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Notas sobre Una retórica del silencio (1984), de Lisa Block de Behar (Segunda

edición, corregida, 1994). Buenos aires: Siglo XXI

Crítica literaria latinoamericana


Carlos Palacio Páez
22 de agosto de 2019

No hay que dejar pasar por alto que este trabajo fue, inicialmente, la tesis doctoral de Lisa
Block de Behar, presentada en París, Francia, a la École des Hautes Études en Sciences
Sociales, bajo la dirección de, nada más y nada menos, que Gerard Genette, figura clave del
movimiento estructuralista (que se suma a nombres como Barthes o Levi-Strauss), y
fundador de la denominada narratología. Es muy importante su aporte a la teoría de la
intertextualidad. Sus libros, Figuras III y Palimpsesto son verdaderos hitos y textos ya
considerados clásicos en el panorama de la teoría y crítica literarias del siglo XX. ¿Cómo va
a funcionar esta relación de carácter mucho más textual en la consideración de
la lectura como tema? ¿Cómo se va a entender la lectura? ¿Poéticamente?
¿Socialmente? ¿A la luz de la recepción? Habrá que ver

1) “Primeras delimitaciones: contra los riesgos del principio”


Lo que se plantea, de entrada, es una contradicción: una retórica del silencio (11).
Retórica, como diría Aristóteles, se dice de muchas maneras: principalmente, de dos:

i) Retórica entendida como “estudio de las especulaciones dialécticas de la


mente” (11).
ii) Retórica entendida como “el arte de decir y la elocuencia” (11).

Se trata de aplicar esta disciplina (¿en sus dos sentidos?) al silencio verbal: “objeto tácito
considerado también en sentido propio, porque aparece restringido sólo a la ausencia
fonética, forma parcial de la ausencia sonora” (11). Precisando, Lisa alude que se refiere al
silencio de la lectura: “suspensión de la voz por una palabra que no se articula, que no se dice
pero que está presente” (11).

Es esta “fórmula antitética”, en apariencia contradictoria, justamente esto, una fórmula que
se adhiere a una larga tradición, explica Lisa, de la redacción paratextual de los títulos. Estos
títulos, “sin constituir el texto mismo, lo introducen sinópticamente” (11). ¿A cuál
tradición se refiere esta inscripción? Seguramente NO a la latinoamericana.

De hecho, su comentario siguiente es sobre las obras de Molière, que desarrolla,


según Lisa, esta técnica de titular antitéticamente sus obras:

El burgués gentilhombre, Médico a su pesar, Las preciosas ridículas, etc. (12).

Es bastante curiosa también la referencia a Rousseau, en la misma página, y al gramático


francés del siglo XVIII y XIX: Pierre Fontanier. ¿Qué tiene que ver Barthes en todo esto, por
lo cierto?

La explicación de la relación antitética en los títulos, más que un modelo de imitación o de


“efecto” que quiere ser generado por la “figura aparentemente llamativa”, la explica Lisa de la
siguiente manera:

tal vez la (di-)solución antitética que aparece en los títulos pueda entenderse
también como índice de una confusión incoativa, previa y catafórica,
inherente a las tentativas anticipatorias a toda elaboración, algo así como el
chaosmos de Joyce, designación de la unidad (polisemia original de uno que vale
tanto como unidad, propiamente singular, tanto como iniciación, el origen), a
partir de la cual se intentan las primeras distinciones, un orden, los pasos iniciales
hacia la creación y el conocimiento (12).

¿Está hablando Lisa Block de Behar de una suerte de prejuicio en la creación que estos títulos
pueden acarrear? Es decir, ¿una suerte de movimiento pre-creativo de la antítesis, que
condicionaría la elaboración del texto final? Esto parece que entiendo. Esta (di-)solución
antitética parecería operar como una designación de unidad: uno que es unidad e
iniciación, origen¸y que es génesis de un orden, de un marco, de unos pasos iniciales en la
creación y en el conocimiento (comentario a la cita).

Ojo con la presencia deleuziana en el “chaosmos”: una suerte de todo


desordenadamente dispuesto, violentamente

Lisa Block de Behar es incisiva con el asunto al final de este primer apartado: “los términos
del título cuentan en su significado propio y corresponde mantener una oposición que no
debe resolverse” (12).
Se aleja de una posible tentación paradojal, que reconciliaría los conceptos opuestos y los
pondría a coexistir. Remata con una frase contundente: “Sobre todo, y es necesario advertirlo
explícitamente: el silencio no se entiende como ‘ese-silencio-que-vale-más-que-mil-
palabras’”.

………………..

2) El silencio en cuestión: algunas exclusiones necesarias para su definición


“Le langage n'a qu'un contraire qui est le silence
[El lenguaje tiene un solo opuesto, que es el silencio]”
Brice Parain
I) El silencio previsto

Hay que descartar, de entrada (el texto de Block de Behar parece un texto de teología
negativa), la idea de un “silencio elocuente”, que terminaría por conciliar los opuestos
que se desean mantener.

Sin embargo, la autora señala el punto crucial del silencio vs. la palabra en la cultura
contemporánea.

Describe un movimiento en dos sentidos, que consiste en, por un lado, hacer un uso
excesivo de la palabra, sea oral o escrita, debilitando su peso en la civilización de los
medios masivos: “se usa tanto y al mismo tiempo se desconfía tanto de su uso” (13),
mientras que, por el otro, este movimiento le da al silencio, entonces, una suerte de
apreciación colectiva que, en términos literarios, citando a Genette, tiene su inicio en
Flaubert y “aparece como la tendencia más marcada de la preocupación literaria actual”
(13-14).

Sin embargo, señala Block de Behar: “la modernidad (…) no se restringe solamente a
una austeridad emotiva, más bien constituye una propiedad inherente al texto, y es en
ese sentido que nos interesa: una sobriedad que anticipa otras abstinencias textuales”
(14). Esta modernidad (o contemporaneidad, mejor), se distingue, pues, por el horror
pleni (horror a la completud), en oposición por el ya bien conocido horror vacui (horror
al vacío) del barroco contrareformista.

II) Contra la trivialidad


Esta austeridad voluntaria presente en Flaubert tiene una relación directa con la
modernidad literaria y la aversión que se le tiene al “automatismo del lenguaje”, al
enmarcar nuestro discurso, literario y lingüístico únicamente dentro de una tradición
que es clara y predefinida. El silencio, entonces, le haría frente a esta repetición.

También señala la idea de Borges, sobre un sistema de citas, que vendría siendo todo el
lenguaje. Toma acá relación con la idea de Genette del “palimpsesto”. Apunta que
tomará esta repetición textual como parte constitutiva de la mecánica de lectura: “esa
acción literaria que apenas se mantiene en una difícil posición de equilibrio, suspendida
entre la cita y la reticencia, la repetición y el silencio” (16).

III) La protesta silenciosa

Hay también, sumado a esta aversión a los estereotipos del lenguaje, una “desconfianza
hacia todo tipo de pronunciamiento”. Se desconfía, sistemáticamente, de la inflación
natural del discurso.

Hay un recelo doble: a) hacia la inutilidad del decir, y b) hacia los riesgos que corre
quien renuncia a hablar.
Retoma, como mención, la paradoja que sustenta una desconfianza en el lenguaje, poder
construir enunciados tipo: “yo miento”. ¿Cuál es entonces la disyuntiva entre hacer y
decir? Apoyándose en Sartre y refiriéndose a Rimabud, la deserción y el silencio, como
protesta ante el lenguaje que articula mentiras y que poco o nada me da de verdad, es un
acto de resistencia, y, por tanto, de habla.

Sartre (en interpretación de Block de Behar): la palabra es acción, para el intelectual


comprometido. En ese sentido, la autora señala que la ausencia de palabra, el silencio,
sería también acción, y dada la relación es palabra también. ¿No es una petición de
principio o algún tipo de falacia tal razonamiento/interpretación? ¿P
entonces Q―NP entonces Q? En ese sentido, la palabra no es importante,
sino el intelectual. El razonamiento poco o nada tiene que ver con la
palabra. +/- “la acción del intelectual (callar o decir) es una acción política”

La palabra en sí es dudosa, por lo tanto, la ausencia de ella lo será también. En clave


sartreana: si decir es actuar, y aun así es dudoso; como acción, callar es más dudoso
todavía, porque sería la negación de la acción, ¿una no-acción? ¿cómo sería eso?
Revisar

Sin embargo, Block de Behar le hace una salvedad a este silencio, pues establece la
relación no decir=no hacer. Claro, no es que lo crea, pero lo está describiendo.

Sin embargo, callar puede comunicar, es cierto; y en esto se ciñe a la idea de Saussure:
“la lengua puede contentarse con la oposición del algo con nada”. Es decir, el silencio es
una posibilidad, pero, como se ve, es necesario un contexto para ello. La previsibilidad
de la manifestación silenciosa, es decir, el contexto enunciativo, incluso performativo, es
necesario para significar; pues el lenguaje, como sistema; funcionaría necesariamente
en la oposición algo=algo o, al menos, algo=nada. El silencio sustituiría la respuesta
esperada y, por tanto, articularía como respuesta.

Por la previsión inicia la experiencia estética* El silencio se hace mensaje y queda


sometido a las interpretaciones del receptor. Interpretación que depende de los
horizontes de expectativas.

IV) El silencio de los otros

El silencio propio, que sospecha y que es motivo de sospecha, tiene también su


contraparte: el silencio de los otros. El llamado silencio conspiratorio, la
Totschweigentaktik, o el “ninguneo”.

El no prestar atención. Silenciar sus ecos en los comentarios. Dejar que pasivamente
pase al olvido.

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