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FONOAUDIOLOGÍA, JUEGO SIMBÓLICO Y LENGUAJE

Por: Néstor Antonio Pardo R.


Terapeuta del Lenguaje / Fonoaudiólogo
Universidad Nacional de Colombia
nestorpardo2000@yahoo.com
whatsapp +591 68990051

RESUMEN

El artículo presenta una visión general sobre el Juego Simbólico, el cual le permite al
niño crear representaciones mentales del mundo que le rodea, expresar las emociones a
través de los personajes o roles asumidos, desarrolla la imaginación y la creatividad,
facilita la conversación entre iguales y favorece el proceso madurativo para poder
comprender y resolver los problemas del entorno que le rodea.

Palabras Claves: Fonoaudiología, Inicial, Familia, Comunicación, Juego, Simbólico.

INTRODUCCIÓN

La constitución de lo humano se da fundamentalmente gracias al lenguaje, pues ambos


están indisolublemente unidos como las dos caras de una moneda. Así pues, lo humano sólo
es posible en el ámbito de la cultura y no puede darse sin el lenguaje.

Holland (1994), citada por Cuervo (1999) argumenta que “importará poco que los
fonoaudiólogos generen más conocimiento y amplíen el alcance y la sofisticación de sus
habilidades clínicas para atender las poblaciones –tradicionales y nuevas – de personas
con discapacidades de la comunicación, si no son capaces de lograr que los servicios
lleguen a quienes los necesiten”

Para Bravo (1999, p.22), numerosos niños, procedentes de estratos socioeconómicos


desfavorecidos, no logran seguir con éxito los programas escolares en los primeros años,
aunque tengan una buena capacidad intelectual, debido a que ingresan a la escuela básica
con un nivel de desarrollo cognitivo y verbal que no les permite efectuar con éxito este
aprendizaje. A su vez, Fajardo y Moya (1999) indican que el aprendizaje hace referencia
tanto a la interacción que existe entre el individuo y su medio ambiente como a la
internalización de los resultados de esta interacción.
El ser humano debe verse como la suma de una complejidad de factores pasados,
presentes, futuros, sociales, psicológicos, genéticos, fisiológicos, y neurológicos, desde
una perspectiva global, integrada y transdisciplinaria.

El padre de familia actual, argumenta que "no tiene el tiempo" y / o la formación


necesaria para asumir su rol como estimulador y copartícipe en el proceso de desarrollo
de sus hijos, en un mundo cambiante. En el hogar, la comunicación se limita a lo mínimo
para la supervivencia o solamente se produce información vaga, órdenes para realizar
acciones puntuales o expresiones con tendencia a castigar. Por lo tanto, se genera cierto
grado de deprivación sensorial producido por la insuficiente calidad y cantidad de
estímulos lingüísticos. Esta, a su vez, genera una respuesta fisiológica alterada, y por lo
tanto, un trastorno en el desarrollo del sistema nervioso central que afecta la adquisición
del lenguaje.

La interacción de los padres con el niño, en el hogar, es el punto de partida para su


formación como sujeto social, capaz de comunicarse, participar realmente y de acuerdo
con sus posibilidades en el medio social, cooperar, construir conocimientos y expresarse
libre y creadoramente. Educar en este contexto, supone facilitarle al niño experiencias e
instrumentos variados, cada vez más ricos y complejos, para que construya aprendizajes
realmente significativos, de acuerdo a su nivel evolutivo y al contexto sociocultural en el
que vive.

Para los niños, el juego es un asunto muy serio (y debería serlo también para los adultos).
A través de esta actividad desarrollan muchas de sus destrezas y se van formando una
imagen del mundo. Durante el siglo XIX, y de modo más intenso en el siglo XX, se va
consolidando la relación del binomio juego y educación. El "aprender jugando", se va
apoderando de la realidad familiar y escolar. Podemos encontrar las ideas de autores
como Pestalozzi y Fröebel, los aportes desde el campo de la educación especial de
Montessori o Decroly, la innovación metodológica propiciada por la Escuela Nueva y las
generadas a partir de la obras del Post- Constructivismo de Wallon y Vygotsky, entre
otros.

El juego simbólico es particularmente importante pues implica la capacidad del niño para
imitar situaciones de la vida real y ponerse en los zapatos de otras personas. Se trata de
una actividad en la que el niño pasa continuamente de lo real a lo imaginario (y viceversa),
que le ayuda a ampliar su lenguaje, desarrollar la empatía y, sobre todo, repercute
significativamente en la competencia social, intelectual e independencia personal, entre
otros, permitiéndole también encontrar soluciones a sus conflictos y situaciones
problemáticas a través de éste.
A lo largo de todo el documento iremos viendo diferentes perspectivas del juego, el
juego simbólico y sus beneficios para mejorar la relación del niño con el ambiente y los
demás, así como mejorar su lenguaje y comunicación.

COMUNICACIÓN, JUEGO Y COGNICIÓN

La base para la comunicación es la interacción social, y ciertas habilidades de


conversación, se pueden desarrollar desde una edad muy temprana a través del juego
(MacDonald, 1989). Los juegos de buscar, recibir y entregar un juguete o instrumento
musical por turnos de ida y vuelta son formas de desarrollar una comunicación efectiva e
intencional. Estas actividades de juego también son útiles para incrementar el
vocabulario y las habilidades pragmáticas, además de otros aspectos en el conocimiento y
uso de la lengua en general, así como para el desarrollo de habilidades en reconocimiento
de presencia y ausencia de estímulos auditivos. (Schwartz y Miller, 1996).

Por su parte, el proceso de la comunicación consiste en la transmisión, hombre a hombre,


de significados con cierto contenido intelectual o cognitivo, para evocar en otra persona
el mismo contenido. Implica el intercambio conceptual entre dos o más interlocutores
conscientes, fundamentado en el análisis y orientado a la aparición o modificación
concertada de una conducta. Así, la interacción discursiva presenta una doble estructura
cognitivo - comunicativa que se basa en la confrontación respectiva de las experiencias
previas y el conocimiento de una realidad particular por parte de cada participante en el
proceso, con el contenido de cada uno de los mensajes intercambiados.

La validez de un acto comunicativo no se puede entender por aislado como la adecuada


emisión de oraciones sintáctica y semánticamente bien estructuradas. Implica partir de
un individuo que tiene un "Mundo Interno Subjetivo" caracterizado por sus
conocimientos, experiencias, cultura, pertenencia a una familia y a un grupo social, estado
de salud, anímico, etc., el cual en determinadas circunstancias, un lugar y un momento
específicos tiene la intención de informar algo a otro individuo con un "Mundo Interno
Subjetivo" diferente, con el fin de lograr un acuerdo enmarcado en una situación
contextualizada. Este acuerdo proposicionalmente diferenciado externamente, merced a
la estructura lingüística, tiene que ser aceptado internamente como válido por los
participantes. Es decir, no puede quedar en el aire la duda acerca de la intencionalidad
real que tenían los interlocutores al expresarse.

Un amplio número de estudios han reportado cómo el discurso de tanto adultos como
niños se relacionan con actividades específicas. Wood, McMahon y Cranstoun (1980);
Bruner (1983); y Tizard y Hughes (1984) han explicado la manera en la cual ciertas
actividades favorecen la comunicación. Por ejemplo, cuando un adulto y un niño pequeño
(alrededor de los 18 meses) leen juntos un libro, la rutina de sentarse cerca y voltear las
páginas ayuda a establecer exactamente de qué se está hablando. Además, la estructura
de la actividad y su naturaleza repetitiva hacen más fácil para el primero predecir la
respuesta lingüística del segundo. En conjunto, estas características incrementan las
oportunidades de que el adulto sea capaz de determinar lo que el niño está intentando
decir, aunque su articulación todavía tenga un pobre desarrollo. De otro lado, las
expectativas convencionales acerca de qué significados son apropiados para la actividad
permite inferir una estrecha gama de posibles interpretaciones y se reduce la posibilidad
de que se confunda la intencionalidad del niño (Scollon, 1979).

En los primeros meses de vida, el adulto resulta necesario para generar el escenario del
juego y facilitar la apropiación del mismo por parte de los niños. El escenario, se refiere
tanto a los espacios y materiales, como a la situación que se presenta. El adulto es quien
anticipa las posibles intervenciones que tienen por objeto dinamizar los procesos
cognitivos, afectivos y sociales que se suceden en el juego, buscando que éste sea cada
vez más autónomo y sostenido.

Si el adulto conoce a fondo los juegos de los niños y los marcos de realidad presentes en
cada uno, puede leer con mayor facilidad las interpretaciones que los estos hacen de su
realidad, y comprender las diferentes situaciones que se van presentando. Desde allí,
puede ofrecer diferentes alternativas que amplíen o complejicen las zonas de
conocimiento, llevando a los niños a construir nuevas respuestas. Por su parte, los niños
parecen tener bastante claro cuándo aceptar la intervención del adulto, cuándo buscarla
o cuándo transformarla.

Goodman (1969) expresa que cada niño lleva a la escuela 5 ó 6 años de lenguaje y
experiencia. Estos vitales elementos se desarrollan fundamentalmente a través del
juego, ocupación primordial en esta etapa de la vida, el cual sirve como organizador de
elementos sensoriomotores, emocionales, perceptivos, cognoscitivos y lingüísticos que
ayudan a crear un modelo interno de sí mismo y del mundo externo que lo rodea. Jugar
involucra la posibilidad de aprender, comunicarse, modificar, variar, crear, cambiar y el
ajuste frente a situaciones y elementos nuevos.

Los niños que no aprenden a jugar, debido a padre y ambientes poco estimulantes,
manifiestan problemas en la escuela y en las situaciones sociales. Luria (1978) refiere
una experiencia en la cual se instala a un hombre acostado en el piso de una cámara
impermeable a la luz y al sonido, aislándolo de los efectos externos. Este inicialmente
tiende a dormirse, pero después la prueba se hace insoportable para el sujeto. Algo
semejante es lo que pasa al niño con el aislamiento al que se le somete por parte de sus
padres.

Stemberg y Powell (1983) insisten en que los buenos lectores combinan la información
escuchada o leída con su propio "conocimiento del mundo" en la memoria semántica, para
crear una nueva entidad dentro de la cabeza, que representa el significado del texto o
discurso. Y Miller (1979) explicita que el significado que cualquier elemento tiene para
una persona consiste en la historia total de su interacción con dicho elemento.
Obviamente, tal interacción no implica en forma exclusiva la "manipulación física" del
mismo, sino el acceso cognitivo al concepto. De tal manera, el niño que tenga un
insuficiente o imperfecto conocimiento del mundo debido a deficiencias en alguno o
algunos de los factores antes mencionados no estará listo para el procesamiento
semántico de la lecto - escritura.

Cada vez se ve jugar menos a los niños en el hogar y en el jardín infantil. La televisión, el
computador, los juegos electrónicos o la vida típica de los llamados "niños de
apartamento", están espantando la movilidad y creatividad. El juego no puede ser visto
como una simple sumatoria de acciones inconexas o desvinculadas de la realidad. Los
niños crean reglas, ambientes, juguetes y situaciones de juego, pero además, introducen
modificaciones a los mismos y generan situaciones en las que se puede repetir y
recomenzar cuantas veces se quiera, sin correr el riesgo de ser sancionado por cometer
errores.

Cada cual juega a aquello para lo que tiene habilidad, y si es demasiado complejo o
demasiado simple, lo abandona o cambia. Por otra parte, el carácter interdependiente y
cooperativo de las reglas, pone a los niños en situaciones de interacción social con sus
pares. En este tipo de intercambios, los niños se sienten obligados a ser lógicos y a
hablar con sentido al tener que coordinar sus acciones con las de otros.

Un adulto sólo es aceptado en un juego, si se incluye como un jugador. Los niños


diferencian claramente las situaciones propuestas por el padre de familia, terapeuta o
maestro en las que deben ajustarse a lo que él indica. Las intervenciones del adulto son
escuchadas, incorporadas o descartadas en la medida en que comparte o es parte del
juego. Si el adulto quiere jugar debe ser un jugador más e incluirse como tal.

Bruner (1983) afirma que los juegos practicados con los bebes lo van formando e
integrando socialmente. A través de diversas actividades experimentales y / o
pragmáticas, explica la importancia que tienen estos juegos mencionados para que el niño
pueda acercarse progresivamente al uso del lenguaje.

Dentro de una serie de esas contribuciones del juego encontramos la comprensión de los
turnos de la conversación (el niño aprende esto a partir de la estructuración de las
partes del juego). También, el placer del juego que mantiene al niño concentrado en él, le
será útil para luego mantenerse en una actividad compleja, una “realidad estructurada”,
“una forma de vida”.

Es decir, que las estructuras de los juegos “…se imponen en formatos del tipo indicar y
solicitar, que, en efecto, son esenciales para el desarrollo y la elaboración de estas
funciones comunicativas. Ellos proporcionan el medio que hace posible su
convencionalización y, finalmente, su transformación de formatos en actos de habla más
flexibles y móviles…”1

El siguiente paso consiste en la referencia. Una de las fases de la referencia es que


implica una interacción social que requiere de cierta reciprocidad o acuerdo entre emisor
y receptor. Puede existir un importante desacuerdo cuando el tema referido tiene la
posibilidad de variar de acuerdo con la interpretación asignada desde la subjetividad del
receptor.

Ante el surgimiento de dificultades de esta índole entre madre e hijo, aparece la


“negociación”. Mientras que el niño todavía no se expresa lingüísticamente, existen
ciertos balbuceos y gritos, o gestos, etc., que la madre logra interpretar y de este modo
satisfacer sus necesidades. Pero con el transcurrir del tiempo entre ambos existen
ciertas actividades en las que se negociará qué nombre se le dará a ciertos objetos.

PAPEL DEL FONOAUDIÓLOGO EN EL FOMENTO DEL JUEGO SIMBÓLICO

Según Miller (1979), sin comunicación, la organización social es imposible. El individuo que
no habla con ningún miembro de un grupo está necesariamente aislado y no puede adquirir
el conocimiento, ya que éste se construye mediante el intercambio dialógico que permite
negociar la interpretación del mundo.

El Terapeuta del Lenguaje / Fonoaudiólogo busca fomentar las competencias


comunicativas de padres de familia, niños y docentes, a través de un proceso de

1 Bruner, J. (1983): El habla de la persona. Paidós, Buenos Aires. p. 63).


acercamiento a las necesidades y potencialidades del individuo. Se acuerdan así
estrategias conjuntas, con la finalidad de que tanto el sistema elegido como los
elementos que lo componen concuerden con la realidad en la que estos y su familia se
desenvuelven y los prepara para responder a las demandas comunicativas del mundo
circundante.

Otro aspecto importante del rol del Fonoaudiólogo es el control de las condiciones
acústicas del lugar de juego y aprendizaje. El ambiente sonoro tiene mucha
influencia sobre la capacidad de escuchar, porque el niño "se entrena" a escuchar los
sonidos que percibe o sea a enfocar su atención sobre lo que desea. Si las condiciones de
ruido en el medio son demasiado fuertes, el niño se ve obligado a protegerse y deja de
escuchar, bloqueando el acceso de información al Sistema Nervioso.

El ruido parece interferir con la de atención, memoria y la capacidad de los niños para
discriminar entre estímulos auditivos significativos, sobre todo del campo del habla. El
ruido de fondo, en particular los murmullos, los gritos de otros niños jugando fuera de la
habitación o el cuarto de juego y el discurso irrelevante, interfieren en la capacidad de
los niños para comprender la palabra hablada. Esto puede tener serias consecuencias
para el desarrollo del lenguaje.

Pero igualmente muchos niños de nuestra actual era presentan limitaciones en sus
capacidades para aprehender la información auditiva, debido a la interferencia del ruido
en los hogares, las guarderías, los centros de estimulación y colegios.

JUEGO SIMBÓLICO Y LENGUAJE

El juego simbólico es uno de los elementos más importantes en el desarrollo del niño y
eje fundamental para el lenguaje, la capacidad cognitiva y la socialización. Esta actividad
consiste en la imitación o reproducción de situaciones de la vida diaria, utilizando objetos
semejantes o no a lo real, dándoles un valor simbólico. Es decir, representando hechos o
situaciones supuestas, o dramatizadas, a través de juguetes. Es el “hagamos de cuenta
como si fuera”, transformando cualquier objeto en lo que imaginemos o necesitemos en el
momento, como un cubo de plástico en un auto, o una cuchara en un avión.

Este tipo de juego aparece a los dos años de edad y sigue desarrollándose durante la
infancia hasta los seis y siete años. Permite al niño crear representaciones mentales del
mundo que le rodea ya sean reales o imaginarias, permite expresar las emociones a través
de los personajes o roles asumidos, desarrolla la imaginación y la creatividad, facilita la
conversación entre iguales y favorece el proceso madurativo para poder comprender y
resolver los problemas del entorno que le rodea.

Es un importantísimo instrumento de estimulación del lenguaje ya que despierta


la necesidad del niño para comunicarse, pasando de frases sencillas a estructuras más
complejas donde puede expresarse y participar con mayor eficacia haciendo uso de
canciones, rimas o expresiones copiadas del adulto. A la vez, implica importantes
mecanismos y procesos cognitivos como la coordinación de esquemas de comparación de
objetos y personas, analogías y recuerdos de experiencias que ponen en funcionamiento
las habilidades motoras y comunicativas.

El juego simbólico en su inicio se desarrolla de forma individual y progresivamente se va


transformando en algo colectivo, adquiriendo más dificultad mediante diversas
combinaciones simbólicas. En un primer momento el niño comparte su juego con los
padres, pero más adelante comienza a disfrutar jugando con sus coetáneos. En este
punto son capaces de establecer una meta común y ciertas normas del juego. Poco a poco,
el juego simbólico se complejiza y se hace grupal, por lo que pasa a ser un proceso de
socialización propiamente dicho. Este cambio se produce a los 4 o 5 años, edad en la que
el niño ya tiene las herramientas necesarias para compartir el simbolismo del juego con
otros pequeños.

Es importante, entonces, asegurarse de tener a mano elementos para producir juegos de


roles, tales como animales de la granja, autos, aviones, o kits de profesiones (médico,
bombero, cocinero, etc). El Terapeuta del Lenguaje / Fonoaudiólogo orientará a los
padres y otros integrantes de la familia sobre el tipo de juguetes adecuado para la edad
y nivel de desarrollo del niño.

Los niños pequeños tienen un repertorio limitado de situaciones y personajes que pueden
imitar. No vienen con un programa interno de cómo jugar, cosa que creen muchos padres,
por lo cual inicialmente es necesario ayudarles a recrear personajes y situaciones. El
adulto debe ser el modelo, para lo cual el Terapeuta del Lenguaje / Fonoaudiólogo
proporcionará pautas de la forma en que éste puede proponerle nuevos personajes y
contextos con los que se puedan identificar y estimulen el juego simbólico.

Los niños con mayor destreza en el juego simbólico tienen un vocabulario más amplio y
más posibilidades de combinar palabras (Johnston, 1994). Entre los procedimientos
específicos más relevantes utilizados por el adulto, a través del juego para facilitar la
interacción y el lenguaje, cabe destacar las siguientes estrategias:
El Autodiálogo: el adulto narra o relata lo que hace, presentando un modelo de
habla, sin hacer ningún tipo de demanda al niño

El Habla Paralela: El adulto verbaliza lo que hace el niño, ayudándolo a desarrollar


asociaciones entre la palabra y su referente, proporcionando modelos
gramaticales, fonéticos y semánticos acordes con las acciones del niño (ayuda al
niño a asociar combinaciones de palabras y relaciones entre objetos).

Expansiones: son expresiones que repiten lo que dice el niño, añadiendo detalles
gramaticales, fonéticos y semánticos relevantes.

CONCLUSIÓN

La base para la comunicación es la interacción social, y ciertas habilidades de


conversación, se pueden desarrollar desde una edad muy temprana a través del juego. Es
deseable por tanto, que se aliente a los padres a participar activamente en los juegos con
sus hijos, hacerles saber que, como compañeros de juegos más expertos en el aspecto
psicolingüístico, pueden favorecer la adquisición del lenguaje.

En el juego del niño con el adulto y los objetos, se entreteje la acción y las señales que
regulan la interacción comunicativa. A medida que el niño se desarrolla, utiliza el lenguaje
y la expresión en todas sus modalidades para regular la acción conjunta, dándose una
mutua interpretación de las intenciones y un ajuste recíproco tanto la expresión como en
la acción.

El juego simbólico aparece a los dos años de edad y sigue desarrollándose durante la
infancia hasta los seis y siete años. Permite al niño crear representaciones mentales del
mundo que le rodea ya sean reales o imaginarias, permite expresar las emociones a través
de los personajes o roles asumidos, desarrolla la imaginación y la creatividad, facilita la
conversación entre iguales y favorece el proceso madurativo para poder comprender y
resolver los problemas del entorno que le rodea.

El Terapeuta del Lenguaje / Fonoaudiólogo contribuye a la expansión del juego simbólico


como base para el desarrollo del lenguaje, fomentando las competencias comunicativas de
padres de familia, niños y docentes, para que puedan responder a las demandas
comunicativas del mundo circundante, utilizando estrategias comunicativas, juguetes e
instrumentos apropiados, según la edad y nivel de desarrollo del niño.
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