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simbiosisficticia@hotmail.com / fgelmanc@filo.uba.ar
Resumen
interno de una cátedra de Teoría y Análisis Literario de la UBA se reúne para discutir
sus integrantes han discutido aquel Boris Groys que en Volverse público narraba la
tiempo resultativo de la obra. Unos meses antes de eso, Flavia Costa señalaba a Groys
en un auditorio de la misma universidad el interés que esa noción de proyecto tenía para
transformación de los materiales literarios sobre los que actúan” (Delfino, 2015: 2). Y,
investigación pedía a sus integrantes que costearan una actividad de aniversario con sus
A cuantos haya agobiado la secuencia de aquella escena inicial y sus varias analepsis y
sola línea de la novela de esta ponencia; sí, en cambio, dejar que gravite como
inminencia sobre la propia ponencia. Con el tiempo suspendido del proyecto, esas
escenas (o incidentes) sitúan el modo en que los estudios literarios en una capital
latinoamericana pueden dirigirse al seminario de Roland Barthes La preparación de la
novela, con la intención de reflexionar sobre los medios para impedir que su
(Barthes, ff/vv: séance 2.12.78, 00:02:50), y la necesidad de ese desafío se produce, dice
él, “bajo el efecto de (…) [dos] evidencias y de un acontecimiento” (Barthes, 2005: 36).
que el sujeto –de una manera u otra y cualquiera sea la determinación– está en estado de
exaltación.” (Barthes, ff/vv: séance 2.12.78, 00:16:40). Sujeto afectado por una
enamorado. “El fantasma lanza la obra pero también la bloquea: pues repite
del autor, la remisión del autor de vuelta a la situación de inminencia. Por eso la
instalarse como respuesta a la exigencia social “no de escribir algo nuevo, (…) sino de
2.12.78, 00:31:30). El posesivo “su”, por supuesto, debe retener a nuestros efectos su
ambigüedad, la obra mía en cuanto podría ser la obra de cualquier otro en el que las
importa.
En 1964 (analepsis), urgido por la mudanza de auditorio, Lacan, por su parte, retoma su
indeterminación radical de aquel encuentro del cuerpo con el lenguaje que constituye al
sujeto, respecto del instante de inscripción del sujeto en la ley del significante que lo
“Discurso de Roma”: “Es que por la relaciones del orden simbólico, es decir por el
campo de lenguaje del que nos ocupamos acá, todo está siempre ahí” (Lacan, 2001:
154; cursivas del original). Por contraste, entonces, con el “ya-siempre” podríamos
situar bajo el emblema del ‘todavía no’ la hiancia desde la que lo real del sujeto impide
esa clausura de la temporalidad.iii El sujeto del psicoanálisis, en su condición de
advierten bien temperados en el estatuto del fantasma, a falta del cual el criterio tomado
reencuentro del autor con aquello que se ama en las obras que se ama.
investigador literario y autor la obra como función del deseo, con todo, Lacan declara en
huellas del choque del lenguaje con el cuerpo que subyacen a cualquier identificación
imaginaria (Lacan, 1996: 9-10, 34-36). Para que el acontecer discreto de esas huellas
sea legible, es preciso estar situado en un lugar (y un tiempo) distinto del de ese cuerpo.
fantasma de “haber terminado” (2005: 209), que no coincide por fuerza con el habeas
opus de las instituciones. Una urgencia de conclusión que no solo es imposible hacer a
un lado, sino que de hecho preside toda experiencia de preparación, como impaciencia.
Cuando la novela haya terminado, acaso venga alguien a declarar que había vivido:
únicamente una carta de lector puede declarar luego de la fecha que la obra respondía a
una necesidad desconocida, “definición del libro vivo” (Barthes, 2005: 210). Puesto que
esa carta solo puede llegar después,vi hay más de una forma de la prisa. Si hay un apuro
que afecta al sujeto por asentir una identificación que se le propone, bajo pena de perder
privilegios que nadie ha garantizado (Lacan, 1999: 200-211), en ese mismo lugar se
asienta otra urgencia, una prisa sincopada peor dispuesta para aproximarse a la
prefectura.vii
anestesia, en una sala de recuperación de hospital, bajo condiciones muy distintas de las
de la sala de espera; se escribe o se boceta: unas notas de celular. La prisa por tomar
esas notas no coincide con el apuro de volver en sí que impone el hospital en los plazos
calculados que rigen la atención de los pacientes, puesto que escribiendo se tarda un
poco más que eso; esta otra prisa cauciona entonces sí contra cualquier intento
romántico de hacer del sujeto una simple demora. Respecto del sujeto como
para admitir esa identificación es función tanto del capitalismo como de la institución
terminado” hay que retomar las condiciones restantes que definían la esperanza de
2.12.78, 00:13:10)– y la experiencia del duelo. Así en su Diario del duelo, escribe la
“[p]risa que tengo (…) por integrar mi pena en una escritura” (Barthes, 2009: 23.3.78)ix;
más tarde explica Barthes que debemos entender por ‘integración’, pero importa más
aquí tomar nota de esa “prisa” escrituraria. E, importa añadir, esa vejez o efectivo duelo
son también los de cierta (o toda) literatura; pero es que nada como las actas de
(2011: 315-320). Ese resto es precisamente también aquí el objeto a, aquello que se ama
en lo que se ama, el objeto de coloratura fálica que aloja para el sujeto en su amado o
amada su propia incompletud. Citemos otra vez el Diario de duelo: “Cuando mamá
vivía (…), estaba en la neurosis por miedo a perderla. Ahora (…), este duelo es por así
escritura que para Barthes emana del duelo no puede ser nunca la de comenzar una
debitar placer en el suspenso (Allouch, 2011: 42), actuar con acuerdo a lo real que aloja
tanto, en el fantasma, una hendidura temporal que distribuye entre una temporalidad
suspensiva y esta otra dimensión póstuma que contemplamos con espanto cuando los
lógica atemporal). Cuando el duelo por la literatura concluye, se hace legible la herida
“Reste à conclure” (Lacan 1990: 291). Es una anfibología que la traducción oficial al
español resolvió como “Queda por concluir” (Lacan, 1987: 269), interpretación correcta
otra traducción posible, que sería “resto para concluir”. Y es que “resto para concluir”,
el descarte o desperdicio por antonomasia del que se ocupa esa sesión, es precisamente
el objet (petit) a. Si hay en efecto un apremio burocrático por concluir, aquella urgencia
estructura sino desde lo real, un resto que nos apura hacia el fin como causa del deseo.
Cuando, luego del fin, la novela reaparece en la lectura como acto incompleto pero
finito, pretérito, la singularidad de la herida de la que se sostuvo puede fulgurar ante los
ojos de alguien.
final sino sucesivos reinicios desplazados, como los Ejercicios de estilo de Raymond
Queneau, a quien tanto Lacan como Barthes leían con fruición. Narraría aquí algunas
reapertura del tiempo interrogativo que antecede la fijación de una enseñanza; tomaría
se declararía por una investigación forense sin ciencia ni policía que llamamos lectura,
i
La polaridad debería revelar para nosotros menos una polaridad ontológica que la contradicción
inmanente a una paradoja escrituraria: en el territorio de nuestros estudios literarios, las más de las veces
la denegación romántica aparece como compensación desesperada de parte de quienes en silencio han
prestado asentimiento cabizbajo a la burocratización.
ii
Y por cierto que la burocratización es, tan pronto como la atemporalización, la aserción del tiempo
progresivo de la acumulación del saber, opuesta a toda reestructuración por anamnesis.
iii
Y podríamos extender la fórmula un poco más a ‘todavía no totalmente’, convocándonos a situar para
los estudios literarios un sujeto sexuado del que se sostiene la crítica al saber constituido de juicios
universales. Para mayor fulguración, la formulación del goce femenino en términos del No-Todo se
produce bajo el auspicio de un seminario titulado, precisamente, Todavía.
iv
Por razones de orden topológico, la pulsación real del inconsciente y la incoatividad del fantasma no
son idénticas; es su ocurrir en un mismo lugar lo que permite a una iluminar a la otra (Lacan, 2001: 326).
v
En las palabras de Jean Allouch, “La ‘estructura imaginaria del fantasma’ es el torno, el molinete entre S
y petit a, es el troquel mismo. En tanto que imaginario, el fantasma es el troquel, es aquello que lo
compone, es su composición. Este punto merece alguna atención, más [aun] en la medida en que la
primacía de lo simbólico (…) de alguna manera ha encubierto el asunto: para funcionar como tal, para
‘volver al deseo apto para el placer’, el fantasma debe ser tomado dentro de su propia estructura
imaginaria; es decir debe presentarse de tal manera que en el nivel imaginario se suponga el horizonte de
una no-distinción entre $ y petit a” (2011: 263).
vi
Con su agilidad característica, durante la lectura de la ponencia Ariel Schettini nos sugería leer aquellas
cartas de lectores desconocidos narradas por Barthes en su seminario como parodia de aquella otra carta
de la reina que siempre llega a destino (Lacan, 1999: 41). Añadamos, para seguirlo al pie de la letra, que
el Barthes drag queen así invocado debe tomar su ansiedad inconfesa por las misivas de lectores como
enésimo síntoma de la desesperada necrofilia que objeta cualquier comprensión errónea de la muerte del
autor como una liquidación del sujeto: el goce del lector escribe otra historia (otro personal de la novela).
vii
Por lo que respecta al apremio por aproximarse a la prefectura, alguna palabra sobre la burocratización
debe ser dicha a propósito de aquellos que creen encontrar en la oposición teoría-metodología un progreso
epistemológico decisivo, cuando en realidad simplemente condescienden allí en una distinción
tecnocrática emanada de quienes distribuyen fondos para la investigación defendiendo los protocolos de
las ciencias.
Irónicamente, cuando –en cambio– otros llevan adelante una reflexión teórico-epistemológica sustantiva
y la anuncian titulando un apartado “método”, no faltan quienes al reseñar esos libros imaginen leer allí
una palabra “metodología” que de ningún modo ha sido escrita, ignorando palmariamente la densa
carnadura filosófica y literaria que subyace a la cuidadosa elección de la palabra “método”.
viii
A quien eche en falta una coartada teórica más abierta para el excurso intimista, puedo consolar
tardíamente con alguna posdata. Es que si se advierte que la teoría barthesiana del deuil/chagrin no se
opone a toda teoría psicoanalítica del duelo, sino que de hecho puede componerse con cierta fluidez con
la teoría lacaniana tal como la reconstruye Allouch, eso es precisamente por el modo en que ambas se
enfrentan a aquella modalidad organicista de discurso médico que sostiene plazos y etapas pautados para
el “trabajo de duelo”.
ix
El Journal du deuil se cita utilizando las fechas de las entradas del diario, puesto que se ha trabajado
con una edición digital que omite la paginación gráfica, aparentemente realizada por la propia editorial
Seuil.
x
Apostillas al momento de la lectura. Hace poco, Adriana Rodríguez Pérsico advertía agudamente en
Amsterdam (youtube.com/watch?v=Tulm3Ik7gCg) sobre la capacidad figural de las crisis: el modo en
que hacen reaparecer imaginarios de las crisis que las precedieron. En este sentido, vale la pena en este
momento hacer el movimiento retroactivo. Entre el 1964 y el 1977-78 de los que nos ocupábamos aquí, la
hendidura que distribuye hacia un lado el tiempo de la inminencia y hacia el otro el tiempo póstumo debe
ser forzosamente 1968; lo que la enseñanza anudada al fantasma nos exige no es optar entre uno y otro
tiempos, sino remitirnos a esa hendidura como único recurso para evitar a la vez la denegación romántica
de la profesionalización y la burocratización. Lo que la crisis política del 1968 francés parece reclamar a
la del 2015-16 argentino es reflexionar si el naufragio de la derecha populista à la De Gaulle solo puede
ceder el lugar a la derecha liberal, o acaso podemos apresurarnos a dar alguna batalla.