Sunteți pe pagina 1din 52

Un corto Yaoi de Amelita Rae

“El castigo no es una venganza sino un modo de reducir el crimen y de

reformar al criminal” – Elizabeth Fry

2
Sobre la autora

Autora amater y pervertida profesional, Amelita Rae un día hizo el giro


equivocado en internet. Todo lo que la jovencita quería era ver vídeos de gatos
divertidos, pero entonces descubrió el BL y ese fue el fin de cualquiera
contribución que valiese la pena que pudiera haber hecho al mundo. Ahora pasa 3
la mayoría de su tiempo escribiendo historias obscenas que intenta enmarcar en
tramas disparatadas y personajes dementes, pero que no te dejes engañar por su
gente gilipollas, simplemente es todo indecencia.
Capítulo 1
Jamie se removió de pie tras el alto mostrador del banco. Estaba
separado de los clientes por una lámina de cristal claro con un agujero
en la parte de abajo a través de la cual podía deslizar billetes y ellos
podían deslizar tarjetas.

El hombre al otro lado del cristal estaba sudoroso, era sudoroso,


sucio y grosero. El cristal no hacía nada por evitar que el aliento fétido
llegara al lado de Jamie. El cajero aguantó la respiración, inclinándose
ligeramente atrás hasta que el hombre se fue y aún podía oler las
cebollas rancias que había comido para comer. Jamie quería vomitar
pero no lo hizo. Se echó atrás el cabello castaño claro y sonrió al
siguiente cliente, siempre profesional.

Desearía poder decir que le gustaba su trabajo, pero no era así. De


hecho, lo odiaba.

Era un pequeño banco en una ciudad pequeña. El trabajo era 4


tedioso y aburrido. El gerente era un imbécil condescendiente, que
mandaba en el banco como si fuera el rey y todo fuera su feudo.

Además, aunque algunos clientes eran personas muy adorables,


muchos pagaban sus problemas con él. Entendía lo duro que era, pero
no era culpa suya que no les pagaran el viernes, no era culpa suya que
tuvieran un descubierto en sus cuentas, no era culpa suya que el banco
les cobrara comisión, y no era culpa suya que tuvieran que esperar
tres días para cobrar sus cheques. Era como funcionaban las cosas.
Pero de alguna forma, los clientes enfadados querían hacerlo
responsable personalmente por todos sus problemas financieros.

La joven guapa que estaba en la cola fue al otro cajero. El estómago


de Jamie se apretó cuando la siguiente mujer tras ella avanzó de
forma agresiva a su ventanilla. Tenía un sedoso cabello rubio platino
y tocó el cristal con sus uñas acrílicas para llamar su atención,
actuando como si él fuera un pez en una pecera. Era joven, a principio
de sus treinta, pero vestida de una forma que intentaba parecer mayor.
Llevaba mucho pintalabios, delineador por fuera de sus labios para
hacer que parecieran más grandes. Podría haber sido bonita si no
fuera tan zorra. La había atendido varias veces antes y ella había sido
increíblemente maleducada y le maltrataba verbalmente cada vez.
Jamie intentó saludarla educadamente mientras ella empujaba su
tarjeta de débito por debajo de la ventanilla.

Ella le ignoró y declaró:

–Vuestro cajero está roto. No me da mi dinero. Necesito quinientos


dólares inmediatamente.

Él se giró hacia su ordenador, pasó la tarjeta y empezó a teclear la


información.

–Sí señora, sólo espere un momento mientras compruebo su


cuenta.

Jamie paró mientras miraba la cuenta con una gran cantidad al 5


descubierto. Habló suavemente: –Um, señora, parece que no tiene
suficiente dinero en la cuenta actualmente para cubrir esa cantidad.

Le pasó un impreso con el balance negativo discretamente para no


avergonzarla delante de los otros clientes. Ella miró el papel y le miró
con desdén. Su voz sonó con desdén, –Estúpido tonto. Debes haber
cometido un error. Compruébalo de nuevo.

El chico inclinó la cabeza educadamente y tecleó en el ordenador,


comprobándolo de nuevo aunque sabía muy bien que lo había
introducido todo correctamente.

Imprimió otro papel con el número de su cuenta, nombre, y el


balance en negativo y se lo pasó sin una palabra. Él la miró a través
del cristal con calma. Las cejas pintadas de ella se arrugaron y le miró
con desdén, –Tráeme al gerente, bobo incompetente.

Jamie podría haber discutido con ella pero no lo hizo; no valía la


pena. Llamó al gerente y se removió sobre sus doloridos pies de nuevo.
Todo el tiempo que la mujer estuvo esperando siguió exhalando y
haciendo ruido con las uñas en la mesa por la impaciencia, sus labios
rojos curvándose mientras resoplaba de enfado. Estaba armando
jaleo. El resto de los clientes en la cola le lanzaron miradas sucias ya
que ahora se veían obligados a esperar con el único otro cajero
trabajando.

La cola ahora se movía con el ritmo de un caracol, pero empezaba


a disminuir. Jamie miró el reloj, eran poco después de las cinco. EL
banco cerraría en cualquier momento. Casi había acabado.

El corpulento gerente finalmente llegó y en cuando él la saludó ella


le bombardeó con una descarga de insultos sobre Jamie y el banco y
como ella se iba a llevar sus negocios a otro sitio si no dejaban de
cometer errores como ese. A Jamie le habría gustado decirle que no
dejara que la puerta le golpeara en el culo al salir, pero se aguantó. Ya
había aprendido que “el cliente siempre tiene la razón”, sin importar
lo grosero u ofensivo o equivocado que sea realmente el cliente.

Suavizó sus rasgos hasta quedar como una máscara en blanco y


6
dejó que sus ojos vagaran. Se movieron a dónde siempre lo hacían
cuando Jamie tenía un momento libre; el culo del guarda de seguridad.
Estaba junto a la puerta, las piernas separadas, los brazos cruzados,
mirando la calle. La tela de su uniforme estaba apretada sobre sus
gruesos muslos y en su culo perfectamente esculpido. Mirándolo,
Jamie suspiró con anhelo. Sí, este trabajo habría sido un completo
asco si no fuera por la fantástica “vista”.

El hermoso hombre había empezado a trabajar en el banco sólo


unas pocas semanas después que Jamie, y estaba bueno; muy bueno.
Cabello negro azabache, mejillas cinceladas, hombros anchos y un
culo apretado en el cual podías hacer rebotar una moneda.

El único inconveniente era esa horrible barba espesa que rodeaba


su boca y cubría su barbilla y ocultaba sus rasgos cincelados. El pelo
facial le daba asco a Jamie, pero la forma en que el apretado uniforme
de guardia de seguridad acentuaba los duros ángulos de su poderoso
cuerpo lo compensaba de sobra.
No habían tenido mucha oportunidad de interactuar, pero Jamie
sabía que iba a haber un cambio inminente. El joven cajero tragó
mientras sus ojos lujuriosos pasaban por esos músculos de nuevo.

El guardia parecía sentir los ojos de Jamie en él y giró su cabeza


sólo para mirarlo de lado. La piel de Jamie se estremeció cuando sus
ojos se encontraron, como siempre que ocurría. El otro hombre sonrió
conscientemente a Jamie y se giró. El chico se sonrojó.

Hizo lo que pudo para devolver su atención a la mujer que todavía


7
estaba parloteando sobre que ella había tenido mil ochocientos
dólares en su cuenta la semana pasada y ¿cómo era posible que no le
quedara nada?

Jamie miró irónicamente el bolso nuevo de marca de lujo de ella y


su boca se retorció con disgusto. Todavía podía ver la etiqueta de
plástico adjunta al asa y metida con cuidado en el bolsillo exterior.
Obviamente pretendía usarlo durante un mes o dos y luego devolverlo.
Habría suciedad en la parte de abajo y manchas en el forro y obvias
señales de uso. Cuando la dependienta de la tienda intentara decirle
que no podía devolver el bolso, obviamente causaría una escena como
esta. Jamie también tenía una experiencia maravillosa trabajando en
moda.

Podía notar el problema de la rubia a una milla de distancia. Tenía


poco dinero y gustos caros, combinado con la sensación errónea de
que tiene derecho a todo.
Sin ninguna razón en particular, ella creía que era mejor que
cualquier otra persona y por lo tanto el mundo le pertenecía. Lo
demostraba pisoteando a todos en la industria de los servicios, porque
era con los únicos con los que podía.

–¿Dónde ha ido todo mi dinero? – Gritó de nuevo de forma


ofensiva.

–¿Ha comprobado el centro comercial? Apuesto a que se lo dejó


ahí.

Las palabras sarcásticas salieron de su boca antes de que Jamie


pudiera detenerlas. La mujer jadeó por el insulto y se estiró hacia el
cristal intentando abofetearlo. Él la esquivó fácilmente, esquivando
sus garras acrílicas mientras le agarraba su cabello castaño. Sus dedos
se aferraron y tiró fuerte.

Una voz amenazante rugió, –Yo no haría eso si fuera tú.


8
Ella soltó el cabello de Jamie al instante. El cañón de la pistola le
presionó la frente. Los ojos del guardia de seguridad brillaban con
furia. Eran de un cálido ámbar dorado. Jamie nunca pudo discernir el
color; a veces amarillo brillante cuando estaba feliz, otras veces
parecían casi del color del fuego, especialmente cuando estaba
enfadado. Parecía muy, muy enfadado.

Por un momento, Jamie se tensó de golpe, intentando procesar lo


que estaba viendo. ¡No se suponía que el guardia hiciera eso!

La voz del hombre era muy baja y calmada mientras hablaba,


mirando entre Jamie, el gerente y el otro cajero.

–Vosotros tres, apartaos del mostrador y levantad las manos. Id a


por el botón del pánico y os dispararé sin pensármelo dos veces, ¿Ha
quedado claro?

La mirada de Jamie se movió hacia la alarma silenciosa. Estaba a


sólo a unos treinta centímetros de distancia, justo bajo el mostrador,
pero no había forma de activarla sin que el hombre lo supiera.
El guardia de seguridad se giró hacia el resto de clientes. Sólo había
dos; otra mujer y un hombre mayor. Estaban congelados por el miedo,
observando la pistola y al hombre que la sostenía.

El hombre les habló educadamente –Necesito que vengan por aquí,


por favor.

El gerente del banco hizo un movimiento para activar la alarma


silenciosa. El guardia de seguridad empujó a la mujer delante de él a
un lado y disparó en advertencia, justo por encima de la cabeza del
hombre corpulento. Se congeló.

–Yo no haría eso si fuera tú. Sal de ahí y mantén tus manos arriba
donde pueda verlas.

Otra Beretta se deslizó de la pistolera del hombro y señaló con ella


a la sala de reuniones de la parte trasera. Jamie tragó fuerte y empezó
a moverse hacia el final de la zona de cajas. Como el otro cajero y el
gerente, mantuvo sus manos arriba y a plena vista del ladrón de
9
bancos.

Notó al pasar que se había cortado la electricidad de todos los


ordenadores. Alzó la mirada para comprobar las cámaras de
seguridad y notó que las luces rojas parpadeantes habían
desaparecido. La electricidad de esas también había sido cortada. Su
corazón latía salvajemente en su pecho.

Miró al hombre que tenía todo el poder. Las pistolas en ambas


manos siguieron de forma experta los movimientos de los rehenes
hasta que estuvieron encerrados en una de las salas traseras. La cajera
femenina miró a Jamie. Sus ojos agrandados y llenos de terror. Jamie
le palmeó el brazo, deseando poder decirle que todo iba a ir bien y que
no tenía que estar asustada, pero no podía.

EL hombre le pasó a Jamie un paquete de bridas. El chico se quedó


mirándolas en su mano por un momento.

El ladrón de bancos le gruñó, –¿A qué esperas? Átalos. A todos


menos al gerente.
Ojos verdes se encontraron con ámbar dorado mientras miraba
más allá del cañón de la nueve milímetros. Jamie tragó fuerte. Asintió
e hizo que cada persona se sentara en una silla de la mesa de
reuniones, atando sus muñecas y tobillos a los asientos de madera.
Tuvo cuidado de no apretar demasiado, pero tampoco los dejó muy
sueltos porque el ladrón de bancos podría notarlo, y la pistola estuvo
dirigida a su nuca todo el tiempo.

Cuando el resto estuvo atado, Jamie se levantó y esperó a que le


dijeran qué hacer después. El gerente estaba en la esquina, el sudor
mojando el cuello de su traje barato.

EL hombre alto de cabello oscuro volvió a guardar una pistola en


la pistolera del hombro y con la otra señaló a la rubia con diamantes
brillando en sus dedos, garganta y orejas.

–Ponlos en la bolsa –ordenó a Jamie.

Por esto, Jamie no sintió pena, ni un poco, mientras sacaba las


joyas caras de sus dedos huesudos. Ella abrió la boca para lanzarle 10
maldiciones y se encontró mirando el cañón de la pistola.

El hombre habló con burla, –Ni una palabra, zorra.

Sus delgados labios demasiado pintados se cerraron de golpe.

Se le indicó que fuera a por el gerente y el hombre se vio obligado


a quitarse el Rolex y la cadena de oro y añadirlo en el montón. Jamie
miró a la cajera, que no llevaba joyas por política del banco, al hombre
mayor con su anillo de casado y a la mujer con la cruz dorada antigua
alrededor del cuello. Tenía el diamante más diminuto que Jamie
había visto en un anillo de plata liso. Ambos eran piezas con más valor
sentimental que monetario. Jamie realmente no quería quitarle al
hombre mayor el anillo de bodas. El ladrón de bancos parecía sentirlo
y le dijo que los dejara tranquilos.

La estúpida mujer rubia realmente protestó por la injusticia del


robo. Ella se quejó, –¿Por qué ella puede quedarse con su anillo?
¿Cuán horrible podía ser una persona? Jamie apretó sus dientes
para evitar gritarle. El hombre de cabello oscuro le dijo lo que todos
pensaban,–Porque ella no es una maldita zorra.

Ella jadeó con rabia por el insulto, –¡Bueno, yo tampoco!

Él rió oscuramente, –Oh, Estoy seguro de que sí. Muchas veces.

Ella apartó la cara para apartarlo de su vista, pero el hombre alto


la agarró de la barbilla con un fuerte agarre. Jamie podía ver sus dedos
clavándose en su rostro, lo bastante fuerte para dejar marcas.

–Jodida perra. Piensas que eres mucho mejor que todos los que
están a tu alrededor, tratas a todo el mundo como basura. Dime, perra,
¿cómo ganas todo ese dinero que gastas en decoloraciones de mierda
y en tetas falsas?

Ella le miró con furia y acumuló saliva como si fuera a escupirle.


No tuvo oportunidad. Echó la mano atrás y le dio un revés. Sus
nudillos conectaron violentamente con su pómulo con un sonoro
“Crac” y su cabeza se movió violentamente de lado. La mano de él
11
agarró el pelo de ella y le alzó la cabeza para poder restregar la pistola
bajo su garganta.

Su fachada helada finalmente cayó. Su rostro se contrajo y empezó


a llorar como una niña.

Él se mofó de ella, sus dorados ojos fríos y crueles, –No tan


orgullosa ahora, ¿verdad, zorra? Así que dinos, dinos como has
ganado toda esa mierda cara, que hace que mires a todos los que te
encuentras con superioridad, lo que te hace pensar que eres mejor que
todos los demás y que puedes tratar a las otras personas como si
fueran mierda.
Ella permaneció en silencio y la mano se apretó en su pelo. Ella
hizo una mueca, y habló con voz temblorosa, –Mis novios me lo dan.

Él resopló, –¿Novios? Creo que quieres decir clientes, ¿no, puta?

Ella se negó a contestar, apretando su mandíbula con ira.

Él tiró de su cabello de nuevo, las raíces oscuras tirando de su cuero


cabelludo, y ella gritó.

–Si duermes con hombres para que te den dinero, eso te convierte
en una puta. Repite conmigo. Soy una puta.

Ella se encogió cuando él hizo un gesto de pegarle y luego habló


suavemente, –Soy… una puta.

–Más fuerte.

–Soy una puta.

Una cruel sonrisa apareció en su rostro, –Eso es cierto, perra. Sólo


una sucia puta. ¿Por qué no les enseñas a todos como te ganas el 12
dinero?

Ella le frunció el ceño y él estiró la mano y abrió la sedosa blusa de


ella, desnudándola hasta la cintura.

–Muy bonito, ¿no? –El hombre preguntó al gerente, cuyos


pequeños ojos no podían evitar centrarse en sus grandes pechos falsos.

El hombre corpulento saltó, de repente incluso más temeroso y


nervioso ahora que era el centro de atención del loco. Sólo asintió
lentamente, el resto de su cuerpo se congeló como un ciervo
iluminado por los faros de un coche.

–Ven aquí y quítale el sujetador para que podamos ver el resto de


esas tetas falsas.

El criminal con barba dio un paso detrás de la rubia y señaló al


gerente con la pistola. El hombre gordo se acercó lentamente. La
mujer le lanzaba cuchillas con los ojos, pero él estaba más asustado
del hombre con la pistola que de ella.
Desabrochó el sujetador por el cierre delantero. Quedó colgando y
él apartó las copas para que los pechos botaran libres. Estaban firmes
como piedras en su pecho y eran enormes. Se veían increíblemente
falsos, como si tuviera globos de agua demasiado llenos atornillados
a su escuálida caja torácica. Jamie podía ver las cicatrices en los
laterales y ondas en la silicona. Era grotesco.

–Tócalas.

El gerente estiró la mano vacilante y cerró sus dedos gordos sobre


las bolsas estiradas de ella y apretó un poco.

El hombre asintió, –Bueno, ¿eh?

El hombre gordo se encogió evasivo, –Están bien, supongo.

Jamie rió. Probablemente se sentían tan falsas como parecían.

El hombre arqueó una ceja y la miró, –¿Escuchaste eso, puta? Él


cree que tus caras tetas están “bien”. ¿Cuánto te costaron esos globos
de agua? 13
Los ojos de ella brillaron con ira, escupiendo la respuesta, –Cuatro
mil dólares.

–¿Cuatro mil dólares? Vaya, vaya, eso es mucho para que lo gane
una puta como tú. ¿Por qué no abres esa boca de puta tuya y le
enseñas a ese buen hombre cómo ganaste todo ese dinero?

Ambos le miraron con horror y él los miró impasiblemente antes


de acercarse para colocarse detrás de ella, presionando la pistola en la
base de su cráneo. Miró al gerente del banco, –Tienes diez segundos
para meter tu polla en su garganta hasta las pelotas, o esta fea puta
necesitará un funeral con el ataúd cerrado; ¿entiendes lo que quiero
decir, amigo?

El hombre asintió, dedos temblorosos moviéndose para bajar la


cremallera de sus pantalones. El sudor se acumulaba en su frente y
Jamie pudo verlo mojando la camisa blanca del traje. Su pene estaba
flácido y empequeñecida por su barriga gorda, pero la sacó y se la
metió en la boca en segundos.
Ella empujó su propia cabeza adelante lo mejor que pudo mientras
estaba atada a la silla, tragándosela desesperadamente hasta que su
nariz de punta presionó el vello púbico de él. Jamie hizo una mueca
de disgusto con su nariz mientras se imaginaba el olor a sudado que
probablemente llegaba a la nariz de ella en ese momento.

El hombre sonrió, –Excelente. Ahora tienes cuatro minutos para


hacer que se corra, puta. Un minuto por cada mil que estas bolsas
graciosas te costaron.

Giró un cuchillo entre sus dedos, se inclinó y le gruñó en la oreja.

–El tiempo corre, puta.

Ella tragó duro, sus ojos ampliados sobre la polla en su boca, y


entonces Jamie pudo ver que empezaba a trabajar en la polla del
gerente, chupando mientras sus mejillas pintadas se hundían y
tirando de ello con su boca. Él rápidamente se endureció y ella empezó
a tener arcadas, ahogándose con la corta largura en su boca. Ella se
14
echó atrás, con arcadas y tosiendo y luego lo intentó de nuevo, sólo
para obtener el mismo resultado.

El ladrón sacudió la cabeza con irritación, –Jodidamente patético.

Tiró el cuchillo de forma experta desde donde estaba apoyado


contra la pared y aterrizó con un ruido en la parte de atrás de la silla
de ella, la punta de la cuchilla agrietando la madera. Ella se echó para
delante en su silla mientras la punta se le pinchaba en la espalda.

–Seguramente alguien aquí puede enseñarle a ella cómo se hace.


Seguramente uno de vosotros sabe cómo chupar una polla.

Él miró sarcásticamente a la mujer que llevaba una cruz alrededor


de su cuello y al hombre mayor. –Ninguno de vosotros dos, eso seguro.

Arqueó una ceja de forma insinuante a la cajera de mediana edad y


ella se puso blanca de miedo como si se fuera a desmayar.
Finalmente, sus ojos dorados de pantera aterrizaron en el chico
castaño estratégicamente colocado en la esquina y los ojos de Jamie
se entrecerraron defensivamente. No podía ser. No se atrevería…

El hombre de cabello oscuro sonrió con satisfacción, –Ahora, esos


sí que son unos labios para chupar pollas si es que alguna vez vi unos.

Se acercó a Jamie y plantó una mano gigante en la pared junto a su


cabeza, pasando el cañón de la pistola por su suave cara. Jamie se
encogió, mirando al hombre sobre él con furiosos ojos verdes.

El criminal hizo un puchero fingiendo dolor, una expresión que era


casi absurda en sus rasgos masculinos. –Auuu, cariño, no seas así.
Bonito chico con una boca tan bonita. ¿Por qué no le muestras a la
buena señora como se hace?

Apretando sus dedos por el enfado, Jamie lentamente se arrodilló


mientras el hombre tocaba su cremallera, soltando al monstruo. Su
polla ya estaba casi dura del todo y era enorme. Salió de sus
pantalones y se bamboleó junto a la boca del chico. El hombre la 15
agarró y golpeó a Jamie en la cara, riendo.

Jamie apretó sus labios con enfado luego apartó su rostro.


Entonces el imbécil agarró su nariz y apretó. Cuando Jamie abrió su
boca para respirar, el hombre le metió su polla profundamente al
chico en la boca. Jamie se atragantó, saliva derramándose por su
barbilla, las mejillas estiradas, los labios estirados hasta casi
agrietarse, la garganta abultada. Sus ojos aguados y los cerró.

Cogiendo una profunda respiración a través de su nariz se preparó


para relajar su garganta y abrirla y dejó que el grueso miembro bajara
por su cuello. No era como si fuera la primera vez que se había tragado
una polla gorda. Ni de lejos. Bajo otras circunstancias podría incluso
haberlo disfrutado.

El hombre empujó sus caderas hacia delante con un solo


movimiento, enterrando su polla en la garganta de Jamie. El cuello
del chico se abultó y los músculos de su garganta se movieron,
trabajando y apretando la polla del hombre.
Los dedos del guardia se apretaron en el cabello de Jamie. Gimió
de placer, –Joder cariño, sí, así se hace.

Palmeó la cabeza de Jamie y luego miró a la rubia, –Te quedan dos


minutos, será mejor que te pongas a trabajar.

Jamie asumió que ella empezó a chupar frenéticamente la polla del


gerente del banco, porque pudo escuchar los gemidos del hombre
gordo haciendo eco a los gruñidos del hombre alto de ojos ambarinos,
mientras lentamente follaba el rostro de Jamie. Salió lo suficiente
para que el chico cogiera aire, una larga línea de saliva conectando la
cabeza en forma de seta con los labios de Jamie. Se tomó su tiempo
para restregar la suave punta sedosa de su polla contra el rostro de
Jamie, mojando las preciosas mejillas del cajero con presemen antes
de volver a empujar adentro y enterrándose hasta la base. Todo el
tiempo mantuvo sus manos a cada lado del rostro de Jamie, sus dedos
entrelazados con el cabello castaño del chico mientras mantenían
intenso contacto visual.
16

Los ojos verdes de Jamie brillaban húmedos mientras le miraba y


sus mejillas estaban rosas por la humillación. El tratamiento rudo le
estaba poniendo cachondo, su propia polla dura y anhelante en sus
pantalones. Jamie mantuvo una mano sobre ella esperando que el
hombre de cabello oscuro no lo notara.

Podía escuchar los gemidos del gerente creciendo en volumen y


frecuencia y supo que estaba cerca de correrse. También podía decir
que el hombre cuya polla chupaba no estaba para nada cerca.

El guardia de seguridad sonrió a Jamie y empujó hacia delante e


hizo que el chico se atragantara con su polla una vez más. Ladró al
hombre gordo, –Córrete en su cara.
Jamie asumió que hizo lo que el hombre pidió, porque escuchó a la
mujer tener arcadas. El ladrón de bancos palmeó la mejilla de Jamie
y sacó su polla, limpiándola en el rostro de Jamie. EL chico arrugó su
rostro con disgusto y el hombre se rió de él mientras se volvía a subir
la cremallera de sus ajustados pantalones negros del uniforme.

Rodeó a Jamie y la mirada del chico le siguió desde dónde seguía


arrodillado en el suelo, jadeando para recuperar el aliento. Esperaba
que el loco bastardo barbudo finalmente hubiera acabado de
humillarlos.

El gerente de la oficina se estaba colocando tembloroso de nuevo la


ropa, sus carrillos sonrojados con vergüenza. La señora con mala
leche completamente humilde. Su peinado a la moda estaba destruido,
colgando del lateral de su cabeza. Su maquillaje aplicado con cuidado
se había corrido por todo su rostro, grandes manchas de máscara
bajando bajo sus ojos y pintalabios rojo esparcido alrededor de su
boca. Su camisa colgaba abierta y sus pechos alienígenas estaban
expuestos para la sala. El golpe de gracia era el semen lechoso 17
goteando por su rostro y cuello, goteando en su pecho. Parecía
destrozada.

El hombre le palmeó la barbilla con la pistola, alzando su cabeza


para hablarle suavemente, –Cada vez que pienses que eres mejor que
alguien y quieras ser una perra sin razón, como fuiste con ese buen
chico de ahí, quiero que recuerdes este momento. Comparado con él,
eres una basura. ¿Entendido?

Su voz estaba ronca, –Entendido.

–Bien. Creo que has aprendido tu lección.


Sacó el cuchillo de la parte de atrás de su silla con facilidad, luego
lo usó para señalar a Jamie y al gerente. –Vosotros dos, traed vuestros
culos aquí.

Jamie frunció el ceño. Entendía por qué el hombre quería al


gerente pero, ¿por qué el hombre lo quería a él? ¿Por qué no le ataba
y le dejaba aquí con los otros rehenes? No tenía sentido. No era así
como se suponía que tenía que ser.

Se movió lentamente, confuso. No fue lo bastante rápido. El


hombre estiró la mano y lo agarró. Jamie gruñó cuando la parte de
atrás de su cuello fue tirada y el frío metal presionado contra sus
costillas. El metal se clavaba incómodo en su costado mientras el
hombre le empujaba hacia delante.

–Vas a venir conmigo, guapo. Mi bonito seguro.

El chico se giró para mirar al resto de rehenes. El miedo y la


sorpresa escritos en su rostro mientras era empujado hacia delante a
la puerta. EL gerente fue tratado igual. Ambos fueron llevados a la 18
cámara acorazada.

–Ábrela.

Los carrillos gordos del hombre se bambolearon mientras sacudía


la cabeza nervioso. –No tengo acceso, –mintió.

–Sí, tienes, –dijo.

–No, en serio, no tengo la combinación. Sólo el jefe la tiene. Sólo


soy el segundo, por lo que no puedo…

EL hombre de ojos dorados lo miró con calma mientras enterraba


el cañón de la brillante Beretta negra en su barriga rolliza. –Déjate de
tonterías. Abre la cámara acorazada o empiezo a disparar y arrancarte
partes del cuerpo, empezando con las que están entre tus piernas.

Y con eso, el gerente dejó de intentar proteger el dinero. De todas


formas estaba asegurado por los federales. Introdujo la combinación,
marcó el código, usó la llave alrededor de su cuello para abrir el último
cerrojo y abrió la puerta.
Cuando acabó, el guardia de seguridad convertido en ladrón le
golpeó en la nuca y cayó al suelo.

El hombre barbudo miró a Jamie y era obvio lo que quería que


hiciera. El hombre joven se arrodilló obediente y ató los tobillos y las
muñecas del hombre detrás de su espalda para que no pudiera llegar
muy lejos si se despertaba.

El ladrón dejó la puerta de la cámara acorazada abierta y empujó a


Jamie delante de él, la pistola en su espalda. Le indicó a Jamie que
fuera primero a por el efectivo, llenando las bolsas con billetes hasta
que estuvieron abultadas. Había fácilmente medio millón de dólares
en dos bolsas para cuando acabó de llenarlas.

Mientras Jamie hacía eso, el hombre de cabello oscuro fue a por las
cajas de depósito.

Este banco no era tan listo como los otros. Las cajas de depósitos
que estaban vacías se dejaban abiertas con las llaves en la cerradura.
Hacía que fuera fácil saber cuáles usar. También eran 19
extremadamente fáciles de abrir. A parte de la cerradura básica y la
llave, las viejas cajas de depósito no estaban diseñadas para mantener
a la gente alejada, para eso estaban las puertas de la cámara acorazada.

Todo lo que el ladrón necesitó era un martillo. Las aplastó con


facilidad, agarrando las joyas, collares, anillos y diamantes, barras de
oro y Rolex, colecciones de monedas raras, y cartas de béisbol, y las
metió en una tercera bolsa negra. Todo lo que tomó de las cajas de
depósito era mucho más fácil de transportar y de usar que los grandes
montones de billetes con secuencia numérica.

Cuando su bolsa estuvo llena, la cerró y la aseguró. Jamie empujó


las dos bolsas llenas de billetes hacia él y dio un paso atrás de la puerta
para permitirle salir. Pero para su sorpresa, el hombre dejó las bolsas
a un lado junto a la puerta y se giró. Miró a Jamie como si tuviera todo
el tiempo del mundo, una gran sonrisa estúpida en su rostro. Se
estaba divirtiendo. El gran bastardo loco realmente se estaba
divirtiendo.
Jamie lo miró enfadado, –¿Qué? Tienes lo que querías. ¡Cógelo y
vete!

Ojos dorados brillaron con diversión mientras miraba la forma


delgada de Jamie con lascivia. Empezó a acechar a Jamie, haciendo
retroceder al diminuto castaño contra la pared. Jamie cogió una
profunda respiración cuando le atrapó con sus fuertes brazos y se
inclinó para susurrar en su oído, –No todo lo que quería. Todavía hay
una cosa más que me ha llamado la atención. Una cosa más que voy a
tomar.

Jamie de repente sintió que se le paraba el corazón. Incluso más


desconcertante, sintió su polla hincharse en sus pantalones.

20
Capítulo 2

La mirada de Jamie se intensificó mientras se cruzaba de brazos


defensivamente sobre su diminuto pecho, –Sólo sal de aquí mientras
puedas.

El hombre grande se movió para mirar hacia el banco. Todo estaba


tranquilo y silencioso. La operación había ido exactamente como
había planeado. Los transeúntes de la calle no tenían ni idea de que
algo iba mal en el banco. Sólo parecía cerrado por el fin de semana.

Sus ojos se giraron y se acercó por el suelo para inmovilizar a Jamie


a la pared con una mano gigante plantada en medio del pecho delgado
del chico. El chico retrocedió y golpeó la pared con un pequeño golpe
seco. Jadeó y alzó la mirada a los ojos lujuriosos del otro hombre.

–He visto la forma en que me miras, guapo. Y creo que quieres esto
tanto como yo. De hecho, sé que lo quieres. 21
Jamie empujó su enorme pecho, palmeando su mano sin efecto, –
¡Estás jodidamente loco! ¡Sal de aquí!

–Todo a su tiempo. Ahora quítate la ropa.

El chico sólo le miró con la boca abierta. El hombre le cerró con


afecto la mandíbula y empujó la pistola de metal contra su suave
estómago.

–Desnúdate.

La mandíbula de Jamie se apretó mientras rechinaba, –Jódete.

El imbécil musculoso sonrió, atrayendo a Jamie a sus brazos.


Presionó sus labios juntos en un beso mientras el hombre más
pequeño intentaba alejarse desesperadamente. La barba espesa del
ladrón arañaba sus labios.
Jamie se las arregló para soltar un brazo. Lo echó para atrás y
golpeó con su puño el estómago del hombre. Su mano acabó siendo lo
único que acabó herido, porque las abdominales del guardia eran
duras como el acero.

–¡Auu! –gritó Jamie, mientras sus nudillos dolían.

El hombre más grande rió, y antes de que Jamie pudiera moverse,


lo agarró del suave cabello marrón y lo empujó de cara al suelo,
dejándole sin aliento. Se retorcieron en el suelo, rodando y luchando
hasta que finalmente el hombre grande estuvo sentado encima de su
espalda y acabó la escaramuza. Fuertes dedos apretaron su pelo y
tiraron, enviando dolor a través de su cuero cabelludo.

Desafortunadamente para Jamie, nunca llevaba el cinturón de sus


pantalones muy apretado. Prefería tenerlos sueltos alrededor de sus
caderas y el hombre se aprovechó de eso. Tiró de ellos fácilmente
hasta sus rodillas, exponiendo su culo blanco redondo para la mirada
lasciva del hombre.
22
El chico removió sus piernas, intentando patear al hombre lo mejor
que pudo, pero el hombre le quitó los zapatos y pantalones, dejándolo
desnudo de cintura para abajo, vestido sólo con una fina camisa de
vestir blanca.
Se revolvió, intentando darse la vuelta para poder luchar contra él,
pero de repente sus muñecas fueron atadas con bridas de su espalda
y unidas a sus tobillos, quedando efectivamente atado como un cerdo.
Jamie se contoneó y removió sobre su estómago, avergonzado y
humillado por su posición en el suelo, gritó y lanzó maldiciones al
gran bastardo. Todo lo que el matón hacía era reír y llenar sus manos
con las temblorosas nalgas mullidas de Jamie. Las apretó gentilmente.

–He querido hacer esto durante mucho tiempo.

Jamie hizo lo que pudo para lanzarle una mirada enfadada por
encima de su hombro, –Estás jodidamente loco; ¿arriesgarlo todo por
un disfrute breve? Lo que tienes que hacer es salir de aquí antes de
que te atrapen.

El guardia de seguridad sonrió, –Eres todo trabajo y nada de


diversión, ¿no? ¿Nadie te enseñó a tomarte un tiempo para disfrutar?

–Tu definición de “diversión” y la mía son diferentes.

–Lo dudo.
23
Sus palabras casi fueron tragadas por el grito de Jamie cuando la
gran mano del hombre le dio un azote en el culo. El fuerte gritó
retumbó a través de la sala metálica y su culo ardió por el golpe. Jamie
hizo una mueca.

El hombre rió por su fuerte reacción. Era exasperantemente


petulante, –Sé que quieres esto.

La mano del hombre más mayor de repente se deslizó entre sus


piernas y, para más humillación de Jamie, empezó a jugar con sus
partes privadas expuestas. Obligó a su polla a bajar entre sus piernas
y presionarla contra el suelo frío. Jamie se removió sobre su estómago,
con la mano atada al pie, sonrojado y caliente por la indignación de la
humillante posición.

–¡Estás jodidamente loco! ¡No me toques! –Jamie giró su cabeza y


gruñó.
La única respuesta fue los dedos del hombre ahuecando su dura
polla y se sonrojó al darse cuenta de lo obvia que era su excitación. La
voz del hombre era ahora casi de conversación mientras simplemente
acunaba el sexo de Jamie, apretando y girando su pene y pelotas
gentilmente en sus dedos callosos, –Quieres esto, ser tomado contra
tu voluntad, follado cuando no lo deseas y hacer que te guste.

Jamie estaba incrédulo ante la locura de lo que estaba pasando.

–Esto es estúpido. Tú eres estúpido. Arriesgarlo todo por un polvo


rápido. Me voy a partir la caja cuando acabes en prisión.

La voz del ladrón estaba completamente calmada mientras


lentamente giraba la punta de su dedo en el apretado ano de Jamie.

–Tu polla dice otra cosa.

–Entonces ambos sois idiotas. Sal de aquí.

–Ni de coña. Finalmente voy a tenerte donde te quería mi chico


bonito. 24
Con esas palabras, su dedo ensalivado se empujó dentro de su culo,
mientras Jamie gimoteaba e intentaba apartarse. Apretó sus dientes
para evitar el gemido de satisfacción que sintió al ser llenado de
repente y luego gritó cuando dedos talentosos se doblaron y tocaron
su interior, acariciando su lugar dulce con facilidad. Se removió como
un pez atrapado por el anzuelo, intentando escapar mientras su
cuerpo le traicionaba.

Simplemente no podía evitar responder a la firme confianza que el


hombre poderoso exudaba por cada poro.

Un segundo dedo se añadió y los ojos de Jamie se pusieron en


blanco ante la sensación del grosor y largura de los dedos que
saqueaban su ano. Empezó a meter y sacar sus dedos mientras Jamie
sólo podía retorcerse y gemir en el suelo en humillante excitación.

–Voy a follar ese encantador cuerpecito y te va a encantar.


Jamie se sonrojó e intentó esconderlo. La voz profunda del hombre
habló de nuevo, sus dedos todavía excitando su carne
inexorablemente, –Deja de sentirte culpable por las reacciones de tu
cuerpo, mi amado. Vas a disfrutar esto lo quieras o no. Me aseguraré
de ello.

Sus dedos salieron y Jamie soltó un suspiro de alivio, sólo para


encontrarlos en sus labios, almizcleños con el olor de su propio ano.
Se apartó, disgustado por la idea de chupar algo que acababa de estar
en su propio culo.

El hombre más mayor le palmeó ligeramente la mejilla. Le advirtió,


–Chúpalos bien cariño, mójalos bien o te follaré sin nada y veremos
cómo te gusta eso.

25

La idea de ser penetrado sin lubricante era aterrorizante. Acababa


de tener esa enorme polla en la boca y sabía que el hombre tenía
mucho en sus pantalones. Realmente podía hacerle daño así.

Con su estómago revuelto, Jamie abrió su boca, sólo lo suficiente


para que el hombre le metiera los dedos dentro. Se quedó quieto, sin
luchar contra la penetración oral pero sin cooperar.

La voz del matón fue más dura ahora, –No me cabrees.

Jamie ignoró a su estómago y finalmente cerró sus labios alrededor


de los dedos. Pudo saborear sus propios líquidos anales y para su
vergüenza, le disgustó y le puso cachondo a la vez. Cerró sus ojos e
hizo lo que pudo para apagar su cerebro y obedecer; mojando los
dedos con saliva, acariciándolos con su lengua y hundiendo sus
mejillas mientras chupaba.
El hombre rió desde detrás de él y sacó sus dedos de la boca de
Jamie con un sonido de chapoteo, y saliva cayendo al suelo. Azotó su
culo de nuevo y la suave piel ardió y picó, distrayendo a Jamie
mientras sus rodillas fueron alzadas y separadas. Su cuerpo estaba
dolorosamente contorsionado en sus ataduras y su espalda estaba
arqueada de forma forzosa.

Sintió la humedad de su propia saliva esparcirse por su ano e hizo


un último esfuerzo para escapar, retorciéndose y removiendo sus
caderas mientras la enorme polla se presionaba contra su pequeño
agujero.

–¡No! –Jadeó con los ojos ampliados y las fosas nasales hinchadas,
–¡No! ¡No hagas esto!

Su corazón golpeaba su pecho. No había ni de cerca suficiente


lubricante, ni de cerca.

Sordo a sus gritos, el hombre empujó profundo. Jamie gritó a


26
través de sus dientes apretados. Se sentía como si una locomotora de
vapor estuviera entrando por su recto. Se sentía imparable y enorme,
su ano ardía. Se sentía seguro de que sus entrañas se iban a desgarrar
en cualquier momento y gimió, intentando obligarse a relajar sus
músculos internos. Luchar contra la penetración sólo haría que
doliera más.

El hombre agarró a Jamie por sus estrechas caderas y empujó la


gorda cabeza de su polla dentro del cuerpo del chico, parando y
gimiendo de placer ante los músculos sedosos que luchaban contra su
entrada. Lentamente, mientras sus músculos internos se relajaban, la
sensación de quemazón empezó a convertirse en placer y Jamie gimió
de alivio.

–Ahí lo tienes cariño, sabes que lo deseas, –dijo el hombre,


murmurando con una voz profunda casi en la oreja de Jamie mientras
plantaba sus manos a cada lado de los hombros del chico y entraba
con fuerza en su diminuto cuerpo.
El pobre chico gimió mientras él se empujaba salvajemente desde
detrás, enterrando su polla en las entrañas de Jamie con cada
embestida. Su pelvis golpeaba repetidamente esas nalgas gordas con
golpes fuertes y rítmicos. Jamie dejó caer su cabeza al suelo, dejando
que su mejilla se deslizara adelante y atrás en la baldosa pulida,
dejándose zarandear de un lado al otro con cada embestida del
hombre.

Mientras el dolor intenso se desvanecía, Jamie se rindió a la


sensación y su impotencia y empezó a gemir de placer.

Hubo una victoriosa euforia en esa voz profunda cuando habló de


nuevo, –Sí cariño, te gusta eso, ¿verdad? Como ser atado y estar
indefenso, a mi merced. Te excita. Te pone cachondo, ¿no?, ¿saber
que nos podrían pillar en cualquier momento?

Jamie intentó ignorarlo, centrándose en las olas de placer que


recorrían su columna cada vez que la gruesa polla del hombre
golpeaba su próstata. Estaba cerca de correrse, violado y atado en el
suelo por un criminal común.
27
Era sucio y obsceno y tan jodidamente caliente.

El hombre se movió tras él, apoyándose en una mano y siguiendo


golpeando dentro de él con los golpes lascivos, prácticamente
empujando a Jamie en el suelo mientras su mano libre pasaba por su
frente y mejillas, luego bajó por su cuello hacia el hueco de la garganta.

Jamie sólo tuvo un momento para jadear mientras la gran mano se


envolvía fuertemente alrededor de su garganta, haciendo que respirar
fuera difícil. Gimoteó de nuevo, deseando apartarse pero sin poder;
ambos por el miedo y los dedos apretando su cuello.

Al mismo tiempo, el hombre movió sus caderas, rozando de forma


experta el lugar dulce de Jamie con la bastante fuerza para hacer que
arqueara su espalda de placer, a pesar de la restricción alrededor de
su cuello. Presemen salió de la punta de su polla. Estaba tan cerca…

El hombre se congeló, parando todos los movimientos cuando


Jamie se removió y gimió en su empalamiento.
El chico sintió su fuerte agarre en su nuca, –Quieres correrte,
¿verdad furcia?

Jamie intentó sacudir la cabeza en negación pero el agarre en su


cuello lo impidió.

–Sé que sí, y me vas a suplicar por ello, o voy a parar ahora mismo
y a dejarte así para que los polis te encuentren. Me pregunto qué
pensarán de ello; tu bonito culito desnudo, tu ano rojo abriéndose y
cerrándose como una boca hambrienta. Quizás todos se turnen dentro
antes de soltarte.

El enfado llenó el pecho de Jamie ante la humillante amenaza y


sacudió su cabeza rápidamente, no había forma de que fuera a
pedírselo, ¡no!

El hombre más mayor restregó sus caderas una vez más en la


próstata del chico y más jugos salieron de la roja polla de Jamie. Jamie
gruñó de forma terca. Necesitaba correrse. Dioses necesitaba correrse.

–Pídemelo, Jamie.
28
Finalmente jadeó, –¡P-por favor! ¡Déjame correrme!

El agarre del hombre se apretó en su cuello mientras entraba con


fuerza en él, sacándole un orgasmo, y Jamie se convulsionó en el suelo,
inmovilizado como un bicho en un tablero.

El orgasmo más fuerte que sintió nunca golpeó su pequeño cuerpo


hasta que estuvo exhausto por sus propias convulsiones.

Todo el mundo se oscureció, nada excepto el silencio y la brillante


luz blanca mientras se desmallaba, continuando retorciéndose
mientras los temblores iban parando.
Apenas estaba consciente cuando el hombre sacó su polla de su ano.

El hombre más grande se movió para arrodillarse delante de él.


Ahuecó la barbilla herida de Jamie y la alzó, presionando su polla en
la boca suelta del chico. Jamie vagamente se dio cuenta de lo que
estaba intentando hacer, pero su resistencia fue demasiado tarde y el
hombre empujó su polla profundamente dentro de la boca de Jamie.
Su garganta tuvo un espasmo y sus mejillas se abultaron mientras
luchaba contra el desgraciado.

Podía saborear lo almizclado de su culo en la polla del hombre y


sus ojos brillaron con furia mientras no tenía más opción que tragar
el semen que salía disparado en su garganta. El bruto mantuvo su
cabeza quieta hasta que chorro tras chorro entró en la garganta de
Jamie, obligándolo a chuparlo hasta que finalmente se suavizó en la
boca del chico y salió.

Jamie colapsó en el suelo, semen derramándose de su labio inferior.


Su estómago estaba mojado con su propio semen, su camisa de vestir
arruinada. Su boca sabía cómo su propio culo.
29
Nunca había querido tanto un cepillo de dientes.

El hombre se levantó, volviéndose a poner bien los pantalones y


abrochándolos. Balanceó las bolsas llenas de dinero y joyas sobre su
hombre y se quedó junto a Jamie.

La voz del ladrón de bancos era cálida ahora, y divertida. Estaba


contento y con ganas de hablar, –Bueno, supongo que no puedo
dejarte así, ¿verdad?

Jamie suspiró de alivio cuando las bridas que ataban sus muñecas
y tobillos fueron cortadas y fue capaz de estirar sus piernas
acalambradas. Sin embargo, ese alivio duró poco, cuando sus manos
fueron atadas delante de él y fue alzado y tirado sobre el ancho
hombro del hombre como un saco de patatas.

Se quedó ahí por un momento paralizado antes de empezar a


patear y gritar, su culo desnudo a plena vista mientras luchaba.
–¿Qué estás haciendo? ¡No puedes llevarme contigo! ¡¡Bájame
jodido psicópata!!

–Ni de coña, cariño. Ahora eres mío. Si me atrapan, ya me tendrán


por asalto, violación, robo a mano armada y robo de coche, podría
añadir secuestro a los cargos.

–¿Robo de coche? – Jamie jadeó dolorosamente ya que el hombro


del hombre se le clavaba en el estómago.

–Sip, cogí las llaves del bolsillo de tus pantalones.

Los ojos de Jamie se pusieron en blanco cuando escuchó el pitido


familiar de su Toyota Camry desbloqueándose y el maletero
abriéndose. Su boca se abrió en protesta pero el mundo daba vueltas
y se encontró estirado en el maletero de su coche, de cara, su culo
desnudo apuntando a la abertura. Tuvo que retorcer su cabeza para
hablar, –¡No puedes llevarme, idiota! ¡Déjame aquí!

Una ceja oscura se arqueó por su desnudez, –¿Así?


30
–Bueno, no estaría así si me hubieras dejado tranquilo, ¡estúpida
mancha de mierda!

–¿Mancha de mierda? Vaya, vaya, qué boca tienes. Creo que puedo
ocuparme de eso.

Y con eso, la corbata de Jamie fue sacada y usada como mordaza


para ahogar los gruñidos y maldiciones que salían de los labios del
chico.

–Dios, te ves tan guapo con la boca llena. Y para que el otro lado no
se sienta solo, también tengo algo para ello.

La mirada asesina de James se convirtió en terror cuando el


hombre levantó una porra negra y gruesa.

Sus ojos se ampliaron y sacudió la cabeza en negación. ¡Nononono!


Los ojos del guardia de seguridad brillaron mientras asentía.
Jamie se removió y retorció mientras el hombre usaba una mano
para abrir sus nalgas y la otra para presionar el grueso trozo de
madera en su apretado ano. Hizo una mueca cuando el hombre
escupió en su recto, facilitando la entrada. No fue fácil meterla, pero
finalmente pasó su esfínter. Jamie aulló por ser estirado y luchó
contra ello, apretando tanto como pudo. Sus entrañas lucharon contra
los músculos del matón, pero el matón ganó.

Despacio, primero unos centímetros, pero luego le penetró más y


más. El palo era más pequeño que la polla del hombre, pero estaba
frío y completamente rígido. El guardia de seguridad siguió,
empujando y tirando, cada vez metiendo más y más el palo en el
apretado canal de Jamie.

Su otra mano se estiró entre las temblorosas piernas del chico para
acosar sus pegajosos genitales.

Jamie miró obstinadamente el suelo del maletero gris carbón. La 31


áspera tela se restregaba por sus pezones. Intentó mantener sus
movimientos al mínimo mientras era violado por la porra del guardia
de seguridad.

Tan degradante como era, empezaba a sentirse realmente bien.


Gritó cuando el hombre de repente sacó el palo de su ano, dejándolo
vacío por un segundo y luego, cuando su agujero empezaba a cerrarse,
empujó fuerte de nuevo. Se metió hasta el fondo en su culo con un
rápido movimiento que le hizo gritar.

Su polla se movió al borde del orgasmo, pero su secuestrador se lo


negó.

–Vamos a dejar algo de diversión para más tarde, ¿vale? –Dijo


mientras palmeaba el culo empalado de Jamie.

La mordaza ahogó el grito de enfado de Jamie mientras las tres


bolsas negras eran tiradas junto a él y la tapa del maletero se cerraba,
dejándolo en completa oscuridad. La porra sobresalía entre sus nalgas
como una extraña bandera plantada en suelo extraño.
Escuchó al hombre rodear el coche y entrar, lo puso en marcha y
salió del aparcamiento.

Su conducción era tranquila y calmada, rápida, pero no lo


suficiente para que lo pararan. Conducía como un paseo de domingo
en lugar de como en una huida en coche del robo a un banco.

Jamie todavía no podía creer que el imbécil le hubiera dejado así,


atado en el maletero con una maldita porra en su culo. Cada golpe y
giró movía la fría madera en su culo. El chico gimió, todavía excitado,
aunque furioso. Sus manos estaban bajo su cuerpo y empezaban a
dormirse. Movió su parte delantera, intentando ponerse de lado en el
apretado espacio y acabó metiéndose más la porra en el culo mientras
se removía, pero finalmente pudo ponerse de lado.

Estaba seguro de que el hombre escuchaba el ruido del maletero


porque le escuchó poner la música más y más alta. Jamie gritó de
frustración a través de su mordaza y el hombre empezó a cantar
desentonando para acallarlo. Entrecerró sus ojos mientras movía la
brida para que la correa estuviera entre sus muñecas y usó sus labios
32
para apretarlo hasta que el plástico se le clavó dolorosamente en los
huesos. Desde ahí sólo necesitaba suficiente fuerza clavando sus
codos en sus caderas para romper la brida.

Le llevó un par de intentos, pero finalmente lo consiguió. Suspiró


de alivio, restregándose la piel dolorida de sus muñecas, y entonces se
quitó la mordaza de la boca. Sacó la porra de su culo, lentamente
sacándola del músculo dolorido hasta que su ano finalmente pudo
cerrarse.

Jamie rodó para encarar la entrada, la porra en la mano. Su ceño


arrugado, fruncido. Cuando el matón abriera el maletero se iba a
llevar una sorpresa muy grande. El joven esperó pacientemente,
adormilándose, pero sin dormirse, estirando sus músculos tanto
como pudo en el pequeño maletero para evitar acalambrarse.
Sorprendentemente, había bastante espacio, lo cual era bueno porque
el hombre condujo durante mucho, mucho tiempo. Jamie sabía que
tenían que estar lejos del pueblo.
Era difícil controlar el tiempo en la oscuridad, pero habían pasado
unas tres horas antes de que el coche redujera y girara en una
carretera de grava. Era rudo y con baches y el hombre parecía
conducir lentamente e intentaba evitar los baches, lo cual Jamie
apreció. Aunque habría apreciado más no estar metido en el maletero.

Finalmente, con un golpe, el coche llegó a una superficie plana y


paró. Obviamente habían llegado a su destino final.

Rodó sobre su espalda, presionando sus piernas contra el interior


del techo del maletero y agarró la porra en su mano sudada mientras
escuchaba al hombre salir del coche y apretar el botón para abrir el
maletero. Se abrió unos centímetros con un ruido sordo y Jamie se
mantuvo perfectamente quieto, esperando el momento perfecto.

Podía escuchar las botas del ladrón de bancos saliendo del coche y
yendo a la parte de atrás, luego una profunda voz diciendo, –¿Bueno,
cómo está mi preciosa mercancía? Estoy seguro de que estás un poco 33
frustrado, pero no te preocupes, voy a cuidarte realmente bien…

Jamie esperó a que la voz estuviera lo más cerca posible y luego


golpeó el maletero con los tobillos. La tapa subió contra la mandíbula
del hombre, enviándolo volando hacia atrás en el suelo. Jamie saltó
del maletero, porra en mano; una diminuta bola de furia medio
desnuda.

Antes de que el hombre de cabello oscuro pudiera siquiera


reaccionar o moverse para defenderse, el chico le golpeó en el lado de
la cabeza, enviando al hombre grande al suelo inconsciente. Jamie se
quedó ahí un momento por el shock, sus ojos avellana ampliados. Se
había sorprendido a sí mismo por lo bien que el plan había funcionado.

Tocó al guardia-de-seguridad-convertido-en-ladrón-de-bancos
dormido con el pie con cuidado, pero no era necesario. Estaba
inconsciente y Jamie estaba en un garaje lleno de coches de huidas y
dos bolsas llenas de dinero.
Podría haber hecho una rápida huida y dejar al hombre grande
despertar con su fracaso. Se lo merecía, pero no era lo que Jamie
deseaba. Lo que realmente deseaba era enseñarle una lección al
bastardo arrogante.

Una lenta sonrisa malvada cruzó el rostro del bonito chico. Esto iba
a ser divertido…

34
Capítulo 3
Estaba en un garaje, eso estaba claro, pero no era el típico taller.
Todos los coches estaban en diferentes estados de desmontaje.
Obviamente era un desguace clandestino.

Desmantelar los coches en piezas daba más dinero y era más difícil
de rastrear que venderlos enteros. Querían partes que fueran
necesarias y fáciles de vender, por lo que escogían los coches más
comunes para robar y desmantelar; Accords y Civics, Camrys y
Corollas. El Camry beige de 1998 de Jamie encajaba bien.

El joven también estaba rodeado de herramientas; herramientas


para desatornillar y quitar partes del coche, sopletes de acetileno para
las piezas grandes. Había cadenas y pinzas y tenazas y todo tipo de
cosas terribles, terribles.

Jamie sonrió ampliamente.

El elevador de coches más cercano estaba vacío y Jamie apretó el 35


botón para levantar la plataforma hasta arriba, dejando espacio abajo.
Era un elevador viejo, con cuatro soportes hidráulicos en lugar de dos,
lo cual era perfecto para las intenciones de Jamie.

Con un esfuerzo considerable y unas cuantas maldiciones, arrastró


al gran hombre inconsciente a través del suelo y lo centró entre los
cuatros soportes.

Empezó a romper la camisa, exponiendo su pecho y abdomen


musculoso. Jamie se lamió los labios mientras trazaba el pack de seis
bien definido hacia el camino feliz y luego le bajó los pantalones hasta
las rodillas. No llevaba ropa interior y su enorme pene flácido se
movió hacia el grueso muslo. Jamie puso los ojos en blanco y luego se
agachó para quitarle las botas, desabrochando los cordones y tirando
de ellas de una en una.

Cuando eso estuvo hecho no tuvo problemas para quitarle los


pantalones, dejando al hombre gigante desnudo en el suelo de
cemento.
Era jodidamente hermoso, como un Adonis perfectamente
esculpido. Muy caliente. Y un chupapollas engreído que realmente
necesitaba una lección de modales. Jamie era el hombre ideal para
dársela.

Jamie encontró unas correas pesadas y las cerró alrededor de las


muñecas y tobillos del hombre, atándolo individualmente a cada uno
de los cuatro postes del elevador, dejándolo estirado con los brazos y
piernas en cruz. Sus brazos estaban estirados sobre su cabeza,
dejando los sobacos peludos expuestos. Su entrepierna y los tendones
entre sus muslos también se mostraban.

36

Su polla y pelotas colgaban pesadas y enormes entre sus piernas.


Jamie se arrodilló y las sostuvo en sus manos, curioso. Su propio saco
era pequeño y suave, casi sin pelo, los testículos como uvas. Los del
otro hombre eran grandes, como ciruelas, pesado en su mano y
cubiertos de pelo oscuro. Su polla, aunque flácida era gruesa, gorda y
esponjosa. Jamie sabía lo grande que se ponía cuando se agrandaba.

Tiró una vez y lo soltó y observó cómo se balanceaba adelante y


atrás, casi hipnotizado.

Finalmente, apartó sus ojos del falo oscilante. Jamie sacudió la


cabeza y se levantó, estirando sus brazos sobre la cabeza y luego
caminando descalzo hacia su Camry. Estaba frío, todavía desnudo de
cintura para abajo y bastante hambriento.
En el asiento de atrás estaba la bolsa del gimnasio. Se quitó la
camisa de vestir sucia, luego se puso la ropa de hacer ejercicio; una
camiseta delgada sin mangas y pantalones anchos. Había una barrita
energética en el bolsillo trasero. Era vieja y rancia pero mejor que
nada. Se lo comió todo, lo bajó con algo de agua de su botella de
deporte y luego volvió al hombre para arrodillarse junto a su cabeza.

Pequeños dedos tocaron el bulto en la nuca y los ojos de Jamie se


llenaron de preocupación. Sabía que el bastardo tenía una cabeza
dura pero estuvo preocupado por haberle hecho daño de verdad hasta
que sus ojos dorados se abrieron y lo miraron como mareado.

El hermoso rostro del matón sonrió ampliamente, –Hola, precioso.

Jamie le devolvió la sonrisa, –Hola, imbécil.

El hombre grande se movió para sentarse y se dio cuenta de que


sus manos y pies estaban atados. Jamie se sentó sobre sus tobillos con
una amplia sonrisa mientras el reconocimiento hacia que se
fruncieran sus cejas y se giraba hacia Jamie con un ceño sorprendido, 37
–¿Qué estás haciendo?

Jamie se levantó con sus manos en las caderas, –Decidí que era el
momento de devolvértela.

Grandes músculos se estiraron y tensaron, tirando sin éxito de las


correas que lo mantenían atado y estirado como un banquete de
acción de gracias mientras maldecía. Jamie agarró su propia camiseta
sucia y la arrugó en un puñado que metió en la boca del hombre y la
ató apretado tras su cabeza.

–Creo que eso ha sido suficiente. Has tenido mucho tiempo para
hablar. Ahora me toca a mí.

El guapo chico castaño se movió a su alrededor, caminando


delicadamente sobre las extremidades musculosas hasta que estuvo
entre las piernas del hombre. Jamie bajó la mirada contemplativo a
los genitales desprotegidos. Su polla y pelotas eran tan
impresionantemente grandes que era casi cómico.
Se arrodilló y empezó a girar y masajear esa tremenda polla en sus
suaves manitas. Escupió lascivamente en sus palmas para que se
deslizara más suavemente por la carne.

Se endureció rápidamente y se hinchó, grueso y venoso. Entonces


Jamie agarró la brida del paquete tirado en el maletero. Ojos dorados
lo miraron como diciendo “Ni lo pienses”. Jamie sonrió travieso.
Seguramente no sería el anillo de pene más seguro, pero realmente no
le importaba.

La apretó ajustada alrededor de la base de su descomunal pene con


el cierre, apretando la base para que nada de sangre pudiera entrar o
salir.

La polla del ladrón de bancos parecía dolorosamente gorda y llena


de sangre, pero estaba atada, como una salchichita. Roja, enfadada y
llorando por atención como un bebé con una pataleta. Jamie decidió
darle eso y la palmeó fuerte con su palma como si estuviera
palmeando a un niño malo. Se balanceó y golpeó la cadera del hombre
y volvió a ponerse recta, como una de esos divertidos sacos a los que
38
daba golpes cuando era pequeño.

Jamie sonrió y luego golpeó su polla de nuevo, echando su brazo


atrás, y dándole del revés, y golpeándola hacia delante de nuevo.

Le gustaba el efecto péndulo, la forma en que podía cambiar el


balanceo, golpeando el lugar adecuado, mientras volvía a su mano por
lo que podía usar eso para doblar la fuerza del golpe. Después de cada
golpe, volvía volando como si deseara más maltrato. Por lo que James
la golpeó, una y otra y otra vez, alternando golpes con la palma abierta,
del revés con sus nudillos y puñetazos ocasionales. Maltrató la polla
del hombre con el mismo deleite que el otro hombre le había
maltratado a él y a los otros rehenes.

El hombre estaba gruñendo y retorciendo las caderas pero Jamie


no estaba seguro de si era de dolor o placer. EL bastardo pervertido
probablemente lo disfrutaba. Decidió darle algo serio por lo que gemir.
Con un último puñetazo fuerte a la polla, bajó su mano fuerte contra
su saco desprotegido.
El hombre hizo un sonido como un grito ahogado, cada músculo de
su cuerpo contrayéndose como si intentara acurrucarse en una bola
pero no pudiera. Fascinado, Jamie observó cómo los grandes
músculos de sus muslos y bíceps se abultaban y tiraban de las correas
que lo mantenían atado.

El pequeño sádico se acarició su propia polla, que se endurecía


rápidamente, mientras esperaba que el hombre grande se recuperara
y luego les volvió a dar un revés a sus bolas. Su grito de dolor fue casi
39
bestial. Todo su cuerpo luchando contra el dolor que salía de su
entrepierna.

Jamie había sido golpeado en las pelotas antes y sabía cómo era de
intenso el dolor, acalambrado bajo el abdomen, casi nauseabundo,
haciendo que quisieras acurrucarte en una bola y abrazarte hasta que
pasaba, nada de lo que el hombre grande podía hacer en ese momento.
Todo lo que podía hacer era tirar de sus muñecas y esperar más dolor.
Jamie casi sentía pena por él. Casi.

Recogió esos pesados testículos en sus manos, girándolos y


apretándolos con la suficiente fuerza para ser amenazante. –Has sido
muy, muy malo y creo que mereces ser castigado. No está bien atar a
las personas y hacerles cosas sin su permiso. Como esto, por ejemplo.
–Jamie palmeó sus pelotas gordas con un golpe gentil y él gimió sin
poder hacer nada, empalmado.

–Voy a castigar a tu sucio saco y esa sucia polla tuya hasta que te
disculpes como el niñito muy, muy apenado que vas a ser.
Era casi absurdo llamar al gigante peludo y musculoso que tenía
atado y amordazado a sus pies “niñito” pero era bastante divertido ver
la sorpresa e indignación en su hermoso rostro amordazado.

Con una sonrisa, Jamie se inclinó y empezó a chupar esa gorda


polla roja, subiendo su lengua por el eje lascivamente y doblándola en
su caliente boca húmeda, derramando saliva por encima. Todo el
tiempo que estuvo dándole placer, también estuvo pellizcando su
perineo cruelmente con sus uñas y palmeando la parte interna de sus
peludos muslos. De vez en cuando mordía el tendón delicado en su
entrepierna, clavando sus dientes dolorosamente.

El hombre grande estaba inundado de dolor y placer. Hacía ruidos


extraños bestiales, sus movimientos erráticos mientras alternaba tirar
y retorcerse. Parecía como si no pudiera decidirse sobre si quería más
o quería soltarse, aunque soltarse no era una opción. A pesar de lo
fuerte que era, las correas no iban a irse a ninguna parte. Todo lo que
podía hacer era someterse sin poder hacer nada a los caprichos de
Jamie; crueles y amables. 40
La propia polla de Jamie dolía por la necesidad y decidió hacer algo
al respecto. Después de todo, el hombre le había usado para su placer
en la cámara acorazada.

Devolvérsela era justo.

Apretó sus bolas una última vez y la respiración del hombre salió
en una exhalación apresurada, y entonces, mientras no lo esperaba,
Jamie mordió la cabeza de su polla justo bajo la cabeza, pellizcando
cruelmente el lugar increíblemente sensible con sus dientes y
disfrutando del ahogado grito de dolor. Retorció la piel, dejando un
morado y luego se apartó, soltando los genitales del hombre.

Jamie sonrió travieso ante la mirada agria en su hermoso rostro y


se movió para levantarse. Se quitó los pantalones, el calor floreciendo
en su pecho por la forma en que esos ojos dorados lujuriosos se
enfocaron en sus partes privadas rosas balanceándose entre sus
piernas.

–¿Quieres que folle esa gran polla dura tuya?


El matón asintió con ganas detrás de la mordaza y Jamie le sonrió,

–Bien entonces, vas a tener que ganártelo usando bien esa lengua
sucia que tienes.

Se agachó para quitar la mordaza improvisada de los labios del otro


hombre y luego paró, mirándolo severamente. –Ni una palabra o
vuelvo a usar tus pelotas como saco de golpear, ¿entendido?

El criminal asintió y Jamie sacó la mordaza. Apenas le dio tiempo


de respirar antes de montar su cabeza y agacharse, presionando sus
nalgas sobre la nariz y boca del hombre.

Miró atrás frívolamente sobre su hombro delicado, –Y para que


quede claro, no me importa una mierda si puedes respirar o no. Ahora
ponte a ello.

Moviéndose tanto como pudo, el hombre subió su rostro arriba en


las nalgas rellenas de Jamie, sacudiendo la cabeza, como restregando
su rostro entre las nalgas, la áspera barba rozando la piel suave.
41
Jamie jadeó echó la cabeza atrás en éxtasis cuando la caliente
lengua mojada empezó a moverse contra su agujero, entrando y
rodeando el borde. Presionó su culo hacia abajo contra el rostro del
hombre, restregándose por más.

Los labios moviéndose contra su ano eran talentosos, presionando


besos y lamiendo de forma insistente. Se sentía como si el hombre se
estuviera enrollando con su agujero, y esa idea sola era suficiente para
poner a Jamie lo bastante duro para que saliera presemen.

Jamie continuó restregándose contra el músculo húmedo y cálido


de su fuerte lengua, sus caderas moviéndose atrás y adelante como si
montara su cara. De vez en cuando se alzaba lo suficiente para que el
hombre debajo de él pudiera coger aire antes de volver a bajar su culo.
El poder que tenía sobre él, de incluso controlar su respiración, era un
subidón. Su ano estaba ahora estirado y lo bastante relajado para que
el agujero se abriera y el hombre comiéndole el culo se aprovechó,
empujando su lengua profundo dentro y moviéndola hasta que Jamie
empezó a retorcerse.
Entonces sacó su lengua, la volvió a meter, fuera, dentro, fuera,
follándolo con ella. Jamie jadeó y sus caderas empezaron a removerse
con el movimiento, empujando fuerte atrás contra esa boca
pecaminosa.

–Oh, dios, –gimió, un poco estrangulado, porque joder, era bueno


en esto, y entonces de repente gritó de sorpresa cuando sintió dientes
mordiendo su agujero. Jamie se echó para adelante y le lanzó una
mirada de advertencia, –Con cuidado, amigo, todavía me siento con
algo de ganas de dar puñetazos.

El hombre se disculpó lamiendo, acariciando su perineo y la grieta


de su culo haciendo que Jamie gimiera y luego jadeara cuando se
centró en su agujero y empezó a chupar vorazmente. El acto era tan
sucio y asqueroso, su ano acababa de ser follado hacía pocas horas y
no se había limpiado desde la noche anterior. A Jamie no le importaba
una mierda. Si había alguien que mereciera saborear un poco de olor
a culo, era este bastardo pervertido loco, chupando su agujero
42
vorazmente como si intentara sacar crema de un bollo.

–Oh, ¡joder! – Gimió Jamie, su voz temblorosa mientras empezaba


a acercarse, empujando su culo contra esa boca, aplastando la nuca
del hombre contra el suelo de cemento.

Con más autocontrol del que pensaba que tenía, se echó para
delante, rompiendo el sello que su culo había hecho con los labios del
hombre con un sonido indecente y se levantó tembloroso.

Se giró y montó las caderas del hombre, plantando sus pies


separados a cada lado de su cuerpo mientras lentamente bajaba sobre
la polla del hombre atada. Estaba morada y más larga de lo que Jamie
había visto nunca antes. Parecía doloroso.

Capturó la mirada del hombre mientras bajaba sobre ella, tomando


el enorme grosos sin parar, sólo un deslizamiento suave y húmedo en
el apretado calor de su recto hasta que sus nalgas estuvieron
descansando sobre los huesos pélvicos de él.
El hombre echó la cabeza atrás. Sus ojos cerrados y su nariz alzada,
sus manos atadas sobre su cabeza. El color subía en sus mejillas, sus
ojos vidriados y su sonrisa dichosa. Estaba disfrutando demasiado.

Jamie se inclinó y le dio una bofetada.

–¡Hey! Esto es un castigo, ¡Cabrón!

Su hermoso rostro sonrió, –Para nada se siente como uno.

Jamie sonrió de forma sádica pero no dijo nada. Sólo acababan de


empezar. Empezó a subir y bajar sus caderas, su ano apretándose la
carne dura hasta que alcanzó la punta. Entonces empujó su culo abajo,
penetrándose rudamente, golpeando sus entrañas con esa polla gorda.
Lo hizo una y otra vez, subiendo y bajando rítmicamente, moviendo
sus caderas y apretando su agujero para sacar un orgasmo del cuerpo
del otro hombre.

Podía sentir los músculos debajo de él apretándose mientras el


placer del hombre crecía. Jamie controló su respiración, sofocando su
propio orgasmo que estaba empezando en sus testículos, y removió
43
sus caderas, restregándose hasta que el otro hombre gritó, sus caderas
removiéndose mientras rápidamente se acercaba al orgasmo, en ese
punto, Jamie paró.

Se sentó quieto, sonriendo mientras la decepción pasaba por el


rostro del hombre y miraba a Jamie incrédulo.

Jamie arqueó una ceja, –Castigo, ¿recuerdas?

Él echó la cabeza atrás en un gemido de dolor, –Joder…

Jamie esperó hasta que su propio temblor paró y la respiración del


hombre se calmó y luego empezó de nuevo, follándolo duro y rápido,
dejando que el placer se reuniera en la parte inferior excitando al
hombre debajo de él igual que el agujerito que se estaba follando su
polla como una puta.

Una y otra vez, le llevó al borde del orgasmo, y entonces, justo


cuando podía ver ese cuerpo poderoso y grande tensarse y estar cerca
del orgasmo, paraba.
Durante unas dos horas, Jamie se corrió muchas veces
satisfactoriamente, usando esa gorda polla como un juguete para su
propio placer. Disparó chorros de su semen sobre el rostro del hombre,
su cuello y pecho, mojando sus hermosos rasgos con el fluido viscoso,
degradándolo igual que el matón lo había degradado a él.

El hombre, atado y estirado bajo él, casi se corrió siete veces, sólo
para serle negado cuando más lo necesitaba. Sus pelotas estaban casi
moradas ahora.

Jamie estaba tembloroso y exhausto, cansado pero disfrutando de 44


la desesperación del hombre debajo de él. Cada vez que Jamie paraba,
el hombre le maldecía violentamente, removiéndose y empujando e
intentando soltarse y entonces Jamie simplemente salía, daba un
paseo tranquilo alrededor del garaje, conseguía algo de agua, estiraba
sus piernas y luego empezaba el tormento de nuevo.

Probablemente sólo necesitaba dos minutos para tener al hombre


al borde de nuevo. Puede que ni siquiera eso. Una embestida en el
ángulo correcto, una caricia a su polla, un fuerte tirón de sus pezones,
y volvía a estar ahí de nuevo. Sus ojos dorados brillaban de furia,
salvajes con frustración. Jamie rió, burlándose de él, –¿Todavía no se
siente como un castigo, bastardo? ¿Preparado para decir que lo
sientes?

–Joder, lo siento. Realmente lo siento. Nunca lo haré de nuevo, lo


prometo.
Jamie cogió un par de alicates, –¿Qué no volverás a hacer? –
Preguntó con cuidado mientras se movía para arrodillarse entre los
musculosos muslos del hombre y cortó la brida que apretaba la base
de su polla.

Su profunda voz estaba ronca y espesa por la necesidad, –Follarte


contra tu voluntad, atarte, menospreciarte, hacer que me chupes la
polla.

Las cejas de Jamie se alzaron en sorpresa, –¿Es por eso por lo que
crees que te estoy castigando?

El bastardo alzó la mirada hacia él en confusión y el enfado llenó el


corazón del chico. Se inclinó y tiró de su barba, pasando su dedo por
debajo hasta que encontró el borde, alzándolo para poder cogerlo bien.
El hombre se tensó en anticipación y entonces Jamie tiró rudamente.
La barba falsa salió con un fuerte ruido como depilando la piel y la
carne de debajo estaba rosa y desnudo. Tiró la barba falsa al suelo con 45
una palmada.

–¡Por el amor de dios, Vince! No estoy cabreado por lo que hiciste.


En realidad lo disfruté. ¡Estoy cabreado por el cuándo lo hiciste!
Estábamos en mitad de un trabajo y empezaste a actuar por tu cuenta!

Vince protestó, –Teníamos mucho tiempo. Tu programación era


perfecta, los teléfonos estaban desviados, los ordenadores apagados,
las cámaras en bucle. ¡Estaba bien! Tu plan fue perfecto, como
siempre. El chico se pasó los dedos por su cabello castaño en
frustración y empezó a golpear su puño con la mano para enfatizar
sus palabras.

–¡No estaba bien! Mis planes son perfectos por una razón, porque
tú y yo nos ceñimos a ellos. Cada minuto de tiempo está estrictamente
planeado, ¡porque las cosas no siempre van según el plan cuando
tratas con otras personas! Las personas son la variable impredecible.
Y para que conste, empezaste el robo veinte minutos antes; el banco
ni siquiera estaba cerrado, ¡todavía había clientes! ¿En qué demonios
estabas pensando?
–Esa jodida puta rubia necesitaba una lección de modales. Cada
vez que entraba, ¿la forma en que te hablaba? Insultando y
despreciándote una y otra y otra vez. No podía soportarlo.

Jamie le gritó. –¿Y? ¿A quién le importa? Cinco minutos más tarde


habría estado en la puerta y fuera de nuestras vidas, pero no, tenían
que entrar con el arma, intentando enseñarlo algún tipo de “lección”.
Esa escena que montaste en la sala de reuniones te costó ocho
minutos; ¿la mierda en la cámara acorazada? ¡Otros quince! Cada
minuto que gastas incremente la probabilidad de ser atrapado en un
2% ¡y tu malgastaste casi treinta minutos sólo para correrte!¡Podría
haberte matado por ello!

Los dedos desnudos de sus pies presionaron las pelotas del otro
hombre amenazadoramente, presionando con el tercio anterior del
pie.

Su voz tenía un siniestro centelleo bajo. –Ya deberías saberlo,


Vince. Te entrené mejor. Dentro y fuera, rápido y limpio, esa es la
forma en que hacemos las cosas.
46
La voz de Vince fue más aguda de lo normal cuando Jamie
incrementó la presión en sus pelotas, lentamente chafándolas debajo
de su pie.

El hombre grande suplicó, –Lo siento, cariño. Sabía que sería el


último por un tiempo y quería que fuera especial. Y la otra noche
estuviste diciendo que querías dar vidilla a las cosas.

Ojos verdes se pusieron en blanco. –¡En el dormitorio, idiota! ¡No


en mitad de un jodido robo de banco!

Jamie podía verle deshincharse un poco ante la regañina y Jamie


suspiró. El enfado finalmente lo abandonó de golpe.

Se sentó en los abdominales duros como rocas del otro hombre y


se movió para acariciar su mejilla, –Vince, ¿Qué pasa si te hubieran
cogido? ¿Dónde estaríamos entonces?

Sonrió con confianza, –Tú me sacarías.


Jamie apretó sus dientes en frustración ante la fe ciega que el
hombre más mayor tenía en él. Siempre había sido así. Siempre.

En la escuela, Vince había sido grande y fuerte y guapo, pero no


había sido muy inteligente. Era confiado y le gustaba complacer y eso
le metió en todo tipo de problemas. Jamie era justo lo contrario; era
diminuto y bonito, con un rostro de ángel que nadie se tomaba en
serio. La verdad era que era listo e ingenioso, un genio con un CI de
180 que se había saltado varios cursos, mientras Vince había
suspendido algunos. Esto resultó en que el Jamie de doce años había
acabado en la misma clase que el Vince de dieciséis. Jamie
rápidamente vio las ventajas de que formaran equipo juntos. Vince
tenía el tipo de rostro y músculo que hacía que la gente de inmediato
le respetara, y Jamie tenía el cerebro para respaldar ese respeto.
Juntos, irían mucho más lejos que solos.

Era un buen acuerdo, aunque en algún momento del camino Jamie


se había enamorado perdidamente del gran idiota. Vince le había
amado desde el momento en que el niño pequeño había ido 47
directamente hacia un grupo de chicos que había estado acosando a
Vince, les dijo que se fueran y luego cogió la mano de Vince e informó
al enorme adolescente de que ahora le pertenecía y que lo protegería.
Jamie era el diminuto héroe de Vince y el hombre más mayor nunca
dejaba de esforzarse por complacerle.

Jamie suspiró y cedió. Obviamente esta vez Vince también había


estado intentando complacerle. Habían estado hablando sobre
intentar alguna cosa poco convencional en el dormitorio, atarse y
fingir violación. Vince obviamente había acabado con la idea de
follarle en mitad de un robo porque pensaba que le excitaría. Jamie
era un poco adicto a la adrenalina. Y HABÍA disfrutado de ello. No
podía negar que el sexo en la cámara acorazada había sido un gran
subidón.

Vince le miró seriamente, –Era nuestro último trabajo juntos.


Quería que fuera memorable.

El chico puso los ojos en blanco. –Oh, fue “memorable”. ¿Tenías


que encerrarme en el maletero?
El hombre grande insistió. –No quería que parecieras un cómplice.

–¿Y la porra?

Vince se encogió pero al final tuvo la decencia de sonrojarse, –


¿Pensé que sería divertido?

Jamie estalló en risas y soltó las correas. Vince se sentó,


restregándose las muñecas y luego se movió para envolver al chico
más pequeño en un abrazo. Jamie dejó que lo abrazara por un minuto
antes de mascullar en su cuello, –No quiero que vayas a prisión. Eres
demasiado guapo par la cárcel.

Vince rió. –Tú eres el guapo en esta colaboración, yo soy sólo la


fuerza.

–Tú eres el músculo, yo soy el cerebro y si alguna vez la cagas en


un trabajo de nuevo voy a castrarte con mis dientes. ¿Entendido?

–Entendido, jefe, –asintió y luego intentó besar a Jamie en los


labios. 48
Jamie esquivó su rostro con una mirada de disgusto. Merodeando
con toda su gloria desnuda y musculosa hacia el baño del garaje.

Jamie le gritó enfadado. –Y si vuelves a meterme la polla en la boca


justo después de que haya estado en mi culo, ¡juro por dios que te
ataré y me cagaré en tu cara!

El hombre grande contestó bromista, –¡Cariño fetichista!

Jamie sacudió la cabeza. El bastardo pervertido probablemente


disfrutaría esa mierda enferma. El chico se levantó del suelo y fue
descalzo hacia el baño tras él, dónde, por suerte, había una botella de
enjuague bucal en el baño. Jamie miró el espejo desde detrás de los
brazos de Vince y con cuidado se quitó las lentillas verdes de los ojos,
revelando su color natural, azul claro.

–Echo de menos tu cabello rubio, –Vince se lamentó después de


escupir el Listerine en el lavamanos.
Jamie se empujó delante de él para examinar su raíz más de cerca.
Las raíces rubio plateado estaban empezando a crecer bajo el marrón
pero pasaría mucho tiempo hasta que su color natural volviera a
crecer. Se encogió, –Me lo decoloraré, al menos hasta que crezca.

Vince se movió detrás de él, presionando su erección en la espalda


de Jamie y dejando que sus manos subieran por la camiseta del chico,
jugando con sus pezones rosas. Sus manos eran enormes. Todo en su
novio era enorme.

49
Suspiró y se echó atrás, su cabeza encajando perfectamente bajo la
barbilla de Vince. Examinó a su amante en el espejo. El hombre más
grande tenía morados en su frente, su rostro estaba rojo y ligeramente
hinchado donde le había abofeteado y Jamie sabía que su polla y
pelotas tenían que estar matándolo. Se sentía mal por él. Casi.
Todavía estaba un poco enfadado por la porra. Y por ser metido en el
maletero como una maleta.

Miró distraídamente el perfil del hermoso hombre mientras esas


manos grandes se movían sobre su suave piel y notó la forma en que
su sedoso cabello negro caía sobre su ceño. Jamie se giró en su abrazo
y lo apartó de su frente, notando la forma en que cambiaba su rostro
por completo.

–Creo que deberías llevar tu cabello hacia atrás a partir de ahora.

–¿Sí? –Preguntó distraído, mirando los labios de Jamie.


–Sí. –Confirmó Jamie. –Y cuando lleguemos a Tokio, no más
pantalones mugrientos ni camisetas de bandas de rock. Van a ser
trajes Armani a medida para ti todo el tiempo. Vas a verte
jodidamente caliente.

El puchero de Vince por la pérdida de sus queridas camisetas


destrozadas se convirtió en una sonrisa de esperanza, –¿Sí?

Asintió afirmativamente. Si iba a convertir a Vinny en un señor del


crimen ayudaría si lo parecía. Jamie pasó sus brazos alrededor del
cuello musculoso del hombre. Le sonrió.

Casi una docena de robos a bancos más tarde, eran más que ricos,
pero esas ganancias habían sido increíblemente difíciles de
transportar y de convertir en efectivo que se pudiera usar.

Durante los años, Jamie y Vince se habían vuelto muy, muy


familiares y cómodos con las diferentes formas de lavado de dinero
robado y el proceso de hacerlo por lo que se habían dado cuenta de
50
que había una oportunidad increíble ante ellos.

Iban a ir a Japón, la capital mundial del lavado de dinero, donde


las leyes prácticamente lo incentivaban y las cabezas de las
organizaciones criminales eran todos bien respetados como
corredores de bolsa. Vince iba a ser el señor del crimen más poderoso
de todos ellos; Jamie se iba a asegurar de ello.

Nadie se tomaría en serio a un pequeño rubio bonito de ojos azules,


pero la presencia intimidante de Vince dominaba cada ojo en la sala.
Vince era un actor con talento que podía fingir la parte que quisiera.
Ese rostro hermoso y fuerte iba a ser la cara de su organización, y ya
que tenía poco interés en las operaciones diarias de tales
organizaciones, Jamie sería el cerebro tras ello.

El joven había estado planeándolo durante años y ahora finalmente


tenían suficiente dinero para poner en acción sus planes. Estarían en
un avión en dirección al oeste mañana por la mañana.
Jamie sonrió ampliamente, –Para cuando acabe contigo, cada
chico malo en Asia va a conocer el nombre de Vince Reynolds y a
temerlo. Todos se van a asustar ante ti, ¿y tú? No te inclinarás ante
ningún hombre.

Vince ahuecó el pequeño rostro de Jamie en sus grandes manos y


besó su frente, luego su mejilla antes de murmurar en su cuello, –Oh,
creo que siempre va a haber un demonio de ojos azules que podrá
hacerme arrodillar.

Una sonrisa traviesa cruzó un rostro angelical, –Y no lo olvides.

FIN

51
CRÉDITOS

52

S-ar putea să vă placă și