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1875 – 1880. Es una época en la cual el arte y la concepción estética entran en ebullición. En el
mundo están en tensión el romanticismo y el clasicismo.
Misión, función del arte: el arte nos libera de la vida. Nos vuelva a conectar con nuestra
propia naturaleza, con quienes somos. Debe ser verosímil. El arte ha sido confundida con
el entretenimiento debido a que el entretenimiento nos libera de la vida y las cargas por un
momento, por la distracción. Sin embargo, el arte nos libera de las cargas debido a que
hacemos katharsis con ella. El arte nos recupera aquel fragmento de nuestro ser que está
perdido. Te recupera a vos con vos mismo, te devuelve aquello que te falta.
Meta del arte: alcanzar la meta de la vida con la menor cantidad de recursos posibles, con
la mayor eficacia posible, la mejor mímesis.
La imaginación artística tiene que ser verosímil. La imaginación es el motor de la creación
artística. La fantasía no impacta en la creación artística. El artista debe ser eficaz
simbólicamente en su representación.
El arte es un lenguaje que sirve al conocimiento, al igual que la ciencia. No hay que
subordinar el arte a la ilustración, a la mera expresividad, a la decoración. El arte no es
contraria a la ciencia, sino que el arte también conoce y también dice la verdad, aunque la
dice de forma distinta. Aletheia: verdad. El arte tiene que decir una verdad. Des-ocultar. La
ciencia des-oculta la verdad de una manera. El arte también muestra una verdad, pero a su
manera.
La verdad del arte es una verdad de las formas. Se muestra a través de las formas:
visuales, musicales, etc. La ciencia intenta mostrar la esencia de las cosas, aquello que no
se podría ver. A la ciencia le preocupa la esencia de los fenómenos, al arte le preocupa la
sensibilidad presente en esos fenómenos.
Simbolismo: manera secundaria de decir las cosas, no directamente. El arte debe decir las
cosas inmediatamente, de la forma más directa posible.
La función propia del arte para Kant es encarnar lo bello y se justifica a sí misma, no
justifica algo más. Para Fiedler, el arte no solo encarna lo bello, porque lo bello es solo lo
que demuestra la verdad.
Pensamientos generales acerca del arte.
El arte nos libera de todo lo que la vida puede habernos atado como carga, y nos conduce
directamente de retorno a la naturaleza. El arte nos ayuda a retornar hacia nosotros
mismos. Le debemos al arte la máxima concentración y aguzamiento de nuestra capacidad
intelectual frente al mundo. Eleva nuestra naturaleza por encima de la presión del mundo,
hacia la contemplación y la comprensión del mundo.
Sin el arte, la vida no se empobrecería, sino que la visión del mundo sería incompleta.
Puede ser que, en buena parte, pensadores y artistas destacados deban su significación
momentánea a su tendencia idealista.
El verdadero artista no meditará sobre las finalidades de su actividad, pero siempre tratará
de hallar los puntos de partida correctos. Eso mismo debería hacer el que busca la
comprensión de la esencia de la actividad artística.
Para el artista plástico no hay otra regla que aquella que dice que, en cualquiera de sus
acciones, el ojo debe haber sido el punto de partida. Cuando esto sea así, se producirá al
menos un arte auténtico.
En cualquier arte no hay sino una cosa que a la larga resulte inconvertible, y es aquello
que da prueba de una concentrada penetración en la apariencia.
La carencia de aquella cualidad, que es verdaderamente artística, es lo que determina que
ciertas apariciones muy brillantes, sobre todo entre los modernos, no sean a la larga más
que figuras de interés pasajero.
Se dice que el arte se ocupa de la forma de los objetos y que la ciencia, en cambio, trata
de su esencia. Al decir esto, no se tiene en cuenta que la forma de los objetos no es una
parte insignificante minúscula ni menos esencial que todo aquello que suele llamarse su
esencia.
Toda forma de arte se justifica cuando es necesaria para representar algo que no puede
ser representado mediante ninguna otra forma. Cualquier forma de arte es injustificada
cuando se presta para representar algo que puede expresarse también de otra manera.
Toda producción nueva y auténtica, que parte del contenido, siempre adoptará frente a ello
una actividad revolucionaria y, por lo pronto dará la impresión de carecer de formas.
El arte es algo infinito y cada obra de arte sólo es un fragmento, aun cuando parezca algo
completo en sí.
Para el artista, las obras maestras de la antigüedad deben ser un punto de vida superado.
Lo que caracteriza a una gran época en el arte no es otra cosa que la abundancia de
verdad artística que se produce en ella.
Valor intrínseco del arte: consiste en que por intermedio de él se llega al conocimiento del
mundo. Solo es accesible para un numero infinitamente pequeño: el de aquellos que, en sí,
consideran que el conocimiento es la suprema actividad humana, la única trascendente.
Si el asombro es el comienzo de la filosofía, también es el comienzo del arte.
La afectación es el mayor peligro de todo arte.
Existe una actividad artística y puede ser muy importante, aunque no conduzca a obras
concluidas. Existe también, por su parte, una vida artística interna.
Hay ciertas obras de arte que se dirigen tan abiertamente hacia el logro de los efectos, que
parece que sólo existen por amor del efecto y en el efecto.
La alegoría, más que como parte del ate, debería describirse como disfraz del arte. La obra
de arte no tiene por qué ser alegoría, ni la alegoría obra de arte.
El epíteto de “artístico” lo merecen sólo aquellas cualidades de la obra de arte que surgen
necesariamente del afán de desarrollar más y más la expresión de la naturaleza, tal como
debe perseguirse mediante los recursos de la representación plástica.
Todo arte contemporáneo padece de una creciente complicación de los medios y de una
disminución de los efectos; alcanzar la mayor ilusión de vida con el menor empleo de
medios es sin duda la verdadera meta, pero exige la mayor fuerza artística y seguridad. Se
puede determinar la evolución de un artista de acuerdo con la manera de acercarse
paulatinamente a esa meta.
Poéticamente, las palabras representan imágenes, no conceptos.
La capacidad de creación artística se presentará siempre en relación con otros talentos. La
fuerza artística puede manifestarse hasta en la forma más impura, en tanto que la forma
aparentemente más pura puede encerrar, a veces, un contenido artístico muy precario.
El efecto que produce una obra de arte depende en buena parte de las ideas que quien la
contempla se haya hecho acerca de la esencia y de la función del arte.
Solo hará justicia al arte quien no lo subordine ni a una finalidad estética ni a una finalidad
simbólica: el arte es un lenguaje que sirve al conocimiento.
Arte y belleza.
Frente a juicio del mérito artístico de una obra de arte, hay muchos tipos de prejuicios;
existe el prejuicio moral, el histórico, el filosófico, etc. Pero también es un prejuicio el punto
de vista estético.
El terreno de la crítica del arte es la confusión de lo bello y del arte.
Una gran sensibilidad para la belleza puede ser considerada como el comienzo de la
compresión de las obras de arte; porque la belleza es parte de ellas y es precisamente
aquella parte que mejor comprende la mayoría de los hombres. Nunca comprenderá
plenamente al arte quien no sepa elevarse, por encima de la agradable sensación de lo
bello, hacia la cima pura del conocimiento.
La belleza existe para el hombre en la naturaleza, y sin que necesariamente intervenga el
arte. Aquel arte que ve su meta y finalidad en la belleza no es más que el fruto de un deseo
de hacer nuevo lo que ya fue hecho por la naturaleza. Para liberar al arte de esto, debe
suponerse que la belleza del arte bue es algo distinto y superior a la belleza de la
naturaleza, algo que faltaría al mundo, si el hombre no hubiese sido dotado de talento
artístico.
La belleza tiene existencia únicamente en una sensación subjetiva de placer, y es más
agradable y cómodo que meritorio el dedicar sus fuerzas al cultivo de semejantes
sensaciones estéticas. Lo bueno y lo bello se reducen en el fondo a lo útil y lo agradable.
A todo ello sólo se oponen la verdad y el conocimiento, como única profesión digna del
hombre, y si se quiere reservar al arte un lugar entre las aspiraciones más altas, sólo se le
puede asignar como meta el tender hacia la verdad, el fomentar el conocimiento.
El arte exige, para ejercerlo y comprenderlo, una singular energía y fuerza del espíritu; y
precisamente porque esa fuerza es singular y rara, o porque suele gastársela en otros
terrenos, los hombres no saben encarar las obras de arte más que con una pasiva
capacidad para el goce. Y ésta sólo sirve para captar ciertos efectos del arte, pero nunca
para compenetrarse de su esencia.
Pretender que la obra de arte tenga belleza es tan injustificado como exigirle una tendencia
moral. Quien considere que una obra de arte es buena, sólo porque alabe su sensibilidad
artística, no comprende esa obra de arte y no sabe nada acerca de la esencia del arte.
El juicio artístico puede y debe ser sometido a ciertas reglas universalmente válidas;
porque este juicio no es dado por el gusto, sino por la razón.
No se puede construir la belleza partiendo de conceptos. El valor de una obra de arte, en
cambio, puede apreciarse a partir de ellos. Una obra de arte puede, por lo tanto, no gustar
y ser buena, sin embargo.
El juicio estético no presupone un conocimiento de las cosas; el juicio artístico sólo puede
formarse mediante el conocimiento.
Todo el mundo tiene juicio estético: es tan innato en el hombre como lo es la conciencia
moral. Las obras de arte no deben ser juzgadas de acuerdo con los principios de la
estética.
Para el ejercicio del arte los principios estéticos sólo se pueden emplear si las obras de
arte han de servir a un fin decorativo, pero debemos tener en cuenta que este aspecto del
arte es secundario y carece de toda esencialidad.
Los animales tienen sensaciones estéticas. Pero, a diferencia del ser humano, no poseen
impulso artístico.
En el terreno de las sensaciones estéticas es donde más nos hallamos al mismo nivel que
los animales. En tanto que la diferencia fundamental entre éstos y nosotros reside en el
impulso y en la posibilidad de conocimiento, propios de nosotros. Sobre esta cualidad de la
naturaleza humana se basan todas las esferas de actividad y de vida que caracterizan al
hombre.
La función más elevada del arte es la de hacer ascender ciertas cosas hacia la esfera de la
conciencia, mediante los medios característicos de representación de que dispone,
teniéndose en cuenta que aquellas cosas no pueden ser representadas por otros medios.
La representación de la belleza es una de las tareas, pero no la principal ni la única.
El placer máximo que puede causar una obra de arte está dado, en principio, por la
comprensión de la obra en sí. Este placer es superior al goce estético. La belleza y el arte
son relacionados tradicionalmente. Es por esto que normalmente se le atribuyen efectos de
la belleza al arte, y viceversa.
La verdadera función de la estética es descubrir el concepto de lo bello. Debe desterrarse
a la estética del campo de las consideraciones acerca del arte, porque una cosa no tiene
nada que ver con la otra.
No hay cosa más individual que la sensación estética.
Si se analiza la capacidad de sensibilidad estética, se notará que los diversos grados de
esta sensibilidad pueden ser provocados por objetos muy distintos, no sólo de acuerdo con
las épocas y los pueblos, sino también de acuerdo con cada individuo, más aún, en cada
individuo de acuerdo con la edad, las situaciones, los estados de ánimo, etc.
Lo que es eterno, mientras exista el género humano, es la capacidad de sentir
estéticamente, ya que es un don que recibimos de la naturaleza.
Lo no bello no está desterrado de la esfera de la representación artística; solo lo está lo
cotidiano y lo trivial.
Puede haber un producto de la artesanía que sea más bello que uno del arte, y sin
embargo éste permanece en el punto de vista artístico y aquél en el de la artesanía.