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LA HUMANIDAD COMPLETA (2.18-25)

El propósito de Dios de proveer para el hombre lo que éste necesita se resalta en lo que sigue.
Primeramente Dios provee los animales y, luego, reconociendo que el hombre como ser social necesita
amistad, comunión, y relación interpersonal, crea a la mujer. Si bien el orden de creación es distinto
del que aparece en el capit́ ulo 1, esto no debe causar problemas al lector, ya que el mensaje detrás de los
detalles es el mismo. Todo ser viviente debe su existencia a Dios, el ser humano es la cumbre de la acción
creativa de Dios, y Dios ha preparado todo para que el hombre pueda desarrollar su vida en la tierra.

«No es bueno que el hombre esté solo.» Al igual que en el primer capit́ ulo, Dios delibera en su interior
y llega a la conclusión de que al hombre le falta algo. Aquí nos sorprende el contraste entre el primer
relato, donde cada acto de creación es declarado «bueno», y esta declaración de que algo no está bien.
El narrador de esta historia subraya así la necesidad de compañía que tiene el hombre. El hombre no
está completo sin un ser semejante a su lado. Por esto Dios se propone corregir la situación de inmediato.

«Le haré ayuda idónea para él.» La frase 'ezer kenegdo (ayuda idónea) ha sido mal interpretada y
abusada por muchos durante mucho tiempo. Debido a distintas traducciones que transmitían un mensaje
equivocado se fue tergiversando el verdadero sentido del texto y de la intención de Dios. La expresión
no contiene la idea de ayuda servil, ni tampoco implica la reducción de la ayuda al ámbito doméstico.
El vocablo 'ezer generalmente se emplea para describir la ayuda divina al ser humano en dificultad.
Luego, la palabra normalmente indica ayuda superior, y no ayuda subordinada. Pero en este caso
tampoco es una ayuda superior, sino una kenegdo. Una traducción literal seriá «como opuesto a», «frente
a él». La idea que transmite es de algo «correspondiente a» o «adecuado para». En resumen, entonces,
la frase no implica ni ayuda subordinada, ni superior. Tampoco define a alguien idéntico al hombre, ya
que el texto no dice simplemente «como él». Significa que Dios ha de crear alguien que sea
correspondiente, adecuado para el hombre, para que juntos puedan proveerse la comunión y el apoyo
necesario para vivir en plenitud.

«Jehová Dios formó ... toda bestia ... Y puso Adán nombre a toda bestia ... mas para Adán no se halló
ayuda idónea para él.» Para solucionar el problema de la soledad del hombre, Dios comienza a crear
animales que son nefesh jayyah (seres vivientes, no «animales vivientes») al igual que el hombre (2.7).
Ahora bien, ¿no sabía Dios que el hombre no encontraría resolución a su dilema en los animales? iPor
supuesto que si!́ Una vez más el relato crea suspenso y resalta la tremenda soledad a la que está expuesto
el hombre. De esta manera, el autor logra que nos identifiquemos con la problemática del hombre aislado,
sin la posibilidad de comunicarse con un ser correspondiente a él. Además, en este paso intermedio a la
solución definitiva, se puede ver cómo el hombre comienza a ejercer su condición de mayordomo de la
creación. Como único ser viviente creado a la imagen de Dios, tiene el privilegio de poner nombre a los
animales. La acción de nombrar en el Antiguo Testamento está revestida de un significado no común en
nuestros días. Ponerle nombre a algo o alguien implicaba describir y hasta definir su esencia, lo que
realmente era (Gn. 4.1, 25; 1 S. 1.20). Asimismo, era demostrar autoridad y poder sobre lo que se
nombraba, especialmente cuando se le cambiaba el nombre a alguien (2 R. 24.17; Dn.1.7). El hombre al
poner nombre a los animales está demostrando su señorió sobre ellos, pero un señorió que no los explota
sino que los «sirve» con autoridad delegada por el Creador.

.«Entonces Jehová Dios ... de la costilla ... hizo una mujer. El Creador provoca un sueño profundo en
el hombre. Este sueño es un estado de inconsciencia que generalmente Dios produce (Gn. 15.12; Job
33.15). Mientras está en este estado, Dios toma una de sus costillas para «construir» (banah) un ser
adecuado para el hombre. El uso de la costilla representa un misterio para el intérprete moderno. Quizá
exista aquí un juego de palabras con el término 11, que en sumerio (idioma mesopotámico antiguo),
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significa «catilla», ya que también 11 puede significar «vida». Si en verdad existe tal relación, podríamos
sugerir que la intención es expresar que la vida engendra vida. De todas maneras, Dios forma a la mujer
de la misma esencia del hombre. Sin duda, el énfasis de todo el relato es sobre la igualdad de condiciones
de ambas criaturas. No hay ningún indicio de que exista superioridad de parte de una de ellas. El mensaje
claro es que ninguna es completa sin la otra. El texto proclama que se pertenecen mutuamente. Ningún
otro texto o documento del Cercano Oriente antiguo le concede tal lugar a la mujer. El relato bíblico
aparece como un tratado radical sobre la posición de la mujer, desafiando cualquier sugerencia acerca de
la superioridad del varón.

«Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne.» Dios le presenta la mujer al hombre, y éste
responde con entusiasmo. Su tremenda alegría se debe a que reconoce un ser correspondiente a él, una
contraparte frente a él que el animal no podiá ser. Su reacción es la primera poesiá de toda la Biblia: un
poema de amor. Al nombrarla 'ishshah (Varona), utilizando un juego de palabras con 'ish (varón), está
reconociendo la relación que existe entre ambos. Ya los términos aquí anticipan que son «una sola carne».
Una vez más la exclamación poética del hombre (varón) afirma la igualdad de ambos, especialmente en
cuanto a su humanidad, y de hecho los distingue de los animales.

«Dejará ... y se unirá ... y serán una sola carne.» El v. 24 debe tomarse como un paréntesis que no
forma parte iń tegral de la narración. El autor seguramente consideró que la cuestión del matrimonio era
sumamente importante y quiso establecer algunas pautas mínimas desde el principio.

El orden de lus verbos es intencionado. Primeramente «se deja», luego «se une», y a través de la unión
se convierten en una «sola carne». Cambiar el orden resultará en una alteración del propósito divino para
el matrimonio. El llegar a ser «una sola carne» implica una serie de elementos sumamente importantes.
Sin duda incluye la relación emocional y espiritual, la relación sexual, y los hijos concebidos de tal
relación. Pero también abarca una relación sanguínea. De la misma manera que los parientes comparten
una relación sanguiń ea y provienen de la misma carne y huesos, la relación matrimonial establece un
parentesco similar entre los cónyuges. El texto concluye informando que al ser una sola carne, la
vergüenza no está presente aunque estén desnudos. La desnudez en el Antiguo Testamento muchas
veces se refiere a un estado de miseria o vulnerabilidad. Pero, en esta situación ideal que ninguno hemos
conocido, la desnudez habla de una condición en la cual el varón y la varona se pueden brindar el uno al
otro sin ningún tipo de inhibición. Este es el modelo perfecto del matrimonio legado al mundo por este
relato.

Nuestra historia 1. La soledad

La historia narrada en este último párrafo es verdaderamente nuestra historia, y nuestra lectura final será
mucho más rica si la hacemos nuestra. El Dios creador soberano del primer relato, se presenta aquí como
el Yavé personal que se preocupa porque el hombre está solo. En nuestros días, el ser humano es atraid́ o
por las grandes urbes donde supuestamente la soledad {lo existirá porque estará rodeado de millares. Sin
embargo, el sentirse solo, abandonado, es una característica común en los habitantes de las grandes
ciudades de nuestro continente latinoamericano. Nuestro relato proclama que Dios ha provisto la solución
a este problema. Dios continúa preocupado por la soledad que vive quien no depende de Dios. La
humanidad ha sido creada con la capacidad de tener comunión con el Creador, y esa comunión entonces
podrá ex- tenderse hacia su prójimo, en la medida en que la dependencia de Dios se acepte como estilo
de vida. La proclama de Génesis desafía el individualismo autosuficiente tan ponderado por la cultura
oc- cidental. Hemos sido creados para vivir en comunidad, relacionán- donos unos con otros, en
dependencia mutua.
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2. La discriminación sexual

Nuestra historia también incluye un comentario sobre la opresión. A través de la historia, el ser humano
ha sido propenso a oprimir a su hermano más débil. La mujer no ha escapado a esta realidad. Aquí
encontramos amplia evidencia para rechazar cualquier tipo de ideologiá o teologiá que coloque a la mujer
en condición inferior al varón. Esta evidencia ha sido tomada por Cristo, el liberador por excelencia,
quien ha colocado a la mujer en su justo lugar. La condición de absoluta igualdad entre el varón y la
mujer se traslada a toda la humanidad (ha'adam). Todo ser viviente fue creado a la imagen de Dios Yha
recibido el aliento de vida de parte del Creador. Por esto, todo intento de opresión sobre cualquier ser
humano debe ser rechazado. La opresión trae muerte, Dios trae vida. La iglesia de Jesucristo, entonces,
deberá tomar en serio el modelo de Génesis y aplicarlo en su sentido total.

INSTITUCIÓN DEL MATRIMONIO, 2:24, 25.

Dios mismo establece el matrimonio como la relación correcta entre el hombre y su ayuda idónea.
Consistente con la naturaleza del hombre y la mujer declarada en el v. 23, la revelación bíblica afirma
que la relación matrimonial tiene estas características esenciales: Primera, es exclusiva y de compromiso
social (dejará a su padre y su madre, v. 24). Segunda, es monógama, heterosexual y de pacto mutuo (el
hombre... se unirá con su mujer, v. 24). Tercera, es de complementación mutua (serán una sola carne, v.
24). Cuarta, de libre comunicación e intimidad significante (estaban ambos desnudos, v. 25). El Señor
Jesu- cristo, al reafirmar estas caracteriś ticas aclara que el propósito original de Dios para el matrimonio
es una rela- ción permanente e indisoluble (Mar. 10:1–12). Estas afirmaciones bib́ licas condenan las
prácticas prevalecien- tes en las sociedades modernas como el divorcio, las relaciones sexuales casuales
y adulterios, los concubinatos y relaciones clandestinas, la homosexualidad y la relación de competencia
y opresión dentro del matrimonio. El ideal de Dios se concreta en la íntima, abierta, mutua y total
aceptación y un continuo y permanente conoci- miento el uno del otro que Adán experimenta con su
mujer. Dentro de esta relación ideal es que Dios intenta la procreación de los hijos y el desarrollo de la
comunidad. En esta relación no hay lugar para sentimientos nega- tivos ni barreras. La procreación, la
vocación y las responsabilidades son compartidas entre el hombre y la mu- jer y en una dimensión
comunitaria.

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