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Porque se puede comer con cuchara o tenedor, porque la yema del huevo que queda
esparcida en el plato se puede recoger con la arepa (ojalá con el pan); mejor todavía,
con el dedo.
Porque no tenés que ponerte a lavar harta loza, porque quita el hambre, no engorda,
no enflaquece, porque el arroz es del carajo, así sea solo, frío o caliente. Porque la
exigente fauna de los dietistas no tiene nada contra el arroz con huevo.
Porque se puede comer con huevo frito (=arroz a caballo), o revuelto con el huevo;
porque es el plato colombiano más popular.
Porque estéticamente esa mezcla se ve bien sobre el plato (qué bien se ve el amarillo
Van Gogh de la yema, lo dice un daltónico), porque está listo en segundos, porque es
barato (hasta Bill Gates lo puede consumir), porque uno lo aprende a preparar sin
haber ido a la universidad. Es plato de analfabetas culinarios.
Me gusta porque la gente se nos burla en la cara cuando confesamos que nos gusta.
Porque sin arroz no hay paraíso.
Porque cuando estamos enfermos o de mal comer, allí está la solución, porque es un
plato que no lo inventó nadie: lo inventamos cada vez que lo preparamos. Porque
nunca sabe igual.
Porque no lo deja a uno lleno, ni lo pone directo. Porque sabe igual de sabroso a
cualquier hora del día, pero sobre todo en la noche pues nos vamos a roncar sin hambre
y con el buche ligero.