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Basándose en pasajes bíblicos como los anteriores, hay quienes llegan a la conclusión de
que el espíritu santo es una persona de naturaleza espiritual, tal como lo son Dios, Jesús y
los ángeles. Durante siglos, algunas de las iglesias más influyentes han atribuido
personalidad al espíritu santo. Pero, a pesar del arraigo de esta doctrina, muchos feligreses
se encuentran hoy confundidos y hasta llegan a discrepar de sus guías religiosos. Por
ejemplo, en una encuesta reciente, el 61% de los entrevistados aseguraron que el espíritu
santo “no es un ser vivo, sino un símbolo de la presencia o el poder de Dios”. Ahora bien,
¿qué enseña la Biblia?
1. La Biblia dice que cuando María, la madre de Jesús, fue a visitar a su prima Elisabet (o
Isabel), que estaba embarazada, la criatura saltó en su vientre “y Elisabet se llenó de espíritu
santo” (Lucas 1:41). ¿Le parece lógico afirmar que una persona “se llenó” de otra?
2. Cuando Juan el Bautista reveló a sus discípulos que Jesús lo iba a reemplazar, dijo: “Yo,
por mi parte, los bautizo con agua [...]; pero el que viene después de mí es más fuerte que
yo, y no soy digno de quitarle las sandalias. Ese los bautizará con espíritu santo” (Mateo
3:11). Como Juan indicó que Jesús bautizaría a algunos con espíritu santo, es obvio que
dicho espíritu no podía ser una persona.
3. Durante la visita que hizo a un oficial del ejército romano y su familia, el apóstol Pedro
mencionó que Dios había ungido a Jesús “con espíritu santo y poder” (Hechos 10:38). Al rato,
“el espíritu santo cayó sobre” los miembros de la casa de este oficial. El relato agrega que
muchos se asombraron “porque la dádiva gratuita del espíritu santo también estaba siendo
derramada sobre gente de las naciones” (Hechos 10:44, 45). Nuevamente, el lenguaje que
se emplea no respalda la idea de que el espíritu santo sea una persona.
En muchas ocasiones, la Palabra de Dios personifica, o presenta como personas, a cosas que
no lo son, como la sabiduría, el discernimiento, el pecado, la muerte y la bondad inmerecida
(Proverbios 8:1–9:6; Romanos 5:14, 17, 21; 6:12). El propio Jesús dijo que “la sabiduría queda
probada justa por todos sus hijos”, es decir, por los buenos resultados que produce (Lucas
7:35). Obviamente, la sabiduría no es una persona con hijos de carne y hueso. De igual
modo, el espíritu santo no es un ser vivo aunque en ocasiones aparezca personificado.