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No hay que dejar pasar por alto que este trabajo fue, inicialmente, la tesis doctoral de Lisa
Block de Behar, presentada en París, Francia, a la École des Hautes Études en Sciences
Sociales, bajo la dirección de, nada más y nada menos, que Gerard Genette, figura clave del
movimiento estructuralista (que se suma a nombres como Barthes o Levi-Strauss), y
fundador de la denominada narratología. Es muy importante su aporte a la teoría de la
intertextualidad. Sus libros, Figuras III y Palimpsesto son verdaderos hitos y textos ya
considerados clásicos en el panorama de la teoría y crítica literarias del siglo XX. ¿Cómo va
a funcionar esta relación de carácter mucho más textual en la consideración de
la lectura como tema? ¿Cómo se va a entender la lectura? ¿Poéticamente?
¿Socialmente? ¿A la luz de la recepción? Habrá que ver
Se trata de aplicar esta disciplina (¿en sus dos sentidos?) al silencio verbal: “objeto tácito
considerado también en sentido propio, porque aparece restringido sólo a la ausencia
fonética, forma parcial de la ausencia sonora” (11). Precisando, Lisa alude que se refiere al
silencio de la lectura: “suspensión de la voz por una palabra que no se articula, que no se dice
pero que está presente” (11).
Es esta “fórmula antitética”, en apariencia contradictoria, justamente esto, una fórmula que
se adhiere a una larga tradición, explica Lisa, de la redacción paratextual de los títulos. Estos
títulos, “sin constituir el texto mismo, lo introducen sinópticamente” (11). ¿A cuál
tradición se refiere esta inscripción? Seguramente NO a la latinoamericana.
tal vez la (di-)solución antitética que aparece en los títulos pueda entenderse
también como índice de una confusión incoativa, previa y catafórica,
inherente a las tentativas anticipatorias a toda elaboración, algo así como el
chaosmos de Joyce, designación de la unidad (polisemia original de uno que vale
tanto como unidad, propiamente singular, tanto como iniciación, el origen), a
partir de la cual se intentan las primeras distinciones, un orden, los pasos iniciales
hacia la creación y el conocimiento (12).
¿Está hablando Lisa Block de Behar de una suerte de prejuicio en la creación que estos títulos
pueden acarrear? Es decir, ¿una suerte de movimiento pre-creativo de la antítesis, que
condicionaría la elaboración del texto final? Esto parece que entiendo. Esta (di-)solución
antitética parecería operar como una designación de unidad: uno que es unidad e
iniciación, origen¸y que es génesis de un orden, de un marco, de unos pasos iniciales en la
creación y en el conocimiento (comentario a la cita).
Lisa Block de Behar es incisiva con el asunto al final de este primer apartado: “los términos
del título cuentan en su significado propio y corresponde mantener una oposición que no
debe resolverse” (12).
Se aleja de una posible tentación paradojal, que reconciliaría los conceptos opuestos y los
pondría a coexistir. Remata con una frase contundente: “Sobre todo, y es necesario advertirlo
explícitamente: el silencio no se entiende como ‘ese-silencio-que-vale-más-que-mil-
palabras’”.
………………..
Hay que descartar, de entrada (el texto de Block de Behar parece un texto de teología
negativa), la idea de un “silencio elocuente”, que terminaría por conciliar los opuestos
que se desean mantener.
Sin embargo, la autora señala el punto crucial del silencio vs. la palabra en la cultura
contemporánea.
Describe un movimiento en dos sentidos, que consiste en, por un lado, hacer un uso
excesivo de la palabra, sea oral o escrita, debilitando su peso en la civilización de los
medios masivos: “se usa tanto y al mismo tiempo se desconfía tanto de su uso” (13),
mientras que, por el otro, este movimiento le da al silencio, entonces, una suerte de
apreciación colectiva que, en términos literarios, citando a Genette, tiene su inicio en
Flaubert y “aparece como la tendencia más marcada de la preocupación literaria actual”
(13-14).
Sin embargo, señala Block de Behar: “la modernidad (…) no se restringe solamente a
una austeridad emotiva, más bien constituye una propiedad inherente al texto, y es en
ese sentido que nos interesa: una sobriedad que anticipa otras abstinencias textuales”
(14). Esta modernidad (o contemporaneidad, mejor), se distingue, pues, por el horror
pleni (horror a la completud), en oposición por el ya bien conocido horror vacui (horror
al vacío) del barroco contrareformista.
También señala la idea de Borges, sobre un sistema de citas, que vendría siendo todo el
lenguaje. Toma acá relación con la idea de Genette del “palimpsesto”. Apunta que
tomará esta repetición textual como parte constitutiva de la mecánica de lectura: “esa
acción literaria que apenas se mantiene en una difícil posición de equilibrio, suspendida
entre la cita y la reticencia, la repetición y el silencio” (16).
Hay también, sumado a esta aversión a los estereotipos del lenguaje, una “desconfianza
hacia todo tipo de pronunciamiento”. Se desconfía, sistemáticamente, de la inflación
natural del discurso.
Hay un recelo doble: a) hacia la inutilidad del decir, y b) hacia los riesgos que corre
quien renuncia a hablar.
Retoma, como mención, la paradoja que sustenta una desconfianza en el lenguaje, poder
construir enunciados tipo: “yo miento”. ¿Cuál es entonces la disyuntiva entre hacer y
decir? Apoyándose en Sartre y refiriéndose a Rimabud, la deserción y el silencio, como
protesta ante el lenguaje que articula mentiras y que poco o nada me da de verdad, es un
acto de resistencia, y, por tanto, de habla.
Sin embargo, Block de Behar le hace una salvedad a este silencio, pues establece la
relación no decir=no hacer. Claro, no es que lo crea, pero lo está describiendo.
Sin embargo, callar puede comunicar, es cierto; y en esto se ciñe a la idea de Saussure:
“la lengua puede contentarse con la oposición del algo con nada”. Es decir, el silencio es
una posibilidad, pero, como se ve, es necesario un contexto para ello. La previsibilidad
de la manifestación silenciosa, es decir, el contexto enunciativo, incluso performativo, es
necesario para significar; pues el lenguaje, como sistema; funcionaría necesariamente
en la oposición algo=algo o, al menos, algo=nada. El silencio sustituiría la respuesta
esperada y, por tanto, articularía como respuesta.
El no prestar atención. Silenciar sus ecos en los comentarios. Dejar que pasivamente
pase al olvido.