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EL CUERPO HUMANO COMO SISTEMA INTEGRAL

El cuerpo humano es la parte física del organismo de las personas. Está compuesto por células vivas y material
extracelular y se organiza formando tejidos, órganos y sistemas.

El cuerpo humano

El cuerpo humano se compone principalmente de agua, la cual supone aproximadamente el 60% del peso del
cuerpo. Es el constituyente fundamental de la célula y también el elemento básico de los líquidos corporales
(el plasma sanguíneo, la linfa, el líquido intersticial); y es fundamental para que tengan lugar todas las
reacciones químicas del organismo. Además, el cuerpo humano contiene compuestos orgánicos como los
lípidos (grasas), proteínas, glúcidos (hidratos de carbono o azúcares) y ácidos nucleicos.

El cuerpo humano se compone aproximadamente de un 60% de agua; al nacer, este porcentaje puede
aumentar casi hasta el 80% pero suele disminuir con la edad.

Los lípidos o grasas son unos de los elementos estructurales más importantes del cuerpo humano. Constituyen
la reserva energética del organismo y sirven también como aislante. El colesterol es uno de los principales
componentes de las membranas que rodean cada una de las células.

Igualmente, las proteínas tienen una misión estructural muy importante. Como los lípidos, son un elemento
imprescindible en la composición de la membrana celular. También existen elementos extracelulares
formados por proteínas, como el pelo o las uñas (queratina); los huesos, los tendones, los ligamentos y la piel
están compuestos principalmente por proteínas. Las proteínas, en cualquier caso, no sólo tienen un papel
estructural, sino que también realizan distintas funciones en el organismo. De especial importancia son las
denominadas enzimas, que se encargan de regular las reacciones químicas necesarias para la vida.

La función principal de las proteínas, pero no la única, es la estructural. Forman parte de la membrana celular,
el pelo, las uñas, los huesos, etc.

Los glúcidos, también llamados azúcares o hidratos de carbono, son el principal elemento energético del
organismo. Existen glúcidos sencillos transportados por la sangre y también otros más complejos que forman
depósitos en el hígado o en los músculos para su utilización en caso necesario. A diferencia de lo que ocurre
en las plantas o en animales invertebrados, los glúcidos tienen poca importancia a nivel estructural.

Los ácidos nucleicos constituyen el material genético del organismo. El ácido desoxirribonucleico o adn porta
la información hereditaria que incluye todas las instrucciones necesarias para el funcionamiento de las células.
El adn se obtiene a partir de los progenitores y muestra las características propias de cada ser humano. El
ácido ribonucleico o arn ayuda en la traducción de la información presente en el adn.

Además del agua y de los componentes orgánicos, el cuerpo humano también está formado por distintos
minerales inorgánicos. Los principales son: calcio, fósforo, sodio, potasio, hierro y magnesio. Los dos primeros
se combinan para formar la parte principal de los huesos. El calcio también aparece en la sangre y en el líquido
intersticial, al igual que el sodio. Dentro de la célula son importantes el fósforo, el potasio y el magnesio.
Todos ellos son fundamentales en los procesos metabólicos del organismo. El hierro es el componente
esencial de la hemoglobina, el pigmento fundamental de los glóbulos rojos, siendo el encargado de
transportar el oxígeno a todas las células. Existen otros minerales necesarios cuyas concentraciones son
mucho más bajas: cobre, yodo, manganeso, cinc y cobalto.

Estructura del cuerpo humano

La célula es la unidad básica del cuerpo humano. El cuerpo humano está formado por más de 75 trillones de
células, cada una de ellas con capacidad de crecimiento, con actividad metabólica, con posibilidad de
respuesta a estímulos y, con algunas excepciones, con posibilidad de reproducción. Existen más de 200 tipos
diferentes de células las cuales pueden clasificarse en cuatro grandes grupos. Estos cuatro tipos básicos
constituyen los tejidos fundamentales del cuerpo humano:

Tejido epitelial. Es el encargado de cubrir la superficie del cuerpo y la parte interna de los órganos y de las
cavidades.

Tejido muscular. Tiene capacidad de contracción y forma la musculatura.

Tejido nervioso. Conduce los impulsos eléctricos y constituye el sistema nervioso.

Tejido conjuntivo. Está formado por células grandes y por gran cantidad de matriz intercelular. El tejido óseo y
la sangre se consideran tejidos conjuntivos especializados, en los que la matriz intracelular es, en un caso,
sólida y en el otro, líquida.

El siguiente nivel de organización en el cuerpo humano son los órganos. Un órgano es una unidad estructural y
funcional diferenciada y está constituido por distintos tejidos. Por ejemplo, el corazón es un órgano
compuesto de los cuatro tejidos, cuya función es bombear la sangre a lo largo de todo el organismo.

Glóbulos rojos de la sangre. La sangre posee un característico color rojo debido a la hemoglobina, pigmento
rico en hierro. Éste es uno de los numerosos minerales que forman parte del cuerpo humano.
Los órganos no funcionan de modo aislado sino de forma conjunta, formando los denominados aparatos o
sistemas, el grado final de organización. Los sistemas son el conjunto de órganos que trabajan con una misma
función. Así, el corazón forma parte del sistema circulatorio junto a arterias, venas, o capilares para asegurar
el aporte sanguíneo a todas y cada una de las células.

El cuerpo humano se compone de diferentes sistemas o aparatos, conjuntos de órganos que realizan una
función parecida o intervienen en un mismo proceso.

Se pueden distinguir en total nueve aparatos o sistemas, cada uno de los cuales está formado por distintos
órganos y tejidos que trabajan en conjunto como una unidad funcional:

Sistema tegumentario. Está formado por la piel y estructuras asociadas. Protege el cuerpo frente a la entrada
de microorganismos y sustancias químicas; también evita que el organismo pierda agua.

Sistema musculo esquelético. Aunque puede aparecer diferenciado en sistema muscular y sistema
esquelético, suele ser considerado como un único aparato. Está constituido por los músculos esqueléticos y
por los huesos (aproximadamente 206 en el individuo adulto). Su misión es facultar al individuo para el
movimiento y proteger los órganos internos.

Sistema respiratorio. Está formado por los pulmones, estructuras de conducción del aire y por los músculos de
la respiración. Se encarga de obtener el oxígeno que las células necesitan para su funcionamiento y de
eliminar el dióxido de carbono.

Sistema circulatorio. Está constituido por el corazón, la sangre y los vasos sanguíneos. Proporciona el
transporte necesario para que todas y cada una de las células reciba el oxígeno y los nutrientes que necesita
así como para que elimine el dióxido de carbono y las sustancias de desecho.

Sistema digestivo. Consta de la boca, el esófago, el estómago y los intestinos. Se encarga de disgregar los
alimentos en sustancias utilizables por el organismo (nutrientes), los cuales son absorbidos por la sangre o por
la linfa. Este aparato también elimina la parte que no se puede utilizar o que se ha tomado en exceso
mediante las heces.

Sistema urinario (o excretor). Está formado por los riñones, uréteres, vejiga de la orina y uretra. Eliminan los
productos tóxicos derivados del nitrógeno así como otras sustancias de desecho a través de la orina.

Sistema nervioso. En él se incluyen los órganos de los sentidos, el cerebro, la médula espinal y los nervios.
Transmiten, integran y analizan la información sensorial y elaboran los impulsos necesarios para conseguir la
respuesta muscular o glandular apropiada.
Sistema endocrino. Está constituido por las glándulas y tejidos productores de hormonas. Constituye una red
química de comunicación para coordinar los distintos procesos corporales.

Sistema reproductor. Está formado por los órganos sexuales masculinos o femeninos. Son los encargados de la
reproducción y, por tanto, de asegurar la continuación de la especie.

Los sistemas musculoesquelético y tegumentario se pueden concebir, de forma general, como dispuestos en
capas: la capa interior estaría constituida por los huesos, la intermedia por los músculos y la exterior por la piel
y otros elementos del sistema tegumentario.

La piel

La piel es una estructura que protege la totalidad de las estructuras internas del cuerpo, constituyendo el
órgano más extenso de todos. Impide la penetración de sustancias externas y previene la pérdida excesiva de
agua. También ayuda a mantener la temperatura corporal en torno a los 37 °C: cuando es necesario, el calor
se conserva reduciendo el flujo de sangre que circula a través de la piel; si se necesita perder temperatura, se
incrementan la circulación de la sangre y la evaporación de sudor. Por otra parte, en ella existen
terminaciones nerviosas que perciben información táctil. El pelo es una estructura accesoria de la piel.

El sistema musculo esquelético

Este sistema puede dividirse en el esqueleto y los músculos. El esqueleto está formado por los huesos, las
articulaciones y los cartílagos. Se encarga de dar soporte y protección a los tejidos blandos y a los órganos;
también ofrece puntos de apoyo o anclaje a los músculos para que se mueva el cuerpo. Existen alrededor de
206 huesos. Éstos tienen distintas formas, algunos son largos, otros cortos, unos tienen forma de cubo, otros
son planos y los hay irregulares. El interior de muchos de los huesos largos está ocupado por la médula ósea,
lugar donde se forman las células de la sangre.

Una articulación es el punto donde se unen varios huesos. En ocasiones, esta unión es tan estrecha que no
existe movimiento, como ocurre, por ejemplo, en las articulaciones de los huesos del cráneo. Otras sí
permiten cierto grado de movimiento: hacia delante y hacia atrás, rotaciones, etc. Para hacer que el
movimiento sea más sencillo, los extremos de los huesos se encuentran cubiertos con una capa de cartílago y
además, el espacio entre ambos huesos queda ocupado por un líquido a modo de lubricante. Las
articulaciones se mantienen firmes gracias a bandas de tejido conjuntivo que forman los denominados
ligamentos.
La principal función de los músculos es la motora. Sin embargo, gracias a las contracciones que posibilitan el
movimiento, también producen calor, ayudando a mantener la temperatura corporal.

Los cartílagos están formados por un material más elástico que el de los huesos. Sirven como elemento
protector de las articulaciones pero también como unión entre las costillas y el esternón; supone asimismo la
estructura básica de la nariz y de la oreja (conducto auditivo externo). El esqueleto de los recién nacidos está
constituido en gran parte por cartílago que gradualmente va siendo sustituido por hueso a medida que el bebé
crece.

Los músculos son los encargados de que el cuerpo se mueva, pero, además, sus contracciones producen calor,
lo que ayuda a mantener constante la temperatura corporal. Los extremos de los músculos se unen a
diferentes huesos mediante bandas de tejido conjuntivo denominados tendones. Cuando un músculo se
contrae disminuye su tamaño, lo que permite que un hueso se mueva en relación al otro, poniendo en
movimiento todo el cuerpo, como, por ejemplo, cuando se camina, o que simplemente se desplace una parte
del cuerpo, como cuando se levanta un brazo.

No todos los músculos pueden controlarse de modo voluntario. El corazón, por ejemplo, está formado por
tejido muscular especial que se contrae de modo rítmico sin que el individuo lo pueda llegar a controlar.
Asimismo, las paredes de las arterias están formadas por músculos cuya contracción «involuntaria» permite el
movimiento de la sangre. Otro ejemplo serían los músculos de los órganos digestivos (estómago e intestinos)
cuya contracción permite el movimiento del alimento.

El sistema respiratorio

Todas las células del organismo necesitan oxígeno para poder realizar sus funciones y crecer. Durante su
metabolismo, elaboran dióxido de carbono, un gas tóxico que debe ser eliminado. Ambas operaciones son
realizadas por el aparato respiratorio; éste toma oxígeno del aire y elimina el dióxido de carbono junto con
vapor de agua. El aire entra por la nariz y por la boca, viaja por una serie de tubos hasta llegar a los pulmones.
Es aquí donde se produce el intercambio gaseoso: el oxígeno pasa a la sangre y ésta cede a los pulmones el
dióxido de carbono.

El sistema circulatorio

Además de oxígeno las células también necesitan nutrientes y liberarse de productos de desecho que podrían
resultar perjudiciales para el organismo. El sistema circulatorio se encarga de distribuir todos los materiales
que la célula necesita y de retirar aquellos que pueden ser tóxicos. Está formado por el corazón, los vasos
sanguíneos y la sangre. En esta última se encuentran además los anticuerpos y los leucocitos que protegen al
individuo frente a microorganismos y agentes externos, por lo que la sangre también forma parte del sistema
defensivo del organismo.

El corazón es un músculo que se divide en dos partes: una recibe la sangre rica en oxígeno procedente de los
pulmones y la envía al resto del organismo; la otra parte recoge la sangre con dióxido de carbono procedente
del cuerpo y la devuelve a los pulmones para que se produzca el intercambio gaseoso. La sangre sale del
corazón a través de las arterias y vuelve por las venas. En los capilares sanguíneos, punto de unión entre las
arterias y las venas, se produce la entrega de los nutrientes y la recogida de los residuos.

Parte de los líquidos que rodean a las células no entran en la circulación sanguínea. Este líquido se llama linfa y
vuelve al corazón a través de otro sistema de conductos que se denominan vasos linfáticos. A lo largo del
sistema linfático se atraviesan numerosos filtros antes de que la linfa vuelva a la sangre.

El sistema digestivo

El tubo digestivo se extiende desde la boca hasta el ano. Es aquí donde los líquidos y los alimentos se
disgregan en pequeñas moléculas que pueden ser absorbidas por el sistema circulatorio (la sangre las recoge y
las distribuye hacia todas las células). El proceso de separación del alimento en partículas más pequeñas
recibe el nombre de digestión. Los alimentos sufrirán dos tipos de digestión, una mecánica y una química. Otra
función fundamental del aparato digestivo es la absorción de nutrientes a través de las células que lo revisten.

El aparato digestivo permite al ser humano ingerir alimentos y transformarlos en nutrientes necesarios para el
correcto funcionamiento de las células.

El aparato urinario

También recibe el nombre de aparato excretor. Es el encargado de mantener las concentraciones de agua y de
determinadas sustancias como el sodio o el potasio en los límites adecuados. Es capaz de eliminar numerosas
sustancias tóxicas a través de la orina, proceso que consiste en hacer pasar la sangre a través de unos órganos
(los riñones) que actúan como filtros. Además de los riñones, hay otras estructuras que forman parte del
sistema urinario: los uréteres y la vejiga de la orina. Esta última funciona como un recipiente en el cual se
acumula la orina hasta que es eliminada a través de otro conducto que se denomina uretra.

El sistema nervioso

Los dos sistemas o aparatos que controlan las actividades del organismo son el sistema nervioso y el sistema
endocrino.
El sistema nervioso está formado por el cerebro, la médula espinal y los nervios. Una parte del cerebro se
encarga del control de funciones básicas del organismo como son la respiración y el ritmo cardíaco, así como
el mantenimiento de la temperatura corporal o las sensaciones de hambre o de sed. También hay regiones
cerebrales que actúan como centros de procesado e interpretación de los principales sentidos como la visión,
el sonido, el tacto, el olfato o el gusto. Otras zonas controlan las actividades musculares voluntarias de los
brazos y de las piernas.

El cerebro está continuamente recibiendo y enviando información a través de los nervios. Muchos de ellos
entran y salen de la médula espinal. La médula es un órgano muy sensible que se encuentra protegido por la
columna vertebral. La información recibida por los nervios es procesada en el cerebro para que, a
continuación, éste elabore la respuesta adecuada. Esta respuesta es también transmitida a través de nervios
hasta los músculos y a las glándulas.

El sistema endocrino

Este sistema ejerce su control a través de mensajeros químicos que reciben el nombre de hormonas. Éstas se
elaboran en diversas glándulas endocrinas y posteriormente son liberadas y conducidas por el torrente
circulatorio.

Una de las glándulas más importantes es la hipófisis. Se localiza debajo del cerebro, en la zona central de la
cabeza. Produce al menos ocho hormonas que regulan aspectos tan diversos como el crecimiento, la
funcionalidad renal y el desarrollo de las gónadas u órganos sexuales. Algunas de las hormonas elaboradas por
la hipófisis estimulan a otras glándulas a producir sus propias hormonas.

Algunas de estas glándulas capaces de producir hormonas son el tiroides, el páncreas o las glándulas
suprarrenales. El tiroides se sitúa a ambos lados de la tráquea; la hormona que produce controla el ritmo del
metabolismo corporal. Las glándulas suprarrenales, por su parte, están situadas justo encima de los riñones y
producen cortisona y adrenalina. El páncreas, finalmente, no sólo produce enzimas digestivas, sino también
insulina y glucagón, dos hormonas que controlan el nivel de azúcar en la sangre.

El aparato reproductor

El aparato reproductor es diferente en el hombre y en la mujer ya que es el encargado de producir las células
germinales: espermatozoides en los varones y óvulos en las mujeres. Cuando un gameto masculino y otro
femenino se unen (fecundación) se forma la primera célula del nuevo individuo.

Esquemas anatómicos del aparato reproductor femenino y masculino.


En el hombre está formado por los testículos (lugar donde se produce el esperma), el epidídimo, los conductos
deferentes y los genitales externos (el pene y el escroto). En la mujer los óvulos se forman en los ovarios;
aquéllos descienden por las trompas de Falopio hasta el útero, donde tendrá lugar la gestación y desarrollo del
feto. El contacto entre la madre y el feto se produce a través de la placenta. También existen genitales
externos femeninos: la vagina y la vulva.

Las gónadas (testículos y ovarios) no sólo producen los gametos sino que también elaboran hormonas
fundamentales en el proceso de reproducción y en el desarrollo de las características sexuales del hombre y
de la mujer.

Adaptación del cuerpo humano a distintos factores ambientales

Si bien la composición del cuerpo humano es igual en la mayoría de las personas (puede haber alteraciones
genéticas, aunque éstas suelen ser raras), los seres humanos pueden presentar diferencias básicas
dependiendo del lugar de origen o la edad. Es decir, el cuerpo no es un ente estático sino que está en continuo
desarrollo y evolución.

La forma y el tamaño del cuerpo están en gran medida determinados por factores hereditarios; sin embargo,
pueden sufrir modificaciones debido a mecanismos de adaptación. Así por ejemplo, en una persona que vive
al nivel del mar se incrementará el número de sus glóbulos rojos si se traslada a vivir a la montaña. De este
modo ayuda a compensar los niveles más bajos de oxígeno de su nuevo ambiente. De manera similar, en un
individuo con la piel clara que va a vivir a un país tropical aumentará la pigmentación de su piel.

Aunque fisiológicamente iguales, la latitud puede influir en el aspecto físico de los grupos humanos. Los
esquimales y los samburu keniatas de las imágenes no sólo se diferencian en cuanto al color de la piel sino
también en su morfología facial o estatura.

Aunque fisiológicamente iguales, la latitud puede influir en el aspecto físico de los grupos humanos. Los
esquimales y los samburu keniatas de las imágenes no sólo se diferencian en cuanto al color de la piel sino
también en su morfología facial o estatura.

En los climas extremadamente fríos, los individuos suelen ser bajos, con el cuerpo redondeado, brazos y
piernas cortas, y con un nivel de grasa corporal superior a la media. La cara es plana con la nariz estrecha.
Estos cambios físicos permiten que la superficie corporal sea lo más reducida posible, lo que posibilita que la
pérdida de calor sea mínima tanto en el cuerpo como en las extremidades (lo que les permitirá trabajar con las
manos incluso a temperaturas muy bajas evitando la congelación). Del mismo modo la disposición del cuerpo
protege los pulmones y la base del cerebro frente al aire frío.

En los climas cálidos el problema no es el mantenimiento de la temperatura corporal sino su eliminación.


Normalmente el organismo lo hace a través del sudor. Sin embargo, cuando no sólo la temperatura sino
también la humedad son muy altas, la humedad del aire impide la evaporación del sudor. Las personas
adaptadas a vivir en estos climas son por lo general altas y muy delgadas; de este modo la superficie corporal
es máxima para aumentar la pérdida de calor mediante radiación. La grasa acumulada en el cuerpo también es
mínima y, a menudo, la nariz es ancha ya que no es necesario el calentamiento del aire inspirado. La piel suele
ser oscura lo que protege del posible daño causado por los rayos solares.

La vida en altitudes altas, por su parte, requiere un cierto grado de adaptación al frío así como una adaptación
a niveles de oxígeno en el aire inferior a lo normal. Normalmente esta adaptación se consigue aumentando el
tamaño de los pulmones.

Cambios del cuerpo humano relacionados con el envejecimiento

A medida el ser humano envejece su cuerpo también va cambiando. Estudios realizados en laboratorio indican
que las células del cuerpo no se multiplican de modo indefinido. Cuando pierden su capacidad de división, los
tejidos ya no pueden ser reparados. De este modo, la longevidad de un individuo viene determinada por la
capacidad de multiplicación de sus células.

El ritmo de estos cambios varía con cada tejido y con cada individuo. La piel es uno de los órganos que mejor
refleja el paso de la edad: se va haciendo más fina y seca y pierde elasticidad. Comienzan a aparecer parches
más oscuros y las heridas curan más lentamente (con 60 años las heridas pueden tardar hasta cinco veces más
en curar que con 10 años). Estas transformaciones también se hacen notar en el pelo, que se vuelve gris (o
blanco) y fino, o en los sentidos, cuya agudeza de antaño se pierde.

La edad es un factor que altera el estado del cuerpo: la piel se hace más fina y seca, aparecen las canas, etc.
También los sistemas pueden fallar: se pierde capacidad auditiva, la funcionalidad de algunos órganos se
reduce e incluso, los huesos o la piel ven reducida su capacidad regenerativa.

Algunos órganos como el hígado o los riñones pierden volumen con la edad y su funcionalidad se reduce.
También el cerebro reduce su tamaño (sobre todo a partir de los 75 años) aunque esto no se relaciona con
una disminución en la capacidad mental. El descenso en la capacidad intelectual en las personas de edad
avanzada es consecuencia de enfermedades como la de Alzheimer o problemas circulatorios en el cerebro.
Los huesos, por su parte, se hacen más ligeros y frágiles ya que se pierde calcio (después de los 50 años esta
pérdida es superior en las mujeres que en los hombres). Además, el cartílago que forma parte de las
articulaciones cada vez es más delgado e incluso puede perderse, al igual que la fuerza muscular.

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