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WW100
ISBN 978−959−212−573−5
AUTORES
A la memoria de los doctores José Rafael Montalvo Covarrubia y Do- mingo Madan
Bebeagua, quienes fueron los primeros en dedicarse a la oftalmología y pediatría en
Cuba de manera conjunta. Sus vidas ejem- plares, entregadas al trabajo en estas
ramas de las ciencias médicas, son un ejemplo para las nuevas generaciones.
RECONOCIMIENTOS
A los profesores Gladys Colom Serra y Eugenio Jara Casco†, quienes hace algunos
años aceptaron el reto de comenzar a escribir sobre oftalmología pediátrica y
dieron lo mejor de sí, a pesar de su avanzada edad, para ese empeño en la versión
inicial para el libro Pediatría tomo III.
A la doctora Elena Joa Miró, insignia de la oftalmología pediátrica en Cuba por más
de 40 años, por sus enseñanzas.
A los doctores Sergio Vidal Casalís, Carlos Mendoza Santiesteban, Daysi Vilches
Lescaille, Rafael E. González Díaz y los técnicos Iván e Israel Fernández Lugo del
Instituto Cuba- no de Oftalmología "Ramón Pando Ferrer" por su colaboración en la
obtención de las imágenes de fondo de ojo.
A los doctores Francisco Loayza, de Perú y Thomas Hedges de Boston, por haber con-
tribuido con ilustraciones a esta obra.
A los profesores que en Cuba guían a los estudiantes, por su trabajo abnegado en la
docencia y sus aportes literarios citados en la bibliografía como testimonio de su
labor.
Reciban todos los que de una manera u otra contribuyeron a la realización de esta
obra, el reconocimiento por el esfuerzo realizado para que se contara con el primer
libro de oftalmología pediátrica cubano.
PREFACIO
INTRODUCCIÓN
La visión es el principal de los sentidos, por lo que debe ser objetivo primordial
de los diferentes sistemas de salud del mundo desarrollar acciones para su pre-
servación funcional desde edades tempranas. Esto hace obligatorio, sobre todo a
pediatras, optometristas y oftalmólogos, el conocimiento detallado del órgano
visual del niño, su desarrollo, estado de salud, las enfermedades que lo afectan y
su modo de transmisión, incluyendo la genética y la correcta actuación que se debe
seguir para la conservación de un sentido tan importante.
En la atención oftalmológica del niño no valen tan solo los conocimientos sobre esa
especialidad, sino también de las particularidades que tiene su práctica, pues sus
ojos no son únicamente más pequeños que los del adulto; el globo ocular del niño
está en constante crecimiento y modificando la relación de ta- maño que existe
entre sus diferentes estructuras; su función sigue en desarrollo tiempo después del
nacimiento, al igual que el sistema nervioso central, del que el aparato visual
forma parte. Tampoco el sistema autoinmune ha completado su desarrollo, lo que
predispone a reacciones diferentes a las del adulto frente a determinadas noxas.
Por todo esto estudie estas páginas con detenimiento y recuerde siempre que a un
niño en la Cuba actual le queda un promedio de casi 80 años de vida por delante.
Cuidemos desde un inicio su visión.
CONTENIDO
Bibliografía/ 317
Capítulo 23. Estrabismo/ 319
Métodos de examen y diagnóstico del estrabismo/ 319
Alteraciones sensoriales en el estrabismo/ 320
Esotropía/ 323
Exotropía/ 324
Bibliografía/ 325
Capítulo 1
La oftalmología sin embargo existía en Cuba como especialidad y con una sala
dedicada a enfermedades de los ojos desde 1839. Fue esa la primera especialidad que
se separó de la medicina y la cirugía, para consti- tuirse en una verdadera
especialidad que se enseñaba como tal en varias universidades del mundo, lo que
comenzó en Viena, en 1818, por el profesor Joseph Beer (Fig. 1.1).
Desde la antigüedad se conocía de las enferme- dades oculares que afectaban a los
niños. El papiro de Ebers, 1500 años a.C. menciona un disbalance motor de los ojos.
Hipócrates, 400 años a.C., lo refiere entre las 20 enfermedades oculares que
describe en su co- lección de 58 libros.
La práctica de la cirugía de la catarata a cielo abier-
to por Jacques Daviel, en Francia 1751 y la introduc- ción del oftalmoscopio, en
1861 por Hermann von Helmholtz en Alemania, un siglo después, propiciaron el
desarrollo de la oftalmología (Fig. 1.2).
Johann Friedrich Dieffenbach fue el real funda-
dor en Europa, en 1834, de la cirugía plástica, sobre todo de los anexos oculares y
del estrabismo. En el año 1839 publicó la primera miotomía en la esotropia, técnica
que fue practicada en cadáveres y sugerida por Louis Stromeyer de Viena. La primera
cirugía pura de avanzamiento muscular fue practicada por Jules Guérin. A Ammedie
Bonnet, de Lyon y J. M. Ferral, de Dublín, se les reconoce el desarrollo de las
técni- cas de enucleación, en 1841.
Carron de Villards, nacido en Savoy, fue un entu- siasta de estas cirugías, que
practicó por gran parte del mundo y a las que aplicaba variantes propias se- gún el
caso. En esos años del siglo XIX la falta de anestesia, buen instrumental y
separadores hacía más difícil la cirugía del estrabismo, que no tuvo gran desa-
rrollo, sobre todo en niños, hasta que esas dificultades se vencieron.
James Wardrop, 1782-1869, fue un escocés que se dedicó a la anatomía, a la
histología del ojo y al estudio del retinoblastoma, en lo que puede conside- rarse
uno de los iniciadores en ese país y en el mundo.
Desde la Antigüedad la oftalmología había sido practicada por médicos
especializados; las culturas griegas y romanas asimilaron estos conocimientos y los
desarrollaron. Siglos más tarde, antes del renacer de Europa, el famoso oftalmólogo
persa Al Yamani, conocido como “manos de oro”, escribió un libro lla- mado La Luz
de los Ojos, 1088 d.C., en el que resu- me las operaciones de catarata hasta ese
momento conocidas, y en el tercer lugar describe la técnica que se usaba en niños.
La primera con un pequeño cuchillete para abrir el ojo y pasar la aguja de
catarata. Un se- gundo método solo con la aguja y un tercero con una aguja, hueca
por dentro, para poder aspirar. La terce- ra operación fue solamente descrita en
Iraq por Ammar Thobiet Ibn Qurrah. Esta técnica se podía hacer tam- bién con un
tubito de vidrio para aspirar masas del cristalino y se recomendaba en las
cataratas blandas, superaba las técnicas conocidas en esa época y fue reintroducida
en el siglo XIX en Europa, durante la
Capítulo 1. Apuntes históricos para la pediatría y la oftalmología cubana 3
gran publicista médico y la primera persona en pro- poner el uso de la luz aneritra
en el examen de fondo de ojo, en 1861. Atendía a niños y adultos; operaba cataratas
congénitas y traumáticas en niños, como su colega el doctor de la Calle, quien lo
precedió en los estudios de oftalmología en Francia con el profe- sor Desmarres.
Argilagos coincidió también en París con Carlos Juan Finlay Barrés, quien como él
trata- ba en esa misma época de actualizarse en oftalmolo- gía con ese afamado
profesor. Más tarde, Argilagos desecharía los logros y posición que ostentaba en
Europa para regresar a su país a preparar la lucha por la independencia en el año
1868, en Camaguey, donde se alzó en armas junto a Ignacio Agramonte y otros
patriotas, por lo que pasó a la historia como el primer oftalmólogo de la Guerra de
Independencia. Luego trabajó como médico oftalmólogo, periodista y con múltiples
facetas laborales en América. Fundó el Partido Revolucionario Cubano en
Barranquilla, para apoyar la guerra de 1895, y se convirtió en uno de los más
acérrimos luchadores contra el imperia- lismo de Estados Unidos, en la época de la
República Liberal Burguesa, al robarle a Cuba, ese país, el triun- fo
independentista sobre la metrópoli española. Argilagos siguió practicando la
oftalmología a pesar de las vicisitudes de su vida.
El hecho de que Madan la describiera en la misma época que Strachan y acertara con
su etiología en 1898, y el morir tratando de mitigarla, es lo que ha motivado que
se reclame hoy que el nombre de Madan aparez- ca junto al de Strachan y se nombre a
la enfermedad “Strachan-Madan”.
Mientras esto ocurría en Cuba, en el mundo au- mentaron los estudios sobre la
pérdida del paralelismo de los ejes visuales y evolucionó la cirugía del estrabismo
al contar con la anestesia y estudios anatomofisiológicos que permitían comprender
la na- turaleza del estrabismo y la ambliopía. Julio Hirschberg fue uno de los
hombres que contribuyeron a ello; su nombre quedó grabado en la semiología
oftalmológica con “la prueba de Hirschberg” para medir la desvia- ción o el
paralelismo de los ejes visuales. Fue además un gran historiador de la
oftalmología, autor de varios trabajos e introductor de técnicas como la de extrac-
ción de cuerpos extraños metálicos con un imán de mano, cirugías para el
desprendimiento de retina y tam- bién de una variante para el oftalmoscopio. En sus
conferencias mencionaba en ocasiones a Cuba y a Santos Fernández, a quien conoció
de cerca en su tra- bajo como oftalmólogo y publicista médico.
El tratamiento con nitrato de plata para el traco- ma, la gonorrea y el método
profiláctico de Credé, aparecido en 1884, habían disminuido el número de niños
afectados por oftalmías purulentas de una ma- nera evidente. El uso de la atropina
y de drogas pupiloconstrictoras, había favorecido el tratamiento de varias
enfermedades oculares.
En Cuba, Madan y Montalvo, magníficos pedia-
tras que se dedicaban también a la oftalmología, pu- dieron relacionar algunas
enfermedades oculares con afecciones sistémicas de los niños con mayor facili-
dad. Sus trabajos en esa época se destacaron por su enfoque clínico; no obstante la
doble dedicación de Madan y Montalvo, en general no hubo en el mundo médicos que
ejercieran exclusivamente la oftalmolo- gía pediátrica hasta mediados del siglo XX,
cuando esta práctica especializada se difundió.
La atención pediátrica en Cuba mejora algo cuan-
do se crea el Hospital “Reina Mercedes” y se obtienen por fin unas pocas camas para
niños, en una sala oficial para la enseñanza de la facultad; en su programa se
incluyeron las enfermedades de los ojos en los niños.
En 1891, el doctor Antonio Jover Puig había al- canzado la plaza de profesor
universitario de enfer-
medades de los niños, que la obtuvo por oposición frente a Joaquín Dueñas Pinto,
quien logra que la asignatura pase a sexto año de la carrera y la habilitación de
20 camas más para niños en una enfermería. Escribe un breve y concreto libro
Lecciones de enfermedades de los niños, en el que no se habla de las enfermeda- des
de los ojos. Decepcionado por la falta de atención, Jover trata de abandonar la
cátedra y no lo logra hasta
1899, cuando cesa la dominación española y es acep- tada su renuncia.
A finales del siglo XIX, la pediatría seguía siendo muy insuficiente en Cuba y la
mortalidad infantil al- canzaba cifras nunca antes vistas. Durante el tiempo de la
última guerra de independencia, cuando se dictó la criminal política de
reconcentración del campesina- do en las ciudades por los que ejercían la
dominación española de la Isla, murieron casi 300 000 personas, muchos de ellos
niños.
Con la derrota del régimen colonial español se pro-
ducen algunos cambios: en el nuevo plan universitario “Lanusa”, se mantiene la
cátedra de enfermedades de los niños, ocupada entonces por el doctor Montalvo,
quien acababa de salir de prisión por conspirador a favor de la libertad de Cuba.
Con el nuevo plan “Varona” se funde la cátedra de
niños con la cátedra de medicina, compuesta por Clíni- cas Médicas y Patológicas y
Clínicas Infantiles, asumi- da por el doctor Montalvo, a pesar de que con ello
baja- ba la categoría de Titular a Profesor Auxiliar.
servicio quedó prácticamente sin oftalmólogos hasta que fue cubierta la plaza en
1966 por un miembro de la nue- va generación de oftalmólogos que se formó después
de 1959. Allí destaca y permanece desde los primeros años de la etapa
revolucionaria, al terminar su posgraduado en el interior del país, la doctora en
Cien- cias Médicas Elena Joa Miró, como muestra de lo que ha hecho la mujer cubana
en este campo de la oftalmo- logía y la pediatría en el periodo revolucionario.
Entre 1966 y 1967 estuvo en Cuba el oftalmólogo
checo experto en niños, Milos Klima, quien durante meses impartió cursos teóricos y
entrenamientos a un grupo de oftalmólogos que trabajaron en los principa- les
centros asistenciales de hospitales pediátricos y en el Hospital “Pando Ferrer”,
proporcionando una aten- ción más calificada a los menores; entre ellos estaban los
doctores Rolando Hernández Leal, graduado en
1953 y residente de oftalmología en 1958 en “La Liga Contra la Ceguera”, donde se
encargó de la atención pediátrica; la doctora Rosa Ester Mayor; la doctora Elena
Joa y Eugenio Jara, médico paraguayo que rea- lizó la residencia becado por “La
Liga Contra la Ce- guera” y luego se quedó a vivir en Cuba. Estos médi- cos
estuvieron al frente de servicios de oftalmología pediátrica que se abrieron para
esa época y en los que separaron definitivamente la atención de oftalmología
pediátrica y la de adultos.
Eugenio Jara, junto al doctor Arturo Guy Taquechel, quien también atendía niños en
el Hospital de Neurolo- gía y Neurocirugía donde se asentó a inicios de 1962, se
habían convertido en los primeros oftalmólogos internacionalistas cubanos después
de la Revolución, ya que fueron a prestar asistencia a pueblos hermanos (Argelia,
1963) y a compartir lo poco que se disponía en el país en ese momento (Figs. 1.12 y
1.13).
A esos jóvenes especialistas que pasaban a prac-
ticar la rama de la oftalmología pediátrica se les fue- ron sumando otros que
recibieron formación en Bar- celona en la escuela de Alfonso Castanera Pueyo,
especialistas quienes también apoyaron el trabajo que se iniciaba con los niños
fuera de la capital; con ellos se entrenó personal para todo el país.
Con algunos de ellos trabajaron los optometristas especializados en la atención a
niños Tulio Pérez y Car- los Bartolomé, quienes junto a la optometrista Marta
Menéndez fueron de incalculable ayuda en la asisten- cia y en la docencia de los
técnicos y profesionales que decidían dedicarse a la oftalmología pediátrica en la
capital y en el resto de los servicios de provincia que comenzaban a abrir sus
servicios.
Fig. 1.12. Arturo Guy Taquechel Maymir.
había quedado vacía desde 1970 con la muerte de Taquechel, donde continuó con la
atención a niños con problemas neurooftalmológicos.
La doctora Georgina Varela Ramos continuó en Camagüey, en la dirección del servicio
y la atención pediátrica por más de 40 años. Villa Clara fue una de las provincias
que abrió servicios a niños en esa época con la doctora Sila Machado al frente y
otras oftalmólogas. Matanzas tuvo como especialista dedica- do a oftalmología
pediátrica a Antonio Morejón. Pinar del Río no demoró muchos años en dedicar
oftalmólogos a atender específicamente a los niños.
Al ocurrir la nueva división politicoadministrativa se cubrieron con oftalmólogos
todos los hospitales pediátricos de las nuevas provincias del país y algunos más de
Ciudad Habana. En la capital llegaron a ser 8, entre los que se pueden mencionar el
Pediátrico del Cerro con la doctora Elizabeth Chávez, donde trabajó también por
unos años el doctor Hernández Leal para después regresar al Hospital “Pando
Ferrer”; el de San Miguel del Padrón, con la doctora Carmen Hernández, quien había
recibido entrenamiento en España y el doctor Emilio Carreiro; el Hospital
Pediátrico de Centro Habana con la doctora Marta Martín; el Hospital Marfán, en el
mu- nicipio Plaza, que estabilizó sus servicios la doctora Bea- triz Álvarez; el
Hospital “Juan Manuel Márquez” en Marianao, con la doctora Luisa Guerra, antes del
Hos- pital Pediátrico de Centro Habana; además se mantu- vieron los antiguos
servicios de los hospitales pediátricos “William Soler”, con el doctor Eugenio Jara
Casco y la doctora Nohemí Chao, más tarde jefa de servicio y el hospital “Ángel
Arturo Aballí”, dirigido durante 40 años por la doctora Josefa Vargas.
Esos centros se enriquecieron con personal de segunda y tercera generación, como en
el caso de los oftalmólogos que sustituyeron al doctor Hernández Leal en el
Hospital “Pando Ferrer”, donde la doctora Teresita de Jesús Méndez Sánchez, jefa de
cátedra nacional de oftalmología pediátrica del actual Instituto Cubano de
Oftalmología “Ramón Pando Ferrer”, diri- ge actualmente el servicio y la cátedra
nacional.
Destacada labor realizaron los profesores cuba- nos que tuvieron a cargo la
formación de las nuevas generaciones de oftalmólogos pediatras, aunque aún escasa
para los planes de salud proyectados.
El interés de investigar y conocer sobre las enfer-
medades oftalmológicas en edades pediátricas y tra- zar un plan para su prevención
y rehabilitación estuvo presente desde el inicio de la etapa revolucionaria que
comenzó en 1959. En 1963 se había realizado, en al-
gunos municipios, una pesquisa oftalmológica a los ni- ños asistentes a círculos
infantiles, entre las edades de
2 a 4 años, en busca de alteraciones oculares. En 1972 se realizó otra pesquisa a
más de 35 000 niños matricu- lados en círculos infantiles y jardines de la
infancia, en las edades comprendidas entre 0 y 6 años. A partir de entonces, con
conocimiento de las principales dificul- tades oculares que presentaban los niños
con deficien- cia visual en Cuba, el Ministerio de Salud Pública creó centros
docentes asistenciales para niños estrábicos y ambliopes en las edades de 4 a 8
años. Un primer centro en La Habana se inauguró en 1972 y 3 años después, un
segundo centro en la provincia Villa Cla- ra, hasta completar uno por provincia.
Se multiplicaron desde entonces las escuelas de ciegos y débiles visuales, que
paulatinamente cubrie- ron la atención a los necesitados de todo el país. Poco
después algunos especialistas y optometristas cuba- nos recibieron cursos en el
extranjero sobre el manejo en el tratamiento rehabilitador de niños ambliopes,
estrabología y en técnicas de ayudas ópticas para baja visión.
La formación de los oftalmólogos pediatras co- menzó a dar sus frutos científicos
también. En 1971 la doctora Elena Joa presentó su tesis de especialista sobre
“Resultados del tratamiento de oclusión en com- paración con el de pleóptica”, tema
muy discutido internacionalmente, con criterios muy favorables a fa- vor del
primero de estos tratamientos, en una época en que apenas se comenzaba a usar la
oclusión como tratamiento esencial. En 1981 expuso su experiencia en la cirugía
precoz del estrabismo que marcó pautas por lo novedoso. Su experiencia en este
procedimien- to fue el tema de su reciente doctorado en Ciencias Médicas, con una
casuística de 1000 pacientes opera- dos, precoz y tardíamente, los que comparó.
En 1986 se comenzó a aplicar en Cuba un progra-
ma para establecer las medidas de prevención, con- trol, tratamiento y
rehabilitación oftalmológica en la población de 0 a 15 años. El programa incluía
diagnós- tico prenatal, estudio del recién nacido en riesgo y búsqueda de las
afecciones oculares más frecuentes desde el nacimiento, lo que se realiza de
conjunto con los neonatólogos, desde entonces. Especial interés se tomó con los
niños prematuros, en busca del daño vascular retiniano que es frecuente ver
aparecer en estos casos y que se ha convertido en una de las prin- cipales causas
de ceguera en el niño de países desa- rrollados.
Capítulo 1. Apuntes históricos para la pediatría y la oftalmología cubana 13
Varias escuelas especiales fueron creadas en todo el país, durante estos años, para
niños ciegos y débiles visuales, donde reciben además la educación normal del
sistema nacional para escolares en los distintos ni- veles de educación. Con ello
se logra la incorporación a la sociedad de un adulto con capacitación y derecho al
trabajo, de acuerdo a sus posibilidades y el bienes- tar psicosocial que merecen.
El sueño del doctor Enri- que López de crear la primera escuela de ciegos en Cuba
se hizo realidad al multiplicarse esas y otras es- cuelas de forma ni siquiera
imaginada por él.
Actualmente los oftalmólogos de los servicios de oftalmología pediátrica de los
diferentes centros tra- tan de crecer en personal y acercar cada día más los
conocimientos a los pediatras y a los especialistas en Medicina General Integral,
quienes junto con el oftal- mólogo del policlínico, tienen a su cargo la remisión
al especialista para la detección temprana, prevención y el cuidado de la salud
ocular infantil de forma perma- nente y en conjunto.
En el comienzo del segundo milenio se han fortale-
cido los servicios de oftalmología pediátrica, aunque aún deben crecer en personal
y recursos. Hoy existe, ade- más de los servicios mencionados en todo el país, una
cátedra nacional de esa rama de la oftalmología, radi- cada, como el resto de las
cátedras de subespecialidades, en el ahora Instituto Cubano de Oftalmología “Ramón
Pando Ferrer” con nuevo equipamiento y programas de entrenamiento para asegurar la
calidad de los nue- vos especialistas que se dedican a la oftalmología pediátrica
en Cuba.
Desde allí se lleva a cabo un programa docente y asistencial protocolizado que se
discute en reuniones anuales de esa subespecialidad con el resto de los
oftalmólogos pediatras del país y desde donde se debe orientar el trabajo nacional
en esa esfera, así como realizar eventos para discutir las problemáticas espe-
cíficas de la especialidad, proyectar nuevas investiga- ciones y establecer las
guías de procedimientos medicooftalmológicos para el país.
Hoy Cuba contribuye con un grupo de sus oftalmólogos que trabajan llevando
asistencia médi- ca a países necesitados, para ayudar a recuperar la salud visual;
forma gratuitamente médicos latinoa- mericanos y entrena a residentes en esta
especiali- dad, cuyos servicios deben llegar a los niños de sus países que no
cuentan con recursos económicos, y quienes merecen una vida mejor, incluida el
cuidado de su visión.
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Fis Nat Hab; 49:184-95.
Capítulo 2
En los fósiles más antiguos de una especie de trilobites llamada Roduchia, que
vivió hace más de
500 millones de años (era Pre-Cambriana y Cambriana) aparecen ojos compuestos
similares a los de los insectos actuales.
El origen directo de estos pequeños invertebrados parecidos a las cucarachas de mar
que se encuentran pegadas a las rocas de las playas tropicales, es motivo de
especulaciones entre los biólogos dado el hecho de que como otras plantas y
animales aparece abruptamente en el testamento de los fósiles comple- tamente
formados y sin pista de ancestros.
Algunos biólogos creen que los ojos pueden haber evolucionado independientemente de
los diversos an- tepasados. Sin embargo, cualquiera que haya sido la forma en que
esto haya ocurrido, seguramente evolu- cionaron a partir de grupos de células
fotosensibles que permiten detectar la intensidad y direccionalidad de la luz.
Entre las especies hoy existentes se observan, en diferentes animales
pluricelulares, agrupaciones celu- lares con idénticas capacidades que orientan,
cual marcadores, en la progresiva complejidad que se pro- duce en la evolución del
ojo.
Los pólipos y las medusas (Phylum cnidarios) y
otros animales marinos como las llamadas nueces de mar (Phylum ctenóforos), son los
animales más sim- ples que presentan células nerviosas visuales en su pared, lo que
se denomina “ojo plano” y “ocelos”. Ambos Phylums se reunían anteriormente como
Phylum ceolenterata.
Los ocelos son los ojos más simples. Los consti-
tuyen conjuntos de células ciliadas que contienen pig- mento, asociadas a células
sensoriales. Disponen de una seudolente, formada por la densa cutícula que les
recubre. Se localizan en la superficie corporal del animal, en el borde de su
cúpula o en la base de los tentáculos.
Algunas medusas muy complejas y venenosas
como la medusa cubo (por la forma en caja de su cú- pula) tienen un complejo equipo
visual que consta de 6 pares de ojos en cada una de sus paredes, por lo que dispone
de 24 ocelos.
En los anélidos, gusanos segmentados terrestres
(lombriz de tierra) o acuáticos, los grupos celulares fotosensibles poco
desarrollados se encuentran en la
pared corporal. En los anélidos acuáticos (Stylaria lacustris) las células
fotosensibles están dispuestas formando una placa denominada “placa óptica” u “ojo
plano” (Figs. 2.2 y 2.3).
En los gusanos planos (platelmintos) aparecen en
la superficie dorsal del cuerpo una o 2 fositas celula- res que contienen los
fotorreceptores dentro de la con- cavidad cutánea. Es el llamado ojo en copa o
cáliz, que también se encuentra en algunos moluscos primi- tivos (Fig. 2.4).
En los moluscos, uno de los grandes Phylums del reino animal, se observan desde los
más simples has- ta los más complejos tipos de ojos en las cerca de
100 000 especies existentes. Pueden estar situados
en el extremo de tentáculos retráctiles y variar des- de simples ocelos, que solo
detectan claridad y oscu- ridad, sin formar imagen definida en los gasterópodos
(caracoles y babosas marinas y terrestres), a ser ojos cada vez más complicados en
su estructura en los cefalópodos.
En el cefalópodo nautillas aparece el ojo en cáma- ra oscura o de orificio pequeño.
Es una concavidad abierta al exterior por un pequeño orificio, que permite la
percepción de formas e imágenes muy sencillas. Este ojo solo puede trabajar
efectivamente en condi- ciones adecuadas de luminosidad y no capta colores. Está
formado por una zona cóncava pigmentada, que permite la formación de una imagen
(Fig. 2.5).
En el ojo del calamar y el pulpo ocurre la invaginación de la zona fotorreceptora
que queda dentro de una concavidad que constituye la retina. Los ojos poseen
córnea, replegamientos cutáneos a modo de iris, lente y retina con fotorreceptores
del tipo de bastones. Es el ojo refractario similar al de los vertebrados, a
diferencia de los cuales es en las células fotorreceptoras donde primero incide la
luz (Fig. 2.6).
En algunos anélidos, artrópodos e insectos se ob-
serva la presencia de sistemas visuales denomina-
Los precordados son muy sensibles a la luz. Care- cen de ojos, pero como en algunos
invertebrados, en una etapa del desarrollo filogenético las células fotorreceptoras
estuvieron situadas en la superficie cutánea. Cuando se forma el tubo neural los
fotorreceptores quedan incluidos en su pared y resul- tan estimulados cuando la luz
atraviesa la superficie corporal del animal, como se observa en el Amphioxus (Fig.
2.8).
Los peces más primitivos, de cuerpo carente de
escamas, aspecto serpentino y sin mandíbula (ciclóstomos), presentan un órgano
visual que carece de córnea, lente, iris y cuerpo ciliar. En la retina pre- sentan
solamente un tipo de fotorreceptor que se ase- meja a los bastones.
Con la diferenciación de las características
somáticas de los vertebrados y la aparición del esque- leto corporal óseo y
craneal, la formación de las órbi- tas y la disposición bilateral de los globos
oculares, se hizo necesario combinar la visión de ambos ojos para tener una mejor
imagen y conseguir la tercera dimen- sión. En estos peces el cristalino se proyecta
a través de la pupila y contacta con la córnea; tanto esta última como el
cristalino son esféricos, con un mayor índice de refracción en su porción central
para concentrar los rayos luminosos en la retina, la cual también care- ce de
conos.
En los peces la conducta motora somática se ga- rantiza por la recepción de las
aferencias visuales y somáticas en la lámina bigémina. Esta estructura se sitúa
dorsalmente en el mesocéfalo.
En los anfibios la visión es mejor que en los pe- ces. Sus ojos, más complejos, le
permiten la visión aérea y acuática, esta última mucho mejor que la primera,
atendiendo al desarrollo del humor vítreo. La córnea es esférica y la lente plana.
En estos ani- males la retina posee conos y bastones que le permi- ten, no solo
discriminar la forma y el movimiento, sino también los colores.
En los reptiles la lente es muy elástica a tenor de su complicada motilidad ocular.
En la retina existen ambos tipos de fotorreceptores, aunque a predominio de los
conos y se observa el inicio de una fóvea central.
Tanto en los anfibios como en los reptiles apare- ce una nueva modalidad
aferencial, la audición. Esta
Capítulo 2. Filogenia del órgano de la visión 19
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Internamérica.
Capítulo 3
Al finalizar la tercera semana, los bordes de la placa neural originan los pliegues
neurales, y al depri- mirse su porción central se forma el surco neural.
Los pliegues neurales se fusionan, de inicio por la región del futuro cuello, por
la cuarta o quinta somita y continúan fusionándose en sentido cefalocaudal para
conformar el tubo neural, que quedará completamen- te cerrado al hacerlo el
neuroporo anterior o cefálico en el día 25 (etapa de 18 a 20 somitas), y el
neuroporo posterior 2 días después (etapa de 25 somitas).
La primera manifestación del desarrollo ocular se observa a los 22 días, en forma
de 2 surcos poco pro- fundos a cada lado del cerebro anterior.
La extremidad cefálica del tubo neural es mucho
más amplia, tiene el aspecto de un saco piriforme, su crecimiento es desigual y su
estructura mucho más compleja que la de la región caudal.
En la pared del extremo cefálico aparecen 2
estrechamientos que lo dividen en 3 vesículas denomi- nadas vesículas cerebrales
primarias, que en sentido craneocaudal se nombran prosencéfalo o cerebro an-
terior, mesencéfalo o cerebro medio y romboencéfalo o cerebro posterior.
Luego, por división del prosencéfalo en telencéfalo
y diencéfalo, del romboencéfalo en metencéfalo y mielencéfalo, mientras el
mesencéfalo permanece como tal, se originan finalmente las 5 vesículas cere- brales
secundarias.
En la etapa de 3 vesículas, al cerrarse el tubo neural, a principios de la cuarta
semana, los surcos ópticos producen evaginaciones del cerebro anterior, formando
las vesículas ópticas.
A medida que se fusionan los pliegues neurales se desprenden células del
neuroectodermo situadas entre el ectodermo superficial y el tubo neural, para dar
lugar a las crestas neurales. Estas células, originalmente neuroectodérmicas
epiteliales, sufren una transición a tejido mesenquimatoso, migran y originan la
coroides, esclera, estroma del iris, estroma y músculos del cuer- po ciliar,
membrana irídea de la pupila, endotelio corneal, estroma corneal primario y humor
vítreo.
De las células de las crestas neurales, tanto de la
porción cefálica como caudal, se originan además, entre otros tejidos:
– Las neuronas de los ganglios sensoriales (somáticos y viscerales) y otros tipos
de neuronas periféricas.
– Ganglios simpáticos y parasimpáticos.
– Células productoras de hormonas (romafines de la médula adrenal).
– Células pigmentarias (melanocitos, excepto los de la retina y del SNC).
– Células de Schawnn.
– Partes de las meninges (piamadre y aracnoides).
– Huesos, cartílagos y tejidos conectivos de los arcos branquiales y estructuras
cráneo faciales.
También durante la tercera y cuarta semanas, el mesodermo a ambos lados del eje
central del embrión (mesodermo paraaxial) se organiza en segmentos de- nominados
somitómeras, desde la región occipital del embrión en sentido cefálico. En sentido
caudal, desde esa zona el mesodermo paraaxial continúa su organi- zación segmentada
en somitas.
Se hace necesario precisar que mesodermo se re-
fiere a la capa de células derivadas del epiblasto (capa de células primigenias del
ectodermo) y tejidos embrionarios, que se sitúa entre el ectodermo y el endodermo
en la etapa del embrión trilaminar.
El mesénquima es el tejido conectivo laxo embrio-
nario, caracterizado por poseer gran cantidad de sus- tancia intercelular y células
dispersadas. Su origen es tanto mesodérmico como ectodérmico (ectodermo de las
crestas neurales).
Los cambios en el embrión se suceden rápidamen-
te. Durante la quinta semana las vesículas ópticas se invaginan para dar lugar a
las cúpulas ópticas (Figs.
3.2 y 3.3). Esta invaginación comprende también una parte de la superficie
inferior, donde se forma la fisura coroidea.
Durante la séptima semana, los labios de la fisura
coroidea se fusionan y la boca de la cúpula óptica se transforma en un orificio
redondo, la futura pupila.
En la regulación molecular de la embriogénesis del ojo, se conoce que interviene un
gen maestro, el Pax61, que produce un factor de trascripción que se expresa en una
banda ubicada en el reborde neural anterior de la placa neural, período durante el
cual existe un solo campo para el desarrollo ocular.
Una proteína Shh2 emitida en la placa precordal suprime Pax6, lo que determina la
señal de separación de la placa en 2 primordios ópticos. La expresión de Shh activa
Pax2 en el centro del campo ocular, de tal manera que Pax2 se expresa en los
pedículos ópticos y Pax6 lo hace en la cúpula óptica y en el ectodermo superficial
suprayacente a las placodas del cristalino.
El mesénquima invade el interior de la cúpula óp- tica por la fisura coroidea; por
esta fisura llegan los vasos hialoideos a la cámara interna del ojo o vítrea y al
interior del pedículo óptico. Estos vasos quedan como arteria y vena central de la
retina, mientras que los de la cámara vítrea se reabsorben.
Desde finales de la quinta semana el primordio del ojo está rodeado completamente
por mesénquima laxo. Este tejido pronto se diferencia en una capa interna parecida
a la piamadre del cerebro, la coroides rica- mente vascularizada y una capa externa
comparable con la duramadre, la esclerótica, que se continúa con la duramadre que
rodea al nervio óptico.
Al principio las 2 paredes de la cúpula están sepa- radas por un espacio, el
espacio intrarretiniano, que se mantiene durante todo el período de la
embriogénesis y principio del período fetal, cuando desaparece con la yuxtaposición
de ambas capas. A finales de la sexta semana la pared externa de la cúpula óptica
se llena de gránulos de pigmento, constituyendo la capa pigmentaria.
La retina sensorial se comienza a desarrollar des- de el estadio de vesículas
ópticas, cuando se inicia la migración de núcleos celulares hacia su superficie in-
terna. Posteriormente se forman nuevas capas que surgen como consecuencia de las
sucesivas divisio- nes y migraciones celulares.
De esta forma, la retina se desarrolla desde den- tro hacia fuera, de manera que lo
primero que se for- man son las células ganglionares. Las células que maduran más
tardíamente son los fotorreceptores (co- nos y bastones).
De manera similar a lo que ocurre en la corteza cerebral y la médula espinal en
desarrollo, se hacen evidentes 3 zonas o capas (ependimaria, del manto y marginal)
limitadas por una red de barras en la zona externa y una membrana basal en la zona
interna. Pro- gresivamente se irán diferenciando las 9 capas de la retina neural.
La zona ependimaria desarrolla cilios que se pro- yectan al interior de la vesícula
entre las paredes in- terna y externa de la copa óptica; después se desarro- llan
en los segmentos externos de los conos y basto- nes. La zona marginal evoluciona a
la capa de fibras nerviosas. La capa del manto central se diferencia en el
neuroepitelio primitivo, dividido en 2 capas: neuroblástica interna y externa. La
primera contiene células ganglionares, amacrinas y de Müller, y la ex- terna los
núcleos de los conos, bastones y los de las células horizontales y bipolares.
El tercio anterior de la retina permanece formado de una sola capa de células; es
la porción ciega de la retina, separada de la retina óptica por la ora serrata.
Desde finales del tercer mes y principios del cuar- to mes de gestación, se
encuentran determinados los niveles celulares de la retina sensorial.
Como consecuencia del constante aumento de fi-
bras nerviosas procedentes de la retina, el conducto del pedículo óptico se
comienza a llenar de axones. La pared interna del pedículo crece hasta fusionarse
con la pared externa y se convierte en nervio óptico, cu- yas fibras permanecen sin
mielina hasta aproximada- mente 7 meses después del nacimiento, cuando termi- na su
mielinización, la cual sigue un sentido centrípeto y se detiene en la papila o
cabeza del nervio.
En la octava semana completan su aparición las estructuras externas del ojo:
músculos rectos, y el nervio oftálmico desde el ganglio de Gasser, que recoge la
información propioceptiva y exteroceptiva de la órbi- ta, el párpado superior y
zonas aledañas, aunque des- de la quinta y sexta semanas, ya se inicia la formación
de los nervios craneales: motor ocular común (III ner- vio craneal), patético o
troclear (IV nervio craneal) y motor ocular externo (VI nervio craneal).
Los núcleos de origen de estos nervios proceden de la columna neuronal de las
placas basales del tubo neural (relacionadas funcionalmente con la eferencia
24 Oftalmología pediátrica
somática general), de las neurómeras del mesocéfalo posterior, los nervios III y IV
y del metencéfalo el VI nervio craneal.
Las fibras parasimpáticas que acompañan al III nervio craneal se originan de la
columna de la eferencia visceral general, localizada también en el mesocéfalo
posterior (núcleo de Edinger-Westphal).
Los músculos extraoculares derivan de las
somíteras. Las somitómeras 1 y 2 dan origen a los músculos rectos, que son
inervados por el motor ocu- lar común, III par de nervios craneales. El músculo
elevador del párpado se conforma por delaminación del músculo recto superior.
La tercera somitómera origina el músculo oblicuo
mayor o patético, al que inerva el IV nervio craneal.
La quinta somitómera da origen al músculo recto externo, inervado por el VI nervio
craneal.
Desde la quinta y sexta semana las células epiteliales del ectodermo superficial,
para algunos au- tores bajo la inducción de las cúpulas ópticas, comien- zan a
alargarse y forman la placoda del cristalino. Las células de la placoda profundizan
hacia la cúpula ópti- ca para originar la fosita cristalina.
Entre la séptima y la octava semana, la fosita cris- talina constituye la vesícula
hueca del cristalino, que dejará de estar en contacto con el ectodermo superfi-
cial, mientras las células de las paredes de la cúpula óptica, en su borde
anterior, se desarrollan y cubren parcialmente por delante a la vesícula
cristalina.
Como se trata de procesos en evidente progre- sión, desde la décima hasta la
duodécima semana, se hacen evidentes en las estructuras del ojo los cambios que se
relacionan a continuación.
Las células de la pared posterior de la vesícula cristalina originan las fibras
lenticulares primarias. Largas, finas, de orientación hacia el polo anterior en su
crecimiento, obliteran completamente la luz de la vesícula que adquiere un aspecto
redondeado. Tales fibras al madurar sufren la degradación de sus nú- cleos y
organelos.
Las células de la parte anterior de la vesícula cris- talina permanecen como una
única capa celular de aspecto cuboideo, es el epitelio del cristalino. Aquellas
células situadas próximas al borde del cristalino, de localización intermedia entre
los polos de la lente (ecua- dor del cristalino), se alargan, pierden también sus
nú- cleos y organelos y se disponen periféricamente a las fibras lenticulares
primarias. Son las fibras lenticulares
secundarias las que constituyen el núcleo fetal del cris- talino. La cara anterior
de cada una de estas fibras en desarrollo se extiende hacia delante, por debajo del
epitelio del cristalino, en dirección al polo anterior. La cara posterior de cada
fibra lo hace a lo largo de la cápsula en dirección al polo posterior. A medida que
las fibras se expanden en ambos sentidos, sus termi- naciones se reúnen e
interdigitan en la cara opuesta de su lugar de inicio y originan un patrón de
asociación celular denominado sutura, que se encuentran dispues- tas en ángulos de
120º. En la cara anterior se disponen en forma de Y, y en la posterior configuran
otra Y, pero invertida. Hacia la decimocuarta semana de ges- tación, este proceso
se ha completado. Como se aña- den nuevas fibras con la edad, la estructura se hace
más compleja. En el ojo adulto se observan más de una docena de tales
ramificaciones de suturas.
Simultáneamente a la formación de la vesícula del
cristalino, el mesénquima que envuelve e invade el in- terior de la cúpula segrega
una matriz gelatinosa que origina el cuerpo vítreo. Aparece un esbozo de la cá-
mara anterior del ojo a partir de un espacio en forma de hendidura en el
mesénquima, que ocupa el interior de la cúpula óptica. En la hendidura se definen 2
ca- pas, una que constituye su pared anterior o superficial, que se continúa con la
esclera, y la otra posterior o profunda con la coroides. La pared interna de la cá-
mara anterior da lugar a la membrana pupilar. Su pa- red posterior se extiende
directamente sobre el crista- lino; las capas profundas de esta pared posterior, al
romperse, forman un nuevo espacio, la cámara poste- rior entre el iris incipiente y
el cristalino.
Cuando desaparece la membrana pupilar y se for- ma la pupila, ambas cámaras se
comunican entre sí, lo que permite la salida del humor acuoso que se produ- ce en
los procesos ciliares de la cámara posterior a la cámara anterior del ojo y de ahí
al sistema venoso, a través de un seno venoso escleral circunferencial, seno de
Schlemm.
El mesénquima que invade el interior de la cúpula óptica por la fisura coroidea
constituye una especie de bolsa o cápsula al cristalino. A su alrededor la coroides
se modifica para formar el núcleo de los procesos ciliares, constituido
fundamentalmente por capilares rodeados de tejido conectivo que lo fijan a la pared
interna de la cúpula óptica.
La red vascular adquiere una porción muscular lisa conocida como el músculo ciliar.
Todo el conjunto
Capítulo 3. Ontogenia del órgano de la visión 25
B
Fig. 3.5 A. Fusión de los párpados; B. Posterior despegue de los párpados. Cortesía
de Francisco Loayza.
El hueso maxilar superior (de origen membranoso) se hace evidente desde la sexta
se- mana de gestación. Los huesos frontal, malar y pa- latino (de origen
intramembranoso) a partir de la séptima semana.
El desarrollo del esfenoides es más complejo, su origen es tanto endocondral como
membranoso. La formación de las alas menores y mayores se ex- tiende desde la
séptima hasta la oncena semana, para posteriormente establecer contacto con el hue-
so frontal.
La osificación de las paredes orbitarias es com- pleta en el recién nacido, excepto
en el vértice orbitario.
Capítulo 3. Ontogenia del órgano de la visión 27
El desarrollo del embrión se debe seguir con ul- trasonido desde la semana 12 del
embarazo para des- cartar anomalías congénitas incompatibles con la vida, sobre
todo en madres con riesgo y con estudios pre- natales hematológicos, bioquímicos,
microbiológicos, entre otros que se consideren necesarios (Fig. 3.6).
En el acto del nacimiento el cráneo se deforma
para salir por el estrecho desfiladero del canal pélvico mediante el cabalgamiento
de los huesos de la bóve- da, lo que implica riesgos de traumas, sobre todo en la
extremidad cefálica (Fig. 3.7).
En los globos oculares es posible ver a simple vis- ta hemorragias subconjuntivales
que a veces también se producen en el interior del ojo. La tendencia es a la
reabsorción y solo se necesita de observación y se- guimiento en esos casos (Fig.
3.8).
Notas:
1 En los mamíferos existen 4 grupos de genes Pax bien definidos:
– Grupo 1 (Pax 1 y 9)
– Grupo 2 (Pax 2, 5 y 8)
– Grupo 3 (Pax 3 y 7)
– Grupo 4 (Pax 4 y 6)
2 Shh (sonic hedgehog) es un morfogen que se expresa durante las fases más
tempranas de la embriogénesisis. Producto de la notocorda, desarrolla una
importante función en la organogénesis del encéfalo, los pulmones, el páncreas y el
sistema gastrointestinal. Debe su nombre (erizo sonic en español) por la similitud
de la conformación proteica con las de un personaje del popular videojuego de sega
génesis. (Nota del autor.)
Capítulo 4
Las órbitas
Las órbitas son 2 cavidades óseas situadas a am- bos lados de la parte superior de
la cara; tienen la forma comparada a una pirámide de 4 lados, cuyos vértices se
sitúan profundamente hacia atrás en rela- ción de contigüidad con las estructuras
del sistema nervioso central, mediante orificios que las comuni- can. La base se
corresponde con la apertura anterior de la órbita en la cara, donde están los
órganos ocula- res accesorios y la porción anterior del globo ocular. Tienen una
capacidad de 25 a 30 mL cada una y con- tienen variedad de tejidos no linfáticos.
Leyenda:
1- Arteria oftálmica debajo del nervio
2- Arteria central de la retina
3- Arteria lagrimal
4- Arteria ciliar larga posterior
5- Arteria muscular
6- Arteria palpebral inferior
7- Nervio óptico intracanalicular
8- Nervio óptico intraorbitario
9- Cara inferior de la glándula lagrimal
10- Cara inferior del músculo oblicuo inferior
11- Venas vorticosas inferiores
12- Ganglio ciliar
13- Nervios ciliares cortos posteriores
14- Nervio frontal
15- Nervio lagrimal
16- Rama inferior del III nervio craneal
Fig. 4.4. Cara inferior del contenido orbitario del ojo derecho. Cortesía de
Francisco Loayza.
Capítulo 4. Anatomía funcional del órgano visual 33
llegan al seno cavernoso y se mantienen bien cercanos hasta entrar a la órbita por
la hendidura esfenoidal. El III y el IV nervio, junto a la primera división del V
ner- vio craneal o trigémino, van por la pared del seno ca- vernoso, mientras que
el VI nervio lo hace más pegado a la carótida interna, casi rodeándola.
La rama oftálmica del V, el III, el IV, el VI y las fibras oculosimpáticas dejan
el seno cavernoso y entran a la órbita por la fisura orbitaria superior. Las ramas
of- tálmicas del V nervio o trigémino y del nervio troclear o IV, se colocan en el
vértice, por encima del anillo tendinoso de Zinn, sin atravesarlo y entran a la
órbita.
El III nervio craneal penetra en esta última sepa- rado en sus ramas superior e
inferior. La superior inerva el elevador del párpado superior y el recto superior.
La división inferior inerva al resto de los músculos del III. Con la rama que va al
músculo oblicuo inferior viajan las fibras preganglionares parasimpáticas, pro-
cedentes del núcleo de Edinger Westphal, hacia el gan- glio parasimpático ciliar,
cuyos nervios llevan la inervación al constrictor del iris y cuerpo ciliar.
El ganglio ciliar está situado, entre el nervio óptico y el músculo recto lateral,
en la unión del tercio poste- rior y medio de la órbita. En él se lleva a cabo la
sinapsis de las fibras parasimpáticas provenientes del núcleo de Edinger Westphall.
Es un ganglio aplanado de no más de 5 o 6 mm; tiene una raíz corta gruesa motora:
la rama inferior del III nervio craneal; una raíz delga- da y larga que es el
nervio sensitivo nasociliar, rama de la primera división del V nervio craneal; y la
raíz simpática que inerva al músculo dilatador de la pupila. Las fibras sensitivas
de la división oftálmica del V y las fibras simpáticas posganglionares, llegan al
ganglio ciliar y lo atraviesan sin hacer sinapsis. La eferencia real del ganglio
ciliar son los nervios ciliares cortos que llevan las fibras posganglionares
colinérgicas, que viajan entre la esclera y la coroides para inervar a los músculos
ciliares y esfínter de la pupila.
Los nervios oculosimpáticos son fibras de tercer
orden del plexo simpático que se originan en las neuronas del ganglio cervical
superior, penetran al cráneo por el agujero rasgado anterior y junto a la carótida
interna acompañan hacia la órbita al músculo recto lateral; en- tran por el agujero
óptico y siguen hasta la raíz posterior del ganglio ciliar, al que atraviesan
también.
El nervio ciliar largo contiene las fibras simpáticas posganglionares para el
músculo dilatador de la pupi- la; acompaña a los nervios ciliares cortos e ingresa
por el polo posterior atravesando la esclera en hora 3 y 9, para alcanzar el iris y
el músculo dilatador de la
pupila. Ramas simpáticas inervan también al músculo de Muller en los párpados.
Fig. 4.8. Cono muscular del ojo derecho, vista de frente del tendón de Zinn.
Leyenda:
1- Músculo oblicuo superior mayor, porción muscular (IV)
2- Músculo recto interno o media (III)
3- Músculo recto inferior con su arteria muscular (III)
4- Músculo recto lateral con su arteria muscular (VI)
5- Músculo recto superior (III)
6- Nervio óptico con su meninge
Los movimientos en torno del centro de rotación del ojo pueden ser analizados en
función de un sistema de coordenadas fijo en la órbita y representado por 3 ejes
perpendiculares entre sí, llamados ejes de Fick: un eje vertical (z), un eje
frontal (x) y un eje sagital (y). Los ejes (z) y (x) determinan un plano frontal
llamado plano de Listing que coincide con el plano ecuatorial del globo y el eje
(y) coincide con el eje visual cuando el ojo está en posición primaria de mirada
(PPM).
Los músculos extrínsecos tienen también accio-
nes secundarias y hasta terciarias, sobre todo los mús- culos de acciones
verticales. Se dice que los ojos es- tán en PPM cuando con la cabeza erecta los
ojos fijan un punto situado en el infinito en la línea de intersec- ción del plano
sagital del cráneo con el plano horizon- tal; es decir, en el plano que pasa por
los 2 centros de rotación y los meridianos verticales de las córneas están
paralelos entre sí, . Estos músculos se mueven a tra- vés de un centro de rotación
teórico que está en el centro del ojo, donde coinciden los 3 ejes de giro ocu- lar
o ejes de Fick (Fig. 4.9).
Fig. 4.9. Ejes de Ficks y plano ecuatorial de Listing que pasan a través del centro
de rotación.
Fig. 4.10. Áreas corticales que participan en los movimientos oculares sacádicos.
Aparato lagrimal:
– Porción secretora. Glándulas lagrimales: orbitaria y palpebral.
– Porción excretora. Lago lagrimal. Vías lagrimales: puntos lagrimales. Canalículos
lagrimales. Saco lagrimal. Conducto nasolagrimal.
Órganos protectores
Supercilios o cejas. Son 2 formaciones pilosas arqueadas, situadas en las regiones
superciliares, que protegen al ojo del polvo y sudor de la frente.
Párpados. Son 2 pliegues movibles: superior e in- ferior. En cada párpado se
destacan 2 caras (anterior y posterior) y un borde libre que tiene 2 limbos o
labios (anterior y posterior). Cerca del limbo anterior se en- cuentran los cilios
o pestañas, unas 70 en cada párpa- do, y desembocan las glándulas sebáceas (de
Zeiss) y sudoríparas o ciliares (de Moll). En el limbo posterior desembocan las
glándulas tarsales de tipo sebácea (de Meibomio). En la estructura del párpado se
distinguen
4 capas:
– La piel que cubre su cara anterior.
– Fibras musculares estriadas, que son la parte palpebral del músculo orbicular de
los párpados, inervado por el nervio facial. Este es un músculo plano, formado por
haces concéntricos de fuera a adentro. Tiene una porción preorbitaria que inter-
viene fundamentalmente en el cierre forzado de los párpados, una porción preseptal
y una pretarsal para el parpadeo habitual.
– Tejido conectivo fibroso que se hace más denso
hacia el borde libre donde forma el tarso palpebral que le proporciona al párpado
su forma y sostén; contiene las glándulas tarsales (Meibomio).
– La conjuntiva, que lo tapiza por dentro.
En su porción más superior el párpado es más grue- so y está formado por la piel,
el músculo orbicular, el septo, la aponeurosis del elevador del párpado superior,
el músculo de Muller y la conjuntiva o túnica palpebral conjuntival que tiene unos
10 mm de altura. El músculo tarsal de Muller es de fibras lisas, con 6 mm de
altura; se origina en la cara inferior de la aponeurosis del mús- culo elevador y
se inserta en el borde del tarso. Está inervado por fibras simpáticas.
La aponeurosis del elevador del párpado superior
tiene la forma de un trapecio con 12 mm de altura y se inserta en la cara anterior
del tarso superior. Ambos elevadores del párpado superior los controla el núcleo
impar CCN, que es del grupo de los núcleos oculomo- tores del III nervio craneal.
40 Oftalmología pediátrica
Aparato lagrimal
Porción secretora. Está formada por la glándula lagrimal de tipo tubuloalveolar
serosa, con 2 porciones situadas en la región anterolateral de la pared superior o
techo de órbita que producen las lágrimas y las vier- ten en la conjuntiva:
– Glándula lagrimal principal. Porción orbitaria y por- ción palpebral.
– Glándulas lagrimales accesorias (de Krause y
Wolfring).
Globos oculares
Los globos oculares están situados en las partes anteriores de las órbitas y cada
uno tiene la forma de una esfera. En ellos se describen 2 polos: el anterior, que
es más abombado por la curvatura aumentada de la córnea, y el posterior, perforado
por múltiples agujeritos en una zona de esclera redondeada, de unos
2 mm de diámetro, por donde salen los axones de las
células ganglionares que constituyen el nervio óptico. Entre las variaciones
morfofuncionales del globo ocu- lar en las primeras etapas de la vida posnatal se
desta- ca lo siguiente: el tamaño del globo en el recién nacido es más pequeño que
en el adulto; representa aproxi- madamente las 3 cuartas partes. Su crecimiento es
muy intenso durante el primer año y continúa crecien-
do con cierta rapidez hasta el tercer año; a partir de esta edad hasta la pubertad
es más lento y con poste- rioridad su crecimiento es poco significativo. El diá-
metro del globo ocular al nacer es de aproximadamente
16,9 mm; en el primer año de 19,1 mm; a los 6 años de
20,5 mm y en el adulto de 24,5 mm.
El ritmo de crecimiento de las distintas partes del globo ocular es diferente. En
el recién nacido las es- tructuras anteriores son relativamente mayores que las
posteriores pero en los primeros años de la vida crecen menos y los ojos adquieren
una forma más esférica. El globo ocular puede variar de situación en la órbita
según se encuentre en posición de reposo y no exista influencia nerviosa sobre los
músculos que lo mueven; esa es la posición de anestesia profunda y el coma. En la
posición de reposo fisiológico, como en el sueño, los globos oculares están en
divergencia. La posición libre de fusión es la que se manifiesta cuando se suprime
la visión binocular y la posición que adop- tan los globos oculares cuando fijan un
objeto y miran en diferentes posiciones.
El globo ocular está compuesto por capas o es- tructuras que forman su continente y
lo que yace en su interior, que es su contenido. El continente está formado por 3
capas o túnicas superpuestas: la ex- terna o fibrosa (córnea-esclera), la media o
vasculosa (úvea) y la interna, nerviosa o sensorial llamada reti- na. Esas túnicas
o capas rodean a un contenido com- puesto por el humor acuoso, la lente o
cristalino y el cuerpo vítreo, los cuales son llamados medios trans- parentes y
refringentes, pues de conjunto con la cór- nea dejan pasar la luz y modifican su
trayectoria para dirigirla hacia las capas más externas de la retina don- de están
los segmentos externos de los fotorrecep- tores interdigitados con el epitelio
pigmentario (Fig. 4.11).
Fig. 4.12. Corte sagital del globo ocular después de eliminar la retina. Cortesía
de Francisco Loayza.
Leyenda:
1- Tarso: glándulas de Meibomio
2- Conjuntiva tarsal
3- Córnea
4- Cara posterior del iris
5- Pars plicata, procesos ciliares
6- Pars plana
7- Ora serrata
8- Cara interna de la coroides, coriocapilar
Túnica media o vasculosa (úvea). Es una es- tructura blanda, esponjosa y de color
oscuro como la uva negra, por su pigmentación y vascularización, cuya función
fundamental es garantizar la nutrición y oscu- ridad interna del ojo. En esta
túnica se describen 3 porciones, en extensión:
– Iris.
– Cuerpo ciliar.
– Coroides.
El color del iris determina el color del ojo que ca- racteriza a los distintos
individuos y que varía en de- pendencia de la cantidad de pigmentos que contenga,
de manera que si es abundante adquiere tonalidades oscuras (pardos y negros) y si
es escaso, tonalidades claras. El iris, al nacimiento, es de color azuloso o gri-
sáceo por la escasez de pigmentos y según estos aumentan en los primeros meses y
años, el iris experi- menta cambios progresivos en su coloración.
La pupila en el recién nacido es pequeña y está situada algo por debajo y medial al
centro de la córnea.
El cuerpo ciliar es la parte intermedia y engrosada de la túnica vasculosa que se
dispone en forma circular, como un anillo, por delante del resto de la coroides y
por detrás y por fuera del iris. Se conecta a la periferia de la lente o cristalino
mediante el ligamento suspensorio o zónula de Zinn, al que sostiene y permite
llevar a cabo la acomodación. En su espesor se distinguen 2 estruc- turas
distintas, los músculos y procesos ciliares.
Los músculos ciliares están constituidos por fi- bras musculares lisas localizadas
externamente y dispuestas en distintas posiciones, circulares unos haces,
longitudinales otros. Su contracción actúa aflo- jando la tensión sobre los
ligamentos que sostienen al cristalino en su posición y mantiene su forma, que en
este caso al contraerse el músculo ciliar, aumenta su curvatura y llevan a cabo la
acomodación para la visión cercana.
44 Oftalmología pediátrica
El disco del nervio óptico o papila está situado a unos 3 mm de la mácula y nasal a
ella. Tiene 1,5 mm de diámetro, es de forma redonda o a veces ligera- mente
ovalada, con el mayor diámetro vertical; de bordes precisos y color rosa más claro
que el resto de la retina. No hay en ella conos ni bastones para captar la imagen
visual, por lo que es conocida como punto ciego. En su centro se puede observar la
excavación que dejan los axones de las células ganglionares al entrar y atravesar
las laminillas cribosas de la esclera. En dependencia del tamaño de esta área de
perfora- ciones esclerales y el tamaño del globo ocular, la ex- cavación
fisiológica es de mayor o menor tamaño (Fig. 4.14).
Los vasos que nutren a la retina, arteria y vena central penetran 1 cm por detrás
de la papila y se ra- mifican en la superficie de las capas de fibras ganglionares,
según avanzan o regresan de la retina, con una distribución exacta en 4 cuadrantes
a irrigar (Fig. 4.15). Estos vasos que se distribuyen por su su- perficie la
perforan en ángulo de 90° y penetran en el espesor de la retina, para irrigar a
capas más profun- das, internas y medias, excepto en el área de la fóvea, dejando
una zona avascular de 400 µ llamada zona foveal avascular (FAZ). En el 20 % de los
casos una arteria ciliorretinal se ve surgir del borde de la papila para nutrir
parte del haz papilomacular. Los vasos retinales son los responsables para el
mantenimiento de la barrera hematorretinal, garantizado por las fuer- tes uniones
entre las células endoteliales de los vasos, los cuales, en la retina, no tienen
lámina elástica inter- na ni músculo liso.
Las capas externas de la retina reciben su nutri- ción de la red coriocapilar de la
úvea, a través del epitelio pigmentario, donde se interdigita el segmento externo
de los fotorreceptores para llevar a cabo el intercambio metabólico con los
elementos que deja pasar la coriocapilar.
Las venas de drenaje de la retina no se unen a la de la coroides, lo que es
importante para reconocer diferentes entidades como trombosis de la vena cen- tral
de la retina, meningiomas de las vainas del nervio óptico y otras noxas que pueden
causar comunicación entre las venas de drenaje en la papila y la circulación
coroidea.
Las fibras que forman el nervio óptico tienen una distribución retinotópica exacta
(Fig. 4.16).
Las que vienen de la zona foveal y sobre todo las nasales de ese haz papilomacular,
lo hacen directa- mente y ocupan la zona del borde temporal de la papila. Las que
vienen de las retinas temporales, superior e inferior, lo hacen en forma de arco y
forman los polos superior e inferior de la papila; esas fibras son mucho más
gruesas que las del haz papilomacular. El resto de las fibras nasales, incluyendo
las más periféricas, en- tran directamente al lado nasal de la papila y allí ocu-
pan el área restante del disco óptico (Fig. 4.17).
Las superiores penetran en 2 haces, lo que se ha demostrado por la doble giba del
grosor de las fibras nerviosas representada en el tomógrafo óptico cohe- rente
(OCT) y en los estudios de capas de fibras con lentes de polo posterior con lámpara
FF 450 (Figs. 4.18 y 4.19).
Fig. 4.14. Corte de mácula y papila. A la izquierda foto del fondo de ojo derecho
en el haz papilomacular, línea verde. En negro, a la derecha, capas de la retina en
esa misma zona (línea verde), visibles con el tomógrafo Spectralis.
46 Oftalmología pediátrica
Estos estratos forman una red de células nervio- sas que se unen entre sí, en
sentido vertical, para trasmi- tir información a los centros superiores corticales
y en sentido horizontal, mediante la acción de las células horizontales y
amacrinas, principalmente, para comen- zar a procesar la información que se genera
en los fotorreceptores (Fig. 4.21).
La glía principal es la célula de Muller que tiene su
núcleo en la capa nuclear interna de la retina y cuyas expansiones forman la
membrana limitante externa, entre el segmento externo e interno de los
fotorreceptores, la membrana limitante interna, entre las capas de fibras
ganglionares y el vítreo y la discutida limitante media en el límite del alcance de
la vascularización de los vasos retinales más profundos. Las células de Muller,
junto con los astrocitos y la microglia, proveen de estructura y nutrición a la
retina.
Capítulo 4. Anatomía funcional del órgano visual 47
Fig. 4.18. Doble giba en OCT de las fibras que entran por el polo superior de la
papila.
Fig. 4.19. Doble giba de fibras que entran por el polo superior de la papila,
vistas en lámpara de hendidura FF 450. A. Color; B. Con luz aneritra y C.
Procesamiento de contraste con el filtro de luz aneritra.
Los fotorreceptores, conos y bastones, son célu- las ciliadas muy especializadas
que se encuentran dis- tribuidas en la retina de forma irregular. Los conos son los
menos numerosos y la mayoría están concen- trados en la mácula. Ellos se encargan
de la visión central, diurna y de la captación de los colores, para lo cual
necesitan de buena intensidad luminosa. Su nú- mero es apenas de 7 millones en toda
la retina y se distribuyen de forma irregular.
En la foveola (centro de la mácula) solo existen
conos pero en la parte externa de ella o fóvea, se ob- servan algunos bastones que
aumentan en número y su concentración se hace máxima a los 15° del centro, para
luego decrecer un poco hacia la periferia. Los bas- tones llegan a alcanzar los 120
millones; se encargan de percibir pequeños cambios de iluminación y trabajan
óptimamente en ambientes muy poco iluminados. Los bastones son los receptores
encargados de la visión de la periferia media y extrema del campo visual (Fig.
4.22).
Los conos y bastones establecen una conexión
sináptica vertical con las células bipolares y estas con las ganglionares, cuyos
axones constituyen el nervio óptico. Además se conectan entre sí y a través de las
células horizontales.
Capítulo 4. Anatomía funcional del órgano visual 49
Fig. 4.23. Primer nivel de señales en la vía visual. Tiene en cuenta la cantidad de
luz captada por cada punto de la retina. El receptor convierte la luz en señales
eléctricas mediante la hiperpolarización del fotorreceptor en la luz;
fototransducción. EP epitelio pigmentario, CM capas medias, F fotorreceptores, CI
capas internas.
50 Oftalmología pediátrica
La capa donde están los núcleos de las células bipolares constituye la capa
granulosa interna y el área de conexión con las células ganglionares, la plexiforme
interna.
Las informaciones de bastones y de algunos co-
nos más periféricos se trasmiten siempre de forma convergente. En muchas ocasiones
esta información convergente que traen las bipolares pasa por células amacrinas
para ser procesada antes de llegar a la cé- lula ganglionar correspondiente. Las
bipolares trasmi- ten el impulso a las células ganglionares en la capa plexiforme
interna, en lo que es llamado el segundo nivel de señales de la vía visual (Fig.
4.24).
En la capa de células ganglionares se sitúan estas
células a distintos niveles, según su función específi- ca, de quién recogen
información y qué modalidad de las propiedades de la imagen trasmiten, ya que esta
viene descompuesta según sus propiedades. Esa in- formación se trasmite por
diferentes canales vertica- les que actúan en paralelo, como por ejemplo, canales
de colores, contraste y fundamentalmente, los que tras- miten forma y el movimiento
detectado.
Las ganglionares trasmiten el impulso hasta el cuer-
po geniculado, donde hacen nueva sinapsis punto a punto con la tercera neurona de
la vía visual, mediante el primer potencial de acción que se inicia en la retina,
pues el resto de los cambios de polaridad que se gene- ra previamente son de tipo
local.
Las células ganglionares tienen campos recepti-
vos redondos, con antagonismo centro-contorno, que reúnen la información que captan
los fotorreceptores que son estimulados por la luz; esta información pasa a través
de las células bipolares o las amacrinas. Esto aumenta la habilidad para detectar
contrastes débiles y rápidos, además de cambios en la imagen visual.
Las células ganglionares se organizan en diferentes
vías paralelas pero una de las formas de organización más importante está reunida
en los grandes canales de tipo P o parvicelular, que constituye el 80 % de las fi-
bras del nervio óptico y las de tipo M o magnocelular, que constituyen el 10 %. Las
ganglionares P son las que llevan independientemente y en paralelo la forma, el
color y el movimiento; las ganglionares M llevan la información de la orientación.
Los axones de las células ganglionares que for- man las capas de fibras nerviosas
de la retina, se angulan en 90° y las maculares se superponen a las que vienen de
la periferia, que quedan por ello más profundas en la retina peripapilar. Entre
estas capas de fibras yace la limitante interna, expansión de las células de
Muller, que separa a las fibras ganglionares de la membrana hialoidea del vítreo y
las empaqueta en grupos de haces de fibras que unidos van de forma ordenada, según
el área de retina de dónde proven- gan, a formar el nervio óptico (Fig. 4.25).
Cuando la mielinización de las fibras del nervio óptico no se detiene en el disco y
continúa por la retina, esas áreas pierden su transparencia (Fig. 4.26).
Las fibras, en busca de la salida del globo ocular, al llegar a la papila, cambian
su angulación en casi 90° y forman el nervio óptico; las más centrales o maculares
entran a la papila por el borde temporal como haz papilomacular y pocos milímetros
detrás se sitúan en posición central en el nervio óptico, mientras que las nasales,
que entran por el borde nasal de la papila, quedan situadas en el nervio como
nasales y las tem- porales, que entran por los polos, quedan en el nervio y ocupan
las porciones temporales de este.
Fig. 4.24. Segundo nivel de señales en la vía visual. Las señales eléctricas son
transformadas en un código que proporciona información acerca de las diferencias en
intensidades de luz entre cada punto que lo rodea y el área de la escena de forma
comparativa. CM capas medias, F fotorreceptores, CI capas internas.
Capítulo 4. Anatomía funcional del órgano visual 51
Fig. 4.26. Fibras mielinizadas en las que se demuestra su forma ar- queada
característica.
Vías ópticas
Las vías ópticas constan de los nervios ópticos, en los que se nombran 4 porciones
o regiones: N1, N2, N3 y N4; el quiasma óptico, donde se entrecruzan las fibras
provenientes de la retina nasal; las cintillas ópti- cas, los cuerpos geniculados
laterales, las radiaciones ópticas y los centros nerviosos superiores en la corte-
za cerebral, entre las principales de ellas, las áreas V1 a V5. El daño de las vías
visuales en gran parte de este recorrido se puede evidenciar mediante el estu-
dio del campo visual, cuyas áreas de no visión ayudan a localizar la lesión que lo
provoca. Las vías ópticas se relacionan además con el pretectum, los colículos su-
periores, los núcleos ópticos accesorios y supraquiasmáticos del hipotálamo.
Nervio óptico. Es más un tracto cerebral que un nervio craneal, como la sustancia
blanca, dado que deriva de la pared diencefálica, la cual en etapa embrionaria se
desplaza hacia la periferia y queda si- tuada en las órbitas. Está revestido por
las meninges, por sus espacios intravaginales circula líquido cefalorraquídeo, está
mielinizado por oligodendrocitos desde su porción retrobulbar y mantenido por los
astrocitos, como sucede con otras partes del encéfa- lo. Además, en la retina se
procesa información que el nervio óptico trasmite y trae de regreso a ella órdenes
descendentes desde los centros corticales, vía cuerpo geniculado.
El nervio óptico, que tiene cerca de un millón dos- cientas mil fibras, posee un
cuerpo celular 100 veces más pequeño que su axón, lo que constituye un reto
metabólico, ya que el relativamente pequeño soma celular debe garantizar el
funcionamiento de la maqui- naria metabólica mediante un adecuado flujo axonal,
anterógrado y retrógrado, a tan larga distancia.
El transporte anterógrado ocurre a 2 velocidades diferentes, rápida y lenta, y es
dependiente del citoesqueleto del axón. Incluye además el transporte de
estructuras, proteínas y trasmisores que viajan en vesículas a una velocidad de 400
mm por día. Los ele- mentos del citoesqueleto lo hacen de 1 y hasta 4 mm por día.
El transporte retrógrado de vesículas y lisosomas que vuelven al soma celular a
resintetizarse viaja a 200 mm por día. Todo ese proceso del traspor- te depende de
oxígeno y energía, ATP, que es suminis- trado por las mitocondrias que también se
mueven del soma al axón, en viaje de ida y vuelta (Fig. 4.27).
Si este movimiento se detiene o enlentece por falta de estos elementos, así como
por compresiones o isquemias, lleva a la disfunción del nervio óptico (Fig. 4.28).
Las prolongaciones axónicas de las células ganglionares de la retina, al salir por
la perforación de las láminas cribosas, forman el nervio óptico en su pri- mera
porción, N1 o papila. Allí se nutren en su lado más cercano al vítreo por ramitas
de la arteria central de la retina que yacen sobre la papila; en la porción laminar
se nutre por arterias del anillo vascular que rodea al nervio óptico y los vasos
coroideos cercanos a la papila.
Capítulo 4. Anatomía funcional del órgano visual 53
Fig. 4.27. Flujo axoplásmico. CG célula ganglionar, FA flujo axoplásmico
anterógrado, LC lámina cribosa, FR flujo axoplásmico retrógrado.
Es en esa zona donde existe un área de conflicto para los axones que pasan por esas
perforaciones de tejido colágeno poco distensibles donde las fibras es- tán
soportadas metabólicamente o nutridas por los astrocitos, cuyos procesos están en
íntimo contacto con los axones, antes que atraviesen la lámina cribosa pero serán
los oligodendrocitos quienes lo hagan al pasar la papila.
Las perforaciones de la lámina cribosa no están di- rectamente alineadas y son de
diferente diámetro, sus paredes de tejido conectivo son poco elásticas y los huecos
de la lámina cribosa en los polos de la papila son de mayor diámetro y por lo
tanto, de menor soporte estructural para las fibras que por ellos penetran. Por
consiguiente, el soporte estructural a los axones varía, lo que puede contribuir a
hacerlos más sensibles frente al aumento de la presión intraocular. La poca capaci-
dad de las paredes de los agujeros, para ceder frente a la presión que provoca un
axón sin mielina y distendido, hace que sea ese, entre otros, un punto crucial para
que se produzca grave daño al nervio al ser comprimido el axón contra las paredes
del agujero rígido.
Por otra parte, el tamaño de las mitocondrias en el haz papilomacular es casi el de
la estrecha luz de sus axones más finos, por lo que deben pa- sar de una en una por
la luz de esas fibras, lo que hace más compleja la situación de los haces de
fibras. Esto impide que las mitocondrias puedan pasar y qued en acumuladas en
la porción prelaminar, lo que hace que se detenga o enlentezca el flujo
axoplásmico e impide que se produzca el movimiento de mitocondrias, organelos y
otras es- tructuras y sustancias que mantienen el correcto metabolismo y
funcionamiento del axón en su mo- vimiento de sustancias, en el flujo axoplásmico
constante que va del cuerpo celular a la terminal axónica y de regreso.
Después de haber pasado la lámina cribosa y el rígido collarín que hace el espolón
escleral sobre los bordes de N1, los axones dejan de estar tan ajustados, se
mielinizan y quedan contenidos en el líquido cefalorraquídeo que circula por sus
vainas. Si aumenta la presión de este líquido puede comprimir a los axones pero ya
están mielinizados y el daño es menor.
Otro problema de esa zona de conflicto es la vascularización. Las capas más
superficiales de la papila están irrigadas por una red capilar provenien- te de la
arteria central de la retina. Poco más atrás son los vasos de la lámina coroidal y
sobre todo las arterias ciliares cortas posteriores, que se angulan en casi 90°
para llevar la nutrición a esa zona de vasos que no tiene autorregulación. El
suministro sanguíneo más importante de esa área se produce mediante las arterias
que rodean al nervio óptico y forman el anillo de Zinn y Haller. Esos vasos
angulados penetran para irrigar por sectores la por- ción laminar y retrolaminar de
N1, que nutren áreas variables y segmentarias sin anastomosis o superpo- sición de
la vascularización hacia áreas vecinas, lo que explica el edema y la atrofia
sectorial de la papila en casos de neuropatía isquémica.
En la porción N2 las fibras ya tienen mielina y están rodeadas de las membranas
piamadre, aracnoides y duramadre, que se continúan con las que envuelven el
cerebro, rellenas por líquido cefalorraquídeo y tabicadas por puentes de tejido
entre estas meninges. La vena central del nervio óptico transcurre un tramo dentro
de ese líquido antes de salir a la órbita y está sometida por tanto a los cambios
de presión del mismo, al igual que las fibras del nervio.
54 Oftalmología pediátrica
Los axones que salen del ojo y ya están mielinizados por los oligodendrocitos
(porción N2) son irrigados, en su porción axial y más anterior, por ramitas de la
arteria central de la retina y ramitas recurrentes de las arterias ciliares
posteriores; por fuera del nervio existe un plexo pial, superior e inferior,
provenientes de la arteria oftál- mica, que penetran al interior del nervio junto
con la tabicación que le hace el tejido conectivo colágeno al nervio óptico, el
cual mediante septos divide los grupos de fibras en haces. También se recibe
irrigación en la porción posterior de N2 por circulación colateral, a tra- vés de
ramas de la carótida externa, como la meníngea media, la temporal superficial y la
facial transversa.
Las fibras que vienen del haz papilomacular, en sus
5° centrales de visión, ocupan la porción central del nervio y representan un
tercio del espesor total del mismo. Las nasales ocupan la parte interna y las
temporales la ex- terna, con las superiores encima de las inferiores y siem- pre
las fibras más periféricas de la retina en el área más periférica del nervio. Sus
axones se internan en la órbi- ta y atraviesan el canal óptico (porción N3) para
pene- trar en la fosa craneal media (porción N4).
La porción N3 es un área también de posible conflic- to debido al estuche óseo
rígido entre el cual se encuen- tra la arteria oftálmica y el nervio óptico, sobre
todo fren- te a un traumatismo. La duramadre se une allí al periostio del agujero
óptico, que está en relación casi directa, en su porción medial, con la pared
lateral del seno esfenoidal y encima de su techo con el lóbulo frontal.
Los nervios ópticos en el canal van en dirección con- vergente y en esa zona son
irrigados por el plexo pial que casi siempre proviene de la arteria carótida
interna.
Pasado el agujero óptico y unos milímetros dentro del cráneo, se reúnen los axones
de las fibras mediales, que traen información de las retinas nasales de ambos ojos,
para cruzarse constituyendo el quiasma óptico (Fig. 4.29).
Leyenda:
1- Arteria carótida interna, porción cerebral
2- Arteria cerebral media
3- Arteria comunicante posterior
4- Arteria cerebral posterior
5- Arteria coroidea anterior
6- Bifurcación de la arteria basilar
7- III nervio craneal
8- Cintillas ópticas
Fig. 4.30. Quiasma óptico y cintillas. Relación con vasos. Cortesía de Francisco
Loayza.
Las columnas verticales que responden a bordes con determinada orientación espacial
y ubicación en el campo visual, unen la información de varios cam- pos receptivos
verticales y la trasmiten a otras células que responden óptimamente a ejes y
movimientos per- pendiculares a su orientación.
En el medio de esas columnas se sitúan los cilin- dros corticales, que son áreas
específicas para recibir
Es en V1 donde la información se procesa por la localización y orientación de
bordes y ángulos, color, movimiento, disparidad binocular, entre otras (tercer
nivel del sistema de señales). Esto se efec- túa mediante una organización
jerárquica que va desde las células estrelladas de la capa 4 de V1 hasta las
células simples que integran campos re- ceptivos verticales y de ellas a las
células comple- jas e hipercomplejas que integran la imagen visual en varios
aspectos.
La vascularización del área estriada, en su mayor parte, está a cargo de la arteria
calcarina, rama de la cerebral posterior, con menor contribución de las arte- rias
temporal posterior y parietooccipital. En el polo occipital se anastomosan vasos de
la cerebral poste- rior con vasos provenientes de la arteria silviana
occipitotemporal, rama de la cerebral media, lo que explica la conservación de la
visión central en la hemianopsia doble por infarto de las arterias cerebra- les
posteriores.
De V1 parte la información a V2, área circundan- te y de ahí a otras áreas
occipitales contiguas y más lejanas en el encéfalo, donde existen mapas
retinotópicos pero para distintas modalidades de la in- formación.
En V2 (área 18 de Broadman) la información lle-
ga a 3 áreas: las bandas anchas, dedicadas al movi- miento y estereopsia; las
bandas finas, para el color; y bandas pálidas para las formas. De ahí se trasmite
información a V3 y V4 (área 19), ipso y contralateral.
Este procesamiento que se inicia en la retina es cada vez más complejo y se divide
en 2 corrientes principales: la del “¿qué?” con la forma y el color, en el área
occipitotemporal, la cual se sitúa específicamente en los giros fusiforme y lingual
y la corriente del “¿dónde?”, es decir, “¿qué vi?” y “¿dónde lo vi?”, que está más
hacia el área parietooccipital (Fig. 4.35).
la información sobre el color. Fig.
4.35. El encéfalo con las corrientes ¿qué? en rojo y ¿dónde? en verde.
58 Oftalmología pediátrica
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Capítulo 5
Examen oftalmológico
ROSARALIS SANTIESTEBAN FREIXAS Y LEGNA GARRIDO LÓPEZ
En el niño, el elemento que más datos aporta para el examen es la observación que
de él se haga, si se sabe qué habilidades debe tener para el tiempo de nacido.
La visión se desarrolla a partir del código genético de cada individuo, la
capacidad de las estructuras que en ese proceso intervienen y de los estímulos del
entor- no del niño. Varios días después del nacimiento el re- flejo de parpadeo a
la luz brillante está presente y a las
6 semanas ya existe interés por fijar imágenes, como sucede con la cara de la
madre, y se interesa en obje- tos grandes, luminosos o coloreados; más tarde es
capaz de seguirlos con la mirada. El desarrollo de la visión es acelerado en el
primer mes de vida y desde los 2 hasta los 4 años muchos niños alcanzan un grado de
visión similar a la del adulto.
Los movimientos rápidos en busca de un objetivo, sácadas, están bien desarrollados
a los 3 meses. Exis- te ya acomodación a los 4 meses y estereopsia entre 3 y 7
meses. A los 6 meses existe fijación con la fóvea y están desarrollados los
movimientos de persecución.
La falta de estas habilidades debe inducir a pen- sar en deficiencia visual, lo
cual se refuerza si se ob- serva estrabismo monocular, nistagmo u otra anorma-
lidad que impida que exista fijación con la fóvea. Se debe tener en cuenta que en
niños prematuros la vi- sión se demora más en desarrollar y que puede existir
cierto retardo en el desarrollo de la misma pero que también puede existir una
retinopatía de la
prematuridad, que es tratable, por lo que frente a la duda se debe remitir de
inmediato al oftalmólogo es- pecializado en retina.
El niño que coopera debe ser examinado de igual manera que el adulto, aunque
siempre manteniendo una comunicación especial y afectuosa para lograr que ayude al
examinador en todos los pasos del estudio. Por lo general es útil, para entrenarlo,
comenzar el examen midiendo la visión de la forma o agudeza vi- sual, aunque el
examen del niño debe iniciar desde que este entra a la consulta, se observa su
rostro, pose, desenvolvimiento y si le llaman la atención las perso- nas y los
objetos que están en el local.
El especialista debe procurar que el examen oftalmológico no sea demasiado
prolongado, para man- tener su cooperación y no incomodar al niño, pero que resulte
suficiente para detectar las alteraciones que permitan llegar al diagnóstico y ser
tratado correcta- mente. Para disminuir el tiempo y la tensión emocio- nal del niño
que acude al médico, este se puede dedi- car a hablar con los padres mientras al
niño se le deja jugar con algún objeto o juguete que se debe tener en la consulta y
llame su atención.
La anamnesis debe ser cuidadosa, es preciso inte- rrogar a la madre o al
acompañante sobre anteceden- tes familiares de enfermedades oculares y generales
con repercusión ocular, lo cual ayuda a conocer si el problema es congénito o
adquirido y si puede estar
60 Oftalmología pediátrica
relacionado o formar parte de una enfermedad deter- minada. Muchos datos útiles se
pueden obtener con un detallado interrogatorio sobre antecedentes del parto o de
enfermedades sistémicas sufridas por el niño y la madre, sobre todo en el embarazo;
antecedentes de traumas, medicaciones, desarrollo psicomotor, escolar y estabilidad
emocional.
Los padres o encargados de la crianza del niño pueden proporcionar datos de interés
derivados de la observación diaria, como el grado de deficiencia vi- sual;
movimientos oculares anormales, desviación de los ojos y la cabeza y en casos de
ciertos tipos de estrabismo, la intermitencia o no de la desviación o de un síntoma
o signo determinado.
El perfil temporal de la pérdida visual es impor-
tante para sospechar su causa. La pérdida de visión de forma aguda, subaguda o
lenta y progresiva indica la posible causa, aunque en el niño esto es con fre-
cuencia difícil de precisar.
Una vez realizado el interrogatorio, el médico debe
leerlo y comprobarlo antes de que el niño regrese o entre al consultorio para ganar
tiempo y dedicarlo al examen.
En casos de niños mayores se debe interrogar al propio menor y ganar su confianza.
En ocasiones pue- den revelar cosas que ni los padres conocen. Esta misma relación
que se establece al conversar con el niño facilita la realización del examen.
Los detalles de forma de aparición, localización,
intermitencia del síntoma, son importantes y pueden poner en manos del médico el
diagnóstico presuntivo, por lo que se debe insistir las veces que sea necesario en
estos aspectos. Son frecuentes las manifestacio- nes visuales descubiertas al azar
que pueden malinterpretarse como agudas o subagudas, cuando en realidad la causa
existía desde mucho antes y en ocasiones han estado presentes desde el nacimiento
sin haber sido notadas.
Antes y durante el examen se debe intentar jugar
con el niño y conversar con él, mientras se le observa y se lleva a cabo la
inspección. Se debe comenzar a valo- rar al paciente desde que entra a la consulta,
observar su motricidad y la forma en que se desplaza para eva- luar la calidad de
su visión u otra manifestación.
Mientras se conversa con él y se interroga, debe mirársele a la cara a la vez que
se le escucha, para conocer sobre la enfermedad y explorar el estado mental del
niño, la articulación de la palabra, la mímica facial y su relación con el medio,
espacio y tiempo. Observar su cara, la alineación y posición de los glo- bos
oculares, párpados y resto de los anexos.
Para realizar el examen debe dejársele escoger si quiere estar solo en la silla de
reconocimiento o en las piernas de su madre o acompañante. La parte del exa- men
que más molesta se debe dejar para el final.
Conjuntiva
El enrojecimiento de la conjuntiva es un signo que llama la atención rápidamente;
orienta casi siempre sobre inflamaciones que pueden ser purulentas o no. Si los
vasos que se ven ingurgitados son los de la con- juntiva del fondo de saco o los
bulbares, se piensa en inflamaciones propias de la conjuntiva, purulentas o no. Si
los vasos más ingurgitados son los que rodean al iris y la córnea, que son más
rectos, profundos y en forma de rayos en rueda de carreta, se dice que la inyección
de vasos es de tipo ciliar, lo que indica infla- mación de la úvea anterior o de la
córnea. En algunos casos de inflamaciones corneales, se pueden ver va- sos de
neoformación invadiéndola (Fig. 5.1).
En la hipertensión ocular aguda los vasos suelen ingurgitarse, así como en las
erosiones corneales y sobre todo en los procesos inflamatorios de la córnea. En
ocasiones se ven vasos aislados engrosados en conjuntiva, sin otra ingurgitación,
lo que orienta a mal- formaciones venosas u otros procesos como la orbitopatía
distiroidea, en la que se observa la dilata- ción sobre el área de inserción de los
músculos. Si se trata de un solo punto o área la que se ve roja por vasos
ingurgitados y levantada, se debe pensar en una epiescleritis. Si es una mancha
subconjuntival, se debe plantear una hemorragia de esa área (Fig. 5.2).
La conjuntiva se puede edematizar frente a deter- minadas noxas y hacer protrusión
por entre los párpa- dos (Fig. 5.3).
– En abducción, la hendidura palpebral se puede cerrar (50 %) y en la aducción el
párpado se puede elevar (15 %).
– Si en la depresión el párpado no se relaja y se queda retardado al mirar hacia
abajo, se debe pensar en enfermedad tiroidea, del cerebro me- dio o regeneración
aberrante del III nervio craneal.
Párpados
Mientras se conversa o juega con el niño se reali- za la inspecciónde los párpados.
La observación, tan- to de frente como desde arriba y por detrás, facilita la
detección de asimetrías, anomalías, proptosis, pulsa- ciones, entre otros signos.
Los párpados deben ser examinados buscando asimetrías en su forma y función,
teniendo en cuenta lo siguiente:
– En la mirada al frente el párpado superior debe cubrir algo de la córnea.
– La fisura palpebral, en el medio, debe medir de
9 a 12 mm.
– La distancia del pliegue del párpado superior a las pestañas es de 10 mm. En la
dehicencia del elevador del párpado superior se aumenta esa distancia.
desplazamiento superior del globo ocular. En pacientes con lesiones nucleares o por
debajo, los ojos no suben al cerrarlos y sí lo hacen cuando la lesión es
supranuclear, como en el Parinaud.
– Reflejo auriculooculogiro: las orejas se retraen y aplanan en los movimientos
laterales conju- gados, sobre todo en la oreja opuesta al movi- miento (no en todas
las personas). Se debe a la entrada de impulsos desde los músculos extraoculares al
complejo del facial.
Fig. 5.5. Ptosis palpebral bilateral que regresa con la prueba de tensilón y
tratamiento con neostigmina.
Órbitas
El examen del niño prosigue con las maniobras que apenas hacen contacto directo con
él, como la inspección externa en busca de desplazamientos del contenido orbitario,
examen de los anexos oculares restantes, el estudio del paralelismo de los ejes
visua- les y el estudio de los reflejos pupilares.
La exoftalmometría es un método que sirve para medir la localización del globo
ocular en relación con el reborde orbitario óseo lateral. La distancia de la córnea
al reborde orbitario tiene una variabilidad nor- mal de 12 a 20 mm; la diferencia
entre ambos ojos no debe ser mayor de 2 mm entre sí.
En el exoftalmos existe una distancia mayor al re- borde orbitario externo, que
puede ser unilateral o bi- lateral; esta protrusión anterior anormal del ojo se
debe a cualquier aumento significativo de masa intraorbitaria y a la disminución
del tamaño de la cavidad orbitaria. También puede ser medida la protrusión ocular,
mi- rando de lado, con una regla milimetrada colocada en el reborde orbitario
lateral, hasta donde la porción an- terior de la córnea tiene su asiento.
En el estudio de un posible exoftalmos se debe tener en cuenta: diferencias de más
de 2 mm entre la exoftalmometría de ambos ojos es sospechoso; 5 mm se considera
francamente anormal. ¿Es reductible el exoftalmos? ¿Es doloroso, tiene
ingurgitación de va- sos, sopla, pulsa, hay una masa palpable o existen cam- bios
periorbitarios? ¿Desplaza el ojo hacia delante de forma axial o hacia un lado? Las
respuestas a estas interrogantes junto al reconocimiento en el tiempo de evolución
y los signos acompañantes, pueden sugerir el sitio de la lesión y hasta su
naturaleza.
Vías lagrimales
En el niño son poco frecuentes los trastornos en la producción de lágrimas; para
medir este fenómeno se utiliza la prueba de la tirilla de Schirmer. También son
raras las lesiones sobre la glándula lagrimal, no así las obstrucciones de las vías
de drenaje de las lágrimas.
64 Oftalmología pediátrica
Solo después de examinar los anexos, reflejos pupilares, el paralelismo de los ejes
visuales y de valorar la protrusión de los globos oculares se debe hacer ins-
pección y palpación de los puntos lagrimales y del área donde se sitúa la glándula
y del saco lagrimal, en busca de aumento de volumen. En caso de existir aumento de
tamaño del saco, se oprime para observar si hay reflujo o secreción por los puntos
lagrimales. Otras pruebas con colorantes se pueden realizar si se sospecha
obstrucción de las vías lagrimales, como las de Jones, que se exponen en el
capítulo correspondiente a vías lagrimales (Fig. 5.7).
Fig. 5.7. Compresión del saco lagrimal en un ojo que fue teñido con fluoresceína.
Acciones musculares:
– Recto medio: aducción
– Recto lateral: abducción
– Recto superior: elevador, aductor, incicloductor
– Recto inferior: depresor, aductor, excicloductor
– Oblicuo superior: incicloductor, abductor, depresor
– Oblicuo inferior: excicloductor, abductor, elevador
Todos estos movimientos están regidos por leyes de la inervación que determinan la
relación entre los músculos de un mismo ojo y su congénere.
Leyes de inervación
Ley de inervación recíproca (Ley de Sherrington). Cuando un ojo realiza un
movimiento en determinada dirección, los agonistas se contraen y los antagonistas
se relajan.
Ley de la correspondencia motora (Ley de Hering). Los influjos nerviosos enviados
por los cen- tros oculogiros a los músculos oculares para la reali- zación de un
movimiento en una determinada direc- ción son simétricos para uno y otro ojo
(agonista y su yunta que es el que ejecuta la acción en el mismo sen- tido en el
otro ojo).
Ley de mando inervacional. La cantidad de es- tímulos que llegan a los músculos de
los 2 ojos depen- de de las necesidades del ojo fijador.
Tipos de movimientos
La exploración del movimiento que realizan los músculos de un solo ojo se conoce
como ducciones y como versiones a los movimientos conjugados de am- bos ojos.
Ducciones. Los movimientos monoculares del ojo en torno a sus 3 ejes son las
llamadas ducciones. Esos ejes de giro son: un eje vertical, sobre el cual al tirar
del ojo este se desplaza hacia fuera (abducción) o aden- tro (aducción); un eje
horizontal, sobre el cual se eje- cuta la elevación o supraducción y la depresión o
infraducción; y un eje anteroposterior sobre el cual se ejecutan movimientos de
rotación, hacia adentro (inciclo) o hacia afuera (exciclo).
Versiones. Son movimientos binoculares conju- gados en los cuales los ojos se
desplazan en la misma dirección y el mismo sentido. Son de varios tipos se- gún la
dirección del movimiento (Fig. 5.10).
Lateroversiones (movimientos horizontales):
– Dextroversión: las córneas se dirigen hacia la derecha.
– Levoversión: las córneas se dirigen hacia la iz- quierda.
Para el estudio de las versiones los músculos se tratan por grupos o cuartetas
(Fig. 5.10).
Grupo horizontal: RLD-RMD y RLI-RMI
Grupo oblicuo derecho: RSD-RID y OII-OSI Grupo oblicuo izquierdo: RSI-RII y OID-OSD
Capítulo 5. Examen oftalmológico 67
Vergencias. Son movimientos disyuntivos bino- culares en los que los ojos se
desplazan en la misma dirección, adentro o en sentido opuesto, afuera.
Vergencias horizontales:
– Convergencia: ambos ojos realizan una aduc- ción, los ejes visuales convergen
entre sí.
– Divergencia: ambos ojos realizan una abduc-
ción, los ejes visuales divergen entre sí.
A
B
C
Fig. 5.11 A. Cuando el niño mira a una luz la cabeza se debe mantener derecha y el
reflejo luminoso debe caer sobre la córnea de forma simétrica en ambos ojos; B y C.
Tortícolis compensatoria o inclina- ción de la cabeza para evitar diplopía
vertical.
Capítulo 5. Examen oftalmológico 69
Fig. 5.12 A. Niña que fija una luz colocada al frente; obsérvese cómo cae el
reflejo de la luz simétrico en ambas pupilas. B. Esquema de la medición con el
método de Hirschberg en desviaciones convergentes y medida de la misma según la
posición del reflejo luminoso.
La prueba de cubrir y descubrir cada ojo por separado y de forma alternante sin
permitir un inter- valo de visión binocular, son maniobras sencillas de hacer en
cualquier medio, pues solo requiere que el niño fije cualquier objeto, como la
punta del dedo del examinador, de un lápiz o lo mejor, que es fijar una luz al
frente. Después de destapar y tapar alternati- vamente un mismo ojo, se le ocluye
alternativamente uno u otro ojo con el dedo grueso, el dorso de la mano del
explorador o una paleta, para sorprender si existe movimiento de refijación en el
ojo que se destapa, el cual debe fijar con su fóvea el objeto que se le mues- tra
(Fig. 5.13).
Al igual que la prueba de Hirschberg esta prueba debe ser del dominio de los
pediatras y médicos gene- rales por su sencillez y la importancia que tiene en
detectar desviaciones latentes y mala visión, entre otras anormalidades. Estas
pruebas el especialista las apli- ca, no solo en la mirada al frente, sino en todas
las posiciones de mirada, de lejos y de cerca.
Para explorar las ducciones, versiones en las 9
posiciones de mirada, las vergencias, los movimien- tos conjugados y los de
seguimiento y sácadas, se debe estudiar primero la función muscular de cada
70 Oftalmología pediátrica
10 14 45 3,50
15 12 50 2,50
20 10 55 1,75
25 8,5 60 1.00
30 7,5 65 0,50
35 5,5 70 0,25
40 4,5 75 0,00
Capítulo 5. Examen oftalmológico 71
El mecanismo sensorial tiene relación directa con el mecanismo motor, los reflejos
incondicionados y des- pués los optomotores, los de seguimiento y de fijación. El
sistema sensorial es más inmaduro al nacimiento; a las 3 semanas de nacido el bebé
comienza a tratar de fijar los objetos en la fóvea y alcanza el máximo de su
desarrollo a los 2 años, aunque la binocularidad com- pleta se logra cerca de los 6
años de edad.
Si la fijación no es foveal no podrá conservar su
dirección visual principal ni se desarrollará al máximo la agudeza visual. El
cerebro debe unir las imágenes que captan ambas foveolas en una sola, las que deben
ser semejantes y hacer de ellas puntos correspondientes, al igual que los otros
puntos equidistantes a la foveola, aunque sean de campos diferentes o contrarios
(tem- porales y nasales). Ello da lugar a múltiples puntos co- rrespondientes que
tienen percepción única de direc- ción común que se supeditan a la jerarquización
que la foveola establece y son referidas a ella en relación con su dirección
visual, que para la foveola es derecho ade- lante. Esa es la base de la
correspondencia sensorial.
La correspondencia sensorial, antes llamada retinal, puede ser normal o anómala. Se
estudia con varios métodos, entre los que se encuentra el examen de la posimagen
que se obtiene al deslumbrar la retina con luz fuerte manteniendo protegida el área
foveal con
3 y 9 y una blanca en hora 6. Se usa en combinación con los filtros rojo verde que
se encuentran en la caja de prueba o con las gafas rojo verde. Para realizarla se
le coloca al paciente un vidrio rojo frente a su ojo derecho, que filtra todos los
colores excepto el rojo y se coloca un filtro verde delante del ojo izquierdo, que
filtra todos los colores excepto el verde. Se pro- cede de esta forma al estudio
binocular.
Puede ocurrir:
– Que el paciente ortofórico diga que ve 4 luces. Se interpreta como que tiene
fusión normal.
– Que vea 4 luces en presencia de un estrabismo manifiesto. Correspondencia retinal
anómala.
– Que vea solo 2 luces rojas; suprime ojo izquierdo.
– Que vea 3 luces verdes; suprime ojo derecho.
– Que vea 5 luces; tiene diplopía.
– Que vea unas veces las rojas, otras veces las verdes. Existe supresión.
Una de las pruebas de estereopsia más usadas y de práctica casi rutinaria es la del
TNO (Fig. 5.18). Es de gran utilidad por la sencillez de sus figuras a reco- nocer,
la alta seguridad y fiabilidad del examen y por- que no proporciona pistas
monoculares secundarias o adquiridas para alcanzar algún grado de estereopsia. Esto
hace que sea una de las más adecuadas para el estudio de la visión estereoscópica
en niños, incluso muy pequeños que aún no se expresan verbalmente. Para esa prueba
se usan gafas con cristales verde y rojo, uno en cada ojo.
Las láminas del libro de la prueba consisten en un estereograma en el cual la mitad
de las imágenes son superpuestas e impresas en colores complementarios llamados
anaglifos. Estas representan las 2 imágenes retinianas de una escena tridimensional
que evoca la percepción de una imagen en profundidad, cuando se muestran a cada ojo
por separado.
Para asegurar que cada ojo recibe solo una de las
2 imágenes, las figuras o dibujos son vistos a través de filtros que transmiten
principalmente solo uno de los colores en los que están impresos. Cada una de las
láminas muestra una combinación de 2 figuras que solo pueden ser vistas en visión
binocular y al menos una figura que se pueda percibir monocularmente, para los
casos en los que el niño carezca por completo de vi- sión estereoscópica, pueda
percibir al menos parte de las figuras que se le pide identifique. Esta prueba
puede ser realizada sin ninguna dificultad con niños que ten- gan cualquier defecto
de visión del color.
Modo de utilización: la prueba completa consta de 7 láminas o páginas. Lámina I-III
aporta rápida
Las pruebas que se utilizan están en dependencia de la agudeza visual del paciente.
En el caso de la amplitud de fusión es de gran im- portancia conocer la medida de
vergencias fusionales, tanto positivas como negativas, porque estas hablan de la
capacidad de cada paciente para dominar una des- viación existente (heteroforia).
Estas vergencia se eva- lúan para lejos y para cerca mediante la utilización de un
prisma rotatorio o uno de barra.
El sinoptóforo para el uso de la correspondencia sensorial normal (CSN) y anómala
(CSA):
El examinador determina el ángulo objetivo de la desviación mediante la
presentación alternativa a cada fóvea de un objeto hasta que no hay movimiento de
ninguno de los 2 ojos. El estudio de los tipos de corres- pondencia se realiza a
través del ángulo objetivo y sub- jetivo. La diferencia en grados entre el ángulo
objetivo y subjetivo es el ángulo de anomalía.
– CSN: Ángulo objetivo igual al subjetivo.
– CSA: El ángulo de anomalía es igual al objetivo. Ejemplo: ángulo objetivo 20°,
ángulo subjetivo
0°; el ángulo de anomalía será de 20°.
– CSA pura y armónica: por lo general son congé- nitas; estos casos son de mal
pronóstico ya que se ve en fijaciones excéntricas muy arraigadas en las que no se
corrige el problema sensorial.
– CSA mixta: suele ser normal la correspondencia en algunos momentos según la
posición de mirada que se adopte. Esta es la correspondencia que mejor pronóstico
tiene; casi siempre los estrabismos que la produjeron no son congénitos (la CSA
mix- ta es recuperable). Lo esencial de este tratamien- to es la estimulación de
ambas fóveas.
Diplopía
La diplopía o visión de imágenes dobles puede ser mono o binocular. Esto se
determina si al tapar un ojo una de las imágenes desaparece. La diplopía puede ser
de imágenes dobles en sentido horizontal, vertical o mixta y se modifica en
diferentes posiciones de mirada, lo que asegura la participación de determinados
músculos.
76 Oftalmología pediátrica
Los pacientes con diplopía monocular por irregu- laridad de la superficie corneal
empeoran con el uso de lentes de contacto rígido.
La diplopía binocular se puede presentar con los ojos correctamente alineados o no.
Si los ojos están alineados se debe explorar si las imágenes son iguales entre sí o
existen algunas diferencias, como se obser- va en metamorfopsias y la aniseiconia.
La intermiten- cia o constancia de la diplopía es un síntoma que lleva a pensar en
un grupo de enfermedades bien definidas. La inconstante se ve en la miastenia,
esclerosis múlti- ple, descompensación de una foria, espasmos del re- flejo de
acercamiento que concomita con miosis, paresia de la divergencia, estrabismo
intermitente, en- tre otras causas menos frecuentes. En ellas casi siem-
pre se observa en el examen estrabismo concomitan- te. Si la diplopía es referida
como imágenes similares y constante con los ojos alineados se debe plantear la
posibilidad de simulación o histeria.
Si existe pérdida del paralelismo visual, este pue- de ser concomitante o no. El
estrabismo concomi- tante se diferencia del incomitante por la diferencia de la
desviación en las diversas posiciones de mirada y en dependencia del ojo que fija.
Si el estrabismo es incomitante y no hay evidencia de parálisis de ner- vios
oculomotores, es necesario hacer la prueba de ducción forzada, que pone en
evidencia estrabismo restrictivo. Esta se realiza colocando colirio anesté- sico en
la inserción muscular y pinzando el músculo a través de la conjuntiva para tratar
de moverlo. En el estrabismo incomitante se debe pensar en neuropatías craneales,
oftalmoplejía nuclear o intranuclear, desórdenes supranucleares, oftalmoplejía
internuclear o una neuropatía ocular. Si esta prueba de ducción forzada fuera
negativa y se descartaron las otras causas, se debe efectuar prueba de tensilón
para descartar la miastenia grave. En estos casos la diplopía suele ir acompañada
de ptosis palpebral y aparecer en la tarde como sucede con las forias
descompensadas, a diferencia de lo que se observa en la oftalmoplejía congestiva
endocrina en la que la diplopía aparece en la mañana. Frente a la sospecha de foria
descompensada se debe buscar historia de espejuelos que ya no van bien con el
defecto, desvia- ción de un ojo frente a la luz o el sol, dando una exoforia
intermitente, lo que sugiere la descomposi- ción de una heteroforia antigua. En las
miopatías mitocondriales se limita la excursión de los músculos en general, pero no
se refiere diplopía.
La diplopía binocular requiere un detallado estudio de localización del músculo
afectado ya que es uno de los síntomas frecuentes en las parálisis o paresias
musculares debidas a causas neurológicas, las cuales al ser identificadas ayudan en
el diagnóstico topográ- fico de la lesión y hasta en presumir la causa. Puede ser
de tipo horizontal, cuando las 2 imágenes están al mismo nivel en altura;
verticales y mixtas, cuando hay una imagen más alta que otra.
El estudio de la diplopía debe comenzar por verifi- car su binocularidad, estudiar
los movimientos ocula- res en busca de parálisis y la posición en que se sitúan las
imágenes dobles, teniendo en consideración que la imagen que cae sobre determinado
punto en la retina se proyecta o se ve, en el espacio, en el área contraria a la
retina estimulada.
Capítulo 5. Examen oftalmológico 77
tonómetro puesto en contacto con la córnea la de- prime según el grado de tensión
dentro del ojo. La aguja marcadora, que se encuentra conectada al vástago, se
desplaza en una escala numérica de mm Hg. Los componentes separados del tonómetro
se deben limpiar antes de ensamblarse y después de cada uso, pues puede constituir
una fuente de contagio entre individuos.
– Tonometría de aplanación: el tonómetro de aplanación de Goldmann se suele
instalar en la lám- para de hendidura; mide la cantidad de fuerza que se requiere
para aplanar el vértice corneal. Para su uso se necesita de fluoresceína en
colirio. Exis- ten modelos de tonómetros portátiles como el Perkins y Tono-PEN
electrónico (Fig. 5.24).
B
Fig. 5.26. Vítreo turbio.
Fig. 5.25 A. Reflejo rojo-naranja del fondo de ojo y sobre él, se observa el borde
de la papila en blanco; B. Reflejo rojo-naranja en pupilas midriáticas; C. Pérdida
de la transparencia del reflejo rojo- naranja por opacidad del cristalino, central,
polar posterior, vista con oftalmoscopia indirecta.
Examen de fondo de ojo
El examen de fondo de ojo se debe realizar con midriasis, a excepción de un estudio
de polo posterior de urgencia en el que esté contraindicado. La pupila se puede
dilatar con diversos midriáticos; en niños se re- comienda el ciclopentolato a 1 %
o la tropicamida de
0,5 o 1 %. Si fuera muy necesaria la midriasis máxima,
se puede adicionar fenilefrina o neosinefril a 2,5 %.
Capítulo 5. Examen oftalmológico 81
Para los niños de poco pigmento iridiano, una sola aplicación de 1 gota del
medicamento y esperar 30 min puede bastar para dilatar la pupila, no así en los pa-
cientes con iris muy pigmentado, a quienes suele ser necesario aplicarle una o 2
veces más la dosis cada
15 o 20 min. Se debe comprimir suavemente, pero con firmeza, el saco lagrimal
durante 1 o 2 min des- pués de instilado el midriático, para tratar de que el
colirio no pase a las fosas nasales, se absorba y llegue al torrente sanguíneo. La
dilatación para refracción se debe hacer con la acomodación paralizada con colirios
midriáticos ciclopléjicos.
Existen varios métodos para explorar el fondo de ojo, estos son:
– Oftalmoscopia directa con luz blanca, aneritra y con filtro de cobalto azul,
buscando autofluo- rescencia.
– Oftalmoscopia indirecta mono o binocular.
– Biomicroscopia con lente de Goldmann u otros lentes aéreos o de contacto de polo
posterior.
A
B
Fig. 5.28 A. Oftalmoscopia indirecta binocular; B. Oftalmoscopia con lentes de polo
posterior.
Oftalmoscopia indirecta:
– Mayor extensión del campo.
– Visibilidad de la periferia.
– Mayor penetración de la luz si los medios son turbios.
– Visión estereoscópica.
El aspecto del fondo de ojo en el niño no es similar al del adulto joven hasta los
2 años de edad. En el recién nacido el fondo es poco pigmentado, pues no se ha
completado la maduración de los cromatóforos coroideos. El aspecto del fondo de ojo
varía en de- pendencia de la intensidad de la luz del oftalmoscopio o interposición
de filtros coloreados, la opacificación de los medios, factores individuales como
vasculari- zación de coroides, grado de pigmentación del epitelio pigmentario,
número de cromatóforos de la coroides y pigmentación de otros tejidos como la piel.
La retina está algo más pálida y con los vasos menos desarrollados; la periferia
retiniana tiene un aspecto levemente grisáceo. Existe tortuosidad vascular y el
calibre venoso está más aumentado que el arterial en comparación con el adulto.
La coloración blanco rosada de la papila normal no se adquiere hasta 2 o 3 meses o
más tarde en los prematuros. El área macular en el recién nacido tiene un aspecto
poco uniforme y no existe el reflejo foveal.
La retina es casi transparente. El color del fondo ocular es debido a los vasos
coroideos y lo modifican la capa de epitelio pigmentario de la retina y el pig-
mento coroideo. La coloración del fondo de ojo de- pende fundamentalmente de 2
factores:
– El contenido en pigmento del epitelio pigmentario
retiniano.
– La pigmentación de la coroides.
En personas de tez oscura el fondo posee un as- pecto más rojizo (Fig. 5.29),
mientras que en individuos de tez blanca o poco pigmentados se visualiza la trama
vascular coroidea sobre un fondo más claro (Fig. 5.30). En el niño rubio el fondo
de ojo es mucho más claro y en el albino se transparenta toda la red de vasos
coroideos, se ven los vasos gruesos de esa capa y hasta puede llegar a verse la
esclera.
En los niños morenos el fondo de ojo presenta, con frecuencia, un brillo que cambia
de posición con la leve rotación del oftalmoscopio y es más evidente a lo largo de
los vasos; se asemeja al brillo de la seda mojada. La papila aparece más pálida y
con un tono grisáceo que recuerda a la ceniza.
Una vez enfocada la retina en niños que coope-
ran, se les pide que miren al frente y si la papila no aparece a la vista, se busca
una arteria o vena y se le sigue hasta su emergencia, en el sentido hacia donde
aumenta su grosor, con lo que se debe obtener enton-
ces la imagen de la papila. En ella se estudia: su for- ma, que es oval, en sentido
vertical o redonda; tama- ño; los bordes deben ser bien definidos; la superficie
plana o algo excavada en su centro; el anillo de tejido neural que rodea la
excavación o anillo neurorretiniano color rosa amarillento, más pálido en el sector
tempo- ral y total en niños menores de 6 meses.
Más recientemente se logra reconocer, con el uso de la luz aneritra, las fibras
ganglionares en el fondo de ojo, que son transparentes en su recorrido hacia la
papila.
Se debe tener en cuenta que la mielinización del nervio no está completa hasta
después de los 7 meses y se puede demorar hasta los 2 años, de ahí una de las
explicaciones de la palidez papilar mayor en los meno- res de 6 meses.
La papila
El examen del disco óptico o papila se debe hacer metódicamente y encaminado a la
observación de:
– Malformación del disco.
84 Oftalmología pediátrica
No son muy raras las anomalías congénitas me- nores del disco óptico. En ocasiones
se observa tejido embrionario envolviéndola y hasta restos del canal de Cloquet que
salen de la papila hacia el cristalino (Figs.
5.31 y 5.32).
El tamaño de la papila varía por lo general entre
1,5 y 2 mm; el diámetro vertical puede ser algo mayor. La hipoplasia de la papila
es una anomalía congénita que generalmente se asocia a atrofia de sus fibras y
también a defectos encefálicos de línea media (Fig.
5.33). En la megalopapila los diámetros están aumen- tados y por lo regular la
excavación es grande.
Otra anomalía que se presenta sobre la papila y la confunde con el edema del disco
son las drusas papilares ocultas que la elevan; se ponen de manifies- to con la
interposición de un filtro de cobalto que las hace autofluorescer (Fig. 5.36).
Cierto grado de palidez temporal de la papila es
fisiológico pero por lo regular este no se hace muy evidente. La palidez del disco
óptico es una secuela de un proceso patológico sobre el nervio óptico que causó
daño a las células ganglionares o a sus axones disminuyendo el calibre del nervio;
puede ser provo- cada por isquemia, compresión, infiltración, degenera- ción o
desmielinización.
En el estudio histológico de la papila atrófica se
puede observar:
– Retracción del parénquima con disminución de calibre.
– Ampliación del espacio subaracnoideo.
B
Fig. 5.36 A. Drusas papilares; B. Drusas papilares que autofluorescen en el examen
de fondo de ojo con luz de cobalto.
86 Oftalmología pediátrica
ral. La arborización precoz de los vasos dentro del ner- vio óptico puede ser mal
interpretada como ingurgita- ción venosa. La presencia de vasos anómalos, como
conexiones entre el sistema ciliar y retinal y las telangiectasias deben ser
buscadas (Fig. 5.43). Estas y otras anomalías vasculares sobre la papila pueden su-
gerir hasta la posible causa de la enfermedad, aunque el disco ya esté atrófico.
Fig. 5.37. Palidez temporal de la papila anormal con pérdida de fibras del haz
papilomacular.
La excavación del disco puede ser de variado tama- ño; se observa aumentada en
algunos pocos casos con- génitos y de forma patológica en el glaucoma, en proce-
sos isquémicos, compresivos, entre otros en los que se pierde el tejido de sostén y
queda al descubierto la lámina cribosa. La simetría entre el tamaño de la
excavación de ambos ojos es lo normal. La palidez del disco en el glau- coma se
acompaña de excavación grande con vasos re- chazados al lado nasal y anillo
neurorretiniano fino y disparejo en su borde interno que limita con la excava- ción
(Fig. 5.42). Si la excavación aumentada se presenta con presión alta se debe
sospechar un glaucoma. Si la presión es normal o está disminuida se debe pensar en
glaucoma de baja presión, disco congénito, isquemia y compresión, más raro
posinflamatorio.
Los vasos de la papila deben tener un patrón de salida normal, tanto por su forma,
estado, número, rela- ción de grosor, divisiones hacia los 4 cuadrantes, lo que
puede ocurrir desde dentro del nervio y ver aflorar en la papila varias de sus
ramas o dividirse más adelante, dejando ver el tronco central de arterias y venas
que se dividen en superior e inferior y estas en nasal y tempo-
Fig. 5.40. Borramiento de los bordes del disco óptico en el papiledema.
Fig. 5.41. Borramiento de los bordes del disco óptico en el papiledema avanzado.
Capítulo 5. Examen oftalmológico 87
Las fibras ganglionares que rodean al disco cons- tituyen un importante elemento
para el diagnóstico to- pográfico y hasta etiológico, si se logra observar dón- de
es que faltan (ver adelante cómo observar las ca- pas de fibras).
La mácula
Es, junto a la papila, la parte más importante del fondo ocular, aunque no tan
evidente como el disco óp- tico. Está situada a poco menos de 2 diámetros papilares
(DP) hacia el lado temporal y algo hacia abajo del eje horizontal de la papila.
Tiene en su centro un reflejo característico llamado foveal. Se encuentra en el
cen- tro de las 2 arcadas vasculares temporales de la retina, las cuales dan ramas
que se acercan a ella rodeándola pero no la cruzan. Es un área avascular que en
niños y jóvenes sanos se puede observar con facilidad el reflejo de la luz del
oftalmoscopio en su centro.
Para explorar el área macular se le pide al paciente
que mire a la luz del oftalmoscopio. Si no obedece se trata de desplazar la luz
desde la papila hacia el lado temporal en busca del haz papilomacular, hasta
encontrar a la mácula.
Fig. 5.43. Telangiectasias en el fondo de ojo con luz aneritra. Corte- sía de
Thomas Hedges.
Si el niño rechaza y mueve los ojos dificultando el examen, se sitúa la luz del
oftalmoscopio sobre el polo posterior hasta que las estructuras de interés pasen
por el área de observación al mover el niño los ojos. De ser necesario se puede
sedar o anestesiar para realizar un buen estudio de fondo de ojo, para lo cual se
deben tener en cuenta las recomendaciones precisas para ello y tratar de no usar
drogas que actúen sobre el diámetro pupilar.
En la mácula se verifica la ausencia de vasos y el
tamaño de esa zona llamada zona foveal avascular; el color algo más oscuro que el
resto del fondo de ojo; el reflejo de la foveola, centro de la mácula y la fóvea;
el área que la rodea con reflejos circulares debido al en- grosamiento de las capas
de la retina en ese nivel, muy bien definidos en niños y personas jóvenes (Fig.
5.44).
88 Oftalmología pediátrica
Fig. 5.44. Fondo de ojo normal con reflejos de luz en la fóvea y mácula.
Fig. 5.46. Placa de cicatriz y atrofia de la retina con pigmento oscuro y
hemorragias.
En ocasiones, las alteraciones maculares que atro- fian el haz papilomacular pueden
ocasionar atrofia tem- poral de la papila, así como las distrofias retinianas que
por lo regular proporcionan a la papila una tonali- dad cérea (Fig. 5.47).
Los vasos
Los vasos retinianos se disponen radialmente sa- liendo de la papila, de la que
generalmente parten 4 ramas arteriales que se pueden cruzar con otros vasos pero no
se anastomosan a no ser en la periferia extre- ma, cuando ya son muy finos para
poder observarlos. Las venas tienen una coloración más oscura, con me- nor reflejo
de su pared y son más gruesas que las arte- rias (relación calibre arteria-vena
2/3). Las arterias se distinguen fácilmente de las venas por su menor cali- bre, su
color rojo brillante y su trayecto más rectilíneo; presentan un reflejo brillante a
lo ancho de su luz.
Para examinar los vasos retinianos se parte del centro de la papila, donde se
reconocen los principales troncos en que se divide la arteria y vena central; se
valora su color, calibre y el reflejo arterial, que es bri- llante a lo largo de
estos vasos y no debe ocupar más
Capítulo 5. Examen oftalmológico 89
de un tercio del diámetro de la arteria. La vena siem- pre es más oscura y de mayor
calibre que la arteria. La mayoría de las veces la arteria cruza por encima de la
vena y no debe haber interrupciones de la co- lumna hemática. El calibre de los
vasos se hace me- nor hacia la periferia paulatinamente. Las arterias y vénulas de
la retina son de segundo y tercer orden.
La hipovascularización es manifiesta en el sector tem-
poral de la periferia de la retina, donde los vasos muy finos se hacen difícilmente
visibles a la oftalmoscopia. La retina del prematuro aparece pálida y con los vasos
menos desarrollados. En el niño existe mayor tortuosidad vascular y el calibre
venoso está más aumentado que el arterial, en comparación con el adulto.
No debe existir latido arterial, pero el latido ve- noso espontáneo puede estar
presente en algunos casos. Su presencia niega hipertensión endocra- neana. En las
figuras 5.48, 5.49, 5.50 y 5.51 se obser- van diversas alteraciones vasculares en
fondo de ojo.
– Pérdida de los polos donde entran las fibras tem- porales, lo que se corrobora
con la caída nasal del campo visual.
– Pérdida de las fibras que entran por los bordes
nasales, que se corrobora con la pérdida del campo temporal de la papila en forma
de cor- batín.
– Pérdida total de fibras; afectación importante
de la visión y del campo visual.
– Pérdida de fibras totales, excepto una isla de
fibras del haz papilomacular, lo que provoca pér- dida total del campo con respecto
al haz papilomacular.
Fig. 5.56. Pérdida de fibras del haz papilomacular inferior por proce- so
inflamatorio.
Detalle de mayor interés que hay que conside- rar en las afecciones de la mácula y
el nervio óptico: Mácula: Nervio óptico:
Reflejo foveolar Disco óptico
Pigmentación Vasos sanguíneos, arteriolas Cicatrices
Capas de fibras ganglionares Desprendimiento seroso
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94 Oftalmología pediátrica
El estudio funcional del órgano visual comprende numerosas pruebas y exámenes que
investigan el estado del aparato oculomotor y sensorial en toda su extensión.
El examen subjetivo en el niño es más difícil que
en el adulto por la falta de cooperación, pero a veces sorprende la disposición que
para ello muestran algu- nos desde temprana edad. Las pruebas psicofísicas más
importantes son: el reconocimiento de la forma mediante la medición de la agudeza
visual corregida por refracción, el color, la binocularidad, correspon- dencia
sensorial y la estereopsia, así como el campo visual y la sensibilidad al contraste
luminoso, pruebas que deben ser realizadas adaptándolas a las posibili- dades del
niño. En estas pruebas intervienen la coope- ración y estado de conciencia del
paciente, por lo que son difíciles de realizar en menores de 3 a 4 años.
Los llamados métodos de estudio psicofísicos se basan en el estudio del mínimo
necesario para percibir diferentes propiedades de la imagen visual, como son:
– Sensibilidad a la forma. Mínimo separable o vi- sible. Se estudia mediante la
agudeza visual central. En el resto del campo visual visible al ojo humano se hace
mediante el estudio de su extensión y la calidad de visión en sus distintas áreas.
– Sensibilidad de contraste. Mínimo de contraste entre objeto y fondo para poder
ser detectado. Se estudia mediante las pruebas de sensibilidad
al contraste de luminosidad a diferentes fre- cuencias espaciales o tamaños.
– Mínimo de frecuencia temporal. Mínimo de tiempo que debe estar expuesto un objeto
para hacerse visible. Se aprecia con los estudios de frecuencia temporal.
– Sensibilidad luminosa. Mínimo de luminosidad necesaria para ser detectado un
objeto. Varía según se trate del sistema de conos o el de bas- tones, es decir,
según se trabaje en claridad u oscuridad. Se mide con la adaptometría.
Agudeza visual
La agudeza visual (AV) es el atributo sensorial del sistema y se define como la
capacidad de percibir for- ma y tamaño de los objetos. Su estudio constituye la
manera más antigua de exploración psicofísica. En la Edad Media se utilizaba para
estimar la visión de las personas y medir la posibilidad de ver determinada
constelación basándose en el mínimo separable de los astros. También se medía por
la capacidad de ver de-
96 Oftalmología pediátrica
Fig. 6.2. Cartilla de Rosembaun; se usa para cerca con corrección para presbicie,
si la hubiera y se infiere con ella el valor de la AV para lejos.
La AV mide el menor tamaño de un objeto que puede ser percibido a una determinada
distancia. Esto equivale a que se estimule un cono foveal sí y otro no, adyacentes.
Distingue 2 puntos en el espacio, que cai- gan en 2 puntos diferentes de la retina.
Allí forman un ángulo de 1 min de arco para la visión de la unidad, a la distancia
de 20 pies o 6 m (Fig. 6.3).
El ángulo varía con la distancia del observador al objeto
y el tamaño de sus trazos. Si el objeto se sitúa a 6 m para la unidad de visión,
cada uno de los trazos que lo diferencian debe ser de 1,45 mm, es decir, 1 min de
arco sobre retina.
A 6 m de distancia cada rasgo de la letra E del
optotipo mide 1,45 mm o lo que es igual, estimula un área de 1 min de arco sobre
retina. En total, la letra tiene de tamaño casi 7,25 mm, pues la componen 5 tra-
zos de 1,45 cada uno: las 3 patas de la letra E, en negro y los 2 rasgos blancos
intermedios. Esa letra será la más pequeña vista por un individuo situado a 6 m, si
tiene visión de la unidad, que es lo que se considera normal, aunque existen
individuos con mejor visión.
Para mantener la misma AV, a menor distancia, se
debe reducir el tamaño de la letra para que siempre mantenga igual ángulo sobre
retina. Si con igual tamaño la letra es vista a mayor distancia, esta subtiende
menor ángulo sobre retina, o sea, se alcanza mejor AV.
Existen diferentes optotipos con números, letras como la E o la C de Landott,
figuras, muñequitos de Allen, entre otros, que se basan en el mismo principio y son
más adecuados para ser reconocidos y mencio- nados por los niños.
Para tomar la AV, por lo general se usa la cartilla de Snellen y se procede de la
siguiente forma:
– Situar al paciente a la distancia apropiada.
– Estudiar ambos ojos por separado.
– Comenzar por el ojo derecho (OD), o el de me- jor visión.
– Tapar el ojo que se va a examinar con un oclusor o la palma de la mano ahuecada
para no presio- nar sobre el ojo.
– Empezar de arriba hacia abajo a leer cada renglón.
– Terminar en el último renglón en que vio casi todas las letras.
– Anotar el valor alcanzado para cada ojo, según la distancia a que estaba de la
cartilla y el tama- ño de la letra.
– Si dejó de reconocer alguna de las 5 letras que tiene el último renglón que vio,
se pone, menos una letra al lado del valor alcanzado, 20/20 (-1), o si vio una o 2
más solamente del siguiente renglón que terminó de leer completo, se adi- ciona +1
o + 2, ej. 20/25 +2.
– Ver siempre con la refracción final, en el caso de que no alcance visión de la
unidad, si mejora con agujero estenopeico. Si es así, indica que no está bien
corregida la refracción.
– No se debe usar en los niños los equipos de refracción objetiva automáticos como
el autorrefracto, que atemoriza y no deja ver la cara del paciente. Utilizarlo solo
si fuera nece- sario en niños mayores o adolescentes (Fig. 6.4).
98 Oftalmología pediátrica
de 1 o 2 mm, solamente los rayos que vienen paralelos del infinito; al mirar a
través de él, hace que los rayos incidan directamente en la fóvea y la imagen se
forme allí. Si el defecto es solo refractivo, el paciente debe alcanzar la unidad
de visión; por lo tanto, este método sirve para diferenciar los trastornos
refractivos de los problemas orgánicos, con los que no mejora la visión al
colocarle el agujero estenopeico. No obstante la utili- dad práctica de este
aditamento, un paciente con déficit visual por defecto de refracción no siempre
alcanza la unidad con el agujero, por lo que se debe hacer siempre la refracción
para estar seguro de si el defecto es orgáni- co o de cristales. En ocasiones la AV
con agujero estenopeico mejora en algunas opacidades de los medios algo periféricas
pero no en las que se encuentran el cen- tro.
Fig. 6.5. Cartilla de Log MAR. Véanse en las anotaciones de la derecha los valores
de cada línea en VAR y log MAR.
Existen juegos de tarjetas con manitos de diferen- tes tamaños que el niño, a una
distancia inicial de 6 m, debe imitar y poner la suya en la misma posición que el
explorador la tiene colocada. Si no las ve, se muestran las tarjetas con manitas de
mayor tamaño cada vez.
Se debe recordar que en un niño pequeño la pre- sencia de estrabismo monocular
obliga a sospechar mala visión del ojo que desvía y el nistagmo debe ha- cer pensar
en mala visión de ambos ojos.
Se considera práctico y necesario dividir el desa- rrollo de la AV en 2 grandes
períodos o etapas:
1. Etapa de “desarrollo y perfeccionamiento”, que se inicia desde el nacimiento
hasta los 4 años, en la que el niño logra obtener visión normal igual a la del
adulto, aunque se considera por algunos auto- res que esta etapa concluye a los 2
años.
2. Segundo período o etapa de “estabilización”, que se continúa desde los 2 hasta
los 4 años, hasta los
8-10 años, tiempo durante el cual el niño estabiliza los conocimientos adquiridos y
su visión se hace indeleble hasta el resto de sus días.
Toda interferencia para que se forme la imagen en la mácula, como puede ser la
provocada por ptosis palpebral, opacidad de los medios, oclusión prolon- gada de un
ojo en el tratamiento de estrabismo o un traumatismo, puede detener el desarrollo y
provocar una grave disminución de la visión. A la falta de de- sarrollo visual sin
lesión orgánica aparente se le lla- ma ambliopía.
La medida de la AV en niños ambliopes con défi- cit visual tiene determinadas
características. En ellos se manifiesta dificultad para separar una letra de un
conjunto, por lo que se debe medir la visión de letras por separado (visión
angular) y también formando parte de una línea (visión lineal), las que pueden ser
diferen- tes con el mismo tamaño de letras y de distancia entre paciente y
optotipo. Eso es debido al fenómeno de Crowind, de apiñamiento o también llamado de
agru- pamiento, en el cual al niño le cuesta más trabajo dis- tinguir una letra
dentro de un grupo, que una a una de forma aislada. Al mejorar la visión con
tratamiento, la visión angular mejora antes que la lineal. Estas dife- rencias
entre las mediciones de la agudeza visual an- gular y lineal son muy útiles para el
seguimiento y para decidir la conducta terapéutica a seguir. Si hay mejo- ría de la
visión angular, se debe continuar el tratamien- to de rehabilitación visual hasta
que alcance la norma- lidad también en la visión lineal.
La AV no siempre detecta un déficit funcional y cuando lo hace se debe saber que ya
se puede haber perdido más de la mitad de las fibras del haz papilomacular. Ello es
debido a la gran capacidad de reserva instalada que tiene el nervio óptico, lo que
le permite perder fibras sin ser detectado un déficit visual.
Si la AV no mejora con agujero estenopeico se debe hacer la prueba del balanceo de
la luz entre ambos ojos en busca de una respuesta paradójica en el ojo de peor
visión, prueba de Marcus Gunn; si existe defecto pupilar aferente se debe sugerir
la prueba de campo visual por posible lesión del nervio óptico o vía visual, con
asime- tría entre la visión de ambos ojos. Si no se manifiesta defecto pupilar
aferente se debe insistir en buscar una maculopatía o una ambliopía. La visión
binocular en ojos ambliopes es más mala que la visión monocular. La ambliopía
binocular es muy rara y solo está asociada a intensas opacidades de los medios o a
grandes defectos refractivos sin corrección en los primeros años de vida. En un
niño con déficit visual referido con examen oftalmológico normal y sin evidencias
de ambliopía debe excluirse la simulación o la histeria.
Los defectos de visión con examen oftalmológico normal son, por lo regular, de tipo
psicógeno, aunque
pueden ser causados por daños cerebrales o retardo de la maduración en lactantes.
Si la ceguera referida es bilateral, es importante observar al paciente y ver cómo
se desplaza en su entorno. La ceguera cerebral es una disfunción posgeniculada en
la que el examen físico ocular no muestra alteraciones y las reacciones pupilares
son normales, aunque se puede asociar con lesión pregeniculada. En ese caso, si el
déficit visual es unilateral, el defecto pupilar aferente patológico aclara el
diagnóstico topográfico.
La agudeza visual estereoscópica está determina-
da por la binocularidad y su disparidad se define como la mínima disparidad
binocular que da lugar a sensa- ción de profundidad. Se mide en minutos de arco y
su medición se realiza mediante pruebas especiales como la prueba de Titmus, el
TNO, la prueba de Frisby y la de Howar Dolman, entre otras (capítulo 5).
Como se ha visto el estudio de la forma se lleva a cabo midiendo la AV con
cualquiera de los métodos o cartillas descritos anteriormente. En los niños, el uso
de las figuras de Allen, las E de Tumbling, la C de Landot y otras cartillas con
números, letras u otras formas se basan, para cada trazo que constituyen la figura,
en el mínimo ángulo de resolución, mínimo visi- ble o separable, como la clásica
cartilla de Snellen. Sin embargo, en ellos se excluyen otras propiedades fun-
damentales de la imagen visual, como el color y el
Capítulo 6. Métodos de estudio psicofísicos o subjetivos 101
contraste de luminosidad entre objeto y fondo para ser percibido, que es máximo en
estas cartillas (negro so- bre blanco) y que se pueden afectar de conjunto con la
forma o independientemente, como sucede en las discromatopsias congénitas.
Una de las funciones de la retina es percibir la luz y además posee la capacidad
para diferenciar grados variables de iluminación, lo que se denomina adapta- ción y
se basa en la capacidad de regeneración de los pigmentos visuales de sus
fotorreceptores en el tiem- po. Ese fenómeno de adaptación es distinto en el sis-
tema de conos y el de bastones; los conos necesitan de importante intensidad de luz
para ser estimulados y se adaptan con facilidad y rapidez a la luz mientras que los
bastones, que responden a muy bajas intensi- dades de iluminación, demoran mucho
más en resintetizar sus fotopigmentos.
Adaptometría
El estudio de la recuperación después del deslum- bramiento del sistema de conos y
bastones se estudia mediante una curva llamada de adaptación a la oscu- ridad (Fig.
6.6). Esta prueba se realiza en la semipenumbra y dibuja una curva en la que se
combi- na el tiempo transcurrido después de un intenso des- lumbramiento previo,
tiempo que se simboliza en un sistema de coordenadas cartesianas en el cual la
abscisa representa el tiempo transcurrido en minutos y la ordenada simboliza el
descenso progresivo de la intensidad luminosa ofrecida a la retina. Sobre ese sis-
tema de coordenadas se grafica el valor del umbral de adaptación retiniano para
percibir un determinado es- tímulo correspondiente al tiempo transcurrido desde el
comienzo de la oscuridad.
En el adaptómetro de Goldmann Weeckers al pa- ciente, después del deslumbramiento
intenso, se le pre- senta o se pasa a una iluminación débil (entre 6 y 12 lux) en
la que aparece un estímulo con un patrón de rayas blancas y negras. En el momento
que es reconocido el estímulo, umbral relativo (UR), se marca en un tambor donde
corre la gráfica del tiempo a partir del cese del deslumbramiento y el comienzo de
la penumbra.
Después de reconocer por primera vez el estímu- lo y conocer el UR para ese tiempo
de adaptación a la oscuridad, se baja la iluminación de este hasta lo no visto y se
deja correr el tiempo en el tambor de la gráfica, donde se vuelve a marcar otro
punto de UR cuando el paciente avise que ha vuelto a reconocer el estímulo. Así
sucesivamente se baja la iluminación y
Prueba de fotoestrés
La prueba de fotoestrés es un método muy senci- llo que se realiza midiendo la AV
después del deslum- bramiento; es muy útil para conocer si la deficiencia visual se
debe a una maculopatía o a una afección del nervio óptico, lo que se puede hacer si
se dispone de una cartilla de prueba y una luz. Sus pasos son los siguientes:
– Se explora la AV y se corrige con refracción, si fuera necesario. No se debe
realizar si la AV es peor de 20/80.
– Por 10 s se deslumbra con luz fuerte, colocada a 2 o 3 cm del ojo que va ser
examinado.
– Se explora una vez más la AV y se mide el tiempo que tarda en recobrar la visión
que tenía en el primer examen, antes de deslumbrarlo.
Visión de colores
La visión cromática es uno de los más complejos y menos conocidos de los fenómenos
de la función visual. En su percepción intervienen el estado funcio-
nal de la retina, vías, corteza y áreas de asociación, tanto como la psiquis del
sujeto. Su disfunción se pue- de presentar independientemente de que persista bue-
na agudeza visual, como sucede por lo regular en los defectos hereditarios del eje
rojo-verde o en algunos trastornos secundarios que afecten fundamentalmen- te al
nervio óptico, por lo que el examen de la función cromática se convierte en una
prueba de gran utilidad que permite detectar alteraciones incipientes de esa
estructura.
Dalton, en 1798, fue el primero en describir una acromatopsia congénita. La ceguera
a colores heredi- taria suele ser causada por defectos en los fotorreceptores. En
general, estos defectos llevan implícito la desaparición, por lo menos, de uno de
los pigmentos de los 3 tipos de conos sensibles a diferen- tes longitudes de onda
(dicrómatas) o un cambio en sus espectros de absorción (tricrómatas anómalos).
Aproximadamente el 8 % de los hombres y el 0,4
% de las mujeres de raza caucasiana padecen de una anomalía o defecto genético en
la visión de color rojo- verde, que se trasmite como carácter recesivo ligado al
sexo y que puede ser menor en hombres de otras razas. En las mujeres el gen
defectuoso es contra- rrestado generalmente por el gen normal, por lo que en las
que tienen este tipo de defecto, ambos cromosomas son portadores del gen mutante.
Las disfunciones congénitas en el eje amarillo-azul son de carácter autosómico
recesivo, pero muy raras (0,002); aún más infrecuente es la ceguera total a colores
o acromatopsia total, que solo se presenta en una de 10
000 personas. Prácticamente todos los sujetos aque-
jados de trastornos hereditarios de la visión a color tienen un defecto en el eje
rojo-verde, pero solo un 2
% tiene ceguera para el mismo. Las estadísticas re- cogidas al respecto varían
poco. En el examen de 200 pacientes de varias razas, explorados con las tablas de
Ishihara en la Facultad “Comandante Manuel Fajardo”, por uno de los autores, se
contó un 7 % de hombres con defectos de visión a color: 5 deuteranómalos débiles y
2 protanopes fuertes. En nin- guna de las mujeres de la muestra se reportaron ano-
malías de la visión a color. En el estudio realizado por otro de los autores a 100
mujeres no se encontró defi- ciencia congénita al color. Estos defectos por lo
gene- ral se recogen en uno por algo más de 200 mujeres. Por lo general, estos
defectos de la visión cromática son del mismo tipo y tienen la misma gravedad en
los miembros de una misma familia. Con frecuencia este
Capítulo 6. Métodos de estudio psicofísicos o subjetivos 103
defecto no es percibido por los familiares si no son muy observadores; durante los
juegos con objetos co- loreados sobre fondo poco contrastado se puede notar niños a
los que no les resulta fácil percibir los objetos coloreados más pequeños con
facilidad, mientras que otros niños menores sí lo logran (Fig. 6.9).
La visión de los colores se explora en los niños que aún no saben reconocer letras
o números median- te varios métodos, como el seguimiento con el dedo de las figuras
trazadas en diferentes combinaciones de puntos de colores en las tablas
pseudoisocromáticas de Ishihara, que exploran la visión de colores en el eje rojo
verde (Fig. 6.10). Estos tipos de pruebas son de gran ayuda para el examen de niños
que en la escuela tienen dificultad con el reconocimiento de los colores, lo que es
relativamente frecuente con los rojos y ver- des en varones. En estos casos los
niños confunden los colores verdes con carmelitas y los morados con azules. A veces
solo tienen problemas en reconocer el color de objetos pequeños.
La visión cromática es un complejo proceso me- diante el cual el cerebro analiza
las diferentes señales provenientes de la luz que se refleja en un objeto de-
terminado. Estas señales se expresan como longitu- des de onda que pueden ser
percibidas en una gama que abarca de los 400-700 nm aproximadamente y que
constituyen el espectro de colores para el ojo humano. Cercanas a los valores
inferiores (420 nm) se encuen- tran las llamadas longitudes de onda corta que
corres- ponden al color azul. Al otro extremo del espectro (558 nm) se localizan
las llamadas longitudes de onda larga, que corresponden al color rojo; en el ámbito
de los 531 nm se sitúan las longitudes de onda media que carac- terizan al color
verde.
Son variadas y contradictorias las teorías que tra-
tan de explicar el mecanismo mediante el cual se fun- damenta la percepción de los
colores. A inicios del siglo XIX, el físico inglés Tomas Young, propuso la llamada
teoría triple o tricromática con este fin, la cual plantea la existencia de 3 tipos
de receptores retinianos con
Fig. 6.9. Juegos grupales con piezas pequeñas de colores donde se ve la diferencia
entre un niño albino que no logra reconocer las piezas coloreadas y otros de menor
edad que sí lo hacen.
104 Oftalmología pediátrica
Número Lo que ve Lo que ven Lo que ven las de orden una persona
personas personas
de la lámina normal con deficiencia acrómatas
en el rojo o con deficiencia
y verde total
1 12 12 12
2 8 3 X
3 6 5 X
4 29 70 X
5 57 35 X
6 5 2 X
7 3 5 X
8 15 17 X
9 74 21 X
10 2 X X
11 6 X X
12 97 X X
13 45 X X
14 5 X X
15 7 X X
16 16 X X
17 73 X X
18 X 5 X
19 X 2 X
20 X 45 X
21 X 73 X
22 26 6 (2) 6 2 2 (6) X
23 42 2 (4) 2 4 4 (2) X
24 35 5 (3) 5 3 3 (5) X
25 96 6 (9) 6 9 9 (6) X
Para los niños existen estas mismas estrategias pero se utilizan cintas o caminos a
seguir, como el que se muestra en la figura 6.12; si el pequeño ve la figura la
debe seguir con el dedo correctamente.
106 Oftalmología pediátrica
Esas primeras láminas de las tablas de Ishihara (Figs. 6.11 y 6.12) deben ser
reconocidas por un acrómata o hasta por pacientes con 0,2 de AV, aunque el déficit
visual sea debido a una neuropatía óptica que afecta mucho la visión del color en
el eje rojo-verde.
Seguidamente se muestran las siguientes láminas de la cartilla con otros números
fácilmente reconocibles por el sujeto normal pero cada vez más difíciles de
determinar por el individuo con defecto congénito en el eje rojo-verde (Fig. 6.13).
Desde la lámina 10 hasta la 17 por lo regular los daltónicos no ven número alguno.
Al llegar a las lámi- nas 18, 19, 20 y 21 (Fig. 6.14) el sujeto normal no debe ver
ningún número, mientras que el sujeto con defecto congénito en la visión de color
rojo-verde ve de inme- diato números bien definidos (5, 2, 45 y 73) o muy parecidos
a estos como se muestra en la tabla 6.2.
Las últimas 4 láminas (22, 23, 24 y 25) definen el tipo de defecto (protanope,
protanómalo, deuteranope o deuteranómalo). Esto se hace mediante una pareja de
números, rojizos (a la izquierda) y otro de color más púrpura (a la derecha), ambos
sobre fondo de pequeñas esferas grises. Si el paciente no ve los nú- meros de la
izquierda o más rojizos, es clasificado como protanope y si no ve los de la
derecha, más púrpuras, como deuteranope; si ve los 2 números pero uno me- jor que
otro, es clasificado como deuteranómalo o protanómalo, en dependencia de cuál es el
número que ve peor (Tabla 6.2) (Figs. 6.15 y 6.16).
En caso de explorar defectos adquiridos al rojo o verde, se muestran las 25 láminas
de las tablas de Ishihara; se incluyen las que un individuo normal no ve y los
daltónicos sí; se cuenta el número de láminas re-
Fig. 6.11. Primera lámina del libro o tablas de Ishihara, con el núme- ro 12,
reconocible hasta por acrómatas.
Fig. 6.15. Tabla de Ishihara con número de orden 22 y 23, en la que un sujeto
normal debe ver el 26 y el 42. El individuo con grave deficiencia de la visión de
colores ve un solo número. Si ve bien el de la izquierda, el 2 y el 4 de la
siguiente lámina, es un deuteranope; si reconoce solo los números del lado derecho,
6 y el 2 de la siguiente lámina, se trata de un individuo con grave deficiencia a
los tonos de rojo o protanope. Si ve bien uno de los números y el otro con
dificultad pero logra identificarlos, el defecto es leve, deuteranómalo o
protanómalo.
Fig. 6.16. Similares principios y colores a los de la figura anterior para
exploración de iletrados. Los protanopes desconocen la cinta más roja y los
deuteranopes la más púrpura.
108 Oftalmología pediátrica
conocidas correctamente, que deben ser 21, estas se ponen en el numerador mientras
que en el denominador se coloca el número de láminas que debieron ser reco-
nocidas, ejemplo 20/21 si solo confundió una lámina de las 21 que debió haber
mencionado correctamente. Un margen de error de 2 o 3 láminas es aceptado como
normal. Si en la prueba en la que un individuo normal debe reconocer 21 láminas, el
paciente reconoce me- nos de 7 láminas, el defecto se clasifica como grave;
moderado cuando reconoce entre 7 y 14 y leve lo res- tante, hasta el 19 láminas. Se
debe insistir en tener en cuenta los errores típicos que cometen los pacientes con
defectos congénitos a fin de no confundirlos con discromatopsias adquiridas, lo que
se aclara con las lá- minas de número de orden 18 al 21 (Tabla 6.2).
Esta prueba puede ser computarizada, lo que faci- lita los resultados y brinda un
porcentaje de confiabilidad sobre la base de los números que se comportaron tal y
como predice el estudio para los diferentes tipos de defectos.
Aunque la cartilla de Ishihara es uno de los más útiles para la exploración de las
discromatopsias, no siem- pre un determinado método permite diferenciar con
exactitud entre protanomalías y deuteranomalías, sobre todo entre dicrómatas o
tricrómatas, por lo que en oca- siones se hace necesario aplicar más de una prueba
con el fin de determinar el tipo e intensidad del defecto.
Son variadas las pruebas psicofísicas de visión cromática que permiten detectar una
determinada alte- ración de la visión, hereditaria o adquirida, como las lámi- nas
seudoisocromáticas de Hardy Rand Rittler, Rabkin, los anomaloscopios, el City
University, con esferas muy pequeñas y de diferentes tamaños y las pruebas con dis-
cos coloreados de Farnsworth-Munsell, las cuales estu- dian tanto el eje rojo-verde
como el amarillo-azul. Esta última, en su variedad Hue 100, es la más compleja y
exacta de todas y sirve para exámenes de actitud y se- lección de trabajos que
requieran óptima visión de colo- res, como fábricas de pinturas, textiles, entre
otras.
Método de Hardy Rand Rittler. Son cartillas o tablas seudoisocromáticas semejantes
al Ishihara, en las que se deben identificar las formas de deter- minadas figuras,
como círculos, triángulos, etc., for- madas por puntos o esferitas de determinados
colo- res entre un fondo de otras esferitas de diferentes tonos. Estudia los ejes
rojo-verde y amarillo-azul. Se muestran un total de 10 láminas cuyo contraste de
objetos y su fondo es cada vez más tenue. Si acierta
8, se dice que tiene 8/10. También clasifica el defec-
to congénito al color (Fig. 6.17).
A
Fig. 6.17. Método de estudio del color de Hardy Rand Rittler: A. Primeras láminas;
B. Últimas láminas.
Método de Farnsworth Munsell Hue. Tiene versiones cortas, D 15, que trabaja con 15
discos co- loreados, montados en una caja y la versión larga, Farnsworth Munsell
100 Hue, que trabaja con 89 dis- cos coloreados situados en 4 cajas. En ambas hay
que colocar en orden los discos, en relación al más pareci- do al anterior por su
color; el primer disco es fijo y sirve de guía (Fig. 6.18).
Capítulo 6. Métodos de estudio psicofísicos o subjetivos 109
Un número en la porción posterior del disco, con el orden debido, sirve para
reconocer el orden esta- blecido, hacer la anotación y detectar anomalías, si la
numeración no mantiene el orden. Con los datos colocados en una gráfica, se unen
los números con- secutivos con unas líneas cuya posición sobre el grá- fico
determina el tipo de defecto y su eje. Es un mé- todo difícil de trabajar por lo
demorado de los cálcu- los manuales, pero en la actualidad existen progra- mas
computarizados que muestran el resultado de forma rápida, después de introducidos
los números en el orden dado por el paciente (Figs. 6.19 y 6.20).
Método del City University. Estudia el eje de
color rojo-verde y el amarillo-azul. Consiste en 10 páginas con fondo negro en las
que se muestran 5 discos por cada hoja: uno central y los otros 4 en horas 12, 3, 6
y 9. Solamente uno de ellos es igual al del centro y debe ser identificado
correctamente. El error cometido en cada página, según la posición del disco que
consideró más parecido al del centro, son computados al final, y su resultado
indica el tipo de defecto de colores del paciente.
La aplicación de métodos para detectar defectos congénitos es importante y
necesaria para los exáme- nes de aptitud y selección que se realizan a alumnos de
escuelas militares y jóvenes del Servicio Militar Activo. En ninguno de los casos
se debe pedir al pa- ciente nombrar el color de determinada línea u objeto, ya que
el que padece de defecto congénito de visión al color se acostumbra a nombrar
correctamente lo que él ve, al tomar la experiencia de escuchar a los nor- males
nombrar los colores, aunque lo que está viendo es un color diferente al que el
sujeto normal percibe. Por esto se deben usar las tablas seudoisocromáticas u otro
tipo de prueba más precisa.
A
B
Fig. 6.19. Gráficos del Farnsworth Munsell Hue (FMH) 100. A. Pa- ciente con muy
buena discriminación; B. Paciente normal pero no buen discriminador.
Fig. 6.20. Modelo de las curvas en pacientes con defectos de visión de colores. A.
al rojo (R); B. al verde (V) y C. al azul (A).
Los defectos adquiridos que se detectan en las neuropatías son, por lo regular, al
rojo y verde, lo que puede estar muy afectado aunque la visión esté apenas
disminuida, a excepción de algunas neuropatías como las isquémicas, glaucomatosas y
la hereditaria autosómica dominante, en la que se suelen ver afectados tanto el eje
rojo-verde como el amarillo-azul.
En las neuropatías ópticas adquiridas se exploran los ojos por separado y lo
característico es que la vi- sión del color esté afectada, aun cuando exista
relati- va conservación de la agudeza visual, al contrario de lo que se observa en
las maculopatías.
Esta prueba fue fundamental en el diagnóstico positivo de la neuropatía epidémica
cubana y para des- cartar simuladores u otras enfermedades, déficit de color que
guardó relación con el daño de la agudeza visual. En el seguimiento de los casos
confirmados, la visión de colores y la sensibilidad al contraste fueron las
funciones visuales que quedaron más afectadas, lo que se observó hasta en pacientes
que habían recupe- rado la visión a la unidad.
La afectación del color también se manifiesta en las retinopatías como la de
Stargardt, distrofias de co- nos y con menos intensidad en otras maculopatías. En
ellas el defecto de la agudeza visual es más intenso que el del color, a diferencia
de las neuropatías en las que se afecta más el color que la agudeza visual.
En las lesiones retroquiasmáticas se producen de- fectos de color en la parte del
campo visual afectado. Las lesiones del lóbulo occipital que dañan los giros
fusiforme y lingual, pueden causar defectos de color en el campo contralateral.
Sensibilidad al contraste
El estudio de la sensibilidad al contraste (SC) de luminosidad es un método
psicofísico recientemente introducido en la clínica oftalmológica que estudia el
mínimo de contraste que deben tener los objetos y su fondo para ser percibidos. Se
expresa en valores que corresponden al recíproco del umbral al cual puede ser
detectada la presencia de un estímulo visual; ejem- plo: barras de oscuridad y luz,
que se mezclan alterna- tivamente.
La diferencia de las pruebas de SC con la cartilla de AV, es que esta última
determina el menor tamaño de objeto que puede ser visto y usa el mayor contraste
entre el optotipo y su fondo, mientras que en el estudio
Capítulo 6. Métodos de estudio psicofísicos o subjetivos 111
La SC se suele afectar precozmente y antes que la AV, por lo que su estudio es muy
útil en el diagnós- tico de distintas enfermedades que pueden dañar los medios, la
retina o la vía visual y para el estudio minu- cioso de la refracción.
Su curva se puede deprimir toda o en determi- nada parte, según el tipo de
enfermedad que lo pro- voca pero por lo regular su pico, que se produce en las
frecuencias espaciales medias, es decir, en ob- jetos de mediano tamaño, casi
siempre se ve afec- tado en las neuropatías (Fig. 6.22); mientras las que afectan a
la retina en su área macular (frecuencias espaciales altas) (Fig. 6.23), necesitan
gran con- traste como es preciso para la agudeza visual de objetos pequeños que se
estudian en las cartillas de agudeza visual. La caída de la curva para objetos de
gran tamaño o frecuencias espaciales bajas, es poco frecuente, por lo que algunos
métodos de exa- men rápido de la sensibilidad al contraste de lumi- nosidad solo
estudian las frecuencias espaciales medias (Fig. 6.24).
112 Oftalmología pediátrica
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Capítulo 7
Según la definición de Traquair “El campo visual es aquella porción del espacio en
la cual la percepción de los objetos son vistos de forma simultánea con la mira- da
fija en una dirección constante” o como también lo definiera de una forma poética
“Una isla de visión ro- deada de un mar de ceguera”. Ambas definiciones in- cluyen
la visión central que por costumbre se denomina agudeza visual y el resto del campo
hasta su periferia, hacia la cual decrece la calidad de la visión.
Se puede afirmar que esa isla tiene una única y gran elevación que representa a la
fóvea y en su lado temporal una pendiente menos abrupta que en el lado nasal, donde
se encuentra un pozo ciego, aproximada- mente a 15° de distancia del pico de la
elevación que es conocido como mancha ciega y representa al ner- vio óptico (Fig.
7.1).
Fig. 7.1. Isla de visión cortada por el meridiano vertical 90-270, que deja visible
solo el área temporal donde se representa la mancha ciega.
La detección de afecciones del campo visual es un método diagnóstico muy útil y tan
antiguo como Hipócrates, quien en 450 a.C. fue capaz de describir un paciente con
hemianopsia. Ptolomeo, 300 años des- pués, describió los límites del campo visual y
fue olvi- dado durante largo tiempo.
En el siglo XVII reaparece el interés por este tema; en 1668 Edmé Mariotte describe
un área de no visión dentro del campo, la mancha ciega y demuestra que es causada
por la entrada del nervio óptico al ojo. Al inicio el campo visual se estimaba
tomando como cen- tro a la mancha ciega y no a la fóvea, como quedó definitivamente
normado en este estudio.
En el siglo XIX cobraron importancia los estudios de campo visual y desde entonces
se relacionaron con las características del fondo de ojo recientemente des- crito y
popularizado y la posible enfermedad que oca- sionaba su cambio. Esto se llevó a la
práctica por Albrecht von Graefe, famoso oftalmólogo considera- do el padre de la
neurooftalmología (Figs. 7.2 y 7.3).
En las definiciones más modernas del campo visual se introducen los conceptos de
sensibilidad y de umbral. El campo visual se puede definir entonces como el espa-
cio que puede ser percibido por el ojo, con la mirada fija en un punto determinado,
dependiendo de la sensibilidad que tenga la retina y por lo tanto, de su umbral a
los estímu- los. La sensibilidad es la capacidad de percibir el menor estímulo, es
decir, el más pequeño y menos iluminado y está en relación inversa con el umbral
del paciente.
118 Oftalmología pediátrica
Las isópteras constituyen la unión gráfica de los puntos del campo visual con igual
sensibilidad retiniana, por lo tanto estas son menores con estímulos peque- ños y
llegan a los límites periféricos del campo si se usan estímulos grandes y/o con
gran iluminación.
El campo visual es mayor en extensión en el lado temporal (91,5°) y en el inferior
(75°); los de menor extensión son el nasal (64°) y el superior (55°). Estas cifras
dependen de la distribución no simétrica de las células en cada cuadrante de la
retina, la configura- ción de la cara del individuo y del tamaño e ilumina- ción
del estímulo utilizado, lo que dibuja isópteras me- nores o mayores pero con igual
configuración.
El campo visual binocular o que se superpone con el del otro ojo es de 60° de cada
lado, nasal y temporal, lo
que da un campo binocular de 120°. Queda un exceden- te temporal monocular de cada
ojo por separado de aproxi- madamente 30° que suman los 180°, área en que se debe
percibir un objeto con ambos ojos abiertos y mirando al frente. Esa semiluna de
campo temporal tiene su repre- sentación en el área V1 de la región calcarina
interhemisférica, profundamente situada cerca de la por- ción posterior del cuerpo
calloso; mientras que el área de visión central lo hace en el polo posterior del
lóbulo occipital. Entre estas 2 áreas, en contigüidad y cada vez más ventral se
sitúa el resto del área cortical visual que abarca el área del campo entre los 30°
y la periferia.
El campo visual se divide en cuadrantes tomando
como punto de referencia la representación de la fóvea y se trazan 2 líneas
perpendiculares que se crucen en ella: una en el eje de 0 y 180° y otra en el eje
de 90 y
270°. Estos son nombrados temporal superior, tempo- ral inferior, nasal superior y
nasal inferior y se corres- ponden con la división anatómica de las fibras de la
vía visual. El campo visual es visto por la retina con- traria, por lo que fijando
con la mácula la mancha cie- ga estaría en el lado temporal, casi sobre el
meridiano
0-180°, entre los 10-20° del centro del campo, lo que puede variar entre esos
rangos interindividuos. El punto central de fijación representa a la fóvea.
Para su estudio el campo visual se divide imaginariamente en circulares cada 5 o
10°, que to- man como eje central al punto de fijación visto por la fóvea y
meridianos que atraviesan al punto central, por lo que queda dividido en secciones
útiles para la localización de los defectos (Fig. 7.4).
Con esa división imaginaria se puede ubicar un área de no visión en el cuadrante,
el meridiano y la circular donde se encuentra el defecto visual y hasta describir
su tamaño. Ejemplo, área de no visión o escotomatosa en el cuadrante nasal superior
del ojo derecho que abarca la zona comprendida entre el meridiano 165 y 135 y las
circulares 20 y 40°. Tam- bién se describen áreas por su ubicación topográfica y
relación anatómica, como el área central, paracentral, pericentral, papilomacular,
temporal, nasal, entre otras.
La indicación del campo visual se debe hacer des- pués de haber hecho la historia
clínica oftalmológica
con el examen físico y tener un pensamiento clínico que oriente qué se debe buscar
y de ahí la estrategia que deberá ser usada. Es imprescindible haber explo- rado la
agudeza visual, corregido los posibles defectos refractivos, realizar las pruebas
psicofísicas requeri- das y haber insistido en el estudio de la dinámica pupilar,
específicamente la prueba del balanceo de la luz entre ambas pupilas.
Capítulo 7. Estudio del campo visual 119
Fig. 7.4. Cuadrantes, meridianos, circulares e isópteras del campo visual, según el
tamaño e intensidad del estímulo utilizado.
Para interpretar adecuadamente los defectos del cam- po visual se debe tener
presente la disposición de fibras en retina y vía visual y recordar que por el
borde tempo- ral de la papila entran las fibras del haz papilomacular que
pertenecen en su mayoría al campo nasal; la entrada de las fibras temporales se
produce por los polos de la papila y el resto de las nasales por el borde nasal; el
cruzamiento de las fibras nasales en el quiasma, la com- posición ipso y
contralateral de la vía posquiasmática y las diversas variaciones de lugar que
caracteriza el re- corrido de las fibras posgeniculadas hasta llegar a cor- teza
calcarina (capítulo 4).
El poder detectar una determinada área de no visión
o escotomatosa y su directa relación con la anatomía de la retina y de la vía
visual que tienen una exacta organiza- ción retinotópica, convierte al estudio de
campo visual en un instrumento de valor para el diagnóstico topográfico y en muchas
ocasiones etiológico de las lesiones que pue- den afectar estas estructuras.
que se le puso en cada uno de los cuadrantes de un ojo, se puede inferir que la
visión en las 4 áreas de campo visual estimulado se conserva. Si no encuentra el
objeto, de suficiente tamaño para ser percibido, mostrado en la periferia de alguno
de los cuadrantes, se debe repetir varias veces el intento y comparar con lo que
ocurre al colocarlo en otros cuadrantes del cam- po visual que se suponen
conservados o compararlo con lo que sucede en el otro ojo.
En un niño preescolar la visión alcanza sus valo-
res normales. Para medirla se le puede indicar que imite con sus dedos los que el
explorador le muestra tal como se hizo para estimar la exploración de la AV,
retirando el estímulo visual a diferentes distancias y en cada uno de los
cuadrantes del campo. Si existe defecto en la fijación es preciso mostrar los dedos
de forma intermitente o fugaz. La fijación temporal pue- de ser controlada girando
la cabeza del niño hacia el lado opuesto, con lo que se sitúa el ojo en abducción y
queda totalmente imposibilitado de todo movimiento adicional de los ojos hacia
fuera; para el campo nasal esta maniobra es más difícil.
La otra maniobra para estudiar a grosso modo el campo visual, posible de realizar
en escolares, es la de contar los dedos que el explorador muestra en 1 o 2 cua-
drantes a la vez. Contar dedos a la distancia de 50 cm equivale a visión de 0,1,
que es la que se tiene a los 10 o
20° del centro del campo donde se debe colocar el estí- mulo; a más de 20° de
excentricidad la visión desciende a 0,05. La visión estimada a 10° del punto de
fijación es la décima parte de la visión foveal, que es de la unidad.
Mediante la presentación sincrónica de estímulos visuales es posible obtener una
respuesta similar a la de otros fenómenos de extinción, es decir, que al exa- minar
solamente el campo defectuoso este aparece intacto pero con la estimulación
simultánea queda des- enmascarado el defecto.
La comparación de las manos es otra prueba sen- cilla que estudia el campo visual y
es útil sobre todo en defectos groseros como las hemianopsias. Se deben presentar
ambas manos, una a cada lado del meridia- no vertical, en los cuadrantes superiores
e inferiores e indagar con el paciente si se ven igualmente nítidas las
2. También la comparación de índices coloreados en lados opuestos del meridiano
vertical puede descubrir una sutil hemianopsia por lesión de la vía en la región
quiasmática o retroquiasmática.
El campo visual por confrontación con el del ex- plorador es un método que requiere
de entendimiento y cooperación. Se realiza a algo menos de 1 m de
distancia comparando el ojo derecho de uno contra el izquierdo del otro. Se trata
de detectar cuándo un ob- jeto que el explorador mueve es visto, desde la perife-
ria hasta el área de visión. Ese momento de aparición del objeto se compara con el
campo de la persona que confronta. Luego se debe continuar la exploración moviendo
el estímulo hacia el punto central o de fija- ción, por si deja de ver el estímulo
en algún sitio inte- rior del campo.
Se puede decir que la cartilla de Amsler es un
método de comparación utilizado para buscar la de- formidad de las líneas de su
trazado perfecto de cuadrículas o la ausencia de algunas de sus partes (se
estudiará más adelante).
En el niño un poco mayor se pueden usar métodos de estudio de campo visual
sencillos y rápidos, como el cinético de la pantalla tangente o el perímetro de
Goldmann, aunque no tan acuciosos como los moder- nos métodos estáticos
computarizados que solo se pueden realizar en niños mayores y muy cooperativos, con
los que se debe trabajar como con el adulto.
Los métodos cinéticos estudian varias isópteras
que forman la unión de los puntos de los lugares donde se detectan o dejan de ver
objetos en movimiento.
En los métodos estáticos aparecen estímulos lu- minosos de forma y posición fija
con determinada ilu- minación que se reconocen según la sensibilidad y el umbral de
cada punto explorado de la retina. En los niños que cooperan pero con dificultad
para mantener la atención se prefieren los programas estáticos de menos tiempo de
ejecución, como los supraumbrales, aunque menos acuciosos. Ambos se basan en la
sensibilidad de diferentes puntos de la retina.
La sensibilidad retiniana puede estar disminuida en
grados variables y producir escotomas absolutos cuan- do en el área del campo en
cuestión no se ve el estímulo a pesar de ser grande y bien iluminado y escotomas
relativos cuando se ven estos tipos de estímulos pero no se reconocen los de menor
tamaño e iluminación.
La sensibilidad retiniana puede variar por factores físicos o subjetivos, lo que se
puede percibir en el es- tudio de las diferentes isópteras.
Factores físicos que influyen en el campo visual:
– Tamaño e iluminación del estímulo: a mayor ta- maño e iluminación las isópteras
llegan más a la periferia.
– Duración de la presentación del estímulo: un estímulo se debe presentar un mínimo
de tiem- po para ser percibido.
Capítulo 7. Estudio del campo visual 121
Las isópteras son líneas curvas imaginarias que unen los puntos de igual
sensibilidad retiniana; varían en extensión según el estímulo utilizado y son mayo-
res con estímulos de más tamaño e iluminación, como se muestra en la gráfica de
campo visual con perí- metro tipo Goldmann (Fig. 7.5).
B
Fig. 7.5 A. Perímetro de Goldmann; B. Gráfica de campo visual con diferentes
isópteras según sumas.
122 Oftalmología pediátrica
Pantalla de Bjerrum
La pantalla tangente de Bjerrum es uno de los mé- todos más antiguos pero que
mantiene su vigencia en el estudio campimétrico, sobre todo para una estima- ción
rápida del estado del campo visual en pacientes que cooperan poco. En ella se
representan los 30° centrales a la distancia de 1 m de la pantalla, lo cual puede
variar si se acerca al paciente a medio metro para duplicar el área explorada, 60°,
o se aleja a 2 m reduciendo entonces la representación del campo a los 15°
centrales. A la distancia de 1 m los escotomas aparecen 3 veces más grandes que en
el perímetro, de aquí que se haya preferido este tipo de instrumento en el estudio
del campo central hasta la aparición de la perimetría estática.
Distancia:
Recordar que en los perímetros a 33 cm se representan los 90° del campo
A 0,5 m se representa 50-60°
A 1 m se representa 25-30° de campo
A 2 m se representa 12,5-15°
de fieltro negro, con tamaño algo mayor que 1 m2; tiene trazados, en pespuntes
negros sin brillo, las circulares cada 5° y los meridianos cada 15 o 30°. Se
encuentra marcada dentro de ella la mancha ciega de Mariotte, que no es más que un
escotoma fisiológico que repre- senta a la papila; está ubicada en la zona temporal
entre los 12 y 18° del centro. El punto de fijación se repre- senta mediante un
pequeño punto central blanco que debe ser visto por la fóvea y que puede ser
aumenta- do de tamaño en caso de mala fijación debido a escotomas centrales (Fig.
7.6).
Los puntos de desaparición y reaparición son se- ñalados con los alfileres negros
para que se puedan percibir los contornos del campo o el crecimiento del defecto a
medida que avanza el examen. Si en cual- quier momento del estudio aparece un área
defectuo- sa, esta debe ser explorada inmediatamente para de- terminar en detalle
su tamaño, forma y densidad. La densidad del escotoma permite clasificarlo en
absolu- to y relativo (Fig. 7.7).
La pantalla tangente tiene la ventaja de ser muy versátil, abarca diferentes áreas
según a la distancia que se encuentre el paciente de la misma y el examen se puede
realizar rápido si se define bien qué es lo que se busca y si la persona que lo
realiza tiene suficiente experiencia. Generalmente la pantalla se coloca a 1 m de
distancia y en ella están contenidos los 30° centra- les en 1 m de fieltro negro.
Si se conoce que a 0,5 m la representación del campo que cabe en el metro de
fieltro es de 60° y a 2 m de distancia es de 15°, al variar la distancia del niño
con respecto a la pantalla debe variar la representación en el tamaño de los
escotomas y de la contracción concéntrica (Fig. 7.8).
con el ojo del paciente en el centro de la esfera y el médico dentro de ella pero
con la posibilidad de obser- var la fijación, atención y reacciones del paciente.
El examen con la pantalla tangente es similar al que se efectúa con el perímetro
pero es plano.
También se usan letras para subdividir las inten- sidades luminosas; esta relación
de superficie e in- tensidad se describe como una fracción que lleva en el
numerador el índice de superficie y en el denomi- nador el de luminosidad. Las
distintas combinacio- nes de estos índices permiten dibujar varias isópteras que
son más extensas según mayor es la suma em- pleada (Fig. 7.10).
Las isópteras trazadas con diferentes índices cuya suma sea igual, deben coincidir.
Esta es la expresión de lo que se conoce como sumación espacial.
En la gráfica se dibujan todas las isópteras que se exploran y se destacan con
colores o líneas de puntos diferentes o continuos, lo que debe corresponder a la
tabla de Pitágoras (situada hacia abajo y a la derecha del gráfico) en la que se
muestran estos índices en columnas de números romanos los referentes al ta- maño y
en números arábigos y en filas horizontales los referentes a la intensidad del
estímulo.
Si se adiciona el valor de los índices de tamaño y luminosidad se puede hablar de
sumas que van a tener la misma extensión del campo, si el resultado de la suma es
igual, independientemente de que no sean los mismos índices; ejemplo: suma 4, se
puede tratar de estímulos I y 3, II y 2 o III y 1.
El control de fijación se lleva a cabo mediante la
observación directa a través de una mirilla que permi- te además medir el diámetro
pupilar (Fig. 7.11).
Al uso del umbral diferencial, el estudio cuantitati-
vo, la sumación espacial y el control de fijación se ha adicionado el movimiento
libre del brazo del perímetro que admite realizar un mapeo de un escotoma en to-
das sus direcciones. Ello permite detectar con preci- sión escotomas que se pueden
definir como: región con sensibilidad a la luz disminuida o menor que en el área
circundante o sensibilidad perdida.
Antes de comenzar la exploración se le explica al paciente cómo se realiza la
prueba. La ilumina- ción de la cúpula debe ser calibrada previamente. Se sienta al
paciente frente a la esfera que debe permanecer encendida para preadaptarlo a la
luz por breve tiempo, mientras se ocluye el ojo de peor visión para empezar por el
de visión más conserva- da. Luego se le coloca al paciente en posición y se mide
entonces el diámetro pupilar a la vez que se chequea la fijación.
Una buena perimetría dinámica debe estudiar como mínimo de 3-4 isópteras y 12
meridianos. Se comienza buscando el umbral general del paciente, lo que se puede
hacer determinando la suma de índi- ces menores con que el paciente ve el estímulo
que se le presenta en los 4 meridianos principales, equi- distante 25° del centro o
la suma menor que pasa por fuera de la mancha ciega.
Determinada la suma menor con la que el pa- ciente vio los 4 puntos presentados, a
25° del centro, se comienza la exploración con la suma mayor que
se determine usar, moviendo el estímulo con una ve- locidad de 2-5° por segundo. Se
exploran un mínimo de 12 meridianos por isópteras, 2 a la izquierda y derecha de
los meridianos 0-180 y 90-270, así como los 4 oblicuos 45-135-225 y 315. El primer
mapeo de la periferia con el estímulo mayor le permite al paciente familiarizarse
con la prueba y entrenarse para el estudio de las isópteras menores. Seguida- mente
se usan otros índices y se conforma el resto de las isópteras según las sumas de
los índices o estímulos utilizados hasta llegar a explorar la más interna que es la
más cercana al umbral. La man- cha ciega debe ser mapeada siempre con la suma menor
que pase por fuera de ella; sus límites deben
Capítulo 7. Estudio del campo visual 127
estar entre los 9 o 10 y los 20 o 21° del centro, entre los meridianos 30 y 345. En
mayores de 50 años de edad la mancha ciega solo se incluye en la isóptera trazada
con estímulos suma 3.
Fig. 7.12. Caída del campo visual: A. En bordes abruptos; B. Bordes en declive.
Capítulo 7. Estudio del campo visual 129
Cartilla de Amsler
La cartilla de Amsler es una técnica de campo visual supraumbral muy sencilla que
estudia 20° cen- trales a distancia de 30 cm. Consiste en una gradilla de rayas
horizontales y verticales que forman una cua- drícula y un punto central al que se
debe mirar y tratar de percatarse si observando al centro el punto de fija- ción
está presente o las rayas de la cuadrícula apare- cen deformadas. Se puede
sensibilizar con gafas po- larizadas. En caso de no poder percibir el punto de
fijación se debe tratar de un escotoma central por po- sible lesión del nervio
óptico. Si aparece el punto cen- tral pero las rayas se deforman, se debe pensar en
edema macular. Con este método se pueden detectar lesiones paracentrales y del haz
papilomacular; es de uso fácil para chequeo individual del paciente que tie- ne
riesgo de enfermedades que puedan afectar esa área del campo visual (Fig. 7.13).
Los equipos estáticos son de 2 tipos: los que pro- yectan un haz de luz sobre la
cúpula iluminada o los que trabajan con puntos de diodos emisores de luz que se
encuentran sobre la cúpula y se encienden en el instante en que deben hacerlo.
La cúpula se calibra automáticamente y la mayo-
ría usa la misma iluminación de fondo que el perímetro de Goldmann que es de 32
apostilbios (asb). El estí- mulo más usado es redondo, de 4 mm de diámetro, que es
el equivalente al tamaño III del perímetro de Goldmann. Algunos equipos tienen el
equivalente a estímulos de tamaño V para pruebas a pacientes con baja visión. Los
estímulos son de color blanco pero también pueden ser coloreados, lo que facilita
el estu- dio foveal con el rojo o el verde y los de glaucoma con fondo amarillo y
estímulos azules.
La intensidad de los estímulos se mide en apostilbios y los resultados de los
pacientes son expresados en decibeles (dB), que es una medida relativa de visión
pues mide la sensibilidad de cada punto explorado de la retina.
La unidad logarítmica equivale a 10 dB, por lo que
1 dB es una décima parte de una unidad logarítmica. Los resultados se expresan en
decibeles, indican la reducción de luz en unidades logarítmicas y están re-
lacionados con la sensibilidad de la retina explorada. Los decibeles cambian su
valor en dependencia de la máxima intensidad luminosa utilizada y la iluminación de
fondo de la cúpula, por lo que la medida es particu- lar para cada tipo de equipo.
Cero unidades logarítmicas o ningún decibel equivalen a no haber reducido la in-
tensidad de luz máxima de los estímulos de ese equipo y si ni así el paciente lo
vio, ese punto se puede consi- derar un área de escotoma absoluto.
Los estudios de campo visual estáticos son los que
más se usan en la actualidad. Por lo regular trabajan con estímulos de un mismo
tamaño e iluminación va- riable; estímulo que es repetido y aparece en diferen- tes
puntos del campo visual pero no seguidamente en el mismo punto y si no es visto
vuelve a ser estudiado en otro momento. En la preparación para el estudio del campo
visual se deben seguir los siguientes pasos:
– Seleccionar la prueba y el ojo a explorar.
– Introducir los datos del paciente.
– Ajustar los parámetros de la prueba.
– Colocación de las lentes correctoras.
– Instruir al paciente.
Fig. 7.14. En busca del perfil de la isla de visión con estímulos estáticos.
Los métodos estáticos detectan con precisión los valores umbrales para cada punto
explorado. Se puede realizar de forma manual o automatizada. En circulares,
perfiles de la isla de visión o áreas prediseñadas, según lo que se desea buscar o
explorar; ejemplo: mácula, áreas arciformes, hemicampos, entre otros que pueden ser
fa- bricados o diseñados para cada caso por el explorador.
La diferencia entre los métodos estáticos y dinámi- cos se observa en la figura
7.15 que muestra esquemá- ticamente en A, B y C el estudio del campo visual de
forma dinámica y en D y E de forma estática.
La estrategia de estudio que más se usó fue la
perimetría estática manual diseñada por Almaric para el estudio del glaucoma. Esta
explora 72 puntos en las circulares de 5, 10 y 15°. Actualmente esta estrategia se
encuentra incluida en algunos de los nuevos pro- gramas computarizados.
Para estudios evolutivos de lesiones que deben ser
seguidas o no mejoran se puede comenzar muy cerca del valor umbral que tuvo en el
estudio anterior. Tam- bién se puede explorar el umbral de la fóvea en enti- dades
que la afecten aunque no exista visión útil para fijar al centro, como se hacía con
el método estático manual. La sensibilidad foveal está en relación con la agudeza
visual. Si la AV es de 20/20, la respuesta de la fóvea debe ser de 30 ciclos por
segundo.
Los perímetros estáticos buscan el umbral de forma automática en los 4 cuadrantes.
El umbral, que es la sen- sibilidad de los puntos de la retina, se define como el
estí- mulo que tiene el 50 % de las posibilidades de ser visto y depende del tamaño
del estímulo, la iluminación de fondo, la edad y la localización en el campo. El
umbral disminu- ye con la edad y según se aleja del centro, por lo que se requiere
más luminosidad para ser percibido.
Capítulo 7. Estudio del campo visual 131
Cada punto de la retina tiene un valor umbral nu- mérico en decibeles, para el
individuo sano, que se calcula en dependencia de la edad, tanteando en el perfil de
la isla de visión con estímulos levemente por encima del umbral (vistos); después
bajando la inten- sidad hasta que no sea percibido y volviendo a incre- mentar la
luz progresivamente en pasos de menor cuan- tía hasta ser percibido nuevamente para
completar el tanteo. Los pacientes cuyos valores caen fuera del rango de 95 % de la
población son considerados anor- males. Esa comparación la hacen estos equipos
automáticamente.
La estrategia umbral consiste en determinar la
menor intensidad de iluminación a la cual un estímulo puede ser visto. La adecuada
detección del umbral, para el trabajo siguiente de explorar punto a punto gran
parte del campo, ahorra tiempo y aumenta la calidad del examen.
Esta forma de exploración conocida como estudio
estático umbral o campo visual cuantitativo es la me- jor para medir con exactitud
la sensibilidad retiniana. Su desventaja es la demora, ya que cada ojo es exa-
minado durante 15 min, por lo que el estudio total, des- de que el paciente empieza
a ser atendido, tarda casi media hora pero puede ser mayor si las respuestas son
inconsistentes y hay que rechequear múltiples pun- tos. Es por ello que para
chequeos en la población supuestamente sana o en otras condiciones que impi- dan un
estudio demorado, como en los niños, se apli- can las técnicas supraumbrales que
consisten en co- nocer el umbral general para la edad y estimular con iluminaciones
algo más fuertes pero cercanas a este umbral, las cuales deben ser vistas si el
sujeto tiene un campo visual normal.
Los pun tos no vistos en una técnica supraumbral, a decisión del usuario, pueden
ser explorados utilizando una estrategia umbral.
Características del estudio del campo visual supraumbral:
– Duración 3-5 min
– No define la cuantía de la normalidad
– Determina la supuesta isla de visión el umbral para
la edad de acuerdo a la base de datos normal
– Da los puntos algo más iluminados (0,5 u/log) y si los
ve, los asume como normales pero no los cuantifica
– Estímulo supraumbral 1,25 mayor que el umbral
Los supraumbrales son programas rápidos de despistaje que no cuantifican ni definen
el defecto con exactitud pero lo detectan o se aproximan a él.
Diferentes programas pueden ser seleccionados en dependencia de cuál área del campo
se desea ex- plorar; ejemplo: programas para mácula, glaucoma, periferia, entre
otros. En pacientes con mala visión, peores de 0,3, se usan programas específicos
que tra- bajan con estímulos de mayor tamaño, aunque care- cen de bases de datos
para establecer comparaciones por edad.
Métodos umbrales
En la técnica umbral varía la intensidad del estí- mulo para establecer el inverso
de la sensibilidad (um- bral) para cada punto específico que se explora en el campo
visual, según el programa (cantidad y ubica- ción de puntos escogidos). Es la más
usada de las téc- nicas estáticas modernas.
Los programas umbrales que se utilizan con ma- yor frecuencia en el HFA son los
siguientes:
– Central 30-1 y 30-2.
– Central 24-1 y 24-2.
– Central 10-2.
– Periferia 30 a 60-1 y 30 a 60-2.
– Macular.
– Escalón nasal.
– Creciente temporal y otros de aplicación neurológica como los que buscan
hemianopsias.
Algunos de estos exámenes pueden duplicar sus puntos de exploración si se usan los
conocidos sub 1, ejemplo: 30-1 y 30-2, que exploran puntos anexos den- tro de los
30° centrales. Cada examen explora 76 puntos. Si se realizan los 2 al mismo
paciente se ex- ploran 152 puntos.
Los principales programas supraumbrales que trae
el HFA son:
– Para el glaucoma: el Almaric central, el Almaric
a campo completo y el escalón nasal.
– Programas centrales de 30° con exploración de un número de 40 hasta 166 puntos.
– Prueba a campo completo y periféricas que ex-
ploran desde 68 hasta 246 puntos.
Desviación media (DM). Es una expresión nu- mérica que muestra la desviación del
campo visual explorado con respecto a la norma. Brinda una idea de la depresión o
elevación de la isla de visión.
Los números negativos indican una isla deprimida con respecto a la norma, los
positivos una isla por en- cima de la norma. Muy positivos son índice de incon-
sistencia por falsos positivos.
Desviación del patrón estándar (DPE). Es una expresión numérica del cambio de la
forma de la isla de visión del paciente con respecto a la norma. Indica la
presencia de defectos regionales en el campo visual y su valor siempre es absoluto
(+).
Fluctuación a corto plazo (FCP). Es la reexplo- ración de 10 puntos
preseleccionados al azar para eva- luar consistencia en la respuesta. Valores
elevados indi- can pobre cooperación o defectos incipientes; una fluc- tuación alta
es por lo regular signo de patología.
Desviación del patrón estándar corregido
(DPEC). Es la DPE corregido por los índices de confiabilidad de la prueba. Si la
FCP es elevada debi- do a poca cooperación del paciente, la DPEC es más precisa que
la DPE. Si la FCP es elevada debido a patología, la DPE es más precisa que la DPEC.
Para diferenciar entre ambas se usa el patrón de desviación estándar, que indica si
la forma de la isla de visión difiere de lo normal según la edad. Una DPE baja
indica depresión generalizada de la isla y una DPE alta, cambios irregulares con
defectos focales de cam- po. La DPE corregida compara la forma total de la isla de
visión con relación a la edad y las irregularida- des causadas por pérdida del
campo.
En las figuras 7.22, 7.23, 7.24 y 7.25 se muestran algunos ejemplos de
anormalidades en el campo vi- sual con HFA.
Fig. 7.20. Análisis de campo único y sus diferentes partes en paciente con ptosis
palpebral y caída aparente del campo superior.
Octopus
El perímetro Octopus sigue líneas de estudio muy similares al HFA (Fig. 7.27).
Los programas más utilizados por el Octopus son
los siguientes:
– 32: examen general.
– G2: examen para el glaucoma.
– ST: prueba de campo para el glaucoma.
– M2: examen macular.
– 07: prueba general de estudio de campo.
– LVC: baja visión central.
– LVP: baja visión periférica.
– N1: examen neurológico.
– D1: examen para diabéticos.
– C08: examen macular.
– ET: prueba de Esterman.
– BT: estudio de ptosis palpebral.
– CT: estudio predefinido.
La curva de Bebie analiza y separa los 2 compo- nentes de defecto del campo visual,
depresiones ge- nerales y defectos locales. Es muy útil para detectar depresiones
difusas tempranamente (Fig. 7.32).
A continuación se exponen algunos ejemplos de distintas entidades.
En la figura 7.33 se muestra un ejemplo de campo visual aparentemente normal.
Nótese el índice de las pruebas de trampas. La figura 7.34 muestra un caso
sospechoso de glaucoma.
En la figura 7.35 se muestra una hemianopsia ver- tical de campo temporal del ojo
izquierdo que junto a otra hemianopsia temporal del ojo derecho ubicó la lesión en
la región quiasmática con mayor posibilidad de que la compresión comenzara por
debajo del quiasma, ya que la zona temporal superior del campo es la más afectada.
En las figuras 7.36, 7.37 y 7.38 se muestran va- rios ejemplos de defectos, serie
evolutiva y repre- sentaciones de métodos estáticos y dinámicos juntos
característicos de las neuropatías ópticas isquémicas anteriores.
A
Fig. 7.25. Seguimiento evolutivo del campo visual en un paciente con neuritis
óptica en recuperación.
Fig. 7.28. Gráfica de prueba cinética con varias isópteras en la que se muestran
escotomas arciformes propios del glaucoma.
Fig. 7.30. Hoja de informe de un paciente con defectos de campo visual que después
del análisis queda solo en defecto arciforme, lo que se muestra en la última
representación abajo y a la derecha. La escala en rojo resume el estado del campo
visual; curva de Bebie.
El microperímetro MP1
En la perimetría estática clásica las áreas de la retina estimuladas mediante el
estudio del campo visual son iden- tificadas por sus posiciones geométricas con
respecto a la zona de fijación del paciente, lo que hasta ahora no permitía obtener
un mapa de sensibilidad relacionada di- rectamente a la imagen del fondo de ojo.
Esto surgió recientemente con el microperímetro MP1, en el que el mapa de
sensibilidad retiniana es generado proyectando los estímulos en las posiciones de
la retina seleccionadas por el programa predeterminado o por el operador, ob-
servando a la vez y de forma continua el fondo de ojo del paciente sometido en ese
momento al examen (Fig. 7.39).
La posibilidad de estudiar la sensibilidad de la reti- na en el área macular
mediante examen de micro- perimetría y relacionarla con el grado de alteraciones
clinicoimaginológicas de la capa de fibras a nivel del haz papilomacular en las
diferentes patologías que se expresan como afectaciones centrales del campo, per-
mite realizar una evaluación cuantitativa que orienta ante cualquier cambio sutil
en la sensibilidad retiniana sobre la mejoría, estabilización o agravamiento del
daño.
Fig. 7.39 A. Equipo MP1; B. Gráfica de campo visual central superpuesta al fondo de
ojo.
152 Oftalmología pediátrica
Lo primero que sucede en el campo visual de un joven con glaucoma, usando estímulos
de I/1, es la exclusión de la mancha ciega, lo que también se pro- duce con índices
I/2 en personas mayores. Además se observan escotomas pequeños en las áreas
arcuatas, entre las circulares 10 y 20, que son al principio de tipo relativos. A
este estadio del campo visual de un glaucomatoso se le reconoce como estadio 1. En
el glaucoma también son frecuentes las contracciones concéntricas del campo, debido
a la pérdida de la sen- sibilidad diferencial a la luz, lo que se ve como un de-
fecto difuso no escotomatoso que se observa muy bien en estudios computarizados.
Es preciso tener en cuenta que el campo se altera
en el glaucoma, al igual que el aspecto de la papila, muchos años después que la
presión se esté elevando, por lo que puede permanecer sin diagnosticar si las
presiones no están elevadas constantemente y no co- incide el aumento de presión
con la toma que se le haga en consulta. En esos casos solo se detecta con la curva
de presión de 24 h y sobre todo con la toma del amanecer, cuando ocurre el aumento
de presión se-
gún ciclo circadiano. Si aparecen las alteraciones del campo visual descritas se
puede realizar el diagnósti- co con mayor certeza.
En un segundo estadio de deterioro del campo visual
en el glaucoma, las áreas con disminución de la sensibili- dad retiniana tienden a
unirse y provocar verdaderos escotomas arciformes que terminan bruscamente en el
borde nasal, debido a la disposición de las fibras que no finalizan al mismo nivel
en el rafe horizontal. Cuando apa- rece el superior se forma el escalón de Ronne
que produ- ce un escotoma anular, con borde interno abrupto y ex- terno de
pendiente suave o descendente. Estos escotomas empiezan por lo regular en los
sectores superiores, ya que las fibras que entran por el polo inferior son las que
más tempranamente se afectan. El escalón de Ronne puede ser isoptérico si se
observa en una sola isóptera y escotomatoso si se ve en todas.
Cuando existe déficit en un cuadrante para estí-
mulos I/4 o un escotoma arqueado grande o en anillo, a veces con exclusión nasal,
se habla de campo visual del glaucoma estadio 2.
Según avanza la enfermedad, el campo disminu-
ye. Se llama estadio 3 cuando existe pérdida de medio campo para estímulo I/4 o
isóptera reducida hasta 10°. Se denomina estadio 4 cuando queda solo una laguna de
visión temporal.
En casos de escotomas arciformes se debe tener en cuenta, además del glaucoma, la
neuropatía óptica isquémica, las fositas ópticas congénitas, las oclusiones de
ramas vasculares, los cuerpos hialinos del disco óptico y más raro, pero posible,
una lesión quiasmática.
Un defecto unilateral en cuadrante con punta en
mancha ciega debe hacer pensar en oclusión vascular. La hemianopsia altitudinal
monocular indica lesión vascular del nervio por detrás o en el nivel de la lámina
cribosa.
Los defectos hemianópsicos verticales se ven en las lesiones quiasmáticas y
retroquiasmáticas. En el síndrome del quiasma anterior puede haber amaurosis de un
ojo y lesión del cuadrante temporal superior del ojo contralateral, que puede
progresar hasta tomar el inferior. Este defecto se suele ver en aneurismas de la
arteria oftálmica y meningioma del tubérculo sellar. En el síndrome del quiasma
medio son característicos los defectos hemianópsicos bitemporales, a veces in-
congruentes, que en casos de ser originados por una lesión de hipófisis comprime
las fibras más inferiores y producen defectos hemianópsicos que comienzan por los
cuadrantes superiores del campo. En el síndrome de quiasma posterior, los escotomas
bitemporales son al comienzo centrales ya que las fibras maculares se decusan en la
porción posterior.
Capítulo 7. Estudio del campo visual 153
Fig. 7.41. Esquema de defectos del campo visual y localizaciones de las lesiones
que los provocan en la vía visual.
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Capítulo 8
Refracción
YAHUMARA ALBERTO ESCOBAR, ROSARALIS PANECA SANTIESTEBAN Y LEGNA GARRIDO LÓPEZ
El ojo como sistema óptico está constituido por 4 dioptrios oculares: córnea, humor
acuoso, cristalino y vítreo, con diferentes índices de refracción cada uno, que
están entre 1,33 y 1,43, aproximadamente (Fig.
8.1). Cuando la luz atraviesa un dioptrio, cambia su longitud de onda y no su
frecuencia, por eso se modi- fica la velocidad de traslación de la misma, pero no
cambia su color.
Fig. 8.1. Medios transparentes que atraviesan la luz hasta llegar a la retina.
En clínica oftalmológica, la refracción es el estu- dio del sistema óptico del ojo
y la corrección de sus defectos para que la imagen se forme íntegramente sobre la
retina, lo que se puede lograr con la interposi- ción de lentes delante de la
córnea, si existiera un de- fecto refractivo o mediante la acomodación, sobre todo
en el caso de la visión de cerca.
Acomodación. La acomodación es el conjunto de modificaciones oculares que ocurren
cuando el aparato visual es estimulado por la presentación de un objeto cercano y
dichas modificaciones consisten esencialmen- te en el aumento del poder refringente
del cristalino para enfocar con nitidez dicho estímulo sobre la retina. El poder
acomodativo es grande en la niñez y comienza a decrecer con el paso de los años,
debido a 2 factores primordiales: la esclerosis (endurecimiento y pérdida pro-
gresiva de la elasticidad) del cristalino y el envejeci- miento de la fibras
componentes del músculo ciliar, que se contrae para relajar los ligamentos
suspensorios que sostienen al cristalino, y le permiten así el aumento de su
convexidad. En ocasiones existen problemas de aco- modación (insuficiencia, exceso,
inflexibilidad de la aco- modación, así como acomodación mal sostenida) que
provocan síntomas parecidos a los de los defectos refractivos y no deben ser
confundidos con estos, pues su tratamiento es diferente al de las ametropías.
Convergencia. La convergencia es la otra fun- ción inherente a la visión,
íntimamente relacionada con la acomodación, pues se produce cuando se pre-
visuales hacia adentro para dirigir la mirada sobre este estímulo y que caiga en
ambas fóveas a la vez. Sin la convergencia no es posible la acomodación, pues a
determinado esfuerzo acomodativo corres- ponde igual esfuerzo de convergencia. Esta
función también se puede ver afectada (con la insuficiencia o el exceso de la
misma) y produce molestias como la diplopía (visión doble) y otras que por intensas
requieren tratamiento.
Astenopía. Es el nombre que recibe el conjunto de síntomas producidos por algunos
defectos refractivos y que depende de la fatiga del músculo ciliar o de los
músculos extraoculares que deben man- tener el paralelismo de los ejes visuales.
Los síntomas más frecuentes son:
– Dolor en los ojos o alrededor de ellos, agrava- dos por la lectura de cerca.
– Cansancio y malestar de los ojos al usarlos du- rante un corto tiempo para
lectura de cerca. Se acompaña de somnolencia, lagrimeo, fotofobia, congestión y un
estado de irritabilidad de los párpados con sensación de picazón y ardor. Estos
síntomas se acentúan por la noche, cuan- do el paciente está cansado o cuando hace
uso de una iluminación artificial deficiente.
– Puede haber visión doble y vértigos.
– Se puede acompañar de otros síntomas como: náuseas, contracción de los músculos
faciales, y más raramente dolor hemicraneal, además, en el caso de astigmatismo
suele haber salto de renglones al leer.
Ametropías. Ante todo, se deben conocer las ca- racterísticas de un ojo sin defecto
refractivo, es decir, un ojo emétrope. La emetropía (Fig. 8.2) es la condi- ción en
la cual el ojo no tiene defecto refractivo y la posición de su foco imagen es
completamente normal, pues cuando está este en reposo los rayos luminosos paralelos
procedentes del infinito se enfocan correc- tamente sobre la retina.
senta un estímulo cercano y es la que lleva los ejes Fig. 8.2. Ojo emétrope.
Capítulo 8. Refracción 157
Hipermetropía
Es este el defecto refractivo más frecuente en América, donde el 80 % de los
pacientes con defectos refractivos son hipermétropes o astígmatas hipermetrópicos
simples o compuestos. Consiste en la formación del foco principal detrás
(virtualmente) de la retina, lugar donde se enfocan en este caso los ra- yos
luminosos paralelos procedentes del infinito. Su principal síntoma consiste en
dificultad, tanto para la visión lejana como cercana, aunque predominan las
molestias en la visión de cerca. Esto se manifiesta así ya que es característica
del paciente hipermétrope la fuerte acomodación de la que hace uso; esta conlleva a
compensar bastante el defecto lejano, por lo que tie- nen agudezas visuales
iniciales cercanas al 20/20 o unidad y portan defectos considerados como modera-
dos y hasta a veces un poco elevados. Estos pacien- tes se suelen ver afectados por
la presbicia (disminu- ción fisiológica de la capacidad de acomodación que afecta a
la visión cercana alrededor de los 39 años en adelante) mucho antes que los miopes
o emétropes. Este defecto de refracción (como en general la mio- pía también) es
consecuencia de 3 factores causales:
– Variación de la longitud axil del ojo (hiperme- tropía axil).
– Variación de la curvatura de los medios ocula- res (hipermetropía de curvatura).
– Variación del índice de refracción de los me- dios oculares (hipermetropía de
índice).
Síntomas
El principal síntoma es la dificultad para la visión cercana, más que para la
lejana, aunque si el defecto es elevado, mayor de 3 dioptrías, aparece la
dificultad para ambas distancias. Puede haber cefalea frontal que se exacerba con
el exceso del trabajo en visión próxima, que por supuesto es rara en la mañana y
fre- cuente con el transcurso del día. Existe además hiper- sensibilidad a la luz,
visión borrosa, y sensación de doble contorno de las imágenes. Estos síntomas se
mani- fiestan, por lo general, después de leer, escribir, reali- zar trabajos de
cerca y muy especialmente cuando se lee por la noche y con luz artificial.
Signos
En el hipermétrope, el diámetro anteroposterior del ojo es pequeño, la córnea es
también pequeña y más descentrada, el cristalino está prominente con la cá- mara
anterior poco profunda. Existe tendencia al glau- coma de ángulo cerrado. Las
características genera- les o signos del ojo hipermétrope son las siguientes:
– Objetivamente se ve congestión de vasos conjuntivales y de los bordes libres de
los pár- pados.
– El examen de fondo de ojo es casi siempre nor- mal, pero la papila se puede ver
más pequeña y sin excavación fisiológica.
– A veces se observa la retina con aspecto de seda iridiscente, o sea, con cierto
brillo y cuando es elevado el grado de hipermetropía el nervio ópti- co adquiere
una tonalidad algo más oscura, de márgenes elevados, por lo apretadas que entran
las fibras a formar el nervio óptico, lo que da un
aspecto que se denomina seudoedema papilar. En los niños pequeños la
hipermetropía, especial- mente en los casos de defecto refractivo eleva- do, puede
provocar estrabismo convergente y en ocasiones, ambliopía monocular o binocular.
Corrección óptica
Se corrige con lentes esféricas positivas o con- vergentes (Fig. 8.3), es decir,
que tienen igual poder refractivo en todos sus meridianos y aumentan el ta- maño de
la imagen. Se plantea de forma general que se debe corregir con la lente más fuerte
que provea la mejor agudeza visual, cuando no existen desbalances musculares
significativos (estrabismos). También puede ser corregida con cristales o con
lentes de contacto si la hipermetropía es mayor de 2 dioptrías; existe ade- más la
opción de corregir con cirugía refractiva pero no está recomendada en niños por no
haber culmina- do el crecimiento de los globos oculares y la corres- pondiente
estabilización del defecto refractivo.
Miopía
La miopía es un defecto refractivo cuya carac- terística fundamental es la marcada
disminución de la agudeza visual lejana. Se puede clasificar en: leve (de 0,25 a 2
dioptrías), moderada (de 2 a 4 dioptrías) y elevada (de 4 dioptrías en adelante).
Ocurre que el foco principal que forman los rayos luminosos para- lelos procedentes
del infinito se forma delante de la retina. Existen 2 grandes grupos dentro de la
miopía: la miopía estacionaria o juvenil, la cual es solamente
Capítulo 8. Refracción 159
un defecto refractivo, cuyo fondo de ojo suele ser nor- mal y que generalmente no
excede las 6 o 7 dioptrías; avanza desde la infancia gradualmente y se estabiliza
alrededor de los 20-21 años cuando termina el creci- miento axil del globo ocular,
con buen pronóstico visual; y la miopía maligna o degenerativa, que como bien dice
su nombre, es una enfermedad en la que aparecen alte- raciones en el fondo de ojo,
como la ectasia de polo posterior, las degeneraciones coroideas peripapilares, el
cono miópico y pueden haber desgarros periféricos de la retina, como lesiones
predisponentes a su desprendi- miento. Esta miopía presenta generalmente valores
bien elevados, por encima de las 10-12 dioptrías; tiene mal pronóstico visual, pues
estas lesiones retinianas dismi- nuyen mucho la visión hasta valores en los cuales
el paciente puede llegar a ser débil visual o ciego legal y avanza de manera
descomunal en poco tiempo (Figs. 8.4 y 8.5).
La miopía axil es la forma más frecuente. El diá- metro anteroposterior del ojo es
mayor de lo normal.
La miopía de curvatura se debe al aumento de convexidad de la córnea y es poco
frecuente.
La miopía de índice es debida al aumento del índice de refracción del cristalino.
Se ve en las cataratas inci- pientes y al inicio de la diabetes; es rara en los
niños pequeños. Sucede lo mismo en la miopía de curvatura.
La frecuencia de la miopía es difícil de establecer. Está más extendida entre los
habitantes de las ciuda- des que entre los de los campos, y entre los trabajado-
res intelectuales que entre los manuales. Muy frecuen- te entre los chinos,
japoneses, israelíes y árabes, por lo que las zonas geográficas en las que
predomina es mayormente en Asia y Europa. La miopía es de ori- gen constitucional.
No existe ningún gen que la deter- mine, sino que es el resultado de la acción de
diferen- tes genes que establecen los parámetros de la refrac- ción. Sin embargo,
está demostrado que tiene una fuerte tendencia hereditaria.
Formas clínicas
Existen diferentes formas clínicas y clasificacio- nes, por ser la miopía una
entidad polimorfa. La clasi- ficación se establece en congénitas y adquiridas.
Si la miopía es congénita o aparece en edades tem- pranas de la vida, es probable
que el paciente padezca de grave miopía de adulto.
Síntomas
El principal síntoma es la dificultad para la visión lejana; las cefaleas son
bastante raras, aunque en algu- nos casos la corrección de pequeños errores alivia
los síntomas. El paciente tiende a disminuir marcadamente la hendidura palpebral en
busca de la formación de una hendidura estenopeica.
Los padres, por lo regular, llevan al niño a la con-
sulta porque la maestra refiere que tiene dificultades para ver la pizarra o porque
los padres notan que se acerca mucho al televisor o al libro cuando lee o es-
cribe. De forma objetiva, se pueden ver los ojos gran- des, con tendencia al
desbalance muscular, casi siem- pre divergente. Los trastornos vasculares coroideos
tie- nen repercusión en el cuerpo vítreo, donde se observan fluidez y opacidades o
flóculos vítreos múltiples, muy fre- cuentes en los que tienen miopía avanzada. Su
síntoma
160 Oftalmología pediátrica
son las denominadas “moscas volantes” que los pacien- tes describen muy bien
durante el interrogatorio.
Al igual que en la hipermetropía, a los pacientes con miopía se debe examinar con
el ojo en reposo, es decir con parálisis de la acomodación. El diagnóstico es
eminentemente objetivo mediante esquiascopia en los menores y subjetivo luego, si
ya el paciente coope- ra. En la miopía refractiva el pronóstico es bueno, no así en
la miopía progresiva que es reservado.
La miopía moderada en los 2 ojos puede provocar ambliopía binocular que a veces no
se detecta hasta que comienza a realizar actividades escolares, cuando queda poco
tiempo para su recuperación visual total. Esta es una de las primeras causas de
ambliopías bi- noculares en las escuelas de rehabilitación y se expli- ca por no
hacer un examen refractivo al niño alrede- dor del año de edad para detectar a
tiempo el defecto.
Corrección óptica
Estos defectos se corrigen con lentes esféricas negativas llamadas cristales
bicóncavos o divergen- tes, es decir, que tienen igual poder refractivo en todos
sus meridianos (Fig. 8.6).
Síntomas
Los síntomas ocasionados por astigmatismos son múltiples y dependen de la
intensidad del defecto; los pequeños son los que más molestan al paciente. Es ca-
racterística la disminución de la agudeza visual, que es relativa en los pequeños
grados de astigmatismo y más evidente en los altos. No se reconocen ciertas letras
so- bre una línea, se ven dobles o se confunden. No se distin- guen con precisión
los objetos lejanos, se ven borrosos; es patognomónico el salto de renglones en la
lectura.
Provoca cefaleas de tipo frontal relacionadas con
la lectura y escritura que se observan más en los astigmatismos de tipo
hipermetrópicos y suelen ser posteriores a los esfuerzos visuales. Se manifiesta
fa- tiga visual y por el constante esfuerzo en la acomo- dación no se pueden
realizar trabajos de lectura o es- critura durante largo tiempo. Se manifiesta
cansancio ocular y tendencia al sueño. Puede aparecer lagrimeo, fotofobia e
hiperemia conjuntival.
Capítulo 8. Refracción 161
En los niños se debe realizar la prueba de refrac- ción con cicloplejía, pero en
los pacientes con astig- matismo su uso es imprescindible. El astigmatismo es más
frecuente en la infancia y predomina el hipermetrópico. Puede variar durante el
transcurso de la vida, sobre todo en el niño pequeño.
Tratamiento
El tratamiento del astigmatismo se realiza con la prescripción de lentes
correctoras cilíndricas (que tie- nen diferente poder refractivo en todos sus
meridia- nos) de diferentes tipos, ya sean plano cilíndricas o esfero cilíndricas
positivas o negativas, en dependen- cia de si es para corregir astigmatismo simple
o com- puesto y si se trata de un astigmatismo hipermetrópico o miópico (Fig. 8.7).
Los ejes principales son, por lo regular, el horizon- tal (180°) y el vertical
(90°), a los que se les llama meridianos principales. Menos frecuentes son los
astigmatismos con ejes oblicuos. Se plantea de forma general que se debe corregir
el total del defecto, siem- pre que sea posible, pero cuando este es muy elevado,
la corrección se hará de forma escalonada.
Métodos de examen más usados para determinar el estado refractivo del niño Ante
todo es necesario conocer de modo general
los tipos de lentes oftálmicas que existen para la co-
rrección de las ametropías. Estas se clasifican según la combinación de sus 2 caras
en: biconvexas, planoconvexas y convexa cóncavas y en bicóncavas, planocóncavas y
cóncava convexas; la combinación de una superficie cóncava y una convexa son los
lla- mados meniscos. Según su geometría se clasifican en: esféricas, cuando tienen
el mismo poder dióptrico en todos sus meridianos y corrigen las ametropías puras,
es decir, las positivas corrigen la hipermetropía y las negativas corrigen la
miopía; cilíndricas cuando tienen diferente valor en sus 2 meridianos principales;
las plano cilíndricas que tienen poder dióptrico en un meridiano y en el otro no y
corrigen los astigmatismos simples: las positivas el astigmatismo hipermetrópico
simple y
las negativas el astigmatismo miópico simple; las esfero cilíndricas que tienen
diferente poder en sus 2 meri- dianos y corrigen los astigmatismos compuestos, las
positivas los astigmatismos hipermetrópicos compues- tos y las negativas los
astigmatismos miópicos com- puestos. Además las lentes mixtas corrigen los
astigmatismos mixtos pues son la combinación de una lente esférica y una
cilíndrica.
Otra clasificación se realiza según el número de
focos: monofocales las que tienen una sola distancia focal para la visión a una
sola distancia determinada, bien sea de cerca, de lejos o de distancia intermedia y
multifocales las que presentan varias distancias focales para la visión en
diferentes distancias; entre sus varia- ciones están las bifocales, que tienen 2
focos: uno para la visión lejana en la parte superior y otro para la vi- sión
cercana, llamado oblea, para la visión próxima. La otra variante son las lentes
multifocales progresi- vas, cuya construcción contiene un sector central lla- mado
“camino o pasillo óptico” que tienen numerosas distancias focales que incrementan
su potencia pro- gresivamente y permiten la visión en todas las distan- cias que
demande el paciente.
El estudio de la refracción ocular se realiza me-
diante una combinación de métodos objetivos y subje- tivos, salvo en el caso de
lactantes y niños menores de
3 años de edad en los que es necesaria la utilización de los métodos objetivos,
fundamentalmente la esquiascopia o retinoscopia, ya que el paciente no es capaz de
cooperar para el componente subjetivo de esta. Igualmente se emplean los métodos
objetivos en pacientes con discapacidad mental que no pueden apor- tar su opinión
subjetiva a la refracción, ya sea por de- mencia senil o patologías incapacitantes.
Antes de comenzar a tratar la corrección óptica idónea se debe conocer que el
sistema visual, como
sistema sensorial y que es además un órgano par, posee un ojo dominante que es el
que realiza la fijación funda- mental y rige la actividad del sistema, tanto
sensorial como motora. Es muy importante determinar la domi- nancia ocular al
comenzar el examen refractivo, ya que en pacientes en los que haya una marcada
diferencia entre el poder refractivo de ambos ojos, igual que en casos con
estrabismos de diversos tipos, es imprescin- dible priorizar la agudeza visual del
ojo dominante en el momento de indicar la corrección óptica definitiva.
La esquiascopia es un método objetivo que no exi- ge extrema cooperación del
paciente, rápido y bastante exacto, especialmente para aquellos que tienen expe-
riencia en trabajar con niños. Requiere transparencia de los medios. Se debe
realizar siempre con cicloplejía,
162 Oftalmología pediátrica
es decir, con parálisis de la acomodación del ojo. Este instrumento está compuesto
por un sistema de ilumina- ción-proyección a través de un espejo, donde su primer
diseño tenía un espejo plano, el cual es hoy sustituido por los modernos
retinoscopios de banda.
La esquiascopia es el estudio de las sombras esquiascópicas, o sea, las que se
producen al iluminar la retina e impartirle movimiento al retinoscopio. Este método
objetivo fue descubierto por el médico francés Cuigniet, quien lo dio a conocer en
1873. Se realiza al iluminar el ojo con un espejo plano o cóncavo o con el
retinoscopio, y observar la dirección de la sombra pro- ducida por la luz cuando se
le imprimen movimientos de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha y en los diá-
metros oblicuos. A esas sombras se les neutraliza su movimiento interponiendo
cristales de diferentes valores, ya sean esféricos y cilíndricos negativos o
positivos, que contiene la caja de prueba que se utiliza para ello, lo que se hace
en los principales ejes oculares.
Al realizar el movimiento del retinoscopio en am-
bos sentidos si se está ante un defecto esférico, ya sea miopía o hipermetropía,
las sombras deben des- aparecer simultáneamente en ambos sentidos al lle- gar al
valor de la lente neutralizadora del defecto. Si las sombras se mueven a favor del
movimiento del retinoscopio, se colocan lentes esféricas positivas para neutralizar
su movimiento y si se mueven en contra, lentes esféricas negativas. Si las sombras
esquiascópicas no se neutralizan a la misma vez, se deben añadir lentes cilíndricas
de diferente potencia y signo, según se muevan a favor (positivas) o en contra del
movimiento del retinoscopio (negativas) hasta que se neutralice el movimiento en el
eje que se explora, luego de neutralizar el movimiento del eje perpendicular ya
explorado, que se asume como la esfera de la formula refractiva.
Para realizar la esquiascopia es preciso tener en
cuenta la distancia a la que se coloca el observador del paciente, llamada
distancia de trabajo. La más uti- lizada es la distancia de 50 cm o 0,5 m, cuya
lente correctora de distancia se debe sumar algebraicamente a los resultados (esta
lente resultante se llama lente neutralizadora). Este valor se conoce como factor
de corrección y varía según la distancia a la que se traba- je; si la distancia
fuera de 1 m, se suma algebraicamente
-1,00 y si se utiliza como distancia de trabajo 75 cm, se
suman -1,50 dioptrías. Por ejemplo, si se neutraliza con una lente de +4,00
dioptrías, la refracción del paciente sería +2,00 dioptrías, si la esquiascopia se
realizó con el paciente colocado a 50 cm.
En niños mayores que ya leen y cooperan se rea- liza la refracción por métodos
objetivos y luego subje- tivos. En el primero se usa la esquiascopia con pupila
dilatada y parálisis de la acomodación o cicloplejía y luego se pasa al método
subjetivo en el que se trata de que vea las letras o figuras que se le proyectan,
per- feccionando los resultados obtenidos en la esquias- copia. Al transcurrir el
tiempo suficiente para eliminar el efecto de la dilatación y la cicloplejía, se
realiza la prueba subjetiva, llamada prueba final o posciclopléjica, sin dilatación
y en un examen ulterior, con el mecanis- mo acomodativo activo, para conocer la
amplitud de la acomodación y prescribir la corrección más cómo- da, según el grado
de la ametropía de base y otros parámetros como el balance muscular y la binocu-
laridad (Figs. 8.8 y 8.9).
dominante. Con ello se excluye el otro ojo del acto vi- sual y no se realiza el
desarrollo normal de la visión en ese ojo excluido, lo que lleva a que se produzca
ambliopía y ausencia de la visión binocular.
Aniseiconia. Recibe este nombre el defecto vi- sual producido por desigualdad de
forma y tamaño entre las 2 imágenes visuales de cada ojo, lo que hace muy difícil o
a veces imposible la fusión de las imágenes; suele ser producido por la
anisometropía. Es un de- fecto casi siempre asintomático, porque se suprime la
visión de un solo ojo, que se debe detectar en especial en los niños pequeños. Su
diagnóstico se realiza de forma casual o en exámenes oculares preventivos en la
búsqueda de esta afección, para de inmediato ini- ciar su tratamiento y evitar la
ambliopía.
Se recomienda a padres y tutores estar atentos de
la correcta alineación ocular en los niños y su actua- ción en tareas y juegos
donde algunos signos deben hacer sospechar un defecto refractivo, como el de
acercarse a los objetos más que otros compañeros para tratar de ver mejor, como
sucede en la miopía, la cual si es binocular dificulta percibir el defecto por los
que rodean al niño y puede llevarlo a la ambliopía si se demora mucho el
diagnóstico y el defecto es de sufi- ciente magnitud para provocarla (Fig. 8.11).
Fig. 8.11. Juegos de parejas que pueden servir de comparación para detectar
defectos de refracción.
Como medida de profilaxis para proteger el futuro desarrollo de la visión del niño,
se recomienda realizar un examen oftalmológico y su refracción a los 6 me- ses de
edad; un segundo examen entre 1,5 y 2 años; un tercer examen antes del ingreso a la
escuela, a los
5 años, y seguir con exámenes rutinarios cada 3 años.
Con ello se realiza la profilaxis de la ambliopía y se logra el tratamiento precoz
de los defectos de refrac- ción y de otras afecciones oculares que podrían con-
ducir a deterioro visual y a la ambliopía.
Fórmulas refractivas
Es muy importante conocer el modo en que se es- cribe la receta oftálmica y que se
conoce como fórmula refractiva que corrige una ametropía determinada. Se plantea
que se deben corregir las ametropías con la len- te que logre llevar hasta el punto
remoto la imagen vi- sual, que está antes de este en la miopía y más allá del
infinito en la hipermetropía, para dejar al ojo una reser- va acomodativa y no
llevarlo al reposo total. Este es el llamado principio de la compensación. Se ha de
tener en cuenta el balance muscular de cada caso y en par- ticular para indicar el
tipo de corrección con crista- les. La fórmula refractiva que consta de esfera, ci-
lindro y eje (+ 4,00 + 3,00 x 180°), se expresa en forma de cruces ópticas, donde
una lente es la combinación de
2 anteriores, ejemplo: esfera de + 4,00 combinada con
cilindro de + 3,00 x 180° = + 4,00 + 7,00 x 180° (Fig.
8.12). A continuación se expone un ejemplo de la fór- mula refractiva para cada una
de las ametropías:
– Hipermetropía: + 4,00 esf.
– Miopía: - 2,50 esf.
– Astigmatismo hipermetrópico simple: + 1,25 x 90°
– Astigmatismo miópico simple: - 2,00 x 180°
– Astigmatismo hipermetrópico compuesto: + 1,25
+ 2,00 x 90°
–Astigmatismo miópico compuesto: - 2,00 - 1,50 x 180°
– Astigmatismo mixto: - 1,50 + 4,00 x 45°
Transposiciones
Para transponer, que es escribir la misma fórmula refractiva con el componente
cilíndrico con el signo con- trario, se suma algebraicamente la esfera y el
cilindro, se cambia el signo del cilindro y el valor se mantiene igual y se suma o
resta 90° al eje, según corresponda:
Regla:
Suma algebraica de la esfera con el cilindro.
El signo del cilindro varía de (+) a (-) o viceversa, pero el valor dióptrico se
mantiene.
El eje varía en 90º: menor de 90º se suma 90º, mayor de 90º se resta 90º
Capítulo 8. Refracción 165
Ejemplos:
A/O - 1,00 x 90º Astigmatismo miópico simple
Transp. - 1,00 + 1,00 x 180º Lente plano cilíndrico (-)
A/O + 3,00 - 3,00 x 180º Astigmatismo hipermetrópico simple
Transp. + 3,00 x 90° Lente plano cilíndrico (+)
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Capítulo 9
Las más frecuentes indicaciones del ERG son las degeneraciones tapetorretinianas,
en las que el ERG suele ser plano o muy disminuido y los déficit visuales
inexplicables en los que se sospechen enfermedades con alteración en los
fotorreceptores.
Para la indicación del ERG es necesario saber qué se busca para sugerir la prueba
más sencilla posible en el tiempo y que esta a su vez sea capaz de aportar los
datos suficientes, sobre todo en niños que no co- operan y se requiere administrar
anestesia para el es- tudio. Un registro sencillo, corto y útil es el ERG mesópico
y de los potenciales oscilatorios; este no re- quiere mucho tiempo pues no es
necesario preadaptar a la oscuridad ni a la luz (Fig. 9.3).
En ocasiones el ERG puede revelar trastornos en su morfología o amplitud sin que se
muestren al- teraciones en la agudeza visual ni en el estudio de fondo de ojo, como
es el caso de la enfermedad de Duchenne. En una serie de 22 pacientes estudiados
con esta enfermedad, Santiesteban demuestra que el ERG fue anormal en 90 % de los
casos, en los que se registró un tipo de ERG subnormal o francamente negativo
negativo, lo que estuvo en relación con la presencia y sitio de la deleción que fue
mayor cuan- do esta estaba cerca del extremo 3 prima (Fig. 9.4). Este hallazgo
coincide con la presencia de un tipo de distrofina en la capa plexiforme externa de
la retina, la cual se altera en los músculos de pacientes con enfermedad de
Duchenne.
Fig. 9.5. ERG con luz difusa estandarizado de ambos ojos con los 5 tipos de
respuestas.
Electrorretinograma multifocal
El ERG multifocal es un nuevo método que estudia el estado funcional de áreas
específicas de capas exter- nas de la retina (Fig. 9.8) y por lo tanto, su utilidad
radica en detectar afectación de zonas localizadas en esa es- tructura, a
diferencia del ERG con luz difusa o a campo completo que proporciona una respuesta
más global.
Los estímulos son múltiples hexágonos dispuestos
de forma concéntrica, cuyo tamaño aumenta según su excentricidad y cubren un área
de retina de 30 a 50° de diámetro.
El trazado típico del ERG multifocal es una respues- ta lineal de morfología
parecida a las ondas del ERG de luz difusa, que se puede representar como un
complejo de ondas en cada lugar estimulado o mediante un gráfi- co. Este posee un
código de altura y colores, con un pico central más alto y de color blanco en
sujeto normal, que representa el área macular (Figs. 9.9, 9.10, 9.11, 9.12,
9.13 y 9.14. Cortesía del doctor Thomas Hedges).
Fig. 9.7. ERG estandarizado de ambos ojos en el que se muestra evidente disminución
de los componentes escotópicos y de los PO en el registro de un paciente con CNSC
tipo Shubert-Bornshein.
172 Oftalmología pediátrica
Fig. 9.13. Depresión general y específicamente en área macular del ERG multifocal.
174 Oftalmología pediátrica
En niños pequeños que no cooperan se puede reali- zar el PEV con estímulos de
diodos emisores de luz mon- tados en un tipo especial de máscara que, aunque no
ofrece mucha seguridad para medir la amplitud y latencia de sus ondas, orienta al
menos si existe respuesta con
buena morfología o no. Estos tipos de registros se deben evaluar siempre, en
relación con la clínica de cada pa- ciente, con el estudio preciso de la refracción
que use, si el defecto existe y con el resto de las pruebas psicofísicas y del
fondo de ojo (Fig. 9.16).
Capítulo 10
Imágenes en oftalmología
CARLOS MENDOZA SANTIESTEBAN, ENRIQUE MENDOZA SANTIESTEBAN, ADNOLYS REYES BERAZAÍN Y
ROSARALIS SANTIESTEBAN FREIXAS
Fig. 10.1. Francisco Argilagos Ginferrer, cubano introductor del filtro de luz
aneritra de óxido de uranio.
pigmentario, como sucede con la fluoresceína inme- diatamente después del flushing
o llenado coroideo, lo que impide la visualización de los vasos de esa capa y
produce el fenómeno de bloqueo a la coroides. Los vasos de la retina se llenan con
verde indocianina igual que en la angiografía fluoresceínica; se ven con ma- yor
intensidad de contraste y en un plano más anterior que los vasos coroideos (Fig.
10.14). El método de angiografía con verde indocianina se ha mejorado con el equipo
HRA.
A
D
B
E
C
F
Capítulo 10. Imágenes en Oftalmología 183
A
C
B
D
Fig. 10.14. Angiografía con verde indocianina con equipo HRA. A. Área papilar; B.
Área macular; C y D zonas más periféricas donde se destacan los vasos de coroides
más que los retinianos.
A
A
B
Fig. 10.21 A. OCT Stratus 3000; B. Imagen cualitativa, corte en el nivel de la
fóvea.
Neuroimaginología
Como se mencionó al inicio del capítulo en las últi- mas 2 décadas se ha producido
un vertiginoso desarro- llo de los métodos imaginológicos de diagnóstico. Nue- vas
modalidades de ultrasonografía, tomografía computarizada, resonancia magnética y
otras técnicas son cada día de mayor utilidad en la práctica neurooftalmológica
contemporánea para diagnosticar y tratar de manera adecuada muchas afecciones de la
vía visual.
La neuroimaginología cerebral incluye, además de
la ultrasonografía, una serie de estudios de diferente complejidad y principios
tecnológicos que han apare- cido y se han perfeccionado con el tiempo volviéndo- se
imprescindibles sobre todo en las enfermedades neurooftalmológicas. Estos son:
– Radiología simple.
– Flebografía orbitaria.
– Panarteriografía cerebral.
– Tomografía axial computarizada.
– AngioTAC.
– Resonancia magnética nuclear.
– T1.
– T2.
– STIR.
– FLAIR.
– Espectroscopia.
– Angiorresonancia.
Fig. 10.25. Análisis del grosor de las capas de fibras peripapilares. Estudio por
cuadrantes y por horario reloj. En rojo las áreas de pérdida de fibras
ganglionares, en amarillo las áreas dudosas y en verde las fibras con grosor
normal.
Fig. 10.26. Tomógrafo Spectralis. Corte en el nivel del polo superior de la papila
(flecha verde).
Fig. 10.27. Corte en la retina, línea verde, sobre una lesión blanquecina. El corte
en blanco y negro de las capas de retina muestra la ubicación de la lesión en el
epitelio pigmentario.
B
Fig. 10.30. Rayos X de cráneo normal. A. Vista AP; B. Vista lateral izquierda.
Ventajas:
– No emite radiación ionizante.
– Óptima definición anatómica.
– Valora la edad de la hemorragia.
– Alta sensibilidad al flujo sanguíneo.
– Capacidad multiplanar.
– Alta sensibilidad a la acumulación de hierro en los tejidos.
– Alta resolución de contraste de los tejidos blandos.
– Alta sensibilidad a los tejidos edematizados.
– Utiliza contraste paramagnético (Gadolinio-Gd).
Desventajas:
– Poca disponibilidad en hospitales debido a su alto costo.
– Produce reacciones de claustrofobia en algu- nos pacientes.
– Es menos eficaz que la TC para detectar cal-
cificaciones y alteraciones óseas.
– Por trabajar con un alto poder magnético está contraindicada en pacientes con
fragmentos ferromagnéticos intraorbitarios o intracranea- les, clips de aneurismas,
implantes óticos o cocleares, válvulas cardiacas metálicas, marcapasos o
neuroestimuladores.
Flebografía orbitaria
Estudio del árbol vascular orbital mediante la in- yección intraarterial de
contraste iodado. Práctica- mente está en desuso. Permite visualizar várices y
lesiones malformativas vasculares hasta de pequeño tamaño.
Por ser un estudio invasivo y con riesgo de com- plicaciones, su indicación debe
ser cuidadosamente
pensada (Fig. 10.43).
A Actualmente estos estudios son imprescindibles en
los pacientes en los que se sospeche enfermedades de la órbita y la vía visual.
B
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B
C
Fig. 10.42. IRM de órbita; A. Coronal T1; B. y C. Axial Stir. Orbitopatía
distiroidea.
Párpados
CLARA GÓMEZ CABRERA, ROSARALIS SANTIESTEBAN FREIXAS Y EUGENIO JARA CASCO†
Los párpados son estructuras pares, bilaterales, con repliegues delgados de piel,
músculos y tejido fi- broso, formados a partir del ectodermo superficial, que
tienen la función de proteger las estructuras del ojo. Los pliegues que forman los
párpados superior e infe- rior se funden en la octava semana de vida embrionaria y
se mantienen fusionados hasta cerca del sexto mes de embarazo. La unión de ambos
párpados, superior e inferior, permanece hacia fuera en el canto o ángulo externo y
hacia dentro en el canto o ángulo interno.
Su gran movilidad es debida a que su piel es una de las más delgadas y laxas del
cuerpo. En ellos se observan numerosas glándulas como las de Zeiss, que son
folículos sebáceos, las de Moll o sudoríparas modificadas y las de Meibomio. En los
bordes libres palpebrales emergen 2 o 3 hileras de pelos cortos, cur- vos y gruesos
que constituyen las pestañas.
Una placa de tejido fibroso denso denominada tar- so le proporciona la dureza y
firmeza a los párpados; el tarso del párpado superior es más ancho que el inferior,
ambos se unen a las paredes laterales de la órbita.
Las arterias palpebrales derivan de la oftálmica, fundamentalmente a través de las
ramas supraorbitaria, supratroclear, lagrimal y dorsonasal; las venas desem- bocan
en la vena oftálmica y la vena facial; la inervación depende del III nervio
craneal, que inerva al músculo elevador, el VII o facial, que inerva el orbicular,
y el
simpático para el músculo liso de Muller. La interrup- ción de la inervación
simpática causa ptosis, miosis y anhidrosis, conocida como los signos del síndrome
de Horner. La inervación sensorial deriva del V nervio craneal.
Anomalías congénitas
Como otras partes del cuerpo humano los párpados pueden ser afectados por varias
anomalías congénitas, casi siempre de forma, que se presentan aisladas o asociadas
a otras anomalías, sobre todo en la cara.
La mayoría de las anomalías congénitas de los pár- pados ocurren durante el segundo
mes de gestación y por lo general, su aparición es infrecuente. Se descri- ben
alrededor de 13, entre ellas el criptoftalmos o au- sencia de apertura palpebral,
que puede acompañarse de microftalmos y anoftalmo; los colobomas y pseudocolobomas;
el anquiloblefaron, en el que se ob- servan bandas de tejido que unen a los
párpados entre
200 Oftalmología pediátrica
sí; retracción congénita del párpado superior y des- censo inferior del canto
externo del párpado, entre otras. Se expondrán solo las más frecuentes.
Epicanto. Es un pliegue cutáneo entre el párpado superior e inferior, en forma de
media luna, que recubre el ojo en su ángulo interno. Es motivo de consulta fre-
cuente por la familia del niño que lo confunde con un estrabismo, pues al mover el
ojo hacia adentro, este se recubre parcialmente con el pliegue palpebral y seme- ja
un estrabismo convergente. Es característico de la raza amarilla, pero se observa
en niños de otras razas entre 1 y 4 años. Disminuye y desaparece espon- táneamente
con los años, al desarrollar la raíz nasal. Se observa en algunos síndromes como el
de Down, Turner y otros (Fig. 11.1)
dulas de Meibomio. El tratamiento está indicado si se produce daño a la superficie
ocular por el roce de las pestañas. La triquiasis es adquirida y se refiere a la
mala dirección que toman las pestañas al dirigirse ha- cia adentro, lo cual daña la
córnea.
Entropión. A diferencia del epibléfaron es la in- versión del borde libre palpebral
que arrastra a las pes- tañas, las cuales en ocasiones pueden producir irrita- ción
mecánica de la conjuntiva y de la córnea. Afecta con mayor frecuencia el párpado
inferior y requiere en algunos pacientes tratamiento quirúrgico para evi- tar el
daño corneal pero por lo general resuelve de forma espontánea con el desarrollo
facial.
Ectropión. Es raro pero se observa con mayor frecuencia asociado al síndrome de
blefarofimosis o síndrome de Down. En dependencia de su magnitud puede provocar
epífora y queratitis por exposición. Usualmente no requiere tratamiento quirúrgico,
aun- que en tal caso es preciso tratarlo como si fuese un ectropión cicatrizal.
Telecanto. Es un aumento de la distancia intercan- tal, se suele asociar a epicanto
y blefarofimosis. La blefarofimosis es la disminución en el tamaño de la hendidura
palpebral (Fig. 11.2).
En los niños los tipos más frecuentes de ptosis son la forma congénita simple y la
aponeurótica que se caracteriza por la buena función que tiene el músculo elevador
del párpado, aunque se pueden observar otros tipos de ptosis.
Las ptosis adquiridas tienen varias causas, entre ellas traumatismos y uso de
corticoides locales. Se puede acompañar de deformidades o aumento de vo- lumen del
párpado como cuando concomita con tumo- res que infiltran el párpado, edema por la
laxitud de la piel en ese sitio o infecciones.
Si se observa ptosis palpebral desde el nacimiento se debe descartar que sea
provocada por miastenia grave en sus formas congénita o neonatal, producida esta
última por el paso a través de la placenta de anticuerpos contra los receptores de
acetilcolina, pro- veniente de una madre miasténica. Se acompaña de debilidad
muscular del orbicular y requiere de trata- miento inmediato.
La ptosis congénita y adquirida se puede presen- tar aislada o asociada a
dificultad en la elevación del
202 Oftalmología pediátrica
ojo contralateral con ptosis bilateral, como en las pa- rálisis nucleares o
ipsolaterales, combinada con tras- tornos de los movimientos oculares a cargo de
los músculos que inerva el III nervio craneal, como se ve en las parálisis
infranucleares.
Se debe realizar el diagnóstico diferencial con las
pseudoptosis, como el blefarospasmo, la apraxia en la apertura palpebral y la
contracción del elevador del párpado superior contralateral, al comparar ambos ojos
y observar menor la hendidura palpebral del ojo sano.
Si la ptosis aparece con anormalidad pupilar puede acompañar a una parálisis del
III nervio craneal, al sín-
drome de Horner, al Guillain-Barré en su variante Fisher, a una iridoplejía
traumática y al botulismo. Si no se aso- cia a anomalías pupilares se debe pensar
en miastenia grave, oftalmoplejía externa crónica progresiva, paráli- sis de
nervios craneales mixtos, distrofia miotónica, el botulismo y también en el
Guillain-Barré, entre otras enfermedades neuromusculares y mitocondriales.
El tratamiento de la ptosis palpebral es quirúrgico pero no todas las ptosis son
tributarias de cirugía. La
función del elevador determina la técnica quirúrgica. La cirugía depende de:
– El grado de caída del párpado, pues los niños con ptosis leves no son tributarios
de tratamien- to quirúrgico a edades tempranas de la vida por ser una cirugía
puramente estética. La cirugía en la ptosis con grados moderados o graves, en las
que existe peligro de que se instale una ambliopía, deben ser corregidas.
– La causa que la provoca. Es preciso valorar los riesgos y beneficios de la
cirugía en pacientes con ptosis neurogénica, como por ejemplo en la parálisis del
III nervio craneal y en algunos ti- pos de ptosis miogénicas en las que se puede
dañar la integridad del globo ocular por exposi- ción y en ocasiones por córneas
meyoprágicas.
Varias son las técnicas que se pueden usar para corregir la ptosis palpebral y se
debe seleccionar cuida- dosamente según las condiciones de cada caso. Se rea- liza
suspensión del frontal cuando la función del eleva- dor es muy mala o nula y
reforzamiento de la aponeurosis por vía conjuntival o cutánea cuando la función del
mús- culo elevador del párpado superior es buena. En los casos de ptosis residuales
de 1 a 2 mm, o en las ptosis muy leves se puede utilizar la técnica de Farsanella-
Servat modificada, que consiste en resecar en bloque la conjuntiva tarsal y el
músculo de Muller.
Retracción palpebral. La causa más frecuente de retracción palpebral es la
contracción cicatrizal o
inervacional del elevador del párpado superior pero se puede ver retracción
congénita del elevador del pár- pado o de forma transitoria, sobre todo en estado
de hipertonía muscular (Fig. 11.6).
Afecciones inflamatorias
Las afecciones inflamatorias de los párpados que con relativa frecuencia se
presentan en los niños son las siguientes:
Orzuelo externo. Es un pequeño absceso del bor- de libre palpebral, causado
generalmente por una infec- ción de las glándulas de Zeiss o de Moll. Se asocia
frecuentemente a infección por estafilococo y puede observarse más de una lesión;
en ocasiones se afecta todo el borde libre palpebral.
Orzuelo interno. Es un pequeño absceso causa-
do por infección estafilocóccica aguda de las glándu- las de Meibomio. Este absceso
se puede abrir por piel o por la conjuntiva tarsal (Fig. 11.7).
coloración rojo intenso que tiende a tornarse gris con el tiempo. Su reabsorción
espontánea a veces demo- ra hasta 6 meses o más. En algunos casos es nece- sario la
incisión y drenaje o tratamiento con crioterapia (Fig. 11.8).
En los casos más graves se forman úlceras acom- pañadas de grietas y excoriaciones
de la piel. Ese tipo de blefaritis siempre va acompañada de conjuntivitis de mayor
o menor grado y queratitis, que por lo gene- ral toma la porción inferior de la
córnea. Los síntomas varían en dependencia de la magnitud de la blefaritis y son
frecuentes el ardor y prurito localizado, la sensa- ción de cuerpo extraño y la
fotofobia si hay toma de la conjuntiva y de la córnea.
Blefaritis seborreica. Los signos y síntomas son
menos intensos que en la forma anterior; con frecuen- cia acompaña a la seborrea
del cuero cabelludo, de las cejas y de los oídos. Se caracteriza por la presen- cia
de escamas blancogrisáseas y oleosas en las pes- tañas, que no causan ulceraciones
en el borde libre. Es producido por el Pityrosporum ovale.
Tratamiento:
– Mantener la limpieza del cuero cabelludo en el tipo seborreico.
– Actuar sobre los factores causales o predisponentes.
– Limpieza mecánica de los bordes libres palpe- brales.
– Aplicación de pomada antibiótica y en los casos resistentes, antibióticos orales.
Tumores palpebrales
En los párpados se pueden desarrollar tanto tumo- res benignos como malignos, que
son, en la clínica y en su histología, semejantes a los de la piel de la cara. Su
incidencia varía mucho en las distintas partes del mundo y en las diversas razas.
Los tumores benignos son muy frecuentes y su aparición aumenta con la edad. Su
exéresis generalmente se practica por motivos cos- méticos, pues es usual que sean
asintomáticos, excep- to si se sitúan en el borde libre palpebral o la unión
mucocutánea. Las tumoraciones se observan poco en los niños y las más frecuentes
son los papilomas, nevus, molusco contagioso y hemangiomas.
Papiloma. Tumores comunes que suelen tener de
1 a 5 mm de diámetro, de color carne o pardo y aspec- to polipoideo; pueden ser
sésiles o pediculados, aun- que en los niños son casi siempre pediculados; múlti-
ples y localizados en el borde libre palpebral. Su causa es viral. Con frecuencia
recidivan si son incompletamente resecados o mal manipulados. El tra- tamiento es
quirúrgico y con crioterapia (Fig. 11.10).
Capítulo 11. Párpados 205
hasta el año de edad, después de lo cual puede sufrir regresión espontánea por lo
que el tratamiento, por lo general, es observación, a menos que comprometa el
desarrollo visual (Fig. 11.12).
Se utiliza tratamiento local con inyecciones de esteroides (betametasona y
triamcinolona) o interferón, con lo que se logra detener el crecimiento y la
tumoración involuciona, disminuye de tamaño, sin ser necesaria su exéresis
quirúrgica.
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Capítulo 12
Aparato lagrimal
EUGENIO JARA CASCO†, GLADYS COLOM SERRA Y NEREYDA MARTÍNEZ SUÁREZ
El aparato lagrimal es un medio de protección del ojo, ya que la lágrima actúa de
forma mecánica lubri- cando la superficie ocular, arrastra cuerpos extraños
minúsculos que llegan a ella y elimina microorganismos del medio exterior, gracias
a su acción bactericida. In- fluye además en la función visual, pues mantiene la
córnea húmeda y transparente.
La lágrima es un líquido algo alcalino con una pro- porción grande de cloruro de
sodio y una enzima, la lisozima, que tiene poder antibacteriano. Las lágrimas
riegan la conjuntiva y la córnea y humedecen la su- perficie ocular; se pierden,
parte por evaporación y el resto por medio del parpadeo que la conduce al saco
lagrimal, conducto lacrimonasal y nariz. La disminu- ción en la producción de
lágrimas acarrea trastornos a la conjuntiva y a la córnea.
Medida de producción de lágrimas. La secre- ción lagrimal se mide mediante la
prueba de Schirmer con tiras de papel de filtro de 5 x 35 mm; su extremo se dobla
en 5 mm, para colocarla entre el tercio me- dio y el externo del párpado inferior;
el resto de la tira sobresale entre los párpados. Cuando el lagrimeo es normal se
humedecen de 10 a 15 mm del papel en
5 min (Fig. 12.1).
Permeabilidad de las vías lagrimales. Para conocer la permeabilidad de las vías
lagrimales se
usa la prueba de desaparición del contraste en la que se coloca una gota de
fluoresceína en cada ojo y se esperan 5 min; se observa entonces la desaparición
del colorante o no. Otra prueba es la de Jones I; con- siste en que a los 5 min
después de instilado el colo- rante se introduce un hisopo de algodón en la fosa
nasal o se ordena al paciente sonarse la nariz cu- briendo su desembocadura con un
apósito para verifi- car si el líquido nasal está coloreado o no (Fig. 12.2). En el
caso de que no se recupere fluoresceína, se puede inyectar solución salina a través
del punto lagrimal (Jones II). El hallazgo del colorante en esta situación
discrimina las obstrucciones parciales del conducto lacrimonasal de otras causas
como la hipersecreción activa de lágrimas y el fallo de la fun- ción de bomba del
orbicular.
Alacrimia e hiposecreción
Cuando se enferma la glándula se altera la produc- ción de lágrimas, lo que puede
ir desde su disminución a su ausencia. La alacrimia (ausencia de lágrimas) y la
hiposecreción lagrimal se diagnostican casi siempre después de la aparición de
complicaciones dadas por la sequedad del ojo como la hipoestesia corneal,
queratitis y ulceración. Se observa en el síndrome de Riley Day, en el que además
de la ausencia de lágri- mas, aparecen otras malformaciones congénitas; en el de
Sjögren, que puede asociarse a enfermedades del colágeno, artritis reumatoidea,
entre otras.
Hipersecreción
La hipersecreción de lágrimas, además del llanto sen- timental, ocurre en la
exposición al sol fuerte o a la luz
Relación de las afecciones de las glándulas lagrimales: Enfermedades congénitas:
– Criptoftalmos, que es la ausencia de la glán- dula lagrimal
– Quistes (excepcionales)
– Fístulas
– Prolapsos
– Ausencia del reflejo de lagrimeo cuando el niño llora o grita
– Ausencia de lágrimas o hiposecreción lagrimal
Enfermedades adquiridas:
– Inflamaciones (dacrioadenitis)
– Traumas
– Enfermedades sistémicas
– Lágrima de cocodrilo cuando se produce re- flejo de lagrimeo con la masticación
Síntomas
El síntoma por excelencia que caracteriza el cuadro clí- nico es la epífora o
lagrimeo pasivo. La dificultad en el dre- naje de las lágrimas a veces conduce a
una infección secun- daria con secreción. Por ello, frente a secreciones oculares
serosas, mucosas, mucopurulentas o francamente purulentas, que no mejoran con el
tratamiento de la conjuntivitis, que casi siempre lo acompaña, debe sospecharse que
hay obs- trucción en las vías lagrimales. En estos casos las lágrimas se almacenan
en el saco lagrimal donde se pueden infectar y hacerse mucopurulentas o purulentas,
lo que provoca una dacriocistitis. La mayoría de las veces evoluciona de forma
crónica, con epífora y secreción como síntomas cardinales.
Diagnóstico
En los niños se realizan las pruebas para compro- bar la permeabilidad de las vías
lagrimales ya descritas (prueba de desaparición del contraste y de Jones I).
Al comprimir suavemente el área correspondien- te al saco lagrimal, se observa la
salida del pus de reflujo por los orificios lagrimales. En caso de no rea- lizar el
tratamiento correcto el proceso evoluciona ha- cia la cronicidad. Excepcionalmente
en niños de 2 o 3 años puede pasar a una etapa aguda de la enferme- dad con
tumefacción, enrojecimiento y dolor en el área correspondiente al saco (Fig. 12.3).
Algunos autores indican la instilación de colirios antibióticos varias veces al día
para evitar la infección. También se sugieren masajes simples y compresiones del
saco lagrimal. La compresión del saco lagrimal tie- ne la ventaja de su fácil
realización, la cual es factible de llevar a cabo por el pediatra, en especial si
se en- cuentra en lugares apartados en que no sea posible la atención del
oftalmólogo. Si el tratamiento se inicia en las primeras semanas de vida puede
obtenerse la cura- ción de la casi totalidad de los pacientes, lo que puede evitar
otros tratamientos más cruentos como lavados, sondajes o la cirugía de las vías
lagrimales.
Técnica de la compresión del saco lagrimal. Se utiliza un algodón, bien comprimido,
del tamaño aproximado de un garbanzo, lo cual se logra humede- ciéndolo y
apretándolo entre el pulgar y el índice, has- ta que tenga buena consistencia. Se
coloca el algodón sobre los conductos lagrimales y la parte superior del saco y se
sostiene con el pulgar de la mano derecha, en tanto que la mano izquierda sujeta la
región occipital de la cabeza del niño (Fig. 12.4).
Tratamiento
El tratamiento y la edad en la que debe ser aplicada cada variante de este, son
aspectos muy discutidos.
Se presiona sobre el algodón en forma simple, pero con fuerza, y se sigue el
sentido de una línea que termi- na en la región mastoidea del lado opuesto. Esta
fuerza que se realiza sobre el algodón humedecido transmite la presión al contenido
del saco lagrimal lleno, que de esta forma puede vencer la obstrucción inferior.
Cuando se comprime el algodón se deben presionar simultánea- mente el saco y los
conductos lagrimales para evitar el reflujo y conseguir el objetivo de arrastre
deseado.
Si se logra restablecer la permeabilidad, se siente bajo el dedo un ligero crujido
o crepitación que puede
dar lugar a la salida de pus o sangre por el orificio nasal correspondiente. Con
posterioridad a la compre- sión del saco, si se tiene éxito, se indican colirios
antibióticos durante 2 semanas.
210 Oftalmología pediátrica
Por lo general, es suficiente una sola maniobra para resolver la obstrucción pero
si fuera necesario se debe repetir varias veces.
Si no se consigue la curación con este método, se ha- cen lavados a presión con
jeringuillas y sondajes por el oftalmólogo. La edad en la cual se lleva a cabo este
sonda- je varía. Algunos especialistas aconsejan que se realice en el tercer o
cuarto mes de vida, otros al año, ya que muchas de estas obstrucciones se resuelven
espontáneamente an- tes de esa edad pero para la mayoría esta práctica se debe
hacer de forma precoz, sobre todo si hay infección.
Por lo regular, el sondaje, que debe realizar siem- pre el oftalmólogo, resuelve
gran parte de las obstruc- ciones. En caso necesario, el sondaje puede repetirse
1 o 2 veces más (Fig. 12.5).
También puede acudirse a la colocación en el con-
ducto lagrimal de un fino tubo de silicona que se deja por períodos de 4 a 6 meses
(Fig. 12.6). Solo en casos excepcionales y en edades más avanzadas se recurre a la
cirugía: la dacriocistorrinostomía.
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Capítulo 13
Conjuntiva
ALBERTO OMAR GONZÁLEZ GARCÍA Y EUGENIO JARA CASCO†
Fig. 13.3. Dilatación de vasos con conjuntiva blanca, en paciente con várices
orbitarias.
La inyección de vasos puede ser por compro- miso conjuntival y predomina hacia los
fondos de saco o de tipo ciliar, con vasos dilatados profundos, cortos y rectos
alrededor de la córnea, lo que indica lesión de estructuras como la úvea o la
córnea.
Si la conjuntiva bulbar se erosiona o desaparece
queda expuesta una superficie no lisa y se pueden pro- ducir adherencias entre la
superficie del párpado y la conjuntiva palpebral, lo que se conoce como
simbléfaron.
Anomalías congénitas
Las anomalías congénitas son raras en la conjunti- va. Entre ellas están el quiste
dermoide y la xerosis con sequedad.
La conjuntiva puede ser asiento de inflamaciones, tumores, degeneraciones
hiperplásicas y xerosis, en- tre otras.
Conjuntivitis
La inflamación es la entidad ocular más co- mún a cualquier edad, aunque es más
frecuente en niños pequeños que ya caminan y se relacionan con otros.
Las conjuntivitis se pueden clasificar, de acuerdo al agente causal, en:
– Bacterianas.
– Virales.
– Micóticas.
– Parasitarias.
– Alérgicas.
– Traumáticas.
Según el cuadro clínico y la evolución, también se pueden considerar de tipo agudo
o crónico. En las con- juntivitis agudas los síntomas y signos son: sensación de
arenilla o cuerpo extraño, lagrimeo, enrojecimiento de la conjuntiva en mayor o
menor grado, secreción mucopurulenta o purulenta, edema palpebral y quemosis.
La conjuntivitis es una enfermedad que se mani- fiesta casi siempre en los 2 ojos,
pero empieza por uno de ellos y rápidamente se afecta el segundo. En las
conjuntivitis crónicas se observa un cuadro clínico si- milar, pero más atenuado y
de más larga duración. Existen factores de riesgo que favorecen la instalación de
la conjuntivitis, estos son:
– Mal posición palpebral (entropión, ectropión, etc.).
– Ojo seco.
– Anomalías cuantitativas y cualitativas de la lá- grima.
– Traumas.
– Inmunosupresión local o sistémica.
– Anomalías de las márgenes de los párpados.
– Cierre incompleto de los párpados.
– Parpadeo inadecuado.
Conjuntivitis bacterianas
Es el tipo de inflamación de la conjuntiva más fre- cuente, sobre todo en los
niños. Tiene un alto grado de propagación por contacto.
Clasificación
– Conjuntivitis bacteriana aguda.
– Conjuntivitis bacteriana hiperaguda.
– Conjuntivitis bacteriana crónica.
Las bacterias que con frecuencia afectan la conjuntiva de forma aguda son el
estafilococo, sobre todo el de tipo áureo y el Streptococcus pneumoniae, ambas muy
frecuentes en niños, sobre todo como epidemias en instituciones donde ellos se
agrupen. El Haemophilus influenzae, que se ve generalmente después de enfermedades
del tracto respiratorio, es otro de los gérmenes que con frecuencia afectan la
conjuntiva y ocasionan las llamadas conjuntivitis catarrales agudas. En ellas, la
hiperemia conjuntival es moderada y la secreción mucopurulenta, lo que hace que los
párpados amanezcan pegados (Fig.13.4). La producida por Haemophilus se puede
complicar con inflamación o lesión corneal. Por lo regular res- ponden bien al
tratamiento con antibióticos, en parti- cular, el cloranfenicol.
Capítulo 13. Conjuntiva 213
Causa Tratamiento
Química No
Chlamydia Eritromicina (jarabe 50 mg/kg/día oral en 2 o 4 dosis por 14 días)
Grampositivos Eritromicina 0,5 % o tetraciclina 1 %
(ungüentos cada 4 h por 7 días) Gramnegativos Gentamicina o tobramicina (ungüentos
cada 4 h por 7 días)
Neisseria Penicilina G (100 000 U/kg/día IV dividida
gonorrhoeae en 4 dosis por 7 días)
Herpes simple Trifluridina 1 % (cada 2 h por 7 días o hasta la epitelización de la
córnea, pero no más de 21 días)
Aciclovir (10 mg/kg o 500 mg/m2 IV cada
8 h por 10 días)
Conjuntivitis virales
Las conjuntivitis virales más frecuentes son por adenovirus, que pueden producir
queratoconjuntivitis epidémicas y la fiebre faringoconjuntival. La vía de contagio
puede ser respiratoria o por contacto. Se ca- racterizan por hiperemia conjuntival
y secreción acuosa. Si no es bilateral desde el inicio puede tardar varias horas o
días antes de que comiencen los síntomas en el otro ojo. Con frecuencia aparecen
infiltrados de leucocitos sobre la conjuntiva palpebral y puede verse como
complicación el infiltrado corneal, después de haber mejorado los síntomas
conjuntivales. Se acom- paña de adenopatía preauricular e infección respirato- ria
alta. La queratitis provoca visión borrosa, fotofobia y lagrimeo. Estas lesiones en
la córnea al cicatrizar dejan opacidades generalmente puntiformes que pue- den
permanecer durante semanas o meses. No tiene tratamiento específico solo
sintomático.
Conjuntivitis hemorrágica. Es producida por enterovirus. El enterovirus-70 ha
afectado a la pobla- ción cubana en brotes epidémicos importantes y ha ocasionado
la conjuntivitis hemorrágica, diagnóstico que se realiza clínicamente por la
presencia de hemo- rragias subconjuntivales características en la conjunti- va
bulbar superior en el inicio del cuadro. El período de incubación es muy corto, su
aparición es súbita y cursa entre 5 y 7 días sin tratamiento. Se observa adenopatía
preauricular, en ocasiones se complica con una queratitis superficial y ocasiona
edema palpebral y celulitis. Puede haber malestar general con febrícu- la y no
suele dejar secuelas. Es muy contagiosa; no existe tratamiento específico, aunque
las medidas epidemiológicas ayudan a controlar la propagación de las epidemias
(capítulo 27).
Herpes simple en el recién nacido. Es una enfermedad que puede ser grave. La
conjuntivitis se presenta a los pocos días o pasadas 2 o 3 semanas después del
nacimiento, y debe sospecharse si hay an- tecedentes maternos de infección genital.
Es produci- da por los tipos I y II de herpes; este último más frecuente en la
contaminación por vía vaginal.
En los adultos se caracteriza además por la pre- sencia de vesículas en las
márgenes del párpado. Si la córnea es afectada, se complica el cuadro, se presen-
ta queratitis y hasta puede perforarse. El tratamiento antiviral tópico y
parenteral debe iniciarse cuanto an- tes, para lo que se recomienda aciclovir, que
no solo ayuda a combatir la enfermedad sino que previene la ocurrencia de nuevos
brotes o su gravedad. Local- mente se deben aplicar fomentos fríos, seguidos de
lavados abundantes y frecuentes con soluciones sali- nas para arrastrar las
secreciones. No se debe usar colirio de atropina, ni otros que contengan esteroides
(Tabla 13.1) (capítulo 27).
Conjuntivitis fúngicas
Las conjuntivitis de causas fúngicas son raras. La producida por Candida albicans
casi siempre se acompaña de infección palpebral o bucal. La conjunti- va está
hiperémica y se pueden observar en los fon- dos de saco conjuntivales placas
blanquecinas suges- tivas de la enfermedad. El tratamiento consiste en la
aplicación de ungüento de nistatina.
Conjuntivitis parasitarias
Las conjuntivitis parasitarias son frecuentes en las regiones africana, asiática,
centroamericana y suramericana. En Cuba no se registran pacientes con conjuntivitis
de este tipo.
Una causa de conjuntivitis parasitaria que puede llevar a la ceguera es la
oncocercosis. El parásito se trasmite por moscas. Las microfilarias emigran al in-
terior del ojo y ocasionan conjuntivitis, lesiones corneales y en la úvea,
catarata, neuritis y atrofia óp- tica. Otros parásitos que pueden afectar a la
conjunti- va son: Trichinella spiralis, Schistosoma, miasis, loaiasis, entre otros
(capítulo 27).
Conjuntivitis alérgicas
Las conjuntivitis alérgicas pueden presentarse ais- ladamente o ser manifestación
de un cuadro clínico alérgico generalizado. Se caracterizan por moderada hiperemia
de la conjuntiva, fotofobia y lagrimeo, pero
Capítulo 13. Conjuntiva 215
sobre todo por prurito ocular. La quemosis puede ser el signo clínico que
predomine. Los alergenos son di- versos, no obstante, el tratamiento con
antihistamínicos y colirios antialérgicos suele ser suficiente. Otro de los
tratamientos que se pueden usar, sobre todo en las crisis, son los colirios
esteroideos. En los casos que no mejoran o hacen crisis repetidas, debe llevarse a
cabo interconsultas con el especialista en alergia.
Conjuntivitis vernal o primaveral. Se caracte- riza por la hipertrofia papilar, con
aspecto de empedra- do en la conjuntiva palpebral superior. El limbo corneal parece
gelatinoso y el niño presenta picazón, fotofobia, lagrimeo y blefarospasmo. La
enfermedad cursa por brotes y es necesaria la administración de esteroides para
eliminar las molestias. Con el tiempo, la conjuntiva bulbar toma una coloración
amarillo parduzco. El uso de colirio de cromoglicato de sodio (Intal) está
indicado.
Conjuntivitis traumática
Las conjuntivitis traumáticas pueden ocurrir por traumas contusos o cortantes.
También se producen por la acción de agentes físicos y químicos. Los sínto- mas más
frecuentes son similares a los de las otras conjuntivitis, pero sin secreción,
salvo por la infección secundaria y acompañados del cuadro clínico de un
traumatismo ocular.
La conjuntivitis química puede variar el cuadro clí- nico, en dependencia del
agente agresor, desde una leve irritación hasta una grave lesión. Las más
frecuentes son provocadas por ácidos y álcalis (capítulo 25).
Tracoma
El tracoma es una enfermedad que se desarrolla a cualquier edad y se manifiesta
como una queratocon- juntivitis producida por la Chlamydia trachomatis. En los
exámenes por frotis aparecen los cuerpos de inclu- sión citoplasmáticos
característicos. Es una conjunti- vitis purulenta con hipertrofia papilar,
folículos en la conjuntiva bulbar y vascularización de la córnea. Pue- de conducir
a la ceguera en el transcurso de los 15-20 años siguientes, por sus complicaciones.
El tracoma está extendido por todo el mundo, espe- cialmente por los países
subdesarrollados donde alcan- za incidencias alarmantes. No es frecuente en Améri-
ca, pero sí en los países del norte de África, donde la enfermedad se observa en
los escolares de los prime- ros grados. En la actualidad, en Cuba no se detecta más
que en pacientes que lo adquieren en otros países pero el hecho de las tareas de
cooperación interna-
cionalistas en pueblos con hacinamiento, falta de higie- ne, abastecimiento
deficiente del agua y genio epidémi- co o endémico, obliga a conocerlo y a saber
cómo ac- tuar frente a los pacientes que sufren de la enfermedad (capítulo 27).
Tumoraciones de la conjuntiva
El nevus pigmentado puede ser congénito o apare- cer en los primeros años de la
vida, de preferencia en la conjuntiva bulbar, cerca del limbo corneal. Es be-
nigno, pero por la posibilidad de malignizarse en la edad adulta se recomienda su
extirpación.
El quiste epidermoide o dermoide epibulbar es una tumoración congénita de color
blanco amarillenta, re- dondeada, que se presenta en el limbo corneal. Es
característico en el síndrome de Goldenhar (oculoau- riculovertebral) (capítulo
11).
Pueden existir quistes dermoides que se observan como masas amarillentas
subconjuntivales que aun- que se puedan tratar de palpar es difícil saber su ta-
maño real. Antes de decidir su extracción se debe rea- lizar un buen estudio de
órbita para ver hasta dónde llega en extensión y profundidad el quiste y planificar
la técnica quirúrgica más adecuada.
También se pueden ver quistes epiteliales llenos de líquido en la conjuntiva bulbar
y fondo de saco; hemangioma capilar; linfangiomas y linfangiectasias. Los linfomas
se observan como masas subconjuntivales de color salmón, sobre todo en los fondos
de saco. Es difícil realizar el diagnóstico diferencial, aun mediante anatomía
patológica con el pseudotumor.
En más de 90 % de los pacientes con anemia por
hematíes falciformes hay tortuosidad de los vasos de la conjuntiva, sobre todo en
el área temporal inferior. Esta anomalía no tiene efecto perjudicial en el ojo del
paciente.
216 Oftalmología pediátrica
Avitaminosis A
Otra de las enfermedades que afectan la conjunti- va, propia de países
subdesarrollados, es la avitaminosis A o xerosis conjuntival, con la conocida
mancha de Bitot sobre la conjuntiva, de color amarillento. Puede provocar, además,
lesiones corneales, úlceras, estafilomas y su perforación. No constituye un pro-
blema de salud en Cuba (capítulo 27).
Es esta una de las causas frecuentes de pérdida de la visión en niños de 3 a 7 años
en países del Tercer Mundo.
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Capítulo 14
Esclerótica
Inflamaciones de la esclera
La esclera puede ser asiento de inflamación su- perficial o profunda. La
superficial o episcleritis es la inflamación que afecta a la epiesclerótica, que es
la capa delgada de tejido elástico vascular superpuesta a la esclerótica (Fig.
14.2). Esta afección es por lo ge- neral unilateral, de causa desconocida y se
presenta sobre todo en mujeres adultas. Se pueden asociar a enfermedades generales
como lepra, tuberculosis, sí- filis, colagenosis, enfermedades articulares,
enferme- dades metabólicas como la gota, tirotoxicosis y aler- gias en general.
congestión y edema de la conjuntiva suprayacente; tien- den a ser recidivantes. Es
excepcional su presenta- ción en el niño.
Escleritis. Es la inflamación de todo el espesor de la esclerótica, crónica,
asociada con enfermedades generales, aunque poco frecuente. Puede ser unilate- ral
o bilateral y afecta con más frecuencia a las muje- res. Su evolución es lenta,
prolongada y de carácter grave; entre sus complicaciones están la queratitis,
uveítis y glaucoma secundario.
Los síntomas más relevantes son: dolor muy inten- so con fotofobia y lagrimeo. Al
examen aparece un área nodular subconjuntival de un color violáceo purpúrico
intenso, difuso, con inflamación de la conjuntiva y dila- tación vascular; pueden
formarse placas rojo oscuro y nódulos blancos elevados. Su causa es similar a la de
la episcleritis. Cuando la esclera está muy inflamada y se adelgaza puede formar un
estafiloma, anterior o poste- rior (Fig. 14.3).
Tratamiento
En la episcleritis se obtienen buenos resultados con los antiinflamatorios y/o
esteroides tópicos en dosis mínimas terapéuticas.
No se ha demostrado que con los tratamientos el proceso se acorte y ceda
satisfactoriamente. Si se deja a su evolución natural se resuelve de forma espontá-
nea en unas semanas, por lo que solo se aconsejan medidas sencillas para el alivio
de las molestias, como lágrimas artificiales. Si se asocia a enfermedades
sistémicas, se requiere tratar dichos procesos.
Capítulo 14. Enfermedades de la esclera y córnea 219
Pronóstico
El pronóstico es bueno en las episcleritis si no se asocia con otras afecciones
oculares o sistémicas, ya que en ese caso se ensombrece, y malo en las escleritis,
pues en la mayoría de los casos la enfermedad base es de esa característica.
Córnea
Megalocórnea
Se define como una córnea cuyo diámetro horizontal es igual o superior a 13 mm o en
los re- cién nacidos, mayor de 12 mm. La afectación con- génita suele ser bilateral
y se transmite con carác- ter recesivo y ligado al sexo; el 90 % de los pacien- tes
son masculinos.
La córnea es nítida e histológicamente normal.
Estos casos son más propensos a luxación del crista- lino y al glaucoma; en ellos
aparecen con frecuencia cataratas antes de los 40 años de edad. Su aumento no es
progresivo, a diferencia de lo que se ve en el glaucoma congénito, con quien hay
que hacer el diag- nóstico diferencial. No evidencia síntomas y por lo general se
asocia a defectos de refracción.
Microcórnea
Se define como una córnea con un diámetro hori- zontal igual o inferior a 10 mm en
presencia de un ojo normal. Si todo el ojo es pequeño se usa el término
microftalmos.
Puede ser unilateral o bilateral y verse sola o aso- ciada a otras anomalías del
segmento anterior o del ojo (Fig. 14.4). Se transmite con carácter autosómico
recesivo o dominante. La córnea suele ser transpa- rente y si el globo ocular es
por lo demás normal, la AV puede ser buena. Con frecuencia está asociada a
disminución de la curvatura corneal y produce una hi- permetropía. Aparece glaucoma
en el 20 % de esos casos, en la vida adulta.
Esclerocórnea
Es una opacidad corneal congénita, unilateral o bi- lateral, en la que el aspecto
de la córnea recuerda al de la esclera, como si esta continuara sobre la córnea,
aun- que por lo regular, es más clara en el centro; presenta vascularización
superficial o profunda. Se caracteriza por opacificación no progresiva ni
inflamatoria de toda la córnea o solo la periferia, con vascularización de cual-
quier tipo. La mayoría de los casos son esporádicos, pero puede heredarse con
carácter autosómico recesivo o dominante; la forma dominante es menos grave. En los
casos de compromiso total de la córnea, la agudeza visual está muy afectada. Los
resultados de reparación quirúrgica (trasplante de córnea) son poco alentadores por
la presencia de ambliopía profunda y alto grado de falla del injerto.
Queratocono
Es una procidencia cónica o abombamiento pro- gresivo, no inflamatorio, del centro
de la córnea, la que se adelgaza y provoca miopía y astigmatismo in- tensos. Tiene
una base congénita y una tendencia familiar. Este estado tiende a progresar y
opacificar
220 Oftalmología pediátrica
Córnea plana
Se trata de una aplanación corneal y de la escle- rótica. El diámetro de la córnea
está reducido por in- vasión de la esclerótica, sobre todo en la parte supe- rior e
inferior. Por lo regular es bilateral y con tenden- cia familiar. Se hereda con
carácter autosómico domi- nante o recesivo; la forma recesiva es más grave. La
córnea central es transparente, pero también se pue- de observar opacificación
difusa de la córnea. La cá- mara anterior es menos profunda de lo habitual, pero no
parece que sea frecuente el glaucoma. Se asocia con otras anomalías congénitas,
como esclerocórnea o microcórnea, defectos refractivos importantes, ya que la
córnea pierde su alto poder dióptrico; en mu- chos casos se acompaña de glaucoma de
ángulo estre- cho. Sigler, en un estudio en la provincia de Ciego de Ávila, Cuba,
detectó un grupo de pacientes con esta anomalía de carácter familiar.
Enfermedades de la córnea
Las enfermedades corneales son siempre proce- sos potencialmente graves que pueden
evolucionar has- ta la pérdida total de su transparencia y por lo tanto, de la
visión e incluso comprometer la unidad anatómi- ca, es decir, llevar a la pérdida
del globo ocular. Por lo regular el niño cierra el ojo y se queja de dolor.
La excepción son las erosiones corneales, casi
siempre de origen traumático, en las que se pierde el epitelio corneal. Ese
epitelio regenera por lo re- gular antes de las 48 h si se ocluye el ojo adecuada-
mente. Es difícil observar las lesiones a simple vis- ta, lo que se facilita con la
tinción de la córnea con fluoresceína sódica y lavando el exceso de coloran- te. En
caso de existir una erosión se observa cómo el área correspondiente toma color
verde, algo fluo- rescente, sobre todo si se usa la luz de cobalto (Fig.
14.5A). El niño trata de cerrar el ojo para evitar la luz
(Figs. 14.5A y B).
Las enfermedades de la córnea se pueden agru- par de la siguiente manera:
– Inflamaciones corneales.
– Degeneraciones y distrofias.
– Traumatismos.
– Tumores.
• Úlcera corneal inmunológica (úlcera margi- nal catarral, úlcera de Mooren) (Fig.
14.6).
• Úlceras corneales periféricas asociadas a en- fermedades sistémicas.
• Queratitis por exposición.
Queratitis infecciosas
Existen mecanismos de defensa de la superficie ocu- lar que protegen al ojo de las
permanentes agresiones del medio, entre los que están: los párpados, acción mecáni-
ca de las lágrimas, presencia de lisozima, lactoferrina, betalisina y anticuerpos
naturales, sobre todo en las lágri- mas; atrapamiento y eliminación de organismos
por el mucus, superficie epitelial intacta, flora normal de la su- perficie corneal
que ayuda a impedir el sobrecrecimiento de organismos nativos o la invasión por
patógenos, entre otros. Las interferencias en estos mecanismos de defen- sa son los
traumatismos, alteraciones de los párpados, exposición corneal, triquiasis,
entropión, lagoftalmos, ojos secos, obstrucción del drenaje lagrimal, abuso de
antibióticos y esteroides tópicos que modifican la flora normal, uso de lentes de
contacto, queratopatía ampollosa, anestesia corneal, erosiones recidivantes, lesión
física o química, deterioro localizado o sistémico de la respuesta inmune, entre
otras que predisponen al huésped a la in- fección corneal.
222 Oftalmología pediátrica
Diagnóstico:
– Por el interrogatorio y cuadro clínico.
– Laboratorio (citología de las lesiones).
– Histopatológico.
Tratamiento: suele ser difícil por la gran resisten- cia a los quimioterápicos. Es
fundamental la precocidad del diagnóstico, ya que en sus inicios, pueden dar bue-
nos resultados, por vía tópica prolongada e intensiva, la asociación de:
– Colirio de neomicina-poliximina B-gramicidina.
– Colirio de isetionato de propamidina al 0,1 %.
Capítulo 14. Enfermedades de la esclera y córnea 225
En muchos casos y casi siempre debido al trata- miento tardío, se hace necesaria
una queratoplastia.
Queratitis no infecciosas
Queratoconjuntivitis alérgica o vernal. Enfer- medad crónica, bilateral y
recidivante que ocurre an- tes de los 5 años de edad y usualmente resuelve tarde en
la pubertad. Es más frecuente en varones. Se ob- serva en climas cálidos, empeoran
en la primavera y en el verano.
Existen antecedentes patológicos familiares de alergia, así como historia personal
relacionada con el asma bronquial o eczema.
Síntomas: fotofobia, lagrimeo, prurito, visión bo- rrosa y dolor.
Signos:
– Ptosis, por la presencia de las papilas gigantes o hipertrofia de las papilas en
la conjuntiva del tarso superior.
– Engrosamiento límbico irregular, dado por papilas situadas en esa área, con
aspecto de nódulos mucoides, que se encuentran en el ápice de las papilas como
puntos blancos llamados puntos de Trantas, compuestos por eosinófilos y célu- las
epiteliales.
– Microerosiones epiteliales en la córnea supe- rior y central.
– Macroerosiones por la pérdida epitelial conti-
nuada.
– Úlcera epitelial no infecciosa en escudo, cu- bierta por un exudado seco que no
se puede humedecer por las lágrimas y resistente a la reepitelización.
– Cicatrización subepitelial en forma de anillo
que deja una lesión grave.
– Pseudogerontoxon, que es un depósito blanco grisáceo en un segmento del limbo
previamente inflamado.
Traumatismos
Las principales lesiones traumáticas de la córnea son la erosión corneal, los
cuerpos extraños corneales superficiales y profundos, contusiones, heridas
corneales perforantes o no y quemaduras por agentes físicos o químicos (capítulo
25).
Tumores
Tumores de la córnea y la esclera. Por ser la córnea y la esclera tejidos
avasculares, es infrecuente
Capítulo 14. Enfermedades de la esclera y córnea 227
A veces se pueden ver formaciones sospechosas en las zonas marginales, que son
granulomas, provo- cadas por cuerpos extraños. El diagnóstico es histopatológico;
el tratamiento, quirúrgico.
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Capítulo 15
Enfermedades de la úvea
ROSARALIS SANTIESTEBAN FREIXAS, EDDY MESA HERNÁNDEZ Y EUGENIO JARA CASCO†
El tracto uveal es la túnica media, capa eminente- mente vascular que nutre al ojo
y proporciona la oscu- ridad necesaria para llevar a cabo el fenómeno visual. Está
formado por el iris que es la estructura que da color a los ojos, el cuerpo ciliar
o úvea anterior y la coroides o úvea posterior.
El color del iris puede cambiar en los primeros meses de vida, lo que depende de la
cantidad de pig- mento que en él se acumule con el paso del tiempo, por lo que no
es raro que parezcan claros o grisáceos al nacimiento (Fig. 15.1).
El iris se ve casi transparente por deficiencia en su pigmentación, como se observa
en el albinismo que constituye una deficiencia de melanina. En el ojo exis- te un
aumento en la transiluminación del iris y fondo de ojo hipopigmentado; se acompaña
de nistagmo, hipoplasia macular, estrabismo y ambliopía.
El hemangioma de coroides puede afectar al iris y aparecer como lesiones aisladas o
como parte del sín- drome Sturge Weber, en el que se asocia con angiomas faciales,
meningiomas, retraso mental, epilepsia, desprendimiento seroso de retina y
glaucoma.
El iris está perforado en su centro y ese orificio forma la pupila, que se modifica
según el estado o la influencia de los sistemas simpático y parasimpático que
controlan su dinámica. Las anomalías del iris pue- den afectar también a la pupila,
la cual está situada en el centro del iris, algo inferior y nasal. Entre sus fun-
ciones está regular la entrada de luz que llega a la retina y minimizar las
aberraciones esféricas de la periferia de la córnea y el cristalino.
Estudio de la pupila
El estudio del estado y la dinámica pupilar es de gran valor semiológico, no solo
para el oftalmólogo sino también para pediatras y otros especialistas y técni- cos,
sobre todo en salas de cuidados intensivos donde sus alteraciones pueden enunciar
fenómenos graves para la vida y de gran valor localizador de las lesiones que las
provocan.
La pupila en el recién nacido suele estar contraí-
da, sin embargo la infancia es la etapa en la que se alcanza el mayor diámetro
pupilar en la vida. En el sueño y la anestesia profunda la pupila está contraída y
dilatada en el síncope y la muerte. Ante estímulos dolorosos o psicosensoriales las
pupilas se dilatan. La constricción pupilar en la oscuridad ocurre normalmente
cuando el individuo cierra sus ojos para dormir, lo que es conocido como reflejo de
Westphal-Piltz.
El músculo constrictor de la pupila, inervado por el
III nervio craneal tiene como antagonista al músculo dilatador, que es inervado por
el simpático. El balance entre estos 2 sistemas mantiene a la pupila en cons- tante
apertura y cierre, lo que se llama “hippus fisioló- gico”. En la oscuridad las
pupilas se dilatan y frente a la luz, se contraen.
230 Oftalmología pediátrica
A
B
C
Fig. 15.1 A. Ojos de bebé cuyos iris aún no se han pigmentado; B. Cambio de
coloración del iris al pasar un año; C. Al pasar varios años.
Respuestas pupilares
Es importante la evaluación del estado de la pupila y sus reacciones en la
localización de lesiones que afec- tan sus vías aferente y eferente.
Al estimular la retina mediante una luz, la pupila se contrae, lo que se conoce
como reflejo fotomotor o
directo, mientras que sucede lo mismo en el otro ojo no iluminado, reflejo
consensual.
Al mirar un objeto que se acerca, las pupilas se contraen
y los ojos convergen; también se contraen los músculos ciliares para llevar a cabo
la acomodación, lo que es conocido como reflejo de acomodación-convergencia, el
cual está bien es-
tructurado a los pocos meses de nacido (Fig. 15.2).
Fig. 15.2. Pupilas del bebé mirando de lejos, que pasan de midriasis media al
estado de contracción al mirar un objeto cercano, mientras los ojos convergen.
Capítulo 15. Enfermedades de la úvea 231
La respuesta al acercamiento consiste en contrac- ción pupilar, cambio en la forma
del cristalino y con- vergencia de los ojos. La vía de inicio para este reflejo no
está bien definida como el de la luz pero parece que parte de un área difusa
cortical. Las señales para la acomodación convergencia llegan a la porción rostral
de los colículos superiores y un grupo de neuronas en el pretectum coordinan la
acomodación y la miosis; la formación reticular mesencefálica para la acomoda- ción
y las vergencias y el rafe interpositus para la fijación visual. La respuesta final
para la miosis y la acomodación es mediada por el núcleo de Edinger Westphal.
En el espasmo del reflejo de acercamiento se pro- duce miosis, convergencia,
acomodación y pseudomiopía inducida. La miopía casi siempre se eli- mina con la
cicloplejía. Lo característico es la miosis en la tentativa de abducción y una
esotropia variable. La miosis puede ser resuelta con la oclusión de uno de los
ojos, lo que interrumpe el mecanismo de la conver- gencia. También se pueden usar
ciclopléjicos en coli- rio para inhibir la acomodación y lentes negativos dé-
biles. Es casi siempre un trastorno funcional, que como otros requiere tratamiento
psiquiátrico pero antes se debe estar seguro de que no existe causa orgánica como
encefalopatías metabólicas, malformación de Arnold Chiari y tumores pituitarios.
Policoria. Son varias perforaciones en el iris por hipoplasias locales del estroma
y epitelio pigmentario, pero la verdadera policoria es más de una pupila con
esfínter completo y cada cual funciona independien- temente.
Midriasis congénita. En esta el músculo constrictor de la pupila no se contrae con
la luz ni de cerca y muy poco con los mióticos. Es de carácter autosómico domi-
nante.
La pupila puede participar también en las anoma- lías de cámara anterior central
como la de Peters y periférica como la de Rieger.
Pupila blanca o leucocoria. Es un signo alarmante que se puede ver como
consecuencia de catarata, per- sistencia del vítreo primario, retinopatía del
prematuro, desprendimiento de retina, granulomatosis, retinosquisis, retinopatías
exudativas, panoftalmitis y retinoblastoma, entre otras menos frecuentes (Fig.
15.4).
Síndromes neurológicos
que se acompañan de anomalías del iris y reacción de la pupila
Además de la pupila de Adie y las del bloqueo de la unión neuromuscular existen
otros síndromes aso- ciados a enfermedades neurológicas.
Pupilas pretectales o de Parinaud. Son debi- das a lesiones que afectan la porción
dorsal del cere- bro medio. Las pupilas en este caso son grandes con disociación de
los reflejos de luz y el de acercamiento debido a la influencia supranuclear
intacta. Usualmente se afectan ambas pupilas pero el tamaño pupilar y la
reactividad puede ser asimétrica. Se acompaña de parálisis de la mirada vertical,
nistagmo de retracción convergencia y retracción del párpado. Las causas que lo
provocan suelen ser tumores de la región pineal e hidrocefalia.
Síndrome de Horner o paresia oculosimpática. En este se observa miosis homolateral,
anhidrosis, ptosis leve y enoftalmía, con elevación evidente del párpado inferior.
La pupila dilata poco al pasar a un ambiente de oscuridad y demora en contraerse
debido
234 Oftalmología pediátrica
Enfermedades de la úvea
Uveítis es el término que se utiliza para designar las inflamaciones del tracto
uveal y en la práctica tam- bién las que ocurren en las estructuras vecinas.
Múltiples son las causas que producen las uveítis, dentro de las que se incluyen
procesos infecciosos, autoinmunes, traumáticos y neoplásicos, entre otros.
Se han propuesto varias clasificaciones:
– Anatómica: anteriores, intermedias, posteriores
y panuveítis.
– Clínica: según su forma de instaurarse y dura- ción, puede ser aguda, cuando
cursa en menos de 3 meses o crónica cuando transcurre en más de ese tiempo.
– Causal: exógenas y endógenas.
– Patológica.
En los niños, las uveítis más frecuentes son las de causa traumática y las
provocadas por artritis.
El pediatra debe desempeñar un papel principal en el estudio de estos cuadros
clínicos en la búsqueda de su etiología, ya que la mayoría son causadas por agentes
infecciosos o reacciones sistémicas que, de no ser detectadas y tratadas, llevan a
la disminución o pérdida de la visión y a otras manifestaciones. Es por ello
necesario que el oftalmólogo trabaje junto con el pediatra para buscar la
enfermedad que la produce y poner tratamiento específico.
Síntomas
– Dolor.
– Lagrimeo.
– Fotofobia.
– Disminución de la agudeza visual.
– El dolor ocular aumenta en horas de la noche o la madrugada, y a la palpación de
la región ciliar.
Signos
– Inyección ciliar o periquerática.
– Edema del iris.
– Precipitados queráticos.
– Miosis pupilar irregular que reacciona con pereza.
– Sinequias posteriores, que son adherencias en- tre superficie posterior del iris
y cara anterior del cristalino; se pueden extender a los 360° del área pupilar y
producir seclusión pupilar.
– Humor acuoso turbio de modo que un delgado rayo luminoso que no sea visible a
través del humor acuoso normal, lo es en este humor acuo- so-plasmoide, conocido
también como “flare”.
– Hipopión. Cuando la fibrina es abundante se puede acumular como una exudación
blanco amarillenta en la mitad inferior o en toda la cá- mara anterior del ojo.
– Nódulos del iris, que son expresión de inflama-
ción grave y obedecen típicamente a uveítis granulomatosas.
– Atrofia del iris característica de las enfermeda-
des herpéticas y de la heterocromía de Fuchs.
Tratamiento
En el tratamiento de la uveítis anterior se utilizan midriáticos ciclopléjicos para
poner en reposo a esas estructuras, y colirios antiinflamatorios esteroideos. Si el
cuadro no es controlado con dichos fármacos, se pueden utilizar inyecciones de
esteroides perioculares o esteroides sistémicos. En casos graves o prolonga- dos,
puede ser necesario el uso de inmunosupresores o combinación de estos con
esteroides. Siempre es importante tratar la causa, si esta se llega a conocer.
Uveítis intermedia
Afecta la parte intermedia de la úvea, la pars pla- na del cuerpo ciliar y la base
del vítreo, con poca o ninguna actividad en cámara anterior. En la mayoría de las
uveítis intermedias (90 %), la causa es desco- nocida. Dentro de las conocidas,
las más frecuentes son la sarcoidosis, la toxocariasis, toxoplasmosis y la
periflebitis. Su asociación con esclerosis múltiple tam- bién ha sido reconocida.
El síntoma de presentación puede ser la percep- ción de manchas frente al ojo, como
moscas volantes o flotadores, aunque se puede manifestar de inicio por deficiencia
visual causada por edema macular. A veces se detectan por sus complicaciones, entre
las que se incluyen la catarata, la queratopatía en banda y el glaucoma.
236 Oftalmología pediátrica
Uveítis posterior
Inflamación del tracto uveal posterior, con partici- pación de la coroides y la
retina.
Síntomas
Dependen fundamentalmente de la localización de la inflamación y la gravedad del
cuadro:
– Disminución de la agudeza visual.
– Miodesopsias o sensación de ver flotadores o moscas volantes.
Signos
– Vítreo turbio.
– Focos inflamatorios en el fondo de ojo, con ede-
ma de retina y coroides.
Tratamiento
Las uveítis, en general, requieren del diagnóstico y tratamiento de la enfermedad
causal, así como de la atención rápida y especializada del oftalmólogo para evitar
la disminución o pérdida de la visión. El trata- miento se realiza con midriáticos,
ciclopléjicos, esteroides y a veces inmunosupresores.
Uveítis intermedia:
– Ciclitis crónica con igual causa
– Pars planitis
Uveítis posterior:
– Toxoplasmosis
– Toxocariasis
– Sarcoidosis
– Sífilis
– Citomegalovirus
– SIDA
Panuveítis (total):
– Oftalmía simpática
– Síndrome de Vogt-Koyanagi-Harada
– Síndrome de Behcet
Tumores de la úvea
Los quistes del iris son muy raros. Entre los tumo- res primarios del iris más
frecuentes, originados en los melanocitos, están:
– Nevus.
– Melanomas.
– Nódulos de Lisch.
Los nevus son los más frecuentes y aunque con- génitos, aumentan de tamaño con la
edad y pueden causar complicaciones oculares. Su diagnóstico dife- rencial es
difícil con el melanoma maligno que es más raro y se presenta como una masa nodular
o difusa con cambios de coloración del iris y heterocromía; cre- cen y pueden
provocar hifema (Fig. 15.10).
Los nódulos de Lisch son hamartomas de no más
de 2 mm de diámetro, que se ven en la neurofibro- matosis tipo I, enfermedad de
von-Recklinghausen, como pequeños puntos carmelitas que incrementan en número con
la edad.
Otras enfermedades sistémicas pueden afectar o infiltrar al iris y cuerpo ciliar,
como por ejemplo el xantogranuloma juvenil, que es una enfermedad pri- mariamente
cutánea. Es más frecuente en niños pe- queños y usualmente unilateral. Se
manifiesta por una masa carnosa amarillenta en el iris, la cual puede san- grar y
ocasionar hifema, uveítis y glaucoma, a causa de la obstrucción del trabéculo por
la masa tumoral. El meduloepitelioma, tumor que procede del epitelio poste- rior
del iris y cuerpo ciliar, tiene un aspecto similar (Fig. 15.11).
Capítulo 15. Enfermedades de la úvea 239
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Capítulo 16
Cristalino
ROSA MARÍA NARANJO FERNÁNDEZ, EUGENIO JARA CASCO† Y GLADYS COLOM SERRA
El cristalino es una lente biconvexa que se forma del engrosamiento del ectodermo
que recubre la vesí- cula óptica, donde se produce una placoda que se invagina para
formarlo. Esto sucede mediante dife- rentes pasos sucesivos que comienzan desde el
nú- cleo del cristalino embrionario; a este se le suman cé- lulas con sus fibras
para formar el cristalino fetal y más tarde el del niño. El cristalino continúa
creciendo durante toda la vida, cada vez se sobreponen más fi- bras y aumenta el
área denominada corteza. Sin em- bargo, el tamaño de la cápsula se mantiene
relativa- mente constante, por lo que al aumentar el número de fibras, el
cristalino se hace cada vez más duro y den- so. Por ello el cristalino del niño es
blando, lo que faci- lita la cirugía con la utilización de instrumentos de
vitrectomía, sin necesidad de facoemulsificación.
El cristalino puede sufrir daño en vida intrauterina
expresado por cambios en su forma, localización, ta- maño y desarrollo, aunque la
manifestación más fre- cuente es que pierda su transparencia, lo que se deno- mina
“catarata” (agua que cae). La etapa en la que el cristalino fue dañado y se
opacificó se conoce por la ubicación de la opacidad en el núcleo embrionario, fe-
tal o en la corteza y hasta su naturaleza, según el tipo de opacidad.
Las anomalías del cristalino pueden ir acompaña- das de otras enfermedades, en
particular del sistema nervioso, tracto urinario, piel y músculo esquelético.
La detección precoz de las alteraciones del cristalino, ayuda a tomar acciones para
prevenir la deficiencia visual ocasionada por deprivación visual.
Anomalías congénitas
Las principales anomalías congénitas del cristali- no, además de las cataratas, son
las siguientes:
– Afaquia o falta de cristalino: afección congéni- ta muy rara que se acompaña de
otras anoma- lías oculares, en especial microftalmía.
– Microesferofaquia: se trata de un cristalino pe- queño de forma esférica y a
menudo ectópico. La curvatura del cristalino es pronunciada y los pacientes sufren
de miopía lenticular; se pre- senta aislada o asociada al síndrome de Weill-
Marchesani.
– Ectopia del cristalino o subluxación: defecto
asimétrico de la zónula de Zinn o ligamento sus- pensorio, a menudo bilateral,
hereditario y fa- miliar. El desplazamiento que se produce por el defecto de la
zónula puede ser parcial (subluxación) o completo (luxación); general- mente el
cristalino cae hacia atrás, dentro del cuerpo vítreo. Por excepción cae hacia
delante entre el iris y la córnea.
La subluxación puede ser pequeña y percepti-
ble solo cuando se dilata la pupila o cuando su
242 Oftalmología pediátrica
Cataratas
El término “catarata” se aplica a toda opacidad del cristalino, pequeña o grande,
aún las que interfie- ren de forma escasa en la visión.
Entre las enfermedades del cristalino, las opacida- des son las que se ven con
mayor frecuencia. Para su estudio se clasifican en:
– Catarata congénita: se presenta desde el naci- miento.
– Catarata infantil: aparece en los primeros 2 años de vida.
– Catarata juvenil: aparece en la primera década
de la vida.
Cataratas unilaterales:
– Idiopáticas (80 %).
– Anomalías oculares (10 %):
• Lenticono posterior.
• Persistencia vítreo primario.
• Disgenesia del segmento anterior.
– Traumática (8 %).
– Infección intrauterina (2 %).
Catarata polar anterior. Se observa como un pun- to de color blanco, pequeño, menos
de 3 mm de diáme- tro, situado en la cara anterior del cristalino. La mayor parte
de las cataratas polares anteriores no son progresi- vas, no afectan de modo
significativo la visión y se pue- den controlar con midriáticos, sin recurrir a la
cirugía.
Al examen a simple vista, con luz oblicua, se ve una pequeña opacidad blanca
redonda en la superficie an- terior del cristalino, que acompaña a los movimientos
del ojo. Con la oftalmoscopia a distancia se observa un punto negro sobre el fondo
rojo naranja de la retina.
Catarata piramidal. Es un tipo de catarata polar anterior, de color blanco y en
forma de cono, cuyo vértice se proyecta en la cámara anterior. Estas opacidades
suelen ser bilaterales, esporádicas y no se asocian a enfermedades sistémicas.
Catarata nuclear. Se observa una opacidad en el centro del cristalino, de ahí que
se conoce también como catarata central. Es familiar, congénita, estacio- naria,
situada dentro del núcleo embrionario o fetal, y se ve como una opacidad granulosa
o pulverulenta. Las cataratas nucleares evidentes y suficientemente grandes y
densas para afectar la visión deben ser ope- radas dentro de las primeras semanas
de vida.
Catarata sutural. Son opacidades que afectan a las suturas en Y del cristalino;
pueden ser unilaterales o bilaterales y hereditarias.
Catarata zonular o lamelar. Es una variedad de
catarata congénita o de la primera infancia, hereditaria;
244 Oftalmología pediátrica
Síntomas
En las cataratas totales, el síntoma subjetivo es la disminución o pérdida de la
visión; el síntoma objetivo por excelencia es la pupila blanca (leucocoria) y por
ello es indispensable hacer el diagnóstico diferencial con otras enfermedades que
producen estas manifestaciones, como son: retinoblastoma, desprendimiento de retina
total, per- sistencia de vítreo primario, enfermedad de Coats, etc., en las que
también se observa la pupila blanca.
Las cataratas congénitas se pueden acompañar de estrabismo o de nistagmo, producido
por la dismi- nución o pérdida de la agudeza visual.
Aproximadamente el 25 % de las cataratas par- ciales con menos de 3 mm de diámetro,
no interfieren la visión y son descubiertas por casualidad en el exa- men
oftalmológico.
Evaluación
En el examen del segmento anterior se evalúa la córnea, el iris y la pupila; se
observa además la morfo- logía y posición del cristalino.
Se realiza prueba de Bruckner o del reflejo rojo naranja, en las cataratas
parciales para precisar den- sidad y tamaño de la opacidad.
En el examen del segmento posterior se realiza oftalmoscopia indirecta, en
cataratas parciales, y ecografía modo B, en cataratas totales. Se efectúa
refracción ciclopléjica, queratometría y biometría, para hacer el cálculo del poder
del lente intraocular que se va a colocar después de extraído el cristalino.
La exploración por Pediatría y Genética es indica- da cuando se sospechan anomalías
sistémicas asocia- das, al igual que los exámenes de laboratorio con el mis- mo
fin: anticuerpos para toxoplasma, rubéola, citomegalovirus, herpes (TORCH) y prueba
VDRL, sustancias reductoras y aminoácidos en orina, calcio, fósforo, fosfatasa
alcalina, glucosa sanguínea, entre otras.
Tratamiento
El tratamiento es quirúrgico en la mayoría de los casos, sobre todo en las
cataratas centrales y densas; tanto en las totales monoculares como binoculares y
en las cataratas parciales mayores de 3 mm de diá- metro y con una agudeza visual
de 20/50 o peor.
La cirugía de la catarata congénita se debe reali- zar antes de las 6-8 semanas de
vida, porque el perío- do crítico del desarrollo visual transcurre en los prime-
ros meses, cuando las áreas visuales del encéfalo ex- perimentan maduración rápida
en respuesta a las se- ñales visuales procedentes de los ojos. La borrosidad de la
imagen retiniana durante esta etapa origina una pérdida visual irreversible.
La técnica quirúrgica utilizada es la lensectomía
con capsulotomía posterior y vitrectomía anterior y se utilizan los instrumentos de
vitrectomía por vía limbal (Fig. 16.6) o pars plana, cuando no es implantado un
lente intraocular (LIO). Su uso aún es controversial en menores de 2 años de edad
por el crecimiento del ojo y los cambios miópicos que se producen. Al im- plantar
un LIO, la incisión varía según la vía de abor- daje: para lentes rígidos se
utiliza vía túnel escleral y limbal-corneal para lentes plegables; la capsulotomía
posterior con vitrectomía anterior se puede realizar antes o después de implantar
el LIO.
con más hipermetropía, cuando estos tienen altos erro- res refractivos de miopía.
Para el tratamiento de la ambliopía está indicada la terapia de oclusión del otro
ojo que se comienza tan pronto como sea posible después de la cirugía. La canti-
dad de horas en el parche está en dependencia de la edad del paciente (en lactantes
se realiza de 50 a 70 % de las horas de vigilia) y el grado de ambliopía (en las
graves se indica 6 h y en las moderadas 2 h).
El pronóstico visual depende de varios factores:
edad de comienzo de la catarata, tipo de catarata, momento quirúrgico, cumplimiento
con la terapia de parche y corrección óptica (Figs. 16.7 y 16.8).
En las cataratas congénitas monoculares se alcan- za, por lo regular, una agudeza
visual de 0,2 o mejor, y en la cataratas congénitas binoculares, de 0,5 o mejor.
Capítulo 17
Glaucoma
GLADYS COLOM SERRA, ELIER ORTIZ GONZÁLEZ Y ROSARALIS SANTIESTEBAN FREIXAS
Causa
El glaucoma congénito (GC) es un defecto genético del ojo, que se manifiesta en los
primeros meses de vida. En estos casos, el glaucoma puede estar acompañado de
anormalidades multisistémicas, retraso en el desarrollo, características
dismórficas y de un estudio citogenético anormal. La herencia es poligénica
(multifactorial). El gen responsable se lo- caliza en el locus GLC3A cromosoma
2p21.
Aunque esta condición generalmente se hereda de forma autosómica recesiva, aparente
transmisión vertical en familias se puede explicar por seudodo- minancia. En 1995,
en un grupo de 17 familias con GC y múltiples sujetos afectados, fue cartografiado
un pri- mer locus responsable, en la región 2p21, llamado GLC3A. Más tarde se
descubrió un segundo locus GLC3B en la región 1p36.28n.
Existen pruebas para diagnósticos prenatales de glaucoma congénito primario, que se
aplican a fami- lias de riesgo.
Clasificación
El glaucoma en el niño puede ser clasificado te- niendo en cuenta multitud de
criterios.
– Glaucoma congénito primario: es el que aparece clínicamente aislado y constituye
una entidad por sí misma, sin unirse a otros síndromes ni a otras alteraciones
oculares, salvo la malformación trabecular que origina el cuadro y las producidas
como consecuencia de la hipertensión ocular. Este glaucoma se ha denominado
tradicionalmente congénito.
– Glaucoma secundario: acompaña a otras
malformaciones o alteraciones oculares, entre las que se destacan determinados
síndromes con afectación multiorgánica como la aniridia, el sín- drome de Axenfeld-
Rieger, la anomalía de Peters tipo I y II, el síndrome de Lowe, el de Nance-Horan,
el de Sturge-Weber y las neurofibromatosis, entre otras.
– Glaucomas que complican la evolución de determi-
nados cuadros vitreorretinianos, como la retinopatía del prematuro, las displasias
vitreorretinianas (Norrie) o la persistencia de la vasculatura fetal, que conducen
al bloqueo angular por desplaza- miento del diafragma iridocristaliniano.
– Glaucomas neovasculares como estadio final del desprendimiento retiniano de larga
evolución,
248 Oftalmología pediátrica
Síntomas
Los síntomas subjetivos del glaucoma son: lagrimeo, fotofobia y si el niño llora
sin otra causa presumible, puede ser que exista dolor (Fig. 17.1). El lagrimeo o
producción excesiva de lágrimas de ca- rácter reaccional, acompaña al síntoma más
impor- tante que es la fotofobia. Cuando esta es muy inten- sa, lleva al recién
nacido a dar la espalda y ocultar su cabeza con el brazo. Cuando el niño es algo
mayor, tiende a cubrirse los ojos con la mano cerrada como defensa a la agresión
luminosa, y se establece el blefarospasmo.
En los lactantes menores de 1 año, si existe au- mento del tamaño de la córnea y
molestia a la luz, es urgente remitir al especialista por la alta posibilidad de
padecer un glaucoma que puede conducir, si no es aten- dido precozmente, a la
disminución o pérdida de la vi- sión. También esta entidad se debe sospechar cuando
amigos y familiares hablan de “qué ojos más grandes y bellos tiene el niño”, lo que
posibilita descartar los verdaderos glaucomas y hacer un tratamiento precoz.
El especialista dedicado a la oftalmología pediátrica
o el de glaucoma, debe realizar el examen completo, in- cluir el fondo de ojo en
busca de la excavación patológica de la papila, y el estudio de la presión ocular,
entre otras pruebas que seguramente requieren anestesia.
Otro examen que debe realizar el oftalmólogo, útil para el diagnóstico y
seguimiento de la afección, es la
Fig. 17.4. Tonometría de Perkins.
Diagnóstico
El diagnóstico positivo se hace sobre la base de los elementos siguientes:
– El tamaño del ojo, de la córnea y su opacidad.
– La presión intraocular.
– El grado de excavación de la papila.
Examen del niño glaucomatoso por el oftal- mólogo. Luego de un examen rutinario de
los ojos con el fin de medir la visión y conocer la fijación, es preciso conocer la
presión ocular. Este examen se rea- liza bajo anestesia general con el tonómetro de
Schiötz y más recientemente con el de aplanación de Perkin (Fig. 17.4) o con el de
aire, que no requieren de anes- tésico local. En niños mayores de 5 años se puede
intentar efectuar la tonometría con anestesia local so- lamente. Con los nuevos
tonómetros de aire, la toma de la presión intraocular es mucho más fácil de reali-
zar y el niño apenas se da cuenta.
Cifras normales de la tonometría:
– Hasta 15 mm Hg, normal.
– De 15 a 20 mm Hg, dudosa.
– Más de 20 mm Hg, anormal.
En general, estas eran las cifras aceptadas para niños normales hasta hace poco.
Actualmente Allingham y colaboradores discrepan con las presio- nes de 15 mm
tomadas como normales (Tabla 17.1).
Edades (años) PIO (mmHg)
cuerpo ciliar y trabéculo ocupada o cubierta por un teji- do, que la mayoría de las
veces tiene un aspecto espon- joso y semitranslúcido. En otras ocasiones, ese mismo
tejido y en la misma posición, está pigmentado, forma arborizaciones y es más denso
y compacto, lo que pa- rece una continuación del iris que tapiza la pared escleral
del ángulo; es lo que se describe como una persistencia del ligamento pectíneo.
Evolución
Si la enfermedad no recibe el tratamiento adecua- do, el ojo aumenta de tamaño, la
córnea se vuelve edematosa y se pone opaca, la pupila se dilata, la cáma- ra
anterior aumenta su profundidad, el iris se atrofia y
“tiembla” (iris trémulo o iridodonesis). La esclerótica se adelgaza y muestra
tintes azules por transparencia del pigmento de la úvea. La papila en el examen del
fondo de ojo se torna pálida y atrófica con una gran excava- ción glaucomatosa.
Pronóstico
El glaucoma en el niño es de pronóstico muy reser- vado y conlleva la disminución o
pérdida parcial o total de la visión, en aquellos pacientes que no se diagnostiquen
y traten a tiempo. En ocasiones, el tratamiento logra con- trolar la enfermedad y
en otras, progresa lentamente hasta conducir a la ceguera, por lo que, como se
mencionó anteriormente, el pronóstico siempre es reservado.
Diagnóstico diferencial
Tratamiento
Médico (transitorio): el tratamiento con medica- mentos es poco eficaz en los
pacientes con glaucoma
Capítulo 17. Glaucoma 251
Otro aspecto que hay que tener muy en cuenta en estos pacientes, es que una vez
logrado el control tensional, se comienza el seguimiento del estado vi- sual. Los
niños a edades tempranas están en etapa de labilidad en su desarrollo visual y se
hace necesaria la corrección óptica adecuada, así como la realización de ejercicios
con este fin, si fuera necesario.
Es preciso recordar que el glaucoma es una afec- ción que generalmente no se cura,
sino que se detiene en su evolución y el oftalmólogo debe seguirla de for- ma
periódica.
El tratamiento del glaucoma secundario varía de acuerdo a su causa.
El oftalmólogo, en especial el pediátrico, debe te- ner conocimiento de psicología
para aplicarlos en el examen y en el trato con el niño, padres y el joven con
glaucoma. También debe utilizar léxico comprensible, aunque no alarmante, con los
familiares, y brindar la información de la posible evolución de la enfermedad para
explicar el difícil pronóstico visual.
Glaucoma juvenil
Es un tipo de glaucoma que aparece después de los
4 años de edad y por lo tanto, resulta tardío con respec-
to al primario. Puede no presentar megalocórnea, buftalmos y lagrimeo; la fotofobia
y el edema corneal son insidiosos. El aumento de la presión intraocular, la cefalea
y la afectación del nervio óptico, tardan en apa- recer, por ello es difícil de
sospechar.
Este tipo de glaucoma es poco frecuente pero se
debe tener presente por el oftalmólogo en los casos con exámenes de fondo de ojo
donde se observe ex- cavación aumentada del disco óptico. A veces no se detectan
hasta bien entrada la adultez y se llegan a confundir y diagnosticar como glaucomas
primarios.
Frente a una sospecha de glaucoma juvenil sin otro signo que la palidez a
predominio temporal del disco óptico se debe realizar el diagnóstico diferencial,
so- bre todo con la atrofia óptica autosómica dominante (AOD) o enfermedad de Kjer,
que se manifiesta por déficit visual poco progresivo; inicio en edades a partir de
los 5-10 años con palidez o excavación del disco, más bien temporal y de mayor
diámetro vertical que simula la atrofia glaucomatosa. Las pruebas de visión de
colores FMH ayudan a estudiar una tritanopía ca- racterística de la AOD y a
realizar el correcto diag- nóstico diferencial. También la localización de la pér-
dida de capas de fibras ganglionares ayuda, ya que en la AOD se acentúa la pérdida
en el haz papilomacular, al contrario de lo que sucede en el glaucoma en el que la
pérdida es más de tipo arciforme al comienzo y lo último que se pierde es el haz
papilomacular (Figs.
17.7 y 17.8) (capítulo 20).
Otro diagnóstico diferencial que se debe tener en cuenta es el que se refiere a los
grados leves de hipoplasia de papila, por la palidez temporal y la atrofia de
retina peripapilar que la acompañan (Fig. 17.9).
La toma de la visión, el estudio del campo visual y la toma de la presión
intraocular como principal factor de riesgo son elementos básicos para el
diagnóstico, así como el estudio detallado y periódico de la enfer- medad para
efectuar el diagnóstico definitivo.
En niños mayores se debe estudiar cada caso como se hace con un adulto. El campo
visual estático computarizado con programas específicos para glau- coma son los
recomendados, si el niño coopera bien. No debe faltar la medida del espesor corneal
para evitar apreciación falsa de hipertensión ocular en caso de córneas gruesas o
de normotensión en córneas muy finas, enmascarando una verdadera hipertensión ocu-
lar. El aspecto de la papila, el anillo neurorretinal, sus bordes e irregularidades
y su modificación con el tiempo son de gran importancia.
252 Oftalmología pediátrica
A
A
B
Fig. 17.7 A. Fondo de ojo en paciente con atrofia óptica autosómica
dominante (KJER); B. Foto con luz aneritra y procesamiento para
destacar pérdida de capas de fibras en el haz papilomacular.
B
Fig. 17.8. OCT de paciente con AOD. Se aprecia pérdida de fibras ganglionares en el
haz papilomacular, donde se situó este corte y una excavación de tipo no
glaucomatosa.
Los estudios de imágenes como el HRT II (Figs.
17.10 y 17.11), la tomografía óptica coherente con los programas que analizan en
los diferentes meridianos que explora, las características de la excavación (Figs.
17.12 y 17.13) y las fibras peripapilares (Fig. 17.14), además de las fotos de
fondo de ojo con luz aneritra, para buscar pérdida de fibras ganglionares en cuña
con puntas que lleguen a papila (Fig. 17.15), son de gran utilidad y no requieren
de mucho esfuerzo para obtenerlas del niño o adolescente.
En caso de duda resulta muy útil el seguimiento de las características de la
excavación con HRT II.
Capítulo 17. Glaucoma 253
Fig. 17.10. Estudio de HRTII. En el primer par de imágenes de la papila se ve, en
rojo, la escavación, en verde el anillo neurorretinal y en azul la pendiente
descendente entre ambas estructuras. En el segundo par de imágenes de esa misma
figura los sectores de la papila señalados en amarillo están entre límites dudosos
y en rojo los francamente anormales. Nótese la diferencia entre el estudio de ambos
ojos. En el tercer par de figuras (abajo) se muestra la densidad de fibras en los
sectores temporal, superior, nasal, inferior y finaliza en el sector temporal de
nuevo.
Fig. 17.12. Estudio de la papila mediante tomografía óptica coherente (OCT) Stratus
3000. Obsérvese la disminución de fibras peripapilares (en rojo); nótese al
comparar ambos ojos la diferencia de fibras que casi han desaparecido en el ojo
izquierdo.
Fig. 17.13. Estudio de la papila mediante tomografía óptica coherente (OCT) Stratus
3000. Ojo izquierdo.
Fig. 17.14. Estudio de capas de fibras peripapilares con OCT Stratus 3000.
Obsérvese la caída de fibras en el sector inferior del ojo izquierdo, en rojo y en
el sector superior de ojo izquierdo, en amarillo, mientras que los sectores nasales
y temporales y el ojo derecho aún está dentro del grosor de fibras normal para su
edad (verde).
258 Oftalmología pediátrica
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Capítulo 18
Anomalías congénitas
Entre las anomalías congénitas del vítreo se pue- den mencionar:
– Vítreo primario hiperplásico.
– Arteria hialoidea persistente y canal de Cloquet.
La forma anterior se observa en las primeras se- manas de vida como una leucocoria
o pupila blanca, que puede ir después acompañada de estrabismo y nistagmo.
La forma posterior muestra velos alrededor de la papila y a veces en la mácula
(Fig. 18.4). Los velos son membranas y estructuras filiformes en el cuerpo vítreo,
con restos del sistema hialoideo, que tienen la propiedad de provocar tracción y
desprendimiento de retina. Se puede complicar con hemorragia intraocular,
Capítulo 18. Enfermedades del vítreo 261
Enfermedades adquiridas
La mayoría de las enfermedades que afectan al ví- treo se caracterizan por
alteraciones que acompañan a las afecciones de la retina, por lo regular de tipo
pigmentadas y su síntoma de inicio suele ser disminu- ción de la visión y sensación
de ver moscas volando o flotadores que también se pueden presentar en enfer-
medades del ojo o acompañando afecciones sistémicas.
El vítreo puede estar opacificado e invadido, no solo por restos embrionarios, sino
también por granulomas, como en el caso de algunas parasitosis (Fig. 18.5) cuan- do
se desprende la retina y protruye a la cavidad vítrea (Fig. 18.6), sobre todo
cuando pasan secreciones, vasos o sangre al vítreo, entre otras.
En los niños la causa adquirida más frecuente de opacidades vítreas son los
procesos infecciosos (Fig.
18.7) y en el adulto, los degenerativos, entre ellos el desprendimiento del vítreo,
dando la imagen de cuer- pos que flotan, aunque en este último no existe gran
deterioro visual, a excepción de complicaciones con
desprendimientos de retina u otros procesos.
Los fenómenos inflamatorios hacen que aparez- can opacidades con células en el
vítreo,lo que consti- tuye un signo importante para plantear ese proceso.
Otras de las principales enfermedades adquiridas del vítreo son:
– Opacidades vítreas debidas a pars planitis.
– Retinopatías proliferativas.
– Vitreorretinopatía exudativa familiar.
– Retinosquisis juvenil.
– Coroideremia.
– Atrofia girata de la coroides.
– Hemorragia del vítreo y prerretinianas.
– Opacidades por degeneración del vítreo.
de vista óptico, aspecto de vítreo vacío, que pueden lle- var al desprendimiento
retinal regmatógeno en la pri- mera década de la vida.
Síndrome de Kniest. Es otra afección que cur- sa con degeneración vitreorretinal,
es de tipo autosómico dominante con displasia ósea, estatura corta, articulaciones
anchas y prominentes, tórax am- plio con protrusión del esternón, cara ancha y
puente nasal deprimido. Lo grave de la degeneración lleva con frecuencia a
desprendimiento de la retina.
Síndrome de Goldmann-Favré. Es aquel en el que la degeneración vítrea se une a la
degeneración del tapetum retinal, con degeneración coriorretinal pigmentaria,
catarata y quisis retinal. El electrorretino- grama se encuentra muy afectado. Se
transmite con rasgo autosómico recesivo. Otras enfermedades que cursan con
displasias vitreorretinal son: el síndrome de Wardburg, la trisomía 13 y la
enfermedad de Norrie.
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Capítulo 19
Afecciones de la retina
ROSARALIS SANTIESTEBAN FREIXAS, CARLOS E. MENDOZA SANTIESTEBAN Y FRANK EGUÍA
MARTÍNEZ
Anomalías congénitas
– Colobomas coroideos retinianos.
– Aplasia e hipoplasia foveal.
– Malformaciones vasculares (malformaciones arteriovenosas).
– Albinismo.
Malformaciones vasculares. Su causa más fre- cuente son los hemangiomas capilares
retinales y las malformaciones arteriovenosas, que pueden tener va- rios grados de
intensidad. En la de tipo I, o más leve, se ve un solo vaso aumentado de calibre,
por lo regu- lar una vena, que cruza el rafe horizontal. Solo algu- nas se
acompañan de comunicación arteriovenosa y a
Albinismo. Es la ausencia de pigmento retiniano y uveal. En el examen del fondo de
ojo se ven los vasos coroideos y retinianos sobre el fondo blanco de la esclera. La
falta de pigmento en el iris le da una coloración rojiza característica (Fig.
19.4). Se debe diferenciar del fondo de ojo de un niño muy rubio, en quien también
se transparentan los vasos de coroides, pero a diferencia del albino, tienen bue-
na pigmentación y están presentes los reflejos del área foveal. El niño albino
presenta nistagmo y de- ficiencia visual.
Capítulo 19. Afecciones de la retina 267
Inflamaciones coriorretinianas
Los procesos inflamatorios de la coroides y la retina (retinocoroiditis) pueden ser
clasificados, de manera muy general, en de causa infecciosa o no infecciosa y en
congénitos o adquiridos.
Causas infecciosas:
– Bacterias (sífilis, tuberculosis y otros).
– Virus (rubéola, varicela, parotiditis, citomegalo- virus, herpes simple o
zoster).
– Parásitos (toxoplasmosis, toxocariasis).
– Hongos (histoplasmosis presunta, candidiasis).
Causas no infecciosas:
– Sarcoidosis.
– Síndrome de Vogt-Koyanagi-Harada.
A
B
Entre las enfermedades que más daño producen en los vasos y que tienen gran
repercusión en el fondo del ojo están la retinopatía diabética y la hipertensiva,
las cuales son raras en niños y se pueden ver en ado- lescentes.
Retinopatía diabética. No suele manifestarse hasta llegada la pubertad, etapa en la
que puede aparecer o acelerarse. En el fondo de ojo las lesiones pasan de una fase
no proliferativa con pequeñas hemorragias, microaneurismas y microexudados, a una
fase más avan- zada con mayores hemorragias, vasos de neoformación y otras
complicaciones, como el edema y la isquemia macular que se producen en etapas no
proliferativas y proliferativas (Fig. 19.16). Se deben vigilar estrechamente estos
pacientes con chequeos, al menos una vez al año, para tratar las lesiones antes de
que pasen a la fase de proliferación. El tratamiento es el de la enfermedad de base
y la fotocoagulación (Fig. 19.17).
Retinopatía hipertensiva. También es rara en
niños pero se puede ver en el curso de enfermedades que produzcan hipertensión
secundaria, en enfermos renales y en adolescentes grávidas con preeclampsia. En
episodios de hipertensión aguda, el hallazgo princi- pal suele ser la constricción
general y focal de arteriolas, exudados algodonosos, infartos coroideos, desprendi-
miento seroso y edema del disco óptico. Por lo regu- lar, no da tiempo a que se
produzcan las alteraciones de la hipertensión crónica con el estrechamiento
vascular, alteraciones en los cruces arteriovenosos, hemorragias e infarto de las
capas de fibras con exudados algodonosos y exudación lipídica dentro de la retina,
el que se puede acumular en las capas de Henle y producir una imagen estrellada
similar a la de la neurorretinitis. El edema del disco se debe a isquemia local de
la papila y a disrupción del transporte axonal, o a la presión intracraneal elevada
que acompaña a la encefalopatía hipertensiva. Si hay oclusión de vasos coroideos,
se observan áreas opacas en el epitelio pigmentario conocidas como manchas de
Elsching y se puede asociar a desprendimiento retinal exudativo.
Tumores de retina
Hipertrofia congénita del epitelio pigmentario. Se observa con relativa frecuencia.
Se puede ver como un área pigmentada o despigmentada, solitaria o multifocal, como
“huella de oso”, de bordes bien defini- dos. No es frecuente su transformación a
maligno y se puede asociar con síndromes o enfermedades generales.
Capítulo 19. Afecciones de la retina 277
Facomatosis
Incluye a un amplio grupo de entidades clínicas en las que se produce proliferación
anormal en tejidos propios. Puede dañar órganos derivados del ectodermo, el
mesodermo y con mucha menos frecuencia del endodermo, especialmente en el tracto
gastrointestinal. Afectan, principalmente: piel, ojos, sistema nervioso central y
periférico, y vasos sanguíneos. Son 6 las que tienen importantes manifestaciones
oftalmológicas:
– Derivados de estructuras del ectodermo:
• Neurofibromatosis.
• Esclerosis tuberosa.
– Derivados de estructuras del mesodermo:
• Von-Hippel-Lindau.
• Sturge-Weber.
• Ataxia telangiectásica.
• Síndrome de Wyburn-Mason.
Desprendimiento de la retina
Entre las afectaciones graves de la retina está su desprendimiento, que se produce
al separarse la retina neurosensorial del epitelio pigmentario retinal. Los des-
prendimientos de retina (DR) se clasifican en regmatógenos, traccionales y
exudativos.
Capítulo 19. Afecciones de la retina 279
La retina puede ser asiento de trastornos bioquí- micos o de otro tipo que no
siempre alteran clínicamente su función visual o su aspecto, pero se expresan de
otras maneras, como es el caso de la distrofia muscular de Duchenne. En esta
entidad se respeta la función y el campo visual, pero el electrorretinograma
muestra una intensa disminución de onda B característica, que ex- presa disfunción
en capa plexiforme externa, donde tam- bién hay distrofina, como en el músculo.
Santiesteban y colaboradores encontraron relación con las alteracio- nes del
electrorretinograma y el sitio de la deleción.
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Capítulo 20
El hecho de derivar del ectodermo neural y de ro- dearse de las mismas capas y
líquidos del encéfalo, hacen que en la retina y el nervio óptico se puedan
manifestar, de forma objetiva, daños del sistema ner- vioso central, tanto
congénitos como adquiridos.
La lesión en el nervio óptico puede comenzar en el soma de las células ganglionares
de la retina, en el disco óptico, nervio, quiasma, cintillas ópticas o cuer- po
geniculado, y provocar atrofia del disco óptico en corto o largo plazo; en casos
excepcionales de daño congénito posgeniculado, se puede observar lesión en la
papila por degeneración transináptica.
Su expresión de disfunción es la pérdida de la visión, contraste y color,
especialmente del rojo y el verde, que se suele afectar más que la agudeza vi-
sual. Dada la exacta distribución topográfica de los axones de las células
ganglionares a lo largo de la vía, el estudio del campo visual es un examen de gran
importancia en la localización de la causa del deterioro.
Las manifestaciones objetivas más frecuentes de las enfermedades que afectan al
nervio óptico son la atrofia y el edema, lo que varía en sus carac- terísticas y
constituye un elemento de gran impor- tancia que sirve, en muchas ocasiones, para
aclarar el diagnóstico.
El aspecto de la papila, sus vasos y otros elemen- tos como la pérdida total o
localizada de fibras
ganglionares en determinado sector, orientan mucho
en la causa, que debe ir acompañada del correlato con los defectos de campo visual.
La observación de fon- do se debe hacer, tanto por oftalmoscopia directa, en la que
las estructuras se ven de mayor tamaño, pero se abarca menos área, como con
oftalmoscopia indi- recta, que da una visión de mayor área y permite valo- rar de
forma más global la pérdida de fibras ganglionares y el estado de los vasos.
También la biomicroscopia del polo posterior, con lentes especia- les, es de gran
utilidad en el examen detallado de la papila (Fig. 20.1).
La secuela de estos procesos es, por lo regular, la atrofia óptica, precedida o no,
de edema.
Las malformaciones que puede presentar la papila
son variadas, sobre todo en forma, tamaño y color; entre las más frecuentes se
encuentran las fibras de mielina, papilas hipoplásicas, oblicuas y las drusas. Su
aspecto puede estar también relacionado con defec- tos refractivos o no,
principalmente en lo que respecta al tamaño y forma.
Colobomas del nervio óptico. Son casi siempre inferiores y se asocian a defectos
del campo visual supe- rior y mala visión. Los de gran tamaño son excavaciones
displásticas que se extienden a retina y coroides, los cua- les distorsionan la
papila, como el “disco de la mañana gloriosa”. En este caso, los vasos salen del
borde de la gran excavación, como los rayos del sol, pero pueden asumir diferentes
formas, acompañados con estafilomas posteriores, colobomas retinocoroideos, o
discos rellenos con material glial de origen embrionario, rodeados de te- jido
coriorretinal pigmentado. En la mayoría de los casos, el área peripapilar es
irregular, pigmentada y cruzada por vasos anómalos, lo que le da su nombre al
síndrome de la mañana gloriosa, por la flor que tiene esa forma. Puede estar
comprometida la retina y la coroides o solo el ner- vio óptico y sus vainas
meníngeas. La fóvea puede ser hipoplásica y las capas de fibras ganglionares estar
dis- minuidas. Estas anomalías congénitas del disco suelen ser esporádicas (Fig.
20.6). La pérdida de la agudeza visual se produce o se acentúa por desprendimiento
de retina no regmatógeno. Se pueden asociar a otras mal- formaciones oculares,
entre ellas colobomas de iris, cris- talino y coroides, o a anomalías sistémicas.
En el síndro- me de CHARGE se describe coloboma, enfermedad cardiaca, atresia
coanal, retardo del crecimiento y desa- rrollo asociado a coloboma renal.
Los colobomas displásticos del disco óptico se aso- cian con malformaciones
faciales de línea media: hipertelorismo, labios leporinos, paladar hendido y otras
anomalías del sistema nervioso central, quistes aracnoideos retrobulbares,
malformaciones quísticas de fosa posterior encefalocele transesfenoidal, que se
puede confundir con una hipertrofia adenoidea y pro- poner su exéresis; y hasta con
anomalías vasculares, sobre todo de vasos carotídeos y la arteria oftálmica.
Defectos adquiridos
Papiledema
Es considerado uno de los signos principales en la clínica médica, ya que en la
mayoría de los casos es diagnóstico de un tumor cerebral, lo que frecuente- mente
va acompañado de náuseas, cefalea y diplopía horizontal directa por lesión de los
VI nervios craneales. Es una emergencia médica que debe ser manejada como tal; sin
embargo, este signo es fre- cuentemente confundido con otras entidades que pro-
ducen edema del disco óptico, o elevan y borran sus bordes. Por su implicación, se
ha definido que el tér- mino papiledema se debe dejar para el edema pasivo del
disco, asociado con aumento de la presión intracraneal; llamar edema del disco
cuando no esté implícito este término de hipertensión endocraneana y
seudopapiledema cuando la imagen del fondo de ojo solo semeja esta condición pero
no lo es.
El papiledema es casi siempre bilateral, aunque en algunos casos puede ser
unilateral o asimétrico; no afecta la visión hasta que no pasa a la fase de atrofia
óptica o cuando alguna de las lesiones que lo acompa- ñan, como edema retiniano,
hemorragias o exudados, se sitúan en el área macular. Los oscurecimientos vi-
suales de segundos de duración se refieren por el pa- ciente en el papiledema ya
desarrollado y es un sínto- ma de gran importancia para sospechar la entidad.
Entre las causas del papiledema más frecuentes se encuentran las lesiones que
ocupan espacio, como tu- mores cerebrales, hematomas subdurales, abscesos, lesiones
parasitarias, hamartomas, granulomas, hemo- rragias subaracnoideas, y cuando se
aumenta el conte- nido del líquido cefalorraquídeo o se dificulta su absor- ción en
la llamada hipertensión endocraneana benigna.
Los tumores infratentoriales son los que más papiledema provocan y no todos los
tumores cerebrales o masas intracraneales provocan papiledema, lo que está en
dependencia de diferentes factores, como localiza- ción, tipo, velocidad de
crecimiento, estado de la pupila, entre otros. El edema cerebral, las
hidrocefalias, tras- tornos en el retorno venoso y meningitis, aparecen como otras
de las causas. También se puede ver en ciertos tipos de craneosinostosis y, aunque
raro, pero ha sido bien documentado en el síndrome de Laundry-Guillain- Barré y en
tumores espinales.
Una de las causas del papiledema de mayor inte- rés para el seguimiento
oftalmológico es la mal llama- da hipertensión endocraneana benigna, o seudotumor
cerebral, cuyo diagnóstico debe ser de exclusión y estar basado en la comprobación
manométrica de la hipertensión endocraneana. Esta entidad se ve en ni- ños y sobre
todo en mujeres obesas de mediana edad. Puede remitir espontáneamente si se
disminuye de peso. En otras ocasiones, no se controla ni con los tratamientos
depletantes y van hacia la atrofia óptica, desmintiendo su nombre de benigna.
Otras condiciones asociadas al seudotumor cere-
bral son: disfunción endocrino metabólica, impedimento en el retorno venoso,
administración de agentes exógenos como vitamina A, corticoides, tetraciclina,
ácido nalidíxico, embarazo, enfermedades sistémicas como anemia ferripriva,
discrasias sanguíneas, insufi- ciencia respiratoria obstructiva crónica,
encefalitis alérgica e inflamatoria, enfermedades del oído medio, disección radical
de cuello, entre otras.
Para que se produzca papiledema debe existir un aumento de la presión del líquido
cefalorraquídeo por encima de 200 mm de H2O, cuyo valor en el sujeto
normal fluctúa entre 100 y 180 mm H2O, que el espa-
cio intravaginal del nervio permanezca en comunica-
ción con el subaracnoideo, y que la presión del líquido
Capítulo 20. Enfermedades del nervio óptico y vía visual 287
cefalorraquídeo se transmita hasta la porción más an- terior del nervio óptico. En
niños muy pequeños con hipertensión endocraneana por grandes hidrocefalias
congénitas, no se produce papiledema, lo que se cree que se deba a la
extensibilidad ósea del cráneo, aun- que si la hipertensión es de rápida evolución,
no es suficiente esta condición para que no se desarrolle.
La medida de la presión del líquido cefalorraquídeo mediante punción lumbar, en
casos de verdaderos papiledemas en los que se haya descartado lesión intra- craneal
expansiva, a veces es necesaria pero conlleva riesgos; estos se pueden disminuir si
se usa un trocar fino y se extrae poca cantidad de líquido cefalorra- quídeo. La
posibilidad que brindan los nuevos estudios imaginológicos, de conocer el estado
del contenido intracraneal y del sistema ventricular, permite abolir o disminuir la
posibilidad de complicaciones por enclavamiento en la punción lumbar.
En el papiledema se han descrito fases o estadios. La forma incipiente es la más
difícil de diferenciar de otras entidades que provocan elevación y/o borramiento de
la papila (Fig. 20.11). En esta fase, el papiledema puede ser asimétrico. Para su
diagnóstico es impor- tante tener en cuenta el patrón normal de fibras
peripapilares y su visualización con oftalmoscopia, usando luz aneritra para poder
detectar los sutiles cam- bios que se producen en los espacios extracelulares que
rodean a las fibras. Los polos superiores e inferio- res, algo más borrosos por el
mayor agrupamiento y grosor de las fibras, normalmente se enturbian con el edema y
no dejan ver las estriaciones que quedan en- tre los paquetes de fibras
ganglionares que los for- man, las cuales confluyen para salir del globo ocular. Se
pierde el reflejo luminoso lineal producido por estos paquetes de fibras al hacer
incidir sobre ellos un haz de luz. Este hecho, junto a la dilatación de capilares
es uno de los primeros signos en ser observados por oftalmoscopia y preceden a la
ingurgitación venosa, aunque es difícil a veces interpretar las variantes de color
del disco normal y definir si hay hiperemia.
También se pueden observar en esta fase pequeñas hemorragias lineales en las capas
de fibras adyacentes a los márgenes de la papila, que pueden pasar inadvertidas,
enmascaradas en la arborización de los vasos.
La presencia de latido venoso espontáneo es otro elemento que ayuda a negar la
hipertensión endocraneana, ya que desaparece por encima de los
200 mm H2O, pero su ausencia no afirma el papiledema, pues puede faltar en parte de
los sujetos normales y en momentos determinados.
(Fig. 20.13). En esa fase se puede confundir con un disco anómalo sin excavación
central. Los campos visuales se contraen antes de llegar a la misma. Están
indicadas entonces las intervenciones quirúrgicas para tratar la atrofia, como la
fenestración del nervio óptico o las derivaciones del líquido cefalorraquídeo.
muchas veces son finos, por la enfermedad causal o como consecuencia del propio
tejido atrófico que re- quiere menos vascularización.
No es siempre evidente desde los primeros momentos del daño al nervio, si la lesión
no está cerca de la papila. El tiempo de la aparición de la palidez papilar
depende, en gran parte, de la distancia a que se encuentre la lesión y de si hay
fenómenos isquémicos graves añadidos.
Aparece como secuela de edema papilar (inflama- torio o por estasis), debido a
enfermedades heredodegenerativas, metabólicas, desmielinizantes, congénitas,
carenciales, como por ejemplo: la deficien- cia de vitamina B12 y otras vitaminas
del complejo B,
o causada por algunas anemias, traumas, compresio-
nes, inflamaciones; por toxicidad de determinados medicamentos como la quinina,
cloroquina o por otros tóxicos, entre ellos metanol o alcohol metílico, y por
glaucoma. El aspecto de la papila puede hacer sospe- char su causa y el sitio donde
comenzó la lesión ganglionar.
Procesos inflamatorios
Entre estos procesos se destacan la papilitis o neu- ritis óptica y la
neurorretinitis estrellada de Leber.
Papilitis o neuritis óptica anterior. Es un pro- ceso inflamatorio local de la
papila, que por lo regular es unilateral y transcurre con edema, en el cual el pa-
ciente sufre de alteraciones precoces e importantes de la visión y del campo
visual, a diferencia del edema por estasis papilar, en el que la deficiencia visual
no aparece, por lo regular, hasta que sobreviene la etapa de atrofia. La neuritis
puede afectar al nervio óptico en su porción retrobulbar y ser normal el fondo de
ojo durante un tiempo, dar una papilitis, asociada a infla- mación de la úvea o de
la retina peripapilar o no. En ella se observa edema del disco óptico, hemorragias,
exudados y células en el vítreo, sobre todo en los ca- sos de origen infeccioso.
También se puede nombrar como “axial”, cuando afecta a la porción del haz
papilomacular; “periaxial” cuando toma la porción extramacular; y “perineuritis”
cuando son las vainas del nervio las que están más inflamadas.
El paciente puede sentir dolor retroocular modera- do, que se exacerba con los
movimientos del ojo. Los hallazgos en los estudios funcionales son: grave pérdi- da
de la agudeza visual, de instalación en horas o días. En el campo visual se observa
escotoma central o de cualquier otro tipo, en dependencia del área del nervio
más afectada; grave déficit en el reconocimiento de los colores y de saturación,
con alteración sobre todo del rojo y verde. La respuesta pupilar aferente es pa-
radójica en el ojo afecto, es decir que en vez de con- traerse la pupila, al
proyectarle la luz, se dilata.
En pacientes con neuritis óptica anterior, se pue- den observar células en el
vítreo que, si son abundan- tes, hablan a favor de un proceso inflamatorio infec-
cioso, primario ocular o asociado con una enfermedad sistémica, lo que sugiere el
diagnóstico causal y el tra- tamiento. Este estudio se debe llevar a cabo por per-
sonal especializado, quien decide si se deben usar esteroides (metilprednisolona) o
no u otros antiinflamatorios no esteroideos y antibióticos, sobre la base del
examen ocular y la sospecha de enferme- dad infecciosa como causa.
La papilitis se ve más en los niños y con cierta frecuencia es bilateral. Su causa
es casi siempre posinfecciosa, por reacción inmunológica, como des- pués del
sarampión, parotiditis, mononucleosis infec- ciosa, tifoidea, infecciones
respiratorias altas, encefa- litis y meningoencefalitis, en especial posvírica, sin
que necesariamente se produzca una encefalopatía posinfecciosa. La sífilis, la
sarcoidosis, la criptocoquiasis, la tuberculosis y la toxoplasmosis, en- tre otras
enfermedades infecciosas, pueden afectar al nervio óptico. También procesos
inflamatorios de la órbita o cavidades vecinas, como desde los senos perinasales,
pueden producir una neuritis óptica, y con mayor frecuencia Haemophilus influenzae.
En los casos de neuritis se suele observar con el oftalmoscopio, edema de la papila
y retina circundan- te, hemorragias y exudados que son indistinguibles del edema
pasivo de la papila en su etapa de desarrollo, excepto en la afectación de las
funciones visuales, que son precoces y por lo regular importantes en las neu- ritis
(Fig. 20.15).
Es raro que ocurra aislada en el niño, y puede ser parte de una enfermedad
desmielinizante, rara en los niños, como la esclerosis múltiple, la neuromielitis
óp- tica de Devic, que suele comenzar por un solo ojo y días después se afecta el
otro ojo, y a continuación aparece la paraplejía, con recuperación variable; la
enfermedad de Schilder, también rara, bilateral con muy poca recuperación y fatal
en los primeros años de vida.
En estos casos, la afección también puede ser retrobulbar, con fondo de ojo normal
hasta que la de- generación retrógrada descienda y se haga visible la palidez del
disco óptico.
290 Oftalmología pediátrica
En muchos casos queda sin aclararse la causa, pero los pródromos de enfermedad
viral son frecuentes. Se ha identificado con enfermedades infecciosas: la infec-
ción por Bartonella henselae, la enfermedad de Lyme, la fiebre por arañazo de gato,
entre otras.
En Cuba se han encontrado familias con los 3 tipos de mutaciones primarias que se
describen en esta entidad: 11778, 3460 y 14484. En la zona de Bayamo se localiza la
familia de mayor número de casos conocidos; ellos portan la mutación en la posi-
ción 11778, que es la más frecuente. Otro sitio de alta prevalencia de la
enfermedad y la misma muta- ción es el de las montañas del Escambray y las ciuda-
des y poblaciones cercanas. En las bases de datos del Instituto de Neurología y
Neurocirugía de Cuba, pasan de 15 las familias registradas, con numerosos miembros
afectados. En portadores asintomáticos, con la mutación 11778, además se ha
detectado este estado mediante pruebas de función muy precisas, como la prueba de
sensibilidad al contraste y de co- lores, así como por el patrón de pérdidas de
capas de fibras en el OCT, lo que ha estado en dependencia de la intensidad del
daño. En el examen de fondo de ojo se ha observado la dilatación de capilares, lo
que se ha visto también en pacientes antes de convertir- se en sintomáticos.
Neuropatías toxiconutricionales
Este tipo de neuropatía es también bilateral, bas- tante simétrica y con escotomas
centrales o cecocentrales de variado tamaño. Por lo regular, son provocadas por
deficiencias de determinados nutrientes necesarios en la cadena de fosforilación
oxidativa para producir ATP o por tóxicos que inter- fieren los pasos de esa
cadena. Un ejemplo es la neuropatía alcoholicotabáquica o nutricional (Fig.
20.19). Su parecido en el examen oftalmológico con
la NOHL en fases iniciales o que conservan relativa buena visión, es
extraordinario, excepto que la NOHL no siempre se presenta al unísono en ambos ojos
y en ella la deficiencia visual y la atrofia óptica suelen ser más graves y casi
totales.
Existen muchos medicamentos y sustancias, que
asociadas a problemas nutricionales o no, pueden ocasionar lesión de los nervios
ópticos. Entre ellos los antituberculosos, determinados antibióticos, antineo-
plásicos y sustancias como el metanol, tolueno, el al- cohol, tabaco, entre otros.
Estos 2 últimos, por su fre- cuencia, han sido objeto de múltiples estudios y des-
cripciones, en los que el factor de desbalance nutricional
se considera indispensable para que se produzca la neuropatía. La atrofia del haz
papilomacular es carac- terística en estas enfermedades toxicometabólicas y
nutricionales que pueden llegar a afectar o no a todo el disco óptico. El mismo
cuadro clínico se ha descrito en embarazo, lactancia y otras enfermedades por de-
ficiencias de vitaminas del complejo B, en prisioneros de guerra y poblaciones con
crisis que lleva a una dis- minución alimentaria brusca.
Entre las enfermedades del inicio de la infancia que cursan con atrofia óptica
están:
– Esfingolipidosis: enfermedad de Krabbe debida a un defecto bioquímico que cursa
con ceguera cortical, irritabilidad, espasticidad y fiebre.
– Gangliosidosis GM2:
• Tay Sachs.
• Sandhoff.
– Niemann-Pick, con la mancha rojo cereza en la mácula y nistagmo, por defecto
bioquímico en las hexosaminidasas y esfingomielinasa.
– Ceroidosis lisosomales infantil de Santavouri- Haltia con retinopatías
pigmentarias, retardo del desarrollo, coreoatetosis y convulsiones.
Capítulo 20. Enfermedades del nervio óptico y vía visual 295
Neuropatías isquémicas
Las neuropatías isquémicas es otra de las entida- des cuyo cuadro fondoscópico es
muy parecido al de la papilitis. En el niño son raras y se pueden ver en el curso
de arteritis provocada por enfermedades sistémicas como las colagenosis, pérdidas
agudas y profusas de sangre, compresión mantenida sobre el globo ocular, entre
otras. Las causas arterítica y arteriosclerótica son las más frecuentes, pero solo
en pacientes de la tercera edad o cercanos a ella. Se ca- racterizan por grave
alteración de la función visual, como se ve en las papilitis, pero de carácter
ictal, por lo regular, reflejo pupilar aferente paradójico en el ojo afectado y
edema isquémico, o pálido, del disco. Van rápidamente hacia la atrofia de la
papila. Pueden dar escotomas de variados tipos, altitudinales, arciformes o
centrales.
Traumatismos
El nervio óptico, a todo lo largo de su recorrido y la vía visual, puede ser dañado
por traumas directos o de contragolpe (capítulo 25).
Bibliografía
Las órbitas son las cavidades donde están conteni- dos y fijados los ojos, aunque
parte de ellos protruyen del reborde orbital. En los niños, la órbita es asiento
frecuente de lesiones tumorales; además, de numerosas enferme- dades sistémicas o
malformativas que repercuten en las estructuras que ellas contienen. Están ubicadas
sobre el macizo facial y sus paredes internas son casi paralelas, mientras que las
externas son divergentes. Se encuen- tran en relación con la cavidad craneal y
senos perinasales por agujeros y fisuras que las comunican.
En vida embrionaria las órbitas están más separa- das entre sí. La separación
aumentada entre ellas es una anomalía congénita conocida como hipertelorismo. La
exacta medida de la distancia entre las órbitas se determina por estudios
radiológicos; también se puede hacer de una forma fácil y rápida con la medida de
la distancia interpupilar, aunque menos exacta.
Síntomas y signos
Desde el punto de vista clínico existen 6 elementos de fundamental importancia para
el enfoque diagnóstico y te- rapéutico en pacientes con enfermedades de la órbita:
– Proptosis.
– Dolor.
– Progresión.
– Palpación.
– Pulsación.
– Cambios periorbitarios.
La proptosis, también conocida como exoftalmos, es el signo cardinal de los
procesos que ocupan esta cavidad y se trata del desplazamiento anterior del ojo, en
sentido axial o acompañado de algún desplaza- miento en sentido vertical o
transversal. La forma de instalación, su consistencia, su reductibilidad, la aso-
ciación con dolor y la presencia de soplos, entre otros elementos, permiten
orientar al médico hacia deter- minadas lesiones; así por ejemplo, un exoftalmos de
aparición súbita después de un trauma de cráneo, acompañado de enrojecimiento
ocular, dolor y soplo, hace pensar en el diagnóstico de una fístula
carotidocavernosa.
Conceptualmente se considera que existe proptosis cuando el globo ocular está
desplazado en sentido an- terior, por encima del grado de protrusión normal, el
cual es variable en dependencia del sexo, la edad y la raza, o cuando existe una
diferencia de más de 2 mm entre un ojo y el otro. Es también de valor el hecho de
que exista una diferencia de 1 o 2 mm, si anteriormen- te no estaba presente esa
diferencia.
El exoftalmos es el signo cardinal de estas afec- ciones y por la alta frecuencia
de aparición y la precoci- dad con que lo hace, es al oftalmólogo, al médico de
familia o pediatra, a quien suele acudir, en primera instancia, un niño portador de
este tipo de afección (Fig. 21.1).
300 Oftalmología pediátrica
Fig. 21.3 A. Dilatación venosa palpebral de ambos ojos; B. Drenaje venoso del caso
anterior.
Anomalías y enfermedades
El hipertelorismo se observa en:
– Muchos síndromes dismórficos craneofaciales como el de Alpert, aberraciones
cromosómicas y deformidades teratogénicas.
– Los síndromes de Arskog, acompañado de ma- nos y pies pequeños y manto escrotal.
– El de Fraser con criptoftalmos, defecto del pa-
bellón auricular y alteraciones genitales.
– El de Opitz, asociado a fisura palatina e hipospadia.
La celulitis preseptal se limita a los párpados. El septo orbitario actúa como una
barrera y evita que la infección se propague al interior de la órbita.
La celulitis orbitaria típica está caracterizada clínicamente por la clásica tríada
de exoftalmos, oftalmoplejía y dolor. Frecuentemente se acompaña de fiebre y
malestar general. Puede provocar dismi- nución de la agudeza visual, si se produce
inflamación o compresión del nervio óptico.
El absceso subperióstico es el cúmulo de pus entre el hueso y la periórbita. Se
produce, por lo general, como resultado de una celulitis mal trata- da.
Habitualmente producen exoftalmos de tipo no axial. Las 2 últimas formas pueden
propagar la in- fección al seno cavernoso y producir trombosis de este y la
posibilidad de una sepsis del sistema ner- vioso central.
El diagnóstico de estas lesiones es fundamental-
mente clínico y rara vez se requiere de estudios imaginológicos para su
confirmación, a no ser en el
caso del absceso en el que sí se puede precisar claramente la lesión.
Una vez establecido el diagnóstico, se debe iniciar tratamiento por vía intravenosa
con el paciente ingre- sado. Se deben utilizar antibióticos de amplio espectro que
cubran a gérmenes gramnegativos y grampositivos. Si se pueden obtener muestras para
cultivo, la terapéutica se realiza según antibiograma. El tratamiento se debe
mantener por no menos de 10 días y si es adecuado, el niño debe evolucionar favo-
rablemente sin dejar secuelas. Las complicaciones pueden ser meningitis, absceso
cerebral y trombosis del seno cavernoso.
Seudotumor orbitario. Es un cuadro clínico infla-
matorio localizado o difuso, de evolución aguda o cróni- ca y de causa desconocida,
que resulta muy difícil de diferenciar clínicamente de un tumor orbitario. Su in-
cidencia es muy variable y oscila entre 5 y 20 %. Se distinguen 2 formas clínicas
de presentación:
– Seudotumor agudo.
– Seudotumor crónico.
ante un exoftalmos muy evidente. La escisión quirúr- gica total resulta muchas
veces difícil por la íntima relación que pueden tener con estructuras normales.
Fístulas carotidocavernosas. Son comunicacio- nes que se establecen entre la
arteria carótida y el seno cavernoso y que permiten el paso de sangre arterial al
compartimiento venoso, lo que provoca en este último un aumento de la presión que
se transmite fundamentalmente hacia las venas orbitarias. Representan 2-6 % de las
lesiones ocupativas de la órbita y predominan en el sexo masculino y en edades
productivas de la vida.
Las manifestaciones clínicas pueden ser ipsolaterales, contralaterales o
bilaterales, y dependen del patrón de drenaje venoso que tenga la fístula y de la
velocidad de su flujo. Entre las más importantes están:
– Exoftalmos pulsátil de rápida evolución, que tien- de a desplazar el ojo hacia
abajo y afuera, ya que la masa de venas dilatadas se localiza gene- ralmente en la
porción superior de la órbita.
– Soplo audible en el ojo y regiones frontales y temporales, así como en los vasos
del cuello.
– Quemosis.
– Diplopía.
– Disfunción de nervios craneales.
– Disminución de la agudeza visual.
– Cefalea y alteraciones neurológicas isquémicas hemisféricas, por el efecto de
robo que ejercen sobre el flujo sanguíneo cerebral.
– Edema palpebral y conjuntival.
– Ingurgitación y dilatación de vasos epiesclerales con aspecto de tirabuzón o
cabeza de medusa.
– Papiledema e ingurgitación de vasos retinianos.
En los rayos X simples se pueden encontrar sig- nos de fractura del cuerpo
esfenoidal (en el caso de las fístulas postraumáticas), así como agrandamiento o
erosión de la hendidura esfenoidal.
Hemangioma capilar. Es el tumor vascular intraorbitario benigno más frecuente en
los niños, alcan- za hasta 22 %, y es considerado por algunos autores como un
hamartoma. Aparece durante la primera o segunda semana de vida y crecen de forma
rápida durante los primeros años; a partir del segundo año de vida tienden a
involucionar lentamente. Se asocia con frecuencia a hemangiomas en otras partes del
cuer- po. Se hacen evidentes en la piel de los párpados y en la conjuntiva,
fundamentalmente en su sector nasal, con un aspecto característico de nevus color
fresa y con una superficie algo elevada.
En los estudios radiológicos simples es frecuente encontrar un aumento de volumen
de la cavidad orbitaria, de forma local o generalizada; se pueden ver, además,
signos de esclerosis ósea. La arteriografía demuestra claramente la lesión, así
como los finos vasos tributarios pero su uso se debe reservar solo para aque- llos
casos que vayan a ser sometidos a tratamiento quirúrgico directo.
La primera opción terapéutica consiste en el uso
de esteroides sistémicos (prednisona oral a dosis en- tre 2 y 3 mg/kg de peso/día)
y la inyección local intralesional de esteroides, que puede reducir de for- ma
dramática los síntomas y signos.
Otras opciones terapéuticas consisten en la
exéresis quirúrgica, parcial o total, con el uso de láser y técnicas
microquirúrgicas. La exéresis parcial pro- duce favorables resultados cosméticos
sin activar el crecimiento celular. También se han empleado bajas dosis de
radiación (de 300 a 500 radiaciones) para re- ducir el volumen de la lesión, pero
este proceder tiene el riesgo de inducir la formación de cataratas.
Hemangioma cavernoso. Es el tumor vascular benigno más frecuente en la patología
orbitaria del adulto, pero se puede ver en la infancia (Fig. 21.5).
Lesiones quísticas
En este grupo se incluyen todas aquellas lesiones quísticas benignas, congénitas o
adquiridas que se de- sarrollan en el interior de la cavidad orbitaria:
– Quistes dermoides y epidermoides.
– Mucoceles.
– Meningoencefaloceles.
Fig. 21.6 A. Exoftalmos por quiste dermoide; B. TAC en el que se muestra el tumor.
En los rayos X simples se aprecia, generalmente, un defecto óseo en el techo
orbitario con bordes escleróticos y a veces se detectan calcificaciones.
El tratamiento consiste en la exéresis quirúrgica total sin apertura de la cápsula,
para así evitar reaccio- nes inflamatorias en los tejidos circundantes.
Mucoceles. Son lesiones quísticas benignas, no neoplásicas, que se desarrollan en
el interior de los senos perinasales producto de la oclusión del drenaje mucoso de
estos, que se acumulan y comienzan, a expandir primero y erosionar después, las
paredes de dicha cavidad; crecen hacia estructuras vecinas, tales como la órbita o
la cavidad craneal. Ocupan entre 1 y
3 % de las lesiones expansivas de la órbita y predomi-
nan a partir de la tercera década de la vida. La fun- ción de las estructuras
intraorbitarias es comprometi- da de una u otra manera por el 90 % de todos los
mucoceles. Predominan los que provienen del seno frontal. Es poco frecuente en
niños.
Meningoencefaloceles. Consisten en la
herniación de las meninges encefálicas (meningoceles) o del tejido cerebral junto a
ellas (meningoencefa- loceles) a través de una dehiscencia ósea, general- mente
postraumática, del techo orbitario.
Producen un exoftalmos no axial, pulsátil con el
globo desplazado, por lo general, hacia abajo y a ve- ces hacia afuera. Se pueden
palpar como una masa blanda y reductible en la porción superior de la órbita.
En los rayos X simples se puede ver la solución de continuidad ósea y a veces un
aumento del diámetro vertical de la órbita. La tomografía axial computarizada con
cortes coronales y la resonancia magnética nu- clear, son los estudios que más
información brindan.
El tratamiento es siempre quirúrgico, encaminado a reponer en su sitio las
estructuras herniadas y sellar el orificio de comunicación para evitar una fístula
de líquido cefalorraquídeo.
Osteomas. Son los tumores óseos más frecuentes en todas las edades. Pueden crecer a
expensas de cual- quiera de las paredes orbitarias, aunque generalmente lo hacen
desde la pared medial o desde la superior. Son lesiones benignas de lento
crecimiento.
Su elemento clínico primordial es el exoftalmos desplazado en sentido contrario al
tumor. Habitualmente no hay dolor, diplopía o trastornos de la motilidad ocu- lar.
Se localizan en la mitad anterior de la órbita, por lo que se suelen encontrar a la
palpación características propias de hueso. Si crecen en el ala menor del
esfenoides, producen disminución de la agudeza vi- sual con atrofia papilar. A
veces se acompañan de sínto- mas obstructivos respiratorios nasales.
Los rayos X simples hacen el diagnóstico en todos los casos, al mostrar una imagen
hiperdensa, regular y homogénea en directa relación con el hueso. El trata- miento
de estas lesiones es quirúrgico.
Displasia fibrosa. Es considerada por algunos
como un hamartoma óseo caracterizado por la susti- tución del hueso anormal por
otro neoformado mucho más trabeculado y menos calcificado. Aparece en ni- ños y
adultos jóvenes, y representa entre 1 y 3 % de la enfermedad ocupativa de la
órbita. Clínicamente se observa asimetría facial con proptosis por la disminu- ción
de la propia cavidad orbitaria. Por lo general, este proceso afecta, de manera
predominante, una de las paredes orbitarias, lo que hace que el ojo se desplace en
sentido contrario. No hay dolor ni signos inflamatorios. La visión se compromete si
se afecta el canal óptico y se comprime el nervio. La diplopía y los trastornos de
la motilidad ocular son infrecuentes. En los rayos X simples se observan lesiones
escleróticas irregulares junto a otras áreas de densidad ósea dismi- nuida. El
tratamiento debe ser quirúrgico.
Neurofibroma. Es un tumor derivado de los ner-
vios periféricos y ocupa entre 2 y 3 % de los procesos expansivos de la órbita y de
5 a 15 % de todos los tumo- res intraorbitarios. Son lesiones benignas,
encapsuladas y de lento crecimiento, y se asocian con frecuencia a la enfermedad de
Von Recklighausen. Pueden ser solita- rios simples, difusos y plexiformes. Esta
última varie- dad es patognomónica de la neurofibromatosis. Se han descrito 2
formas clínicas bien definidas:
– Tipo I o forma periférica: se relaciona con alte- raciones del cromosoma 17; es
la que predomi- na en el ámbito de la órbita.
– Tipo II o forma central: se relaciona con anoma- lías del cromosoma 22.
Según la clínica, son lesiones de lenta evolución que producen exoftalmos, con
desplazamiento ocular o sin este, lo que depende de su localización intracónica o
extracónica. La visión se compromete cuando se comprime el nervio óptico y nunca
cuando el tumor se origina en esta estructura, ya que ellos crecen a partir de las
células de Schwan, que no existen en el nervio óptico. Es frecuente la asimetría
facial y la limitación de los movimientos oculares, aunque es rara la diplopía
debido a su lenta evolución. En ocasiones, sobre todo en la forma plexiforme, se
observa un crecimiento anormal del párpado, generalmente el superior, con pequeños
y múltiples nódulos palpables (Fig. 21.7).
Los procesos malignos son raros. Su forma clíni- ca de presentación depende del
sitio donde se origi- nen. Los que crecen en las vainas del nervio óptico producen
exoftalmos discreto de lenta evolución con disminución progresiva de la visión,
signo pupilar de
308 Oftalmología pediátrica
Exámenes complementarios
En las últimas 2 décadas ha existido, sin dudas, una notable mejoría en cuanto a la
evaluación previa al tratamiento definitivo de las lesiones expansivas de la
órbita, debido al impetuoso desarrollo de las técni- cas radiológicas, aunque es
válido señalar que sigue siendo la clínica la base principal para el diagnóstico
causal, topográfico, fisiopatológico y muchas veces hasta para el anatomopatológico
en estas afecciones.
Al estudiar un paciente con un cuadro de proptosis unilateral, los resultados de
los estudios imaginológicos
310 Oftalmología pediátrica
Bibliografía
Ambliopía
TERESITA DE JESÚS MÉNDEZ SÁNCHEZ
El término ambliopía proviene del griego amblus, dé- bil y oasis, visión. Plenk, en
1788 define la ambliopía de forma muy parecida a como se hace en la actualidad.
Se considera a la ambliopía como la reducción
unilateral, o menos comúnmente bilateral, de la mejor agudeza visual corregida que
no puede ser atribuida directamente a un daño estructural del ojo o de la vía
visual posterior; aunque no es correcto decir que se trata únicamente de la
disminución de la agudeza vi- sual, pues en la ambliopía también se encuentran
afec- tadas la sensibilidad al contraste y la localización es- pacial. Tampoco es
enteramente cierto que no exista daño estructural del ojo o de la vía, pues se ha
encon- trado que en los ambliopes se produce con el tiempo disminución de células
en el cuerpo geniculado.
La ambliopía es una de las causas de déficit visual
prevenible en una población que sería económicamente activa en la sociedad entre la
segunda, tercera y cuarta década de la vida. Tiene una prevalencia entre 2 y 4 % de
la población general, entre 3 y 4 % de los niños en edad preescolar y entre el 2 y
7 % de los niños en edad escolar.
Esta afección aparece por la falta de consolida- ción de la agudeza visual
consecutiva a la carencia de estímulos o a la presencia de un estímulo inadecuado o
insuficiente y actúa en un período crítico del desa-
rrollo visual. El período crítico o sensitivo es el lapso de tiempo posnatal
durante el cual la corteza visual permanece lo suficientemente lábil como para
adap- tarse a las influencias derivadas de las experiencias o del medio ambiente.
El período de plasticidad sensorial es máximo du- rante los primeros 18 meses de la
vida pero mantiene un potencial sensible a cambio, aunque en menor gra- do, hasta
los 7 u 8 años, lo que permite realizar trata- miento de rehabilitación visual que
será más benefi- cioso cuanto más temprano se aplique.
En 1742 y 1801, Geoges L. Lecler, conde de Bu-
fón, y Erasmus Darwin, respectivamente, recomen- daron la oclusión del ojo sano
para mejorar la visión del ambliope. Desde entonces, los conocimientos so- bre la
fisiopatología de la ambliopía fueron enriqueci- dos por los formidables aportes de
Bangerter Cuppers, en la década de 1850 y años más tarde, por los méto- dos de
experimentación neurofisiológicos que realiza- ron Hubel y Wiesel, premios Nobel en
1981.
La ambliopía constituye, para sorpresa de todos,
la causa principal de pérdida de la visión monocular en el grupo de personas entre
20 y 70 años. Sobrepasa a la retinopatía diabética, el glaucoma, la degeneración
macular relacionada a la edad y la catarata.
314 Oftalmología pediátrica
Según su fijación:
– Foveal.
– Excéntrica: parafoveal, macular, paramacular, centrocecal, parapapilar y
errática.
Según su etiología:
– Estrábica.
– Anisometrópica.
– Ametrópica.
– Por deprivación.
Ambliopía estrábica. Como se mencionó ante- riormente es la más frecuente y ocurre
sobre todo en las tropías no alternantes, sobre todo en las esodes- viaciones.
La patogénesis de la ambliopía estrábica se inicia con la supresión, mecanismo
sensorial destinado a evitar la diplopía y confusión de imágenes. Consiste en la
eliminación cortical de la percepción de un estí- mulo visual supraliminal; su
comportamiento varía se- gún el tipo de desviación y la edad del paciente (capí-
tulo 23).
Ambliopía anisometrópica. Es la segunda en frecuencia; en ella existe una
diferencia entre la niti- dez y el tamaño de la imagen retiniana, se establece la
supresión y la ambliopía del ojo más amétrope. Jampolsky llama la atención que una
dioptría de dife- rencia de una anisometropía sin estrabismo puede causar
ambliopía.
La ambliopía es más intensa en anisohipermetropía que en la anisomiopía, lo que se
explica porque en la anisohipermetropía el ojo más amétrope nunca se uti- liza. El
paciente prefiere usar el ojo menos amétrope para cerca y para lejos, mientras en
la anisomiopía el paciente prefiere usar para cerca el ojo miope y el adelfo para
lejos, excepto cuando el ojo más amétrope tiene una miopía muy elevada.
Ambliopía ametrópica. Es causada por erro- res de refracción bilateral no
corregidos en los pri- meros 7 años de vida, es decir en hipermetropías mayores de
5 D y miopías cercanas o mayores de 10
D. El grado de ametropía cilíndrica necesaria para causar ambliopía meridional no
está determinado, pero la mayoría de los autores recomiendan corrección de
astigmatismos mayores de 2 D.
Mohindra observó que las ametropías no corre- gidas durante el primer año de vida
parecen no afec- tar el desarrollo de la agudeza visual, pero las ametropías no
corregidas durante el segundo o ter- cer año de vida interrumpen el progreso de la
agude- za visual.
Ambliopía por deprivación. Ocurre por la to- tal ausencia de formación de imagen en
la retina; no se trata de ausencia de estímulo luminoso porque esto es raro que
ocurra. Generalmente se presenta en las ptosis total, tarsorrafias y/o oclusiones
excesivas, opacidades corneales, cataratas congénitas, vítreo primario
hiperplásico, entre otras.
Capítulo 22. Ambliopía 315
Las oclusiones se deben realizar con un parche adhesivo sobre el ojo dominante o de
buena visión, para que se eliminen los impulsos inhibitorios del ojo sano sobre el
ojo ambliope (Fig. 22.5). Se recomienda su comienzo después de los 6 meses de edad,
época en que la mácula tiene suficiente riqueza histológica, y ade- más es el
momento en que comienzan a ser efectivas las conexiones retinogeniculo
corticoencefálicas. Se debe concluir con las oclusiones si después de 2 perio- dos,
de entre 3 y 4 meses cada uno, no hay mejoría o si con ese tiempo de tratamiento
oclusivo se logra una buena agudeza visual. Luego solo queda mantener la oclusión
menos tiempo al día por espacio de 6 meses más para evitar las recidivas.
Con relación al tiempo, es frecuente hoy en día encontrar médicos que usen las
oclusiones además de como primera línea de tratamiento o simultáneas con
la corrección, por espacios muy prolongados en el día. El Grupo de Estudio para el
Tratamiento de la Ambliopía creado y rectorado por el Grupo Investiga- dor de las
Enfermedades Oculares en Pediatría de los Estados Unidos, sugiere que el tiempo de
permanen- cia de las oclusiones no debe ser excesivo. El mejora- miento de la
agudeza visual se puede lograr, en ambliopías moderadas, con un tiempo máximo de 2
h al día de oclusión, con un periodo de tiempo dentro de estas horas de alrededor
de 20 min a 1 h, en el cual se le deben realizar al niño actividades de fijación
como lecturas, escrituras o participación en juegos diseña- dos con software, que
provoquen o estimulen la fija- ción visual. En el caso de las ambliopías graves
reco- miendan que la duración de la oclusión pueda llegar a las 6 h al día, con 1 h
al menos de actividades de fija- ción, por lo que es innecesaria entonces la
prolonga- ción del tiempo de oclusión por 12 h o más, según Michel Repka. En
general, el tiempo de permanencia de la oclusión se puede disminuir en relación
directa con la edad de los niños, o sea, que a menor edad, menor tiempo de
oclusión.
Una alternativa al uso de los parches son las pe-
nalizaciones farmacológicas, que constituyen una op- ción en el tratamiento en las
ambliopías moderadas. No se deben usar en niños con ambliopías graves que asisten a
instituciones escolares, por la duración pro- longada de la cicloplejía y la
midriasis que se necesita, lo que pudiera estar privándolo de un adecuado apro-
vechamiento escolar.
Para las penalizaciones farmacológicas se usa colirio oftálmico de atropina al 1 %.
Este medicamen- to se debe emplear en dosis de 1 gota diaria en el ojo fijador; se
dice que los beneficios son similares a los usados con los esquemas de oclusiones.
Se piensa que lo que impide su uso de una manera más extensa es lo referido a los
efectos adversos. Los pacientes que lo han usado lo prefieren, en vez de las
oclusiones.
Otra alternativa es la penalización con cristales, que puede ser total o parcial.
En la primera de las 2 se pue- de realizar la penalización indicando la mejor
correc- ción óptica para el ojo ambliope, mientras que para el ojo dominante se
administra atropina. Si el paciente tie- ne una hipermetropía pequeña, se corrige
con lentes negativas. Esto, al menos en el marco teórico, repre-
Capítulo 22. Ambliopía 317
sentaría que este paciente utiliza su ojo ambliope para todas las distancias. Si se
hace una hipercorrección del ojo ambliope y para el ojo dominante se aplica
atropina, además de la corrección de la hipermetropía total, se obtiene una
penalización parcial. En este caso el pa- ciente usaría su ojo ambliope para cerca
y el dominante para lejos. Las penalizaciones en general tienen a su peor detractor
en el uso de la atropina, pues por lo regu- lar debe ser indicada por un periodo de
tiempo no corto y son temidos los efectos adversos que se pueden pre- sentar; estos
se logran minimizar si se tiene la precau- ción de comprimir el punto lagrimal al
instilarla para evitar la penetración sistémica del medicamento. Tampoco el uso de
cristales es una forma de terapia que atraiga, desde el punto de vista económico y
no muy factible de utilizar cuando no se dispone de recursos.
Otras de las opciones en el tratamiento de la
ambliopía se dejan reservadas para cuando las tera- pias anteriores han fracasado
y la más novedosa es el uso de medicamentos sistémicos, en particular la levodopa,
precursora de la dopamina. Esta droga se debe asociar a la carbidopa para evitar
que la primera se degrade en tejidos periféricos, reduciendo enton- ces los efectos
terapéuticos cerebrales y aumentando a su vez los afectos colaterales sistémicos de
la levodopa. Se piensa que esta no es una modalidad de terapia a la que se deba
renunciar, puesto que los es- tudios al respecto muestran resultados muy
esperanzadores.
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Capítulo 23
Estrabismo
TERESITA DE JESÚS MÉNDEZ SÁNCHEZ, ROSARALIS SANTIESTEBAN FREIXAS Y EUGENIO JARA
CASCO†
El estrabismo es la pérdida del paralelismo de los ejes oculares. El término
proviene del griego strabismus, que significa desviar o torcer la mirada.
Afecta 3-4 % de la población infantil y es causa, no solo de disminución de la
visión y ambliopía, sino también de trastornos psicológicos, a veces graves por el
problema estético que lo acompaña.
Para el estudio del estrabismo es preciso recordar
que los movimientos en torno del centro de rotación del ojo pueden ser analizados
en función de un siste- ma de coordenadas fijo en la órbita y representado por 3
ejes perpendiculares entre sí, X, Z y Y, llamados ejes de Fick (capítulo 4).
Estos movimientos del ojo en torno a sus 3 ejes de giro son llamados:
– Ducciones, que son movimientos monoculares.
– Las versiones (movimientos conjugados): son movimientos binoculares en los cuales
los ojos se desplazan en la misma dirección y el mismo sentido.
– Las vergencias (movimientos disyuntivos): son movimientos binoculares en los que
los ojos se desplazan en la misma dirección y en sentido opuesto.
Métodos de examen y diagnóstico del estrabismo
A todo paciente estrábico se le debe realizar exa- men oftalmológico completo, es
decir, exploración de anexos, segmento anterior, medios, fondo de ojo y re- flejos
pupilares, además de los siguientes exámenes, que se realizan en dependencia de la
edad y colabora- ción del paciente:
Agudeza visual sin corrección óptica. Con sus cristales monocular y binocular
(capítulos 5 y 22).
Estudio de la motilidad ocular. Se debe co- menzar por el estudio de la posición
primaria de la mirada (cuando con la cabeza erecta los ojos fijan un punto situado
en el infinito), la prueba de Hirschberg, el covert test, el estudio de las
ducciones, versiones y vergencias (capítulo 5).
Estudio de los reflejos corneales o de Hirschberg. En la consulta diaria es
práctico utilizar este método para el diagnóstico del estrabismo. El pa- ciente
debe mirar de frente al examinador quien fija la luz de una linterna o la del
oftalmoscopio frente a sus ojos. Si el reflejo de la luz cae simétrico en el centro
de la pupila en ambos ojos, existe paralelismo ocular. Si en un paciente con
diámetro pupilar de alrededor de
3 o 4 mm el reflejo de la luz cae en el centro de la
320 Oftalmología pediátrica
Causas de estrabismo
La causa del estrabismo es plurifactorial, por eso es importante tener en cuenta la
anamnesis; además de la herencia hay otros factores que se observan con relativa
frecuencia en los niños con trastorno de la motilidad ocu- lar, como son:
prematuridad, parto distócico, apgar bajo al nacer, hipoxia, ser gemelar, entre
otros.
Cuando ambos ojos están en posición tal que reci- ben en sus máculas las imágenes
del objeto que el individuo está fijando, se dice que hay ortoforia. Si este
alineamiento se obtiene posquirúrgico, se denomina ortotropía.
La heterotropía es el estrabismo manifiesto o des- viación permanente de los ojos.
Se observa en todo momento.
Se denomina heteroforia a las desviaciones laten- tes que no se ven a simple vista;
solo se detectan de forma pasajera en determinadas circunstancias como fatiga
física o psíquica, o en el curso de pruebas de oclusión de un ojo, momento en que
el ojo se deja de esforzar para mantener el paralelismo, pues no hay estímulo
visual binocular que así lo requiera.
Las tropías pueden afectar un solo ojo, por lo que se denominan monoculares, o se
pueden manifestar en ambos ojos y ser alternantes o binoculares. En los estrabismos
alternantes la visión se desarrolla con nor-
322 Oftalmología pediátrica
malidad en ambos ojos, pues se usa indistintamente uno u otro ojo; en cambio, en
los estrabismos monoculares de la infancia no se desarrolla correctamente la visión
en el ojo que se desvía y el pronóstico es reservado si no se realiza tratamiento.
Al describir estos tipos de trastornos del balance muscular ocular, llamados forias
y tropías, se utilizan los prefijos eso, exo, hiper e hipo, para describir la
posición de desviación del ojo, adentro (eso) o con- vergente, afuera (exo) o
divergente, hacia arriba (hiper) y hacia abajo (hipo) (capítulo 5).
Cuando se observa un niño con tortícolis o desvia- ción compensadora de la cabeza,
se debe sospechar la incomitancia o diferente grado de desviación entre ambos ojos.
En el caso de los músculos horizontales, la cabeza se desvía hacia el lado del
músculo afecta- do, por ejemplo, si el músculo recto lateral del ojo de- recho es
el parético, la cabeza se desvía hacia la dere- cha. En caso de estar afectados los
músculos de ac- ción vertical, el oblicuo superior más frecuentemente, el niño
inclina la cabeza sobre el hombro opuesto al ojo afectado y deprime el mentón, con
lo que evita la diplopía y la confusión de imágenes.
El estrabismo puede ser:
– No paralítico o comitante.
– Paralítico o incomitante.
– Mixto.
Tanto los estrabismos convergentes, como los di- vergentes se pueden ver
frecuentemente combina- dos con desviaciones verticales. Las formas A y V de
estrabismos, se caracterizan por la diferente mag- nitud del ángulo de desviación
en las miradas arriba y abajo, tanto para las esotropías como para las exotropías
(Fig. 23.3).
Fig. 23.2. Hipertopía de ojo derecho y trastornos posturales.
B
Fig. 23.3 A. Estrabismo en A-V, cuando mira arriba se separan los ojos; B.
Estrabismo en A-V, cuando mira abajo se acercan los ojos.
Esotropía
Las esodesviaciones o estrabismos convergentes, son trastornos de la motilidad
ocular que representan el 50 % de las desviaciones oculares en la población
pediátrica; son producidas por causas anatómicas, inervacionales, mecánicas,
refractivas, genéticas y acomodativas. Las esodesviaciones pueden tener, en algunos
casos, un componente vertical, pero no es lo frecuente (Fig. 23.4).
Según la etapa de aparición puede ser:
– Congénita o del infante, si aparece antes de los 6 meses de edad; generalmente
entre los 2 y 4 meses de vida la esotropía congénita, en el sentido estricto, es
infrecuente o aún inexistente, sin embargo, no es una denominación incorrecta, pues
resulta del fra- caso congénito con probable determinación genética del desarrollo
de la visión binocular normal.
– Esotropía adquirida acomodativa o no acomo- dativa, si aparece entre los 6 meses
y 7 años; la
esotropía del adulto aparece después de los 8 años de edad.
Exotropía
Los estrabismos divergentes o exotropías (Fig.
23.6), de acuerdo con su persistencia en el tiempo se pueden clasificar en:
intermitente o permanente; y de acuerdo con la variación de la desviación, según el
objeto fijado, en: exceso de divergencia (desviación mayor de lejos que de cerca),
insuficiencia de conver- gencia (desviación mayor de cerca que de lejos) o bá- sica
(igual desviación de lejos y de cerca).
La exotropía intermitente es la más frecuente, re-
presenta el 85 %. Comienza en la primera infancia,
Fig. 23.6. Exotropía de 20°.
entre el primero y tercer año de vida. Como su nom- bre lo indica, es una
desviación en la que el niño pre- senta períodos normales de paralelismo y períodos
de desviación pasajeros.
Un signo característico en estos pacientes es el cierre de un ojo en los ambientes
iluminados o frota- miento de los ojos (Fig. 23.7) y la exotropía perma- nente, en
la que existe supresión hemirretinal y el escotoma engloba prácticamente a toda la
retina late- ral del ojo desviado.
Fig. 23.7. El niño se frota los ojos.
Tratamiento
El tratamiento del estrabismo tiene como objetivos prevenir o eliminar la
ambliopía, obtener el paralelismo
Capítulo 23. Estrabismo 325
Para los padres del niño y los adultos estrábicos es más importante la corrección
estética del estrabismo, sin embargo, para el médico lo primordial es la
recuperación visual y después la estética.
Aunque existen medidas para la corrección qui- rúrgica del estrabismo en
dependencia del ángulo de desviación, en la actualidad se preconiza la cirugía di-
námica basada en factores anatómicos y funcionales encontrados durante la cirugía,
como son: tensión mus- cular, resistencia al estiramiento, elasticidad y facto- res
clínicos como la dirección y grado de desviación y la presencia o no de limitación
del movimiento. El acto quirúrgico se debe seleccionar cuidadosamente tenien- do en
cuenta todos estos factores.
Los fracasos en la cirugía de estrabismo pueden ser causados por varias razones: la
primera es la timi- dez del cirujano por la inexperiencia; la segunda es la falta
de agresividad bien dirigida, que puede llevar a varios procedimientos quirúrgicos
que podrían ser tra- tados en una sola intervención por temor a una
hipercorrección. Sin embargo, la hipocorrección es realmente el resultado más
frecuente.
En las esotropías congénitas generalmente se pre- fiere de inicio realizar
recesiones de ambos rectos me- dios (ARM) y dejar las resecciones de los rectos
late- rales para esotropías residuales. Esto no es una nor- ma y depende de muchos
factores; cuando se está en presencia de un ángulo de desviación grande se valo- ra
puntualmente la posibilidad de recesión de ARM y resección de un recto lateral.
Como se sabe la esotropía congénita se puede acompañar de desviación vertical
disociada; para la misma existen diferentes técnicas quirúrgicas pero la recesión
de rectos superiores es muy usada y con resultados satisfactorios, sin embar- go,
no se deben desinsectar 3 músculos rectos en un
mismo ojo por peligro de isquemia del segmento ante- rior.
En las exotropías intermitentes antes de los 5 años de edad se recomienda lentes
negativas (-1 a -3 esfé- ricas) siempre que se logre ortoforia y no disminuya la
agudeza visual, además de su seguimiento por consul- ta. Después de los 5 años, si
más del 50 % del tiempo el niño permanece en fase de tropia, se realiza la ciru-
gía muscular.
En las exotropías permanentes se debe realizar tratamiento quirúrgico precoz.
Recordar que si el paciente presenta una desvia-
ción básica o un exceso de divergencia es preferible comenzar por recesión de ambos
rectos laterales (ARL) y en las insuficiencias de convergencia resec- ción de ambos
rectos medios (ARM). En presencia de ángulo de desviación mayor de 45 Dp se decide
cirugía de 3 músculos, recesión ARL y resección de un recto medio.
La conducta en las exotropías consecutivas de- pende de la edad del paciente,
limitación de los movi- mientos oculares, existencia de cirugía previa de esotropía
(recesión ARM), entre otros factores. En el Servicio de Pediatría del Instituto
Cubano de Oftal- mología “Ramón Pando Ferrer” se prefiere realizar cirugía
exploratoria, localizar los rectos medios y lle- varlos a su inserción anatómica,
en dependencia de la clínica del paciente y las características anatómicas del
músculo encontrado y decidir entonces si hay que hacer una resección del mismo.
En casos necesarios, los prismas se indican para el tratamiento de las heteroforias
o pequeñas tropías, en los ángulos de desviación residual después de una cirugía
correctora y en los estrabismos paralíticos para eliminar la diplopía.
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326 Oftalmología pediátrica
Capítulo 24
En el caso de una paresia mínima, el examen para detectarla debe ser muy detallado,
en lo que ayuda el estudio de las 9 posiciones diagnósticas de mirada, el estudio
de cubrir y descubrir alternativa- mente los ojos fijando una luz al centro, la
diplopía con vidrio rojo, el examen con prismas y la coordimetría (capítulo 5).
Las paresias o parálisis de los músculos que lle- van a cabo los movimientos
oculares pueden ser de- bidas a causas neurógenas, mecánicas y miógenas. Se
observan en los defectos congénitos del desarro- llo neurológico, en las parálisis
cerebrales, en las hidrocefalias, así como por traumatismos, tumores, enfermedades
metabólicas, entre otras. Las de tipo neurógenas son las más frecuentes.
En su sitio de control cortical, de origen nuclear y a lo largo de su recorrido
hacia el músculo efector, los nervios oculomotores transitan por diversas áreas del
encéfalo y producen determinados cuadros clí- nicos que permiten conocer el sitio
de afectación (Fig. 24.1) (capítulo 4).
Fig. 24.1. Parálisis de los nervios craneales VI y VII derechos, provo- cada por
lesión en la protuberancia.
Frente a anormalidades de la motilidad ocular se debe establecer si el trastorno
es:
– Supranuclear.
– Nuclear.
– Internuclear.
– Del tallo cerebral.
– De la unión neuromuscular.
– Del músculo.
Lesiones supranucleares
Existen centros de control supranuclear de la motilidad ocular en la corteza y
tallo cerebral alto, que dirigen la acción de los nervios oculomotores que están
situados en el mesocéfalo y protuberan- cia. Para las sácadas horizontales se
sitúan en la región del campo ocular frontal y activan la forma- ción reticular
paramediana pontina contralateral, en el tallo. Para los movimientos de persecución
esos centros se sitúan en la región parietooccipital ipsolateral. Las sácadas
verticales se inician en neuronas del núcleo mesocefálico intersticial, rostral al
fascículo longitudinal medial, reguladas por las células del núcleo intersticial de
Cajal.
Lesiones de estas estructuras pueden ocasio- nar trastornos de la motilidad ocular
de diversos ti- pos. En las lesiones del cerebro medio dorsal, que provocan un
cuadro clínico llamado síndrome de Parinaud, se afecta un grupo de mecanismos
supranucleares que incluye el control de la mirada vertical, con toma de la
elevación y dificultad en la depresión, párpados retraídos, alteraciones en las
vergencias con espasmo de la convergencia, diso- ciación del reflejo luz
acercamiento e inestabilidad de la fijación. El fenómeno de Bell y la fase rápida
del nistagmo vestibular y optoquinético están daña- dos. Las causas más frecuentes
son pinealomas, gliomas, hidrocefalia, infartos, drogas y enfermeda- des
metabólicas.
La doble parálisis de la elevación se puede ver
como anormalidad benigna y transitoria. La de un solo ojo suele deberse a
disfunción supranuclear, aun- que también podría ser debida a mecanismo restric-
tivo en la órbita, o por lesión nuclear o infranuclear. La supranuclear se confirma
si en la búsqueda del fenómeno de Bell el ojo afectado se eleva o durante la
maniobra de cabeza de muñeca, mientras que en la paranuclear no lo hace (Fig.
24.2).
Capítulo 24. Parálisis y otros trastornos de la motilidad ocular 329
Fig. 24.2. Parálisis nuclear. A. Contrae los músculos frontales para contrarrestar
la ptosis bilateral; fija con el ojo derecho en el que tiene toma de la elevación;
B. Mirando abajo no se observa parálisis de los depresores; C. Al solicitar que
cierre los ojos para estudiar el fenómeno de Bell, el ojo derecho no eleva y el
izquier- do sí lo hace.
Parálisis nuclear
En el ámbito nuclear la parálisis del tercer nervio craneal es característica, ya
que el subnúcleo del rec- to superior inerva al recto superior contralateral y el
subnúcleo caudado central inerva a ambos elevadores del párpado, lo que se expresa
con afectación de la elevación contralateral y ptosis bilateral.
Los espasmos de la convergencia raramente son orgánicos. Se diferencian de la
parálisis de los 2 sextos nervios craneales en la miosis que presentan los casos
con espasmos de acomodación, lo que se acompaña de cefalea, fotofobia, diplopía y
visión borrosa.
Parálisis internucleares
En las parálisis internucleares se desconectan los núcleos del recto externo
ipsolateral y el recto medio contralateral, que están interconectados por el fascí-
culo longitudinal medial que une a estos núcleos, entre otros. Su desconexión causa
disminución de la aduc- ción del ojo ipsolateral que intenta ese movimiento,
combinado con nistagmos del ojo contralateral que trata de abducir. Las lesiones
que lo provocan causan afec- tación del fascículo longitudinal medial, como son:
en- fermedades inflamatorias, desmielinizantes, degenerativas y metabólicas.
Por lo regular, las parálisis de los pares craneales, III, IV y VI, en sus orígenes
y trayecto, ocurren en conjunto, aunque es más frecuente la parálisis del VI nervio
craneal. Si el daño se produce en uno de los 3 pares de nervios craneales, el
cuadro clínico es el si- guiente:
– Parálisis del VI nervio craneal.
– Parálisis de IV nervio craneal.
– Parálisis del III nervio craneal.
Parálisis del IV nervio craneal. Provoca un estrabismo vertical que puede ser
debido, como en el VI par, a daño sobre el nervio y también a las afec- ciones
propias del oblicuo superior por lesión en el mús- culo efector o su inervación.
Las causas más comu- nes son congénitas o traumáticas, estas últimas frecuentemente
bilaterales.
– Congénita.
– Adquirida:
• Traumática.
• Enfermedades del SNC.
• Accidentes vasculares.
• Neoplasias.
En el niño provocan tortícolis, mientras que en el adulto se manifiesta más por
diplopía. La inclinación de la cabeza es posible que se note en fotografías vie-
jas del niño, lo que sugiere la causa congénita.
Se puede tratar de compensar inclinando la cabe- za hacia el lado del ojo sano y
por el contrario aumen- ta la desviación cuando la cabeza se inclina hacia el lado
del ojo con el músculo parético (Fig. 24.4).
Fig. 24.4. Parálisis del oblicuo superior derecho que se acentúa al girar la cabeza
para el lado del ojo enfermo y al mirar adentro.
332 Oftalmología pediátrica
Las características clínicas de la paresia unilate- ral del oblicuo superior son:
– Hipertropía que aumenta en la lateroversión co- rrespondiente a la aducción del
ojo hipertrópico y disminuye en la lateroversión opuesta.
– Aumento de la hipertropía con la inclinación de la cabeza hacia el hombro del
lado del ojo afec- tado (signo de Bielschowsky).
– Anisotropía en V.
– Exciclotropía.
Las características clínicas de las paresias bilate- rales simétricas del oblicuo
superior son las siguientes:
– Inversión de la hipertropía de una hacia otra lateroversión.
– Signo de Bielschowsky positivo hacia ambos lados.
– Anisotropía en V.
– Acentuada exciclotropía que aumenta en infraversión.
– Hiperfunción de ambos oblicuos inferiores la mayoría de las veces.
Fig. 24.5 A. Oblicuo superior de estructura normal. Miectomía del oblicuo inferior;
antes y después de operado. B. Oblicuo superior laxo. Pliegue del oblicuo superior
y debilitamiento del oblicuo inferior; antes y después de operado.
Las variantes de tratamiento quirúrgico más usa- das en las parálisis y paresias
del III nervio craneal son:
– Retroceso máximo del recto lateral, resección
del recto medio y tenotomía del oblicuo supe- rior (ojo fijo en PPM).
– Si se observa contractura del recto lateral y retracción de los tejidos vecinos
se procura, además del retroceso muscular, liberar los teji- dos retraídos que
fijan al ojo en abducción, re- troceso de conjuntiva y suturas de tracción y dejar
el ojo en discreta aducción durante 5 a 7 días.
– En parálisis del III nervio pero con el recto medio
manteniendo algo de su fuerza: cirugía inervacional de Horta de Barbosa, retroceso
resección horizontal del ojo afectado más re- troceso del recto lateral del ojo
sano.
Existen técnicas que se aplican para evitar que el ojo vuelva a la divergencia con
el tiempo:
– Anclaje del ojo al pliegue semilunar (Horta de
Barbosa).
– Desinsertar el recto lateral y reinsertarlo en el periostio de la órbita, se
elimina su acción sobre el globo ocular.
Entre las anomalías de la inervación están las que afectan al VI nervio, como el
síndrome de Duane. Puede ser unilateral o bilateral y asociarse a otras ano-
malías. Se caracteriza por retracción del globo ocular, estrechamiento de la
hendidura palpebral y limitación
de los movimientos oculares en el intento de movi- miento. Existen 3 tipos (Fig.
24.6):
– Limitación de la abducción, con aducción intacta.
– Limitación de la aducción, con la abducción intacta.
– Limitación de la abducción y la aducción.
La diaplejía facial con problemas en los movi- mientos horizontales del ojo puede
ser considerada el síndrome de Moebious. Esa dificultad en los movi- mientos
horizontales del ojo puede ir desde una pará- lisis del VI nervio craneal hasta una
parálisis com- pleta de los movimientos horizontales. Concomita además con atrofia
de la lengua, deformidades de la cabeza, el cuello, el pecho y las extremidades. Se
ha sugerido como causa un defecto de desarrollo alre- dedor del núcleo abducens.
Otro tipo de anomalía de inervación es la divergen- cia sinergista, en la que hay
una deficiencia de aduc- ción con abducción bilateral simultánea en el intento de
mirar al campo de acción del recto medio afecta- do. Otras son: la sincinesia
congénita del elevador, el recto lateral durante la abducción y la del trigémino
con el VI nervio craneal.
El síndrome de Brown, conocido también como “síndrome de la vaina del tendón del
oblicuo superior” provoca restricción del ojo en aducción. Se distingue de la
parálisis del oblicuo inferior por la prueba de ducción forzada, positiva en el
Brown. Es causado por problemas en el tendón libre de la polea de la tróclea, lo
que produce molestias, dolor y hasta un leve rui- do como un clic. Muchos casos son
congénitos o
Capítulo 24. Parálisis y otros trastornos de la motilidad ocular 335
Unión neuromuscular
Otras causas pueden dañar la unión neuromuscular, como sucede en la miastenia grave
o en los propios músculos por retracciones congénitas o consecutivas a cirugía de
estrabismo.
La miastenia es una enfermedad sistémica, con
defecto en la placa neuromuscular, que se inicia con parálisis de la musculatura
ocular intermitente y del elevador del párpado superior. Esta enfermedad pue- de
ser puramente ocular, lo que es infrecuente. Tie- ne una forma neonatal
transitoria, una congénita y la forma juvenil, similar a la del adulto. La forma de
miastenia neonatal transitoria afecta al 12 % de los lactantes de madres
miasténicas. Existe debilidad general durante el primer día de nacido y se observa
ptosis, movimientos oculares limitados y debilidad de los músculos orbiculares.
Dura de 2 a 3 semanas,
Nistagmo
El nistagmo es una oscilación rítmica de los ojos que puede ser de 2 tipos:
pendular o en sacudidas. Se define como una serie de oscilaciones que contiene
fundamentalmente movimientos lentos. La fase lenta es el movimiento que inicia el
nistagmo pero en los de
336 Oftalmología pediátrica
Existen otras formas de provocar nistagmo como se hace con las pruebas calóricas.
El agua fría inyecta- da en el oído provoca movimientos lentos de los ojos hacia el
lado irrigado y como el nistagmo se nombra por la dirección de su fase rápida, se
dice que el nistagmo en este caso se aleja del oído irrigado, mientras que con el
agua tibia sucede lo contrario. En pacientes comatosos esta prueba calórica sirve
para evaluar el estado del coma, que con el agravamiento del mismo llega a des-
aparecer. En ellos los movimientos verticales pueden ser explorados si se estimulan
ambos oídos simultánea- mente con agua fría; entonces debe aparecer nistagmo
vertical que tiene fase lenta hacia abajo y bate hacia arriba; con agua tibia
sucede lo contrario.
Mediante la respuesta oculocefálica se pueden detectar los nistagmos provocados por
disfunción
cerebelosa o vestibular central. Esto se logra hacien- do que el paciente mire a un
punto fijo, como puede ser su dedo, mientras el examinador rota la cabeza y
extiende el cuello. Si se produce entonces cualquier movimiento anormal se puede
decir que el nistagmo es de tipo supranuclear. Los movimientos nistágmicos pueden
ser registrados objetiva y detalladamente me- diante la nistagmografía.
Clasificación
El nistagmo se ha clasificado o más bien nombrado de acuerdo al momento de
aparición en la vida, en rela- ción con las características del movimiento y de su
cau- sa. Puede ser congénito o adquirido. El congénito o neonatal es el que se
observa en las primeras semanas de vida y es benigno, aunque en la mayoría de los
casos el nistagmo no es notado sino un tiempo después, lo que hace diferente la
conducta que se debe seguir, al no poder establecer su carácter congénito benigno.
El nistagmo congénito es de tipo motor o latente;
este último solo aparece al cubrir un ojo. En el primero no se encuentra enfermedad
ocular aferente y se con- sidera un defecto de la vía visual eferente; es bilateral
conjugado y en un solo plano, casi siempre horizontal. También puede ser rotatorio
y raramente vertical. Pue- de tener sacudidas en la mirada extrema además de
movimientos pendulares. Es uno de los pocos tipos de nistagmo que se mantiene
horizontal en mirada vertical,
338 Oftalmología pediátrica
lo que lo distingue del nistagmo evocado por la mirada. Las oscilaciones visuales
pueden reducir la agudeza vi- sual. Aumenta al cerrar los ojos y disminuye al
conver- ger, lo que puede llevarlo a la esotropía con tortícolis. La fijación puede
exacerbarlo. No provoca oscilopsia y el niño inclina la cabeza en busca de la
posición de blo- queo, en la que el nistagmo se hace menor.
El tratamiento se basa en la corrección de cual- quier defecto refractivo que se
encuentre. Se puede tratar de disminuir con el uso de prismas para llevar el punto
de bloqueo a la posición primaria de mirada o inducir convergencia. Si no se
obtiene mejoría, se procede al tratamiento quirúrgico mediante el movi- miento de
algunos de los músculos oculares para lle- var el punto de bloqueo fisiológico, si
existe, en la posición al frente (Fig. 24.9).
Muchos pacientes con nistagmo tienen disminu- ción de la visión de causa ocular por
defectos de la vía
visual aferente, como el provocado por el albinismo, ceguera nocturna estacionaria
congénita, hipoplasia del nervio óptico, amaurosis congénita de Leber, entre otras.
Los niños que desarrollan pérdida visual en un ojo pueden desarrollar oscilaciones
verticales lentas de ese ojo, lo que es conocido como fenómeno de Heimann-
Bielschowski, que puede desaparecer si la pérdida de la visión se resuelve.
El nistagmo latente es de tipo sacudidas y aparece al ocluir un ojo. Es bilateral y
conjugado, con fase lenta ha- cia el ojo tapado. Se ve usualmente con grandes
esotropías y se distingue del congénito motor por cambios de la di- rección del
nistagmo cuando se cubren los ojos alternati- vamente. Con los 2 ojos destapados es
mejor la visión, la cual empeora al ocluir uno, por la oscilopsia. Puede estar
asociado a esotropía y desviación vertical disociada. Un nistagmo latente
manifiesto, proceso que reduce la visión de un ojo por catarata, ambliopía u otra
causa, puede provocar un nistagmo latente en el otro ojo.
A
Fig. 24.9 A. Niño con nistagmo y tortícolis con giro de la cara hacia la izquierda
y mirada hacia la derecha; B. Después de tratamiento quirúrgico. Recesión del recto
medio izquierdo y recesión del recto lateral derecho.
Capítulo 24. Parálisis y otros trastornos de la motilidad ocular 339
El nistagmo adquirido puede ser mono o binocular. En los monoculares puede aparecer
en posición pri- maria, como en el espasmo nutans, la deprivación vi- sual o la
mioquimia del oblicuo superior que también se pueden presentar como binoculares o
en la mirada excéntrica como se observa en las oftalmoplejías internucleares, la
miastenia grave y las paresias de los nervios craneales.
Los de tipo binocular pueden ser diconjugados y en ellos están los de tipo vertical
y horizontal. Ese últi- mo se manifiesta en el nistagmo de retracción conver-
gencia o en el de convergencia. El nistagmo conjuga- do puede ser pendular o tipo
sacudidas o jerk y este a su vez, espontáneo o inducido.
El nistagmo de sacudidas se puede inducir por
cambios de temperatura en el oído, rotaciones y por movimientos de la imagen visual
u optoquinéticos. Si es espontáneo y excéntrico se puede tratar de un nistagmo
fisiológico, inducido por drogas o por paráli- sis musculares, entre otras causas.
El nistagmo adquirido reviste gran importancia pues puede ser debido a lesión
intracraneal o por pérdida vi- sual grave que se presenta antes de los 2 años. El
de pérdida visual u ocular causa nistagmo de cualquier característica y hasta puede
ser monocular. Son la ma- yoría de los que aparecen en el primer año de vida. Puede
ser debido también a lesión intracraneal, en el caso de lesiones intrínsecas o
extrínsecas que afecten la vía visual, como por un glioma o craneofaringioma. Las
enfermedades con que se suele asociar son: altera- ciones congénitas del nervio
óptico, albinismo con hipoplasia macular y distrofias, entre otras. Si el exa- men
de fondo de ojo es normal, el electrorretinograma ayuda a confirmar la causa de
disfunción retiniana, como en la lipofucsinosis ceroide y distrofias de conos.
Existen otras clasificaciones o denominaciones del nistagmo, algunas ya
mencionadas, en relación con di- ferentes características como causa, tipo de
movimien- to o en las condiciones en que aparece, estas son:
– Nistagmo pendular.
– Nistagmo voluntario.
– Nistagmo del espasmo nutans.
– Nistagmo alternante periódico.
– Nistagmo evocado.
– Nistagmo parético.
– Nistagmo vestibular.
– Nistagmo provocado por drogas.
– Nistagmo en balancín.
– Nistagmo que bate hacia abajo.
– Nistagmo que bate hacia arriba.
– Nistagmo de retracción convergencia.
– Nistagmo disociado.
– Nistagmo provocado por la convergencia.
– Nistagmo de rebote.
– Nistagmo de los párpados.
– Nistagmo epiléptico.
Nistagmo pendular. Como se mencionó antes, es la forma más frecuente del nistagmo
ocular pero no es propio solo de esta causa ya que puede ser debido también a
compresiones e infiltraciones, como es el caso de los traumas, infartos, procesos
inflama- torios, degeneraciones de tallo cerebral y del cere- belo, entre otros.
Nistagmo voluntario. Es, por lo regular, de tipo horizontal, aunque puede ser
vertical o torsional. Solo se sostiene por varios segundos y frecuentemente se
asocia con la convergencia de los ojos.
Nistagmo del espasmo nutans. Suele ser benigno y por lo regular se resuelve en los
primeros 2 años pero tumores diencefálicos pueden ocasionar un cuadro si- milar, lo
que se debe sospechar con más fuerza si apa- rece después de los 3 años de edad.
Los movimientos son de tipo muy finos, pendular y de alta frecuencia o rápidos y en
cualquier dirección. Es asimétrico y puede parecer unilateral, lo que es raro. Es
posible que produzca ambliopía de ese ojo por la mala fijación. El movimiento de la
cabeza y su inclinación es algo que lo caracteriza, lo que dicen mejora la visión y
el nistagmo. Su causa no es conocida; comienza antes del año de edad y regresa
espontáneamente alrededor de los 2, aunque el nistagmo puede persistir unos años
más. Como es muy parecido al que se asocia a los gliomas de la vía visual aferente,
se deben practicar estudios imagenológicos de la zona.
En el resto de los nistagmos adquiridos, excepto el de tipo pendular del que ya se
habló y el del espasmo nutans, predomina la causa intracraneal o tóxica, en los que
es frecuente la asociación con ataxia, disminu- ción de la audición, temblor,
hemiparesias, vértigos u otros síntomas y signos de afectación del sistema ner-
vioso central y vestibular, de cualquier causa, lo que se debe buscar
detalladamente.
Nistagmo alternante periódico. Se parece al congénito motor, excepto en que cambia
de amplitud y dirección en pocos minutos. Es usualmente benigno, aunque se puede
asociar a lesiones vestibulares.
Nistagmo evocado por la mirada. Es de tipo sacudidas y aparece en dirección de la
mirada excén- trica. A diferencia del nistagmo congénito se puede estabilizar por
la fijación y acentuarse por la oscuridad o al hacer borrosa la imagen.
340 Oftalmología pediátrica
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Capítulo 25
Traumatismos oculares
GLADYS COLOM SERRA, LESTER POLA ALVARADO Y ROSARALIS SANTIESTEBAN FREIXAS
Los traumatismos oculares son frecuentes en los niños y aparecen entre una de las
causas principales de disminución o pérdida de la visión. Cualquier lesión sobre el
sistema visual sin intención médica o quirúrgi- ca, accidental o no, que incluya no
solo el globo sino también los anexos y las porciones intraocular e intraorbitaria
del nervio óptico es considerada un trau- matismo ocular.
Se calcula que un tercio de las pérdidas del bulbo ocular durante los primeros 10
años de la vida tienen origen traumático. Estas lesiones graves implican se- rias
secuelas psicológicas debido a los problemas cos- méticos asociados con la
desfiguración, además de las consecuencias visuales obvias.
Existen algunos factores que incrementan el ries- go de que un niño sufra un trauma
ocular. Entre ellos se encuentra la edad; se plantea que es más frecuente entre
niños menores de 5 años. Otro elemento a seña- lar es el predominio en el sexo
masculino, particular- mente en etapa escolar. De cada 4 traumatismos en niños, 3
son en varones y 1 en hembras. Por último, la falta de supervisión por los padres,
tutores o cuidadores es un factor de riesgo evidente y bien identificado.
Los traumas prenatales o al momento del nacimien- to, como daños en la córnea,
equimosis, laceraciones, ptosis, hifema, ruptura de coroides y hemorragias
retinales múltiples, pueden ser provocados por la com- presión de los fórceps. En
la amniocentesis también
se pueden provocar traumatismos al globo ocular, aun- que es raro.
Los accidentes domésticos son la causa más fre- cuente en menores de 6 años. A
partir de esa edad son los juegos, los accidentes de tránsito y las activi- dades
deportivas las causas que encabezan la lista. Los arañazos y mordeduras por
animales también son frecuentes entre los niños debido a que habitualmente los
incluyen dentro de sus juegos. A veces es preciso poner en observación al animal y
de morir este es ne- cesario hasta estudiar su encéfalo, si se tiene duda, para
descartar la rabia.
Las quemaduras representan un trauma grave y es preciso que se traten con la máxima
urgencia. En general, todos los traumatismos deben ser atendidos en el término de
las primeras 6 h.
Clasificación
La clasificación de los traumatismos oculares, se- gún el agente etiológico, es una
de las más empleadas; se divide en:
– Mecánicos: cerrados y abiertos.
– Físicos.
– Químicos.
Un trauma mecánico cerrado donde por efecto del sacudimiento del globo se producen
solo cambios funcionales transitorios y reversibles se denomina con- moción. Si la
compresión del bulbo ocular conlleva además a cambios anatómicos que pueden ser re-
parables, se trata de una contusión. Cuando la mag- nitud del traumatismo provoca
alteraciones orgáni- cas que no se pueden revertir y se acompañan de gran
afectación visual, se emplea el término contu- sión necrosis.
Los traumas mecánicos abiertos incluyen las heridas
simples o asociadas a contusión, CEIO, la combinación de las formas anteriores y el
estallamiento del globo.
Los traumatismos físicos abarcan las lesiones tér- micas por vapor de agua, fóticas
por luz artificial o natural, entre otras; mientras que los químicos se re- fieren
fundamentalmente a las quemaduras por sus- tancias ácidas y alcalinas.
Una nueva forma de tratar los traumatismos ocu-
lares se ha implementado internacionalmente desde hace algo más de una década e
incluye tanto a niños como a adultos. Se trata del sistema de estandarización del
trauma ocular de Birmingham (BETTS por sus si- glas en inglés). Mucho más allá de
una clasificación, este sistema permite una definición integral de cada tipo de
lesión atendiendo a aspectos básicos como el mecanismo causal, la extensión del
daño y el grado de afectación sobre la función visual.
Los elementos de evaluación son básicamente 4:
1. Agudeza visual, separada en 5 grados de acuerdo al examen inicial:
– Grado I: 20/40 o mejor.
– Grado II: 20/50-20/100.
– Grado III: 19/100-5/200.
– Grado IV: 4/200 a percepción de luz.
– Grado V: no percepción de luz.
Capítulo 25. Traumatismos oculares 345
2. Reflejos pupilares, divididos en positivo y negativo en dependencia de si existe
defecto pupilar aferente relativo o no.
3. Tipo de lesión.
4. Topografía de la lesión.
– Grado IV: córnea opaca e isquemia límbica su- perior a la mitad (pronóstico muy
malo).
Tratamiento
Lo más importante frente a una quemadura por agentes químicos es realizar lavado de
arrastre con agua o suero fisiológico abundantes, al menos durante 20 min. Se debe
instilar colirio anestésico para aliviar el dolor y realizar una exhaustiva
limpieza de la conjuntiva palpebral y barrido de los fondos de saco mediante un
aplicador, con doble eversión del párpado, extraer todo residuo del producto
químico y desbridar el material necrótico. En los niños que no se dejan examinar
puede ser preci- so realizar este procedimiento en el salón de operacio- nes, lo
que es beneficioso para realizar una mejor ex- ploración y limpieza del ojo
afectado y evitar conse- cuencias irreparables en el órgano de la visión. Durante
mucho tiempo se han aplicado neutralizantes como el ácido láctico o ácido acético
al 1 % para las quemadu- ras por álcalis y el bicarbonato de sodio al 2 % para las
provocadas por ácidos pero una irrigación profusa con suero fisiológico ha
demostrado ser capaz de corregir el ph de la superficie ocular hasta valores
neutros. Se completa el tratamiento con la aplicación de colirio de atropina al 1
%, así como colirios y pomadas antibióticos de amplio espectro. No se debe ocluir
el ojo permanen- temente con apósitos en las quemaduras. Se recomien- da la
oclusión en ventana para poder cumplir con la medicación tópica y movilizar el ojo
en todas direccio- nes varias veces al día para evitar el simbléfaron.
Se pueden utilizar los analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos, las vitaminas
del complejo B y C y los hipotensores oculares en dependencia de la gravedad de la
quemadura; así como la autohemoterapia con vi- taminas, todavía controvertida por
no estar avalada por estudios experimentales controlados y la paracentesis de
cámara anterior con reposición del humor acuoso por solución salina. Los esteroides
no se deben utilizar inicialmente y tampoco mientras existan defectos epiteliales o
posibilidad de perforación. Concluida la fase aguda puede requerir tratamiento
quirúrgico como es el caso de la revascularización del limbo, el injerto de cé-
lulas madres pluripotenciales o de membrana amniótica, la corrección de
deformidades palpebrales, entre otras.
En ocasiones puede haber agresiones a la córnea por agentes físicos del tipo de las
quemaduras. Las más frecuentes son por exposición a radiaciones ultravioleta y a
radiaciones lumínicas de arco voltaico de soldadura. Los síntomas más comunes son
dolor, intensa fotofobia y moderada deficiencia visual. En el examen se suele
encontrar inyección ciliar, edema epitelial corneal y le- siones puntiformes
diseminadas en toda la superficie
corneal. El tratamiento se realiza con analgésicos, antiinflamatorios esteroideos
tópicos y oclusión.
Cuando la herida se produce en el ángulo interno del párpado inferior, puede haber
seccionado el canalículo lagrimal. En estos casos se necesita atención oftal-
mológica especializada para evitar una epífora o lagrimeo pasivo permanente como
secuela. Usualmente requie- ren reconstrucción minuciosa previo sondaje con tubos
de silicona de ambos bordes canaliculares hacia la na- riz, donde se ligan los
extremos.
La herida contusa con desgarro se debe suturar
de inmediato, previa limpieza y asepsia cuidadosa, uniendo bien y de forma pareja
sus bordes.
Conjuntiva
La hemorragia subconjuntival es muy frecuente y salvo en el caso de existir
enfermedad hematológica general en el niño, casi siempre es traumática (Fig.
25.2), aunque algunas veces se producen cuando au- menta bruscamente la presión
cefálica. Las hemorra- gias subconjuntivales pueden llegar a ser muy exten- sas, no
obstante, desaparecen de forma espontánea, sin dejar secuelas en aproximadamente 2
o 3 sema- nas. En ocasiones pueden enmascarar heridas perforantes por lo que el
examinador debe ser habili- doso para detectar otros signos acompañantes como el
prolapso uveal, la distorsión pupilar y la hipotensión ocular.
Los cuerpos extraños, como por ejemplo: polvo,
cenizas, arenas, tierra y fragmentos metálicos, son ele- mentos que se pueden
alojar en la conjuntiva. Provo- can dolor, escozor, lagrimeo y reacción
conjuntival.
Para localizar un cuerpo extraño en la conjuntiva del fondo de saco superior, se
realiza la eversión del párpado y se extrae con lavados de suero fisiológico, agua
o con un aplicador o torunda húmedos. A conti- nuación de ser extraído el cuerpo
extraño, se aplica ungüento o colirio antibióticos de amplio espectro y se ocluye
el ojo con un apósito estéril durante 24 h, para lograr la cicatrización y la
desaparición de los síntomas.
Fig. 25.2. Hemorragia subconjuntival en hora 5.
Después de las heridas conjuntivales es frecuente observar una conjuntivitis
traumática provocada por el propio agente agresor o por las manos contaminadas del
niño que lleva inconscientemente a su ojo adolorido.
Esclera
Las heridas de la esclera son menos frecuentes. Las perforantes, a veces
puntiformes, se deben bus- car cuando se ha producido traumatismo por un ins-
trumento punzante o existe un foco hemorrágico subconjuntival en la superficie de
la túnica escleral.
La ruptura de la esclera puede ser provocada tam- bién por un trauma contuso. En
estos casos la lesión se puede presentar en el nivel de la espiral de Tillaux, que
es el sitio de inserción anterior de los músculos rectos y una zona débil de la
esclera.
La conducta es siempre quirúrgica, previo exa- men radiológico en busca de CEIO.
Córnea
La córnea se puede afectar con la aplicación de fórceps en el parto los cuales
provocan rupturas de la membrana de Descemet orientadas verticalmente, que pueden
ocasionar más tarde grandes astigmatismos y llevar a una ambliopía o anisometropía.
Los niños con erosiones o abrasiones corneales se atienden con frecuencia en los
servicios de urgen- cia. Por lo general son muy dolorosas, pero reversibles. Son
ocasionadas por diversos objetos, como por ejem- plo: juguetes, uñas, cigarros o
cuerpos extraños aloja- dos en el párpado superior, que al rozar la córnea le-
sionan su epitelio.
Las erosiones y los cuerpos extraños sobre la cór- nea se acompañan de lagrimeo
profuso, dolor y fotofobia, que se incrementan con los movimientos oculares y el
parpadeo; así como de inyección vascular pericorneal (ciliar).
En el caso de la erosión simple, el diagnóstico es fácil si se coloca papel de
fluoresceína en el fondo de saco conjuntival, lo que tiñe de verde la zona de la
córnea donde falta el epitelio. Este efecto de tinción se hace más evidente si se
usa el filtro azul de cobalto del oftalmoscopio o la lámpara de hendidura para ilu-
minar la lesión. La oclusión durante 24-48 h es sufi- ciente para la cicatrización
del epitelio de la córnea.
Los cuerpos extraños, por lo general son fáciles de localizar y muchas veces se ven
a simple vista. Se instila una gota de colirio anestésico con fluoresceína para una
mejor exploración y al reconocerlos pueden
348 Oftalmología pediátrica
ser extraídos con un hisopo o con una lanceta, si está más profundo. Se ocluye el
ojo y se coloca una pomada oftálmica antibiótica y ciclopléjicos de acción corta,
al menos durante 48 h. Solo se deben retirar en el servicio de urgencias cuerpos
extraños superficiales o aquellos que conllevan por su naturaleza y localización un
riesgo inminente de infección o compromiso de la integridad ocular. Si el cuerpo
extraño está profundo, su manejo debe ser quirúrgico. Si un cuerpo extraño no es
atendi- do y extraído correctamente, puede dejar como secuela complicaciones como
queratitis y úlceras.
Las heridas de córnea pueden ser penetrantes y perforantes en dependencia de si
afectan o no todo el espesor corneal. Se pueden clasificar además, como todas las
heridas, en punzantes, incisas, incisocontusas y anfractuosas.
En el examen de las heridas perforantes se pue- de observar pérdida del tono ocular
(globo hipotónico e incluso deformado), salida del contenido ocular (líquido y/o
tejidos, hernias del iris en los bordes de la herida), deformidad pupilar y
sangrado. Se puede ver también pérdida del humor acuoso de la cámara anterior y
discoria, todo lo que puede llevar a la des- organización de los elementos del
segmento ante- rior (Fig. 25.3).
En otras ocasiones pueden existir pequeñas perfo- raciones que no son tan fáciles
de detectar a la ins- pección y con métodos convencionales, por lo que se debe
siempre, ante un trauma ocular, pensar en ellas y si hay dudas se puede realizar
una sencilla prueba instilando fluoresceína y haciendo una moderada pre- sión en el
globo. Se observa entonces si fluye líquido de la herida (efecto Seidel positivo),
en cuyo caso se puede afirmar la existencia de perforación. Es preciso tener en
cuenta que en pequeñas perforaciones pue- den estar ausentes, en gran medida, estos
signos.
Entre las heridas anfractuosas (Fig. 25.4) se debe
recordar la posibilidad de los picotazos de aves, cuan- do el niño juega con ellas
o las tiene cargadas en sus brazos o manos.
Las heridas que perforan el globo ocular son siem-
pre peligrosas, no solo por el daño que pueden pro- vocar a las estructuras
interesadas, sino por los peli- gros de infección y de oftalmía simpática, si se
lesiona el cuerpo ciliar. Esto último puede provocar reacción inflamatoria del ojo
sano que aunque es rara, si no se trata lleva a la pérdida de la visión y a veces
del globo ocular (Figs. 25.5, 25.6 y 25.7).
Fig. 25.3. Herida corneal con sinequia anterior.
En ocasiones, la perforación del globo es diminu- ta, como sucede con los cuerpos
extraños pequeños, sobre todo metálicos. Los CEIO se deben sospechar siempre que el
niño u otra persona junto a él han esta- do martillando hierro contra hierro o
después de una explosión. Estos traumatismos son poco frecuentes en los niños pero
por su gravedad se deben tener presen- te. Ante la duda de la existencia o no de un
cuerpo extraño intraocular se debe realizar un estudio con rayos X de la órbita. Se
insiste continuamente en esto pues la práctica ha demostrado que casi siempre un
CEIO se diagnostica solo si se sospecha.
Aunque muchos prefieren siempre suturar en el caso de los niños, se puede
prescindir del cierre pri- mario de una herida de tipo penetrante si los bordes
están bien enfrentados, sin cabalgamiento, la herida es superficial y no muy
extensa. En estos casos se realiza oclusión semicompresiva con antibióticos,
antiinflamatorios y ciclopléjicos tópicos y seguimiento periódico para vigilar la
aparición de complicaciones.
En las microperforaciones corneales con cámara anterior formada y descartados los
CEIO, se pueden utilizar los adhesivos tisulares (cianoacrilato) y los len- tes
blandos terapéuticos como apósito estéril.
La mayoría de los hifemas desaparecen sin dejar secuelas. Los que son pequeños,
como de un tercio de la cámara anterior o menos, curan, por lo regular, en un
término de 4 o 5 días de reposo absoluto; aunque pueden volver a sangrar si el niño
no hace reposo. Este segundo sangrado es una complicación muy gra- ve si es total,
porque provoca aumento de la tensión intraocular y la impregnación hemática de la
córnea. De no aplicarse la conducta medicoquirúrgica nece- saria en cada paciente,
se pueden producir secuelas como glaucoma secundario, hemosiderosis, atrofia óptica
y la pérdida de la función visual.
En enfermos siclémicos, en los que esta afección es frecuente, se debe prestar
especial atención al au- mento de la tensión intraocular por el peligro de isquemia
en la retina y el nervio óptico, que puede aparecer con apenas un día de evolución.
Desde el inicio se debe poner al niño en reposo físico con sedantes, la cabeza
elevada en 30º y pro- porcionarle reposo ocular con la oclusión de ambos ojos para
evitar sus movimientos. El uso de los ciclopléjicos es discutido aunque
generalmente se emplean con el fin de inmovilizar el iris y prevenir el resangrado.
De ser grande el hifema, con coágulo y no mostrar tendencia a reabsorberse, se debe
valorar la paracentesis con lavado de la cámara anterior.
Se debe tener especial cuidado con los pequeños hifemas y no enviar a los niños a
su casa con la reco- mendación de reposo por las consecuencias graves de su
complicación con hipertensión ocular.
Con menor frecuencia se observan las iridodiálisis, a veces grandes, que simulan
doble pupila y requieren tratamiento quirúrgico; así como los recesos angulares que
frecuentemente pasan inadvertidos y ocasionan tar- díamente una variedad de
glaucoma de ángulo abierto.
Cristalino
Como consecuencia de traumatismo contuso del ojo, el cristalino puede salir de su
lugar parcialmente (subluxación) o sufrir una luxación total y verse en la cámara
anterior o en el cuerpo vítreo. La conducta para estos pacientes es quirúrgica y
las luxaciones a cámara anterior se deben manejar con urgencia por el riesgo de
daño endotelial.
Semanas o meses después de un trauma ocular sobre el ojo (pedrada o puñetazo) el
cristalino puede perder su transparencia y dar lugar a una catarata traumática, que
para extraerla necesitará tratamiento quirúrgico. Es importante la edad del niño al
momento
de producirse la catarata, ya que si aún no se ha lleva- do a cabo el proceso de
desarrollo visual este se pue- de detener y quedar el niño con una ambliopía, si no
se toman las medidas adecuadas.
En ocasiones solo se descubre un anillo de pig- mento que dibuja el perímetro de la
pupila miótica en la cara anterior del cristalino (anillo de Vossius), lo cual es
típico de traumas contusos.
La coexistencia de subluxación y opacidades pun- teadas del cristalino con hifema,
midriasis traumática e iridodiálisis es también característica de traumatismos
contusos y se le denomina síndrome oculotraumático del segmento anterior o de
Frenkel.
Cuerpo vítreo
Cuando después de un traumatismo ocular se le- sionan los vasos de la retina, la
sangre se puede extravasar y caer en el cuerpo vítreo. Se produce en- tonces una
hemorragia vítrea que es reconocida por la pérdida del reflejo rojo naranja del
fondo de ojo y la permanencia de la tercera imagen de Purkinge. En ocasiones se
producen hemorragias prerretinianas que por sus características deben ser evacuadas
hacia el vítreo para acelerar la reabsorción de la sangre y sus productos tóxicos.
En esos casos un disparo con láser actúa como punción evacuadora (Fig. 25.9).
Cuando se observa un desprendimiento de vítreo
anterior se puede tener la certeza de la forma violenta del trauma. A diferencia de
los desprendimientos pos- teriores que son más frecuentes, los anteriores son muy
representativos de traumas contusos enérgicos debido a las fuerzas que deben ser
generadas para vencer la estrecha adherencia de la base del vítreo.
Fig. 25.9. Hemorragia prerretiniana con salida al vítreo con un im- pacto de láser
en hora 8.
Capítulo 25. Traumatismos oculares 351
Retina y coroides
Los traumatismos de la retina producen hemorra- gias de 3 tipos en dependencia del
lugar donde se aloja la sangre. Las hemorragias profundas son de forma redondeada;
las superficiales en forma de llama y las prerretinianas se caracterizan por ser
redondeadas, por lo regular grandes y con un nivel horizontal en la parte superior
(Fig. 25.10).
Nervio óptico
Los traumatismos sobre el nervio óptico son en muchas ocasiones producto de
lesiones craneofaciales que dañan a otras estructuras, en especial al sistema
nervioso central y con frecuencia ocasionan edema palpebral. Por lo tanto, la
lesión sobre el nervio no se detecta de inicio o pasa a un plano secundario hasta
que el paciente, recuperado de otras lesiones y sin edema palpebral, percibe que no
ve por un ojo.
El nervio óptico puede ser afectado por avulsiones producidas por rotaciones
violentas del globo, hemo- rragias entre sus vainas, hematomas de la órbita y
laceración en el canal óseo por mecanismos de desaceleración o directamente por
desplazamiento de esquirlas óseas fracturadas. Las lesiones de la por- ción
intracraneal son más raras. En las contusiones sobre el globo se pueden afectar la
coroides, la retina y el nervio óptico a la vez (Fig. 25.11).
Órbita
Los traumatismos de órbita casi siempre forman parte de los traumatismos
craneofaciales; en ocasio- nes provocan desgarraduras del nervio, contusión o
hematomas de sus vainas. Este tipo de lesiones puede ser parcial o total y
concomitar con lesiones de otras capas del ojo. Si el traumatismo se localiza en el
nivel del canal óptico, esta situación se hace más compleja, ya que si el nervio se
edematiza se puede añadir, al daño por el trauma, la compresión de las paredes
óseas que lo rodean. Mecanismo similar ocurre en las láminas cribosas de la papila.
Si la lesión se produce en el segmento orbitario del
nervio o más atrás, el fondo puede ser normal y no debe aparecer la atrofia hasta
varias semanas des- pués, cuando la atrofia de los axones descienda hasta alcanzar
la papila. En estos casos el reflejo pupilar ausente o la presencia del reflejo
pupilar paradójico de Marcus-Gunn denuncia el daño retrobulbar.
Los traumatismos sobre la órbita pueden ocasio- nar fractura de cualquiera de sus 4
paredes, con ma- yor frecuencia en la inferior y medial. Se caracterizan por
enoftalmos, pérdida del paralelismo ocular con desviación en relación a la pared
afectada, diplopía, restricción de la motilidad y enfisema subcutáneo de grado
variable.
En las fracturas del suelo se presenta enoftalmos por atrapamiento de la grasa
orbitaria y los músculos, lo que además provoca diplopía debido a imposibilidad
restrictiva de la elevación. Es frecuente la anestesia del área dependiente del
nervio homónimo por afecta- ción del canal infraorbitario.
En las fracturas de la pared medial el enfisema subcutáneo se incrementa cuando el
paciente se sopla la nariz y los movimientos horizontales de aducción- abducción
son limitados, si el recto medial se encuen- tra atrapado en la fractura.
Las fracturas de las paredes lateral y superior son infrecuentes. Estas últimas,
aunque raras, se ven más en los niños pequeños, causadas por traumatismos menores
como la caída sobre un objeto afilado o un golpe en la frente. Las fracturas de
fosa anterior pue- den dañar el quiasma o la porción intracraneal del ner- vio
óptico. El tratamiento de las fracturas orbitarias es la reparación quirúrgica
aunque en las de tamaño pe- queño la actitud puede ser expectante.
El hematoma orbitario es causa de proptosis uni-
lateral después de un traumatismo. Se presenta con quemosis, hemorragia
subconjuntival, párpados en ten- sión, alteraciones de la motilidad e hipertensión
ocular. Su diagnóstico de certeza y evolución se realiza me- diante TC de órbita,
axial y coronal.
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Capítulo 26
Diversos son los proyectos de trabajo actuales en visión artificial que ubican los
implantes en dife- rentes lugares de la vía visual y hasta en la auditiva. Estos
son:
– Ojo biónico (Fig. 26.5).
– Implantes retinianos.
– Implantes o estimuladores en el nervio óptico.
– Implantes en cuerpo geniculado.
– Implantes corticales.
– Migración sensorial. Los sonidos pudieran acti- var la corteza visual del ciego
posibilitando per-
cibir formas.
El momento de enfrentar a los padres y a los pro- pios niños con su realidad no
debe demorarse y para
Síntomas y signos
Los síntomas suelen ser específicos o vagos y nada concisos, lo que en ese caso
puede ir acompañado de desorientación, confusión y trastornos de la conducta. Con
frecuencia son los familiares quienes se percatan.
El estudio del campo visual y la exploración de la lectura, escritura, colores,
atención, nominación verbal, entre otras pruebas de función cortical, son exámenes
de gran valor en el diagnóstico topográfico y hasta etiológico de un importante
número de lesiones.
Los signos en el examen visual son casi inexistentes y solo algunas pruebas
psicofísicas, diseñadas específicamente para buscar el daño, así como el es- tudio
del campo visual con doble estímulo en hemicampos diferentes, pueden ayudar en el
diagnós- tico del área afectada.
Causas
El retardo de la maduración es una causa de defi- ciencia visual en el lactante, en
la que no hay evidencias
de daño ocular ni cerebral y los potenciales visuales evocados y la resonancia
magnética nuclear son nor- males. La visión se alcanza o madura alrededor de los
6 meses y llega a ser normal con el transcurso del tiempo en los primeros años de
vida.
La ceguera cerebral es una disfunción posgeni- culada en la que el examen físico
ocular no muestra alteraciones y las reacciones pupilares son normales, aunque se
puede asociar con lesión pregeniculada. Si el daño ocurre posnatal, el fondo es
normal, pero si se produce en vida fetal, puede aparecer hipoplasia de papila y
nervio óptico por degeneración transináptica, lo que solo sucede en vida
intrauterina.
La ceguera de causa cerebral o cortical puede tener como causas principales:
infecciones del siste- ma nervioso central, traumas por golpe occipital di- recto o
por contragolpe frontal, hidrocefalia, encefalopatías hipoxicoisquémicas, dando
hemorragias, edema y pérdida de tejido. Otras causas más raras son, hipoglucemia,
uremia, leucoencefalitis esclerosante, hemorragias e infartos, como consecuen- cia
de estudios contrastados intravenosos, por intoxicaciones con monóxido de carbono u
otros tóxi- cos. La más frecuente es producida por el Haemophilus influenzae en el
curso de una meningi- tis; también por Estreptococo neumoniae.
La debida a criptococo es un cuadro clínico grave y se puede acompañar de otras
afectaciones del siste- ma nervioso, como parálisis del VI y III nervio cra- neal,
oftalmoplejía internuclear, papiledema y atrofia óptica. Si no existe destrucción
de tejido cerebral, muchos pacientes mejoran, sobre todo cuando el ede- ma se
reabsorbe. Son pacientes en los que predomina el cuadro neurológico y está en juego
la vida, por lo que a veces no se le da la importancia requerida a problemas que
pueden dejar al individuo vivo pero cie- go, como es un edema del disco óptico
mantenido y la atrofia consiguiente, por gran hipertensión endocraneana.
La dislexia es el término usado para describir un problema en el procesamiento
cortical de los símbolos gráficos, lo que provoca retraso para la lectura. Se debe
distinguir de la ceguera para las palabras o alexia y de otras causas que provoquen
baja visión.
Estos trastornos de los centros visuales corticales
superiores se pueden agrupar topográficamente en:
Capítulo 26. Problemas orgánicos y funcionales que provocan trastornos de la esfera
visual 359
B
Fig. 26.6 A. Niña con deficiencia visual funcional que dice e impre- siona que no
ve; B. Sin embargo, fija y sigue su imagen al desplazar el espejo hacia abajo.
Fig. 26.7 A. Niño con las gafas rojo y verde, una en cada ojo; B. Cartilla rojo
verde que se le muestra.
causa de la contracción concéntrica es la simulación o la histeria, al usar
diferentes estímulos, por lo regu- lar se contraen las isópteras más externas y
quedan las internas en su posición normal, agolpándose en- tonces todas en una
misma área. Estos niños que fingen no tener visión periférica por lo regular para-
lizan sus movimientos y piden auxilio para poder des- plazarse. Si se desplazan
solos no suelen chocar con los objetos que los rodean.
Los estudios electrofisiológicos pueden ayudar a com- probar o descartar la
organicidad del déficit visual pero en el caso de los PEV es necesario conocer los
valores de sus ondas y morfología normal para la edad: en niños que pueden fijar el
centro para realizar el estudio con dameros, debe ser vigilada la cooperación y
atención, pues esto puede falsear el examen si no es adecuado.
En muchos pacientes, el recetarles vitaminas o algún otro placebo, asegurándole que
con eso se pon- drá bien en unos días, es suficiente para recuperarse de la
deficiencia funcional. A la vez se debe tratar de profundizar en la causa o
ganancia secundaria de estos pacientes. En otros casos, con solución no sen- cilla,
se pueden ingresar para hacer reposo ocular sin ruidos ni conversaciones y vendar
sus ojos, lo que en pocos días suele resolver el problema. En niños con pérdida
visual funcional grave deben ser tratados por el psiquiatra.
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Capítulo 27
Enfermedades epidémicas y exóticas que afectan la función visual
ROSARALIS SANTIESTEBAN FREIXAS, YANNARA E. COLUMBIÉ GARBEY Y RAMÓN CABAL RODRÍGUEZ
el nivel de miseria y ahora esos mismos grupos socia- les dan otro paso atrás en su
alimentación de por sí ya defectuosa.
Por tal motivo es necesario que las nuevas genera- ciones de especialistas se
entrenen en el reconocimien- to de estas enfermedades epidémicas o endémicas y las
que afectan a la población más pobre del mundo, algunas de las cuales no existieron
nunca en Cuba.
cuya falta es muy sensible el nervio óptico. Este parece ser el caso de la
intoxicación con etambutol, droga antituberculosa que disminuye los niveles de
cobre y zinc que también actúan en la mitocondria inhibiendo la citocromooxidasa.
Las concentracio- nes de estos elementos y el selenio, se han visto disminuidos en
los estudios de casos con neuropatía óptica epidémica, así como los beta carotenos
y licopenos, que son los principales antioxidantes para la retina y el nervio
óptico.
Por otra parte, los conos y bastones de la retina están particularmente en riesgo
de daño oxidativo, dada la alta concentración de ácidos grasos polisaturados
existentes en el segmento externo de los fotorre- ceptores. Se ha demostrado que el
ácido fórmico, de- rivado de los alcoholes metílicos contenidos en las be- bidas
alcohólicas, y mayormente en las peores destila- das, dañan también a toda la
retina, lo que se traduce en disminución de las ondas A y B del electro-
rretinograma.
Otro factor importante a considerar en relación con las estructuras más afectadas
por la enferme- dad, es la actividad de trabajo constantemente man- tenida por los
nervios ópticos y acústicos, y la longi- tud de las fibras largas frecuentemente
dañadas en este proceso; específicamente las fibras del haz papilomacular, que
además son las menos mielinizadas, con distancias internódulos más cortas y menor
rela- ción volumen superficie. Esto le impide a la fibra nerviosa aumentar la
producción de energía median- te la multiplicación de mitocondrias, que son casi
del diámetro de la luz de la propia fibra (0,3 µ), como pueden hacer en
compensación otras fibras más grue- sas y el propio músculo.
Se conoce que el funcionamiento de las neuronas depende de su flujo axonal; el de
tipo anterógrado mueve a distintos organelos, y entre ellos las mitocondrias, desde
el soma celular que los sintetiza a la terminal axónica, donde deben llegar antes
de 10 días en que termina su vida útil; a su vez existe un flujo anterógrado lento
y uno retrógrado rápido que vuel- ve al soma celular. El flujo axonal anterógrado
rápi- do depende críticamente del metabolismo oxidativo. En el caso del nervio
óptico, la situación es aún más compleja en el nivel de la lámina cribosa, donde
los axones a su salida del globo ocular están circunscritos por una estrecha y
rígida faja escleral y donde cada axón debe atravesar las perforaciones de
múltiples
laminillas cuyos ejes no se encuentran superpuestos directamente unos sobre otros,
por lo que se requiere un mayor esfuerzo y cantidad de energía para el trans- porte
axonal que es ATP dependiente.
Diagnóstico
Se realiza por el cuadro clínico, los antecedentes de exposición a tóxicos o malos
hábitos dietéticos, así como por los hallazgos al examen físico neurooftal-
mológico. Se deben realizar estudios psicofísicos (agu- deza visual, color,
contraste, campo visual) que orien- tan hacia el diagnóstico y diferencian la
enfermedad de otras neuropatías ópticas.
– Agudeza visual afectada de forma bilateral, subaguda y bastante simétrica.
– Visión de colores: grave afectación predominan- te en el eje rojo-verde.
– Sensibilidad al contraste disminuida en relación
con el grado de déficit visual.
– Campo visual muestra escotomas centrales y cecocentrales, de densidad variable.
– Oftalmoscopia: disco óptico de apariencia nor- mal en estadios iniciales, con
habitual desarro- llo de palidez temporal y evolución hacia la atrofia del haz
papilomacular, si no se indica tratamien- to, lo que puede hacer mayor la atrofia.
En al- gunos pacientes, en el inicio de la enfermedad se puede observar un período
transitorio de dis- creta hiperemia del disco óptico y borramiento de sus márgenes
por leve edema, con posterior desarrollo de la atrofia (Figs. 27.1 y 27.2).
366 Oftalmología pediátrica
Fig. 27.1. Imágenes de neuropatía óptica tóxico nutricional estable- cida, donde se
evidencia la pérdida de fibras en el haz papilomacular.
Tratamiento
– Modificar hábitos y estilos de vida (insistir en una dieta balanceada, rica en
proteínas de ori- gen animal, frutas y vegetales).
– Eliminar el consumo de sustancias tóxicas como cigarro, alcohol u otros.
– Vitaminoterapia: vitaminas complejo B intra-
musculares por 1 mes, luego continuar con com- plejo multivitamínico como el
polivit; se utili- zan también antioxidantes como vitamina C (500 mg) y E (50 mg) 1
tableta diaria por un perío- do de 3 meses, así como vitamina A (25 000 UI)
1 tableta diaria por 2 meses y ácido fólico.
Capítulo 27. Enfermedades epidémicas y exóticas que afectan la función visual 367
Hipovitaminosis A
La hipovitaminosis A es un problema que se pre- senta en gran escala en el mundo
entero, especial- mente entre los niños de edad preescolar. De acuerdo a
predicciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) alrededor de 100 000
niños pierden la vista anualmente mientras que un número considerable muere debido
a deficiencia de vitamina A y millones sufren serias consecuencias relacionadas con
esta enfermedad tales como retardo en el crecimiento y aumento de la
susceptibilidad a las infecciones. La vi- tamina A es una vitamina liposoluble que
a nivel ocular ayuda al mantenimiento de membranas mucosas y desempeña un papel muy
importante en la adaptación de la retina a la luz.
El ojo es el órgano más susceptible a la deficien- cia de vitamina A, hasta el
punto de convertirse en detector de dicha deficiencia aún en sus fases inci-
pientes. Estudios realizados sobre este tema ponen en evidencia que solamente el
hallazgo de alteraciones oculares permite establecer el diagnóstico de
hipovitaminosis A, puesto que con frecuencia estas alteraciones constituyen la
única manifestación clíni- ca de malnutrición.
La xeroftalmía debida a falta de vitamina A es muy
común en el mundo: una encuesta realizada por la OMS demostró su prevalencia en
América Latina, África y Asia y puso de manifiesto que es una de las más impor-
tantes causas de ceguera en los preescolares de 2 a 4 años de edad. En los niños,
una escasa ingesta de ali- mentos provenientes de fuentes animales conduce a un
deficiente consumo de vitamina A preformada, cuadro que se acentúa al prescindir de
alimentos de origen ve- getal amarillos o verde-oscuro ricos en carotenoides (pro-
vitamina A), agregado a un consumo insuficiente de grasas y aceites. Todo esto
limita aún más la absor- ción de la vitamina A presente en la dieta.
Cuadro clínico
Cambios en el segmento anterior. Las manifesta- ciones oculares de hipovitaminosis
A interesan el seg- mento anterior del ojo, sobre todo la conjuntiva y la córnea.
Se les ha dado el apelativo de nutrioftalmopatía A,
con lo cual se acorta su denominación y se indica su etiología. El síndrome se
observa en grados variables
de malnutrición general y es específico en medio de una deficiencia múltiple. En
los grados avanzados de malnutrición, kwashiorkor o marasmo, depende de la
deficiencia de vitamina A: si esta es discreta, el sín- drome es también discreto;
si la deficiencia es grande, los cambios oculares son graves.
Para su mejor comprensión se ha clasificado se-
gún el grado de la afectación ocular, lo que permite tener un criterio pronóstico
en cada caso.
– Ceguera nocturna.
– Manchas de Bitot.
– Xerosis conjuntivocorneal.
– Infiltración corneal intersticial.
– Ulceración corneal.
– Queratomalacia.
– Secuelas.
Ceguera nocturna. Manifestación temprana y que más preocupa a los padres, existe
dificultad visual con la llegada de la noche, sigue un curso bastante agudo; se
desarrolla rápidamente y desaparece de igual forma bajo los efectos de la
terapéutica.
Manchas de Bitot. Placas blanquecinas con as-
pecto de espuma de jabón en la superficie conjuntival de forma ovalada a lo largo
del eje horizontal, irregu- larmente circulares, con menos frecuencia triangula-
res y a veces alargadas, interesan la conjuntiva bulbar en el nivel del espacio
interpalpebral y son siempre bilaterales, de localización temporal aunque se pueden
ver nasales; casi siempre están muy cerca del limbo y las placas se caen
fácilmente.
Xerosis conjuntivocorneal. Etapa caracteriza-
da por sequedad de la conjuntiva y de la córnea, que ha acuñado el término de
xeroftalmía para las lesiones oculares de la hipovitaminosis A. Afecta la mayor
parte de la conjuntiva bulbar, sobre todo de la hendidura palpebral, pérdida de
brillo y disminución del espesor y elasticidad. Como resultado de estas
alteraciones físi- cas las lágrimas no mojan la conjuntiva y se forman pliegues
verticales en ella en los movimientos latera- les del globo. La córnea participa de
la misma seque- dad de la conjuntiva, con disminución del brillo y enturbiamiento
superficial discreto. Ocasionalmente en esta etapa se presentan úlceras corneales
que intere- san solamente el epitelio. Estas alteraciones corneoconjuntivales se
acompañan de irritación, sen- sación de cuerpo extraño y fotofobia.
Infiltración corneal intersticial. Representa un grado más avanzado de deterioro
corneal, se observa infiltración estromal grisácea, marcada xerosis
corneoconjuntival, puede haber exudado blanquecino en
368 Oftalmología pediátrica
Complementarios
– Análisis del retinol sérico: método invasivo cu- yas concentraciones en suero
reflejan el estado de la vitamina A solo cuando los depósitos he- páticos están
seriamente depletados o satura- dos con la misma.
– Citología de impresión conjuntival (CIC): prue- ba funcional, es menos invasiva,
las muestras pueden ser fácilmente obtenidas y guardadas por tiempo indefinido. La
técnica se basa en la obtención de células superficiales conjuntivales mediante la
aplicación suave y breve de una tira de papel de acetato de celulosa contra la
conjuntiva ocular. Las células más externas del epitelio conjuntival se adhieren al
papel y luego se fijan, se colorean y se analizan con un mi- croscopio óptico. El
resultado de la citología al- terada, con metaplasia y queratinización de las
células epiteliales conjuntivales y ausencia de células caliciformes secretoras de
moco, repre- sentan las alteraciones tempranas causadas por deficiencia de vitamina
A.
Tratamiento
Local: lubricantes de la superficie ocular y en caso de infecciones se recomienda
el uso de ungüentos antibióticos.
Sistémico: suministrar vitamina A intramuscular a la dosis de 10 000 UI/kg/peso,
para niños con caren- cias nutricionales graves que disminuyen la absorción
intestinal; en casos leves o moderados administrar por vía oral; además de lograr
una dieta balanceada.
Quirúrgico: para las secuelas oculares.
La hipovitaminosis A constituye una de las causas frecuentes de pérdida de la
visión en niños de 3 a 7 años en países del Tercer Mundo.
Conjuntivitis hemorrágica
Es una infección intensa, extremadamente conta- giosa, de diseminación epidémica,
especialmente en países en desarrollo, con más del 50 % de la población afectada en
algunos casos. Descrita por primera vez en Ghana en 1969. Es causada por 2
picornavirus, el enterovirus 70 y coxsackievirus A24, menos común- mente se ha
citado el adenovirus tipo 11. Tiene un cur- so autolimitado y dura menos de 12
días.
Forma de transmisión. Se transmite por con-
tacto directo de persona a persona, con instrumentos y soluciones contaminadas. La
infección se propaga rápidamente al ojo contralateral.
Periodo de incubación. De 8 a 48 h.
Periodo de transmisibilidad. Los pacientes son contagiosos durante aproximadamente
7 días.
Manifestaciones clínicas
– Edema palpebral.
– Quemosis.
– Hemorragias subconjuntivales agudas unilate- rales o bilaterales difusas, suelen
comenzar por conjuntiva bulbar superior; al principio son puntiformes y luego se
extienden en forma de sábana a la conjuntiva bulbar inferior.
– Dolor.
– Sensación de cuerpo extraño.
– Folículos conjuntivales.
– Lagrimeo copioso.
– Adenopatía preauricular.
– Queratitis epitelial: raramente hay opacidades subepiteliales.
– Uveítis anterior.
En algunos casos se puede presentar fiebre, ma- lestar y mialgias generalizadas. La
conjuntivitis se re- suelve en 4-6 días pero las hemorragias aclaran más
lentamente. La enfermedad muy raramente es causa- da por enterovirus tipo 70, en
cuyo caso puede resul- tar en una parálisis periférica tipo polio, la cual perma-
nece en la tercera parte de las personas afectadas (Fig. 27.3).
Capítulo 27. Enfermedades epidémicas y exóticas que afectan la función visual 369
Fig. 27.3. Conjuntivitis hemorrágica. Más acentuadas las hemorra- gias en dirección
a los fondos de saco conjuntival.
Diagnóstico
– Genio epidémico.
– Manifestaciones clínicas.
– Examen oftalmológico en lámpara de hendidu- ra que permita visualizar
laceraciones conjunti- vales propias de la enfermedad.
– Complementarios: sueros pareados. Se debe tomar la primera muestra a las 48 h del
co- mienzo de los síntomas; la segunda muestra a los 21 días, para entonces el
paciente ya debe estar de alta por lo que la toma de muestra se realiza en las
áreas de salud. El aislamiento del virus es importante para confirmar el diag-
nóstico, las muestras para su detección se to- marán dentro de las 72 h del inicio
de la con- juntivitis.
Tratamiento
Profiláctico:
– Notificación a las autoridades sanitarias. En- fermedad de declaración
obligatoria.
Específico:
– Completamente sintomático.
– Lavados oculares y fomentos frescos con solu- ción de suero fisiológico o agua
hervida frecuen- tes (cada 3 o 4 h).
– Antiinflamatorios no esteroideos por vía oral
cada 8 h.
– Se han utilizado colirios de interferón alfa-2b para la etapa aguda de la
enfermedad, así como de manera profiláctica para el personal que tie- ne contacto
con estos pacientes, a una dosis de
1gota cada 8 h.
SIDA
La Organización Mundial de la Salud estimó que en el año 2000 había alrededor de 30
millones de in- fectados por el virus de inmunodeficiencia humana en el mundo; esta
entidad constituye la principal causa de muerte en varones de entre 25 y 44 años en
muchos países del planeta.
El virus de la inmunodeficiencia humana VIH es un retrovirus con una enzima
transcriptasa inversa que se utiliza para hacer copias en el ADN de la célula
huésped de su ARN viral e incorporarlo de forma per- manente a su material
genético. Este virus afecta a una amplia variedad de células, pero tiene efectos
más importantes en los linfocitos CD4 encargados, en par- te, de la inmunidad
celular, disminuyendo de forma sig- nificativa su número.
La infección por VIH es transmitida por contacto
sexual o a través de la recepción de derivados sanguí- neos, por lo que las
poblaciones con conductas sexua- les promiscuas, los toxicómanos que se aplican
drogas parenterales y comparten agujas contaminadas, los pa- cientes hemofílicos y
pacientes que reciban transfusio- nes de sangre, constituyen grupos de riesgo. La
infec- ción también puede ser transmitida por vía transplacen- taria intraútero, de
madre a hijo.
El VIH se ha encontrado en la mayoría de los te-
jidos oculares, incluyendo retina y córnea, donde no parece causar enfermedad
clínicamente aparente en
370 Oftalmología pediátrica
Existen otros cuadros oftalmológicos en pacientes con SIDA, sin importantes o tan
evidentes lesiones intraoculares, como la disminución de la agudeza visual,
vitritis, reducciones concéntricas del campo visual, y reducción o ausencia de las
respuestas electrorretino- gráficas, que se han postulado pueden constituir otras
manifestaciones directas de la infección por VIH. Este
Parásitos:
– Toxoplasma gondii.
– Pneumocystis carinii.
Hongos:
– Hawaiiensis bipolaris.
– Candida albicans.
– Cryptococcus neoformans.
– Fusarium sp.
– Histoplasma capsulatum.
– Sporotrichum schenckii.
Capítulo 27. Enfermedades epidémicas y exóticas que afectan la función visual 371
Espiroquetas.
Bacterias:
– Bacterias endogenous.
– Nocardia sp.
Micobacterias:
– Mycobacterium avium.
– Mycobacterium tuberculosis.
Parásitos:
– Microsporidia.
Hongos:
– Candida albicans.
– Chlamydia.
– Chlamydia trachomatis, serotipo L2 (linfogra-
nuloma venéreo).
Bacterias:
– Staphylococcus sp.
– Pseudomonas sp.
– Capnocytophaga sp.
Enfermedades exóticas
El trabajo que han desarrollado y desarrollan los oftalmólogos cubanos en el
exterior del país en los últimos años hace imprescindible el manejo de al- gunas
enfermedades que ya no se observan en Cuba, a las que se denomina exóticas pero que
pueden tener que diagnosticar, tratar o prevenir, en su labor en otros sitios del
mundo durante el tiempo que rin- dan misión internacionalista dentro y fuera del
con- tinente americano.
Las enfermedades llamadas exóticas, junto con la avitaminosis, son más frecuentes
en las personas po- bres, con malas condiciones de alimentación y de sus viviendas;
los más susceptibles son los niños. Las zo- nas más afectadas son los países
tropicales de Améri- ca Latina, América del Sur y África. Las manifesta- ciones
oculares más frecuentes de esas enfermeda- des han sido las queratoconjuntivitis,
uveítis, opacidades corneales, retinitis y neuritis óptica, que irremediable- mente
condenan a millones de personas a la ceguera.
Para los cubanos, las primeras experiencias de las llamadas enfermedades exóticas
han llegado a través de quienes han estado en países de África o América cumpliendo
misión internacionalista. De las vivencias, experiencia y el trabajo colectivo de
estas personas en investigaciones de terreno, se extrae gran parte de este material
general en el que se muestran, de estas enfermedades, las más frecuentes estudia-
das por ellos.
Enfermedad de Chagas
La enfermedad de Chagas fue llamada así en honor del médico brasileño Carlos
Chagas, quién la descubrió en 1909. Es una zoonosis parasitaria, pro- ducida por
una especie de Trypanosoma que afec- ta a mamíferos y triatominos. La familia de
los tripanosomas se compone de 2 tipos fundamenta- les, Trypanosoma cruzi y brucei,
este último su subdivide a su vez en 3 especies brucei, gambiense y rhodescience.
La enfermedad de Chagas es pro- ducida específicamente por el Trypanosoma cruzi.
También es conocida como tripanosomiasis ameri- cana. Se estima que de 16 a 18
millones de perso- nas son infestadas por esta enfermedad; de ellos 50
000 mueren cada año. El protozoario Trypanosoma
cruzi, es un parásito que se puede encontrar en 3 formas, en dependencia del sitio
que ocupe dentro del hospedero:
– Tripomastigote: forma flagelada, se encuentra en la sangre del hospedero, tiene
pleomorfismo (formas anchas, delgadas e intermedias). Se agrupan en zimodemos (Z1,
Z2 y Z3).
– Amastigote: se encuentra en los tejidos, puede ser redondo u oval. Se multiplica
por división binaria y forma nidos.
– Epimastigote: es una forma intermedia de as- pecto fusiforme.
Epidemiología
El parásito es transmitido por un grupo de insectos hematófagos conocidos como
“chinches picudas” (Fig.
27.7). Existen más de 100 especies casi exclusiva- mente en América (Fig. 27.8).
Cadena de transmisión:
– Hospederos intermedios: triatomas (Rhodnius
y Panstrongylus).
– Hospedero definitivo: hombre.
– Reservorios: armadillos, zarigüellas, murciéla- gos, ratas, perros, entre otros.
372 Oftalmología pediátrica
Vías de transmisión:
– Vectorial (deyecciones de triatominos).
– Transfusiones de sangre.
– Transplacentario.
– Trasplante de órganos.
– Accidentes de laboratorio.
– Lactancia materna.
– Digestiva.
Fig. 27.7. Viviendas tipo chozas donde es frecuente que se alojen las chinches.
Manifestaciones clínicas
La sintomatología puede ser de variado tipo: oftalmológica, cardiaca y digestiva;
con 3 formas clí- nicas de presentación:
– Forma aguda.
– Forma indeterminada o latente.
– Forma crónica.
Forma crónica:
– Forma cardiaca.
– Arritmias.
– Tromboembolismo.
– Insuficiencia cardiaca.
– Cardiomegalia.
Forma megacolon:
– Constipación.
– Fecalomas.
– Obstrucción intestinal.
– Dolicomegasigma.
Esofagopatía:
– Disfagia.
– Regurgitación.
– Dolor retroesternal.
– Dilatación del lúmen.
– Acalasia.
Forma connatal: esta es una infección producida por el paso del Trypanosoma cruzi a
través de la placenta, desde una madre infectada al feto en forma- ción. Se puede
transmitir en cualquier etapa de la in- fección materna y repetirse en embarazos
sucesivos. Puede producir fetopatías. Tiene una gama de mani- festaciones clínicas.
Diagnóstico
El diagnóstico se hace por el estudio epidemiológico, la clínica y los exámenes de
laboratorio.
Métodos parasitológicos directos:
– Examen en fresco.
– Extendido coloreado.
– Gota gruesa.
– Método de Strout.
– Método de Bennet.
– Biopsias.
Métodos serológicos:
– Fijación del complemento (FC).
– Inmunofluorescencia indirecta (IFI).
– ELISA.
– Hemaglutinación indirecta (HAI).
– Prueba de Látex.
– Aglutinación directa.
– Factor EVI.
Tratamiento
Existen 2 medicamentos para el tratamiento de la enfermedad de Chagas:
– Benznidazole (Laboratorios Roche) 5-10 mg/
kg/día. Duración: 30-60 días.
– Nifurtimox (Laboratorios Bayer) Niños: 15-20 mg/kg. Meningoencefalitis: 25 mg/kg.
Forma congénita: 20 mg/kg. Adultos: 8-10 mg/kg.
Formas agudas: tratamiento por 90 días. Formas crónicas: tratamiento por 120 días.
Si se utiliza uno de ellos como primer tratamiento, el otro queda como alternativa
en los casos de no respuesta al tratamiento o efectos secundarios graves (Fig.
27.12).
Indicaciones:
– Niños menores de 15 años con serología positiva.
– Pacientes en fase aguda de cualquier edad.
Efectos secundarios:
– Gastrointestinales: pérdida de apetito, vómitos y dolor abdominal.
– Dermatitis por hipersensibilidad.
– Polineuropatía periférica.
– Anafilaxia.
– Depresión de médula ósea.
Criterios de curación:
– Serología negativa a los 18 meses, después de finalizado el tratamiento.
– Serología negativa a los 36 meses, después de finalizado el tratamiento, para los
casos que no hayan negativizado a los 18 meses.
Epidemiología
La oncocercosis o ceguera de los ríos, es una in- fección producida por el parásito
Onchocerca volvulus, del grupo de las filarias, que afecta a una población de 18
millones de personas alrededor del
mundo. Las zonas endémicas se localizan en el África Fig. 27.12. Reacciones
adversas del tratamiento.
Capítulo 27. Enfermedades epidémicas y exóticas que afectan la función visual 375
Manifestaciones clínicas
– Nodulares
– Cutáneas
– Oculares
Fig. 27.15. Fondo de ojo con foco inflamatorio parapapilar de pa- ciente atendida
por cooperantes cubanos.
376 Oftalmología pediátrica
Diagnóstico
Por biopsia de piel.
Tratamiento
– Ivermectina (Mectizan): mata los gusanos pe- queños (microfilarias), no al
adulto.
Dosis única de 150 µg/kg y repetir a los 6 meses y por 10 años.
– Dietilcarbamazina (DEC, Banocide, Hetrazán, Notezime) asociado a suramina
(Antrypol, Naphuride) y nodulectomía.
Programa de prevención
Todas las personas que viven en las áreas donde la enfermedad está presente, deben
tomar la ivermectina periódicamente durante 10 o 12 años (ex- tenso tiempo de
coberturas de tratamiento).
Tracoma
Es una enfermedad infecciosa ocular; ocasiona queratoconjuntivitis crónica
recidivante que produce cicatrices que pueden llevar a la formación de entropión y
triquiasis, así como opacidades corneales que llevan a la ceguera.
El agente etiológico es la Chlamydia trachomatis. El reservorio es el hombre con
infección activa en con- juntiva y otras mucosas. La Organización Mundial de la
Salud estima una existencia de 150 millones de perso- nas afectadas por esta
enfermedad y aproximadamen- te 6 millones ciegas como consecuencia de la misma.
Fue introducida en América por los europeos y en Brasil por el nordeste del país.
Con la expansión de la agricultura para el oeste, el tracoma se diseminó y se tornó
endémico prácticamente en todo Brasil. En Áfri- ca, como en el continente
americano, también se mues- tra una alta incidencia de esta enfermedad que es en-
démica en muchos países africanos.
El eminente oftalmólogo cubano de inicios del si- glo pasado, Mariano Penichet,
notificó casos con tra- coma en Cuba durante la primera mitad del siglo XX.
La transmisión de esta enfermedad se puede rea- lizar de forma directa, de persona
a persona, o de for- ma indirecta a través de objetos contaminados, toallas,
sabanas, fundas, entre otros. Algunos vectores como moscas domésticas pueden
contribuir a la diseminación de la misma por transmisión mecánica. El contagio solo
es posible en presencia de lesiones activas, las cuales pueden durar años.
El tracoma constituye un problema de salud serio
en estos países, donde es considerada la enfermedad de los pobres. Afecta la
población más carente, fun- damentalmente en las zonas rurales y en la periferia de
las grandes metrópolis donde las malas condicio- nes de vida, el hacinamiento, la
baja cultura sanitaria, entre otros factores, facilitan la transmisión directa o
indirecta de la misma. La diferencia del comportamien- to de esta enfermedad varía
en dependencia de la vo- luntad y esfuerzos de los diferentes representantes de
gobiernos y sectores no gubernamentales para el con- trol y erradicación de la
misma.
La clínica de sus manifestaciones está bien defini-
da. Sus síntomas son: fotofobia, ardor, sensación de cuerpo extraño, lagrimeo y
blefarospasmo, secreción mucopurulenta y trastornos en la visión. Esta
sintomatología es muy variada y permite dividir su evo- lución en 4 períodos:
– Período I (insidioso): existen signos leves de conjuntivitis, edema y congestión
de la conjunti- va, con folículos muy pequeños en la porción tarsal. Dura semanas o
meses.
– Período II (agudo): síntomas de conjuntivitis agu- da con gran inflamación y
secreción purulenta. Predominio de grandes folículos con hipertrofia papilar que
puede provocar ptosis palpebral. Se prolonga varias semanas o meses.
– Período III (cicatrizal): desaparecen los folículos
y papilas hipertróficas, pero se instalan modifi- caciones por bandas cicatrizales
blancas en la conjuntiva tarsal. A veces toda la superficie conjuntival está
representada por una membra- na cicatrizal que hace desaparecer el pliegue del
fondo de saco. La infiltración y neovascula- rización producen una invasión de
vasos hacia la córnea y provoca el pannus tracomatoso que la cubre y disminuye la
agudeza visual. Otras veces hay ulceraciones recidivantes con fotofobia y dolor que
dura años. Puede apare- cer entropión en este período.
– Período IV (curación): desaparecen los sínto-
mas o son muy discretos, pero se mantiene el tejido cicatrizal lo que conlleva
secuelas como el entropión y la triquiasis. También se observa simbléfaron, xerosis
conjuntival y opacidad con estafiloma de la córnea.
Capítulo 27. Enfermedades epidémicas y exóticas que afectan la función visual 377
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Capítulo 28
Conceptos
Capacidad visual. Facilidad que tienen las per- sonas para analizar los estímulos
visuales que llegan al cerebro y dar respuestas correctas. Es única para cada
individuo y depende de las variables ambientales, psi- cológicas o intelectuales y
fisiológicas (agudeza visual, campo visual, visión cromática, visión binocular y
re- fracción).
380 Oftalmología pediátrica
En el año 2006 la OMS publicó estimaciones mun- diales actualizadas que incluyen la
magnitud de las discapacidades visuales debido a defecto refractivo no corregido
padecidas por 153 millones de personas;
13 millones de ellos son niños y 45 millones adultos
con edades entre 16 y 49 años, es decir, en tiempo de plena vida laboral.
La OMS apunta que si bien la prevalencia de la ceguera entre los niños es
aproximadamente 10 veces menor que entre los adultos, la ceguera infantil consti-
tuye una prioridad fundamental debido al número pre- visto de años de vida afectada
por la ceguera.
Las principales causas de ceguera infantil en Cuba, según investigaciones
realizadas en los últi- mos 10 años, son:
– Miopía elevada.
– Aniridia.
– Albinismo.
– Anomalías congénitas del cristalino.
– Distrofias retinianas.
– Retinoblastoma.
como consecuencia que el comportamiento visual sea muy heterogéneo entre los
escolares con baja visión. Para una mejor comprensión es preciso que se conoz- ca
la clasificación funcional de las deficiencias visua- les, atendiendo
principalmente a las repercusiones más significativas.
Alternativas:
– Es preciso enseñarles a fijar con la mácula por encima o por debajo del objeto o
del texto que se intenta leer, de manera que la imagen quede inmediatamente por
debajo o por enci- ma del escotoma central.
– Es preciso buscar la posición del ojo en la que
el campo lineal sea lo más amplio posible y a la vez lo más próximo a la mácula.
Generalmente si la deficiencia visual es congénita, el niño ha-
brá encontrado el lugar donde tiene que fijar el ojo para alcanzar mejor visión. Es
más compli- cado cuando antes ha visto bien, pues se debe acostumbrar a fijar con
otra zona.
Alternativas:
– Ayuda para la movilidad, medir mejor el campo de fijación y entrenar el
movimiento justo para que con este campo, a base de rastreos y de una exploración
racional, puedan obtener la in- formación que necesitan.
– Es preciso entrenar además la memoria visual.
Alternativas:
– Entrenamiento en el movimiento de cabeza com- pensatorio del déficit de campo.
Alternativas:
– Ayudas ópticas.
– Entrenamiento para mantener la distancia del
trabajo.
Diagnóstico
El diagnóstico se realiza mediante la historia clínica que incluye la anamnesis,
datos personales, anteceden-
tes perinatales, antecedentes patológicos personales, familiares, signos y
síntomas, tiempo de aparición; si la pérdida visual fue brusca o lenta; si es
progresiva o si tiene asociada otras discapacidades (capítulo 5). Es im- portante
tener en cuenta si la deficiencia es desde el nacimiento o adquirida durante el
desarrollo, cuál es el pronóstico visual de la enfermedad que lo causa y la
búsqueda de restos visuales que puedan ser mejorados mediante técnicas
complementarias o entrenamiento.
Es válido conocer el comportamiento social del
niño y de quienes comparten con él. Los padres son a veces los principales
responsables de los trastor- nos psíquicos del niño por rechazarlos,
sobreprotegerlos, mantenerlos aislados del resto del colectivo o no enseñarlos
adecuadamente a convivir con la enfermedad.
La historia escolar puede brindar antecedentes so- bre el aprendizaje, si logra
leer y/o escribir en blanco y negro, qué tamaño de letra puede ver y otros detalles
que ofrecen información sobre el uso de los restos visuales.
Es importante señalar que en ocasiones, tanto los maestros como los familiares,
atribuyen los trastornos en el aprendizaje del niño a su problema visual cuando es
otro problema sobreañadido el que causa mayor déficit, como el retraso mental,
retraso escolar, tras- tornos de conducta, trastornos auditivos, entre otros. No es
raro observar a las enfermedades oculares como parte de síndromes asociados a otras
discapacidades.
El examen físico debe ser exhaustivo, en busca de
cualquier elemento que influya en la discapacidad visual, que sea posible de tratar
para utilizar el resto visual.
La motilidad ocular, si está conservada, permite una mejor utilización del resto
visual y por tanto mayor capacidad visual.
En el cover test o prueba de alternar la fijación, cuando la visión es pobre y la
fijación incierta, la au- sencia de movimiento de refijación no significa que no
haya una foria o una tropia.
Las pruebas especiales como el ultrasonido, electrorretinograma y potenciales
visuales evocados, pueden ayudar a aclarar un diagnóstico difícil, como una
distrofia de conos. Estas pruebas electrofisiológicas son importantes sobre todo
cuando no se encuentra la causa de la discapacidad visual y en niños muy peque- ños
o que no cooperan; por lo regular se realizan con anestesia o sedación.
Tratamiento
Después de confirmar el diagnóstico y valorar de nuevo la mínima posibilidad de
tratamiento médico o quirúrgico que permitan mejorar la visión que tiene el
Capítulo 28. Generalidades de ceguera y baja visión 383
Estudio investigativo
En el año 1959 se había tomado conciencia del mal estado de salud visual de la
población infantil cu- bana y se hicieron propuestas para aliviarlo, aunque
no se contaban con censos que manifestaran la real situación del país. En 1963 se
realizó en algunos muni- cipios una pesquisa oftalmológica a los niños asisten- tes
a círculos infantiles, entre las edades de 2 a 4 años, en busca de alteraciones
oculares. Estos estudios masivos de inicio se frenaron por el éxodo de oftalmólogos
cubanos ocurrido en esos años.
En 1972 se concluyó una pesquisa en un total de 36 114 niños matriculados en
círculos infantiles y jardines de la infancia, en las edades comprendi- das entre 0
y 6 años. Ese estudio arrojó 3,3 % de niños con estrabismo y en un porcentaje mucho
menor con ptosis palpebrales, cataratas congénitas, opacidades corneales, nistagmo,
lesiones de la re- tina por diversas causas y glaucoma congénito. Esos niños fueron
tratados y en gran parte mejora- ron la visión (Fig. 29.1).
Una vez analizados los resultados de la pesquisa
y las dificultades que presentaban los niños con deficiencia visual en el
aprendizaje y en sus relacio- nes con los demás niños, el Ministerio de Salud Pú-
blica creó centros docentes asistenciales para estrábicos y ambliopes en las edades
de 4 a 8 años. Un primer centro se inauguró en La Habana en 1972 y 3 años después,
un segundo centro en la provincia Villa Clara.
388 Oftalmología pediátrica
Fig. 29.1. Chequeo en círculos infantiles 1972-1973.
Programa Nacional de Prevención
de Enfermedades Oculares en el Niño
Este programa se comenzó a aplicar en 1986 con el objetivo de conocer las causas
que con mayor frecuencia ocasionan disminución de la visión en el niño y establecer
luego las medidas de prevención, con- trol, tratamiento y rehabilitación de estas
afecciones en la población de 0 a 15 años. Los datos estadísticos con que contaba
el país anteriormente, en relación con las alteraciones oculares en los niños se
referían solo a un grupo de edades, de 0 a 6 años.
Para lograr sus objetivos, el programa se interre- laciona con otras especialidades
médicas y sus pro- gramas preventivos, como con la obstetricia y ginecología,
genética, pediatría, higiene y epidemiología, medicina general integral y otros.
La búsqueda activa de las afecciones oculares más frecuentes en hospitales maternos
se efectúa con la atención de los neonatólogos al recién nacido y la del
oftalmólogo, en todos los casos que sea necesario. Ese primer examen que se realiza
al recién nacido es de importancia capital, ya que permite tomar acciones
preventivas y curativas que en la mayoría de los casos evitan la pérdida de la
visión, total o parcial.
Entre las afecciones oculares que se observan con
relativa frecuencia se encuentran las cataratas congénitas. De gran importancia es
su diagnóstico tem- prano, con vistas al tratamiento quirúrgico que debe ser
realizado en los 3 primeros meses de la vida, pues de lo contrario, el niño podrá
desarrollar ambliopía y nistagmos.
Otras alteraciones que se pueden presentar en el recién nacido y sobre las que se
debe actuar con pron- titud son la ptosis palpebral, el glaucoma congénito, las
malformaciones palpebrales que expongan el globo ocular y la retinopatía de la
prematuridad, entre otras.
Para prevenir la ceguera en la retinopatía de la prematuridad, todo niño menor de 1
500 g al nacer o con edad gestacional de 32 semanas o menos, que haya estado
sometido a oxigenoterapia o no, son atendi- dos directamente por el oftalmólogo y
se les da segui- miento especializado. También se brinda atención a todo recién
nacido con antecedentes familiares de en- fermedad ocular, problemas durante el
embarazo, parto distócicos con sufrimiento fetal o que haya sido diag- nosticado en
el cunero con alguna alteración ocular.
Más tarde se remiten a los servicios de oftalmolo- gía pediátrica aquellos niños
que presenten trastor- nos visuales o enfermedad ocular que no fueron
Capítulo 29. Prevención en oftalmología pediátrica en Cuba 389
Realizar este examen por parte de los neonatólogos es una práctica rutinaria en los
hospitales de Cuba y en estos es donde ocurre casi el 100 % de los naci- mientos.
Este primer examen debe incluir:
– Aspecto general de ambos ojos. Tamaño y se-
mejanza de ambos bulbos oculares.
– Examen de conjuntivas, córnea, iris y pupila.
– Examen de motilidad ocular.
– Visualización de los medios transparentes (cris- talino y vítreo).
– Examen de fondo de ojo.
– Detectar o sospechar posibles defectos de re- fracción importantes.
El cuarto examen se debe realizar entre los 5 y 6 años de edad, antes de iniciar la
escuela primaria. Es importante en él la toma de la agudeza visual y el estudio de
la refracción con cicloplejía. Exámenes sucesivos de la agudeza visual en los
escolares se deben realizar cada 2 o 3 años hasta los 10 años o cada vez que
aparezca algún síntoma visual o cefa- lea pertinaz.
En conclusión, para prevenir o evitar la baja visión o
ceguera se pueden llevar a cabo las medidas siguientes:
– Reducir la prematuridad, los abortos a repeti- ción, los malos hábitos de fumar,
infecciones e ingestión de medicamentos o sustancias tóxi- cas durante el embarazo,
toxemia, entre otros.
– Control adecuado del niño de bajo peso al na-
cer, de poca edad gestacional y controlar el uso de oxígeno administrado a los
recién nacidos hipóxicos, que debe ser el mínimo requerido.
– Ofrecer consejo genético a los pacientes dé- biles de visión y ciegos, y a todo
aquel que tenga antecedentes de enfermedad ocular he- reditaria.
– Tomar medidas de contracepción y esteriliza-
ción, así como ofrecer consejo genético a las parejas que han tenido un hijo con
enfermeda- des que afectan la visión.
– Diagnóstico prenatal de aquellas enfermeda-
des generales con compromiso ocular y de las oculares ligadas al sexo.
– Ultrasonido diagnóstico durante el embarazo para prevenir síndromes que incluyan
malfor- maciones oculares.
– Despistaje en el período neonatal de errores
congénitos del metabolismo.
– Exámenes oftalmológicos periódicos que inclu- yan refracción lo antes posible.
– Registro, control y tratamiento de todos los pa- cientes con baja visión y ciegos
del país.
– Incrementar la educación de los médicos sobre genética médica y la conducta ante
los débiles visuales.
– Remitir a las embarazadas con baja visión y
ciegas a los centros de planificación familiar.
El niño sufre con frecuencia traumatismos ocula- res producto de sus constantes
juegos y afán de imita- ción; otras veces por negligencia y falta de cuidado de los
adultos. Por lo tanto, es indispensable evitar que juegue con dardos, tiraflechas,
palos, piedras, ti- jeras, cuchillos y con sustancias que puedan resultar dañinas
como ácidos y álcalis, en particular la cal y el cemento.
Otros juegos frecuentemente practicados, como
la pelota, se deben vigilar y enseñarles cómo seguir sus reglas correctas para no
provocar traumas.
Es preciso insistir en el cuidado por parte de los
padres o tutores para evitar traumatismos oculares.
Se debe realizar una labor educativa para dismi- nuir los accidentes oculares,
causa frecuente de gra- ves problemas estéticos y de baja visión en los niños y
apartarlos de situaciones y objetos peligrosos que pue- dan causarlos (Fig. 29.3).
392 Oftalmología pediátrica
Fig. 29.3. Diferentes tipos de acciones sin supervisión y juegos peligrosos que
pueden requerir tratamientos de urgencia y ocasionar daños graves en el órgano
visual.
Bibliografía
Atención temprana a niños con ceguera o deficiencia visual
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