Sunteți pe pagina 1din 9

EL RACIONALISMO

“Los sentidos no pueden conducirnos nunca a un verdadero saber, lo único que le


debemos a ellos es la "doxa" (opinión)”. La forma más antigua del racionalismo se
encuentra en Platón; Este pensador se halla convencido de que todo verdadero
saber se distingue por las definiciones de la necesidad lógica y la validez
universal. Junto con los eleáticos (Escuela filosófica de la antigua Grecia), está
incluido que tiene que haber un mundo suprasensible, o mundo de las ideas.

Pero el racionalismo es una corriente filosófica que se desarrolló concretamente


en Europa, durante los siglos XVII y XVIII, con la tradición que proviene del filósofo
y científico francés del siglo XVII René Descartes (1596-1650), el cual creía que la
geometría representaba el ideal de todas las ciencias y también de la filosofía.
Mantenía que sólo por medio de la razón se podían descubrir ciertos universales,
verdades evidentes en sí, de las que es posible deducir el resto de contenidos de
la filosofía y de las ciencias. Manifestaba que estas verdades evidentes en sí eran
innatas, no derivadas de la experiencia. Este tipo de racionalismo fue desarrollado
por otros filósofos europeos Malebranche (1638-1715), Spinoza (1632-1677) y
Leibniz (1646-1716). Se opusieron a ella los empiristas británicos, como John
Locke y David Hume, que creían que todas las ideas procedían de los sentidos.

A partir de aquellas verdades es posible deducir el resto de contenidos de la


filosofía y de las ciencias. Manifestaba que estas verdades evidentes en sí eran
innatas, no derivadas de la experiencia. Este tipo de racionalismo fue desarrollado
por otros filósofos europeos, como el holandés Baruch Spinoza y el pensador y
matemático alemán Gottfried Wilhelm Leibniz. Se opusieron a ella los empiristas
británicos, como John Locke y David Hume, que creían que todas las ideas
procedían de los sentidos.
La mayor inquietud filosófica pasaba por el hecho de que se sentía la necesidad
de elaborar un nuevo método del pensar, un método que clarificara científica y
racionalmente el saber filosófico. A este nuevo método, el cual recurría a la ciencia
matemática como modelo del saber racional, Descartes lo llamó “duda metódica”.

La duda metódica resultaba útil en la medida en que nos permitiría agrandar el


espacio del pensar: “Mediante la palabra pensar entiendo todo aquello que
acontece en nosotros de tal forma que nos apercibimos inmediatamente de ello;
así pues, no sólo entender, querer, imaginar, sino también sentir es considerado
aquí lo mismo que pensar”

El nuevo método que se proponía en el mundo filosófico, tiene como misión


convertir a la filosofía en un camino racional hacia la verdad. Pero para lograrlo de
manera contundente, tenía que resolver el problema del principio del conocimiento
y su certeza: en la filosofía antigua y medieval, el principio del conocimiento era el
objeto, y la verdad consistía en la adecuación de las proposiciones (lo que
decimos) a las cosas (lo que existe). Pero, con la aparición de la filosofía moderna,
de la mano de Descartes, el principio del conocimiento deja de ser el objeto y pasa
a ser el sujeto y el lugar en el que quedan los sentidos como criterios de
conocimiento es de rasgos de inferioridad y descrédito.

En palabras de Descartes: “Y eso de lo que no puedo dudar es de que dudo, es


decir, no puedo dudar de mi propio pensamiento. Puedo dudar del contenido de lo
pensado, pero no así del pensamiento mismo; por eso, puedo afirmar
tajantemente que “pienso, luego existo”.

Ahora bien, Descartes quería hacer de la filosofía un conocimiento científico del yo


y del mundo. Para ello, necesitaba dotar a la investigación filosófica de un método
científico y, por esa razón, nada mejor que confiar en la matemática, pues en
aquella época ya se consideraba a la matemática como ciencia segura; además,
la matemática había de aportar grandes dosis de deducción y atención a la razón.
Descartes opinaba, pues, que la filosofía debía copiar el modelo metodológico de
la matemática.
Por otro lado, los contemporáneos de Descartes, también confiaban plenamente
en el poder de la racionalidad matemática para conocer la realidad; entre ellos,
Galileo, quien aseguraba que la naturaleza estaba escrita en el lenguaje de las
matemáticas, Leibniz, quien hubo de elaborar toda una filosofía de la matemática,
y también Spinoza, quien pretendía ordenar geométricamente la razón ética.

El principio, de este aspecto científico de la investigación filosófica, principalmente


fue entregado por Descartes en un orden de cuatro reglas y que expone en su
libro titulado Discurso del Método:

1. Evidencia: afirmar como verdadero sólo aquello que se revele evidentemente


como tal al pensamiento. Es evidente aquello que ya no admite duda alguna
porque ha sido “visto” clara y distintamente.

2. Análisis: reducir lo complejo a sus partes más simples para conocerlo


correctamente.

3. Deducción: otorgar a la operación racional deductiva el peso de la investigación;


así, hallaremos las verdades complejas por deducción a partir de las simples.

4. Comprobación: comprobar si lo descubierto por la razón ha sido hallado de


acuerdo a las reglas anteriores.

En el texto escrito por el filósofo francés se puede apreciar, expresamente, la


presentación de las reglas del método: “Nada diré sobre la filosofía, sino que,
viendo que ha sido cultivada por los ingenios más relevantes que han existido
desde hace siglos y que, sin embargo, nada hay en ella que no sea aún objeto de
disputa y, por lo tanto, dudoso, no tenía yo la suficiente presunción para esperar
alcanzar en ella algo mejor que los otros [...] Tal fue la causa por la que pensé que
había que buscar algún otro método que, reuniendo las ventajas de los otros tres,
estuviera exento de sus defectos. Y como la multiplicidad de leyes a menudo sirve
de excusa para los vicios [...] estimé que tendría suficiente con las cuatro
siguientes [...] El primero consistía en no admitir jamás cosa alguna como
verdadera sin haber conocido con evidencia que así era [...] El segundo, en dividir
cada una de las dificultades a examinar en tantas partes como fuera posible y
necesario para su mejor solución. El tercero, en conducir con orden mis
pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer,
para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más
complejos [...] Y el último, en hacer en todo enumeraciones tan completas y
revisiones tan amplias, que llegase a estar seguro de no haber omitido nada [...]

Así pues, queda más que claro que, el término racionalismo, tiene un significado
muy amplio: en general, podríamos decir que llamamos racionalista a toda
posición que prima el uso de la razón frente a otras instancias como la fé, la
autoridad, lo irracional, etc... Es racionalista todo aquél que cree que el
fundamento, el principio supremo, es la razón, y cabe ser racionalista en relación
con un género de cuestiones y no serlo en relación con otro.
Pansexualismo y hedonismo

Varios siglos atrás, podríamos decir “desde el comienzo de la civilización”, la


sociedad se dividía estrictamente en dos géneros: “hombres” y “mujeres”. La
inclusión de una persona dentro de uno de estos grupos estaba condicionada por
su anatomía sexual natural al nacer. Así pues, si nacías “hombre”, estabas en la
obligación cultural y social de sentir atracción por una persona del sexo opuesto
(mujer).

En ocasiones, determinados deseos son instintivos y entran en contradicción con


normas sociales. En este caso de la norma establecido para el hombre y la mujer,
el individuo, para no sufrir regaños de su conciencia moral y social, hace que sea
involuntario el deseo, lo que no significa que deje de buscar satisfacción, solo que
es por otra vía y de forma parecida. Sigmund Freud, en su psicoanálisis,
popularizó el término pansexualismo a principios del siglo XX el cual usó para
describir la postura de que la mayoría de las conductas humanas derivan de los
instintos sexuales.

Desde el comienzo de su psicoanálisis, Freud deja expuesta la conducta humana


determinada por un patrón general de un instinto sexual; sexualidad que se
desarrolla en determinadas fases y que transita necesariamente por diferentes
zonas erógenas que llevan por sede el mismo cuerpo humano y que la
satisfacción o frustración en dichos estadios de “la libido” marca en el individuo
sus caracteres psicológicos así como sus futuras desviaciones y anormalidades
etiquetadas, además de subrayar la supuesta normalidad o adaptación humana.
Es así como el instinto sexual no es otra cosa que la “libido”.

La pansexualidad, como término, no está reconocida. No obstante, su definición


popular es la siguiente:

Pansexualidad: orientación sexual humana caracterizada por la atracción


sentimental, estética, romántica o sexual independientemente del género o sexo
de otras personas así como toda práctica sexual.
Es decir, la pansexualidad es la forma más libre y elemental en la que se pueden
concebir las relaciones entre seres humanos. No entiende de géneros ni de
orientaciones sexuales, por lo que pueden ser partícipes tanto los géneros no
binarios (aquellos que no se sienten identificados ni como hombre ni como mujer)
como los géneros binarios (bisexuales, heterosexuales, homosexuales, etc.).

Derivado del prefijo griego "pan", que significa "todo", esta nueva etiqueta permite
que mucha gente se identifique mejor con su sexualidad. Ser hoy pansexual
significa romper con las barreras de la identidad de género y amar a otra persona
por su ser y no por su condición sexual. Significa, por lo tanto, que una persona
pansexual puede sentirse atraída sentimental, estética, romántica o sexualmente
por cualquier otra persona, independientemente de su condición.

En su obra psicoanalitica, Freud llega a una conclusión arriesgada para la época:


existe una predisposición bisexual, lo que justifica que en determinadas
condiciones una persona puede ser anatómicamente varón y psíquicamente
mujer.

Así la libido, determinada ya como instinto sexual, es el puente entre el soma y la


psiquis, con toda su dinámica de desplazamientos, descargas, fijaciones,
regresiones, llega al punto de explicar las conductas más excelsas del ser humano
(amor, ternura, creaciones artísticas y altruismo), así como las más destructivas;
consecuencia esta última de frustraciones libidinosas que activan el dispositivo
endógeno de su profunda naturaleza destructiva.

El colectivo, género, corriente u orientación pansexual es, en la actualidad global,


como tal, una minoría si se compara directamente con otros colectivos
enmarcados en el LGTB. No obstante, aunque el termino lleva más de un siglo de
ser analizado, es muy reciente el hecho de ser considerado una estilo de vida
sexualmente acertado.
En conclusion, diferenciar entre pansexualidad y bisexualidad, u otra orientación
sexual, puede parecer algo complejo, pero la diferencia reside en que la
pansexualidad engloba a los géneros no binarios (aquellos que no se identifican
estrictamente con las palabras masculino o femenino). Así pues, una persona
pansexual puede sentir atracción por una persona clasificada dentro del grupo
agénero o trigénero, mientras que una persona bisexual no.

En la Antigüedad, existieron dos escuelas filosóficas morales que, con el pasar de


los años y el análisis filosófico, se ha convenido en calificar como "hedonistas": la
escuela cirenaica, fundada por diversos discípulos de Aristipo de Cirene y la
escuela de Epicuro.

Epicuro enseña que la felicidad es el fin último de la vida y que ella misma
consiste en el placer (hedoné). "El placer es principio y culminación de la vida feliz.
Al placer, en efecto, reconocemos como el bien primero, a nosotros connatural, de
él partimos para toda elección y rechazo y a él llegamos juzgando todo bien con la
sensación como norma". Pero no todos los placeres son igualmente deseables, ni
deseables en todo momento y en cualesquiera circunstancias. Por eso, dice
Epicuro, es preciso tener un "recto conocimiento de los deseos" y de sus objetos,
los placeres, para saber a qué deseo convienen dar satisfacción en cada situación
y para saber a qué tipo de placeres hay que dar prioridad frente al resto.

Así pues, aparece el hedonismo, del griego "hedoné" (placer). Teoría moral que
identifica el bien con el placer y que habitualmente se asocia con la posición
defendida por Epicuro de Samos y su escuela. Aunque la identificación entre bien
y placer la defendió anteriormente Aristipo de Cirene, discípulo de Sócrates y
creador de la escuela de Cirene. Con el término hedonismo solemos referirnos a la
teoría de Epicuro, según la cual la felicidad se obtendría por la consecución de
placeres estables, y siendo todo placer bueno por naturaleza, la consecución de la
felicidad exigiría un cálculo racional sobre los placeres que son realmente
deseables.
El Hedonismo es una corriente filosófica que persigue por todos los medios la
supresión del dolor y las penas buscando la felicidad y el placer como motivo y fin
de vida. Todo lo que el hombre hace se dispersa al orientar los esfuerzos hacia el
placer que se encuentra como único y verdadero bien.

El problema se plantea en por qué, el término placer es ambiguo y sometido a


diversas interpretaciones; entonces, dependiendo cómo se defina el placer, una
doctrina será hedonística o no. Epicuro desarrollo manuscritos filosóficos en los
que trata de exponer a la conciencia social esta vertiente filosófica.

En el texto Carta a Meneceo, Epicuro explica: "Como el placer es el bien primero y


connatural, precisamente por ello no elegimos todos los placeres, sino que hay
ocasiones en que soslayamos muchos, cuando de ellos se sigue para nosotros
una molestia mayor. También muchos dolores estimamos preferibles a los
placeres cuando, tras largo tiempo de sufrirlos, nos acompaña mayor placer.
Ciertamente todo placer es un bien por su conformidad con la naturaleza y, sin
embargo, no todo placer es elegible; así como también todo dolor es un mal, pero
no todo dolor siempre ha de evitarse. Conviene juzgar todas estas cosas con el
cálculo y la consideración de lo útil y de lo inconveniente, porque en algunas
circunstancias nos servimos del bien como de un mal y, viceversa, del mal como
de un bien".

De algún modo, esta afirmación pone límite a un hedonismo irreflexivo y simplista.


Según Epicuro, es preferible ser infeliz viviendo racionalmente, que feliz de
manera irracional. Para Epicuro, no toda felicidad tiene el mismo rango: la felicidad
primaria y despreocupada en la que se complace no tienen el mismo valor que la
felicidad buscada reflexiva y responsablemente.

Los hedonistas advierten que cuando hablan del placer como "bien supremo" y "fin
último de la vida" no se refieren a los placeres de los disolutos y de los que se dan
en el goce desordenado y sin medida, sino a la ausencia de dolor físico y a la
ausencia de turbación en el alma.
Así pues, se puede concluir que el placer verdadero es alcanzable haciendo
hincapié en las virtudes del dominio de sí mismo y de la prudencia. Al final se
puede decir que Epicuro identificaba el placer con la tranquilidad y enfatizaba la
reducción del deseo sobre la adquisición inmediata del placer. En esta forma,
Epicuro argumentaba que el placer más alto consiste en una vida simple,
moderada, complementada con discusiones filosóficas entre amigos. Enfatizaba
que no era bueno hacer algo que a uno le haga sentir bien si después de
experimentarlo denigraría las experiencias posteriores y no le permitiría sentirse
bien. Así mismo afirmaba que a veces por tener placeres momentáneos intensos
se sacrifica el bienestar posterior. De nuevo, Epicuro entendía por placer la
ausencia de dolor.

En conclusión, que el placer se convierta en un "bien", depende estrictamente de


la sabia elección del que actúa, de la razón y la prudencia con que se elija uno de
entre todos los comportamientos posibles. Se debe aprender que no es posible
vivir feliz sin vivir sensata, honesta y justamente.

S-ar putea să vă placă și