Hace un mes se cumplieron 20 años desde que comencé a
trabajar intensamente para entender, promover y fortalecer el fenómeno emprendedor. No es que haya inventado la pólvora. De hecho, la Argentina fue fundada y desarrollada por grandes emprendedores: los inmigrantes que llegaron al país desde distintas partes del mundo movidos por la búsqueda de oportunidades, sin los recursos necesarios, pero con una enorme capacidad de trabajo y esfuerzo. Junto a los criollos y los pueblos originarios, fueron pioneros en la construcción de esta querida Patria.
Aquellos emprendedores y los que hoy conocemos, son
capaces de crear valor con poco capital desde cualquier lugar del mundo, generando más y mejores puestos de trabajo, diseñando nuevos modelos de negocio escalables, incrementando la riqueza.
Es la definición moderna de entrepreneurship, introducida
por Joseph Schumpeter (1934): "El dinamismo desequilibrante provocado por los emprendedores innovadores es la causa de una economía sana y pujante, mucho más que el equilibrio y la optimización de los recursos". Este fenómeno emprendedor es siempre complejo, multifacético y multidimensional, y requiere de la existencia de individuos con habilidad y motivación para comenzar un negocio, percepciones sociales positivas sobre la misma, existencia de oportunidades y un contexto institucional, político y económico que lo estimule y la promueva.
Justamente ese contexto es "el oxígeno necesario para que
respiren y crezcan los nuevos emprendimientos, para que las pequeñas empresas puedan innovar y crecer y para que las grandes empresas puedan ser competitivas y globales".
Hace 20 años no existía en la Argentina una conciencia
colectiva sobre este valor de los emprendedores en el desarrollo, como sí ocurría en los países más desarrollados del mundo donde la promoción de la actividad emprendedora, el respeto a la propiedad privada, la libertad de crear y generar valor, empleo y riqueza, y la potenciación del tejido empresario ya eran políticas de estado.
En estos 20 años he sido iniciadora y parte, junto con
muchos colegas, de la promoción de una cantidad de iniciativas a nivel privado, académico y público para impulsar y consolidar este ecosistema.
Lo hicimos, a pesar de los fuertes impedimentos en el
sistema político e institucional, agravados por la falta de reglas claras que trabaron el acceso al capital, los efectos de una macro y una microeconomía deterioradas, problemas crecientes por falta de inversión en infraestructura energética, de telecomunicaciones y física, la alta y constante inflación, la falta de confiabilidad del país para recibir inversiones externas, y las trabas regulatorias al libre comercio. Todo eso ha generado fuertes inconvenientes al desarrollo emprendedor. Pero eso está comenzando a cambiar. Hoy el país vive hoy un momento histórico. Estamos frente al desafío de encarar el futuro con ojos nuevos, romper con el pasado sin quebrarnos, recrearnos y renacer como nación con todos los dolores de parto que eso implica.
Se nos presenta una oportunidad única para consolidar una
actividad emprendedora y empresaria innovadora, competitiva, ética, socialmente responsable y pujante.
Para ello, debemos revertir la tendencia de nuestra sociedad
que confía en el Estado como el único protector y benefactor social, y desconfía del valor de la iniciativa privada, del esfuerzo del empresario honesto, competitivo y eficiente como gran motor de prosperidad junto a un Estado fuerte pero subsidiario.
Esta odisea requerirá mucho coraje, espíritu colaborativo y
convergencia de intereses entre lo público, lo privado y la sociedad civil.
En este contexto he asumido un nuevo desafío esta vez desde
el sector público. Lo hago con vocación de servicio y con el firme convencimiento de que puedo aportar mi experiencia, conocimientos y honestidad para una ciudad y un país más próspero donde haya mejores oportunidades para todos los ciudadanos
Y confío en que mis queridos emprendedores, presentes
tanto en las nuevas empresas, como en las pequeñas y grandes que ya existen, en la política, en la ciencia, en la educación, en el arte y en lo social, serán, con pasión, profesionalismo y valores éticos, los transformadores que nos ayudarán a construir un país mejor. Para esto voy a trabajar los próximos 20 años. La autora es subsecretaria de Economía Creativa (CABA), profesora del IAE Business School y directora?de Global Entrepreneursip Monitor