Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Como si estuviese en un centro de autoayuda cuento, hace 45 días (lo verifiqué recién) que
escucho la misma playlist. Pero el problema, si es que se puede llamar así, es que es una
playlist con 17 canciones. Del mismo artista. Playlist que escucho en loop, una vez al día, o
una vez cada dos. Empecé teniendo mis 3 canciones favoritas, y ahora, de tanto
escucharlas. Me encantan todas. Como los residuos de una bomba, esa radioactividad que
queda en el aire.
17 canciones que son una bomba. No (solamente) porque me gusten demasiado, sino por
como se me pasa el tiempo. Entro a bañarme y pongo play, me cuelgo cantando, se me
pasa lento. Salgo y pasaron 40 minutos. Gravísimo. Pero adentro de cada canción se me
pasa rápido, siento que tendrían que durar más. Me encantaría que todas duren como
Bohemian Rhapsody de Queen. Pero que se sientan como una canción eterna de Mozart.
Que no sea solo mi percepción la que alargue.
Es una bomba porque desde afuera, todo pasa rápido, un abrir y cerrar de ojos. 300.000
kilómetros por segundo. Pero por dentro, en cámara lenta, gente que anhela con que
termine todo lo más rápido posible.
Es esa la canción que cuando alguien pone en Instagram “quiero conocer música nueva” se
me cruza por la cabeza. Es la que cuando pongo la playlist, arranco desde ahí. Cuando
estamos en plástica y ponemos canciones que nos gustan siempre pido. Es la canción que
estuve pensando mientras escribí todo esto. Es el artista. Es el álbum. Porque es un álbum
y 4 singles.
Porque estos casi dos meses es esta, pero cuando a principios del año pasado salió el
álbum de otra artista que me encanta, por poco no carbonicé las canciones de las veces
que las escuché.
Es esa canción que cuando esta por llegar a mi parte favorita siento como si estuviese
despegando un avión, ese aire en el pecho, como cuando la montaña rusa esta a punto de
arrancar. Y cuando arranca, no me puedo quedar quieta, ni aunque quiera. Cuando explota
la bomba.