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Ángel Cuervo. “Curiosidades de la vida americana en París”.

En “Narradores
colombianos del siglo XIX” (159 – 160).

Don Eleuterio Paniagua ha vivido en Nueva York diez años, y hoy que está de paso en
París, no se le caen de la boca las alabanzas a aquella república gigantesca: todos los
que le oímos, lo aplaudiríamos ardorosamente, pues no hay quien no sea panegirista de
tan opulenta nación, si para dar fuerza a sus ponderaciones no tratase de empequeñecer
e infamar a la raza española, desnudándola de toda idea de cultura y civilización.

Escuchemos cómo razona.

La desgracia de la América española viene de haber sido poblada por una raza de suyo
holgazana, turbulenta y refractaria a todo progreso; mientras que a ser conquistada por
los ingleses, hoy estaríamos tan prósperos como los Estados Unidos. Aun hoy mismo si
se adueñasen de algunos países, por encanto se transformarían sus ciudades en otras
semejantes a San Francisco de California, que en el día es de las más prósperas del
mundo. La raza inglesa es la del porvenir, como la española es la del pasado, del tiempo
en que no se necesitaba sino un puñado de guapetones para ser árbitro de las naciones.
La raza inglesa es hoy la única que puede labrar la felicidad pública y enaltecer al
individuo. Donde el pabellón inglés ondea, allí están la libertad y el derecho.

Uno de los oyentes le interrumpe: Pues, amigo, si los ingleses ocuparan lo que hoy es
América española, ni usted (a quien supongo de sangre europea), ni yo, ni ningún
descendiente de español, tendríamos que ver nada con el mundo de Colón: en la
Península estaríamos aumentando el número de pretendientes hambrientos de vivir a
expensas del tesoro. A la fecha ya nos habíamos comido unos a otros. En cuanto a los
indígenas allá estarían, si es que los ingleses no habían acabado con ellos, como usan y
acostumbran con los naturales dondequiera que colonizan.

-En América habría sido muy diferente: yanquis seríamos desde el estrecho de Bering
hasta el cabo de Horno.

-No tanto, amigo: los Estados Unidos son lo que son debido al clima, a la fertilidad y
riqueza del suelo y aun a la calidad de los primeros colonos; mientras que ahí están
Jamaica, la Guyana y demás posesiones equinocciales inferiores en todo a la más
desvalida de nuestras repúblicas.

-Pues si usted está satisfecho con su bendita raza, yo no. Al fin de este año vuelvo a los
Estados Unidos a casarme con una linda americana y tendré la satisfacción de que los
hijos que me envíe el cielo sean ciudadanos de un gran pueblo, y no tengan que
avergonzarse, como yo, de la sangre que corre por sus venas.

¿El hispanófobo don Eleuterio Paniagua será más de lo que es hoy al llamarse mister
Breadandwater y ser ciudadano de la Unión americana? ¿No llegará para sus
descendientes el día de suspirar por la época en que sus mayores se llamaban
Paniaguas? ¡Ah!, se dirán, ¡ser ahora Breadandwater, y estar de jornaleros!...

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