.

Es presencia «relacionada», porque debe entenderse en relación con las diversas formas
de presencia en la celebración eucarística:

1. presencia «comunitaria», en la asamblea reunida;


2. presencia «evangélica», en la proclamación de la Palabra, sobre todo el evangelio;
3. presencia «signal», en los diversos signos del altar, ministro;
4. finalmente, presencia «somática especial», en el pan y el vino consagrados. Se trata
siempre de la presencia real y personal de Cristo, aunque diversamente significada, que
alcanza su plenitud y su máxima identidad-densidad en la presencia en el pan y el vino
transformados, destinada a una presencia y una transformación personal y eclesial, en
compromiso y dinámica de una transformación del mundo hasta la plenitud escatológica

Los discípulos de Emaús son una experiencia privilegiada de la Presencia del Señor que
hace arder el corazón por la fuerza de su resurrección, la palabra clave acá es RECONOCER
que es distinto de CONOCER. La presencia de Jesús en la Eucaristía debe ser Reconocida, es
decir, abrir de una manera nueva los ojos para verle...
DISPOSICIONES PARA LA EUCARISTÍA

"Fíjense bien: cada vez que comen de este pan y beben de esta copa están
proclamando la muerte del Señor hasta que venga. Por tanto, el que come el
pan o bebe la copa del Señor indignamente peca contra el cuerpo y la sangre
del Señor. Cada uno, pues, examine su conciencia y luego podrá comer el pan
y beber de la copa. El que come y bebe indignamente, come y bebe su propia
condenación por no reconocer el cuerpo."
1Cor. 11, 26-29
Ambientación

Disponer un lugar en desorden con objetos para una cena, y pedir a los asistentes que lo
organicen. De esta manera se enfoca en la participación de todos para poder celebrar
adecuadamente la eucaristía.

Iluminación bíblica

Mt 5, 23-24: Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano
tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu
hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.

Reflexión catequética

La celebración de la Misa, como acción de Cristo y de la Iglesia, es el centro de toda la


vida cristiana, en favor de la Iglesia, tanto universal como particular, y de cada uno de los fieles,
a los que de diverso modo afecta, según la diversidad de órdenes, funciones y participación
actual. De este modo el pueblo cristiano, manifiesta su orden coherente y jerárquico. El
sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque diferentes
esencialmente y no sólo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro, pues ambos participan
de forma peculiar del único sacerdocio de Cristo.

Algunos de entre los fieles laicos ejercen, recta y laudablemente, tareas relacionadas con
la sagrada Liturgia, conforme a la tradición, para el bien de la comunidad y de toda la Iglesia
de Dios. Conviene que se distribuyan y realicen entre varios las tareas o las diversas partes de
una misma tarea.

Todos los fieles, por el bautismo, han sido liberados de sus pecados e incorporados a la
Iglesia, destinados por el carácter al culto de la religión cristiana, para que, por su sacerdocio
real, perseverantes en la oración y en la alabanza a Dios, ellos mismos se ofrezcan como hostia
viva, santa, agradable a Dios y todas sus obras lo confirmen, y testimonien a Cristo en todos los
lugares de la tierra, dando razón a todo el que lo pida, de que en él está la esperanza de la vida
eterna. Por lo tanto, también la participación de los fieles laicos en la celebración de la
Eucaristía, y en los otros ritos de la Iglesia, no puede equivaler a una mera presencia, más o
menos pasiva, sino que se debe valorar como un verdadero ejercicio de la fe y la dignidad
bautismal.

En cuanto a los elementos de la celebración, materia, el pan que se emplea en el santo


Sacrificio de la Eucaristía debe ser ázimo, de sólo trigo y hecho recientemente, para que no
haya ningún peligro de que se corrompa. El vino que se utiliza en la celebración del santo
Sacrificio eucarístico debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de
sustancias extrañas, fermentado no destilado. En la misma celebración de la Misa se le debe
mezclar un poco de agua.

Se debe recordar que la misa no es una celebración para oír, sino para participar en
comunidad del sacrificio puro y agradable que se le ofrece al Padre.
EFECTOS DE LA EUCARISTÍA

El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna; y yo le resucitaré el día
último.
Jn 6, 54
Ambientación

Se preparará una cartelera donde se dibujará o pintará la imagen de una persona que esté
recibiendo el cuerpo de Cristo y luego una segunda imagen donde se vea a esa misma persona
haciendo distintos actos bondadosos.

Iluminación Bíblica:

1 Co 11,23–26

Porque yo he recibido una tradición, que procede del


Señor y que a su vez os he transmitido: Que el Señor, Jesús,
en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y,
pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: “Esto
es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en
memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz, después de
cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre;
haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía. Por eso,
cada vez que coméis de este pan y bebéis de este cáliz,
proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios

Reflexión catequética

En la exposición de la catequesis se irán señalando los distintos aspectos que señala el


catecismo de la Iglesia Católica 1391–1397 respecto de los mismos frutos de la comunión.

Los frutos de la comunión


La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la
comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En efecto, el Señor dice:

“Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él”(Jn 6,56). La vida en Cristo

encuentra su fundamento en el banquete eucarístico: "Lo mismo que me ha enviado el Padre,


que vive, y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí" (Jn 6,57).

Lo que el alimento material produce en nuestra vida corporal, la comunión lo realiza de


manera admirable en nuestra vida espiritual. La comunión con la Carne de Cristo resucitado,

“vivificada por el Espíritu Santo y vivificante” (PO 5), conserva, acrecienta y renueva la vida

de gracia recibida en el Bautismo. Este crecimiento de la vida cristiana necesita ser alimentado
por la comunión eucarística, pan de nuestra peregrinación, hasta el momento de la muerte,
cuando nos sea dada como viático.

La comunión nos separa del pecado. El Cuerpo de Cristo que recibimos en la comunión
es "entregado por nosotros", y la Sangre que bebemos es "derramada por muchos para el perdón
de los pecados". Por eso la Eucaristía no puede unirnos a Cristo sin purificarnos al mismo
tiempo de los pecados cometidos y preservarnos de futuros pecados:

«Cada vez que lo recibimos, anunciamos la muerte del Señor (cf. 1 Co 11,26). Si
anunciamos la muerte del Señor, anunciamos también el perdón de los pecados . Si cada vez
que su Sangre es derramada, lo es para el perdón de los pecados, debo recibirle siempre, para
que siempre me perdone los pecados. Yo que peco siempre, debo tener siempre un remedio»
(San Ambrosio, De sacramentis 4, 28).

Como el alimento corporal sirve para restaurar la pérdida de fuerzas, la Eucaristía


fortalece la caridad que, en la vida cotidiana, tiende a debilitarse; y esta caridad vivificada borra
los pecados veniales (cf Concilio de Trento: DS 1638). Dándose a nosotros, Cristo reaviva
nuestro amor y nos hace capaces de romper los lazos desordenados con las criaturas y de
arraigarnos en Él.
Por la misma caridad que enciende en nosotros, la Eucaristía nos preserva de futuros
pecados mortales. Cuanto más participamos en la vida de Cristo y más progresamos en su
amistad, tanto más difícil se nos hará romper con Él por el pecado mortal. La Eucaristía no está
ordenada al perdón de los pecados mortales. Esto es propio del sacramento de la Reconciliación.
Lo propio de la Eucaristía es ser el sacramento de los que están en plena comunión con la
Iglesia.

La unidad del Cuerpo místico: La Eucaristía hace la Iglesia. Los que reciben la
Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo. Por ello mismo, Cristo los une a todos los fieles
en un solo cuerpo: la Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a
la Iglesia realizada ya por el Bautismo. En el Bautismo fuimos llamados a no formar más que
un solo cuerpo (cf 1 Co 12,13). La Eucaristía realiza esta llamada: "El cáliz de bendición que
bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? y el pan que partimos ¿no es
comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo
somos, pues todos participamos de un solo pan" (1 Co 10,16-17):

«Si vosotros mismos sois Cuerpo y miembros de Cristo, sois el sacramento que es puesto
sobre la mesa del Señor, y recibís este sacramento vuestro. Respondéis "Amén" [es decir, "sí",
"es verdad"] a lo que recibís, con lo que, respondiendo, lo reafirmáis. Oyes decir "el Cuerpo de
Cristo", y respondes "amén". Por lo tanto, sé tú verdadero miembro de Cristo para que tu "amén"
sea también verdadero» (San Agustín, Sermo 272).

La Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres: Para recibir en la verdad


el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más
pobres, sus hermanos (cf Mt 25,40):

«Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. [...] Deshonras esta
mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno [...] de participar
en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aún así, no
te has hecho más misericordioso (S. Juan Crisóstomo, hom. in 1 Co 27,4).
Oración

Preparación para la Sagrada Comunión


(Santo Tomás de Aquino)

Gracias de doy, Señor, Padre todopoderoso, Dios eterno, porque a mí, pecador, indigno
siervo tuyo, sin mérito alguno de mi parte, sino por pura concesión de tu misericordia, te has
dignado alimentarme con el precioso Cuerpo y Sangre de tu Unigénito Hijo mi Señor
Jesucristo.

Te suplico, que esta Sagrada Comunión no me sea ocasión de castigo, sino intercesión
saludable para el perdón; sea armadura de mi fe, escudo de mi voluntad, muerte de todos mis
vicios, exterminio de todos mis carnales apetitos, y aumento de caridad, paciencia y verdadera
humildad, y de todas las virtudes: sea perfecto sosiego de mi cuerpo y de mi espíritu, firme
defensa contra todos mis enemigos visibles e invisibles, perpetua unión contigo, único y
verdadero Dios, y sello de mi muerte dichosa.

Te ruego, que tengas por bien llevar a este pecador a aquel convite inefable, donde Tú,
con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres para tus santos luz verdadera, satisfacción cumplida, gozo
perdurable, dicha consumada y felicidad perfecta. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.
CULTO EUCARÍSTICO

Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre, que me ha enviado; y yo lo


resucitaré el día último. En los libros de los profetas se dice: ‘Dios instruirá a
todos. Así que todos los que escuchan al Padre y aprenden de él vienen a mí.
Jn 6, 44-45
Ambientación

Llevar a los asistentes frente al sagrario, con el propósito de hacerles reconocer el


sentido de la adoración al santísimo.

Iluminación bíblica.

Jn 4, 22a

«Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos”

Reflexión catequética.

La actitud del creyente en cada encuentro personal con Cristo en la Eucaristía no puede
ser otra que la de reverencia, llena de gratitud y de amor, y adoración. En primer lugar, en la
celebración de la santa Misa: “Vivir la Santa Misa es permanecer en oración continua;
convencernos de que, para cada uno de nosotros, es éste un encuentro personal con Dios:
adoramos, alabamos, pedimos, damos gracias, reparamos por nuestros pecados, nos
purificamos, nos sentimos una sola cosa en Cristo con todos los cristianos” (Es cristo que pasa
# 88). Esta actitud de adoración puede y debe manifestarse a través del cuidado de la liturgia
eucarística, de los gestos indicados en las rúbricas, las genuflexiones pausadas, las inclinaciones
de cabeza, de una oración personal que acompaña los textos litúrgicos, en definitiva, de la
participación consciente, devota y activa en la celebración.

En continuidad con esa fe viva en la presencia de Cristo en la Eucaristía nacen y se


desarrollan las devociones relacionadas con el culto al Santísimo Sacramento fuera de la Misa,
como las bendiciones y exposiciones solemnes de la Eucaristía, las velas nocturnas de adoración
eucarística, las Visitas al Santísimo Sacramento, la Comunión espiritual, la oración mental ante
el Sagrario, etc.
El cristiano debe ver el Sagrario como el lugar en el que Jesús siempre nos está
esperando, para escucharnos y ayudar nos, como escuchaba y ayudaba a sus amigos, Marta,
María y Lázaro (cfr. Camino 60; ECP, 154). Considerar las Visitas al Santísimo Sacramento
momentos privilegiados para corresponder al amor del Señor, mostrándole nuestro
agradecimiento por haberse quedado con nosotros: “¡Jesús se ha quedado en la Hostia Santa
por nosotros!: para permanecer a nuestro lado, para sostenernos, para guiarnos. Y amor
únicamente con amor se paga. ¿Cómo no habremos de acudir al Sagrario, cada día, aunque sólo
sea por unos minutos, para llevarle nuestro saludo y nuestro amor de hijos y de hermanos?”.
“Acude perseverantemente ante el Sagrario, de modo físico o con el corazón, para sentirte
seguro, para sentirte sereno: pero también para sentirte amado, ¡y para amar!” (Forja 837).
También la Comunión espiritual, es una fuente inagotable de gracias, y un medio eficacísimo
para vivir la unidad de vida: “¡Qué fuente de gracias es la Comunión espiritual! –Practícala
frecuentemente y tendrás más presencia de Dios y más unión con Él en las obras” (C, 540).
EUCARISTÍA Y DOMINGO

El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para la


fracción del pan, Pablo, que debía partir al día siguiente, hablaba a los
discípulos, y su discurso se prolongó hasta la medianoche.

Hch 20, 7
Ambientación.

La Eucaristía se puede celebrar, y se celebra, todos los días. Pero, desde el principio, la
comunidad cristiana es convocada, toda entera y de forma oficial, para celebrarla el Domingo,
el «Día del Señor» como lo llamamos desde los tiempos apostólicos, que es para los cristianos
el «señor de los días» porque en él celebramos la resurrección de Jesús, núcleo fundamental de
la fe cristiana y acontecimiento central de la historia.

«Cada semana, en el día que llamó "del Señor", la Iglesia conmemora su resurrección,
que una vez al año celebra también, junto con su santa pasión, en la máxima solemnidad de la
Pascua. Además, en el círculo del año, desarrolla todo el Misterio de Cristo, desde la
Encarnación y el Nacimiento hasta la Ascensión, el día de Pentecostés y la expectativa de la
feliz esperanza y venida del Señor» (S.C 102).

Iluminación bíblica.

Hch. 20, 7

“El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para la fracción del pan, Pablo,
que debía partir al día siguiente, hablaba a los discípulos, y su discurso se prolongó hasta la
medianoche.”
Reflexión catequética.

Los cristianos de hoy necesitamos descubrir de nuevo el sentido del Domingo, su


misterio y su valor de celebración, para no confundirlo con un mero «fin de semana», entendido
solamente como tiempo de descanso o diversión.

 Día del Señor.

El Domingo celebra la “nueva creación” llevada a cabo por Cristo en su muerte y


resurrección. Pero esta “nueva creación” es culminación y perfeccionamiento de la creación
primera que Dios realizó, dando principio al mundo y al hombre. El Hijo eterno del Padre, autor
de la nueva creación, es también origen y fin de la primera: «Por medio de él fueron creadas
todas las cosas; todo fue creado por él y para él» (Col 1,16). De ahí que los cristianos, para
comprender plenamente el Domingo, necesitemos hacer una relectura de la creación. Dios
mismo bendijo y santificó este día porque en él descansó de su trabajo creador y dirigió una
mirada de complacencia hacia la belleza de su obra (cf. Gén 1,31-2,3). El hombre, destinatario
último de la creación y responsable de todo lo creado, es invitado a asociarse a este descanso
de Dios y a participar de su propia alegría en la alabanza, la acción de gracias, en la intimidad
filial y en la amistad. El “día del Señor” es, por excelencia, el día de la relación amorosa.

 Día de la liberación

Los cristianos hemos transferido todo el sentido espiritual del sábado al “primer día
después del Sábado”, día en que resucitó Jesús. Porque el misterio pascual de Cristo es la
revelación plena del misterio de la creación, el vértice de la historia de la salvación y la
anticipación del perfeccionamiento definitivo del mundo. Lo que Dios obró en la creación y lo
que hizo con su pueblo en el Éxodo, encontró su cumplimiento en la muerte y resurrección de
Cristo; aunque su realización definitiva sólo se descubrirá en su venida gloriosa

 Día de Cristo.
Según el testimonio unánime de los Evangelios, la resurrección de Jesús tuvo lugar «el
primer día después del Sábado» ( Mc 16,2; Lc 24,1; Jn 20,1). Aquel mismo día el resucitado se
manifestó a los dos discípulos que caminaban hacia Emaús (cf. Lc 24,13-35) y se apareció a los
once apóstoles reunidos (cf. Lc 24,36; Jn 20,19). Ocho días después, los discípulos estaban
nuevamente reunidos cuando Jesús se les apareció y se hizo reconocer por Tomás (cf. Jn 20,26).
Era también Domingo el día de Pentecostés, primer día de la octava semana después de la
pascua judía, cuando con la efusión del Espíritu, y cuando tuvo lugar la epifanía o manifestación
de la Iglesia como nuevo pueblo de Dios (cf. Hch 2,1-41)

Si consideraos el Domingo como una Pascua y un Pentecostés, es también el día en el


que el cristiano se siente llamado a recordar el Bautismo, que lo hizo hombre nuevo en Cristo:
2Sepultados con él en el Bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la acción de
Dios, que lo resucitó de entre los muertos” (Col 2,12). La liturgia señala esta dimensión
bautismal del Domingo exhortando a celebrar los bautismos en este día, sugiriendo como rito
penitencial de la Eucaristía la aspersión con el agua bendita.

El Domingo, además de primer día, es también el “octavo día”, porque viene después
del bloque semanal de los siete días. El Domingo prefigura el día final en el que la creación,
que “gime hasta el presente y sufre dolores de parto” (Rm 8,22), será rescatada definitivamente
del pecado y de la muerte por la fuerza de la resurrección de Cristo. El cristiano vive el Domingo
como anticipación, promesa y prenda de la salvación definitiva que espera alcanzar.

Día de la Iglesia

El Domingo, el día de la resurrección de Cristo, no es sólo el recuerdo de un


acontecimiento pasado, sino la celebración de la presencia viva del Resucitado en medio de los
suyos: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).

Por lo que el Domingo, o es un día para dar culto aislado de la comunidad de creyentes,
porque, los que han recibido la gracia del Bautismo, no han sido salvados sólo a título personal,
sino como miembros del Cuerpo de Cristo y formando parte del nuevo pueblo de Dios. Por eso
es importante que se reúnan para expresar así la identidad de la misma Iglesia, que es asamblea
convocada por el Señor resucitado, que ofreció su vida “para reunir en uno a los hijos de Dios
que estaban dispersos” (Jn 11,52).

La Iglesia tiene su razón de ser y su fuente en la Eucaristía. Porque, si la Iglesia celebra


la Eucaristía, es porque la Eucaristía constituye, conforma y alimenta a la misma Iglesia; la
Iglesia vive de la Eucaristía: “Porque uno solo es el pan, aún siendo muchos, formamos un solo
cuerpo, pues todos participamos del mismo pan” (1 Cor 10,17).

Esta relación esencial entre la Iglesia y la Eucaristía se realiza en toda celebración


eucarística. Pero se expresa de manera particular el día en que toda la comunidad es convocada
para conmemorar la resurrección del Señor, y se convierte en fuente de todas las demás
celebraciones eclesiales. Por eso también, el Domingo no se han de fomentar las Eucaristías
en grupos pequeños, a no ser por particulares exigencias formativas o pastorales.

Al ser la Eucaristía el verdadero centro del domingo, se comprende qué, desde los
primeros siglos, la Iglesia no ha cesado de afirmar su necesidad e incluso la obligación de
conciencia de participar en ella, durante la persecución de Diocleciano, un juez pregunta a un
cristiano por qué no ha impedido que se celebrase la Eucaristía en su casa, él contesta: «No me
era posible, pues nosotros no podemos vivir sin celebrar el misterio del Señor» (Actas de los
mártires africanos bajo Diocleciano). Los fieles proclaman así su comunión en la fe y la caridad.
Testimonian a la vez la santidad de Dios y su esperanza de la salvación. Se reconfortan
mutuamente, guiados por el Espíritu Santo» (C.EC 2182).
CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

"Estos dan culto en lo que es sombra y figura de realidades celestiales,


según le fue revelado a Moisés al emprender la construcción de la Tienda.
Pues dice: Mira, harás todo conforme al modelo que te ha sido mostrado en el
monte."
Heb 8, 5
Ambientación

A los asistentes les entregaremos una fotocopia con el canto “El Señor nos da su amor”
para que precisamente lo cantemos juntos al iniciar la catequesis. Es importante saber si los
asistentes se saben la canción ya que en caso tal de que no lo superan habría que enseñarlo. El
canto nos sirve de oración y al mismo tiempo de reflexión para el mismo tema que vamos a
tratar.

Iluminación Bíblica

Sería importante entronizar al salón de la reunión la Palabra de Dios, acompañada de


una vela o un velón que nos indique la carácter sagrado de la misma Palabra. Los asistentes se
ponen de pie para escuchar la Palabra de Dios.

Del Evangelio según san Mateo 26,26–29

Mientras comían, Jesús tomó pan y, después de pronunciar


la bendición, lo partió, lo dio a sus discípulos y le dijo: “Tomad y
comed: esto es mi cuerpo”. Después tomó el cáliz, pronunció la
acción de gracias y dijo: “Bebed todos; porque esta es mi sangre
de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los
pecados. Y os digo que desde ahora ya no beberé del fruto de la
vid hasta que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi
Padre”.

Palabra del Señor


Reflexión catequética

Dividiremos por grupos los asistentes y cada grupo le entregaremos uno de los
siguientes aspectos de la Eucaristía, daremos 10 minutos para compartir por grupos la
catequesis y posteriormente socializaremos con todos la reflexión compartida en los grupos:

1. La Misa es el memorial del sacrificio de la cruz: “La Iglesia vive continuamente

del sacrificio redentor, y accede a él no solamente a través de un recuerdo lleno de fe, sino
también en un contacto actual, puesto que este sacrificio se hace presente, perpetuándose
sacramentalmente en cada comunidad que lo ofrece por manos del ministro consagrado. De este
modo, la Eucaristía aplica a los hombres de hoy la reconciliación obtenida por Cristo una vez

por todas para la humanidad de todos los tiempos. En efecto, “el sacrificio de Cristo y el

sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio” (EdE 12).

La Eucaristía es sacrificio en sentido propio y, en primer lugar, don de Cristo al Padre:


"sacrificio que el Padre aceptó, cambiando esta total donación de su Hijo, que se "hizo obediente
hasta la muerte" (Filp. 2,8), con su paterna donación, esto es con el don de la nueva vida
inmortal en la resurrección. "Al entregar su sacrificio a la Iglesia, Cristo ha querido además
hacer suyo el sacrificio espiritual de la Iglesia, llamada a ofrecerse también a sí misma unida al
sacrificio de Cristo " (EdE13).

2. Sacerdocio común de los fieles

Al tratarse de la Eucaristía como Sacramento de unidad de la Iglesia, no se puede dejar


de hablar del sacerdocio común de los fieles, el cual, aunque esencialmente distinto, es
enteramente real, participando también del sacerdocio de Cristo. Los fieles lo ejercen "en la
recepción de los Sacramentos, en la oración y acción de gracias, en el testimonio de la santidad
de vida, la abnegación y la caridad activa" (LG 10). La constitución dogmática Lumen Gentium
especifica también el modo por el cual los fieles laicos ejercen el sacerdocio común en la
Eucaristía: por la participación en el sacrificio eucarístico de Cristo, fuente y centro de toda la
vida cristiana, ofrecen la víctima divina y a sí mismos a Dios; así, ya sea por la oblación ya sea
por la sagrada comunión, no indiscriminadamente, sino cada uno a su modo, todos toman parte
en la acción litúrgica (cf. LG 11).

Aunque los laicos ejerzan un sacerdocio real, es preciso no confundirlo con el ministerial
ni disminuir a este último su verdadero alcance, pues el sacerdote del Nuevo Testamento ejerce
el insubstituible papel de mediador, en Cristo, entre Dios y los hombres, al mismo tiempo en
que coopera en la construcción de la unidad de la Iglesia, por la celebración de la Eucaristía.

3. Sacerdocio ministerial

El sacrificio eucarístico tiene absoluta necesidad del sacerdocio ministerial. La Encíclica


Ecclesia de Eucharistia recuerda que para la celebración eucarística no es suficiente el
sacerdocio común. Según el Concilio Vaticano II, "los fieles, en virtud del sacerdocio real de
Cristo, concurren a la oblación de la Eucaristía", pero es el sacerdocio ministerial que "cumple
el sacrificio eucarístico in persona Christi y lo ofrece a Dios en nombre de todo el pueblo"
(Lumen Gentium 10). Este ministerio implica la sucesión apostólica, o sea " es decir, la serie
ininterrumpida que se remonta hasta los orígenes, de ordenaciones episcopales válidas" (28).
La expresión "en la persona de Cristo" significa: "en la específica y sacramental identificación
con el Sumo y Eterno Sacerdote, que es el autor y el principal sujeto de este su propio sacrificio
y que, en verdad, no puede ser substituido por nadie".

"La asamblea que se reúne para celebrar la Eucaristía necesita absolutamente, para que
sea realmente asamblea eucarística, un sacerdote ordenado que la presida. Por otra parte, la
comunidad no está capacitada para darse por sí sola el ministro ordenado. Éste es un don que
recibe a través de la sucesión episcopal que se remonta a los Apóstoles. Es el Obispo quien
establece un nuevo presbítero, mediante el sacramento del Orden, otorgándole el poder de
consagrar la Eucaristía" (EdE 29).
La necesidad de un ministro ordenado pone un problema en el campo de las relaciones

ecuménicas. “Las Comunidades eclesiales separadas, dice el Vaticano II (Unitatis

redintegratio, 22), aunque les falte la unidad plena con nosotros que dimana del bautismo, y
aunque creamos que, sobre todo por defecto del sacramento del Orden, no han conservado la
sustancia genuina e íntegra del Misterio eucarístico, sin embargo, al conmemorar en la santa
Cena la muerte y resurrección del Señor, profesan que en la comunión de Cristo se significa la

vida, y esperan su venida gloriosa”.

4. La celebración litúrgica de la Eucaristía

La liturgia de la Eucaristía se desarrolla conforme a una estructura fundamental que se


ha conservado a través de los siglos hasta nosotros. Comprende dos grandes momentos que
forman una unidad básica:

– La reunión, la liturgia de la Palabra, con las lecturas, la homilía y la oración universal;

– La liturgia eucarística, con la presentación del pan y del vino, la acción de gracias
consecratoria y la comunión.

Liturgia de la Palabra y Liturgia eucarística constituyen juntas "un solo acto de culto"
(SC 56); en efecto, la mesa preparada para nosotros en la Eucaristía es a la vez la de la Palabra
de Dios y la del Cuerpo del Señor (cf. DV 21). (CEC 1346).

Al final el moderador recogiendo todo lo que han compartido los distintos grupos
concluirá con unas palabras similares: La celebración litúrgica es la unión del sacerdocio común
y ministerial al único sacerdocio de Cristo, que se ofrece al Padre con y por la Iglesia.

S-ar putea să vă placă și