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El valor pedagógico del fútbol

Según un estudio realizado entre aficionados al fútbol por la FUNES (Fundación de


estudios Sociológicos), para el 90% de los encuestados el fútbol es un “agente de
integración social”; para el 67% “contribuye a la formación de los jóvenes” y para otro
69% “posibilita unir distintas identidades sociales y culturales”.

Sin lugar a dudas, el deporte es una herramienta pedagógica de gran valor. El ex jugador
del Getafe F.C (2005-2010), Fabio Celestini (Lausanne 1975), lo tenía claro: “El fútbol
no es solo correr detrás de un balón. Significa mucho más. Es un poco como la propia
vida y si consigues desde pequeño inculcar valores participativos, de trabajo en equipo
y respeto por las reglas, estás contribuyendo a hacer mejores personas en el futuro”

Desde la FIFA han afirmado en muchas ocasiones que “El fútbol es una escuela de vida
con un gran valor educativo, sobre todo para niños y adolescentes, quienes deben
aprender a aceptar las derrotas con estilo y dignidad, armonizar en grupo, ser solidarios
y alcanzar metas como equipo”.

Fue Albert Camus (Francia 1913-1960), Premio Nobel de Literatura en 1957, quien
afirmó: “Porque después de muchos años en el que el mundo me ha permitido variadas
experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de obligaciones de los
hombres, se lo debo al fútbol”. El escritor, en su obra “Lo que le debo al fútbol” dice:
“Debuté en 1928 con el Club Deportivo Montpenisier (Francia) y pronto aprendí que la
pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en
la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no va siempre de frente”.

Sin lugar a duda, el deporte, en general, y el fútbol, en particular, constituye un


instrumento educativo inigualable. Como apunta Jorge Valdano, “El deporte es una
escuela de competitividad, de repartición de roles, de aplazamiento de la recompensa,
de superación personal, de resolución de conflictos, de trabajo bajo presión, El deporte
enseña desde la práctica y por eso resulta tan pedagógico. Tiene la facultad de enseñar
sin que el beneficiado sea consciente de ello. Aprendes mientras juegas”.

La importancia del deporte en nuestra sociedad es tal, que en 2004, la Comisión


Europea decidió declarar ese año como “Año Europeo de la Educación a través del
Deporte”: “El deporte desarrolla valores como el respeto, la tolerancia, la justicia y el
espíritu de equipo y es un magnífico medio para trasladarlos a otras áreas de la vida.
Ayuda a eliminar prejuicios y a integrar a las minorías en la sociedad, además de ayudar
a luchar contra la violencia”. Igualmente, nuestra Constitución, en su Capítulo III, “De
los principios rectores de la política social y económica”, en el artículo 43.3, reconoce
expresamente la relevancia social de la educación física y el deporte”.
Por otra parte, no hay que olvidar que los futbolistas se han convertido para los niños y
adolescentes mayoritariamente, en “modelos de referencia” a los que imitar. Ello les
obliga “moralmente” a seguir comportamientos intachables, no sólo dentro del terreno
de juego, sino también fuera del mismo. La educación demanda y exige, ante todo,
credibilidad; y la credibilidad se construye (o desmorona) con el ejemplo (o
contraejemplo). Las palabras están bien, pero lo que realmente seduce son los hechos.
Dar discursos es fácil, rubricarlos en acciones es más complicado.

El Papa Juan Pablo II, el 7 de Mayo de 2000, en un discurso dirigido a representantes


de la UEFA a los que recibió en el Vaticano, expresaba la importancia del fútbol como
aglutinador de valores: “En estos momentos, el fútbol se ha convertido en un fenómeno
de masas que enfatiza la responsabilidad de aquellos que se ocupan de su organización y
promueven la expansión de este deporte tanto a nivel profesional como amateur. Están
llamados a no perder nunca de vista las significativas posibilidades educativas que el
fútbol puede desarrollar. Por otra parte, los deportistas, especialmente los más famosos,
nunca deberían olvidar que se convierten en modelos para la juventud. Por ello, es
importante que, además de desarrollar sus capacidades deportivas, se cuidadosos para
cultivar esas cualidades humanas y espirituales que harán de ellos auténticos ejemplos
positivos ante la opinión pública. Pido que todos los profesionales del mundo del fútbol,
desde su organizadores hasta sus profesionales de la comunicación, unan esfuerzos para
asegurar que el fútbol no pierda nunca su genuina característica de actividad deportiva,
que no quede sumergida por otras preocupaciones, especialmente las de carácter
económico. El Jubileo constituye una oportunidad para que el fútbol se convierta en
motivo auténtico de promoción de la grandeza y de la dignidad del hombre. Por ello, las
estructuras que componen la industria del fútbol están llamadas a ser un terreno de
auténtica humanidad, en el que los jóvenes sean incitados a aprender los grandes valores
de la vida y a difundir las grandes virtudes que constituyen la base de una digna
convivencia humana, como la tolerancia, el respeto de la dignidad humana, la paz y la
fraternidad”.

Los jugadores tienen que tomar conciencia de su repercusión e impacto a todos los
niveles y especialmente entre los más jóvenes. En una ocasión, Pelé (Brasil 1940) decía:
“Todos los niños del mundo que juegan al fútbol quieren ser como Pelé. Por lo tanto,
tengo la responsabilidad de mostrarles no sólo cómo ser futbolista, sino también un
hombre”. El africano Roger Milla (Camerún 1952) también manifestaba: “Los
futbolistas deben colaborar con los programas de lucha contra el SIDA y contra el
analfabetismo, ya que, a diferencia de otros personajes públicos, los niños les
escuchan”. Y Beckenbauer (Múnich 1945) es de la misma opinión: “Un personaje
público no tiene sólo ventajas, también tiene muchos deberes. Tiene la posibilidad de
invertir en la causa del fútbol”.

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