The Billionaire’s Rules 12 CHERISH

Kelly Favor
The Billionaire’s Rules 12 CHERISH

CHERISH
(The Billionaire’s Rules, Libro 12)
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La paciente está colapsando.

Eso es lo que la enfermera dijo cuando vino a buscar a Cullen.

Colapsando: sólo el sonido de esa palabra hizo que Ivy se estremeciera por dentro, que su estómago se
tensara y que su aliento se ahogara en su garganta.

Becca Woodhouse necesitaba sobrevivir a esta operación.

Todo dependía de que esta cirugía fuera un éxito. Pero por la mirada que había estado en la cara de la
enfermera cuando vino a buscar a Cullen a la sala de espera del hospital, Ivy pensó que las posibilidades de que
Becca sobreviviera eran escasas en el mejor de los casos.

Cullen siempre te lo dijo. Él no quería realizar esta cirugía, pero tú hiciste un trato sin preguntarle. Le
obligaste a esta posición, incluso después de que intentara traer a Xavier Montrose para que se hiciera cargo.

Había pasado cerca de media hora desde que Cullen salió corriendo de la habitación para tratar de salvar a su
angustiada paciente, y ahora Ivy estaba sentada al otro lado de la habitación, con la cabeza en sus manos.

Ocasionalmente, podía escuchar los sollozos y susurros de Peg Woodhouse y su padre. Habían estado
sentados cerca de ella, pero después del último desarrollo, se habían mudado al rincón más alejado de la
habitación.

Era como si la asociaran con el empeoramiento de la situación, como si ella fuera la culpable.

¿Y no tienen razón?

Ivy cerró los ojos y trató de calmar sus nervios deshilachados. Era horrible tener el corazón acelerado y el
estómago retorciéndose y girando, minuto tras minuto, hora tras hora - un incesante diluvio de miedo.

Debería llamar a mamá. Ella me diría que está bien.

El solo hecho de pensar en su madre le causó otro pico de ansiedad. Tampoco podía volver a llamar a su
madre.

Cada cuerda de salvamento había sido cortada y ella se estaba hundiendo en el océano, ahogándose. Se
sentía tan sola como nunca se había sentido en toda su existencia.

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De repente, un hombre entró en la sala de espera. Ivy levantó la vista para ver la cara más desagradable hasta
ahora, mientras Lucas entraba en la habitación. En el momento en que la vio sentada allí, una sonrisa de
serpiente se deslizó sobre su cara.

—Ahí estás—, dijo Lucas en voz alta.

Ivy quería levantarse y correr, pero sabía que él simplemente la seguiría.

—Déjame en paz—, le dijo ella.

—Relájate—, dijo, y luego se sentó justo al lado de ella.

Ivy se puso de pie. —No te metas en mi espacio, Lucas.

—Siéntate—, le dijo. —No voy a hacerte daño. De hecho, esta puede ser la última vez que nos veamos.

Ella le miró con recelo. —¿Por qué estás tan alegre?—, dijo ella.

—Siéntate—, dijo, acariciando la silla. —Vamos, Ivy. Tengo grandes noticias.

—Eres un imbécil, Lucas. Cualquiera que sea la noticia, no cambiará ese hecho.

—Tal vez no—, sonrió. —O si quieres, transmitiré tus asuntos personales embarazosos a toda la habitación.
Su voz se hizo más fuerte. —Por mí está bien, Ivy. No soy yo la que está casada con una familia de criminales.

Ella miró a su alrededor y vio a Peg y a su padre mirando en su dirección con expresiones confusas que se
estaban convirtiendo rápidamente en desdén.

—Cállate—, le susurró Ivy a Lucas, y luego se sentó a su lado. —Si te callas, escucharé lo que tengas que
decirme.

—Buena chica.

Su piel picaba por estar tan cerca del hombre. —Vale, estoy esperando.— Se cruzó de brazos.

Lucas sonrió ampliamente, claramente disfrutando del efecto que estaba teniendo en ella. —Sólo quería que
fueras la primera en saberlo, Ivy. Lo tenemos.

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Miró fijamente sin comprender. —¿Eh?

—Lo tenemos—, repitió, riendo. —¿No vas a felicitarme por un trabajo bien hecho? Probablemente me
darán un ascenso, un aumento de sueldo, y hasta me darán una mención de honor.

—No sé de qué estás hablando.

—Preston Sharpe—, susurró Lucas, su aliento a café caliente contra su cara.

El estómago de Ivy se cayó y se sintió entumecida. —¿Qué pasa con él?—, dijo ella.

—Lo atrapamos tratando de abordar un avión privado en Rhode Island.— Lucas se rió. —El tipo estaba muy
sorprendido de que se acabara tan rápido y fácilmente. Después de tanto correr, conspirar e intrigar, lo
derribamos y era manso como un cordero.

—¿Está herido?—, preguntó ella, pensando en Cullen, y en lo devastado que iba a estar.

—Como dije, el tipo era un blandengue cuando lo detuvimos.— Lucas agitó la cabeza y volvió a reír. —Para
ser honesto, esperaba más pelea. Me preparaba para las balas que me zumbarían por la cabeza y todas esas
cosas buenas. Pero, no. Preston Sharpe se rindió. Y ya está entregando a sus amigos y nos está llevando a todo
el dinero y los datos. Mientras hablamos, los ciberdelincuentes y los hackers de todo el mundo están siendo
detenidos y arrestados. Lo acabamos de abrir de par en par. Y supongo que debo agradecerte por el papel que
desempeñaste—, dijo Lucas.

—Lo que sea—, murmuró Ivy. Ella hizo contacto visual directo con él. —Ahora tienes la oportunidad de
regodearte. ¿Te sientes mejor?

—En realidad, sí—, dijo, enderezando su corbata. Se sentó hacia delante como si fuera a levantarse de su
asiento, pero luego se volvió y la miró una vez más. —Sabes, si no te odiara tanto, no habría trabajado tan duro
para resolver este caso como lo hice.

Ella agitó la cabeza. —Eso es patético en muchos niveles, Lucas.

—Pensé que lo menos que podía hacer era agradecerte por tu ayuda para motivarme.— Finalmente se
levantó, alisando su chaqueta. —Dios, odio los hospitales. Huelen a desesperación—. Luego se volvió y la miró
por última vez. —Oh, maldición. Te estoy oliendo a ti.

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Ivy se alejó de él y miró por la ventana. Ella no le daría la satisfacción de ver cuánto le habían dolido sus
noticias.

Lucas salió de la habitación. Ella pudo escuchar sus pisadas y luego la puerta se abrió y se cerró.

Cuando supo que se había ido, Ivy dejó escapar un aliento tembloroso y furioso. Estaba tan herida, asustada y
enfadada.

Todo se estaba desmoronando ahora.

Era posible que en un futuro muy cercano, Cullen y su padre estuvieran en prisión e Ivy se quedara
completamente sola, sin familia, con pocos amigos y una vida hecha jirones.

No pierdas la esperanza. No dejes que Lucas gane. Esto es exactamente por lo que apareció aquí.

Quería entristecerte y derrotarte. No dejes que gane.

Pero no pudo evitarlo.

Parecía que los Lucas del mundo estaban ganando y ella estaba perdiendo.

Estaba perdiendo todo lo que quería.

Las siguientes horas pasaron lentamente, y cada minuto se sentía como una vida entera.

Apenas podía concentrarse.

Era una especie de limbo. La sala de espera del hospital era blanca y estéril y apenas cambiaba nada de un
momento a otro. Lo que permaneció constante fueron los sentimientos de miedo, impotencia y desesperación.

Ella rezó, pero se sintió como si no hubiera nadie escuchando.

Y luego el tiempo se aceleró de nuevo cuando Cullen regresó a la sala de espera, caminando directamente
hacia Peg y su padre.

—Becca ha salido de cirugía—, dijo.

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El hombre mayor estaba temblando cuando extendió una mano como para agarrar a Cullen. —¿ Vivirá?—,
dijo en su tono suplicando, como si Cullen fuera el que simplemente pudiera decidir si el paciente vivía o moría.
Como si Cullen no estuviera a merced de Dios o de la naturaleza o de las leyes del universo como todos los
demás, como si fuera el juez, el jurado y el verdugo.

—Becca salió de maravilla—, le dijo Cullen.

Peg dio un grito de alivio y comenzó a sollozar, con la cara en sus manos, sonando casi como un animal.

—Oh, Dios, gracias. Gracias, Dr. Sharpe—, dijo el Sr. Woodhouse, con las manos agarradas a su hija. Las
lágrimas corrían por sus mejillas.

—Necesito advertirles—, dijo Cullen. —Ha pasado por mucho y todavía se la considera en estado crítico.
Todavía puede haber complicaciones y necesitamos monitorearla muy de cerca durante los próximos dos días
para asegurarnos de que siga mejorando.

Ivy se levantó y caminó por la sala de espera, queriendo estar más cerca de Cullen. Su corazón se elevaba,
pero también estaba pensando en el hecho de que Cullen necesitaba que se le informara sobre el arresto de su
padre.

Cuando se acercó, Cullen se giró y le dio una sonrisa y un guiño, antes de volverse hacia Peg y su padre.

—Dr. Sharpe, sabía que lo haría—, sollozó Peg. Le salía moco de la nariz y se lo limpió con un pañuelo de
papel desmenuzado. —Sabía... sabía que Becca viviría si eras tú quien la operaba.— Y luego hubo otra ronda de
sollozos.

—Gracias por su confianza y aliento—, dijo Cullen. —Me alegro de que Becca haya sobrevivido a la cirugía. Es
claramente fuerte, con mucho amor y apoyo de su familia.

El Sr. Woodhouse se puso de pie y luego abrazó a Cullen. —Te debo la vida—, dijo. —Ahora eres como de la
familia para mí—, dijo. Su voz estaba llena de emoción.

Cullen dio un paso atrás. —Sólo hacía mi trabajo, como lo haría cualquier cirujano.

Ivy se limpió sus propias lágrimas de las esquinas de sus ojos.

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A pesar de que Cullen estaba siendo modesto, ella podía sentir que él estaba absolutamente jubiloso y
aliviado ahora que la cirugía había sido exitosa. Su columna vertebral estaba recta, sus hombros cuadrados, sus
ojos rebosantes de confianza que ella no había visto antes.

No era sólo confianza, se dio cuenta ella, mirándolo mientras él seguía dando compasión a esta familia que lo
había arrastrado por el barro y lo había puesto en el ring, forzándolo prácticamente a punta de pistola a operar a
una chica enferma.

Pero Cullen Sharpe se había enfrentado a sus demonios y los había conquistado.

E incluso después de horas y horas de cirugía intensiva, era como un hombre nuevo. —¿Quieres ver a Becca
ahora?— Cullen les preguntó.

—¿De verdad?— Peg jadeó. —¿Podemos verla?

—Está consciente—, dijo Cullen, —así que sería bueno tener una visita muy rápida. No creo que debamos
quedarnos más de unos minutos, porque Becca necesita descansar y recuperarse. Sin embargo, creo que sería
maravilloso que ella los viera a los dos.

Peg y el Sr. Woodhouse eran como un par de niños en la mañana de Navidad.

Estaban mareados y excitados, riendo, sus ojos mostrándose con lágrimas de alegría.

Ivy sintió su alegría, pero por razones ligeramente diferentes.

Cullen había cumplido su parte del trato, lo que significaba que, con toda probabilidad, el fiscal de distrito no
iba a presentar cargos contra él por negligencia en la muerte de Jillian.

Tampoco debería tener que defenderse: Jillian murió porque estaba enferma y tenía una afección subyacente
que nadie conocía, no porque Cullen fuera negligente.

Volvieron al pasillo del hospital y Cullen los llevó a la unidad de cuidados intensivos, y luego llevaron a Peg y a
su padre a la habitación para visitar a Becca.

Ivy esperó afuera en el pasillo. Pero ella pudo escuchar las palabras de amor y aliento que Peg y el Sr.
Woodhouse le dijeron a Becca, y eso trajo más lágrimas a los ojos de Ivy.

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Cullen estaba con ellos, su manera impecable de tratar a los pacientes, calmando y tranquilizando a la cansada
familia.

Ivy deseaba no tener noticias tan horribles que contarle a Cullen en lo que debería haber sido un tiempo de
victoria y reivindicación.

Cuando salieron de la habitación de Becca unos momentos después, un médico mayor se acercó e interceptó
a Cullen.

—Dr. Sharpe—, dijo el hombre, extendiendo su mano.

Cullen estrechó la mano del hombre. —Doctor—, dijo. —Me alegro de verte.

—Sólo quería decirte que ya se ha corrido la voz sobre el trabajo que hiciste para salvar la vida de Becca
Woodhouse. Ni uno entre un millón de cirujanos podría haber hecho lo que hiciste hoy. Es un honor tenerte
practicando medicina en nuestro hospital, y pensé que debía decirlo. Hay muchos aquí que se sienten como
yo.— Él sonrió.

—Gracias—, dijo Cullen. —Eso significa mucho para mí.

Y luego estaban caminando de nuevo, e Ivy no pudo evitar notar que los jefes del personal se volvían para
observarles, para observarle. Era como si fuera una celebridad.

Se le ocurrió a Ivy que realmente no podía saber lo grandioso que era el cirujano Cullen. No sabía nada de
medicina ni de cirugía cerebral.

Pero las reacciones de los que estaban en el campo -la mirada de asombro en sus rostros- le dijeron todo lo
que necesitaba saber.

Es así de bueno.

Es así de grandioso.

Sintió que su corazón se elevaba a nuevas alturas.

***
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Fue sólo cuando salieron del hospital que Cullen se volvió hacia Ivy y la tomó en sus brazos. —Eres tú—, dijo
en voz baja. Él la miró fijamente a los ojos, y sus fríos ojos azules eran como profundos charcos que la invitaban
a entrar. Por fin, la invitaba a entrar.

—¿Yo? dijo ella, sin saber exactamente lo que él quería decir -sólo sabiendo que el amor que ella veía en su
mirada valía todo para ella.

—Sin ti, nunca podría haber operado a Becca Woodhouse y ciertamente no con éxito—, dijo. Levantó una
mano para acariciar ligeramente la mejilla de Ivy, tocó su pelo. —Pero cada vez que dudaba de mí mismo, cada
vez que pensaba que íbamos a perder a Becca, pensaba en ti. Y sabía que podía hacer cualquier cosa por ti.

—Oh, Cullen.— Ella bajó la mirada, porque mirarlo a los ojos era tan emotivo que apenas podía soportarlo.

—Mírame, Ivy.

Ella hizo lo que él dijo. Se miraron el uno al otro, y a pesar de que la gente seguía yendo y viniendo, era como
si no hubiera nadie más en todo el planeta.

Ahora somos sólo nosotros. Sólo Cullen y yo.

—Te amo, Ivy Spellman—, dijo, su aliento un susurro contra su mejilla. —Te amo por todo lo que eres y por
todo lo que me haces aspirar a ser. Y quiero pasar cada segundo del resto de mi vida mostrándote que lo digo en
serio.

—Tú lo eres todo para mí—, dijo sonriendo, y su corazón se llenó hasta el borde de amor por este hombre.

Y luego la estaba besando frente a la entrada principal del hospital, y sus labios eran fuego, sus ojos eran
profundos, cálidos y suaves.

Luego rompió el beso, le cogió la mano y la acompañó hasta el coche.

Ella estaba tan feliz en ese momento, y Cullen parecía tan ligero y flotante, que no podía soportar arruinarlo
todo contándole sobre la captura de su padre.

Pero su sonrisa vaciló cuando se subieron al auto y Cullen comenzó a llevarlos a casa.

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Encendió la radio y comenzó a cantarle a ella -alguna canción cursi de R&B que ella no podía creer que él
supiera las palabras- e Ivy se rió y agitó la cabeza ante su estupidez.

Pero la verdad es que le encantaba cada minuto.

***

Cuando se detuvieron y se estacionaron frente a su casa, Ivy supo que era hora de contarle a Cullen lo de su
padre.

No pudo evitarlo por más tiempo.

—Cullen—, dijo ella, volviéndose hacia él. —Necesito decirte algo.

Dejó de moverse y la miró, su frente arrugada. —¿Sí?

Respiró hondo, se mojó los labios. —Es sobre tu padre.

—Dime.— Su tono se oscureció.

—Ha sido capturado por el FBI. Está bajo custodia.

Todo el cuerpo de Cullen parecía desinflarse, y en ese breve segundo, cuando ella le había causado tanto
dolor, Ivy se odiaba a sí misma.

—¿Estás segura?— Dijo Cullen, mientras el dolor irradiaba a su cara y parecía como si alguien le hubiera
clavado una estaca en el corazón.

—Bastante segura—, contestó ella. —Mientras estabas en cirugía, Lucas apareció en la sala de espera y me
dijo. Supongo que quería restregármelo por la nariz.

—¿Qué te dijo exactamente? ¿Está herido mi padre?

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Ella agitó la cabeza. —No creo que esté herido. Lucas dijo que estaba a punto de subir a un avión privado
cuando lo atraparon. Lucas también afirmó que tu padre estaba en proceso de decirles el paradero de muchos
hackers y ciberterroristas diferentes.

Cullen levantó la vista. —Justo cuando pienso que las cosas están mejorando...

—Lo están—, dijo ella, tratando de tomar su mano.

Pero él se alejó de ella, y ahora su mirada estaba herida. —¿Por qué esperaste a decírmelo?—, preguntó.

—No quería hacerte daño—, murmuró ella.

—¿No querías qué?—, preguntó, moviendo la cabeza con frustración.

Ivy levantó la voz. —Por una vez fuiste feliz. Quería que tuvieras tu momento.

—No se trata de mí—, dijo, y su mano golpeó el volante. —Mi padre me necesita.— Sus hombros se
encorvaron y apartó la vista de ella.

—Lo siento. No sabía qué hacer.

No respondió durante mucho tiempo. —Vamos—, dijo, finalmente. Y luego estaba abriendo la puerta del
coche y saliendo.

Entraron juntos en la casa.

Cullen estaba al teléfono, enviando mensajes de texto con fuego rápido. —Necesito hacer algunas llamadas—
, dijo, su voz profesional y áspera. —Estaré en la oficina por un tiempo.— Y luego se alejó de ella, aún mirando
su teléfono celular.

Un momento después, la puerta de la oficina se cerró tan fuerte que pudo sentir las vibraciones en el suelo
bajo sus pies.

Él la estaba ignorando ahora, y ella se sentía enfadada, herida y frustrada.

¿Qué hay de todas las maravillosas palabras que dijo? ¿Todas esas cosas sobre cómo ella le había dado fuerza
y él quería pasar el resto de su vida probándole eso a ella?

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Ahora era como si ella ni siquiera existiera, simplemente porque había esperado unos minutos para contarle
esta horrible noticia, que él no podía hacer nada para cambiar.

Quizá Cullen tenga razón. Quizá me equivoqué al ocultar esa noticia, aunque sea por unos minutos. Es su
padre, después de todo.

Ivy subió al baño principal a ducharse.

Mientras se duchaba, Ivy pensó en todo lo que había pasado en los últimos días. Todo fue un torbellino, y los
altibajos emocionales habían sido extremos.

Sí, Cullen estaba molesto ahora mismo.

Pero ella confiaba en que él se recuperaría y se daría cuenta de que ella sólo había estado tratando de
protegerlo cuando esperó para contarle que su padre había sido arrestado.

Salió de la ducha y se envolvió con la toalla. Ivy se preguntaba si Cullen aún estaba en su oficina, haciendo
llamadas telefónicas o simplemente alejándose de ella en su ira y frustración.

Al abrir la puerta del baño, vio que una sombra caía sobre el piso del dormitorio.

—¿Cullen?—, preguntó, repentinamente nerviosa.

—Ven aquí—, contestó él, con voz firme.

Ella salió del baño y se giró para verlo de pie en el dormitorio, sin camisa. Sostenía una regla larga con un
mango hecho en casa que parecía estar hecho de cuero.

Su corazón temblaba y su boca se secó. Pero entre sus piernas era una historia diferente.

Sintió que su coño se humedecía, mientras miraba la parte superior del cuerpo de Cullen, tonificada y
apretada, y la forma en que él sostenía la regla.

—¿Estás enfadado conmigo?—, preguntó con una voz pequeña y asustada.

—No hagas preguntas—, regañó.

Su cuerpo se inundó de calor. —Lo siento, señor.

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—Suelta la toalla y acuéstate boca abajo en la cama.

Se quedó allí un momento, agarrando la toalla como si fuera una manta de seguridad. Pero finalmente dejó
que se cayera al suelo.

Ivy estaba desnuda, de pie ante el hombre que amaba.

Y estaba blandiendo una regla.

Fue casi suficiente para hacerla sonreír. Pero ella mantuvo su sonrisa oculta, y caminó hacia la cama,
recostándose sobre ella.

Podía oler la frescura del cobertor, y también sentir su textura contra su cuerpo desnudo mientras Cullen se
acercaba.

— Tu comportamiento me ha llevado a una gran frustración—, dijo, cada palabra anunciada de manera clara y
formal. —Tú lo entiendes. ¿No es así?

—Sí, señor. Lo hago.— Su voz tembló un poco, pero no por miedo.

Ivy se dio cuenta de que ya ni remotamente le tenía miedo a este hombre. Ella lo amaba más que a la vida
misma. Era su marido, su alma.

—Bien, entonces.

Ella pudo oírlo ajustar su agarre en el mango del implemento. —Te voy a dar una buena paliza para que
aprendas esta lección en particular.

—Sí, señor.

—Diez veces—, dijo. —Y luego te voy a follar por detrás.

—Sí, Sr. Cullen.

Se preparó, y luego sintió el aguijón de la regla azotando sus nalgas, levantando su culo con la fuerza del
golpe.

Ivy apretó los dientes, un gemido bajo escapando de su garganta.

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Su coño temblaba y una pizca de placer le atravesaba el centro.

Otro golpe de la regla. Ella volvió a gruñir, y escuchó a Cullen respirar pesadamente a través de sus fosas
nasales por el esfuerzo, ¿o fue esa excitación lo que causó que su respiración se intensificara?

Golpeó sus nalgas una y otra vez, y luego hubo una extraña pausa. Esperó ansiosamente el siguiente azote, y
no sucedió.

Ivy miró por encima de su hombro y vio a Cullen de pie con los ojos cerrados y una mirada de dolor en su cara.

—Cullen, ¿qué pasa?—, preguntó ella, preocupada.

—No puedo seguir haciéndote esto—, le dijo. Agitó la cabeza y abrió los ojos, y esos orbes azules se fijaron en
ella. —Eres el amor de mi vida.

Lo has hecho todo por mí, ¿y así es como te lo pago?

—Cullen...

—No—, dijo. —Esto no va a volver a pasar. ¿Me oyes, Ivy? Nunca... te disciplinaré... nunca más.

Se movió como para alejarse, pero Ivy se sentó y rápidamente agarró su muñeca antes de poder irse. —
Para—, le dijo ella.

Cullen se volvió hacia ella, la confusión escrita en su cara. —¿Por qué?

—Porque—, dijo ella. —Nunca me preguntaste qué es lo que quiero.

Parecía sorprendido ahora. —Sólo asumí...

—Ese es tu primer error—, dijo en voz baja. Y luego le soltó la muñeca y se volvió hacia su vientre una vez
más. —He sido tan mala—, le dijo, girando lentamente las caderas sobre la cama, sintiendo su sensualidad.

Sintiendo su propio poder.

Su coño estaba tan mojado que goteaba sobre la cama.

Y ella no podía esperar a que se la follara por detrás, como le prometió.

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Cullen volvió a la cama y ajustó su agarre a la regla. —Te quedan cinco—, dijo con voz formal. —¿Puedes
soportarlo?

—Creo que sí, señor—, dijo ella en voz baja.

Y entonces él le estaba dando azotes en el culo otra vez con la regla, y ella estaba gimiendo, y el dolor era tan
bueno.

Tan bueno.

Dejó caer la regla y ahora estaba tan excitado que ella podía sentir lo duro que estaba cuando entró en ella
por detrás. Ella estaba tan mojada por él, y Cullen se la follaba tan bien, tan apasionadamente.

Su polla dura se deslizó hacia adentro y hacia afuera, y él agarró su pelo y tiró mientras mordió ligeramente su
oreja.

Antes de que se diera cuenta, los dos estaban llegando al clímax juntos. Su polla liberó todo en su coño, y ella
gritó, su orgasmo intenso y satisfactorio.

—Te amo, Ivy—, gimió en su oreja mientras sus caderas bombeaban lo último de su semilla en ella.

—Te amo, Cullen—, susurró, mientras el último de los hermosos orgasmos ondulaba por su cuerpo.

Cayeron en una maraña juntos, la regla olvidada.

***

Más tarde, en la cama, puso su cabeza sobre su pecho desnudo mientras él le acariciaba el pelo.

—El fiscal de distrito está retirando oficialmente los cargos en mi contra—, dijo Cullen, mientras el sudor se
estaba enfriando en sus cuerpos.

Ella le miró. —¿Estás seguro?

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Asintió, aún acariciando su pelo lenta y suavemente. —El mismo fiscal me llamó para darme la noticia
mientras estaba en la oficina tratando de lidiar con el arresto de mi padre.

—Y dijeron que definitivamente no presentarán cargos contra ti—, repitió Ivy.

—Me aseguró que nada de lo que tenían sobre mí iba a ver la luz del día. Y él personalmente me agradeció
por salvar la vida de Becca.

Ivy sintió una oleada de alegría y alivio y se aferró a su cuerpo con sus brazos e incluso sus piernas, luchando
por acercarse mucho más. Su piel se estaba pegando y eso ni siquiera era suficiente.

Él había estado dentro de ella, había dejado parte de sí mismo dentro de su lugar más profundo, y ni siquiera
eso parecía suficiente.

La mano de Ivy se acercó al pene de Cullen y comenzó a acariciarlo ligeramente con las yemas de sus dedos.
De repente, se endureció, se puso rígido, se levantó.

—Necesito sentirte todo el camino dentro de mí—, le dijo ella, y luego estaba subiendo a la cima de Cullen,
permitiéndole que la penetrara mientras ella montaba su dura polla.

Ella lo miró y luego sus ojos se cerraron.

—Ivy—, se quejó. —Estás tan mojada.

—Estoy mojada por ti—, dijo ella. —Sólo para ti.

Ella lo montaba, girando sus caderas, permitiéndole entrar rítmicamente, subiendo y bajando, subiendo y
bajando, y entonces sus manos estaban agarrando sus caderas y él se estaba moviendo a la vez con ella.

Estaban completamente unidos.

Esto es lo que necesitaba, pensó ella, agradecida de estar llena de él, de sentirme aún más cerca que un
momento antes.

Cuando él se corrió de nuevo, ella supo que era diferente.

Se internó profundamente, hundiéndose hasta el final.

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Entregándoselo todo a ella, sin miedo, sin reservas.

Soy tuya y tú eres mío.

—Prométeme que siempre estaremos juntos así,— dijo ella, mientras sentía que él se ablandaba mientras
estaba dentro de ella.

—Siempre—, dijo, suspirando, contento.

Ella se permitió caer en sus brazos una vez más.

Mientras yacían juntos una vez más, el teléfono fijo de Cullen empezó a sonar junto a la cama. Suspirando, se
acercó a su cuerpo para agarrarlo y responder. —Aquí Sharpe—, dijo bruscamente al teléfono inalámbrico.

Hubo un largo período de tiempo en el que no dijo nada. Pero luego miró a Ivy, y su expresión casi parecía
preocuparse por ella. —Entiendo—, dijo en el receptor, su voz sonando un poco rígida. —Sí, a mí también me
gustaría verte, en mejores circunstancias....

La frente de Ivy se arrugó

¿A quién quiere ver?

Ya estaba sintiendo el calor de los celos corriendo por sus venas.

Tuvo que ser una mujer al teléfono. Alguna ex, alguna llama de su pasado reciente viniendo a intentar
estropear las cosas.

Pero entonces Cullen sorprendió a Ivy cuando le dijo: —Ivy, tu madre está al teléfono—, y le entregó el
inalámbrico.

—¿Mamá?—, dijo ella, sorprendida, mientras se sujetaba el inalámbrico a la oreja.

—Cariño, siento lo que te hice—, dijo su madre, y luego se echó a llorar.

—Mamá, intenta calmarte.

—No quiero perderte por esto—, sollozó su madre. —Siento mucho haberme entrometido y haberte hecho
daño.

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—No sólo me lastimaste—, dijo Ivy, sintiendo lástima por su madre, sino también una oleada de ira cuando
pensó en la traición.

—Sé que lastimé a su esposo, y también le pedí disculpas. Y nada me gustaría más que empezar de nuevo, si
me dejas. Por favor, perdóname.

Ivy se sentó allí con el teléfono en la mano, mientras Cullen la miraba con curiosidad.

Ella luchó contra emociones que competían, tratando de pensar en lo que era realmente importante. Y luego
la golpeó como una tonelada de ladrillos.

Lo que importa es que por fin soy feliz. He encontrado al hombre de mis sueños, y nada puede separarnos. Y
no voy a estar enfadada con mi madre y tener ese rencor que me quema por dentro, arruinando la alegría pura
que siento...

Respiró hondo y lo dejó salir, cerrando los ojos mientras respondía. —Te perdono, mamá.

Hubo un flujo de aire aliviado desde el otro extremo de la línea.

—Gracias—, dijo su madre. Sonaba un poco más tranquila. —Gracias, Ivy.

—Podemos empezar de nuevo, ¿de acuerdo?— Ivy le dijo, iluminando su tono a propósito. —Sabes, tal vez tú
y yo podríamos ir a almorzar en un par de días. ¿Cómo suena eso?

—Eso sería estupendo—, llegó la respuesta instantánea. —Y realmente me gustaría ver a Cullen también.

—Claro—, dijo Ivy, poniendo los ojos en blanco mientras Cullen sonreía.

—Te dejaré libre ahora, querida—, suspiró su madre. —Me alegro de que hayamos hablado.

—Yo también, mamá.

Y ella lo estaba.

***

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DOS SEMANAS DESPUÉS

El restaurante estaba abarrotado, pero el anfitrión conocía a Cullen e instantáneamente pudo encontrar una
mesa para ellos en un lugar romántico junto a la ventana.

Cullen e Ivy se sentaron y comenzaron a examinar sus menús.

—Todavía no puedo superar el cambio en Becca Woodhouse—, se maravilló Ivy, mientras pensaba si pedir
una sopa o una ensalada.

—Lo está haciendo fantásticamente, mucho mejor de lo esperado—, estuvo de acuerdo Cullen.

Ivy y Peg se habían reunido para tomar un café más temprano en el día y luego visitaron a Becca en el
hospital.

Estaba fuera de cuidados intensivos, habladora, lúcida y progresando rápidamente.

Ivy sonrió mientras miraba por la ventana y vio a la gente que pasaba por la calle, y de alguna manera todos
parecían tan felices como ella se sentía en ese momento. —Peg también está mucho mejor cuando no está
tratando de retorcerte el brazo para salvar la vida de su hermana—, bromeó Ivy.

Cullen sonrió, pero la sonrisa estaba teñida de enfado. —No estoy seguro de que pueda superar eso—, dijo.
—Pero ahora estoy tratando de que ustedes dos sean amigas.

Llegó el camarero y pidieron vino, y luego calamares para un aperitivo, a los que siguió un par de filetes
mignon. Cullen tomó su filete en su punto e Ivy tomó el de ella bien hecho.

El camarero hizo una pequeña reverencia, recogió sus menús y se fue de la mesa.

—¿He mencionado que te ves absolutamente impresionante?— Preguntó Cullen, alargando la mano sobre la
mesa.

—Puedes mencionarlo tantas veces como quieras—, dijo ella, mientras mantenían contacto visual durante un
largo momento.

—Oh, no hay nada como el amor joven—, dijo un hombre.

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Asustada, Ivy se giró para ver a Xavier Montrose de pie con una bomba rubia en el brazo. Ella era más alta
que él en sus tacones de 15 centímetros. Parecía como si nunca hubiera comido nada en su vida.

Cullen agitó la cabeza. —Xavier, ¿aún nos sigues como un cachorro perdido?

—Apenas—, dijo Xavier. —Me di cuenta de que ustedes dos se iban y pensé en pasar a saludar.

—Hola—, dijo Cullen.

—Y adiós—, contestó Ivy, poniendo los ojos en blanco.

Xavier sonrió. Disfrutó esto, se dio cuenta Ivy. Estaba vagamente obsesionado con Cullen y probablemente
siempre lo estaría.

—Tengo que felicitarte por la cirugía que realizaste a la

Chica Woodhouse—, dijo. —Es la comidilla de la ciudad.

—De alguna manera lo dudo mucho—, contestó Cullen.

—Y soy un hombre lo suficientemente grande para admitir cuando me equivoco—, dijo Xavier.

—Podría haberme engañado—, murmuró Ivy, sorbiendo su agua.

—Eres un gran cirujano y me equivoqué al dudar de ti—, le dijo Xavier a Cullen, y fue como si alguien le
hubiera arrancado ese cumplido por la fuerza.

—Gracias—, le dijo Cullen, asintiendo. —Te lo agradezco, Xavier.— Xavier estaba allí con su rubia vacía,
esperando.

—¿Y?— preguntó Xavier.

—¿Y qué?— Dijo Cullen, pareciendo confundido ahora.

—Y ahora se supone que tienes que decir que yo también soy un buen cirujano.

Ivy miró hacia abajo y trató de no reírse abiertamente del hombre.

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Cullen miró a su viejo amigo. —No te pedí ese cumplido, y no pretendo que me obliguen a devolverte el
cumplido.

La rubia parecía cada vez más incómoda ahora. Ella tiró ligeramente del brazo de Xavier.

Xavier le lanzó una mirada de enfado y luego se volvió hacia Cullen. —Si crees que soy un cirujano de mierda,
dilo, Sharpe.

Cullen le miró. —No eres un cirujano de mierda, Xavier. Eres... adecuado.

Xavier parecía enfurecido, sus mejillas enrojecidas y manchadas. —No puedes darme crédito, Sharpe. Ese es
tu maldito problema. ¿lo sabes?

—Y tu problema es que sigues olvidando que lo que yo piense de ti no importa, Montrose.— Cullen le hizo
una sonrisa irónica. —No es para tanto.

La boca de Xavier funcionó como para decir otra cosa. En vez de eso, hizo un gesto para que la rubia le
siguiese. —Que tengan una buena cena—, dijo, a través de una mandíbula cerrada, y luego los dos se
desvanecieron entre la multitud en el frente del restaurante y presumiblemente salieron a la noche.

Después, Cullen e Ivy se miraron fijamente.

Y entonces ambos estallaron de risa.

***

—¿Puedes creer a ese idiota, Montrose?— Preguntó Cullen, mientras pasaba a tercera velocidad de camino a
casa desde el restaurante.

—Por favor, no dejes que ese hombre me opere. Ni siquiera dejes que me tome la temperatura—, dijo Ivy.

Cullen se rió. —No tienes que preocuparte por eso.

Bajó la ventanilla y dejó entrar el aire. Se sentía mal en el coche y se estaba mareando un poco.

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—Esa comida era un poco abundante—, dijo, sofocando un eructo con el dorso de la mano.

Cullen la miró de reojo. —¿Todo bien?

—Sí—, dijo ella. —Solo....sintiéndome un poco mareada. Creo que toda esa comida y el coche está mal
ventilado...

—Claro—, dijo Cullen. —Estaremos en casa en unos minutos y luego podrás bañarte y relajarte. Ver a Becca,
reunirse con Peg, es mucho en un día.

—Por no hablar de que tu gran rival aparezca en la cena—, comentó.

—No es un rival. Un rival implicaría que es realmente competitivo, pero...

De repente, Ivy estaba vomitando en el coche.

—Mierda—, dijo Cullen, deteniéndose rápidamente.

Ivy abrió la puerta y vomitó en la carretera. Se había sorprendido tanto que la primera parte del vomito había
caído al suelo del coche.

Era asqueroso. El olor. El sabor. El aspecto de todo lo que salpica.

Se quejaba una y otra vez, mientras Cullen le frotaba la espalda y la calmaba.

Sus tripas se sentían como si se estuvieran volteando por dentro y por fuera y sus ojos se sentían como si se le
hubieran reventado los vasos sanguíneos.

Y entonces, afortunadamente, el ataque de náuseas pareció pasar.

—Lo siento, arruiné tu coche—, dijo ella. —Y soy repugnante.

—No me importa el coche y estás lejos de ser repugnante. Acabas de comer algo que no te sentó bien.

Se imaginó los calamares e hizo una cara. —No me recuerdes esa comida.

—Vamos, te llevaremos a casa—, dijo Cullen en voz baja.

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Mientras conducía de regreso, Ivy mantuvo los ojos cerrados. —Espero que no hayas conseguido nada de lo
que yo tengo. Ambos comimos la misma comida.

—Gracias por recordármelo—, bromeó.

Al llegar a casa, Ivy fue golpeada con otra ola de náuseas terribles y corrió al baño, apenas llegando al baño a
tiempo para volver a vomitar.

Esta vez fue aún más doloroso.

No tenía tanta comida como para salir de su organismo, y al final vomitó bilis.

La expresión de Cullen estaba preocupada al sentir su frente. —No tienes fiebre—, dijo.

—Estoy enferma—, gimió ella, mientras Cullen la tomaba en sus brazos.

—Estarás bien. Sólo necesitamos llevarte a la cama.

Asintió con la cabeza, complaciente y débil.

Unos minutos más tarde, estaba en la cama, esperando y rezando para quedarse dormida y despertarse
sintiéndose mejor.

Cullen trajo un cubo a la habitación, le dio un poco de agua y le acarició el pelo.

—Gracias por cuidarme—, murmuró.

—Sólo descansa—, dijo. —¿De acuerdo?

—De acuerdo—, contestó ella.

Y luego, unos minutos más tarde, todo sucedió de nuevo. Ella agarró el cubo de al lado de la cama y comenzó
a vomitar.

Esta vez, fue absolutamente horrible. Tenía ganas de llorar, le dolía mucho y no salía nada.

—Ivy, creo que deberíamos llevarte a urgencias—, le dijo Cullen cuando terminó de vomitar. —Me preocupa
que te hayas intoxicado. Lo mejor es inyectar algunos medicamentos y fluidos intravenosos.

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—No quiero ir al hospital y tener a Xavier Montrose hurgándome y pinchándome—, se quejó.

Cullen se rió. —Xavier Montrose no trabajará en Urgencias esta noche—, dijo.

—Bien—, murmuró, saliendo de la cama.

Cullen la ayudó a vestirse y luego volvieron al coche y se dirigieron a urgencias.

***

La doctora que la estaba examinando era amiga de Cullen, por supuesto.

Todos eran amigos de Cullen. Se llamaba Dra. Roxanne Tilly, y tenía unos cincuenta y tantos años, con unos
ojos marrones y una conducta amable.

Tomó las constantes vitales de Ivy y le preguntó qué había pasado exactamente en el restaurante, cuándo
había empezado a sentir náuseas, si había tenido diarrea y otras preguntas personales un poco embarazosas.

—No tiene fiebre—, comentó la Dra. Tilly. —La presión sanguínea es normal, hasta ahora todo está bien.
Podría ser un ligero caso de intoxicación alimentaria, aunque ocurrió muy rápido.

Cullen se cruzó de brazos y asintió, preocupado. —¿Quizás sólo ponerle fluidos?—, preguntó.

—Tal vez—, dijo la Dra. Tilly, aparentemente aún no se ha convencido de la idea. —Y tu período—, dijo la
doctora. Le echó un vistazo a Ivy.

Ivy parpadeó. —¿Mi período?—, preguntó ella, como si tal palabra no existiera en su vocabulario.

—¿Has menstruado? ¿Estás retrasada?

Ivy parpadeó un poco más, pensando. —Bueno, puedo ser algo errática—, dijo ella. —Y no siempre llevo la
cuenta de lo mejor...

Cullen dio un sutil movimiento de cabeza. —Creo que es claramente un caso de intoxicación alimentaria—.

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La Dra. Tilly sonrió ampliamente. —No tenemos prisa—, dijo. —Puedes tomarte un segundo para pensarlo.
¿Cuándo se supone que tenías que tener tu período?

Ivy tragó nerviosamente. Sus manos se retorcieron. —Ummm... creo que hace una semana o dos...

Cullen miró al techo e hizo un ruido inidentificable.

—Genial—, dijo la doctora, tan alegre como siempre. —Así que haremos una prueba rápida de embarazo,
sangre y orina. En cualquier caso, podría también hacer algunos análisis de sangre.

—Oh, claro. Si. También podría ser—. Ivy miró a Cullen y él la estaba observando sin una expresión clara en
su cara.

La doctora le sacó sangre y luego le dijo a Ivy que fuera al baño y orinara en una taza.

Mientras orinaba en la taza, Ivy sentía que hubiera preferido estar violentamente enferma de nuevo que sufrir
esta indignación.

No estoy embarazada. Eso es ridículo.

Cullen incluso dijo que tengo una intoxicación alimentaria.

Ella llevó la taza de vuelta a la sala de exámenes y la Dra. Tilly la tomó con una sonrisa amable. —Volveré
pronto con los resultados de esto—, dijo ella, dando palmaditas en el hombro de Ivy. —Ya puedes vestirte.

Ivy suspiró, asintiendo con la cabeza.

Ella se vistió y Cullen estaba en su teléfono, enviando mensajes de texto o navegando por la web.

Ivy se sentó en la mesa de exploración, con las piernas balanceándose mientras esperaba que la doctora
volviera con los resultados. De vez en cuando, Ivy miraba para verlo todavía en su teléfono.

—¿Algo interesante en tu teléfono?—, preguntó.

Levantó la vista, pareciendo sorprendido por su pregunta. —No. Sólo estoy mirando algunas cosas del
trabajo.

—Ven aquí—, le dijo ella. —Te quiero a mi lado.

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Caminó hacia donde ella estaba sentada. —Sólo tienes un pequeño caso de intoxicación alimentaria—,
insistió Cullen.

—Nunca dije lo contrario. Pero y si...

Cullen agitó la cabeza. —Soy médico. Es obvio lo que es esto.

—Eres neurocirujano, no ginecólogo.

Puso una mueca. —El punto es que sé lo que está pasando aquí.

Justo cuando dijo eso, la puerta de la sala de examen se abrió, y la Dra. Tilly entró con una sonrisa en la cara.
—Bueno, no creo que te hayas intoxicado—, dijo.

***

El viaje a casa desde el hospital fue surrealista.

Estoy embarazada del bebé de Cullen Sharpe.

La palabra se había repetido tanto en su mente que había empezado a perder todo su significado.

Embarazada.

Embarazada.

Voy a tener un bebé. Un niño. El bebé de Cullen.

Embarazada.

Ivy se puso la mano sobre el vientre y se frotó, como si incluso ahora pudiera sentir algo.... los comienzos de la
vida. Una vida que ella y Cullen habían creado juntos.

—Creo que sé cuándo fue concebido el bebé—, dijo.

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Cullen la miró. —¿En serio?

—Creo que fue el día de la cirugía de Becca. Esa noche, más bien.— Ella sonrió, pensando para sí misma que
incluso en ese momento, ella había sentido que algo era diferente en sus relaciones amorosas.

Cullen no sonreía exactamente de oreja a oreja. Sus manos agarraban el volante y tenía una expresión de
tensión en la cara. —Pudo haber sido—, dijo, eventualmente.

—Pareces molesto—, dijo Ivy. —¿No quieres un bebé?

—Por supuesto que sí—, dijo, pero su tono no fue convincente.

—Si no lo haces, probablemente deberíamos discutirlo.

—Acabo de decir que sí—, contestó Cullen, y su voz tenía esa fuerza.

Ivy lo asoció con los viejos y malos tiempos entre ellos.

Cerró la boca tan fuerte que se mordió la lengua. Ardía y picaba, y luego, lo siguiente que supo, sus ojos
quemaban y picaban con lágrimas. —A la mierda—, murmuró enfadada.

Cullen la miró. —¿Qué pasa contigo?

—¿Qué me pasa?—, se burló. —No me pasa nada malo—, anunció.

—Sigue diciéndote eso.

Le disparó una mirada de furia. —No me hables así, Ivy.

—Oh, sólo conduce el coche, Cullen.— Ella le hizo un gesto de desprecio con la mano. Sus nudillos se
volvieron blancos al apretar las manos alrededor del volante.

Poco después, ambos salieron del coche y entraron en la casa, sin hablar, Ivy caminando rápidamente delante
de él.

Entró en la casa, tan enfadada como no recordaba haber estado en algún momento.

Cuando subió, fue al baño y se lavó. Cuando salió, Cullen estaba allí de pie, esperándola. —Basta—, dijo.

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Ella lo miró fijamente. —¿Cómo puedes hacer esto?—, gritó.

—¿Hacer qué?—, preguntó.

—¡Has tomado lo que debería haber sido un momento hermoso y feliz para nosotros y lo has arruinado por
completo!

El puso sus manos en sus caderas. —Sólo porque no esté bailando por la casa, no significa que sea infeliz.

—Deja de mentirme.— Ella lo señaló. —Si no quieres tener un bebé conmigo...

—Nunca dije eso—, rugió. —Deja de decirme cómo me siento, Ivy.

—Pues explícalo, entonces—, contestó ella, sin echarse atrás.

—Estoy jodidamente asustado, ¿vale? Tengo miedo de que vaya a fastidiar a este bebé. No soy apto para ser
papá. Mi propio padre está en prisión, por si no te has dado cuenta.

Ivy se quedó allí, mirando a los ojos de Cullen y sabiendo inmediatamente que le estaba diciendo la verdad.
—Oh, Cullen—, suspiró. —No tienes que tener miedo.

—No tengo exactamente un gran modelo a seguir—, dijo Cullen, caminando hacia la cama y sentándose en
ella. Puso sus palmas sobre la cama e inclinó la cabeza. —Mi infancia fue un maldito desastre. Mis años de
adulto fueron sólo un poco menos desastrosos. Hasta que te conocí—. La miró y le dio una pequeña sonrisa.

Ivy se acercó a la cama y se sentó a su lado. —Yo también tengo miedo, sabes. Es aterrador ser padre.

Asintió con la cabeza. —Sí, supongo que sí.

—Pero nos tenemos el uno al otro—, le dijo ella. —Y tú eres un buen hombre. Un hombre muy bueno y
amable y creo en ti completamente.

Cullen la miró y sus ojos se mostraron con lágrimas sin derramar. —No quiero lastimar nunca a nuestro
bebé—, dijo en voz baja.

—Nuestro bebé va a tener tiempos difíciles y luchas como cualquier otra persona. No podemos evitar que eso
suceda. Todo lo que podemos hacer es amarlo. O ella.

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Cullen volvió a asentir. —Ya lo amo a él o a ella—, susurró.

Ivy lo rodeó con sus brazos. —Lo eres todo para mí, Cullen Sharpe.

***

Más tarde esa noche, mientras yacía en los brazos de Cullen, cálida y protegida, besó su pecho y una vez más
le dijo lo feliz que estaba.

Y era verdad.

No podía creer la alegría de la que era capaz, las olas de felicidad sin límites continuaban bañándola.

Pero Cullen sólo suspiró. —Yo también soy feliz—, dijo.

—¿Pero?— preguntó, sabiendo que siempre había un —pero— con Cullen. Y ella lo amaba aún más por ello.

—Pero mi padre está en prisión y probablemente estará allí por algún tiempo. Y soy una cabeza controladora
de casos, con problemas de confianza y un millón de problemas que ni siquiera puedo describir.

—Todos tenemos problemas.

—Es como si no pudiera permitirme ser feliz cuando sé que mi padre está sufriendo—, dijo. —Quiero decir,
¿cómo puedo ser feliz? ¿Debería estarlo?

—Sí—, Ivy respondió de inmediato. —Sí, deberías.

—¿Por qué?

—Porque—, le dijo, —la vida es demasiado corta y dura. Tenemos que tomar cada pedacito de felicidad que
se nos ha dado y aferrarnos a ella por todo lo que vale la pena. Todavía podemos ser felices juntos, y
enamorados, y emocionados por nuestro bebé.

Incluso si hay otros problemas.

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—Pero mi padre...

—Siempre va a haber algo, Cullen.— Ella le acarició el pecho. —Siempre va a haber algo mal en alguna parte.
Y tenemos que ser capaces de aferrarnos el uno al otro y ser felices, tan felices como podamos, y no sentirnos
culpables por ello.

—Es verdad—, suspiró Cullen profundamente. —Papá tomó su decisión hace mucho tiempo, y supongo que
ahora está viviendo con las consecuencias de todo esto.

Ivy besó su pecho una y otra vez. —Haremos todo lo posible para estar ahí para él, pero no es tu
responsabilidad arreglarlo.

—Dios, ¿qué hice bien para merecerte?— Dijo Cullen, levantando la cabeza para mirarla.

—No lo sé—, dijo ella, sonriendo. —Tal vez tomaste la decisión correcta.

Y luego Ivy se quedó dormida, sabiendo que ella y Cullen y la creciente vida dentro de ella iban a estar bien.

Ahora eran una familia.

***

TRES MESES DESPUÉS

LANIE

Se suponía que Lanie Day estaría agradecida. Después de todo, no todos los días se mudaba a un nuevo
apartamento y empezaba de nuevo.

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Mientras estaba de pie en la puerta del apartamento, trató de encontrar una sonrisa que transmitiera las
emociones adecuadas.

En el fondo, un par de personas de la mudanza estaban llevando su sofá a la pequeña sala de estar del
apartamento.

Los de la mudanza habían sido contratados por el marido rico de Ivy.

—Así que esto es todo—, le dijo Ivy, agitando los brazos como si fuera la asistente de un mago.

—¿Qué te parece?

Lanie encontró la sonrisa que había estado buscando. —Es muy bonito. No puedo agradecerte lo suficiente.
Eres la mejor prima.

—Soy tu única prima—, dijo Ivy, volviéndose hacia su rico y hermoso esposo Cullen. Cullen era reservado y
tranquilo, pero Lanie no pudo evitar mirar al hombre.

Supongo que no fue nada para ti, pensó Lanie, con tu esposo multimillonario y tu fantasiosa y asombrosa vida
de ensueño.

¿Por qué te importaría subarrendarme tu pequeño apartamento cuando te irás a casa a una mansión? Y
también podrías contratar a algunos de los de la mudanza, en lugar de arriesgarte a que tu marido se ensucie las
uñas.

—Te lo agradezco mucho—, le dijo Lanie a Ivy, luchando una vez más por sonar creíble.

La verdad es que ella lo apreciaba. Pero de alguna manera, las dos siempre habían estado en desacuerdo
cuando deberían haber sido como hermanas.

Ambas habían sido hijas únicas, ambas habían sido criadas por sus madres.

La diferencia era que, donde la madre de Lanie había dejado a Lanie para que se las arreglara sola, Ivy había
sido mimada desde el primer día.

Lanie no se había dado cuenta de que su prima parecía tener todas las oportunidades, mientras que ella
luchaba por llegar a cualquier parte.

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Y este fue el corte más profundo hasta ahora, en una vida llena de moretones y arañazos.

Ver a Ivy conseguir todo lo que Lanie siempre quiso.

Su mirada se movió desde el precioso marido de Ivy hasta la protuberancia redondeada del bebé de Ivy.

Ella lo tiene todo. Guapo y exitoso marido, comprobado. Una vida rica y de cuento de hadas, comprobado.
Bebé en camino, comprobado.

—Esta es la última caja—, dijo un mozo, pasando junto a Lanie y luego entrando a la cocina con ella.

—Eso fue rápido—, dijo Cullen.

Lanie se encogió de hombros. —Eso es lo que pasa cuando casi no tienes nada.

—Bueno, acabas de graduarte—, dijo Ivy. —Se supone que no debes tener cosas todavía.

No te tomó mucho tiempo conseguir todo lo que siempre quisiste, pensó Lanie, e inmediatamente se sintió
mal por tener pensamientos tan críticos sobre alguien que la estaba ayudando.

—Supongo que tienes razón en eso—, dijo Lanie, encogiéndose de hombros.

Ivy ni siquiera pareció notar la incomodidad de Lanie. Su marido se acercó y le besó tiernamente la frente. —
Necesitamos llevarte a casa—, dijo. —Te has levantado muy temprano esta mañana.

Ivy le tocó el brazo y le sonrió.

La forma en que se miraban golpeó a Lanie hasta la médula.

¿Por qué nadie me ha mirado así?

Ella quería ser feliz por Ivy, pero en cambio todo lo que podía sentir eran unos celos ardientes que
amenazaban con abrumarla.

—Debería dejarlos ir a los dos—, dijo Lanie. —Ya has hecho más que suficiente por mí. Esto es....esto
es....nunca podré agradecerte lo suficiente.

—Tonterías—, le dijo Cullen. —Eres de la familia.

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—Así es—, dijo Ivy, sonriendo.

Dios, está literalmente resplandeciente, pensó Lanie. Al igual que dicen que las mujeres embarazadas deben
estarlo.

—De todos modos—, dijo Lanie. —Debo desempacar y también tengo que buscar trabajo para poder pagar
este lugar.

—Oh, sobre eso—, dijo Cullen, adelantándose y sacando un trozo de papel que estaba doblado por la mitad.

Lanie tomó vacilantemente el pedazo de papel. —¿Qué es esto?—, preguntó ella, abriéndolo. Había un
nombre y un número en el papel que no reconoció.

—Le he dicho que espere su llamada—, dijo Cullen.

—Es un amigo de Cullen—, dijo Ivy.

—Conocido—, dijo Cullen. —Me debe una.

La frente de Lanie se arrugó mientras estudiaba el papel. —No lo entiendo. ¿Esto es por un trabajo?

—Aprendes rápido—, le dijo Cullen. —Eso es bueno.

—Ahora acomódate y llámame si necesitas algo.— Ivy colgó las llaves delante de Lanie, y Lanie se las quitó.

—Me siento como un caso de caridad—, murmuró Lanie.

—No seas tonta. Me estás ayudando—, dijo. —Necesitaba subarrendar este lugar.

—Como si no hubieras podido encontrar a otra persona en un abrir y cerrar de ojos.

—Me alegro de poder alquilarlo a la familia. ¿Y quién sabe? Quizá sea un apartamento de la suerte o algo así.
Sé que funcionó para mí, viviendo aquí.— Ella sonrió.

Lanie respiró hondo, asintió con la cabeza y luego le dio a su prima un abrazo rápido.

—Gracias de nuevo—, susurró ella.

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—Cuando quieras—, le dijo Ivy.

Y antes de que Lanie se diera cuenta, todos salieron del apartamento.

Cullen e Ivy desaparecieron por las escaleras, Cullen caminando al lado de su esposa y apoyándola mientras
ella bajaba. Era tan galante, tan protector y cariñoso.

Ver a dos personas tan enamoradas golpeó el corazón de Lanie.

Nunca había tenido a alguien que la mirara con algo parecido a ese tipo de devoción, y dudaba que lo hiciera.

Es sólo que no está en las cartas para mí. Pero al menos tengo un lindo apartamento.

Tiró las llaves sobre el mostrador mientras entraba en la cocina y se sirvió un vaso de agua.

Y no olvides el nombre y el número del misterioso —conocido— de Cullen Sharpe

Lanie miró fijamente el nombre y el número en el trozo de papel que Cullen Sharpe le había dado. No tenía
idea de qué puesto de trabajo le diría a esta persona por la que estaba llamando.

Sacó su teléfono y fue al navegador, buscando el nombre 'Brayden Forman'.

Lanie se sorprendió cuando el nombre devolvió cerca de 2 millones de visitas, y una serie de imágenes que
mostraban un apetitoso macho con una sonrisa despreocupada del diablo y unos ojos verdes malvados.

Hizo clic en uno de los primeros artículos que aparecieron en la búsqueda y leyó sobre el hombre cuyo
nombre y número de teléfono estaban en la hoja de papel que tenía en la mano.

Brayden Forman se había graduado de la Escuela de Negocios So Cal hace sólo dos años, pero ya valía millones
de dólares, habiendo sido cofundador de Hookup, la aplicación de citas conocida por fomentar las relaciones
sexuales de una noche y los encuentros sexuales anónimos.

Lanie hizo una cara mientras leía sobre la reputación de la compañía de Brayden.

Por supuesto que había oído hablar de Hookup, cualquiera que tuviera pulso había oído el nombre. Pero ella
nunca había considerado usar la aplicación, y el solo hecho de pensarlo le dejó un mal sabor de boca.

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Por lo que ella sabía, todo se basaba en clasificar a las personas por su apariencia física, su factor ‘caliente o
no’ y luego averiguar quién podría estar muy cerca para una ‘conexión’.

Qué asco.

Toda la premisa de la aplicación era lo contrario de todo en lo que creía Lanie. Ella no tenía ningún interés en
un tipo que sólo quería tener un polvo rápido y luego olvidar que alguna vez supo su nombre.

Pero no se puede negar que Brayden Forman era caliente, sexy y aparentemente brillante.

Aún así, parecía que lo atractivo y la brillantez no significaba que tuviera un carácter respetable, porque se
rumoreaba constantemente que Brayden se acostaba con una modelo u otra, viviendo un estilo de vida de
playboy que encajaba a la perfección con su marca.

Lanie suspiró.

Ella cerró la ventana del navegador de su teléfono y decidió desempacar y preocuparse por la llamada
telefónica más tarde.

***

A few hours later, she was wiping sweat from her brow and having yet another glass of water.

The apartment was hot, or maybe it was just the exertion of opening boxes, unpacking, and continuing to
move various pieces of furniture around all by herself.

But she’d gotten through a good chunk of it now.

Her gaze strayed back to the piece of paper on the counter, half folded, with Brayden Forman’s phone
number on it. She put the cool glass to her cheek and stared.

Sólo hazlo. No pienses demasiado. Necesitas un trabajo. Es esto o irte a la mierda para conseguir algo en una
tienda de sándwiches, una agencia de trabajo temporal o un supermercado cercano.

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La economía estaba deprimida y los empleos eran escasos, no podía permitirse el lujo de ser una esnob en
este momento.

El viejo dicho de que los mendigos no pueden ser elegidos en su mente.

Y entonces ella estaba en su teléfono, marcando el número y escuchando el timbre en la otra línea.

El respondió, y su voz era suave como la miel, profunda y melodiosa.

— Soy Brayden.

Abrió la boca y dudó un segundo. —¿Hola? ¿Hola?—, dijo él. —No tengo tiempo para esta mierda.

Y entonces la línea se cortó.

¿Quién le cuelga tan rápido a alguien? Ella pensó. Apenas había pasado un segundo y ya estaba terminando
la llamada.

Eso ya me lo imaginaba, decidió Lanie. Era un imbécil impaciente y arrogante, como todos esos artículos de
Internet decían que era. Lo que tenía sentido, dado el hecho de que había creado todo un modelo de negocio en
torno a ser grosero y prejuicioso con otras personas basado puramente en la apariencia física.

Ella volvió a marcar su número.

—Habla—, dijo, tan pronto como volvió a responder.

—Hola—, dijo ella. —Mi nombre es...

—¿Cómo conseguiste este número?—, preguntó, su tono desafiante.

—Me lo dieron...

— ¿Quién?—, dijo. —Más vale que no seas uno de esos acosadores.

—Cullen Sharpe dijo que esperarías mi llamada—, contestó ella.

Hubo una breve pausa. —Oh—, dijo. — Debes ser la aspirante.

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—¿El qué?

— La aspirante al empleo—, dijo, su tono casi desconcertado ahora.

—No eres tan buena al teléfono, ¿verdad?

—Bueno, generalmente no cuelgo a la gente e insulto a la gente antes de saber quiénes son—, dijo. —Así que
tal vez tu opinión sobre lo que constituye ‘genial por teléfono’ no es la misma que la mía.

Se rió. —Sé exactamente lo que constituye grandioso por teléfono. Es asunto mío y he ganado mucho dinero
con ello.

—Supongo que eso lo supera todo—, dijo.

Ella ya sabía que no iba a conseguir este trabajo. Pero también podría bajar a columpiarse.

—¿Dinero? El dinero ciertamente triunfa sobre todo—, dijo Brayden.

—Qué conveniente para ti.— Ella puso los ojos en blanco.

—Tengo una vacante en treinta minutos—, dijo Brayden. —Estate en las oficinas de Hookup en media hora.

—Lo siento—, dijo confundida.

—¿Por qué lo sientes?

—No lo entiendo. Estar en las oficinas para...

—Tengo una vacante para una entrevista—, le dijo. —Traiga una copia de su currículum y su maravillosa
actitud, y nos vemos entonces.

—No tengo mucho tiempo para llegar allí. Estoy en medio de mudarme a mi apartamento....

—Escucha, tengo unos diez mil candidatos para este trabajo, y estoy bastante seguro de que sin la
recomendación de Cullen, no pasarás de la proyección. Así que esto es lo que te dará una recomendación de él.
Tómalo o déjalo.

—Estaré allí—, dijo ella.

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—¿Cómo te llamas?—, preguntó.

—Nunca te dije mi nombre. Es Lanie Day.

—Nos vemos en 30 minutos, Lanie Day.

Y entonces la línea se cortó.

Miró fijamente al teléfono por un momento, asombrada por la rapidez con la que tantas cosas habían salido
tan bien y tan mal.

Será mejor que te pongas en marcha. Estás sudada y asquerosa y no estás preparada para una entrevista.

Saltando a la acción, corrió al baño y comenzó a ducharse. Mientras el agua se calentaba, ella fue a cavar a
través de una caja de ropa y encontró un traje semi-apropiado (ella esperaba).

Luego corrió al baño y se duchó, tardando menos de cinco minutos.

¿Podría una persona sudar mientras se ducha? Parecía que lo estaba haciendo.

Después de salir, corrió a cambiarse de ropa, resbalando y cayéndose de culo en el pasillo.

Le dolía el coxis, pero no dejó que eso la retrasara.

Lanie se cambió a pantalones caqui con una blusa blanca, una chaqueta y tacones. No tuvo tiempo de
maquillarse, peinarse, nada. Se tiró de su cabello húmedo hacia atrás y salió corriendo por la puerta, casi
olvidando su bolso.

Cuando bajó a la calle, tenía unos quince minutos para llegar al Hookup HQ, que estaba a unos quince minutos
sin tráfico.

Afortunadamente, pudo hacer señas a un taxi y el conductor parecía muy contento de correr hacia el destino
a una velocidad que se acercaba aterradora.

Chocaron con el tráfico a media milla de distancia y era denso e implacable. —¿Sabes qué? Déjame aquí,
caminaré el resto del camino—, dijo Lanie, cuando se dio cuenta de que el tráfico no se iba a detener en un
futuro cercano.

Kelly Favor
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El conductor se lo agradeció, ella le pagó y saltó rápidamente.

Ella tenía unos cinco minutos, y procedió a caminar lo más rápido humanamente posible las últimas manzanas
hasta la oficina.

Para cuando llegó, Lanie estaba oficialmente empapada de sudor, tanto por el esfuerzo como por los nervios.

El edificio Hookup era una estructura pintoresca pero hermosa situada frente a una librería y numerosas
tiendas y restaurantes. Estaba como fuera de sí, escondido por algunos árboles y setos.

Pero no había tiempo para pararse y apreciar la vista, porque estaba a punto de llegar tarde.

Al entrar en el vestíbulo, saludó a la recepcionista con su mejor sonrisa. —Estoy aquí para una entrevista con
Brayden Forman—, dijo.

Detrás de la recepcionista había un enorme logo rojo de puesta de sol con enormes letras rojas que
deletreaban la palabra HOOKUP.

La recepcionista la miró de arriba a abajo, y parecía dudosa. Pero luego le ordenó que tomara el ascensor
hasta el tercer piso y se dirigiera directamente a la oficina de Brayden, que estaba al final del espacio de trabajo
principal.

¿Qué es exactamente un ‘espacio de trabajo'? se preguntó.

Pero cuando salió del ascensor, entendió por qué se refería a eso.

Todo el piso era un concepto completamente abierto, con filas y filas de mesas planas conectadas entre sí, sin
cubículos ni barreras entre los ordenadores.

La gente estaba sentada en estas ‘mesas’, trabajando codo con codo a la vista del resto de la oficina.

En otras palabras, prácticamente no había privacidad en la oficina, o mejor dicho, en el espacio de trabajo.

Había, sin embargo, mucha luz natural filtrándose desde las ventanas de toda la habitación, y había un
hermoso ladrillo a la vista que le daba al lugar una sensación muy fresca.

Hacia atrás, también había una mesa de ping pong, algunos sofás, un televisor y un refrigerador. Había
algunos empleados jugando al ping pong y reclinándose en los sofás, pero la televisión estaba apagada.
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Cuando llegó al final del espacio de trabajo, pudo ver dos oficinas una al lado de la otra. Las oficinas se veían
idénticas, y las paredes eran de vidrio, así que se podía ver claramente a los dos hombres sentados en escritorios
en cada espacio separado.

En una puerta, se lee Virgil Spencer, fundador y presidente. En esa oficina, un joven afroamericano con un
elegante traje negro estaba al teléfono, reclinado en su silla y mirando por la ventana trasera.

En la otra puerta, la placa de identificación decía Brayden Forman. Estaba de pie y mirando su teléfono
celular, y luego, un momento después, estaba enviando mensajes de texto. Llevaba vaqueros negros, zapatillas
negras y una chaqueta negra.

Su pelo castaño era algo desgreñado, pero bien peinado, y tenía una barba desaliñada que de alguna manera
le quedaba bien.

Brayden parecía exactamente lo que era, decidió ella.

Joven, rico, arrogante y libre para hacer lo que quisiera, vestirse como quisiera, y probablemente follar con
quien quisiera.

Lanie trató de calmarse, alisándose la camisa y ajustándose la chaqueta. Justo cuando estaba a punto de
llamar a la puerta de cristal de su oficina, Brayden levantó la vista y la vio.

Su boca estaba curvada en una perpetua sonrisa arrogante que parecía tan natural en él. Pero cuando la vio,
la sonrisa se desvaneció inmediatamente. Sus ojos se abrieron momentáneamente y luego se entrecerraron,
todo en el espacio de un segundo.

Ella agarró la manija de la puerta y trató de empujarla y luego notó que había una instrucción para tirar.
Suspirando a su propia ineptitud, abrió la puerta y entró en la oficina de Brayden.

Inmediatamente puso su teléfono celular sobre su escritorio.

Era más alto de lo que ella esperaba, y aunque delgado, su cuerpo estaba muy en forma y musculoso. Ella
recordó algo acerca de que él estaba interesado en los deportes de resistencia, pero no podía recordar
exactamente lo que eso significaba.

—Y así comienza—, dijo, sonriendo esa sonrisa malvada y sabía que había visto en sus fotos en línea.

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—¿Qué empieza?—, preguntó ella, mientras él se le acercaba.

—La entrevista—, dijo, arqueando una ceja y extendiendo la mano.

—Encantado de conocerte, Lanie.

— Encantada de conocerte también—, dijo. Mientras la mano de él envolvía la de ella, ella sintió el choque de
la excitación, como si tocara un cable bajo tensión.

Era a la vez profundamente sensual y profundamente incómoda, y ella rápidamente retiró su mano de su
alcance. Pero incluso cuando se alejó, pudo sentir su toque, como un fantasma, aún caliente contra su piel.

—¿Trajiste tu currículum?—, dijo.

Fue a escarbar en su bolso y se dio cuenta de que lo había olvidado en su prisa por llegar a la cita a tiempo.
Lanie lo miró, la desesperación cruzando sus rasgos. —No lo hice—, dijo ella. —Yo... yo estaba corriendo y tarde
y...

Le hizo señas con la mano para que no le diera excusas y se puso detrás de su escritorio, sentándose e
indicándole que se sentara también. —Esa no es una buena primera impresión,— dijo, —en lo que respecta a la
atención a los detalles. Si vas a ser mi asistente personal...

—¿Tu asistente personal?—, dijo ella.

—Sí, mi asistente personal—, contestó Brayden, mirándola como si estuviera loca. —Ese es el trabajo que
estás solicitando.

—Yo... yo no lo sabía. Cullen no me dijo exactamente en qué consistía el puesto.

—¿Y no preguntaste?

Se sentó allí, perpleja. — He estado muy ocupada. Me estaba mudando a un nuevo apartamento...

—Sí, ya lo ha mencionado—, señaló Brayden. Cruzó las manos y la miró fijamente a través del escritorio. —
Así que—, dijo suspirando y moviendo sutilmente la cabeza. —¿Qué piensas de Hookup?

Lanie se movió en su asiento. —Obviamente es algo increíble. Una cosa increíble, umm.... conveniente. Es
muy, muy innovador y exitoso en lo que hace.
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Ahora su mirada se había intensificado. —¿Sabes algo de Hookup?

—Por supuesto—, dijo ella. —Es una aplicación de citas.

—Una aplicación de citas—, dijo, pero su tono no era de aprobación. Se puso de pie. —¿Estás soltera, Lanie?

Tragó pero su garganta estaba seca. —No veo qué tiene que ver eso con nada.

—¿Tienes veintidós, veintitrés años?

—Tengo veintidós años—, reconoció.

—Eso significa que encajas perfectamente en nuestra demo de objetivos. Y si eres soltera, encajas aún mejor.
Por eso te lo pregunto.

—Sí, estoy soltera.

Él sonrió. —Bien. ¿Alguna vez has considerado usar la aplicación Hookup?

Pensó por un largo momento y decidió que no podía ser deshonesta. Como estaba, ella sabía que era muy
poco probable que consiguiera el trabajo.

—No puedo decir que lo haya hecho—, admitió.

Los ojos avellanados de Brayden la miraban con tanta atención que casi sentía que él intentaba leer sus
pensamientos. Y por el más breve de los momentos, pensó que era posible que él pudiera leer sus pensamientos
después de todo.

—Quieres decirme que hoy has venido a una entrevista para un puesto desconocido en una empresa de la
que no sabes nada. ¿Es eso cierto?—

Ella le miró mientras él estaba allí de pie, con los brazos cruzados, juzgándola.

—Todo esto fue en el último minuto.

—No creo que respetes lo que hace esta compañía—, le dijo.

Se mojó los labios. —Por supuesto que te respeto. Esta es una compañía muy exitosa...

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—No dije nada de que me respetaras—, la regañó.

—¿Qué?—, preguntó ella, su corazón latiendo más rápido. Se sentía confundida, casi mareada.

Brayden caminó alrededor del escritorio de nuevo y se movió a su espacio personal.

Su corazón estaba latiendo más rápido ahora, mientras él estaba cerca.

Se preguntaba si él tenía este efecto en cada mujer que conocía, y ella sospechaba que lo tenía. La verdad era
que ella estaba desconcertada por lo guapo, sexy y confiado que era.

Y se notó.

Se sintió completamente expuesta y humillada, y pensó que Brayden

Forman parecía estar encantado con el efecto que estaba teniendo en ella.

Ahora se apoyó en el borde de su escritorio, justo enfrente de donde ella estaba sentada. Sus palmas
agarraron el borde y se balanceó un poco hacia atrás, mirándola.

—Admite que crees que Hookup es baboso—, dijo. —Sólo dime la verdad—, continuó, su voz cada vez más
baja, confidencial, como si se tratara de una verdadera conversación entre amigos.

Lanie se rascó la cabeza. —Yo no diría baboso.

—¿Qué palabra usarías para describirlo, entonces?

—No lo sé. Tal vez inmaduro.

La miró fijamente durante mucho, mucho tiempo. Sus ojos ardían en los de ella, y ella miró hacia otro lado.

Su cuerpo ágil y musculoso estaba tan cerca del de ella, y ella sintió que quizás habría dado casi cualquier
cosa para sentir lo que sería tocar su pecho desnudo, deslizar sus manos por su vientre....

—La conexión es un servicio—, dijo Brayden. —Un servicio muy necesario que ayuda a las personas con ideas
afines a las suyas a encontrarse y conectarse verdaderamente en esta era moderna en la que todo el mundo está
tan desconectado.

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—¿Así es como lo llamas? Conectándose—, preguntó ella, levantando una ceja ante su giro. —Yo lo llamaría
sexo barato. La conexión es algo completamente diferente.

— Hablas como alguien que no notaría la diferencia—, respondió Brayden, mientras se movía de su escritorio
y caminaba hacia la ventana, alejándose de ella y mirando hacia afuera.

—Supongo que no estamos de acuerdo—, le dijo, fingiendo indiferencia, pero su comentario había penetrado
sus defensas con gran precisión.

Ella no sabía lo suficiente sobre el sexo o el amor para saber realmente lo que era barato y lo que era el
artículo genuino.

—Creo,— dijo, —que esta entrevista ha llegado a su fin.

Se sentó allí por un segundo, deseando poder salvar las cosas de alguna manera.

Necesitaba este trabajo, lo necesitaba mucho.

Pero de alguna manera todo se había desentrañado desde el primer momento y no había manera de cambiar
nada de eso.

***

Fue sólo cuando Lanie se subió a la camioneta y regresó a su apartamento vacío que sintió el efecto completo
de este fracaso.

Se acurrucó en su cama y comenzó a llorar, y deseando no haber tomado nunca este apartamento o la
estúpida entrevista de trabajo ni nada de eso.

Todo lo que había hecho era confirmar lo que ya sabía que era verdad sobre sí misma.

No le caigo bien a la gente. Enfrentémoslo, hay una razón por la que Ivy encontró a Cullen, se casó con ella y le
dio la vida con la que toda mujer sueña.

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Porque Ivy es inteligente, guapa y segura y la gente la quiere.

Pero yo no. Apago a la gente. Los hago enojar.

Sollozó en su almohada y deseaba que alguien se sentara a su lado en la cama, le frotara la espalda y le dijera
que todo iba a salir bien.

***

Más tarde, estaba empapada en la bañera, repitiendo la entrevista una y otra vez en su mente.

Su piel era suave y el agua estaba tibia, chapoteando en sus muslos.

Había colocado el teléfono a su lado en el borde de la bañera y lo alejó del borde interior de la bañera, sin
querer que se deslizara y cayera al agua.

Lo último que podía permitirse ahora era tener que comprar un nuevo teléfono celular.

Lanie cerró los ojos e imaginó la cara de Brayden, su mirada malvada, la forma en que la había mirado. No era
tan difícil imaginar que esos ojos estuvieran llenos de pasión por ella. Ardiendo por ella y sólo por ella, y
mientras pensaba en ello, su mano se perdió entre sus piernas y comenzó a sentir su montículo carnoso que
temblaba de deseo.

—Oh Dios, Brayden. Sí. Fóllame. Justo así—, dijo, gimiendo mientras se imaginaba cómo sería.

Recordó la forma en que sólo su mano se había sentido envolviéndola, y ese calor.

Oh, ese calor.

—Estoy tan mojada por ti, Brayden. Tu polla es tan grande. Me está follando tan bien.

Nunca antes había tenido sexo, pero no parecía tan imposible imaginarlo en ese momento.

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Incluso imaginar el 'sexo barato' no parecía tan malo, siempre y cuando lo estuviera haciendo con Brayden,
sintiendo su cuerpo duro, viendo sus ojos, sintiendo su lengua en su boca.

—Brayden, me voy a correr—, gritó, y luego el orgasmo la golpeó.

Un pequeño sonido la distrajo mientras estaba en el clímax.

¿Eso fue la radio? ¿Había empezado de alguna manera a reproducir un clip en YouTube?

Lanie se sentó en la bañera, y se acercó a coger su móvil.

Oh, no.

Oh, Dios, no.

Miró horrorizada la pantalla de su teléfono celular.

Había una llamada en progreso, y el número que se veía era el número de Brayden Forman. La voz era suya.

—¿Hola?— Lo oyó decir, su voz un poco tenue desde lejos. —¿Esto es una broma, Lanie?

Colgó el teléfono y se sentó allí, aturdida.

Su humillación era ahora completa.

Accidentalmente había llamado a Brayden Forman y se masturbaba hasta el final mientras él escuchaba al
otro lado de la línea.

No olvides que estabas gritando su nombre.

Lanie se hundió en la bañera y rezó por el olvido. Desafortunadamente, ella sabía que su recuerdo de este
desastre no iba a desaparecer en un futuro cercano.

¿Y lo peor de todo?

Él lo sabía.

Brayden Forman sabía lo que sentía por él.

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